Sunteți pe pagina 1din 43

DATOS DE LA OBRA Juliana se lamenta y le cuenta a Manuel las dolorosas

inte
intenc
ncio
ione
ness de su madr
madre, e, crea
creand
ndoo en el jove
jovenn un
Ña Catita es una comedia en verso, escrita por el amar
amargo
go desc
descon
onci
cier
erto
to,, quie
quienn la abra
abraza
za y le dice
dice lo
escritor peruano Manuel Ascencio Segura. Pertenece muc
mucho que que la quie
quiere
re,, en ese instinstan
ante
te Rufi
Rufina
na
a la corriente literaria del costumbrismo. Su primera acompañada de Ña Catita los sorprenden armándose
versión, en tres actos, fue estrenada en Lima, en la tremendo alboroto, pero Manuel se muestra firme en no
noche del 24 de enero de 1845. Posteriormente su autor  querer irse hasta no hablar con don Jesús, el padre de
la refu
refund
ndió
ió,, ampl
ampliá
iánd
ndol
olaa con
con un acto
acto más,
más, y la Juliana, pero en ese momento aparece don Alejo.
reestrenó el 30 de agosto de 1856, también en Lima, en
el teatro Variedades. Se constituyó en un gran éxito,  Ña Catita se aprovecha de la desesperada situación en
engrandecido por el genio de la actriz Encarnación que se halla Manuel, y a cambio de un plan que ella ha
Coya. urdido para que él pueda huir con Juliana, le saca algo
de dinero y le exige discreción sobre lo convenido. El
Su personaje principal es quien le da el nombre a la  joven enamorado logra convencer a Juliana de huir 
obra
obra:: la viej
viejaa ÑA CATI
CATITATA (dim
(dimin
inut
utiv
ivoo de doña
doña  juntos, pero ambos son sorprendidos por don Jesús,
Catalina), que es una celestina o alcahueta, es decir, quien llama la atención a Manuel por haber defraudado
una vieja chismosa y entrometida, que va de casa en su confianza. En esos instantes llaman a la puerta, era
casa regando infamias, ganándose así la vida. En esta don Juan, amigo de muchos años de don Jesús, que
obra podemos apreciar también la antigua costumbre llega portando una carta para él, pero al ver a don Alejo
de que los padres eran lo que buscaban la pareja a sus muestra una gran alegría pues se ha evitado el trabajo
hijas, preocupándose que el elegido fuera un hombre de de buscarlo para hacerle entrega de una carta de su
holgada o suficiente posición económica, sin importar  esposa que vive en el Cuzco. Don Alejo es
de que fuera de mucha mayor edad que la “niña”. desenmascarado de su supuesta soltería, no le queda
más remedio
remedio que irse. Le sigue en su fuga Ña Catita a
quien don Jesús larga con un sermón de .Padre y señor 
DATOS BIOGRÁFICOS DEL AUTOR  mío....

Manuel Ascencio Segura (1805-1871). Escritor nacido Al final gracias a don Juan, Rufina y don Jesús se
en Lima. A temprana edad, 13 años, sentó plaza de amistan, Juliana y Manuel por fin se unen para ser 
cadete en el ejército realista en el que militó hasta la felices para siempre.
 batalla de Ayacucho. Después pasó a servir al ejército
republicano en tiempos de Gamarra y, ganado por su VALORACIÓN
vocación de escritor y poeta, renunció a las armas para
dedica
dedicarse
rse al género
género literar
literario
io de su prefer
preferenc
encia,
ia, al Esta obra, más que el argumento (demasiado simplón)
tiempo que desempeñaba un empleo en el Ministerio o las formas poéticas
poéticas (algo desmañada
desmañadas),s), destaca
destaca más
de Hacienda (1841). Viajó a Piura como secretario
secretario de  por la espontaneidad de los personajes y la gracia de
la gobe
gobernrnac
ació
iónn y, tiem
tiempo
po desp
despué
uéss volv
volvió
ió a Lima
Lima los diálogos plagados de dichos populares, que ofrecen
(1858)
(1858),, más tarde
tarde fue elegid
elegidoo diputa
diputado
do por Loret
Loretoo un vivo retrato de la sociedad peruana en sus primeras
(1860). En el aspecto que destacó fue en la comedia décadas republicanas, a veces de manera festiva, otras
costumbrista con sus obras: "Lances de Amancaes", de forma sarcástica. Segura reproduce magistralmente
"El Sargento
Sargento Canuto
Canuto",
", "La
"La Saya
Saya y el MaManto
nto",
", "Ña la forma de pensar y hablar del criollo peruano costeño.
Catita", "Las tres viudas", etc. Además editó los diarios Entre los prototipos notables que nos muestra están el
"La Bolsa", "El Cometa", "El Moscón". vanidoso petimetre con sus maneras y actitudes que
hoy definimos como “huachafería” o la vieja beata
RESUMEN DE LA OBRA limeña, hipócrita y santurrona. Es un antecedente de
Ricardo Palma.
La comedia ÑA CATITA es una de las obras más
risueñas y, sobre todo, de gran sabor criollo y limeño.
El personaje principal de la obra es Catita, personaje
limeñizado, hecho a su ambiente y tiempo, ella va de
un sitio a otro, llevando y trayendo noticias de casadas,
viudas y enamoradas.

Jesú
Jesúss y Rufi
Rufina
na disc
discut
uten
en acal
acalor
orad
adam
amenente
te sobr
sobree el
destino
destino de su hija Juliana. El padre quiere
quiere para su hija
un joven como Manuel, en cambio su mujer no repara
en eso y quiere
quiere a don Alejo,
Alejo, viejo
viejo supues
supuestam
tament
entee
adinerado y bonachón, como marido para Juliana. La
indiferencia con que la muchacha recibe las cortesías
del vetusto galán provoca las iras de su madre, quien
 busca en Ña Catita, vieja chismosa y alcahueta, la
ayuda para hacer cambiar el giro de la situación.
RUFINA.- ¿No encontraron más apodo
ÑA CATITA (OBRA COMPLETA) para hacértelo deforme?
Pues los que han dado el informe
Comedia limeña por  mienten hasta por los codos.
Les sobra pechuga, arrojo
MANUEL ASCENCIO SEGURA para hacer malo lo bueno;
ven la paja en ojo ajeno
(Dramaturgo peruano, 1805-1871) y no ven la viga en su ojo
¿Querrán para yerno tuyo
un mozo zarrapastroso,
torpe, feo y andrajoso,
En cuatro actos cara de zango con yuyo?
No, señor: ese tal Manongo
Estrenada en Lima no se casará con mi hija;
vaya y llene su vasija
El 30 de agosto de 1856 con agua de otro porongo.

En el Teatro de Variedades JESÚS.- Pero escucha mis razones,


mujer de todas mis culpas;
 __________________  a ver si encuentras disculpas
a estas justas reflexiones.
Sabes que Manongo es hijo
de un hombre a quien aprecié,
PERSONAJES y con el cual milité
en el batallón del Fijo.
Cuando fuimos con Pezuela
ÑA CATITA al Alto Perú los dos ,
a él debí, después de Dios,
DOÑA RUFINA la vida...

DOÑA JULIANA RUFINA.- ¡Dale la muela!


Tan decantado servicio
MERCEDES con usura le pagaste.

DON JESÚS JESÚS.- Nunca hay servicio que baste


a pagar tal beneficio.
DON ALEJO muy poco antes de su muerte,
como sabes, me llamó,
DON MANUEL y llorando me encargó
de ese muchacho la suerte.
DON JUAN Yo entonces le prometí
tratarlo como a hijo mío,
CRIADO y ¿he de mostrarle desvío
sin justo motivo? Di.
La escena es en Lima, en casa de don Jesús. Sala
decentemente amueblada, con puertas al fondo y laterales. RUFINA.- ¿Acabó usted, Don Jesús?

 _______________  JESÚS.- Acabé, ¿no te contenta?

ACTO PRIMERO RUFINA.- Pues bien, haga usted de cuenta


c uenta
que no ha dicho chus ni mus.
ESCENA I Mi hija no se ha de casar 
con un mozo estrafalario
DON JESÚS y DOÑA RUFINA de cuyo trato ordinario
se tenga que avergonzar;
JESÚS.- ¿Te se ha metido el demonio ni con ningún homo-bono,
dentro del cuerpo, mujer? que a su padre se parezca,
¿No ves que no puede ser  que la engañe y embrutezca.
feliz ese matrimonio?
¿Con don Alejo? ¡Qué he oído!
o ído! JESÚS.- ¡Se verá tal desentono!

RUFINA.- Cabal; con él, sí, señor. RUFINA.- ¿Qué esto, pues? ¿Hasta cuándo?
Salgamos de capa rota.
JESÚS.- ¿Un sempiterno hablador  Ese mozo está en la pelota,
le quieres dar por marido? y es, a más, un burro andando.
Un zanguango con más dengues Vaya a otra parte a hacer nido
que mocita currutaca, y no arme más alboroto:
más hueco que una petaca no falta un zapato roto
y lleno de perendengues; nunca para un pie podrido.
un fatuo que rompe al día
un par o dos de botines, JESÚS.- ¡Qué tarabilla!
registrando figurines
de una en otra sastrería: RUFINA.- Si quieres
un baboso, un dominguejo, morir, sin saber de qué,
cuyo trato nadie estima amárrate un tonto al pie.
y que sirve en todo Lima
de hazmerreír y de gracejo. JESÚS.- ¡El diablo son las mujeres!

RUFINA.- ¡Pues lindo zaine le ofrece


tu ternura paternal! porque todo cuanto diga
Ya se ve, no sienta el mal es predicar en desierto.
sino aquel que lo padece. Julieta se casará
Yo un marido le destino con don Alejo.
que no habrá a quien no le guste,
porque es un hombre de fuste, JESÚS.- ¡Qué escucho!
muy ilustrado y muy fino. ¡Julieta!

JESÚS.- Y muy trucha entre los truchas. RUFINA.- La quiere mucho,

RUFINA. Y chíllese el que se chille, JESÚS.- Mas que nunca, no será.


hará que la niña brille ¡Habrá una vieja más verde!
y pinte mejor que muchas. ¡Julieta, a su hija ha nombrado,
cuando nunca se ha llamado
JESÚS.- ¿Te ha dado fiebre, Rufina? sino Juliana Valverde!
Vamos a ver, trae el pulso. Milagro que no le ha puesto
piche, gorrión o canario,
RUFINA.- Como es usted tan insulso porque hoy día el calendario
no sale de la rutina. es un potaje indigesto.
Yo pondré remedio, sí.
JESÚS.- ¿Qué es lo que estás ahí diciendo? Silencio, que viene gente.
¿Has perdido la chaveta?

RUFINA.- Yo no hablo de paporreta; ESCENA II


Dios me entiende y yo me entiendo.
DICHOS, DON ALEJO
JESÚS.- ¿De cuándo acá esa hinchazón?
¡Qué pronto has mudado pasta! ALEJO.- Echemos antes el lente
Pues, mira, toda tu casta para ver quién anda aquí.
ha sido de asta y rejón
Me acuerdo muy bien, Rufina, RUFINA.- ¡Don Alejo!
que cuando te cortejaba,
apenas aquí asomaba JESÚS.- (¡Sinvergüenza!)
corrías a la cocina.
Y si, al partir como cohete, RUFINA.- (Hágame usted el favor 
algo a mi afán respondías, de callarse).
con un discante salías (Bajo a don Jesús).
o con un domingo siete. JESÚS.- (¡Pillo!)
¿De dónde esos papelotes?
¡Mire usted que es cuanto cabe! RUFINA.- (¡Chito!
Y esto dice quien no sabe Tenga usted más discreción).
ni siquiera hacer palotes.
Ya se ve; tú sola no eres ALEJO.- ¡Hola! Es Monsieur con Madama.
quien tanto adefesio apura;
de tu misma catadura JESÚS.- ¡Soy capaz...!
hay en Lima mil mujeres.
Yo conozco cierta dama, RUFINA.- Baja la voz
que con este siglo irá,
que dice que a su mamá, ALEJO.- A la orden...
no la llamó nunca máma (Saludando con afectación)
y otra de aspecto cetrino,
que por mostrar gusto inglés, RUFINA.- ¡Oh, don Alejo!
diz que no sabe lo que es ¿Tanto bueno?
mazamorra de cochino .
ALEJO.- Sans façon.
RUFINA.- ¿Y a qué viene eso ahora? Por mí no hay que incomodarse.

JESÚS.- Nada... RUFINA.- ¡Disparate! No, señor.


Usted está aquí en su casa.
RUFINA.- ¿Pero a qué?
ALEJO.- Merci.
JESÚS.- Yo sé mi cuento.
RUFINA.- No hay de qué...
RUFINA.- Venga o no venga de intento
larga usted una pachotada. JESÚS.- (Embrollón)
¡Hablador! Para sacar  ALEJO.- ¿Y comment ça va, Madama?
las faltas a sus paisanas
siempre tienen buenas ganas. RUFINA.- Pues no lo he sabido hasta hoy;
¿Con qué vino usted el sábado?
JESÚS.- A nadie pienso agraviar. Yo salí...
Hará mal quien se indisponga.
ALEJO.- No es eso, no...
RUFINA.- ¡Cómo es usted papagallo! Digo, ¿que cómo está usted?

JESÚS.- Si a alguna le viene el sayo RUFINA.- Ahí tirando con la tos.


¿qué ha de hacer? Que se lo ponga.
ALEJO.- Goma arábiga con ella,
RUFINA.- Sea o no todo eso cierto o ipecacuana sino.
en vano es que usted prosiga, Ahora hay muchos constipados.
RUFINA.- Déjeme usted don Alejo,
RUFINA.- Irritada es lo que estoy. mientras más viejo está peor.
Se va poniendo intratable.
ALEJO.- Entonces soy de dictamen De nada sirve que yo
que tome usté el pansirop. le predique a todas horas
¡Y cuidado! mucho abrigo, para que mude de humor.
que de una muerte precoz Nada, imposible. Los hombres
nadie está libre. más duros son que una hoz
y si se les mete el diablo
RUFINA.- Así lo hago. ¿quién puede con ellos?

ALEJO.- Y hasta que no salga el sol ALEJO.- ¡Oh!


en cama. me pongo yo algunos días,
que casi insufrible soy.
RUFINA.- Precisamente.
RUFINA.- ¡Qué! ¿Padece usted de esplín?
ALEJO.- Très-bien.
ALEJO.- ¡Ah! Si parezco un bretón;
JESÚS.- (¡Y lo sufro yo!) pero pronto se me pasa:
Tomando un vaso de ponch,
ALEJO.- La estación está pluviosa; o una copa de coñac,
y el aire, y ese frescor  como si tal cosa estoy.
de las mañanas... Pero variando de asunto,
¿Julieta está aquí o salió?
RUFINA.- Así es.
RUFINA.- Por dentro anda esa loca.
ALEJO.- ¿Y usted, Monsieur...? ¿Guapetón?
ALEJO.- ¿Siempre hechicera?
JESÚS.- Sí, señor.
RUFINA.- Favor 
ALEJO.- Me alegro mucho. que usted le hace.

JESÚS.- Gracias. ALEJO.- Nada de eso.


Lo que es suyo, eso le doy.
RUFINA.- Prudencia por Dios. Mucho más merece.
(Bajo a don Jesús).
RUFINA.- Gracias.
ALEJO.- Usted va de promené,
según lo que viendo estoy. ALEJO.- Esas le tocan a Dios.
¡Pero con capa...! ¿Quién usa A quien parecerse tiene:
ya ese ropaje español? su mamá es una flor 
Parece que usted viviera aromática y hermosa...
en los tiempos de Godoy .
RUFINA.- Usted me avergüenza...
JESÚS.- Yo me visto como quiero. (Con coquetería).

RUFINA.- ¡Qué respuesta! ¡Cuándo no! ALEJO.- ¡Oh! No.

ALEJO.- Póngase usted un Lord Ragland, RUFINA.- A sus ojos…


que es el traje comm’il
c omm’il faut;
donde Rosack compré el mío, ALEJO.- Todo el mundo
Y pintado me salió. hace igual observación.
Me costó caro, verdad;
pero es el que sirve hoy RUFINA.- Los partos me han acabado;
de modelo en todo Lima. y este tiempo que es atroz
¡No es extraño! Tengo yo ¿qué quiere usted? tanta guerra,
un gusto tan exquisito... tanta peste. Ni sé yo
y luego me ha dado Dios cómo tengo todavía
un cuerpo tan... ¿No es así? cara de gente ni...
(A Da. Rufina después de mirarse).
ALEJO.- ¡Stop!
RUFINA.- ¿Quién lo duda? Sí señor. que esa hermosa perspectiva
desmiente tal aserción.
JESÚS.- (¡Habrá mayor mentecato!)
Por no escucharlo me voy. RUFINA.- ¡Qué, Don Alejo!
Hasta luego, mi señora.
Caballero... ALEJO.- Está usted
de olor, color y sabor.
ALEJO.- Servidor.
RUFINA.- Yo me casé de trece años…
JESÚS. (Ya te compondré yo el bulto).
ALEJO.- Se conoce.

ESCENA III RUFINA.- Y no llegó


el quinquenio sin que...
DOÑA RUFINA y DON ALEJO
ALEJO.- Ya...
ALEJO.- Mala está la guisa hoy.
RUFINA.- Pues...
JULIANA.- (¡Agua que este hombre se quema!)
ALEJO.- Eso era de cajón.
¿Y qué hace Mademoisèlle? ALEJO.- Todo por ese arrebol.
Sí, Julieta, mia Julietta,
RUFINA.- No sé, estará al bastidor. más brillante está usted hoy,
Voy a llamarla... ¡Julieta! que el lucero matutino
antes de que salga el sol;
ALEJO.- Déjela usted: ya me voy. más seductora que Venus,
más robusta que Nemrod,
RUFINA.- ¿Tan pronto? y de más aprecio y valía
que las minas de Tirol.
ALEJO.- Tengo que hacer;
pero volveré. RUFINA.- Contesta.

RUFINA.- ¡Ay señor! ALEJO.- Déjela usted;


¿dónde andará esta muchacha? harto dice su rubor,
¡Julieta...! quien calla otorga.

ALEJO.- No hay precisión. RUFINA.- ¡Ay amigo!


Déjela usted, no la llame, ¡Como esta niña no hay dos!
mas luego tendré el honor  Es huraña como un gato.
de presentarme. ¡No sé a quién diablos salió!
s alió!
Y ya se hace indispensable
RUFINA.- ¡Qué hechura! desterrarle ese amargor;
usted que ha de ser su esposo
está en esa obligación.
ESCENA IV Púlala usted, descortécela.
Repréndala usted, por Dios,
DOÑA RUFINA, DOÑA JULIANA Y DON ALEJO porque su padre...

JULIANA.- Mamita. ¿Usted me llamó? ALEJO.- Su padre


es del tiempo de Guirior .
RUFINA.- ¡A buena hora te apareces! ¡Usa capa...!
Te llamé, porque el señor 
ha preguntado por ti. RUFINA.- ¿Ni qué entiende
de gusto ni ilustración?
JULIANA.- ¿Por mí? Es tan... pues...

RUFINA.- ¡Qué contestación! ALEJO.- Un bonus vir.


por ti: ¿por quién ha de ser?
RUFINA.- Eso es; una alma de Dios.
JULIANA.- Como nadie me avisó.
ALEJO.- ¡Eh, bien! queda a mi cuidado.
c uidado.
RUFINA.- ¡Jesús! ¡Nunca has de ser gente! Yo haré que lea a Rosseau,
¡No sé cómo no te doy a Volney, Pigault Lebrun,
un pellizco que te aturdo! a Voltaire, Walter Scott,
¡Qué animal eres! a Eloisa y Abelardo,
a Ovidio, al Barón de Humboldt,
JULIANA.- Por Dios, y a otros autores modernos
mamá... que hablan sobre educación.

RUFINA.- ¡Mamá...! ¡Sinvergüenza! RUFINA.- Muy bien. Y el canto y el baile,


y otras cosas así...
JULIANA.- (¡Caramba!)
ALEJO.- ¡Oh!
RUFINA.- ¡Qué condición! Para eso me pinto solo.
No hay coreógrafo cual yo.
ALEJO.- Madame, ne vous fachéz pás; A Bernardelli y su esposa,
Todo eso lo hace el pudor: a Magin y a la Mulot,
yo a su edad era lo mismo. les apuesto a hacer piruetas
Mire usted; una ocasión diez onzas contra un doblón.
andaba tras una dama, En el canto ¡oh! en el canto
como gorgojo en arroz, es donde yo hago furor.
con el fin de que me diese No lo digo por jactancia,
un rendéz-vous en su maison, pero tengo yo una voz,
y, al verla, se me dormía que Mirandola a mi lado
la mandíbula inferior. no es más que un gallo capón,
y Rossi Corsi no sabe
RUFINA.- Mira... el señor Don Alejo ni lo que es un si bemol.
dice que te ama y... El dúo del Belisario
será la primera lección
ALEJO.- ¡Oh! que le dé a Julieta. Luego...
En cuanto a caso, ni Orosmán, Pero acá, para inter nos,
ni Orlando, ni Agamenón, atienda usté este trocito
ni todos los que han sentido para que juzgue mejor.
el aguijón del amor, ¿Vedi tu questo pugnale?
sufrieron el voraz fuego (Canta).
en que arde mi corazón. Se ti fugge una parola;
¿Vedi tu questa pistola,
Caricata a doppia palle? La misma, ni más ni menos
¿Qué tal? que de la leche al betún.
El uno hasta por los poros
RUFINA.- Bien, perfectamente. derrama gracias y luz,
y el otro es más animal
JULIANA.- (¡Jesús! qué hombre tan simplón!) que un borrico o que un atún;
pero con mi buen marido
ALEJO.- En seguida aprenderá hace un excelente albur.
aquella aria del doctor  Fuera lástima por cierto
Dulcamara; ¿la ha oído usted? que semejante avestruz
cargara con una niña
RUFINA.- No me acuerdo ahora. que apenas sabe la Q;
pero que tiene, eso sí,
ALEJO.- Pues voy mucha trastienda y virtud;
a darle una idea... y máxime cuando dicen
que anda de continuo a flus,
RUFINA.- ¡Qué...! y que no tiene otro oficio
que el de cerero o tahúr.
ALEJO.- Ei move y... No hay miedo. No se saldrán
(Queriendo cantar) con su gusto al bultuntún,
porque antes que yo consienta
RUFINA.- ¡Superior! que mi hija cargue tal cruz,
a ella, a su padre y a mí
ALEJO.- Y paralitici... nos llevará Belcebú.

RUFINA.- Basta. JULIANA.- (Ni me he de casar tampoco


con el otro zamplamplús.
ALEJO.- Siquiera este calderón. A buen seguro; primero
me encerrará un ataúd).
RUFINA.- Es suficiente, no más.

JULIANA.- (Mejor entona un perol). ESCENA VI

ALEJO.- En fin, yo le enseñaré DOÑA RUFINA


cuanta aria, cuanta canción,
cuanto dúo y cuanto trío, Alzaría en todo Lima
en el mundo se inventó. el tal casorio un runrún
que hasta en los papeles públicos
RUFINA.- Muy feliz va a ser Julieta iría de Norte a Sur.
con tan sabio preceptor. ¡Julieta...! Ya se marchó.
¡Qué rehilete! ¡Jesús!
ALEJO.- Con tal madre y tal esposa Nadie más que ese muñeco
nadie más feliz que yo. la trae en esta inquietud.
En fin, Madama, me marcho, ¡Conmigo está! ¡Cuando venga
tengo que ver a un deudor, lo pondré de oro y azul!
que me ha dicho que se embarca ¡Julieta! ¡Si de repente
luego para Copiapó ; me va a dar un patatuz
pero despacho al instante. de lidiar con este diablo!
¡Quien lo paga es mi salud!
s alud!
RUFINA.- Si hoy no es día de vapor.

ALEJO.- Se va en otro buque... con que... ESCENA VII


divina Julieta, adiós.
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA.
JULIANA.- Adiós, caballero.
CATITA.- Deo gracias.
RUFINA.- ¡Niña!
RUFINA.- ¡Oh! ¡Ña Catita!
ALEJO.- Madama, tengo el honor...
CATITA.- ¡Déjame que vengo muerta!
RUFINA.- ¿Hasta luego? ¡Ay Jesús!

ALEJO.- Sí, hasta luego. RUFINA.- ¿Cómo está usted?

RUFINA.- ¿Lo aguardo? CATITA.- ¡Con un dolor de cabeza


que no veo!
ALEJO.- Antes de las dos.
Yo di te memoria viva RUFINA.- Habrá usté estado
Sempre, o cara, serveró. metida hasta ahora en la iglesia.

CATITA.- ¿Qué quiere, hijita, que haga?


ESCENA V ¡El Señor me dé paciencia!

DOÑA RUFINA Y DOÑA JULIANA RUFINA.- Pero si está usted así...

RUFINA.- Una mina hemos hallado. CATITA.- Y con la boca muy seca,
Este hombre vale un Perú. y el estómago en un hilo.
¡Qué enorme es la diferencia
que hay de él al otro gandul! RUFINA.- ¡Válgame Dios! También llega
usted tan tarde. No importa ¡Qué desgracia!
porque que haya en la alacena
alguna cosa. Yo creo RUFINA.- Ña Catita,
que guardó la cocinera cada día más me pesa
un poco de caldo. Sí… haberme unido con él.
que lo caliente. ¡Manuela!
CATITA.- No hay mal que por bien no venga.
CATITA.- Dios te lo pague, mamita.
Pero escucha; mejor fuera RUFINA.- Yo sola tengo la culpa.
un poco de chocolate, No faltó quién me advirtiera
porque hoy creo que son témporas, el geniazo que tenía;
y el ayuno... pero yo, niña inexperta,
cerré el ojo y me casé
RUFINA.- Mandaremos con ese perro de presa.
a comprarlo... Bien merecido me está.
Bastante caro me cuesta
CATITA.- No; no, deja; La ansia de tener marido.
tomaré cualquier cosa.
Te molestas… CATITA.- ¿Por qué no haces la promesa,
a fin de que se componga,
RUFINA.- ¡Qué molestia! de ir en el año que entra,
descalza echando sahumerio,
CATITA.- ¿Y cómo va por acá? hasta Santa Ana siquiera,
al Señor de los Milagros?
RUFINA.- Siempre, Ña Catita, en guerra. Puede ser que te conceda
este Señor lo que pides.
CATITA.- ¿Con que no hay forma que entre Vamos a ver; haz la prueba.
tu marido por vereda?
RUFINA.- ¡Ojalá que en eso solo,
RUFINA.- Cada día está más terco; Ña Catita, consistiera!
no hay que tocar otra tecla
sino matarlo o dejarlo. CATITA.- Pero hablando de otra cosa.
Ahora he tenido una gresca ¿No sabes que la Malena
con él, pero para nada. peleó ayer con su marido?
¡Si es más duro que una peña! La puso, hija, como nueva.
¡Serrano, había de ser!
CATITA.- ¡Y quién lo ve! Daba compasión el verla.
¡Tenía la cara, así...!
RUFINA.- Sí, señor; ¡Tamaña!
pero es más malo que Gestas.
RUFINA.- ¡Qué desvergüenza!
CATITA.- ¡Qué trabajo! ¡Cómo siento
lo que este hombre te atormenta! CATITA.- Pero ya se ve; si tiene
Pero ya se compondrá. también tan poca cautela.
(Con misterio). Recibir, niña, visitas
Hace poco que en la iglesia cuando el otro sale fuera,
ideaba cierto proyecto... sin poner, por lo que potest,
uno que aguaite en la puerta.
RUFINA.- ¿Sobre esta misma materia? Pero ya, gracias a Dios,
están como unas ovejas.
CATITA.- Y con el favor de Dios Y agradézcanmelo a mí,
nos ha de salir de perlas. y a la buena moza aquella
Adentro te lo diré, que te he contado otras veces
que ahora no está mi cabeza que tiene tan ricas prendas,
para nada. ¡Ay! ¡Ay...! sin que nadie sepa hasta ahora
cómo ni de dónde vengan,
RUFINA.- ¿Qué es eso? que fuimos las que mediamos
¿Le ha dado a usted la jaqueca? para que en paz se pusieran...
Pero, hija, por vida tuya,
CATITA.- No es cosa, hijita. Estas beatas, no sea que esto se sepa.
que son unas sinvergüenzas,
son las que me han de quitar  RUFINA.- ¡Cómo, Ña Catita!
la vida. ¡Ay, qué gente esta!
¿Creerás que se están las más CATITA.- ¡Ay, hija!
toda la mañana entera Yo no quiero que me metan
al pie del confesionario, en cuentos. ¡Pobre de mí!
en consultitas secretas
con el padre, y con risitas RUFINA.- No soy, Ña Catita, de esas.
y otras dos mil morisquetas,
sin dejar que una se llegue CATITA.- Mas, volviendo a tu marido,
a descargar la conciencia? ¿Conque es un maula completa?
¡Que Dios las haga unas santas!
Y mira, hija, si no fuera RUFINA.- Le digo a usted, Ña Catita,
pecado hacer malos juicios que estoy pasando las penas
y darle gusto a la lengua, del infierno con ese hombre.
yo diría que estas cosas Sabe Dios que si tuviera
no pueden ser nada buenas. un buen empeño le haría
¡Qué tal! ¿Con que tu marido dar algún destino afuera.
te trata como una negra?
CATITA.- Yo, mamita, nada valgo. Vamos a esto, ¿y Julianita
Soy un huanchaco en mi tierra: qué cara a estas cosas muestra?
si no, con dos mil amores Por supuesto que se inclina
te haría esa diligencia. al sujeto y...
No conozco en Lima más
que a Fray Juan Salamanqueja, RUFINA.- Ni lo piensa:
a Fray Rufo, a una monjita es muy caprichuda, mucho.
de allá de las Nazarenas; Y como aquel otra pieza
y a otras personas así, ha logrado embaucarla
que, de la misma manera con sus desplantes y quejas,
que tú, me dan un bocado está, niña, que parece
y un trapo, porque me aprecian. un gallito, la muy puerca.
¡Soy tan pobre...! Ya lo ves... Ahora poco estuvo aquí
Ni sé, ni sé, cuándo tenga don Alejo a hablar con ella.
para hacerle unas motitas ¡Y si la hubiera usted visto!
a un pañuelito de seda, ¡Qué palabrotas tan secas,
que le estoy ahora cosiendo le contestó! Casi, casi
al padre que me confiesa. me caigo de rabia muerta.
Si alguien me hiciera el favor  Se me iban y me venían
de prestarme una peseta, los colores de vergüenza.
un alma del purgatorio Y él que es, como usted sabe,
sacara con su fineza. de tanta delicadeza,
y tan puntilloso...
RUFINA.- Tome usted.
CATITA.- ¡Oiga!
CATITA.- ¡Dios te haga santa!
¡Dios te dé su gloria eterna! RUFINA.- Disimulaba.
¡Quien tuviera la fortuna
de tu comadre Teresa, CATITA.- A la fuerza.
que se sacó la de a mil Eso tiene, Rufinita,
en baca con la chilena! dejarle la rienda suelta.

RUFINA.- ¿Qué me cuenta usté? RUFINA.- ¿Pero qué haré, Ña Catita?

CATITA.- Así dicen. CATITA.- Nada: a una niña doncella


Y dime, si así no fuera, se le mete en cartabón,
¿de dónde hubiera sacado que quieras o que no quieras.
para comprar ricas medias, Si no, tal vez llegue el día
pañuelos de siete onzas, que te embista y que te muerda.
dormilonas y pulseras... Dios no permita que a ti,
para ir a los Amancaes, en la vida, te suceda
al Callao, y a la comedia, lo que a una niña que habita
cuando no ha tenido nunca enfrente de mi vivienda,
ni montepío ni renta? que se ponen ella y su hija
Chocolate que no tiñe... lo mismo que dos placeras.
Tampoco estás tan de sobra,
RUFINA.- Claro está. para que así, por simplezas,
desprecies el fortunón
CATITA.- ¡Y no nos venga que te se entra por las puertas.
con que le da la costura Don Alejo es un partido
para esas y otras fachendas! que así no más no se encuentra.
Porque, hija mía, por mucho ¡Cuántas, hija, se darían
que pinten las costureras, de santos con una piedra,
tirando aguja no más porque el cielo les mandase
nadie sale de pobreza. una manada como esta!
Si no se ha sacado la suerte Los hombres, hoy en el día,
yo no sé, pues, lo que sea; no se casan tan a secas,
al menos que un cambullón... pues como están a tres dobles,
pero no, ya se supiera. buscan solo conveniencia.
A menos que un extranjero...
RUFINA.- Pues yo celebro infinito ¡Estos, sí, tienen pesetas!
que tanta fortuna tenga, Pero, hija, nuestros paisanos
con eso me pagará con tanta vuelta y revuelta
veinte pesos que me adeuda. han quedado casi todos
como gallina culeca.
CATITA.- Lo dicho: porque también
es demasiada llaneza RUFINA.- Mírela usted; aquí viene.
echarse así con la carga,
con lo que nada le cuesta. CATITA.- ¡Qué lástima que se pierda!
Cóbrale, sí. ¿Ya no están
ustedes dos en reyerta?
ESCENA VIII
RUFINA.- Sí, pero eso no opone
a que cancele sus deudas. DICHOS, JULIANA

CATITA.- ¡Y siendo un pico tan corto! JULIANA.- ¿Me llamaba usted, mamita?
¡Mucha intemerata es esa!
Nada, que pague; y si no RUFINA.- ¿Dónde te fuiste, muchacha?
a la Intendencia con ella. Pareces, mujer maldita,
que estuvieras con caracha. lo ves con indiferencia,
No paras en parte alguna; ya mudarás de consejo
y por Dios que me alegrara tratándolo con frecuencia.
que fuera de esa perruna,
cosa que nunca sanara. RUFINA.- Sobre todo, Ña Catita,
¡Lo has hecho de mil primores ¡qué amor ni qué patarata!
contestando a Don Alejo!
CATITA.- Dice muy bien tu mamita,
JULIANA.- Si no me dijese amores es mucho cuento la plata.
no le mostrara entrecejo. Hasta la pena más dura
se ablanda con el dán dán;
CATITA.- Habla con menos descoco y como dice el refrán,
de un sujeto tan instruido, amor, con hambre no dura.
que debe dentro de poco, Tu novio la tiene pues;
hijita, ser tu marido. me consta, no son fachendas:
la mitad puesta a interés,
JULIANA.- ¿Mi marido? con la otra da sobre prendas.

RUFINA. ¡Sí, señor! RUFINA.- Y luego, niña, aquel corte


¡No empieces a incomodarme! tan fino, tan caballero...
nadie diría en su porte
JULIANA.- A quien yo no tengo amor  sino que es un extranjero.
no podré nunca ligarme.
CATITA.- ¡Ay, hija, y tiene una casa
RUFINA.- ¿No la oye usted? Si me está con todo lo necesario!
provocando esta insolente. Parece cuando uno pasa
que está viendo un relicario.
JULIANA.- Dispénseme usted, mamá: ¿Y caridad? ¡Mucho de eso!
voy a hablarle francamente. No lo digo por lisonja,
Usted pretende casarme anteanoche me dio un peso
con un hombre que no estimo, para una que entró de monja,
y porque de ello me eximo Y también en ocasiones
me trata con frenesí. me da a mí su real o dos,
Sin embargo, yo no puedo por eso en mis oraciones
manifestarme insensible siempre lo encomiendo a Dios.
a la existencia terrible
que diviso sobre mí. JULIANA.- Será cuanto hay; yo no trato,
El lazo del matrimonio Ña Catita, de apocarle.
no dura dos o tres días;
deben tener simpatías, CATITA.- A la suela del zapato
los que se estrechan con él; muchos quisieran llegarle.
si en uno y otro consorte
recíproco amor no mora, JULIANA.- Con todo, ese matrimonio
será tener a toda hora pararía siempre en mal.
en la garganta un cordel.
Reflexione usted sobre esto; RUFINA.- ¡Te casarás, pesiatal,
compadézcame, no sea o te llevará el demonio!
que después cuando me vea Basta, en fin, de toma y daca.
llorar el perdido bien, o aquí va a haber maravillas.
aunque tarde, se arrepienta ¡Tanta lisura la saca
de sus iras maternales, a una, ya de sus casillas!
y mis angustias mortales Cuenta, pues, cómo le pones
sufra su pecho también. mala cara a Don Alejo,
Aún es tiempo todavía; porque entonces no hay razones
con sumisión se lo pido. sino que te despellejo.
con semejante marido Y cuidado, te repito,
yo no puedo ser feliz. si admites más cuchicheos
No lo amo, mamá, no lo amo; de ese pícaro mocito
perdone usted que así le hable: que te anda, haciendo rodeos.
casarme con él no es dable, Dile que nunca jamás
sería hacerme infeliz. me ponga los pies aquí.

RUFINA.- ¡Qué tal, pues! ¡Cuánto sabía! JULIANA.- Pero, mamita...


¡Si me ha dejado pasmada!
¡Qué demonio! RUFINA.- No más
piense burlarse de mí.
CATITA.- ¡Ave María! ¡Buena es la hija de mi madre!
Que toda esperanza pierda.
RUFINA.- ¡Estás bien aconsejada!
JULIANA.- Veré a mi padre...
CATITA.- Mira, el amor es un niño
que desagrada y fastidia RUFINA.- Tu padre
y a quien no se hace cariño es aquí un cero a la izquierda.
cuando con él no se lidia;
pero que en fuerza de trato JULIANA.- Señora
se le toma tal pasión, (como suplicante).
que parece lindo y ñato
lo que es feo y narigón. RUFINA.- ¡Calla te digo!
Así, si ahora a Don Alejo
JULIANA.- ¿Pero por qué...? De mi situación, Mercedes,
formarte una idea puedes
RUFINA.- Yo lo mando, por lo que acabas de oír,
y oye, ¡cuidado conmigo! y lo peor es que el consuelo
sino se lo pido al cielo
JULIANA.- (¡Jesús, qué vida! ¡Hasta cuándo!) ¿a quién lo voy a pedir?
p edir?
A donde vuelvo los ojos
RUFINA.- ¡Pues no faltaba otra cosa! no encuentro más que sonrojos
Vamos, Ña Catita. Porque no falto a mi fe.
Todos, todos me abandonan,
CATITA.- Vamos. todos contra mí se enconan,
¿qué haré, Mercedes, qué haré?
RUFINA.- ¡Desvergüenza de mocosa!
MERCEDES.- ¿Por qué no habla usté a su padre?
CATITA.- ¡Jesús! ¡En qué tiempo estamos!
JULIANA.- ¿Y si apoyase a mi madre?

ESCENA IX MERCEDES.- Verdad, imposible no es.

DOÑA JULIANA JULIANA.- Por eso te he suplicado


que lleves este recado.
Pues mi madre se equivoca.
Solo que me vuelva loca MERCEDES.- Si usted se empeña, iré pues.
consentiré en esa unión.
No porque la ame y respete JULIANA.- Anda, sí, que me precisa
logrará que me sujete hablar con él. Date prisa,
a tan dura condición. no vaya a caer en la red.
aunque libre me encontrara Dile que venga sin falta,
nunca con él me casara, que mi madre está que salta...
pues no lo puedo sufrir.
Antes me iría a un convento, MERCEDES.- Ya es inútil, véalo usted.
sin el menor sentimiento,
si es posible, hasta morir. ESCENA II

 _____________________  DOÑA JULIANA, DON MANUEL y MERCEDES.

ACTO SEGUNDO JULIANA.- ¡Dios mío! Si ahora mi madre...

ESCENA I MERCEDES.- Aquí lo tiene usted, pues;


creo que yo estoy demás;
DOÑA JULIANA, MERCEDES. la dejo sola con él.

MERCEDES.- ¿Y para qué, señorita, ESCENA III


darle de noche una cita
cuando siempre viene aquí? DOÑA JULIANA Y DON MANUEL.
¿No ve usted que eso sería
excitar la habladuría?
Yo, al menos, lo pienso así. MANUEL.- ¿Qué es esto? ¿Por qué te asustas?
¿Te causo yo ese desdén?
JULIANA.- Mercedes, si tú pudieras ¿Qué tienes?
penetrar aquí, me dieras
sin trepidar la razón. JULIANA.- No tengo nada.
Verías cuánto padece,
cuánta lástima merece MANUEL.- ¿Habré podido tal vez
este pobre corazón. Ofenderte en algo? Dilo.
Aquí arde, amiga, una llama No acierto en qué pueda ser.
que penetra, que se inflama
cada día más tenaz, JULIANA.- En nada, amigo. Pensaba,
y extinguir no me es posible lo que puede el interés.
el poder irresistible
de este fuego tan voraz. MANUEL.- ¡El interés! yo no tengo
En vano a veces lo intento, otro que quererte bien.
porque es mayor mi tormento, Tu amor, Juliana, me basta,
más grande mi frenesí. y tan feliz soy con él
¿Mas cómo hacerlo podría que no envidio en este mundo
si el mismo afán y agonía ni la grandeza de un rey.
él también sufre por mí? ¿Y tú no me amas, Juliana?
Mi madre lo sabe todo;
y con rabia, y con mal modo JULIANA.- Manongo ¿y tú no lo crees?
me ha reprendido mi amor;
porque pretende casarme, MANUEL.- Entonces en una choza,
más claro, sacrificarme en un desierto seré
a un hombre a quien tengo horror. dichoso, estando a tu lado,
Me ha dicho que en este asunto y lo serás tú también.
no cederá un solo punto, Mi gloria será adorarte,
pues dio su palabra ya; mi gozo estar a tus pies,
y que si acaso me niego, y mis brazos suficientes
sin atender a mi ruego, para tu apoyo y sostén.
su maldición me echará. Pero te siento algo inquieta...
él me dio segundo ser,
JULIANA.- Escucha... ¿Alguno nos ve...? y hasta ahora nunca ha faltado
(Viendo por la sala). a la prometida fe.
Nuestro amor le es conocido
MANUEL.- No, nadie. ¿Qué pasa? Acaba: porque lo ha visto nacer,
explícate de una vez. y yo creo que podemos
descubrirle...
JULIANA.- Me quieren casar.
JULIANA.- Calla, que él
MANUEL.- ¿Casarte? llega.

JULIANA.- Como lo oyes. MANUEL.- Hablémosle, Juliana.

MANUEL.- ¿Y con quién? JULIANA.- Ahora no... calla; después.

JULIANA.- Con Don Alejo.


ESCENA IV
MANUEL.- ¡Imposible!
DOÑA JULIANA, DON MANUEL Y DON J ESÚS
JULIANA.- Cierto.
JESÚS.- ¡Hola, muchachos! ¿Qué se hace?
MANUEL.- No lo puedo creer.
¿Quién te ha de querer tan mal? MANUEL.- Nada, señor.
Alguna burla tal vez
que quieren hacerte... JESÚS.- ¡Ah! Manuel,
necesito hablar contigo,
JULIANA.- No. no te vayas.
Te equivocas, verdad es.
No ha mucho que me lo ha dicho MANUEL.- Está bien.
aquí mi madre.
JESÚS.- Voy un momento a mi cuarto
MANUEL.- ¿Y por qué a buscar cierto papel
te quieren forzar así...? que me precisa. Ya vuelvo.
Eso es injusto, es cruel. ¡Cuidado con irse, eh!
¿Y tú qué dices, Juliana?
MANUEL.- No, señor.
JULIANA.- ¿Yo? Que antes consentiré
en casarme, si es posible, ESCENA V
Con el mismo Lucifer.
DOÑA JULIANA Y DON MANUEL
MANUEL.- ¿Pero tu madre...?
MANUEL.- Y bien, Juliana,
JULIANA.- Ella misma. ¿qué dices ahora? ¿Lo ves?
Oye, y me dijo también ¡Qué bondad! ¿No te lo dije?
que te intimara que nunca ¿Tienes aún por temer?
pusieras aquí los pies. Te sobrecoges en vano.

MANUEL.- ¿Pero qué motivo ha habido? JULIANA.- Yo nada temo, Manuel.


¡Si es cosa de enloquecer! Si no me caso contigo,
con nadie me casaré.
JULIANA.- Sin duda que ese buen hombre En balde opondrá mi madre
le ha vuelto el mundo al revés, a mi elección su poder,
y ha logrado deslumbrarla porque nunca logrará
con un brillo de oropel. darme esposo a su merced.
Yo la venero, la aprecio,
MANUEL.- ¿Y tu padre...? mas no al extremo de hacer 
la desgracia de mi vida
JULIANA.- No, mi padre por mostrarle timidez.
no ha hablado ni mal ni bien Si me equivoco, corriente...
de este asunto. yo misma tendí la red,
y a nadie podré quejarme
MANUEL.- Ni lo lo hará; del mal que yo me busqué.
eso yo muy bien lo sé.
Su palabra es muy sagrada MANUEL.- No, bien mío; no, jamás
y mucha su sensatez, Te podré yo ser infiel.
para que violente a su hija ¡Ah! ¡Si esa misma firmeza
por un mezquino interés. tuviera toda mujer,
Cuando mi infelice padre qué de escándalos se ahorraran,
se encontraba moribundo, qué de lágrimas también!
y acongojado a la vez, Ven acá... Dame un abrazo.
no por dejar esta vida Repíteme eso otra vez.
de ilusiones y de hiel, ¡Ojalá oyera tu madre
sino porque yo quedaba tales protestas de fe!
sin su amparo en la niñez, ¡Oh! ¡qué ventura! Otro abrazo.
en el lecho de la muerte
tu padre el único fue RUFINA.- ¡Qué tal! Mírelos usted.
que enjugó su triste llanto (A Ña Catita)
con noble desinterés.
Él cuidó mi orfandad, JULIANA.- ¡Mi madre viene!
MANUEL.- ¡Por Dios! Que si me molesta...
MANUEL.- ¡Qué importa!
RUFINA.- ¿Qué hará usted? ¿Me pegará?
Eso no más falta ya
ESCENA VI para coronar la fiesta.

DOÑA RUFINA, DON MANUEL, DOÑA JULIANA y ÑA MANUEL.- Señora; sé demasiado


CATITA. lo que se debe a una dama;
de otro modo...
RUFINA.- ¡Pícaros! ¡Por vida de...!
RUFINA.- Esto se llama
MANUEL.- ¡Señora... ! tras de cornudo, apaleado.
(La contiene).
MANUEL.- Basta, señora.
RUFINA.- ¡Faltarme así
¡Suelte usted! RUFINA.- ¡Atrevido!
Mándese mudar.
MANUEL.- No se violente.
MANUEL.- No puedo.
RUFINA.- ¿Este mozón indecente Aquí señora me quedo
qué hace, señorita, aquí? aguardando a su marido.
¿No he dicho ya que no gusto
que me pise estos umbrales? RUFINA.- Mi marido está en la calle,
Lo que quieren estos tales sálgale usted al encuentro.
es matarme de un disgusto.
MANUEL.- No, mi señora, está adentro,
JULIANA.- Mamita... y es forzoso que aquí me halle.

RUFINA.- Mira, ¡canalla! RUFINA.- ¡Mire usted cómo se entona!


¡Si te agarro...! Verás ahora... Por esa desvergonzada...

MANUEL.- ¡Deténgase usted, señora! CATITA.- No le hagas caso.

RUFINA.- ¡Quite usted! RUFINA.- La criada


se me ha vuelto respondona.
JULIANA.- Pero si...
MANUEL.- Pues no saldré, le prevengo.
RUFINA. Calla,
¡Cochina! RUFINA.- El que de fuera vendrá
de casa nos echará.
CATITA.- Déjate de eso.
MANUEL.- Yo tal intención no tengo.
MANUEL.- Oiga usted...

RUFINA.- ¡Juan de la Coba!


Coba! ESCENA VII

CATITA.- ¡Vaya...! DICHOS Y DON ALEJO

RUFINA.- Si tomo la escoba ALEJO.- (Esto anda en son de combate)


no le dejo sano un hueso.
CATITA.- Ve quién viene.
MANUEL.- Yo a su hija de usted la quiero
no con mal fin. RUFINA.- ¡Hola, mi amigo!
Adelante. Aquí conmigo.
RUFINA.- ¡Bribonazo! (Le da un tirón a su hija y la pone a su lado).
Le ha tendido usté ese lazo
y la trae al retortero. ALEJO.- ¿Interrumpo yo el combate?
Ahora mismo... yo lo mando.
váyase usted de mi casa. RUFINA.- ¡Qué! no, señor.

MANUEL.- Señora, usted se propasa. ALEJO.- Si incomodo...

RUFINA.- Salga usted de aquí volando. RUFINA.- Usted aquí a nadie inquieta.
Usted no se ha de casar 
con ella, no. ALEJO.- Puede ser sesión secreta...

MANUEL.- ¿Y por qué no? RUFINA.- No, señor, de ningún modo.


Son disturbios de familia
RUFINA.- Porque ya he dispuesto yo que nunca faltan.
a quién se la puedo dar.
ALEJO.- Ya estoy.
MANUEL.- Contra mi gusto.
RUFINA.- Vete tú
tú adentro.
RUFINA.- ¡Chitón!
JULIANA.- Ya voy.
JULIANA.- Podrá usted matarme, sí,
pero disponer de mí, CATITA.- (Aquí va a haber miravillia).
 jamás sin mi aprobación.
ESCENA VIII a quienes Dios ha formado,
como se dice, a machote;
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA, DON MANUEL Y DON ALEJO esto es, juiciosos y rectos,
aunque de alcances mediocres,
RUFINA.- Tengo que hablar con usted, y no entrará en picardías
si usted gusta que pasemos. por cuanto existe en el orbe.
Además, nuestro cariño
ALEJO.- Como usted disponga. hace tiempo que conoce,
y aún me atrevo a asegurar 
RUFINA.- Entremos. que lo aprueba desde entonces.
Pero sea como fuese:
ALEJO.- Hágame usted la merced... si están sus padres conformes
Con permiso, mon ami. en obligarle a casarse
(A Manuel, al irse). con ese zampalimones,
RUFINA.- Bótelo usted... que se vaya. ella y yo también estamos
(Al oído de Ña Catita por DON Manuel). en ser constantes acordes,
y no habrá humano poder 
MANUEL.- (Esto ya pasa de raya). que tuerza nuestros amores.
¿A qué hora saldrá su padre…?
CATITA.- El enemigo anda aquí.

ESCENA XI
ESCENA IX
DON MANUEL y MERCEDES.
DON MANUEL y ÑA CATITA.
MERCEDES.- ¡Don Manuel!
MANUEL.- Ya no puedo tolerar 
tanto desaire en mi cara. MANUEL.- ¡Oigo mi nombre!
¿Quién es? ¡Ah! Mercedes, ¿qué hay?
CATITA.- Nada, con la misma vara...
MERCEDES.- Hable usted bajo.
MANUEL.- ¡Señora, no molestar!
MANUEL.- Nadie oye.
CATITA.- Si lo tomas tan a pechos Vamos Mercedes, ¿qué ocurre?
te volverás pronto loco.
MERCEDES.- Pues, señor... ¡Tengo un soroche!
MANUEL.- ¡Por Dios, que me falta poco...! No vaya a salir alguno...

CATITA.- No hay que subirse a los techos. MANUEL.- Acaba, con mil demontres.

MANUEL.- Déjese usted de sermones, MERCEDES.- Oiga usted... dice la niña...


señora mía. ¡Haya muela!
MANUEL.- ¿Qué dice? Pronto. No embromes.
CATITA.- ¡Señora, será su abuela!
¡Mozonasos, flamasones! MERCEDES.- Dice que de modo alguno
¡No se fueran al infierno! tenga usted provocaciones
con Don Alejo, porque eso
MANUEL.- Eso, señora, se saca... le causaría mayores
pesadumbres con su madre,
CATITA.- ¡Y dale con la matraca! cuyo despecho es enorme,
porque no puede lograr 
MANUEL.- Pero señora... que ella ceda a sus razones.
Dice, asimismo, la niña,
CATITA.- ¡Ande! ¡A un cuerno! que vuelva usted a la noche,
(Se entra precipitadamente). y que no hable ahora a su padre
ni un Jesús de sus amores,
porque sería exponerse
ESCENA X a infructuosas desazones
estando aquí Don Alejo.
DON MANUEL Conque, adiós; hasta la noche.
Váyase pronto... No sea
Está muy claro. Su madre que otra patazca se forme
me quiere dar pasaporte, entre la madre y el padre
para que esa pobre niña y usted, y ese tagarote.
admita por novio a un hombre, ¡Vaya! Tenga usted paciencia.
que le ha hecho ver montes de oro Adiós, y no se sofoque.
con simplezas y ficciones.
Pero mucho se equivoca, MANUEL.- Está bien; me marcharé.
porque yo no soy tan torpe No quiero mostrarme indócil
para abandonar el puesto a sus deseos.
sin decir oste ni moste,
mucho menos cuando su hija MERCEDES.- Bien hecho.
a mi afecto corresponde.
No obstante tengo un recelo MANUEL.- Obedezcámosla...
que el corazón me carcome.
¿Si apoyará o no su padre MERCEDES.- ¡Al trote!
tan inicuas pretensiones?
¡No puede ser! ¡Imposible! MANUEL.- Pero oye, dile que luego,
Don Jesús es de esos hombres estórbelo quien lo estorbe,
me declararé a su padre y aún estoy sin almorzar.
en terminantes razones,
y que no lo hago ahora mismo MERCEDES.- Bueno.
porque ella así lo dispone.
CATITA.- Si no hay, que lo compren.
MERCEDES.- Así lo haré... Pero váyase.
MERCEDES.- Muy bien.
MANUEL.- No te olvides.
CATITA.- Y házmelo espesito.
MERCEDES.- ¡Jesús, qué hombre!
MERCEDES.- Así se hará.
MANUEL.- No vaya a decir mañana
que no obedezco sus órdenes. CATITA.- Y mira, ponle
ponle
Adiós. un granito de sal.

MERCEDES.- ¡Acabáras! MERCEDES.- Bien.


¿Y qué más?

ESCENA XII CATITA.- Nada más. Corre.


(¿Creerá que me engaña a mí
MERCEDES y ÑA CATITA. su fingido coram vobis?)
¡Ujú!... ¡Cómo no…! ¡Ya va!
CATITA.- ¡Bueno!
MERCEDES.- (¡Tan fea! ¡Miren qué molde!)
MERCEDES.- (¡Ña Catita! ¡Qué demontre!).

CATITA.- (¡Aquí Manongo con ella! ESCENA XIII


Tiene esto su ágilis mógilis),
Merceditas. ÑA CATITA.

MERCEDES.- Mande usted. La almíbar, a lo que veo,


se va subiendo como de punto;
CATITA.- ¿Qué hablabas con ese joven? o mejor dicho, el asunto
se está poniendo muy feo.
MERCEDES.- Nada... le estaba diciendo Como en ese tiroteo
que se fuese... no saque yo una avería...
¡Ave María!
CATITA.- ¿Y por qué? ¡Pobre!
¡Pobre! Pero también es locura
la de su padre, cabal.
MERCEDES.- Porque iba a barrer. ¡Querer inferirle un mal
a esa pobre criatura,
CATITA.- ¡Ajá! con unirla a esa figura!
La cruz le hago. ¡Qué manía!
MERCEDES.- Y como se estaba inmóvil... ¡Ave María!
y como yo no quisiera Y si hace, al fin, el demonio
que me tenga por su cómplice... que se salga con la suya,
¿No lo cree usted? con caja y con chirisuya
nos publica el matrimonio.
CATITA.- ¡Cómo no! ¡Qué chasco, por San Antonio,
el de su madre sería!
MERCEDES.- Tuve que mandarlo... ¡Ave María!
Es verdad que no es patojo,
CATITA.- ¿A dónde? tuerto, ni mudo el tal nene...
Siempre es así quien no tiene
MERCEDES.- A noramala. dónde se le pare un piojo.
Pues... ¡Y ella que tiene arrojo
CATITA.- Mal hecho. de mostrarle simpatía!
Ese ha sido mucho golpe. ¡Ave María!
¿Te ha hecho algún daño? El otro es un candelejo
sin duda; mas tiene monis,
MERCEDES.- Ninguno y vale más que un Adonis
(¡Hipócrita!) sin más bienes que el pellejo.
Fuera de esto, don Alejo
CATITA.- Pues entonces no es tampoco de la cría...
has pecado mortalmente.

MERCEDES.- (Lo que eso a ti te supone) ESCENA XIV

CATITA.- Allá, en fin, tu alma y tu palma. ÑA CATITA y DON ALEJO

MERCEDES.- (¡Para quien no te conoce!) ALEJO.- ¡Ave María!


¡Aquí Ña Catita! ¡Cáspita!
CATITA.- Mira, dice Rufinita (Desollando está a algún prójimo).
que me hagas y no te embromes,
un poco de chocolate. CATITA.- ¡Hola! ¿Cómo va la brújula?

MERCEDES.- Voy. ALEJO.- Si sigue el viento tan próspero,


pronto echaremos el áncora.
CATITA.- Que son más de las doce
CATITA.- ¿De veras? cierto plan, que a ese fenómeno,
y a ese vejete energúmeno,
ALEJO.- De un modo sólido les ha de servir de tósigo.
van las cosas a su término.
ALEJO.- ¿Cuál es? Diga usté.
CATITA.- El ataque ha sido sofero.
Según lo ha expuesto la sílfide.
s ílfide. CATITA.- Una cábula,
que los va a dejar atónitos.
ALEJO.- Está contra mí hecha un fósforo.
ALEJO.- En fin, ahorremos las sílabas
s ílabas
CATITA.- ¿Sí? que nos hacemos monótonos;
entrégueme usted la tórtola
ALEJO.- Y como álcali volátil y me hará su eterno acólito.
Mas que sea con histérico,
CATITA.- ¡Sopla! llévela a casa en depósito.

ALEJO.- Y como éter vitriólico. CATITA.- (Eso se quisiera el pícaro).


Vaya, no sea estrambótico.
CATITA.- Lo que no es tener sindéresis. Admítala usted por cónyuge,
que el bocado no es de pórfido;
ALEJO.- O ser tonta, que es sinónimo. aunque sea por apéndice...

CATITA.- ¡Pobre muchacha! ALEJO.- (Ni tampoco como prólogo).

ALEJO.- Da lástima. CATITA.- (¡Válgame San Pedro Advíncula!


¡Ay! ¡Tengo el vientre como órgano!).
CATITA.- ¿Y su madre?
ALEJO.- Con qué, ¿quedamos...?
ALEJO.- Es un cronómetro,
en cuanto a puntual. CATITA.- (¡Incrédulo!)

CATITA.- Y rígida. ALEJO.- Ya usted sabe que soy pródigo.

ALEJO.- Y astringente como un teólogo. CATITA.- Y usted me entiende el intríngulis.


Tomará primero arsénico Déjeme, pues, con mi horóscopo.
que quebrantar sus propósitos.
ALEJO.- Entonces...
CATITA.- ¿Supongo que el fin es lícito?
CATITA.- Está usted en vísperas,
ALEJO.- Y romano y apostólico. yo soy muy mal pronóstico.

CATITA.- Porque si no, los escrúpulos... ALEJO.- ¡Eh bien! Soberbio. ¡Magnífico!

ALEJO.- Los tengo como un canónigo. CATITA.- Bailándome está el estómago.


(¡Se verá vieja más cándida!) (Que tardar para una jícara...).

CATITA.- No se meta usté a filósofo; ALEJO.- ¿Con que el epilogo es próximo?


p róximo?
porque en esta vida mísera,
lo dijo San Juan Crisóstomo, CATITA.- ¿Tiene usté obstruido el tímpano?
el que es impío y maléfico ¿No he dicho que sí? ¡Qué incómodo!
es así...

ALEJO.- Como antropófago. ESCENA XV

CATITA.- ¿Qué dice usted? DOÑA RUFINA, DON ALEJO y ÑA CATITA

ALEJO.- Que mi espíritu RUFINA.- (¿Si se habrá ido ya este mozo?).


no es al matrimonio indómito. ¿Cómo, amigo...?

CATITA.- Dios en premiar es espléndido, ALEJO.- Ese preludio


pero en castigar, lacónico. me indica que usted extraña
tener al frente mi bulto; pero...
ALEJO.- No necesito de estímulos.
RUFINA.- Permítame usted,
CATITA.- Ya lo sé. antes lo celebro.

ALEJO.- No soy estólido. ALEJO.- Punto.


Dos palabras, voy allá;
CATITA.- El que no observa el decálogo, en un instante concluyo.
es un hereje, un masónico. Al pasar por esta pieza...

ALEJO.- Vaya, déjese de antífonas; RUFINA.- Pero yo no le pregunto...


eso allá para los neófitos.
ALEJO.- Quise hacer a esta amiguita
CATITA.- ¿Con qué se niega la prójima? un afectuoso saludo,
¡Si tiene impulsos diabólicos! y como viniese a cuento
Pero, pobrecita, es víctima en el transcurso del dúo,
de los manejos más sórdidos. el estado de alza y baja
Ya pondremos luego en práctica en que se halla aquel asunto,
me he embromado, departiendo DON ALEJO y DOÑA RUFINA.
con ella... trece minutos.
(viendo su reloj). ALEJO.- ¡Qué amistad!

RUFINA.- Pues yo lo hacía a usted RUFINA.- Dígalo usted.


ya algo distante.
ALEJO.- No hiciera tanto Mercurio.
ALEJO.- De juro.
RUFINA.- ¿Algún amigo...?
RUFINA.- Y salí a ver si se había
marchado de aquí ese tuno. ALEJO.- Uña y carne,
como se dice en el vulgo.
ALEJO.- Parece que fuera brujo; ¡No he visto un hombre más vivo!
porque venía resuelta Estudiamos los dos juntos
a tener con él los mundos. topografía y mecánica,
y según dicen con fruto
en una aula que tenía
ESCENA XVI por allá... por el Refugio,
un tal don Félix Utroque ,
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA, DON ALEJO y MERCEDES muy conocido en el público.

MERCEDES.- Ña Catita, el chocolate. RUFINA.- ¿Don Félix Utroque?

RUFINA.- ¡Qué! ¿recién...? ALEJO.- Eso es.


Un español muy profundo.
CATITA.- Como un canuto
tengo las tripas. ¡Paciencia! RUFINA.- Creo que lo he oído mentar.
¡Y hoy que me obliga el ayuno!
ALEJO.- Es probable, no lo dudo.
RUFINA.- Vaya usted, pues. No solo aquí tiene fama,
la tiene hasta entre los turcos;
CATITA.- Allá voy. el que logra ser su amigo
es, en la tierra, hasta brujo.
MERCEDES.- Que se está enfriando.
RUFINA.- ¡Jesús!
CATITA.- ¡Qué apuro!
Vamos, pues. Conque adiosito. ALEJO.- No exagero nada.

ALEJO.- Felicidades. RUFINA.- Así será, no lo dudo.

CATITA.- (¡Qué yuyos!) ALEJO.- Pero dispénseme usted,


me retiro...
RUFINA.- ¡Pobre señora!
(A don Alejo). RUFINA.- Es un disgusto
para mí; pero si acaso
ALEJO.- Buena alma. a usted le precisa...

MERCEDES.- (Lo mismo que la de un chuncho). ALEJO.- Mucho.


Adiós, pues.
CATITA.- Vamos, Merceditas.
RUFINA.- Adiós... ¡Cuidado!
MERCEDES.- Vamos. No me lo sorprenda el cuco.
(Se queda en la puerta escuchando).
ALEJO.- No hay miedo, ya he dicho a usted
que pondremos un buen buzo.
ESCENA XVII

DON ALEJO, DOÑA RUFINA y MERCEDES. ESCENA XIX

RUFINA.- Y lo quiere a usted... DOÑA RUFINA

ALEJO.- ¡Oh!, mucho. ¡Qué hombronazo! ¡Si es un pozo


de elocuencia y de saber!
RUFINA.- Si usted lo oyera explicarse
e xplicarse ¡Y ayúdenmelo a querer,
sobre el enlace futuro... que no es tampoco, mal mozo!
Tal vez tendrá algún defecto...
ALEJO.- ¡Oiga! ¡Qué tal! ¿En eso quién no conviene?
¿Mas qué mortal no lo tiene?
RUFINA.- Sí, señor  Dios solamente es perfecto.
Y le mete a ella unos puntos, Sería mucha desgracia
y toma tanto interés que esta boda no se hiciese;
como si eso fuera suyo. pero pese a quien le pese
se hará porque me hace gracia.
MERCEDES.- (¿Qué saldrá de este congreso? Y habrá en la casa función
Alguna ley del embudo). que ha de meter mucho ruido,
r uido,
si mi dichoso marido
insiste en su oposición.
ESCENA XVIII
ESCENA XX
RUFINA.- Pero aún hay murmuradores
DON JESÚS y DOÑA RUFINA que han librado de su acecho.

JESÚS.- ¿Se fue Manongo? JESÚS.- Del dicho al hecho hay gran trecho.
Obras, obras son amores.
RUFINA.- No sé. En fin, te digo y repito,
que todo lo que me cuentas,
JESÚS.- Le dije que aguardara. al acaso tú no lo inventas
no merece tanto grito.
RUFINA.- Entonces la cosa es clara.
¿Por qué no lo busca usté? RUFINA.- Para usted, so mentecato,
que está en la decrepitud,
JESÚS.- ¡Ah! ¡Ya caigo! y que no tiene aptitud
ni para alcanzar un plato.
RUFINA.- Eso ha de ser.
Me habré guardado a esa pieza JESÚS.- Basta, Rufina, por Dios,
en el bolsillo. no me incomodes.

JESÚS.- Ya empieza RUFINA.- Matarlos.


Jesucristo a padecer.
JESÚS.- Lo mejor será casarlos
RUFINA.- Ya empieza, sí, por supuesto; mañana mismo a los dos.
si es usted muy incapaz.
RUFINA.- ¡Casarlos! Mientras yo viva,
JESÚS.- ¿No tendremos nunca paz? eso no.
Demonio o mujer ¿qué es esto?
JESÚS.- Pues será así.
RUFINA.- No grite usted. Mejor fuera,
señor don Jesús Terrones, RUFINA.- Haciéndome cuartos, sí.
que en lugar de esos calzones
se pusiera mi pollera. JESÚS.- ¡Qué condición tan altiva!

JESÚS.- Ya tanto pleito me hostiga, RUFINA.- Conque en esa inteligencia


esto es un infierno diario. vea usted muy bien lo que hace,
si no es que acaso le place
RUFINA.- Merece usté un novenario que suba a más la pendencia.
con un gato en la barriga.
¿No quiere usted que haya riña? JESÚS.- Ya se ve; lo que tú anhelas
Pues no se haga usted el sueco, es unirla a don Alejo.
en tanto que ese muñeco
se abraza con esa niña. RUFINA.- Que es un hombre de consejo.

JESÚS.- Mujer, yo no he visto nada. JESÚS.- Y un pillo de siete suelas,


que con embustes y embrollos...
RUFINA.- ¿Nada? ¿Y cuando usté entró, ¿pero dónde irá ese pieza?
a los dos no los halló
en conversación tirada? RUFINA.- El no ha armado estos escollos.

JESÚS.- ¿Y hablan, acaso, a mansalva JESÚS.- Yo limpiaré ¡voto a tantos!


por la primera ocasión? mi casa de toda rata,
y hasta esa hipócrita beata
RUFINA.- La ocasión hace al ladrón: llevará su sepan cuántos.
la ocasión la pintan calva.
RUFINA.- Ni una santa se ve libre
JESÚS.- ¡Qué genio! de tu lengua viperina.

RUFINA.- Y, cuando se puede, JESÚS.- Para santa de esa espina


e spina
se evita con tiempo el daño. la mía es de buen calibre.
Lo que no pasa en un año
en un minuto sucede. RUFINA.- Pues bien, ya que usted se empeña
en semejante consorcio,
JESÚS.- ¡Se habrá visto bachillera! hoy mismo pido divorcio.
¡Si todo se lo habla sola!
JESÚS.- O se ha vuelto loca o sueña.
RUFINA.- Y el diablo mete la cola
cuando uno menos lo espera. RUFINA.- Hoy mismo, viejo importuno.
Y los cuatro mil y un pico
JESÚS.- ¡Hasta cuándo! que se ha hecho usted chichirimico
me ha de entregar uno a uno.
RUFINA.- Ha hecho usted mal
en consentir tal desvío. JESÚS.- ¡Dale con la cantaleta!
Se ha vuelto usted, señor mío, ¡Cuándo había de faltar!
un viejo inmoral.
RUFINA.- O los jueces me harán dar 
JESÚS.- ¿También moralizas tú? hasta la última peseta.
¡Habrá adefesio como este! Muñeco desoletado,
¡Cómo ha cundido la peste ¿Qué es lo que trajo usté aquí?
en los pueblos del Perú! Déme usted gracias a mí
si está vestido y calzado. que le juro por mi nombre,
que o yo dejo de ser hombre
JESÚS.- ¡Mujer! o muda usted de bisiesto.

RUFINA.- ¡No me grite usted! RUFINA.- ¡Qué tal! ¡Con lo que me viene!
Risa me da.
JESÚS.- No vencerá su capricho.
JESÚS.- ¡Quite ahí!
RUFINA.- ¡Despacio!
RUFINA.- Está usted muy sobre sí,
JESÚS.- Lo dicho, dicho. y yo no sé a qué se atiene.
Yo me tomaré el desquite...
RUFINA.- ¡No soy tapia ni pared!
JESÚS.- Hágame usted el favor 
de irse a su cuarto.
ESCENA XXI
RUFINA.- ¡Ay, señor!
DON JESÚS Y DOÑA RUFINA Me dan antojos...

JESÚS.- ¡Anda con dos mil demonios! JESÚS.- ¡Eh! ¡Quite!


¿Cuándo saldrá una sanción
declarando en comisión RUFINA.- Me voy... mejor es... No quiero
a todos los matrimonios? incomodarme.
Pero si son amovibles
ya por la ley los empleados,
¿por qué solo a los casados ESCENA XXIII
se nos deja inamovibles?
¿Por qué causa los maridos, DOÑA RUFINA y MERCEDES.
aún con pruebas relevantes,
no podemos ser cesantes, MERCEDES.- Cuidado
ni siquiera indefinidos? (Mercedes, que habrá estado aguaitando, sale cuando entra
¡Ni en los tiempos coloniales doña Rufina, quien tropieza con ella).
tal injusticia hizo el rey!
Sí, señor, ante la ley RUFINA.- ¡Qué! ¿No ves?
hoy todos somos iguales.

RUFINA.- ¡Iguales...! ¡Oiga! Sí. ESCENA XXIV

JESÚS.- (¡Loca!) DON JESÚS y MERCEDES.


¡Pues no ha estado allí escuchando!
JESÚS.- ¿Quién te ha llamado?

ESCENA XXII MERCEDES.- Vine a buscar el plumero.

DOÑA RUFINA Y DON JESÚS JESÚS.- ¿El plumero? ¡Hola...!

RUFINA.- Siga usted filosofando MERCEDES.- Sí...


que lo hace a pedir de boca.
¡Iguales! Debía de ser; JESÚS.- Vete.
mas los congresos y reyes, ¡No es mal plumero el que buscas!
no oyen nunca a la mujer. lo que haces tú son rebuscas
Por eso a tan poco costo a ver quién más bulla mete,
reparten en zafarrancho, para ir de aquí allí después
para ustedes siempre lo ancho, por toda la población
para nosotros lo angosto. dando una cuenta y razón
de lo que es y lo que no es.
JESÚS.- ¡Qué sabe usted...! Vete, digo.

RUFINA.- ¡Igualdad! MERCEDES.- Ya me voy.


¡Sí! ¡Cómo no!

JESÚS.- ¡Poca zumba! ESCENA XXV

RUFINA.- ¿Iguales...? ¡Ante la tumba! DON JESÚS


De otro modo... ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Vea usted lo que resulta
JESÚS.- Hágame usted la merced cuando los dueños de casa
de retirarse a su cuarto. no observan buena conducta.
Mire usted que ya estoy harto Los hijos se hacen altivos,
de la conducta de usted. los sirvientes unos truchas,
No pasa un día, ni una hora y la honra de la familia
en que no arme usted quimera: anda como Dios la ayuda...
parece que usté estuviera Ya me olvidaba... ¡José!
hidrofóbica, señora. También estará de escucha...
¡Qué juicios tan insensatos ¡Muchacho!
no harán los criados, por Dios,
al vernos aquí a los dos
siempre cual perros y gatos! ESCENA XXVI
Entre usté a su cuarto, presto,
DON JESÚS, CRIADO
ACTO TERCERO
CRIADO.- ¿Mande usted?
ESCENA I
JESÚS.- Oye:
¿dónde diablos te sepultas? DON JESÚS
Tengo que mandarte... Aguarda.
¡Qué mujer! ¡Si es una víbora!
Y va a armar algún escándalo.
es cándalo.
ESCENA XXVII ¡Por vida de...! Me dan ímpetus...
¡No es tan violenta la pólvora
CRIADO ni hay un diablo más sarcástico!
s arcástico!
¡Qué carácter tan satánico!
CRIADO.- ¿Qué será lo que le ocupa? Así son todas, idénticas,
¿Tendrá tal vez entre manos y nosotros unos cándidos.
alguna nueva disputa Se creen que no tienen mérito
en que le habrá su mujer  sino nos ven como a zánganos.
mostrando cerca las uñas? Y no hay medio: si benévolo
Esta casa es un infierno, el hombre las trata y plácido,
no cabe duda ninguna; dicen que es uno un cernícalo,
ya se ve cómo sus amos un bonachón, un gaznápiro;
no viven conformes nunca... o que lo hace porque otra ánima
les muestra el rostro simpático,
o que de bóbilis bóbilis
ESCENA XXVIII viven en ilícito tráfico.
Si, a la inversa, un hombre es íntegro,
DON JESÚS y CRIADO le llaman déspota y áspero,
y le soplan una pócima
JESÚS.- Ve al correo y echa esta carta. por el método más diáfano;
y si ha traído, aunque en hipótesis,
CRIADO.- ¿Ahora mismo? al matrimonio metálico,
entonces uno es un trápala,
JESÚS.- ¡Qué pregunta! un cuadrúpedo, un carángano.
Al instante. ¡Por cierto que el lance es poético!
Es preciso ser un pánfilo
CRIADO.- Voy allá. para no mostrarse antípoda
de un proceder tan maniático.

ESCENA XXIX
ESCENA II
DON JESÚS
DON JESÚS y ÑA CATITA
A ver si contesta esta última.
Cinco o seis le tengo escritas CATITA.- (Ya refocilé el ventrículo.
y ni recibo me acusa. Voy a rezarle a San Lázaro).
Esto me da algún cuidado,
porque él no es ningún farfulla. JESÚS.- ¡Cuántos, como yo, las vísceras
¿Si se habrá muerto? ¡Quién sabe! (sin ver a Ña Catita; pero esta sí repara en él y se queda
¡Estas fueran las diez de últimas! oyéndolo).
Sobre que no aguardo más las tendrán repletas de ácido
que me remita esa suma y sufrirán como tísico
para mandar a freír monos sólo por tener poco ánimo!
a mi dichosa conjunta, Mas yo no soy tan estúpido,
y a todos los pillastrones ni tengo el alma de cántaro,
que la roban y la adulan. para que una vieja ideática
Por acá no hay que temer  me vuelva loco o misántropo.
ya he visto al notario, al cura,
y les he impuesto de todo CATITA.- Eso es, don Jesús, verídico,
para que no haya disculpas, porque un marido es el báculo
en caso que ellos les vayan de su casa...
con engaños y con súplicas.
Suframos, pues, todavía JESÚS.- (¡Vieja hipócrita!)
los desmanes de esa furia,
que Dios ha puesto a mi lado CATITA.- Y de su tronco los vástagos,
para que expíe mis culpas, y los que forman su círculo,
así como a otros les da deben oírle como oráculo.
sarna, tiña y calenturas,
y otras lacras y dolamas JESÚS.- ¡Bueno estoy yo para algórgoras!
para que expíen las suyas. Déjeme usted con sus cánticos.
Suframos, y mientras tanto
que hago aquí un auto de brujas, CATITA.- De otro modo...
que nos anima el consuelo,
bastante tonto sin duda, JESÚS.- Allá a los clérigos.
de que en esta buena tierra
como mi mujer hay muchas. CATITA.- Respete usted el santo hábito.

JESÚS.- Respételo usted.


 ________________________ 
 ________________________ 
CATITA.- Herético.
¡Dios trastornará tus cálculos!
Aunque me acometa un cólico MANUEL.- (Esta es otra).
caerás en la trampa, pájaro.
CATITA.- ¿Qué haces aquí? Manongo, hijo.

ESCENA III MANUEL.- ¡Eso a usted nada le importa!

DON JESÚS CATITA.- ¡Jesús! ¡Qué cara! ¿Es posible,


hijito que nunca me oigas?
Quién pudiera a esta sacrílega ¡Qué feo te pones! ¡Uf!
ponerle en la boca un cáustico,
que la dejara de súbito MANUEL.- No me agradan esas bromas.
sin poder echar el hálito,
y hacer que no hubiera el empírico CATITA.- ¡Ay hijo! Cuando te miro
que le entreabriera los párpados. el alma se me destroza,
¡Ay Rufina, cuán erróneos porque eres vivo retrato
te van a salir tus cálculos! de mi difunta Ildefonsa,
Si a tu hija pretendes, frívola,
fr ívola, la primera hija que tuve.
casarla con ese vándalo, Tu misma edad tendría ahora...
no me andaré con retóricas
lo mismo que un escolástico, MANUEL.- ¡Voto al diablo!
sino que haré tal estrépito
que me oirán hasta en el Tártaro. CATITA.- Entre sus ángeles
¡Dices bien, he sido un títere, la tiene Dios en su gloria,
un autómata y un bárbaro, rogando por mí que soy
porque no te he untado enérgico tan mala y tan pecadora.
en los lomos de un buen bálsamo! Se me murió de diez meses,
¡Maldito el instante horrísono de una tercianita boba
que te conduje a mi tálamo! complicada con empacho...
¡ojalá que antes de el vómito Al principio no fue cosa;
me hubiera dejado estático! pero después...

MANUEL.- (¡Vaya vieja!)


ESCENA IV
CATITA.- Dio en agravarse de forma
DON JESÚS Y DON MANUEL que, al mes cabal, le cantaron
c antaron
el laudate en la parroquia.
MANUEL.- Señor... ¡Si la hubieras conocido!
¡Vida mía! ¡Tan preciosa!
JESÚS.- ¿Me pone en ridículo...? ¡Daba mil gustos al verla!
Pues me tendrá terror pánico. Gordita como una bola.
¡Tan mansita! Y ya tenía
MANUEL.- Permítame usted... un dientecito en la boca;
y decía papá, mamá...
JESÚS.- ¡Imbéciles! y nos conocía a todas,
Verán que soy... ¡voto al chápiro...! y hacía las viejecitas,
y ya se sentaba sola.

ESCENA V MANUEL.- ¡Por Dios no me quiebre usted


más la cabeza, señora!
DON MANUEL
CATITA.- ¡Ay! ¡Qué otra fuera mi suerte
Pues estoy fresco ¿qué es esto? si viviera mi Ildefonsa!
Don Jesús también me mira
en su casa con mal gesto, MANUEL.- (¡Esta vieja tiene trazas
y con desdén manifiesto de no dejarme en siete horas!)
al verme entrar se retira.
¿Entonces por qué ahora poco, CATITA.- Por eso no te despego
si es que yo me equivoco, ni un rato de mi memoria,
mostró deseo de hablarme? y quisiera que me vieses
¿Sería para tratarme como una madre amorosa.
como no lo hiciera un loco? Háblame, pues, con confianza...
No hay remedio; su mujer  ¿Qué tienes? ¿Qué te acongoja?
lo ha obligado a proceder  ¿No respondes?
de esa manera conmigo.
¿Y contra tanto enemigo MANUEL.- (¡Dios eterno!)
qué defensa puedo hacer? ¡No tengo nada, señora!

CATITA.- Catita, me llamo, hijito.


ESCENA VI
MANUEL.- ¡Maldita sea la hora
DON MANUEL Y ÑA CATITA que yo vine aquí!

CATITA.- (Ya se fue, gracias a Dios). CATITA.- ¿Y por qué?

MANUEL.- (¡Qué situación tan penosa!). MANUEL.- Todo el mundo me incomoda.

CATITA.- Pongámonos a rezar. CATITA.- No hay trabajo en esta


es ta vida
(Aquí Manongo). que no tenga, hijo, su contra;
tan solo para la muerte que no nos ronque así la olla.
no hay vuelve-luegos ni historias. Conque oye: ¿hasta don Jesús
¿Cuánto apuestas que adivino se ha declarado en tu contra?
el que al presente te agobia, No lo creo.
y a que te doy un remedio
que al instante te mejoras? MANUEL.- Créalo usted.
¿No me oyes? No hace medio cuarto de hora
que al oírlo hablar me ha dejado
MANUEL.- ¿Qué dice usted? con la palabra en la boca.

CATITA.- ¿Yo? Nada: si te incomodas... CATITA.- ¡Miren qué tal! ¡Si aquí todos
te tienen, Manongo, cócora,
MANUEL.- Dispense usted si he podido porque es, hijo, mucho cuento
faltarle en alguna cosa, que haya de por medio chórcholas.
porque ni lo que hablo sé Pero mira, en tu lugar 
según me agita la cólera. yo les haría una tosca.

CATITA.- El amor de Julianita MANUEL.- ¿Pero de qué modo?


es lo que a ti te sofoca;
pero mira, te aconsejo CATITA.- Fúgite...
que no te asustes con sombras. Que te alce el vuelo la paloma.
¿Tú no te mueres por ella? ¿No me has entendido?
¿Y ella no está como loca
por ti? ¿Qué más quieres? ¡Vaya! MANUEL.- Sí.
Lo demás es trampantojo.
CATITA.- No hay otra línea más corta.
MANUEL.- ¿Y su madre, Ña Catita?
¿Y su madre, que me odia, MANUEL.- Me peta. ¡Muy buena idea!
que me desprecia, me injuria,
y de su casa me arroja? CATITA.- Pues, hijo, manos a la obra;
o bra;
¿Y su padre, que yo creía y no des el golpe en vano,
que era la única persona porque si lo das, te embroman.
que me tendía en el mundo
una mano protectora, MANUEL. Entonces bueno será
que me trata como a un negro que lo más pronto me ponga
y que huye de hablarme a solas...? de acuerdo con ella.

CATITA.- (Me alegro de la noticia). CATITA.- Eso es.


Andando se hacen las cosas.
MANUEL.- ¿No son motivos bastantes
para tomar mis pistolas MANUEL.- Pues voy...
y darme un tiro...?
CATITA.- ¡Ay! No me acordaba.
CATITA.- ¡Jesús!
MANUEL.- ¿Qué decía usted?
MANUEL.- ¡Ya la vida me es odiosa!
CATITA.- Que importa
CATITA.- ¡Ave María Purísima! no dar paso todavía
Me dejas, Manongo, absorta. hasta que yo dé la norma,
¡Morirte sin confesión! porque hay cierto inconveniente
¡Qué tentación tan diabólica! que no puedo decirte ahora.
¿Quieres que en el muladar  El plazo no será largo.
cual burro muerto te pongan, Mañana, si te acomoda.
para que los gallinazos
te destrocen y coman? MANUEL.- Muy bien.
¡Por Dios, desecha esa idea!
Pues tu madre no fue mora CATITA.- ¿Quedamos en eso?
sino muy buena cristiana,
y muy linda, muy juiciosa. MANUEL.- Sí.
Era mi hermana de espíritu,
¡Matarse por su mano! CATITA.- Pues, hijito, un buen ánimo,
y a la calle con la posta.
MANUEL.- Peor es reventar de cólera. Si tú quieres le hablaré
esta noche a una señora,
CATITA.- ¿Quieres imitar a Judas! que conozco por Malambo,
para que allí se recoja
MANUEL.- La muerte a mí no me asombra; hasta que los case a ustedes
es un sueño, nada más. el cura de la parroquia.

CATITA.- ¡Catay! ¡Estas son las modas MANUEL.- Yo la pondré, Ña Catita,


que nos traen los extranjeros donde se conserve su honra.
de Francia y de California!
Deja, hijo, que ellos se maten CATITA.- Por eso no, que en la casa
si la boda les atora; donde habita esa persona
que les haga buen provecho; no hay entradas ni salidas;
allá, en fin, se las compongan, y ella es de edad, y virtuosa,
que el diablo se llevará y muy recogida...
lo que en justicia toca;
pero a nosotros, Dios quiera MANUEL.- Estimo.
¡Dios te lo pague! Te portas
CATITA.- La tendrás como en las monjas. como quien eres.
Yo no te ofrezco mi casa,
porque como una ladrona MANUEL.- ¡Qué! ¡No...!
estoy huyendo del dueño
que los arriendos me cobra. CATITA.- ¡Pobrecita mi Ildefonsa!
¡Mucho trabajo es ser pobre! ¡Si eres su retrato...!
Harán tres meses ahora
que no conozco un cuartillo; MANUEL.- Tratemos,
y para ayuda de costas, Ña Catita, de otra cosa.
a un señor que me pagaba
mi cuartito de limosna, CATITA.- Sí, sí, de tu Julianita
que estaba empleado en las Cajas,
ya sabes, ahí donde cobran, MANUEL.- O de otros asuntos.
le han levantado el cuentón
de que fue de la mazorca, CATITA.- ¡Toma!
y sin más me lo han dejado ¿Y qué tiene eso? Lo dicho.
al pobre papando moscas. No solo te ama, te adora.
No sé, pues, de dónde saque Dios te ha de dar buena mano
para que el tal no me ponga para que la hagas dichosa.
ante un juez. ¡Ay, qué vergüenza Por cuanto hay en este mundo
fuera para mí tal cosa! te dejes quitar la joya:
¡Yo que jamás he tenido carga con ella, y no temas
en mi conducta una nota, a la gente murmurona...
sufrir qué...! cuatro días hablarán,
después callarán la boca.
MANUEL.- No llore usted.
MANUEL.- ¿Pero qué van a decir?
CATITA.- Si se me aflojan las corvas
solo al pensarlo. ¡Dios mío! CATITA.- Dirán cuanto se los ponga,
sobre todo, las mujeres
MANUEL.- Usted por muy poco se ahoga. que somos muy envidiosas.
¡Tú no sabes cuánto imperio
CATITA.- Me pondrán en carceletas, tiene este vicio en nosotras!
o me echarán una ronca... Si la envidia fuera tiña
todas fuéramos tiñosas.
MANUEL.- Calle usted. Sin embargo, no des paso
hasta que yo... alguno asoma.
CATITA.- ¡Ay Pancho mío, ¡Es ella...! (¡Y ahora qué se hace?
si resucitaras ahora Que se hablen, poco, me importa,
y vieras a tu mujer...! no faltará de aquí a luego
cómo urdir otra tramoya).
MANUEL.- ¡Ea! Basta de zozobras,
que todo se compondrá. MANUEL.- ¿Qué dice usted?

CATITA.- ¡Sea como Dios disponga! CATITA.- Encomendándote


¡Así me habrá convenido! estoy hijo, a Santa Mónica.

MANUEL.- Vamos a esto, ¿y cuánto importan


los arriendos, Ña Catita? ESCENA VII

CATITA.- Nada... una cosa muy corta; DON MANUEL, ÑA CATITA, DOÑA JULIANA
doce reales cada mes.
JULIANA.- (¡Qué veo!)
MANUEL.- Vaya... tome usted...
MANUEL.- ¡Juliana!
CATITA.- ¿Qué cosa?
JULIANA.- (No… Yo me retiro)
MANUEL.- Nada; tome usted...
MANUEL.- ¿Qué es esto? ¿Te inspiro
CATITA.- No, no. a ti odio también?
No vayas a creer ahora No ha mucho que ufana
que lo he dicho por codearte... aquí me decías,
que no me verías
MANUEL.- ¡Cómo...! No sea usted boba.  jamás con desdén.

CATITA.- Una cosa es que reciba JULIANA.- (No atino... ¿qué es esto?
si me das una limosna... ¿Aquí Ña Catita?)
porque el pobre...
CATITA.- Acércate, hijita,
MANUEL.- ¡Por supuesto! que yo ya me voy.
¡Jesús, qué indigesto
CATITA.- No ha de ser soberbio; y otra... pones el semblante!
Pasa, hija, adelante.
MANUEL.- Tome usted.
JULIANA.- Ahora... bien estoy.
CATITA.- Ya que te empeñas...
¿Pero qué miro? ¡Media onza! CATITA.- Conque, adiós, pues hijo.
¡Mi alma, tú habías de ser!
JULIANA.- (Temo sus intrigas). amigo, contra nosotros.

CATITA.- ¡Cuenta no le digas MANUEL.- Menos nuestro amor, Juliana,


que ya formé el plan! que sabrá vencerlo todo,
Tu palabra exijo. ¿Quién pudo en el Universo
contrariar nunca los votos
MANUEL.- Muy bien. de los que se aman de veras?
Mientras que en este propósito
CATITA.- No hay riña. ambos estemos constantes,
¡Ningún daño, niña! ¿qué nos importa el enojo
Ya solos están. de tus padres...?

JULIANA.- ¡Ay, amigo!


ESCENA VIII
MANUEL.- Basta ya de ayes infructuosos;
DON MANUEL, DOÑA JULIANA partamos pronto, Juliana,
huyamos de estos contornos,
MANUEL.- Cuanto está pasando aquí a dónde nos entreguemos
me causa mayor asombro. a nuestro amor sin estorbos.
¡Qué rara transformación!
Y esto de un momento a otro. JULIANA.- ¡Eso es imposible!
¡Quién lo había de pensar!
Yo a lo menos. MANUEL.- Al que ama
no le amedrentan escollos.
JULIANA.- Di, Manongo,
¿Qué hablabas con Ña Catita? JULIANA.- ¡Huir! No, nunca.
¿No sabes que es un aborto
del infierno esa mujer? MANUEL.- Está corriente:
pues entonces huiré solo;
MANUEL.- Te confieso que hace poco me alejaré de mi patria
opinaba como tú; a donde nunca tus ojos
pero ahora, amiga, conozco me vuelvan a ver...
que Ña Catita es un ángel
que Dios manda en mi socorro. JULIANA.- ¡Dios mío!
Sin ella mis desventuras
llegarían a su colmo. MANUEL.- Y vagando como un loco
terminaré mi existencia
JULIANA.- Te engañas tal vez. en algún clima remoto,
maldiciendo tu inconstancia,
MANUEL.- No; tengo tu ingratitud y abandono.
motivos muy poderosos
para no pensar así. JULIANA.- Calla, por Dios.

JULIANA.- No la conoces a fondo... MANUEL.- Está bien.


Sé venturosa a tu modo.
MANUEL.- Pero hablemos de otro asunto Adiós para siempre.
que juzgo más perentorio.
¿Qué buscas en esta sala? JULIANA.- Espera.
No es a mí, según supongo.
MANUEL.- Déjame...
JULIANA.- Salí a buscar a mi padre,
que creí hallarlo aquí solo, JULIANA.- Escucha, Manongo.
para hablarle francamente ¡Pero por la Virgen...!
sobre nuestro matrimonio,
y rogarle que cuanto antes MANUEL.- Nada.
nos hiciera venturosos. Hoy mismo me marcho a bordo.
Quédate tú.
MANUEL.- Hubieran sido sin fruto
tus súplicas y tus lloros, JULIANA.- ¡Amigo mío!
porque tu padre también
ve nuestro amor con encono. MANUEL.- Me has hecho mal... Te perdono.

JULIANA.- ¿Qué me dices? JULIANA.- ¡Aguárdate...! Partiré... Cálmate...

MANUEL.- No lo dudes: MANUEL.- ¿No me equivoco?


tengo pruebas.
JULIANA.- No, Manongo… huiremos juntos.
JULIANA.- ¿Pero cómo? Estoy ya resuelta a todo.

MANUEL.- No hace mucho que se puso MANUEL.- ¡Ay, Juliana! ¡Ídolo mío,
al verme entrar como un toro, mi delicia, mi tesoro;
y sin dignarse escucharme, tú eres la única en el mundo
se marchó luego furioso. que mitiga mis enojos!
Pues bien, esta misma noche
JULIANA.- Mi madre lo ha convencido. saldrás de este purgatorio.
Si me atrevo a dar un paso,
MANUEL.- Así también lo supongo. al parecer deshonroso,
Dios sabe que es
JULIANA.- Todos aquí se conjuran, porque se ha hecho
necesario, obligatorio, en la farsa de la vida?
para poder efectuar  La dama enreda al cortejo
nuestro anhelado consorcio. con el halago y el lloro,
Ahora, permíteme, voy y aparentando decoro
hasta la calle del Pozo le va quitando el pellejo.
a hablar a una tía mía, Con ayes y con lisonjas,
donde estarás en depósito, que así vienen como van,
hasta mañana o pasado, a ella la enreda el galán
que ante el Poderoso como el latín a las monjas.
te dé mi adoración El cura a su feligrés
el último testimonio. lo enreda en nombre de Dios,
y el ayudante a los dos,
JULIANA.- Pero oye... y el sacristán a los tres.
El más serio negociante
MANUEL.- Nada; a las siete enreda con sus efectos,
que esté, amiga, todo pronto; y con hinchados conceptos
porque mañana quizá... el letrado al litigante.
El juez enreda a los presos,
JULIANA.- Parece que pasos oigo... y estos también, a su vez,
Alguien viene... Vete, vete, tratan de enredar al juez
que no nos encuentren solos. aún convictos y confesos.
El mozo enreda al anciano,
MANUEL.- ¿Con que a las siete...? el hijo enreda a su padre,
la doncella a su madre,
JULIANA.- Bien, bien. y el gobierno al ciudadano.
A su jefe el militar 
MANUEL.- No te olvides... lo enreda por ascender;
el artista en su taller 
JULIANA.- Vete, pronto. No sea mi padre..., no piensa más que enredar.
Los inquilinos más lelos
MANUEL.- Adiós. enredan al propietario,
y al más recto funcionario,
JULIANA.- ¡Don Alejo! lo enredan los quitapelos.
En fin, todo bicho enreda,
sea grande, sea chico,
ESCENA IX sea pobre, sea rico;
y ande y no pare la rueda;
DON MANUEL, DOÑA JULIANA y DON ALEJO que es cosa ya muy sabida
que, para sacar ventajas,
MANUEL.- (¡Qué demonio! nadie se duerme en las pajas
¡No sé cómo me contengo!). en la farsa de esta vida.
Con que no te olvides.
RUFINA.- ¡José!
JULIANA.- ¡Cómo!
ALEJO.- ¡Voto va al demonio!
ALEJO.- (¡Los dos aquí en parlamento!) ¡Y se me estaba olvidando
¡Hola, mi amiguita...! que ya me estará esperando
en la Bola de Oro, Antonio!
MANUEL.- Adiós. La una y media. ¡Y no es posible
que no falte a esa visita!
ALEJO.- Julieta. Si no me ve la Miquita
se va a poner insufrible.
JULIANA.- Adiós.
RUFINA.- ¡Muchacho!

ESCENA X ALEJO.- Un solo momento


hablaré con la mamá;
DON ALEJO y DOÑA RUFINA después me largo... Aquí está.
Me adivinó el pensamiento.
ALEJO.- Les conozco el barlovento.
El uno está a no dudarlo,
por la otra loco perdido, ESCENA XI
y ella que lo ha conocido
lo que intenta es enredarlo. DON ALEJO, DOÑA RUFINA, ÑA CATITA.
Por eso a mí, si la ataco,
se me frunce y reconcentra; CATITA.- Nada, no lo pienses mucho.
pero conmigo se encuentra
con la horma de su zapato. RUFINA.- ¡Oh! mi amigo: casualmente,
Pues, señor, vaya de enredo: le iba a mandar un recado.
y ya que de esto se trata,
entre él, ella, y yo y la beata, ALEJO.- Pues aquí estoy. ¿Qué se le ofrece?
veremos quién alza el dedo,
¡Qué importa que se me arguya RUFINA.- Ante todo, ¿sabe usted
que obro como un vagabundo! si ha ido por la curia el duende?
¿Y quién no revuelve el mundo
por salirse con la suya? ALEJO.- Creo que no: de allá vengo,
¿Quién es el que se descuida y no hay indicio el más leve
en este tejemaneje? de que vaya. Sin embargo
¿Quién no enreda? ¿Quién no teje mi emisario no se duerme,
y de lo menor que ocurra en infinitos quehaceres.
dará parte incontinenti.
RUFINA.- ¿No serán del país?
RUFINA.- Muy bien. Vamos a otro asunto.
Tenemos un plan en ciernes. ALEJO.- ¡Oh no!
¿A que no adivina usted? Son del principado de Hesse.

ALEJO.- ¿Yo...? ¿Cómo? RUFINA.- ¿De ése? ¡Qué hombre tan raro!

CATITA.- Es un cubilete. ALEJO.- Si usted gusta llámelo equis.

RUFINA.- Una ñagaza. RUFINA.- Mas, volviendo a nuestro plan,


¿sabe usted lo que se ofrece?
CATITA.- Una mácula. Que usted tenga la bondad
de ir en el instante a verme
ALEJO.- ¿Y de cálamo currente? unas piezas que hay vacías
por allá, por Matasiete,
CATITA.- ¡Dale! y que me mande la llave
con este mozo.
RUFINA.- ¿Sabe usted cuál es?
ALEJO.- Corriente.
ALEJO.- ¿Cómo quiere usted que acierte?
RUFINA.- Oiga usted, nos interesa
RUFINA.- Mudamos de aquí en el día. que esto se haga lo más breve:
a la noche duermo allá.
ALEJO.- Bueno, muy bueno. ¡Excelente!
(Me la entrega en mano propia). ALEJO.- ¿A la noche? Exactamente.
No se le dé a usted cuidado:
RUFINA.- ¿Con que a usted, qué le parece? nada que encargarme tiene.
¡Sobre qué me ha dado usted,
ALEJO.- ¡Bravo! ¡bravísimo! cabalmente, por mi fuerte!
Yo ejecuto esa maniobra
CATITA. Pues, al año seis u ocho veces;
si es el mejor expediente. y no vaya a usted creer 
que lo hago como otras gentes,
ALEJO.- (No sabe el diablo por cerrar con el dinero
lo que por viejo). Hace meses que importan los alquileres.
que tengo idéntica idea, Nada de eso, no señor.
porque hablando francamente, Es porque hallo muy alegre
esta casa es muy vetusta, esto de andar revolviendo
muy lóbrega y muy endeble. y desaliñando muebles,
y luego, como es prescripto
RUFINA.- Eso es lo de menos. por toda regla de higiene
hacer ejercicio...
ALEJO.- ¡Cómo!
CATITA.- Así es.
CATITA.- Cierto está muy indecente.
ALEJO.- ¿Quiere usted que la empapele
ALEJO.- ¿Ah? ¡Si viera usted la mía! y la pinte?
Es una taza de leche.
RUFINA.- Nada de eso.
Pero ya el tiempo se pierde,
ESCENA XII vaya usted.

DOÑA RUFINA, DON ALEJO, ÑA CATITA y JOSÉ ALEJO.- Voy al instante.


¿Con que cueste lo que cueste?
JOSÉ.- Señora, ¿llamaba usted?
RUFINA.- En nada se pare usted.
RUFINA.- ¡Qué resuello! Vaya, si eres, El negocio es que a las siete
a propósito, de gusto estemos todos por allá.
para enviarte por la muerte.
Espérate ahí. ¡Qué trabajo CATITA.- Sin que lo huela el vejete
es lidiar con esta gente! de tu marido.

ALEJO.- Perdida está la canalla. ALEJO.- Ya entiendo.


(¡Magnífico, sorprendente!)
RUFINA.- No hay freno que la sujete.
RUFINA.- Ña Catita, dele usted
ALEJO.- Mis tres criados, no embargante, las señas, por si se pierde.
son de viveza y caletre,
y si es necesario... CATITA.- Pues, señor...

RUFINA.- Gracias. ALEJO.- ¡Vamos!

ALEJO.- Haré que aquí se presenten. CATITA.- Se agarra


derechito por el Puente;
RUFINA.- No precisa. llega usté a la Capillita,
y después, como quién tuerce
ALEJO.- Están instruidos a mano derecha, toma
un callejón que hay enfrente; desesperado remedio.
se pasa una tiendecita,
y luego... ¿No me comprende? CATITA.- Si no quiere molestarse
que no se tenga en sus trece.
ALEJO.- ¡Oh! sí, ¡cómo no!
RUFINA.- Quien por su gusto padece
CATITA.- En la puerta vaya al infierno a quejarse.
hay papel. Yo no sé lo que hubiera hecho,
según me tenía ya.
ALEJO.- Perfectamente.
CATITA.- ¡Quién sabe le servirá
RUFINA.- ¿Ya sabe usted? esta lección de provecho!
Poco hace que igual diagnóstico
ALEJO.- Como el agua. le indiqué a la de aquí junto,
Adiós, allons, mozalbete. y sin discrepar un punto
(Al criado). se le cumplió mi pronóstico.
(¡Esta vieja es una alhaja!) Su marido la buscó,
mil purisimitas la hizo
RUFINA.- Ve con el señor. y todo cuanto ella quiso
otro tanto le otorgó.
JOSÉ.- Corriente.
RUFINA.- ¿Y usted juzga que esta red
ALEJO.- (¿Cómo estará la Miquita? saldrá igual?
Si no la veo, se muere).
CATITA.- El hombre pone,
RUFINA.- ¡Ah! Don Alejo, oiga usted; y Dios, hijita, dispone.
si usted acaso pudiese
volver para acompañarnos. RUFINA.- ¿Pero qué calcula usted?

ALEJO.- No hay ningún inconveniente. CATITA.- Yo no quisiera meterme


en asuntos de casados;
CATITA.- Es que allá, en Copacabana, me sobra con mis pecados
hay distribución los jueves, que hartos son para perderme.
y pudiera usted entrar. ¡Pero, niña, qué rabieta
le va a dar a tu marido
ALEJO.- Nada; lo dicho. A las siete cuando vea que te has ido
estoy aquí. (Veré si antes puedo dejando la casa escueta!
dar por allá un verde).
Conque, abur. RUFINA.- Crea usted que ya no miro
que llegue cuanto antes la hora;
RUFINA.- No falte usted. no sea que en la demora
esté que erremos el tiro.
ALEJO.- ¡Cómo!
CATITA.- Con calma todo se alcanza;
RUFINA.- Para que nos lleve y encomiéndate al Señor,
a su Julieta y a mí... y mira, ve al Provisor 
mañana sin más tardanza,
ALEJO.- Por supuesto, de bracete. exponle cuanto te pasa,
que aquel varón es tan sabio
que con solo abrir el labio
ESCENA XIII lo pondrá como una masa.
Pero, hijita, esto no exige
DOÑA RUFINA Y ÑA CATITA que me mientas.

CATITA.- ¡Qué señor tan buen cristiano, RUFINA.- ¿Qué sacará?


tan político y cumplido!
CATITA.- ¡Jesús, qué aguaje me echará
RUFINA.- Pues es para mi marido el padre que me dirige
el hombre más chabacano. si le llevan algún cuento!
¡Y él que es tan escrupuloso!
CATITA.- ¡Qué tutuma! ¡Es cuanto cabe! ¡Dios haga un santo a tu esposo,
y a ti te dé sufrimiento!
RUFINA.- ¡Si es bruto como una roca!
RUFINA.- Así sea, Ña Catita,
CATITA.- Pues a nosotros nos toca sufrimiento a mí me sobra.
enseñar al que no sabe.
CATITA.- Voy a encomendarle esta obra
RUFINA.- Le digo a usted, Ña Catita, a mi madre Santa Rita.
que no puede haberme dado Casualmente estoy aquí
consejo más acertado. haciéndole su novena.

CATITA.- Yo hago cuanto puedo, hija, RUFINA.- ¡Julieta! ¡Dios me haga buena!
por tu bien. (Llamando).

RUFINA.- No hay otro medio. CATITA.- Y me dé su gloria a mí.


¡Ay, Dios mío, qué punzada
CATITA.- Lo creo el más racional. me ha dado aquí en la barriga!

RUFINA.- A desesperado mal, RUFINA.- ¿Qué tiene usted?


CATITA.- La fatiga. CATITA.- De tierra somos, y en tierra
Ya se ve, no almorcé nada. nos hemos de transformar.
¡Jesús, qué retortijones!
RUFINA.- Los hombres, hoy en día,
RUFINA.- Ya la comida no tarda. muy corrompidos están,
(Tomemos antes que esto arda principalmente los mozos.
unas cuantas precauciones).
¡Julieta! ¿Qué estará haciendo CATITA.- No era así en mi tiempo, ¡ah!
esta muchacha?
RUFINA.- Mucho más en nuestra tierra,
CATITA.- ¡Ay, si estoy que hay cierta raza infernal
muerta! de mujeres, que parece
que tuvieran piedra imán
RUFINA.- ¡Julieta! para hacerlos a su antojo
ir de aquí para acullá.
JULIANA.- Allá voy.
CATITA.- ¡Pobres! ¡Dios las compadezca!
RUFINA.- Mire usted, si estaba oyendo. ¡Quién sabe por qué lo harán!
Necesitas caret legis;
esto es, la necesidad
ESCENA XIV tiene la cara de hereje.

DOÑA RUFINA, ÑA CATITA y DOÑA JULIANA JULIANA.- (Ya conozco dónde van).

JULIANA.- Mamita... RUFINA.- En fin, hija, es necesario


que no insistas más en dar 
RUFINA.- Te haces que no oyes. que sentir a tu familia.
f amilia.
Llégate. Poco esfuerzo bastará
para que se desvanezca
JULIANA.- (¡Qué me querrá!) ese amorcillo falaz
que ese muñeco retoso
RUFINA.- Mira, es preciso que todos te ha conseguido inspirar,
vivamos en paz y en haz, y que haría tu desgracia
y de tu padre y la mía por toda una eternidad.
es esta la voluntad.
JULIANA.- ¡Oh! ¡Nunca, señora, nunca!
JULIANA.- (Bien dijo Manongo). ¿Olvidarlo yo? Jamás.

RUFINA.- ¿No oyes? RUFINA.- ¿Qué es lo que dices?

JULIANA.- Estoy oyendo mamá. CATITA.- Hijita,


Dios no manda contestar 
RUFINA.- Tú has dado en contradecir  a sus padres de ese modo.
Julieta, mi autoridad, Claro su precepto está:
suponiendo, según sé, "Si honras a tu padre y madre
que te quiero violentar; largo tiempo vivirás".
pero mucho te equivocas.
Yo no te puedo hacer mal JULIANA.- Eso es cierto, Ña Catita.
de ningún modo: tu dicha Ni Dios tampoco querrá
es mi ambición, es mi afán, que un albedrío que Él mismo
y sobre ella doy y cabo deja en plena libertad
día y noche sin cesar. por capricho o qué sé yo
se me pretenda forzar.
CATITA.- Mucho amor es el de madre...
¡no hay en el mundo otro igual! RUFINA.- ¡Véala usted! Si yo creo
que ha comido solimán
RUFINA.- Las mujeres no distinguen
el bien ni el mal a tu edad, CATITA.- ¡Jesús! Mientras más se vive
y una carita bonita más se aprende y se oye más.
y dos y tres gracias más ¡Qué mozas las de este tiempo
las vuelven tan presumidas, tan alzadas!
que hinchadas cual pavo real
se les impresiona que es RUFINA.- ¡Si me da
todo el mundo Popayán, gana de hacerla por pedazos!
y que eso solo les basta
para su felicidad. CATITA.- Por Dios, Rufinita, haz
que se confiese esta niña.
CATITA.- Todo aquí es perecedero,
Dios es eterno no más. RUFINA.- ¡Soy la mujer más fatal!

RUFINA.- Sin pensar que un accidente, CATITA.- Es un cargo de conciencia


el más leve, el más casual, dejarla así... a su nadar 
puede de un momento a otro... si la juventud del día
¡condenada en vida está!
CATITA.- Es decir, en un tris-tras. Y nadie tiene la culpa
sino esos libros no más
RUFINA.- Convertir en un ecce homo que traen escritos en lengua,
la más perfecta deidad. ¡qué se yo…! de por allá,
y que están todos repletos
de herejía y de maldad. RUFINA.- ¡Anda, indigna,
Y el gobierno que permite que me las has de pagar 
que entre en Lima, así nomás todas juntas! Vete adentro,
tanto pícaro judío y no me salgas de allá
sin hacerlos bautizar. hasta que yo te lo mande...
¿Qué bueno puede esperarse Yo te compondré, ¡animal!
de estos réprobos jamás? ¡Vete a tu cuarto, te digo!
Y luego los tales gringos
tienen un modito tal JULIANA. (Poco falta de aguantar).
de matar pulgas, y un porte
tan aquel y tan... pues, ya
que a veces, hija, hasta a mí ESCENA XV
ciertos impulsos me dan...
¡Pero quita allá, demonio DOÑA RUFINA Y ÑA CATITA
no me vengas a turbar!
RUFINA.- ¿No le digo a usted? Si es dura
RUFINA.- Dice usted bien, Ña Catita; lo mismo que un pedernal.
así es, se confesará.
Ya tú puedes ir haciendo CATITA.- No, por Dios, no críes cólera
el examen general. y te dé una enfermedad.
Pues la hija de Ña Ritita
CATITA.- Nuestra alma es antes que todo. malparió por cosa igual.
Si no le sucederá
lo que a Rosa, la sobrina RUFINA.- ¡Si no es casada!
de don Cosme el capellán,
que hace un mes que se salió CATITA.- ¡Qué dices!
con un señor oficial, Pues hijita, es la verdad.
dejando hecha un mar de lágrimas
a toda su casa. RUFINA.- ¡Cómo!

RUFINA.- ¡Oiga! CATITA.- No te quepa duda:


lo sé como el be-a-ene-ba.
CATITA.- Eso sí, el sujeto es, hija, Me lo ha dicho la alquilada,
muy buen mozo, muy formal. y una cholita además
¡Si vieras cómo la tiene! que le mató una gallina
Nada le da que desear. y la peló en el corral.
¡Qué ricos trastes le ha puesto!
¡Qué ropa! Mil gustos da RUFINA.- ¡Pobre muchacha! ¡Lo siento!
al verlos como se quieren. ¡Su honor! ¡cómo quedará!
Dios los tenga siempre en paz,
que puede que con el tiempo CATITA.- ¡Y por un tris clava el pico!
pasen a más santidad. Por un lado el mismo mal,
y por el otro su madre
RUFINA.- ¡Ay, Ña Catita, mis culpas que la quería matar,
no más me pudieron dar  casi casi dan con ella
este demonio, por hija! de Ansieta en el Pepinal.
Pero ya está mejorcita.
CATITA.- No te aflijas. Dios querrá Se ha dicho en la vecindad
que todo se arregle hoy mismo que tomó encima de arroz
poniendo en obra aquel plan. chicha con guinda y agraz,
Si tú gustas lo hablaré y que le dio un apoplético
a mi padre espiritual, que le puso al expirar.
y mañana tempranito La infeliz criaturita
la llevaré a confesar. yo sé bien dónde fue a dar.
¡Y qué linda era la pobre!
RUFINA.- Sí, Ña Catita, mi vida, ¡Mujer...!
haga usté esa caridad.
RUFINA.- ¡Qué inhumanidad!
CATITA.- Aunque yo no sé si tenga ¿Lo habrán botado a los huérfanos?
el Pobrecito lugar,
porque está tan recargado... CATITA.- ¡Yo no sé...! Oye... Esto va
¡Si eso es hija, un maremágnum! con mucha reserva... ¡Cuenta!
¡Ya se ve, si es tan virtuoso, Porque en confianza nomás
tan prudente, tan sagaz! me lo contaron a mí.
¡Si vieras tú, Julianita,
las preciosuras que van RUFINA.- ¿Y usted me juzga capaz
a confesarse con él... de venderla, Ña Catita?
Eso es, hija, de alabar 
a Dios... ¡Así como tú, CATITA.- Yo sé que no lo has de hablar,
tan jovencitas y tan...! por eso te lo he contado.
¡Bendito, sea el Señor! ¡Yo, hijita, soy incapaz
¡Ay, hija, mucho malo hay de quitarle a nadie el crédito!
en Lima; pero también ¡Dios no lo permita!
hay mucho bueno y cabal!
Si no, ¡pobre de nosotros RUFINA.- ¡Ya!
con tanta perversidad!
CATITA.- Ya ves, todas somos frágiles
JULIANA.- (¡Vieja maldita!) y podemos tropezar.
Como estemos revestidas porque todo lo demás,
de esta mala carne... ¡Ay! lo haré yo con Ña Catita.

RUFINA.- ¿Qué le ha dado a usted? MERCEDES.- Corriente. (¡Qué tramarán!)

CATITA.- No es nada. RUFINA.- Oye, Mercedes, cuidado


¡Jesús, qué debilidad! como le vas a contar 
¡Estos ayunos me matan! nada de lo que te he dicho
a la niña.
RUFINA.- ¿Apetece usted tomar 
alguna cosa? MERCEDES.- Bien está.

CATITA.- Un traguito RUFINA.- ¡Ah!


de aguardiente.
MERCEDES.- (¡Esta es otra!).
RUFINA.- Bueno.
RUFINA.- Ni al señor.
CATITA.- ¡Ah! Porque si no, lo verás.
(eructa).
¡Qué bien me dice mi padre!
¡Yo no debo ayunar! ESCENA XVII

RUFINA.- ¿Pero, por qué ayuna usted? DOÑA RUFINA y ÑA CATITA

CATITA.- ¡Ay hija! Mientras nos da CATITA.- Me parece bien que tomes
fuerzas el cielo es preciso medidas para ocultar 
un poco de austeridad. a tu hija y a tu marido
que a mudarte de aquí vas;
RUFINA.- Voy a mandar que le traigan porque si llegan a olerlo...
el aguardiente.
RUFINA.- No hay miedo, no lo sabrán.
CATITA.- Y un pan.
CATITA.- Una mujer no se debe
RUFINA.- ¡Mercedes! dejar nunca gobernar 
por su marido o sus hijos
CATITA.- Deja... como una negra bozal.
Nada, tenérselas tiesas
RUFINA.- ¡Mercedes! y saberlos entablar.
Porque se vislumbran ellos
CATITA.- Que no lo traigan acá, en nosotros suavidad,
que lo pongan allá adentro. se nos suben a las barbas
y después trabajos hay.
RUFINA.- ¡Válgame Dios! ¡Este mal ¡Ay, hija! Mis tres difuntos
cómo la atormenta a usted! fueron como un cordobán,
y eso que de uno al diablo
CATITA.- No, pues, sino como está no había disparidad.
ahora en creciente la luna... ¡Pero, con buena la habían!
y el tiempo que está fatal... ¡Pobres, descansen en paz!
y como estoy retentada... Conmigo se la llevaron
con su pimienta y su sal.
¿Por qué te parece a ti
ESCENA XVI que no me he vuelto a casar?
Por no lidiar con los hombres.
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA Y MERCEDES Porque, hija, ¿quién es capaz
de aguantar sus malos modos
MERCEDES.- ¿Qué manda usted? sin mandarlos a pasear?
¡Te digo que no los viera
RUFINA.- Ven acá. ni con la luz que da el gas!
No ha sido porque me falte
MERCEDES.- ¿Qué cosa? quien me haga algún ademán,
ni me diga esto y el otro,
RUFINA.- Toma las llaves, y aquello y de más allá...
y saca al instante un pan
de la alacena y el frasco RUFINA.- ¿Pero quién dice tal cosa?
que con aguardiente está,
y ponlo todo ahí encima. CATITA.- Porque, aunque parezca mal
Escucha... que lo diga, cierto pie,
muy buen mozo, muy formal,
MERCEDES.- (¡Qué vieja tan...!). a donde quiera que voy
va como rabo detrás;
RUFINA.- Es necesario que sepas pero yo... ¡Jesús me libre
que nos vamos a mudar. de una tentación casual!
No es tampoco porque sea
MERCEDES.- Muy bien, señora, ¿y adónde? yo de los tiempos de Amat,
porque, ¿creerás? no me acuerdo,
RUFINA.- Eso después lo sabrás. quizá tú te acordarás,
Por ahora lo que te importa cuando entró la Patria .
es que trates de arreglar 
lo que haya por ahí tirado; RUFINA.- ¿Yo?
Muy poco... RUFINA.- Se le conoce en la cara.
¡Qué tal si él adivinara
CATITA.- ¡Miren qué tal! la que le estamos urdiendo!

RUFINA.- Tengo una idea remota. CATITA.- ¿No nos saca, hija, ventaja?
Para mí no se descuida.
CATITA.- Pues creía... Tanta ida y tanta venida,
no es por cierto, a humo de paja.
RUFINA.- Usted tendrá
a la fecha, Ña Catita RUFINA.- Deseche usté ese presagio
sus cincuenta a más tirar. que es de miedo.

CATITA.- No tengo sino noventa. CATITA.- Ahí lo verás:


 juzga mal y acertarás,
RUFINA.- Pues bien, entonces serán dice, hija mía, un adagio.
treinta y tantos, ¿no, es así?
RUFINA.- Hay otro más convincente,
CATITA.- No es sino un siglo cabal. y aquí viene de pedrada,
que dice, guerra avisada...
RUFINA.- Pero...
CATITA.- No obstante...
CATITA.- No le importa a nadie
averiguarme la edad. RUFINA.- No mata gente...
Tengo la que represento...
la que se me antoja... ¿estás?
ESCENA XX
RUFINA.- No se pique usted. Mi objeto
no ha sido agraviarla. DOÑA RUFINA, ÑA CATITA Y MERCEDES

CATITA.- ¡Ajá! MERCEDES.- Ya está eso.


Mudemos conversación;
no me quiero incomodar. RUFINA.- Vamos adentro.

RUFINA.- (¡Como se hace la chiquita... CATITA.- Vamos pues.


y ser mi abuela podrá!).
MERCEDES.- (¡Qué tragaldabas!).
CATITA.- ¡Ay Jesús, me vuelve el flato!
¡Qué maldita enfermedad! RUFINA.- Mientras no rompa esas trabas
no puedo estar en mi cetro.
RUFINA.- ¡Válgame Dios! ¡Qué es eso?

CATITA.- ¡Qué trabajo! (A Ña Catita que se agacha al suelo como para agarrar alguna
(¡Se habrá visto tal por cual! cosa y separa dos pajitas).
¡Cincuenta años! Vieja es ella
que ya renguea al andar). MERCEDES.- (¿Qué va a agarrar?).

RUFINA.- Ña Catita, mire usted... RUFINA.- ¿Algo ha perdido?


mi marido...
MERCEDES.- (¡Avestruz!).
CATITA.- Y viene acá.
CATITA.- Nada... que aquí hay una cruz.
RUFINA.- Ya llega... No la vayan a pisar.

CATITA.- Disimulemos
que así conviene.  _______________________ 
 _______________________ 

ACTO CUARTO
ESCENA XVIII
ESCENA I
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA Y DON JESÚS
DOÑA JULIANA Y MERCEDES
JESÚS.- (¡Qué par!)
JULIANA.- Mucho me dan que pensar,
CATITA.- ¡Silencio! Mercedes, estas medidas,
y tomarlas a escondidas
RUFINA.- ¡Qué gestos pone! mucho más que sospechar.
¿Mudanza tan repentina
JESÚS.- (¡Hablando de mí estarán!). ahora, Mercedes, a qué?
(Atravesando el proscenio para su cuarto).
(¡Tan buena es una como otra! MERCEDES.- Señorita, yo no sé;
¡Son Pilatos y Caifás!). cosa de doña Rufina.
Pero, acá para inter nos,
RUFINA.- Repárelo usted, va ardiendo. ¿sabe usted lo que barrunto?
Que lo esencial del asunto
se dirige a ustedes dos.
ESCENA XIX Sobre todo a don Manuel,
porque, señorita, de hecho
DOÑA RUFINA Y ÑA CATITA diera ella su ojo derecho
por apartarla a usted de él.
Me voy, dice, de esta casa
sin darle a ninguno el santo; MERCEDES.- Bien hecho. Si sirvo de algo
me buscan y mientras tanto puede usted contar conmigo.
el tiempo malo se pasa. Cosa mejor no la he visto;
Y el tiempo todo lo muda, porque, si una no se sale,
como lo dice el refrán; que se le entregue más vale
y se aferra en este plan, de una vez el alma a Cristo.
porque es así... testaruda. ¡Pero... calle! Aquí se cuela
Ña Catita.
JULIANA.- Con que, ¿tanto te encargó
que no me dijeras nada? JULIANA.- ¡Qué diablura!

MERCEDES.- Sí, niña, y muy enfrascada;


mas de eso me río yo. ESCENA II
Porque a decir lo que siento,
ya me tiene, hasta los ojos, DOÑA JULIANA, ÑA CATITA Y MERCEDES
y sus canseras y antojos
no sufro más un momento. CATITA.- ¡Ay! ¡Qué sala tan oscura!
¿Por qué no encienden la vela?
JULIANA.- ¿Cómo? ¿Qué dices, Mercedes? ¡Casi doy un tropezón!

MERCEDES.- Como usted lo oye; me fuera, MERCEDES.- (¡Qué vieja tan fastidiosa!).
aunque del hambre supiera
que iba a arañar las paredes. CATITA.- ¡Habrá gente más ociosa!
Y ya ha dado la oración.
JULIANA.- Escucha, ¿salió mi padre? ¡Mercedes...! ¡Mercedes!

MERCEDES.- Sí, señorita, hará una hora. MERCEDES.- ¿Qué hay?

JULIANA.- Y di: ¿sabes lo que ahora CATITA.- Te llama Ña Rufinita.


estará haciendo mi madre?
MERCEDES.- Ya voy. Adiós, señorita.
MERCEDES.- Anda en continuo trajín (¡Diablo! ¡Cara de balay!).
con esa endiablada vieja,
que la adula y la aconseja
por sacarle el alpechín. ESCENA III
Y no será muy ajeno
que, entre tanto, la maldita, DOÑA JULIANA Y ÑA CATITA
se nieta alguna cosita,
como por descuido, al seno. CATITA.- ¡Jesús! ¡Aquí no hay gobierno!
¡Qué gentes, qué gentes estas!
JULIANA.- No te puedes figurar  ¡Todas las cosas mal puestas!
lo intenso de mis dolores. ¡La comida por un cuerno!
Y luego por medio pan,
MERCEDES.- ¡Ay, niña! Con mil amores y un plato de arroz mal hecho,
lo quisiera remediar. me harán padecer del pecho
con la faena que me dan.
JULIANA.- Mil gracias, Mercedes, vete. ¡Cuán sucias, que ni aperciben
el olor de la inmundicia!
MERCEDES.- ¿Se queda sola usted aquí? A mí me diera ictericia
de vivir como ellas viven.
JULIANA.- Sí, Mercedes. ¡Qué despilfarro de casa!
Y si añade usté a esto más...
MERCEDES.- ¿Cómo así? ¡Oh, Julianita!, ¿aquí estás?

JULIANA.- ¿Habrán dado ya las siete? JULIANA.- (¡Dios mío, la hora se pasa!).

MERCEDES.- Ya no pueden tardar mucho. CATITA.- ¿Qué haces, niña, por aquí?
a quí?

JULIANA.- Vete, pues. JULIANA.- ¿Yo...? Nada...

MERCEDES.- No, señorita... CATITA.- ¿Nada?

JULIANA.- Aguardo aquí una visita. JULIANA.- (¡Ay, señor!)

MERCEDES.- ¿Una visita? ¡Qué escucho! CATITA.- Siempre estás de mal humor.
Vea usted que ya no tarda ¿Por qué eres conmigo así?
doña Rufina en salir. Yo otra cosa no deseo
Y la puede a usted reñir  más que tu felicidad.
porque su orden no se guarda.
JULIANA.- Gracias... (¡Qué fatalidad!).
JULIANA.- Que salga, poco me importa.
Dentro de un rato quizá, CATITA.- Mis afectos...
a otro, no a mí reñirá.
JULIANA.- Ya... lo creo...
MERCEDES.- ¡Me deja usted, niña, absorta!
CATITA.- Nunca para ti se entibian.
JULIANA.- Quiero ser franca contigo. Vaya, dime tus cuidados;
Hoy de esta casa me salgo. los males comunicados
si no se quitan, se alivian.
CATITA.- Lo mismo digo al sujeto.
JULIANA.- Yo no sufro ningún mal.
JULIANA.- Bien... (Ya está aquí me parece).
CATITA.- A mí no me digas eso.
Dale a otro perro ese hueso: CATITA.- Hablando del rey de Roma...
soy testigo presencial.
Y a la verdad, me da pena
ver lo que se hace contigo. ESCENA IV
Por eso, lo que yo digo,
tanta madre se condena. DOÑA JULIANA, ÑA CATITA, DON MANUEL

JULIANA.- (¿Hasta cuándo no se irá?) MANUEL.- Juliana...

CATITA.- ¡Tanta opresión quién la aguanta! JULIANA.- Manongo...


No digo tú, ni una santa.
MANUEL.- Vamos.
JULIANA.- (¡Qué suerte la mía!)
CATITA.- ¿Cómo es esto?
CATITA.- ¡Guá!
¿Qué ese cuerpo no tiene alma? MANUEL.- ¿Qué aguardamos?
Ya se ve, como ella es vieja
nadie le canta a la oreja. CATITA.- Pero oye...
¡Lo dicho!
MANUEL.- ¡No estoy de broma!
JULIANA.- (¡Jesús, qué calma!).
CATITA.- ¡Cáspita! ¡Qué botafuego!
CATITA.- Pues yo no uso de aspavientos; ¿Qué, siempre has de estar en riña?
la verdad, no soy de cobre, Mira que te expones niña...
y no me falta aunque pobre, Tu mamita saldrá luego.
quien beba por mí los vientos.
MANUEL.- Vamos, pues, ¿qué, nos detiene?
JULIANA.- (¡Qué impertinencia Dios mío!). ¿Vacilas?

CATITA.- Y si yo no recelara JULIANA.- (¡Qué basilisco!)


que me saliese a la cara... ¡Por mi padre San Francisco,
Por eso se clava el tío. miren ustedes qué viene!
(Veamos qué desembucha). ¿No te he dicho que mañana?
¿No digo bien, Julianita?
MANUEL.- ¡Mañana...! No puede ser.
JULIANA.- Así será, Ña Catita.
CATITA.- Ve que te vas a perder.
CATITA.- (Parece que no me escucha) Reflexiona...
Oye tú no me hagas caso
cuando hablo mis candideces, MANUEL.- Anda, Juliana.
porque lo hago muchas veces Mira que ya está en la puerta
solo por salir del paso. aguardándote mi tía.
Y mucho más en presencia
de tu madre, JULIANA.- Aguarda...
¿Qué de hacer?
Me empezaría a moler  MANUEL.- ¡Por vida mía!
de otro modo la paciencia.
¿No oyes, mi vida, lo que hablo? JULIANA.- Tengo un miedo que estoy muerta.
¡Qué buen gusto habías tenido!
El joven es... MANUEL.- No temas nada... ven, ven...

JULIANA.- (¡Siento ruido!) JULIANA.- ¡No sé qué recelo tengo!

CATITA.- Tan lindo como un retablo. CATITA.- (A ver si los entretengo).


Sí, Julianita, haces bien.
JULIANA.- (¡Y no hay medio que se mueva!)

CATITA.- Hace poco quise hablarlo, ESCENA V


pero estaba de amarrarlo...
Yo creo que hay luna nueva. DON MANUEL, DOÑA JULIANA, ÑA CATITA Y MERCEDES
En fin... me voy Julianita,
no te quiero molestar. MERCEDES.- ¡Por la virgen, señorita! Aquí viene la señora.

JULIANA.- (Ya te podrías marchar  CATITA.- (Alcemos la voz).


de una vez vieja maldita).
MERCEDES.- ¿Ya es hora?
CATITA.- Mira, pon a San Antonio
metido en una botija, CATITA.- ¡Vaya, adentro, Julianita!
para que así no te aflija
demorando el matrimonio. JULIANA.- Por Dios, calle usted la boca.
¡Ah! Si acaso se te ofrece
alguna cosa. MERCEDES.- Carguemos con ella.
(Agarra a Ña Catita por los hombros y la tira).
JULIANA.- (¡Qué aprieto!).
CATITA.- ¿Qué haces? JESÚS. ¡Rufina...! ¡Demonio!
(Se resiste).

MANUEL.- Bien dicho... ESCENA VII

CATITA.- Hagamos las paces... DON JESÚS, DOÑA JULIANA, ÑA CATITA, DON MANUEL,
MERCEDES Y DOÑA RUFINA
MERCEDES.- Ande usted...
(Tirándola). RUFINA.- ¿A qué son esos ritazos?
¿Qué hay ahora...?
ahora...? ¡Pero qué veo!
CATITA.- ¿Te has vuelto loca? ¡Indigna! ¿Dónde hay un palo?
¡Rufinita...! Ru...
MANUEL.- ¡Señora!
MERCEDES.- ¡Chitón!
(Tapándole la boca). RUFINA.- ¿Qué haces aquí?

CATITA.- ¿Dónde me llevan ustedes? JESÚS.- (Lo que yo debo es plantarlos


de patitas en la calle).
MERCEDES.- Al infierno.
RUFINA.- ¿Por qué no contestas, diablo?
MANUEL.- Anda, Mercedes. ¿Qué haces aquí?

CATITA.- Tengan de mí compasión. JULIANA.- Nada.

RUFINA.- ¡Julieta! RUFINA.- ¿Cómo?


¿Y ese bribón?
MANUEL.- ¿Lo oyes?
JESÚS.- Buen cuidado
JULIANA.- ¡Mi madre! tiene usted de su hija.
Vamos.
RUFINA.- Mira.
MANUEL.- Tápate. ¿No te dije, hace un rato,
que para nada salieras,
JULIANA.- Manongo, sinvergüenza, de tu cuarto?
¡mi honra en tu mano la pongo!
JESÚS.- Mejor le estaría a usted
no moverse de su lado;
ESCENA VI así no hubiera, hace poco,
impedido yo su rapto.
DON MANUEL, DOÑA JULIANA, MERCEDES, ÑA CATITA,
DON JESÚS RUFINA.- ¿Cómo...? ¿Quién...? ¿Este canalla?
¿Y usted qué hacía?
JESÚS.- ¡En... ! ¿Dónde bueno?
CATITA.- Rezando.
JULIANA.- ¡Mi padre!
JESÚS.- O ayudándolos.
CATITA.- (¡Ay, qué tentación!).
RUFINA.- Lo dije...
JESÚS.- ¿Qué es esto? Era de cajón, de claustro.
¿Qué significa este escándalo? ¡Si no podía por menos!
¡Solo un simple, un mentecato!
MANUEL.- Señor… En fin, ¿qué más quiere usted?
¿Qué más quiere usted? Le han dado
JESÚS.- ¿Dónde iban ustedes? en la yema del deseo.

JULIANA.- Yo... señor... JESÚS.- Dejémonos de sarcasmos.

JESÚS.- ¡Voto a los diablos! RUFINA.- Usted solo es el que tiene


¡Qué atrevimiento! la culpa de estos escándalos.
Usted que le ha dado alas
MANUEL.- Señor.... para que vuele a este pájaro,
usted no tiene meollo,
JESÚS.- ¿Y usted qué hace aquí? ni vergüenza.

CATITA.- Rezando... JESÚS.- ¡Vamos, vamos!


Cierre usted el pico, señora.
JESÚS.- ¿Dónde está tu madre?
RUFINA.- Usted, sí, señor.
JULIANA.- Adentro.
JESÚS.- ¡Canario!
JESÚS.- ¡Qué tal! Calle usted la boca digo,
no se me atufen los cascos,
CATITA.- (De esta no escapamos). y arree a los palos aquí
con cuantos tenga a mi lado.
JESÚS.- ¡Doña Rufina...! ¡Señora!
¡Rufina! MERCEDES.- (¡Caramba!).

CATITA. (Dios mío, sácanos con bien). JESÚS.- Nadie me chiste,


o como lo digo lo hago.
CATITA.- (¡Padre mío San José, DON JESÚS, DOÑA RUFINA, DON MANUEL, DOÑA
protector de los casados!) JULIANA, ÑA CATITA Y MERCEDES

JESÚS.- Yo sé lo que he hecho, señora, JESÚS.- ¡Qué barullo!


y lo que haré ¡voto a tantos!
La paciencia también tiene RUFINA.- ¡Picarón!
su término, al fin y al cabo.
Oiga usted, caballerito; JESÚS.- ¿Qué dirán en todo el barrio?
usted es un hombre ingrato
que corresponde a mi afecto RUFINA.- Usted me estropea
como un vil, como un malvado, así porque me ve sin amparo;
y que no es merecedor  como no tengo un pariente
de mi amistad por lo tanto. que le pare a usted los machos
No cuente usted, pues, con ella hace usted cera y pabilo de mí...
ni para bueno ni malo. Y usted...
JESÚS.- ¡Eso es!
RUFINA.- A las Recogidas
hoy mismo a pelar zapallo... RUFINA.- ¡Cuartudazo!

JESÚS.- Y a usted le privo desde ahora… CATITA.- (Hagámonos invisibles,


(Salen tres mozos con muebles). porque esto huele a quemado).
¡Eh...! ¿Dónde van esos trastos?
RUFINA.- Ya lo ve usted, Ña Catita...

ESCENA VIII CATITA.- Yo, hija...

DON JESÚS, DOÑA RUFINA, DOÑA JULIANA, ÑA CATITA, RUFINA.- Ya ve usté el trato
DON MANUEL, MERCEDES Y CRIADOS que me da.

CRIADO.- Anda, hombre. CATITA.- Yo no me meto


(A otro criado que va por delante y se detiene). en asuntos de casados.

JESÚS.- Pararse ahí. RUFINA.- En mala hora me casé


con semejante abocastro.
RUFINA.- Sigan ustedes. ¡Dios sabe lo que me pasa!

JESÚS.- ¡Zamarros! JESÚS.- Y a mí también.


¡Alto, he dicho!
CATITA.- ¡Malo, malo!
CRIADO.- Deja, pues.
RUFINA.- Y mire usted...
JESÚS.- ¡Señora, con dos mil santos!
¿Se ha metido en esta casa CATITA.- ¡Yo qué se...!
alguna legión de diablos?
¿Qué es esto? Responda usted. RUFINA.- Muy bien me lo aconsejaron.

RUFINA.- ¿Qué ha de ser? Que me he cansado CATITA.- (Voy a traer mi pañuelo


de sufrir majaderías para largarme a mi cuarto).
y que de usted me separo.
Así cada uno podrá
hacer de su capa un sayo. ESCENA X

JESÚS.- ¡Dios eterno! DICHOS, MENOS ÑA CATITA

RUFINA.- Aguante usted. RUFINA.- ¡Tan bruto!

JESÚS.- ¡Me dan ganas...! JESÚS.- Y usted tan sabia.

MERCEDES.- (¡Malo!). JULIANA.- Pero, mamita...

JESÚS.- ¡Ah, mujeres! La mejor  RUFINA.- No, en vano


es el mismo pie del diablo. no lo puedo a usted ver.

RUFINA.- ¡Y ustedes son unos ángeles! JESÚS.- Bueno.

MERCEDES.- (¡Sí, con espuelas y cachos!) MANUEL.- (¡Qué ganas de agriar los ánimos!).

JESÚS.- Vamos, ¿qué aguardan ustedes? RUFINA.- Me tiene usted hasta los topes.
¡Fuera de aquí! Le odio a usted más que a los diablos.

RUFINA.- Carguen... MANUEL.- Señora, por Dios...

JESÚS.- ¡Largo! RUFINA.- ¡Muñeco!


Mandarse mudar, tunantes, Le ha de costar a usted caro.
o los boto a garrotazos.
JESÚS.- Ya lo veremos.

ESCENA IX
ESCENA XI de retratos ni embelecos,
sino de que usted es un pillo,
DON JESÚS, DOÑA RUFINA, DON MANUEL, DOÑA un bribón, un embustero,
JULIANA, MERCEDES Y DON ALEJO que ha logrado alucinar 
con mil mentiras y enredos
ALEJO.- Señores... a esta mujer ignorante.

RUFINA.- A buen tiempo, don Alejo. RUFINA.- No me insulte usted.


Venga usted.
JESÚS.- ¡Silencio!
ALEJO.- ¿De qué se trata?
RUFINA.- ¡Cuidado!
JULIANA.- (Es verdad, llega a buen tiempo).
JESÚS.- ¡Silencio, digo!
ALEJO.- ¿Se necesita mi voto Y perturbado el sosiego
sobre algún vestido nuevo? de mi casa...
No, pues ese que usted lleva
le viene pintado al cuerpo. ALEJO.- ¡Don Jesús!
Solo que el color es bajo,
y el monillo un poco estrecho. JESÚS.- Mas no será por más tiempo.
¿Y sabe usté en qué consiste? ¡Vaya! Tome usté el portante,
y lárguese luego luego.
RUFINA.- Escúcheme usted...
RUFINA.- No se irá.
JESÚS. (¡Muñeco!)
JESÚS.- ¿No?
ALEJO.- En que lo han cortado al hilo
en vez de cortarlo al sesgo. RUFINA.- No, señor.

RUFINA.- Pero oiga usted... JESÚS.- ¡Fuera! Antes que...

MERCEDES.- (¡Palangana!). RUFINA.- Lo veremos.

ALEJO.- Si ese traje lo hubiera hecho JESÚS.- Y usted cállese, señora,


una modista francesa, no me violente.
nadie le pondría un pero.
Desengáñese usté... en Lima RUFINA.- No quiero.
no harán nunca nada bueno.
Por eso es que a mí, madama, JESÚS.- Aún soy marido de usted
me visten solo extranjeros. y usaré mis derechos.
Hubi me hace las levitas...
RUFINA.- ¿Y qué hará usted?
RUFINA.- Pero oiga usted, don Alejo...
JESÚS.- ¡Basta, basta!
ALEJO.- Los chalecos monsieur Prugue... Váyase usted, caballero.

JESÚS.- Escuche usted, caballero... ALEJO.- Sin duda usted se chancea.

ALEJO.- Las botas el alemán; las camisas... JESÚS.- No señor; hablo muy serio.

JESÚS.- Vamos a esto. ALEJO.- Entonces me insulta usted


Aquí no se trata ahora de camisas como a un zafio, como a un negro.
ni chalecos,
se trata... JESÚS.- Como usted guste.

ALEJO.- ¿Sobre el peinado? ALEJO.- ¡Cuidado!


Porque, amigo, yo por menos
RUFINA.- Pero, señor, si no es eso. le planto cuatro estocadas
al de bigote más crespo.
ALEJO.- ¡Eh, bien! Pues el de Julieta
está tocante en extremo. JESÚS.- Pues bien...
Si no fuera porque tiene...
¡ah! consiste en el cabello. MANUEL.- Señor don Jesús...

JESÚS.- Déjese usted de retratos JESÚS.- Yo no tengo a nadie miedo.


y atiéndame, caballero.
ALEJO.- ¡Eh, bien! Entonces, las armas...
ALEJO.- ¿Retratos? ¡Oh! Aquí no faltan la hora... el puñal, el veneno,
fisonomistas muy diestros... el florete, la pistola,
Y para mí los fotógrafos todo es para mí lo mesuro.
son el non plus del ingenio. Pero le prevengo a usted
Usted no sabrá, sin duda, que en esta última poseo
no lo sabrá, por supuesto, una destreza admirable.
el arreglo, el mecanismo Capaz soy de darle a un pelo
de este prodigioso invento. a cien varas de distancia,
Pues escuche usted, se toma... y partirlo medio a medio;
ni Morán tira conmigo,
JESÚS.- ¡Don Títere o don Muñeco! y eso que ha sido mi maestro.
Digo a usted que no se trata Con que, vamos.
JUAN.- Y he querido, antes de nada,
RUFINA.- ¡Por la Virgen! entregar a usted esta carta,
Cálmense usted, don Alejo. que, al pasar por Ayacucho,
me la encargó, pero mucho,
ALEJO.- No tengo nada, madama… nuestro amigo don Luis Marta.
¡Oh! no, nada. Estoy sereno.
Un par de pinchazos basta... JESÚS.- ¡Don Luis! Traiga usted.
después... nos abrazaremos...
el honor... RUFINA.- (¿Qué harán?).

JESÚS.- Escuche usted; JESÚS.- ¡Qué veo! ¡Gracias a Dios!


si no calla y se va luego,
lo agarro a usted del fundillo ALEJO.- ¿Qué tratarán ahí los dos?
y lo estrello contra el techo.
RUFINA.- No sé.
ALEJO.- ¡A ver!
JESÚS.- Pase usted, don Juan.
JESÚS.- ¡Aguárdese usted!
JUAN.- Mis señoras...
MANUEL.- Señor, deje usted...
RUFINA Y JULIANA.- Caballero.
JESÚS.- ¡Cangrejo!
JESÚS.- (Al fin y al cabo don Luis
MANUEL.- Y usted váyase... se acordó que era mortal).

JUAN.- Señores... ¡Oh qué feliz casualidad...!


ESCENA XII ¡Don Alejo! Mi amigo...

DON ALEJO, DOÑA RUFINA, DOÑA J ULIANA, DON ALEJO.- (¿Qué irá a decir?).
MANUEL, MERCEDES, CRIADO
JUAN.- Me ha ahorrado usted el trabajo
CRIADO.- Señor, de buscarlo. Tengo aquí
afuera hay un caballero una carta de su esposa...
que hablar con usted desea.
TODOS.- ¡De su esposa!
JESÚS.- Dile que estoy ocupado.
JUAN.- Que con mil
CRIADO.- Pero señor, me ha encargado encargos me la entregó,
que diga a usted que lo vea cuando del Cuzco salí.
ahora mismo, que precisa. ¿Sabe usted que se ha casado
la Petuca con don Gil?
MERCEDES.- (A buena hora).
RUFINA.- ¡Cómo! ¿El señor no es soltero?
JESÚS.- Que entre.
JUAN.- No, señora.
CRIADO.- Bien.
ALEJO.- (C’est fini!).

ESCENA XIII JESÚS.- Pues no podía usted traernos


una nueva más feliz.
DON JESÚS, DON ALEJO, DON MANUEL, DOÑA RUFINA,
DOÑA JULIANA y MERCEDES RUFINA.- ¿Es posible don Alejo?
¿Habrá sido usted tan ruin
MERCEDES.- (¡Estoy con un comején...!). para tratar de engañarnos...?

ALEJO.- (¿Quién será con tanta prisa?). ALEJO.- ¿Y usted lo cree...? Fue un desliz
ese que tuve en el Cuzco...
JESÚS.- (¡Voto al diablo!). una contracción en fin,
un trato ilícito, un...
JULIANA.- (¿Quién será?).
JUAN.- ¡Don Alejo!
JESÚS.- (¿Qué querrán ahora conmigo?).
ALEJO.- Sí, un ardid...

ESCENA XIV RUFINA.- Pero el señor…

DON JESÚS, DON ALEJO, DON MANUEL, DOÑA RUFINA, ALEJO.- Cubiletes...
DOÑA JULIANA, DON JUAN y MERCEDES ¿Qué hombre en la edad juvenil
se ve libre?
JUAN.- Señor don Jesús...
JUAN.- ¡Don Alejo!
JESÚS.- ¡Oh, amigo!
¿Tanto bueno por acá? MERCEDES.- (¡Bribonazo!).
¿Cuándo ha sido la llegada?
JUAN.- ¿Cómo así
JUAN.- En este mismo momento. puede usted en mi presencia
con tal descaro mentir?
ALEJO.- (¿No es este don Juan Sarmiento?)
JESÚS.- ¿Y por qué no? El señor 
es de conciencia matriz.
MERCEDES.- (Se acabó la mancada).
JUAN.- Don Jesús ¿pero qué ocurre?
JESÚS.- De esas, don Juan, que hay en Lima,
JESÚS.- ¡No es cosa! ¿Qué ha de ocurrir? no a cientos, si no a millares,
¡Nada! Sino que el señor  que fingiendo honra y estima
tenía ya dado el sí se tragan los pilares
para contraer nuevas nupcias, de la casa de más cima;
y la presunta del quid y que, haciendo una oración
es nada menos que mi hija, o rezando una novena,
que es esa que ve usted allí, te quitan sin son ni ton
y mi mujer, la madrina. a la familia más buena
el reposo y la opinión.
JUAN.- ¿Qué dice usted? Hirientes como un venablo,
que haciendo el real van y vienen;
JESÚS.- Pero en fin y para abreviar lo que hablo,
era muy santo, don Juan, de estas, mi amigo, que tienen
muy piadoso... los siete pelos del diablo.

JUAN.- ¡Eso es muy vil! RUFINA.- (¡Ella no más me ha perdido.


No sé cómo le creí!)
JESÚS.- ¡Disparate! ¿Quién dijo eso?
JESÚS.- ¡Infortunado el marido
RUFINA.- (¡Qué mujer tan infeliz!). a quien pasa lo que a mí!

JESÚS.- Quien frecuenta sacramentos RUFINA.- No sé qué me ha sucedido.


se va al cielo sin sentir.
¡Cómo está en gracia de Dios!
ESCENA XVI
RUFINA.- (¡Tan zonza que lo creí!).
DON JESÚS, DON JUAN, DON MANUEL, DOÑA RUFINA,
JESÚS.- Ya usted ve: ¡no tiene una alma DOÑA JULIANA, MERCEDES Y NA CATITA
más cándida un serafín!
CATITA.- ¡Pues...! Ya perdí el Jubileo,
ALEJO.- ¡Basta de pullas! por estarme aquí metida.

JUAN.- (¡Canalla!) JESÚS.- Ahí la tiene usted, don Juan.


Esa es la santita, la hidra.
JESÚS.- ¡Y basta de hablarme a mí!
Si no sale usted al punto CATITA.- Adiós, pues hija... Ya es tarde…
le hago ñiscas un cuadril. Hasta mañana.

ALEJO.- Espero que usted en el campo JULIANA.- ¡Maldita!


se sepa también batir...
no digo más; hasta luego... JESÚS.- Escuche usted, mi señora...

JESÚS.- Vamos, lárguense de aquí. CATITA.- ¡Mi señora! ¡Habrá manía!


¿Del Carmen o del Rosario?
ALEJO.- Madamas...
JESÚS.- ¡Cuidado como en su vida
JESÚS.- ¡Largo! vuelva usted, ni por candela,
por aquestas cercanías;
JUAN.- (¡Tunante!). pues si por su mala estrella
así no lo verifica
ALEJO.- Nos veremos vis-à-vis. se expone usted a que le mande
dar una buena paliza!
¡Vaya usté a enredar al diablo!
ESCENA XV
CATITA.- Usted será el enredista.
DON JESÚS, DON MANUEL, DON JUAN, DOÑA RUFINA,
DOÑA JULIANA Y MERCEDES JESÚS.- ¡Salga usted de aquí!

JUAN.- Tanta maldad no creyera CATITA.- ¡Guá! ¡Guá!


si yo no lo hubiera visto. ¡Habráse visto estantigua!
¡Esto es lo que me faltaba!
JESÚS.- Mucho peor, amigo, fuera
si con el tiempo no ando listo. JESÚS.- ¡Silencio! ¡Ande usted de prisa!

JUAN.- Ese hombre es una calavera. CATITA.- ¡Váyase el muy indecente


a donde no cause grima!
JESÚS.- No tiene él la culpa, no,
n o, ¿Yo para qué necesito
si no esta imbécil mujer  ni de usted ni su familia?
que lo atrajo y lo aduló, ¡Judío! ¡Descomulgado!
porque creyó que iba a ser...
¡qué sé yo lo que creyó!... JUAN.- Váyase usted, mi querida.
Y una vieja endemoniada,
que, con capa de virtud, CATITA.- ¿Y a usted quién le ha dado vela
nos ha hecho aquí una ensalada en este entierro...? ¡Cochinas!
de la casa y la salud. Por eso está Lima así...
¡Ya se vé, Dios la castiga! puesto que así lo desea.
¡Por cuenta de ellas no más Que se vaya, que me deje,
de repente hay una ruina, que no hay miedo que la vea
o con más violencia que antes por más que después se queje.
vuelve la fiebre amarilla!
¡Escandalosas...! JUAN.- Nada, mi amigo, a otra cosa;
JUAN.- Señora, basta de majaderías. todo eso es inútil ya...
mire usted a su pobre esposa
CATITA.- ¡Quite que me da calor! cuán acongojada está.

JUAN.- No se exponga usted. RUFINA.- ¡Virgen de Chinquinquirá,


a esta infeliz compadece!
MERCEDES.- (¡Qué lisa!)
JUAN.- Don Jesús, yo me intereso.
CATITA.- Mejores habían de ser, Si algo mi amistad merece
no tan sucias, tan mezquinas. no pensemos en eso.

JESÚS.- ¡Vamos...! JESÚS.- (Cómo soy que me enternece).

CATITA.- ¡Vaya usté a la porra! RUFINA.- (¡Ay Señor! ¿A dónde iré


¡Espantajo! ¡Sin camisa! que no ande de arriba a abajo?).
¡Muñecón! ¡Matusalén!
JUAN.- Mi amigo, ¿en qué piensa usté?
No hay atajo sin trabajo.
ESCENA XVII
JESÚS.- Es cierto, don Juan, lo sé.
DON JESÚS, DON JUAN, DON MANUEL, DOÑA RUFINA,
DOÑA JULIANA Y MERCEDES JUAN.- Vaya; lléguese, señora:
(a doña Rufina que llora)
JUAN.- ¡Qué mujer! ¡Si es una arpía! restablézcase la paz.
¿A qué esos llantos ahora?
JESÚS.- Cuánto fuera mi rubor 
si otro que usted, buen amigo, RUFINA.- Si no lloro soy capaz de reventar.
presenciara mi dolor.
JESÚS.- En buena hora
JUAN.- No hay etiquetas conmigo. llegó usted, don Juan, aquí
a desbaratar patrañas.
MANUEL.- Permítame usted, señor...
JULIANA.- Mamita, yo sola fui...
JESÚS.- ¡A un lado! Señora mía
tome usted esa libranza RUFINA.- ¡Ay, hijita de mis entrañas!
que don Luis María me envía; (abrazándola).
cóbrese usted lo que alcanza, ¿Qué hubiera sido de ti?
y largo de aquí en el día.
Si usted pretende vivir  JUAN.- Se acabó... Todo es concluido.
por su cuenta, yo también. Acercarse...

RUFINA.- (¡Dios mío! ¿qué he de decir?). MANUEL.- ¡Señor!

JUAN.- Reflexiónelo usted bien, JULIANA.- ¡Padre!


no tenga más que sentir.
JESÚS.- Bien: todo lo echo al olvido.
JESÚS.- Mucho he sufrido, don Juan; Den un abrazo a su madre.
pero desde hoy ¡voto a aquel! (A don Manuel y Juliana que abrazan a doña Rufina).
He de adoptar otro plan. Y tú abraza a tu marido.
Si un hombre se hace de miel... (A doña Rufina, con los brazos abiertos, después de que ella
ya usted conoce el refrán. abraza a sus hijos).
La mayor satisfacción
JUAN.- Como el dolor es creciente es esta, amada Rufina,
y la herida no está sana, pues nace del corazón:
que usted padezca es corriente; toda otra cosa es pamplina,
mas diga usted, ¿qué se gana un absurdo, una ilusión.
con no mostrarse prudente? Desconfía, en adelante,
del que ostenta beatitud,
JESÚS.- Que haya prudencia y reposo y de todo hombre pedante,
en un marido es muy santo, que nunca fue la virtud
y además muy provechoso; ficciosa ni petulante.
pero tampoco no tanto,
que todo extremo es vicioso. RUFINA.- Siempre sumisa a tu lado
haré que todos me vean.
JUAN.- Es probable que jamás
vuelva por aquí ese vándalo JUAN.- No hablar más de lo pasado.
a molestarle a usted más;
así es peor cualquier escándalo, MERCEDES.- (Dios quiera que estas no sean
e inoficioso además. promesas de enamorado).

JULIANA.- Padre mío...


Fin
JESÚS.- Que se aleje,

S-ar putea să vă placă și