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MAESTRIA EN ADMINISTRACION

ASIGNATURA: Teorías de la Administración y la Gestión


PROFESORA: Miriam Escobar Valencia

PROTOCOLO 3 TEXTO: Coriat, Benjamín.1979/2001. “El taller y el


cronometro Ensayo sobre el Taylorismo, el Fordismo y la producción
en Masa”, Editorial Siglo XXI, quinta reimpresión, Madrid.
Introducción y capítulo 1, pp 1-16.

ELABORADOR POR: LILIAM YULIETH RÍOS


VALENCIA

Febrero 2019

IMPACTO DEL CRONÓMETRO SOBRE EL CAPITALISMO

Benjamín Coriat (1948). Economista Frances, especializado en economía


industrial, innovación y propiedad intelectual. Es profesor de ciencias económicas
en la Universidad París-XIII. Es autor de El taller y el robot. Ensayos sobre el
fordismo y la producción en masa (1993) y Pensar al revés. Trabajo y organización
en la empresa japonesa (1993), publicados ambos por Siglo XXI de España.

El cronómetro, como una de las expresiones de las relaciones de trabajo


en la organización taylorista, acaba con el control de los obreros sobre las
operaciones, parcializa sus movimientos y les mide control de tiempos y
movimientos y expropia al trabajador del saber de su oficio,
constituyéndose así en un instrumento político de dominación sobre el
trabajo, es decir un ataque dirigido no en contra del trabajo en general si
no de la forma organizada y combativa de la clase obrera en específico al
profesional de oficio y su sindicato.

Con Taylor se produce la entrada del reloj en el taller; y con la medida de los
tiempos y los movimientos se hace posible la sustitución progresiva del obrero
profesional de oficio arropado por sus secretos del oficio y su sindicato por obreros
carentes de tradiciones, de cualificación y de organización. La ley del cronómetro
barre así el principal obstáculo que en esos momentos encuentra la acumulación
de capital.

El cronometro pretendía romper es la excelsa y avanzada figura de la resistencia


obrera, condición de la primera industrialización, pero también principal obstáculo
para la acumulación del capital en gran escala. Porque el obrero profesional,
apoyado en la eficacia de su sindicato, llega a regatear elevadas tarifas e impone
su propio ritmo a la producción de mercancías.

A principios de siglo, todo cambia: la holgazanería obrera se convierte en blanco de


ataque hasta que se consigue limitarla. Pero para medir la amplitud de la revolución
introducida hay que volver primero a lo que desaparece. Entonces aparece la
verdad desnuda: el obrero de oficio, heredero de los secretos del gremio, sigue
siendo la condición ineludible, la figura necesaria de la manufactura.

Los obreros tienen el saber práctico de fabricación. Según Taylor, si los obreros
son holgazanes, se paraliza el desarrollo del capital. Los obreros son quienes
tienen el control de la producción. Lo que propone es ’liberar’ al proceso de trabajo
del poder que éste (el obrero) ejerce sobre él para instalar en su lugar la ley y la
norma patronales, tal será la contribución histórica del taylorismo”.

En el ámbito de las relaciones de clases en el que resuena el grito de los


fabricantes en busca de obreros “hábiles” y “disciplinados”. Entonces aparece la
verdad: el obrero de oficio, heredero de secretos del gremio. Y la industria
depende de él, es él quien marca el ritmo al cual trabaja e impone sus decisiones
y preferencias sobe las de los capitalistas.

Durante 70 años las manufacturas estaban obligadas a desplazarse dónde


hubiera obreros hábiles. Los patronos instalaban su taller donde el obrero
establece su morada.
El fordismo inaugura el despotismo tranquilo y absoluto de los tiempos y los
movimientos, va más lejos que el taylorismo. Asegura el paso a la producción en
serie y abre una brecha para la producción en masa. Asegura nuevas formas de
productividad, en lo que concierne a las técnicas de extorsión del plustrabajo. “El
transportador permite suprimir gran parte de la mano de obra de mantenimiento”.
Elimina los ‘tiempos muertos del taller y los convierte en tiempo de trabajo
productivo.

Con Ford, la cadena de montaje viene a relevar las técnicas taylorianas de


medición de los tiempos y movimientos y a someter el gesto del obrero a una
cadencia regulada, se hace posible un nuevo modo de consumo productivo de la
fuerza de trabajo. Sin relación, ni siquiera lejana, con lo que permitían los antiguos
métodos de organización del trabajo.

Con el apoyo de la cinta transportadora y de la cadena de montaje, la producción


de mercancías en grandes series y de mercancías estandarizadas se convierte en
la norma y la regla, suscitando la aparición de nuevas condiciones de producción
en todas las ramas.

Si el taylorismo y el Fordismo fundaron una nueva base técnica para la


acumulación, el nuevo rol de Estado viene a coronar este proceso saciando las
nuevas necesidades creadas a partir de las transformaciones en el proceso de
trabajo y aparecen actitudes proteccionistas (Keynes).

El primero sistematizó a través de la técnica de los Tiempos y Movimientos el


fraccionamiento y especialización del trabajo vivo y racionalizó las labores
puramente manuales de las de concepción y comando de la producción. El
segundo que construyó su famoso Ford T dio inicio a la línea y banda de montaje,
dando esta ecuación la introducción del cronómetro como medida del valor del
trabajo y la productividad. La sociedad Fordista, entonces, se caracterizó por la
producción en masa de mercancías desvalorizadas que requería para su
validación o realización la ampliación del mercado.
Así, si el taylorismo orientó sus esfuerzos hacia la racionalización de los
movimientos de los sujetos –hacia la constitución de cuerpos veloces y
adiestrados en el uso eficaz de las herramientas de trabajo– el fordismo, con la
introducción y generalización de la cadena de montaje, hizo del mecanismo –del
“instrumento autoactuante el garante absoluto de la velocidad, hizo realidad el
sueño original del capital en busca del ‘movimiento perpetuo’ de la fábrica.
Entonces el cronómetro permitió la entrada de la automatización a las fábricas y el
obrero se convirtió en una máquina más al servicio del capitalismo.

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