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La blanca gaviota y el travieso sol

(1) Erase una bella gaviota tan blanca, que al pasar por una
nube no se veía, porque se confundía con el color de las
nubes. Todas las mañanas al despertarse, salía volando en
dirección al Sol, buscando nuevas aventuras. Ella sabía que en
la mañana el Sol salía por el Este, y que si volaba hacia él, iría
alejándose de su casa. También sabía que por las tardes el Sol
se ponía por el Oeste, y que si se dirigía hacia él, iría a su
casa. Por esta razón nuestra amiga jamás se perdía.

(2) Se cuenta que un día el Sol amaneció contento y con


ganas de hacer alguna travesura. Ideó un plan y se propuso jugarle una broma a nuestra amiga la
gaviota. Ese día el Sol salió como siempre por el este, pero en el plan estaba calculado no ponerse
por el Oeste sino por el Sur. -¡imagínense lo que pasará con esta loca travesura!-. Al amanecer,
nuestra amiga viajó como de costumbre hacia el Este, contenta mirando el mar y a los muchos
peces haciendo piruetas; le agradaba ver las rocas en la orilla del mar y de vez en cuando
parloteaba con otras gaviotas que venían de otros sitios. Ese día almorzó sobre una roca que
estaba situada en el medio del mar. Así, después de tanto ajetreo, se dedicó a esperar que el Sol se
ocultara por el Oeste para que le sirviera de guía una vez más en su regreso a casa. Al rato levantó
vuelo y se dirigió al Sol, pero éste siguiendo su plan de jugarle una mala pasada, no se estaba
poniendo por el Oeste sino por el Sur, tal y como lo había decidido. Nuestra amiga tal vez un poco
cansada no se percató que su vuelo iba directo a las montañas.
(3) Ella se dió cuenta que no encontraba su casa, sólo veía montañas, bosques y árboles, pero su
casa no se veía por ninguna parte. Cansada de volar decidió pararse a descansar y tratar de
entender lo que pasaba. Al posarse sobre un árbol encontró a una graciosa ardilla que al ver la
gaviota se asustó, pues nunca había visto un ave de mar por tierra.
(4) ¿Qué estás haciendo tú por aquí, tan lejos de tu mundo?, le preguntó la ardillita.
Realmente no entiendo lo que pasa, todos los días para regresar a mi casa me guío por el Sol, pero
en esta oportunidad me perdí en el camino, estoy en un lugar desconocido. ¿Qué hago ahora?,
preguntó la extraviada gaviota. Sólo alguien con todo el conocimiento necesario, podría ayudarte y
en el bosque, solo el señor sabio Don Juan Lechuza es capaz de encontrarle una solución a ese
terrible problema, le dijo la ardillita. ¿Y dónde puedo encontrar al señor sabio Don Juan Lechuza?,
le preguntó la gaviota. El se encuentra en el árbol más, pero más grande del bosque, y en la punta
más, pero más alta, le respondió la ardillita.

(5) La gaviota emprendió el vuelo, no sin antes despedirse de su apreciada amiga quien, aparte de
darle una información que podía ayudarla mucho, le había dado además tranquilidad y esperanza,
al ofrecerle una solución al problema.

(6) Tan sólo tenía que encontrar al señor sabio Don Juan Lechuza, y para ello necesitaba encontrar
el árbol más alto del bosque. Se dijo a si misma: ¿Cómo puedo encontrar el árbol más alto del
bosque?. Subiré volando a lo más alto y la punta del árbol que se vea más, será porque es el más
alto, y así lo hizo. Ascendió rapidísimo hasta lo más alto y desde allí vio cual era el árbol y llamó al
señor sabio Don Juan Lechuza, pero nadie respondía; repitió su llamado pero en ese árbol no había
respuesta.
(7) Nuestro amigo el carpintero le resolvió el problema: Este árbol parece el más alto, pero no lo
es, porque está ubicado en la loma más elevada de la montaña, pero los árboles más altos están en
las bases de las montañas e igualan a los de la punta o parecen más pequeños porque al estar en la
base, los de la cima parecen más altos. ¡Pues claro! - dijo la gaviota, pero ahora ¿Cómo encontraré
el árbol más alto?.
(8) Nuestro amigo el carpintero le dijo: El árbol más alto es el más viejo y el más viejo es el más
duro, porque los árboles al crecer van colocando más y más capas de corteza alrededor de ellos
mismos y por eso son los más duros. Veamos, yo he picado todos los árboles de éste bosque y
puedo decirte que el más duro es el Sr. Roble, que está en la base de la montaña, pegado a la
ladera del río. La gaviota se emocionó toda, agradeció de mil maneras a nuestro amigo el
carpintero y se dirigió hacia el árbol más grande, el Sr. Roble.

(9) Al llegar a él, inmediatamente empezó a buscar al señor sabio Don Juan lechuza, pero el árbol
era gigantesco, iba a tener que buscar mucho hasta encontrarlo. Buscaba y buscaba, y no lo
hallaba. Se encontró con el Señor Saltamontes, pero al acercársele a él, pegó un salto tan grande
que ni siquiera pudo ver a dónde se había ido. Se encontró con el Sr. Grillo, pero éste sólo grillaba
pidiendo agua y no pudo entenderse con él. Al fin se consiguió con alguien que hablaba algo que
ella entendía, era el Sr. Gavilán, fuerte y poderoso, la miró de arriba a abajo y le preguntó: ¿Qué
haces por aquí? Nuestra amiga la gaviota le contestó: Busco al señor sabio Don Juan Lechuza.
El gavilán le responde: Al sabio no le gusta, ni necesita la luz; debes buscarlo en las zonas más
oscuras del árbol. ¡Claro!, dijo la gaviota, a las lechuzas no les gusta la luz, el debe estar en las
zonas más oscuras.

(10) Velozmente se dirigió a las zonas oscuras del árbol y allí por fin encontró al señor sabio Don
Juan Lechuza. ¡Señor sabio, señor sabio!, por favor, ¡Podría usted ayudarme?, estoy perdida desde
ayer cuando salí como siempre a ver el mar.

(11) Nuestro amigo el señor sabio se volteó lentamente, como siempre hacen las lechuzas, abrió
un solo ojo y vio a nuestra desesperada amiga que estaba solicitando su ayuda, y le dijo: Tu eres
una gaviota marina, blanca como las nubes, solo comes pescado y vives en las rocas de las
montañas que están al borde del mar, hazme el favor de decirme ¿Qué haces por aquí tan lejos de
tu casa?.La gaviota le explicó con detalles todo lo ocurrido y nuestra amiga lechuza se puso a
pensar, había que buscar el camino de vuelta y este debía de ser tan claro que no produjera
ninguna confusión ni equivocación y que fuera fácil de recordar para que la gaviota si se volviese a
perder algún día, pudiera fácilmente conseguir el camino a su casa. El señor Lechuza, como todos
los sabios, resolvía los problemas con preguntas y por ello le preguntó a nuestra amiga la gaviota:
¿Qué es lo que más abunda por tu casa, amiga gaviota?
El agua, contestó la gaviota.
¿Y de dónde viene toda esa agua?.
Bueno, a veces de la lluvia, pero también de algunos ríos que caen al mar, contestó la gaviota.
Y el agua de esos ríos ¿De dónde viene?.
De las montañas, dijo la gaviota.
¡Aaah!, entonces ¿Cómo regresarás a tu casa?
La gaviota lo miró fijamente y pensó. De repente vio la respuesta. Claro, era sencillo, si seguía
cualquier río, debería llegar al mar, y al llegar al mar, todo era más sencillo. Le preguntó al sabio:
¿Qué río debo seguir?
¿Cuál crees tú que debes seguir?
El más grande.
¡Por supuesto! - exclamó el sabio.

(12) Una vez conseguido su objetivo, la gaviota le dió mil gracias al señor sabio Don Juan Lechuza y
voló hasta lo más alto que pudo, desde allí pudo ver un gran río que bordeada el bosque por su
lado derecho, se dirigió hasta él y empezó a volar sobre el río siempre en la misma dirección en
que éste iba, voló y no fue mucho, de repente se encontró con el mar. Dios mío, ¡Que maravillosa
sensación!.

(13) Inmediatamente reconoció el lugar y sin más dudas voló rápidamente a su casa. ¡Qué bien se
sentía!, no tanto por haber conseguido el camino a su casa, sino porque había aprendido cómo
poder volver a su casa sin necesitar al Sol, se había independizado. Ya no necesitaba al Sol para que
la guiara, ella solamente con sus conocimientos podría encontrar todos los caminos.

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