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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

FACULTAD DE SOCIOLOGÍA

TESIS

MUJER AGUARUNA Y PARTICIPACIÓN PÚBLICA: UNA


APROXIMACIÓN DESDE LAS CREENCIAS MITOLÓGICAS Y SU
INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DE ROLES E IDENTIDADES, EN
LAS COMUNIDADES AGUARUNAS, NIEVA - AMAZONAS

PRESENTADO POR LOS BACHILLERES:

 PINTADO ESTELA, Isaías

 MEZA CANTALICIO, Felicia Nadia

PARA OPTAR EL TÍTULO PROFESIONAL DE LICENCIADO EN

SOCIOLOGÍA

HUANCAYO – PERÚ

2015

1
ASESOR

LIC. DAGOBERTO BARTOLO ELEZCANO

ii2
DEDICATORIA

A mis queridos padres y hermanos,

que entre vejez y juventudes me han

animado y apoyado en este viaje

académico.

A mis maestros, por su dedicación

profesional y compromiso

incondicional durante los cinco años

de formación académica.

Isaías Pintado

A mi familia, por su incondicional

apoyo.

A mi pequeño hijo, razón de mis

esfuerzos y sueños personales y

profesionales.

F. Nadia Meza

iii3
AGRADECIMIENTO

En principio, agradecer a nuestros familiares, por su paciencia y

confianza depositada hacia nosotros, que seguro sin su insistencia no

hubiéramos podido sacar a la luz este proyecto.

A nuestras amigas y amigos awajún, que al intentar nombrarlos

podríamos obviar algunos nombres. Gracias por su apoyo, la confianza y

la amistad tejida, desde el cual nos han permitido compartir información

tan íntima y, en ocasiones, tan sagrada para ustedes. Como se dice en

awajún ¡See kuashak cumpajús!!! (Muchas gracias amigos!!).

Mirko Vargas, compañero de colegio, te prometimos este

significativo proyecto. Nuestro agradecimiento por todas las facilidades

brindadas para zarpar por los ríos Nieva y Marañón, y acercarnos a las

comunidades de estudio. Estamos seguros que desde el cielo podrás ser

testigo de nuestro esfuerzo. ¡Promesa cumplida amigo!

A nuestro asesor, por sus atinados consejos y orientaciones; así

como a todos aquellos amigos (as), profesores(as) de la Facultad de

Sociología de la UNCP, y profesionales que aportaron y criticaron

saludablemente, durante la gestación de esta Tesis.

Los tesistas.

4iv
ÍNDICE

Dedicatoria 03
Agradecimiento 04
Índice 05
Resumen 07
Introducción 08

Capítulo I: Planteamiento del problema y metodología de la investigación

1.1. Planteamiento del problema 11


1.2. Formulación del problema 16
1.3. Objetivos de la investigación 17
1.4. Conjeturas de investigación 18
1.5. Justificación 19
1.6. Metodología de la investigación 21
1.6.1. Método de investigación 21
1.6.2. Tipo de investigación 22
1.6.3. Nivel de la Investigación 22
1.6.4. Diseño metodológico 23
1.6.5. Enfoque metodológico 24
1.6.6. Área de estudio 25
1.6.7. Unidad de observación 26
1.6.8. Unidades de análisis 26
1.6.9. Población 27
1.6.10 Muestra 27
1.6.11 Categorías de análisis 30
1.6.12 Técnicas e Instrumentos de recolección de datos y
30
procesamiento de información

Capítulo II: Antecedentes, referencias teóricas y conceptuales de la


investigación

2.1. Antecedentes de la investigación 35


2.1.1. Antecedentes históricos de intervención en las
35
comunidades awajún.
2.1.2. Antecedentes académicos de la investigación 42
2.1.3. Espacios formales de participación ciudadana 51
2.2. Referencias teóricas de la investigación 54
2.2.1. Cultura y sociedad 55
2.2.2. Estructura sociocultural 60
2.2.3. Sistema simbólico e interaccionismo simbólico 66
Perspectivas y enfoque de género, relaciones de género
2.2.4. 71
e interculturalidad

v5
2.3. Marco conceptual 76
2.3.1. Identidad de género 76
2.3.2. Conciencia colectiva 78
2.3.3. Género y roles 79
2.3.4. Mitología 81
2.3.5. Participación pública y ciudadana 82
2.3.6. Espacio público y privado 85
2.3.7. Acostumbramiento y hábitos 87

Capítulo III: Presentación, análisis y discusión de resultados

3.1. Generalidades y contexto socio demográfico del pueblo awajún 90


3.1.1. Los pueblos indígenas en la Región Amazonas 90
3.1.2. El contexto local: Santa María de Nieva 91
3.1.3. Breve historia del pueblo awajún y principales rasgos
93
culturales
3.2. Los sistemas de género awajún 98
3.2.1. Sistemas de parentesco 99
3.3. Relaciones de género e influencia de las mitologías 111
3.3.1. Cosmovisión y representaciones mitológicas en la vida
112
social awajún
3.3.2. División sexual del trabajo y ordenamiento de roles
119
desde la cosmovisión awajún
3.3.3. La formación de identidad del género awajún 133
a. a.Formación de la identidad femenina 134
b. b.Formación de la identidad masculina 146
c. c.Transmisión de saberes, creencias y valores 151
3.4. Relaciones de género y participación pública de la mujer awajún 171
3.4.1. La estructura cultural y conciencia colectiva influyentes
171
en la escasa participación pública de la mujer awajún
3.4.2. El rol comunal y la escasa participación pública de la
178
mujer awajún
3.4.3. Cosmovisión, género y escasa participación pública 189
Conclusiones 202
Sugerencias 205
Bibliografías 207
Anexos 214

vi6
RESUMEN

La presente investigación titulada “MUJER AGUARUNA Y


PARTICIPACIÓN PÚBLICA: UNA APROXIMACIÓN DESDE LAS
CREENCIAS MITOLÓGICAS Y SU INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DE
ROLES E IDENTIDADES, EN LAS COMUNIDADES AGUARUNAS,
NIEVA-AMAZONAS”; tiene un contenido que define las características de
tres comunidades Aguarunas, del distrito de Nieva, Provincia de
Condorcanqui, departamento de Amazonas – Perú, con un tono solidario y
buscando una mejor comprensión de la realidad desde adentro.
El trabajo presenta una descripción de la influencia de las creencias
mitológicas en la formación de roles, identidades y en la caracterización
de la participación pública las mujeres en las Comunidades Aguarunas, el
mismo que determina la estructuración de las relaciones de género, la
prefiguración de la identidad basado en el principio de una “buena mujer”
y “buen hombre”, así como la ocupación del espacio diferenciado para
mujeres y varones, pero bajo una perspectiva de complementariedad y
reciprocidad.
El trabajo hace uso de la metodología cualitativa y utiliza para su
análisis, básicamente, el enfoque de género e interculturalidad que nos ha
permitido tener una visión de la realidad desde el campo de la práctica.
Finalmente, consideramos que el estudio constituye un aporte para
todos los que quieran trabajar en estas zonas, entenderlas y acercarse a
ellas con diversos fines, así como para plantear propuestas de desarrollo
que no desconozcan los valores culturales, la cosmovisión y
particularmente el amplio bagaje mítico-religioso que influye en las
relaciones social y organizacional de las comunidades Aguarunas.

Los tesistas.

vii
7
INTRODUCCIÓN

La presente investigación titulada Mujer Aguaruna y participación

pública: una aproximación desde las creencias mitológicas y su influencia

en los roles e identidades, en las comunidades Aguarunas, Nieva,

Amazonas; tiene como antecedente la escasa participación pública de la

mujer en las Comunidades Aguarunas en el distrito de Nieva, provincia de

Condorcanqui, departamento de Amazonas.

Es una investigación que básicamente busca demostrar la influencia

de las creencias mitológicas en la formación de roles, identidades y en la

participación pública de la mujer, centrando nuestro estudio en tres

comunidades Aguarunas1 del distrito de Nieva, provincia de

Condorcanqui, Amazonas.

Para lograr su cometido, la investigación se ha estructura en tres

capítulos interdependientes uno del otro. El primer capítulo aborda el

planteamiento del problema y la metodología de investigación. A saber, la

pregunta que orientó nuestro trabajo de investigación versaba ¿Cómo las

creencias mitológicas influyen en la configuración de roles, identidad de

género y en la participación pública de la mujer en las comunidades

Aguarunas? Asimismo, nuestro objetivo de estudio buscaba describir la

influencia de las creencias mitológicas en la configuración de roles,

identidad de género y en la participación pública de la mujer en las

1
Aguaruna (s): hace referencia a la denominación original de la etnia que desciende de los Jíbaros.
Se dice que el término proviene de un vocablo quechua: Agua (agua) y Runa (hombre): hombre
del agua.

8
comunidades Aguarunas. El camino viable fue a través de la exploración y

revisión de las diversas mitologías vinculantes a la asignación de roles y la

prefiguración de identidades, pero no desde el mito narrado, sino desde el

mito vivido, y desde allí entender la escasa participación pública de la

mujer awajún2.

Fue importante plantearnos conjeturas como primeras

aproximaciones a demostrar nuestro objetivo de estudio, las mismas que

posteriormente han sido corroboradas y mejoradas con el trabajo de

campo. Para tal efecto, la investigación fue de tipo cualitativa, valiéndose

como diseño metodológico de la fenomenología, en la medida que se

buscaba describir percepciones, relaciones, roles e identidades de género

influenciados y perfilados por las creencias mitológicas.

En el segundo capítulo desarrollamos un breve análisis de los

antecedentes de nuestra investigación, así como el marco teórico y

conceptual, los mismos que nos han permitido identificar teorías y precisar

conceptos que nos acompañaron en la descripción y análisis de los

resultados.

Finalmente, en el tercer capítulo presentamos los resultados del

trabajo de campo, los mismos que son descritos y analizados a la luz de

fragmentos importantes de las entrevistas y observaciones de campo, así

como de las principales teorías y conceptos. Este capítulo, basado en el

contraste de nuestras conjeturas, se esquematiza en custro partes que

2
Awajún: forma de denominación a un comunero o comunera que proviene de la etnia Aguaruna.

9
corresponden a nuestras principales categorías de análisis. En la primera

parte se desarrolla las generalidades y el contexto sociodemográfico del

pueblo awajún; luego en la segunda parte abordamos la dinámica del

sistema de género awajún ceñido básicamente en el sistema de

parentesco; en la tercera describimos las relaciones de género y la

influencia de las mitologías, básicamente en la formación de roles,

formación de la identidad de la mujer y del varón y los procesos de

transmisión de creencias, saberes y valores de padres a hijos (as);

finalmente, en la cuarta parte hacemos un análisis sobre las relaciones de

género y la participación pública de la mujer awajún, muy vinculada al

análisis de la estructura cultural, la conciencia colectiva y la cosmovisión

como factores coaccionantes y determinantes en la escasa participación

pública dentro de la comunidad por parte de la mujer awajún.

La investigación finaliza presentando las principales conclusiones a

las que se ha arribado y planteando algunas sugerencias a tener en

cuenta cuando se tenga que intervenir en pueblos indígenas aún

tradicionales. Además incluimos las bibliografías y en anexos incluimos

los mitos analizados en el capítulo tres.

Isaías y Nadia

10
CAPÍTULO I

1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y METODOLOGÍA DE LA

INVESTIGACIÓN

1.1. Planteamiento del problema

La dinámica de la mujer urbana (de la costa) en contraste a la

mujer indígena (principalmente de la selva nororiental) ha presentado

diferentes recorridos en las últimas décadas en lo referido a

participación pública. Las primeras han logrado mejores procesos de

inclusión social, organización y agencias de participación pública y

política, mientras que las segundas siguen mostrando cierta

invisibilidad, conservando roles tradicionales que no van más allá de

lo exclusivamente materno y doméstico, u otras de acuerdo a su

contexto sociocultural. La situación es más crítica aun cuando se

contrasta la equidad de género e igualdad de oportunidades entre

varones y mujeres.

A saber, según estadísticas actuales, en el Perú del total de

mujeres en edad para ser elegidas a un cargo público sólo 28

mujeres han sido elegidas para el Parlamento Nacional entre el

11
periodo 2006-20163. La diferencia se cuadruplica para el caso de los

varones quienes han logrado 102 escaños en dicho periodo

electoral. El departamento con más representación de mujeres en el

Parlamento fue Lima (13 escaños). Para los demás departamentos la

diferencia es mínima y en la mayoría de los casos es nula. El

departamento de Amazonas no es ajeno a esta realidad, quien hasta

la fecha no ha podido elegir a ninguna candidata mujer para el

Parlamento.

Si bajamos aún más y nos centramos en la autonomía en la

toma de decisiones, a nivel del departamento de Amazonas, entre el

periodo 2007-2010, sólo 123 mujeres fueron elegidas regidoras a

nivel de los 83 distritos. En cambio para los varones el número es

más alentador quienes alcanzan un total de 320 regidores elegidos

en el mismo periodo4. Aunque, esto básicamente, no nos grafica un

avance en la toma de conciencia por incluir a las mujeres en el

protagonismo ciudadano y político, sino más bien responde a las

exigencias de la Ley de cuota de género, Ley 27680, vigente desde

el año 2000 en adelante.

Las estadísticas para cargos públicos de Alcaldesa en el

departamento de Amazonas son más débiles aún. Desde 1983 hasta

el año 2006 sólo se registra una alcaldesa distrital elegida de los 83

3
Información extraída del INEI: Indicadores del índice de desigualdad de género referidos a
participación política, empleo y educación, según departamento, 2013. Fuentes: ONPE y ENAHO.
4
INEI: regidoras y regidores elegidas/dos por distrito, según departamento, periodo 2007-2010.
Fuente: JNE y ONPE

12
distritos existentes, en los diferentes periodos electorales. Sólo en el

periodo 2007-2010, el número se incrementó a cinco alcaldesas

elegidas por distrito, pero básicamente en distritos con población

mestiza (no indígena). La diferencia fue copada por varones.

En cuanto a participación, liderazgos y ocupación de cargos

comunales en organizaciones/federaciones indígenas, la realidad

para las mujeres sigue siendo crítica y manteniendo una escasa

participación e invisibilidad. A saber, el Consejo Aguaruna y

Huambisa (CAH), que data desde la década del 70’, su estructura

organizacional es eminentemente patriarcal y sus diferentes cargos

fueron copados únicamente por varones. Actualmente han surgido

otras organizaciones y federaciones que representan a los pueblos

originarios, tales como FECONARIN, FAD, ORPIAN, FECOHRSA,

etc.; sin embargo todas ellas, hasta la fecha, siguen siendo lideradas

únicamente por varones (PDC, 2008-2912, Región Amazonas).

Quizá la organización que intentó buscar un mayor

protagonismo de las mujeres, con el apoyo de ONGs, fue la

Federación de Mujeres Awajún del Alto Marañón (FEMAAM), en los

90s. Desde esta Federación se buscaba la equidad de género, el

protagonismo ciudadano-político y la promoción y defensa de los

derechos de las mujeres. Contaba con una lideresa en particular,

Rebeca Detem Trigoso, quien fue duramente criticada, no sólo por

los varones sino también por las mismas mujeres awajún.

13
Actualmente la FEMAAM ha reducido su protagonismo únicamente a

la atención de casos como: maltrato a la mujer, violaciones sexuales,

reconocimiento de hijos y pensión de alimentos. Acciones que distan

mucho del sentido original que motivó la génesis de la Federación.

La situación de la mujer al interior de la comunidad tampoco

escapa a esta realidad. Por lo general, lo cargos son copados por

varones casi en todos los ámbitos administrativos, públicos y

políticos, siendo muy escasas las mujeres que han llegado a ser

Apus o Vice Apus, o en su defecto a ocupar cargos dentro de la

organización comunal.

Para muchas organizaciones e instituciones las raíces causales

de esta escasa presencia y protagonismo público de las mujeres

awajún se sustentan en el alto grado de analfabetismo, débiles

capacidades para gerenciar y gestionar, el poco acceso de las

mujeres al mercado, bajos ingresos económicos como principal

factor de dependencia hacia el varón, producción tradicional, escaso

dominio del castellano, las múltiples enfermedades gineco-

obstétricas a la que está expuesta (hemorragias, abortos,

infecciones, etc.); además añaden la carga familiar extensas (varios

hijos que atender y criar), como factores que limitan la participación

pública de la mujer awajún dentro de su comunidad5.

5
Ver, Fabian (2006) y Fuller (2009), ampliamente desarrollados en antecedentes académicos de la
investigación, Capítulo II de esta investigación. Así como el Plan Regional de Desarrollo
Concertado 2008-2021, Gobierno Regional de Amazonas, Sección Diagnóstico.

14
A raíz de esta realidad latente, las acciones con miras a revertir

esta situación se han concentrado en el fortalecimiento de las

capacidades de las mujeres para la toma de decisiones, promoción

de la participación productiva, educación de las niñas, e intentaron

que las mujeres asuman puestos de responsabilidad en los

diferentes comités: salud, educación, política comunal, vigilancia, etc.

Asimismo, buscaron sensibilizar, motivar, incluir y valorar la

participación de las mujeres en las organizaciones, federaciones y

gobiernos locales.

Sin embargo, en el transcurso se dieron cuenta que la

participación femenina en las diferentes esferas de las comunidades

Aguarunas y en el espacio local, si las había, estaban siendo

copadas con mucha lentitud, pese a los múltiples esfuerzos

desplegados orientados a sensibilizarlas, empoderarlas y a la

generación de espacios de participación y actuación directa. Éstas

no terminaban por involucrarse totalmente. Es decir, su participación

en los ámbitos comunales, federativos, públicos y políticos locales

seguía, y sigue aún, mostrando altos índices de invisibilidad.

¿Qué es lo que estaba pasando? ¿Por qué las mujeres no

terminaban por involucrarse activamente en los espacios de

participación pública o a ocupar cargos dentro de su comunidad,

pese a las sensibilizaciones y capacitaciones que recibían? Eran

preguntas que organismos del Estado y ONGs se venían y se vienen

15
haciendo, lo cual dejaba en claro que era necesario nuevas

investigaciones para poder estudiar y entender mejor la vida íntegra

de las comunidades Aguarunas y dentro de ellas, particularmente, la

dinámica de la mujer awajún.

Bajo esa perspectiva y considerando los factores causales de la

escasa participación pública de la mujer awajún ya abordados por

otros estudios, con esta investigación pretendemos rastrear e

identificar otros agentes causales que, a nuestro entender, influyen

en la escasa participación pública de la mujer awajún. Corresponden

a causas y factores mucho más predominantes que tiene que ver

con las creencias mítico-religiosas, así como patrones culturales que

pueden condicionar y hasta determinan comportamientos, roles,

identidades, ocupación del espacio y procesos participación dentro

de las comunidades Aguarunas.

Es ese sentido, para nuestro estudio se planteó algunas

preguntas de investigación que a continuación detallamos.

1.2. Formulación del problema

1.2.1. Problema General

Cómo las creencias mitológicas influye en la configuración de

roles, identidad de género y en la participación pública de la

mujer en las comunidades Aguarunas?

16
1.2.2. Problemas Específicos

PE1: ¿Cómo se forman los roles de las mujeres y varones

desde las creencias mitológicas en las comunidades

Aguarunas?

PE2: ¿Cómo se configuran las identidades de las mujeres y

varones desde las creencias mitológicas en las comunidades

Aguarunas?

PE3: ¿Cómo se caracteriza la participación pública de las

mujeres desde las creencias mitológicas en las comunidades

Aguarunas?

1.3. Objetivos de la investigación

Los objetivos que se han formulado para la presente investigación

fueron:

1.3.1. Objetivo General

Describir la influencia de las creencias mitológicas en la

configuración de roles, identidad de género y en la

participación pública de la mujer en las comunidades

Aguarunas.

1.3.2. Objetivos Específicos

OE1: Describir la formación de roles de mujeres y varones

desde las creencias mitológicas en las comunidades

Aguarunas.

17
OE2: Describir la configuración de identidades de mujeres y

varones desde las creencias mitológicas en las comunidades

Aguarunas.

OE3: Describir la caracterización de la participación pública de

la mujer desde las creencias mitológicas en las comunidades

Aguarunas.

1.4. Conjeturas de investigación

Las conjeturas que se han formulado para la presente investigación

fueron:

1.4.1. Conjetura General

En las comunidades Aguarunas existen un conjunto de

creencias mitológicas los mismos que han influido en la

prefiguración de roles e identidades de mujeres y varones,

determinando de esta forma la ocupación diferenciada del

espacio público y privado.

1.4.2. Conjeturas Específicas

CE1: En las comunidades Aguarunas se ha ido consolidando

un sistema de género tradicional que tiene su génesis en las

creencias mitológicas, los mismos que han influido en la

división sexual del trabajo y la formación y asignación de roles

tanto para varones y mujeres.

18
CE2: Las creencias mitológicas han influido en la configuración

de la identidad de mujeres y varones, que es entendible desde

la asignación de roles, determinando la forma de ser una

“buena mujer” y “buen hombre”; códigos y patrones culturales

que se siguen transmitiendo generación tras generación de

padres a hijos (as).

CE3: Las creencias mitológicas han influido en la configuración

de la identidad de mujeres y varones, que es entendible desde

la asignación de roles, determinando la forma de ser una

“buena mujer” y “buen hombre”; códigos y patrones culturales

que se siguen transmitiendo generación tras generación de

padres a hijos (as).

1.5. Justificación

La presente Investigación se justifica por las razones siguientes:

Teóricas: Permite, a la luz de teorías como la estructura socio-

cultural, interacción social, teorías de género, interculturalidad,

identidad, conciencia colectiva, etc., describir contextos particulares

como son las comunidades indígenas, comprendiendo sus vínculos

culturales y cosmovisión sustentadas en creencias de carácter

mitológico que van prefigurando y determinando roles, identidades,

formas de comportamiento, relacionamiento e interacción entre sus

miembros, regulando y ordenando la vida comunal, particularmente

19
el de las mujeres, sector postergado de lo que se denomina una vida

social activa y propositiva en la esfera pública.

Práctico: La descripción de la influencia de las creencias mitológicas

en la prefiguración de roles, identidades y la participación pública de

las mujeres en las comunidades Aguarunas, nos permitirá contribuir

en el establecimiento de mejores estrategias de intervención,

desarrollo e involucramiento de este sector, que por muchas

décadas estuvieron y siguen postergadas y excluidas al desarrollo

integral, no sólo de sus propios espacios, sino también del país.

Además, implica el reconocimiento y respeto de su cosmovisión, sus

valores y el amplio bagaje de creencias culturales, a partir del cual

ellos han comenzado a orientar y dar sentido a sus vidas en términos

individuales y colectivos, y a ordenar y organizar la vida comunal

awajún.

Metodológico: Se puso en práctica enfoques, metodologías y

técnicas de investigación de carácter cualitativa, recurriendo con

mayor frecuencia a la etnografía y fenomenología como diseño

metodológico, desde el cual se ha podido abordar la influencia delas

creencias mitológicas en relación a los roles, identidades y la

participación pública diferenciada de mujeres y varones. Todo ello

tiene implicancia no sólo en las relaciones sociales de los awajún

sino también en el tejido socio-cultural y organizacional de las

20
comunidades, los mismos que comulgan académicamente con la

teoría sociológica.

1.6. Metodología de la investigación

1.6.1. Método de investigación

Inductivo: que es un proceso que parte del estudio de casos

particulares para llegar a conclusiones o leyes universales que

explican el fenómeno: de lo particular a lo general (Sierra,

2012). Es decir, desde nuestra investigación, implica obtener

información particular de un grupo de individuos,

particularmente de las mujeres y sus principales características

y vivencias sobre la prefiguración de roles, identidad y

participación pública, en las comunidades Aguarunas.

Etnográfico: Entendida como el estudio directo de personas o

grupos durante un cierto período utilizando la observación

participante, que busca conocer la vida cotidiana de un grupo

desde el interior del mismo, identifica y describe sus rasgos

cualitativos (Murillo, 2009).

En nuestra investigación utilizamos este método para el

registro, identificación y descripción de costumbres,

tradiciones, observaciones y discursos de los actores sociales

en las comunidades Aguarunas respecto a las diferencias y

complementariedades entre varones y mujeres. Nos sirvió

21
identificar las principales categorías que se hallan presentes

en nuestro objeto de estudio, principalmente la influencia de las

creencias mitológicas en las relaciones sociocomunales de la

mujer awajún.

1.6.2. Tipo de investigación

La investigación desarrollada es de tipo Sustantiva (Sánchez,

1996), porque busca describir la influencia de las creencias

mitológicas en la prefiguración de roles, identidades y en la

participación pública de las mujeres en las comunidades

Aguarunas.

1.6.3. Nivel de la investigación

Reúne por su nivel y complejidad las características de un

estudio exploratorio-descriptivo.

Exploratorio: “(..)se efectúan normalmente cuando el objetivo

es examinar un tema o problema de investigación poco

estudiado o que no ha sido abordado antes” (Hernández y

Otros, 1998:58). . Esta primara fase, nos permitió acercarnos y

familiarizarnos con fenómenos relativamente desconocidos en

el campo de investigación, como es el caso de las creencias

mitológicas, cosmovisiones, ordenamiento de roles, las formas

de comportarse de ambos sexos en las comunidades

Aguarunas. Así, obtuvimos la posibilidad de llevar a cabo una

22
investigación, con acceso a la información, más completa sobre

la vida real de las sociedades awajún. Además, pudimos

establecer prioridades de investigación.

Descriptivo: que “(…) consiste en especificar las propiedades

importantes de personas, grupos, comunidades o cualquier otro

fenómeno que sea sometido a análisis” (Hernández y Otros,

1998:60). Está centrada en la realidad, buscando desarrollar

una imagen o fiel representación del fenómeno a estudiar a

partir de sus características y propiedades importantes.

La importancia de este nivel de investigación recae en la

posibilidad de obtener descripciones de las experiencias sobre

el fenómeno en estudio, tal y como las viven los sujetos. En ese

sentido, nos ha permitido conocer las vivencias de las mujeres

en relación a las creencias mitológicas y cómo éstas influyen

en la formación de roles, identidades y la participación pública

dentro de la comunidad.

1.6.4. Diseño metodológico

El diseño metodológico empleado fue el Descriptivo Simple,

pues observa las categorías y describe las experiencias.

En nuestro trabajo, está centrado a describir las creencias

mitológicas y cómo estas han influido en la configuración de

roles, identidades y en la participación pública y política

diferenciada de mujeres y varones.

23
En ese sentido, nuestro diseño fue:

Descriptivo: M-------------------------O

Donde:

M: es la muestra de estudio que corresponde a 14 mujeres

mayores de 18 años de edad de tres comunidades Aguarunas;

O: es la observación de la influencia mitológica en la formación

de roles, identidades y la caracterización de la participación

pública de la mujer Aguaruna.

1.6.5. Enfoque metodológico

El enfoque de nuestra investigación es de carácter cualitativo,

considerando que se trata de describir y comprender la

influencia de las creencias mitológicas en la configuración de

roles, identidad de género y en la participación pública de la

mujer en las comunidades Aguarunas.

Por enfoque cualitativo se entiende “…la investigación que

produce datos descriptivos: las propias palabras de las

personas, habladas o escritas, y la conducta observable”

(Taylor y Bodgan, 1992:20).

A decir de Taylor y Bodgan, la investigación cualitativa,

presenta determinadas características, tales como:

“ser inductiva, tener una perspectiva holística,


considerar los efectos que el investigador puede causar
en las personas que participan en su estudio, intentar
comprender a las personas en su propio marco de

24
referencia, suspender o minimizar eventuales juicios de
valor respecto a lo que aparece en el estudio, así como
también, no establecer jerarquías frente a las diversas
perspectivas que se reciben”. (1992: 46)

Finalmente, el enfoque cualitativo nos ha permitido la utilización

de técnicas para la recolección de datos como son la

etnografía, la observación, entrevistas abiertas, revisión de

documentos y la discusión de la investigación.

1.6.6. Área de estudio

La investigación se realizó en tres comunidades de la etnia

Aguaruna: Comunidad Nativa de Bajo Canampa, Comunidad

Nativa de Seasmi y Comunidad Nativa de Pagkintza; ubicadas

en la cuenca del río Marañón y río Nieva, en el distrito de

Nieva, provincia de Condorcánqui, departamento de

Amazonas, Perú.

Estas comunidades fueron elegidas teniendo en cuenta ciertos

criterios metodológicos. Es decir, son comunidades que tenían

características idénticas, especialmente en cuanto a acceso a

educación, salud, contacto económico con espacios sociales

externos a su comunidad e identidad. Además, han formado

parte de los múltiples proyectos de desarrollo ofertados por

ONGs y programas sociales del Estado.

La elección de comunidades con esas mismas características

fue estratégica para poder controlar metodológicamente otras

25
variables que podrían haber influido en la escasa participación

pública de la mujer awajún. Además, fueron comunidades de

más fácil acceso, por estar más cerca de la capital de la

provincia. A continuación, a través de mapas indicamos la

ubicación exacta del área de estudio:

MAPA DE UBICACIÓN: DPTO. AMAZONAS, PROV. CONDORCANQUI Y


DIST. DE NIEVA

Fuente: www.infogob.com.pe / Leyenda: la flecha roja ubica el lugar exacto de estudio

1.6.7. Unidad de observación

La influencia de las creencias mitológicas en la configuración

de roles, identidades y participación pública en las mujeres en

las comunidades Aguarunas.

1.6.8. Unidad de análisis

Las mujeres nativas de las comunidades Aguarunas.

26
1.6.9. Población

Dentro de nuestra unidad de análisis que son las mujeres

Aguarunas, hemos visto por conveniente delimitar la población

que va a ser estudiada y sobre la cual se pretende generalizar

los resultados. Una población para Selltiz, citado por H.

Sampieri (1998:204), es el “conjunto de todos los casos que

concuerdan con una serie de especificaciones. Además, la

población debe situarse claramente en torno a sus

características de contenido, lugar y en el tiempo.

En ese sentido, nuestra población total estuvo conformada por

las mujeres Aguarunas mayores de 18 años, de las tres

comunidades nativas antes mencionadas, que alcanzan un

total de 135 mujeres.6

1.6.10. Muestra

La muestra suele ser definida como un subgrupo de la

población. Es decir es un subconjunto de elementos que

pertenecen a ese conjunto definido en sus características al

que llamamos población. (H. Sampieri, 1998).

Asimismo, la muestra ha sido no probabilística de tipo

intencionada o dirigida:

6
Los datos del total de la población de las comunidades ha sido obtenida del INEI: II Censo de
comunidades indígenas de la Amazonía Peruana 2007: Resultados Definitivos. En:
www.inei,gob.pe

27
"(…)no se requiere de una representatividad de elementos
de una población, sino de una cuidadosa y controlada
elección de objetos/sujetos con ciertas características".
(H. Sampieri, 1998:68)

Es necesario mencionar, que el número total de

observaciones y entrevistas fue determinado por la técnica de

saturación de categorías, es decir que al realizar entrevistas en

cierto momento éstas no agregan nueva información al estudio

pues los datos se repiten, en estas condiciones se concluye la

recolección de datos.

En la investigación se tomó los siguientes criterios de inclusión

para ser parte de la muestra:

 Mujeres awajún de 18 a 65 años de edad.

 Mujeres awajún con secundaria y/o estudio superiores.

 Mujeres awajún que han participado de proceso de

capacitación y/o empoderamiento por parte de ONGs o el

sector público y aquellas que nunca participaron.

 Mujeres awajún solteras, jóvenes, adultas, madres y

esposas.

De esta manera nuestra muestra estuvo constituida por 14

mujeres como se presenta:

Población Total:
Comunidades Nativas Mujeres > de 18 Muestra
años
CC. NN. Bajo Canampa 35 04
CC. NN. Seasmi 39 05

28
CC.NN. Pagkintza 61 05
Total 135 14

Los datos de nuestras entrevistadas son como sigue:

Comunidad
Nombre y Apellidos Ocupación Edad
Nativa
1. Luzmila Bermeo Orrego Profesora 56 años Bajo Canampa
2. Edumira Ismiño
Docente 56 años Bajo Canampa
Valverde
3. Esther Ruiz Domínguez Ama de casa 61 años Bajo Canampa
4. Patricia Chamik Cawi Ama de casa 21 años Bajo Canampa
Profesora/Dirige
5. Rebeca Deten Paukai 51 años Seasmi
nta
Técnica en Seasmi
6. Clarivel Chijiap Ujukam 24 años
Enfermería
7. Rafaela Jintash
Ama de casa 33 años Seasmi
Esamash
8. Margarita Tenazoa
Ama de casa 28 años Seasmi
Sungk
9. Yanina Samaniego Pitu PVL 39 años Seasmi
10. Rocío Valerio Manuing PVL 33 años Pagkintza
11. Hermelinda Tupika C. Ama de casa 26 años Pagkintza
12. Nancy Ampaam P. PVL 54 años Pagkintza
13. Rosario Sarsara T. Dirigenta 42 años Pagkintza
14. Teodocia Cuja S. Profesora Inicial 27 años Pagkintza

Asimismo, en el camino de la investigación fue necesario

realizar cinco entrevistas dirigidas a líderes varones

representativos. Esta dualidad, fue importante porque nos

permitió contrastar percepciones entre ambos sexos, relacionar

formas de concebir la realidad y formas de comportamiento en

su realidad comunal. Estos fueron:

Comunidad
Nombre y Apellidos Ocupación Edad
Nativa
1. Santiago Manuing Líder - dirigente 53 años Bajo Canampa

29
Docente – Ex
2. Octavio Shacaime Wawa 61 años Seasmi
Alcalde
3. Manuel Grandes
Sociólogo 52 años Nieva
Fernández
4. Roberto Orrego Trigozo Apu 41 años Seasmi
5. Silverio Leonidas Apu 28 años Pagkintza

Las entrevistas aplicadas fueron a profundidad, de

calidad y ricas en información, con una duración no menor de

una hora y media por cada entrevistada.

1.6.11. Categorías de análisis

Nuestras categorías de análisis fueron:

 Estructura cultural

 Creencias mitológicas

 Relaciones de género

 Configuración de roles

 Identidades

 Participación pública

1.6.12. Técnicas e instrumentos de recolección de datos y

procesamiento de información

a. Técnicas

Se sabe que las técnicas son medios para recoger

sistemáticamente la información que será utilizada en el

proceso de investigación. (Ortega, 1996)

30
En ese sentido, las técnicas que utilizamos en la presente

investigación fueron:

La observación participante: para obtener y registrar datos

relevantes directos, confiables y reales, interactuando

directamente con los interlocutores: las mujeres awajún.

Consistió básicamente en recoger información sistemática y

ordenada de las creencias mitológicas, la formación de roles e

identidades, formas de comportarse, trasmisión de valores y

creencias, y espacios de participación pública en la

comunidad. Todo eso se llevó a cabo de forma selectica,

sistemática y ordenada. Luego, se pasó a registrar y

sistematizar, buscando los datos que se repetían y que

pudieran tener significancia para nuestra investigación.

La entrevista semi estructurada: también llamada técnica

de obtención de información de persona a persona, para

establecer un contacto directo con los propios sujetos o

actores sociales inmersos en el problema de investigación y

obtener de ellos sus percepciones y opiniones sobre el tema

de investigación (Ortega, 1996).

Estuvo orientada a la recolección de los datos de los

diversos hechos y factores de nuestro interés, de acuerdo a

nuestras categorías de análisis.

31
En este proceso de recoger información, se han utilizado

una serie de preguntas abiertas de forma general, y que luego

se han ido desencadenando en específicas, con la finalidad

de obtener información sobre el punto de vista y la

experiencia de las mujeres y algunos varones de las

comunidades Aguarunas.

La entrevista fue semiestructurada, dado que pese a tener

una idea general del tema, hemos delineado aspectos

particulares, con los cuales hemos formulado una guía de

preguntas para la entrevista.

El análisis documental: de libros, revistas, informes,

estudios de investigación, sobre el tema en estudio, a través

de la lectura hermenéutica y el análisis de contenido.

b. Instrumentos

Los instrumentos, por lo general, están referidos a la

aplicación de un conjunto de herramientas diseñadas y

estructuradas para captar la información de los grupos

sociales involucrados en los temas de interés (Melgar, 2001).

En ese sentido, los tres instrumentos que hemos utilizado

fueron:

32
La guía de observación semi estructurada: que fue

elaborado teniendo en cuenta nuestros objetivos a alcanzar,

que se desprende de la técnica de la observación.

La guía de entrevistas semi estructurada: que incluye un

conjunto de preguntas abiertas y está enmarcada dentro de

la técnica de la Entrevista.

El fichero: que consiste en fichar datos relevantes extraídos a

partir de la revisión documentaria.

c. Procesamiento de información

Siguiendo a H. Sampieri (1998), quien desarrolla el

análisis detallado de datos, del cual nos servimos para

diseñar un itinerario del procesamiento de la información de

trabajo campo, tal cual señalamos a continuación:

 Organización de los datos e información: consistió en

organizar los datos de acuerdo con los criterios de

análisis.

 Análisis de datos: se inicio con la codificación en base a la

comparación y alineación de categorías, luego se realizó

una estructuración de datos y transcripción del material,

manejando una bitácora de análisis que nos ayudó a

documentar el proceso. Para todo ello nos servimos del

Programa Excel.

33
 Posteriormente, fue básico encontrar similitudes y

diferencias entre los datos, significados, patrones,

relaciones, vinculantes a las congeturas y teorías. Las

mismas que, seguidamente, fueron analizadas de acuerdo

al esquema presentado en el acápite denominado

Categoría de Análisis.

 Finalmente, tuvimos como principales criterios el rigor, la

validez y confiabilidad.

34
CAPÍTULO II

2. ANTECEDENTES, REFERENCIAS TEÓRICAS Y CONCEPTUALES

DE LA INVESTIGACIÓN

2.1. Antecedentes de la investigación

2.1.1. Antecedentes históricos de intervención en las

comunidades Aguarunas

En las últimas décadas tanto el Estado peruano, así como

organizaciones sociales e incluso intelectuales-investigadores,

han volcado sus miradas hacia los pueblos indígenas, como

una forma de interferir en su situación con miras a una mayor

inclusión y participación pública de las comunidades nativas,

básicamente de la mujer nativa de la Amazonía peruana. El

argumento de fondo era que “(…) en una sociedad excluida y

marginada como la de los pueblos indígenas amazónicas del

Perú, los niveles y canales de participación serán menores o

incipientes” (Fabián, 2006: 22).

En ese sentido, si revisamos los antecedentes históricos

de presencia e intervención tanto de organizaciones sociales y

del Estado en las comunidades Aguarunas de la provincia de

Condorcanqui, departamento de Amazonas (zona donde se

35
realizó la investigación), descubrimos que esto recién sucede a

mediados del siglo XX en adelante, con la incursión de algunos

programas externos al país, que luego los fueron asumiendo e

integrando a las políticas sociales y públicas del gobierno

peruano.

En primer lugar, tenemos que resaltar la llegada de

algunas organizaciones evangélicas, aproximadamente desde

1930 en adelante. Se sabe que fueron los Nazarenos los

primeros y posteriormente la religión católica en 1949, con los

Jesuitas; quienes jugaron un papel fundamental en la vida de

estos habitantes, especialmente su influencia respecto a la

cosmovisión y la forma de ver su mundo dentro de la sociedad

awajún.

Producto de la primera misión surge por ejemplo, el

programa de educación bilingüe iniciado por el Instituto

Lingüístico De Verano (ILV), que luego fue continuado por el

Ministerio de Educación. Posteriormente, los programas de

introducción de cultivos comerciales implementados por el

Ministerio de Agricultura y el Sistema Nacional de Apoyo a la

Movilidad Social (SINAMOS), que capacitaron a la población

awajún y le otorgaron medios para cambiar su régimen de

producción. Asimismo, se implementa en la década del setenta

36
la nueva Ley de Comunidades Nativas (1974), también a través

del SINAMOS (Gray, 2002: 86-87).

Todo esto generó algunos cambios dentro de la estructura

comunal, especialmente organizacional y territorial,

reconociendo algunos elementos como la decisión sobre las

tierras que ocupaban y ciertas facultades para determinar su

propio desarrollo; pero este fenómeno afectó a un solo sector:

los varones principalmente, quienes estaban a cargo de las

decisiones político-comunales dentro y fuera de la sociedad

awajún, a diferencia de las mujeres que se mantenían más en

el espacio familiar o doméstico.

Posteriormente, el Estado peruano comenzó a

implementar una serie de proyectos de desarrollo social como

los Clubes de Madres a nivel nacional. También surgieron

proyectos con diversos enfoques tales como, promoción

campesina, desarrollo rural integrado, desarrollo comunal, entre

otros (Fernández, 1983).

Autores como Fabián, resaltaban que estos proyectos

presentaban actividades diferenciadas, promoviendo entre ellas

“trabajos de corte y confección, repostería, cocina, y (…)

actividades que estaban fuera de su realidad y su contexto y

llamaba poco la atención de las mujeres indígenas”. (Fabián,

2006:35)

37
La autora, consideraba que estos proyectos

implementados, además de promover una participación

incipiente de la mujer tenía, como una de sus principales

finalidades, obtener mayores votos en las elecciones. (Fabián,

2006:35).

A partir de 1985, durante el primer gobierno de Alan

García, se siguió dando una continuidad a los clubes de

madres. Además, se creó el Programa de Asistencia Directa

(PAD), pero los intereses siguieron siendo idénticos a lo

manifestado anteriormente. La misma lógica se mantuvo con el

PRONAA, creado en el primer Gobierno de Alberto Fujimori.

De lo antedicho, es posible considerar que los programas

iniciales del Estado en el marco de la búsqueda del desarrollo,

la lucha contra la pobreza y extrema pobreza y la participación

del pueblo indígena-awajún fueron hechos en atención a la

emergencia social, estos se caracterizaron en el corto y largo

plazo como asistencial y paternalista y como fuertes focos de

recurso electoral, donde el interés por incluir a la mujer en la

dinámica del desarrollo y su participación en la política pasaba

a segundo plano.

De esta forma, con el fin de superar deficiencias entre

mujeres y varones, surgió la propuesta Mujer en el Desarrollo,

que buscaba destacar el rol de la mujer y propiciar su

38
transformación. Además, identificaron que era necesario hacer

trabajos que involucren no solo a las mujeres, sino que se

consideren otras estructuras como, la política comunal

masculina y las formas de socialización entre ambos sexos.

Bajo esta perspectiva y el trabajo en paralelo, la mujer

awajún comenzó a recibir una serie de empoderamientos con

miras a desarrollar sus capacidades, a partir de proyectos y

programas implementados tanto por el Estado y por ONGs. Se

buscaba revertir su subordinación y generar una mayor

presencia y participación activa de la mujer awajún en los

espacios públicos y políticos, los cuales describiremos a

continuación.

En el año 2000 se creó la secretaría de la mujer indígena.

En el año 2003, luego de muchos intentos se formó la

Federación de Mujeres Aguarunas del Alto Marañón

(FEMAAM), con el apoyo de CARE Perú y el Centro de la Mujer

Flora Tristán. Era una organización de mujeres que buscaba la

revalorización y el empoderamiento de la mujer awajún en

todos los aspectos de su vida personal y social en condiciones

de equidad (Fuller, 2009). Paralelamente, el Centro de la Mujer

Flora Tristán puso en marcha una investigación sobre liderazgo

femenino que incluía talleres de capacitación y sensibilización

39
en equidad de género, además se realizó trabajos con varones

y Apus (jefes) de comunidades (Org. Flora Trsitán, 2006).

Sin embargo, durante el desarrollo iban notando una

considerable falta de continuidad. Si bien las mujeres asistían a

las capacitaciones y talleres, pero una vez terminado, volvían a

lo mismo. Es decir, a asumir roles del hogar que eran normales

para ellas, generando así escasos resultados favorables.

Dada esa situación de retorno inmediato, se realizaron

nuevas tácticas con la finalidad de mantenerlas en actividad.

Así, se crearon las Defensorías Comunales Indígenas

reconocidas luego por el Ministerio de la Mujer y Desarrollo

Social (MIMDES). Desde ahí reconocieron sus derechos como

mujeres, establecieron relaciones sociales con otros actores,

aprendieron nuevas habilidades como gestión y organización,

pero no fue suficiente para lograr la inclusión de la mujer

awajún en la esfera pública como lideresas, al contrario su

invisibilidad seguía perenne (Paredes, 2007).

Posteriormente, en junio del 2001, el Programa Frontera

Selva (PFS) hizo su incursión en estas Comunidades. Entre sus

objetivos, incluían estrategias de intervención para el

empoderamiento de la mujer indígena awajún, además de

integrar e institucionalizar el enfoque de equidad de género.

40
Implementaron un proyecto interesante denominado:

“derechos, identidad cultural y participación de los pueblos

indígenas amazónicos: el caso del pueblo aguaruna”; que

involucró a la población awajún de la Provincia de

Condorcanqui y Altomayo e inició el año 20077.

En ambos se buscaba fortalecer las capacidades de las

mujeres para la toma de decisiones. Promovieron su

participación productiva, la educación de las niñas e intentaron

que las mujeres asumieran puestos de responsabilidad en los

diferentes comités: salud, educación, política comunal,

vigilancia, etc. También buscaron sensibilizar, motivar, incluir y

valorar la participación de las mujeres en las organizaciones,

federaciones y gobiernos locales. Sin embargo, poco después,

se dieron cuenta que la participación femenina en las diferentes

esferas públicas y políticas de la sociedad awajún, si las había,

estaban siendo copadas con mucha lentitud.

Es decir que, a pesar de las múltiples intervenciones

realizadas para y con mujeres, orientadas a sensibilizarlas y

empoderarlas en el desarrollo de capacidades, conocimientos

de sus derechos, ejercicio de ciudadanía y una serie de

herramientas y técnicas incluido la generación de espacios, de

tal forma que asuman nuevos roles y así participar más

7
Constituida en un consorcio: CARE, SAIPE, IPEDEHP

41
activamente en la esfera pública, éstas no terminaban por

involucrarse totalmente. Su participación en los ámbitos

comunales, federativos y públicos seguía y siguen mostrando

aún altos índices de invisibilidad.

2.1.2. Antecedentes académicos de la investigación

En este apartado reseñamos algunas investigaciones que

se aproximan con nuestra investigación. Desde el cual es

posible resaltar la metodología utilizada, la temática abordada,

el lugar y temporalidad en que se hizo el estudio y los

principales resultados y conclusiones a las que arribaron.

A nivel del Perú, el primer texto que hemos revisado,

corresponde a Beatriz Fabian Arias8, titulado “Participación

pública de la mujer Asháninka en la cuenca del río Tambo entre

1990 - 2002”. Al respecto, el estudio que se realiza en la Selva

Central, busca conocer los factores internos y externos de las

comunidades nativas que incidieron en la creciente

participación pública de la mujer Asháninka, sus avances y

retrocesos y el protagonismo que han tenido las mujeres

durante la época de la violencia política.

En ese marco, es importante resaltar la relevancia de la

investigación, dado que el análisis del estudio se centra en las

8Dra.
En Antropólogía Social, profesora principal de la Facultad de Ciencias Sociales de la
UNMSM, especialista en Género e Interculturalidad.

42
mujeres indígenas en similares condiciones socio-geográficas

en relación a nuestro objeto de estudio. Asimismo, la

metodología de carácter cualitativo que se ha utilizado en esta

investigación resulta ser relevante para nuestro estudio, así

como los enfoques que orientan esta investigación: enfoque de

género e interculturalidad.

Aunque el punto de inflexión y que marca la distancia

académica-investigativa con nuestra investigación se centra en

las categorías de análisis que determinan y contribuyen positiva

o negativamente en los procesos de una mayor participación

pública de las mujeres Asháninkas de la cuenca del Río

Tambo.

Al respecto, la Autora toma como punto de partida, que la

inserción de la mujer indígena en la participación pública y

social, “(…) son muy informales y es todavía insipiente”

(Fabian, 2006:92). Afirma, “(…) son escasas las mujeres que

han llegado a ser jefas de comunidades o profesoras bilingües,

ocupar cargos políticos, comunales, municipales (…), estas

últimas son ejercidas generalmente por varones y con un estilo

muy autoritario” (Fabian, 2006:101).

Sus resultados ayudan a visibilizar el problema centrado

en la escasa participación pública de la mujer Asháninka, que

sigue manteniendo cierta invisibilidad a diferencia de los

43
varones quienes asumen un mayor protagonismo y presencia

en dichos espacios. Otro elemento a valorar es la identificación,

como agente causal, de cierta estructura machista-autoritaria

presente en las comunidades Asháninkas, que influye y limita

una adecuada participación e inclusión de las mujeres en los

espacios públicos, políticos y sociales.

A la vez, resalta la autora, que una de las condiciones que

más ha contribuido a fortalecer la participación pública y social

de las mujeres Asháninkas ha sido el desencadenamiento de la

violencia política interna, que afectaba a las familias, pero

principalmente a los varones (como jefes de hogar) quienes

eran reclutados por las fuerzas subversivas. Este vacío varonil

a nivel de la familia y de la comunidad fue una condición

favorable para permitir una primera aproximación y

protagonismo de la mujer en el espacio público y político.

Como vemos, por una lado, la autora resalta la “estructura

machista-autoritaria” como uno de los factores que han limitado

la participación y protagonismo público y social de la mujer

Ashaninka. Por otro, reconoce que el hecho de la violencia

política como un factor inesperado que sirvió como vehículos

en la promoción e inserción de las mujeres en el protagonismo

público y social, hechos que no ha pasado en las comunidades

awajún.

44
Ambos elemento de análisis, el segundo más que el

primero, distan mesurablemente con nuestro planteamiento de

investigación, y con nuestras categorías de análisis, orientado

más bien a factores causales que tienen que ver con la

cosmovisión, básicamente las creencias mítico-religiosas que

condicionan la vida de las personas, a través de la estructura

socio-cultural y la conciencia colectiva coaccionante.

El segundo trabajo consultado corresponde a Norma

Fuller9, de quien hemos revisado uno de sus textos más

recientes titulado “Relaciones de género en la sociedad awajún-

2009”. La autora parte de una pregunta elemental que citaré

textualmente “¿son pertinentes y acertados los proyectos para

el contexto y la sociedad donde las aplicamos?”. Hace

referencia a los proyectos de CARE Perú, el Programa Frontera

Selva, entre otros, que se vienen desarrollando en las

comunidades aguarunas del distrito de Nieva, Santiago y

Cenepa, de la provincia de Condorcanqui-Amazonas, lugar

donde desarrollamos nuestra investigación.

Para ello se vale de los diagnósticos y líneas de base

realizados por algunas ONGs, la sistematización de proyectos

de desarrollo de capacidades del Centro de la Mujer Flora

Tristán, estudios de UNICEF, entre otros.

9
Dra. En Antropología Cultural, especialista en Género e Interculturalidad. Profesora principal de
facultad de Ciencias Sociales de la PUCP

45
Así, la autora resalta cómo, “(…) desde la sociedad

tradicional, hasta la actual se han desarrollado las interacciones

de género en diversos niveles. Además, se presenta los retos

de las mujeres en la actualidad como son, apus, vice apus,

profesoras, dirigentes (…). Esta mirada pone en evidencia las

tensiones entre los géneros en una sociedad cambiante, que

modifica sus patrones productivos, patrones de vida y en las

que se genera nuevas organizaciones que mejor respondan a

sus sueños y aspiraciones” (Fuller, 2009:08).

La investigadora demuestra que la sociedad awajún ha

cambiado organizacionalmente pero bajo el dominio

masculinizante, pero lo que poco ha cambiado, pese a los

esfuerzos que ha realizado el Estado, las ONGs, y otras

organizaciones públicas y privadas, es la situación de la mujer

y su incorporación total en la participación pública (en sus

distintos niveles). Es decir, considera que aún “persiste un

sentimiento de minusvalía cultural de las mujeres y se sigue

reproduciendo la dependencia hacia los varones (…)”(Fuller,

2009:11).

Al respecto, tanto Fabián como Fuller, con sus

investigaciones llegan a la conclusión de que la poca incursión

de la mujer en la participación pública se deben principalmente

a las siguientes causas: el alto grado de analfabetismo, débiles

46
capacidades para gerenciar y gestionar, el poco acceso de las

mujeres al mercado, bajos ingresos económicos como principal

factor de dependencia hacia el varón, producción tradicional,

escaso dominio del castellano, las múltiples enfermedades

gineco-obstétricas a la que está expuesta (hemorragias,

abortos, infecciones, etc.), además añaden la carga familiar

extensas (varios hijos que atender y criar); como factores que

limitan la participación pública y social de la mujer indígena

dentro de su comunidad o en el espacio local.

Si bien, ambas autoras ayudan a fundamentar y evidencia

el problema: la escasa participación pública de la mujer

indígena, atribuyendo como causas fundamentales a elementos

sociales (educación, salud, identidad, dominio del castellano),

económicos (inserción en el mercado) y a la estructura

machista y autoritaria, e hicieron uso de una metodología de

estudio de carácter cualitativo.

Sin embargo, dejan de lado o resulta siendo muy débil el

análisis que realizan sobre la estructura sociocultural, que

engloba patrones culturales, cosmovisión, creencias mítico-

religiosas y su influencia en la prefiguración de roles,

identidades, los mismos que resultan de mucha relevancia

para entender la escasa participación pública de la mujer en la

sociedad awajún.

47
Dado estos vacíos, pero bajo la luz del enfoque de género

e interculturalidad, con esta investigación apostamos navegar

por ellos y develar nuevos resultados para una comprensión

más amplia e integral.

A nivel de América Latina, también se realizaron algunas

investigaciones que se aproximan a nuestro estudio. Quizá

sean México y Bolivia los Países con más

estudios/investigaciones sobre el tema género en pueblos

indígenas.

Al respecto, uno de los textos que hemos revisado ha sido

el de Carolina Vásquez García10, titulado “Miradas de las

mujeres Ayuujk: nuestra experiencia de vida comunitaria en la

construcción del género”, estudio realizado el año 2010. La

investigación, haciendo uso de una metodología cualitativa, nos

comparte importantes resultados de experiencia de vida

comunitaria y la construcción sociocultural del género. Son tres

temas en concreto que la autora relata para adentrarnos a la

construcción sociocultural del género, entre ellos están: 1)La

perspectiva de género desde nuestra vida cotidiana; 2) La

concepción de lo femenino y masculino; y 3) La construcción de

género a partir de la relación ser humano-naturaleza.

10
Antropóloga Social ayuujk. Miembro del Colectivo de Mujeres en Acción con Palabra y
Pensamiento de Tlahuitoltepec Mixe, Oaxaca – México.

48
El contenido en general considera que existen elementos

que no favorecen las relaciones de género y necesitan ser

estudiados desde su historia como pueblos, ya que estos

elementos tuvieron su formación sociocultural en una

determinada época. Dichos elementos, considera la autora,

generan causas de desigualdad y que van rompiendo el

equilibrio y el diálogo entre ambos géneros, como la influencia

o sincretismo de la religión cristiana en la vida de las mujeres y

hombres que ha influido en la manera de asumir y ver el papel

de ser mujer o ser hombre.

En ese sentido, la autora reconoce la importancia y la

funcionalidad que tenía la práctica de la construcción del

género basada en la cosmovisión, en la relación del ser

humano-naturaleza, el mismo que ahora va atravesando por

una crisis de transformación, pero que a su modo de ver, no

favorecen las relaciones equitativas en la vida de hombres y

mujeres, donde éstas últimas resultan estando en mayores

desventajas.

Por ello, la autora plantea un proceso de reivindicación, si

bien, ya no las formas de relacionamiento antiguo, pero si

aquellos que apoyen un desarrollo comunitario en la que las

mujeres sean valoradas y reconocidas como sujetas de

derecho.

49
Otro texto ampliamente revisado y analizado ha sido el de

las autores Aida Hernández11 y Andrew Canessa12, titulado

“Identidades indígenas y relaciones de género en Mesoamérica

y la Región Andina”, estudio que se realizó los años 2009-2010

tanto en comunidades indígenas de México y de Bolivia.

Uno de los temas básico que se discute en este texto es el

hecho de considerar la retórica de género basada en un

concepto liberal del ser individual, como una “imposición

externa” que no correspondía a las preocupaciones más

sentidas de las mujeres indígenas. Así, los discursos liberales

de derechos han sido muchas veces denunciados como nuevas

formas de colonialismo. En ese marco, las autoras comienzan a

asumir un debate más amplio entre los derechos liberales del

ser individual y los derechos de grupos colectivos,

particularmente sobre la base del multiculturalismo.

Así, el trabajo termina planteando la necesidad de un

modelo multicultural que permita reconocer los derechos de

grupos distintos, sobre todo de las minorías étnicas dentro del

Estado-nación, y que a la vez respete los derechos individuales

de las personas.

11
Antropóloga Social de la Universidad de Stanford, actualmente es profesora del CIESAS en la
ciudad de México.
12
Antropóloga de la Universidad de Reino Unido, con amplia experiencia de estudios y trabajo de
campo en comunidades de habla Aymara en Bolivia.

50
Ambos estudios resultan siendo fundamentales dado que

abren el camino para la continuidad de un análisis más amplio

respecto a la construcción sociocultural del género,

básicamente desde la influencia de las creencias mitológicas en

la formación de roles, identidades y la participación pública.

Acogemos la mirada multicultural, donde los derechos

individuales o bien se contraponen o se complementan con los

derechos de grupo, básicamente en un contexto particular

como son las comunidades indígenas.

2.1.3. Espacios formales de participación ciudadana

La participación ciudadana es un derecho y un deber de

peruanos y peruanas que permite tomar parte en las decisiones

públicas para el bien de todos. Los(as) ciudadanos(as) deben

expresar su decisión sobre aspectos del desarrollo y la mejora

de la calidad de vida en los distintos ámbitos en que se

desenvuelven (municipalidad, comunidad, entidades públicas,

organizaciones, mesa de concertaciones y otros).

Como se sabe, esta participación se da en los niveles

individual y colectivo. La primera participación se ejerce desde

los 18 años y se expresa en el derecho al voto, al elegir y ser

elegido, en la libertad personal, la libertad de conciencia, de

información, de expresión, asociación, tránsito e inviolabilidad

del domicilio. La participación colectiva se ejerce a través de

51
partidos, movimientos y alianzas políticas y en las

organizaciones sociales (comunidades campesinas,

comunidades nativas, federaciones, confederaciones, frentes

de defensa y asociaciones).

En este marco, el Perú, hace pocos años ha iniciado un

proceso de descentralización que ha venido acompañado de

una legislación que promueve la participación ciudadana en

todos los niveles de gobierno. A continuación reseñamos

brevemente algunos de ellos.

La Ley Orgánica de Municipalidades, número 27972,

dispone la constitución de Consejos de Coordinación Locales

en los ámbitos provinciales y distritales (ver artículos 7, 98 y

102). Se señala que, a través de su participación, las

organizaciones de la sociedad civil deben contribuir a que se

amplíen los espacios y mecanismos de consulta, concertación,

control, evaluación y rendición de cuentas de los gobiernos

municipales.

Por su parte, el Consejo de Coordinación Local (CCL),

también es uno de los mecanismos que institucionaliza la

participación ciudadana en la gestión y desarrollo local en el

nuevo marco de la reforma descentralista. En los distritos, el

CCL es definido como un órgano de coordinación y

52
concertación entre la sociedad civil y sus autoridades (Ver, Art.

10: Definición y composición del CCL).

Asimismo, la Reforma del Capítulo XIV del Título IV de la

Constitución Política del Perú, del 6 de marzo de 2002, incluyó

novedosos mecanismos de participación en el marco del

proceso de descentralización: los planes de desarrollo

concertados y los presupuestos participativos. (Ver, Art. 195)

El Plan de Desarrollo Concertado es resultado del proceso

integral, permanente, participativo de planeación local a través

del cual se articula cada municipalidad con sus vecinos. En

dicho proceso se establecen las políticas públicas de nivel

local, teniendo en cuenta las competencias y funciones

específicas exclusivas y compartidas establecidas para las

municipalidades provinciales y distritales y los compromisos

para su implementación. (Ver, Art. IX: Planeación Local).

El Presupuesto Participativo es también un instrumento de

política y de gestión, para que las autoridades regionales y

locales, en conjunto con las organizaciones de la población,

definan cada año cómo y a qué se van a orientar los recursos

de su localidad. (Ver, Ley No 28056, Ley marco del

Presupuesto Participativo)

En los gobiernos local y regional, según el artículo 144

(Participación Vecina), de la Ley Orgánica de Municipalidades,

53
las municipalidades ubicadas en zonas rurales deben

garantizar la participación de las comunidades nativas.

En este marco, los gobiernos locales en coordinación con

las organizaciones de pueblos indígenas y comunidades

nativas, pueden promover instancias específicas para favorecer

su participación. Así, por ejemplo, en el Gobierno Regional de

Junín se creó el Consejo Regional de Pueblos Indígenas de

Junín- Selva Central (CORPIJSEC), como instancia de

concertación entre las autoridades regionales y los pueblos

indígenas andinos y amazónicos de dicha región.

Del mismo modo, las organizaciones indígenas en alianza

con algunas ONGs lograron que se creen instancias en la

estructura orgánica de algunos gobiernos regionales que

toquen específicamente asuntos indígenas. Por ejemplo, en

Junín, se creó la Subgerencia de Pueblos Indígenas dentro de

la estructura orgánica de la Gerencia de Desarrollo Social y

Humano (Ordenanza 58-2009-CM/MPS). En San Martín, se

creó la Coordinadora de Defensa y Desarrollo de los Pueblos

Indígenas de la Región San Martín (CODEPISAM).

2.2. Referencias teóricas de la investigación

El marco teórico contempla teorías generales y específicas.

Básicamente hacemos un breve análisis teórico sobre teorías

54
vinculadas a cultura y sociedad, estructura socio-cultural, sistema

simbólico e interaccionismo simbólico, y finalmente desarrollamos

tres temas complementarios que tienen que ver con relaciones de

género, enfoque de género e interculturalidad.

Todo este análisis teórico finalmente nos ha permitido tomar

posturas y asumir preceptos teóricos que nos ayudaron a realizar

una lectura más objetiva y analítica de nuestro proyecto de

investigación, así como interpretar las vivencias de los pobladores

awajún. A continuación, según los autores más vinculantes,

desarrollamos cada una de ellas.

2.2.1. Cultura y sociedad

Para interpretar mejor las regularidades de la conducta

humana creemos que es importante traducir la correspondencia

entre cultura y sociedad. Al respecto nos centramos en el

análisis de tres autores que ampliamente nos hacen transitar por

el contenido categórico de Cultura y Sociedad, nos referimos a

M. Weber (1969), E. Durkheim (1967) y al sociólogo peruano O.

Plaza (2014).

Partiendo de la idea de que no existe sociedad sin cultura

ni cultura sin sociedad, Plaza señala que es evidente que los

seres humanos nos constituimos como personas sociales, en

tanto integrantes de sociedades y culturas determinadas, a

55
través de procesos individuales y colectivos que nos acompañan

desde el nacimiento hasta la muerte (Plaza, 2014: 142-143)

En esa lógica, es de vital importancia incluir también otra

categoría básica de análisis, que tiene que ver con el individuo.

Al respecto, Plaza señala que desde la corriente hermenéutica

parte del hecho obvio de que no habría sociedad de no existir los

seres humanos, por lo que debemos concentrarnos en estudiar

los motivos, los intereses, las acciones y los significados

producidos por los sujetos individuales (Plaza, 2014:144)

En ambos hay que tener especial cuidado de no ignorar por

completo la existencia de dimensiones estructurales, materiales

y simbólicas presentes en las relaciones y las prácticas

humanas. Dado que todo ello, en su conjunto, nos permitirá

hacer un análisis más complejo y completo de la dinámica de

vida de las personas en sus propios contextos. Lo que buscamos

hacer al transitar por la vida sociocultural de las comunidades

awajún.

Respecto a la categoría de cultura, muchos autores

coinciden al definirla como un modo de vida que caracteriza a

todo el grupo humano con permanencia en el tiempo. Así, por

ejemplo, mientras algunos autores como K. Marx hace hincapié

en la ideología (entendida a partir de su afirmación de que las

ideas dominantes sobre el mundo social son las de las clases

56
dominantes), M. Weber (1969) más bien da más importancia al

papel general que cumplen los valores, las ideas, los usos y las

costumbres en la orientación de la conducta y en la competencia

por legitimar o deslegitimar los diferentes estilos de dominación.

Por su parte, E. Durkheim (1967), acuña el término de

“cultura objetivada” para hacer referencia a valores y normas, los

mismos que son coercitivos y externos a los sujetos y en las

sociedades modernas, debido a la división social del trabajo, se

diversifican y multiplican.

Para efectos de nuestra investigación nos interesa acuñar

las concepciones que Weber y Durkheim tenían sobre la cultura,

es decir ese amplio bagaje de valores, normas, ideas, los usos y

las costumbres que orientan la conducta de los pobladores

awajún. Quizá el término que mejor explica esta concepción

cultural sea el “ideacional”, puesto que se refiere a las normas,

creencias y actitudes de acuerdo con las cuales actúan los

individuos.

Entonces, si la cultura es básicamente “ideacional”, los dos

elementos que resaltan son las creencias y los valores. En el

caso de las creencias, vinculantes a las ideas del mundo mítico-

religioso, se puede afirmar que a través de ellas los hombres

construyen explicaciones de dónde provienen, adquieren sentido

de lo que son, representan el mundo social, biológico y físico en

57
el que viven. A través de las creencias los hombres asumen

roles que los consideran naturales debido a que las asumen

como reales.

Particularmente, en el mundo tradicional como son las

comunidades awajún, el tejido social se compone mediante una

serie de creencias recogidas de su actividad empírica o de la

argumentación ideal sobre fenómenos inexplicables por el

sentido común, básicamente mítico-religiosas. Así, las creencias

median las relaciones con sus semejantes, con la sociedad y la

naturaleza.

La asociación entre creencias y valores es directa, puesto

que al asignarle importancia a una cosa o idea pueden ser

suscritos de manera intensa que lleguen a ser objeto de valor.

Por ejemplo, la creencia en Dios, la existencia de un mundo

sobrenatural, la vida más allá de la muerte, la autoridad paternal

en la familia, la sumisión de la mujer, las formas de

desposamiento, las jerarquías sociales, etc., son conductas

establecidas culturalmente, aceptadas por la creencia de su

validez.

Así, las creencias llegan a definir roles, a establecer

determinadas conductas sociales. De ahí que resulta una

dificultad rechazar una característica cultural que ha alcanzado

considerable aceptación, sobre todo en las sociedades

58
tradicionales, donde la fuerza del grupo interviene para evitar su

trasgresión.

En esta parte, es necesario fundamentar un hecho cultural

importante. Se trata de encontrar una explicación del por qué

determinadas creencias persisten en algunas culturas,

considerando que actualmente la mayoría de ellas son parte de

la difusión cultural. Pasa por el hecho de preguntarse por el

carácter de inmutabilidad o cambio de la cultura?

Al respecto, unos entienden a la cultura como un elemento

esencialmente inamovible, en tanto que otros dado que la cultura

es un campo de lucha entre los distintos grupos y clases por

definir las respuestas a los problemas de la vida social

subrayan su carácter dinámico y en permanente transformación.

Entonces, si tenemos que tomar postura respecto a nuestra

investigación, ubicados en el contexto awajún, consideramos que

aún persisten patrones de inmutabilidad e inamovilidad de la

cultura. Esto por varias razones, por una lado las creencias están

directamente vinculadas a la integración social, por otro los

rasgos culturales aún son sinónimos de identidad individual y

colectiva los cuales deben permanecer inalterados so pena de

alienarse de su propio ser (identidad de clase, identidad étnica),

pese a que otros hacen hincapié en las múltiples identidades que

caracterizan a los individuos (Mead, Sen, Elias, Bourdieu).

59
2.2.2. Estructura sociocultural

Para efectos del análisis teórico de la “estructura

sociocultural” nos valemos de importantes teóricos que desde la

sociología han generado paradigmas relevantes que ayudan a

entender la relación del individuo con las estructuras. Nos

referimos básicamente a G. Mead (1964), R. Merton (1965),

Blumer (1982) y Collins (1996), los mismos que analizaremos a

continuación.

En las sociedades particularmente consideradas

tradicionales es posible identificar acciones y relaciones sociales

que se repiten continuamente. Estas acciones y relaciones

sociales que se caracterizan por su regularidad se encuentran

definidas por determinadas maneras de pensar, sentir y actuar

de los individuos. Esta relativa estabilidad social y cultural es lo

que algunos sociólogos llaman estructura social. Esto constituye

en efecto,

“(…) las condiciones formales y dinámicas de la existencia


y el funcionamiento de los conjuntos humanos, cuya
construcción, funcionamiento, evolución y cambio
dependen necesariamente de ellas mismas”. (Ortega,
1996:122)

Para algunos sociólogos, como H. Mead, la estructura

social es esencial en el proceso de interacción social de la vida

cotidiana, no sólo porque permite el tejido de las relaciones

interpersonales individualizadas, sino también porque a través de

60
ella es posible el funcionamiento de pequeños grupos como la

familia, la burocracia gubernamental, así como las diversas

instituciones sociales (política, económica, familia, educación,

religión, etc.) que mantienen a la sociedad unida; considerando

que,

“La estructura social se refiere a los patrones


relativamente estables y perdurables que organizan las
relaciones sociales y mantienen el armazón básico de lo
que llamamos sociedad.” (Mead, 1964:54).

En este sentido, la estructura social, de alguna manera,

limita muchas veces las libertades individuales, aunque también

es posible adquirir libertad para actuar, coordinando nuestras

acciones con las de otras personas para lograr metas

individuales y colectivas. De esta forma la estructura social

contribuye en el proceso de organización de las relaciones

sociales y mantiene la armonía dentro de la sociedad.

Por eso, desde el estructuralismo, era posible comprender

a la estructura sociocultural como un ente con vida propia que

impele a los seres humanos a ocupar posiciones prefijadas y a

interiorizar los valores y normas que el sistema sociocomunal

requiere para su reproducción. Es el caso de las comunidades

awajún, por lo que interesa explicar aquí las acciones de los

sujetos a partir de los hechos sociales exteriores a ellos,

desinteresándose de sus motivos y orientaciones particulares.

61
Por otro lado, tenemos dos acercamientos básicos que

estudian la estructura social. Por un lado está la

microperspectiva, la cual se enfoca más a estudiar la vida

cotidiana. Es decir se orienta al análisis e interpretación de lo

que las personas hacen, dicen y piensan en el flujo real de sus

experiencias momentáneas (Collis, 1996:84). Por otro, está la

macroperspectiva, que se usa en un sentido más amplio para

analizar realidades más amplias, patrones de conductas globales

y las tendencias a largo plazo de poblaciones, sociedades y el

mundo en su conjunto (Collis, 1996:84).

En este sentido, desde la microperspectiva estaríamos

adentrándonos más en el comportamiento cotidiano de la gente

en un determinado espacio donde se desenvuelve, en el marco

del cumplimiento de ciertos roles asignados. Este acercamiento

a las personas nos permitirá comprender su formas de pensar y

creer (bagaje de creencias) lo cual va a condicionar su

comportamiento. Eso significa que en la vida social, las

conductas individuales dependen mucho de cómo los individuos

definen sus situaciones, de cómo el sistema que pauta su

comportamiento responda a sus necesidades.

Bajo esta perspectiva se puede deducir que la estructura

social es la que coordina las actividades individuales para

funcionar como equipo, ya que se refiere a los patrones

62
respectivamente estables y duraderos que organiza las

relaciones sociales y proporcionan el soporte fundamental de lo

que llamamos “sociedad.

Pero, es importante considerar que así como la estructura

social crea límites y oportunidades para la acción individual,

también crea límites y fronteras para el cambio social, lo cual

posibilita que una sociedad se mantenga por mucho más tiempo

con sus características originales y particulares, como es el caso

de las comunidades nativas.

Por su parte, Blumer considera que a la estructura social no

hay que verla por separado. Es decir por un lado los individuos y

sus acciones y por otro lado la estructura organizada en términos

de institución, grupos, etc.; o en términos de roles que asumen

cada miembro, las formas de asociarse (roles, estatus, clases,

etc.). Sino más bien consideraba que,

“(…) la estructura, refiere ésta a una realidad compuesta


por miembros o elementos relacionados entre sí, realidad
que no es una mera yuxtaposición o adición de tales
elementos, sino un todo articulado y unitario; tal noción se
contrapone al atomismo y al individualismo metodológico.”
(Blumer, 1982:86)

Lo que nos quiere decir, siguiendo la teoría de sistemas,

que las partes de un sistema social (individuos, organizaciones,

grupos) se relacionan entre sí y forman el todo, pudiendo

eventualmente presentar sucesivas y diferentes conformaciones

63
o transformaciones sin que sea por ello otro el sistema social en

cuestión.

Aunque, el tema de transformación es para algunos autores

cuestionable, y subrayan más bien la estabilidad de la estructura

social, como es el caso de T. Parsons13, en tanto que otros

destacan su equilibrio inestable, que no cesa de modificarse,

como lo cree Gurvitch14.

De ambas perspectivas consideramos que la idea de

Parsons podría aproximarnos de alguna manera a contextos

sociales más conservadores, que van experimentando pocos

cambios y que muestran cierto distanciamiento histórico del

mundo moderno, como son las comunidades indígenas lo cual

hace que muestre una mayor estabilidad de su estructura social.

Otros autores diferencian la estructura social de la

estructura cultural. Es el caso de R. Merton, para quien la

estructura social es:

“El cuerpo organizado de relaciones sociales que


mantienen entre sí diversamente los individuos de la
sociedad o grupo” (Merton, 1965: 241).

Mientras que la estructura cultural es:

“El cuerpo organizado de valores normativos que


gobiernan la conducta que es común a los individuos de
determinada sociedad o grupo” (Merton, 1965: 241).

13
Citado por Gualda Estrella (2002), “Estructura social como poliedro: enfoques significativos”.
CIS-Madrid.
14
Citado por Gualda Estrella (2002), “Estructura social como poliedro: enfoques significativos”.
CIS-Madrid

64
Desde la perspectiva sociológica, la cultura se refiere a la

totalidad de lo que aprenden los individuos en tanto miembros de

la sociedad, siendo una forma de vida, un modo de pensar, de

actuar y de sentir.

Así, cuando Merton afirma que la estructura cultural es el

cuerpo organizado de valores normativos, hace referencia a que

hay una relativa permanencia de los valores en la sociedad. Esa

permanencia implica que las relaciones sociales, la formación de

los grupos, así como la vida social, se encuentran regidas por los

valores, las creencias, en la medida que ellas dan sentido y

continuidad a las acciones.

La continuidad de las creencias, valores y normas se

califica como institución, puesto que la permanencia relativa de

las pautas normativas sirven para definir lo que se considera

adecuado, legítimo, o como expectativas de acción o de relación

social. De esa manera las normas o reglas impregnan todos los

campos de la vida social: la forma de sentarse, de saludar, de

comportarse, de celebrar acontecimientos, etc. Estos son las

instituciones, que algunos consideran como un conjunto de

normas interrelacionadas, las normas sociales, las costumbres,

los hábitos, las leyes, las creencias, los valores.

65
De estos elementos recogemos las creencias y valores

porque ellos son los que, en cierta medida, van a determinar

acciones y roles que luego van a institucionalizarse, pasando a

formar una estructura sociocultural duradera y coaccionante.

En suma, tal como lo expresaría Durkheim (1967), al haber poca

división del trabajo social, la integración social está dada por la

forma cómo comparten maneras de pensar y sentir homogéneos,

que no pueden ser transgredidos individualmente.

El peso de la estructura social, en este caso, es fuerte, y las

acciones individuales son inexistentes o se encuentran

absorbidas por la colectividad. Asimismo, la fijeza, durabilidad y

dureza que adquieren frente al entendimiento de los individuos,

los límites que les imponen y las posibilidades que les abren,

varían social e históricamente afectando diferenciadamente –

según clase social, etnia – sus prácticas, el tipo de relaciones en

las que están inmersos, su configuración espiritual interna y su

sentido de identidad.

2.2.3. Sistema simbólico e interaccionismo simbólico

De acuerdo a Elias (2000b), definimos al sistema simbólico

como un conjunto de procedimientos y categorías de

clasificación, orientación y de comunicación generados por las

sociedades a lo largo del tiempo en sus diversos campos de

actividad, de acuerdo a su grado de diferenciación. En cada uno

66
de los campos de actividad el sistema simbólico correspondiente

se expresa a través de sus valores, normas, ritos y sentidos

prácticos.

Los sistemas simbólicos empleados para legitimar el

dominio de un grupo sobre otros pertenecen al campo de las

visiones del mundo en términos globales y al de las ideologías

políticas en términos más específicos. En ese sentido la cultura

es también un campo de lucha y un elemento diferenciador entre

grupos y clases sociales.

La construcción de los sistemas simbólicos y las prácticas

que lo reproducen son el resultado tanto de lo que cada grupo o

sociedad particular ha creado, como de la interacción (positiva o

negativa, simétrica o asimétrica) entre grupos y/o sociedades,

por ejemplo las dimensiones simbólicas de la religión, de los

mitos, las ideas políticas, etc.

La dimensión simbólica, con distinto grado de elaboración y

complejidad, se expresa en los tres niveles principales que

conforman la cultura: 1) La cultura como fuente de designación

global del entendimiento y de las prácticas humanas y su

correspondiente hermenéutica en un tiempo y espacio

determinado (modo de ver el mundo); 2) La cultura objetivada,

institucionalizada o cristalizada, o en términos de Durkheim

(1967), la cultura como hecho social (valores y normas); y 3) La

67
cultura subjetivada, incorporada en los sujetos en tanto

portadores, productores e intérpretes de significados (habitus y

sentido práctico de Bourdieu (1990), conciencia práctica de

Guiddens (2000), el yo y el mí de Mead (1964)).

Para efectos de nuestra investigación la cultura objetivada,

planteada por E. Durkheim (1967), tal vez sea la más coherente

con nuestra unidad de análisis, sin dejar de recorrer también,

aunque brevemente, por la cultura subjetiva en el sentido de

conciencia práctica determinada por dicha subjetividad.

En cuanto al Interaccionismo simbólico, tenemos dos

corrientes que la influencian: el “pragmatismo nominalista” y “el

conductismo”:

“(…) aunque los macrofenómenos existen, no tienen


efectos determinantes sobre la conducta del individuo, es
decir, los individuos son actores que definen, aceptan o
modifican las normas, roles, creencias de su entorno
comunitario, según sus intereses personales. El
conductismo repercute en el Interaccionismo, en cuanto,
que se huye del mero conductismo radical de Watson,
para extender sus principios a los procesos mentales.”
(Mead, 1964: 23)

En ese sentido, esta corriente se preocupa más por el

comportamiento cotidiano y las relaciones interpersonales, antes

que por los fenómenos sociales de gran alcance. El

interaccionismo simbólico supone que el comportamiento

humano no es determinado por los hechos objetivos de una

situación, sino por los significados que las personas atribuyen a

68
dicha situación. Quizá W. Thomas ilustra muy bien este concepto

al afirmar que, “(…) si los hombres definen las situaciones como

reales, estas son reales en sus consecuencias.” (1928:572).

En otras palabras, lo que nos quiere decir es que nuestras

interpretaciones subjetivas del mundo determinan cómo nos

comportamos y lo que llamamos la “realidad” es de hecho una

construcción social, tal cual lo afirma Blumer (1982).

El interaccionismo simbólico parte de varias proposiciones

interconectadas. Por ejemplo, para comprometerse en cualquier

clase de acción los humanos deben tener algunos significados

para comunicarse entre sí, por medio de símbolos, no sólo con

palabras y frases sino con gestos y acciones que han adquirido

significado social.

Eso significa que la personalidad nunca es fija o estable,

está sujeta a una continua redefinición y revisión, como

resultado de la interacción social. A tal punto que los actores

sociales siguen reglas de comportamiento aceptables, que al

alejarse de las definiciones aceptadas en el papel serán

etiquetados como “desviados” (Mead, 1964: 54).

Otra rama del interaccionismo simbólico que también es de

nuestro interés en nuestra investigación, es la etnometodología,

el mismo que no se enfoca tanto en los roles que las personas

juegan de forma consciente, sino en la rutina, en el

69
comportamiento mundano que la gente da por hecho. Sostienen

y proponen que el pegamento que une a la sociedad y hace la

vida social humanamente posible, consiste en reglas

ampliamente aceptadas pero subconscientes, que la gente nota

cuando son violadas (Mead, 1964: 55).

Otra área de mucho interés para los interaccionistas

simbólicos y también para efectos de nuestra investigación es la

sociolingüística: el estudio de cómo los factores sociales influyen

en los patrones de discurso. Los de esta corriente proponen que,

“(…) las personas usan el discurso [y señales no verbales]


no sólo para comunicar información, sino también para
ubicar su personalidad frente a otros…, los hombres
mantienen una posición dominante frente a las mujeres al
hablar clara y en forma directa y hacen afirmaciones y
demandas con poca vacilación, y las mujeres
inconscientemente tienden a estar de acuerdo al hablar
deforma tentativa e indirecta y solicitando acuerdo”
(Lakoff. Citado por Mead, 1964:56).

Los sociolingüistas también estudian cómo las personas

usan maneras distintivas de hablar, para establecer y mantener

su identidad cultural. Algo particular en las comunidades

aguarunas sería por ejemplo el canto del ANEM y la lengua

Aguaruna que mantiene ciertos códigos particulares, que en su

conjunto contribuye a mantener la identidad cultura de la

sociedad awajún.

Finalmente es importante considerar que la fuerza del

interaccionismo simbólico es que profundiza en las convenciones

70
cotidianas que damos por hecho y revela las estructuras de las

acciones rutinarias, acciones personales y creencias, pero el

interaccionismo simbólico no puede explicar eventos sociales

mayores.

2.2.4. Perspectivas y enfoque de Género, relaciones de género e

Interculturalidad

La perspectiva de género es una categoría analítica que

acoge a todas aquellas metodologías y mecanismos destinados

al estudio de las construcciones culturales y sociales propias

para los hombres y las mujeres, lo que identifica lo femenino y lo

masculino que supone la existencia de una desigual distribución

de poder entre géneros en todas las clases sociales (Chávez,

2004: 179).

El enfoque de género, por su parte, considera las diferentes

oportunidades que tienen los hombres y las mujeres, las

interrelaciones existentes entre ellos y los distintos papeles que

socialmente se les asignan. Todas estas cuestiones influyen en

el logro de las metas, las políticas y los planes de los organismos

nacionales e internacionales y por lo tanto, repercuten en el

proceso de desarrollo de la sociedad.

Así, género se relaciona con todos los aspectos de la vida

económica y social, cotidiana y privada de los individuos y

71
determina características y funciones dependiendo del sexo o de

la percepción que la sociedad tiene de él (FAO, 1992).

Los científicos sociales y los especialistas del desarrollo

utilizan dos términos distintos para referirse a las diferencias

biológicas y a aquellas construidas socialmente, éstos son sexo

y género, respectivamente. Aún cuando ambos se relacionan

con las diferencias entre mujeres y hombres, las nociones de

género y sexo tienen connotaciones distintas.

El sexo se refiere a las características biológicas que entre

otras, son comunes a todas las sociedades y culturas. Género,

en cambio, se relaciona con los rasgos que han ido

moldeándose a lo largo de la historia de las relaciones sociales.

Las divergencias biológicas son el origen de las que se producen

en materia de género, pero los modos en que se determina el

papel que desempeñan mujeres y hombres van más allá de las

particularidades físicas y biológicas que distinguen a cada sexo.

Las diferencias en materia de género se construyen

socioculturalmente y se inculcan sobre la base de la percepción

que tienen las distintas sociedades acerca de la diversidad física,

los presupuestos de gustos, preferencias y capacidades entre

mujeres y hombres. Es decir, mientras las disimilitudes en

materia de sexo son inmutables, las de género varían según las

72
culturas y cambian a través del tiempo para responder a las

transformaciones de la sociedad.

Para Fabián, el enfoque de género es la aplicación de la

teoría de género; significa mirar, interpretar y analizar las

relaciones sociales y económicas que construyen hombres y

mujeres de una determinada realidad social, étnica, cultural e

histórica. Además, debe estar presente en todos los niveles de

decisión, planificación y ejecución de una institución o proyecto,

de arriba hacia abajo para asegurar su incorporación con

respeto, tolerancia, objetividad, búsqueda de atención,

reciprocidad y honestidad, y la perspectiva de género es la

orientación política basada en el enfoque de género (Fabián,

2006:56).

La equidad de género, por su parte, reconoce la igualdad

de condiciones y oportunidades entre hombres y mujeres,

incorporando la perspectiva intercultural y desarrollando

acciones que disminuyan las desigualdades. (Fabián, 2006:56).

Por ejemplo, en el ámbito amazónico significa recoger el

concepto de equidad como armonía, equilibrio, y

complementariedad; así como su concepción holística y la

dualidad macho-hembra en los recursos y en las personas.

En este proceso se ha utilizado el concepto de género

como una categoría de análisis de las relaciones que se

73
establecen entre hombres y mujeres, de los atributos y

oportunidades que la sociedad awajún les establece.

Las relaciones de género derivan de los modos en que las

culturas asignan las funciones y responsabilidades distintas a la

mujer y al hombre. Ello a la vez determina diversas formas de

acceder a los recursos materiales como tierra y crédito, o no

materiales como el poder político. Sus implicaciones en la vida

cotidiana son múltiples y se manifiestan por ejemplo, en la

división del trabajo doméstico y extra-doméstico, en las

responsabilidades familiares, en el campo de la educación, en

las oportunidades de promoción profesional, en las instancias

ejecutivas, etc. (FAO, 1992).

Desde el contexto de las comunidades awajún, podríamos

hablar de la permanencia de una ideología de género basada en

relaciones de género jerárquicas, pero sobre la base

fundamental de la complementariedad, básicamente en las

tareas productivas. Una aproximación que tampoco escapa a la

influencia mítico-religiosa, que también juega su partida en las

relaciones de género establecidas en la dinámica de vida de la

sociedad awajún.

Respecto al enfoque de interculturalidad, un primer

concepto al que nos aproxima Bello (2011), es la diversidad y

complejidad de la realidad indígena. Debiendo entenderse ésta

74
no como un grupo social homogéneo. Es decir, las diferencias

están dadas por su propia pertenencia a culturas distintas, con

rasgos comunes en muchos casos, pero también con diferencias

enormes en diversas dimensiones, tales como: la forma de vida,

sistemas de parentesco, creencias y representaciones sociales

sobre la vida, la enfermedad y la muerte.

Estas diferencias, marcan de manera definitiva la situación

de género y su sistema de vida de las comunidades awajún en la

actualidad y también deben marcar la reflexión hacia la

posibilidad de modelos de políticas para pueblos indígenas.

El enfoque de etnias o enfoque intercultural, fue

ampliamente trabajado por De Negri (2002). El autor ponía

énfasis en la transversalización del enfoque intercultural y su

implicancia en el diseño e implementación de políticas públicas,

tomando en cuenta las diferencias culturales de los pueblos, sus

lenguajes y modos de vida, la cosmovisión como sistema de

creencias y las religiones tradicionales y no-tradicionales, que

explican la concepción del mundo, del ser humano, de la vida, de

las enfermedades y de la muerte, entre otros.

En este marco, fue el enfoque de etnias o enfoque

intercultural, planteada por De Negri (2002), al que nos

adscribimos y que acompañaría este trabajo de investigación,

poniendo énfasis en la transversalidad del enfoque intercultural

75
que trastoque profundamente las políticas públicas, tomando en

cuenta las diferencias socio-culturales de los pueblos indígenas.

2.3. Marco conceptual

Presentamos a continuación un conjunto de conceptos

necesarios que ayudan a definir y precisar términos relevantes en

nuestro tema de investigación.

2.3.1. Identidad de género

Esta investigación parte del concepto de identidad para

abordar empíricamente la problemática del engarce que se da

entre la subjetividad y la cultura. La identidad la entendemos

como un proceso subjetivo en tanto que,

“(…)la construye la persona como un sistema unitario de


representaciones de sí, elaboradas a lo largo de la vida, a
través del cual ella prueba que es igual a sí misma a la
vez que distinta de los demás, y por lo tanto merece ser
reconocida en su particularidad. La identidad debe ser
creada cotidianamente y sustentada por la actividad
reflexiva del actor, el sujeto debe narrar su biografía, a sí
mismo y al otro, de manera que le dé coherencia y
continuidad en el mismo proceso de reconstruirla.” (Fuller,
2009:71).

Sin embargo, este proceso subjetivo se alimenta de las

representaciones creadas al nivel de la cultura y es

determinado por esta última. Desde esta perspectiva, lo que

interesa es entender la manera en que las subjetividades de

hombres y mujeres están delimitadas, restringidas y

76
determinadas por la cultura, básicamente las creencias

mitológicas.

En ese sentido, para Fuller, la identidad de género es,

“(…) la elaboración simbólica que cada cultura construye


a partir de la categorización de las personas en diferentes
sexos. Las definiciones vigentes de lo que son la
feminidad y la masculinidad son realmente agencias
productoras de identidades; ellas informan a los individuos
de esa sociedad quiénes son, cuál es su lugar en el
mundo y cómo relacionarse con los demás.” (Fuller,
2009:72).

La identidad de género se constituye a partir de un

proceso donde cada individuo debe aprender lo que es ser

hombre o mujer, a adoptar los roles y actitudes que le son

propios y a interpretarse a sí mismo según dichos parámetros.

Es decir, a clasificarse a sí mismo y a las otras personas dentro

de categorías fijas como resultado de un proceso de

elaboración que se vive como propio y único. Así, nos dice la

autora, se legitiman ciertas relaciones sociales donde se trafica

poder.

La propuesta que nos hace N. Fuller (2009) sin duda es

muy relevante, pues nos lleva a delimitar una dimensión del

problema para el estudio empírico: el cómo la coerción cultural

que se ejerce a través de las relaciones de género es percibida

como una elección personal por los sujetos, en este caso las

mujeres.

77
2.3.2. Conciencia colectiva

La noción de conciencia colectiva se refiere a las

creencias compartidas y a las actitudes morales, que funcionan

como una fuerza unificadora dentro de la sociedad. Esta fuerza

se encuentra separada y es, generalmente, dominante en

comparación con la conciencia individual. Según esta teoría

una sociedad, una nación o un grupo constituyen una entidad

que se comporta como un individuo global. (Collins, Dictionary

of Sociology: 93).

E. Durkheim, en varias de sus obras, definía la conciencia

colectiva como,

“El conjunto de creencias y sentimientos comunes al


término medio de los miembros de una misma sociedad,
forma un sistema determinado que tiene vida propia:
podemos llamarlo conciencia colectiva o común. Es, pues,
algo completamente distinto a las conciencias particulares
aunque sólo se realice en los individuos.” (Durkheim,
1967: 104)

Como vemos, el autor expone el tipo social mecánico,

donde la conciencia colectiva se convierte en el elemento

integrador de la vida social. La conciencia colectiva tiene la

capacidad de integrar porque cumple la función de

hegemonizar los sentimientos y creencias.

De este modo, podemos acercarnos a interpretar que en

las sociedades nativas se presenta una mayor cohesión social

debido a que ésta se caracteriza por la “totalidad de creencias

78
y sentimientos comunes”, siendo más fuerte porque la

individualidad no se halla plenamente desarrollada.

2.3.3. Género y roles

Hay muchas formas de conceptualizar el género. La

antropóloga H. Veber, que investigó la identidad de género en

el pueblo Asháninka, define el género como,

“(…) las construcciones sociales, culturales y psicológicas


que se imponen a las diferencias biológicas entre hombres
y mujeres. Y no se puede reducir a los hechos biológicos
naturales, ni derivarse directamente de ellos.” (Veber,
1997: 138).

Por su parte F. Guevara define el concepto de género como:

“Una construcción sociocultural que determina el


comportamiento y las relaciones entre hombres y mujeres
en un sistema social, que varía según cada sociedad,
según la región geográfica, la cultura y cambia con el
tiempo. Género también es una estrategia para diferenciar
que hombres y mujeres tienen necesidades, intereses y
potencialidades de desarrollo diferentes y sirve para lograr
que hombres y mujeres participen conjunta y
equitativamente en la orientación y definición de los
objetivos de desarrollo que atiendan a estas necesidades
diferenciadas.” (Guevara, 2000: Documento inédito).

Éste concepto nos ha permitido ubicar mejor los procesos

en la investigación realizada sobre la mujer en la sociedad

awajún. Así, se verifica que muchos roles tradicionales al

interior de la familia se conservan y mantienen a la vez que

incorporan algunos elementos externos, pero con mucha

lentitud. A pesar de la presencia de la Escuela, la Iglesia y las

79
ONGs, se mantiene el rol femenino tradicional circunscrito a

actividades diferenciadas tanto para hombres y para mujeres.

Los roles de género, indican a aquel conjunto de

comportamientos previstos y asignados a uno u otro sexo

desde la cultura en una sociedad y momento histórico

específico. Es decir, se establece socioculturalmente cómo

debe comportarse un hombre y una mujer en la sociedad, en su

entorno familiar, con respecto a su propio sexo, al sexo

contrario, incluido en ello determinadas particularidades

psicológicas atribuido y aceptado, así como la forma de

comprender y asumir su sexualidad.(Lamas, 1996: 32-33).

Por otro lado, Foucault hace un interesante análisis

respecto a las representaciones sociales sobre el ser hombre y

el ser mujer, que sin duda nos ayuda a aproximarnos a nuestra

realidad de estudio. Considerándolas él, primero como una

herencia de la cultura y que luego es incorporada a la

subjetividad de cada persona, pero en constante elaboración.

El proceso de asunción y adjudicación de los roles de género

es complementario a ello. Así, la asunción de un determinado

rol hace que también asignemos otro complementario al género

opuesto configurándose nuestras expectativas en este sentido

(Foucault, 1987:56).

80
2.3.4. Mitología

Para este cometido nos valdremos principalmente del

valioso aporte que, en términos culturales, ha hecho Silva

Santisteban, particularmente respecto a las mitologías.

Silva, entendía el mito no sólo como exclusivos de

comunidades primitivas o de épocas pasadas como muchos los

creen, sino que aún en sociedades modernas se siguen

reproduciendo, recreando y generando según las sociedades,

las culturas y los grupos. (Silva, 1977:361).

En ese sentido, para Silva:

“Los mitos y las ideas míticas existen como hechos


sociales en tanto determinan formas de comportamiento
colectivo. Es decir, entendemos que existe una profunda e
inseparable correspondencia entre estas formas de
creencias y actitudes y los demás aspectos de la vida
social, que pueden ser fácilmente demostrables”. (Silva,
1977:360).

“La estructura del pensamiento mítico surge como el punto


de partida frente a la necesidad, o si se prefiere a la
exigencia psíquica de organizar la coexistencia en el plano
más profundo de la vida social, a tal punto que pueden
influir en la forma de organización social y prefiguración de
identidades de los seres humanos.” (Silva, 1977:360).

Por su parte Gray consideraba que el bagaje mítico-histórico,

resulta ser:

“Esa construcción simbólica de un mundo mítico


sobrehumano, sobrenatural, los dioses – femenino y
masculino – que sobresalieron en un espacio y tiempo
están presentes en algunas fuentes escritas y en la
tradición oral.”(Gray, 2002:91).

81
Norma Fuller (2009), recurriendo a la escuela inglesa y

Milanowski, define el mito como:

“El mito no es meramente un relato, sino una realidad


viviente; no es una ficción como la novela que hoy leemos
sino algo que se cree sucedido en los tiempo primigenio, y
que a partir de entonces influye sobre el mundo y en los
destinos humanos. El mito cumple en la cultura primitiva
una función indispensable: expresa exalta y codifica las
creencias; custodia y legitima la moralidad; garantiza la
eficiencia del ritual y contiene reglas prácticas para
aleccionar al hombre” (Fuller, 2009:62. Tomado de
Marzal, 1997:28ss).

Sin duda, para efecto de nuestro análisis acogemos los

tres conceptos sobre mitología propuestos por Silva, Gray y

Fuller, dado que se complementan y confluyen, enriqueciendo

mejor el análisis de nuestra investigación.

2.3.5. Participación pública y ciudadana

Partimos de la idea general de que la participación pública

es el ejercicio ciudadano mediante el cual la democracia se

fortalece desde abajo. Así, la participación en los pueblos

indígenas implica el derecho a la información, opinión y

decisión sobre diversos manejos público-políticos y sociales.

En ese sentido, en una sociedad políticamente

desarrollada la tendencia es a la creciente democratización,

que es entendida de la manera más simple como un proceso

de participación de hombres y de mujeres en los diversos

82
niveles de decisión política, además del acceso a los cargos

públicos por elección o por demostración de capacidades.

Esta cuestión desde ya nos colocaba en un nuevo dilema

y tiene que ver con la participación ciudadana y las formas en

que las comunidades podrían aproximarse a ella. Uno de los

mecanismos fue la participación política, que lamentablemente

hasta nuestros días, viene siendo ejercido fuertemente por los

varones, y más aún en sociedades aguarunas. De ahí que, en

términos de Paterman,

“(…) para una verdadera democratización exige, entre


otras cosas, rechazar criterios patriarcales donde la
vida pública se conceptualiza, implícitamente, como la
esfera de los hombres” (Paterman, 1980: 27).

Otros autores señalaban que el término participación por sí

mismo comenzó a ser mal entendido y mal usado. Algunos lo

veían simplemente como una actividad eleccionaria donde solo

puedes elegir (participación pasiva), muy usado implícitamente

cuando a mujeres y varones se refiere.

Otros, lo consideran como un mero diálogo o conversación

sobre temas políticos, y una aproximación más acertada son

aquellos que consideran que participación equivale a la

intervención del (la) ciudadano (a) en los procesos de

deliberación y toma de decisiones. Esto es derecho a reunión,

83
asociación, intervención en partidos políticos, asunción de

cargos públicos, a elegir y ser elegido, etc.

Lo cual, nos conlleva a pensar que en el proceso de

modernización, la participación política como el resultado del

desarrollo político y de la socialización política que se concibe

como una serie de:

“(…) procesos en que los conocimientos, creencias,


sentimientos, valores, normas y símbolos, que orientan,
regulan e interpretan el comportamiento político, (y que)
son transmitidos por los agentes de la socialización a los
sujetos de ella, quienes los aprenden y en parte
interiorizan(…).”, (Berhmann, 1980: 589)

Sin embargo, lo antedicho aún no se ha dado en las

comunidades indígenas. O sea, en términos de Almond y

Powel ese “proceso por el cual las culturas políticas se

mantienen y cambian” (1972: 62), no es vivido por igual entre

hombres y mujeres en las comunidades nativas aguarunas,

dado que sus intereses son diferentes y las sociedades

presentan diversos grados de diferenciación y modernización.

Además, hay que tener en consideración que las sociedades

no son iguales ni apuntan a ser iguales. Por ende, los niveles

de participación varían.

Por otro lado, el concepto de participación ciudadana,

entendida como un derecho y un deber de peruanos y

peruanas que permite tomar parte en las decisiones públicas

84
para el bien de todos. Los(as) ciudadanos(as) deben expresar

su decisión sobre aspectos del desarrollo y la mejora de la

calidad de vida en los distintos ámbitos en que se

desenvuelven: municipalidad, comunidad, entidades públicas,

organizaciones, mesa de concertaciones y otros. (Fabián,

2006:51).

Como se sabe, esta participación se da en los niveles

individual y colectivo. La primera participación se ejerce desde

los 18 años y se expresa en el derecho al voto, al elegir y ser

elegido, y se expresa en la libertad personal, la libertad de

conciencia, de información, de expresión, asociación, tránsito e

inviolabilidad del domicilio. La participación colectiva se ejerce

a través de partidos, movimientos y alianzas políticas y en las

organizaciones sociales (comunidades campesinas,

comunidades nativas, federaciones, confederaciones, frentes

de defensa y asociaciones).

2.3.6. Espacio público y privado

Lo entendido como vida privada y vida pública ha sido

visto de modo excluyente desde la sociedad y el pensamiento

cotidiano, atravesado por la persistente visión androcéntrica de

la cultura que ha insistido - desde las ideas, los sentimientos y

las prácticas - no solo en estereotipar los roles de género sino

85
también los desempeños humanos de acuerdo a como

históricamente han sido protagonizados por uno u otro género.

Así, la vida privada es asociada al afecto, al amor, la

pareja, la familia, la maternidad, al cuidado, a lo emocional, a la

reproducción de la vida cotidiana, al trabajo "no productivo" y,

por tanto, no remunerado, no visible, no tangible. Relacionado

más bien con el tedio, lo repetitivo, lo rutinario. También incluye

todo lo concerniente a una parte importante de la socialización

humana, el contacto íntimo y la contención emocional.

Esta arista de la vida es protagonizada por las mujeres,

quienes por su "propia naturaleza" emocional, afectiva,

sensible, articulada a su "esencia maternal" deben entonces

ser del hogar, fundar y amar a su pareja y su familia. A las

mujeres siempre se les ha exigido llevar las riendas de la

educación de los hijos, la atención a enfermos, ancianos, al

esposo, brindar afecto, desde su condición de madres -

esposas, protectoras, sacrificadas, orientadas a los demás a la

vez que dejando de ser. (Arendt, 2001: 27-28).

La vida pública, por su parte, es asociada a la

productividad de riquezas, de ganancias, a lo racional, lo

creativo, lo verdadero, exacto. Se trata aquí del trabajo

"socialmente útil", de la participación en instituciones u

organizaciones sociales, públicas y políticas. Esto se ha

86
asociado al poder económico, a la excelencia, la capacidad y el

buen desempeño, a la competitividad que genera el mercado

del trabajo donde se demanda razón, precisión, creatividad,

triunfo. (Arendt, 2001: 29).

Este ámbito ha sido protagonizado por los hombres,

quienes también por "naturaleza" se cree que son más

racionales, creativos, fuertes, seguros y competitivos para

afrontar las vicisitudes que entraña el trabajo fuera del hogar.

Las representaciones dicotómicas de los géneros,

imponen tanto a mujeres como a hombres, limitaciones en su

crecimiento personal, diseñan subjetividades contrapuestas,

excluyentes que atraviesan la propia vida tanto en sus aristas

privadas como públicas. Esto promueve una estereotipia que

desarticula cualquier empeño por establecer relaciones

interpersonales y el desarrollo de una cultura más humanas.

2.3.7. Acostumbramiento y hábitos

S. Greene, hizo un significativo aporte al estudio del

comportamiento de las comunidades indígenas awajún. El

concepto de acostumbramiento a la indigenidad y la aguarunía,

era una forma de acercarse a entender esa dicotomía existente

en las comunidades aguarunas. Así, el autor consideraba que

mientras unos viven en el futuro y piensan también en el futuro,

otros viven en el futuro pero piensan en pasado.

87
El acostumbramiento lo entendía como:

“Actos específicos y un proceso estructural de creatividad


forzada y que estaba muy ligada con la naturaleza
interdependiente de los valores y las acciones sociales,
que a su vez dependen de la dialéctica de la repetición
estructural y de la trasformación práctica. Todo ello refleja
la relación dinámica entre las cosas que hacemos sin
pensar y las cosas que hacemos de manera deliberada.”
(Greene, 2009: 36).

Es un dinamismo que gira en torno a la teoría de las

acciones sociales habitualizadas, que él lo llamaba costumbre.

Esto llevado al terreno de la mujer es una primera aproximación

de su realidad, la cual explicaría en un primer momento que su

comportamiento y su invisibilidad en la participación pública,

responde a un acostumbramiento reproducido constantemente

en la comunidad awajún, la cual ella lo ha interiorizado y lo

pone en práctica. Mientras esas creencias mitológicas, valores

y normas internas respondan a sus necesidades e intereses, el

individuo permanecerá condicionado a los mismos,

interiorizándolos y pautando su proceso de socialización en los

diferentes espacios.

Por otro lado, Bourdieu desarrolla un concepto muy

importante que también nos ayuda a afirmar nuestro cometido y

que tienen cierta proximidad con lo que Greene llamaba

“acostumbramiento”. Nos referimos al concepto “Habitus”, que

lo entendía como, Aquella matriz simbólica y categorías de

clasificación, de razonamiento (percepción), y de apreciación

88
(gustos), los cuales estructuran desde adentro las acciones y

representaciones de los actores sociales: llamadas tomas de

posición. (Bourdieu, 1990: 130)

Para Bourdieu, era un sistema de disposiciones

duraderas, que funcionan como esquemas de clasificación para

orientar las valoraciones, percepciones y acciones de los

sujetos. Es decir, como el principio generador de las prácticas

sociales, donde la cultura en movimiento implicaba la puesta en

escena de los habitus. (Bourdieu, 1990: 131)

De esta forma, es posible identificar que las mujeres

awajún marchan tras una estructura y vida práctica

habitualizada y sustentada en creencias mitológicas que han

incorporado, hecho cuerpo, adherido a los esquemas mentales

más profundos, a los dispositivos de la prereflexión, del

“inconsciente social”, con los que las mujeres y también los

varones guían la mayor parte de sus prácticas sin necesidad de

racionalizarlas, pero adecuadas a un fin racional.

89
CAPÍTULO III

3. PRESENTACIÓN, ANÁLISIS Y DISCUSIÓN DE RESULTADOS

3.1. Generalidades y contexto socio demográfico del pueblo awajún

3.1.1. Los pueblos indígenas en la Región Amazonas

La región Amazonas ha sido territorio tradicional de los

pueblos de la familia etnolingüística Jíbaro, entre ellos los

Awajún. Está ubicada al noroccidente del Perú, limitando con el

vecino país de Ecuador por el norte y oeste, donde se ubica la

Cordillera El Cóndor.

La región Amazonas es territorio ancestral de los pueblos

Awajún y Wampis. Estos pobladores viven mayoritariamente en

las provincias de Condorcanqui y Bagua (ocupando

aproximadamente el 50% del territorio total de la región). Sus

patrones socioeconómicos y culturales son particulares,

caracterizados por el mayor conocimiento de la biodiversidad,

prácticas y tecnologías de uso local, mantenimiento de su

lengua, cultura e identidad multicultural. (Mateo y Cornejo, 2006).

Los actuales Aguaruna se denominan Awajún para

distinguirse de otros grupos nativos como los Huambisa, los

Chayahuita y los Cocama. Con una población de 45,137

90
personas, los Awajún constituyen el grupo con el mayor volumen

poblacional después de los Asháninka. Los asentamientos

Awajún poseen una población promedio de 250 personas,

aunque existen diferencias significativas entre los asentamientos

más poblados que en promedio puede alcanzar unas 800

personas y el de menor volumen poblacional que pueden llegar a

siete individuos. (INEI, 2008).15

Para efectos de esta investigación sólo nos centraremos en

la étnica Aguaruna, denominada awajún (términos que

utilizaremos en la descripción y desarrollo de la investigación).

Asimismo, el ámbito sólo se limita a la provincia de

Condorcanqui y dentro de ella al distrito de Nieva, del cuál

trabajamos con tres comunidades nativas representativas para

nuestro cometido, tal cual lo señalamos en el Capítulo I: ámbito

de intervención.

3.1.2. El contexto local: Santa María de Nieva

La provincia de Condorcanqui se divide en tres distritos:

Nieva, El Cenepa y Río Santiago. Los principales ríos que

atraviesan la provincia son: el Marañón, el Cenepa, el Santiago,

y el Río Nieva. De acuerdo a datos del censo 2007, tiene una

población de 43,311 habitantes, siendo su densidad poblacional

de 2.4 habitantes por Km2.

15
II Censo de Comunidades Indígenas de la Amazonía Peruana 2007: resultados definitivos.

91
El distrito de Santa María de Nieva (lugar donde

realizamos el estudio) es capital de la provincia de

Condorcanqui, y está situado en la desembocadura del río Nieva

en el Marañón a 230 m.s.n.m. Incluye al sector del río Nieva, la

quebrada Domingusa y la parte del río Marañón que se extiende

desde la comunidad de Huaracayo hasta la comunidad de

Tsamajain (junto al Pongo Manseriche). La creación de este

distrito es relativamente reciente, en 1984, mediante Ley Nº

23832 que crea la provincia de Condorcanqui. (PDC-Prov.

Condorcanqui, 2008).

La población censada en este distrito es de 22,192

habitantes (INEI, 2007), siendo su densidad poblacional 4.9

habitantes/Km2, lo que lo convierte en el distrito más poblado y

de mayor densidad poblacional en la provincia. La mayor parte

de la población (cerca del 15%) se concentra en la capital, Santa

María de Nieva, aunque una buena proporción de la población,

más del 85%, se asienta en zonas rurales, en los centros

poblados, en su mayoría comunidades nativas Aguarunas donde

se orienta nuestra investigación.

En el caso de las comunidades nativas, existe una gran

dispersión de las viviendas, las cuales son construidas

principalmente con material rústico, acondicionadas y resistentes

(según el material utilizado, pueden durar entre 8 y 20 años) a

92
las características climáticas de la zona, pero sin servicios

básicos: agua entubada o potable, desagüe, alumbrado eléctrico,

teléfono, internet, etc. (PDC-Prov. Condorcanqui, 2008).

La economía del distrito se basa en actividades de

subsistencia fundamentalmente en la actividad agrícola,

pecuaria, caza y silvicultura. Sin embargo, en los últimos años se

ha incrementado las actividades de comercialización a través del

intercambio o la transacción con dinero, pero que favorece

principalmente a la población mestiza y se desarrolla en la

capital de la provincia. (PDC-Prov. Condorcanqui, 2008).

3.1.3. Breve historia del pueblo awajún y principales rasgos

culturales

Uno de los antropólogos que más ha estudiado la historia

de los pueblos Jíbaros (básicamente Aguaruna y Huambisa)

quizá sea J. Regan (2003), quien señala que cuando llegaron los

españoles, los jíbaros ocupaban la región al este del río

Chinchipe que incluye su afluente, el río Chirinos. Entre los

primeros españoles que establecieron contacto con estos

pueblos, se encuentran Hernando de Benavente y Diego

Palomino. Este último fundó la ciudad de Jaén en 1549, en el

bajo Chinchipe.

Por su parte Brown (1984), afirma que por un tiempo los

españoles lograron establecer relaciones pacíficas con los

93
jíbaros. Sin embargo, esto no duró mucho, debido al interés

desmedido de los españoles por explotar el oro de territorio

jíbaro explotando y esclavizando a los indígenas.

Entre los siglos XVII y XVIII los españoles realizaron varios

intentos fallidos de subyugar y conquistar a los Jíbaro. Estos

intentos de colonización, vinieron acompañados de esfuerzos de

evangelización por parte de las misiones jesuitas. Sin embargo,

estas campañas no obtuvieron mayor éxito, por lo cual, en 1704,

se les ordena a las misiones jesuitas retirarse de territorio Jíbaro.

Luego de este episodio, los Jíbaros mantuvieron su libertad

durante el resto de la época colonial.

Varias décadas después, ya en la república, se da la fiebre

del caucho entre 1880 y 1914. Esta época significó,

principalmente, para muchos pueblos indígenas la muerte y

esclavitud de su gente, quienes padecieron maltratos y

vejaciones por parte de los patrones caucheros. En 1904, los

awajún cansados del maltrato y los abusos de los caucheros,

organizaron un levantamiento donde mataron a muchos de ellos,

eliminaron los puestos de caucho y lograron liberar a muchos

indígenas. (Guallart, 1997).

Para los awajún, el inicio del siglo XX significó la ruptura del

período de relaciones hostiles y sangrientas, iniciándose un

período más pacífico de primeras interrelaciones con la sociedad

94
occidental y particularmente con el Estado, así como con las

misiones nazarenas que llegan hacia el año 1925 y en 1949 el

retorno de los misioneros Jesuitas.

Respecto a los rasgos culturales, para los awajún, sus

mitos y relatos son la principal fuente de conocimiento sobre el

origen de su mundo y de todo lo que habita en él. Los dúik muún

áugbatbau (cuentos de los antepasados) explican cómo los

antepasados de este pueblo se relacionaron con sus héroes:

Etsa (sol), Tsúgki (el espíritu del río, fuente de poderes

chamánicos) y Nugkui (espíritu de la tierra) les brindaban

conocimientos, fuerza y valentía. Estos personajes míticos

establecieron también un tipo de código moral. En ese sentido,

señala Brown (1984), que en la relación con estas deidades, los

awajún aprendieron a comprender el mundo y sus

contradicciones.

Regan (2003), por su parte, explica que la cosmología

awajún está conformada por tres mundos: el cielo, la tierra y el

subsuelo. Cada mundo dota de cualidades específicas a los

seres que habitan en ellos. La convivencia entre los seres de

estos mundos es lo que da equilibrio a la vida de estos pueblos:

los seres del cielo dan conocimientos, poder y protección a

través de las visiones a los seres de la tierra, quienes a su vez

reciben de los seres del subsuelo conocimientos para la

95
agricultura, alfarería y otras actividades, así como poderes

chamánicos.

Asimismo, esta convivencia intermundos es la base del

“vivir bien”, expresada en el conocimiento, entendimiento y

comunicación entre lo natural y lo sobrenatural, donde a través

de las “(…) visiones y sueños se logra penetrar la apariencia de

las cosas y descubrir su esencia. La secuencia es ver-saber-

poder. Para vivir en el mundo del más acá, hay que conocer el

mundo del más allá” (Regan, 2003: 16).

La forma de concebir el “vivir bien” se refleja en las

actividades que realizan tradicionalmente los awajún para su

subsistencia: pesca, caza, recolección y horticultura. Es decir,

que la fuerza y capacidades de trabajo, tanto del hombre como

de la mujer, son trasmitidas ritualmente a través de sus visiones

y sueños.

Estas visiones y sueños los ponen en contacto directo con

el mundo y seres sobrenaturales propios de su cosmovisión,

quienes les brindan los conocimientos y prácticas para

desarrollar mejor sus actividades como el cultivo, los cantos, la

caza, la alfarería, entre otros (Guevara, 2007).

Mader (1997), señala que el acto visionario es parte

esencial de la transmisión de karkama, la fuerza y poder. Esta

transmisión se da en visiones que muestren el futuro de la vida

96
de una persona o en visiones que muestren el encuentro entre

las personas y los poderosos “arutam” (espíritus).

Es importante resaltar que, en la sociedad Awajún las

tareas realizadas para el bienestar familiar requieren de la

participación y complementariedad de todos sus miembros.

Como veremos más adelante, los mitos awajún explican y

distribuyen las actividades, roles y espacios de género en la

subsistencia familiar, donde las deidades son los modelos a

seguir para los hombres y mujeres awajún.

Finalmente, la descripción del contexto sociocultural,

demográfico e histórico y, dentro de ello, las particularidades en

términos de costumbres, cosmovisión y creencias mítico-

religiosos del pueblo awajún nos permiten profundizar en varios

componentes que son materia de esta investigación, los mismos

que desarrollaremos a los acápites siguientes. En primer lugar,

describir la funcionalidad de su propio sistema de género, y

dentro de ello develar las relaciones de parentesco; en segundo

lugar, describir la influencia mitológica en las relaciones de

género awajún, y desde ello identificar la asignación de roles

diferenciados para hombres y mujeres, así mismo transitar por la

configuración de las identidades de mujeres y varones awajún.

Finalmente, lo antedicho nos permitirá comprender la

correspondencia entre sus propias relaciones de género y la

97
ocupación diferenciada del espacio, particularmente la escasa

participación pública de la mujer awajún.

3.2. Los sistemas de género awajún

De acuerdo a Fuller (2009), el sistema de género en la

Amazonía se define en función a tres elementos básicos que lo

constituyen: el sistema de parentesco, la relación e influencia de los

mitos o mitología y la división sexual del trabajo.

En esta primera parte buscamos desarrollar uno de estos

elementos básicos que influye en el sistema de género awajún, nos

referimos a las relaciones de parentesco y cómo desde allí se han

ido reproduciendo patrones que nos permiten tener una primera

aproximación sobre la situación de la mujer dentro del contexto de la

sociedad awajún, y su situación, en el tiempo, frente a procesos de

participación familiar y comunal.

Forjaremos un camino ameno, donde analizaremos el sistema

de parentesco en la sociedad awajún sobre la base de tres temas

vinculantes que configuran posiciones y situaciones tanto de varones

y mujeres, así como de toda la familia extensa que reproduce la vida

socio-cultural. Forma parte de este sistema vinculante, las relaciones

familiares, la importancia del lugar de residencia y las formas y

prácticas que tomaban los matrimonios en las nuevas parejas

constituidas.

98
En ese marco, en los siguientes acápites desarrollamos estos

tres principales elementos que nos ayudan a delinear el sistema de

parentesco, permitiéndonos comprender y profundiza en el sistema

de género tradicional en la sociedad Awajún, para desde allí tener

una primera aproximación sobre la situación de la mujer y su

condición respecto al protagonismo público.

3.2.1. Sistemas de parentesco

a. Familia y relaciones de parentesco

En la medida en que el sistema de parentesco se funda en

la división femenino-masculino para ordenar la reproducción, el

matrimonio, la residencia, la división del trabajo y los grupos de

cooperación, su análisis resulta esencial para entender la

organización de las relaciones entre los géneros dentro de la

sociedad awajún.

Es por ello la importancia de destejer la constitución del

sistema de género en las comunidades awajún. Al respecto, se

sabe que el sistema de descendencia tradicional del grupo

indígena Awajún era de filiación bilateral o cognaticia, es decir,

se reconocían como cualitativamente iguales las relaciones del

lado del padre y las del lado de la madre. De este modo, tal cual

lo reconocen Regan (2003) y Brown (1984), el grupo estaba

constituido por la parentela bilateral egocentrada, formada por la

99
combinación de las redes de parientes paternos y maternos de

cada individuo.

(…) En las comunidades no es tanto la diferenciación


como en los mestizos. En nuestro caso los papás les
reunían a sus hijas con familiares cercanos, a veces con
lo que llamamos primos les hacía reunir. Dependía mucho
de que si el muchacho era trabajador y era hábil, con eso
bastaba, porque los papás sabían que a sus hijas no les
iba a faltar nada. Esta cercanía también les permitía
apoyarse y defenderse entre familias que vivían muy
cerca. Así se iba formando las familias donde casi todos
eran familiares cercanas. (Entrevista: Luzmila Bermeo)

Como vemos en la entrevista, la relación entre parientes

patrilineales desempeñaba un papel fundamental en las

relaciones de parentesco, pero ello también influía en la

definición de los asentamientos Awajún.

Asimismo, de la entrevista es posible señalar que muchas

comunidades Awajún se formaban alrededor de un núcleo

patrilineal, por ejemplo, un grupo de hermanos o un hombre y

sus hijos adultos. Ello les permitía movilizar a sus parientes

consanguíneos y afines para repeler ataques enemigos, planear

expediciones guerreras, velar por la seguridad de las familias de

la comunidad y emprender trabajos comunales.

Una unidad familiar típica en el contexto awajún consistía

en un varón, una o más esposas, y sus hijos e hijas. En la familia

nuclear independiente y en la familia poligínica independiente el

varón era el cabeza de familia, y con su nombre se identificaba a

100
toda la casa. La mujer contaba como un miembro más, bajo la

tutela del varón o jefe de familia.

Existían también unidades domésticas extensas

compuestas por un varón, su esposa o esposas y las hijas

casadas con sus esposos e hijos. En estos casos, el cabeza de

familia era el hombre mayor, al que llamaban kakajam (“gran

hombre”).

El problema que lo vemos algunas mujeres ahora, es que


el hombre sí podía tener varias mujeres, a veces los
papás entregaban a dos o tres hijas a un solo hombre,
porque les podía defender y mantener. Pero las mujeres
eran muchas veces contentas de atender a su marido y
competía entre ellas para que su marido les quiera más o
les prefiera. Todas vivían en la misma casa incluso con
todos los hijos de sus mujeres, ahí a veces entre
hermanastros se relacionaban. (Entrevista: Esther Ruiz).

Siguiendo la entrevista, existían patrones y condiciones

para que un varón pueda tener dos o tres mujeres, incluso tener

a las mismas hermanas. Esta práctica determinaba

significativamente el tipo de relaciones familiares y el

emparentamiento.

El tema de la manutención y la seguridad en términos de

defensa ante posibles ataques era fundamental, tanto así que

incluso dinamizaba la práctica de la poligamia masculina. Esta

práctica por lo general era más frecuente en aquellos padres que

tenían como descendencia sólo hijas, lo cual se convertía en una

carga para la familia nuclear. Así, las hijas eran entregadas a

101
aquellos varones que demostraban ser capaces de mantenerlas

y cuidarlas, como se anota en la entrevista anterior.

Si bien antiguamente esta práctica era frecuente entre los

curacas o grandes Apus (hombres notables y con una gran

destreza y habilidad), en las últimas décadas se han reducido los

casos en las comunidades, debido a la influencia de las Iglesias.

Pero es evidente que las relaciones de pareja son altamente

informales en varones y mujeres porque cambian

frecuentemente de parejas. Debido a que muchos matrimonios

son arreglados por los padres, o por autoridades, las mujeres

son forzadas a aceptar dicha situación.

Esta forma de organización e identificación familiar

reproducía una situación de minusvalía consentida por parte de

la mujer, con fuerte dependencia hacia el varón, no sólo en el

sentido de seguridad, sino también de alimentación

(básicamente carne de monte), identidad de núcleo familiar,

reproducción y elementos de expresión femenina, donde la mujer

formaba parte de una dependencia innata, bajo la propiedad del

esposo.

Estos patrones, en términos de Green (2009) o Bourdieu

(1990) se han ido habitualizando en la dinámica de la vida

práctica de las mujeres, tanto así que en nuestros días,

lamentablemente, revierte sus efectos como parte de la

102
estructura socio-cultural, con patrones que se repiten

continuamente. Es lo que finalmente Mead (1964), llamaba

patrones estables y duraderos que además de organizar las

relaciones sociales, van dinamizando y manteniendo la forma de

organización social.

Es decir, se ha llegado a forjar un sistema de género que

forma parte del sistema integral sociocultural y productivo que

caracteriza a cada grupo humano, en este caso a los awajún. La

mutua determinación de estos sistemas hace que cualquier

cambio introducido a nivel de los roles sexuales o la ideología del

género tenga reverberaciones sobre el conjunto, así como los

cambios en la economía o en la definición del ámbito político

repercuten en las estructuras de relación entre los géneros

(Anderson, 1985).

b. Residencia

La residencia es otro elemento que buscamos describir,

con miras a comprender el sistema de género en la sociedad

awajún. Por un lado se sabe que, el establecimiento del número

de familias en un lugar está vinculado a la existencia de

recursos hidrobiológicos, hortícolas, al gua y al suelo. Sin

embargo estas prácticas también nos arrojan situaciones y

103
condiciones de relacionamiento entre varones y mujeres,

particularmente en toma de decisiones.

Al respecto, hay que resaltar que los Awajún, al igual que

los otros grupos Jíbaros, vivían en caseríos semi dispersos que,

generalmente, consistían en viviendas aisladas llamadas

aguarunías o jibarías, situadas a lo largo de un río o quebrada.

En las comunidades tú vas a ver que todas las casas


están a la orilla de los ríos y muy cercas, eso porque
constantemente se atacaban entre grupos de familias de
otra parentela. Entonces el río les permitía escapar rápido,
pero también porque sin agua no se puede vivir. También
las casas nunca tienen pared, como has visto, así podían
escapar rápido con su familia por cualquier lado, cuando
les atacaban. (Entrevista: Manuel Grandes)

Las viviendas usualmente se construían en terrenos altos,

pero cercanos a los ríos o quebradas, rodeados de chacras,

como medio de defensa ante posibles ataques. Sin embargo, las

exigencias de defensa mutua y un deseo de sociabilidad

llevaban a que las unidades domésticas se congregaran en

vecindades vinculadas de manera suelta. Según Brown (1984),

los relatos más antiguos en español cuentan que en ellas

habitaban entre 250 y 300 personas.

Una alianza local de aguarunas formaba un grupo local o


vecindad. Los miembros de un grupo local se ayudaban
mutuamente en ciertas labores, como la construcción de
una casa o la limpieza de una nueva chacra, y compartían
invitaciones a fiestas familiares o religiosas.
Generalmente, los encuentros entre comunidades
ocurrían en las grandes fiestas. Los factores que las unían

104
eran el parentesco y el matrimonio. (Entrevista: Manuel
Grnades)

Siguiendo la entrevista, la fortaleza y bienestar de una

jibaría dependía de la habilidad del kakajam para organizar y

hacer efectivas las obligaciones que se le debían, y de mantener

y formar alianzas para asegurar su territorio y proteger a sus

habitantes contra invasiones guerreras.

Las invasiones guerreras eran constantes en los territorios


amazónicos, estas se daban, entre otras cosas, por dos
razones básicas: 1) control de territorios para la caza,
pesca y recolección; y 2) robo de mujeres. En el marco de
la sociedad awajún, las comunidades rivales eran los
Huambisas. (Entrevista: Santiago Manuing)

Entonces estos factores, señalados en la entrevista,

connotaban geográfica y genealógicamente las características

familiares, así como la figuración del lugar de la residencia.

Procesos que tampoco correspondía a los intereses de las

mujeres sino más bien a la del varón, particularmente al jefe de

familia. Sólo basta saber que el kakajam siempre era un varón y

nunca podía llegar a ser una mujer.

El tema del lugar de residencia, además de develarnos la

escasa o nula decisión de la mujer en dichos aspectos, es

importante además, entre otras cosas, porque nos refleja los

espacios de competencia decisional atribuidos tanto a hombres y

mujeres. Es decir, a la mujer le correspondía tomar decisiones

105
sobre el espacio productivo y al interior del hogar (y todo lo

vinculante a ello), sin embargo al varón le correspondía la toma

de decisiones en el ámbito social, público y político.

La elección del lugar de residencia era una decisión

meramente de la esfera social y pública, por lo tanto era de

competencia del varón. Si bien podría existir procesos de

consulta en el espacio informal (donde la mujer a veces llegaba a

sugerir al esposo), pero en el espacio formal (visible a los ojos de

los demás) era el varón quien daba a conocer la decisión

tomada.

Si miramos la concepción que ha ido teniendo a lo largo de

la historia el sentido de “ser mujer” seguro nos permite una mejor

aprehensión de dicha práctica. Rousseauu (citado por Cevasco,

1998), quizá sea uno de los que más se aproximen a esta forma

de entender la diferenciación entre hombre y mujer. Para él era

evidente que a las mujeres les correspondía únicamente el

espacio privado y desde allí debía esforzarse por agradar a sus

maridos, por el contrario al hombre le pertenecía el orden público

y político.

Como vemos estos patrones eminentemente patriarcales,

se siguen reproduciendo hasta nuestros días, donde sigue

siendo aún de estricta competencia del varón las principales

decisiones que se tomen al interior de la familia, reservándose a

106
la mujer para cuestiones más de orden natural, que emana a ella

por una preeminencia de la naturaleza y del orden mítico-

religiosa y que es asumido como un proceso de

complementariedad, aún en el marco de la desigualdad y la

relación jerárquica de género.

c. Matrimonios

Dentro del contexto awajún se distinguen claramente entre

parientes cercanos y parientes lejanos, y entre estos últimos se

consideraba adecuado el matrimonio. La regla matrimonial daba

preferencia a los parientes lejanos, primos cruzados bilaterales

reales o clasificatorios: la hija del hermano de la madre o la hija

de la hermana del padre.

“(…) antes tradicionalmente el matrimonio era entre


primos cruzados que para nosotros sería entre parientes y
eso permitía darle más seguridad a la familia y a la mujer
también, porque incluso si en la guerra moría el esposo
era obligatorio que el hermano mayor de su esposo
asuma la responsabilidad de esa mujer y de sus hijos, o
sea había un sistema de seguridad social interesante e
importante, entonces ahí también él se iba a vivir a la casa
de sus suegros lo que prácticamente ahora podríamos
llamar su tío, porque era el hermano de su madre o el
hermano de su padre, entonces ahí en esa situación había
más seguridad…” (Entrevista: Manuel Grandes).

La entrevista puede ser muy bien complementada con lo

que señalaba Bant (1999), quien decía que para los suegros, el

sobrino cruzado (aweg) era la mejor elección, porque pensaban:

107
¿Cómo no me va a servir bien el hijo de mi propia(o)

hermana(o)? Asimismo, como se desprende de la entrevista,

existía la regla del levirato, según la cual, cuando muere un

hombre, su hermano mayor tiene el derecho de casarse con la

viuda después de un periodo de luto.

El tema de fondo se concentra en mantener la seguridad

social de la familia, donde la mujer nuevamente quedaba en

desventaja frente al varón, porque no le corresponde a ella

decidir al respecto.

Por otro lado, el matrimonio marcaba el ingreso a la edad

adulta para ambos cónyuges. Pero éste estaba cargado de un

fuerte significado mítico-religioso que cobraba vida con los ritos

que había que seguir. Luego de ello, a las mujeres las hacía

esposas y madres, sin embargo para el hombre, el matrimonio

significaba recibir una mujer que estaría bajo su autoridad y le

daría hijos que más tarde le permitirían formar una unidad

familiar extensa, además le daba prestigio y relacionamiento

social. Es decir, de acuerdo a Anderson (1985), el matrimonio,

en este contexto, era el mecanismo que permitía entablar

relaciones sociales y políticas entre varones y mujeres: contraían

deudas, cambiaban de residencia, despertaban enemistades y

establecen lazos de cooperación.

108
De ahí la importancia que tenía para los varones conseguir

una esposa, como lo podemos apreciar en la siguiente

entrevista,

(…)estar casado resultaba indispensable para ingresar al


círculo de los varones, ya que ello dependía, en gran
medida, de la posibilidad de invitar a los vecinos a
consumir masato, bebida ligeramente alcohólica a base de
yuca preparada exclusivamente por la mujer. (Entrevista:
Manuel Grandes).

La familia recién formada reside en la casa del padre de la

novia, pues el yerno estaba obligado a cumplir los servicios de la

novia, que representa el trabajo para la unidad doméstica del

suegro, hasta adquirir su independencia,

El varón era quien se acercaba a la mujer o hablaba con


el padre para que le concediera a su hija. Casi nunca se
consultaba la opinión de la futura esposa, y ello podía ser
fuente de conflicto. Las uniones conyugales eran muy
frágiles durante los primeros años debido a que, muchas
veces, los jóvenes no se adaptaban a su pareja.
(Entrevista: Manuel Grandes).

La familia, casi nunca se metía, sólo cuando se trataba de


matrimonios muy recientes o jóvenes que les llamamos.
Sus únicas posibilidades si quería salir de esa situación
eran huir con otro hombre o suicidarse tomando algún
brebaje venenoso. (Entrevista: Manuel Grandes).

Dentro del matrimonio existía un fuerte desbalance: el

varón tenía la posibilidad de rechazar a una esposa por ser

ociosa, adúltera o, simplemente vieja, lo que determinaba que la

esposa debiera irse a la casa de un pariente, aunque no por

109
mucho tiempo, dado que una mujer soltera en la casa familiar

era visto como una carga.

Por su parte, la mujer no tenía libertad para romper un

matrimonio insatisfactorio. Si bien ella podía irse a la casa de sus

padres, el marido tenía el derecho de buscarla y obligarla a

regresar. Por eso, de acuerdo a la entrevista, algunas mujeres

que no estaban contentas con su matrimonio optaban por

suicidarse o huir con un hombre de otra comunidad, aunque eso

podría traer consecuencias, como enfrentamientos entre familias

o comunidades.

Se practicaba la poliginia, como lo vimos anteriormente,

aunque por lo general, esta se restringía a los varones de mayor

prestigio. Había una preferencia por la poliginia sororal, es decir,

que las esposas fueran hermanas entre sí. Facilitaba esta

situación el que el varón debiera vivir en la casa de los suegros

durante unos años: si probaba que era un buen yerno, podía

aspirar a que se le cediese otra hija. También se daba la

poliginia con mujeres que no eran hermanas, el matrimonio con

una mujer no emparentada, con una huérfana o con una mujer

robada de otro grupo (Brown 1984: 85).

Las uniones poligámicas implicaban reconocerles a los

hombres un derecho que se les negaba a las mujeres: mientras

estas últimas no podían sostener relaciones fuera del

110
matrimonio, ellos podían hacerlo si así lo deseaban. En ese

sentido, coincidimos con lo que señala Brown (1984), afirmando

que en la institución del matrimonio dentro de la sociedad

awajún, los hombres gozan de mayor libertad y participación.

Esto se evidencia por ejemplo en la libertad de los hombres para

contraer otras uniones (matrimonios poligínicos) o romper

compromisos existentes con sus esposas.

Como vemos, las mujeres awajún, dentro de su ámbito

social y familiar, tenían y tienen mayores restricciones que los

varones desde su primer ciclo de vida, así como menos

participación y libertades, las cuales se evidencian en la

adquisición de responsabilidades productivas y reproductivas a

más temprana edad que los varones, e incluso en las

expresiones referidas al pudor o la moral.

3.3. Relaciones de género e influencia de las mitologías

En su momento E. Mader, aportaba en su análisis de género

para los pueblos indígenas una importante aproximación teórica

respecto al análisis de las relaciones de género y las influencias

mitológicas, especialmente al considerar a éstas últimas como:

“La esfera socioreligiosa, especialmente a la praxis de la


búsqueda de visiones (…) que representa una relación activa
entre las dimensiones simbólicas y sociopolíticas.” (1997:23).

111
En ese sentido, señala que el análisis de las relaciones de

género entre hombres y mujeres está vinculado a diversas facetas

que van desde rituales (ingreso al bosque, cascadas, madre tierra,

etc.), visiones (sesiones de ayahuasca, tabaco), hasta mitos

vinculados al medio sociocultural de cada pueblo indígena

amazónica. Elementos que resultan de vital importancia para el

análisis de nuestra investigación.

Por ello, en este apartado consideraremos las relaciones de

género cortadas transversalmente por el mundo mítico-religioso y a

raíz de ello analizaremos las relaciones de género en la dinámica de

vida de sus miembros en la sociedad awajún.

3.3.1. Cosmovisión y representaciones mitológicas en la vida

social awajún

Aproximarnos a la sociedad awajún, a sus

representaciones sociales, a sus actos individuales y colectivos,

a su forma de organización, al ordenamiento de sus roles,

implica en principio identificar y comprender aquellas categorías

que participan de manera directa o indirecta en el funcionamiento

de la vida social awajún, que sin duda están vinculadas a ciertas

estructuras culturales institucionalizadas que dinamizan y

regulan la vida colectiva de sus miembros.

Al respecto, siguiendo a E. Durkheim (1967), se sabe que

la sociedad awajún es un tipo de sociedad tradicional, donde

112
existe poca división social del trabajo y la integración

sociocultural está dada por la forma cómo sus miembros

comparten maneras de pensar y sentir homogéneos, que no

pueden ser transgredidos individualmente. Es lo que el mismo

autor, denominaba como “cultura objetivada”, haciendo

referencia a valores, normas, usos y costumbres los mismos que

son coercitivos y externos a los sujetos, pero que orientan sus

conductas.

En esta dinámica se hacen visibles acciones provistas de

significados, creencias, donde se estructuran diversas mitologías

que se constituyen en representaciones sociales válidas para el

colectivo y van estableciendo formas de relacionamiento entre

pares y delimitando espacios de realización según diferenciación

de sexo, dentro de la sociedad awajún.

Según nuestra experiencia, desde que nacemos y


crecemos en la familia y en la comunidad estamos ligados
a la cosmovisión, a los mitos y leyendas que existen en la
tradición oral, en las prácticas culturales y sociales.
(Entrevista: Rebeca Detem)

Así, para el mundo awajún se da gran relevancia a las

influencias y determinaciones mitológicas ancestrales que han

ido prefigurado las formas de ser y proceder de hombres y

mujeres, que coordinan las actividades individuales para

funcionar colectivamente, generando patrones cuasi estables y

duraderos que organiza las relaciones sociales y proporcionan el

113
soporte fundamental de lo que, siguiendo a Mead (1964),

llamaríamos sociedad.

Por su parte Fabián, consideraba que las relaciones de

género y la cosmovisión sociocultural interactúan

permanentemente. Señalaba que, es difícil de entender los

problemas abstrayendo sólo las relaciones personales,

aislándolas de sus vínculos familiares y comunales. (Fabián,

2006:60)

“Desde la mitología se puede interpretar todo el tema de


los roles de género y el porqué de las cosas (…) Eso está
asociado a dos personajes mitológicos se puede decir,
que son propio de la cosmovisión awajún. Principalmente,
está por un lado Nunkui, que está asociado al sexo
femenino y Etsa que tiene influencia sobre el varón (…)”
(Entrevista: Manuel Grandes)

Como vemos en la entrevista, para las Comunidades

Aguarunas, dentro de su bagaje mítico-religioso, Nunkui y Etsa

son considerados como semidioses con un conocimiento más

desarrollado que el de los humanos, con poderes sobrenaturales

y capaces de influir en la vida de los hombres16 por compasión.

Para muchos, estas influencias míticas en la vida humana

pueden ser relatos de tiempo pasado, sin embargo siguiendo a

F. Silva (1977), debemos considerar que los mitos se siguen

reproduciendo y recreando aún en sociedades modernas. Para

este autor al igual que para nosotros, los mitos y las ideas

16
Cuando hablamos de hombres en esta investigación estamos incluyendo a varones y mujeres.

114
míticas existen como hechos sociales en tanto determinan

formas de comportamiento dentro del colectivo social.

Siguiendo con F. Silva (1977), señalaba que la eficacia

mítica y el efecto mitificador hacía que los mitos pervivan en las

culturas a través de los milenios y no como meras leyendas o

cuentos, sino como fuerza normativa que condicionaba y

coaccionaba el comportamiento de los grupos humanos en la

actualidad. Esta afirmación y forma de concebir los mitos,

permanece y toma forma práctica en el mundo de las

comunidades Aguarunas, donde éstos rigen todavía los

conceptos, ordenamiento de actividades y roles, la moral, la

conducta e incluso la estructura social de miles de pobladores

nativos Aguarunas.

“Toda sociedad tiene su propia cosmovisión basadas en


mitos y hay características interesantes dentro de las
cosmovisiones del mundo, en el caso awajún – wampís,
antes se puede decir, en los tiempos primordiales todos
eran personas, todos los seres vivos eran personas, pero
que por alguna transgresión se convierten en plantas o
animales. Tienes el relato de Ipak y Sua por ejemplo, o
sea el Achiote y el Huito, ellos han sido dos mujeres no,
que pasaron muchísimas aventuras en la búsqueda de
marido y al final llegan a convertirse en plantas por
conjuro de Etsa. Esta el cuento del Jempe [picaflor] y
Tatatao [especie de hombre malo] para ver el tema del
trabajo, está todo el relato de la guerra entre Múgkagu
[canguerejo] y las Aves no…O sea ahí, hay una relación
entre el mito, el relato, las características propias de los
animales que hay ahora, y la expresión de la vida práctica
y organizacional de las comunidades. O sea todo eso
forma una visión muy propia que tiene similitudes y ha
influido en la forma de ver y entender el mundo que les

115
rodea, pero también las prácticas asumidas a raíz de
dichos relatos.” (Entrevista: Manuel Grandes).

En ese sentido, la realidad de las comunidades awajún no

dista de este cometido, ya que existe cierta correspondencia

entre las creencias mítico-religiosas y ritualistas con los aspectos

de la vida social awajún, básicamente en la constitución del

mundo, sus visiones, las relaciones de género, la división sexual

del trabajo y los roles diferenciados entre varones y mujeres.

Por ejemplo, la construcción y asignación de roles

representan una fuerte carga de influencia cultural, básicamente

los mitos y ritos como parte de su cosmovisión, que influyen de

manera positiva y con capacidad de enseñar a los humanos

formas de comportamientos vinculantes al varón y a la mujer, y

prefigurando de esa forma las identidades de mujeres y varones.

Desde una aproximación teórica, es lo que Foucault

denomina como las representaciones sociales acerca de lo que

significa ser varón o mujer, propias para una cultura, que se

incorporan a la subjetividad individual en creciente y activa

elaboración (Foucault, 1987:56). Incluso a las representaciones

sociales nosotros añadiríamos las representaciones mentales –

sentido subjetivo - como primer paso, donde cada individuo lo

asume con absoluta convicción, el mismo que va condicionando

su comportamiento en la vida práctica. Conciencia subjetiva que

116
se encuentra superpuesta por una conciencia colectiva superior.

Es decir, siguiendo a Durkheim (1967), aquellas creencias

compartidas y actitudes morales que funcionan como una fuerza

unificadora dentro de la sociedad awajún, dado que cumple la

función de homogenizar los sentimientos y creencias.

Como vemos, entender a los pueblos awajún desde el

amplio bagaje de sus creencias y cosmovisiones es fundamental,

dado que ello nos permite comprender la vida más profunda de

las personas, la forma que tienen de entender el mundo y

comprender sus vidas como parte inherente de ese mundo pre-

elaborado,

“(…) ir entendiendo a las sociedades, a los pueblos, y en


este caso a las comunidades nativas, desde sus propias
visiones, desde su propia organización y desde su propia
distribución también de los roles y cómo estos han ido
influyendo no solo en la vida de cada persona, sino
también la vida colectiva y de sus
organizaciones.”(Entrevista: Manuel Grandes)

De lo señalado por Foucault (1987) y de acuerdo a la

entrevista, queda claro que primero el individuo asume una

representación de ser varón o mujer que se desprende de la

influencia del amplio bagaje de creencias basadas en mitos que

se matizan con las prácticas ritualistas, pero además es evidente

la influencia significativa de estas creencias en la vida familiar,

tanto así que incluso han llegado a influir significativamente en la

117
constitución de organizaciones y representaciones diferenciadas

en la vida comunal.

A partir de ello se da también un proceso de adjudicación y

asunción de roles de género como complemento de la vida

práctica individual y colectiva, que va surgiendo producto de lo

aprendido y/o trasmitido de padres a hijos (as) y el peso de la

conciencia colectiva, que también toma parte importante, ya que

contribuye en la cohesión social.

Finalmente, como vemos, la estructura del pensamiento

mítico surge como el punto de partida frente a la necesidad, o si

se prefiere a la exigencia psíquica de organizar la coexistencia

en el plano más profundo de la vida social, a tal punto que

pueden influir en la forma de organización social y prefiguración

de identidades de los seres humanos.

Además, de ello es posible demostrar que la vida individual

y colectiva de varones y mujeres, así como de todos los

miembros de una comunidad se encuentran fuertemente

marcados por la influencia mítica-religiosa existente en la cultura

y sociedad awajún. Tal cual lo señalaba Fuller (2009), finalmente

el mito resulta siendo una realidad viviente dado que influye,

exalta y codifica las creencias y legitima la moralidad, pero

además se convierte en un garantizador, a partir del ritual, de las

reglas prácticas que aleccionan al hombre.

118
Este hecho nos permite, asimismo, comprender el proceso

de división sexual del trabajo, la distribución de roles, así como

los procesos de prefiguración de identidad y ocupación del

espacio de varones y mujeres. Elementos, todos ellos, que lo

iremos desarrollando en acápites siguientes.

3.3.2. División sexual del trabajo y ordenamiento de roles desde la

cosmovisión awajún

Siguiendo con la transversalidad del bagaje mítico-religiosa

en la vida sociocultural de los pueblos awajún, en este apartado

desarrollaremos dos temas importantes que nos ayudan a

develar la situación y condición de la mujer en las comunidades

awajún. Básicamente hacemos referencia a la influencia de las

mitologías en la división sexual del trabajo y en el ordenamiento

de roles diferenciados para varones y mujeres.

a. División sexual del trabajo desde la cosmovisión awajún

Desde épocas muy antiguas la división sexual del trabajo,

en las comunidades awajún, organizaba la producción en

actividades masculinas y femeninas. Aunque en las actividades

femeninas (crianza de hijos, animales y plantas, y fabricación de

cerámica, entre otras) y masculinas (guerra, caza, pesca,

fabricación de herramientas, canastas y tejidos, y construcción

de viviendas, entre otras) participaban también personas del

119
sexo opuesto en alguna etapa del proceso. Finalmente el

producto se consideraba como “de hombres” o “de mujeres”.

De acuerdo a Bant (1999), esta separación conceptual de

las actividades estaba siempre presente en el discurso de los

Awajún y se reflejaba en su simbolismo religioso, que se

caracterizaba por la estricta separación de los espíritus

femeninos y los masculinos.

De acuerdo a su mundo mágico-religioso, los dioses

principales eran nugkui (espíritu de la tierra y vinculado a lo

femenino), etsa (sol y vinculado a lo masculino), y tsutki (espíritu

del río y fuente de poderes chamánicos, vinculado a ambos

sexos). Tal cual se puede apreciar en la siguiente entrevista,

“El mundo awajún tiene muchos mitos, esos mitos nos


permiten entender no sólo cómo se organiza la vida y las
relaciones sociales sino también cómo se ha dividido las
tareas o actividades que decimos tanto para varones y
para las mujeres. Yo creo que los más importantes que
nos narraban son sobre Nunkui, que tiene que ver con la
mujer y Etsa que tiene que ver con el hombre. Hay otros
como Bikut, Tsutki, pero los que más han influido en casi
todo son Etsa y Nunkui” (Entrevista: Rebeca Detem).

Como vemos Nunkui es la divinidad asociada a lo

femenino, Etsa se asimila a lo masculino y Tsutki está vinculado

a ambos géneros, básicamente al poder chamánico que puede

ser detentado tanto por hombres como por mujeres que deseen

desarrollar sus capacidades visionarias, como lo

mencionábamos anteriormente.

120
Las creencias mítico-religiosas tradicionales enfatizaban el

contacto directo con el mundo espiritual, con la ayuda de

alucinógenos. En efecto, desde el punto de vista Awajún, cada

ser humano debía buscar el conocimiento de su propio destino

por medio de su esfuerzo personal, búsqueda que lo lograba

recurriendo a plantas alucinógenas (ayahuasca, toé y tabaco).

“(…) para encontrar su visión tenían que tomar tabaco,


ayahuasca. Los varones iban a la catarata o a la orilla de
un río antiguo, y las mujeres lo hacían en su chacra, en
las noches y tomando esos alucinógenos encontraban su
visión que les daba un antepasado. Eso era una
característica esencial para encontrar su visión y su
misión en la vida que decimos. Así los varones veían si su
futuro era ser guerrero, cazador o brujo, y las mujeres
veían cómo les iba a ir en chacra y en su hogar”
(Entrevista: Nancy Ampaam).

El poder, la fuerza y el conocimiento transmitidos por las

visiones permitían que las personas de ambos géneros orienten

su futuro e, igualmente, adquieran habilidades tales como el

manejo de cantos rituales, el cultivo de la chacra o la cacería de

animales. También promovían su salud, su éxito y su

popularidad. Las caídas de agua (cataratas) eran los lugares

reservados para las visiones de los hombres, mientras que los

huertos eran los de las mujeres.

Las actividades religiosas de los hombres ponían el acento

en la lucha y la caza, la recolección y la sobrevivencia, a lo que

los awajún lo denominan como “el arte para la guerra” y “el arte

121
para la vida”, donde tenía una gran influencia el mito de Etsa,

generando así una funcionalidad de carácter político, vinculante

a la ocupación del espacio público, como un primer plano de la

división sexual del trabajo.

Por su parte, los rituales de las mujeres se concentraban en

el cultivo y en la fertilidad de las chacras, así como en la vida que

iba a tener dentro de su hogar, a lo que los awajún lo conocen

como el “arte para la vida”, donde reciben la influencia del mito

de Nunkui, y estaba orientado básicamente a la reproducción y

subsistencia familiar con la dotación de alimentos, el mismo que

tenía una funcionalidad de carácter intrafamiliar y por lo tanto

vinculante a la ocupación del espacio privado.

Vale aclarar que, “el arte para la vida” como filosofía

práctica era compatible y practicable por ambos sexos, ya que

tanto los hombres como las mujeres de las familias participaban

en las tareas de subsistencia. A diferencia del “arte para la

guerra” que era exclusivamente ejercida por los varones, como

una diferenciación claramente definida. Esta separación permitía

además afianzar el mecanismo de diferenciación, manteniendo

el mito del “hombre cazador y guerrero” y de la “mujer cultivadora

y dadora de vida”.

Otro punto a considerar en la división sexual del trabajo, es

que las tareas eran distribuidas en función a la subsistencia,

122
reconociendo el grado de dificultad física, mental y de

compromiso. Dicha distribución traía consigo una carga

valorativa social e interpersonal, que pone en evidencia las

desigualdades en el reconocimiento de capacidades y prestigio

de los géneros. Pero una desigualdad que finalmente termina

siendo funcional, pese a la prevalencia de una ideología de

género eminentemente asimétrico y jerárquico, como muy bien

los reconocen Fabian (2006) y Fuller (2009). Aunque ambas

autoras sólo reconocían la asimetría y la jerarquía de las

relaciones de género, mas no aquellos elementos tan

importantes dentro de las comunidades awajún, como es la

complementariedad y la funcionalidad.

Bajo la perspectiva de dicha diferenciación, el hombre

tradicionalmente era cazador, guerrero y constructor de la casa;

todas ellas son actividades de gran prestigio dentro de la vida

comunal y que requieren gran capacidad y destreza física. Sin

embargo, las capacidades físicas no era todo lo que influía en la

división sexual del trabajo; también se tomaba en cuenta

cualidades sociales de liderazgo y participación mediadas por las

propias formas de socialización de las culturas.

Esto implicaba que, si bien en gran parte de las culturas

amazónicas eran los hombres quienes adquirían los roles de

liderazgo, chamanismo, participación política y toma de

123
decisiones, no significaba que las mujeres no poseían estas

cualidades, sino que el sistema o dinámica cultural a las que

pertenecían las limita y posterga a la ocupación de espacios

poco vinculantes a procesos de participación política, los mismo

que eran asumidos y aceptados socialmente por ellas como

válidas.

Esta normalidad “cultural-organizacional” sesgaba en la

mayoría de los casos sus posibilidades y potencialidades en este

campo. Tal cual se puede desprender de la siguiente entrevista,

“(…) lo que una mujer lo tiene bien claro y también lo


tenía yo de manera bien definida y sabía que yo no debo
estar haciendo trabajo fuera de mi casa, eso yo lo tenía
muy fuerte.” “(…) yo quise ser profesora un rato pero
luego no quería porque quería estar en mi casa y con mis
hijos, porque tenía temor de que si ando así mi esposo
me va a botar, que ya no voy a ser madre y esposa
responsable y buena.” (Entrevista: Rebeca Detem).

Los hijos, de acuerdo a Anguelovski (1998), representan la

consolidación de la unidad familiar. Además, en los pueblos

amazónicos parece existir una asociación entre la virilidad del

hombre y la cantidad de hijos que tiene la pareja. Una

característica que tampoco escapa a su mundo mágico-religioso,

del cual las mujeres también lo utilizan como una forma de

mantener al esposo a su lado. Es decir, de acuerdo a la

concepción de la mujer, cuanto más hijos le daban al esposo

éste permanecería a su lado y asumiría una mayor

124
responsabilidad para con su familia. Así como usan el control de

comida y sexualidad para contrarrestar la dominación masculina.

Esta lógica, nos permite descubrir dos espacios

mutuamente influyentes, nos referimos al espacio formal y al

espacio informal. Es decir, en el espacio formal (visible para

todos los miembros de la sociedad awajún) es donde el esposo

toma decisiones y asume un discurso que fluye en el contexto

formal y dentro del marco de roles pre-establecidos por el mundo

mítico-religioso, mostrando un nivel de jerarquía incuestionable.

Por otro, tenemos el espacio informal, espacio más influyente

para las mujeres, que por lo general es un discurso expresado

en un contexto informal y se representa en la interacción entre

los miembros más cernos: esposo-esposa, padres-hijos,

hermanos-hermanas.

Sin embargo, es preciso comprender que ellas se equilibran

unas a otras y la impresión total puede ser calificada como

predominantemente complementaria, al menos si tomamos en

cuenta no solamente discursos expresados en contextos

formales, sino también en contexto informales.

b. Ordenamiento de roles: reciprocidad, complementariedad y

autonomía

Todas las sociedades humanas han buscado dotarse de

valores y criterios para garantizar su reproducción, organizar la

125
producción, tomar sus decisiones y regular sus intercambios.

Una de las clasificaciones que han sido más determinantes en la

organización social de todos los pueblos ha sido la división entre

lo femenino y lo masculino, clasificación que ha tomado como

referencia las diferencias sexuales entre hombres y mujeres,

básicamente desde la delimitación y del ordenamiento de roles

según sexo.

En ese sentido, los roles de género indican a aquel

conjunto de comportamientos previstos y asignados a uno u otro

sexo desde la cultura, en una sociedad y momento histórico

específico. Es decir, de acuerdo a Lamas, se establece

socioculturalmente cómo debe comportarse un hombre y una

mujer en la sociedad, en su entorno familiar, con respecto a su

propio sexo, al sexo contrario, incluido en ello determinadas

particularidades psicológicas atribuido y aceptado, así como la

forma de comprender y asumir su sexualidad.(Lamas, 1996: 32-

33).

Para ello, es necesario nuevamente recurrir al mito de

Nunkui y Etsa, quienes han delegado poder diferenciado sobre la

base de actividades específicas en espacios diferenciados para

varones y mujeres.

Es decir, en cuento al ordenamiento de roles, a los

hombres les correspondía la caza, la pesca, la roza de las

126
chacras, el tejido, la cestería, y la confección de armas y

herramientas. Las mujeres, por su parte, se ocupaban de la

chacra, el huerto, la producción de cerámica, la cocina, la

elaboración de masato y el cuidado de los niños. El trabajo

femenino implicaba un esfuerzo diario y sostenido, mientras que

las tareas masculinas eran más esporádicas.

Sin embargo, pese a la diferenciación de esfuerzos y

dedicación al trabajo entre varones y mujeres, se trataba de un

ordenamiento recíproco y complementario: los hombres

necesitaban a las mujeres para las tareas agrícolas, que

proveían de yuca y otras plantas comestibles; y las mujeres, por

su parte, necesitaban a los hombres para cargar la leña,

preparar la chacra y aprovisionar carne; tal como se puede

apreciar en la siguiente entrevista,

“Cuando se lo ve esto desde una perspectiva más


feminista y más desde la ciudad, y evaluamos la cantidad
de horas de trabajo, de peso que cargan las mujeres, etc.,
vamos a ver desde afuera que hay una desigualdad de
roles, desigualdad de tareas, desigualdad de todo. Pero
cuando uno se interna ahí y vives ahí, ves que no se da
esa desigualdad sino que se da más bien una especie o
se da de hecho una complementariedad de roles, donde
la mujer con sus actividades aporta, el hombre con sus
actividades aporta y se construye condiciones de
bienestar”.(Entrevista: Manuel Grandes)

Esta característica de complementariedad no implica

necesariamente relaciones igualitarias de género sino más bien

un modelo que se basa en la diferencia y no en la igualdad,

127
incluso dentro de un marco ideológico y práctico de relaciones

jerárquicas de género. En ese sentido, reconocemos sin

embargo que la complementariedad puede tender a relaciones

igualitarias, pero también se pueden dar en el marco de

relaciones jerárquicas, básicamente si se trata de una imposición

que se desprende desde el amplio bagaje cultural: las creencias

mitológicas por ejemplo.

Así, las mujeres asumían la responsabilidad, bajo la

perspectiva del complemento, la concertación y equilibrio,

aportar en la vida familiar y social, desde la casa, la artesanía, la

agricultura, desde la producción y la reproducción. Esta práctica

rebalsaba el pequeño espacio familiar, así la complementariedad

se extendía también hacia las demás familias de la comunidad,

dado que los miembros de un grupo local se ayudaban

mutuamente en aquellas labores que demandaban un gran

esfuerzo, como por ejemplo la construcción de una casa o la

limpieza de una nueva chacra. Asimismo, compartían

invitaciones a tertulias y fiestas religiosas. Las mujeres

participaban en estas actividades preparando y sirviendo la

comida y, sobre todo, el masato, indispensable en las tareas

colectivas.

La producción de alimentos era un ámbito en el que los

intereses de mujeres y varones coincidían, ya que ambos debían

128
aportar: las mujeres con los alimentos de la chacra o el huerto y

los varones con los alimentos del monte (producto de la

recolección, la caza o la pesca), dado que ambos lo necesitaban

para crear y mantener sus redes sociales. Tal situación proveía a

las mujeres de un punto de partida para ejercer mayor poder de

negociación en las relaciones familiares y grupales, dominadas,

principalmente, por los intereses de los hombres.

Las mujeres casadas no tenían la obligación de colaborar

entre ellas ni de distribuir sus productos entre todos los

miembros del grupo doméstico. Las obligaciones de hombres y

mujeres, en este punto, eran asimétricas: el hombre producía

para sus afines, incluyendo a su esposa; en cambio, la mujer

producía solo para su familia nuclear (su esposo e hijos). Sin

embargo, la obligación del varón era temporal: duraba solo hasta

que se independizaba del suegro; en tanto que la obligación de

la mujer frente a su esposo e hijos (hasta que se casaran) era

permanente (Collier, 1988 y Bant 1994).

En consecuencia, mientras que el padre de una joven que

se casaba aliviaba su carga laboral por la llegada de un yerno, la

madre de la misma joven perdía una ayuda porque la hija,

aunque se quedaba en casa, ahora producía solo para su familia

nuclear.

129
Como vemos, las formas de cooperación entre las mujeres

no eran tan elaboradas como las de los hombres. Existía la

ayuda mutua y el intercambio de bienes entre mujeres casadas,

principalmente consanguíneas; igualmente, las hijas solteras

ayudaban a sus madres. Una mujer realizaba sus labores diarias

en compañía de su madre y de sus hermanas. Sin embargo, no

cooperaban para realizar una producción común: cada mujer

tenía su propia chacra y su hogar en la casa familiar extendida, y

producía, en primer lugar, para su esposo y sus niños.

De acuerdo a Bant (1994), en la esfera productiva las

mujeres eran más prestigiosas, conservaban áreas de

autonomía y tenían poder de decisión. Ellas monopolizaban los

saberes asociados con el cultivo de los alimentos y con las

plantas medicinales utilizadas en el cuidado de la salud y en las

enfermedades que no se asociaban con la hechicería. Por otro

lado, se les atribuía conocimientos sobre salud reproductiva,

como la preparación de pociones para evitar la menstruación y la

concepción, el cuidado de embarazos y partos, y las dolencias

asociadas con el amamantamiento.

“(…) fuera del ámbito de lo doméstico es el hombre el que


negocia, el que establece relaciones, el que llega a
acuerdos y todo; pero dentro de la unidad doméstica el rol
de la mujer es clave y el tema de la toma de decisiones
también es clave. Ahí por ejemplo, el hombre para hacer
alguna actividad necesariamente consulta con su esposa,
siempre para hacer una chacra, para hacer una actividad,
para hacer una pesca, una cura de enfermedad, etc. La

130
autoridad la tiene el jefe de familia, pero es la mujer la que
participa activamente…”.(Entrevista: Manuel Grandes)

La entrevista citada, devela la complementariedad y el

grado de autonomía diferenciada entre varón y mujer, como una

posición muy favorable, ya que podían usar su posición

estratégica en la producción alimentaria y sus conocimientos de

medicina y magia como espacios de maniobra para alcanzar sus

intereses pero básicamente en el contexto informal, como una

forma de contribuir y aportar en las decisiones que los varones

vayan a tomar en el contexto formal: espacio público y político.

En ese sentido, es válido asociar la complementariedad a la

autonomía, pero dentro del marco de los espacios que

corresponde ocupar tanto a la mujer y al varón, y es allí donde

cada cual tiene absoluta autonomía en términos de decisión y

opción, tal cual se puede apreciar en la siguiente entrevista.

“En el espacio privado hay niveles de concertación entre


el marido y la mujer y no es una cuestión de imposición,
incluso en cuestiones muy pequeñas quien se encarga de
criar y cuidar los animales es la mujer pero la decisión
sobre la venta de esos animales y el destino que se va a
dar a ese dinero que se obtenga es la mujer quien toma
esa decisión” (Entrevista: Manuel Grandes).

De la entrevista se desprende que, puede ser el hombre

quien limpia la chacra, tala los árboles, etc., pero finalmente es

la mujer quien decide qué sembrar en ella. El ejemplo plasmado

en la entrevista, nos demuestra claramente el grado de

131
autonomía y/o autoridad que cada cual tenía en su propio

espacio. Estos principios valorativos cobran peso a raíz de las

visiones y rituales por lo que tanto hombres y mujeres tienen que

transitar. La mujer lo hará para dotar su capacidad cultivadora y

reproductora, y el varón para dotar su capacidad cazadora y

guerrera.

Como vemos, las visiones son tan importantes para la vida

femenina como para la masculina, a menudo están dadas en

contextos complementarios, que están relacionadas con los roles

de cada sexo y la división del trabajo en esta sociedad.

Delimitados en espacios específicos como son, lo privado para la

mujer y lo público y político para el varón. Pero, la diferenciación

de lo público y lo privado en el contexto awajún, dista mucho de

lo que A. Arendt tenía del mismo.

Es decir, si para Arendt (2001), la vida pública está

asociada a la productividad, a la riqueza, a lo racional, lo

creativo, al trabajo socialmente útil, a la participación en la vida

pública y política; y la vida privada asociada al afecto, al amor, a

la pareja, a la maternidad, a la familia, al trabajo no remunerado,

etc.; en el contexto awajún, si bien hay diferenciación de

espacios pero éstos resultan siendo igualmente valorados y

eminentemente complementarios. Es cierto, que la mujer no

participa en la dinámica pública y política, pero no por ello su

132
labor como cultivadora, artesana y ama de casa es desvalorado.

Al contrario los varones aprecian mucho este trabajo, al igual que

toda la comunidad en su conjunto.

En esa perspectiva, el espacio público y político,

reconocido como espacio designado para los varones, queda

fuera de las reales motivaciones y del sentido subjetivo y por

ende del interés practico de las mujeres en la sociedad awajún.

3.3.3. La formación de identidad del género awajún

De acuerdo a N. Fuller (2009), la identidad conlleva un

proceso subjetivo, pero a la vez ese proceso subjetivo se

alimenta de las representaciones creadas al nivel de la cultura y

es determinada por esta última. Es decir, la identidad de género

sería aquella elaboración simbólica que cada cultura construye

diferenciadamente para cada sexo, las mismas que informan a

los individuos de una sociedad sobre quiénes son, cuál es su

lugar en el mundo y cómo relacionarse con los demás (Fuller,

2009: 76).

Como vemos, la idea de identidad está intrínsecamente

influenciada por la sociedad a la que pertenece el individuo, tanto

así que, es una construcción sociocultural pre elaborada y

formulada por la sociedad en códigos culturales y sociales, que

se cimentará en la mente del nuevo sujeto social. Así, cada

133
individuo debe aprender lo que es ser hombre o mujer, a adoptar

los roles y actitudes que le son propios y a interesarse a sí

mismo según dichos parámetros.

En ese marco, en esta tercera parte describiremos dos

elementos interdependientes, que serán desarrollados

paralelamente. El primero tiene que ver con lo que significa

“identidad”, pero no vista solo y únicamente como concepto sino

como un proceso de construcción y recreación dinámica desde la

vivencia colectiva e influencia mitológica y a partir de ello

analizaremos lo que significa ser mujer y ser varón en la

sociedad awajún. El segundo elemento, vinculada e

interdependiente de la primera, se centra en la descripción de la

influencia del mito del Nunkui y Etsa en la identidad de la mujer y

del varón, del cual no nos interesa tanto el mito narrado, sino el

mito vivido en la conciencia colectiva del pueblo awajún y

expresado simbólicamente en la vida práctica.

a. Formación de la identidad femenina

Se sabe que todas las culturas tienen sus tradiciones

fundamentales, aquellas que nos remiten a los momentos

“originarios” de la formación de la propia identidad y, al mismo

tiempo, a un sentido de las prácticas socioculturales y religiosas.

Por ello, con justa razón, José Severino, decía que lo originario

134
es el gran espejo en el que éste (el hombre: varón y mujer) se

mira para “recrearse” una y otra vez (Severino, 1989:15).

Consideramos que son afirmaciones que nos permiten

adentrarnos a identificar y deshilar el complejo tejido de la

configuración de la identidad de la mujer, que responde a

sistemas de significados preestablecidos que influyen en el

orden socio-cultural dentro de la sociedad awajún, nos referimos

a los mitos narrados y vividos.

En ese sentido, de acuerdo a la investigación encontramos,

que el ordenamiento de roles a partir de la influencia de los mitos

ha ido, también, configurando las identidades de mujeres y

hombres de las comunidades Aguarunas. Es decir, al analizar la

estructura social de estas comunidades entendemos que existen

patrones culturales relativamente estables y perdurables que

han ido organizando las relaciones sociales y coordinando las

actividades diferenciadas según sexo, los mismos que fueron

influyendo en los comportamientos de sus miembros, que de

alguna manera han generado límites y fronteras a sus

“libertades individuales”, dado que dichos comportamientos

estaban sujetos a la cosmovisión socialmente válidos y a la

influencia que ejercían las creencias y mitos en los proceso de

organización, interacción y convivencia social.

135
Cuando hacemos referencia al mito del Nunkui17,

inmediatamente para las sociedades awajún estaríamos

adentrándonos a la figura femenina y cómo a partir de ello se fue

definiendo actividades y roles concretos para la mujer, que luego

prefiguraban su identidad, desde los patrones pre establecidos

vinculados a roles, formas de comportamiento y ocupación del

espacio,

“Sus roles son a través de lo que aprendieron, por


ejemplo a la mujer los roles de la agricultura que le dieron
es a través de una diosa Nungkui que decimos (es un
mito). Eso les enseña cómo tienen que ser agricultoras, el
cuidado de la chacra, de la huerta (…)” (Entrevista:
Rebeca Detem)

De acuerdo a la entrevista, en sus inicios, por la semi diosa

Nunkui, la mujer awajún aprendió a asumir un rol protagónico

dentro de la sociedad y a determinar el espacio que ocuparía sin

interferir en los espacios designados para los hombres. Es decir,

el mito fue constructivo sobre los roles de género en la cultura

awajún y fue generando, siguiendo a Durkheim (1967), un

sistema funcional dentro del complejo y amplio sistema de la

sociedad indígena.

Sin duda, su rol estaba muy asociado a la esencia de la

naturaleza: producción y reproducción. Aunque para la

perspectiva occidentalista la producción se asociaba única y

17
Para mayor referencia de este mito, ver en anexos donde incluimos el relato completo.

136
exclusivamente a los varones y la reproducción a las mujeres

(Arent, 2001). Sin embargo, de acuerdo a Fuller (2009:166), en

las sociedades awajún la mujer fue y es responsable no sólo de

la reproducción sino que es la principal responsable de la

producción de alimentos para la familia.

Como podemos apreciar, en la entrevista citada, nos indica

que la mujer aprehendió del mito de Nungkui, en un primer

momento, las actividades de la chacra. La mujer comenzó a

asumir las actividades de la agricultura, pero bajo la forma de

biohuerto, caracterizada por un espacio pequeño de chacra

donde ella sembraba una variedad de hortalizas, tubérculos,

frutas y hiervas comestibles y medicinales: plátano, yuca,

sachapapa, camote, bituca, chonta, maní, toé, ojé, etc. De esa

forma aseguraba el sustento, la salud y la vida querida de su

familia. En eso consistía la abundancia - “tajimak” en awajún - y

la biodiversidad, pero categóricamente asociada a la mujer, lo

cual era desde ya uno de los elementos fundamentales que

realzaba su identidad como tal,

“Nunkui le ha dado toda su experiencia a la mujer, a cómo


cuidar su chacra, a ser trabajadora, responsable. A saber
qué sembrar en la chacra y cómo cuidarla o mantenerla
limpia y cultivarla, que es cómo sembrar que decimos.
(…)” (Entrevista: Edumira Ismiño)

Dicha prefiguración de la identidad de la mujer, no sólo

estaba asociado al espacio que se le había asignado ocupar,

137
que era la chacra o la agricultura, sino que además existían

indicadores del cual se servían los demás miembros de la

sociedad para calificarla como “buena mujer” o “mala mujer”. De

acuerdo a Brown (1984:103), señalaba que el éxito de la mujer

en la horticultura tiene una relación directa con su reputación

social en la familia y en la comunidad. Un hombre que sea un

cazador mediocre puede tener otras habilidades socialmente

valiosas que compensan su incapacidad, las mujeres sin

embargo, tienen pocos caminos en los cuales sobresalir si no

tiene habilidades para la horticultura.

De acuerdo a la entrevista estos estaban centrados por

ejemplo, al hecho de que la mujer mantenga su chacra con una

“diversidad de productos”, que es la abundancia; que mantenga

“limpia la chacra” que es lo que en la entrevista se vincula al

“cómo cuidarla”; y finalmente que sepa cultivarla, es decir “que

decida y sepa qué sembrar en ella”.

Todas esas tareas dependía de la absoluta capacidad de

decisión, con autoridad y autonomía, de la mujer, donde el varón

no podía – ni puede - interferir, porque ella y él reconocían y

aceptaban subjetiva y objetivamente que es el espacio

designado para ser asumido por ellas, el mismo que es

socialmente válido por todos y todas, como parte de lo que

Durkheim (1967) denominaba la “cultura objetiva”.

138
Los miembros de la sociedad al definir estas situaciones

como determinadas, las asumían con convicción, las hacían

rutina, llegando incluso el comportamiento mundano que la gente

daba por hecho a convertirse en regla aceptada por todos, donde

la gente nota cuando están siendo violadas o vulneradas (Mead,

1964:55). Es como bien lo señala Thomas, “si los hombres

definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus

consecuencias.”(1928:572)

Pero, la mujer no sólo asumía roles referidos a la

producción vinculante a la chacra, sino que además debía

asumir otros roles que tenía y tiene que ver con la producción y

reproducción familiar, lo cual estaba muy asociado a su identidad

como madre y esposa,

“Nunkui le ha dado toda su experiencia a la mujer (…). A


partir del Nunkui la mujer comienza a tener roles
específicos, como roles en la chacra, en la siembra, en el
cuidado de los hijos y cómo debe atender a su esposo
(…)” (Entrevista: Edumira Ismiño)

De acuerdo a la entrevista, identificamos que lo aprendido

por la mujer no sólo se limitaba al trabajo en la chacra o el

huerto, sino que además, aprendía otras tareas específicas,

como el cuidado de los hijos, atención del esposo y muchas

otras actividades dentro del hogar. Todo ello eran “mandatos” de

comportamiento determinados que influían en la persona (mujer

y varón), los mismos que fueron aprendidos de los mitos y ahora

139
coaccionada por una estructura mayor: la cultura o estructura

sociocultural; el cual hace que la mujer acepte y construya de

manera consciente o inconsciente su identidad, como el ser

buena mujer, buena madre, esposa, defensora y dadora de la

vida, etc.

Lo antedicho, es claramente interpretable desde el

interaccionismo simbólico planteado por Mead (1964), el cual

supone que el comportamiento humano no es determinado por

los hechos objetivos de una situación, sino por los significados

que estas mujeres y las personas en su conjunto van

atribuyendo a dichas situaciones. Algunos de los elementos que

nos ayudan a entender estas diferenciaciones claramente

marcadas en el entorno familiar son la preparación del masato y

la elaboración de las tinajas18.

El masato como bebida típica y parte de la dieta diaria, era

la principal bebida en caso de fiestas, matrimonios, asambleas,

invitaciones mutuas entre hombres, incluyendo el trabajo

comunal y las celebraciones de pre y posguerra, por ello era

indispensable e infaltable en la casa familiar. Su producción y

servido sólo le pertenece a la mujer. Es decir, sólo y únicamente

es preparado y ofrecido por las mujeres de acuerdo a la

costumbre awajún. No existe, de acuerdo a los lugares visitados,

18
Vasijas hechas a base de arcilla o barro gris, que era preparado por las mujeres.

140
comunidad alguna donde se halle a un varón (niño, adolescente,

joven, adulto o anciano) masticando o sirviendo masato. Son las

mujeres quienes están encargadas de estas tareas, quienes a la

vez involucran a sus hijas desde muy pequeñas en la

preparación de dicha bebida,

“La mujer se sentía muy feliz mascando el masato,


atendiendo a sus hijos, y se iba a la chacra mascando con
todas sus hijas en la canasta, en la barriga. Se siente feliz
como buena esposa y más feliz cuando ofrecía su masato
a los amigos de su esposo y ellos decían que estaba muy
rico su masato y que tenía buena mujer, que tenía que
cuidarla le decían.” (Entrevista: Luzmila Bermeo)

De acuerdo a la entrevista, el sentido de felicidad vivida por

la mujer a la hora de preparar el masato y más aún al ser

ofrecido al esposo y a los amigos de éste y recibir halagos por

parte de ellos – como calificativos sociales -, era y es otro de los

elementos que va recreando y realzando la identidad de la mujer

como “buena esposa”. Asimismo, el esposo se sentía muy

orgulloso de ella y por ende la quería más y la cuidaba. El

cuidado estaba asociado al rapto de las mujeres, principalmente

en los enfrentamientos de clanes o familias, donde uno de los

trofeos de guerra eran las mujer, pero particularmente una

“buena mujer”.

De igual forma, bajo la responsabilidad de la mujer

reposaba la tarea de fabricar tinajas, pates y todo tipo de

recipientes o vasijas para el hogar. Es decir, estaba en las

141
manos de la mujer producir y mantener la creación y recreación

artística-cultural asociado a la cerámica,

“(…)la cerámica es una actividad propia de las


mujeres…[incluso] hay una creencia de que el niño si
hace cerámica le crece el pene…quizás no sea eso y
quizás es simplemente simbólico eso de que crece y no
sé qué y pueden haber otros aspectos que sucedan, o en
todo caso es para establecer una prohibición y decir esto
es de hombres y esto es de mujeres y no te metas
porque te va a suceder esto, es una forma de delimitar
roles a través del miedo o la coacción simbólica…”
(Entrevista: Manuel Grandes)

Siguiendo la entrevista, las actividades de las mujeres

tenían que ser asumidas exclusivamente por ellas, donde el

trabajo de la cerámica era un claro ejemplo de ello. Incluso, el

entrevistado nos menciona los mecanismos de regulación del

comportamiento a modo de principios morales, que se han ido

creando para mantener dichos mandatos y cumplimientos sin ser

transgredidos dentro de la sociedad awajún, que tienen que ver

con la creencia de que si los varoncitos hacían cerámica les

crecería el pene “anormalmente”.

Es decir, se generaba una fuerza moral alrededor del mito

de la cerámica, a modo de normatividad, que regulaba el

comportamiento en el entorno inmediato y era validada por una

alta intensidad de conciencia colectiva particular que

cohesionaba a la sociedad, que bien podría hacer referencia a lo

142
que E. Durkheim denominó el principio de Solidaridad Mecánica

(1967:64).

Lo cierto para ellos es que dichos mandatos provenientes

de creencias mitológicas se han sabido mantener hasta ahora en

las sociedades awajún, cumpliendo la tarea de mantener

diferenciado los roles (las tareas) y los espacios asumidos por

mujeres y varones, el cual influye subjetivamente a través de una

fuerte coacción simbólica.

Pero, el tema del masato y la cerámica, no sólo tenía una

dimensión privada o intrafamiliar, sino que a través del masato y

la cerámica el prestigio de la mujer se mecía en el escenario de

lo público, pudiendo ésta ser loada o sancionada moral y

socialmente,

“(…) depende la cerámica y lo que ella misma lo pinta, le


decora, y lo mismo del masato, eso ella conocía bien
entonces eso ella lo va a hacer público ante la
sociedad porque les va a brindar, eso era como un
brindis que ustedes los mestizos hacen no, depende de
eso le van a dar un realce a la mujer que mejor cerámica
o que mejor masato ha hecho.” (Entrevista: Rebeca
Detem)

De acuerdo a la entrevista, la mujer era sometida a los ojos

de la sociedad y al espacio público, principalmente a través de

dos elementos: el masato y la elaboración de tinajas y pates. El

masato como volvemos a repetir era ofrecido en las asambleas,

en las fiestas comunales, etc.; las tinajas eran los recipientes

143
donde se guardaba el masato y el pate era el recipiente donde

se servía la bebida a los miembros de la comunidad.

Era la gran prueba para la mujer, ya que su prestigio como

mujer y como esposa se mecía en estos acontecimientos. Tenía

que competir junto a las demás mujeres sirviendo y ofreciendo

su masato y hacer que principalmente su bebida llegue al Apu19

o a las autoridades comunales. Incluso en las fiestas o

asambleas comunales, las mujeres se encargaban de exhibir sus

mejores cerámicas trabajadas a base de arcilla y se tenía en

cuenta la decoración y la calidad del producto. Como vemos, la

artesanía - básicamente el trabajo con arcilla-, también era de

estricta responsabilidad de la mujer como una forma de

producción, en el marco de la sociedad awajún.

Todos esos elementos se presentaban y permanecen hasta

nuestros días como inherentes a la identidad de la mujer, ya que

sobre la base de ello, la mujer sería realzada como “buena y

digna” o sancionada como “mala e indigna”. Es decir la mujer

entraba a una valoración desde la sociedad de acuerdo a los

significados que las personas le atribuía los roles que

desempeñaba y los elementos que le tocaba producir.

Por ello, es erróneo considerar que la mujer desde su

nacimiento ya era desvalorada, dada las concepciones originales

19
APU: autoridad máxima de una comunidad Aguaruna.

144
de occidente, sino que, para el caso de las comunidades awajún,

eran ellas mismas quienes conducían la suerte de su prestigio y

su valor como tal, meciendo sus emociones y sus habilidades,

las mismas que se relacionaban con el significado de la vida

social (Mead, 1964:56).

Todos esos elementos identificados, sin dejar de

desmerecer a muchos otros que forman parte de su cultura, iban

desde ya delimitando los espacios que ocuparían las mujeres,

que es lo que Sulloret y A. Harent denominan “sector o espacio

privado” (Arendt, 2001:27-29).

Sin embargo, la diferenciación que ambas autoras hacen

respecto a los espacios copados tanto por hombres y mujeres,

no tienen la misma connotación si las aplicamos en las

comunidades Aguarunas, dado que su visión se centra más en el

sentido de la “complementariedad” y no en la igualdad o equidad.

Finalmente, es demostrable que dentro de la concepción

del hombre awajún, el que la mujer se dedicase al trabajo de la

chacra, al cuidado de los hijos, los quehaceres del hogar y la

atención al esposo, no era sinónimo de sometimiento o reclusión

al espacio privado. Al contrario, ellas y la sociedad en su

conjunto reconocían la importante labor que realizaban desde el

lugar que les correspondía y por lo tanto eran enormemente

valoradas y por ende cuidadas y protegidas.

145
Asimismo, la autonomía que la mujer tenía/tiene en dicho

espacio era/es irrefutable y no cuestionado ni interferida por los

varones. La mujer toma la decisión en dicho espacio que a ella le

corresponde por principios de lo que se denomina “conciencia

subjetiva” y lo asume como un proceso de complementariedad

dentro de la buena convivencia y la economía familiar y comunal,

tal cual lo mencionamos en acápites anteriores.

Es así como se fue forjando la identidad de miles de

mujeres en la sociedad awajún, recreadas con el pasar del

tiempo, trasmitida ahora de padres a hijos (as), pero sin perder la

esencia inicial, que contrariamente ha contribuido a reafirmar aún

más las diferenciaciones entre hombres y mujeres en sus

propios espacios.

b. Formación de la identidad masculina

Del mismo modo, al igual que el mito del Nunkui para las

mujeres, existe el mito de Etsa –Sol en awajún -, vinculado a los

varones. El mismo que se hace presente en el origen de la vida

de las Comunidades Aguarunas para contribuir en el orden

social, particularmente para influir en la vida de los varones,

“(…) esta Etsa que es el cazador, el que hace el mitayo


no, que enseã a hacer la guerra, y esta en la construcción
de casas que es Yumi(agua), que es también hombre…
esos roles siempre lo han desempeñado desde la
cosmovisión indígena hombres o mujeres ahí esta el
fundamento de todo eso dentro de la comunidad”
(Entrevista: Manuel Grandes)

146
Para las Comunidades Aguarunas Etsa es el semidiós Sol,

quien también interfiere en la vida de los humanos, pero en este

caso exclusivamente en la vida de los varones para enseñarles a

sobrevivir y vivir en este mundo. De acuerdo a la entrevista, Etsa

enseña a los varones a cazar, a construir casas, a pescar, a

confeccionar sus vestidos, pero también a guerrear. Todo esto

estaba muy asociado al conocimiento de la naturaleza en toda su

complejidad. Características y cualidades eran aceptados por

todos, dado que el sistema que pautaba sus comportamientos

respondían también a sus necesidades individuales y colectivas

dentro del escenario local (Weber, 1969).

El hombre tenía que conocer este mundo porque era el

espacio donde se iba a desplazar, donde iba a vivir y del cual iba

a sobrevivir. Eso implicaba que el varón conozca, como buen

cazador, los nichos ecológicos de los animales, su sistema de

vida, los animales existentes, las formas y armas para cazarlos,

etc. Así mismo, tenía que tener un vasto conocimiento de las

plantas medicinales, los árboles de madera para la construcción

de sus casas, sus canoas, sus armas, la recolección de frutas y

la confección de sus vestidos. Eso enseñó Etsa al varón, del cual

los hombres estaban muy agradecidos. Proceso que los

147
comuneros denominan el “arte para la vida” y el “arte para la

guerra”.

Por el mismo hecho de conocer y dominar esos escenarios,

el varón desde ya comenzaba, por naturaleza, a tener una mayor

presencia y protagonismo en el espacio público y privado en

contraste a las mujeres, quienes quedaban relegadas

exclusivamente al espacio privado.

Nuevamente, el mito se convierte en una irrupción y/o

concepción que tiene un carácter funcional dentro de estas

comunidades. O, al menos éste respondía a sus necesidades y

en su afán por entender el orden social y el mundo desde sus

inicios, encontraron respuestas, aunque no racionales, en ellos.

La complejidad del significado del “Arte para la vida” y el

“arte para la guerra”, traspasaba el simple hecho del espacio de

la naturaleza ecológica y tenía una implicancia en el escenario

público y político. Aunque éste último (lo político) estaba más

asociado a la guerra. Es decir, a través de Etsa los varones

comprenden que su rol debía transitar por el escenario público,

asumiendo liderazgos y protagonismos importantes dentro de la

comunidad, y en bien no sólo de su familia sino de todos los

miembros de la comunidad. Mandatos claramente comprendidos

y asumidos por todos y todas., como parte de ese complejo

148
cuerpo organizado de valores normativos que Merton (1965)

denominaba estructura socio-cultural.

Ello implicaba que el varón, a diferencia de la mujer, tenía

que pasar por una serie de rituales sumamente exigentes, desde

que llegaba a la adolescencia/pubertad, acompañado o guiado

por su padre o una persona adulta experta.

Era la concepción de guiar en el proceso de encontrar su

visión y encaminar el futuro del hijo adolescente que pronto

pasaría a asumir responsabilidades dentro de la comunidad. De

acuerdo a Brown (1984), era allí donde el joven veía si su futuro

era ser curandero, líder, apu, guerrero, visionario, estratégico, o

incluso podía tener también revelaciones negativas sobre el

futuro de vida que le tocaría vivir.

Además, como vimos Etsa no sólo enseñó a los varones a

cómo sobrevivir (arte para la vida), sino que también les enseñó

a cómo defenderse, es decir el “Arte para la guerra”;

“(…) a los hombres les enseña por ejemplo el dios Etsa (el
dios sol- mitología), él es un personaje guerreo, que les
enseña también a cazar y él les enseña a los hombres
que van a ser guerreros. Siempre en todos los relatos esta
Etsa, para maldecirte o bendecirte” (Entrevista: Rocío
Valerio)

La guerra en las Comunidades Aguarunas era un hecho

común y constante. Los enfrentamientos entre clanes, familias,

tribus, etnias, era una realidad para el cual había que estar

149
preparados. Etsa interfiere en la vida de los humanos y les

enseña a cómo pelear y a defenderse, las estrategias impartidas

por dicho semidios mitológico fueron muy valiosas, dado que es

así como pudieron defender a sus familias y principalmente a sus

mujeres.

La defensa hacia las mujeres, se entendía no en el sentido

de la debilidad de la mujer, sino más bien desde la perspectiva

de lo valioso e importante que ellas eran para la familia y la

sociedad, resaltando su aporte y contribución en la producción

de alimentos y la reproducción comunal (Belaunde, 2005).

Tanto el “arte para la vida” y el “arte para la guerra” eran

actividades que los varones deberían desarrollar en su vida

cotidiana, a partir del cual regulaban también su comportamiento

y su vida práctica, tanto en el espacio privado y en espacio

público. Aunque, el arte para la vida estaba también muy

asociado a las mujeres, como lo señalamos anteriormente.

A partir de este personaje mitológico, los varones

comprendieron y comenzaron a diferenciar tareas específicas

que tenían que asumir, muy diferentes al de las mujeres.

Práctica que ayuda e entender y explicar la mayor presencia y

protagonismo de los varones en el escenario público y político, a

diferencia de las mujeres quienes quedan más bien relegadas al

espacio del hogar y la producción (lo privado). Pero, asumiendo

150
un rol no menos prestigioso que el varón, sino algo muy

importante como es el fortalecimiento y sustento familiar, la

producción y reproducción, y el forjamiento de la vida deseada,

características muy valoradas dentro de las Comunidades

Aguarunas.

c. Transmisión de saberes, creencias y valores

Si bien todos y todas nacemos con un sexo biológico,

nuestras sociedades y culturas nos van formando y socializando

en torno a sus concepciones sobre lo masculino y femenino.

Desde que nacemos vamos siendo ubicados y tratados en base

a una cadena de asociaciones entre nuestro sexo y las versiones

de masculinidad o feminidad que nuestras sociedades y culturas

han elaborado o incorporado.

Las trayectorias diferenciadas por género se van asentando

desde los primeros años de vida, lo que Lamas (1996:47)

llamaría el proceso de socialización de género intrafamiliar. En

tanto, las Comunidades Aguarunas se tornan una concepción

biológica donde los individuos nacen hombres y mujeres y a

través de la socialización asumen los roles sociales establecidos

según sus creencias y cosmovisiones para cada género.

Por su parte Belaunde, sostienen que el ser mujer y el ser

hombre es un proceso dinámico de interacción social que tiene

sus raíces en los mitos y se va forjando a partir de los ritos

151
establecidos que cada individuo tiene que escalar y superar

(2005:53).

Como vemos, en las comunidades awajún, cada persona

construye sus propios significados y toma sus propias decisiones

a partir de referencias culturales, en la medida en que son

sujetos en un mundo intersubjetivo y vivencial en el que ser

mujer y ser hombre son pautas de acción, de identidad y de

alteridad, tanto en el ámbito personal y colectivo.

En ese sentido, la fabricación, decoración, transformación,

la caza, la siembra, etc., son temas en torno de los cuales giran

las mitologías, la vida ceremonial y la organización social, los

mismos que van pautando patrones de conductas en las

personas y en el colectivo en general.

En esta lógica de trasmisión, enseñanza y aprendizaje que

se torna algo dinámico, el objetivo y la preocupación no se centra

en la búsqueda del control de los varones hacia las mujeres sino

más bien en asegurar las capacidades productivas y

reproductivas de las mujeres, la crianza de los hijos/hijas, el

control y conocimiento de la ecología natural, la defensa de la

comunidades y la subsistencia de la familia.

Así mismo, es un proceso de adoptar capacidades,

pensamientos y acciones adecuadas según cada sexo para que

152
puedan actuar autónomamente y según sus propios espacios

cuando sean adultos.

Es entonces, que el comportamiento apropiado hacia cada

miembro de la parentela es aprendido por medio del consejo y

las historias contadas-narradas a los hijos/hijas en las

madrugadas de cada día y la imitación del actuar de los padres

en la vida práctica, especialmente las niñas de las madres y los

muchachos de los padres. O incluso el mismo entorno

socializador también se encargaba de pautar procesos de

aprendizajes colectivos.

En ese sentido, la madre, el padre, los abuelos, así como el

medio sociocultural, juegan un papel importante en la

interiorización de creencias, valores y la construcción de la

subjetividad de las personas, principalmente de los(as) niños(as),

el cual marca un referente importante en la asignación de roles

tanto para hombres y mujeres, a través de los mitos narrados y

trasmitidos que van prefigurando sus identidades y pautando

comportamientos y conductas de hombres y mujeres, que se

transmiten generación tras generación.

Dicha socialización diferenciada que comienza a transitar

desde el entorno familiar, donde el padre, la madre, los abuelos

y los adultos juegan un rol importante, responde a un sistema de

educación informal propia, estructurado y en funcionamiento que

153
tiene sus particularidades en cada cultura (Brown, 1984), tal cual

se puede apreciar en la siguiente entrevista,

“Toda cultura tiene su propia educación. Toda sociedad o


cultura tiene sus propio sistema de trasmisión a sus
nuevas generaciones tanto de sus valores, organización
social, de sus conocimientos, creencias y prácticas
culturales. O sea tienen una educación propia … que
estaba bien diferenciada en función del desarrollo de
características de un perfil de hombre y de un perfil de
mujer, que implicaban capacidades también
diferenciadas.” (Entrevista: Manuel Grandes)

Es decir, las comunidades awajún tienen un sistema de

educación basada en la transmisión de saberes propios que

responde a intereses vinculadas a desarrollar capacidades

diferenciadas entre hombres y mujeres para aportar y/o contribuir

de la mejor manera al desarrollo de la comunidad y la buena

convivencia a nivel familiar y comunal. Además, siguiendo a T.

Parsons (1968), sería una forma de organizar las relaciones

sociales, manteniendo la armonía dentro de la sociedad awajún,

asegurando así la estabilidad de la estructura social.

La trasmisión de saberes propios – sistema de educación

comunal - tenia/tiene una diferenciación en cuanto a sexos y

roles se refiere. Es decir, dentro del sistema educativo “informal”

claramente se diferencia al proceso formativo que impartiría la

madre y el padre, e incluso se podría diferenciar también el rol

educativo que asumen los abuelos dentro del entorno familiar,

considerando que por lo general las características de las

154
familias en las comunidades awajún, como bien lo señalaba

Brown (1984), eran extensas.

En ese sentido, podemos diferenciar tres vehículos de

socialización y trasmisión de saberes y/o procesos educativos

concatenados, tal cual lo iremos desarrollando en los apartados

siguientes.

 Primer vehículo:

El primer vehículo de socialización en la sociedad awajún

está vinculado directamente a la madre quien se convierte en la

primera educadora, principalmente para la hija. Aunque en los

cinco primeros años de vida también está a cargo de la

educación y crianza del hijo, quien desde ya va haciendo una

trasmisión diferenciada.

“La madre lo hacía con la niña, la niña seguía a su madre,


a su abuela, o su tía, etc., entonces ellas se vinculaban
más con la actividad del huerto, y se habla de huertos
antes que de agricultura, porque eran pequeñas
extensiones en las que la diversidad era una
característica porque ahí tenían de todo, desde
comestibles hasta plantas medicinales…” (Entrevista:
Manuel Grandes)

Se desprende de la entrevista, que la niña era iniciada

tempranamente en las tareas femeninas: a los cuatro o cinco

años se esperaba que cuide a un hermano menor; y a los siete u

ocho ayudaba a su madre en la chacra acarreaba agua y,

ocasionalmente, servía el masato a su padre, hermanos mayores

155
o visitantes. La mujer contribuía a la unidad doméstica a una

edad más temprana que el varón.

Asimismo, como vemos en la entrevista citada, las niñas

estaban muy vinculadas al proceso de trasmisión desde la

madre, o podía ser la abuela o las tías cercanas, quienes se

encargaban de enseñar y moldear la identidad y la vida práctica

de la futura mujer. La niña/hija aprendía a partir de la

observación directa todas las tareas que la madre iba realizando,

además de conocer los espacios que en un futuro no muy lejano

le tocaría copar.

“(…) la hija mujer también desde muy niñas van


asumiendo roles propios de la mujer y dentro de la casa
también, dentro de la familia comienzan a marcar eso no,
entonces los niños también comienzan a asumir otro rol o
forma de comportarse en relación a las mujeres.”
(Entrevista: Rebeca Detem)

Las niñas desde muy pequeñas no sólo iban aprendiendo

tareas concretas producto de la imitación y/o enseñanza de la

madre, sino que además iban forjando un modelo de conducta

propio y particular al de los varones, lo mismo sucedía con los

niños. Ambos iban interiorizando desde muy pequeños

modelos/patrones de comportamiento, valores que desde ya

comenzaban a moldear estilos de vida e identidad particular,

dado que eran subjetiva y emocionalmente aceptados, en

156
principio por los miembros de la familia y luego en el escenario

socio-comunal.

“(…) a partir del tercer grado el número de niñas que


asiste a la escuela disminuye drásticamente porque
empiezan a asumir roles de la familia, la familia le
empieza a encargar el cuidado de los niños, el ir a la
chacra, etc., después ya, llega a una edad donde ella
temprano se convierte en mujer y madre”(Entrevista:
Octavio Sahcaime).

El hecho de que las mujercitas dejen la escuela era una

muestra de la afirmación del proceso de prefiguración de

identidad, dado que comenzaban desde ya no sólo a contribuir

en las labores del hogar junto a la madre, sino que además, ellas

comenzaban desde muy temprano a asumir tareas concretas

que les iba abriendo el camino a un futuro deseado y esperado

por cada cual. Estilo de vida que transcurría bajo perspectivas de

tranquilidad y normalidad y era asumido con absoluta voluntad y

en un estado predominantemente consiente.

Pese a que en los primeros años de vida ambos sexos

(niño y niña) contribuían al mantenimiento de la casa, sin

embargo las niñas empezaban a realizar labores domésticas

diferenciadas desde muy pequeñas, como cuidar a sus

hermanos menores, contribuir en el preparado del masato, la

elaboración de la arcillar, etc., y pasaban más tiempo trabajando

al lado de la madre, lo cual hacía que se alejen a temprana edad

de la escuela. Siguiendo a Fuller (2009), esto sería así dado que

157
toda sociedad buscaba que sus miembros desempeñen roles

que aseguren su funcionamiento y existencia tanto individual y

colectivo.

El hacer y servir masato era un símbolo fundamental de las

relaciones de madre e hija, así como entre nuera y suegra, de

afirmación de la identidad femenina. Además, de acuerdo a

Belaunde (2005), el masato, como lo señalábamos

anteriormente, era el alimento que contribuía en la interacción y

mantenía la convivencia en la comunidad y el motivo por el cual

se genera tal sociabilidad.

“(…) la mamá le enseña a la hija todos los secretos de la


chacra, como tener buena producción, cómo sembrar
bien, limpiar la chacra, hacer buena cerámica de tinajas y
piningas con arcillas que hacen no, cómo atender bien al
marido, como hacer buen masato, criar a los hijos, todo
eso no”(Entrevista: Patricia Chamik).

Como vemos en la entrevista, era el arte de compartir y

trasmitir todo, de madre a hija. Era la mejor herencia que una

madre podía dar a sus hijas. De esa forma aseguraba el

bienestar y la vida larga de su hija y de su futura familia.

Además, la madre era la influencia directa en la formación de la

identidad de sus hijas.

Aunque, existían también factores externos a la familia los

cuales influían en la asignación de roles para ambos géneros

como son la comunidad y la escuela, que son también agencias

158
de socialización y que influyen en la formación de la identidad

de la persona. Pero, ninguna de las dos anteriores se comparan

al grado de influencia que la madre podía tener para con sus

hijas, dado que ésta cuidaba la vida y la intimidad de sus hijas no

sólo en sus primero años de vida, sino que además lo hacía aún

durante y después del matrimonio apoyados por la obligación de

la residencia matrilocal, es decir por la vivencia de los esposos

de sus hijas en sus casas, al menos como una primera etapa de

convivencia (Belaunde, 2005:112).

Existe también otro espacio especial de trasmisión entre la

madre y la hija que está vinculado al rito, la narración y el canto.

Los dos últimos, especialmente cuando la hija tenía uso de

razón.

Para las mujeres también había ritos específicos,

básicamente, después de la primera menstruación, se celebraba

una fiesta de iniciación en el poblado. La adquisición de la fuerza

y el poder femeninos estaba asociada principalmente con las

visiones de Nunkui, el arutam (divinidad o dios tutelar) que

transformaba a la muchacha en una mujer fértil, valiente y en

una hábil cultivadora (Belaúnde 2005).

Las narraciones y el canto, se daban en las madrugadas,

entre las cuatro y cinco de la mañana, donde las madres

comenzaban a narrar historias pasadas a sus pequeñas hijas,

159
principalmente basadas en narraciones míticas que iban dando

sentido a la vida misma de la mujer.

Para los awajún ese momento era un espacio sagrado

(sacrosanto), porque se establecía una conexión especial entre

la madre, la hija y sus antepasados. Además era un horario

adecuado, ya que consideran que el alma de la persona estaba

muy lúcida y podía conectarse fácilmente, por estar liviano-

descansado, con sus antepasados. Dicha trasportación se daba

a través de un canto en awajún denominado Anem20.

Todo este proceso de trasmisión y enseñanza se daba a

través de un medio fundamental que tiene que ver con la legua

materna: el Aguaruna.

“Son las mujeres quienes más usan su lengua materna, y


con eso ellos enseñan a sus hijos (varones y mujeres en
sus primeros años), y cuando hay eso entonces más pues
ellos aprenden. Eso es muy importante en la transmisión
de sus saberes…” (Entrevista: Margarita Tenazoa)

Como vemos en la entrevista, la lengua materna es uno de

los principales medios para dicho cometido. En ella se conserva

la riqueza de su cultura intangible y un rico bagaje de

conocimientos ancestrales que se mantienen a partir de las

narraciones y los cantos, los mismos que eran trasmitidos de

padres-madres a hijos-hijas generación tras generación.

20
Canto awajún subliminal que acompaña el traslado del alma, al más allá, sólo es cantado por las
mujeres ancianas o las adultas, en este caso las madres.

160
Finalmente, es muy notorio que en este tejido indígena de

la identidad, donde se interiorizan creencias, valores,

conocimientos, conductas y formas de interactuar según sexos,

principalmente influenciada por las madres, marca sus vidas, su

comportamiento y su proceder dentro de la sociedad, como

podemos apreciar en la siguiente entrevista,

“(…) lo que una mujer lo tiene bien claro y también lo tenía


yo bien claro, bien definido y sabía que yo no debo estar
haciendo trabajo fuera de mi casa, eso yo lo tenía muy
fuerte.” “(…) yo quise ser profesora un rato pero luego no
quería porque quería estar en mi casa y con mis hijos,
porque temor tenía yo de que si ando así mi esposo me va
a botar, que ya no voy a ser madre responsable y
buena.”(Entrevista: Rebeca Detem)

Es decir, la mujer asumía en su vida patrones culturales

heredados desde su madre. Comprendía y aceptaba que no le

correspondía el protagonismo en el espacio público y

contrariamente escatimaba su protagonismo y su misión al

espacio que le tocaba ocupar: su entorno familiar. Considerando

que lo válido, desde una perspectiva democrática, consciente y

de complementariedad era aportar desde donde le correspondía

socio-comunalmente. Perspectiva que resulta un tanto

complicado modificar, dada aún la rigurosidad y estabilidad de la

estructura comunal.

161
 Segundo vehículo:

Un segundo vehículo de socialización en las comunidades

awajún estaba vinculado al padre, quien también asume el rol de

educador y transmisor de creencias, conocimientos y valores,

pero principalmente para con el hijo a partir de los seis o siete

años de edad en adelante.

“(…) el hombre era educado en todas las actividades que


eran para hombres, hasta los cinco o siete años
participaba junto a su madre, pero a partir de los 7 u
8[años] participaba y más se apegaba al padre y le
acompañaba, a partir de la observación directa, a partir
del juego primero y después ya utilizando instrumentos
comenzaba a realizar las actividades que hacía el padre, y
era ir al bosque, conocer el tipo de árbol que utilizaban
para hacer canoa, el tipo de madera para la casa, los
diferentes especies que había, tipos de animales que
había, el habitad de los animales, su nicho ecológico, todo
eso tenía que manejarlo bien por que iba a ser un
pescador, una cazador, iba a hacer canoa, hacer casa, a
diferenciar suelos, y todo. Eso lo hacía con el padre.”
(Entrevista: Manuel Grandes)

Así como la hija aprende de la madre, en esta etapa el niño

aprende directamente del padre, quien se encargaba de enseñar

a su hijo todos los secretos de la naturaleza para vivir, sobrevivir

y defenderse. Era el padre quien se encarga de ir moldeando la

identidad del futuro hombre y de trasmitir todo lo que él aprendió

en su momento, enseñarle el espacio que muy pronto le tocaría

ocupar y dominar, nos referimos a la naturaleza, el espacio

público y político principalmente, si así lo dicta su visión y su

destino.

162
“(…)los papás enseñaban es para la vida como dicen, por
eso que cuando los niños ya saben leer y escribir siguen
siendo inútiles para la sociedad awajún dicen los papás,
porque no saben ni hacer casa, ni hacer chacra, ni hacer
canasta; entonces con saber leer y escribir de qué vas a
comer te dicen, y así te comparan.” (Entrevista: Teodocia
Cuja)

Los papás enseñan, coaccionados aún de, lo que

aprendieron y ello se sustentaba en la mitología del Etsa (que lo

desarrollamos anteriormente) y del mito del Bukuit21,

principalmente vinculado a la organización comunal. Con esa

autoridad y predeterminación es que los padres compartían con

los hijos todos los secretos del “arte para la vida” y el “arte para

la guerra”. Por ello necesitaban pasar más tiempo junto a sus

hijos en aquél escenario que se convertía en el nicho de

trasmisión directa, que no es otra cosa que el bosque, el cosmos

y el mundo montañoso como tal.

Es por ello que consideran a la escuela22 como una

amenaza, dado que separaba al hijo de ese vínculo de

trasmisión con el padre; empobrecía a sus hijos, dado que

desconocía luego la vida y dinámica de su propio entorno y

contrariamente les hacía transitar por un mundo diferente al de

sus montañas, generándoles expectativas y necesidades que

21
Semidios y filósofo dentro de la mitología awajún, que organizó la vida social y estableció
valores de comportamiento.
22
Dado que, el rol que juega la escuela en las Comunidades Aguarunas no es parte de nuestra
investigación, apenas damos unas pinceladas al respecto, principalmente cundo se entrecruzan con
las categorías o variables de análisis de esta investigación.

163
jamás podrían concretar, tal cual se puede apreciar en la

siguiente entrevista,

“(…) la escuela lo que hace es robarnos a nuestros hijos,


queremos que nuestros hijos nos acompañen a la chacra,
o ir a pescar, o ir a cazar dicen: no, tengo que hacer
tareas, tengo que hacer esto, tengo que hacer otro, ya no
podemos llevarlo, y cuando salen de ahí ya no sirven para
nada, no nos ayudan en nada porque no están
capacitados para eso; y dice lo que hace la escuela es
empobrecer a nuestros hijos…”(Entrevista: Octavio
Shacaime)

Por otro lado, al igual que la madre, el padre también

compartía momentos sagrados con su hijo. Dichos momentos se

daban en paralelo cuando la madre lo hacía con la hija, pero en

un espacio diferente y en con el alba del día. A diferencia de la

madre, el padre sólo compartía narraciones míticas y daba

consejos a su hijo, que durante el día era complementada con

casos prácticos. La orientación de padre principalmente se

centraba en la prefiguración de la virilidad y el comportamiento

en la comunidad de su hijo. Es decir, cómo debía ser un hombre

de bien, respetable, fuerte, estratégico, hablador (chichasmí) y

con autoridad. La legua Aguaruna también era el principal

vehículo para dicho cometido.

“(…) el hombre enseña al hijo y la mujer a la niña. Por


ejemplo, el hombre porque tiene que darle los
conocimientos de las plantas alucinógenas, para que le
encamine, para su visión, cómo mitayar, palos para hacer
canos, etc. Pero la mamá también enseña a su hijo
varoncito, por ejemplo le enseña cómo puede ser buen
padre, cómo debe seleccionar una buena mujer, cómo

164
debe comportarse en su casa con su mujer, el papá
también le dice y la mujer también le ayuda en el consejo
de sus hijos …”. (Entrevista: Rebeca Detem)

En este escenario, a diferencia del padre quien no

intervenía ni participaba en ningún momento en la educación y

trasmisión de madre a hija, es importante resalta la participación

y el aporte de la madre hacia el hijo especialmente en el

momento de los consejos que el padre impartía al muchacho.

Aquí la madre juegaba un rol fundamental particularmente de

orientar al hijo respecto a la selección de una “buena esposa”, a

ser un buen padre y a ser un buen hombre.

En el caso de los hijos varones, los padres tenían una labor

adicional que cumplir. Su rol no sólo transitaba por el hecho de

enseñar y trasmitir a sus hijos todos los saberes y

conocimientos del bosque, sino que además tenían que preparar

el camino de sus hijos varones para que encuentren su visión.

Es decir, de todo lo enseñado por los padres, finalmente sería el

destino quien se encargaría de establecer el rol que el futuro

hombre asumiría dentro de la comunidad. Dicho destino podía

ser favorable o desfavorable para el muchacho.

“(…)antes se preparaban en el Arte para la vida y el Arte


para la guerra, para eso se preparaban los hombres y por
eso había esa toma de ayahuasca (un brebaje
alucinógeno con el cual puedes ver el futuro) que dicen
no…”(Entrevista: Detem)

165
Es decir, nada de lo enseñado por los padres a los hijos

estaba predeterminado como hecho final, ya que en ellos, a

diferencia de las mujeres, su futuro estaba predeterminado

según su visión, es así como se forjaba su destino final. Como

vemos en la entrevista el padre trasmite al hijo todos los secretos

del “arte para la vida” y “el arte para la guerra”, pero es

finalmente a través del ritual como se determinaría el destino de

dicho joven. El ritual tenía una serie de prescripciones,

preparaciones psicológicas y físicas, espacios y elementos

particulares, tal cual podemos apreciar en la siguiente entrevista,

“(…) para encontrar su visión tenían que tomar tabaco,


ayahuasca, ir a la catarata o ir a la orilla del río y tomando
esos alucinógenos encontraban su visión que les daba un
antepasado. Eso era una característica esencial de su
educación... Si el hombre por ejemplo tenía relaciones
antes de encontrar su visión podía morir muy pronto.
(…)incluso cuando iba por el camino y veía que venía una
niña o una mujer tenía que esconderse o
separarse...Porque dicen que la mujer les transmitía su
olor, el aroma, el ánimo y debido a eso ellos no podían
encontrar su visión ...”” (Entrevista: Santiago Manuing)

Era un camino que había que preparar y de eso también se

encargaba el padre. El muchacho una vez pasada la

adolescencia estaba casi listo para someterse a dicho ritual. El

ritual lo hacía un muunt (anciano), pero era el mismo muchacho

quien tenía que transitar por el áspero camino de los brebajes a

base de hierbas alucinógenas hasta encontrar su visión.

166
Así, al llegar a la pubertad, los niños debían pasar por un

periodo de varios meses de vida de pureza y sacrificio personal,

durante el cual consumían alucinógenos (toé y ayahuasca) y

tenían visiones que les permitían encontrarse con un ajutap (el

dios tutelar que los protegería en su vida) y convertirse en

waymaku, alguien que ha tenido una visión. La búsqueda de

visiones se daba en lugares alejados y de manera individual.

Puede que algunos no encuentren su visión, dado que

consideraban que sus almas estaban muy débiles o no estaban

bien preparados, otros podían percibir una visión no muy

alentadora y no les queda más que migrar a otras comunidades.

Otros en cambio podían percibir una visión próspera y

alentadora. Dicho ritual era el punto del trance entre la etapa de

pubertad y la adultez. Era el momento en que comenzaban a

asumir responsabilidades y funciones dentro de la comunidad,

según haya encontrado su visión.

El tema de las relaciones sexuales era un condicionante

muy fuerte, principalmente para los muchacho antes de pasar al

ritual. De acuerdo a la entrevista, el adolescente tenía que estar

lo más alejado posible de las mujercitas, ya que consideraban

que el aroma y el olor a mujer podía atraer al mucho e incitarle a

tener relaciones sexuales, lo cual lo debilitaría y podría morir

muy joven. Esa debilidad comprometería también el encuentro

167
de su visión. Así, la escuela nuevamente se convertía en un

escenario riesgoso,

“(…) los niños hasta los 9 o 10 años, las niñas con su


mamá, el niño con su papá y nada de escuela; hasta los 9
años ese niño ya ha desarrollado muchas capacidades,
habilidades, conocimiento, ya se ha fortalecido, después
le entregamos a los maestros para que le enseñen a leer,
escribir, castellano, matemáticas, lo que sea. Porque
dicen, si el niño huele chuqui [vagina] muy temprano se
malogra, desde ahí ya comienza a malograrse; y la
escuela es un espacio propicio para eso, porque los niños
están en contacto directo con las mujercitas en la misma
aula y ellos se contagias ahí dicen y se vuelven mas
débiles, se debilitan…”(Entrevista: Manuel Grandes)

Como vemos en la entrevista, desde la concepción de los

padres y abuelos, consideraban a la escuela como un espacio

mal planificado en términos de inicio de la edad escolar, dado

que consideraban atentaba contra sus costumbres y procesos de

trasmisión, formación y su bagaje cultural awajún.

Consideraban a la escuela como el espacio propicio para

transgredir valores y creencias, basadas principalmente en

rituales. Elementos, desde su concepción, que eran la causa de

que sus hijos murieran más jóvenes y no lleguen hasta ancianos

(o munnt en awajún). Las asumían como la causa de la perdición

de muchos jóvenes, dado que tempranamente iniciaba

relaciones sexuales y no podían encontrar el futuro que les

espera a partir de su visión.

168
Existía la concepción de que la mujer era muy fuerte, a tal

punto de que si llegara a tener un contacto sexual temprano con

el varón debilitaba su alma y su cuerpo. Es por ello que había

que mantenerla alejada, no por ser peligrosa o malévola, sino

porque había que prevenir. Contrariamente consideraban que

esa energía de la mujer debería ser absorbida por la tierra,

donde la mujer va a producir la yuca, el plátano, etc. La sangre

de su menstruación debe ser vertida en dichas tierras para atraer

las lombrices y hacer una tierra fértil y muy productiva, según su

concepción. Lo cual fue el camino por donde comenzó a transitar

la mujer, muy lejos de los espacios públicos y políticos.

 Tercer vehículo:

Finalmente, un tercer vehículo de socialización en la

sociedad awajún está vinculado a los abuelos o anciano (munnts

en awajún), quienes también cumplían una función importante en

la trasmisión de saberes, valores, mitos y ritos.

A diferencia de los padres, los abuelos basan su trasmisión

a partir de las narraciones de cuentos, leyendas, mitos y

creencias, incluso podía acompañarse con narraciones que

surgían de experiencias vividas. Siguiendo a Brown (1984:112),

son generalmente los ancianos y ancianas quienes asumían en

la práctica, el rol de continuidad de la literatura oral, donde

169
conservaban elementos de la cultural material y espiritual, así

como su lógica de pensamiento del mundo awajún.

El espacio ideal para la trasmisión de los abuelos era al

caer la tarde, entre el nacimiento de la oscuridad. La frase de

inicio era “antiguamente…” y continúan la narración, mientras los

niños escuchaban atentamente sin hacer preguntas hasta el final

de la narración. A diferencia de los padres, los abuelos no hacían

una trasmisión diferenciada, dado que incluían en sus

narraciones tanto a varoncitos y mujercitas.

De igual forma, la lengua Aguaruna era el principal medio

para la trasmisión, y el ambiente generado era interrumpible por

los padres porque también lo consideraban sagrado. Además,

era el escenario donde mejor se trasmitía las creencias, los

valores, conocimientos, la procedencia de los mismos y todo el

amplio bagaje de su cosmovisión, mitologías y su incursión en la

vida de los humanos. Esto debido a que el respeto hacia los

ancianos (as) era muy acentuado, por el mismo hecho de que

ellos guardaban una amplia experiencia de vida.

Con estos procesos o vehículos de transmisión, era la

forma como niño y niña iban construyendo su identidad,

adquiriendo conocimientos, saberes, creencias, valores, roles,

conductas, etc., directamente del entorno familiar como primer

espacio socializador y educador, a partir de la trasmisión del

170
padre, la madre y los abuelos, quienes generación tras

generación se encargaban de compartir todo lo aprendido de sus

ancestros e influenciados directamente por todo ese amplio

bagaje del mundo mítico.

Es a través de ello, que varón y mujer comenzaron a

identificar sus espacios, roles, comportamientos y funciones

según lo que les correspondía, los mismos que no podían ser

vulnerados, dado que cada cual era autónomo en ello y era

intransgredible, porque era y es la forma como la organización

comunal funciona.

3.4. Relaciones de género y participación pública de la mujer awajún

3.4.1. La estructura cultural y la conciencia colectiva como

factores influyentes en la escasa participación pública de la

mujer awajún

Queremos partir en este acápite asumiendo la idea de

estructura sociocultural que R. Merton(1965) tenía al respecto.

Es decir, entender la estructura sociocultural como aquél cuerpo

organizado de valores normativos que gobiernan la conducta que

es común a los individuos de determinada sociedad o grupo, el

mismo que va creando límites y fronteras para el cambio social.

Quizá durante el desarrollo de los subcapítulos anteriores

hemos tenido primeras aproximaciones respecto a la importancia

171
e influencia de la estructura sociocultural en la vida individual y

colectiva de las comunidades awajún, sin embargo en esta parte

queremos profundizar en ella, bajo una perspectiva de análisis,

que nos ayude a identificar aquellos elementos que bloquean

procesos de participación pública de la mujeres awajún en el

escenario comunal y local.

En ese sentido, volviendo a Merton (1965), cuando

afirmaba que la estructura cultural es el cuerpo organizado de

valores normativos, consideraba que existe una relativa

permanencia de los valores en la sociedad. Valores que tenían

su origen en ese amplio bagaje mítico-religioso awajún. Es decir,

las relaciones sociales, la formación de los grupos, así como la

vida social, se encuentran regidas por los valores y las

creencias constituidos en la estructura sociocultural awajún, en la

medida que ellas dan sentido y continuidad a las acciones.

Ello es posible, cuando reconocemos que en las

comunidades awajún estaríamos frente a una estructura, como

sistema organizativo de las prácticas cotidianas entre varones y

mujeres, que tiene una base estrechamente vinculada al amplio

bagaje mítico-religioso.

Quizá, para este estudio específico muy vinculado a las

relaciones de género, podríamos aproximarnos a identificarlo

como un sistema organizativo tradicional institucionalizado de

172
género, donde las mujeres y varones nacen en una realidad

natural y socialmente estructurada que se mantiene por fuerzas

culturales que surgen de la forma como está organizada la

sociedad.

Dicha estructura condiciona la vida íntegra de las personas

dentro de la sociedad awajún, además impone normas que

marcan las pautas de relación social entre varones y mujeres.

De esa forma, los individuos adoptan roles y van dando

definiciones y significados particulares a sus vidas, los mismos

que tienen impacto sobre sus conductas, las formas de

relacionarse, etc. Es tan vinculante que, a un grado significante,

los roles trascienden sus deseos individuales, sus necesidades y

personalidades, para convivir desde una condición colectivizada.

Para que ello funcione adecuadamente tendría que

establecerse ciertas reglas y valores morales, lo mismo que

sucede en instituciones y sociedades modernas. En ese sentido,

en las sociedades awajún también éstas se definen a partir de

las mitologías, y tiene que ver, por ejemplo, con el mito del

Bukuit – anteriormente desarrollado-, que organiza, normativiza y

establece las reglas de convivencia, así como principios morales,

que al no tenerlas perderían el sentido de regulación de la

conducta y de conciencia colectiva.

173
Desde esa perspectiva, y recurriendo a Mead (1964), la

estructura sociocultural basada en mitos lanza a los individuos

los diferentes roles, asimismo les impide cambiar las reglas y

cruzar los límites, es decir impone fronteras de cambio. Las

personas usan la estructura sociocultural que heredan para

organizarse y continuar sus vidas, pero también los individuos

pueden improvisar, aunque es poco atractivo dentro del colectivo

social awajún.

Como vemos, la permanencia de todo ese bagaje mítico-

histórico-narrativo se da gracias a aquello que es poco visible

para muchos, pero que impone y condiciona la vida social. Nos

referimos a una estructura sociocultural awajún poliedra, y

sumado a ella la vital importancia de la comunicación y/o

trasmisión a través de su propia lengua, elemento en el que H.

Mead (1964) pone mucho interés a la hora de desarrollar el

Interaccionismo Simbólico.

La validación social de dichos mandatos, normas, reglas,

roles, estatus, etc., dada su funcionalidad, su fuerza y carácter

normativo dentro de la comunidad ha generado un efecto

coaccionante para sus miembros en caso de incumplimiento o

alteración del orden organizacional intra-comunal, debido a que

estos mandatos fortalecen la estructura organizacional de las

Comunidades Aguarunas y contrariamente alterándolas

174
generarían procesos de desestructuración, desorganización

comunal y por ende desorden y alteración de la convivencia

social awajún.

Entonces, desde lo antedicho, si nos preguntamos ¿puede

el mundo mito-religioso jugar un rol fundamental en la vida de la

gente y en el sistema organizacional de las Comunidades

Indígenas Aguarunas? La investigación devela que

efectivamente el mito se comporta como una superestructura

que no está presente sólo en la vida de las gentes de las

Comunidades Nativas, sino en los diferentes espacios de la

humanidad, anclada en la subjetividad de las personas y

determinando su acción social, condicionando y coaccionando

sus comportamientos.

El sentido de la funcionalidad planteada por Durkheim

(1967), cobra vida en este contexto, considerando que existen

fuerzas sociales externas al individuo, en este caso los mitos,

como algo más permanente que el hombre y que es difícil de

cambiar por parte del individuo. Aunque los awajún son muchas

veces inconsciente de la existencia de estas fuerzas sociales,

pero sus comportamientos están muy constreñidos por ellos.

Esas fuerzas externas a los individuos pero presentes en la

sociedad awajún permanentemente limitan las preferencias de

varones y mujeres haciendo que actúen en forma predecible o

175
de acuerdo a lo ya establecido en términos de roles, conductas,

espacio, valores, etc.

Bajo esta perspectiva Durkheim (1967), subraya cómo las

fuerzas sociales ocultas hacen posible la unión de las gentes,

fenómeno que él denominó solidaridad social, que para la

sociedad awajún dicha solidaridad está nutrida de un amplio

bagaje de creencias, mitos, ritos, valores y costumbres,

denominada solidaridad mecánica, que va surtiendo efectos de

funcionalidad, lo cual hace que la sociedad indígena se

mantenga unida hasta hoy.

Es la estructura que impone límites a los comportamientos

de los awajún, pero a la vez impone resistencia –aún- a los

esfuerzos del pueblo para lograr el cambio social. El amplio

bagaje cultural y la red de valores son uno de esos principales

ingredientes que aviva dicha resistencia.

Recurriendo nuevamente a H. Mead (1964), nos ayudaría a

entender la forma cómo los awajún se perciben en el mundo

social e incluso la prefiguración de sus identidades como un

proceso de creación sociocultural, que para nosotros está

íntimamente vinculado a las creencias mítico-religiosas.

Tras esta perspectiva los hombres awajún (mujeres y

varones) se dirigen y responden a otras personas dependiendo

176
la forma como ellos interpretan la situación social.23 El resultado

final es el surgimiento de una comprensión compartida y

socialmente válida de lo que aquella situación significa sin

importar si es racional o irracional, pero que de hecho está

cargada de elementos simbólicos comprensibles sólo dentro de

su contexto.

Esto reafirma el hecho de las creencias mítico-religiosas

como estructuras culturales que forman parte del contexto y de la

ideología de las comunidades Aguarunas y cumplen funciones

específicas en el seno de las diferentes sociedades, como por

ejemplo ideas comúnmente compartidas que cohesiona e

impulsa a cada sociedad.

Ello tiene sentido dado que el mito, como bien lo resaltaba

Silva Silva (1977), organiza la coexistencia de la vida social, a

tal punto que pueden influir en la forma de organización social y

prefiguración de identidades de los seres humanos, tal cual lo

hemos descrito anteriormente.

Es decir, el mito cumple, entre otras, una función

orientadora para el existir humano, fundamento de una

explicación coherente pero simbólica de la realidad y de sí

mismo. De alguna manera, es un saber totalizante que dirige y

organiza la experiencia bruta de una realidad. Dado que, estos

23
Una situación social cargada de cosmovisiones, cultura, montañas, etc., propias de la sociedad
awajún.

177
mitos son un elemento más de la superestructura ideológica que

ayuda a hacer comprensible a todos los Aguaruna el porqué de

su situación y forma de vida actual.

En suma, todos estos elementos nos grafican un panorama

que ayudarían a explicar, desde la estructura sociocultural y

conciencia colectiva coaccionante, la realidad actual entre

varones y mujeres en los ámbitos familiares, comunitarios y

demás.

3.4.2. El rol comunal y la escasa participación pública de la mujer

awajún

Cuando hablamos de rol comunal, se refiere a todas

aquellas actividades que se realizan en la comunidad para

asegurar la reproducción familiar, la defensa y la mejora de las

condiciones de vida y de la organización comunal. Actúa bajo la

forma de trabajo comunitario, el mismo que reúne el trabajo

productivo y reproductivo dispuesto colectivamente. Es el único

rol que mantiene en sí los dos tipos de trabajo –productivo y

reproductivo– de manera alterna y complementaria,

combinándose de tal forma que logra constituirse como un solo

trabajo.

Antiguamente, es necesario mencionar, entre los

Aguarunas el concepto de autoridad tenía ciertos matices

particulares, siendo particular y se ejercía sobre un reducido

178
número de personas o familias, no trascendiendo hacia la

totalidad del grupo étnico. En tiempo de guerra surgía un líder

denominado Wajiu, cuyo rol protagónico se orientaba a convocar

parientes de diferentes grupos locales y disipar temporalmente

las tensiones generadas al interior del grupo, para enfrentar en

bloque a un enemigo en común o cualquier amenaza externa.

Terminada el enfrentamiento las acciones hostiles se

restablecían al interior del grupo. (Vargas, 2002).

En la vida cotidiana el grupo no tenía un jefe o Apu, siendo

el jefe de familia el que dirigía a los miembros de su unidad

doméstica. En la actualidad el rol comunal en las comunidades

awajún estudiadas es llevada por ambos género también en

forma diferenciada. Es decir, según la “naturaleza” de las tareas

al interior del rol comunal determinará social y culturalmente el

género – masculino o femenino – que lo ejecute.

Las tareas femeninas awajún en el rol comunal “comprende

las actividades aprendidas por las mujeres sobre todo a nivel de

la comunidad, como una extensión de su rol reproductivo. Esto

es para asegurar la provisión y mantenimiento de los escasos

recursos de consumo colectivo, como el agua, la salud y la

educación. Es un trabajo voluntario no remunerado. ” (Moser,

1995:59).

179
Es decir, las mujeres deben cumplir ciertas obligaciones

comunales, que tiene que ver con el trabajo reproductivo, por

ejemplo: el proveer de masato en los eventos sociales. Eventos

sociales que pueden ser de carácter productivo o reproductivo de

la comunidad. Generalmente, la mujer es vista como una

herramienta complementaria a las funciones comunales

masculinas. Esta práctica es una reproducción tradicional que

responde a la división sexual del trabajo.

De acuerdo a las normas reguladas en el reglamento

interno de la comunidad, vemos literalmente que la mujer puede

participar en la ocupación de los cargos políticos, como también

en la votación y participación activa y permanente en las

asambleas y toda actividad comunal.

Así mismo, por ejemplo, tenemos que en los artículos 13 y 14 del

Reglamento Interno de la Comunidad de Pangkintsa, nos dice

que:

Art. Nº 13.- No habrá distinción de sexo, raza, religión,


opinión o idioma ante las comunidades.
Art. Nº 14.- El varón y la mujer tienen iguales
oportunidades y responsabilidades en la administración
del hogar o familia. La Comunidad o Reglamento Interno
(Asamblea) reconoce a la mujer derecho no menos que el
varón.

Desafortunadamente en la realidad esto no se cumple, ya

que queda simplemente como un mero formalismo literario. Más

bien la opinión y participación de la mujer es escondida y sólo es

180
representada la opinión femenina en el ámbito doméstico, donde

los esposos dialogan sobre los intereses familiares y comunales,

llegando a un supuesto acuerdo – aunque no necesariamente

concuerde con la mujer – entre la pareja de esposo. Acuerdo que

más adelante en la consulta comunal se expresará por el

hombre.

Las tareas masculinas awajún en el rol comunal están

referidas al ámbito político y administrativo, paralelamente

compromete al hombre el trabajo productivo y reproductivo

comunal, pero limitadamente.

Es político y administrativo porque “comprende las

actividades llevadas a cabo por los hombres a nivel de la

comunidad que se organizan a nivel político y formal. Suele ser

trabajo remunerado, ya sea directa o indirectamente, mediante

salarios o incremento de estatus y poder.” (Moser, 1995:59).

Estos resultan siendo los cargos políticos que se distribuyen

entre los hombres que cumplan con ciertos requisitos, de esta

manera se guiará la administración comunal.

La distribución de cargos políticos es análoga al término de

autoridad. Autoridad que sigue siendo ejercida mayoritariamente

sólo por varones. Si observamos los Capítulos V y VI del

reglamento interno de las comunidades de estudio, podemos

181
identificar que la estructura comunal se organiza de la siguiente

manera:

La estructura comunal actual de las comunidades nativas


Aguarunas están divididas en: asamblea comunal y
directiva comunal. La asamblea comunal que está
conformada por todos los comuneros natos que se
encuentran registrados en el censo o padrón de
comuneros. La directiva comunal es un órgano ejecutivo,
vigila la correcta administración de la comunidad y sus
integrantes.

Los requisitos para acceder a los cargos comunales son:

Art. Nº 35.- Para ser elegido miembro del directivo


comunal se requiere los siguientes requisitos:
a. Estar inscrito en el padrón comunal o censo.
b. No tener esposa en otra comunidad con dependencia
de carácter migratoria.
c. Tener completo los documentos de identidad, lo que la
ley manda.
d. Tener dominio del idioma nativo o aguaruna y
castellano.
e. Tener por lo menos secundaria incompleta o quinto
año de educación secundaria.
f. Contar sin antecedente comunal (calabozo).

Art. Nº 39.- la junta directiva está conformada por las


siguientes personas:
- Apu-jefe o presidente de la comunidad
- Vice Apu o vice presidente de la comunidad
- Secretario
- Tesorero
- Policías comunales
- Vocales

Vale anotar aquí que el reglamento interno ha sido

introducido por el Estado, con la promulgación de la Ley de

Comunidades Nativas en 1971. Así, se impuso a los awajún un

182
modelo de normas en castellano que habilitaba a los Aguarunas

el poder individualizarla conforme a sus delineamientos

culturales pero con la clara proyección de mantener los

lineamientos generales que el Estado peruano ha pronunciado.

Como se pudo apreciar en el Art. 14 del Reglamento

Interno (RI), declara en forma limitante la intervención de la

mujer, dado que la encasilla como igual pero en el área

doméstica. Por el contrario refuerza la posición del hombre en el

espacio público en el Art. 35 del RI, dado que el uso del vocablo

masculino “comunero” se da en todo el contenido del

Reglamento, y no es sólo una cuestión de gramática. Es decir,

es convenientemente un lenguaje masculino dirigido obviamente

por los hombres excluyendo literalmente en ella la participación

de la mujer, o en el mejor de los casos sólo lo menciona en lo

referido a la familia y/o como esposa del comunero, más no

como comunera.

Por otro lado, vemos que en los requisitos para tener

acceso a un cargo político, se establecen jerarquías que impiden

el acceso a todos los varones de la comunidad y deriva sólo a

unos cuantos. Develando entonces que existe al interior de las

comunidades diferencias intragenéricas del orden masculino

para el acceso al poder, de tal forma que es excluyente con el

183
resto de varones que no cumplan con tales requisitos. Sin

mencionar la exclusión total de la mujer.

Esta situación forma también parte de las razones por las

que las mujeres no pueden acceder a cargos públicos y políticos.

Con relación a ello los hombres señalan que la mujer no puede

acceder al cargo de Apu y otras instancias comunales porque

dicen:

“No tienen estudios secundarios, no dominan muy bien el


castellano, no pueden hablar en público, son vergonzosas,
y no les gusta estar en esto porque ellas son felices en su
casa, con sus hijos y en su chacrita.” (Entrevista: Nancy
Amapaam)

Por su lado la mujer tampoco se considera capaz y deseosa de

ejercer cargos públicos porque dicen:

“Tengo vergüenza y no puedo hablar, no sabemos


gestionar, los hombres critican mucho cuando andamos
fuera de nuestra casa, y eso no es para nostras las
mujeres, sólo apoyamos cuando hay reuniones”
(Entrevista: Nancy Ampaam).

Si bien se resaltan elementos y condiciones externas de carácter

social, tal cual lo identificaban Fuller (2009) y Fabián (2006), como

la educación, la expertiz, el dominio del idioma, etc.; es muy

importante no dejar pasar por alto el tema del “interés” por parte de

las mujeres para ocupar cargos, como parte de los principios en el

marco de roles designados, a ser asumidos por varones y mujeres

– roles masculinos y roles femeninos -, reservando la diferenciación

184
también de los espacios, que de acuerdo a nuestro estudio tiene su

génesis en su bagaje mítico-religioso y cultural (cosmovisión).

Al parecer, el sentimiento de vergüenza o miedo de hablar

en público está relacionado con la socialización en el sistema de

género tradicional. Muchas mujeres señalan que fueron

educadas dentro del contexto cultural tradicional awajún, donde

los hombres tenían el control de los espacios públicos y las

mujeres tenías escasas relaciones sociales fuera de sus

familiares cercanos:

Aunque quieren participar, no se puede, en ese mundo no


hemos vivido nosotras como mujer indígena, o sea las
mujeres indígenas no hemos vivido así como mestizos,
porque desde pequeñas no hemos sido estimuladas y así
hemos sido criadas y nunca nos han dejado espacio de
que participemos así en las reuniones, yo veo en mis
comunidades las que no salen, las que no tienen estudios,
ellas son las que se quedan ahí, las que no participan,
aunque estén ahí presentes en las reuniones eso es lo
que pasa en mi comunidad.(Entrevista: Nancy Ampaam).

Por su parte, el acceso a un mayor nivel de instrucción en

la educación formal no parece ser un factor que contribuya de

manera importante a manejar estos sentimientos de vergüenza.

Por otro lado, en los últimos años se ha introducido programas

estatales de ayuda a la comunidad, de carácter asistencialista y

de base comunal. Estos programas han sido diseñados para la

mujer, es decir son programas que exige una organización

femenina presidida sobre todo por una mujer.

185
Sin embargo, la mujer awajún difícilmente participa de

forma dinámica y constante de estos programas asistencialistas.

En las comunidades de estudio, las presidentas de Vaso de

Leche, por ejemplo, han sido elegidas – algo forzado - por los

varones y/o autoridades de cada comunidad, para representar y

cumplir ante las autoridades respectivas. Es así que de forma

figurativa se cumple con lo dispuesto, no obstante en estas

comunidades el trabajo y las responsabilidades que implica tal

cargo es ejecutado siempre por un varón.

Pero ¿a qué se debe esta presunta falta de liderazgo de la

mujer, que los hombres awajún tildan de incapacidad? Una

primera respuesta puede estar en los requisitos que hay que

cumplir para la ocupación de cargos. Y otra, la que de acuerdo a

nuestra investigación tiene más preponderancia, estaría

vinculada a la posición subjetiva y cultural sobre los roles que la

mujer debe cumplir, su ocupación y su competencia en el ámbito

privado, que está íntimamente unida a la influencia mítico-

religiosa, que sigue condicionando y determinando las

conciencias y comportamientos de hombres y mujeres en la

sociedad awajún.

Tradicionalmente, como se ha señalado en acápites

anteriores el sistema de género awajún tenía una marcada

división entre los roles de género.

186
No puede ocupar la labor que hace mujer, no debe ni
siquiera traer agua, no puede ayudar porque es trabajo de
mujer, no puede traer leña quebrando porque es trabajo
de mujer, el hombre es solamente hacer chacra, abrir,
tumbar, quemar y dejar, mitayar y traer, hacer canasta
todo, nada más, nada más, hace casa, el trabajo era más
de mujeres.(Entrevista: Yanina Samaniego)

Es en este sistema de género que las mujeres awajún han

sido socializadas en su infancia:

Nosotras tenemos costumbre del pueblo Awajún, desde


niñitas nuestras madres nos aconseja, nos enseñan
labores de madre: ir a la chacra (…) Además, a las
mujercitas nos enseñan a cuidar los animales. Y nos
aconseja también, cuando seamos señoritas cómo
atender a nuestro esposo, qué va hacer a nuestros hijos,
antes de casar. O sea, mi madre a mí me enseñaba: antes
de casar, tengo que saber yo desenvolver el papel de
madre, porque si no cómo voy a atender. Todo te
enseñan: variedades de tipo de masato; también nos
enseña cómo cuando uno está preparando bien sale bien
rica, pero cuando no está mal preparado no sale rico,
tiene que masticar bien. Además, nos enseñan también a
levantarnos temprano y atender a nuestros padres, a
nuestros hermanitos cuando no está nuestra mamá.
Y eso, prácticamente, las mamás Awajún nos enseña,
cuando ella se va a la chacra, la vida cotidiana, todo los
días nos lleva a la chacra y nos explica de esa manera, y
además mujercitas no deben salir fuera de la casa más un
metro. Porque somos mujeres, nos pueden violar.
(Entrevista: Yanina Samaniego)

Según esta división sexual del trabajo, las tareas de

hombre y mujer son distribuidas en función a la subsistencia,

reconociendo el grado de dificultad física, mental y de

compromiso. De acuerdo a estos factores, se asigna una

valoración social la cual está relacionada con las desigualdades

187
en el reconocimiento de las capacidades y el prestigio de cada

género.

De esta manera, tradicionalmente, las actividades del

hombre –relacionadas con lo externo al espacio doméstico

(como la caza)– son actividades de gran prestigio dentro de la

vida comunal al requerir gran destreza física. Eran actividades

eminentemente vinculadas al espacio administrativo, público y

político.

Por su parte, se mantiene una valoración un tanto menos

prestigiosa de los roles de la mujer relacionadas con el espacio

doméstico y su posición de subordinación en el hogar. Pero no

por ello menos importante, dado que el trabajo de la mujer,

principalmente la agricultura era eminentemente valorado y

respetado al interior de la comunidad. La mujer no estaba exenta

de poder.

Según Bant, la división sexual del trabajo, que colocaba a

las mujeres awajún en el centro de la producción agrícola, y su

rol prominente de experta en este campo hacía aceptable que

las mujeres awajún tomen decisiones relacionadas a la

producción agrícola con relativa autonomía. (1994:96).

Al respecto, es importante resaltar que tanto el Estado

como las diversas organizaciones sepan que las actuales

generaciones de lideresas que van formando han sido

188
socializadas dentro de este tipo de educación cultural informal.

Si bien serán ellas mismas las que tengan que ser las actoras

del cambio en la forma de entender las relaciones de género en

la actualidad, pero somos conscientes que eso será un proceso

que tomará su tiempo y se logrará en la medida que sus

intereses vayan más allá de los intereses colectivos y lleguen a

cuestionar la estructura. Mientras tanto aún se seguirá

reproduciendo el retorno inaudito de las mujeres al espacio

privado-agrícola y doméstico.

3.4.3. Cosmovisión, género y escasa participación pública

Cuando hacemos un análisis detallado del papel de la

mujer en los mitos nos da, sin duda, una explicación de su

situación dentro de la cultura Aguaruna. Una situación y

condición que ella no la elige, tampoco la imponen, sino que

contrariamente lo aprende producto de su proceso de

socialización desde su entorno inmediato y mediato: su familia y

la sociedad.

En este contexto tanto varones y mujeres asumen toda la

transferencia con absoluta normalidad entendiendo que son roles

que ahora les tocas a ellas asumir, tal cual lo fue con sus padres

y ancestros, para continuar aportando en la funcionalidad de la

comunidad, que nosotros lo llamamos la vida deseada.

189
Esta cadena de transmisiones, aprendidas, habitualizadas

o acostumbradas y solidificadas en superestructuras sociales y

mentales (como elementos confluyentes) es lo que permite su

reproducción y el establecimiento de diferenciaciones estáticas

entre mujeres y varones dentro de la sociedad awajún.

Dentro de todo ese conglomerado y amplio bagaje cultural

es importante identificar, como un primer punto de análisis, la

concepción que dichas comunidades han construido respecto a

lo femenino y lo masculino. Es decir, existe en la vivencia social

y cultural la concepción del cuerpo femenino y masculino que

están en la lengua, en los símbolos culturales, en la identidad, en

la comunicación entre varones y mujeres, y está cargada de

signos con sentidos socioculturales. Lo femenino y masculino no

sólo están en la vida de los seres humanos, sino también en los

elementos simbólicos: montañas, héroes míticos, etc.; en la

concepción y filosofía de la madre tierra, quien en determinado

tiempo y lugares jugaron un papel protagónico en la formación

de la identidades masculinas y femeninas.

Es decir, cada cultura tiene una visión simbólica de lo

femenino-masculino y en la construcción sociocultural de la

mujer y del hombre hay una trama de significaciones e

interrelaciones desde lo “sobrenatural” y lo cultural. Así la cultura

a raíz de esa concepción se permite pautar relaciones sociales

190
entre ambos, asociando dichas significaciones a la forma de

proceder y comportarse estereotipadas e incluso a las funciones

que cada cual debe asumir de acuerdo a sus características

biológicas.

La percepción de lo masculino y femenino en los pueblos

awajún, es lo que nos va a permitir definir desde dónde existe la

diferencia y desde dónde la complementariedad; es decir ubicar

la concepción y construcción de lo femenino y lo masculino

expresado en la cosmovisión que determina los roles y el

espacio social y político en la vida cotidiana. Convirtiéndose en

una primera perspectiva que desvincularía a la mujer del interés

público y político.

Asimismo, a partir de ello, podemos abordar un segundo

punto de análisis, que tiene que ver con ciertas categorías que

son ajenas a su cotidianidad, como la categoría de “género” y la

“equidad”. Para ello intentamos adentrarnos a una perspectiva

de género desde una visión de los pueblos originarios, que se

manifiesta en los hechos socioculturales como la dualidad y la

complementariedad, retomando sus principios filosóficos para

definirla desde el contexto.

Anteriormente, mencionábamos que las categorías de

“género” y “equidad” no son conceptos existentes en la sociedad

awajún y tampoco son elementos propios de la cultura y de la

191
lengua indígena. Por ello, para no causar una confusión en el

manejo de categorías ajenas a sus palabras y, a su vez,

encontrar la forma como interrelacionarla con nuestra

investigación buscamos no ser parte del fomento de la

“igualdad” – “equidad” (dado que no es parte de nuestra

hipótesis a demostrar), considerando que muchas veces éste

propósito dejaría de lado contextos históricos sociales y

culturales de las comunidades y los pueblos originarios, que no

es nuestra intención.

En ese sentido, habiendo plasmado dicha aclaración,

partimos del hecho de que aún persiste desde la actoría política

de las mujeres y varones en la sociedad awajún un rechazo a la

idea de trabajar con poblaciones indígenas desde la perspectiva

de género. Entienden ellos que el género es un mecanismo que

quiere igualar a las mujeres y a los hombres, y por lo mismo

tiende a separarlos, por lo que resulta nocivo para la cultura y su

forma organizacional. En otras palabras, es una forma de validar

dicha diferenciación entre varones y mujeres que resulta un tanto

complicado evolucionarla por ahora. Esto en principio, nos da

una primera pista de la poca funcionalidad de los múltiples

programas y propuestas sobre género en estas zonas.

La perspectiva de género, vista desde fuera, busca la

igualdad en cuando a los roles que las mujeres y los hombres

192
tienen en la familia y la sociedad, mientras que en el esquema

indígena se habla más bien de la convivencia pacífica a partir de

la persona humana en su conjunto. Sin duda es una mirada

comunal que no parte de la individualidad, sino desde la figura

de la colectividad, que incluso nos podría conducir al sentido de

la corresponsabilidad.

Bajo esta perspectiva, nos atrevemos a interpretar que,

tanto varones y mujeres consideran la retórica de igualdad de

género, basada en un concepto liberal del ser individual, como

una “imposición externa” que no corresponde a las

preocupaciones más sentidas de las mujeres indígenas. Por

ejemplo, los discursos liberales de derechos han sido

denunciados muchas veces como nuevas formas de

colonialismo, como lo fue la imposición del cristianismo y otras

éticas occidentales. Incluso algunos especialistas hacen coincidir

la colonización del género como una colonización del poder. Que

a nuestro parecer, son también formas de resistencia a su

mundo habitualizado.

Puede este ser un punto de conflicto desde el momento en

que al introducir el enfoque de género irrumpa las relaciones

establecidas en la comunidad, dado que rompería el tejido social

asumido por la comunidad históricamente. Se evidencia en la

concepción de roles y el sistema de autoridad ya establecidos.

193
Desde el momento en que el género busca prácticas de

igualdad y equidad en estas comunidades se estaría atentando

con la institucionalidad, la reciprocidad, la colectividad, religión,

la educación, sus roles tradicionales, entre otras, que existen por

cientos de años en dichas comunidades indígenas. Y puede

conducirles a una leve o severa anomia intracomunal.

Si bien, ello contribuye a explicar la ausencia de la mujer en

el espacio público y político, consideramos necesario, en otras

investigaciones, asumir un debate más amplio entre los derechos

liberales del ser individual y los derechos colectivos de grupos

culturales particulares, como lo son las comunidades indígenas

awajún.

Por otro lado, muchas comunidades indígenas conciben las

relaciones de género (a nivel simbólico y cotidiano) como

complementarias, que es el otro punto que queremos también

analizar. La complementariedad, para ellos, parte en principio de

la interrelación entre el entorno y el ser (físico, cosmogónico y

espiritual) mujeres y hombres. No se reduce sólo al aspecto de

complemento sexual, sino es un nivel más amplio de intercambio

e interrelación: animales, seres humanos, cosmos, naturaleza,

energía, trabajo, roles, etc. (Jacón, 2005:35).

Claramente muchos indígenas, mujeres y varones, ven un

valor profundo en la complementariedad, ya sea simbólica como

194
un valor general de su cultura o bien concebida como un punto

de partida para desarrollar una ideología de género más

equitativa, como ideal a alcanzar.

Las categorías de complementariedad, dualidad y

equilibrio, más que un contenido analítico tienen, hasta ahora,

una utilización de reivindicación política , discurso que ubica a

las mujeres más como “guardianas de la cultura” y menos como

seres sociales dentro de un sistema más complejo. Que de igual

forma es asumido por las mujeres con absoluta convicción.

Estrechamente entrelazada a la complementariedad está la

dualidad, que contribuye a la búsqueda del equilibrio. El

equilibrio implica la armonía en torno a un bienestar común con

el cosmos, que es lo que nosotros denominamos la vida

deseada para los awajún. Así recuperan valores ancestrales

para iluminar los horizontes de mujeres y hombres en la

sociedad awajún, y dicha recuperación se da a través de la

trasmisión oral de padres a hijos.

Según nuestra experiencia como mujeres, desde que


nacemos y crecemos en la familia y en la comunidad
estamos ligados a la cosmovisión, a los mitos y las
leyendas que aún existen en la tradición oral, las prácticas
sociales y culturales. (Entrevista: Rebeca Detem y Manuel
Grandes)
Al interior de la familia se nos construye como mujeres y
hombres, desde el momento en que se dan cuenta de las
características biológicas o el sexo del recién nacido. La
placenta y el cordón umbilical del recién nacido son los

195
primeros elementos que se conservan y a los que se les
realiza un ritual: los entierran en un lugar especial,
indicando así que quedan estrechamente ligados a la
naturaleza. (Entrevista: Rebeca Detem y Manuel Grandes)

Como vemos, la construcción de complementariedad y

diferenciación está dada a partir de la relación ser humano y

naturaleza. Cada momento y etapa de la vida (edad) está

definida en función de su biología, así como del tiempo y del

espacio. Se manifiesta en el nacimiento, en la vida y en la

muerte, vividas en lo individual y en lo colectivo.

La mujer tiene una relación directa con la tierra, o diríamos

que la tierra está asociada a la mujer. El hombre corta los

árboles y limpia la maleza, pero es ella la que hace crecer las

plantas y da a la tierra su fertilidad; a ella se le ha concedido el

poder de la continua generación de los alimentos (mito del

Nunkui). El hombre caza los animales, pero es en el contacto de

la sangre de la mujer con la tierra que viene la existencia de la

lombriz – Kajíp en awajún– las alimañas, pero no las aves y

otros animales del monte que son objeto de caza y cuyo dominio

pertenece al hombre. De la entrañas de la mujer se formará el

barro con que harán las tinajas, platos y ollas, actividades

exclusivas de las mujeres.

Tal vez lo antedicho suene un tanto poético y místico, pero

es parte de la concepción dentro de sus estructuras mentales.

196
En ese sentido, para ellos (la sociedad awajún) la mujer es un

bien, el más preciado de todos, que hay que guardar y proteger.

La mujer adquiere un valor simbólico muy importante dentro

de la comunidad, tanto por lo que es y por la que le toca asumir

dentro de dicho espacio, tanto así que hasta hay un relato que

resalta el papel de la mujer en la preservación de la cultura y de

la humanidad awajún, tal cual la podemos aprecian en la

entrevista siguiente,

“(…) culturalmente hay un relato, nosotros le decimos


relato porque es una historia real para el pueblo awajún,
el relato dice que la mujer era enfermita con uta (lleno de
heridas todo su cuerpo), entonces esa mujer lo dejan…;
pero a esa mujer le habían dejado en esa casa para que
le coma el tigre porque en ese relato dicen que un tigre
les exterminaba a toda la sociedad Aguaruna o
indígena…pero esa mujer dicen ayudó a la humanidad
indígena matando el tigre y de esa forma todo el mundo
se salvaron…”(Entrevista: Rebeca Detem)

Como vemos a partir de la narración, la mujer nuevamente

tiene la responsabilidad de la continuidad de la cultura humana

en su esencia. Constituye la conservación y la preservación

como primacía de su existir, del cual se siente muy orgullosa y

digna.

Por otro lado, como lo hemos descrito anteriormente,

Nunkui que representa al sexo femenino y se encargó de

impartir todos los conocimientos necesarios a las mujeres, es el

punto de inicio como las mujeres se empoderan de actividades

197
específicas que le permitieron desenvolverse adecuadamente en

su entorno inmediato y mediato, quedar bien ante los demás,

dado que ellas quedaban expuestas a los ojos de la sociedad del

cual tenía su aprobación o repudio, y de ellos (los varones)

recibían los ingredientes sociales necesarios para realzar su

identidad como tal.

Desde estas designaciones tradicionales, la mujer awajún

comenzaba a reproducir desde ya su ausencia activa en el

espacio público y orientándose más bien a desarrollar

actividades netamente del “espacio privado”, espacios

sociocomunalmente válido para ellas y para todo el colectivo que

lo asumían con absoluta autonomía y en bien de toda la

comunidad, que es lo que se denominaría “bien común”.

Todo esto es posible entender, teniendo en cuenta las

particularidades de realización, recreación y reconstrucción de

cada pueblo y cada sociedad, que escapan a la visión occidental

de una cultura democráticamente emergente. Se valen más de

sus propios valores culturales, de sus paradigmas mitológicos y

cosmovisiones que prefiguran sus identidades, su forma de

entender el mundo y de relacionarse con él. Dado que como lo

señalaba Lynn Withe, que las personas actúan en su medio

según cómo se perciben y piensan así mismo en relación al

mundo que les rodea.

198
“Yo creo que la mujer está calladita por que hay temas
que cuando hablan los hombres a la mujer no le interesa,
por qué por ejemplo va a meterse. Por ejemplo ahora mi
esposo está conversando de sus campañas, que tiene su
comité para la alcaldía, pero a mí no me interesa nada y
por eso no me meto, si me interesa me iría no, y me
metería, le diría permiso Hernán yo también quiero
escuchar ese tema. Entonces era un tema de que a la
mujer no le interesaba y si era de su chacra o de terreno
ahí si de repente de metía no.” (Entrevista: Rebeca
Detem)

Como vemos en la entrevista citada, el accionar de las

mujeres está basada de acuerdo a sus intereses, los mismos

que están profundamente condicionados por sus creencias,

valores, conductas y su destino, que prevalecen dada la

estructuralidad perenne. Aunque, algunas pueden estar poco a

poco involucrándose al “mundo moderno”, como bien lo

explicaba S. Greene (2009), utilizando la lengua castellana,

prácticas y vestimentas modernas, etc., pero a nuestro parecer la

esencia estructural permanece e influye aún en la vida de los

awajún, donde sus hábitos responden a un implícito

acostumbramiento a la aguarunía, y a ello responde parte de ese

retorno inaudito al mundo privado por parte de las mujeres, pese

a las constantes capacitaciones y empoderamiento para su

protagonismo político y social.

En ese sentido, consideramos que es muy importante no

calificarlos con axiomas occidentales, modernos y/o urbanizados.

Las comunidades nativas, dado su poco contacto con el mundo

199
externo “civilizado”, dependen principalmente su influencia al

mundo que les rodea, como le veíamos anteriormente.

La uniformización de roles, el compartimento de espacios,

funciones y actividades son procesos poco entendidos y

asimilados por las comunidades nativas, menos aún por las

mujeres, dado que al hacerlo sienten que están transgrediendo

las normas comunales y están poniendo en peligro su identidad,

su estatus y su dignidad como mujeres, donde la represión social

podría ser una dura pena simbólica para sus vidas y la de sus

familias.

Toda esta funcionalidad es válida para dichos espacios y

sólo pueden ser entendidas si se conoce y comprende el origen

de las mismas, que en este caso responden a cuestiones

mitológicas.

Aunque estamos convencidos, también, que las culturas

indígenas son sociedades dinámicas que cambian con el tiempo.

De esa forma estaríamos abriendo la posibilidad a los pueblos

indígenas al cambio social, pero bajo un proceso gradual y lento.

Por lo pronto sólo nos queda reconocer los modos de pensar y

proceder de grupos distintos, reconociendo la construcción de

género desde las mujeres y los varones, porque desde allí se

puede plasmar una aproximación de cómo queremos construir la

200
equidad de género, desde dónde y con qué metodologías se

puede trabajar en las comunidades awajún.

201
CONCLUSIONES

 En las comunidades Aguarunas las creencias mitológicas, que forman

parte de su cosmovisión, han logrado una significativa influencia en las

relaciones de género, determinando acciones y relaciones sociales

que se repiten continuamente y se encuentra definidas por formas

particulares de pensar, sentir y actuar de mujeres y varones awajún.

Esta repetición de prácticas y valores se ha ido matizando y

estabilizando en lo que se denomina estructura sociocultural, la misma

que impele a los seres humanos a ocupar posiciones y espacios

prefijados y a interiorizar roles e identidades, así como una forma de

participación diferenciada, a partir del cual encuentran sentido y

continuidad a sus acciones individuales y colectivas.

 Asimismo, podemos concluir que las creencias mitológicas han influido

también en la formación de roles: determinando tareas específicas,

diferenciadas y complementarias a la vez. De esta forma, de acuerdo

al mito de Nunkui, a las mujeres se les asigna las tareas vinculantes al

espacio doméstico, la artesanía, el preparado del masato y

principalmente el trabajo en la agricultura, basada en el biohuerto; con

ello asegura la sostenibilidad no solo de su familia sino de toda la

comunidad, es por eso el valor, reconocimiento y realce hacia la mujer,

así como su protección.

202
 Por su parte, a los varones, de acuerdo al mito de Etsa, les

corresponde realizar actividades vinculantes al espacio al espacio

público y político, básicamente en lo que ellos denominan “el arte para

la guerra”. Esporádicamente complementan la subsistencia familiar

basada en la caza y la pesca, contribuyendo de esta forma en lo que

se denomina “el arte para la vida”, desplegado con mayor ahínco por

las mujeres.

 Asimismo, desde la mitología y su influencia en los roles, es posible

comprender la configuración de identidades de mujeres y varones:

identidades que se matizan a partir “de lo que hacen” y sobre ello,

construyen el sentido del “cómo deben de ser”, como mujer, como

madre, como esposa, y como varón, como esposo, apu, comunero,

etc.; así como códigos y patrones de comportamiento y ocupación del

espacio.

 Todos estos patrones se siguen conservando dada la poca mutabilidad

y movilidad de la cultura awajún, debido a que el amplio bagaje de las

creencias mítico-religiosas están directamente vinculadas a la

integración social y los rasgos culturales aún son sinónimo de

identidad individual y colectiva, generando funcionalidad dentro del

contexto comunal awajún.

 La influencia de las creencias mitológicas en la formación de roles,

identidades y la ocupación del espacio diferenciado para mujeres y

varones influye en la escasa participación pública de las mujeres

203
awajún y la ocupación de cargos dentro de la organización comunal.

Es decir, al comprender las mujeres, desde la mitología, que su rol y

su espacio habitual transita por la agricultura y el trabajo doméstico, y

el de los varones por el espacio público y político, resulta

incomprensible aún para ellas inmiscuirse en cuestiones de varones y

para ellos en cuestiones de mujeres, ya que ello escapa de sus reales

intereses y necesidades, además comprenden que al hacerlo sería

una limitante en el forjamiento y logro de una identidad digna.

 Finalmente, el acercamiento a las mujeres y varones awajún nos ha

permitido comprender su forma de pensar, creer y proceder, los

mismos que responden a su amplio bagaje de creencias mitológicas

(cosmovisión). Lo cual significa que en la vida comunal Aguaruna, las

conductas individuales dependen mucho de cómo los awajún definen

sus situaciones, de cómo el sistema que pauta su comportamiento

responda a sus necesidades, y a la funcionalidad que tienen esas

creencias míticas en la dinámica de sus vidas, que alterándolas

generaría desorganización y desestructuración de su complejo mundo

awajún.

204
SUGERENCIAS

 Su fortalecimiento como mujeres dedicadas a la producción-

reproducción, y los varones como sujetos públicos y políticos se inspira

en la cosmovisión, a la que recurren para construir sus marcos de

transformación social y sus proyectos de una nueva sociedad.

Creemos que este paradigma central debe ser entendible y tomado en

cuenta antes de intervenir y buscar trasformar sociedades bajo

enfoques externos a su propio mundo. De lo contrario, por más que se

tengan buenos proyectos, con significativos presupuestos, éstos no

surtirán efectos impactantes en la vida de las comunidades Aguarunas.

Por ello, antes de intervenir en sociedades indígenas es necesario

identificar y comprender sus sistemas propios de creencias, de

valores, conductas, conocimientos, los orígenes de los mismos y a

partir de ello comenzar a rescatarlos y revertirlos en los procesos de

intervención, proyectos, programas, empoderamientos, etc.

 Consideramos que ante la perspectiva de homogenizar roles entre

varones y mujeres en las comunidades Aguarunas, que es una

perspectiva de sociedades “modernas-occidentalizadas”, es más

oportuno y coherente fortalecerlos a ambos (varones y mujeres) en sus

propios espacios y desde sus propios roles, para que tengan una

mejor producción y reproducción y desarrollen capacidades que les

205
permitan seguir manteniendo la sostenibilidad y la vida querida de su

familia y su comunidad.

A lo ante dicho se podría añadir por ejemplo la posibilidad de invertir

aún más en el trabajo que cada cual realiza sin sacarlos del mismo.

Eso realzaría la vida productiva y reproductiva que la mujer realiza

desde el sector privado. Revaloraría aún más el importante trabajo que

las mujeres hacen y lo vital que resulta el mismo para el

funcionamiento de la comunidad awajún en su conjunto.

 Buscar un equilibrio entre el enfoque de género y su propia

cosmovisión sería oportuno, tomando en cuenta la realidad en la que

se van a implementar. Y dado que el camino aún no está escrito, tal

vez buscar una respuesta creativa de las comunidades sería como el

primer paso, lo cual requiere también lograr una ciudadanía más real

que formal al interior de las comunidades y de los pueblos indígenas,

que les permita pensar y dialogar sobre sus propios problemas y

proponer soluciones desde lo local, considerando su sistema cultural.

206
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213
ANEXOS

1. Mito de Nunkui

“Así cuentan los viejos cómo los hombres aprendieron a hacer chacras”
Al principio los primeros hombres padecían mucha hambre y así hambreando tanto,
después de sembrar topa, raspando sus cascaras la comían.
Sucedió cierta vez que una mujer estaba subiendo, quebrada arriba, para haber que
cosa había poa allí. Unas cascaras de yuca bajaban, arrastradas por el agua.
¡oh decían ahí tienen yuca!
Después de chupar las cascaras, subiendo más arriba, vio a una mujer que con su
hija, después de bañarse estaba pelando yuca.
- Dame yuquita; me muero de hambre!
- No, ¿para qué quieres?
- ¡Entonces te agarrare a ti!
- ¡No, llévate a mi niña. Si te la llevas entonces yo vendré a vivir bien aquí. –
así le dijo.
La mujer llevándose a la hija de Nunkui, la coloco sobre la cama bien envuelta
en unos trapos que la escondían. Hecho esto, lavando las ollas y las piningas y
preparando el cernedor, dejo listo para hacer el masato.
- Has conjuro para pedir comida: pide yuca, que haya masato, pide maduro
para acompañar y carne de monte.
Al entregarla cuando la envió, la mamá de Nunkui la había instruido bien sobre lo
que tenía que hacer:
- Cuando estés sentada, bien oculta por la ropa, tienes que decir: ¡que haya
mucha yuca amontonada en los rincones!, ¡qué aparezca masato en la
tinajas!, ¡que venga carne cocinada, que aparezcan carnes de paujil y de
mono ahumado!
Y al decirlo, así se hacía.
¡Que el masato, bien cernido, se derrame espumoso en las piningas!
El marido de la mujer, que había estado sembrando sus topas regresaba,
hacha al hombro, viniendo a la casa. Al servirse de todo aquello:
- ¡mi vieja! ¿de dónde ha venido la niña que te dio estas cosas?
- Deja eso; tú bebe y no preguntes; no hables de eso.
- ¡Está bien! ¡chat!, agarrando la pininga con dos manos, bebía.
- ¡Mi vieja, aguarda! ¡me muero de hambre! ¿De dónde ha visto esto?
- ¡Chii…! – No habló más.
Tenían mucho masato vivían bien. Así estuvieron mucho tiempo.
- Pide que tengamos chacras decía.
Entonces aparecieron nos rozos de tierra bien pingüe, maduraba el plátano de
cocinar, el maduro, aparecían matas de secano y los zapallos extendían sus
tallos por todo el suelo. ¡Buenaza era la chacra!
Cierta vez, estando la muchachita con ellos, el hombre se dañó el pie con una
espina; sufria mucho.
- Vamos a salir – dijeron – queda tú en la casa. Quedó la niña sola en la casa
con el hijito del hombre que era un muchacho bien necio.
- ¡Pide que venga el Iwanch! –dijo el muchacho.
- Si llamo al Iwanch, vas a tener miedo.
- Entonces llama a un jaguar – insistió.
- Vas a tener miedo al jaguar – replicó.
- ¡llámale pues!

214
- ¡Está bien! ¡que venga un jaguar! Cuando estén aquí te asustarás y querrás
que se regresen.
Aparecieron unos tremendos jaguares y entonces, otra vez:
- ¡Que regresen los jaguares!
El muchacho volvió a insistir:
- ¡llama al Iwanch!
- Si llamo al Iwanch, vas a tener miedo. Ese no se regresa.
Seguía insistió y no podía convencer al muchacho.
- ¡Está bien pues! ¡Que aparezcan Iwanch por los rincones. Cuando les veas
aquí, querrás que los haga regresar!
Entonces aparecieron los Iwanch.
- ¡Di a los Iwanch que se regresen!
No querían irse los Iwanch
- ¡manda los Iwanch que se regresen!
No se iban.
- Ya te dije lo que iba a pasar si los llamaba.
- ¡Rápido; bótales fuera! – le repitió. Y, agarrando un puñado ceniza, ¡puét!, le
llenó los ojos de ceniza.
Llorando mucho la niña Nunkui se trepó a la viga de lo alto de la casa.
Entonces en la chacra, las yucas se transformaban en tsanim, el maduro en
Tumbeá, el sétach en Winchún.
Al ver esto, los papás que estaban en la chacra decían:
- ¿Qué es lo que está ocurriendo ?
Los camotes se cambian en inchinchi.
Fueron corriendo a la casa. Al llegar mirando, vieron que allá arriba estaba la
niña Nunkui llorando.
- ¿qué ocurre? – preguntaban
- Tu hijo me malogró los ojos botándome ceniza.
Riñeron al niño y después viéndola puesta allá arriba, querían hacerla bajar.
Cortaban los palos con hacha. Entonces Nunkui:
- Kenkú kenkú jujuita
¡Guayaquil! Guayaquil recíbeme. ¡Quiero ir a comer en el regazo de mamá!
Entonces el pilar central de la casa se transformó en un gran Guayaquil.
¡tum, tum, tum! – golpeaba el hombre con su hacha. Iban ya a chaparla.
- ¡Ay, ay, ay….! – Casi la agarraban. ¡Tuúnt! Golpeaba al guayaquil.
Entonces la niña desapareció dentro del Guayaquil.
Cortando el Guayaquil, bajándole por mirar dentro, encontraron puesto allí un
niñito gordezuelo.
- Sácale rápido – estaban diciendo. Lo pusieron a un rincón de la casa.
- ¡pide yuca para nosotros!
- Pedía y aparecieron unas yucas bien raquíticas, poca comida.
- No pidas así. Pide bien que nos vengan camotes.
El camote era mezquino, los plátanos eran mezquinos. Lo que el niño pedía era
todo raquítico y descolorido. Así hacia siempre.
El hombre, chancando al niño con el pie se lo introdujo por detrás. Al amanecer,
después de haber dormido el hombre venteo. ¡Tuut…!
Así Nunkui nos dejó a Ikki; y por eso que hicieron, quedo dentro de los hombres
desde tiempos antiguos.

215
2. Fotos del trabajo de campo

216

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