Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Introducción.
El artista suizo Hans Rudolf “Ruedi” Giger es reconocido a nivel internacional por su
participación en la película Alien: el octavo pasajero (1979). Giger se encargó del diseño de la
criatura, así como de muchos de los espacios donde se lleva a cabo la acción, y este trabajo le
reportó al equipo de trabajo, entre otros reconocimientos, el premio de la Academia por mejores
efectos visuales en el mismo año. Concebida por Dan O'Bannon y dirigida por Ridley Scott, Alien
nos hace presente un mundo donde el poder humano se pierde ante la inmensidad de lo
Aún así, esta obra cinematográfica es apenas una señal de un trabajo continuo que se extendió por
más de 40 años. Alien hace parte de un gigantesco mundo creado por el artista suizo, donde la idea
de lo que es humano nos es expuesta como algo indefinido y brutal por medio de la transformación
visual de nuestra corporalidad, la cual alcanza un estado simbiótico con su misma creación: la
máquina. Entrar en ese mundo, experimentarlo y sumergirse en la creación oscura de Giger nos
conduce a considerar la misma idea que tenemos de nuestra humanidad, de nuestro cuerpo y de la
El presente artículo intenta examinar la experiencia de este frío mundo, oscuro y onírico, desde un
punto de vista fenomenológico, es decir, centrando nuestra atención en lo que la vivencia misma de
esas obras pueda decirnos, tanto sobre los objetos que nos hablan desde la distancia de lo ajeno,
como sobre nosotros mismos, quienes somos el instrumento necesario para que el significado de
históricamente ha afirmado sobre los objetos del arte, o más generalmente, estéticos. Y esta
reflexión estará guiada por las palabras de Roman Ingarden, importante continuador de la obra de
Edmund Husserl, quien estableció con su trabajo el campo filosófico que conocemos como
fenomenología.
percepción en general, y de qué manera podemos en nuestras experiencias conocer, por una parte
nuestro propio cuerpo, y por otra los objetos que son siempre ajenos a nosotros, sean obras de arte u
otras cosas que no carguen con este significado. Por último, la cuarta sección dice algunas palabras
vivir directamente estos objetos, y a reflexionar en lo que ellos nos transmiten con respecto a la
Hans Ruedi Giger murió el doce de mayo de 2014. Este artículo quiere rendirle un homenaje al
maestro que, en la línea de El Bosco, Kubin, Dalí y Gaudí, nos ha abierto los límites de la expresión
y ha marcado notoriamente el trabajo de incontables artistas desde entonces. Y si bien aquí no nos
habla desde las ideas, su voz se escucha en todo momento al apreciar esa humanidad que creó en su
trabajo, sobre la cual desde muy pronto quiso arrojar su mirada sombría, y con ello llevarnos a
Primera sección.
Hans Ruedi Giger, artista visual, diseñador, pintor y escultor, nacido en Chur, Suiza, un 5 de
febrero de 1940, nos decía sobre su trabajo, en una entrevista a ImagineFX (beta.imaginefx.com/hr-
giger-interview-76692), que 'Me gusta mucho lo que hago y tengo libertad para realizar mis sueños,
todos esos sueños infantiles. Todos tienen la libertad de pensar lo que quieran sobre ellos'. En fin,
no era el “shock value” propio de muchas manifestaciones artísticas lo que lo motivaba, sino la
posibilidad de expresar aquellos mundos oníricos que apenas iniciando su vida, habitaba.
De niño, Giger hizo del sótano de su casa su imperio de juegos. Farmacia y vivienda al mismo
el sitio donde se alojaban los sueños y la imaginación del niño, y donde vivió las experiencias
Entrando en contacto con la obra de H. R. Giger, es posible afirmar que en ella podemos asistir a
una reinterpretación de la corporalidad del humano actual, de ese que somos nosotros y habitamos
este tiempo y espacio. A través de la experiencia que tenemos de estos productos, se puede decir
que podemos encontrar una respuesta a cuestiones de este tipo: ¿Cómo hemos transformado nuestra
corporalidad más allá de los límites naturales? ¿Cómo transformaremos aun nuestro cuerpo, en este
Hay que reconocer que afirmaciones de este tipo son comunes cuando nos enfrentamos a la
interpretación de un objeto que reconocemos como una obra de arte. Pero precisamente, uno de los
fines de este artículo será mostrar que al expresarnos de esa manera, en principio aparentemente
subjetiva, expresamos algo con cierta certeza, algo objetivo que nos motiva a emitir esta clase de
juicios.
Esta certeza no está constituida sólo por un objeto o por algo explícito dado en la obra, sino por una
intuición evidente que nos conecta con el núcleo mismo de la obra, y con aquellas características sin
las cuales sería imposible formarnos la idea general de objeto, o más específicamente, de un cuerpo
Así, Giger se encarga de mostrarnos una característica central de nuestra sociedad, en la cual cada
vez más la simbiosis entre la máquina y nuestro cuerpo biológico está presente y no sólo desdibuja
la idea de nuestros límites corporales, sino también nuestros propios límites éticos, que se quedan
cortos ante el inmenso poder de la creación técnica. Cada vez más nuestras propias creaciones
hacen parte de la solución a las enfermedades, los accidentes y los efectos de la violencia en la
corporalidad humana. Pero son al mismo tiempo la fuente de inenarrable dolor e incertidumbre, y
Ante esto muchas personas retroceden y se preguntan dónde se encuentra aquello que nos hace ser
humanos. Buscan una fórmula que les permita identificarla y señalarla, diciendo con ésto que
reconocen lo que es la humanidad, en oposición a lo que la máquina parece ser. De esta manera
creen poder definir fácilmente la frontera entre lo propio, lo humano, y lo otro, el Alien, que nos
Precisamente Giger nos muestra cómo lo difuso de los límites entre humano y máquina impide hoy
hablar de la humanidad sin tener en cuenta la simbiosis. En su obra el cuerpo se prolonga, a través
repetitiva y metálica de sus cavidades, mientras se encuentra inmerso en una incógnita oscuridad,
aglutinante y espesa.
De esta manera enfrentamos la extrañeza que encontramos en la concepción misma que nos
hacemos de nuestro propio cuerpo, lo que nos da paso a preguntarnos por su condición actual. El
espacio en el cual podemos actuar, nuestro propio alcance y habilidad se transforman por las
extensiones mecánicas y las ayudas ortopédicas. La comunicación entre personas se hace más
eficiente cada vez y los usos que propicia esta situación cambian la relación que establecemos con
Así, por ejemplo, los ritmos cotidianos de la vida actual exigen más actividad en menos tiempo, sea
esta actividad recreativa, laboral o funcional, como en el caso del ejercicio. Allí llega la técnica a
internacionales en la arena de algún videojuego, o de poder dar tono a nuestros músculos mientras
desequilibrio causado por el exceso que arrastra consigo nuestra salud. El realizar muchas cosas al
mismo tiempo puede conducir, sicológicamente, a la enfermedad. Tengamos en cuenta además que
hoy en día, para muchas personas, la sociedad requiere una apariencia corporal precisa, juzgada
digna de atención y elogio, y no cumplir con esta petición implica no sólo la exclusión de los
círculos sociales, sino más delicado aún, la implantación de la necesidad personal de transformar su
Juntos, el incremento del ritmo cotidiano y la aparente necesidad de cambiar nuestro cuerpo acorde
a los requisitos impuestos por otras personas muestran cómo ya nuestro cuerpo, esta cosa extensa
que fundamenta nuestra experiencia vital, tiende a acoplarse con todo aquello que sale a su
encuentro, sea algo material o ideal. Muchos vivimos algunos años de nuestra vida con un aparato
tendencia. Algunos han tenido la mala fortuna de necesitar férulas o prótesis permanentes, otros
deben tomar medicación de por vida, y aquellos se adornan masivamente para mostrase al mundo a
través de la red.
En suma, empezaremos afirmando que la obra de Giger surge de la oscuridad y la pesadez presentes
en lo onírico para desnudarnos una vez más, bajo las luces clínicas de nuestro tiempo, la idea de
nuestro propio cuerpo. Simbiosis, transformación, actividad y encuentro. Así comprendemos este
Se ha dicho entonces que la intención de este artículo es mostrar de qué manera, a través de
comprensión de esa simbiosis esencial de la vida humana actual. Con ese objetivo será introducido
a esta narración Edmund Husserl, quien a través de las herramientas conceptuales que desarrolló en
su análisis fenomenológico de la experiencia, nos otorga un suelo firme para entender el punto que
se desea exponer.
lugar común ver la fenomenología como un esfuerzo racional por justificar la primacía del sujeto
ante la realidad que habita, pero esto es sólo un aspecto del estudio que a lo largo de su vida Husserl
Para Husserl la ciencia, su primer objeto de estudio filosófico, se basa en los datos más primarios,
aquellos que se revelan como evidentes. Sólo sobre esos datos es posible construir el sistema
complejo de pruebas y evidencias que percibimos como una teoría científica. Pero más importante
todavía es que para Husserl, ser consciente de esto es aceptar la necesidad de explorar con mayor
precisión esos datos fundamentales, y la forma en cómo ellos nos ayudan a constituir la realidad en
la cual vivimos.
De esta forma, el uso de la palabra “teoría”, dirá Husserl (1997), parece inadecuado cuando nos
referimos a 'la clarificación de la esencia de las donaciones de la experiencia, al menos en cuanto a
sus formas y niveles más básicos' (p. 1). La ciencia y las matemáticas, por su parte, sí son campos
adecuados para el uso de la palabra “teoría”, pues estas se definen por las conexiones que conectan
hechos diversos con un marco de referencia básico que los puede explicar. En cierto sentido, una
teoría es una posibilidad de calcular los hechos que pueden ser incorporados en cierto tipo de
explicación, a partir de unos fundamentos evidentes. Pero comprender lo que una teoría es, es sólo
El mundo se presenta a nosotros, anterior a la ciencia (a la teoría) en una manera natural. Es a esta
actitud natural a la cual 'todas las ciencias empíricas pueden ajustarse' (p. 3). En esta actitud, afirma
Husserl, encontramos una comprensión científica del mundo, en la cual toman las ciencias sus
base para los desarrollos teóricos acerca del campo científico en cuestión.
Lo que hacen los científicos al usar un lenguaje especial para sus descripciones es mostrarnos su
(cada vez más completa) relación experiencial con las cosas que estudian. Esta experiencia puede
ser mejorada (o incrementada) a través de medios como los microscopios u otros aparatos, o por la
reflexión en cada una de estas diferentes experiencias. Para Husserl (1997), 'todos los juicios sobre
memorias, y estas se conectan con el mundo mismo el cual encuentra su donación original a través
En conclusión, hablar de una “teoría de la experiencia” será referirse entonces a una amplia serie de
incluidos en los objetivos de la descripción científica que Husserl intenta construir como objetivo de
sus primeras reflexiones. Pero es posible, eso sí, tomar las indicaciones que nos revela el examen
científico sobre los fundamentos de nuestra experiencia y así explorar algunas formas peculiares en
las cuales experimentamos. Una de ellas, principal para el objetivo aquí propuesto, es la experiencia
de la obra de arte.
Segunda sección.
las características que nos lleven a considerar un objeto determinado como una “obra de arte”, son
numerosas las insinuaciones que, en el espíritu mismo del “perpetuo inicio” que para el maestro
significó la fenomenología, se presentan dispersas en sus escritos. Nos recuerda Sven – Olov
Wallenstein (2009) que muchas de ellas las encontramos en su colección sobre Fantasía,
conciencia de la imagen y memoria (p. 3), donde Husserl emplea con frecuencia ejemplos basados
en el arte.
Otra de estas pistas, suficientemente curiosa, es la carta que Husserl dirige a Hugo von
cual se manifiesta el desencanto que el titular de la carta siente ante la función descriptiva y
vinculante del lenguaje con respecto al mundo en el cual se inscribe, nos dejó un importante legado
poético. Se puede decir también que, más en consonancia con el interés de este artículo, él
desarrolló una visión propia sobre el trabajo del artista y las posibles funciones de los productos
estéticos.
Esta carta la escribe Husserl con ocasión de un regalo que von Hoffmanstahl le hace,
presumiblemente una versión impresa de sus dramas (Husserl, 2009), cuando ambos coincidieron
en Göttingen en el invierno de 1906. En ella, Husserl hace referencia a ciertos “estados interiores”
que construyen algo como una”pura belleza estética”, y que son motivados por la obra de arte. En
ese sentido, la obra de arte lleva a quien la contempla a un estado de abstracción ante lo que se le
presenta y percibe.
Para Husserl, esta posibilidad que abre la obra de arte es análoga al camino que abre el proceso de
suspender la creencias y los juicios sobre el mundo que nos rodea, propio del método
entrada a la duda ante la seguridad de lo conocido. A través de ella se transforma la visión de quien
conciencia. Entendemos a través de la experiencia del arte que las cosas nos pueden decir mucho
Por último, reafirmando esta semejanza, Husserl añade que el trabajo de la fenomenología es de
hecho muy cercano al interés que debe animar al arte. Ambos se sirven de una intuición privilegiada
que permite acceder a un conocimiento de las cosas que no está mediado por los criterios y
prejuicios sobre la existencia de estas. Sobre esta intuición fenomenológica dirá Husserl que 'no es
obviamente una intuición al servicio del propósito del placer estético, sino del propósito de
dominio' (2009, p. 2). En fin, afirma Husserl que arte y filosofía deben conducir por igual hacia la
apertura de la posibilidad de un conocimiento certero y seguro, aun cuando este sea algo ideal más
Retomar las insinuaciones que Husserl deja, pertinentes a lo artístico y lo estético, es una
tarea que se impuso Roman Ingarden. Este autor polaco es bien conocido para el público occidental
gracias a sus trabajos en el campo de la estética, aun cuando su producción fue quizás más fértil en
la ontología (el análisis de aquello que permite a un “algo” ser y presentarse como ese algo que es),
la cual trabajó apoyado en fuertes raíces fenomenológicas, y cuyos resultados han pasado
largamente desapercibidos debido a que el polaco es la lengua original en la que fueron presentados.
En su artículo Phenomenological aesthetics: an attempt of defining its range (1975), Ingarden
define el campo de estudio de lo estético a través de la diferencia que percibe entre las maneras
tradicionales de examinar el hecho artístico. Dirá Ingarden que el balance histórico entre las formas
de comprensión del evento artístico se da entre posiciones “subjetivas” y “objetivas”. Así, por
ejemplo, tomar una primera opción de enfocarse en y tematizar las cualidades del creador (el artista)
o, por otra parte, enfocarse en y tematizar las cualidades del producto realizado, serán las opciones
Más aún, las reflexiones filosóficas subsecuentes (y quizás las más poderosas), como en los casos
de Kant y Hegel, dirá Ingarden, no son suficientemente claras en explicar 'la conexión interna entre
Vischer y Theodor Lipps, entre otros, resultó ser en exceso sicológica, afirma Ingarden, pues
Para el análisis hacia el cual nos quiere conducir Ingarden será importante tratar de encontrar un
vínculo que permita superar esta dualidad recurrente en el estudio histórico sobre lo estético. Es así
como los primeros intentos con un real espíritu fenomenológico por determinar el objeto estético los
ubica Ingarden con Waldemar Conrad , quien analiza los diferentes tipos de productos (las obras de
arte), pero deja de lado en su reflexión las experiencias creativa y reflexiva. Estos productos serán
para Conrad “objetos ideales” (1975, p. 258), dirá Ingarden. Se menciona también a Moritz Geiger,
quien se interesa principalmente en el aspecto subjetivo del asunto. Ingarden afirma con respecto a
esta proto-fenomenología estética que en todo caso 'ciertos problemas, los cuales se relacionan con
la naturaleza del arte comienzan a surgir'. Concluye que el tema principal para este tipo de
aproximaciones será “el valor estético”, lo cual es 'algo inherente a la obra misma' (Ingarden, 1975,
p. 258), o sea, algo perteneciente a los productos del arte (una conciencia de su identidad, de lo que
le es propio y lo que no). Este valor además otorga unidad al campo de la investigación estética,
concluye Ingarden.
Posteriormente nos dice Ingarden (1975) que O. Becker afirmó por el año 1929 que 'la
fenomenología es una “investigación ontológica en el reino de los problemas estéticos”' (p. 259),
ante lo cual Ingarden señala que de ser así, la fenomenología no tendría diferencia alguna con las
investigaciones clásicas sobre el arte. Surge así mismo en esos años el concepto de una “ciencia
general del arte”. Este campo se fundamenta en sistematizaciones y teorías generales sobre este
campo de estudio. Las obras de Heinrich Wölfflin y de Wilhelm Worringer pueden incluirse en este
conjunto de trabajos. Ante esta última tendencia, surgen estas preguntas: ¿cómo entender entonces
Para Ingarden es claro que una generalización empírica no es una entrada válida al campo de la
estética. En lugar de ello él propone llevar a cabo un análisis eidético de la idea de obra de arte
literaria o de una obra de arte en general (1975, p. 259). En otras palabras, propone tratar de
identificar qué es aquello, que en todos los casos posibles, hace parte inherente de una obra de arte,
qué es lo que no se puede separar de algo llamado “obra de arte” y que al separarse hace que ese
objeto se comprenda ya como algo diferente. Esto en lugar de un análisis de las formas de
En este sentido, para Ingarden, no será correcto 'enfrentar una contra la otra las dos líneas de
como una comunidad donde se generan diferentes experiencias estéticas. Así, para el análisis que se
pueda llevar a cabo, no habrá instancias absolutamente pasivas o absolutamente activas en estas
experiencias, y en todo momento interactuarán cualidades subjetivas y objetivas durante el tiempo
Es posible decir que el espectador, por ejemplo, se encarga de constituir activamente el valor
estético de la obra de arte a través de las sugerencias hechas por el objeto presentado,
convirtiéndolo en un constructor más del significado de la obra. Y asi mismo el artista, en medio de
su proceso de creación y construcción, es ciertamente pasivo ante los resultados provisionales que
debe encarar y que lo obligan a seguir su trabajo de creación en direcciones quizás inesperadas para
él.
De acuerdo con esto, se puede afirmar entonces que podemos reconstruir, a través de muchas y
diferentes experiencias, las cualidades del objeto “obra de arte”, y constituir también su valor
262). En este sentido, “la incompletitud” que presenta la obra (la posibilidad que nos da para
encontrarle significados nuevos cada vez que nos encontramos con ella) se llenará activamente al
En definitiva, es en lo que percibimos del objeto en donde es posible encontrar algo que marca la
relevancia de ese objeto como obra de arte. La obra de arte se convierte en fenómeno y es así como
observamos que el valor estético de cualquier producto artístico es algo objetivo, contenido en
Todo este proceso de constitución del valor estético no es, desde luego, completamente
consciente. Para Ingarden 'es la persona entera dotada de poderes corpóreos y mentales' el que
continuamente cambia, el que crea y aprecia el objeto. Y esta persona íntegra, a través de estas
experiencias estéticas, 'sufre un cambio permanente y significativo' (1975, p. 262). Esta es, de
nuevo, la importante similitud que, con respecto a la función de la filosofía presenta la apreciación
artística, tal como Husserl la contaba en su carta a von Hoffmanstahl. Y quizás más importante,
resalta la necesidad de incluir en este análisis al cuerpo, pues es en éste donde podemos apreciar
cualquier cambio llevado a cabo a través de las experiencias, y no sólamente en nuestra dimensión
racional.
Encontramos entonces, en la experiencia de la obra de arte, una correlación entre dos instancias: la
primera en cuanto al sujeto físico que experimenta, quien es objeto de encuentros y es ante sí mismo
encuentro con el objeto, el cual se revela y viene a mostrarse como es a través de su manifestación
actual (Ingarden, 1975, p. 263). De esta manera el fundamento de este tipo de estética es 'el
encuentro entre la persona y un objeto externo diferente a esta, y que permanece independiente de
El proceso creativo enfrenta además en cierto momento la dureza del material. Y el resultado final
debe conservar algo de las características originales que llamaron nuestra atención (en el caso del
autor, de la forma que intenta hacer patente en el material). Es así también como un espectador tiene
la oportunidad de constituir el valor estético del objeto (Ingarden, 1975, p. 265). De no conservar
Por otra parte, afirma Ingarden, el cambio de actitud lleva al espectador, desde una instancia de
incomprensión e inocencia a una de admiración ante una obra de arte (1975, p. 268). El
reconocimiento del valor estético (o lo que es lo mismo, su constitución) coincidirá con el término
En conclusión, esos objetos “mueven” o “dirigen” nuestra actitud hacia ellos (y hacia el mundo que
los contiene en general) y nos llevan a otra disposición ante él. Algo atrapa nuestra atención porque
mueve en nosotros una experiencia de tipo peculiar, y este es el inicio de un proceso de
completación que hace posible constituir una “forma sintética” que se manifiesta con evidencia
como una obra de arte. Más todavía, se puede afirmar que el artista hace que esta forma sintética se
Tercera sección.
De acuerdo con lo planteado por Ingarden, el encuentro entre nuestro cuerpo y algo diferente
a él es el principio de cualquier análisis posible sobre la obra de arte y sobre el campo de la estética,
si se pretende una mirada más completa que las ofrecidas por las concepciones históricas sobre el
tema. Adicionalmente se debe entender que este encuentro se lleva a cabo gracias a que nuestro
cuerpo actúa como base necesaria para cualquier experiencia, y que es en él donde se producen, en
principio, los cambios que implica la apreciación de cualquier objeto con valor estético.
Algo para tener en cuenta: usaremos la expresión “encuentro” en el sentido en el cual lo usa Lester
Embree en Doing Phenomenology (2012, p. 18), para traducir el término Erlebnis, utilizado por
Husserl. El encuentro es siempre algo concreto, mas no se refiere a algo exclusivamente cognitivo o
predicativo, sino que incluye también lo valorativo y lo volitivo, o sea, al decir que nos
encontramos con algo incluímos todo tipo de posibles relaciones que establezcamos con aquello que
encontramos. Y así, dentro de estos encuentros concretos podremos analizar sus componentes,
Es posible decir entonces que el encuentro con el trabajo de H. R. Giger nos conduce a desnudar el
cuerpo humano, y a encontrarlo limpio de los significados y prejuicios que comúnmente median
nuestra experiencia de este. Nos lleva a considerar con una mirada diferente la conformación y las
capacidades de nuestro propio cuerpo, haciendo entender que los límites de este no son aquellos que
esta intuición. Así, ¿por qué será posible decir que en la obra de Giger podemos atender a la
“expansión” de la idea de la corporalidad humana? ¿Cómo decir que en esas imagenes obtenemos
un dato del cambio objetivo que se lleva a cabo en la forma en la cual entendemos nuestro propio
cuerpo? Ese objeto extraño que encontramos como obra de arte, ¿qué nos transmite al apreciarlo,
Para hacer esto claro, es pertinente seguir la línea de pensamiento propuesta por Husserl sobre los
fundamentos de la percepción. Esto nos puede ayudar a entender la manera en la cual aprehendemos
el espacio que habitamos, el cuerpo que somos, y las posibilidades de cambio que lleva consigo ese
encuentro entre cuerpos que queremos analizar como una experiencia de tipo estético.
Dan Zahavi en Husserl's phenomenology (2003) plantea las siguientes preguntas buscando
especificar la relación dada en ese tipo de encuentros entre algo (nuestro cuerpo) y otro algo ajeno a
él: ¿'Será cualquier tipo de experiencia una experiencia corporal? ¿Cual es la relación entre el
cuerpo y estas experiencias? ¿Cómo podemos entender esa “apertura” del cuerpo hacia las otras
forma en la cual a través de la percepción de nuestro propio cuerpo somos capaces de percibir un
“algo” cualquiera ajeno a nosotros. Y el segundo tipo, acerca de la forma en la cual se desarrolla la
Mas antes de presentar el desarrollo de ambos tipos de cuestiones, es prudente decir algo sobre lo
que Husserl entiende al hablar de percepción en general; Husserl estudiará la constitución de las
experiencias vividas (o vivencias) sobre las cuales cualquier acto constitutivo complejo (esto es, el
mecanismo por el cual construimos el sentido de lo que vamos encontrando), como la percepción de
las cosas, se fundamenta. Hablamos de la percepción y decimos en general oír, ver, y experiencias
de este tipo. Hablamos de “veo” o “yo oigo” siempre algo que conectamos a este acto perceptivo,
de esta manera: “veo un tren”, o “estoy oyendo un ruido”. Existe pues, un algo corpóreo que
percibimos.
Husserl recibe de su contacto con Franz Brentano, en tiempos donde su interés por las matemáticas
empezaba a complementarse con el trabajo en sicología y filosofía. Este término nos lleva a
entender cómo Husserl distingue entre los contenidos objetivos de la percepción (los contenidos
reales de esta o sus momentos), y las características objetivas del objeto que aparece.
Pensemos en la percepción de una textura rugosa e irregular, como una pared o una corteza de
árbol. Podemos percibir cómo estos objetos tienen una característica que identificamos como
“rugosidad”, pero eso que nos es transmitido a través de nuestra sensibilidad no es lo mismo que la
característica del objeto. Es posible diferenciar entre lo que obtenemos nosotros del objeto rugoso
en nuestra percepción (la sensación de) y la rugosidad que como tal está presente en el objeto . Así,
En general, al asociar una percepción con la expresión de esta encontramos algo referente a lo
esencial, esto es, la correlación del percibir con el objeto percibido. Decimos por ejemplo “este
melocotón está delicioso”, o “qué bonitos ojos tiene ella” y al hacerlo contamos con la seguridad de
que hay algo allí que nos impele a realizar estos juicios y expresarlos. El objeto pertenece
percibir algo tenemos certeza de que ese algo que estamos encontrando está efectivamente ahí ante
nosotros.
Afirma Husserl además que nuestros actos perceptivos (en nuestra actitud natural ante las cosas)
llevan con ellos comúnmente la creencia en la verdad de lo que percibimos. Es decir que ante lo que
percibimos es muy difícil establecer una duda o incluso, como decimos más sencillamente,
desconfiar de ello. Pero de todas maneras, esta creencia no es esencial o necesaria para la
percepción. Husserl utiliza los términos Wahrnehmung y Perzeption para indicar la percepción en
(Husserl, 1997, p.12). Estas consideraciones conducen a un análisis de las experiencias del error y
el engaño, pero van más allá del sucinto interés de este escrito. Martin Heidegger, entre otros,
desarrolló luego estas cuestiones en su análisis sobre La esencia de la verdad, utilizando como base
Otras potencias o facultades de la mente, como la fantasía por ejemplo, son esencialmente
[vorgestellt], sólo se presenta a nosotros […] pero no “se da a sí mismo” como es, actual y presente'
(1997, p. 12). Así, la imagen no es el objeto de la percepción, puesto que lo imaginado no está
presente “en carne propia”, o sea actualmente y ante nosotros, sino dado a través de algo más
del objeto, esto es, de ser fenómeno de esta presencia. Percibir una casa significa tener la conciencia
(tener el fenómeno) de una casa estando presente allí, actual y evidentemente. Sobre la llamada
existencia de la casa, sobre su “verdadero ser”, y sobre qué pueda significar su existencia, nada se
son propicias para llegar a entender el encuentro que se da entre nuestro cuerpo y otros cuerpos en
los actos de percepción. Dice Zahavi que 'nuestra experiencia de objetos perceptuales está
del cuerpo, llamada experiencia kinestésica' (2003, p. 99). Así, estamos hablando de un espacio que
no conocemos o no percibimos de manera directa, pero que es la posibilidad para todo aquello
asociadas a nuestro cuerpo y que no son objetivas para nosotros, esto es, no son el foco de nuestra
mirada a este o a aquel lugar, la sensitividad de nuestra piel, el alcance de nuestras extremidades
De esta manera se crea un “sistema de orientaciones” que abarca todas las posibilidades que nuestro
cuerpo ofrece para percibir algo cualquiera. Este sistema de orientaciones es siempre un sistema
ideal (Husserl, 1997, p. 261), lo que significa que son opciones que se nos ofrecen en un campo
abierto donde nos movemos y permanecemos, aun cuando no se esten realizando o “concretando”
en un momento específico. Así, el movimiento y el reposo serán 'un asunto de la constitución de las
Hablamos así de dos sistemas kinestésicos: el sistema 'constitutivo del horizonte cerrado del espacio
objetivo', o sea el alcance máximo de las facultades perceptivas de nuestro cuerpo, y el sistema que
constituye el desplazamiento aparente del (en?) espacio objetivo, o sea, la conjunción entre nuestra
actividad y la modificación aparente del espacio que recorremos al actuar (Husserl, 1997, p. 262).
Nuestro cuerpo es fundamental en la comprensión del asunto: este será el “eje cero” de este sistema
de orientaciones, o sea que es en primer lugar lo que permite que encontremos todo aquello ajeno a
nuestro corporalidad, y en segundo lugar, el punto hacia el cual coinciden todos los encuentros que
podamos tener. Husserl afirma que nuestro cuerpo es entonces un sistema 'constitutivo del horizonte
cerrado del espacio objetivo' (1997, p. 262) o del horizonte perceptible, compuesto este también de
Y es de esta forma como los sistemas complejos de nuestro cuerpo (otro sistema complejo en su
propio derecho) participan en el proceso de constituir el espacio objetivo en el cual nos movemos, y
que como horizonte, está siempre cambiando. Podemos darnos cuenta que una serie de cambios
objetivos ocurren cuando nuestras primeras impresiones de ese espacio o de las cosas que estando
en él salen a nuestro encuentro son modificadas (por nuestro movimiento). Así entonces, los datos
objetivos adquiridos a través del primer estado del sistema son superados y complementados por la
nueva información adquirida a través del sistema constitutivo múltiple “eje cero” (nuestro propio
Se debe decir también que la percepción de este eje cero espacial es de plano diferente de la
percepción que podemos tener de otros cuerpos. Ya se ha mencionado que nosotros percibimos, por
ejemplo, el reposo y el movimiento propios, y a partir de esto el horizonte espacial también cambia
consecuentemente. A este respecto dice Husserl (1997) que 'si todos los cuerpos que nos rodean se
presentan en “movimientos de orientación” (es así si todas sus orientaciones cambian), mientras mi
sistema kinestésico está en reposo, tenemos la conciencia posible de “ser movido”' (p. 261), como
al ser pasajero en un bus. Es posible añadir que 'El horizonte como tal nunca se torna infinito,
Así, nuestro cuerpo no lo experimentamos inicialmente como un objeto (como los otros objetos) en
inicio, sino que me siento a mí mismo en lugar de ello. De acuerdo con Zahavi (2003), Husserl
(p. 107).
En conclusión, nuestra auto percepción corporal es el marco de referencia para los encuentros con
las otras apariencias perceptuales. Esta idea se puede ver afectada aparentemente por lo que llama
Zahavi (2003) “una circularidad viciosa” (p. 101), pues parece ser que el cuerpo vivido, como la
este último tipo. Así, nuestro cuerpo es fundamento (de lo percibido) y objeto fundamentado
(percibido) al mismo tiempo. Es por eso que Husserl (1997) distingue entre: a) el cuerpo funcional,
alerta pre reflexiva, esto es, nuestro alrededor inmediato. Y b) el cuerpo tematizado, el cual es lo
que percibimos como experiencia de nuestro cuerpo como objeto extenso, o sea, la corporalidad que
Nuestro cuerpo como condición de posibilidad de toda experiencia será entonces un cuerpo
funcional que no se nos da (no lo encontramos) en la manera en la cual encontramos otras cosas
extensas, o sea de manera “aspectual”. Nuestro cuerpo lo hallamos de manera absoluta, como algo
presente y evidente. De las demás cosas tenemos percepciones parciales, vemos a veces unos y a
veces otros aspectos de ellas. Una persona que venga hacia mí, por ejemplo, la percibo diferente de
acuerdo a la cercanía o lejanía entre nosotros, la iluminación, e incluso las actitudes y movimientos
que esa persona adopte en tal o cual momento. Definimos entonces que mi cuerpo es encontrado, en
es posible porque nuestra mente y nuestro cuerpo forman una unidad intrínseca y así, su percepción
Entonces este cuerpo propio se experimenta en una doble vía: tal como se ha descrito hasta ahora,
como un cuerpo funcional (que es la condición de posibilidad para las demás experiencias), y
también como un objeto extenso, como algo que se experimenta y se percibe conscientemente. Esta
Y así, al aparecer yo ante otros, u otros ante mí, la constitución de nuestro cuerpo como objeto
extenso se produce, esto es, comprender ese cuerpo ajeno, cuando lo encontramos, como la
percepción de un cuerpo humano semejante al mío, con todas sus características. Esta constitución
de un cuerpo viviente individual tomado como “eje cero” de la experiencia ya no resulta válida.
Podemos comprobar esto al constatar que existe una dualidad en cada sensación que podemos tener
de nosotros mismos. Al tocar alguna cosa podemos enfocarnos en las características del objeto que
estamos sintiendo, pero también en la sensación que como tal es percibida en mi cuerpo (en las
manos, en la piel, y así). Estamos entonces compuestos de muchos órganos que sienten y
Así Husserl diferencia, para cualquier sensación, entre dos dimensiones: lo sensible y lo sentido ,
según Zahavi (2003, p. 109). Es entonces como podemos identificar este cuerpo como propio, pues
al mismo tiempo percibe la sensación de ser tocado y la sensación de tocar, como en el caso de
juntar ambas manos. Hay en nuestra propia percepción una doble presentación del cuerpo: este es
encontrado como una interioridad ('una estructura volicional y una dimensión de la sensación'), y
de las cosas externas, y viceversa. Ambas son inseparables e interdependientes, y sus momentos
sólo podemos distinguirlos entre sí. Dice 'el ego no es algo por sí mismo, y aquello lo cual es ajeno
al ego es algo separado de este, de manera tal que no hay espacio para que el uno se oriente hacia el
otro. En vez de eso, el ego es inseparable de aquello que es extraño a él' (Husserl, 1997, p. 106).
Añade Zahavi (2003) que Maurice Merleau-Ponty afirma que la subjetividad esencialmente se
orienta y se abre hacia eso lo cual ella no es, sean objetos o semejantes, y que a través de esa
apertura puede ella conocerse a sí misma. Esta reflexión descubre entonces una apertura del ego
hacia algo que no es nuestro propio ser. En esta apertura es posible también conocer este ego que a
Esta apertura nos permite identificarnos a nosotros mismos como un cuerpo que percibe, actúa,
necesita y demás, en medio de un entorno donde es posible encontrar todo tipo de objetos
diferentes. A través de estos encuentros nos determinamos como sujetos actuantes que pueden dar
sentido a todo lo que se nos muestra. Así, es posible afirmar que la teoría de la percepción de
Husserl nos conduce necesariamente a una pregunta sobre la identidad que encontramos en la cosa
o cuerpo percibido, esto es, ¿cómo saber que estos datos o apariencias lo son de uno y el mismo
objeto?
La respuesta debe hallarse encontrando que estas apariencias pertenecen esencialmente a un mismo
“continuum”, o flujo de percepciones, hallado a través de una síntesis continua, donde se presenta
un mismo objeto (ser) en medio de sus transiciones. Así, de acuerdo con Zahavi (2003), 'cada
percepción contiene un doble proceso', que podemos entender conformado por: a) las experiencias
Consecuentemente, cada cuerpo, cada cosa como ente físico, está constituída en una “orientación”,
esto es, se presenta en una “locación”, entendida como una serie de cualidades variables presentadas
en un espacio determinado. Nuestra intuición adquiere esas cualidades como una sola identidad, que
Estos cuerpos, que Husserl nomina también “campos sensibles”, no son lo mismo que los campos
kinestésicos. Un campo kinestésico es el espacio formado por nuestra organización sensitiva donde
los datos del movimiento pueden aparecer y ser así percibidos. Es una multiplicidad de campos
posibles donde se producen datos para nuestra percepción. A este respecto concluye Husserl que 'el
Un campo sensible es por otra parte aquello que percibimos como una unidad, sin diferencias
cualitativas; es la percepción del objeto unitario al cual podemos referirnos por ejemplo, a través del
lenguaje común: la mesa, el perro, el espacio. Las diferencias que podemos encontrar en la
percepción de estos cuerpos aparecen en forma de cambios en la “agudeza” del contenido dado a la
percepción. Es decir, a veces vemos las cosas más o menos cerca, con mayor o menor iluminación,
con o sin algún impedimento o modificación en nuestros órganos perceptivos, y así lo que
Aún más, esos diferentes datos objetivos se presentan con los datos kinestésicos convenientes o
relevantes, y en conjunción con ellos se forma un sistema más amplio. Entonces tenemos un espacio
de posibilidades donde percibimos los cambios objetivos que nos sirven para identificar el cuerpo -
objeto.
fenomenológicos, que según Husserl, pueden indicarse a través de estas preguntas: ¿Cómo son
posibles las afirmaciones evidentes sobre un objeto que no está actualmente dado en el fenómeno?
¿Cómo hablar de algo que no está contenido en nuestra experiencia? (Husserl, 1997, p. 16) ¿Cómo
comparar lo que presenta inmanentemente el fenómeno (la percepción de) con el contenido objetivo
de este? La fenomenología entonces debe hacer claro el proceso de constitución que trae a la
contenidos. Y es, adicionalmente, la actividad que Ingarden exigía al unificar la descripción de los
En suma, el objeto se constituye a través de una serie de insinuaciones (los datos objetivos dados) y
de una serie de sistemas kinestésicos (el campo potencial múltiple de apariciones y encuentros
posibles). La conjunción de estas series puede variar, pero en última instancia nuestra conciencia de
la identidad del objeto estará dada cuando las series coincidan en una unidad , afirmará Husserl
(1997, p. 258). Nuestra conciencia se nutre así de una multiplicidad de sistemas que se
Así, la evidencia que encontramos en nuestros propios actos de percibir nos hace posible definir qué
sea aquello que permite identificar los objetos de manera unitaria, otorgándoles una unidad a través
de la cual los encontramos ahí para nosotros. Esa conciencia de unidad debe ser algo esencial a la
misma percepción, o sea, algo que juega entre los sistemas receptivos y creativos de la persona y al
mismo tiempo está siendo encontrado en nuestra relación con los objetos. El objeto artístico, ya se
ha dicho, es la puerta de entrada al descubrimiento de esta percepción de unidad, a la manera en la
que la fenomenología también quiere serlo. En síntesis, es a través de esta percepción estética –
fenomenológica como sabemos qué pertenece y qué no pertenece al objeto que encontramos.
En este sentido, Husserl afirma que tenemos una conciencia de la identidad de un objeto cualquiera
al identificar la presentación actual cualquiera del objeto, que no es esencial y Husserl llama
“presentacional” [darstellung], de la presentación evidente del objeto, que llama “auto impuesto”
[selbststellend] (1997, p.23). La primera será trascendente y la segunda inmanente con respecto a
nuestra experiencia, es decir, el primer tipo de conciencia nos muestra lo que en el objeto es
segundo tipo nos enseña lo que es necesario y conectado con las características esenciales del
mismo objeto.
Tenemos entonces una experiencia donde el objeto se nos da de cierta manera, y es para nosotros
evidente en ese momento que el objeto es tal cual lo percibimos. De todas formas el objeto como tal
por nuestra experiencia directa y evidente, pero en el momento que lo percibimos directamente no
ofrece dudas sobre su conformación. Pero nuestra experiencia es continua en el tiempo, y el objeto
no se presentará siempre de la misma manera. Es por eso que nuestra evidencia (lo auto impuesto)
se complementa permanentemente con lo novedoso (lo presentacional) que trae el objeto que
percibimos.
Es posible decir que percibimos los objetos en percepción auto impuesta, o sea, con evidencia de su
presencia actual, cuando a través de diferentes actos percibimos sus diferentes modos de
presentación (o perspectivas) pero aún así referimos estas percepciones a uno y el mismo objeto
(1997, p. 23). De esta manera otorgamos una identidad a los objetos percibidos, según Husserl, y lo
describe de esta bella manera: cada vez que tenemos una percepción evidente, esta percepción y el
objeto percibido serán uno y lo mismo, permitiéndonos percibir objetos diferentes. Pero si nuestra
percepción es presentacional, el objeto y la percepción no serán lo mismo (1997, p. 22). Así, para
las primeras habremos percibido un objeto claramente determinado, mientras que para las segundas
estaremos percibiendo la continuidad de unos cambios tal como se nos presentan, y que podemos
Así, una conciencia de identidad (dada de manera auto impuesta) 'une percepciones con
percepciones' en una manera sintética. Esta conciencia está, como las percepciones, 'unida a un
objeto: la identidad de aquello lo cual es percibido aquí y allá' (Husserl, 1997, p. 23). Es la
conciencia formada por las percepciones evidentes y actuales del objeto, la cual agrupa toda posible
Husserl presenta una objeción: '¿Cómo puedo adquirir la identidad [de algo] en sentido propio si no
se me da propiamente el objeto como tal sino sólo sus presentaciones?' (1997, p. 23). La respuesta
es que no existe seguridad absoluta sobre ningún objeto trascendente (o sea, encontrado a través de
sus diferentes perspectivas cada vez) dado y sintetizado a través de la conciencia de identidad. Esta
última es 'una simple intención de identidad' (p. 24), o en otras palabras, una identidad aún no
completa. Podemos percibir un cuerpo humano ajeno, por ejemplo, pero nunca en su totalidad. Este
cuerpo será para nosotros en todo momento una intuición de la posibilidad de un cuerpo humano
completo, tal como nuestras experiencias acumuladas nos dicen que debe ser un cuerpo humano,
Ligada a esta conciencia de la identidad, dirá Husserl, también habrá una conciencia de la
diferencia que colectivamente toma percepciones de cosas diferentes. Esta conciencia se da cuando
aparece un conflicto con lo ya reconocido como idéntico. Hay también identificaciones parciales de
objetos en la experiencia. Esta percepción es lo que llamamos “parte de”, en lugar de “unidad” o
“ser”. Esto significa que nuestra percepción actual (parcial) no es compatible con la conciencia de
identidad que nos presenta una percepción de algo como idéntico (Husserl, 1997, p. 28). Esta
identificación parcial es 'una conciencia de coincidencia, pero de tal manera que un “plus” de no
Para Husserl, 'En esta estructura básica objetivante de la conciencia aparece el sentido de los
términos parte y todo, y de contener y ser contenido, poseer y ser poseído' (1997, p. 29). Y así, el
núcleo esencial reside en la palabra “es”, la cual es la expresión de la conciencia de unidad que
En resumen, Husserl nos indica dos asuntos principales: el primero es que la percepción que
tenemos de nuestro cuerpo es única y diferente de la percepción obtenida de aquello otro que
completa el espacio que habitamos. Este, nuestro cuerpo, es vivido y no percibido en el sentido en
el cual nos son dadas las cosas externas a nosotros. Por otra parte, en segundo lugar, decimos que al
encontrar cuerpos ajenos, los percibimos como cualquier otra cosa ajena a nuestro cuerpo, y en ellos
Cuarta sección.
manifestaciones. Todas ellas se presentan a nosotros en su diferencia, pero en todas es posible intuir,
aun cuando esos cuerpos no coincidan totalmente con las percepciones cotidianas que tenemos del
cuerpo. En ese sentido es que es posible hablar de una expansión en esa conciencia de identidad,
que nos dirige a reflexionar sobre nuestro propio cuerpo, sobre lo más básico que nos constituye y
Combinando así las ideas de Husserl, que nos indican cómo nos percibimos a nosotros y cómo
percibimos lo ajeno, entraremos a examinar algunas obras del artista, con el objetivo ya propuesto
se contraen, y que son atravesados por duros elementos metálicos. Cuerpos sin rostro que muestran
una vitalidad bizarra y en principio inhumana, pero que aún así reconocemos como humanos y nos
exigen adoptar ante su aparición, una posición determinada. Estos cuerpos los percibimos como
ajenos, pero esta percepción involucra nuestra misma autopercepción y con ello refuerza la
descubrirnos una serie de relaciones que los individuos y el colectivo establecen con las cosas que
pueden encontrar en el espacio que habitan. Así, de esta manera, nuestra percepción general del
cuerpo se transforma, aun cuando su estructura aparente (física) se conserve, y este cambio nos
conduce a estar atentos al cuerpo de una forma diferente. Los elementos mecánicos que se integran
intuición misma del espacio que habitamos se transforma y se unifica con el cuerpo, generando una
Iniciaremos este ejercicio con cuatro obras de Giger, todas presentes en su libro H. R. Giger's
Necronomicon, de 1984. Desde luego, queda sólo la insinuación para que cada quien lleve a cabo
sus encuentros con estas y otras obras y pueda decidir sobre lo aquí expresado. Esta es entonces
principalmente una invitación a rendir un homenaje al maestro que nos acompañó hasta el doce de
mayo de 2014.
H. R. Giger conoció a la artista suiza Li Tobler en 1966. Ella se convirtió pronto en una
poderosa fuente de inspiración para él, y lograron convivir hasta la desaparición trágica de Li,
El rostro de Li es el núcleo de la imagen total. Ella se asienta como pieza fundamental, y desde allí
encontramos todas las conexiones que el autor quiere hacer patentes para nosotros como
espectadores. En ese sentido, la cara femenina conecta focalmente las extensiones que se
sobreponen sobre ella. Sus ojos, en primer lugar, nos comunican una semejanza que entendemos
como humanidad. Pero inmediatamente se nos brindan elementos que, por una parte nos
desconectan de la idea de que esa figura presentada allí es un ser humano “normal”, y por otra nos
hacen cuestionar esa misma idea de “normalidad” corporal humana, haciendo ver la máquina como
algo consecuente y perteneciente a esa figura, creando así la imagen que nos proyecta hacia la
comprensión de la simbiosis.
pero de todas maneras conectado en cierta continuidad con la superficie mecánica que lo soporta.
Los ojos, de nuevo, comunican la presencia de vida, imposible si la cabeza está separada del cuerpo.
La cara de Li sigue la configuración ósea que nos caracteriza, pero su piel se diluye en los pliegues
También están presentes aleatoriamente en la composición otras partes del cuerpo humano. Estas
mantienen la referencia al cuerpo, pero en un continuo movimiento que hace perder el foco de los
límites y favorece la imagen simbiótica. Vemos la estructura ósea, cráneos y espinas, que recorren la
imagen sirviendo como solución de continuidad, además de algunas intuiciones genitales, que
llaman a recordar siempre que es una mujer quien allí se nos muestra.
Llaman igualmente la atención las insinuaciones de vida que recibimos de las figuras secundarias,
como aquellas que parecen sostener los aeorosoles que pintan la escena. En ellas vemos brillar una
luz que nos conduce a preguntarnos cual será su rol, pues están vivos. Así mismo, a la izquierda
encontramos un cráneo humano que parece ser la cabeza de un ser extraño, ya muerto, que
permanece en sus restos como si hubiera sufrido la absorción de toda su energía, pero aún un soplo
maquinaria del revólver. Esta es la que impulsa a la vida a los pequeños cartuchos vivos, y
paralelamente los convierte en muerte activa. A punto de ser activado, el interior del revólver nos
enseña seres no individualizados, componentes fríos que sólo lejanamente pueden todavía ser
Vemos cómo lo mecánico se muestra como el soporte básico de la vida “bajo la Tierra”. En
un útero metálico se refugia este ser vivo que ejecuta los intercambios con un ambiente externo a
su habitación es aún necesario para este ser, pero su contacto sólo puede aceptarse si es modificado
y envasado según los requerimientos de los canales de acceso. ¿Será acaso una impresión cercana
se ejemplifica plenamente en esta imagen. Actúan en conjunto la máquina como medio y barrera
ante el ambiente exterior, junto al cuerpo que la habita y parece compartir con ella el control sobre
la totalidad que conforman. Una espina dorsal aparece conectando el cuerpo con la oscuridad
inferior, dejando sólo la posibilidad de imaginar qué otros miembros puedan actuar
cuerpos presentados nos transmite la duda acerca de la diferencia existente entre estos. ¿Serán uno
solo? Y si lo son, ¿será ese su estado permanente, o es un resultado temporal de la pulsión erótica?
Es llamativo cómo una corporalidad andrógina (aunque más cercana a la femenina) adopta las
características de los engendros que la rodean y la penetran. Su torso deja de ser humano, asi como
De su humanidad conserva esta figura central la puerta de acceso, su boca. Otro tipo de penetración
es claro si aquello que le es ofrecido a esta figura esta vivo o no, estando sostenido (¿empalado?)
por los apéndices de la criatura, y sin embargo, conserva la capacidad de seducción sin importar que
podemos dejar de fijar la atención en el cráneo de esta figura protagonista, el cual abandona las
proporciones humanas para convertirse en una elongada y estilizada conexión con lo otro que la
rodea, en una elegante simbiosis biomecánica que podría definir la totalidad del mundo onírico de
Giger.
Referencias.
Husserl, Edmund. (1997). Thing and space. Lectures of 1907. Dordrecht, The Netherlands: Springer
http://www.sitemagazine.net/issues/26-27_2009
Zahavi, Dan. (2003). Husserl's phenomenology. Stanford, California: Stanford University Press.
Ingarden, Roman. (1975). Phenomenological Aesthetics: an attempt at defining its range. The
http://www.jstor.org/stable/428352
http://app6.websitetonight.com/projects2/5/4/2/4/2834245/uploads/Doing_Phenonomenology_1.pdf
Wallenstein, Sven – Olov. (2009). Phenomenology and the possibility of a pure art: Husserl's letter
http://www.sitemagazine.net/issues/26-27_2009