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10 MITOS Y REALIDADES SOBRE

LA PARTICIPACIÓN JUVENIL

José Antonio Pérez Islas


Director del Centro de Investigación y Estudios sobre Juventud
Instituto Mexicano de la Juventud

Hablar de la participación juvenil se ha convertido en un lugar común desde


cualquier discurso referido a este sector de la población. Y tanto se ha
dicho, que se han ido incorporando una serie de mitos que van
encubriendo a manera de máscaras, una serie de realidades que a veces
distan de lo que comúnmente se cree.
El texto que tienen a continuación, en realidad posee dos lecturas, una que
se puede realizar fluidamente sin detenerse en los pies de página, y otra,
que atienda precisamente al subtexto que acompaña las afirmaciones
centrales, donde se dan las referencias que estuvieron en el origen de las
propuestas.
Quizá lo primero por discutir es, qué se entiende por “participación”, dado
que es un concepto que se ha ido transformando históricamente, desde la
visión clásica de mediados del siglo pasado, que la vincula a los derechos y
obligaciones ciudadanas1, hasta las nuevas interpretaciones que ven en los
graffiti urbanos, en los ritmos tribales, en los consumos culturales, en la
búsqueda de alternativas y en los compromisos itinerantes entre otros,
nuevas formas de participación política de los jóvenes2; pasando por
quienes los incorporan como parte del “nuevo paradigma” de los llamados
movimientos sociales del nuevo orden mundial3.
1
Sistematizada por primera vez por el británico T. H. Marshall quien distinguía tres aspectos centrales: como
estatus personal vinculado a un cuerpo de derechos y deberes individuales (ciudadanía civil); como derecho a
participar en el ejercicio del poder político como elector o como elegido (ciudadanía política); y, como el
derecho a participar en el estándar de vida que prevalece en cada sociedad particular (ciudadanía social). Ver,
Ma. Luz Morán y Jorge Benedicto, Jóvenes y ciudadanos, MTAS-INJUVE, Madrid, 2000, pp. 23-28.
2
A esto Rossana Reguillo lo llama ciudadanía cultural, que gira alrededor de dos cuestiones básicas: las
expresiones autogestivas sin mediación adulta o institucional y, la concepción social de una nueva forma de
poder que busca alejarse del autoritarismo. Ver, Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del
desencanto, Editorial Norma, Buenos Aires, 2000.
3
Tal y como lo propone Leslíe Serna, quien encuentra cuatro características diferentes de las anteriores
formas de participación juvenil: la novedad de las causas de movilización; la priorización de la acción
inmediata; la ubicación del individuo en la organización o movimiento, y, en énfasis en la horizontalidad de
los procesos de coordinación. Ver, “Globalización y participación juvenil”, Jóvenes, Revista de Estudios

1
En realidad la discusión sobre las características y los significados de la
participación juvenil no está acabada4, ni lo estará por la propia dinámica
que tiene este sector, por lo que aquí sólo se señalarán algunos de los
mitos que, sobre y a pesar de ella, siguen persistiendo, oponiéndolos a lo
que la investigación, el trabajo continuo con los jóvenes5 y la misma
práctica cotidiana juvenil, nos enseñan.

Mito No. 1: Todos los jóvenes son iguales.


En la base de los diferentes mitos que se han generado en torno a la
participación juvenil, está la concepción que del joven se tiene; por tanto, lo
primero que habría que aclarar, es que este preconcepto, se convierte en
prejuicio sobre lo que es o debe ser la juventud.
Es así que las abstracciones, tan útiles para la interpretación de las
ciencias sociales, en ocasiones no se adecuan a los contextos específicos
donde se trabaja directamente con los jóvenes, pensando que la juventud
se vive de manera homogénea. De esta forma, se cree que todos los
jóvenes van a participar en cualquier cosa de manera igual, sin prever que
la edad, el sexo, la región geográfica o el origen social entre otros, son
elementos que marcan de manera diferenciada sus intereses y formas de
participación.
La “Juventud”6 o la “Juventud Méxicana” no existen en la realidad concreta,
hay jóvenes mexicanos que viven, piensan, sienten, actúan en
determinados ámbitos urbanos o rurales, son hombres o mujeres con más
o menos edad, con ciertos intereses, a veces contradictorios, insertos o
excluidos de procesos económicos, políticos, culturales, etcétera7. Los
sobre Juventud, SEP-Causa Joven/CIEJ, Cuarta época, Año 1, No. 5, México, julio-diciembre, 1997, pp. 42-
57.
4
Algunas discusiones se pueden ver en Martha Marín y Germán Muñoz, Secretos de Mutantes. Música y
creación en las culturas juveniles, Siglo del Hombre Editores-Universidad Central/DIUC, Bogotá, 2002.
5
Aunque se contempla la perspectiva de género, es mejor dejar explícito que en el presente documento se
utiliza el genérico “jóvenes” donde se incluyen a las mujeres y a los hombres jóvenes.
6
Tal y como lo dejó sentado Pierre Bourdieu en su famoso artículo: “La juventud, no es más que una palabra”
en Sociología y Cultura, CONACULTA-Grijalbo (Col. Los Noventa), México, 1990, pp. 163-173.
7
José Manuel Valenzuela ha planteado que la construcción conceptual de identidades juveniles posee nueve
elementos: es relacional, históricamente construida, situacional, es representada, cambiante, se produce en lo
cotidiano, pero también puede producirse en “lo imaginado”, hace referencia a relaciones de poder; y, es
transitoria. Ver, J. M. Valenzuela, “Culturas juveniles. Identidades transitorias”, Jovenes, Revista de Estudios
sobre Juventud, SEP-Causa Joven/CIEJ, Cuarta época, Año 1, No. 3, México, enero-marzo 1997, pp. 12-35.

2
jóvenes en nuestro país por definición presentan una alta heterogeneidad y
diversidad8, de aquí la necesidad de ir adecuando las miradas sociales
sobre la participación, en función de las características propias de cada
grupo juvenil.

Mito No. 2: Los jóvenes son apáticos, no participan.


Como consecuencia del mito anterior, se dice también que las
generaciones actuales de jóvenes son reacias a participar, y como todo
mito, esto tiene una parte de verdad y otra de falsedad; es cierto, según la
primera Encuesta Nacional de Juventud, los jóvenes que declaran haber
participado en algún tipo de organización social, sólo son la cuarta parte del
total (25.6%); sin embargo, visto el tema de otra manera, sabemos que dos
de cada tres jóvenes (64.8%) tienen o han tenido una experiencia laboral;
de éstos 41.7% lo empezó a hacer antes de los 15 años y 54.9% comenzó
a trabajar cuando todavía estaba estudiando, o sea, que inactivos no son.
En el peor de los casos los jóvenes están inmersos en tratar de sobrevivir
ante las condiciones tan adversas que les ha tocado, y esto pocas veces se
considera cuando se elaboran programas de participación juvenil,
pensando que tienen todo el tiempo del mundo para las actividades que
nosotros les proponemos, siguiendo mucho el modelo de políticas que se
creó en la década de los cincuenta, donde se pensaba sólo en jóvenes
escolarizados, a los cuales habría que darles actividades para que
ocuparan su “tiempo libre”9.
Pero además, el joven responde cuando se siente interpelado, es decir,
cuando el tema, la forma y las actividades a desarrollar, son afines a sus
preocupaciones, a su existencia cotidiana y a sus afectos. Cuántas veces
no se les ha propuesto actividades que no tienen nada que ver con ellos o,
simplemente, se les asignan tareas donde no se involucra su creatividad,
su interés por descubrir y experimentar nuevas situaciones.

8
Así lo han demostrado los resultados de la Encuesta Nacional de Juventud 2000. IMJ-CIEJ, México, 2002.
9
Ver, José Antonio Pérez Islas, “Visiones y versiones. Los jóvenes y las políticas de juventud” en Gabriel
Medina C. (comp.), Aproximaciones a la diversidad juvenil, El Colegio de México (CES), México, 2000, pp.
311-341.

3
¡Claro que los jóvenes participan! Pero obviamente donde ponen su
corazón; donde ven y hacen algo que les llama, algo que los con-mueve,
mejor dicho que los mueve con. Por eso se debe estar alerta a las
características que están marcando las nuevas tendencias de participación,
donde ya no son las grandes organizaciones con estructuras rígidas, con
dirigencias inamovibles, con programas preestablecidos, las que atraen a
las juventudes.
Estamos ante una generación de jóvenes distinta, preocupados por lo
cercano, lo cotidiano, lo específico que afecta el barrio, la colonia, la
comunidad o, hasta lo referido a sus afectividades10.
Tener claro esto, modifica viejas tradiciones pero abre infinitas
posibilidades para las diferentes instituciones que trabajan con jóvenes,
sobre todo las organizaciones de carácter ciudadano.

Mito No. 3: Los jóvenes en su participación son desinteresados.


Esta afirmación está muy empatada con la concepción tradicional que ve a
la juventud como una etapa de idealismo, de ingenuidad, de “entrega total”,
de “una enfermedad que se cura con el tiempo”; y si bien los jóvenes tienen
una mayor disposición a la solidaridad con sus pares o con los que
consideran más desvalidos, hay que recordar, donde ponemos nuestro
deseo, ponemos nuestro actuar. Y los jóvenes no están exentos de esta
regla.
Cada vez es más perceptible que la mejor instrucción, el mayor acceso a la
información, las vivencias más aceleradas y tempranas, generan que los
jóvenes sean más difíciles de manipular. Es claro, la ENJ, nos vuelve a
mostrar que los jóvenes sólo confían en los médicos (70,1%), en los
maestros (65.4%) y en los sacerdotes (58.6%), pero no quieren saber nada
de los políticos (6.5%), de las policías (11.6%) y de los líderes sindicales o
gremiales (12.1%). Son jóvenes, no tontos.
10
Así lo demuestran por ejemplo, las consultas que realizaban los jóvenes en el Programa de Atención al
Adolescente De Joven a Joven el D.F., mediante el cual se daba orientación vía telefónica. De las llamadas
hechas entre noviembre de 1994 y febrero de 1998, las temáticas que con mayor frecuencia se consultaban
eran las relativas a su entorno social más próximo, es decir en orden de importancia: noviazgo, relaciones con
amigos y relaciones familiares. Ver, CONAPO, “Demandas de diálogo e información de los jóvenes” en La
Situación Demográfica de México, México, 1998, pp. 147-158.

4
Los jóvenes por más altruistas que sean no son desinteresados, se
mueven como se dijo antes, en función de sus intereses, que en ocasiones
no coinciden con los de la sociedad en general o con las instituciones,
provocando fricciones y conflictos; para lo cual es fundamental contar con
espacios de comunicación y discusión entre sociedad adulta o instituciones
y, jóvenes o grupos juveniles, con el fin de construir puentes de
reciprocidad y colaboración de doble vía.
Ni ángeles ni demonios, la participación juvenil no debe ser manipulable
pero tampoco idealizada; como actores sociales, los jóvenes deben
ubicarse como sujetos de derechos y deberes, para lo cual siguiendo a
Touraine se necesitan tres ingredientes: objetivos personales, capacidad
de comunicar y conciencia ciudadana 11.

Mito No. 4: Los jóvenes son sólo creadores de conflictos.


El lado opuesto del mito anterior es éste otro, donde se hace una
equiparación entre ser joven y ser conflictivo o violento. De hecho, muchas
de las manifestaciones juveniles urbanas, en la actualidad (como las
denominadas bandas juveniles) son interpretadas, la mayor parte de las
veces, sólo en su esfera violenta, olvidándose de la multiplicidad de
dimensiones que poseen este tipo de expresiones de participación, como la
cultural, la formativa, etcétera.12
Esta actitud punitiva, que piensa que la mejor manera de controlar a los
jóvenes es castigarlos, que propone que la política más eficaz contra la
11
Alan Touraine lo plantea así: “En vez de buscar la integración social de los jóvenes pensando en la paz
social, más que en los propios jóvenes, hay que fortalecer en éstos la capacidad de ser actores de su propia
vida, capaces de tener proyectos, de elegir, de juzgar de modo positivo o negativo, y capaces también, más
sencillamente, de tener relaciones sociales, ya se trate de relaciones de cooperación, de consenso o
conflictivas”. Ver, Alain Touraine, “Juventud y democracia en Chile”, Revista Iberoamericana de Juventud,
OIJ, No. 1, Madrid, julio 1996, p. 41.
12
Huáscar J. Cajías ha planteado que existen cinco tipos de estigmas sobre los jóvenes: a) aquellos originados
en el mundo conservador, que juzga al joven de irrespetuoso porque subvierte el orden establecido; b)
aquellos con un destino focalizado, que equiparan a cierto tipo de jóvenes sobre todo a los pobres, con la
violencia, la vagancia, etc.; c) aquellos originados por comportamientos juveniles contrarios al “proceso
humano”, por ejemplo, generaciones que no cumplen las expectativas adultas (como en algún momento fueron
los estudiantes del 68 en México); d) aquellos provocados por políticas de Estado, como es el caso de las
adicciones, que se equiparan casi automáticamente como un “problema juvenil”, sin ver dónde están las
causas; y, e) aquellos apoyados en su condición de ser el “otro”, por ejemplo, calificarlos de apatía política sin
ligar que ese es el resultado de la pedagogía política adulta que se ha instrumentado. Ver Huáscar J. Cajías,
“Estigma e identidad”, OIJ, Revista Iberoamericana de Juventud, No. 1, , Madrid, julio de 1996, pp. 90-99.

5
delincuencia es la reducción de la edad penal o los toques de queda para
adolescentes, siempre la equiparo con el papá que ante cualquier mal
comportamiento de su hijo, primero le pega y después averigua. Nuestras
sociedades modernas son las primeras que le echan la culpa de todos los
males a sus generaciones más jóvenes, sin ver que la violencia es sólo
efecto y no causa.
Este mito tiende a olvidar el contexto donde los jóvenes crecen y se
forman, de tal manera que una sociedad violenta generará, muy
probablemente en sus nuevas generaciones, actitudes del mismo tipo, pero
que se vuelven más visibles porque están en proceso de incorporación a la
condición adulta, y por tanto tienen menos espacios de defensa. 13
Por otra parte, también en este mito hay algo de cierto, y se refiere a que
los sectores juveniles se vuelven crisoles, tanto de la reproducción de la
sociedad como de la transformación sociales, lo que necesariamente lleva
a la aparición de conflictos, esto no significa que los jóvenes sean los
violentos sino que en la interacción entre ambos, hay un enfrentamiento y,
en este proceso, tanto los jóvenes pueden provocar conflicto a los adultos,
como éstos generarlo en los jóvenes, sobre todo cuando se les quiere
imponer las cosas.14

Mito No. 5: Los jóvenes son unos inconstantes.


Muchas organizaciones adultas que invitan a participar a los jóvenes u
otras instituciones “pensadas para” la participación juvenil, se quejan de la
inconstancia que tiene este sector; sin entender que esta flexibilidad es una
cualidad propia del estatuto juvenil, donde cada actividad que ellos
13
Rossana Reguillo ha trabajado ampliamente los procesos de desplazamiento de la violencia real a la
percepción de la violencia como un problema central de la sociedades actuales y a la consecuente
estigmatización de ciertos sectores juveniles: “Estamos aquí ante una especie de ‘transferencia’ de
responsabilidades. Al tratar la violencia, la falta de seguridad y el incremento de la delincuencia sin contextos
sociopolíticos, se hace aparecer a los sectores marginales, a los pobres de la ciudad, especialmente a los
jóvenes, como responsables directos de la inseguridad de las ciudades...” Rossana Reguillo, “Violencia
expandidas. Jóvenes y discurso social”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud, SEP-Causa Joven/CIEJ,
Nueva época, Año 3, No. 8, México, enero-marzo 1999, p. 21.
14
Como M. Clemente afirma: “Existe una tendencia generalizada ha pensar que el culpable es el propio sujeto
que comete el delito” y de ahí la hegemonización de la intervención del control socios-formal (policía,
tribunales, etc.) citado por Luciana Ramos et al., “La criminalización de la violencia juvenil. El caso del
consumo de drogas”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud, SEP-Causa Joven/CIEJ, Nueva época,
Año 3, No. 8, México, enero-marzo 1999, p. 113.

6
desarrollan sólo sirve para evaluar los límites y posibilidades de lo que son
capaces.
Esta metodología del “ensayo-error-nuevo ensayo” está en la base de todo
aprendizaje juvenil (que además se comienza desde la niñez), de ahí la
importancia de no dar a los jóvenes las cosas ya hechas, sino
acompañarlos en el proceso de construcción, la experiencia que se obtiene
en la edificación de un proyecto es lo duradero y no el resultado que puede
ser muy bueno o no tan bueno, pero siempre efímero.
A la fecha ya no hay roles de tiempo completo como en algún momento lo
fue, por ejemplo, el papel del universitario en las décadas de los cincuenta
o los sesenta, era un privilegio que les aseguraba un reconocimiento social
en la familia, en el empleo o en la participación política. Ahora, los jóvenes
se adscriben a múltiples identidades y pueden ser rockeros y mañana
ambientalistas o defensores de los derechos indígenas, o en el mejor de los
casos las tres cosas al mismo tiempo, y esto les permite construir una
ciudadanía que va más allá de lo civil, lo político y lo social, es decir, la
ciudadanía cultural15.

Mito No. 6: Los jóvenes no les interesa la política.


Éste quizá es el mito más extendido en los últimos años. La primera
advertencia es tal vez discutir qué se entiende por política, porque si se
reduce a la militancia partidista es obvio que ésta ha desaparecido del
horizonte de opciones que tienen la mayoría de los jóvenes, la ENJ nos
vuelve a decir que 73.3% de los jóvenes se rehúsan a participar en actos
de los partidos políticos y sólo 1.2% de ellos confía en ellos; aunque no así
en la participación electoral donde 67.8% votó en las últimas elecciones
federales.
Pero esta concepción tan añeja se ve rebasada por las nuevas formas de
participación política en el sentido más amplio del término. Casi nueve de
15
De nueva cuenta Rossana Reguillo lo explica claramente: “Es importante entonces enfatizar el carácter
dinámico y discontinuo de los jóvenes, que no comparten en absoluto los modos de inserción en la estructura
social y, por consiguiente, sus esquemas de representación configuran campos de acción diferenciados y
desiguales... No estamos ya ante sujetos mono-pasionales...” Rossana Reguillo, Entre la diversidad y el
escepticismo: jóvenes y cultura política en México”, en Jaime Castillo y Elsa Patiño (coords.) Cultura política
de las organizaciones y movimientos sociales, La Jornada Ediciones-CIICH/UNAM, México, 1997, p. 43.

7
cada 10 jóvenes en el país, según la ENJ, estarían dispuestos a participar
en actividades que tuvieran como objetivo la lucha por los derechos de los
indígenas, o por la defensa del medio ambiente, por la paz o por los
derechos humanos; así como el visible interés por las actividades
culturales, son algunos ejemplos que nos enseñan que los jóvenes sí
participan políticamente, pero no en las organizaciones que
tradicionalmente habían monopolizado este concepto.16
El reto es entonces reconceptualizar lo público, como ese espacio donde
todos tenemos que ver y de ahí a lo político, ¿o no es político luchar contra
la violencia intrafamiliar?, ¿o trabajar por los derechos sexuales de la
minorías?, ¿o por la equidad en las relaciones de género?

Mito No. 7: La participación juvenil sólo adquiere sentido cuando se


politiza.
Muy aparejado con el mito anterior, está en algunos la idea de que toda
forma de participación juvenil se tiene que vincular a mecanismos o a
organizaciones más comprometidas con lo propiamente político,17 llámense
movimientos sociales o los mismos partidos, pues la gran fragmentación de
las organizaciones autogestivas actuales, dispersa el impacto global que
puede tener su actuar.
Cierto que lo anterior es un riesgo latente, pero donde habría que poner el
acento no es tanto en la articulación de un gran movimiento social, sino en
la construcción de ese nuevo y amplio concepto que hemos venido
proponiendo: la ciudadanía. Esta conciencia de ser miembro de una
comunidad corresponsable de los avances y también de los retrocesos
participativos y democráticos, debería ser unos de los objetivos de la
16
Escribíamos ya en algún momento que la participación juvenil tiene que ver con aquello que la política (en
su sentido más tradicional) en gran parte excluye: su práctica, es, como diría Beck: “una denegación de la
política altamente política”, definiéndola como: “la política de la antipolítica juvenil”; esta nueva concepción
se desarrolla por dos razones: la primera, porque “actúa voluntaria o involuntariamente de modo altamente
político, puesto que al hacerlo le quita atención, aprobación, poder a la política” y, dos, “son jóvenes
activamente apolíticos porque le quitan la vida a las instituciones que sólo giran en torno a sí mismas.” Ver
José Antonio Pérez Islas, “Pro(diá)logo. Políticas de juventud del nuevo siglo: para mirar lo que vemos”, en
Ernesto Rodríguez: Actores Estratégicos para el Desarrollo, SEP-IMJ/CIEJ, México, 2002, p. 21.
17
Un análisis de esta postura se puede encontrar en Dina Krauskopf: “Cambios de paradigmas y participación
política”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud. SEP-IMJ/CIEJ, Nueva época, Año 4, No. 11, México,
abril-junio 2000, p. 142-157.

8
promoción y apoyo a la organización juvenil, donde se entrelaza tanto la
responsabilidad por lo local como por lo global.
Y queriendo ir más allá y, a riesgo de que me critiquen los ortodoxos yo
preguntaría ¿y por qué necesariamente hemos de buscar siempre que los
jóvenes participen en organizaciones?, ¿no bastaría que los jóvenes de
manera individual tuvieran suficientes espacios y alternativas de
participación solidaria o de voluntariado, para apoyar esta construcción de
su ciudadanía?18

Mito No. 8: Los jóvenes sólo reproducen lo que los medios de


comunicación les transmiten.
Esta interpretación que habla de los jóvenes como meros receptáculos de
todo lo que se les dice, de todo lo que se les vende a través de los medios,
olvida que nadie, en un proceso de comunicación, juega únicamente el
papel como emisor o como receptor, y menosprecia la capacidad juvenil de
discernimiento, dejando de lado la dualidad que cualquier sujeto posee en
la producción o captación de mensajes. 19
De nuevo la multicitada ENJ nos dice que los jóvenes le dedican 2.4 horas
promedio de un día regular a ver televisión (el medio de difusión masiva por
excelencia) y destinan más tiempo a oír música (2.5 hrs.), estar con su
familia (4 hrs.) y obviamente aprovechándolo mejor con el galán o la galana
(3 hrs.); pero además 50% confía poco en este medio y 13.3% no confía

18
Si antes la participación formal servía para construir identidades, responder a “las obligaciones morales”
inculcadas, transformar el mundo o, para sentirse simplemente útil a la sociedad, ahora habría que
cuestionarse en dónde pueden los jóvenes encontrar esas significaciones: ¿quizá en las relaciones personales
con otros pares o con sus parejas? ¿Quizá en la búsqueda de ellos mismos y de su cuerpo? Esto que puede
parecer a primera vista como un camino de aislamiento y de individualismo egoísta; Lechner nos hace verlo
de manera diferente, ubicándolo como esa relación complementaria entre subjetividad y modernidad, es un
mundo donde a la vez que disminuye la protección que brindaban las convenciones o normas sociales, crece el
ámbito donde “los individuos se ven obligados a diseñar y realizar sus planes de vida, sin referencia al marco
habitual”. Ver, Norbert Lechner, “Desafíos de un desarrollo humano: individualización y capital social”, en B.
Kliksberg y L. Tomassini, (comps.), Capital social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo, BID-
Fundación Felipe Herrera-Universidad de Maryland-FCE, Buenos Aires, 2000, p. 107.
19
Esto lo ha dejado claro Néstor García Canclini respecto a que la comunicación no sería eficaz si no se
incluyen también las interacciones de colaboración y transacción entre “emisores” y “receptores” a través de
mediadores como la familia, el barrio, el grupo de trabajo, etcétera. Ver N. García Canclini, Consumidores y
Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, Grijalbo, México, 1995.

9
nada, y algo similar pasa con la radio y los periódicos. De nuevo, son
jóvenes, no tontos.
Pero independientemente de reconocer que los medios de difusión masiva
se han convertido en productores de sentido y en algunos casos
organizadores de la vida cotidiana de muchos sectores; las
reinterpretaciones que se producen particularmente desde muchos grupos
juveniles nos muestra, que ningún mensaje de los medios masivos llega
por igual y produce los mismos efectos en todos20. La generación de
medios alternativos (fanzines, radios locales o piratas, video), la
reutilización de espacios públicos (calles, bardas, parques) son formas de
participación y de comunicación innovadoras de los sentidos y significados
tradicionales; y este es uno de los espacios participativos privilegiados por
las nuevas generaciones.

Mito No. 9: La participación de los jóvenes siempre es positiva.


Los promotores acríticos de la participación juvenil pocas veces se ponen a
pensar que no toda participación de los jóvenes debe ser bienvenida; como
se decía más arriba, la idealización de que todo lo que hacen los jóvenes
está bien, puede conducir a soslayar los peligros de ciertas conductas que
pueden generalizarse ante el resurgimiento de tendencias homofóbicas,
xenofóbicas, y fundamentalistas.21
Por el contrario, el gran tema a promover entre los jóvenes y sus
organizaciones, es el de la aceptación y respeto al otro que es diferente a
mí, que se viste, habla, piensa y actúa distinto. La proliferación de
temáticas esotéricas, de sectas religiosas, de grupos neonazis, del
narcotráfico, son vertientes que pueden involucrar a jóvenes en procesos
20
De nueva cuenta García Canclini ha hecho una diferenciación que me parece sustancial entre los jóvenes
“informatizados y los entretenidos”, los primeros poseen el acceso a los sistemas de cable por televisión, a la
computadora, la Internet; mientras los segundo sólo ven la señal abierta de televisión y la radio; brecha que se
ahonda cada vez más. Ver N. García Canclini, “Culturas juveniles en una época sin respuesta”, Conferencia de
clausura del Seminario Internacional Jóvenes del Siglo XXI. Sociedad de la información y nuevas
identidades, México, 22 al 24 de enero.
21
Pocos estudios se han realizado en México sobre grupos juveniles fundamentalistas de derecha pero lo que
acontece en Europa y en Estados Unidos puede mostrar algunas de estas tendencias que no sería extraño
pronto encontrarlas en nuestro país. Ver, Carles Feixa: “Fundamentalismo y xenofobia en la nueva Europa. El
caso del movimiento skinhead”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud, SEP-Causa Joven/CIEJ, Cuarta
época, Año 2, No. 5. México, julio-diciembre, 1997, pp. 136-151.

10
de intolerancia y violencia que desaten espirales difíciles de detener en un
momento dado; más ahora después del 11 septiembre norteamericano,
que de nuevo resurgen las actitudes autoritarias y de descalificación
estereotipada a todo lo que suene diferente a la “Civilización” y para lo cual
hay que estar atento y alertar a la nuevas generaciones, sobre todo en un
país como México, donde la pluriculturalidad es una de sus mayores
fortalezas. 22

Mito No. 10: Los jóvenes no ven a futuro.


Finalmente, se dice que los jóvenes del nuevo de siglo, nacidos y crecidos
en la crisis se han vuelto más pragmáticos y su horizonte se ha reducido al
hoy. Esto como todo, en parte es verdad, pero la extrapolación que se hace
sobre lo que se ha llamado la Generación X, Y o Z, debe ser tomado con
reserva, dado que son calificaciones externas que poco tienen que ver con
nuestra realidad mexicana y latinoamericana, pues a diferencia de la
juventud de los países desarrollados, la mayoría de los jóvenes de nuestros
países han abrevado tradiciones de trabajo comunitario y solidario que
siguen vigentes y que producen actitudes distintas.23
Otra vez la ENJ nos muestra que la mayoría de los jóvenes mexicanos
jerarquizan adecuadamente sus valores: lo que más les gusta de su país
es su cultura y tradiciones (53.2%), mientras que afirman que el problema
más grave es la pobreza (60.5 por ciento).
La localidad y la globalidad, los rituales tradicionales y los procesos
comunicacionales masivos, la tecnología y la magia, son valores que se
funden y mezclan en los jóvenes mexicanos de inicio de siglo, su futuro
está unido a su presente, del primero ellos se harán cargo, de este último,
del presente, nos toca a nosotros instituciones públicas y privadas,
organizaciones gubernamentales y civiles abrir los espacios necesarios y

22
Sobre algunos perfiles de las organizaciones juveniles. Ver Leslíe Serna, “Las organizaciones juveniles. De
los movimientos sociales a la autogestión”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud, SEP-IMJ/CIEJ,
Nueva época, Año 4, No. 11, México, abril-junio 2000, pp. 114-130.
23
Una propuesta de análisis de la actual acción colectiva juvenil se puede ver en Héctor Morales Gil,
“Visibilidad de la movilización juvenil. Notas para su análisis”, Jovenes, Revista de Estudios sobre Juventud,
SEP-IMJ/CIEJ, Nueva época, Año 5, No. 14, México, mayo-agosto, 2001, pp. 6-31.

11
en la mejores condiciones para que ellos los construyan con mayores
elementos.24
Finalmente, quiero decir en descargo que quizá muchas de las propuesta
realizadas aquí suenen exageradas o fuera de lugar, estoy dispuesto a
discutirlas y cuando sea el caso a retractarme de ellas, pero lo que no
puedo, ni debo, ni deberíamos ceder un ápice, es en la necesidad de
pensar de otra manera el tema de los jóvenes.

febrero de 2003

24
Sobre los movimientos juveniles en los nuevos contextos, ver la reciente publicación: Carles Feixa et al.
Movimientos juveniles. De la globalización a la antiglobalización, Ariel, Barcelona, 2002.

12

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