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Abstract
This paper presents the results of the research project HIST 2.1.3.1.2, sponsored by
the American Institute of Geography and History (2007-2009), which seeks to pre-
sent the scientific developments in Peru before the issue of the effects caused by
catastrophic natural phenomena.
Key words: Historic evolution, Natural disasters, Seismology, Meteorology,
Volcanology, Peru.
Resumen
Este trabajo ofrece los resultados del proyecto de investigación HIST 2.1.3.1.2,
auspiciado por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia (2007-2009), el
cual busca presentar la evolución científica en el Perú ante el tema de los efectos
causados por fenómenos naturales catastróficos.
Palabras clave: evolución histórica, desastres naturales, sismología, meteorolo-
gía, vulcanología, Perú .
Resulta necesario hacer la aclaración de que todo desastre es tal debido a la existen-
cia de una población; un “desastre natural” es definido como el suceso que trae
consigo grandes pérdidas de vidas humanas, o la destrucción de infraestructura y
bienes y medios de producción, siempre que su causa sea un fenómeno natural. En
este estudio es nuestro interés mostrar cómo ha sido el desarrollo de ciencias como
la oceanografía, la meteorología, la sismología y la vulcanología en el Perú desde el
siglo XIX hasta el XX, centurias en las que la ciencia ha avanzado desde la inquietud
del hombre por explicarse fenómenos hasta el análisis de los mismos, de los riesgos
*
Este trabajo ofrece los resultados del proyecto de investigación HIST 2.1.3.1.2, auspiciado por el
Instituto Panamericano de Geografía e Historia (2007-2009). Agradezco a la Mag. Yeni Castro Pe-
ña, miembro correspondiente de la Comisión de Historia del IPGH, por su valiosa ayuda en la elabo-
ración del presente estudio.
**
Miembro Nacional Principal, Instituto Panamericano de Geografía e Historia.
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que van a determinar desastres futuros y la difusión de una cultura que consagre
medidas preventivas en caso de desastres naturales.
En el siglo XIX, según el censo de población de 1876, la población peruana era
de 2 millones 700 mil personas. Más tarde, al rayar el siglo XX, tildado por Eric
Hobsbawm (1996) como “La edad de los extremos”, la población constituía la cifra
de 3.8 millones de habitantes y al final del mismo, en el año 2000, alcanzaba la
cifra de 25.7 millones. En 100 años la población se había multiplicado por cerca de
siete, es decir había llegado a extremos. Aquellos que habían sido pequeños pobla-
dos y ciudades, se habían convertido paulatinamente en grandes urbes, pues la ex-
plosión demográfica fue de la mano con el crecimiento citadino. La población
creció de un siglo a otro, de manera análoga ocurrió con la superficie ocupada por
construcciones y vías de comunicación (cf. Lesevic 1986). A mayor población
y construcciones no planificadas, el aumento del riesgo fue inminente, y el fenóme-
no natural amenazó de manera constante en estos dos siglos a un número mayor de
personas.
Convivir con este tipo de fenómenos peligrosos alimentó el interés del hombre
por explicar su existencia desde una manera asociada al “castigo de los dioses” o
anuncio del fin del mundo en tiempos más remotos hasta el despertar de una inquie-
tud científica que se acrecentó en el siglo XIX y se acentuó gracias al avance de la
ciencia y tecnología en el siglo XX. El hombre postmoderno comprende que en la
vida de nuestro planeta, sismos, erupciones o huracanes son parte del ecosistema,
como la vida orgánica. La tarea de prevenir los riesgos no sólo está dirigida a los
científicos y gobernantes sino a toda la sociedad, que convive con estos fenómenos
peligrosos.
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temperatura de mar y sus ciclos en el norte del litoral peruano”, cuya autoría co-
rresponde al investigador alemán Erwin Schweigger (1888-1965).
El mecenazgo para lograr obtener los resultados oceanográficos que fueron
conseguidos se debió a la labor de la Casa Gildemeister & Cía., cuya iniciativa se
vio plasmada en la instalación de uno de los primeros centros de observaciones
hidrográficas y meteorológicas por empresas particulares en el litoral peruano,
colaborando en esta forma desinteresada al desarrollo científico del país. Este apoyo
a la investigación fue complementado por el intercambio cultural estadounidense, a
través de las facultades de investigación en oceanografía y del Inter-American
Committee for Cultural and Artistic Relations. Sin embargo, la ayuda también pro-
vino de connacionales agrupados en la Compañía Administradora del Guano. En el
plano particular, personajes como los estadounidenses Henry P. Manton, gerente de
la Compañía Petrolera de Lobitos, y William Vogt, ornitólogo, junto con Enrique
Ávila, fueron sujetos que brindaron gran apoyo a la ciencia.
Hacia 1954 se publicó el Boletín Científico por la Compañía Administradora del
Guano, en Lima. La publicación de este boletín hizo evidente el conocimiento que
se tenía de la costa del Perú y de la ubicación de las islas y puntas guaneras. Es
necesario señalar que la publicación contiene un registro de las oscilaciones de la
temperatura del mar y de sus ciclos en el norte del litoral peruano desde 1930 hasta
1939 (cf. Sears 1954:138); con ello muestra el avance de una ciencia como la ocea-
nografía en el Perú, a bien decir sus primeros pasos. Resulta notorio que la impor-
tancia del guano no desapareció en el siglo XIX como se creyó durante mucho
tiempo sino que continuó, esta vez asociada a la relevancia económica y la abun-
dancia de las aves guaneras como factor decisivo para el estudio de la Corriente
Costanera del Perú.
Debemos mencionar que el apoyo y el lado positivo del avance de la ciencia
tuvieron sus retrocesos debido a las incomodidades de la época y a lo limitado de
las facilidades. Al respecto, hay que anotar que no existían estudios hidrobiográfi-
cos y biológicos minuciosos dentro de los programas de biología pesquera. Sin
embargo, el interés por el avance de la ciencia no deja de sorprender.
Las primeras investigaciones científicas se realizaron a lo largo de las aguas de
la costa del Perú tomándose temperaturas superficiales en número suficiente como
para mostrar que existía un avance hacia el sur de las aguas cálidas hasta la Bahía
de Pisco. Fenómenos climáticos que despiertan actualmente el interés de la ciencia
como los fenómenos de El Niño o La Niña, cuyas manifestaciones locales se estu-
dian exhaustivamente en la actualidad, contarían con un nuevo marco de referencia,
el que proporciona la meteorología y se encarga de corroborar y rectificar las crono-
logías en que se han hecho latentes estos eventos en el pasado y se encuentran hoy
vigentes. Si nos referimos al ámbito directamente vinculado al desarrollo de la
ciencia, es obvio suponer que los métodos de observación debieron ir afinándose
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afirmaba que las anchovetas eran el principal alimento de las aves productoras del
guano y su desaparición causaba la muerte por inanición de un gran número de
dichas aves. Significaba que El Niño hacía que las anchovetas se dirijan hacia el
Sur o hacia mar abierto, pero en cuanto a evidencias no existían en gran número
para probarlo.
Durante El Niño de 1953 se encontraron cardúmenes de anchovetas en la super-
ficie con temperaturas de 24° y 25° C cerca de la Isla de Lobos de Afuera en el
norte del Perú. Esto indica que si las migraciones diurnas fueran la causa de la de-
saparición de la anchoveta, estas retornarían a la superficie por la noche y que los
alcatraces que se alimentaban de noche tendrían anchoveta. Sin embargo, durante
ENOS morían guayanayes, piqueros y alcatraces.
Hacia 1954, con el objeto de estudiar las características de las aguas de El Niño,
se hicieron observaciones simultáneas de temperatura y salinidad a diversos niveles
de profundidad frente a Cabo Blanco. Esto último indica el avance de la oceanogra-
fía como ciencia que necesita cotejar diversos factores para brindar una opinión
acertada. En esa fecha, los especialistas llegaron a la conclusión de que las caracte-
rísticas físicas de las aguas de la costa del Perú no eran suficientes para aseverar
que se trataba de El Niño.
Las calamidades biológicas en las aguas de la costa del Perú fueron siempre
asociadas a un calentamiento desusado del mar. Estas altas temperaturas fueron
asimismo atribuidas a la incursión de aguas de bajo tenor salino, procedentes del
Norte en la época de Navidad (“El Niño”). Sin embargo, estas han sido también
explicadas admitiendo la convergencia de cuñas de agua más saladas y más calien-
tes procedentes del mar abierto y algunas veces a la descarga de ríos locales tales
como los de Pisco y San Juan de Chincha. Asimismo, se ha sugerido que la radia-
ción puede desempeñar un rol importante en el calentamiento local.
Dos fueron las clases de desastres biológicos remarcados por la investigadora
norteamericana Mary Sears (1954), ambos asociados con temperaturas marinas
elevadas y que en el pasado fueron considerados como consecuencia de El Niño. El
primero, es el que se refiere a la ausencia de anchovetas que parten para otros luga-
res y es la causa de la muerte de las aves guaneras por inanición. El segundo tipo
está asociado con la presencia de aguas de coloración rojiza (“aguaje”). Ella trabajó
con numerosos ejemplos ocurridos en otras partes que mostraban que las decolora-
ciones estaban, por lo general, acompañadas de una mortalidad masiva de peces e
invertebrados grandes.
Sears encontró que la intrusión de una masa de agua extraña, tal como El Niño o
una lengua de aguas oceánicas, no era, pues, el requisito indispensable de una u otra
clase de desastre biológico. Significaba que el agua aflorada de la Corriente del
Perú podía también dar lugar a la formación de densos acúmulos de minúsculos
organismos cuando sus estratos superiores habían alcanzado temperaturas del orden
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dos en diversas obras inéditas o poco conocidas, o en las narraciones de los viajeros
que visitaron esta parte del continente.
El siglo XIX y el XX fueron el escenario de la inquietud por realizar primero un
registro sistemático de los sismos y luego por obtener una explicación de la causa
de éstos. La labor pionera de registro se la debemos al historiador José Toribio Polo
(1899), quien analizó un conjunto de fuentes y estimó que se habían producido más
de 2,500 temblores en el territorio peruano, desde la época de la conquista hasta
fines del siglo XIX, advirtiendo que por una serie de causas no se habían anotado
todos los sismos en el periodo de la “madurez” colonial. Se puede indicar, sin em-
bargo, que fue Alexander von Humboldt el primero en brindar una explicación
científica a los terremotos. El estudioso berlinés estableció una relación entre las
fallas geológicas y los sismos, mas su teoría no fue aceptada por muchos científicos
de la época.
Cabe mencionar que en los inicios del siglo XX aún no existía explicación para
los sismos que se generaban cerca del Pacífico, donde no se podía verificar la exis-
tencia de fallas superficiales. Por entonces se instalaron sismógrafos de diversas
marcas: Wiechert, Mainka, Bosch-Omori, Galitzin-Wilip, Milne, con amplificación
mecánica entre 1:100 y 1:1,500, en diversas ciudades capitales sudamericanas,
como Bogotá, Buenos Aires (La Plata), Caracas, La Paz, Lima, Quito, Río de Janei-
ro y Santiago de Chile. La estación de Lima se destacó por ser una de las más anti-
guas (1907), pero funcionó con muy poca continuidad.
Se debió esperar algún tiempo más hasta que se desarrollara de forma teórica el
esquema de las diferentes capas que componen la Tierra y se entendiera que cerca
de las costas del Pacífico la placa marina penetraba la placa continental, generando
los denominados sismos de subducción que se forman ya sea cerca de las costas a
poca profundidad o bajo el continente en una zona de buzamiento constante que se
denominó zona de Benioff o de Wadati en honor a estos científicos que trabajaron
en la definición formal del origen de los sismos en las costas del Pacífico. Lo ante-
rior empezó a brindar una relación entre la magnitud del sismo y la cantidad de
desplazamiento y área de rotura, pero a pesar de que esto fue buscado teóricamente,
se debió esperar mucho más tiempo para llevarlo a cabo.
Todo indica que este fue el motivo por el cual el U.S. Coast and Geodetic Sur-
vey, entidad responsable del Servicio Sismológico de los Estados Unidos, propuso
al Departamento de Magnetismo Terrestre de la Institución Carnegie de Washing-
ton la instalación de una estación sismológica en Huancayo, donde existían todas
las facilidades y el personal apto para instalar y supervisar el funcionamiento de los
modernos sismómetros de tipo electro-magnético. En 1931 se construyó la Estación
Sísmica en dicha localidad, se instalaron dos sismógrafos horizontales (Wenner, 10
s) y un sismómetro vertical (Benioff, 1 y 100 s), con registro en papel fotográfico.
Esta estación fue la más moderna del continente durante casi tres décadas.
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intensidad y estragos que causaron, los terremotos que afectaron a Piura y Huanca-
bamba (1912), Caravelí (1913), Chachapoyas (1928), Lima (1940), Nazca (1942),
Quiches, Ancash (1946), Satipo (1947), Cuzco (1950), Tumbes (1953), Arequipa
(1958, 1960), Lima (1966), Chimbote y Callejón de Huaylas (1970), Lima (1974).
A continuación presentamos un registro de los sismos más importantes que
afectaron al Perú, según la mencionada obra de Silgado y algunas fuentes comple-
mentarias (por ejemplo, Alva Hurtado, Meneses Loja y Guzmán León 1984; Ocola
1984).
20 de agosto de 1857. Fuerte sismo en Piura, que destruyó muchos edificios. Se
abrió la tierra, de la cual emanaron aguas negras. Daños menores en el puerto de
Paita. La máxima intensidad de este sismo fue de VIII MM.
13 de agosto de 1868. Terremoto acompañado de tsunami en Arica. Silgado
recoge el relato de José Toribio Polo: “Agrietamientos del suelo se observaron en
varios lugares, especialmente en Arica, de los que brotó agua cenagosa”. Bachmann
(1935) reporta que en Sama y Locumba se perdió gran parte de las cosechas y la
tierra se abrió a trechos en hondas grietas que vomitaban agua cenagosa (véase
complementariamente el relato de Núñez Carvallo 1997). La máxima intensidad de
este sismo fue de XI MM.
24 de julio de 1912. Terremoto en Piura y Huancabamba. En el cauce seco del
río Piura se formaron grietas con surgencia de agua, otros daños afectaron el terra-
plén del ferrocarril. En el puerto de Paita se produjeron agrietamientos del suelo. La
máxima intensidad de este sismo fue de VIII MM.
24 de diciembre de 1937. Terremoto en las vertientes orientales de la Cordillera
Central. Afectó los pueblos de Huancabamba y Oxapampa. Silgado indica que en el
Fundo Victoria se abrió una grieta de la que emanó abundante cantidad de agua que
arrasó corpulentos árboles, aumentando el caudal del río Chorobamba. La máxima
intensidad de este sismo fue de IX MM y la magnitud fue de Ms= 6.3.
24 de mayo de 1940. Terremoto en la ciudad de Lima y poblaciones cercanas.
Se reportó que en el Callao quedaron efectos del sismo, sobre todo en terrenos for-
mados por relleno hidráulico. En estas zonas el terreno se agrietó y brotó a la super-
ficie masas de lodo semilíquido. Las grietas del terreno atravesaron algunas
construcciones. La máxima intensidad de este sismo fue de IX MM y su magnitud
fue de Ms= 8.0. Dejó un saldo de 179 muertos y 3,500 heridos.
6 de agosto de 1945. Fuerte temblor en la ciudad de Moyobamba y alrededores.
De acuerdo a Silgado (1946:5-12), se formaron algunas grietas en la quebrada de
Shango. Posteriormente, el temblor del día 8 produjo nuevas grietas vecinas a las
primeras, una de ellas semicircular de 15m de diámetro y 4cm de separación, de las
cuales emanaron aguas cargadas de limo durante dos días. Las grietas se presenta-
ron también en los bordes de los barrancos en Tahuisco, cerca del río Mayo y en la
quebrada Azungue. A unos 5km de los baños sulfurosos y a 10km de la ciudad
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sismo fue de VIII MM y su magnitud fue de Ms= 6.3. Dejó un saldo de 100 muer-
tos.
19 de junio de 1968. Terremoto en Moyobamba. Kuroiwa y Deza (1968) descri-
ben agrietamientos del suelo, surgimiento de arena y agua por las grietas y grandes
deslizamientos de tierra en la región epicentral. Los fenómenos de agrietamientos y
surgimiento de agua fueron los más numerosos, especialmente a lo largo de las
márgenes del río Mayo. Martínez Vargas (1969) presenta vistas del afloramiento de
arenas en forma de conitos de 10 a 20cm de diámetro producidos por el fenómeno
de licuación en la terraza de Moyobamba. La máxima intensidad de este sismo fue
de VIII MM y su magnitud fue de Ms= 6.9.
31 de mayo de 1970. Terremoto que afectó todo el departamento de Ancash y
el sur de La Libertad. Ericksen (1970) y Plafker (1971) indican que en Casma,
Puerto Casma y en zonas cercanas al litoral en Chimbote, se produjo desplaza-
miento lateral del terreno causado por licuación de depósitos deltaicos y de playa,
ocasionando grietas en el terreno que derrumbaron las estructuras que las cruza-
ban. Las áreas más extensas de volcanes de arenas se formaron a lo largo del río
Casma, con un cráter central de unos cuantos centímetros a 1m de diámetro,
cercados por un montículo de arena y limo de hasta 15m de diámetro. Se produ-
jeron eyecciones de agua de un metro de altura. La zona central de Chimbote fue
evidentemente un área de licuación de suelos, así como de compactación diferen-
cial de la cimentación. El puente de Casma fue dañado por licuación de la cimen-
tación de los estribos. En Chimbote y Casma y a lo largo de la Carretera
Panamericana se notaron subsidencias superficiales producto de la licuación.
También se presentó evidencias del fenómeno de licuación en los depósitos de
arenas saturadas en la calle Elías Aguirre en Chimbote y en el km 380 de la Ca-
rretera Panamericana, cerca de Samanco. En Casma se produjo compactación
diferencial y desplazamiento lateral del terreno debido a licuación. Se produjeron
inundaciones del terreno por agua freática, debido a la compactación diferencial.
En muchas áreas se produjeron volcanes de arenas y eyección de agua por existir
nivel freático alto. Puerto Casma se inundó totalmente. La máxima intensidad del
sismo fue de IX MM y su magnitud fue de Ms= 7.8. Dejó un saldo de 50,000
muertos, 20,000 desaparecidos y 150,000 heridos a causa de la avalancha que
siguió al terremoto y sepultó al pueblo de Yungay.
9 de diciembre de 1970. Terremoto en el noroeste del Perú. En el área de Quere-
cotillo, en terraza fluvial y aluvial, se formó un sistema de grietas en echelón, de
longitud de 500m, con aberturas de 0.30m y saltos de 0.25m. Se notó efusión de
arena formando sumideros de 0.60-1.00m de diámetro. Cerca al caserío La Huaca
se agrietó el suelo, brotando arena y lodo. En Tumbes cerca al Puerto Cura, en las
terrazas fluviales, se observó efusión de aguas negras acompañadas de arena que
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Posteriormente, durante el Eoceno tuvo lugar una intensa actividad volcánica, debi-
do a la subducción normal (cf. Isacks 1988).
En el Perú, la inquietud científica por registrar las erupciones comenzó a fines
del siglo XIX, y se puede citar nuevamente la investigación pionera de José Toribio
Polo (1899). Sin embargo, recién a principios del siglo XX, se puede hacer alusión
a la vulcanología como ciencia, gracias a los estudios de Frank Alvord Perret
(1867-1943), un investigador del Massachusetts Institute of Technology que sería
imitado en su interés en América Latina. Internacionalmente, esta disciplina recibió
apoyo institucional por parte de la Fundación Carnegie mediante la canalización de
fondos a través de la Sociedad Geológica del Perú, fundada en 1924, que fue una de
las precursoras en el apoyo al desarrollo científico. Esta corporación reunió a tres
ingenieros notables que forjaron el avance de la vulcanología a través de sus estu-
dios geológicos: estos son Carlos Lissón Beingolea, Jorge A. Broggi y Aurelio
Masías.
Carlos Lissón Beingolea fue un investigador nato, graduado de doctor en Cien-
cias Físicas por la Universidad Mayor de San Marcos, y gran admirador de la obra
de Raimondi. Dedicó su vida a la investigación geológica, relacionada con los mi-
nerales. Para elaborar sus trabajos viajaba constantemente al interior del país, situa-
ción que era particularmente difícil teniendo en cuenta que en aquella época no
existían caminos apropiados como los actuales, ni se gozaba de los recursos eco-
nómicos necesarios debido a que existían pocas instituciones dispuestas a impulsar
nuevos estudios geológicos, por lo que gran parte de los gastos eran cubiertos con el
propio peculio del investigador (cf. Morales 1990).
Lissón fue reconocido como un decidido y desinteresado colaborador de varios
colegas suyos como el alemán Gustav Steinmann, con quien viajó a los Andes,
ayudándolo en la elaboración de la descripción geológica y el perfil de la Cordillera
Occidental. A su regreso siguió en la docencia universitaria y en la investigación,
escribiendo obras que sentaron las bases de la geología, estratigrafía, petrografía y
vulcanología peruanas. Entre sus publicaciones más importantes podemos citar
Contribución a la geología en Lima y sus alrededores (1907), Edad de los fósiles
peruanos y distribución de sus depósitos (1913) y Cómo se generó el suelo peruano
(1925). En 1924, convencido de la necesidad de promover la ciencia geológica en el
país, reunió a un grupo de profesionales y fundó la Sociedad Geológica del Perú,
siendo su primer presidente, cargo que ocuparía hasta 1926. A la par, fue miembro
de las principales sociedades geológicas del mundo como la London Geological
Society, la Societé Géologique de París y la Deutsche Geologische Gesellschaft, de
Berlín.
Jorge A. Broggi es otro notable investigador, amigo de Carlos Lissón e igual-
mente admirador de Raimondi, que se sintió fascinado desde su juventud por las
ciencias geológicas y por la mineralogía. Estudió en la Escuela de Minas, ejerció su
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labor principalmente como docente y funcionario del Estado. Incluso fue gracias a
él que arribó a Lima una misión de la United States Geological Survey, experiencia
que impulsó el auge de la geología y el interés científico en el país. Durante su vida
mantuvo vínculos con el Instituto Geofísico del Perú y especialmente con la So-
ciedad Geológica del Perú. Aurelio Masías fue un investigador cuya labor estuvo
centrada en la difusión de su trabajo a través de la revista de la Sociedad Geológica
del Perú, su campo de interés estuvo en la mineralogía; su gran aporte fue el apoyo
que brindó a las investigaciones a través de la institución que fundó con Lissón y
Broggi.
En 1944, la Sociedad Geológica del Perú promovió y gestó la formación de un
Instituto Geológico del Perú, que posteriormente se denominó INGEMMET (Instituto
Geológico, Minero y Metalúrgico). Este organismo se encuentra actualmente espe-
cializado en el estudio de los riesgos volcánicos y de los yacimientos metálicos y no
metálicos. Su aporte radica en la contribución que realiza al conocimiento geológi-
co nacional.
En la segunda mitad del siglo XX, la ciencia de la vulcanología floreció no so-
lamente en Lima sino también en Arequipa, lo cual se explica en gran medida debi-
do a la cercanía del volcán Ubinas. En 1959 se creó en dicha ciudad el Instituto
Geofísico de la Universidad Nacional de San Agustín, gracias al empuje del doctor
Aníbal Rodríguez Begazo, el que llegó a contar con nueve especialistas y cumplió
tareas de observación e investigación en sismología, meteorología, magnetismo
terrestre, gravimetría y deformación cortical. El prestigio logrado por este instituto
trascendió los límites del país con sus publicaciones.
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tres eventos eruptivos —los de 1778, 1912/1913 y 1923/1925— no son muy preci-
sos debido a que los reportes mencionan pocas características de las erupciones. El
volcán Ubinas ha manifestado altos episodios fumarólicos, acompañados en ocasio-
nes con emisiones de cenizas.
Seguidamente se describen las erupciones registradas para los siglos XIX y XX
por el trabajo de Rivera (1998).
Erupciones de 1869, 1906 y 1907. La erupción de 1906 ocurrió en el mes de
octubre. Inicialmente estas erupciones fueron registradas por Parodi y Hantke
(1966). Según Simkin y Siebert (1994), estos eventos eruptivos corresponden a
erupciones centrales y explosivas, con un Índice de Explosividad Volcánica (IEV)
igual a 2.
Erupción de 1912/1913. Por los años de 1912 y 1913 se produjo una erupción
que perjudicó los terrenos de cultivo y ocasionó la muerte de ganados. Durante esta
erupción el volcán emitió cenizas negras, acompañadas de movimientos sísmicos.
Inicialmente las nubes de cenizas negras cayeron sobre Ubinas, luego llegaron hasta
Chojata y Yalahua, distantes 18km al SE y NE del volcán, respectivamente. Por las
características descritas en los relatos, se infiere que el IEV fue igual o superior a 2.
Esta erupción no se halla registrada en el catálogo Volcanoes of the World de Sim-
kin y Siebert.
Erupción de 1923/1925. Los relatos periodísticos afirman: “Por el año de 1923,
Arequipa amaneció con ceniza. Era por coincidencia Miércoles de Ceniza, y las
calles estaban llenas de cenizas, que eran del volcán Ubinas. La capa delgada de
esta erupción era muy fina y no se observaba claramente en el campo”. Según la
comunicación oral de Benavente, la erupción consistió en emisiones de cenizas
calientes de color gris, que se prolongaron hacia Para y Yalahua (NE del volcán).
Asociados a este evento eruptivo se sintieron movimientos sísmicos de baja intensi-
dad en áreas aledañas. Posteriormente las cenizas emitidas se mezclaron con el agua
formando flujos de barro que se desplazaron por los flancos S y SE, con dirección
al valle de Ubinas. Este evento duró casi tres años, con niveles variables en la acti-
vidad eruptiva.
Erupción de 1936. El evento eruptivo consistió en alta actividad fumarólica y
emisiones de cenizas grises, además estuvo acompañado con intermitentes movi-
mientos sísmicos de baja intensidad. Por las características descritas de sus depósi-
tos, el tipo y grado de actividad y los daños provocados, se infiere haya tenido un
IEV de 2 a 3. Según los relatos subsistentes, los pobladores del valle de Ubinas
pedían al gobierno central su traslado hacia la zona de La Joya, a fin de protegerse
de un gran desastre que amenazaba destruir sus tierras. En el memorial presentado
al Gobierno de la República el 4 de enero de 1936 se declara que “la actividad del
volcán Ubinas amenaza al pueblo que florece en sus faldas; una gruesa capa de
cenizas ha cubierto los terrenos de sembríos malogrando las cosechas”, y que “en la
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madrugada del tres del presente se han visto salir llamaradas del cráter del volcán
Ubinas, sintiéndose también ruidos y toda la quebrada donde está situado este pue-
blo y otros caseríos amaneció cubierto de humo que saliendo del cráter desprende
una ceniza volcánica. Hace más de 24 horas que ha empezado la erupción y sigue
aumentando la intensidad. Los terrenos y sembríos están cubiertos por una espesa
capa de ceniza...” (El Pueblo, Arequipa, 11 de enero de 1936).
Erupción de 1937. Esta erupción se encuentra reportada en la mayoría de los
textos y diarios recopilados. Según Simkim y Siebert, la erupción tuvo un IEV igual
a 2. Las características de este evento y los daños que provocó, deben ser tomados
en cuenta en la evaluación de riesgos. A continuación transcribimos uno de los
reportes obtenidos: “El volcán Ubinas ha entrado de nuevo en actividad. Desde el 8
del mes en curso [mayo] está arrojando cenizas sobre el sembrío y a la población
del pueblo que se asienta a sus faldas, sembrando como es natural el pánico entre
sus moradores. Día y noche cae una lluvia gris espesa sobre Ubinas, a tal extremo
que los vecinos están desesperados por este constante tormento y esta amenaza
continua. No solo los sembríos y los ganados están sufriendo el peligro, sino la vida
misma de los naturales está comprometida ya que los gases sulfurosos y demás
materias que se desprenden del volcán han infectado el ambiente...” (El Pueblo,
Arequipa, 25 de mayo de 1937). Muchas personas llegadas a las alturas de los ce-
rros de San Antonio y Esquilache, en Puno, manifestaron que desde dichos lugares
podían apreciarse densas columnas de humo lanzadas por el volcán Ubinas.
Erupción de 1951. La erupción de este año también fue descrita por los pobla-
dores del lugar, y posteriormente registrada por Simkin y Siebert. Este evento erup-
tivo tuvo un IEV igual a 2. Se inició los primeros días de enero y se prolongó por lo
menos hasta septiembre. Los habitantes de los pueblos aledaños al volcán Ubinas
estuvieron tensos y alarmados, padeciendo los efectos provocados por la emisión de
cenizas y gases. Un relato periodístico del diario El Pueblo de Arequipa, citando a
Luis Gómez Iquira, un individuo que prestaba servicios como auxiliar en la escuela
de segundo grado de varones N° 1804 del distrito de Ubinas, provincia de Sánchez
Cerro, dice lo siguiente: “el 17 de junio, a las 11 menos dos minutos de la noche, se
sintió un fuerte temblor en Ubinas que alarmó sobre manera a todos los pobladores
[...] Dicho señor relaciona estos movimientos sísmicos con la gran actividad del
Ubinas y dice que constantemente produce ruidos sordos, que infunde pavor y des-
prende nubes de humo negro, ceniza que cubre los campos, manteniendo en cons-
tante zozobra a los vecinos del pueblo y de los lugares aledaños”. El volcán
infundió pavor en los habitantes de Ubinas, por los ruidos y las inmensas columnas
de humo negro y cenizas que desprendía, cubriendo este último residuo todos los
campos de cultivo y ocasionando la muerte del ganado (véase la comunicación
dirigida por Luis Gómez Iquira al diario El Pueblo, Arequipa, 9 de septiembre de
1951).
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7. Inundaciones: desbordes laterales de las aguas de los ríos, lagos y mares, cu-
briendo temporalmente los terrenos bajos, adyacentes a sus riberas llamadas
zonas inundables, suelen ocurrir en épocas de grandes precipitaciones, mareja-
das y maremotos (tsunami).
8. Lluvias: precipitación de agua líquida en las que las gotas son más grandes que
las de una llovizna, proceden de nubes de gran espesor, generalmente de nim-
bo-estratos.
9. Sismo: liberación súbita de energía generada por el movimiento de grandes
volúmenes de rocas en el interior de la tierra, entre su corteza y manto supe-
rior.
10. Vientos: corrientes de aire en la atmósfera debido a diferencias de presión y
con determinada dirección e intensidad.
11. Otros: son fenómenos tales como el maretazo, la nevada, la tormenta eléctrica,
el friaje, la plaga de insectos, el aluvión.
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