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ENTRAMADO
GACETA LITERARIA DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE
QUILPUÉ
ARMADO DE PIEZAS
Estos textos son entramados, paredes levantadas para
A la usanza de los viejos manuales de carpintería, cobijo de lector. Son habitaciones hospitalarias en
los cuentos son tramas, tramas que tuercen visagras. medio del cruce de verdades.
Los cuentos son ante todo un armado lleno de suples
interiores, agregados de madera que cruzan de acá Todos los autores han formado parte del taller de
para allá. escritura de la Biblioteca de Quilpué. Un taller que se
Un cuento que apela, te lleva a través de los rastros propuso levantar sitio, que cada uno lo hiciera a su
sobre la misma realidad, tratando de descubrir aquel manera. Unos escarbando y levantando tierra, otros
molde perfecto /que no existe/ copiando las instruc- observando personajes y haciéndolos mutar.
ciones invisibles, las instrucciones a tientas que todo Los invitamos a leer esta propuesta que reune los me-
texto postula inventar. jores textos del taller básico de este año 2017.
PALABRA DE BIBLIOTECA
B
ubicación de la casa le permitía contemplar
el sector como desde una atalaya. Las casitas
ernabé regresaba a su hogar desde la
tristes que fueron naciendo sin permiso en
escuela ya pasado el mediodía. En el dor-
las lomas vecinas, que se aferraban al terreno
mitorio colectivo se retiró el buzo escolar y
agreste con sus patas flacas, como por arte de
raudo se dirigió a la cocina a husmear en las
magia, resistiendo las arremetidas de cada
ollas. Todo transcurría como cada día. Berta
invierno con sus lluvias, el viento y los suce-
se afanaba en los toques finales del almuerzo
sivos desmoronamientos del terreno. A un
para su numerosa prole. En la mesa ya algu-
costado, la quebrada de los juegos de la in-
nos de sus hermanos esperaban impacientes
fancia. Ensimismado en su contemplación, no
su ración, más que nada saber que les había
se percató que el perro de la casa ya estaba
preparado su madre, a pesar de que el menú
echado a su lado esperando para la aventura
diario no era muy variado. El sueldo de su
de esa tarde. Un suave golpe en la cabeza del
padre era escaso y ellos muchos.
animal y éste entendía que esa era la orden
para iniciar la diversión. Un palo, un trapo,
Al rato salió a jugar al patio. Se detuvo a
una piedra pequeña, cualquier cosa que
contemplar el paisaje que ofrecía aquel lugar
pudiese lanzar hasta el fondo del patio que
orlado de numerosos árboles y arbustos que
luego era recogido por el perro que lo traía
pintaban de verde las quebradas cercanas. La
cariñoso de regreso para volver a empezar. A la sombra de esa higuera fueron quedando
Siempre hubo, al menos, un perro en la casa, sepultados los restos de otros perros que
pero este tenía algo especial que lo hacía muy acompañaron a la familia, desde siempre.
querido por todos los miembros de la fami- El terreno era coronado por tres enormes
lia. Un día llegó y se quedó. Quizás siguió a almendros que en algún momento, ya leja-
cualquiera de sus hermanos desde la escue- no, aparecieron de la nada, donde siempre
la, o uno le dio un pedazo de pan y ya no se hubo volantines agonizantes en septiembre.
marchó. Cada mañana amanecía echado a un Bernabé no logró dominar ese impulso y tre-
costado de la puerta esperando a que alguno pó el árbol mayor por entre sus ramas sólo
saliera a la calle para para divisar desde
acompañarlo. Y así la altura las casas de
los fue conquistan- los vecinos. Algunas
do, pacientemente, almendras maduras
uno a uno. Su nom- se resistían a caer.
bre era Clay. Llegó Arrancó varias y
para quedarse aquel llenó sus bolsillos. El
día en que Casius perro abajo le indi-
Clay se coronaba caba impaciente que
campeón del mundo quería jugar como
de boxeo. De acá era costumbre. Revo-
recogió Bernabé el leteaba alrededor del
nombre que tomaría árbol y luego corría
el perro desde ese hasta la higuera y
momento. Como un desde ahí hasta el
campeón. ciruelo y regresaba
al almendro, una y
Después de un otra vez. Optó por
rato decidió bajar bajar y armado de
al patio y recorrer una piedra rompió
aquellos rincones tantas veces recorrido. La el caparazón de unas cuantas almendras y
higuera eterna que afirmaba el terreno al fi- disfrutó su corazón blanco. Una bandada de
nal del patio, siempre a punto de caer, donde chirigües o jilgueros vino a posarse en lo alto
cuantas veces hicieron las travesuras en las de uno de los árboles inundándolo de colo-
noches de San Juan; los ciruelos que tantos res verdes y amarillos entre una sinfonía de
malos ratos hizo pasar a su madre cuando trinos.
el estómago de algunos de sus hijos no era
capaz de soportar los frutos indebidos; el Ambos, niño y perro, cruzaron el cerco de
retamo de la abuela Genoveva con sus flores latas y se en caminaron hacia la quebrada
amarillas. más cercana. Este era el paraíso para ambos.
El perro se perdía entre la maleza y las matas su cabeza sobre el cuerpo dormido del perro,
de alcayotas para aparecer más allá, tratan- y ambos se quedaron así, por un rato largo,
do de alcanzar cualquier bicho residente en en un silencio cómplice.
ese paraje. Bernabé, por su parte, recorría
aquellos rincones ocultos donde esperaban Bernabé despertó esa mañana muy tarde. El
a madurar las alcayotas que luego en las sol ya hacía un buen rato que se encontraba
manos de su madre o de la abuela se conver- en lo alto. El viaje desde Suecia había resulta-
tirían en un delicioso manjar. Así estuvieron do muy agotador. Estocolmo, Berlín, Madrid,
en este juego hasta avanzada la tarde. Nada Miami, Santiago, resultaba ser un periplo
les alteraba ese íntimo tiempo de felicidad. muy extenuante. En total habían sido treinta
horas entre el vuelo y la tediosa espera en los
De regreso en el patio Bernabé se sentó en aeropuertos, sumado a ello la falta de un buen
un tronco viejo con el ánimo de descansar. El dormir producto de los cambios de horario.
Clay se echó a su lado. Extrajo las almendras Unos meses atrás había decidido hacer este
sobrantes desde un bolsillo y con la misma viaje a la casa familiar en Valparaíso, después
piedra las abrió y procedió. Observaba las de cuarenta años de ausencia. Anhelaba
lomas y quebradas lejanas pintadas de oro reencontrarse con la que fue su residencia
con sus enjambres de casitas multicolores. durante los años de la infancia y juventud,
Ahora miró hasta lo alto de los almendros con su familia, con sus amigos, sus vecinos,
y se ilusionó con que ese tiempo nunca se y sobre todo, reencontrarse con su patio de
acabara. Recordó que su abuela en una no- los juegos en los albores de su vida. Recordó
che de invierno junto al brasero les narró un haber soñado aquella noche en su pernoc-
cuento sobre el almendro que al final decía tada profunda, en que aparecían imágenes
que si uno le pedía un deseo al árbol, éste, si de un niño y su perro, de enormes árboles y
lo concedía, votaría diez de sus hojas sobre pájaros multicolores. Compartió un modesto
sus cabezas. desayuno con el único de sus hermanos, ya
anciano, que permanecía en la casa. La abuela
En un momento se tendió en el suelo y apoyó y sus padres ya habían partido. Sus hermanos
varios quedaron en Suecia, otros emigraron a suelo malherido. Recordó que ahí quedaron
sus propias casas. Las paredes mostraban las sepultados los restos del Clay, el perro de tan-
heridas ocasionadas por el paso de los años. tas andanzas, de tantas aventuras compartidas
La mesa que antes resultaba ser estrecha en la infancia. De las pichangas en la calle en
ahora mostraba sillas vacías. A un costado di- las que él los acompañaba y ya en la juventud,
visó aquel cuadro con dos hermosas palomas en aquella noche larga él fue un compañero
echas de lanas coloridas, la foto de su hermano más en la barricada. Pensó en depositar una
Cristian y numerosas frases de despedida. flor en aquel lugar, pero el romero tampoco
estaba. Guardó silencio por un rato, como un
Salió al patio, no sin temor a lo que tendría último homenaje a ese perro fiel y pensó en
que ver. Las lomas y quebradas vecinas no sus hermanos allá lejos. Recordó a su otro
habían variado mucho el paisaje, sólo que hermano que no soportó la ausencia y lo
ahora las casitas humildes se multiplicaron. venció la nostalgia y decidió partir. Volvió sus
Las matas de alcayotas fueron superadas por pasos hasta donde estaba el almendro herido
las zarzamoras y donde había tunas ahora se y elevó su mirada hacia lo alto y soñó con que
levantaba una construcción. Recorrió con la todo volviera ser como antes fue. Luego retor-
vista su patio. Los almendros ya no estaban, nó a la casa vacía.
sólo uno mantenía, estoico, una rama agónica
que mostraba un puñado de hojas marchitas, En su partida presurosa no se percató de
quizás esperandolo para despedirse de él, aquellas hojas que se desprendieron desde el
definitivamente. Caminó hasta el fondo, hasta almendro para quedar tendidas en el suelo.
donde estaba la vieja higuera y encontró un
H
ma estadía para el funeral de su postrera
moradora.
abía ido a la vieja casona de sus
abuelos que permanecía cerrada desde la
Se sentó en el sofá de la gran galería donde
muerte de su abuela, para recoger algún
se encontraban el comedor y la sala de
recuerdo para llevar a la reunión de pri-
estar de diario. Ahora iluminada con ese
mos que organizó. Todo en penumbra has-
sol aún fuerte de finales del estío, volvió a
ta que abrió puertas y ventanas para que
ver el verde claro de sus paredes. Recor-
entrara la luz del sol que ya estaba avan-
dó el ruido que se producía cuando algún
zada en su camino hacia el oeste después
sismo movía el largo ventanal que estaba a
de aparecer desde detrás de la cordillera.
su espalda. En frente, tenía el ancho pasillo
Llegó temprano avanzando por los valles
que conducía a la mampara de vidrio de
primero para después continuar avan-
dos hojas y al zaguán y después a la fuerte
zando por las calles e invadir los patios
y alta puerta de la calle. Un leve frío sintió
combatiendo a las sombras, haciéndolas
en su espalda al recordar su infancia en
retroceder hacia el este para derrotarlas
esa antigua casa, ahora sin moradores, de
por completo. Entró la luz y revivieron
no menos de 25 habitaciones y cada una
los recuerdos de su niñez, descubriendo
con sus fantasmas e historias de personas
muebles y rincones casi olvidados después
que fallecieron en ellas.
de más de cuarenta años desde su últi-
Entre él y ese pasillo que conducía a la intactos para los otros, no lo hizo.
puerta de calle, su mirada encontró la Terminó de recorrer la casa, el patio, el
mesa de centro, antiquísima, alta, barni- parral y la higuera del fondo que se junta-
zada clara, con su grueso cristal sobre su ba con otra de la casa de al lado y que en
cubierta y bajo este, lo que buscaba, un las noches de su infancia se llenaban de
montón de fotos. Sacudió el polvo acumu- espíritus y fantasmas, cuyas sombras las
lado por tantos años y aparecieron física- veía moverse en su imaginación infantil.
mente, también en su memoria, fotos de Qué recuerdos afloraron en su mente. Ce-
los abuelos, sus hijos e hijas, las novias o rró puertas y ventanas y abandonó la casa
novios, esposas o esposos y algunos otros, para dirigirse a la de su padre a conseguir
la familia completa. Pero una de ellas le la copia de esa fotografía.
llamó más la atención. Estaba ahí desde
que era pequeño, desde hace medio siglo o Con ella en su poder llegó a la reunión. Sa-
más. Siempre la había visto allí, en especial ludos protocolares, aperitivos, picadillos,
cada vez que usaba esa mesa para dibujar almuerzo, postre, vino a destajo, café, baja-
en un inmenso libro de registro, de esos tivos e informe de cada uno de los asisten-
que usaban en las instituciones del estado. tes para poner al día a los otros sobre su
La imagen estaba impresa en un tamaño vida y la de los suyos. Sacó la pequeña foto
de 18X24, en blanco y negro, la única entre de la gran y amada familia que corrió de
el resto, todas más pequeñas en sepia. mano en mano, de grupo en grupo.
Aparecían en ella su bisabuela materna,
su abuela y entre ellas el abuelo, sentados. – Mira ese es tu papá, dijo uno.
De pie, detrás de ellos, su madre, su tía y
sus tíos y otros familiares, en el piso, una
prima y su tío menor. Se percató que sólo
quedaban vivos dos de ellos. Permanecía
bajo ese cristal con todos sus personajes
aprisionados y encerrados bajo él, sofo-
cados, pero con sus sonrisas a la vista,
sonrisas para la foto y quien sabe que
drama o alegría pudo haber tenido cada
uno de ellos. Se sintió también sofocado
por la situación en que se encontraban los
del grupo por el hecho de pertenecer a esa
fotografía. Estuvo a punto de sacarla para
llevarla a la reunión y liberar, de paso, a
los que estaban en ella, pero se acordó que
su padre tenía la misma foto en un tama-
ño menor y para mantener los recuerdos
para mantener viva en la memoria de su
– Este es el tío Sergio, que joven y buen hijo la vida de sus contemporáneos. Pen-
mozo era, comentó otra. Era uno de los só detenidamente tratando de recordar.
sobrevivientes junto al tío menor que apa- Era joven, delgado, alto, de pelo claro,
recía sentado en el piso. de mandíbula un poco alargada, con un
aire de distinción, seguramente de familia
– ¿Y la señora de edad que aparece al adinerada, frente amplia, orejas grandes
lado del abuelo?, preguntó una de las más con un delgado bigote bajo de su fina y un
jóvenes. poco pronunciada nariz. No hubo caso,
nada le venía a su mente. La instantánea
– Es la bisabuela, la abuela Pina, la madre empezó nuevamente a pasar de mano en
de la abuela respondió él. mano, provocando en cada uno de los asis-
tentes una inmensa curiosidad y necesidad
– Yo no la conocía, dijeron varios de los de descifrar la identidad de aquel descono-
jóvenes. cido joven.
Jaime Godoy
Rosa Jimenez
…”Look at me now…”
Tema de Charlie Puth
¿
en la tierra. Al entrar´l al galpón de la
Papitas chiquillos?, ¡Paapaaa!, papitas feria, vacío el saco de papas sobre este
ricas chiquillos, ¡Hay paapaaa!... mesón de maera de mi local, ¡Paapaaa!,
Toos los sáaos a las cinco de la maña- papitas ricas chiquillos, ¡Hay paapaaa! y
na, me levanto con jockey, blujeanes y me pongo a traajar, pero cuando me da el
zapatillas, subo a la camioneta cargá de hambre me vengo pá onde mi compadre
sacos de papas, parto derecho por la ave- del restoran, el Matías, me siento a la
nía Freire, hasta doblar por una calle de mesa y chupando unas chelas, hablamos
tierra y estacionarme hacia la izquierda. un poco de la vida. Gueno pa’l vino, era
Me echo el saco de papas número tres, mi padre y mi madre tamién, le digo. La
al hombro, y camino por los pasillos de pobre consumía pasta base pá sopor-
cemento, pá no pisar las cacas de perro tar’l los golpes que al toque le daa ese.
No toos tenemos la suerte de tener’l los
padres que tenís vo, Matías. Cuando yo del Wily, que quedaa pa’l centro de Villa
tenía cinco años, los míos me dejaron Alemana. Me compraa mi vinito y el
botao por ser’l negro, en La Asunción del resto de plata que me quedaa, me la jalaa
Hogar de Cristo: Una casa de ladrillos en pasta base. Hasta que me pillaron de-
azules, con jardines y juegos infantiles. nueo y me echaron de la pega después.
En esa casa crecí. Los hermanos de la No había pasao más de un mes, y jué el
acogía, me enseñaron a cantar, pá que José, a buscarme a mi puente otra vez.
me ganara la vida Y conversamos,
sin falopa, hasta largo y tendío los
que cumplí los dos.
dieciocho años, Te voy a dar otra
después, igual me pega, weón, me
juí a la chucha. dijo el José. Hace
Andaa pateando tres años, trabajo
la perra tirri- como un trabaja-
ble e achacao dor independien-
por el centro de te aquí en la feria.
Villa Alemana y Es un trabajo pá
zarpeando a la sobrevir, pero no
gente, en patine- pá, a ver, espéra-
ta tamién. Ellos me aquí sentao,
a veces me daan compadre. Se
plata. Chaucha acerca una case-
que gastaa pa aspirar’l la misma pasta rita a mi local. ¡Paapaaa!, papitas ricas
base de mi madre, a la orilla de la línea chiquillos, ¡Hay paapaaa!. ¿Va a llevar’l
del tren. papas, mi dama.
Botao abajo de un puente, too agüeonao -¡Soy Barsaaa, locaaa! - me compra un
me encontró el José. A él le agradezco kilo de papas, entrega un sobre, y se vira.
mucho, sabí. José es más que un amigo Extiende la palma, vacía el contenido
pa mí. Es como si juera mi padre. Con él del sobre e inhala el polvo blanco de la
empecé traajando en los áridos, yo era su mano.
ayudante.
Con la pala sacaa los escombros, tejas, Soy un cutre. Otra vez le fallé al José. Se
ladrillos rotos, hasta piedras de las casas me quitó el hambre, no tengo sueño, y
de los cuicos. Y los echaa aentro de la quiero puro conversar´l, pero el don de
tolva del José. Con lo que me pagaan, la palabra, como dice el poeta, me duró
fondiao del José, me iba pa la botillería re poco. Me puse choro con el Matías. Me
Mario Andreoli Labra
(Mario Salvador)
Escritor emergente, titulado de Técnico en Co-
municación Social, en Diciembre del 2003, en el
Instituto AIEP de Viña del Mar. En la Biblioteca
de Quilpué ha participado en los talleres de
Reminiscencias 2015 y este año 2017, en el Taller
Literario adulto.
La Conversación
T
ple: un mueble para archivadores, libros
ras el vidrio de la pared se encontraba y un par de tazas de café con un hervidor.
él sentado en la oficina esperándola. Usaba Un pequeño escritorio y un computador
su delantal blanco desabotonado y por prendido que en la pantalla mostraba el
debajo una camisa celeste claro con lineas resultado de una biopsia. Un par de sillas y
blancas verticales casi imperceptibles. un ventanal que daba seis pisos más arriba
Un patalón gris oscuro y unas zapatillas de la calle y estaba cubierto con una corti-
de bordes rojos que lo hacían perder la na que llegaba hasta el suelo, su color era
formalidad habitual, todo lo anterior se café y ya estaba desgastada por los años,
complementaba con una corbata con figu- la humedad y el sol. Del otro lado había
ras de dinosaurios amarillos infantilizados una mampara de vidrio que daba al resto
corriendo y riendo a través de su diseño. El del hospital, sobre ella una persiana verde
delantal estaba desgastado en los bordes claro estaba enrollada y amarrada dejan-
de las mangas y sobre el bolsillo superior do entrar la luz a la oficina desde las otras
izquierdo mostraba una credencial con su áreas de la unidad.
nombre y especialidad. La oficina era sim-
Miró el reloj en su teléfono celular y al a decir. Antes de que empezara se levantó
mismo tiempo un mensaje de texto que un instante, bajó la persiana desplegándola
decía que ella llegaría en unos minutos sobre la mampara y volvió a sentarse.
más. Su semblante estaba algo más pálido
y ojeroso que de costumbre, su cara bien Acercó la silla más a ella y comenzó a
afeitada, su pelo cuidadosamente peinado, hablar, su relato era pausado, con un tono
pero sus dedos se movían rápidos, flexio- que permitía que sólo ella escuchara. Lo
nándose y relajándose rítmicamente, con acompañaba con una movimiento de las
fuerza, para luego frotarse las manos y manos abriendo y cerrandolas, periódica
recibir juntas el vapor de su boca en esa y sincronizadamente con las frases que le
fría mañana. iba relatando. Mientras lo hacía su cara iba
perdiendo la serenidad inicial y su frente
Se asomó por la ventana y miró la ciudad se iba arrugando, mostrando un ceño más
sin buscar nada específico. Cerró los ojos acentuado mientras más avanzaba la con-
y respiró profundamente miró la pantalla versación. Mientras tanto ella permanecía
del computador otra vez para luego volver quieta, conforme él le hablaba apretaba
a sentarse. Cinco minutos después apare- más el juguete contra su pecho y aunque
ció ella. Traía un jeans azul con un su rostro permanecía intacto sus ho-
chaleco que ya otras veces había jos se llenaban cada vez más de
usado, era un sweter de lana lágrimas, hasta que finalmen-
anaranjado con figuras de te una de ellas rodó por su
flores de colores de dife- mejilla derecha. Casi ins-
rentes tonos. En su mano tantaneamente su men-
llevaba el muñeco rega- tón comenzó a temblar
lón de su hija que había y un segundo más tarde
olvidado traer el día an- soltó un llanto fuerte
terior. La saludó con un y largo, tanto como su
beso en la cara y ella le suspiro lo permitió. Él
ofreció la sonrisa habitual esperó unos segundos y
de cada mañana, entraron luego sacó unos pañuelos
a la oficina y se sentaron y se los ofreció mientras con
uno frente al otro. La sonrisa de la otra mano tocaba su hombro
ella había dado paso a un rostro más intentando aplacar esa tristeza. Ella
serio. Tenía el muñeco en su manos sobre tomó los pañuelos y quiso secarse la cara
su falda y mientras sus labios intentaban y ojos sin desplazar el colorete de su cara
sonreir otra vez su ojos se veían tembloro- pero era inútil. Él se acercó un poco más y
sos y vidriosos esperando lo que él le iba la abrazó, su llanto se escuchaba aún más
desconsolado y acercó su cabeza al pecho testigo de esta conversación. Luego de un
de él. Lloró un poco más y luego quedó en rato él le tomó ambas manos, las juntó y
silencio, por un rato largo. Sólo se escu- le habló otra vez, lentamente, con pausa
chaba afuera la mezcla de las bocinas de y tranquilidad, pero esta vez con un tono
los vehículos y el transitar del resto del firme y una leve sonrisa.
personal en el piso. Después se separó Ella después de muchas lágrimas volvió a
un poco, su cara había presentado una sonreir, lo suficiente para limpiar su cara y
metamorfosis: tenía los ojos irritados, los secar sus lágrimas. Escuchó atentamente
párpados hinchados y las mejillas húme- todo cuanto él le decía mientras le mostra-
das y cubierta de las combinaciones del ba unos dibujos y esquemas. Finalmente
negro y rojo de su maquillaje. Lo volvió a ambos se pusieron de pie y se abrazaron
mirar y le hizo algunas preguntas, una tras nuevamente, él le sonrió y asintió con su
otra, él contestaba con pequeñas frases cabeza, ella respondió con el mismo gesto.
con cara de frustración a cada una de ellas. Salió entonces de la oficina rumbo a la sala
Una nueva escalada de sollozos salían de con el muñeco en la mano mientras él otra
ella, cada uno con menos fuerza, cubrió su vez volvió a entrar y se dispuso a iniciar el
cara y abrazando fuertemente al muñeco trabajo de esta nueva tarea.
Miguel Valero