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San Agustín, Obispo de Hipona – 28 de agosto

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Su fiesta se celebra el 28 de agosto


San Agustín es considerado el más grande de los Padres de la Iglesia, un gran
filósofo y teólogo; la obra de este santo fue fundamental para el posterior
desarrollo de la filosofía, la teología y el pensamiento en general en Occidente.

“Deseaba venir a venerar los restos mortales de san Agustín, para rendir el
homenaje de toda la Iglesia católica a uno de sus “padres” más destacados, así
como para manifestar mi devoción y mi gratitud personal hacia quien ha
desempeñado un papel tan importante en mi vida de teólogo y pastor, pero
antes aún de hombre y sacerdote”. (Benedicto XVI ante la tumba de San
Agustín, 21 de abril de 2007)
VIDA
Agustín nació en Tagaste (Argelia) el 13 de noviembre del año 354. Su
padre, Patricio, era pagano. Su madre, Santa Mónica, fue un modelo acabado de
esposa y madre cristiana: sus virtudes ejemplares, su sufrimiento y su oración
conseguirían, primero, la conversión de su marido, quien se bautizó a la hora de la
muerte, y, después, la de sus hijos.

Santa Mónica ejerció sobre Agustín una


influencia decisiva. Éste nos ha dejado en
sus Confesiones el mejor elogio de su
madre. Sin embargo, como él mismo relata
en dicha obra, la juventud de Agustín se
distinguiría por una conducta
de libertinaje, junto con una búsqueda
incesante de la verdad.

Cursó estudios en su ciudad natal, Tagaste,


y posteriormente en Manila y Cartago. A
los 17 años se procuró una concubina, con
la que tuvo un hijo. La lectura del
Hortensio, de Cicerón, despertó en él la
vocación filosófica. Fue maniqueo
puritano desde los diecinueve años hasta
los veintinueve.

Decepcionado por el maniqueísmo, que


concebía al mundo como una oposición
sostenida entre los principios del bien y del
mal, fue a Roma en el año 383, abrió escuela de retórica y se entregó al
escepticismo académico.

Al año siguiente ganó la cátedra de Retórica de Milán. En esta ciudad acudió a


escuchar los sermones de San Ambrosio, quien influyó mucho en la vida de Agustín
al hacerle cambiar de opinión sobre la Iglesia católica, la fe, la exégesis y la imagen
de Dios.

Tuvo contacto con un círculo de neoplatónicos de la capital, uno de cuyos miembros


le dio a leer las obras de Plotino y Porfirio, que determinaron su conversión
intelectual.
CONVERSIÓN
La conversión del corazón sobrevino poco después, en septiembre de 386, de un
modo inopinado. Al año siguiente, su madre, Santa Mónica, quien tanto influyera
con su oración y sufrimiento en la conversión de su hijo, murió en Ostia, Italia. Su
fiesta se celebra el día anterior a la de su hijo, el 27 de agosto.

Deseoso de ser útil a la Iglesia, Agustín volvió a su continente natal, África, y


comenzó a planear una reforma de la vida cristiana. Tres años más tarde fue ordenado
presbítero en Hipona para ayudar a su anciano obispo Valerio. Éste, en 396, le
consagró obispo, y a su muerte el año siguiente Agustín le sucedió en la sede
episcopal. Bajo su orientación la Iglesia africana, derrotada, recobró la iniciativa.

Agustín fue desarmando y desenmascarando las herejías que estaban más


difundidas en la época. Los últimos años de su vida se vieron turbados por la guerra.
Los vándalos sitiaron su ciudad y tres meses después, el 28 de agosto de 430, murió
en pleno uso de sus facultades y de su actividad literaria.

Era de constitución fuerte y sana, como lo demuestran sus actividades, trabajos,


viajes y serena ancianidad; sus enfermedades se debieron a constantes excesos de
fatiga, ascesis y apostolado. La ilusión de su vida fue la verdad para todos los
hombres. Pendiente de sus circunstancias, vivió luchando, aunque era de carácter
sereno y apacible. Convirtió su pequeña diócesis en corazón de la cristiandad. Hoy sus
restos mortales descansan en Pavía. Comúnmente es representado con traje de
obispo o de monje, llevando en la mano un libro, un corazón o una iglesia.

DOCTOR DE LA IGLESIA
Sus numerosas obras nos han llegado casi en su totalidad y en buen estado. En
ellas trata muy diversos temas, desde los que hablan de su propia vida, como
las Confesiones y los Soliloquios,hasta varias obras de tema moral y ascético,
pasando por otras de carácter exegético y muchas apologéticas —entre ellas La
Ciudad de Dios— y con argumentos contra el maniqueísmo y las principales herejías
de su tiempo.

La vocación de San Agustín, su misión, consistió en recoger, coordinar, asimilar y


transmitir dos culturas, la grecorromana y la judeocristiana. Lorealizó tan
perfectamente, que se constituyó en genio de Europa. Marcó una nueva ruta al
pensamiento y su influjo en la espiritualidad cristiana ha sido notable.

Tenía grandes cualidades humanas: inteligencia poderosa para la síntesis y el


análisis, voluntad ardiente e indomable, sensibilidad tierna y viril, vitalidad
exuberante, imaginación creadora, iniciativa inagotable, estilo encantador, sentido
del humor y del ridículo.
Fue el primer filósofo que adaptó una teología racional a los tres problemas
radicales de la existencia, la verdad, el ser y el bien; y casi el primer teólogo que
confió en una filosofía crítica, frente a los dogmatismos y fideísmos ilusorios,
considerando el entendimiento como revelación natural.

Hombre de una sola pieza, unificó su vida, sus obras y sus intenciones en un sistema
vivo y dialéctico, a veces implícito. Teoría y práctica son en él dos formas de una
sola postura, si bien es exagerado decir que sus teorías son generalizadoras de sus
experiencias. Cada tesis tiene valor desde su fundamento, pero el fundamento florece
en cada tesis. Su obra podría definirse como antropología teológica, y, en este
sentido, podría hablarse de un humanismo cristiano: la condición humana es su
punto de partida, incluso para demostrar la existencia de Dios.

La posteridad ha venerado siempre a este gran genio, y muchas ciencias humanas


encuentran en su pensamiento muchas de sus bases y postulados de fondo. Se le ha
reconocido el ser un pensador evolutivo, teológico y católico.

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