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Resumen
En la actualidad, los discursos hegemónicos sobre la nación y la nacionalidad han
pasado a ser reemplazados por una concepción plural empeñada en la apertura de
espacios para la diversidad racial, cultural y socioeconómica inherente a países en
los que ha irrumpido el capitalismo de forma desigual.
Es así como este artículo se propone, frente al concepto de historia de la literatura,
la noción de tradición como eje alrededor del cual es posible reconocer la existencia
de diversas manifestaciones de la palabra en países como Colombia en los que la
escritura estético-literaria culta ha funcionado a modo de categoría excluyente en
la conformación del canon literario.
Palabras clave
Historia, Literatura, Tradición, Palabra, Modernidad, Canon.
* Doctor en Letras de la Universidad de São Paulo (SP) de Brasil. Profesor del Departamento de Literatura
de la Universidad de Antioquia, coinvestigador del proyecto Procesos de canonización en la historiografía
literaria nacional, en ejecución y financiado por el CODI y la Universidad de Antioquia. Contacto: alfredolav@
comunicaciones.udea.edu.co
LINGÜÍSTICA Y LITERATURA
33 No. 49, 2006
Alfredo Laverde Ospina
Abstract
At the present, the hegemonic discourses about nation and nationality have been
replaced by a plural conception determined in the opening of spaces for the racial,
cultural and socioeconomic diversity, inherent to countries in which capitalism has
been unequally interrupted. Taking that into account, this article aims, regarding
the concept of History of Literature, to state the notion of tradition as central idea in
which it is possible to recognize the existence of several manifestations of the word
in countries such as Colombia where academic and aesthetic-literary writing has
worked as an excluding category in the structure of the literary canon.
Key words
History, literature, tradition, word, modernity, canon.
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(Im) pertinencia del concepto de tradición literaria para una historia ...
Así lo explicita Manuel Ancízar cuando afirma: “Poco después [los neogranadinos] ya se atreven a graves
disertaciones sobre asuntos de escasa importancia, indicando la genial inclinación a investigar y disputar
y así, de grado en grado, les vemos pasar de la tímida imitación a la originalidad, de la apología de los
personajes a la crítica de los hechos, a la expresión de opiniones, a la audacia de pensamientos en materias
sociales; realizándose por grados una revolución intelectual que al fin, como era preciso, se hizo política y
tomó cuerpo en los sucesos de 1810” (1974: 14).
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es cierto que estas obras cumplieron con sus objetivos a cabalidad, tales como
la construcción de nuevos imaginarios, sobre la base de proyectos de alcance
nacional con el fin de legitimar el nuevo orden republicano, es apenas natu-
ral que hoy se las lea con cierto interés arqueológico, pues aunque en ellas se
inician los procesos tendientes a la independencia discursiva, retardado en
relación con la esfera de lo político, es evidente que dichos procesos no han
terminado y que se han revitalizado a partir de los procesos de globalización e
integración regional en los cuales ocupa un lugar central la recuperación y la
conservación de la memoria (Krieger: 2003, 35-36).
Esta reconstrucción del pasado, en oposición al discurso hegemónico de la
historia, tiene como presupuesto la multiplicidad de los relatos y, por ello, ocupa
un lugar central la pluralidad de los sujetos que han participado en la construc-
ción de las naciones contemporáneas. En palabras de Hugo Achugar:
Al describir el momento presente, algunos autores, como Arjun Appadurai, sostie-
nen que se trata de un periodo de flujos económicos, informativos y demográficos
que desafían el carácter territorial del estado-nación y que imprimen una fuerte
desterritorialización a las tareas de reproducción cultural. En este sentido, mientras
los pasados grupales hacen cada vez más parte de los museos; así como de espectá-
culos nacionales e internacionales, argumenta Appadurai, la cultura se constituye
cada vez menos en un “hábitat” (en el sentido de Bourdieu) y más en una arena
para la elección, la justificación y la representación consciente (2003: 40).
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En términos generales, estos son los planteamientos de Benedict Anderson en su obra Comunidades
imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (1997) Cf. Gellner, Ernest. Cultura
e identidad política. El nacionalismo y los nuevos cambios sociales. Barcelona: Gedisa, 1997, p. 17.
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indígena, por su parte los liberales, ignoraban la época colonial por considerarla
decadente e irrelevante en lo que a la construcción de la nacionalidad se refe-
ría. A esto habría que agregarle la observación de Rafael Gutiérrez Girardot,
para quien las historias de las literaturas en Hispanoamérica no se inspiraron
en las historias producidos en Alemania o Italia, como habría sido lo más co-
herente, en cuanto estos países que estaban dando los primeros pasos para la
conformación de sus nacionalidades, sino que tomaron como modelo la obra de
Menéndez y Pelayo en un momento en que España estaba en plena decadencia.
Según Girardot, la prueba de lo anterior se encuentra en la marcada nostalgia
por un pasado glorioso y el fanatismo religioso que caracteriza la obra del autor
español y que impregnó las historias de las literaturas hispanoamericanas.
La pertinencia de las historias de las literaturas
En la actualidad, muy difícilmente se puede hacer una defensa de las histo-
rias de la literatura sin que se caiga en cierto “sentimentalismo” decimonónico
incapaz de hacerle frente a la crisis del historicismo que, desde finales del siglo
XIX, ha sido continua y sostenida. Asimismo, es un hecho que a lo largo del
siglo XX, los efectos del formalismo eslavo y la teoría de la recepción pusieron
en evidencia la incapacidad de las historias de la literatura de ocuparse de lo
literario en sí mismo. Esta situación llegó a su punto más crítico justo en el
momento en que las historias vieron seriamente comprometidas ciertas ins-
tancias explicativas recurrentes —tales como la vida del autor, las condiciones
sociales, políticas, etc. — y los resultados de sus estudios pasaron a ser vistos
como construcciones textuales arbitrarias y contingentes, al mismo nivel de
las composiciones literarias. En este sentido, las concepciones de lo literario
surgidas de los contextos críticos pos y antihistoricista le propinaron un duro
golpe a la historia de la literatura, cuando la definieron en términos de arte-
facto lingüístico y conforme a la naturaleza de todos los productos culturales
(Acíselo de Sousa, 2003: 151).
2. Las historias de la literatura y el canon literario
Esta temática es tratada con mayor profundidad en el artículo “Historias literarias nacionales: una realidad
política” de Diana Carolina Toro, publicado en este número monográfico.
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De acuerdo con Harris, Fowler identifica algunos tipos de canon entre los cuales se deben resaltar: el canon
potencial o corpus escrito en su totalidad, el canon accesible o el canon potencial disponible, el oficial o
mezcla entre el accesible y selectivo y, por último, el canon personal o lo que los lectores conocen y valoran.
Véase Harris, Wendel. (1998, 42).
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Para profundizar sobre la función de los periodos literarios como espacios de “tiempos determinados” en
los que se encasillan obras, autores y fenómenos literarios, consultar Bedoya Sánchez, Gustavo Adolfo,
“Problemas de periodización en las historias de la literatura colombiana: balance crítico”, publicado en este
número.
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Fredric Jameson, para quien “[...] toda la literatura del Tercer Mundo no es
otra cosa que la construcción textual de la “alegoría nacional” y la búsqueda
de la identidad perdida a manos del imperialismo y el colonialismo” (Grüner,
2002: 266).
En completo desacuerdo con este reduccionismo, en el contexto de una
crítica a los estudios culturales como una forma de “mundialización colonial”,
Eduardo Grüner intenta demostrar que las literaturas latinoamericanas no son
las únicas que se han conformado con el objeto de construir la nacionalidad
y la legitimación de la nación y, paso seguido, al oponerse a la concepción
hedónica de la literatura de América Latina como una alegoría nacional, se
empeña en demostrar que no es “desde esta concepción de hegemonía que se
encontrará lo más interesante de las literaturas latinoamericanas, sino en su
enorme fragmentación y diversidad estética y cultural” pues “es un hecho que
el continente está dentro del mundo capitalista globalizado” y las diferencias
históricas tienen que ver con el desarrollo “desigual y combinado” de los múl-
tiples sectores mundiales dentro del modo de producción capitalista y no de
una categoría ontológica” (Grüner, 2002: 269).
En este sentido, los diversos intentos de configuración del canon literario
colombiano se enfrentan, al igual que en casi todo el continente latinoameri-
cano, con problemas de diversa índole tales como la inexistencia de proyectos
que acepten el reto de escribir historias de la literatura, tanto regionales como
nacionales en los que no sólo predominen las producciones consideradas ca-
nónicas sino también un espíritu arqueológico que saque del olvido tanto a
obras como a autores que fueron importantes en su momento, y que reconozcan
la existencia del desarrollo “desigual y combinado” incluso en el interior del
territorio nacional. Como es de esperarse, dichos proyectos tendrán que salvar
los obstáculos propios de la amplitud del objeto de estudio, el imperativo de
esquivar el riesgo de apostar a las perspectivas teóricas de moda y la necesidad
de encontrar los conceptos estéticos convenientes a cada obra, es decir, ampliar
el espectro de las teorías y conceptos utilizados. Junto a esto, es forzoso dejar de
En concordancia con esta postura, Gutiérrez Girardot afirmaba: “Una historia de la literatura hispanoamericana
que quiera hacer justicia a sus esfuerzos deberá evitar todo fraccionamiento, abandonar todo criterio
reduccionista, y colocar la literatura hispanoamericana como totalidad en el contexto de la literatura europea,
a la que pertenece por sus mismos elementos y el aparato conceptual de que se sirve... hasta para descubrir
lo autóctono indígena en ella” (citado por Pizarro, 1984: 89).
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lado la historia biográfica estática y reemplazarla por una sociología del autor
(Merquior, 1972) y del gusto literario con el fin de erigir los criterios pertinentes
para componer una periodización o serie de duraciones estético-literarias en el
contexto de la historia cultural, además de una historia de la lectura literaria
que, en definitiva, son las que condicionan la literariedad o no literariedad de
un texto (Zanetti, 2002).
Pese a que la construcción de una literatura implica la creación de un
campo discursivo que, en términos de Antônio Cândido, es definido como un
sistema, en el cual no sólo se ligan las obras sino que también intervienen los
productores literarios, los receptores y la lengua como mecanismo transmi-
sor, se persiste en la configuración de un canon literario en el que subyacen
posturas políticas e ideológicas que, si bien pueden estar en contravía con las
intenciones estatales, han dejado como resultado la discontinuidad y la ausencia
de procesos tendientes a la identificación de las relaciones dinámicas de los
factores mencionados por Cândido. Así pues, en la constitución de la literatura
se involucran, además de los autores y los historiadores, los críticos, los lectores,
el mercado editorial y los medios masivos de comunicación. Por consiguiente,
si la literatura surge de un proceso metacomunicacional, es justo que en la
conformación del canon se efectúe la expansión de principios y criterios de
interpretación estética, dentro de las cuales, evidentemente, el período literario
debería ocupar un lugar central (Popovic, 1986: 214). Esto implica contemplar,
además de particularidades inherentes a las obras, fenómenos estimados ajenos
a ellas que incluyen elementos relacionados con la producción y la recepción.
Es decir, se debe considerar cada obra en su individualidad con el fin de iden-
tificar parámetros reales que permitan la comprensión de los recursos estéticos
utilizados por el autor, lo que significa atender el horizonte de los fenómenos
que comprende el marco estético-ideológico de las obras.
En relación con este último aspecto, la configuración de la literatura co-
lombiana, no está de más hacer una diferenciación metodológica entre lo que
se considera literatura colombiana y la denominada literatura nacional. En
el contexto de nuestras investigaciones, la “literatura colombiana” se refiere
al conjunto de realizaciones que conforman una tradición local de la palabra
Apropósito de este tema, en el mismo libro Susana Zanetti hace un estudio de la recepción de María en el
siglo XIX.
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En relación con Argentina, el crítico literario Nicolás Rosa se refiere a la “literatura nacional” como aquel
concepto a través del cual surge una política de acuerdos literarios y se engendra un sistema legitimador y
excluyente; mientras que al centrarse en el estudio “literatura argentina” se amplía no sólo a lo local, sino
que refleja de una manera más fiel la lucha por la posesión de territorios, zonas y fronteras.
10 Véase Olga Vallejo (2005).
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11 Con el objetivo de identificar los lineamientos que han caracterizado tanto a la crítica literaria colombiana
como a las reflexiones en torno a las historias de la literatura y la historiografía literaria, la profesora María
Stella Girón López nos presenta en su artículo “Las revistas académicas como fuentes para la historia y la
historiografía de la literatura colombiana” los resultados obtenidos en el seguimiento de ciento trece revistas
universitarias publicadas entre 1905 y agosto de 2006. Este documento esta se encuentra en este número.
12 Véase Diana Toro (2005).
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que subyacen en las obras tenidas como superiores. En últimas, ¿será posible
la constitución de un campo discursivo si se sigue trabajando con el concepto
de canon?
Así mismo, es fundamental resaltar que cuando intentamos hacer una
propuesta de canon, ante la escasez de obras que se pueden considerar verda-
deramente canónicas, involuntariamente efectuamos un desplazamiento al
fenómeno de la tradición literaria y, por esto, nos sentimos descontentos frente
a los resultados obtenidos. El resultado sería más rico si nos atreviéramos a
reconocer que en lugar de canon, la naturaleza misma de la literatura colom-
biana exige, para un conocimiento más adecuado de ella, la identificación de
las diversas corrientes y posturas concernientes a la concepción de lo literario,
incluido el aspecto estético y su función social.
No ocurre lo mismo con el concepto de tradición literaria como fenómeno
ya que parece ser más concreto. El concepto de tradición nos permitirá la reali-
zación de una lectura mucho más amplia de la producción literaria colombiana
en la que ocupan el lugar que les corresponde las tradiciones orales, indígenas,
los géneros excluidos como el ensayo, el periodismo y la dramática, junto con
la literatura escrita por mujeres. De igual manera, facilitaría la configuración
de corrientes dentro de una misma tradición, no sin exigir los más arduos
esfuerzos por ver en las obras del presente verdaderas relecturas de las obras
del pasado. Así las cosas, se podrá considerar, sin menoscabo de la literatura
colombiana, la presencia de otras manifestaciones culturales.13
3. La tradición literaria
13 Con respecto a las tradiciones orales, primitivas o rústicas, Antônio Cândido considera que no deben ser
dejadas de lado en lo que a la tradición literaria se refiere. Sin embargo, es importante tener claro que en su
estudio se deben conjugar la ciencia del folklore, la sociología y el análisis literario pues, en las literaturas
orales, la autonomía del autor es menos acentuada, mientras es más nítido el papel ejercido por la obra en
la organización social.
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14 Capital simbólico y cultural acumulado que garantiza la creencia en la lucha por ocupar un lugar central en
el campo literario. Cf. Bourdieu, Pierre. Las reglas del arte. Barcelona: Editorial Anagrama. 1997.
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15 Al nombre de Ángel Rama es imprescindible sumar los aportes de Rafael Gutiérrez Girardot, Beatriz González
Stephan, Antônio Cândido, Ana Pizarro, entre otros nombres.
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16 De acuerdo con esta postura, Cornejo Polar afirma: “creo que la categoría histórico hermenéutica más
apropiada (para examinar el curso de los sistemas literarios) es una que viene de la tradición del pensamiento
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dialéctico: la de totalidad contradictoria, cuya identidad procede de la inmersión de los sujetos productores de
cultura, de sus prácticas simbólicas y de los sistemas y subsistemas que logran constituir en la gran corriente
social de la América Latina, y su carácter contradictorio de índole profundamente disgregada y conflictiva
de las relaciones socio-culturales en toda la región, especialmente en aquellas áreas donde las contiendas
clasistas se mezclan con los problemas étnicos” (1988: 68).
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