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Ña Catita es una comedia en verso, escrita por el amar
amargo
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quienn la abra
abraza
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dice lo
escritor peruano Manuel Ascencio Segura. Pertenece muc
mucho que que la quie
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te Rufi
Rufina
na
a la corriente literaria del costumbrismo. Su primera acompañada de Ña Catita los sorprenden armándose
versión, en tres actos, fue estrenada en Lima, en la tremendo alboroto, pero Manuel se muestra firme en no
noche del 24 de enero de 1845. Posteriormente su autor querer irse hasta no hablar con don Jesús, el padre de
la refu
refund
ndió
ió,, ampl
ampliá
iánd
ndol
olaa con
con un acto
acto más,
más, y la Juliana, pero en ese momento aparece don Alejo.
reestrenó el 30 de agosto de 1856, también en Lima, en
el teatro Variedades. Se constituyó en un gran éxito, Ña Catita se aprovecha de la desesperada situación en
engrandecido por el genio de la actriz Encarnación que se halla Manuel, y a cambio de un plan que ella ha
Coya. urdido para que él pueda huir con Juliana, le saca algo
de dinero y le exige discreción sobre lo convenido. El
Su personaje principal es quien le da el nombre a la joven enamorado logra convencer a Juliana de huir
obra
obra:: la viej
viejaa ÑA CATI
CATITATA (dim
(dimin
inut
utiv
ivoo de doña
doña juntos, pero ambos son sorprendidos por don Jesús,
Catalina), que es una celestina o alcahueta, es decir, quien llama la atención a Manuel por haber defraudado
una vieja chismosa y entrometida, que va de casa en su confianza. En esos instantes llaman a la puerta, era
casa regando infamias, ganándose así la vida. En esta don Juan, amigo de muchos años de don Jesús, que
obra podemos apreciar también la antigua costumbre llega portando una carta para él, pero al ver a don Alejo
de que los padres eran lo que buscaban la pareja a sus muestra una gran alegría pues se ha evitado el trabajo
hijas, preocupándose que el elegido fuera un hombre de de buscarlo para hacerle entrega de una carta de su
holgada o suficiente posición económica, sin importar esposa que vive en el Cuzco. Don Alejo es
de que fuera de mucha mayor edad que la “niña”. desenmascarado de su supuesta soltería, no le queda
más remedio
remedio que irse. Le sigue en su fuga Ña Catita a
quien don Jesús larga con un sermón de .Padre y señor
DATOS BIOGRÁFICOS DEL AUTOR mío....
Manuel Ascencio Segura (1805-1871). Escritor nacido Al final gracias a don Juan, Rufina y don Jesús se
en Lima. A temprana edad, 13 años, sentó plaza de amistan, Juliana y Manuel por fin se unen para ser
cadete en el ejército realista en el que militó hasta la felices para siempre.
batalla de Ayacucho. Después pasó a servir al ejército
republicano en tiempos de Gamarra y, ganado por su VALORACIÓN
vocación de escritor y poeta, renunció a las armas para
dedica
dedicarse
rse al género
género literar
literario
io de su prefer
preferenc
encia,
ia, al Esta obra, más que el argumento (demasiado simplón)
tiempo que desempeñaba un empleo en el Ministerio o las formas poéticas
poéticas (algo desmañada
desmañadas),s), destaca
destaca más
de Hacienda (1841). Viajó a Piura como secretario
secretario de por la espontaneidad de los personajes y la gracia de
la gobe
gobernrnac
ació
iónn y, tiem
tiempo
po desp
despué
uéss volv
volvió
ió a Lima
Lima los diálogos plagados de dichos populares, que ofrecen
(1858)
(1858),, más tarde
tarde fue elegid
elegidoo diputa
diputado
do por Loret
Loretoo un vivo retrato de la sociedad peruana en sus primeras
(1860). En el aspecto que destacó fue en la comedia décadas republicanas, a veces de manera festiva, otras
costumbrista con sus obras: "Lances de Amancaes", de forma sarcástica. Segura reproduce magistralmente
"El Sargento
Sargento Canuto
Canuto",
", "La
"La Saya
Saya y el MaManto
nto",
", "Ña la forma de pensar y hablar del criollo peruano costeño.
Catita", "Las tres viudas", etc. Además editó los diarios Entre los prototipos notables que nos muestra están el
"La Bolsa", "El Cometa", "El Moscón". vanidoso petimetre con sus maneras y actitudes que
hoy definimos como “huachafería” o la vieja beata
RESUMEN DE LA OBRA limeña, hipócrita y santurrona. Es un antecedente de
Ricardo Palma.
La comedia ÑA CATITA es una de las obras más
risueñas y, sobre todo, de gran sabor criollo y limeño.
El personaje principal de la obra es Catita, personaje
limeñizado, hecho a su ambiente y tiempo, ella va de
un sitio a otro, llevando y trayendo noticias de casadas,
viudas y enamoradas.
Jesú
Jesúss y Rufi
Rufina
na disc
discut
uten
en acal
acalor
orad
adam
amenente
te sobr
sobree el
destino
destino de su hija Juliana. El padre quiere
quiere para su hija
un joven como Manuel, en cambio su mujer no repara
en eso y quiere
quiere a don Alejo,
Alejo, viejo
viejo supues
supuestam
tament
entee
adinerado y bonachón, como marido para Juliana. La
indiferencia con que la muchacha recibe las cortesías
del vetusto galán provoca las iras de su madre, quien
busca en Ña Catita, vieja chismosa y alcahueta, la
ayuda para hacer cambiar el giro de la situación.
RUFINA.- ¿No encontraron más apodo
ÑA CATITA (OBRA COMPLETA) para hacértelo deforme?
Pues los que han dado el informe
Comedia limeña por mienten hasta por los codos.
Les sobra pechuga, arrojo
MANUEL ASCENCIO SEGURA para hacer malo lo bueno;
ven la paja en ojo ajeno
(Dramaturgo peruano, 1805-1871) y no ven la viga en su ojo
¿Querrán para yerno tuyo
un mozo zarrapastroso,
torpe, feo y andrajoso,
En cuatro actos cara de zango con yuyo?
No, señor: ese tal Manongo
Estrenada en Lima no se casará con mi hija;
vaya y llene su vasija
El 30 de agosto de 1856 con agua de otro porongo.
RUFINA.- Cabal; con él, sí, señor. RUFINA.- ¿Qué esto, pues? ¿Hasta cuándo?
Salgamos de capa rota.
JESÚS.- ¿Un sempiterno hablador Ese mozo está en la pelota,
le quieres dar por marido? y es, a más, un burro andando.
Un zanguango con más dengues Vaya a otra parte a hacer nido
que mocita currutaca, y no arme más alboroto:
más hueco que una petaca no falta un zapato roto
y lleno de perendengues; nunca para un pie podrido.
un fatuo que rompe al día
un par o dos de botines, JESÚS.- ¡Qué tarabilla!
registrando figurines
de una en otra sastrería: RUFINA.- Si quieres
un baboso, un dominguejo, morir, sin saber de qué,
cuyo trato nadie estima amárrate un tonto al pie.
y que sirve en todo Lima
de hazmerreír y de gracejo. JESÚS.- ¡El diablo son las mujeres!
RUFINA.- Una mina hemos hallado. CATITA.- Y con la boca muy seca,
Este hombre vale un Perú. y el estómago en un hilo.
¡Qué enorme es la diferencia
que hay de él al otro gandul! RUFINA.- ¡Válgame Dios! También llega
usted tan tarde. No importa ¡Qué desgracia!
porque que haya en la alacena
alguna cosa. Yo creo RUFINA.- Ña Catita,
que guardó la cocinera cada día más me pesa
un poco de caldo. Sí… haberme unido con él.
que lo caliente. ¡Manuela!
CATITA.- No hay mal que por bien no venga.
CATITA.- Dios te lo pague, mamita.
Pero escucha; mejor fuera RUFINA.- Yo sola tengo la culpa.
un poco de chocolate, No faltó quién me advirtiera
porque hoy creo que son témporas, el geniazo que tenía;
y el ayuno... pero yo, niña inexperta,
cerré el ojo y me casé
RUFINA.- Mandaremos con ese perro de presa.
a comprarlo... Bien merecido me está.
Bastante caro me cuesta
CATITA.- No; no, deja; La ansia de tener marido.
tomaré cualquier cosa.
Te molestas… CATITA.- ¿Por qué no haces la promesa,
a fin de que se componga,
RUFINA.- ¡Qué molestia! de ir en el año que entra,
descalza echando sahumerio,
CATITA.- ¿Y cómo va por acá? hasta Santa Ana siquiera,
al Señor de los Milagros?
RUFINA.- Siempre, Ña Catita, en guerra. Puede ser que te conceda
este Señor lo que pides.
CATITA.- ¿Con que no hay forma que entre Vamos a ver; haz la prueba.
tu marido por vereda?
RUFINA.- ¡Ojalá que en eso solo,
RUFINA.- Cada día está más terco; Ña Catita, consistiera!
no hay que tocar otra tecla
sino matarlo o dejarlo. CATITA.- Pero hablando de otra cosa.
Ahora he tenido una gresca ¿No sabes que la Malena
con él, pero para nada. peleó ayer con su marido?
¡Si es más duro que una peña! La puso, hija, como nueva.
¡Serrano, había de ser!
CATITA.- ¡Y quién lo ve! Daba compasión el verla.
¡Tenía la cara, así...!
RUFINA.- Sí, señor; ¡Tamaña!
pero es más malo que Gestas.
RUFINA.- ¡Qué desvergüenza!
CATITA.- ¡Qué trabajo! ¡Cómo siento
lo que este hombre te atormenta! CATITA.- Pero ya se ve; si tiene
Pero ya se compondrá. también tan poca cautela.
(Con misterio). Recibir, niña, visitas
Hace poco que en la iglesia cuando el otro sale fuera,
ideaba cierto proyecto... sin poner, por lo que potest,
uno que aguaite en la puerta.
RUFINA.- ¿Sobre esta misma materia? Pero ya, gracias a Dios,
están como unas ovejas.
CATITA.- Y con el favor de Dios Y agradézcanmelo a mí,
nos ha de salir de perlas. y a la buena moza aquella
Adentro te lo diré, que te he contado otras veces
que ahora no está mi cabeza que tiene tan ricas prendas,
para nada. ¡Ay! ¡Ay...! sin que nadie sepa hasta ahora
cómo ni de dónde vengan,
RUFINA.- ¿Qué es eso? que fuimos las que mediamos
¿Le ha dado a usted la jaqueca? para que en paz se pusieran...
Pero, hija, por vida tuya,
CATITA.- No es cosa, hijita. Estas beatas, no sea que esto se sepa.
que son unas sinvergüenzas,
son las que me han de quitar RUFINA.- ¡Cómo, Ña Catita!
la vida. ¡Ay, qué gente esta!
¿Creerás que se están las más CATITA.- ¡Ay, hija!
toda la mañana entera Yo no quiero que me metan
al pie del confesionario, en cuentos. ¡Pobre de mí!
en consultitas secretas
con el padre, y con risitas RUFINA.- No soy, Ña Catita, de esas.
y otras dos mil morisquetas,
sin dejar que una se llegue CATITA.- Mas, volviendo a tu marido,
a descargar la conciencia? ¿Conque es un maula completa?
¡Que Dios las haga unas santas!
Y mira, hija, si no fuera RUFINA.- Le digo a usted, Ña Catita,
pecado hacer malos juicios que estoy pasando las penas
y darle gusto a la lengua, del infierno con ese hombre.
yo diría que estas cosas Sabe Dios que si tuviera
no pueden ser nada buenas. un buen empeño le haría
¡Qué tal! ¿Con que tu marido dar algún destino afuera.
te trata como una negra?
CATITA.- Yo, mamita, nada valgo. Vamos a esto, ¿y Julianita
Soy un huanchaco en mi tierra: qué cara a estas cosas muestra?
si no, con dos mil amores Por supuesto que se inclina
te haría esa diligencia. al sujeto y...
No conozco en Lima más
que a Fray Juan Salamanqueja, RUFINA.- Ni lo piensa:
a Fray Rufo, a una monjita es muy caprichuda, mucho.
de allá de las Nazarenas; Y como aquel otra pieza
y a otras personas así, ha logrado embaucarla
que, de la misma manera con sus desplantes y quejas,
que tú, me dan un bocado está, niña, que parece
y un trapo, porque me aprecian. un gallito, la muy puerca.
¡Soy tan pobre...! Ya lo ves... Ahora poco estuvo aquí
Ni sé, ni sé, cuándo tenga don Alejo a hablar con ella.
para hacerle unas motitas ¡Y si la hubiera usted visto!
a un pañuelito de seda, ¡Qué palabrotas tan secas,
que le estoy ahora cosiendo le contestó! Casi, casi
al padre que me confiesa. me caigo de rabia muerta.
Si alguien me hiciera el favor Se me iban y me venían
de prestarme una peseta, los colores de vergüenza.
un alma del purgatorio Y él que es, como usted sabe,
sacara con su fineza. de tanta delicadeza,
y tan puntilloso...
RUFINA.- Tome usted.
CATITA.- ¡Oiga!
CATITA.- ¡Dios te haga santa!
¡Dios te dé su gloria eterna! RUFINA.- Disimulaba.
¡Quien tuviera la fortuna
de tu comadre Teresa, CATITA.- A la fuerza.
que se sacó la de a mil Eso tiene, Rufinita,
en baca con la chilena! dejarle la rienda suelta.
CATITA.- ¡Y siendo un pico tan corto! JULIANA.- ¿Me llamaba usted, mamita?
¡Mucha intemerata es esa!
Nada, que pague; y si no RUFINA.- ¿Dónde te fuiste, muchacha?
a la Intendencia con ella. Pareces, mujer maldita,
que estuvieras con caracha. lo ves con indiferencia,
No paras en parte alguna; ya mudarás de consejo
y por Dios que me alegrara tratándolo con frecuencia.
que fuera de esa perruna,
cosa que nunca sanara. RUFINA.- Sobre todo, Ña Catita,
¡Lo has hecho de mil primores ¡qué amor ni qué patarata!
contestando a Don Alejo!
CATITA.- Dice muy bien tu mamita,
JULIANA.- Si no me dijese amores es mucho cuento la plata.
no le mostrara entrecejo. Hasta la pena más dura
se ablanda con el dán dán;
CATITA.- Habla con menos descoco y como dice el refrán,
de un sujeto tan instruido, amor, con hambre no dura.
que debe dentro de poco, Tu novio la tiene pues;
hijita, ser tu marido. me consta, no son fachendas:
la mitad puesta a interés,
JULIANA.- ¿Mi marido? con la otra da sobre prendas.
RUFINA.- Salga usted de aquí volando. RUFINA.- Usted aquí a nadie inquieta.
Usted no se ha de casar
con ella, no. ALEJO.- Puede ser sesión secreta...
ESCENA XI
ESCENA IX
DON MANUEL y MERCEDES.
DON MANUEL y ÑA CATITA.
MERCEDES.- ¡Don Manuel!
MANUEL.- Ya no puedo tolerar
tanto desaire en mi cara. MANUEL.- ¡Oigo mi nombre!
¿Quién es? ¡Ah! Mercedes, ¿qué hay?
CATITA.- Nada, con la misma vara...
MERCEDES.- Hable usted bajo.
MANUEL.- ¡Señora, no molestar!
MANUEL.- Nadie oye.
CATITA.- Si lo tomas tan a pechos Vamos Mercedes, ¿qué ocurre?
te volverás pronto loco.
MERCEDES.- Pues, señor... ¡Tengo un soroche!
MANUEL.- ¡Por Dios, que me falta poco...! No vaya a salir alguno...
CATITA.- No hay que subirse a los techos. MANUEL.- Acaba, con mil demontres.
CATITA.- Porque si no, los escrúpulos... ALEJO.- ¡Eh bien! Soberbio. ¡Magnífico!
JESÚS.- ¿Se fue Manongo? JESÚS.- Del dicho al hecho hay gran trecho.
Obras, obras son amores.
RUFINA.- No sé. En fin, te digo y repito,
que todo lo que me cuentas,
JESÚS.- Le dije que aguardara. al acaso tú no lo inventas
no merece tanto grito.
RUFINA.- Entonces la cosa es clara.
¿Por qué no lo busca usté? RUFINA.- Para usted, so mentecato,
que está en la decrepitud,
JESÚS.- ¡Ah! ¡Ya caigo! y que no tiene aptitud
ni para alcanzar un plato.
RUFINA.- Eso ha de ser.
Me habré guardado a esa pieza JESÚS.- Basta, Rufina, por Dios,
en el bolsillo. no me incomodes.
RUFINA.- ¡No me grite usted! RUFINA.- ¡Qué tal! ¡Con lo que me viene!
Risa me da.
JESÚS.- No vencerá su capricho.
JESÚS.- ¡Quite ahí!
RUFINA.- ¡Despacio!
RUFINA.- Está usted muy sobre sí,
JESÚS.- Lo dicho, dicho. y yo no sé a qué se atiene.
Yo me tomaré el desquite...
RUFINA.- ¡No soy tapia ni pared!
JESÚS.- Hágame usted el favor
de irse a su cuarto.
ESCENA XXI
RUFINA.- ¡Ay, señor!
DON JESÚS Y DOÑA RUFINA Me dan antojos...
ESCENA XXIX
ESCENA II
DON JESÚS
DON JESÚS y ÑA CATITA
A ver si contesta esta última.
Cinco o seis le tengo escritas CATITA.- (Ya refocilé el ventrículo.
y ni recibo me acusa. Voy a rezarle a San Lázaro).
Esto me da algún cuidado,
porque él no es ningún farfulla. JESÚS.- ¡Cuántos, como yo, las vísceras
¿Si se habrá muerto? ¡Quién sabe! (sin ver a Ña Catita; pero esta sí repara en él y se queda
¡Estas fueran las diez de últimas! oyéndolo).
Sobre que no aguardo más las tendrán repletas de ácido
que me remita esa suma y sufrirán como tísico
para mandar a freír monos sólo por tener poco ánimo!
a mi dichosa conjunta, Mas yo no soy tan estúpido,
y a todos los pillastrones ni tengo el alma de cántaro,
que la roban y la adulan. para que una vieja ideática
Por acá no hay que temer me vuelva loco o misántropo.
ya he visto al notario, al cura,
y les he impuesto de todo CATITA.- Eso es, don Jesús, verídico,
para que no haya disculpas, porque un marido es el báculo
en caso que ellos les vayan de su casa...
con engaños y con súplicas.
Suframos, pues, todavía JESÚS.- (¡Vieja hipócrita!)
los desmanes de esa furia,
que Dios ha puesto a mi lado CATITA.- Y de su tronco los vástagos,
para que expíe mis culpas, y los que forman su círculo,
así como a otros les da deben oírle como oráculo.
sarna, tiña y calenturas,
y otras lacras y dolamas JESÚS.- ¡Bueno estoy yo para algórgoras!
para que expíen las suyas. Déjeme usted con sus cánticos.
Suframos, y mientras tanto
que hago aquí un auto de brujas, CATITA.- De otro modo...
que nos anima el consuelo,
bastante tonto sin duda, JESÚS.- Allá a los clérigos.
de que en esta buena tierra
como mi mujer hay muchas. CATITA.- Respete usted el santo hábito.
CATITA.- ¿Yo? Nada: si te incomodas... CATITA.- ¡Miren qué tal! ¡Si aquí todos
te tienen, Manongo, cócora,
MANUEL.- Dispense usted si he podido porque es, hijo, mucho cuento
faltarle en alguna cosa, que haya de por medio chórcholas.
porque ni lo que hablo sé Pero mira, en tu lugar
según me agita la cólera. yo les haría una tosca.
CATITA.- Nada... una cosa muy corta; DON MANUEL, ÑA CATITA, DOÑA JULIANA
doce reales cada mes.
JULIANA.- (¡Qué veo!)
MANUEL.- Vaya... tome usted...
MANUEL.- ¡Juliana!
CATITA.- ¿Qué cosa?
JULIANA.- (No… Yo me retiro)
MANUEL.- Nada; tome usted...
MANUEL.- ¿Qué es esto? ¿Te inspiro
CATITA.- No, no. a ti odio también?
No vayas a creer ahora No ha mucho que ufana
que lo he dicho por codearte... aquí me decías,
que no me verías
MANUEL.- ¡Cómo...! No sea usted boba. jamás con desdén.
CATITA.- Una cosa es que reciba JULIANA.- (No atino... ¿qué es esto?
si me das una limosna... ¿Aquí Ña Catita?)
porque el pobre...
CATITA.- Acércate, hijita,
MANUEL.- ¡Por supuesto! que yo ya me voy.
¡Jesús, qué indigesto
CATITA.- No ha de ser soberbio; y otra... pones el semblante!
Pasa, hija, adelante.
MANUEL.- Tome usted.
JULIANA.- Ahora... bien estoy.
CATITA.- Ya que te empeñas...
¿Pero qué miro? ¡Media onza! CATITA.- Conque, adiós, pues hijo.
¡Mi alma, tú habías de ser!
JULIANA.- (Temo sus intrigas). amigo, contra nosotros.
MANUEL.- No hace mucho que se puso MANUEL.- ¡Ay, Juliana! ¡Ídolo mío,
al verme entrar como un toro, mi delicia, mi tesoro;
y sin dignarse escucharme, tú eres la única en el mundo
se marchó luego furioso. que mitiga mis enojos!
Pues bien, esta misma noche
JULIANA.- Mi madre lo ha convencido. saldrás de este purgatorio.
Si me atrevo a dar un paso,
MANUEL.- Así también lo supongo. al parecer deshonroso,
Dios sabe que es
JULIANA.- Todos aquí se conjuran, porque se ha hecho
necesario, obligatorio, en la farsa de la vida?
para poder efectuar La dama enreda al cortejo
nuestro anhelado consorcio. con el halago y el lloro,
Ahora, permíteme, voy y aparentando decoro
hasta la calle del Pozo le va quitando el pellejo.
a hablar a una tía mía, Con ayes y con lisonjas,
donde estarás en depósito, que así vienen como van,
hasta mañana o pasado, a ella la enreda el galán
que ante el Poderoso como el latín a las monjas.
te dé mi adoración El cura a su feligrés
el último testimonio. lo enreda en nombre de Dios,
y el ayudante a los dos,
JULIANA.- Pero oye... y el sacristán a los tres.
El más serio negociante
MANUEL.- Nada; a las siete enreda con sus efectos,
que esté, amiga, todo pronto; y con hinchados conceptos
porque mañana quizá... el letrado al litigante.
El juez enreda a los presos,
JULIANA.- Parece que pasos oigo... y estos también, a su vez,
Alguien viene... Vete, vete, tratan de enredar al juez
que no nos encuentren solos. aún convictos y confesos.
El mozo enreda al anciano,
MANUEL.- ¿Con que a las siete...? el hijo enreda a su padre,
la doncella a su madre,
JULIANA.- Bien, bien. y el gobierno al ciudadano.
A su jefe el militar
MANUEL.- No te olvides... lo enreda por ascender;
el artista en su taller
JULIANA.- Vete, pronto. No sea mi padre..., no piensa más que enredar.
Los inquilinos más lelos
MANUEL.- Adiós. enredan al propietario,
y al más recto funcionario,
JULIANA.- ¡Don Alejo! lo enredan los quitapelos.
En fin, todo bicho enreda,
sea grande, sea chico,
ESCENA IX sea pobre, sea rico;
y ande y no pare la rueda;
DON MANUEL, DOÑA JULIANA y DON ALEJO que es cosa ya muy sabida
que, para sacar ventajas,
MANUEL.- (¡Qué demonio! nadie se duerme en las pajas
¡No sé cómo me contengo!). en la farsa de esta vida.
Con que no te olvides.
RUFINA.- ¡José!
JULIANA.- ¡Cómo!
ALEJO.- ¡Voto va al demonio!
ALEJO.- (¡Los dos aquí en parlamento!) ¡Y se me estaba olvidando
¡Hola, mi amiguita...! que ya me estará esperando
en la Bola de Oro, Antonio!
MANUEL.- Adiós. La una y media. ¡Y no es posible
que no falte a esa visita!
ALEJO.- Julieta. Si no me ve la Miquita
se va a poner insufrible.
JULIANA.- Adiós.
RUFINA.- ¡Muchacho!
ALEJO.- ¿Yo...? ¿Cómo? RUFINA.- ¿De ése? ¡Qué hombre tan raro!
CATITA.- Yo hago cuanto puedo, hija, RUFINA.- ¡Julieta! ¡Dios me haga buena!
por tu bien. (Llamando).
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA y DOÑA JULIANA JULIANA.- (Ya conozco dónde van).
CATITA.- ¡Ay hija! Mientras nos da CATITA.- Me parece bien que tomes
fuerzas el cielo es preciso medidas para ocultar
un poco de austeridad. a tu hija y a tu marido
que a mudarte de aquí vas;
RUFINA.- Voy a mandar que le traigan porque si llegan a olerlo...
el aguardiente.
RUFINA.- No hay miedo, no lo sabrán.
CATITA.- Y un pan.
CATITA.- Una mujer no se debe
RUFINA.- ¡Mercedes! dejar nunca gobernar
por su marido o sus hijos
CATITA.- Deja... como una negra bozal.
Nada, tenérselas tiesas
RUFINA.- ¡Mercedes! y saberlos entablar.
Porque se vislumbran ellos
CATITA.- Que no lo traigan acá, en nosotros suavidad,
que lo pongan allá adentro. se nos suben a las barbas
y después trabajos hay.
RUFINA.- ¡Válgame Dios! ¡Este mal ¡Ay, hija! Mis tres difuntos
cómo la atormenta a usted! fueron como un cordobán,
y eso que de uno al diablo
CATITA.- No, pues, sino como está no había disparidad.
ahora en creciente la luna... ¡Pero, con buena la habían!
y el tiempo que está fatal... ¡Pobres, descansen en paz!
y como estoy retentada... Conmigo se la llevaron
con su pimienta y su sal.
¿Por qué te parece a ti
ESCENA XVI que no me he vuelto a casar?
Por no lidiar con los hombres.
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA Y MERCEDES Porque, hija, ¿quién es capaz
de aguantar sus malos modos
MERCEDES.- ¿Qué manda usted? sin mandarlos a pasear?
¡Te digo que no los viera
RUFINA.- Ven acá. ni con la luz que da el gas!
No ha sido porque me falte
MERCEDES.- ¿Qué cosa? quien me haga algún ademán,
ni me diga esto y el otro,
RUFINA.- Toma las llaves, y aquello y de más allá...
y saca al instante un pan
de la alacena y el frasco RUFINA.- ¿Pero quién dice tal cosa?
que con aguardiente está,
y ponlo todo ahí encima. CATITA.- Porque, aunque parezca mal
Escucha... que lo diga, cierto pie,
muy buen mozo, muy formal,
MERCEDES.- (¡Qué vieja tan...!). a donde quiera que voy
va como rabo detrás;
RUFINA.- Es necesario que sepas pero yo... ¡Jesús me libre
que nos vamos a mudar. de una tentación casual!
No es tampoco porque sea
MERCEDES.- Muy bien, señora, ¿y adónde? yo de los tiempos de Amat,
porque, ¿creerás? no me acuerdo,
RUFINA.- Eso después lo sabrás. quizá tú te acordarás,
Por ahora lo que te importa cuando entró la Patria .
es que trates de arreglar
lo que haya por ahí tirado; RUFINA.- ¿Yo?
Muy poco... RUFINA.- Se le conoce en la cara.
¡Qué tal si él adivinara
CATITA.- ¡Miren qué tal! la que le estamos urdiendo!
RUFINA.- Tengo una idea remota. CATITA.- ¿No nos saca, hija, ventaja?
Para mí no se descuida.
CATITA.- Pues creía... Tanta ida y tanta venida,
no es por cierto, a humo de paja.
RUFINA.- Usted tendrá
a la fecha, Ña Catita RUFINA.- Deseche usté ese presagio
sus cincuenta a más tirar. que es de miedo.
CATITA.- ¡Qué trabajo! (A Ña Catita que se agacha al suelo como para agarrar alguna
(¡Se habrá visto tal por cual! cosa y separa dos pajitas).
¡Cincuenta años! Vieja es ella
que ya renguea al andar). MERCEDES.- (¿Qué va a agarrar?).
CATITA.- Disimulemos
que así conviene. _______________________
_______________________
ACTO CUARTO
ESCENA XVIII
ESCENA I
DOÑA RUFINA, ÑA CATITA Y DON JESÚS
DOÑA JULIANA Y MERCEDES
JESÚS.- (¡Qué par!)
JULIANA.- Mucho me dan que pensar,
CATITA.- ¡Silencio! Mercedes, estas medidas,
y tomarlas a escondidas
RUFINA.- ¡Qué gestos pone! mucho más que sospechar.
¿Mudanza tan repentina
JESÚS.- (¡Hablando de mí estarán!). ahora, Mercedes, a qué?
(Atravesando el proscenio para su cuarto).
(¡Tan buena es una como otra! MERCEDES.- Señorita, yo no sé;
¡Son Pilatos y Caifás!). cosa de doña Rufina.
Pero, acá para inter nos,
RUFINA.- Repárelo usted, va ardiendo. ¿sabe usted lo que barrunto?
Que lo esencial del asunto
se dirige a ustedes dos.
ESCENA XIX Sobre todo a don Manuel,
porque, señorita, de hecho
DOÑA RUFINA Y ÑA CATITA diera ella su ojo derecho
por apartarla a usted de él.
Me voy, dice, de esta casa
sin darle a ninguno el santo; MERCEDES.- Bien hecho. Si sirvo de algo
me buscan y mientras tanto puede usted contar conmigo.
el tiempo malo se pasa. Cosa mejor no la he visto;
Y el tiempo todo lo muda, porque, si una no se sale,
como lo dice el refrán; que se le entregue más vale
y se aferra en este plan, de una vez el alma a Cristo.
porque es así... testaruda. ¡Pero... calle! Aquí se cuela
Ña Catita.
JULIANA.- Con que, ¿tanto te encargó
que no me dijeras nada? JULIANA.- ¡Qué diablura!
MERCEDES.- Como usted lo oye; me fuera, MERCEDES.- (¡Qué vieja tan fastidiosa!).
aunque del hambre supiera
que iba a arañar las paredes. CATITA.- ¡Habrá gente más ociosa!
Y ya ha dado la oración.
JULIANA.- Escucha, ¿salió mi padre? ¡Mercedes...! ¡Mercedes!
JULIANA.- ¿Habrán dado ya las siete? JULIANA.- (¡Dios mío, la hora se pasa!).
MERCEDES.- Ya no pueden tardar mucho. CATITA.- ¿Qué haces, niña, por aquí?
a quí?
MERCEDES.- ¿Una visita? ¡Qué escucho! CATITA.- Siempre estás de mal humor.
Vea usted que ya no tarda ¿Por qué eres conmigo así?
doña Rufina en salir. Yo otra cosa no deseo
Y la puede a usted reñir más que tu felicidad.
porque su orden no se guarda.
JULIANA.- Gracias... (¡Qué fatalidad!).
JULIANA.- Que salga, poco me importa.
Dentro de un rato quizá, CATITA.- Mis afectos...
a otro, no a mí reñirá.
JULIANA.- Ya... lo creo...
MERCEDES.- ¡Me deja usted, niña, absorta!
CATITA.- Nunca para ti se entibian.
JULIANA.- Quiero ser franca contigo. Vaya, dime tus cuidados;
Hoy de esta casa me salgo. los males comunicados
si no se quitan, se alivian.
CATITA.- Lo mismo digo al sujeto.
JULIANA.- Yo no sufro ningún mal.
JULIANA.- Bien... (Ya está aquí me parece).
CATITA.- A mí no me digas eso.
Dale a otro perro ese hueso: CATITA.- Hablando del rey de Roma...
soy testigo presencial.
Y a la verdad, me da pena
ver lo que se hace contigo. ESCENA IV
Por eso, lo que yo digo,
tanta madre se condena. DOÑA JULIANA, ÑA CATITA, DON MANUEL
CATITA.- Hagamos las paces... DON JESÚS, DOÑA JULIANA, ÑA CATITA, DON MANUEL,
MERCEDES Y DOÑA RUFINA
MERCEDES.- Ande usted...
(Tirándola). RUFINA.- ¿A qué son esos ritazos?
¿Qué hay ahora...?
ahora...? ¡Pero qué veo!
CATITA.- ¿Te has vuelto loca? ¡Indigna! ¿Dónde hay un palo?
¡Rufinita...! Ru...
MANUEL.- ¡Señora!
MERCEDES.- ¡Chitón!
(Tapándole la boca). RUFINA.- ¿Qué haces aquí?
DON JESÚS, DOÑA RUFINA, DOÑA JULIANA, ÑA CATITA, RUFINA.- Ya ve usté el trato
DON MANUEL, MERCEDES Y CRIADOS que me da.
MERCEDES.- (¡Sí, con espuelas y cachos!) MANUEL.- (¡Qué ganas de agriar los ánimos!).
JESÚS.- Vamos, ¿qué aguardan ustedes? RUFINA.- Me tiene usted hasta los topes.
¡Fuera de aquí! Le odio a usted más que a los diablos.
ESCENA IX
ESCENA XI de retratos ni embelecos,
sino de que usted es un pillo,
DON JESÚS, DOÑA RUFINA, DON MANUEL, DOÑA un bribón, un embustero,
JULIANA, MERCEDES Y DON ALEJO que ha logrado alucinar
con mil mentiras y enredos
ALEJO.- Señores... a esta mujer ignorante.
ALEJO.- Las botas el alemán; las camisas... JESÚS.- No señor; hablo muy serio.
DON ALEJO, DOÑA RUFINA, DOÑA J ULIANA, DON ALEJO.- (¿Qué irá a decir?).
MANUEL, MERCEDES, CRIADO
JUAN.- Me ha ahorrado usted el trabajo
CRIADO.- Señor, de buscarlo. Tengo aquí
afuera hay un caballero una carta de su esposa...
que hablar con usted desea.
TODOS.- ¡De su esposa!
JESÚS.- Dile que estoy ocupado.
JUAN.- Que con mil
CRIADO.- Pero señor, me ha encargado encargos me la entregó,
que diga a usted que lo vea cuando del Cuzco salí.
ahora mismo, que precisa. ¿Sabe usted que se ha casado
la Petuca con don Gil?
MERCEDES.- (A buena hora).
RUFINA.- ¡Cómo! ¿El señor no es soltero?
JESÚS.- Que entre.
JUAN.- No, señora.
CRIADO.- Bien.
ALEJO.- (C’est fini!).
ALEJO.- (¿Quién será con tanta prisa?). ALEJO.- ¿Y usted lo cree...? Fue un desliz
ese que tuve en el Cuzco...
JESÚS.- (¡Voto al diablo!). una contracción en fin,
un trato ilícito, un...
JULIANA.- (¿Quién será?).
JUAN.- ¡Don Alejo!
JESÚS.- (¿Qué querrán ahora conmigo?).
ALEJO.- Sí, un ardid...
DON JESÚS, DON ALEJO, DON MANUEL, DOÑA RUFINA, ALEJO.- Cubiletes...
DOÑA JULIANA, DON JUAN y MERCEDES ¿Qué hombre en la edad juvenil
se ve libre?
JUAN.- Señor don Jesús...
JUAN.- ¡Don Alejo!
JESÚS.- ¡Oh, amigo!
¿Tanto bueno por acá? MERCEDES.- (¡Bribonazo!).
¿Cuándo ha sido la llegada?
JUAN.- ¿Cómo así
JUAN.- En este mismo momento. puede usted en mi presencia
con tal descaro mentir?
ALEJO.- (¿No es este don Juan Sarmiento?)
JESÚS.- ¿Y por qué no? El señor
es de conciencia matriz.
MERCEDES.- (Se acabó la mancada).
JUAN.- Don Jesús ¿pero qué ocurre?
JESÚS.- De esas, don Juan, que hay en Lima,
JESÚS.- ¡No es cosa! ¿Qué ha de ocurrir? no a cientos, si no a millares,
¡Nada! Sino que el señor que fingiendo honra y estima
tenía ya dado el sí se tragan los pilares
para contraer nuevas nupcias, de la casa de más cima;
y la presunta del quid y que, haciendo una oración
es nada menos que mi hija, o rezando una novena,
que es esa que ve usted allí, te quitan sin son ni ton
y mi mujer, la madrina. a la familia más buena
el reposo y la opinión.
JUAN.- ¿Qué dice usted? Hirientes como un venablo,
que haciendo el real van y vienen;
JESÚS.- Pero en fin y para abreviar lo que hablo,
era muy santo, don Juan, de estas, mi amigo, que tienen
muy piadoso... los siete pelos del diablo.