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(julio-septiembre 2017)
REPENSAR LA SOCIALIDAD
EN LA MODERNIDAD AVANZADA
Número coordinado por:
Ángel Enrique Carretero Pasín, IES Rosalía de Castro, Santiago de Compostela
Dirección Editorial
Jaime Labastida, José María Castro, Adolfo Castañón, Dídimo Castillo y Carlos Díaz
Edición y realización
Anthropos Editorial, Nariño S.L. Características técnicas
Lepant, 241-243, local 2 08013 Barcelona (España) ISSN: 2385-5150 Impresión
Tel.: (34) 93 697 22 96 Formato: 17 x 24 cm Lavel Industria Gráfica, S.A. Madrid
comercial@anthropos-editorial.com www.anthropos-editorial.com Páginas: 208 Depósito legal: B. 15.318-1981
PRESENTACIÓN
El laberinto de la socialidad: utopía y distopía, Ángel Enrique Carretero Pasín 5
TEORÍA
Subjetividad social y relaciones sociales, Manuel Antonio Baeza Rodríguez 000
Socialidad: determinismo biológico y constructivismo social, Miguel Ángel Castro
Nogueira y Laureano Castro Nogueira 000
Socialidad e Imaginarios: cómo puede la Teoría del Actor Red enriquecer nuestra
comprensión de las formas de relación humana, Lidia Girola 000
Extrañas socialidades creativas. De la economía a lo imaginario a través
del esoterismo, José Ángel Bergua Amores 000
La muerte expropiada, o sobre la socialidad herida, Joaquín Esteban Ortega 000
La paradójica socialidad del secreto. Repensando a Georg Simmel,
Francisco Javier Gallego Dueñas 000
Imaginarios y posmodernidad en América latina: oxímoron de la socialidad,
Daniel Gutiérrez-Martínez 000
ILUSTRACIONES
Lo religioso en escenarios de estrés social. El 11-S visto desde la perspectiva
de la Religión Civil de Robert N. Bellah, Javier Gil-Gimeno 000
Las escenografías urbanas de los rascacielos de Chicago o el dominio de
la Naturaleza y de la Historia, Juan Antonio Roche Cárcel 000
Cotidianidad, juego, transcendencia, patrimonio y mito en la producción del turismo
termal: socialidad de los cuerpos sumergidos, Fátima Braña Rey y Javier Diz Casal 000
Socialidades emergentes en los imaginarios urbano-tecnológicos
de la sustentabilidad, Paula Vera 000
Trauma social: Destrucción de la sociabilidad y ruptura de la memoria
en la transmisión generacional, Xavier Costa Granell 000
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Repensando la identidad chilena a partir de la reciente inmigración
latinoamericana: los colombianos en Santiago y el desafío de la interculturalidad,
Nicolás Gissi Barbieri y Felipe Andrés Aliaga Sáez 000
COLABORADORES 000
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Presentación
El laberinto de la socialidad: utopía y distopía
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pesar de esto ocurre que la amplitud y elasticidad de los rasgos connotativos in-
cluidos en esta, aún atesorando también un patente brillo la impronta informal,
desbordan, como veremos con mayor detalle, los atributos conferidos a la sazón
por Simmel a la «sociabilidad». Más si flexibilizásemos el rigor de nuestro juicio
sobre la igualación entre un uso académicamente bastante corriente de sociabili-
dad —desceñido obviamente del que se ha valido Simmel— y el de socialidad
podríamos condescender prudentemente con su equiparación, e inclusive ave-
nirnos y servirnos de ella.
En aras de ahuyentar tanto el encabalgamiento en un uso abusivo e indiscri-
minado de la noción de socialidad como de disuadir la tentación de incurrir en
forzados malabarismos conceptuales, acaso la puerta de entrada más adecuada
para abordar la determinación de su figura sea la que resalte una premisa confor-
me a la cual aquel espejo más genuino en donde lo social se reconoce no puede
ser puramente compendiado, ni mucho menos encorsetado, dentro de los pará-
metros de su objetivación institucional. Si bien, maticémoslo, no es tampoco, por
definición, necesariamente contradictorio u hostil con ellos. Sin duda sería un
dislate sociológico el hacer caso omiso a la presencia de una lógica sistémico-
funcional conductora del gobierno de las instituciones y cuyo alcance permeabi-
liza los más intrincados intersticios del cuerpo social. Es innegable que su sincro-
nizado funcionamiento en el elenco de lo institucional, acompasado con la obser-
vancia de unas adosadas prerrogativas, configura notablemente el perfil fisonómico
de cualquier formación social. Bien mirado su empeño primordial aspira a suje-
tar del mejor modo factible el caos, la incertidumbre y la complejidad, que irre-
mediablemente subyacen a lo social, a unas pautas normativas aseguradoras de
una reglamentación, rutinización y estandarización que el mandato del sosteni-
miento de la arquitectura estructural de una sociedad obligadamente reclama.
Ahora bien, es innegable, igualmente, la insuficiencia de un cierre categorial
en esta lógica sistémico-funcional en cuanto monopolizador relato con el cual
dar cuenta de lo que acaece en el devenir de la cotidianidad y, por supuesto, en el
magma de figuraciones societales en las que, abrupta e inesperadamente, el caos
de un indistinto gentío tiene propensión a localizarse. A buen seguro que la arbo-
leda institucional, no otra cosa que el «mundo administrado» en la jerga adornia-
na, nos impide captar la vitalidad del bosque social. Como es sabido, en la dimen-
sión de lo institucional, la acción social obedece, sin otros preceptos, a una lógica
estructuralmente regida por un criterio utilitarista subordinado a una negocia-
ción y maximización de intereses, situados ellos en un terreno de oposición o
cooperación con respecto al de otros. De ahí que, en dicha dimensión, los actores
sociales sean invitados a guiarse, fundamentalmente, por una motivación prácti-
camente restringida al orden de un cálculo racional, acostumbrando a entablar
una mediación de intercambio teñida por un sello contractual y supeditada al
logro de un beneficio, bien sea este material o simbólico. Sin embargo, la voz que,
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do» conjuntas mediadas por la interrelación con «esos otros» —fieles al canónico
lenguaje weberiano—, así como para la acelerada composición, en última instan-
cia, de un mosaico de declaraciones identitarias originadas, de suyo y sin descan-
so, de la dinamicidad interna a la socialidad.
Así vista, la socialidad es la metanoción por excelencia, quizá la menos tram-
posa por ser la menos formal —en el sentido de abstracción formalista—, me-
diante la cual se alude a aquello que, sordamente, hace y deshace sociedad. En
realidad, el medio indispensablemente fecundizado para su implantación será la
circunscripción de lo microsocial, de la cotidianidad, dado que será aquella en
donde el polimórfico repertorio de nichos interaccionales se nos muestre al des-
nudo. Este es el espacio que, como ya ha sido suficientemente radiografiado, se
estructura y organiza en virtud de una aleatoria miscelánea de situaciones, tipifi-
caciones, dramaturgias, microsentidos y otras sutiles categorizaciones sociológi-
cas. Es aquel en donde, sobremanera, la autenticidad de los juegos sociales, nutri-
da de una simbiosis comunicacional proveniente de la intersección entre unos
limítrofes actores sociales, puede verse menos o, si cabe, nada defraudada. De ahí
que pueda asegurarse que haya sido el espacio circundante en donde a menudo
hubieran naufragado, en ocasiones hasta estrepitosamente, las abstractas y aprió-
ricas sistematizaciones discursivas o doctrinales. Una vez descendidas ellas de
una atalaya ideológico-especulativa y, consiguientemente, tropezadas de bruces
hic et nunc con la prueba de fuego de la rugosa y polisémica prosa de una vida
cotidiana tozudamente aprensiva a un pliegue al artificio portado en toda arqui-
tectura teorética. De refilón, la identificación de la operatividad de la socialidad
acarrea una antítesis de cualquier tipo de imagen narrativa cautiva de una pre-
concepción estática y consumada de lo social, siendo, por el contrario, un síntoma
revelador de un magma sumamente vivo, fluido y, al fin y al cabo, con un discurrir
bastante impredecible e incontrolable para unas instancias institucionales siem-
pre externas a su dinamismo interno.
En el abigarrado abanico de campos sociales en donde se dirime la correla-
ción de fuerzas inductora de una singulares estrategias de dominación, no nece-
sariamente ciertos individuos o grupos exigieran en justicia ser percibidos como
víctimas absolutamente pasivas, entregadas a un consentimiento a la eficacia de
las directrices simbólicas diseñadas por quienes son presuntamente poseedores
del poder para subordinar la voluntad de aquellos a la suya. El postulado que,
dogmáticamente, afirma un éxito de una mecánica y determinista reproducción
de los estados de dominación debiera ser matizado y complementado, sin razón
para ser sobrepasado, con la introducción de un mayor grado de relativización
del que ordinariamente ha sido aceptado de antemano. Ni siquiera la excepción,
que a priori podría fehacientemente otorgarle crédito como regla, podría ser uti-
lizada en redunde de un enrevesado aval justificador. Esto se confirma, entre otras
variables a tener en cuenta, por la persistente muestra de la socialidad, fungida
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En otro orden de cosas, recuérdese que, desde sus albores, la ciencia social se ha
obstinado, con mayor o menor fortuna, en una tarea de descifrado de la naturale-
za funcional del ligamen colectivo. Es conocido que este afán logró constituir uno
de los principales vértices temáticos de las primeras edificaciones sociológicas,
inquietadas ante el derrumbe del lazo comunitario a consecuencia del envite pro-
vocado por la modernidad sobre el tejido simbólico aposentado en las sociedades
tradicionales. De Marx a Max Weber, pasando —como no podía ser de otro modo—
por Durkheim, o por Ferdinand Tönnies, los padres fundadores de la disciplina
concentraron gran parte de su esfuerzo en escudriñar cómo y por qué la sociedad
autodenominada como moderna había provocado un agrietamiento de la centra-
lidad simbólico-religiosa articuladora del «universo de sentido» del cuerpo co-
lectivo. No cabe duda que esta narrativa clásica estaba aún cincelada por una
especulación plenamente holística del mundo social. De modo que, al calor del
protagonismo de los primeros sociólogos, el tutelado de esta cuestión se viera
supeditado a una directriz fundamentalmente macrosociológica.
Ha debido debutar la estampa de la sociología simmeliana para que, sin per-
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de secularizado. Por su parte, tanto Josetxo Beriain como Celso Sánchez Capde-
quí han revelado algunos de los diferenciales rostros modernos en los que lo sa-
grado se habría encarnado, como es el caso del ethos colectivo que da curso a una
identidad nacional. En este punto, la prestancia del ensamblaje en una común y
convencional representación simbólico-imaginaria, traductora de una herman-
dad totémica nutrida de la socialidad fraguada entre quienes a ella se adhieren y
en ella coparticipan, será crucial.
Por otra parte, el balance de la producción sociológica británica de los últimos
años no se ha mostrado tampoco indiferente a la significación concedida a la
socialidad. A colación de ello convendría mencionar los últimos desarrollos de
los Cultural Estudies emprendidos desde la peculiar impronta de la Escuela de
Birmingham. Escuela inspirada en el trabajo inaugurado a partir de finales de la
década de los años cincuenta del s. XX por Richard Hoggart, pionero en la inves-
tigación en torno a las prácticas cotidianas aposentadas en la textura cultural de
la clase obrera inglesa. En fechas más recientes, enriquecida por las aportaciones
sociológicas de Raymond Williams, Paul Willis y Stuart M. Hall entre otros de sus
miembros; así como, a su modo, por las renovadoras claves historiográficas auspi-
ciadas por Edward P. Thompson, artífice de un denso estudio en torno a un con-
texto preindustrial arrojador de luz sobre la emersión de la clase obrera inglesa. A
ellos les debemos ser los adalides de una fidelidad a un legado teórico empecina-
do en dignificar un habitus práctico firmemente anclado en el reservorio de lo
popular, aún estando excesivamente manoseado o vilipendiado desde un implíci-
to espíritu paternalista comúnmente incrustado en dispares lecturas ideológico-
políticas. En especial, los primeros componentes de esta Escuela han tenido la
virtud, entre otras, de ser los precursores en poner de relieve cómo en el territorio
de la cultura popular habría sobrevivido una gama de lazos locales y microcomu-
nitarios de socialidad de los que no se habría extraído todo su peso sociológico.
Por medio del recurso a este factor vinculante, los participantes en el universo
popular dispondrían de una hábil praxis a mano para, con suma frecuencia, bur-
lar el control decisorio de los resortes hegemónicos utilizados por los aparatos
institucionales. Es más, su uso permitiría nuclear eventualmente unos contra-
hegemónicos antídotos culturales frente a la ansiada efectividad de los discursos
dominantes, siempre al servicio de los grupos detentadores de un poder para fijar
una significación de la realidad acorde a sus intereses.
Cruzado el Atlántico, la noción de socialidad ha sido usada exitosamente, bien
como hipótesis de trabajo o bien como categoría analítica, para captar aquello
más palpitante y que con mayor viveza nutre a lo social, aplicándola en un caudal
de investigaciones empíricas tocantes a la esfera de la cotidianidad. De esta suer-
te, sobresale, entre otros varios, el trabajo comunicológico ennoblecedor, sin caer
en la trampa de su mitificación, de las culturas populares latinoamericanas lleva-
do a cabo por Jesús Martín-Barbero en Colombia. Él se ha sumergido en los pa-
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do. Este, en su desnudez, no otra cosa que un denodado tesón por hallar un em-
plazamiento simbólico producto de una protésica cohabitación grupal maquilla-
dora de una honda fragilidad y vulnerabilidad. Puesto que, desenmascarada esta
inevitablemente endeble y, si cabe, fantasmal sustancia de la que se destila el men-
cionado cometido, ahora sí podría ponerse al descubierto la gravedad de todo
credo grupal o colectivo como un constructo ideacional, en realidad, «humano,
demasiado humano». Tan sumamente «humano», debido a la dependencia de una
demanda de calor emocional a fin de ser potencialmente saciada junto a otros
que lo mueve, que con certeza incurrirían en un craso gesto de ridiculez quienes,
desoyendo el significado antropológico contenido en esta máxima u obcecándo-
se en negarla, se empecinasen en absolutizar un determinado credo social, políti-
co, religioso o de otra índole, cualquiera que fuese su color.
III
Sin olvidar, como preludio, una revisita a las claves antropológicas de donde se
sonsaca la base afectiva y emocional en la que toma asiento la socialidad, una
primera parte de las colaboraciones, haciéndose eco de las controversias filosófi-
cas y sociológicas más paradigmáticas, se afincan en un plano estrictamente teó-
rico. Eso sí, no lo harán adscribiéndose ad hoc a una prediseñada y unívoca op-
ción de las actualmente barajadas en el repertorio del pensamiento contemporá-
neo a fin de encarar la temática de la socialidad. Más bien, su intención será la de
ir desgranando el corpus de la compleja cartografía epistemológica, cultural y
política abierta en torno a esta, muy a tono con un énfasis puesto en la visualiza-
ción de las posibilidades sociológicas albergadas en las diferentes opciones. Huel-
ga decir que el diseño de este plan en una simbiosis y haciendo justicia a la inhe-
rente complejidad adosada a la misma socialidad.
En esta línea, Manuel Antonio Baeza Rodríguez aborda cómo las formas y
contenidos que poseen las relaciones sociales no escapan a la indeterminación
radical que afectaría a los seres humanos, razón por la cual serían, sin más, una
construcción intersubjetiva de carácter histórico-social. De acuerdo a ello, repara
que en las diversas configuraciones axiales que toman estas relaciones se plasman
unas orientaciones negativas y positivas de la socialidad. Así, descubre que estig-
ma o, en su defecto, empatía dependerán —en sentido fenomenológico— de la
distancia que puede existir entre dos dispositivos subjetivos, sean estos indivi-
duales o colectivos. Unos diseños arquitectónicos de significación que validarán
y legitimarán socialmente tanto verticalidades —que responden a sumisión y res-
peto— como horizontalidades —que remiten a igualdad y camaradería—, tanto
proximidades —que hablan de relaciones pacíficas— como lejanías —que evo-
can enemistad—, tanto relaciones de tipo xenófilo como xenófobo, etc.
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de la muerte tiene una mayor presencia en su presente ven fortalecidas sus lazos
de solidaridad, a diferencia de aquellas otras en donde la muerte es estratégica-
mente ocultada. A colación de lo anterior, disecciona las nuevas fórmulas que la
sobremodernidad ha diseñado para combatir la fenomenología de la muerte, como
manifestación extrema de contingencia. En especial, la consistente en fomentar
una variante expresiva de un ficticio sentimiento de inmortalidad. Como corola-
rio, propone una hermenéutica del significado de la acción colectiva en donde se
busca reincorporar la dimensión trágica constitutiva a la existencia social, con
sus efectos consiguientes a la hora de repensar la socialidad.
Inspirándose en Simmel, Francisco Javier Gallego Dueñas rehabilita el nexo
que se da entre socialidad y secreto, en la medida en que una conjunta copartici-
pación de los integrantes de un grupo en un secreto común favorecerá la forja de
un sólido lazo fraternal entre ellos, actuando como detonante de la socialidad.
Entendiendo el secreto como un fenómeno básicamente comunicativo que ocu-
pa un lugar central en las relaciones humanas, aquí se trata de apuntalar la idea
según la cual todos los secretos implicarían una relación y, simultáneamente, to-
das las relaciones tendrían algo de secreto. En esta línea, se nos plantea el modo
en cómo el formismo simmeliano pudiera ser reavivado con la adición de nuevas
perspectivas analíticas que pongan de relieve las imbricaciones de las dinámicas
relacionadas con el secreto (guardar, compartir, desvelar) con las distintas posi-
ciones y prácticas sociales de los implicados.
Finalmente, Daniel Gutiérrez-Martínez subraya el por qué la socialidad es
una fundamental herramienta heurística de las Ciencias Sociales para revolucio-
nar la comprensión de los «significados colectivos». De partida señala que, a con-
tracorriente de pronunciamientos cientifistas, la apelación a paradojas y metáfo-
ras es el recurso más idóneo para dar cuenta fidedignamente de la socialidad en
América Latina. Así, revela cómo la revalorización de la socialidad permite un
abordaje de la particularidad cultural de estas sociedades distanciado de aquellos
académicamente hegemónicos. A la luz de las metáforas, mostrará cómo, bajo el
influjo maffesoliano, América Latina debiera ser considerada como un laborato-
rio de la posmodernidad, recalcando la trascendencia de las contradicciones coti-
dianas, junto a la de las coincidencias de sus opuestos, que hacen que la sociedad
prosiga y conviva. Se trataría, a su juicio, del desenvolvimiento de una riqueza
social basada en procesos de interacción personal y grupal en los que se juegan
relaciones de fuerza, respuesta y resistencia: las emociones y afectos colectivos.
Una segunda parte de las colaboraciones, en un continuismo con la inquietud
por la clarificación teórica anteriormente desglosada, se coordinan en torno a la
manera en cómo el nudo de la socialidad se habría apropiado de una singular
anatomía en un bricolage de ilustraciones socioculturales típicamente pululantes
en la modernidad avanzada, sirviéndonos de una radiografía de ellas para medir
su latido en la actualidad.
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Subjetividad social y relaciones sociales
Desde inicios de la era moderna, un largo debate semántico nos sumergió duran-
te demasiado tiempo y en buena parte del planeta en un impasse paralizante res-
pecto de una supuesta polaridad excluyente objetividad-subjetividad. El fondo
mismo del asunto es que, en definitiva, una pareja de oposición convertida de allí
en adelante en una poderosa trampa lingüística, con opciones interpretativas pre-
suntamente irreductibles, quedaba instalada de facto, y de manera sólida, como
consecuencia de la victoria rotunda de la razón moderna, o mejor dicho, del triunfo
de una versión sesgada y parcial de aquella, la llamada razón instrumental, con la
contribución entusiasta de la ciencia y sus métodos, convertida desde luego en su
principal herramienta. Se trataba ni más ni menos que de ese vasto proceso histó-
rico de racionalización en Occidente, descrito ampliamente desde la sociología
alemana por Weber (2003), en donde el autor destacaba la emergencia de una
relación estrecha entre, por un lado, un tipo determinado de ética de origen reli-
gioso (calvinista) y, por otro, cierta forma de concebir y llevar a cabo una organi-
zación económica totalmente distinta (capitalista) del modo de producción ante-
rior. Ningún ámbito de la vida social escaparía, y mucho más allá de la economía,
a esa nueva cultura caracterizada por la búsqueda de un ideal de eficiencia en el
logro de distintos cometidos y de cálculo de riesgos y beneficios en distintos tipos
de emprendimientos, desde el ámbito del derecho moderno, impersonal y de có-
digos escritos, hasta aquel de la música, de ahora en adelante complejizada, poli-
fónica, por obra y gracia de una racionalidad responsable de ese nuevo construc-
to gráfico que fue el pentagrama. Weber incluye también la religión —digamos al
menos el área geográfica cubierta por el cristianismo, Europa— en estas grandes
mutaciones, con por ejemplo la complejización organizacional eclesiástica católi-
ca con la fundación de distintos tipos de órdenes y congregaciones, la renovación
estética arquitectónica inspirada en la escolástica —tal como lo sugiere en su
momento Panofsky (1986)— traducida en la construcción de grandes catedrales,
abadías y monasterios, desde los siglos XII-XIII.
Es ese carácter «omniabarcativo» de la razón instrumental el factor que final-
mente le otorga un aspecto avasallador, que sin duda ha marcado de manera du-
rable la visión de mundo dominante —Weltanschaaung— en buena parte del pla-
neta. Es que la objetividad real o presunta resultante de la aplicación de los méto-
dos de la ciencia moderna puede ser cuestionada entonces por este mismo motivo,
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a saber, el hecho de que ella proviene muy precisamente de esa razón instrumen-
tal, que de hecho la subordina para fines prácticos del poder y los sectores socia-
les dominantes. No obstante, cuando se logra ir más allá de algunas apariencias
asoma una gran paradoja de la razón instrumental moderna y que consistió en
traslucir ella misma y simultáneamente las condiciones de su fuerza y de su debi-
lidad no menos intrínseca; en efecto, por un lado, un antropocentrismo exacerba-
do y con él esas nuevas expectativas debidas al convencimiento según el cual el
conocimiento humano era ilimitado y sin tabúes, pero por otro, la amputación de
otras posibilidades de una razón que se encerraba en una auto-limitación por su
carácter unidimensional e iconoclasta, renunciando por ejemplo a recorrer cami-
nos no empiricistas, abandonando el pensamiento simbólico (Durand, 2007). Esa
novedosa pero sesgada visión de mundo consagraba el criterio cientificista de la
objetividad como el único aceptable para la validación de cualquier constructo de
la ciencia, al mismo tiempo que condenaba al laberinto de lo insondable todo
aquello que, al no encontrarse al alcance de las operaciones rigurosamente cientí-
ficas de la objetivación, pasaba a considerar con cierto desdén «lo subjetivo». Sin
embargo, aquello que resulta insólito es que tal arbitrariedad se cometía a través
de la misma facultad psíquica que se devaluaba. En efecto, una suerte de tautolo-
gía curiosa quedaba sólidamente instalada como resultado de una operación efec-
tuada a partir de ese dispositivo humano que disponemos para la construcción y
validación de lo que entendemos por realidad, es decir esa subjetividad que al
mismo tiempo se procedía a descalificar. Pero la centralidad de tal dispositivo es
incuestionable, es el punto cero en nuestra inserción en el mundo, o sea desde
donde pensamos e intencionamos la acción, sin por ello conducir necesariamen-
te las cosas pertenecientes al ámbito de la subjetividad a aquel de un introspecti-
vismo misterioso, o si se prefiere, al de una interioridad propia del universo de lo
espiritual y religioso, a la manera de Kierkegaard (Thurnher, en Corona, 2009:
219-286).
La subjetividad en una persona no es otra cosa que el producto del trabajo
incesante de un complejo dispositivo psíquico con el que operamos cotidiana-
mente los seres humanos y que abarca la sumatoria de elementos que configuran
una amalgamada ecuación personal desde la cual se lleva a cabo la significación
del mundo, de las cosas, de los fenómenos de distinta índole. Esos elementos in-
tervinientes son, sin ánimo alguno de jerarquización, la memoria de lo ya expe-
rienciado, la capacidad lógica de resolver problemas, las creencias diversas, los
estados emocionales, la imaginación creativa. Podemos de esta manera ir descu-
briendo los caminos efectivamente realizados por el conocimiento, que van des-
de una descripción muy somera de un objeto realizada en un plano superficial
hasta una significación del mismo efectuada en un plano profundo.
En sentido amplio, el mundo, para los individuos, existe básicamente en tanto
que mundo significado como tal, dado que nada se revela a nosotros por comuni-
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gan una coherencia interna, una configuración eidética, la que deriva finalmente
en una arquitectura discursiva. En otras palabras, una composición de significa-
dos que remite a la fase conocida como dispositio, en la estructura de la retórica
antigua, a la manera de Anaxímenes.
Siendo esta —la necesaria composición de significados— una característica
tan general del vínculo con el entorno en el sentido más amplio, se requiere en-
tonces señalar, desde un punto de vista socio-fenomenológico esta vez, que con-
forme a lo anterior, idéntico proceso se aplica también a las relaciones sociales,
que por ende no pueden ser entendidas en específico sino como relaciones signi-
ficadas, es decir cargadas de sentido mentado. En esta línea argumentativa, Hus-
serl advertía —desde un punto de vista egológico— que la experiencia subjetiva
del Otro es aquella de dos Yoes que, de manera simultánea, llevan a cabo idéntica
tentativa, aunque desde luego con distintos puntos cero de la actividad psíquica,
es decir teniendo como sede inicial sus respectivas e irreemplazables subjetivida-
des individuales, desde sus propios ejes de abscisas y ordenadas a partir de los
cuales cada quien se sitúa, piensa, actúa y juzga. Las posibilidades de relaciones
empáticas pasaban así a depender del nivel de acercamiento entre significados de
la experiencia del mundo de la vida entre dos seres significantes que intervienen
siempre desde su singularidad insustituible. En el sentido dado a la comunica-
ción humana por la Escuela de Palo Alto, es posible advertir idéntico tipo de pre-
ocupaciones analíticas sobre contenidos de los llamados flujos de comunicación
en los famosos cinco axiomas básicos de Watzlawick (1991).
Como es sabido, fue Schütz (1973) quien llevó a cabo una necesaria «aclima-
tación» de la fenomenología al campo de interés sociológico, sobre la base de una
modificación analítica clave: la experiencia del mundo de la vida no es otra —nos
dice— que la experiencia de la vida social. Ahora bien, al hacerlo, el autor abre la
puerta al análisis destinado a la configuración de un Nosotros —puesto en lugar
del solipsismo del Yo husserliano— que se nutre intersubjetivamente de signifi-
caciones que se comparten en la sociedad misma, con el solo propósito de enfren-
tar, con ciertas expectativas de éxito colectivo, los retos de la praxis propia de la
existencia social. Dicho un poco a la manera de Tarde, podríamos hacer observar
que lo anterior ocurre en un modo intermental, aunque para abordar innumera-
bles desafíos extramentales. De modo entonces que, aún ocupando posiciones
distintas al interior de esta última, sus miembros legitiman con significaciones
comunes sus propias formas de convivencia, estableciendo así un conjunto de
códigos, muchos de ellos no explicitados jamás, pero mediante los cuales admiten
—provisoriamente— una modalidad relacional interna, con un cierto estilo y una
caracterización de la misma.
Desde la perspectiva que reconocemos en el interaccionismo simbólico, uno
de sus fundadores, G.H. Mead (1968), tomando como ejemplo la interacción lú-
dica entre niños, hacía una clara diferencia entre el play y el game, indicando para
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este último el hecho de que los infantes que participaban se distribuían roles en
conformidad a lo esperable a cada uno de los mismos, vale decir en conformidad
a códigos compartidos que no se debían transgredir para que la actividad lúdica
pueda tener efectivamente lugar. Podemos extrapolar la lógica del game al mundo
adulto y al conjunto de la sociedad, que para existir como tal esta última debe
dotarse igualmente de significaciones socialmente compartidas, considerándolas
—al menos en una línea gruesa— como legítimas. La plausibilidad colectiva en la
forma de explicitación de un hecho o fenómeno cualquiera no es sino la valida-
ción social de una composición de significados atribuidos al mismo. Al igual que
en el game se convalida así aquello que no se debiera transgredir, aquello que
constituye la norma social.
Es así como podemos analizar los procesos complejos de formación de la iden-
tidad. En efecto, tratándose de una suerte de «materialización» psíquica sui gene-
ris, el fenómeno subjetivo de la construcción de identidad requiere ser entendido
en un ámbito hasta aquí relativamente mal estudiado, el de las subjetividades so-
ciales, motivo por el cual nos parece indispensable al respecto efectuar de manera
temprana algunas precisiones conceptuales. Habiendo utilizado el vocablo «cons-
trucción», de manera implícita, hemos desechado toda tendencia al otorgamien-
to de algún fundamento biológico a la identidad que conduciría a sustentar una
idea bastante absurda de naturalización de ciertos contenidos; con ello nos insta-
lamos claramente en el campo constructivista de las significaciones y del pensa-
miento simbólico, más cerca de lo flexible y permeable y de las mutaciones que de
lo inmutable y distante de los avatares de la existencia social.
Con este horizonte cognitivo diremos desde ya que toda identidad tiene un
requisito consistente en disponer de un escenario para su realización: la sociedad,
en sentido amplio; o sea, sin esta última, lo identitario simplemente no tiene ra-
zón de ser. Y la razón para esto es que hay un trasfondo relacional social en la
identidad que le es consustancial, lo que equivale a advertir que su génesis en el
mundo social es inevitable. Ahora bien, en ese escenario, además, debe haber ne-
cesariamente una mise-en scène, es decir una pauta o guión que traduce tangen-
cialmente todo un proceso de diferenciación y de apropiación simbólica del espa-
cio-tiempo mediante el cual —y tal como lo sugiere la fenomenología— indivi-
duos y grupos definen, al fin y al cabo, ni más ni menos que su lugar de inserción
en el mundo y en la vida social, inserción a partir de la cual se organiza lo que
podríamos directamente llamar un pensar y un actuar situado, con respecto a
otredades individuales y colectivas que, como bien lo señalara en su momento
Husserl— se mueven tras idénticos propósitos.
En este análisis del concepto comenzaremos diciendo que la identidad gene-
ralmente se la define sobre todo a partir de la idea de sentimiento de pertenencia,
en particular trabajada desde la psicología. Pero este fenómeno no se agota en
este solo aspecto, dado que de inmediato se une a tal sentimiento, mediante el
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36 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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y constructivismo social
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La vida humana discurre dentro de una red de relaciones microsociales en las que
el individuo se integra intensamente, estableciendo fuertes vínculos emocionales
con otros individuos significativos. Esta urdimbre es la genuina e inalterada me-
dida de nuestra socialidad. Por su carácter primordial, hemos convenido en utili-
zar la expresión socialidad originaria para referirnos a esta dimensión constituti-
va de la naturaleza humana (Castro et al., 2016).
Los vínculos socio-emocionales establecidos en ella resultan decisivos en va-
rios sentidos. Por una parte, contribuyen a sostener la vida material de los indivi-
duos, inviable de otro modo. Por otra, tiñen la interacción social de significación
sentimental —agrado o desagrado, bienestar o malestar, alegría o tristeza, acepta-
ción o rechazo, orgullo o vergüenza, inocencia o culpa, etc— edificando un mun-
do de emociones y proyectando emociones sobre el mundo. Además, generan las
asimetrías valorativas que hacen posible fenómenos como la toma de decisiones,
la experiencia moral subjetiva, la identidad personal o la pertenencia social —
esta última en tanto en cuanto esos vínculos se transforman en solidaridad u
ostracismo, identidad o diferencia, refuerzan la cohesión grupal y agrandan las
diferencias intergrupales. Por último, resultan decisivos para establecer la veraci-
dad, la bondad o la belleza de lo que acontece, dando lugar a una percepción folk
e inmediatista de la realidad en la que las fronteras culturales del mundo se con-
funden con las fronteras de nuestro mundo.
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SOCIALIDAD: DETERMINISMO BIOLÓGICO Y CONSTRUCTIVISMO SOCIAL 41
La naturaleza suadens hace del hombre un ser de creencias. Con la palabra creen-
cia designamos aquella parte del saber de un individuo que, adquirido mediante
aprendizaje social, consigue su valor de verdad como resultado del refuerzo social
que recibe cuando comparte las prácticas sociales de su entorno inmediato y es
reconocido como practicante y aprobado por los otros significativos. La cultura
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Lebenswelt
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Habitus
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SOCIALIDAD: DETERMINISMO BIOLÓGICO Y CONSTRUCTIVISMO SOCIAL 47
Mientras que parece existir un acuerdo de base acerca del papel protagonista que
la socialidad desempeña en la configuración de la naturaleza humana, las cosas
pueden ser muy distintas cuando se aborda el perfil sustantivo de esa socialidad y
las expectativas ético-políticas que se depositan en ella. También aquí el progra-
ma naturalista puede contribuir a precisar las cosas.
En cuanto a la descripción sustantiva de la socialidad y sus efectos en la vida
social, ha sido M. Maffesoli quien mejor ha sabido identificar y expresar la ambi-
güedad que la atraviesa. El pensador francés ha centrado su atención en la facul-
tad de experimentar en común, la vis unitiva nacida de la lógica de la identifica-
ción que parece imponerse sobre las formas canónicas del orden moderno. Con-
siste esta fuerza en un vitalismo que, de formas muy diversas y bajo envolturas
empíricas dispares, agrega a los individuos en grupos cuyo denominador común
es, precisamente, el mismo proceso emocional y social por el que tiene lugar su
«estar juntos» (être-en-semble).
Esta fuerza, designada por Maffesoli mediante el término socialidad, es capaz
de enlazar sutil pero firmemente a los individuos sin recurrir a los grandes ejes
organizadores de la experiencia colectiva, sean estos religiosos, políticos, morales
o económicos —las deidades ilustradas del Progreso, la Razón y El Mercado, o sus
antecedentes místicos. En opinión de Maffesoli, la modernidad mantuvo soterra-
da y ahogada la multivariante y multiforme potencia dionisíaca, vívida, empática,
dis-lógica y dis-tópica de la socialidad.
Frente al ethos moderno, Maffesoli percibe la sociedad posmoderna como un
constante fluir de agregaciones y desagregaciones impulsadas por una suerte de
horror vacui que promueve la formación de agrupamientos indiferenciados, que
hace que sin rima ni razón uno se agrupe (Maffesoli, 2007). Esta socialidad grumo-
sa fluye removida por un juego de atracciones y repulsiones cuya fuerza impulso-
ra nace de esa sensibilidad empática que se consume en sí misma y que, dando
lugar a impensables y borgianos códigos, clases y reglas, dibuja trayectorias per-
sonales y tribales impredecibles. La cultura posmoderna es una cultura del senti-
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miento en la que el individuo se agrega según las ocurrencias o los deseos, hacien-
do prevalecer una suerte de azar objetivo, pero de tal modo que aquello que com-
porta, por variopinto, local o circunstancial que sea, se convierte en un vector de
ética. La experiencia estética característica de nuestro tiempo, siempre de acuer-
do con Maffesoli, poseería, pues, dos dimensiones. De una parte, su naturaleza
emocional y, de otra, su anclaje social. La emoción designa la misma estructura
antropológica cuyos efectos son los que hacen posible este cemento social. Este
«estar juntos» es una vinculación sin objeto, una experiencia emocional y social
en la que la representación se retrae ante el propio proceso social de reconoci-
miento. Lo verdaderamente importante es el ambiente afectivo en el que cada
uno se ve inmerso y no el contenido o elemento representativo.
El segundo elemento que da cuerpo a esta experiencia estética es su carácter
social, el neotribalismo en la expresión que ha popularizado Maffesoli. Esta metá-
fora esboza un nuevo elemento social que acentúa la fusión, sin tomar en cuenta
su «porqué». Así, frente a la lógica de la identidad que adscribe a los individuos a
clases y grupos de referencia institucionalizados y reconocibles de acuerdo con
los ejes de coordenadas socioeconómicos y políticos promovidos durante la mo-
dernidad, el neotribalismo significa que en un proceso de masificación constante
tienen lugar condensaciones, se organizan tribus más o menos efímeras que comul-
gan con valores minúsculos y que, en una danza sin fin, entrechocan, se atraen, se
rechazan en una constelación de vagos contornos, perfectamente fluidos (Maffesoli,
2007).
A pesar de la premura con que hemos esbozado estas ideas, es fácil reconocer
en la socialidad descrita Maffesoli el fluir de los procesos suadens y ofrecer algu-
nas reflexiones. La primera debe ir dirigida a destacar la esperanzadora continui-
dad que existe, para quien desea encontrarla, entre naturalismo y humanismo. La
mirada naturalista no se presenta en oposición a la reflexión humanista y social,
sino formando parte de ella, pues solo puede abordarse una reflexión sensata de
la cultura y la vida social incluyendo una consideración empírica y consistente de
nuestra naturaleza social. Las dificultades de tal colaboración, innegables, proce-
derán siempre de dos focos: de una parte, la fortaleza o debilidad empírica y neu-
tralidad ideológica de los modelos naturalistas, y, de otra, de la capacidad del dis-
curso filosófico y social para no renunciar a la objetividad en aras de una mayor
performatividad, aunque esta tenga como propósito la emancipación.
Por ello mismo, percibimos —como lo hace también Maffesoli— la incomo-
didad que la presencia de esta vis unitiva, caótica e impredecible, suscita en una
parte de la scholastic view. La socialidad es refractaria a la libido sciendi del discur-
so científico, pero lo es aún más a la libido dominandi que la acompaña. Y, en
consecuencia, es motivo de escándalo para la mirada ilustrada que, educada en
los esquemas del pensamiento crítico convencional, no sabe o no quiere contem-
plar otra cosa que un mundo dominado por las coactivas restricciones que las
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SOCIALIDAD: DETERMINISMO BIOLÓGICO Y CONSTRUCTIVISMO SOCIAL 49
248
50 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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1. Si bien designamos habitualmente nuestra condición social como sociabilidad —es lo correcto en caste-
llano—, usaremos el galicismo socialidad para distanciarnos precisamente de los significados adheridos al
término después de tantos siglos de uso, así como por nuestra cercanía —no identidad— con la noción
elegida por M. Maffesoli al tratar de la particular sociabilidad humana.
2. El concepto de enseñanza no se restringe, como se puede suponer, a actuaciones formales y/o institucio-
nalizadas. Por el contrario, incluye cualquier forma de comunicación ostensiva orientada a la transmisión
de representaciones y prácticas y la modificación del comportamiento.
3. Andrews, T. (2012). «What is social constructionism». Grounded theory review, 11(1), 39-46.
4. Seguimos literalmente la exposición de Capdevielle, J. (2011).
5. Ibidem.
6. Ibidem.
7. Ver «Do not Sleep, There Are Snakes» de Daniel L. Everett (2009) y «Through the Language Glass» de
Guy Deutscher (2010).
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Socialidad e Imaginarios: cómo puede la Teoría
del Actor Red enriquecer nuestra comprensión de
las formas de relación humana
LIDIA GIROLA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA AZCAPOTZALCO
Introducción
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52 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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SOCIALIDAD E IMAGINARIOS: CÓMO PUEDE LA TEORÍA DEL ACTOR-RED ENRIQUECER... 53
Pero hay un aspecto en que esta acepción del término socialidad (que no to-
dos usan, aunque sí se refieren a procesos relacionados) se acerca a lo que con
más frecuencia otros autores habían denominado sociabilidad, ya que en ambos
casos se hace referencia al contenido emocional, afectivo, de las relaciones huma-
nas.
Sin embargo, la acepción del término socialidad que quiero proponer aquí, se
nutre de la consideración de los seres humanos como partes de una red compleja
que implica elementos no humanos: animales, artefactos de diverso tipo, además
de las dimensiones consideradas habitualmente y que son creadas por los huma-
nos: constructos simbólicos, relaciones sociales, económicas y políticas, y subjeti-
vidades.
Y es a partir de esa consideración de la incidencia de múltiples elementos de
múltiples redes, y del impacto por fin reconocido y ponderado de lo material
cotidiano en la vida de las personas, que la noción de socialidad puede adquirir
otro peso, otra significación.3
Como hipótesis de trabajo, voy a entender por socialidad a las formas de rela-
ción interpersonal, cara a cara o virtuales, que comprenden hábitos, costumbres,
modas, usos, comportamientos convencionales, normas internalizadas e institu-
cionalizadas, que conforman la convivencia cotidiana, y que implica el trato con
elementos no-humanos y uso constante de artefactos. Socialidad se refiere enton-
ces, en esta acepción en que la estoy proponiendo aquí, a las redes complejas de
interacción entre humanos, no humanos (animales, plantas), objetos tecnológi-
cos tales como tablets, teléfonos móviles, automóviles, carreteras, bicicletas, com-
putadoras, aviones, instrumentos nano para la intervención del cuerpo, medica-
mentos basados en ingeniería genética, y un largo etcétera, más los constructos
simbólico-culturales que han generado y generalizado esas redes de interacción.
¿Por qué hablar de «nueva socialidad»? Los seres humanos siempre hemos
interactuado unos con otros, nuestro cuerpo y nuestras emociones siempre han
estado implicadas en los procesos de interacción, por más racionales que nos
sintiéramos en algunas épocas, y por más ligada que estuviera la interacción al
logro de objetivos específicos, instrumentalmente perseguidos; y siempre hemos
construido nuestras relaciones interpersonales con un basamento material, no
solamente simbólico. Sin embargo las formas de la socialidad humana, a fines del
siglo XX y en estos comienzos del siglo XXI, están cada vez más ligadas a la tecno-
logía. Obviamente, el descubrimiento del fuego, la rueda, los microbios y los com-
ponentes del átomo, cada uno en su momento, transformaron no solo nuestra
vida en comunidad sino nuestra percepción del mundo. Los distintos artefactos y
los sistemas tecnológicos de los que formaron parte, a lo largo de la historia de la
humanidad, han estado inextricablemente unidos a esa historia. Pero quizás por
los cambios tan vertiginosos que los desarrollos tecnológicos de las últimas déca-
das han supuesto en nuestra vida diaria, ahora estamos más predispuestos a con-
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54 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
siderar que las formas de socialidad actuales son «nuevas», en la medida en que
reconocemos que no podríamos entender la vida cotidiana actual sin ese cúmulo
de artefactos que a la vez que nos facilitan la vida, son el objeto de nuestros de-
seos, miedos, ansiedades y adicciones.4 Por esa razón, es que podemos decir que
la «nueva socialidad» es un entramado de relaciones interpersonales, cara a cara
o virtuales, donde lo material, lo emocional-sensible, lo simbólico, lo imaginario,
están inextricablemente unidos. Podemos decir entonces que la nueva socialidad
no es una capacidad sino una condición. Tiene por presupuesto la sociabilidad
humana, (la capacidad de socializar y nuestro gusto en hacerlo, algo que es inevi-
table y a la vez complicado, como ya lo había mencionado Kant cuando hablaba
de la «insociable sociabilidad») pero lo que la distingue es el hecho de que está
fuertemente mediada por el sistema tecnológico prevaleciente en las sociedades
actuales. Mediada en dos sentidos: tanto en su aspecto temporal, porque la posi-
bilidad de acceso inmediato a la información y a la comunicación transforma la
percepción del tiempo; y mediada porque requiere de intermediarios tecnológi-
cos: artefactos, aparatos, lenguajes, conocimientos, técnicas específicas, redes in-
formáticas y todos los actores implicados en su creación, producción, distribu-
ción, y difusión. Como los productos resultados de la interconexión de todos es-
tos elementos son de relativo fácil acceso, esa intermediación está «normalizada»,
y es parte de la vida diaria, que no cuestionamos, a menos que alguno de los
intermediarios falle, o que por alguna razón (porque somos científicos sociales,
por ejemplo), nos pongamos a pensar en ello.
Otra de las características de nuestra actual nueva socialidad, es el peso cre-
ciente de los agentes no humanos, específicamente los animales de compañía. La
proliferación de las mascotas en el espacio urbano, es un fenómeno relativamente
reciente, pero que en las grandes ciudades del mundo occidental es cada vez más
notoria. Y junto con eso, el incremento exponencial de las industrias relaciona-
das: alimentos balanceados, ropa, clínicas de belleza, medicamentos y gadgets di-
versos. Las mascotas animales generan puestos de trabajo, no solo de los pasea-
dores, sino de todos los implicados en programas de protección, prevención de
enfermedades, fabricación de indumentaria, y proyectos de marketing y publici-
dad. Al mismo tiempo, la necesidad de abrir espacios donde sus dueños las pue-
dan llevar a pasear, jugar y defecar, lo que ha implicado la transformación del
espacio urbano. Si bien los seres humanos siempre han convivido con los anima-
les, en Occidente esa convivencia estaba signada predominantemente por consi-
deraciones de utilidad, y en cambio ahora, parecen estar presentes en la conviven-
cia cotidiana consideraciones de afecto, compañía, sublimación emocional (en el
sentido de traslado del afecto a un idealizado objeto no humano) e implican tiempo,
gastos y ataduras sentimentales.
Pero ambas situaciones, la de los intermediarios tecnológicos y la de las mas-
cotas, como intermediarios no humanos pero participantes en redes de sociali-
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SOCIALIDAD E IMAGINARIOS: CÓMO PUEDE LA TEORÍA DEL ACTOR-RED ENRIQUECER... 55
dad, están planteando cuestiones que creo pueden modificar nuestra visión de lo
que son las relaciones humanas en la actualidad. En este texto por razones de
espacio, voy a dedicarme específicamente a la incidencia de los intermediarios
tecnológicos, dejando para más adelante el estudio de la incidencia de los inter-
mediarios no humanos en la construcción de la socialidad humana.
II
248
56 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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SOCIALIDAD E IMAGINARIOS: CÓMO PUEDE LA TEORÍA DEL ACTOR-RED ENRIQUECER... 57
[...] los discursos públicos que acompañan a las acciones de empresarios y gobier-
nos, publicidad, periodismo, marketing, etcétera, son el espacio privilegiado de cons-
titución de las creencias necesarias que legitiman acciones y permiten el funciona-
miento de la sociedad. En sus discursos se postulan y presentan ideas y afectos, imá-
genes y deseos, de lo que vale la pena ser creído y esperado. En ellos lo inexistente se
hace pensable e imaginable y con ello, comienza a existir [Cabrera, 2006: 134].
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58 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
Múltiples trabajos se han publicado para debatir los perjuicios y las virtudes
de la prevalencia de lo tecnológico, sobre todo, se ha hablado acerca de los efectos
perversos, no esperados, que tiene en la vida cotidiana la dependencia con res-
pecto a los artefactos, y el papel creciente de los intermediarios artificiales en
nuestras vidas. Desde Alvin Toffler en adelante. No es mi intención y no tengo la
posibilidad de resumir aquí esos argumentos. Tan solo quiero señalar que más
allá de la posición crítica o de conformidad que adoptemos, ese nuevo imagina-
rio, esa nueva realidad, está entre nosotros, y tiene consecuencias.
III
Una preocupación constante, creo, por parte de los investigadores sociales ha sido
la necesidad de realizar análisis multidimensionales, para usar un término de Je-
ffrey Alexander, cosa sumamente difícil, pero fundamental. Por lo general, en los
estudios sociológicos, a los que principalmente voy a referirme aquí, y en el caso
específico de los estudios sobre imaginarios sociales, se tiende a privilegiar el
aspecto simbólico, o a lo sumo, el socio cultural. Y creo que eso es un error. Porque
la única manera de dilucidar cuales son los imaginarios sociales presentes en una
sociedad y época determinadas, o que están por detrás de algún proceso específi-
co, es a través de sus objetivaciones, de sus manifestaciones, que son las represen-
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SOCIALIDAD E IMAGINARIOS: CÓMO PUEDE LA TEORÍA DEL ACTOR-RED ENRIQUECER... 59
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60 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
naturales del entorno, aquello que habitualmente llamamos Naturaleza, como los
artefactos y constructos diversos que en cada momento de la historia han sido
producidos, significados y utilizados por los humanos. Esto implica una redefini-
ción de lo que entendemos por «social». Y aquí es importante mencionar una de
las tantas afirmaciones «irritantes» de la Teoría: tanto la naturaleza, como los ar-
tefactos, como nosotros mismos y nuestras mutuas relaciones, en la medida en
que son objeto de nuestros intereses y conocimiento, cobran un sentido, son sig-
nificativos, tienen una carga simbólica, y por lo tanto, esta Teoría postula que lo
que entendemos por «realidad», es una construcción. En esto no se apartaría de la
propuesta fenomenológica. Pero intenta ir más allá. Si bien por economía expre-
siva hablamos comúnmente de «sociedad» y «naturaleza», «humano» y «no-hu-
mano», estos ámbitos están tan estrechamente unidos y relacionados, que es im-
posible entender cabalmente el uno sin el otro. ¿En qué radica lo irritante de esta
propuesta? Los sociólogos estamos acostumbrados a asignar a los factores socia-
les, al contexto, una importancia crucial para comprender/explicar los procesos
que estudiamos. Pero, tal como lo propone el programa fuerte de la sociología de
la ciencia de la escuela de Edimburgo, y específicamente tal como lo dice David
Bloor (1998; 1999) en su obra, en lo que se refiere a la naturaleza, los sociólogos
tenemos una mirada «realista», es decir, que suponemos que el mundo natural es
un dato, es algo externo, es algo que está ahí, y que el conocimiento que tenemos
de él (tanto los científicos como los legos), es producto de una cierta correspon-
dencia entre ese mundo externo y el lenguaje con el cual formulamos las hipótesis
e ideas con las que pretendemos explicarlo. Habitualmente los sociólogos soste-
nemos la diferencia entre sujeto/objeto, herencia del pensamiento ilustrado. Y
contra esa dicotomía y contra la idea de correspondencia es que se propone la
Teoría del Actor Red.
Podríamos decir que la propuesta de Latour supone un intento por superar
dualidades tradicionalmente constitutivas del pensamiento moderno: verdad/
error; sujeto/objeto; sociedad/naturaleza. Y para esto propone una visión de lo
real en la que todo está interconectado: los humanos y no humanos formamos
parte de redes, en las cuales nos afectamos mutuamente (Latour, 2008). Si bien
hay una diferencia entre los humanos, que tienen intereses y propósitos propios, y
lo no humano, que tiene funciones y propósitos que en un principio pueden ha-
ber sido obra de humanos, pero que en algún momento puede tener funciones
propias o consecuencias no buscadas, todos formamos parte de redes, y la agencia
(la capacidad transformadora de la acción) es básicamente de esas redes de ele-
mentos interconectados, no de un actor en específico.13
Por otra parte, la idea de correspondencia supondría que solo uno de los polos
de la dualidad sujeto cognoscente / objeto experimenta cambios: los sujetos so-
mos sujetos en la historia, tenemos una historicidad y una temporalidad específi-
cas, y por lo tanto nuestro conocimiento del objeto, de la naturaleza, varía a lo
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SOCIALIDAD E IMAGINARIOS: CÓMO PUEDE LA TEORÍA DEL ACTOR-RED ENRIQUECER... 61
largo del tiempo. Pero la naturaleza, el objeto, siempre está ahí, es exterior a nues-
tro conocimiento. Hay una brecha entre los dos polos de la dicotomía. Latour
propone por el contrario, que el conocimiento afecta a lo natural, y que lo natural,
y lo no humano, también cambian, se modifican y nos modifican. Ambos polos
son cambiantes y dinámicos, se afectan mutuamente y deben ser concebidos como
partes, como nodos de una red en constante cambio, y no pueden ser pensados, o
al menos no deberían ser pensados como entes separados. Este punto de vista es
por lo tanto, el de un «constructivismo constructivista», o constructivismo radi-
cal (Latour, 1999).
¿Cómo puede incidir esta perspectiva teórica en el estudio de los Imaginarios,
que son por definición algo simbólico, inasible salvo a través de sus manifestacio-
nes como las representaciones sociales, los discursos, las imágenes, las interaccio-
nes? Principalmente, creo, porque los Imaginarios sociales tienen un componen-
te material, una expresión concreta, ya sea en los sujetos que los crean, los mantie-
nen y reproducen, como en los elementos de naturaleza y los artefactos de los que
los sujetos se valen, se rodean y a través de los cuales actúan e intentan imponer
sus ideas y sus visiones del mundo. Los imaginarios son construcciones simbóli-
cas del mundo, y sus manifestaciones son también constructos sociales de carac-
terísticas diversas, que aúnan o pueden reunir aspectos materiales, simbólicos y
sobre todo, pueden tener incidencia en el mundo social, ya sea como artefactos
que se nos imponen o que nos facilitan la vida, o como elementos que reafirman
o cuestionan las relaciones de poder vigentes.
Y, aunque esto es motivo de debate entre los propios seguidores de la Teoría
del Actor Red, algo que es fundamental para los que estamos interesados en for-
mular una teoría de los Imaginarios sociales y su relación con la «nueva sociali-
dad»: el descubrir las redes complejas que están detrás de cada acontecimiento,
social/natural, implica también descubrir las relaciones de poder e influencia, las
arbitrariedades y discrecionalidades, la lucha entre distintas fuerzas, o sea, que es
una perspectiva que no descuida el problema del poder, sino que lo incorpora
plenamente en sus análisis.
Reflexiones finales
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62 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
vínculo afectivo y/o sexual a través del Tinder, Match o alguna otra red de en-
cuentros. El imaginario tecnológico no es algo que vaya a desaparecer por las
múltiples críticas que constantemente recibe esta nueva forma de relacionarse,
sino al contrario, su presencia en la vida cotidiana se incrementa día con día: el
internet de las cosas14 (la interconexión digital de objetos cotidianos con inter-
net) y los sistemas domóticos15 ya han llegado, y se van a quedar.
Quizás tengamos que reflexionar acerca de si las perspectivas teóricas con las
que hemos analizado los imaginarios y las representaciones sociales hasta ahora,
están permitiéndonos comprender la realidad actual, o si tenemos que echar mano
de otras teorías, como la del Actor Red, para incorporar en nuestros análisis el
papel de los intermediarios no humanos en la configuración de las asociaciones y
redes que constituyen el entramado del mundo.
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otras múltiples formas de superstición, es ante todo expresión de socialidad, que vendría a ser la energía
que argamasa a los pequeños grupos y comunidades. Frases del autor que ejemplifican su postura: «la
experiencia del otro funda comunidad, aunque esta sea conflictiva» (Maffesoli, 1990: 134); «La materiali-
dad del estar juntos, la sensibilidad, el contacto con otros cuerpos, son parte del reconocimiento del otro,
que permiten configurar un nosotros» (Maffesoli, 1990: 136); «Hay un elemento estético en la socialidad:
entendiendo estética como la facultad común de sentir o experimentar» (Maffesoli, 1990: 138). Ver tam-
bién el trabajo de Enrique Carretero sobre la obra de Maffesoli (Carretero, 2007).
3. Obviamente, diversas perspectivas en ciencias sociales sobre todo las de raigambre marxista, han reconoci-
do que lo material es parte constitutiva del mundo social. Pero su énfasis en el carácter estructural de las
relaciones sociales de producción y el desarrollo las fuerzas productivas, constituyeron una perspectiva la-
mentablemente unicausal, que es lo que un enfoque como el de la Teoría del Actor Red se propone modificar.
4. La televisión y el cine han retomado este tema, por ejemplo en la serie «Black mirror», o en películas como
«Frank y robot», «Ex machina» o «Blade Runner»; la literatura de ciencia ficción ha presentado sugerentes
perspectivas acerca de nuestra relación de amor-odio con las máquinas, sobre todo con las máquinas huma-
noides, como es el caso en los libros de Isaac Asimov o incluso en la serie de Bruna Husky de Rosa Montero.
248
64 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
5. Con esto quiero decir que cada época tiene los suyos. Son por lo tanto construcciones simbólicas diná-
micas, cambiantes, que fundamentan la visión que cada sociedad tiene de su propia vida y de las relaciones
sociales y materiales que la conforman.
6. Para una descripción de los diferentes imaginarios sociales en distintos campos, en México, ver Girola y
de Alba (2016).
7. Para poner un ejemplo, los símbolos patrios: que la Patria se simbolice con una mujer blanca, rubia y
delgada mirando hacia adelante con gesto de conquistadora de un futuro anhelado, o con una mujer con
rasgos indígenas, morena, con atavíos tradicionales de vivos colores, como han aparecido en diversos pe-
ríodos de la historia de México en revistas y libros de gran circulación, esas diferentes representaciones
están expresando distintos imaginarios raciales (el del valor de la blanquitud, o el del indigenismo) con
respecto a lo que la nación mexicana aspiraba a ser, en cada uno de esos momentos: la década de los años
cuarenta del siglo veinte, y la de los años setenta.
8. Para Charles Taylor, los imaginarios sociales modernos implican una concepción de la sociedad como
economía, como esfera pública y como democracia (Taylor, 2004).
9. En América Latina, los imaginarios de la modernidad han ido reflejando diversas concepciones acerca
del papel de Latinoamérica en el mundo y las causas de su desarrollo subalterno (Girola, 2007).
10. Conceptos asociados al de «sistema tecnológico» (Hughes, 1987), son los de «marco tecnológico»: como
el conjunto de conceptos y técnicas empleadas por una comunidad para la resolución de sus problemas. Es
una combinación de teorías corrientes, conocimientos tácitos, prácticas de ingeniería, procedimientos de
prueba, metas, prácticas de manipulación y uso (Bijker, 1987). También el concepto de «redes socio-técni-
cas» como el conjunto coordinado de actores heterogéneos, quienes participan colectivamente en la con-
cepción, desarrollo, producción y distribución o difusión de procedimientos para la producción de bienes
y servicios, algunos de los cuales dan lugar a transacciones de mercado (Callon, 1992). Todos ellos citados
en Thomas y Buch, 2008.
11. Manuel Castells señala que «lo nuevo» de las «nuevas tecnologías» es: los chips y las computadoras; las
telecomunicaciones ubicuas y móviles; la ingeniería genética; los mercados financieros globales integrados
electrónicamente que operan en tiempo real; la economía capitalista interconectada que abarca todo el plane-
ta; la ocupación de la mayoría de la mano de obra urbana en el procesamiento del conocimiento y la informa-
ción en las economías avanzadas; una mayoría de población urbana en el planeta; la desaparición del imperio
soviético y del comunismo, así como el fin de la Guerra Fría; el ascenso del Pacífico asiático como socio
paritario en la economía global; el desafío general del patriarcado; la conciencia universal sobre la conserva-
ción ecológica; el surgimiento de una sociedad red, basada en un espacio de los flujos y un tiempo atemporal;
todo eso es nuevo en la historia. Esto lo dice en 1999, y podemos suponer que hay mucho más «nuevo» en el
mundo en la actualidad (Castells, 1999: 387, nota 1, citado por Cabrera, 2006: 164).
12. «Actante» es un término utilizado en semiótica para referirse al participante (persona, animal o cosa)
en un programa narrativo. Según Greimas, actante es quien realiza el acto, independientemente de cual-
quier otra determinación. Para Bruno Latour, «actante» es cualquier ente, humano o no humano, que tiene
agencia, o sea, que incide en la acción de los participantes en una red (Latour, 2008).
13. Para abundar en la definición del papel del actor en la Teoría del Actor Red, véase el ya citado artículo
(Pozas, 2016).
14. De un anuncio de Telcel, la red de telefonía celular más importante de México, con ramificaciones
globales: «Estamos en una nueva era con gran potencial para la innovación y la tecnología en todos los
sentidos. La tendencia es vivir conectados, no solo entre personas, sino también con las cosas que nos
rodean, a través de dispositivos, sensores y objetos conectados a internet. De eso se trata el Internet of
Things (IoT): la evolución de internet que lo cambiará todo... mediante brazaletes o sensores para monito-
rear y localizar a tus familiares más cercanos y a tus mascotas, dispositivos de control de tu salud y bienes-
tar, o el nivel de actividad física en el momento que lo desees...» (consultado por internet el 1 de noviembre
de 2017). El concepto de IoT fue propuesto por Kevin Ashton en el Auto-ID Center del MIT en 1999.
15. Los SD (viviendas inteligentes) permiten controlar los sistemas eléctricos, de calefacción y seguridad, la
necesidad de compras para la logística doméstica, y la limpieza de las casas a través de dispositivos móviles.
248
Extrañas socialidades creativas. De la economía
a lo imaginario a través del esoterismo
Introducción
Desde que allá por los años ochenta del siglo pasado se calificara a la sociedad
contemporánea como postmoderna, han sido muchos los conceptos propuestos
por algunas reflexividades científicas y han abundado los prospectos de ciertas
praxis políticas que, pretendiendo explicar o cambiar la sociedad, se han venido
colocando en los confines o límites del orden social instituido en la modernidad,
incluyendo todas las variantes que esta época ha sido capaz de exhibir e imaginar.
Tales conceptos y prospectos parecen preferir habitar, como irremediablemente
le ocurre al propio sujeto, según Trías (1991), en los límites donde se codean lo
conocido y lo extraño. En términos sociológicos, esos límites hacen referencia a
los lugares donde se cruzan el orden instituido y un amplio abanico de fuerzas
sociales instituyentes cuya extrañeza deriva del hecho de resultar incomprensi-
bles para las reflexividades científicas e intratables para las políticas, ambas im-
prescindibles para el correcto funcionamiento de las tramas institucionales.
Uno de esos conceptos límite es la «creatividad». Sin embargo, desde que Flo-
rida (2002) lo empezara a trabajar a partir del año 2000 y resultara atractivo para
diferentes clases de políticas públicas, ha ido adquiriendo positividad a la vez que
perdía extrañeza. De hecho, es previsible que su recorrido dibuje una parábola
similar a la de otra noción estrella, «la innovación» (Castro Martínez y Fernández
De Lucio, 2013: 13-23). Apareció en Roma para connotar negativamente los cam-
bios de las costumbres, luego en la Edad Media mantuvo ese sentido para desig-
nar las herejías y en los inicios de la Modernidad sirvió para descalificar las revo-
luciones políticas. Sin embargo, en el siglo XIX, gracias a los atractivos cambios
que la ciencia y la tecnología impulsaron, adquirió connotaciones positivas. En el
siglo siguiente, las mantuvo con la ciencia económica, cuando de la mano de
Schumpeter interpretó en términos de «destrucción creadora» la «ruptura de las
rutinas establecidas» que las crisis generan. Sin embargo, en lo que llevamos de
siglo, el exceso de aprecio recibido de las instituciones le ha hecho perder extra-
ñeza. De hecho, hoy a la innovación se le exige que tenga efectos prácticos, que
esté encarnada en una organización (Fernández Esquino, 2012) aceptando sus
fines y que sirva para colocar nuevos dominios de actividad en la producción y el
248
66 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
mercado para aumentar los beneficios (García, 2012). Por eso, el 60% de las inves-
tigaciones sobre la innovación tienen un carácter económico y asumen tales exi-
gencias. Con la creatividad según la usa Florida es probable que ocurra lo mismo.
Propongo rescatar el carácter fronterizo y extraño de la creatividad. En con-
creto, cuando, en su sentido fuerte, connota la aparición de algo nuevo. Tal exceso
no cabe en la economía que tenemos pues, tal como se le enseña a cualquier alumno
de esa ciencia y política desde el primer año de su formación universitaria, el
mundo está poblado por sujetos llenos de carencias, faltas o necesidades que re-
claman ser satisfechas en un contexto o entorno muy difícil, pues se caracteriza
por ser escaso en recursos y medios. La única excepción a esta concepción es
Galbraith (2001), quien en 1958 caracterizó a la sociedad de «opulenta», ya que
en ella abundan bienes y servicios relacionados con necesidades que no cesan de
proliferar. De este modo, Galbraith se alejaba de la ontología de la escasez y de la
antropología del homo pauper (Sloterdijk, 2003) en las que estaba afincada la eco-
nomía, muy relacionada con ese psicoanálisis convencional u ortodoxo para el
que sujeto está constituido por una falta imposible de colmar y que le aliena de un
modo idéntico a como, según el Cristianismo, lo hace el pecado desde el punto de
vista moral, para mostrarnos un escenario bien distinto, con hombres enriqueci-
dos, contextos abundantes y subjetividades en las que, como sugiere otro psicoa-
nálisis, el deseo se caracteriza por ser desbordante.
El caso es que, a pesar de haber estímulos interesantes y marcos teóricos pro-
metedores, la iniciativa de Galbraith no ha tenido mucha continuidad en la cien-
cia y política económicas. Propongo insistir en el cambio de paradigma que Gal-
braith sugirió con la intención de rescatar la creatividad en su sentido fuerte,
excesivo, respecto al orden instituido, apelando a tres fuentes.
248
EXTRAÑAS SOCIALIDADES CREATIVAS. DE LA ECONOMÍA A LO IMAGINARIO... 67
quezas. También tiene que ver con una institución inmortal, la fiesta, anterior a los
mismos Estados y caracterizada por practicar un dispendio que no tiene utilidad
ninguna. Pero es que esa misma lógica rige en actividades sociales igual de gratuitas
y por eso encarnaciones de la noción de gasto, como son el arte, el erotismo y el
sacrificio, para Bataille íntimamente unidas. Pues bien, si reconocemos la impor-
tancia del gasto de la energía excedente, es posible caracterizar a las sociedades
según el modo como realizan ese imperativo.
En las sociedades primitivas, también calificadas por Shalins (1983) como
opulentas, pues necesitan tan poca energía servil que el mayor montante tiene el
carácter de sobrante, la principal característica es el carácter colectivo del gasto y
que se realiza fundamentalmente en la fiesta. Por otro lado, el dispendio así socia-
lizado cumple la importante función, a la vez económica y política, de exorcizar o
conjurar la autoridad y la desigualdad (Clastres, 1974). Lo hacen provocando la
destrucción de la energía acumulada en fiestas potlatch, como ocurría entre los
kwakiutl de la Isla de Vancouver, impidiendo así que pueda ser apropiada por un
grupo o colectivo, e igualmente con fiestas redistributivas como las que organi-
zan los mumi o «grandes hombres» de las Islas Salomón, en las que el excedente es
consumido por la comunidad. A cambio de esa destrucción o redistribución los
individuos que las protagonizan ven incrementado su prestigio o estatus, un re-
conocimiento que solo la comunidad puede proporcionar y que tiene la particu-
laridad de que, como no es eterno, debe ser renovado, por lo que los sujetos poseí-
dos por la vanidad están obligados a destruir lo que tienen o regalarlo para recibir
de los suyos a cambio un efímero estatus superior. Dicho de otro modo, los fuga-
ces líderes están en una situación de deuda respecto a sus gentes. Las sociedades
complejas se caracterizan precisamente por la inversión de esa relación, pues en
ellas las gentes se colocarán desde su nacimiento en una situación de deuda per-
manente respecto al cabecilla, después el Rey y más tarde el Estado, que siempre
estarán en una posición acreedora, habitualmente insaciable (Deleuze y Guattari,
1985). En esta otra clase de sociedades no desentonará que la naturaleza se colo-
que en una posición de deuda, tanto respecto a la ciencia, que la colocará en el
potro de tortura de su metodología para extraerle todos sus secretos, como res-
pecto a la propia esfera económica, que la contemplará como una fuente inagota-
ble de recursos destinados a la explotación y rentabilidad. Tampoco extrañará a
esta sociedad de deuda invertida el hecho de que los fieles adoren a un Dios del
que se consideran siervos y pecadores desde el mismo momento de nacer. Las
sociedades primitivas impiden con su opulencia la aparición y estabilización de
todas estas asimetrías (Clastres. 1981) que encierran en la finitud a la naturaleza,
a los mortales y a las gentes, mientras que instituyen como infinitos a los podero-
sos, a los dioses y a la propia sociedad asimétrica.
Una segunda clase de sociedades, desde el punto de vista del destino que se da
a la energía sobrante, son las teocráticas y militares, en las que el gasto se orienta-
248
68 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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EXTRAÑAS SOCIALIDADES CREATIVAS. DE LA ECONOMÍA A LO IMAGINARIO... 69
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70 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
final, un colapso del sistema global. Y, por supuesto, que tampoco estoy pensando
en los 16 billones de dólares que solo en Estados Unidos se imprimieron para
salvar al sistema financiero, dándole igual que así se mandara al traste el hasta
entonces creíble discurso del «no hay dinero», utilizado cuando se hablaba de
mejoras en la sanidad, la educación, el desempleo, etc. (Pettifor, 2017: 73-76 y 95).
En fin, no me refiero al enorme dispendio de ingentes cantidades de dinero saca-
das de la nada para tapar descomunales deudas contraídas por la trama institu-
cional, en la mayor parte de los casos a base de corrupción, para que los cabecillas
tengan cada vez más capacidad de gasto excedentario, dejando al resto de las
gentes cada vez más dependientes de su gasto servil.
Me refiero a una clase de gasto o energía sobrante que representan fenómenos
como la moda. En ella convergen la competencia individual por el estatus y una
buena parte del arte tras salir por este y otros flancos de los confines en que nació a
mediados del siglo XVIII. El caso es que quienes producen los signos de distinción
que las modas hacen circular reconocen que tal invención ya no deriva del genio
individual que posee en exclusiva el artista, ni de la inspiración que puedan propor-
cionar los viejos escenarios aristocráticos, como ocurrió durante gran parte del si-
glo XX, sino de la anónima actividad de las gentes en las calles, pues son ellas las que
realmente inventan, viniendo luego los artistas o las grandes firmas a copiar tales
inventos utilizando para ello a los denominados «cazadores de tendencias».
De hecho, Mary Quant «inventó» de esta manera la minifalda, Coco Chanel
hizo lo propio con el corte de pelo estilo garçon, Calvin Klein copió también de la
calle el detalle de enseñar la cintura del calzoncillo por encima de la del pantalón
y, en último término, la mayoría de las modas, tendencias e incluso las mismas
prendas de vestir (desde los pantalones a la corbata pasando por la camisa) tienen
sus orígenes en los continuos reciclajes y bricolajes que efectúan las gentes y se
exhiben en las calles.
Por otro lado, además de alumbrar, en muchos casos reciclando lo que otros
ya inventaron, las gentes también se dedican a copiar o plagiar los signos recono-
cidos con capacidad de distinción, permitiendo así que se divulguen a un precio
menor, lo cual devalúa la capacidad de diferenciación del signo y, de paso, el ne-
gocio del artista o de la firma. De este modo, el gasto también se vuelve colectivo.
En todo caso, no conviene olvidar que una gran cantidad de energía sobrante
parecida a esta ha entrado en el circuito de valorización dineraria para luego pa-
sar a encontrar cobijo en las formas postmodernas de capitalismo. Me refiero a
actividades canalizadas por apps con las que se saca rendimiento a la habitación o
lecho que no se ocupa (airnb), los trastos que ya no se usan (wallapop), los viajes
en solitario con el coche (blablacar), la propia posesión del auto (uber), etc. Aun-
que algunas veces el negocio sea directamente entre pares y parezca colaborativo,
lo cierto es que en todos los casos se decide considerar rentables actividades o
utensilios hasta entonces no útiles y, lo que es más importante, el sujeto se con-
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EXTRAÑAS SOCIALIDADES CREATIVAS. DE LA ECONOMÍA A LO IMAGINARIO... 71
La economía libidinal
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72 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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EXTRAÑAS SOCIALIDADES CREATIVAS. DE LA ECONOMÍA A LO IMAGINARIO... 73
libertad es sobre todo patente respecto a delitos sin víctimas o de carácter moral,
como son el consumo de drogas o, en otro plano, el derecho de autodetermina-
ción. Se puede hablar de ello con toda libertad, pero no se puede ejercer esas
libertades. En fin, que el beneficio y los parloteos del psicoanálisis y de la demo-
cracia son aperturas desde contraproducentes a muy leves ante la des-definición
y des-encierro que insinúan e incluso prometen.
Finalmente, la tercera fuente que permite inspirar una economía acorde con la
creatividad en sentido fuerte es la hipótesis formulada por Beatriz Preciado (2014)
de que estamos en un régimen fármaco-pornográfico (RFP). Si hacemos caso a
su original y provocador análisis resulta que las elucubraciones de Sade e incluso
las de Reich acerca del orgon, sustancia que equiparó a la libido pero que a dife-
rencia de Freud fue capaz de aislar y administrar, razón por la que fue acusado de
estafa y encerrado en la cárcel, forman ya parte del orden instituido, pues en el
ámbito de la economía ya se ha convertido en una importante fuerza productiva
que ha desplazado al trabajo y al conocimiento como generadores de valor. Sin
embargo, no es menos cierto que el RFP reduce su potencia y la conduce en fun-
ción del beneficio que es capaz de procurar, del mismo modo que los regímenes
capitalistas anteriores hicieron con las otras fuerzas productivas, el psicoanálisis
hace con el deseo, la democracia con la libertad, etc.
La potentia gaudendi que alberga el sexo es reducida a ciertas utilidades a base
de sustancias e imágenes. Para ello utiliza el mecanismo excitación-frustración-
excitación y el esquema género-sexo-sexualidad. El resultado es que a los sujetos
construidos a partir de un abanico restringido y con categorías excluyentes de
géneros, sexos y sexualidades son expuestos al interminable círculo de excitacio-
nes y frustraciones con las sustancias que produce la potente industria farmacéu-
tica y el no menos importante negocio pornográfico.
Sin embargo, este sistema de dominación, del mismo modo que ocurre con
los otros que el capitalismo nos mostró, no funciona del todo bien pues ha habido
una reapropiación de distintos dispositivos fármaco-pornográficos, algunos le-
gales y otros no, con los que se ha logrado deconstruir el sujeto que el RFP había
producido, liberando así a los sujetos de la adscripción cerrada y predeterminada
a géneros sexos y sexualidades, lo cual ha permitido producir una gran cantidad
de biocódigos sexuales nuevos, y de este modo ha aumentado la cantidad de po-
tentia gaudendi circulante. El resultado global de esta operación es que hay una
mayor producción y consumo de fuerza orgásmica que deja obsoleto el abanico
de sujetos y el tipo de sociedad que tenemos.
Esta apertura que señala Preciado es similar a la que mostró Marx al decidir
248
74 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
Esoterismo
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EXTRAÑAS SOCIALIDADES CREATIVAS. DE LA ECONOMÍA A LO IMAGINARIO... 75
Lo imaginario
Aunque es cierto que lo anterior refleja una poderosa tendencia del orden civili-
zacional instituido en occidente, no lo es menos que frente a ese repudio o recha-
zo hay también una tendencia, quizás instituyente, a menudo invisible, en algún
caso por ser deliberadamente ocultada por sus protagonistas, que presta atención
a lo imaginario y a las imágenes, aunque no siempre se utilicen esas palabras.
Si bien el esoterismo y el ocultismo son sustantivos acuñados en 1830 y 1840
a partir de adjetivos utilizados, respectivamente, en el siglo XVIII y la Edad Media
(Brach, 1988: 138-140), su cuerpo doctrinal nace realmente a mediados del siglo
XIV con la traducción que Cosme De Medici encarga a Marsilio Ficino de un
texto griego conocido como Corpus Hermeticum, probablemente escrito 3.000
años antes por Hermes Trimegisto (simpatía con los cuerpos celestes, pues era la
emanación divina enviada para asistir a la cosmogonía y permanecer en el mun-
do hasta el límite de los tiempos históricos (Mahé, 1988: 602-609). El Corpus Her-
meticum entiende que el microcosmos es un espejo del macrocosmos, que en el
hombre reside toda la potencia de la divinidad o mundo sutil el tres veces grande)
(Faivre, 2000). El mito asegura que Hermes poseía un lazo de y que dicho mundo
puede ser cultivado con tres artes, la Astrología, la Magia y la Alquimia. El caso es
que este esoterismo está repleto de imágenes y símbolos que no han servido solo
para que los expertos ejerciten su erudición y reposen en ella, sino como método
de conocimiento.
248
76 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
248
EXTRAÑAS SOCIALIDADES CREATIVAS. DE LA ECONOMÍA A LO IMAGINARIO... 77
reactualiza el acto creador primordial». Este arte, al tratar así las imágenes, es
magia, pues no solo representa, sino que hace.
Discusión
Todas estas tradiciones intelectuales que van del esoterismo al misticismo no son
consideradas ni siquiera a pie de página por esas dos referencias contemporáneas
en los estudios de lo imaginario que son Durand y Castoriadis. A estos autores les
pasa lo mismo que a los economistas cuando no quieren ver el enorme montante
de energía no servil disponible o que a diario las gentes producen, afincados como
están, dichas élites, en el asfixiante mundo de la escasez, finitud y utilidad.
Sin embargo, nuestros teóricos de lo imaginario, aun padeciendo esa misma
ceguera, no es menos cierto que, como Galbraith hizo en la reflexión económica,
han sido llevados, sin ser muy conscientes de ello, a tomar en consideración lo
que el orden instituido, afortunadamente sin éxito, apartó. Durand y Castoriadis
han puesto frente a nosotros las imágenes y la imaginación, mientras que Gal-
braith y Bataille el derroche. Podríamos decir, por lo tanto, que casi todos ellos,
sin saberlo ni ser del todo conscientes, son hablados por ese impulso. Aunque
sería más acertado afirmar que, a través de tales personajes, el propio orden inte-
lectual instituido por la civilización occidental es hablado sin él saberlo del todo
por ese impulso oculto encarnado por la creatividad que hace del derroche el
principal motor económico y de la imaginación el modo principal de conocer y
realizar.
Por eso, a la civilización occidental, tal cual está instituida, al menos por lo que
respecta a la creatividad y sus componentes, le ocurre que no sabe que sabe. Esta
ignorancia poco tiene que ver con la de quienes se han dedicado a bloquear y
cerrar las puertas de la imaginación y el derroche desde los orígenes de nuestro
orden, pues no saben que no saben. Afortunadamente, hay quienes han tomado
conciencia de esa operación, la han denunciado y llegan a saber que no saben. Por
cierto, también hay quienes, como Bataille, quizás por estar bien lejos de la Aca-
demia, alcanzan la sabiduría, pues saben que saben.
Bibliografía
ARIETTI, S. (1976). Creativity. The Magic Synthesis. Nueva York: Basic Books.
BATAILLE, G. (1997). La parte maldita. Barcelona: Icaria.
BELL, D. (1981). La contradicción cultural del capitalismo. Madrid: Alianza.
BRACH, J.P. (1998). «Magie. Occident Moderne». En Servier, J., Dictionaire de l’ésotérisme,
París: PUF: 783-787.
BRAIDOTTI, R. (2015). Lo posthumano. Barcelona: Gedisa.
248
78 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
248
La muerte expropiada, o sobre la socialidad herida
Introducción
Las reflexiones y los análisis que nos gustaría concretar a partir de este momento se
sustentan en la convicción de que para los seres humanos la fuerza de la vida está en
la muerte. Este hecho tan determinante de la toma de conciencia del hombre con
respecto a su propia mortalidad es de una magnitud y una potencia tales que prác-
ticamente todas las estructuras socioculturales se acaban convirtiendo en una ex-
tensión de los diferentes procesos de ritualización mediante los cuales los indivi-
duos y los grupos intentan dar respuesta a aquello que, en sí mismo, no la tiene.
Efectivamente la manera de reaccionar a este reto las diferentes colectividades a lo
largo de su historia acaba configurando buena parte de los entramados culturales
que se diseñan y, por tanto, la construcción de mundos. A los integrantes de esos
entramados el asunto les afecta de raíz ontológicamente y las reacciones que mani-
fiestan, aunque están condicionadas casi en su totalidad por el propio imaginario
colectivo, se convierten en un inmenso vaho de vida o de soledad. Pensemos, por
ejemplo, lo diferente que es la muerte encarada y asimilada a los ritos corales en toda
comunidad tradicional, donde la individualidad queda diluida, o, por otra parte, en
grupos amplios, artificiales y fuertemente contractualizados, donde la muerte es
autonegociada por un yo al que se le exige al mismo tiempo la garantía de su iden-
tidad sustancial, de su propia libertad y de la certeza de sí. Es fácil corroborar cómo
en el segundo caso, al margen ahora de una tipificación posible de las causas, la vida
hará todo lo posible por habilitar las correspondientes fórmulas que establezcan
espacios de cesura sutiles, y no tan sutiles, con respecto a la muerte. Sin duda, una
consecuencia de ello es la pretenciosa ingenuidad de la expulsión de la muerte y del
alejamiento heterotópico de los muertos, pero también, por otra parte, el vacío más
devastador y el silencio más desesperante en el hueco de la conciencia humana.
La tesis de la que se parte en este trabajo, por tanto, es la de que la muerte y su
contrapunto inmortalizante, ontológica y estructuralmente, ponen las bases de la
cultura y de la socialidad, al margen de los múltiples desarrollos y manifestacio-
nes de estas.1 Lo que se querría mantener es que los vínculos societales que tienen
1. Z. Bauman se encargó de sistematizar in extenso esta tesis en su libro Mortalidad, inmortalidad y otras
estrategias de vida (2014).
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80 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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LA MUERTE EXPROPIADA, O SOBRE LA SOCIALIDAD HERIDA 81
1. El diagnóstico de la expulsión
Podría decirse que en la base de todas aquellas posturas que han ido tematizando
la desconexión o la expulsión de la muerte del entramado vital en el marco de
nuestro contexto occidental se ha encontrado siempre la dicotomía especie-indi-
viduo. A diferencia de las culturas «arcaicas» —pensemos ahora expresamente en
los análisis de antropología comparada que realiza L.-V. Thomas (1983) en lo
referido al contraste de las sociedades del África negra con respecto a nuestro
ámbito de referencia— los procesos de modernización a los que nos hemos visto
sometidos han tenido como elementos estructurantes dispositivos que han regu-
lado la construcción de la subjetividad (Foucault) y que más tarde han derivado
en procesos de institucionalización de la individualización (Beck). El impulso de
la racionalidad científico-técnica, los procesos de liberalismo civil y político, el
devenir de la secularización, las progresivas transformaciones del capitalismo, etc.,
han derivado, no solo en una preponderancia del individuo como sujeto y objeto
referente de lo social en lo tocante a derechos y obligaciones, sino también en una
clara descarga de la coyuntura comunitaria, y, por extensión, en la casi total pérdi-
da de espacios públicos de convivencia que no sean meramente televisivos o vir-
tuales. En este marco, en esta deriva de individualización, que sigue siendo socio-
lógica y que es tan bien conocida y asimilada por todos, los individuos quedan
solos, y no solo tienen que responsabilizarse de sí mismos, de su éxito o no en los
negocios, sino también que son responsables de su salud, de su enfermedad, de su
sufrimiento, de envejecer y de su propia muerte. Actitudes y pensamientos de
carácter existencial se abren camino involuntariamente como dolorosos cuchi-
llos de angustia vital sobre esta soledad a la que quedamos avocados, y no única-
mente a causa del autoexterminio bélico que vivió tan dramáticamente la prime-
ra mitad del siglo XX. Esa angustia, ese terror, esa fobia existencial a la muerte
tiene que ver de fondo con la perturbadora soledad en la que nos deja la fragmen-
tación estratégica de la modernidad. No hay soporte en el otro, ni consuelo en
una tradición que se desgasta mediante técnicas de desanclaje identitario, para
poder dar respuestas pragmáticas a los muchos y múltiples retos a los que se ve
sometido este individuo poliédrico y funcional. En obligada soledad no se sopor-
ta la caducidad, ni la propia ni la de los otros. La consecuencia es la generación
constante de un especial ruido sociológico hueco, ensordecedor, que tape el inexo-
rable anuncio de la herida vital y que ejerza de sedante y anestésico provisional
ante el dolor. Hay un rechazo frontal de la muerte sobreexponiéndola, virtuali-
zándola, neutralizándola, expropiándola. Evidentemente la consecuencia de esta
actitud de base se presenta como una razonable paradoja, como acierta a señalar
L.-V. Thomas: «Una sociedad así no puede sino despreciar la vida (a despecho de
que proclame lo contrario) y provocar a la vez su propia muerte» (Thomas, 1983:
51). Sin muerte, por tanto, la sociedad está enferma de muerte, y los vínculos
248
82 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
248
LA MUERTE EXPROPIADA, O SOBRE LA SOCIALIDAD HERIDA 83
caducidad.
La consecuencia de todo esto para Elias pasará por la constatación sociológi-
ca del aislamiento y la soledad de los moribundos, que podría agravarse además
atendiendo a razones de clase, de sexo y de generación. Morir solos puede, por
tanto, significar varias cosas: que nos resulta imposible compartir con nadie el
hecho de morir; que nuestro particular mundo de recuerdos y experiencia des-
aparece; que al morir experimentamos el abandono de las personas a las que nos
sentíamos unidos. Este planteamiento de Elias se sintetiza en la constatación de
que, a partir de la modernidad, esta inmensa soledad de los moribundos se co-
necta con una inmensa sensación de soledad en la vida que se remite a la imagen
que los individuos tienen de sí mismos.
Como contrapunto sociológico a esta expulsión civilizatoria e individualista
que corrobora Norbert Elias en sus análisis, Fernando Gil, en su libro titulado La
derrota social de la muerte (2011), ofrece otra perspectiva complementaria cuan-
do estudia, también desde perspectiva cultural y sociológica, las nuevas concre-
ciones sintomáticas del imaginario surgidas en nuestros días. La tesis aparente
que mantiene es la de que la época actual ya no tiene tanto interés de luchar
contra la muerte, de olvidarla o esquivarla, sino más bien de hacerla más presente
en lo cotidiano, en el arte, en la espectacularización cultural. Vuelve a ser familiar,
pero ya no de manera dramática, con el riesgo que pueda entrañar la descarga de
dramatismo en el juego del poder.
También Baudrillard, desde el marco general de sus planteamientos, nos ha
ayudado a caracterizar este proceso de «extradición de la muerte». El lugar cen-
tral en el que se concreta sobre todo es en el capítulo quinto de su libro El inter-
cambio simbólico y la muerte (1980). Claramente influido por las aportaciones de
Mauss y Bataille en lo referido al componente de exceso y despilfarro que anima
los intercambios modernos, se podría decir que la idea general de Baudrillard,
tras corroborar que los diferentes tipos de exclusión sociales tienen una referen-
cia simbólica original en la exclusión de la muerte, que esa reclusión de los muer-
tos hace que lo social se sustente en la propia cesura entre la vida y la muerte, y
que la consecuente idea de supervivencia se identifica con el poder tradicional de
las castas sacerdotales y su proyección en la economía política, es que, sin la muerte,
es imposible el intercambio simbólico en el que se especifica la revolución del
potencial crítico de la vida. Volveremos sobre este argumento más tarde al hablar
de la reversibilidad de lo que no se puede ver. Lo interesante de esta reversibilidad
simbólica que propone críticamente Baudrillard, en esta etapa de su pensamiento
en la que aún creía que se podían ofrecer alternativas, es que el ser y el no ser se
dan al mismo tiempo, que la muerte y la vida se interconectan y que la vida de este
modo se intensifica en su ambivalencia.
Por lo gráfico de su expresión, lo que podríamos destacar de la sugerente pos-
tura de Zygmunt Bauman (2007; 2014) sobre el asunto que tratamos es el hecho
248
84 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
de que los modos en los que nos contamos en los tiempos líquidos han incluido
un insistente entrenamiento en la plural estrategia de la exclusión social, que tan
bien queda reflejada en la imaginería de la «nominación» de los realities televisi-
vos, a partir de la cual quedamos vacunados, por efecto de la banalización, de lo
que de bueno o malo pueda entrañar la mortalidad real.
Hay, por tanto, una serie de elementos, o constantes, que nos hablan de la expul-
sión de la muerte en las sociedades contemporáneas: la conversión moderna de la
muerte en concepto; la individualización del sujeto, o el terror de la mónada; el
duro entrenamiento de la exclusión en todas sus formas; el progreso, la industria-
lización y los consiguientes procesos de higienización, medicalización y hospita-
lización de la vida; la concepción del moribundo como fracaso y la heterotopía de
los muertos; el ritual del duelo como despedida y expulsión profiláctica; la sobre-
exposición, espectacularización e hipervisibilización narcotizante de la muerte; el
carácter líquido y presentista de la expulsión encarnado en la sacralización de lo
nuevo y la innovación atemporal; las nuevas modalidades de la inmortalidad, es
decir, la nueva relación con el tiempo, la megaprofilaxis, la hipersalud; la deuda, el
transhumanismo inorgánico, la inmortalidad sin alma, etc. Intentemos destacar
brevemente alguno de los rasgos de estas nuevas inmortalidades del tiempo post-
metafísico.
La pretensión de inmortalidad es una consecuencia, como ya se ha apuntado,
de la construcción de mundos, de la expulsión de la muerte y de su negación para
la vida. Las fórmulas por todos conocidas han sido aquellas que tienen que ver
con la fabulación, la mitologización, la ficción y la mentira, con todo aquello que
nos habla de permanecer en el relato. Recordemos cómo en Las mil y una noches
se expresa la tensión entre el relato que fabula historias y mundos y el aplaza-
miento de la muerte. Simbólicamente, maravillar con un cuento equivale a la su-
peración de la noche y su amenaza. Para la narradora, contar era adquirir el dere-
cho a amanecer. No hay futuro sin el érase una vez.
También tienen que ver, esas fórmulas de expulsión, con la concepción antro-
pológica del dualismo, incluso en su modalidad instrumental más actual (Le Bre-
ton); con la configuración interesada del miedo por parte del poder (el infierno)
adueñándose de la vida después de la muerte; con el progreso, pensemos en Pro-
meteo, en Frankenstein, es decir, en la razón y la ciencia intentando vencer o
paliar los efectos de la muerte, medicalizándola; y tiene que ver, finalmente, con la
utopía (la esperanza), con esa reconciliación terrenal de la justicia que elimine la
angustia de la caducidad. Sugerimos algunas pretensiones de inmortalidad, explí-
248
LA MUERTE EXPROPIADA, O SOBRE LA SOCIALIDAD HERIDA 85
La nueva relación con el tiempo. Hoy podría afirmarse que la velocidad, que en
sí misma no es un fenómeno sino una relación, es una estrategia hermenéutica
convertida en sujeto que bien puede interpretarse como un nuevo modo de in-
mortalidad vinculado al dominio sobre tiempo. La aceleración se ha convertido
progresivamente en un modo de control inédito hasta hoy y arraigado en todos
los ámbitos de la estructura social y cultural. Por extensión, según Paul Virilio, se
trata de la manera oculta y sutil mediante la cual se manifiesta el poder económi-
co: expresamente una economía de la velocidad; una dromología. Incluso podría
afirmarse que todo poder hoy es dromocrático. Esto implica, por tanto, que, en
clave heideggeriana, podríamos decir que la velocidad, la técnica, es la consuma-
ción de la metafísica y, por extensión, que la velocidad es otra manifestación más
de la diferencia ontológica y, en definitiva, de la resistencia a la muerte.
La megaprofilaxis. La inmortalidad ha devenido una operación técnica que
por todos los medios quiere transcribir la especie humana en una especie artifi-
cial con garantía de supervivencia genérica y genética. Se trata de pervivir aún a
costa de destruir el entorno, el espacio simbólico y cualquier modalidad de ilu-
sión vital (apariencias, sueños, ideas, utopías, conceptos, representaciones), entre
ellas la del cuerpo y la de la muerte misma. De este modo, lo vivo se ha convertido
en una metástasis profiláctica de supervivencia. La especie, en el fondo se ve ame-
nazada por esta evaporación de los límites de lo humano en lo inhumano, en las
simulaciones genéticas de lo vivo.
La hipersalud. El «cuidado de sí» al que se nos invita con el mentado proceso
de individualización institucional no tiene la pretensión crítica a la que remitían,
por ejemplo, los argumentos genealógicos de Michel Foucault, sino que más bien
tiene que ver con una intención estratégica y de dominio que surge abiertamente
de la instrumentalización de la corporalidad. Esta instrumentalización corporal
la percibimos bien en los cuerpos poseídos que entran a formar parte del circuito
del consumo, en los cuerpos usados, objetualizados, prostituidos, alquilados (úte-
ros), modificados (físico, estético, etc.), espectacularizados (medios, publicidad),
fragmentados (medios, tráfico de órganos, pornografía, etc.), reinventados (tec-
nológico) y, atendiendo al tema que nos ocupa, en la hiperprofilaxis y en la salud.
El consumismo de la salud se convierte en una suerte de ritual societal donde la
muerte vuelve a quedar herida de muerte.
La deuda. Otro bloque de reflexión o caracterización sobre la peculiaridad de
nuestras inmortalidades resulta conocido y de interés por su dimensión crítica:
se trata de la deuda. Podríamos decir, desde este punto de vista, que la vida es un
imprescindible defecto de la voluntad; es una deuda contraída, no es un don o un
regalo que nos dan. Una deuda que deberemos saldar con la muerte. Vivir es
deber. En nuestros días pareciera que predominara la lógica de que si seguimos
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86 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
No parece difícil intuir en lo que antecede que el doble simbólico excluye las
sombras de lo real. El desdoblamiento siempre es terapéutico, por ello se realiza
sobre la luz y sobre la visión (es escópico), excluyendo el tacto, el olfato, el oído y el
gusto, excluyendo la corporalidad. Nuestra actual sociedad del espectáculo y del
simulacro ha desdoblado simbólicamente el cuerpo en un cuerpo luminoso, jo-
ven, transparente, higiénico, inagotable, ¿inmortal? Este desdoblamiento es preci-
samente, a nuestro entender, una clara modalidad actual de la expulsión de la muerte
y de neutralización de la crueldad de lo real. La muerte ha sido expulsada en la
modernidad y desintegrada en la postmodernidad líquida; pero la muerte, como
el mundo, retorna, se repite siempre. Y detrás del retorno se halla la reivindicación
de lo no visto, del hueco, del fuera de campo, la valentía trágica de salir de la caver-
na (Blumenberg), de no poder articular palabra. Podríamos volver a apoyarnos
para esto en los argumentos de Baudrillard sobre el intercambio imposible.
A pesar de su visión pesimista sobre el contundente dominio de los simula-
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LA MUERTE EXPROPIADA, O SOBRE LA SOCIALIDAD HERIDA 87
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88 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
3. La socialidad trágica
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LA MUERTE EXPROPIADA, O SOBRE LA SOCIALIDAD HERIDA 89
Bibliografía
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90 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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La paradójica socialidad del secreto.
Repensando a Georg Simmel
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92 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
La intensidad de ocultar adquiere una intensidad muy distinta cuando frente a ella
actúa la intención de descubrir. Prodúcese entonces esa disimulación y enmascara-
miento tendencioso, esa, por decirlo así, defensa agresiva frente al tercero, que es lo
que propiamente suele llamarse el secreto [Simmel, 1986: 378].
No en todas las situaciones hay obligación social de contar. Tras estudio de las
sociedades secretas del África Occidental, Beryl Bellman (1984) advierte que no
se trata de una cualidad de la información, sino del «derecho a saber» o del «dere-
cho a contar» de los participantes. Si, por ejemplo, comento que me voy a mudar
a un amigo y le pido que por favor no lo divulgue en la oficina, estoy tratando la
información como un secreto, mientras que, a la vez, puedo estar contratando la
empresa de mudanzas sin ningún tipo de ocultamiento, sin que la hagamos partí-
cipes de un secreto compartido. La misma información adquiere la categoría de
secreto solo en el primer caso, cuando otorgamos el derecho a saber a nuestro
amigo frente al resto de conocidos, que son situados en la zona de no partícipes
del secreto. En el segundo caso, la misma información no está revestida de la
plusvalía simbólica de lo secreto. Decimos que algo es un «secreto a voces» cuan-
do la información es conocida públicamente, pero los integrantes la siguen tra-
248
LA PARADÓJICA SOCIALIDAD DEL SECRETO. REPENSANDO A GEORG SIMMEL 93
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94 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
La socialidad del animal humano está vestida del lenguaje, mediatizada y creada
por la comunicación y, por tanto, sujeta al vaivén histórico.
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LA PARADÓJICA SOCIALIDAD DEL SECRETO. REPENSANDO A GEORG SIMMEL 95
tes, decir las cosas a la cara... pero tener secretos. Secretos en suma, como un
capital interno, personal, revalorizable.2 La autenticidad funciona como ideolo-
gía, lo que nos proponemos es propuesto, impostura y las normas sociales nos hacen
fingir, disimular, ocultar. El hombre real está detrás de la máscara, ergo, lo autén-
tico y esencial es lo secreto. Y el acto social instituyente, el único verdadero, es la
confesión. El posmoderno es consciente de sus secretos y, quizás dentro de una
política de reducción de daños, los cuenta, los confiesa, los comparte, los expone.
Foucault (2006) lo sentenció, estamos en una sociedad confesante, no como peni-
tencia, sino como forma de socialidad. Se pasa de ocultar para convivir a contar
para convivir. En este juego de modelos sincrónicos (Black, 1992) conviven el
derecho de contar, —que se convierte en el deber de hablar — y el derecho a callar,
caballo de batalla del criptoanarquismo.
Prácticas
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96 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
tal. A partir de ese momento percibes que si no conoces el secreto estás fuera del
grupo. Es el motivo excluyente que tan finamente describió Simmel y que, poste-
riormente, Maffesoli (1987) propuso, de manera provocativa, al considerar a la
mafia como modelo de socialidad: lo subterráneo como nodal en el cemento so-
cial, tanto en su vertiente ética como estética.
El caso extremo lo tenemos cuando se utiliza precisamente el secreto como
moneda de cambio. Simmel ya alertaba del peligro que suponía volcarse por ente-
ro en las primeras citas. El misterio en la relación es su combustible. La perver-
sión de esta aseveración la encontramos en las dinámicas que Sennett engloba
bajo el término ideología de la intimidad (2002). En estos casos se produce la
paradoja al ser el receptor de un secreto. Esto hace sentir una incomodidad por la
responsabilidad de ser depositario de un tesoro y porque, para equilibrar la asi-
metría entre confesante y confesor, llega la tentación de compensar la revelación
con otra información personal que acaba poniendo al paciente amigo en una
tesitura peligrosa. La tiranía de la intimidad acaba por sentimentalizar y psicolo-
gizar todo el ámbito social. Esta situación, que normalmente se sucede de manera
casi inconsciente, puede devenir en un cálculo explícito de intercambio de secre-
tos: la intimidad echada a perder de la que habla José Luis Pardo (2004).
La concepción que Simmel tiene del secreto es la de un capital, un patrimonio
(no en vano es la teoría del dinero su otra magna obra), que hay que saber admi-
nistrar y no dilapidar sin conciencia.3 Utiliza expresiones como «ahorrar», «capi-
tal», «adquisición», del «derecho de esa propiedad espiritual privada» como la de
la propiedad material, que «no se basa nunca en las meras fuerzas del individuo,
sino que requiere también la ayuda del medio social, por lo cual el todo tiene de
antemano derecho a limitarla» (Simmel, 1986: 371).
[...] el secreto actúa también como un patrimonio y un valor que enaltece la perso-
nalidad [...] lo que se reserva y esconde a los demás, adquiere justamente en la con-
ciencia de los demás una importancia particular; el sujeto destaca justamente por
aquello que oculta [Simmel, 1986: 385].
[...] el sentimiento de poder que da la posesión del dinero, concéntrase más intenso
y gozoso para el alma del dilapidador en el momento en que se desprende de él.
También al secreto va unido el sentimiento de que podemos traicionarlo [Simmel,
1986: 381].
248
LA PARADÓJICA SOCIALIDAD DEL SECRETO. REPENSANDO A GEORG SIMMEL 97
Solo pueden, sin peligro, «darse» por entero, aquellas personas que no «pueden»
darse por entero, porque la riqueza de su alma consiste en una renovación constante,
de suerte que después de cada entrega les nacen nuevos tesoros, porque tienen un
patrimonio espiritual latente inagotable y no pueden revelarlo o regalarlo de una vez
[Simmel, 1986: 376].
Nunca partir secretos con mayores: pensará peras y partirá piedras. Perecieron mu-
chos de confidentes: son estos como cuchar de pan, que corre el mismo riesgo des-
pués. No es favor del príncipe, sino pecho, el comunicarlo. Quiebran muchos el espe-
jo porque les acuerda la fealdad, no puede ver al que pudo ver, si es bien visto el que
vio mal [Aforismo 237].
Socialidad y secreto
La forma básica, a la que se refería Simmel con las sociedades secretas, refiere
cuando funda una socialidad, que se establece alrededor de cómo se mantiene y
cómo se comparte de manera restringida, delimitando claramente los actores ex-
traños e intraños. Estos últimos deben variar sus trayectorias y prácticas para con-
tinuar aparentando una normalidad mientras se exige una obligación de cerrar el
flujo de información al respecto. La solidaridad necesaria para compartir (entre)
y ocultar (hacia) es la que define la socialidad del secreto tal como la podemos
entender intuitivamente. El secreto es central en las relaciones, a diferencia de
otros rangos de no-dicho: lo que se calla porque no es el momento, porque no
hace falta en las relaciones. En su seminal artículo planteaba diferentes escena-
rios: los meros conocidos4 y los íntimos, la amistad y el matrimonio. Entre los
primeros debe primar la discreción, en la que lo que no está permitido explícita-
mente, está prohibido. De todos modos, concede Simmel, que es difícil encontrar
el límite en el convenio de discreción. Las sociedades secretas pueden llegar a ser
una institución total, en todo caso, son un vínculo excepcional, no como la fami-
lia o los amigos íntimos, por mucho que necesiten una confianza mutua entre sus
elementos. La sociedad secreta se caracteriza, según Simmel, porque las relacio-
nes recíprocas entre sus miembros están regidas por la función protectora del
secreto: controla la difusión de información, manteniendo las condiciones rele-
vantes de ignorancia. A veces se mantiene en secreto hasta su propia existencia,
en otras ocasiones son conocidos sus fines o sus miembros, así que son los ritua-
les los que se encubren. A veces estos llegan a estar a la vista, pero quedando
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98 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
Cuando los interlocutores se hallan en presencia, cada uno de ellos da al otro algo
más que el mero contenido de las palabras. A la vista de la otra persona, penetramos
en la esfera de sus sentimientos, no expresable en palabras, pero manifiesta por mil
matices de acentuación y ritmos; el contenido lógico o querido de nuestras palabras
experimenta un enriquecimiento y complemento [...] En la conversación, estos ele-
mentos auxiliares de la interpretación están de tal modo fundidos en el contenido
conceptual, que forman una unidad de intelección [Simmel, 1986: 401-403].
son las sociedades secretas, las jergas especialistas técnicas y científicas o el slang
callejero funcionan porque son intencionadamente crípticos (Gallego Dueñas,
2016). Y delimitan el ámbito donde son interpretados. Wilson y Sperber (2004)
proponen que los seres humanos, en la comunicación, pretendemos aumentar el
conocimiento maximizando la relevancia de la información ofrecida. La familia-
ridad entre los comunicantes favorece la flexibilización del flujo de información,
pues evita la explicitación masiva de contenidos. El emisor ya sabe que el receptor
ya sabe, por lo que puede, por irrelevante, suprimir antecedentes, utilizar ironías,
hablar con frases incompletas... De esta forma, la intimidad del emisor con el
receptor hace incomprensible el mensaje para el extraño. La complicidad como
usar un guiño en señal de un secreto, hace relevante lo que se va a decir, dotándo-
lo de un contenido oculto. De esta forma, podríamos decir que toda relación hu-
mana en la que se vayan desarrollando estos vínculos íntimos acaba comportán-
dose como un secreto en la medida que delimita la posición de los extraños.
Por su parte, para Simmel, es imprescindible mantener una proporción de
misterio hasta en las relaciones de carácter íntimo:
Bibliografía
BELLMAN, B.L. (1984). The Language of Secrecy. Symbols & Metaphors in Poro Ritual.
New Brunswick. New Jersey: Rutgers University Press.
BLACK, E. (1992). Rhetorical Questions. Chicago-Londres: The University of Chicago Press.
BOK, S. (1982). Secrets. Nueva York: Pantheon Books.
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100 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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LA PARADÓJICA SOCIALIDAD DEL SECRETO. REPENSANDO A GEORG SIMMEL 101
1. Este trabajo se incluye en el marco del proyecto de I+D «Evaluación y monitorización de la Comunica-
ción para el Desarrollo y el Cambio Social en España: diseño de indicadores para la medición de su impac-
to social» (CSO2014-52005-R), cuyo IP es el profesor Víctor M. Marí Sáez.
2. Como cantaba Dylan en Like a Rolling Stone, «you are invisible now, you have no secrets... to conceal».
3. San Agustín tiene más bien un concepto de valor-trabajo de descubrir el secreto: «Si se oculta algo de
esta manera es o no se hace por envidia frente a los que tienen deseos de aprender; más bien, con ello las
cosas se muestran mejor para que las apetezcamos con mayor ardor, de tal manera que, cuando una cosa se
nos sustrae, encontramos lo anhelado con tanto mayor alegría» (citado en Han, 2013: 43).
4. Aquellos en los que «se indica la falta de relaciones íntimas con ella» (Simmel 1986: 369).
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Imaginarios y posmodernidad en América Latina:
oxímoron de la socialidad
DANIEL GUTIÉRREZ-MARTÍNEZ
EL COLEGIO MEXIQUENSE A.C.
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104 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
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IMAGINARIOS Y POSMODERNIDAD EN AMÉRICA LATINA: OXÍMORON DE LA SOCIALIDAD 105
Paradoja mayor aquella imagen que representa América Latina como «comuni-
dad de hermanos», imagen incansablemente enunciada en los discursos de polí-
ticos de la región, medios de comunicación, vulgo y universitarios de todo talan-
te. Símil de la emblemática metáfora de un Caín y Abel amándose y odiándose,
pues en ella se vislumbra, quizás, una zona culturalmente común, similar, frater-
nal, donde embullen amores y odios a la vez, con tantas mutuas invasiones, gue-
rras entre las mismas naciones, separaciones geográficas culturales recurrentes a
lo largo de su historia, como constantes reconfiguraciones comunitarias en la ac-
tualidad. Desafiante paradoja para las ciencias del pensamiento en el continente,
aquella de comprender tal imaginario que simboliza el apego a una comunidad
de personas de más de seiscientos millones, repartida en más de veinte espacios
fronterizos con instancias, visiones y versiones del mundo tan disímiles, y sin
embargo ahí se encuentra lo que algunos autores avisados llaman una «comuni-
dad imaginada» (Anderson, 1993). Comunidad de pertenencia que significa ad-
hesiones a Otros y al Otro con base a los gustos y los sentidos, los de los orígenes,
de los sueños y de las historias y mitos comunes que ahí se constituyen, antes y
siempre. Comparten una misma memoria colectiva como la Conquista del conti-
nente, o el encuentro de dos mundos; sea cual sea la interpretación asignada. Una
región que no solo es simbólica en su apego, sino material, pues advierte adhesión
a territorios, naturalezas, paisajes compartidos. Representa particularmente la efer-
vescente socialidad de base que se percibe de manera límpida y concreta en el
aquí y el ahora, conformando una buena parte de inconsciente no dicho, por su-
puesto, o de imaginario revindicado. Y a la par de todo ello se constituyen zonas
políticas y económicas comunes, algunas hasta ideológicas (Mercosur, Comuni-
dad andina, Centroamérica y el Caribe, Alba...), que no son simplemente emble-
mas de índole geográfico o económico, sino producto también del imaginario
colectivo, reivindicando a través de la enunciación de elementos simbólicos com-
partidos una zona cultural conjunta. Una hermandad aún más efervescente si
apelamos a los anhelos de los jóvenes de la región, haciendo una llamada a la
«solidaridad con sus hermanos»; se hable a favor de las comunidades originarias
de América o en pro de las luchas por la educación gratuita, así como la llamada a
la revolución social en el mundo del «Che» revestida en una camiseta de moda o
los apegos regionales que se exacerban en tiempos de competencias internacio-
nales (juegos olímpicos, mundiales). Todos ellos lugares de muchedumbres en
efervescencia, lugares de apasionamientos inusitados. Ahí también encontramos
religiosidades alternativas con mantos freáticos comparables, cosmovisiones con
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IMAGINARIOS Y POSMODERNIDAD EN AMÉRICA LATINA: OXÍMORON DE LA SOCIALIDAD 107
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IMAGINARIOS Y POSMODERNIDAD EN AMÉRICA LATINA: OXÍMORON DE LA SOCIALIDAD 109
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labora una comunidad de sabios que pretende mostrar en sus marmitas cómo se
confeccionan los valores modernos, sino como metáfora en donde toda cosa que
nace no es definitiva, sino que se está elaborando, en el sentido amplio del térmi-
no, dentro de los valores que hemos referido: creación, presente, imaginación.
Donde se regenera la vida y su ritmo. No hace falta más que ver la profundidad de
las superficies donde se presentan todas estas emociones que, sin saberlo, sin que-
rerlo, hace que nos encontremos en un laboratorio viviente de las pasiones. Labo-
ratorio, entonces, entre comillas. Evidentemente, donde, de manera metafórica,
«se cocina», se cuece, se traman, se elaboran, eso que va a ser la gran tendencia de
nuestro tiempo: la socialidad. De ahí que América Latina no sea en sí un objeto de
estudio, una cosificación, sino una entidad participando con su entereza en su
propio laboratorio, en su misma socialidad.
Lo anterior habla de la saturación que impera aún en los enfoques «clásicos»
del conocimiento de la ciencias sociales modernas, y advierte alternos procesos
del saber para la comprensión de las interacciones contemporáneas. La metáfo-
ra del laboratorio de la posmodernidad nos ofrece, por un lado, la imagen de que
América Latina se aleja de una región, de un continente, de un espíritu del tiempo
que es la Europa decimonónica; y, por el otro, describe una socialidad presente
que revela lo profundo de las superficies. En este sentido, también podemos ver,
desde la perspectiva de la metáfora, cómo a partir del siglo XVII y XVIII, y más
precisamente en el siglo XIX, Europa fue un laboratorio de la modernidad. A tra-
vés de ello, los grandes valores, como el de la razón triunfante, el trabajo, el indivi-
duo, característicos del Siglo de las Luces, van a convertirse en los valores de base
de la socialización europea. No hace falta buscar más lejos para afirmar sin temo-
res que Europa constituyó ese laboratorio de los valores modernos, y al mismo
tiempo podemos darnos cuenta de qué manera en la actualidad hay una satura-
ción de dichos valores societales. Saturación en su metáfora alquímica, donde la
mezcla de cualquier líquido llega a su límite, donde cualquier otro agregado ya no
tiene ningún efecto, ninguna cabida. La crisis no es otra cosa que la crisis de esos
valores modernos, de los valores del individualismo, del progreso, de los valores
culturales propios de una época específica: la de occidente y la de la modernidad.
Ciertamente encontramos en todo ello que aún persisten dinámicas propias de
esta modernidad andante, particularmente si hablamos desde las dinámicas ins-
titucionales. Empero, ello es el resultado de una saturación ya anunciada que vis-
lumbra sus últimos esbozos en los destellos de dichas dinámicas, cual metáfora
de las estrellas que, al ya haber perecido, su luz solo es percibida muchos años luz
después, pero que, en realidad, anuncian el alba de una nueva supernova.
Desde este punto de vista, América Latina sería un laboratorio de la posmo-
dernidad que, sin duda, encuentra destellos de luz de la modernidad, del ilumi-
nismo al cual se adscribió, pero enunciando formas antes persistentes que ahora
re-emergen con fuerza y vigor. Ahí encontramos, por razones históricas, aunque
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IMAGINARIOS Y POSMODERNIDAD EN AMÉRICA LATINA: OXÍMORON DE LA SOCIALIDAD 111
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112 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
Bibliografía
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IMAGINARIOS Y POSMODERNIDAD EN AMÉRICA LATINA: OXÍMORON DE LA SOCIALIDAD 113
1. Esta exclusión estuvo más marcada a partir del siglo XVII con los enfoques de Galileo o de un Descartes;
confinándolo al campo de la ornamentación de lo barroco, y a los suplicios de la ensoñación. Lo anterior
fue exacerbado también por la filosofía de Kant, desconociendo así el imaginario como parte de las órbitas
del mundo físico. Del mismo modo, con las filosofías de la historia, el cientismo, el historicismo etc. Y
estuvo evidentemente acompañada por las acciones de los profetas desde tiempos inmemoriales, y con las
prohibiciones más concretas en la mayor parte de las religiones de salvación. Ciencia y teología estuvieron
tomadas de la mano en este asunto. Se trata entonces del «dogmatismo teológico, conceptualismo metafísico,
con sus declinaciones peripateticianas y positivistas [...que...] dan cuenta de qué manera obstáculos determi-
nados a un verdadero conocimiento de la potencialidad epistemológica de la noción de imaginario y del valor
intrínseco que posee la imagen simbólica; finalmente, han progresivamente ocultado la capacidad del hombre
a entrar en relación con la trascendencia» (Valentina, 2005: 20).
2. En este contexto de revalorización, hay que dar un lugar central al psicoanálisis, al encuentro con el otro
durante las colonizaciones, y las teorías nuevas de la ciencia (Einstein, Planck, Bohr, etc.) de manera más
particular los pensadores como Bachelard (las imágenes como instancias primeras del psiquismo seguidas
de los conceptos y de su nuevo espíritu científico), Husserl, Durand, Nietzsche, Jung, Dilthey, Simmel,
Weber, Rickert, Schütz, Bergson, Cassirer y su idea de simbolización, y de manera más reciente Berger,
Luckmann, Goffman; todos ellos han dado sentido a las otras concepciones del tiempo, una revalorización
de los saberes inexactos, de los valores de la no-ciencia, de la metafísica, reconociendo la imposibilidad de
la objetividad absoluta de un fenómeno. Incluso Platón, a pesar de sus críticas y rechazos, tal y como
sucedió con los clásicos de la sociología, no negó las posibilidades de acercamientos con el conocimiento
de las verdades indemostrables a través del lenguaje del mito, que no es un elemento esencial del imagina-
rio. Podemos aquí observar también, con el romanticismo y la mayor parte de las resistencias del pensa-
miento como los sistemas filosóficos más importantes del siglo XIX (Schelling, Schopenhauer, Hegel) que
colaboraron a lo largo de los años a esta revalorización de la imaginación, del imaginario y de la estética
como campo de predilección triunfantes de la época. Cf. Berger y Luckmann (1989), Durand (2004), Goff-
man (1973), Husserl (1993), Morin (1994), Nietzsche (1950), Schütz (1987), Jung (1963), Simmel (1999),
Cassirer (1991), Legros, Monneyron, Renard y Tacussel (2006).
3. Un oxímoron, es una figura de retórica donde dos palabras designando ciertas realidades contradicto-
rias o sustantivamente contrastadas están estrechamente ligadas a través de la sintaxis, llamada parodojis-
mo. Solamente el paradojismo es verdaderamente sinónimo de oxymore.
4. La imagen no es más que la unidad más simple del imaginario, un sistema dinámico organizador de
instancias fundadoras de sentido que permite la relación entre el ser humano y el entorno. Por su parte, la
imaginación es el proceso a través del cual la representación y transfiguración simbólica es llevada a cabo,
de manera que el imaginario contenga la capacidad, la fuerza de esta transformación. Son precisamente
estos esquemas los que al entrar en contacto con el entorno se materializan produciendo formas estructu-
radas que apelan a la vinculación del grupo y a la memoria colectiva. Se trata por tanto de sustratos univer-
sales y antropológicos existentes en cada sociedad y determinados por la cultura.
5. En efecto, tan solo mencionar las diferentes formas de religiosidad alternativas que se vive en cada lugar.
Los altares a la Santa Muerte en México y otros lugares, el San Muerte en el Cono sur, Iglesia maradoniana,
La iglesia positivista en Porto Alegre, el San Deimón en Brasil, las religiones afroamericanas como Palo en
centro América, etc. (Gutiérrez Martínez, 2007: 336).
6. Los contrastes económicos están a la orden del día. Con un Brasil como el país mas desigual y con los
contrastes económicos más fuertes del planeta, siguiéndole los demás países en fila. Con un México con el
hombre designado más rico del mundo y cincuenta por ciento de su población viviendo con un dólar o
menos al día; geografías con paisajes y playas maravillosas al lado de violencias insólitas (feminicidios,
secuestros, drogas); zonas con acceso a insumos de altísimo costo y lujo, al tiempo que se distribuyen
productos locales y artesanías a muy bajo costo. Con una Venezuela con el mayor consumo de teléfonos
celular Black-berrys en el mundo, y con medios de comunicación bloqueados o expropiados, sin mencio-
nar que con lo que se llena el tanque de gasolina de los autos para un mes en EE.UU. se llena en Venezuela
para un año. Con zonas de altísimos niveles de importación de productos comestibles y una biodiversidad
inmaculada. Baile, fiesta y carnaval, al tiempo que perviven penurias en el mercado y desaparecidos histó-
248
114 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. TEORÍA
ricos. Una región que vive los dos lados de la existencia como complemento de la vida misma, cual cíclica
de muerte y vida en conexión (trágico). Región de un positivismo andante a un esoterismo irrevocable, de
dictaduras y totalitarismo inflexibles hasta caos e informalidad de los más altos.
7. Para una síntesis de la noción de comunitarismo y liberalismo en el marco de la tradición liberal desde
un enfoque filosófico social sobre el multiculturalismo, véase Polanco Díaz (2005).
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Lo religioso en escenarios de estrés social.
El 11-S visto desde la perspectiva de la Religión Civil
de Robert N. Bellah
JAVIER GIL-GIMENO
UNIVERSIDAD PÚBLICA DE PAMPLONA
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LO RELIGIOSO EN ESCENARIOS DE ESTRÉS SOCIAL. EL 11-S VISTO DESDE LA PERSPECTIVA... 119
30). Es importante remarcar que esta no es una «religión del hombre» (Giner,
1993: 30) o personal (Beck, 2009), sino que es la religión del ciudadano. En lo que
respecta al ámbito de la sociología, los pioneros a la hora de acercarse a la religión
civil fueron Edward Shils y Michael Young. En su trabajo «The Meaning of the
Coronation» (1953), describen como un ‘gran acto de comunión nacional’, la ce-
remonia en laque la, hasta entonces, princesa Isabel se convierte —renace en tér-
minos weberianos (1979)— en la reina Isabel II. Pero es R. Bellah (2007) el que,
sin duda, se ha encargado de realizar el esfuerzo más significativo por sistemati-
zar sociológicamente esta ‘fe’ moderna en el caso de los Estados Unidos de Amé-
rica. En su artículo, originariamente publicado en 1967 en la revista Daedalus
bajo el título «Civil Religion in America», afirma que la esfera política —entendi-
da en términos de Polity— de este país tiene una «dimensión religiosa pública
[que] se expresa como un conjunto de creencias, símbolos y rituales» (2007: 118).
Más allá de que somos conscientes de las profundas consideraciones sobre la
religiosidad que lleva asociada una categoría como religión civil —a las que ya he-
mos apuntado anteriormente y a las que apela C. TravisWebb (2017: 4)—, de las
críticas que ha recibido su análisis —entre las que podemos destacar como la más
contundente la realizada por Norman Birnbaum (1971)—, e incluso del reconoci-
miento por parte del propio R. Bellah de que el pacto religioso civil se había roto
(1975) y de que «estaba tornando en algo cada vez más irrelevante»(Casanova, 2012),
consideramos interesante acercarnos a ella —del mismo modo que lo ha hecho
Philip Gorski (2017)— como una expresión moderna de religiosidad, e incluso atre-
vernos a analizar su vigencia en las sociedades de comienzos del siglo XXI.
A partir de ahora nuestra labor se va a centrar, en primer lugar, en llevar a
cabo un análisis en profundidad de la propuesta de R. Bellah en torno a dos as-
pectos: el dios que se esconde tras la religión civil y los dos eventos principales de
este nuevo culto. Posteriormente, intentaremos dilucidar si los acontecimientos
ocurridos durante el 11-S en Nueva York pudieron significar un nuevo impulso
para este credo y, a partir de ahí, si podemos considerarlos como un tercer evento
asociado a la misma.
A pesar de que, como señala É. Durkheim (1982), pueden existir religiones sin
dioses, el título de este apartado sugiere que la idea de dios desempeña algún tipo
de papel en la religión civil americana. Ahora bien, ¿cuál es el mismo? Dios es
«una palabra que casi todos los americanos aceptan pero que tiene tantos signifi-
cados diferentes para cada persona que casi es un signo vacío» (Bellah, 2007:
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120 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
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LO RELIGIOSO EN ESCENARIOS DE ESTRÉS SOCIAL. EL 11-S VISTO DESDE LA PERSPECTIVA... 121
Para R. Bellah dos son los eventos principales de la religión civil: La revolución
(1776-1787) y la guerra civil (1861-1865). La revolución es ese estallido de eferves-
cencia colectiva (Durkheim, 1982) que permite el levantamiento contra la metró-
poli y el posterior surgimiento de la nación estadounidense, consagrada por me-
dio de la Declaración de Independencia (1776) y de la proclamación de la Cons-
titución (1787). Por lo tanto, la revolución es el evento de origen de la religión civil.
Y como todo origen tiene algo de puente y de puerta (Simmel, 1986B), de princi-
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LO RELIGIOSO EN ESCENARIOS DE ESTRÉS SOCIAL. EL 11-S VISTO DESDE LA PERSPECTIVA... 125
4. Conclusión
248
126 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
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248
LO RELIGIOSO EN ESCENARIOS DE ESTRÉS SOCIAL. EL 11-S VISTO DESDE LA PERSPECTIVA... 127
1. Debemos señalar que, aunque el núcleo de la propuesta de G. Simmel —impulsada por su amigo el
filósofo Martin Buber—, ya había sido publicada en el año 1906 bajo el título Die Religion, la versión
definitiva —con la que se suele trabajar y que fue traducida al castellano en el año 2012— se corresponde
con la revisión realizada seis años más tarde por el propio autor.
2. Cursiva añadida para enfatizar.
3. Título del primer capítulo de su obra, Simmel, G. (1986A). Sociología. Estudio sobre las formas de sociali-
zación (vol. 1). Madrid: Alianza.
4. Recordemos, elemento sobre el que pivotan todas las contribuciones de este número de la revista.
5. Entrecomillamos ‘configuración social’ porque es la expresión que utiliza G. Simmel en Die Religion para
vincular materia y forma, esto es, para hablar de la socialidad. Literalmente señala: «Religiosidad-configu-
ración social-religión» (2012: 106).
6. Entendiendo sacrificar desde la perspectiva de su significado etimológico, esto es, como ‘hacer sagrado’.
7. Aquí nos parece interesante traer a colación la concepción evolutiva de Merlin Donald (1991; 2012). El
psicólogo canadiense entiende que la aparición de un nuevo estadio no supone la eliminación del inme-
diatamente anterior, sino una reconfiguración más compleja de las posibilidades de acción. Para más in-
formación ver: Donald, Merlin (1991). The Origins of the Modern Mind. Three Stages in the Evolution of
Culture and Cognition. Cambridge: Harvard University Press, y Donald, Merlin (2012), «An Evolutionary
Approach to Culture: Implications for the Study of the Axial Age». En Bellah RN. y Joas, H. (eds.), The
Axial Age and its Consequences. Cambridge: The Belknap of Harvard University Press, pp. 47-76.
248
128 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
248
Las escenografías urbanas de los rascacielos de
Chicago o el dominio de la Naturaleza y de la Historia
desarrollan 1ª) de fines del siglo XIX hasta 1930; 2ª) desde esa fecha hasta 1960; y
3ª), desde entonces hasta la actualidad (Bontanski y Chapiello, 2002: 56 y ss.), y
con los tres períodos culturales esenciales del capitalismo: realismo, modernismo
y posmodernismo (Jameson, 1991: 80-2).1 No es gratuito que el desarrollo de los
rascacielos haya pasado por cuatro fases estético-culturales: la funcional, de fina-
les del siglo XIX; la ecléctica, que llega hasta la Gran Depresión económica norte-
americana de 1929; la moderna, con dos estilos diferentes —modernista o Art
Déco y Estilo Internacional—; y la posmoderrna, desde finales de la década de los
setenta del siglo pasado hasta la actualidad (Huxtable, 1988; Argán, 1998). Como
se constatará en este artículo, pueden conectarse estas fases del rascacielos con las
de la economía, encontrándose una profunda interrelación existente entre am-
bas.
Ahora bien, los rascacielos también son un producto muy imbricado con los
avances tecnológicos y, más concretamente, con los sistemas técnicos y estructu-
rales de repetición y de mutación, que son los que precisamente han permitido la
edificación en gran altura (Cabas, 2011: 205). Siegfried Giedion abunda en ello,
en Espacio, Tiempo y Arquitectura, donde indica que el desarrollo de los rascacie-
los se explica por la confluencia de avances tecnológicos que tuvieron lugar en
Chicago y en Nueva York, sobre todo a principios del siglo XX, y que constituye-
ron el entramado o el marco estructural de acero, el concreto reforzado, el muro
cortina, el elevador o ascensor eléctrico y el teléfono (Cabas, 2011: 205). Así pues,
el rascacielos representa una aclamación de la tecnología constructiva moderna y
del culto al poder tecnológico (Huxtable, 1988: 8).
Por todo ello, puede considerarse este edificio como una síntesis de dos ten-
dencias confluyentes: una tecno-industrial, marcada por la racionalidad econó-
mica, y otra artística, con reducción científica u objetiva de la forma (Roche, 2007:
98). Así pues, los rascacielos son un símbolo del poder del capitalismo contempo-
ráneo y de la propia sociedad en la que se alzan, por cuanto que son los edificios
más destacados, altos y caros y que, consecuentemente, sobresalen en el territorio
urbano, es decir, constituyen los nuevos templos —económicos— de las ciudades
que reemplazan a las viejas edificaciones, simbólica y físicamente centrales de la
sociedad, como son las catedrales, las torres, los castillos o los palacios.
A pesar de que los rascacielos son un invento europeo, su puesta en práctica tuvo
lugar, en primer lugar, en la ciudad de Chicago, tras un incendio que asoló la
ciudad, en 1871, si bien también ayudaron las condiciones del suelo, óptimas para
el desarrollo de este tipo de estructuras (Cabas, 2011: 207). Ese acontecimiento
trágico impulsó a los arquitectos de la Escuela de Chicago a elevar la altura de los
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LAS ESCENOGRAFÍAS URBANAS DE LOS RASCACIELOS DE CHICAGO O EL DOMINIO... 131
En el centro de Chicago se concentran los edificios más antiguos, con una estruc-
tura sólida y que utiliza materiales como la piedra o el acero. Es el caso del Home
Insurance, el primer rascacielos de la historia, de 1885, demolido en 1931 (Dupré,
2004: 15)—, De los primeros edificios sobresale también el Reliance Building, del
arquitecto Daniel H. Burnham, de 1894, con 61 m de altura, con formas ondula-
das y con materiales constructivos como el acero, el cristal y la terracota de la
fachada. Esos dos últimos materiales posibilitan que la estructura de acero se
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132 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
muestre de una manera más grácil y sencilla y que conviertan a este edificio en un
claro precursor del Estilo Internacional (Dupré, 2004: 23). Además, este rascacie-
los está dedicado a oficinas y, al estar separado de la fábrica o del taller, esto con-
lleva erigir en el mismo centro de la ciudad, en Chicago —y más tarde en las
ciudades norteamericanas y de todo el mundo—, un nuevo barrio, más caro, y
especializado en una actividad económica empresarial que desarrolla múltiples
trasiegos e interrelaciones sociales y económicas entre los oficinistas, los ejecuti-
vos y los empresarios y entre estos y el resto de los ciudadanos.
En el centro de la ciudad también se concentran rascacielos antiguos con un
carácter historicista. Así lo ejemplifica, por ejemplo, el Wrigley Building4 (imagen
01), un edificio de dos torres interconectadas por pasarelas, ubicado en el 400-
410 de North Michigan Avenue, en la Magnificent Mile, en el Near North Side,
frente a la Tribune Tower-a la que a continuación me referiré—. Se construyó para
albergar la sede corporativa de la Wrigley Company, dedicada a la goma de mas-
car, y fue diseñado por la firma arquitectónica de Graham, Anderson,
Probst&White, con la forma de la Giralda de la Catedral de Sevilla, combinada
con elementos renacentistas franceses y españoles. En el momento del inicio de
su construcción, en 1920, no existían edificios de oficinas importantes al norte
del Río Chicago, pero a pesar de ello la parcela donde se alzó fue seleccionada por
el magnate William Wrigley Jr para convertirla en la sede de su empresa. El Chica-
go Tribune Tower5 posee también un diseño historicista próximo a la catedral
gótica de Nôtre Dame de Rouan. Acabado en 1925, posee 141 m de altura, se debe
a los arquitectos Hood y Howells y es el resultado de un concurso público que el
periódico convocó para albergar su sede, en 1922, justo al lado del río Michigan.
Por eso, la mayor parte de la torre vertical albergaba oficinas (Dupré, 2004: 31;
Wright, 2008: 18-21).
En esta misma zona se halla la escultura gigante de Pop Art, de Seward John-
son, dedicada a Marilyn Monroe que se alza en la plaza Pioneer (imagen 02). La
obra es de acero inoxidable y aluminio, tiene ocho metros de altura, pesa más de
quince mil kilos de peso y rememora la famosísima escena de la película The
Seven Year Itch, La tentación vive arriba, en la que Marilyn camina sobre una
rejilla del metro de Nueva York, mientras el tren de la línea 6, a su paso, le levanta
su falda al viento y enseña sus piernas. No cabe duda de que esta es una escena
mítica, cargada de erotismo y, si bien en los últimos tiempos la escultura ha sido
muy contestada en Chicago tanto a nivel estético como por no considerar conve-
niente su ubicación en esta ciudad porque la escena de la película a la que remite
ha sido rodada en Nueva York, su popularidad y la atracción turística que ejerce,
así como el específico lugar central donde está, indica que, en Chicago —al igual
que en Nueva York o las Vegas—, el cine y la arquitectura parecen caminar juntos.
Lo cierto es que la escultura a la que me estoy refiriendo, que es de 1955, se rodea
de edificios de principios del siglo XX, conformando ambos momentos tempora-
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LAS ESCENOGRAFÍAS URBANAS DE LOS RASCACIELOS DE CHICAGO O EL DOMINIO... 133
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134 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
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LAS ESCENOGRAFÍAS URBANAS DE LOS RASCACIELOS DE CHICAGO O EL DOMINIO... 135
diáfano cristal de la torre, así como la singular corona, intentan reflejar el modelo
clásico —basa, fuste y capitel—, al tiempo que acentúan la ligereza (Dupré, 2004:
81).
En el camino que estamos haciendo destaca, igualmente, el Aqua
Tower11(imagen 07), un rascacielos de 86 plantas y 262 m de altura, con un uso
mixto residencial, que se alza en la Lakeshore East del dowtown de la ciudad.
Diseñado por un equipo dirigido por la arquitecta Jeanne Gang, esconde bajo
tierra un aparcamiento. La base del edificio de ocho plantas está cubierta por una
terraza con jardines, piscinas, bañeras de hidromasaje y por una pista para correr.
El Aqua fue nombrado rascacielos del año 2009 en el Emporis Skyscraper Award y
fue finalista, en 2010, del premio bienal del International Highrise Award. Fue
diseñado para ser un rascacielos sostenible, puesto que las terrazas maximizan la
protección solar e incluye también la recogida del agua de lluvia y la iluminación
Leed de bajo consumo, sin olvidar que la parte superior de la base de la torre
posee un techo verde.
Al final del recorrido del río se halla la Sears Tower,12 de Skidmore, Owings y
Merrill, de 1974 y 443 m de altura. Durante un tiempo fue la torre más alta del
mundo, no en balde su construcción se inserta en el contexto de la «guerra de la
altura», la tradicional rivalidad entre Chicago y Nueva York, para reafirmar la
ciudad de la producción frente a la de las finanzas y por el deseo de la compañía
de distribución Sears, Roebuck & Company de crear una sede central de acuerdo
con su estatus, para 10.000 empleados y 6.000 residentes. Forma un zigurat asi-
métrico mediante rascacielos de diferentes alturas encajados entre ellos, siguien-
do la idea de «empaquetar» un conjunto de nueve tubos de planta cuadrada. Es-
tos «tubos empaquetados» ofrecen resistencia al viento, lo que se refuerza con
enormes tirantes que mantienen sujetos a estos tubos en cuatro niveles diferen-
tes. De este modo, las fuerzas del viento y las de la gravedad se reparten por todo
el edificio, ya que cada módulo actúa independientemente y absorbe una sola
parte de la tensión. Los materiales empleados para su construcción son el acero, el
aluminio y el cristal oscuro de la fachada, con una apariencia ligera conseguida,
asimismo, a base de una serie de ventanas con marcos de aluminio negro. Ellas se
limpian por medio de un sistema robótico de alta tecnología, la misma que pre-
domina en los 104 ascensores (Terranova, 2003: 100-107; Dupré, 2004: 23; Wrig-
ht, 2008: 62-63).
2. El Lago Michigan
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136 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
ligera de cristal con forma ondulada y aerodinámica que resiste muy bien los
vientos más fuertes y por la que «el vidrio refleja el cielo y el sol (y), es como agua
clara» (Adolf Behene, The Return of Art, 1919). Así pues, podría decirse que re-
presenta un auténtico espejo del cielo y de la luz, pero también de la tierra, pues su
curvada pared de cristal se adentra en una lengua de tierra del interior del Lago
Michigan. Por lo demás, es un edificio multifuncional de viviendas —900 aparta-
mentos— y de oficinas, cuya especial forma trilobulada, de trébol de tres hojas,
revestida de un curtain-wallde cristal reflectante, les proporciona vistas al lago y
favorece el intercambio de aire y la privacidad e introspección, puesto que los
ángulos de 120 grados del edificio hacen prácticamente imposible espiar a los
vecinos. Delante del edificio se ha creado un espacio ajardinado, justo en la ribera
del lago Michigan, que se apoya en un pedestal de tres pisos, mientras que las
azoteas se llenan de plantas. Por todo ello, lleva más allá los límites de la arquitec-
tura moderna, constituyendo un precursor de las líneas curvas y futuristas de los
edificios del siglo XXI (Terranova, 2003: 80-3; Dupré, 2004: 60-61; Wright, 2008:
51).
El John Hancock Center14 (imagen 09), de Skidmore, Owings y Merrill, de 1969,
cuenta con 344 m de altura. Es un edificio multifuncional que consta de 711 vi-
viendas, oficinas, tiendas, sucursal de correos, supermercado, hotel y restaurante-
bar. Su forma es tronco-piramidal, de modo que los pisos disminuyen en tamaño
a media que aumenta la altura, y está vinculada a la imagen de las torres de son-
deos petrolíferos. Presenta una revolucionaria ingeniería estructural, cuya gran
innovación consiste en aumentar los elementos portantes de la fachada y en mos-
trarla estructura. Una estructura que es denominada por los ingenieros «tubo con
tirantes» y que permite que el perímetro y el núcleo del edificio se repartan las
cargas y que la fuerza del viento y la de la gravedad sean soportadas desde el
exterior. Concretamente, este sistema posibilita que se sujete la estructura exte-
rior con enormes tiras de acero en diagonal, formando triángulos. Por otra parte,
la fachada está revestida de aluminio anodizado y de cristal de color bronce. Con
la puesta de sol, las antenas se iluminan y, al ser visibles desde muy lejos, se con-
vierten en una imagen de Chicago. Otra importante característica es que es un
edificio autónomo con respecto al resto de construcciones, como si fuera un ele-
mento en sí mismo. Ello explica que esté proyectado hacia el cielo no hacia la
acera, por lo que no tiene una relación con la calle ni con los otros edificios de la
«Grandiosa Milla» de Chicago. A esto se le une que es tan alto que, quien vive en
él, se halla en un mundo aparte sin tener clara conciencia de las condiciones at-
mosféricas reales que hay «a nivel del suelo» (Terranova, 2003: 84-89; Dupré, 2004:
63; Wright, 2008: 52-54).
Desde la planta 95 se puede acceder al observatorio (llamado 360º Chicago),15
que ofrece vistas panorámicas de la ciudad y de cuatro Estados hasta una distan-
cia de más de 120 kilómetros. Este observatorio posee el único SkyWalk al aire
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LAS ESCENOGRAFÍAS URBANAS DE LOS RASCACIELOS DE CHICAGO O EL DOMINIO... 137
libre de la ciudad, que permite que los visitantes, situados en esta plataforma de
vidrio transparente (imagen 10), puedan sentirse como seres angelicales y eté-
reos, como si sobrevolaran —al igual que las nubes-en el mismo cielo. La contem-
plación del conjunto de la ciudad (imagen 11), formada por cientos de rascacielos
de diferentes alturas y diseño, en realidad sobrecoge y hace pensar en la ingente
cantidad de energía, tiempo y dinero empleado por los seres humanos para edifi-
carse su entorno. Al fondo, como corroborando tan grandiosa hazaña, se hallan
las aguas del lago que se pierden en el horizonte.
248
138 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
A modo de conclusiones
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LAS ESCENOGRAFÍAS URBANAS DE LOS RASCACIELOS DE CHICAGO O EL DOMINIO... 139
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142 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
Bibliografía
248
LAS ESCENOGRAFÍAS URBANAS DE LOS RASCACIELOS DE CHICAGO O EL DOMINIO... 143
01. El Wrigley Building y la Tribune Tower, Rememoran el pasado deseo de una ciudad.
02. Escultura de Marilyn Monroe.
03. Escenografía urbana del Río Chicago. La ciudad que domestica el flujo del cielo.
04. La Trump Tower. La conquista.
05. El Donnelley Building o la Historia como cita.
06. La Marina Tower. La rebeldía contra la caja mecánica del Estilo Internacional.
07. La acuosa piel de la Aqua Tower.
08. La privacidad en la Lake Point Tower.
09. El poder del petróleo en el John Hancock.
10. «Rasgar» el cielo en el Center Observatorio del John Hancock Center.
11. Vista aérea desde el John Hancock Center.
12. Escenografía urbana de la Plaza.
Un urbanismo individualista y competitivo Millenium.
13. El Two Prudential Plaza. Una flecha hacia el cielo.
14. La noche domeñada.
1. F. Jameson parte de la teoría que desarrolla Ernest Mandel, en El Capitalismo tardío (1972: 14 ss), donde
indica que el capitalismo ha conocido tres momentos fundamentales, cada uno de los cuales supone una
expansión didáctica con respecto a la fase anterior: capitalismo mercantil, la fase monopolio o etapa impe-
rialista y la etapa actual, caracterizada por el capital multinacional.
2. Véase, https: //es.scribd.com/doc/133995867/La-Escuela-de-Chicago-y-La-Vanguardia-Americana.
3. De 1857 existe un plan de alcantarillado que intenta conectar el plano de enrejado en el que está organi-
zada la ciudad, es el Plan ShowingSewersLaid. Sin embargo, el más importante plan, ortogonal, es el de
Burham, de 1909, y sirve como modelo de la futura ciudad (Fiol, 2007: 160).
4.Véase,http: //web.archive.org/web/20070928022009/http: //projectchicago.org/database/NNSD/0027/
index.html#TOP
248
144 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
248
Cotidianidad, juego, transcendencia, patrimonio
y mito en la producción del turismo termal:
socialidad de los cuerpos sumergidos1
248
146 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
248
COTIDIANIDAD, JUEGO, TRANSCENDENCIA, PATRIMONIO Y MITO EN LA PRODUCCIÓN... 147
(Mujer, mediana edad): «No voy por ningún motivo de salud. Más que nada por
relajarme, además de que me gusta el sitio dónde están, como algo de relajación más
que nada, cómo una idea de relajación y de estar cómoda».
(Hombre, tercera edad): «Fíjese que la relación que se establece aquí nunca es a tra-
vés del contacto físico, es todo a través de la mirada. Comienza con una mirada
fugaz y verá que a nadie se mira con desprecio».
(Hombre, mediana edad): «Están jugando, están hablando. No la respetan. Se supo-
ne que es un sitio para estar tranquilo, no para hacer ruido. La gente va allí a jugar.
No todo el mundo, pero bueno».
248
COTIDIANIDAD, JUEGO, TRANSCENDENCIA, PATRIMONIO Y MITO EN LA PRODUCCIÓN... 149
centro simbólico en el que las Burgas es el referente para una serie de actuaciones
posteriores y el agua termal el vehículo de la expansión de múltiples acciones
públicas y privadas en el horizonte de una posición en la industria turística.
El concepto de ciudad marca (Iazzetta, 2007: 270) hacia la promoción de des-
tinos turísticos urbanos, en la que se incluye en el paquete la vida urbana de los
residentes, con valores, arte y organización, encaja perfectamente con la constitu-
ción del «Ourense capital termal».
Las termas están desprovistas de toda monumentalidad. Entendida esta como
capacidad de emisión simbólica a través de lo construido con voluntad de ser
referente y referencia en un sentido determinado. Sin ella, las áreas termales apa-
recen como espacios lúdicos y con una clara practicidad, sin querer/poder ser un
producto, al modo de las estaciones termales de gestión privada y con cobro por
la entrada, carecen de los servicios adecuados al valor-precio del mercado turísti-
co y wellness. El espacio de las termas es un espacio aparentemente distanciado
del espacio público, la ciudad. Como señala Sennet (1975), el uso, con menores
puntos de contacto entre las personas, no se relaciona directamente con el consu-
mo de bienes o servicios. No obstante, a nivel de organización y burocracia, las
áreas termales sí toman la dirección turística. En Ourense, se indica claramente
que la configuración termal está orientada al turista, aunque, paradójicamente,
las termas son utilizadas, mayoritariamente, por vecinos y vecinas: lo local.
Uno de sus aciertos, entonces, es que no se trata de un espacio absolutamente
turístico con oferta hotelera y hostelera o productos de consumo, sino que está
fundamentado en una propuesta turística que se acerca a lo natural, entendido
como primigenio. De ahí que encontremos también la idea de continuidad histó-
rica en el aprovechamiento del recurso natural (agua termal) y se entienda la
intervención arquitectónica dentro de una lógica coyuntural para un aprovecha-
miento masivo propio de la sociedad contemporánea. Se acompaña la promoción
del área termal en lo turístico, entre otras acciones, con la feria anual internacio-
nal —escaparate a nivel mundial del termalismo en la provincia— y con el Cam-
pus del agua que organiza anualmente un simposio internacional en base al re-
curso termal.
Lo termal como diferenciación en la visión turística de la ciudad incide no
solamente en la reivindicación de lo local en cuanto a inusual caudal de agua
termal, sino también en la ruptura del modo turístico al convivir con la vecindad.
(Hombre, mediana edad): «Pero claro también tienes que pensar en que si vas a traer
turismo, tienes que pensar en el turista, también, claro. No solo en el turista, porque
¡a ver qué hacen sin nosotros!».
248
150 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
anfitriones e invitados (Smith, 1992). Ambos desposeídos del control sobre las
condiciones del encuentro (nos referimos a la gestión y a la oportunidad de en-
contrarse, al diseño de los espacios y su cuidado, pero también a los permisos de
acceso, etc.). La diferenciación del espejismo «no-producto turístico» se afirma,
también, en la cotidianeidad del intercambio entre vecinos y turistas, en las for-
mas de uso y en la convivencia que se da. Salvo en momentos de sobrecarga en
donde la presión del modo turístico de explotación elimina la concepción local
de uso y disfrute. Sea como fuere, existe un sentimiento de posesión:
(Mujer, mediana edad): «Me parece que la gente de Ourense, sí que las siente como
propias».
En este sentido, nos parece interesante entender la relación del espacio con las
personas que lo usan. Nos referimos a la evidente cristalización de ese tiempo y
espacio vivido por parte de muchas de las personas locales bajo sus roles, que
implican un área, un nudo, una tribu.
Lo cotidiano es lo sensible, lúdico, pasional y se vivencia en la experiencia
termal a través de las sensaciones corporales. Donde las expectativas del orden y
deber se acercan, permitiendo que se destense la representación de eficacia, pro-
ducción, consumo o trabajo, para estar en un espacio/tiempo cargado de sentido
de bienestar y descanso.
Lo tribal son las identidades que se basan en una abigarrada y fragmentada
gama de microcomunidades articuladas en torno a sentimientos y experiencias
conjuntas. De hecho, la experiencia termal da lugar a grupos informales. La prác-
tica reiterada y el encuentro en la terma preferida repercuten en agrupamientos.
Unos nudos de personas en los que la frecuencia del encuentro permite estable-
cer relaciones más duraderas que el mero encuentro efímero e intercambio de
información (Maffesoli, 1990: 18).
(Mujer, mediana edad): «Hay gente que enseguida empieza a hablar, y vamos, que
está deseando entablar una conversación. Yo es que huyo de las conversaciones».
248
COTIDIANIDAD, JUEGO, TRANSCENDENCIA, PATRIMONIO Y MITO EN LA PRODUCCIÓN... 151
El paradigma de la red se puede entender, así, como la reactualización del mito anti-
guo de la comunidad. Mito en el sentido en el que algo que tal vez no haya existido
nunca, actúa, con eficacia, en el imaginario del momento. De ahí la existencia de
estas pequeñas tribus, efímeras en su actualización, pero que no por ello dejan de
crear un estado de espíritu que, por su parte, parece llamado a durar largo tiempo
[Maffesoli, 1990: 257].
El sentido posmoderno de las termas indica que son áreas, no puntos ni lí-
neas, en donde se establece la relación interpersonal y con los objetos. Estas áreas
termales permiten la sensación frío/caliente, dentro/fuera, limpio/sucio, sano/
enfermo.
La persona y la red son así las máscaras de cada persona se ajustan entre sí y a las
máscaras de las otras personas del entorno con-jugando atracciones y repulsiones,
consenso y disenso (que, al fin y al cabo, son dos modos de sentir). Los nudos de la
red no son puntos (individuos) sino áreas (tribus) [Maffesoli, 1990: 18].
En este circundar por la experiencia termal nos damos cuenta que estamos tra-
tando de una grupalidad difusa, en el sentido de que las termas proporcionan, en
determinados casos, agrupaciones débiles operadas de forma conductual o que
conectan situacionalmente lo micro y lo macro (Granovetter, 2000).
Si tomamos el imaginario como un ensueño que ha sido doblegado por la
realidad productiva (Carretero, 2003: 201), en el caso termal se podría indicar
cómo el sueño de pertenencia en la historia y lo local se ve asfixiado por la proli-
feración turística, pero también por el uso tan diverso para personas/colectivos,
también diversos; lo que hace complicado la identificación entre personas y lugar.
La distancia se recorta, en la medida que se ajusta la asistencia y frecuencia hora-
ria. Las personas usuarias van mayoritariamente a una terma y no a otra, salvo
unas usuarias líquidas que deleitan y dedican su práctica al estado de su propia
cotidianeidad/individualidad que discurre de una terma a otra en sintonía con
sus múltiples concordancias.
La posmodernidad aparece en las áreas termales, por un lado, en la narrativa
248
152 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
Al igual que ocurre con los dioses lares, causa y efecto de la reunión familiar, lo
divino de que se trata aquí permite en las inhumanas y frías metrópolis recrear ce-
náculos en los que se está caliente y espacio de socialidad. El desarrollo vertiginoso
de las grandes metrópolis (megalópolis sería la palabra justa) que nos anuncian los
demógrafos no puede sino favorecer esta creación de «aldeas en la ciudad» [Maffe-
soli, 1990: 88].
El área cálida, que logra escaparse a la ferocidad de la ciudad, puede ser asu-
mida, en toda su luminosidad, de una forma no necesariamente consciente. De
manera que se despliega toda la historia como instituida y lo posible como insti-
tuyente. «No se trata ya de la historia que yo construyo contractualmente asocia-
do con otros individuos racionales, sino de un mito en el que participo» (Maffe-
soli, 1990: 35). Por este motivo, esta «realización social, que puede ser imperfecta,
e incluso puntual, pero que no por ello deja de expresar la cristalización particu-
lar de sentimientos comunes» (Maffesoli, 1990: 45), permite hablar de «un tiem-
po que se cristaliza».
En este sentido, hemos promovido la indagación sobre lo inconsciente tras-
cendente, desde lo que, en muchas ocasiones, se impulsa lo cotidiano.
248
COTIDIANIDAD, JUEGO, TRANSCENDENCIA, PATRIMONIO Y MITO EN LA PRODUCCIÓN... 153
(Hombre, tercera edad): «Es un encuentro con la verdad de una iniciación perdida.
Básicamente es eso. Esto representa un centro que en su día fue ceremonial en el que
se conservaba, se mezclaba la tradición el saber y la fe, a través de esa amalgama se
fue tejiendo un conjunto de mitos, leyendas y tradiciones a las que los propios bue-
nos resultados del entorno favorecían».
(Hombre, tercera edad): «A estas personas las une, no tanto la ciencia como el dolor
y el dolor es un lazo tan fuerte como el amor. Nosotros rehuimos al dolor porque no
lo conocemos, pero puede ser un trampolín para alcanzar estados de conciencia
alterados exactamente igual que el misticismo a través del amor. [...] y aquí como se
comunica, el gran vehículo es el dolor, lo que les une no es el agua, es el dolor, todos
saben que sufren y ese sufrimiento es lo que los une».
(Hombre, mediana edad): «Hombre la verdad es que me viene bien tanto para la
espalda como para la musculatura ¿Sabes? Por los problemas físicos que tengo me
viene genial».
(Hombre, tercera edad): «Estás personas las vemos deterioradas, yo mismo estoy
deteriorado, están envejeciendo. Fíjese, en ninguno de ellos, si ahora los abriese, ve-
ría las almas jóvenes. [...] Es como si a usted se le hubiese estropeado su traje, pero el
forro, la esencia quedase perfecta siempre. Vemos que esto es sepultura, en el sentido
de que nosotros hemos perdido el sentido etimológico de la religión (religare) vol-
ver a unir, si volvemos a unir es que en un momento dado estuvo roto. La pregunta
es: ¿qué se rompió? Y ¿por qué? Y, sobre todo: ¿dónde y quién?».
Epílogo
Bibliografía
248
COTIDIANIDAD, JUEGO, TRANSCENDENCIA, PATRIMONIO Y MITO EN LA PRODUCCIÓN... 155
248
Socialidades emergentes en los imaginarios urbano-
tecnológicos de la sustentatibilidad
PAULA VERA
CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS
(CONICET) / CENTRO DE ESTUDIOS CULTURALES URBANOS (CECUR) /
UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
La ciudad y la vida urbana han cobrado un notable interés en los debates actuales
de diversas disciplinas. Al mismo tiempo, se multiplican exponencialmente las
adjetivaciones que pretenden englobar y dar cuenta de algo que parece escapar a
la posibilidad de ser nombrado. Ciudad global, digital, inteligente, innovadora,
creativa y sustentable, son solo algunas muestras de la necesidad de comprender
y orientar la vida en las ciudades contemporáneas.
La articulación ciudad-tecnologías se aceleró y diversificó desde la revolución
industrial y la matriz de significaciones contenida en la modernidad occidental
pareció sellar esa composición delineando nuevas expresiones de los cuerpos in-
dividuales, las subjetividades, los modos de vida urbana y las formas que fueron
adquiriendo los vínculos sociales (Engels, 1844; Simmel, 1902; Benjamin, 2005;
Mumford, 1945; Jacobs, 1961; Sennett, 1997). El imaginario moderno se compu-
so, principalmente, por las ideas y valores dominantes concedidos a la racionali-
dad instrumental, el optimismo tecnológico, el progreso y el futuro. Estas signifi-
caciones se extendieron otorgando y transformando las formas y las imaginerías
sobre la ciudad.
El paso del capitalismo industrial al capitalismo posfordista o flexible (Harvey,
1990; Lash, Urry, 1997) produjo una eclosión económica, social y cultural avivada
por la renovación tecnológica digital que se asentó sobre los sustratos de sentido
modernos (Vera, 2014). Paralelamente, se evidenció un auge en el ya progresivo
proceso de urbanización a escala mundial que adquirió nuevas particularidades.
Ascher (2007) la denominó la tercera revolución urbana moderna y según su pers-
pectiva en ella se agudizan las características de las sociedades modernas: la indivi-
dualización que repercute en sociedades cada vez más separadas donde predomi-
na la lógica individual por sobre las colectivas, la racionalización que pondera la
razón por sobre la tradición y tiene como consecuencia cierto desencantamiento
del mundo y, por último, la diferenciación social que conduce a una mayor comple-
jización de las sociedades cada vez más atomizadas, diversas y desiguales.
248
158 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
248
SOCIALIDADES EMERGENTES EN LOS IMAGINARIOS URBANO-TECNOLÓGICOS... 159
248
160 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
Socialidades representadas
248
SOCIALIDADES EMERGENTES EN LOS IMAGINARIOS URBANO-TECNOLÓGICOS... 161
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162 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
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SOCIALIDADES EMERGENTES EN LOS IMAGINARIOS URBANO-TECNOLÓGICOS... 163
rando la «propia» comunidad en las redes sociales. Estas redes operan, en ocasio-
nes, como placebo a esa soledad del Spleen de Baudelaire, y como artificio en la
medida en que nos mostramos como individuos hipersocializados por estar «aten-
diendo» permanentemente las interacciones virtuales.
Sin embargo, también podemos apreciar prácticas de socialización encarna-
das en otras apropiaciones de los espacios públicos vinculados a la idea de susten-
tabilidad. Nos referimos a las huertas comunitarias gestionadas en espacios pú-
blicos o urbanos abandonados, experiencias que se van extendiendo alrededor
del mundo. Aquí la idea de paisaje deja lugar a una racionalidad productivista y
ecologista donde lo sustentable y lo saludable se entrecruzan. Tanto en terrenos
habilitados por el poder estatal, o apropiados por los ciudadanos, es posible en-
contrar procesos de organización colectiva en torno a saberes, prácticas de pro-
ducción y consumo que van a contrapelo de las dominantes por el mercado. En
estas instancias se hacen visibles socialidades firmes orientadas al objetivo co-
mún de hacer del espacio público un lugar productivo de lo natural, lo ecológico
y la gestión colectiva y muchas veces esquiva de la normativa estatal.
Vemos, entonces, que el imaginario urbano tecnológico relacionado con lo
sustentable desplegado en el espacio público posee diversas manifestaciones y
todas, en su respectiva medida, están atravesadas por la idea de lo sustentable
respecto a la relación de la sociedad con la naturaleza, y de lo saludable en cuanto
a la vinculación de los cuerpos individuales con el entorno natural/artificial ur-
bano.
248
164 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
248
SOCIALIDADES EMERGENTES EN LOS IMAGINARIOS URBANO-TECNOLÓGICOS... 165
AQUÍ TABLA:
Rasgos predominantes de los Imaginarios Urbano Tecnológicos de la Sustentabilidad
Fuente: Elaboración propia.
248
166 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
248
SOCIALIDADES EMERGENTES EN LOS IMAGINARIOS URBANO-TECNOLÓGICOS... 167
Bibliografía
248
Trauma social: destrucción de la sociabilidad y
ruptura de la memoria en la transmisión generacional
248
170 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
que estas se asocian a actividades reales sociables de los actores sociales, que se
mantienen o no como realidad en la vida social, según los casos. A partir de aquí
será importante establecer nuevos lazos de sociabilidad grupal para intercambiar,
y recomponer, recuerdos: viajar, conversar y vivir en/con otras memorias, para
recuperar la propia memoria. En este contexto, me referiré al final a la relación
entre la sociabilidad y la modernidad avanzada.
Este concepto de «trauma social» se distingue así claramente de otras aporta-
ciones sociológicas (principalmente en Alexander (2004), y se inscribe en la evo-
lución de mi trabajo anterior sobre la sociabilidad y la trasmisión de las tradicio-
nes grupales. Los datos que informan este concepto se encuentran en un estudio
empírico en curso.
1. La «cosa» se diferencia del «objeto» en que aquella mantiene y hace presente la globalidad del mundo
existencial que habitamos, pues reunimos, aproximamos, en nuestra actividad de hacer, y transmitir la
cosa, las dimensiones que lo componen: la social, la natural (cielo, tierra), y la simbólica (La Cuaternidad
del Mundo en Heidegger). La cosa aproxima las particularidades del mundo y del sujeto en su transmisión.
248
TRAUMA SOCIAL: DESTRUCCIÓN DE LA SOCIABILIDAD Y RUPTURA DE LA MEMORIA... 171
248
172 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
analizar el modo en que ese contenido ‘pasa de mano a mano’, el cómo es transmi-
tido y efectivamente reproducido. Karl Mannheim, en su Sociología de la Cultura,
insistió en el hecho de que la parte axiomática, fundamental, de la sociología de la
cultura debía ocuparse de la trasmisión de las tradiciones, apuntando al uso de
los conceptos básicos de la sociología de Simmel para observar el modo en que
las tradiciones tenían continuidad, discontinuidad, sufrían regresión, etc. Señala,
por ejemplo, que para que una tradición tenga continuidad es necesaria la comu-
nicación y la proximidad de contactos en el grupo. En algunos de sus trabajos,
como aquellos relacionados con los intelectuales y las generaciones, se refiere
también a ámbitos caracterizados por intensas relaciones sociales, como las que
se producían en los salones y lugares de tertulias en el siglo XVIII en Europa. En la
línea de estos autores, en mi trabajo anterior señalo en particular que la sociabili-
dad constituye la base de los mecanismos de trasmisión de la tradición entre las
generaciones (Costa, 2007a: 276-279, 250-260).
Entiendo la sociabilidad como una realidad experiencial construida en el
mundo, una entre otras múltiples realidades (Schütz), que es expresión de un
impulso que aproxima y vincula a los seres humanos entre sí, y con el mundo
existencial donde habitan (Cuaternidad del Mundo). Con anterioridad (Costa,
2007b) me he referido a este impulso en relación con la pulsión de vida (Eros en
Freud), y lo he asociado al Dioniso griego de Nietzsche. Para comprender el cons-
tructo mundano de la sociabilidad hemos de salir de la oposición entre lo a priori
y la experiencia, para entender que no hay dos niveles ontológicos de realidad,
distintos, sino que todo pertenece al orden factual, de experiencia, existencial
mundano. Por otra parte, hay que cuestionar otras definiciones de la sociabilidad,
entendida como «forma», que presuponen aún el neokantismo. El planteamiento
de Simmel (1971) es una buena fuente de inspiración, que he intentado sacar de
estos estrechos presupuestos epistemológicos, para hacer una reinterpretación que
sitúe la sociabilidad en el contexto mundano de la hermenéutica. La sociabilidad
no es simplemente una forma pura de asociación que permite explicar algunas
formas de relación entre los humanos en sociedad. La sociabilidad es una reali-
dad especial, una configuración mundana construida, donde se aproximan, y ar-
ticulan, lo social, lo natural y los universos simbólicos.
Simmel (1971) identificó una forma sociológica especial, que correspondía a
las del arte y del juego, y la llamó sociabilidad:
Dentro de esta constelación llamada sociedad, o fuera de ella, se desarrolla una es-
tructura sociológica especial que corresponde a las del arte y del juego, las cuales
toman su forma de estas realidades, pero que sin embargo dejan su realidad tras de
sí [1971: 128].
248
TRAUMA SOCIAL: DESTRUCCIÓN DE LA SOCIABILIDAD Y RUPTURA DE LA MEMORIA... 173
Por encima, y más allá, de su contenido especial, todas estas asociaciones están acom-
pañadas por un sentimiento para, y por una satisfacción en, el propio hecho de que
uno está asociado con los otros y que la soledad del individuo se resuelve en la vin-
culación, en la unión con los otros [Simmel, 1971: 128].
248
174 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
más de una entelequia, existen afectaciones orgánicas, y del orden del inconscien-
te, en las generaciones sometidas, que no pueden ejercer la comunicación ni el
desarrollo de entelequias alternativas. Incluso se produce el daño y la muerte. De
este modo, incluiremos la idea de conexión generacional, y entelequias ideales, de
Mannheim, pero entenderemos la trasmisión generacional de un modo que atienda
tanto la realidad corporal como la estratificación de los distintos niveles de la
personalidad.
La palabra trauma viene del griego traàma, «herida». La Real Academia Españo-
la enumera tres significados: 1) Choque emocional que produce un daño durade-
ro en el inconsciente; 2) Emoción o impresión negativa, fuerte y duradera; 3) Le-
sión duradera producida por un agente mecánico, generalmente externo. Como
observamos, las significaciones del trauma se sitúan en el ámbito de lo psicológi-
co y de lo corporal, asociándose normalmente a un sujeto, que recibe, un impacto
o golpe de algo, o de alguien en una situación social. El origen individual de un
trauma en un contexto social ya existe en Freud. Nos proponemos aquí generar
una definición sociológica del trauma, que explique lo que sería un «trauma so-
cial» para un grupo. Si ampliáramos la definición a la dimensión sociológica po-
dríamos decir que: El «trauma social» es una herida fuerte que produce un daño
duradero para el grupo, poniendo en cuestión la trasmisión de sus tradiciones
vivas a través de las generaciones. Se amenaza así la vida o vitalidad de sus miem-
bros, rompiendo las estructuras de sociabilidad en que se basa la transmisión
generacional, lo cual dificulta sostener los ideales grupales, su memoria colectiva
e identidad social». Se produce una «herida», un «desmembramiento histórico»,
del grupo, al romperse la transmisión entre las generaciones, culminando el trau-
ma social en miedo, silencio, olvido y falta de contactos entre los miembros. Es
importante deslindar este tipo de trauma social de las catástrofes naturales que
pueden producir también un trauma social limitado en el tiempo, pero en estos
casos se produce una reacción de solidaridad social. Aquí nos interesa el tipo
específico de trauma social generado por la violencia humana, propiamente so-
cial. De este modo los agentes causales violentos, los perpetradores, de un trauma
social forman parte de otros grupos sociales, generadores de instituciones y tra-
diciones propias.
Dado que las estructura de la sociabilidad, ejes de la transmisión a través de
las generaciones, se basan en la interacción social, cabe añadir aquí también el
aspecto biológico corporal, y el psicológico, del trauma individual, como parte del
trauma social. Es decir, que el trauma social puede incluir multitud de traumas
individuales, físicos y psíquicos, como parte de su constitución. Así, en una es-
248
TRAUMA SOCIAL: DESTRUCCIÓN DE LA SOCIABILIDAD Y RUPTURA DE LA MEMORIA... 175
trategia genocida, por ejemplo, el uso del asesinato o de la humillación causa trau-
mas individuales que sirven para componer el fuerte golpe social, necesario para
causar globalmente la herida histórica, el trauma social, por un grupo perpetra-
dor (Costa, 2017). El terror incluye un elemento de imprevisión, sorpresa y arbi-
trariedad que paraliza y resta capacidades de reacción. Al valerse de medios vio-
lentos que alteran inesperadamente las pautas tácitas de la vida cotidiana, crea
una situación abierta en lo social, donde se percibe inestabilidad y peligro. A par-
tir de aquí se abre un largo horizonte para el miedo: se va haciendo el mapa del
miedo, en situaciones y contextos ya conocidos, creando «nuevos hábitos» exigi-
dos, nuevo saber tácito necesario para sobrevivir. El miedo se multiplica a partir
del fuerte golpe de terror, que abre la primera gran brecha. El terror es social;
tiene violencia de horizonte amplio: rompe, y altera inesperadamente, la vida co-
tidiana para todo el grupo; pero el miedo es la subjetivación, particularización e
individualización tras el terror, en los nuevos contextos sociales que van generan-
do los perpetradores. El miedo, y la necesidad de supervivencia, ajustan las con-
ductas a estos nuevos patrones. De aquí que el silencio sea necesario para sobre-
vivir a las personas particulares. Paradójicamente, lo que protege a uno, dificulta a
todos: el silencio se ocupa también de impedir la transmisión: se cancelan activi-
dades de la estructura de sociabilidad anterior, y se compromete la supervivencia
del grupo. Los miembros del grupo se «olvidan» poco a poco de sí mismos como
pertenecientes al grupo.
Los perpetradores elaboran y lanzan provocaciones para crear situaciones
calculadas, donde puedan hacer prevalecer, por manipulación, una interpreta-
ción favorable, y así poder legitimarse falsamente como víctimas. De este modo
presentan como legítima su propia violencia, que causa el trauma social, permi-
tiéndose, según sus intereses, la apropiación y/o destrucción de las cosas y de la
vida. Justifican el uso del terror, y se instituye un orden nuevo basado en el miedo.
La institucionalización, y creación de nuevas tradiciones, por parte de los perpe-
tradores crea una realidad social nueva sustitutiva, fundamentada en la manipu-
lación, que perpetua el miedo y el silencio, deteriorando la sociabilidad. Esta si-
tuación puede ser insostenible, pero también útil, para algunas personas, que cam-
bian de ideología o de modo de presentarse por interés y/o se identifican por
miedo. Aumentan los cómplices, unos se adaptan para sobrevivir, y otros resisten
mejor o peor, luchan por mantener la dignidad, de diversas formas. Si el silencio
continúa, las terceras y cuartas generaciones, con una herencia desconocida, vi-
ven, sin saberlo a veces, la muerte de la transmisión.
Dada la imposibilidad de abordar aquí pormenorizadamente cada aspecto de
la sociabilidad, expuesto anteriormente, en relación con el trauma social, me cen-
traré exclusivamente en la familia como agente principal de la sociabilidad y de la
transmisión. Coincido con Valverde (2014: 77-79) y Miñarro y Morandi (2012)
en el valor de la clasificación pionera de Abraham y Torok para nuestro caso. La
248
176 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
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TRAUMA SOCIAL: DESTRUCCIÓN DE LA SOCIABILIDAD Y RUPTURA DE LA MEMORIA... 177
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TRAUMA SOCIAL: DESTRUCCIÓN DE LA SOCIABILIDAD Y RUPTURA DE LA MEMORIA... 179
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180 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
Bibliografía
248
Repensando la identidad chilena a partir
de la reciente inmigración latinoamericana:
los colombianos en Santiago y el desafío
de la interculturalidad
Son múltiples los ensayos y obras literarias que desde el s. XIX se han cuestionado
por las características del ser chileno. Se ha escrito sobre el alma, idiosincrasia,
genio del pueblo, ethos cultural y carácter de los chilenos, sin poner en duda la
unidad nacional. Durante el s. XX y XXI se ha pasado desde descripciones más
impresionistas y artísticas, a textos más sociológicos, antropológicos e históricos,
como los de Jorge Larraín, Sonia Montecino, Bernardo Subercaseaux y Alfredo
Jocelyn Holt, entre otros. La poesía de Nicanor Parra y Elicura Chihuailaf son
buenos ejemplos de los primeros, expresiones más intuitivas quizá, más subjeti-
vas. Parra, Nicanor, puso en el tapete una de las características chilenas con que
coincide Subercaseaux (2000), desafiando a los más tradicionalistas: «Creemos
ser país y la verdad es que somos apenas paisaje» (2011), sostuvo el poeta, esto es,
la identidad chilena tendría poco peso, sería culturalmente más laxa que densa,
más receptiva que propositiva, vaga, leve. Quizá producto de que se considera que
históricamente fue primero una nación política, un Estado, más que una nación
cultural, como muestra Jocelyn Holt (1999) a partir del s. XIX, en que el Estado se
ocupó de crear y expandir símbolos intentando construir la imagen de una na-
ción cohesionada.
Pese a este provocador verso de Parra, sabemos que los individuos —chilenos
incluidos— están/estamos marcados por el vacío, el vacío de sentido, falta que es
ontológica y por lo tanto irreducible pero a la vez insoportable, por lo que el vacío
llama al significado, nos impulsa a llenarlo con sentidos concretos, con pertenen-
cias, con símbolos y prácticas. Y así como se busca darle un sentido a las vidas
particulares, individualizadas, también se intenta participar en proyectos colecti-
vos, grupales y de país con el fin de encontrar una identidad compartida, siguien-
do la idea de Kymlicka:
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182 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
La pertenencia cultural tiene un “alto perfil social”, puesto que afecta la forma en que
los demás nos perciben y nos responden, lo que a su vez modela nuestra identidad
[Kymlicka, 2010: 128].
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REPENSANDO LA IDENTIDAD CHILENA A PARTIR DE LA RECIENTE INMIGRACIÓN... 183
Como plantea Z. Bauman (2004) vivimos en una sociedad en la cual han ido
desapareciendo las seguridades, hay una fragilidad de los vínculos humanos, lo
cual hace que con mayor fuerza surja la búsqueda de refugio, identidad y grupos
o comunidades a las cuales pertenecer. Somos una sociedad colmada de descon-
fianzas entre nosotros, no solo con los distintos otros. Desconfianzas que se de-
ben, en parte, a que desde la infancia se enseña a pensar en la diferencia como un
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REPENSANDO LA IDENTIDAD CHILENA A PARTIR DE LA RECIENTE INMIGRACIÓN... 185
encuentros en la escuela, pero también en las fiestas, religiosas y no, santas y pe-
cadoras. Es en las fronteras donde se inician estos «enredos», estas misteriosas
mezcolanzas, en los confines externos, nacionales, pero también en los internos,
en el Bío Bío para la frontera chileno/mapuche, en la zona valdiviana para la fron-
tera chileno/patagónica, desde donde todavía dicen «voy a Chile» (Rodríguez,
Gissi y Medina, 2015). Y como no, en los intersticios urbanos, como lo sigue sien-
do el Mapocho y la Chimba, en Santiago, en el sector de la Vega y el mercado Tirso
de Molina, donde todos los días se encuentran chilenos y peruanos, colombianos
y haitianos, dominicanos y bolivianos, así como en otros barrios de las comunas
de Santiago Centro, Estación Central, Recoleta e Independencia, entre tantas otras.
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186 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
tiene buena acogida con el colombiano, como comenta Diego: «la recepción fue
maravillosa, tuve cero drama la verdad». Se repite constantemente en las entrevis-
tas cómo muchos incluso prefieren las amistades con chilenos que con sus con-
nacionales: «mi gente es más chilena que colombiana» (Diana). Este tipo de co-
mentarios muestra cómo la mayoría ha logrado un buen nivel de integración
social (de acuerdo a sus expectativas) que es transversal por género, pero con
diferencias según «raza» y estrato social (Gissi y Ghio, 2017). Por lo tanto es posi-
ble sostener que respecto a la población colombiana en Santiago, la formación de
enclaves o segregación es poco probable, lo que sí se percibe en otros colectivos
como los peruanos o bolivianos (Garcés, 2007; Torres e Hidalgo, 2009).
La acogida se vuelve un mecanismo clave en el proceso de integración, si-
guiendo el segundo nivel de integración planteado por Aliaga, en cuanto esque-
ma comprensivo a través del cual se abre un nuevo plano de socialización, en el
cual.
Esto genera una transformación de las subjetividades, que en este caso se tra-
duce en relaciones sociales positivas de acogida, impulsándose así la integración
intercultural.
El colombiano pareciera valorar positivamente las relaciones interpersonales
con chilenos, tanto en el trabajo, como amistades e incluso como parejas, valora-
ción que se extiende desde los chilenos a los colombianos:
[...] siempre voy a juntarme con amigos chilenos, he trabajado mucho con chilenos,
y las costumbres... sus carretes, las fiestas, el dieciocho igual participo en los asados
de amigos chilenos, igual también lo hago porque me gusta lo chileno y a ellos les
gusta que uno mezcle lo colombiano con lo chileno, eso de participar en las activida-
des chilenas yo las disfruto [Yordan].
[...] algo que identifica al chileno, como para acercarse a sus raíces, a su forma, a su
gente, socializar con la gente, es un asado yo creo que es la ocasión perfecta para
conocer a un chileno [...] como que se sueltan más, y son como más expresivos, la
gente se vuelve más expresiva».
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188 REPENSAR LA SOCIALIDAD EN LA MODERNIDAD AVANZADA. ILUSTRACIONES
[...] eso que no se preocupa por ningún tipo de finalidad, de utilidad, de “practici-
dad”, o de eso que se suele llamar “realidades”; pero sería al mismo tiempo eso que
estiliza la existencia, poniendo de relieve su característica esencial [Maffesoli, 1990:
150].
[...] la religancia propiamente como tal es más importante que los elementos que se
religan. Lo que va a prevalecer es menos el objetivo a alcanzar que el hecho de estar
juntos [Maffesoli, 1990: 158].
En primer lugar, aunque la mayoría comenta que extraña ciertas comidas típi-
cas colombianas, muchos relatan una gran apreciación por la comida chilena, y
ven a través de esta una pertenencia al colectivo, como explica Cheryl: «el pastel
de choclo es lo mejor que han inventado los chilenos, [...] sí, estoy totalmente
integrada, totalmente integrada a la cultura chilena, me gusta Chile». La celebra-
ción de las fiestas patrias chilena fue comentado por muchos de los entrevistados
como la «forma perfecta de conocer a un chileno» (Vanessa), porque en ella se
expresa «la chilenidad en familia», ya sea vistiendo a los niños de huasos y huasas
(Anita) o disfrutando de las fondas (Edgar). Varios entrevistados comentan que
disfrutan de bailar cueca, incluso haciéndolo de forma regular ya que les permite
acercarse a la idiosincrasia de los chilenos (Andrés). Por otra parte, la práctica del
baile es reconocida como una oportunidad para expresar y valorar su identidad,
como explica Daniel respecto a porqué baila cueca: «Mira a mí me pasa que por
ejemplo eso de bailar, es como algo típico de la celebración colombiana, lo sigo
haciendo».
[...] hay que reconocer que para los periodistas no siempre es fácil construir una
alteridad exenta de connotaciones negativas, ya que, generalmente, lo que hacen es
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[...] yo hay veces atiendo y les digo a los hombres «hola mi amor, ¿desean almorzar?»
y me dicen ellas «él no es amor suyo, él es amor mío» y oye que nosotros en Colom-
bia le decimos mi amor. Además varias colombianas coinciden en que el hombre
chileno es mentiroso, especialmente cuando las intentan seducir: ellos le dicen que
tienen casa, que tienen finca, que tienen esto, yo como vengo de un país más... que ya
conozco la mentira, entonces yo no los pesco [Marta].
Me gusta mucho la independencia que manejan acá, un tanto igual para la mujer
como el hombre. O sea las mujeres acá no dependen tanto del hombre como para
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REPENSANDO LA IDENTIDAD CHILENA A PARTIR DE LA RECIENTE INMIGRACIÓN... 191
salir, para vivir, ellas tienen sus propias cosas, tienen su auto, tienen su departamento
y todo con el sudor de su frente [Jaime].
[...] los hombres son más comprometidos con sus hijos, en Colombia son más irres-
ponsables, aquí uno ve por ejemplo un papá que se queda todas las noches cuidando
a sus niños en el hospital, aquí los papás se pelean por la custodia de sus hijos, en
Colombia si no se sabe mejor, los hombres uno acá los ve que hacen el mercado, que
cocinan, la mayoría de hombres cocinan, no, no, no, en Colombia no es así, porque la
mujer es la que atiende al hombre».
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Bibliografía
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COLABORADORES
Felipe Andrés Aliaga Sáez. Licenciado en Sociología por la Universidad de Concepción. Doc-
tor en Sociología por la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Investigador Postdoc-
toral en el Instituto de Migraciones de la Universidad de Granada (España). Profesor a tiem-
po completo de la Facultad de Sociología de la USTA (Colombia). Coordinador general de la
Red Iberoamericana de Investigación en Imaginarios y Representaciones (RIIR). Editor de
los libros: Cultura y migraciones: enfoques multidisciplinarios (USC, 2013), Diálogos sobre
juventud en Iberoamérica (USC, 2015) y Migraciones internacionales. Alteridad y procesos
sociopolíticos (USTA, 2017). Investigador principal del proyecto: Imaginarios del retorno a
Colombia postconflicto. Posibles escenarios a partir del discurso de refugiados colombianos en
Ecuador y en las políticas para el retorno (FODEIN 2016). Sus principales líneas de investiga-
ción son las metodologías cualitativas, los imaginarios sociales y las migraciones internacio-
nales.
Manuel Antonio Baeza Rodríguez. Sociólogo. Doctor por la Universidad de La Sorbonne
Nouvelle (Paris III). Profesor Titular de Sociología en la Universidad de Concepción (Chile).
Miembro de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile.
Director del Departamento de Sociología de la Universidad de Concepción. Co-fundador
del Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios Sociales (GCEIS). Miembro del colec-
tivo fundador de la Red Iberoamericana de Investigación en Imaginarios y Representaciones
(RIIR). Investigador en numerosos proyectos del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y
Tecnológico (FONDECYT). Autor de los libros: Los caminos invisibles de la realidad social
(RiL, 2002), Imaginarios sociales (Universidad de Concepción, 2003), Mundo real, mundo
imaginario social (RIL, 2008), Hacer mundo (RIL, 2015), además de múltiples artículos cien-
tíficos y capítulos de libros.
José Ángel Bergua Amores. Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.
Presidente de la Asociación Aragonesa de Sociología. Investigador Principal del Grupo de
Estudios sobre la Sociedad del Riesgo. Profesor Titular de Sociología en la Facultad de Eco-
nomía y Empresa en la Universidad de Zaragoza. Ha investigado sobre distintos conflictos
medioambientales, la juventud, la creatividad, la moda, la política y distintas cuestiones teó-
ricas y metodológicas relacionadas con lo social instituyente, como son el desorden, lo ima-
ginario, lo sagrado, las anamnesis, etc. Es autor de, entre otros libros, La gente contra la socie-
dad (Mira, 2002), Patologías de la modernidad (Nobel, 2005), Lo social instituyente (Prensas
Universitarias de Zaragoza, 2007), Estilos de la investigación social (Prensas Universitarias de
Zaragoza, 2011), Anarquías (Lumen, 2013), Pospolítica (Biblioteca Nueva, 2015) y Sociosofía
(Anthropos, 2017).
Fátima Braña Rey. Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complu-
tense de Madrid. Doctora europea en el programa de Antropología Aplicada de la Universi-
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196 COLABORADORES
248
COLABORADORES 197
ciología del Conocimiento y de la Cultura, así como en Teoría Sociológica. Su línea de inves-
tigación principal aporta un concepto específico de sociabilidad, como fundamento de los
procesos de transmisión social y cultural. En este sentido, fue invitado a participar en el libro
Tradition. An International Discussion. Actualmente investiga la manipulación y destrucción
de la sociabilidad, en asociación con el olvido y la ruptura de la transmisión generacional.
Javier Diz Casal. Investigador en la Universidad de Vigo. Licenciado en Psicología con la espe-
cialización clínica en la Universidad Pontificia de Salamanca (UPS). Máster en psicología
clínica, psicopatología y psicoterapia por la UPS. Máster en psicogerontología y psicogeria-
tría por la UPS. Máster en Investigación Psicosocioeducativa con Adolescentes en Contextos
Escolares por la Universidad de Vigo. Doctor por la Universidad de Vigo con una tesis titu-
lada: Imaginarios sociales de la emigración en una comunidad tutelada de niños, niñas y jóve-
nes tetuaníes. Docente en el Programa para Mayores de la Universidad de Vigo. Ha publicado
diferentes trabajos en revistas académicas, colaborado en obras colectivas, así como partici-
pado en mesas redondas y seminarios en torno a temáticas ligadas a imaginarios sociales,
menores en contexto de riesgo y emigración.
Joaquín Esteban Ortega. Doctor en Filosofía por la Universidad de Salamanca. Profesor titu-
lar en la Universidad Europea Miguel de Cervantes de Valladolid, donde su docencia se
vincula con el Pensamiento Contemporáneo y la Sociología. Coordinador del Seminario de
Sociedad y Cultura Contemporáneas (SEMSOCU) en la Universidad Europea Miguel de
Cervantes de Valladolid, donde su docencia se vincula con el Pensamiento Contemporáneo
y la Sociología. La orientación de su trabajo mantiene el hilo conductor de la hermenéutica
en campos como la educación, el arte contemporáneo y la cultura. De entre sus trabajos,
artículos y capítulos de libros, cabría destacar: Lledó: Una filosofía de la memoria (Salaman-
ca, 1997); Memoria, hermenéutica y educación (Madrid, 2002); Universidades reflexivas. Una
perspectiva filosófica (Barcelona, 2005). Como editor ha coordinado Estudios Filosóficos (1952-
2002). Una perspectiva de la filosofía en España en los últimos 50 años (Valladolid, 2002);
Filosofía de la Educación (Valladolid, 2006); Cultura, hermenéutica y educación (Valladolid,
2008); La hermenéutica analógica en España (Valladolid, 2008); con SÁNCHEZ CAPDE-
QUÍ, C. (Coords.) La sociedad líquida (Valladolid, 2009); Cultura contemporánea y pensa-
miento trágico (Valladolid, 2009); Arte, literatura y contingencia. Pensar la educación de otra
manera (Valladolid, 2009).
Francisco Javier Gallego Dueñas. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de
Granada (Sección Historia Medieval). Licenciado y Doctor en Sociología por la Universidad
Nacional de Educación a Distancia. Profesor del IES Arroyo Hondo. Miembro del Grupo de
Investigación Comunicación y Ciudadanía Digital de la Universidad de Cádiz. Participa en
el proyecto de I+D «Evaluación y monitorización de la Comunicación para el Desarrollo y el
Cambio Social en España: diseño de indicadores para la medición de su impacto social»
(CSO2014-52005-R), cuyo IP es el Profesor Víctor M. Marí Sáez. Miembro de la Red Ibero-
americana de Investigación en Imaginarios y Representaciones (RIIR). Autor de más de una
veintena de artículos sobre historia medieval, sociología urbana, sociología política, sociolo-
gía del humor y, sobre todo, sociología del secreto, tema de su tesis doctoral.
Francisco Javier Gil Gimeno. Doctor en Sociología por la Universidad Pública de Navarra.
Profesor Ayudante Doctor del departamento de Sociología de la Universidad Pública de
Navarra. Miembro del Grupo de Investigación Cambios sociales del Departamento de So-
ciología. Realizó en 2006 una estancia en la Université René Descartes-Sorbonne y en el
Centre d Études sur l’Actuel et le Quotidien (CEAQ) dirigida por el Profesor Michel Maffe-
248
198 COLABORADORES
solí. Ha publicado varios artículos en revistas especializadas como REIS, Papers, Estudios
Filosóficos, Anthropos, Revista Brasileira de Sociologia da Emocão, Revista de Investigacio-
nes Políticas y Sociológicas, Sociológica y RES. Sus líneas de investigación principales son la
Sociología del hecho religioso, la Sociología cultural y la Teoría sociológica. En concreto, sus
preocupaciones se centran en los modos en los que se articula la religiosidad en el contexto
actual y en el análisis de las formas sociales extremas que esta adopta en muchas ocasiones.
Nicolás Gissi Barbieri. Doctor en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de
México. Antropólogo Social de la Universidad de Chile. Magíster en Asentamientos Huma-
nos y Medio Ambiente, en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Académico del De-
partamento de Antropología y ex Jefe de Carrera de Antropología, Universidad de Chile.
Investigador Principal en Proyecto Fondecyt Migración y procesos de integración y exclusión
social de colombianos y mexicanos en Chile. Estudio comparativo de dos casos de movilidad
intra-latinoamericana (2014-2016). Autor de un libro, varios capítulos de libros y de artícu-
los publicados en revistas latinoamericanas, sobre formas de integración y exclusión social
de indígenas urbanos en Chile y México, así como de migrantes latinoamericanos en Chile.
Dirige el proyecto U-REDES, titulado: U-Nómades. Red de investigación Socio-Antropológica
en Migraciones, Relaciones Interculturales y Políticas Públicas, de la Vicerrectoría de Investi-
gación y Desarrollo, en la Universidad de Chile (2017-2019).
Lidia Graciela Girola Molina. Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires.
Doctora y Maestría en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Miem-
bro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II Conacyt, México. Profesora-Investiga-
dora Titular en la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco de la ciudad de Méxi-
co. Sus áreas de interés son: Teorías sociológicas, Cambio conceptual, Sociología de los ima-
ginarios sociales y Sociología de los intelectuales. Es autora de más de 60 artículos y capítulos
de libros, además de varios libros, entre ellos: Anomia e individualismo. Del diagnóstico de la
modernidad de Durkheim al pensamiento contemporáneo (Anthropos, 2005); Modernidades.
Narrativas, Mitos e Imaginarios, que coordinó junto con Margarita Olvera (Anthropos, 2007);
Introducción a las ciencias Sociales y Económicas, en coautoría con Sandra Kuntz y Paolo
Riguzzi (Santillana, 2013).
Daniel Gutiérrez-Martínez. Doctor en Ciencias Sociales (especialidad Sociología) por El Co-
legio de México (2007). Estudios doctorales en Sociología de las Religiones por la Escuela de
Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París (EHESS). Especialidad en estudios de Psi-
cología antropológica por la Universidad de París V René Descartes. Grados de Licenciatura
en Sociología Económica y en Etnología por la Universidad París I y París René Descartes
respectivamente. Maestría en Antropología de lo político y en Sociología del desarrollo en el
Instituto de Estudios del Desarrollo Económico y Social (IEDES) de la Universidad de París
I. Profesor-Investigador a tiempo completo en El Colegio Mexiquense, perteneciendo al Sis-
tema Nacional de Investigadores, Nivel II. Profesor asociado en la Facultad de Ciencias Polí-
ticas y Sociales de la UNAM. Autor de más de 80 publicaciones de artículos en revistas espe-
cializadas, capítulos de libros y prólogos de libros especializados. Ha coordinado la publica-
ción de diversos libros, el más reciente Diversidades, sexualidades y creencias. Cuerpo y derecho
en el mundo contemporáneo, con Karina Felliti; y publicado bajo su autoría Sistemas de creen-
cias y desigualdad educativa. Enfoques teórico-prospectivos del imaginario social en la Con-
quista dóxica de los indígenas de México (EAE).
Juan Antonio Roche Cárcel. Licenciado en Filosofía y Letras y doctor en Sociología por la
Universidad de Alicante. Profesor titular de Sociología de la Cultura y de las Artes en la
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COLABORADORES 199
Universidad de Alicante. Entre sus libros destacan: Entre el monte de Apolo y la vid de Dioni-
so. Naturaleza, dioses y sociedad en la arquitectura teatral de la Grecia Antigua (Anthropos,
2017) y La sociedad evanescente (Anthropos, 2009; en inglés The Vanishing Society, Logos
Verlag, 2013). Como editor Espacios y tiempos inciertos de la cultura (Anthropos, 2007), La
Sociología como una de las Bellas Artes. La influencia del arte y de la literatura en el pensa-
miento sociológico (2012) y Transitions. The fragility of Democracy (Logos Verlag, 2016). Es
autor de numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras, así como
coordinador de números monográficos de España, Argentina, Brasil y Colombia. Actual-
mente es co-director de la nueva colección de Ciencias Sociales, Globalizaciones, de la edito-
rial Anthropos (Barcelona).
Paula Vera. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
Investigadora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CO-
NICET), organismo que ha financiado su formación de Posgrado a través de dos becas Doc-
torales (2009-2014) y una Postdoctoral (2014-2016). Investigadora del Centro de Estudios
Culturales Urbanos de Rosario (CECUR - UNR). Miembro del comité científico de la Red
Iberoamericana de Investigación en Imaginarios y Representaciones Sociales (RIIR) y co-
coordinadora del Grupo de Trabajo Estudios Urbanos. Ha publicado numerosos trabajos en
revistas científicas nacionales e internacionales y coordinado el monográfico: Ciudad y co-
municación: imaginarios, subjetividades y materializaciones, Revista Inmediaciones de la
Comunicación (Uruguay). Su línea de investigación se enmarca en los estudios culturales
urbanos, especialmente en las relaciones entre ciudad, tecnología, imaginarios sociales y pro-
cesos de construcción urbana.
248
Ventas y suscripciones
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Lepant, 241-243, local 2 08013 Barcelona (España)
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