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LA PARTICIPACIÓN JUVENIL
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En realidad la discusión sobre las características y los significados de la
participación juvenil no está acabada4, ni lo estará por la propia dinámica
que tiene este sector, por lo que aquí sólo se señalarán algunos de los
mitos que, sobre y a pesar de ella, siguen persistiendo, oponiéndolos a lo
que la investigación, el trabajo continuo con los jóvenes5 y la misma
práctica cotidiana juvenil, nos enseñan.
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jóvenes en nuestro país por definición presentan una alta heterogeneidad y
diversidad8, de aquí la necesidad de ir adecuando las miradas sociales
sobre la participación, en función de las características propias de cada
grupo juvenil.
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Así lo han demostrado los resultados de la Encuesta Nacional de Juventud 2000. IMJ-CIEJ, México, 2002.
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Ver, José Antonio Pérez Islas, “Visiones y versiones. Los jóvenes y las políticas de juventud” en Gabriel
Medina C. (comp.), Aproximaciones a la diversidad juvenil, El Colegio de México (CES), México, 2000, pp.
311-341.
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¡Claro que los jóvenes participan! Pero obviamente donde ponen su
corazón; donde ven y hacen algo que les llama, algo que los con-mueve,
mejor dicho que los mueve con. Por eso se debe estar alerta a las
características que están marcando las nuevas tendencias de participación,
donde ya no son las grandes organizaciones con estructuras rígidas, con
dirigencias inamovibles, con programas preestablecidos, las que atraen a
las juventudes.
Estamos ante una generación de jóvenes distinta, preocupados por lo
cercano, lo cotidiano, lo específico que afecta el barrio, la colonia, la
comunidad o, hasta lo referido a sus afectividades10.
Tener claro esto, modifica viejas tradiciones pero abre infinitas
posibilidades para las diferentes instituciones que trabajan con jóvenes,
sobre todo las organizaciones de carácter ciudadano.
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Los jóvenes por más altruistas que sean no son desinteresados, se
mueven como se dijo antes, en función de sus intereses, que en ocasiones
no coinciden con los de la sociedad en general o con las instituciones,
provocando fricciones y conflictos; para lo cual es fundamental contar con
espacios de comunicación y discusión entre sociedad adulta o instituciones
y, jóvenes o grupos juveniles, con el fin de construir puentes de
reciprocidad y colaboración de doble vía.
Ni ángeles ni demonios, la participación juvenil no debe ser manipulable
pero tampoco idealizada; como actores sociales, los jóvenes deben
ubicarse como sujetos de derechos y deberes, para lo cual siguiendo a
Touraine se necesitan tres ingredientes: objetivos personales, capacidad
de comunicar y conciencia ciudadana 11.
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delincuencia es la reducción de la edad penal o los toques de queda para
adolescentes, siempre la equiparo con el papá que ante cualquier mal
comportamiento de su hijo, primero le pega y después averigua. Nuestras
sociedades modernas son las primeras que le echan la culpa de todos los
males a sus generaciones más jóvenes, sin ver que la violencia es sólo
efecto y no causa.
Este mito tiende a olvidar el contexto donde los jóvenes crecen y se
forman, de tal manera que una sociedad violenta generará, muy
probablemente en sus nuevas generaciones, actitudes del mismo tipo, pero
que se vuelven más visibles porque están en proceso de incorporación a la
condición adulta, y por tanto tienen menos espacios de defensa. 13
Por otra parte, también en este mito hay algo de cierto, y se refiere a que
los sectores juveniles se vuelven crisoles, tanto de la reproducción de la
sociedad como de la transformación sociales, lo que necesariamente lleva
a la aparición de conflictos, esto no significa que los jóvenes sean los
violentos sino que en la interacción entre ambos, hay un enfrentamiento y,
en este proceso, tanto los jóvenes pueden provocar conflicto a los adultos,
como éstos generarlo en los jóvenes, sobre todo cuando se les quiere
imponer las cosas.14
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desarrollan sólo sirve para evaluar los límites y posibilidades de lo que son
capaces.
Esta metodología del “ensayo-error-nuevo ensayo” está en la base de todo
aprendizaje juvenil (que además se comienza desde la niñez), de ahí la
importancia de no dar a los jóvenes las cosas ya hechas, sino
acompañarlos en el proceso de construcción, la experiencia que se obtiene
en la edificación de un proyecto es lo duradero y no el resultado que puede
ser muy bueno o no tan bueno, pero siempre efímero.
A la fecha ya no hay roles de tiempo completo como en algún momento lo
fue, por ejemplo, el papel del universitario en las décadas de los cincuenta
o los sesenta, era un privilegio que les aseguraba un reconocimiento social
en la familia, en el empleo o en la participación política. Ahora, los jóvenes
se adscriben a múltiples identidades y pueden ser rockeros y mañana
ambientalistas o defensores de los derechos indígenas, o en el mejor de los
casos las tres cosas al mismo tiempo, y esto les permite construir una
ciudadanía que va más allá de lo civil, lo político y lo social, es decir, la
ciudadanía cultural15.
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cada 10 jóvenes en el país, según la ENJ, estarían dispuestos a participar
en actividades que tuvieran como objetivo la lucha por los derechos de los
indígenas, o por la defensa del medio ambiente, por la paz o por los
derechos humanos; así como el visible interés por las actividades
culturales, son algunos ejemplos que nos enseñan que los jóvenes sí
participan políticamente, pero no en las organizaciones que
tradicionalmente habían monopolizado este concepto.16
El reto es entonces reconceptualizar lo público, como ese espacio donde
todos tenemos que ver y de ahí a lo político, ¿o no es político luchar contra
la violencia intrafamiliar?, ¿o trabajar por los derechos sexuales de la
minorías?, ¿o por la equidad en las relaciones de género?
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promoción y apoyo a la organización juvenil, donde se entrelaza tanto la
responsabilidad por lo local como por lo global.
Y queriendo ir más allá y, a riesgo de que me critiquen los ortodoxos yo
preguntaría ¿y por qué necesariamente hemos de buscar siempre que los
jóvenes participen en organizaciones?, ¿no bastaría que los jóvenes de
manera individual tuvieran suficientes espacios y alternativas de
participación solidaria o de voluntariado, para apoyar esta construcción de
su ciudadanía?18
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Si antes la participación formal servía para construir identidades, responder a “las obligaciones morales”
inculcadas, transformar el mundo o, para sentirse simplemente útil a la sociedad, ahora habría que
cuestionarse en dónde pueden los jóvenes encontrar esas significaciones: ¿quizá en las relaciones personales
con otros pares o con sus parejas? ¿Quizá en la búsqueda de ellos mismos y de su cuerpo? Esto que puede
parecer a primera vista como un camino de aislamiento y de individualismo egoísta; Lechner nos hace verlo
de manera diferente, ubicándolo como esa relación complementaria entre subjetividad y modernidad, es un
mundo donde a la vez que disminuye la protección que brindaban las convenciones o normas sociales, crece el
ámbito donde “los individuos se ven obligados a diseñar y realizar sus planes de vida, sin referencia al marco
habitual”. Ver, Norbert Lechner, “Desafíos de un desarrollo humano: individualización y capital social”, en B.
Kliksberg y L. Tomassini, (comps.), Capital social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo, BID-
Fundación Felipe Herrera-Universidad de Maryland-FCE, Buenos Aires, 2000, p. 107.
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Esto lo ha dejado claro Néstor García Canclini respecto a que la comunicación no sería eficaz si no se
incluyen también las interacciones de colaboración y transacción entre “emisores” y “receptores” a través de
mediadores como la familia, el barrio, el grupo de trabajo, etcétera. Ver N. García Canclini, Consumidores y
Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, Grijalbo, México, 1995.
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nada, y algo similar pasa con la radio y los periódicos. De nuevo, son
jóvenes, no tontos.
Pero independientemente de reconocer que los medios de difusión masiva
se han convertido en productores de sentido y en algunos casos
organizadores de la vida cotidiana de muchos sectores; las
reinterpretaciones que se producen particularmente desde muchos grupos
juveniles nos muestra, que ningún mensaje de los medios masivos llega
por igual y produce los mismos efectos en todos20. La generación de
medios alternativos (fanzines, radios locales o piratas, video), la
reutilización de espacios públicos (calles, bardas, parques) son formas de
participación y de comunicación innovadoras de los sentidos y significados
tradicionales; y este es uno de los espacios participativos privilegiados por
las nuevas generaciones.
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de intolerancia y violencia que desaten espirales difíciles de detener en un
momento dado; más ahora después del 11 septiembre norteamericano,
que de nuevo resurgen las actitudes autoritarias y de descalificación
estereotipada a todo lo que suene diferente a la “Civilización” y para lo cual
hay que estar atento y alertar a la nuevas generaciones, sobre todo en un
país como México, donde la pluriculturalidad es una de sus mayores
fortalezas. 22
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Sobre algunos perfiles de las organizaciones juveniles. Ver Leslíe Serna, “Las organizaciones juveniles. De
los movimientos sociales a la autogestión”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud, SEP-IMJ/CIEJ,
Nueva época, Año 4, No. 11, México, abril-junio 2000, pp. 114-130.
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Una propuesta de análisis de la actual acción colectiva juvenil se puede ver en Héctor Morales Gil,
“Visibilidad de la movilización juvenil. Notas para su análisis”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud,
SEP-IMJ/CIEJ, Nueva época, Año 5, No. 14, México, mayo-agosto, 2001, pp. 6-31.
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en la mejores condiciones para que ellos los construyan con mayores
elementos.24
Finalmente, quiero decir en descargo que quizá muchas de las propuesta
realizadas aquí suenen exageradas o fuera de lugar, estoy dispuesto a
discutirlas y cuando sea el caso a retractarme de ellas, pero lo que no
puedo, ni debo, ni deberíamos ceder un ápice, es en la necesidad de
pensar de otra manera el tema de los jóvenes.
febrero de 2003
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Sobre los movimientos juveniles en los nuevos contextos, ver la reciente publicación: Carles Feixa et al.
Movimientos juveniles. De la globalización a la antiglobalización, Ariel, Barcelona, 2002.
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