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Las causas en la Historia

Paola Corti B.
Rodrigo Moreno J.
José Luis Widow L.
(editores)
© UNIVERSIDAD ADOLFO IBAÑEZ, 2013
Facultad de Artes Liberales
Avda. Padre Hurtado 750
Viña del Mar - Chile
Tel. (56-32) 250 3845
www.uai.cl

Las Causas en la Historia


Derechos Reservados
Inscripción nº:
isbn 978-956-9205-xx-x

Edición a cargo de:


Paola Corti B.
Rodrigo Moreno J.
José Luis Widow L.
(Editores)

Diseño y diagramación:
Altazor [ediciones&diseño]

Producción editorial:
Ediciones Altazor
altazorediciones@yahoo.es

Impreso en Chile | Printed in Chile


Índice

11 / Presentación

15 / Conferencia Inaugural
De los metarrelatos a la interpretación:
la causalidad en la historiografía contemporánea
Pablo Vázquez Gestal

35 / Conferencia de Clausura
El Genio de la Historia
Algunas cuestiones disputadas sobre la historia y sus causas
Miguel Ayuso Torres

Sección I
Las causas en la historia: el testimonio de los acontecimientos

49 / A Germania de Enea Silvio Piccolomini:


a geografia como base da narrativa histórica
Cássio da Silva Fernandes

55 / Alethestáte próphasis.
Consideraciones sobre la “causa más verdadera”
de una guerra (Tucídides 1.23.6)
Erwin Robertson Rodríguez

73 / Mentalidad jurídica medieval y formas de resolución de conflictos.


Aproximaciones
Luis Rojas Donat

89 / ¿Tradiciones inventadas? Los debates historiográficos


sobre el origen del nacionalismo: Benedict Anderson
Cristián Garay Vera
Sección II
Las causas en la historia: el orden metafísico

103 / Conexiones causales y suposiciones contrafácticas


en la explicación histórica
José Tomás Alvarado Marambio

117 / La acción humana como núcleo causal de la historia


Carlos A. Casanova

135 / Las causas aristotélicas y su aplicación a la acción histórica


Mirko Skarica Zúñiga

143 / Hope and History


Randall B. Smith

153 / ¿Quién es el sujeto del drama histórico?


(Análisis sobre sujeto y causalidad histórica en clave realista)
Emilio Morales de la Barrera

165 / Caso, fatto, provvidenza: un nuovo assioma


per la filosofia della storia
Federico Tedesco

175 / La filosofía irracionalista y la causalidad


Mauricio Casanova Brito

185 / Dios, persona e historia


Cristóbal Vargas Balcells

Sección III
Las causas en la historia: el testimonio de los intelectuales

195 / El problema de la causalidad y la libertad humana en Boecio.


Reflexiones en torno a La consolación de la filosofía
Jean Paul Martínez Zepeda

209 / Quidquid sit de Aristotele Duns Scoto y el fundamento de la relación


entre causalidad y contingencia en el actuar histórico del hombre
Hernán Guerrero Troncoso
227 / Historia, política y utopía en Kant: el determinismo de la libertad
Gonzalo Letelier Widow

241 / La libertad como causa de la historia


en la perspectiva de Jacques Maritain
Eugenio Yáñez Rojas

257 / Comprensión histórica en Pitirim Sorokin: sistemas culturales,


orientación valórica y ciclicidad evolutiva
David Oviedo Silva

267 / Historia y redención. Comentario a las tesis


sobre el concepto de historia de Walter Benjamin
Valentina González Hernández

275 / La historia y sus causas en la filosofía de Ignacio Ellacuría


Lorena Zuchel Lovera

283 / Eduardo Devés y la crisis del marxismo historiográfico


Pablo Geraldo Bastías
De los metarrelatos a la interpretación:
la causalidad en la historiografía contemporánea*

Pablo Vázquez Gestal


Columbia University, Estados Unidos

It is scarcely possible that the eyes of contemporaries should discover in the public
felicity the latent causes of decay and corruption. This long peace, and the uniform
government of the Romans, introduced a slow and secret poison into the vitals of the
empire. The minds of men were gradually reduced to the same level, the fire of genius
was extinguished, and even the military spirit evaporated.

Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire1

La tentación de explicar de forma completa y última el devenir de la historia a


través de grandes modelos causales ha seducido recurrentemente a los historiado-
res. Aunque son muchos los que pueden ser incluidos en la lista, es indudable que el
primero en formalizar de manera impactante y efectiva esta aspiración fue Edward
Gibbon al publicar en 1776 el primer volumen de su magna obra The History of the
Decline and Fall of the Roman Empire. Los seis tomos que la componen se articulan in-
variablemente con el único objetivo de responder a una sola y fundamental pregunta:
¿por qué se derrumbó el Impero Romano? Gibbon pretendía así dar respuesta a una

* Quisiera agradecerle a Santi Aurell su apoyo a la hora de elaborar este artículo. Las múltiples y
estimulantes charlas que hemos tenido en los últimos años acerca del presente estado de la disci-
plina me han ayudado significativamente a formular las ideas que ahora presento. He de agrade-
cerle también a Felipe Soza Larraín su contribución a la mejora del texto gracias a los inteligentes
comentarios hechos a una primera versión del mismo.
1. GIBBON, E., The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, Vol. I-VI, W. Strahan and T.
Cadell, London, 1776-1789. Capítulo II.

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pablo vázquez gestal

de las incógnitas que más debate y especulación habían producido entre los intelec-
tuales europeos del siglo XVIII. Con una renovada metodología y una prosa irónica
y elegante, The History of the Decline triunfó de manera arrolladora convirtiéndose
inmediatamente en uno de los libros de cabecera de las élites ilustradas.
La estrategia intelectual abordada por Gibbon es elocuente y significativa si tene-
mos en cuenta el contexto en el que compuso su obra. El historiador inglés auscultaba
el colapso del Impero Romano justo en el momento en el que precisamente otro, el
Británico, estaba sólidamente fundamentando las bases morales, sociales, políticas y
económicas con las que dirigir el destino de la civilización occidental. Aunque Gib-
bon en ningún momento establece paralelismos directos entre ambas, es indudable
que organizó la narrativa de su obra teniendo en mente la situación de su propia na-
ción, pues como el mismo confesaba “History […] undertakes to record the transac-
tions of the past for the instruction of future ages”2 Así pues, si la civilización clásica
se había desplomado de forma tan rápida y vehemente, era necesario comprender las
causas de tal fenómeno con el fin de prevenirlas en el futuro. Gibbon invitaba así de
forma explícita a sus lectores a contemplar la historia como una brújula con la que
orientar el presente ofreciendo las claves necesarias para comprender su devenir. La
tarea del historiador quedaba así fundamentalmente circunscrita a explicar el porqué
para evitar de esta suerte la repetición de los errores del pasado.
Los seis volúmenes de The History of the Decline no sólo fueron un ejemplo de
rigor epistemológico y ambición intelectual para la época, sino que además conso-
lidaron un determinado tipo de discurso historiográfico que ha marcado periódica-
mente el curso de la propia disciplina: aquél encaminado a explicar las causas que han
producido señalados fenómenos históricos. A menudo ambiciosas y sensacionalistas,
este tipo de obras han siempre suscitado abiertos y apasionados debates entre el gran
público, aunque con frecuencia han también concitado la reserva y sospecha de una
buena parte de los historiadores. Así, si a principios del siglo XX fue Oswald Splenger
quien volvió sobre los pasos de Gibbon al publicar en 1918 su famoso La decadencia
de Occidente, al final de aquella centuria Francis Fukuyama con The end of History
and the Last Man y Samuel Huntington con su Clash of Civilizations adoptaron este
modelo para explicar de forma excesivamente profética y simplificada cómo el pasado
nos había llevado, casi forzosamente, a un específico y determinado presente.3
Aunque las obras de Gibbon y Spengler han sido largamente admiradas por no
pocos historiadores, su aproximación al pasado no ha gozado de gran predicamento
en la historiografía contemporánea desde los años ochenta del siglo XX en adelante.
La pregunta ‘¿por qué?’ ya no se formula de manera explícita en las investigaciones

2. Ibidem, Capítulo XVI.


3. FUKUYAMA, F., The End of History and the Last Man, The Free Press, New York, 1992 y HUN-
TINGTON, S. P., The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Simon & Schuster,
New York, 1996.

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conferencia inaugural

históricas contemporáneas, que no aspiran en consecuencia a conocer de manera de-


finitiva el motor, la causa o el motivo que han provocado una acción, acontecimiento
o proceso histórico determinado. Sólo discursos historiográficos de marcado carácter
ideológico o determinista, como los de Fukuyama o Hungtinton, siguen componien-
do su mensaje con una fuerte impronta causal, dotando a sus trabajos de una excesiva
rigidez teleológica y, en consecuencia, de una simplista visión acerca del pasado.
Como veremos en las siguientes páginas, el fenómeno indicado es consecuencia
directa del fin de una determinada visión de la historia. Con la crisis de los paradig-
mas de posguerra y la asunción de un nuevo marco epistemológico, la historiografía
no sólo ha explorado nuevos modelos discursivos, sino también nuevas fórmulas con
las que explicar cómo se produce el cambio en la dinámica histórica. El presente ar-
tículo se centra por tanto en esta cuestión al intentar clarificar, aunque de manera
somera e introductoria, cuál ha sido el papel desempeñado por la causalidad en la
composición de las distintas narrativas historiográficas de las últimas tres décadas.

Grandes relatos, grandes causas. Las ambiciones explicativas de los metarrelatos

El cambio operado en el seno del pensamiento histórico en el periodo de entre-


guerras encontró después de 1945 su definitiva cristalización en un nuevo paradigma
historiográfico que alentó y promovió una nueva forma de analizar el pasado.4 Intere-
sados en los grandes fenómenos y los procesos de larga duración, los historiadores se
lanzaron a delinear cómo se habían compuesto aquellos elementos que formaban la
parte más fundamental del entramado histórico: las estructuras.5 Mientras la política,
con su enredada y molesta serie de événements y personajes, era relegada a instancias
de investigación secundarias, la economía, la sociedad y la geografía se convertían
en los objetos preferentes de estudio de los nuevos profesionales.6 En consecuencia,
la singularidad de la acción individual debía desaparecer del análisis histórico para
privilegiar las perspectivas de tipo macro y los análisis cuantitativos.7 Seducidos por la
exactitud de las ciencias naturales, los investigadores intentaron emular sus resultados
importando las herramientas metodológicas de la sociología y la estadística con el fin
de componer una imagen clara y precisa del pasado.8

4. IGGERS, G. G., Historiography in the Twentieth Century. From Scientific Objectivity to the Post-
modern Challenge, Wesleyan University Press, Hanover (NH), 1997.
5. WALCH, J., Historiographie structurale, Masson, París, 1990.
6. AURELL, J., La escritura de la memoria. De los positivismos a los postmodernismos, Universidad
de Valencia, Valencia, 2005. p. 51 y ss.
7. AYDELOTTE, W. O., BOGUE, A. G. y FOGEL, R. W., The Dimensions of Quantitative Research
in History, Princeton University Press, Princeton, 1972.
8. NOVICK, P., That Noble Dream. The «Objectivity Question» and the American Historical Profes-
sion, Cambridge University Press, Cambridge, 1988.

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pablo vázquez gestal

El nuevo paradigma materializó sus aspiraciones intelectuales en una serie de


metarrelatos encaminados a alcanzar básicamente dos fines complementarios y ne-
cesarios: fijar los grandes procesos económicos y sociales que habían transformado
la historia desde su mismo nacimiento hasta la actualidad para, en segundo lugar,
explicar de manera convincente las causas que fueron provocando esa misma trans-
formación.9 Es bien conocido que mientras la escuela francesa de los Annales y la his-
toria socioeconómica de tipo cuantitativo se dedicaron preferentemente en la práctica
a la primera de las metas señaladas, la historiografía marxista se empleó a fondo en
lograr la segunda, pues como ilustrativamente ha indicado Lynn Hunt, “the Annales
paradigm itself did not include an analysis of change, conflict and rupture that could
rival the Marxist vision of the historical process”.10 Ello produjo no sólo singulares
diferencias ideológicas entre ambas escuelas sino también diferentes estilos de escri-
tura historiográfica. Así, mientras el lenguaje analítico empleado bajo la inspiración
de los Annales tenderá a ser excesivamente técnico y concreto en la mayor parte de las
ocasiones, el de los historiadores marxistas será generalmente más abstracto y con-
ceptual.11
Desde el punto de vista de nuestro presente interés, las diferencias entre estas
dos corrientes del paradigma estructuralista también produjeron diferentes formas de
emplear la causalidad a la hora de componer sus respectivos discursos historiográfi-
cos. Aunque no es posible en el marco del presente escrito señalar el numeroso grupo
de ejemplos que podrían citarse, indicaré sin embargo dos que ilustran perfectamente
lo argumentado: la magna obra de Fernand Braudel El Mediterráneo y el mundo me-
diterráneo en la época de Felipe II y la actitud adoptada por la historiografía marxista
conforme a la explicación de la naturaleza y desarrollo de la Revolución Francesa.
La monografía de Fernand Braudel se convirtió en un clásico poco tiempo des-
pués de su aparición en 1949.12 Extensa y detallada, la imponente obra del profesor
francés describe a lo largo de tres volúmenes las estructuras que articulaban el área
mediterránea en la segunda mitad del siglo XVI. Aunque concitó desde fecha tem-
prana numerosos elogios, convirtiéndose rápidamente en el modelo metodológico a
imitar por buena parte de los miembros de la disciplina durante más de dos décadas,
también acabó alentando severas y progresivas críticas por el débil aparato crítico em-

9. Sobre las aspiraciones explicativas del paradigma estructuralista y la importancia de la relación


causa-efecto en su narrativa, vid el magnífico MEGILL, A., «Recounting the Past: ‘Description’,
Explanation, and Narrative in Historiography», en The American Historical Review, vol. XCIV,
N° 3 (1989), pp. 627-653.
10. HUNT, L., «French History in the Last Twenty Years: The Rise and Fall of the Annales Para-
digm», en The Journal of Contemporary History, vol. XXI, N° 1 (1986), (pp. 209-224), p. 214.
11. Vid. sobre este aspecto, CARRARD, P., Poetics of the New History. French Historical Discourse
from Braudel to Chartier, John Hopkins University Press, Baltimore, 1992.
12. BRAUDEL, F., La méditerranée et le monde méditerranéen à l’époque de Philippe II, vol. I-III,
Armand Colin, París, 1949.

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conferencia inaugural

pleado para justificar sus conclusiones y la imagen excesivamente inmóvil que ofrecía
del pasado.13 De acuerdo con esta última apreciación, el amplio fresco compuesto
por Braudel se mostraba bastante rígido, como un escenario cincelado en piedra en
donde los actores humanos no tenían nada que decir ni que señalar al estar atrapados
en un mundo de estructuras. La variable temporal, encaminada a demostrar la natu-
raleza del cambio en el discurso historiográfico, se encontraba detenida con el fin de
privilegiar el análisis espacial.14 Si la geohistoria articulaba así el discurso compuesto
en aquellos gruesos volúmenes, temas como la religión, las manifestaciones cultura-
les, el pensamiento intelectual o la producción artística fueron ignorados por consi-
derar que, secundarios a las estructuras que articulaban la realidad humana, habían
contribuido en menor medida al desarrollo del tema de investigación propuesto. La
transformación como variable histórica fundamental no formaba parte de las priori-
dades metodológicas de Braudel, que pese a abogar por una concepción de la historia
enraizada en su autoformulada idea de la histoire-problème, no era capaz de explicar
nítidamente las causas que habían provocado los fenómenos que tan detalladamente
pretendía delinear.15
Algunas de las críticas realizadas al proyecto historiográfico de Braudel pronto se
ampliaron, a partir de los años 60, a toda la historiografía de los Annales, que respon-
dió al desafío intentando analizar a partir de aquel momento lo que se dio en llamar el
amplio espacio de las mentalidades.16 La demografía y el análisis económico pasaron
a ser secundarios con el fin de privilegiar la reintegración de lo cultural y lo más neta-
mente social en el interés preferente de los historiadores.17 De nuevo, sin embargo, la
noción de estructura y la obsesión de la escuela francesa por este concepto metodo-
lógico evitaron que el cambio histórico fuera abordado de forma central y autónoma,

13. Vid. especialmente BAILYN, B., «Braudel’s Geohistory--A Reconsideration», en The Journal of
Economic History, vol. XI, N° 3/1 (1951), pp. 277-282 y HEXTER, J. H., «Fernand Braudel and
the Monde Braudellien...», en The Journal of Modern History, vol. XLIV, N° 4 (1972), pp. 480-
539, así como los resúmenes de estas críticas en MEGILL, A., «Recounting the Past…», op. cit.,
pp. 641-643 y FONTANA, J., La historia de los hombres, Crítica, Barcelona, 2001, pp. 206-207.
14. BURKE, P., «Historia de los acontecimientos y renacimiento de la narración», en P. Burke (ed.),
Formas de hacer historia, Alianza, Madrid, 1993 (1991), (pp. 287-305), p. 291.
15. Sobre este aspecto en concreto en la obra de BRAUDEL, F., op. cit., vid. aparte del artículo de
HEXTER, J. H., op. cit., BURKE, P., «Civilizations and Frontiers: Anthropology of the Early
Modern Mediterranean», en J. A. Marino (ed.), Early Modern History and the Social Sciences.
Testing the Limits of Braudel’s Mediterranean, Truman State University Press, Kirksville, 2001,
pp. 123-141. Vid. también MEGILL, A., «Recounting the Past…», op. cit., p. 642 y MEGILL, A.,
«‘Grand Narrative’ and the Discipline of History», en F. Ankersmit y H. Kellner (eds.), A New
Philosophy of History, Chicago University Press, Chicago, 1995, (pp. 151-173 and 263-271), p.
168.
16. Un balance muy crítico pero revelador de este cambio puede verse en FONTANA, J., La historia
de los hombres, op. cit., p. 287 y ss.
17. HUTTON, P. H., «The History of Mentalities: The New Map of Cultural History», en History
and Theory, vol. XX, N° 3 (1981), pp. 237-259.

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pablo vázquez gestal

pues el fin primordial de la investigación seguía siendo el de describir las diferentes


realidades del pasado y no la explicación de su devenir y sucesiva transformación.18
Así las cosas, la causalidad no fue tampoco directamente implementada a la hora de
componer las diferentes obras que secundaron esta corriente desde 1970 en adelan-
te.19
La otra tendencia historiográfica preponderante del paradigma estructuralista,
el marxismo, adoptó, no obstante, una actitud diametralmente opuesta a la llevada a
cabo por la escuela annalista con respecto al objeto de estudio que ahora nos ocupa.20
Como es bien sabido, el marxismo, doctrina filosófica nacida con evidentes inten-
ciones políticas, propugnaba la transformación del mundo con el fin de alcanzar una
situación social alejada de los presupuestos del liberalismo imperante en el siglo XIX.
Para ello era necesario no sólo revertir la situación contemporánea sino también vol-
ver a analizar el pasado inspirándose en los conceptos, perspectivas y objetivos del
corpus ideológico tan brillantemente esbozado por Marx y Engels. Los historiadores
debían por tanto describir, en perspectiva amplia y duradera, las estructuras sociales
y económicas que habían articulado la existencia de la humanidad desde sus orígenes
hasta el mismo presente pero también dar una explicación sencilla y clara de cómo
y por qué se habían producido los progresivos cambios que podían ser identificados
en el seno de aquellas mismas estructuras. Evidentemente, esa explicación histórica
debía, por la propia vinculación ideológica de la historiografía marxista a la susodicha
corriente filosófica, refrendar y estimular los objetivos políticos y sociales de la doctri-
na que la inspiraba.21
De todos los ejemplos que pueden ofrecerse, es indudable que la historiografía
marxista sobre la Revolución Francesa es el más ilustrativo en el marco de la presente
investigación.22 En la primera mitad del siglo XX, historiadores como Georges Lefe-
bvre y Albert Mathiez lograron que aquel fenómeno histórico se convirtiera en una
de las piezas fundamentales con las que explicar el pasado mundial en clave marxista.
La Revolución Francesa, venían a señalar estos investigadores, era eminentemente
una revolución social que, liderada por la burguesía, habría logrado no sólo finiquitar
el Antiguo Régimen sino también consolidar las bases económicas necesarias para

18. Vid. HUNT, L., «French History…», op. cit., p. 215 y ss.
19. Cfr. LE GOFF, J. y NORA, P. (dirs.), Faire de l’histoire, vol. I-III, Gallimard, París, 1974 y STOIA-
NOVICH, T., French Historical Method: The ‘Annales’ Paradigm, Cornell University Press, Itha-
ca, 1976.
20. Vid. BOURDÉ, G. y MARTIN, M., Las escuelas históricas, Akal, Madrid, 1992, p. 206 y ss. y
FONTANA, J. , La historia de los hombres, op. cit., pp. 231-255.
21. FONTANA, J., Historia. Análisis del pasado y proyecto social, Crítica, Barcelona, 1982.
22. Cfr. COBBAN, A., The Social Interpretation of the French Revolution, Cambridge University
Press, Cambridge,1964; FURET, F., Penser la Révolution Française, Gallimard, París, 1978 y FU-
RET, F., Marx et la Révolution Française, Flammarion, París, 1986.

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conferencia inaugural

imponer su hegemonía en el escenario social de la siguiente centuria.23 Punto clave


en la teleología explicativa del marxismo clásico, esta tesis se vio reforzada después
de 1945 gracias a los estudios de investigadores que, como Esnest Labrousse, Albert
Soboul y George Rudé, adoptaron el nuevo paradigma estructuralista para justificar
con nuevas estadísticas, perspectivas y balances las principales líneas argumentativas
de su escuela.24
Al contrario de lo que sucedía por tanto con los Annales, la causalidad jugaba un
papel extremadamente relevante en la composición de la narrativa que debía pro-
ducir la historiografía marxista. La dialéctica, motor de la historia, sólo podía ser
diseccionada comprendiendo las causas que incitaban a transformar el medio social y
económico. Los grandes y transcendentales orígenes de las revoluciones debían, por
lo tanto, ser uno de los objetos principales de la investigación y de la producción de la
disciplina histórica. Sólo así se podría no sólo justificar y completar la visión marxis-
ta del pasado sino también alentar la culminación del proyecto ideológico, político,
social y económico profetizado algunos años atrás por los dos padres fundadores de
aquella influyente doctrina.
Como es bien sabido, tanto Annales como la historiografía marxista lograron bue-
na parte de sus objetivos durante las primeras tres décadas posteriores a la Segunda
Guerra Mundial. Si la escuela francesa alcanzaba a ocupar el lugar preferente en la
vanguardia historiográfica al dictar las líneas epistemológicas con las que debía ana-
lizarse el pasado, los historiadores marxistas conseguían a su vez que su metodología
histórica dominara buena parte del escenario intelectual de Europa y América. Con
respecto a esta última tendencia, pronto otros investigadores se lanzaron a intentar
descubrir las causas de fenómenos históricos que, como la Revolución Francesa, ha-
bían modificado significativamente el curso de la humanidad, como demuestra, por
ejemplo, el libro que titulado Intellectual Origins of the English Revolution fue publi-
cado en 1965 por Christopher Hill.25 La búsqueda de las grandes causas que habían
provocado las diversas revoluciones –industriales, políticas, sociales o económicas–
comenzó así, en clave estructural, a dominar buena parte de los enfoques históricos
adoptados en un gran número de monografías de los años sesenta y setenta del siglo
XX.

23. Las dos obras más representativas de esta corriente sigue siendo LEFEBVRE, G., Quatre-vingt-
neuf, La Maison du Livre Français, París, 1939 y LEFEBVRE, G., La Révolution Française, vol.
I-II, Presses Universitaires de France, París, 1951-1957.
24. SCOTT, W., «From Social to Cultural History», en P. R. Campbell (ed.), The Origins of the French
Revolution, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2006, pp. 112-138.
25. HILL, C., Intellectual Origins of the English Revolution, Clarendon. Oxford, 1965.

21
pablo vázquez gestal

Redescubriendo la narración. El linguistic turn y la descripción del pasado

Pese a los éxitos alcanzados y su preponderancia en el escenario historiográfico de


posguerra, el paradigma estructuralista se vio seriamente amenazado por la creciente
influencia del pensamiento posmoderno en el escenario intelectual occidental desde
mediados de los años setenta del siglo XX en adelante.26 Retomando con ahínco el
pensamiento de Nietzsche y Heidegger, nuevos filósofos como Derrida, Foucault y
Lyotard atacaron frontalmente el proyecto de la modernidad al incentivar la revisión
y anulación del marco teórico en el que habían operado de manera unívoca y hege-
mónica las ciencias físicas, sociales y humanas desde el siglo XVIII en adelante tras la
imposición, con la Ilustración, del modelo de análisis racionalista.27 La nueva teoría
defendida por la posmodernidad, enraizada en una visión más atenta a la naturaleza
ontológica del lenguaje y del discurso, dinamitaba así con paso creciente las nociones
que de realidad y de verdad subyacían implícitamente en la mayor parte de las co-
rrientes filosóficas del siglo XIX y XX.28
Con respecto al campo específico de nuestra disciplina, el éxito de la crítica pos-
moderna pronto sirvió para cuestionar duramente no sólo muchas de las herramientas
metodológicas que, como el concepto de estructura, eran empleadas abusivamente por
parte de los historiadores, sino también para atacar aquellos principios epistemológi-
cos que fundamentaban las grandes narrativas puestas en circulación por marxistas y
annalistes.29 La principal consecuencia de este nuevo escenario teórico fue la progresi-
va pérdida por parte de los historiadores de su otrora consolidada fe en la cientificidad
de la disciplina para abrazar nuevas fórmulas de indagación histórica alejadas pre-
cisamente de la aspiración de objetividad defendida por el paradigma estructuralis-
ta.30 Indicó a la perfección el fenómeno señalado el gran historiador inglés Lawrence
Stone, que en un memorable artículo de 1979 no sólo diagnosticaba el agotamiento
del modelo epistemológico que hasta ese momento había practicado con ahínco, sino
que además anunciaba la llegada de un linguistic turn que, alentado por la posmoder-

26. Cfr. AURELL, J., La escritura de la memoria…, op. cit., p. 113 y ss.
27. MEGILL, A., Prophets of Extremity. Nietzsche, Heidegger, Foucault, Derrida, University of Cali-
fornia Press, Berkeley, 1985, y D’AGOSTINI, F., Analitici e continentali. Guida alla filosofia degli
ultimi trent’anni, Raffaello Cortina, Milano, 1997.
28. Encuentro todavía útil y elocuente el breve pero ilustrativo HASSAN, I., «The Question of Post-
modernism», en Performing Arts Journal, vol. VI, N° 1 (1981), pp. 30-37. Vid. especialmente
para el campo de las ciencias sociales, el acertado BEST, S. y KELLNER, D., The Postmodern
Turn, The Guilford Press, New York/London, 1997.
29. Sobre la relación entre teoría posmoderna e historiografía, el mejor resumen sigue siendo BREI-
SACH, E., On the Future of History. The Postmodernist Challenge and Its Aftermath, University
of Chicago Press, Chicago/London, 2003. Vid. también SOUTHGATE, B. C., Postmodernism
in History: Fear or Freedom?, Routledge, New York, 2003 y BROWN, C. G., Postmodernism for
Historians, Pearson-Longman, Harlow/New York, 2005.
30. MEGILL, A., «Foucault, Structuralism, and the Ends of History», en The Journal of Modern
History, vol. LI, N° 3 (1979), pp. 451-503.

22
conferencia inaugural

nidad, incitaba a los historiadores a prestar más atención epistemológica al lenguaje


empleado para elaborar los discursos producidos por su disciplina.31
Como es bien sabido, el fenómeno del revival of narrative acotado por Stone fue
uno de los resultados más tempranamente desencadenados por la posmodernidad en
el campo de la escritura de la historia.32 Renunciando definitivamente a la perspectiva
totalizante de los annalistes y de los marxistas, los investigadores se lanzaron entonces
a componer relatos donde lo importante ya no era ni establecer grandes causas ni
desentrañar imponentes estructuras, sino simplemente contar stories.33 Mientras el
interés por lo colectivo perdía toda su importancia, lo individual comenzaba ahora
a ser visto con renovadas perspectivas. Los grandes fenómenos sociales y económi-
cos dejaron de ser el objeto preferente del análisis historiográfico para permitir que
los acontecimientos volvieran a componer la trama narrativa de la historia que debía
ofrecerse. Los investigadores, interesados ahora en el microenfoque y el microanálisis,
renunciaban así a la composición de metanarrativas con las que explicar de forma sin-
tética el devenir de la historia y abogaban por la consolidación de lo que podríamos
llamar una story-history.34
El espacio que la causalidad debía ocupar en este nuevo escenario historiográfico
no podía ser, evidentemente, el mismo que en el precedente contexto.35 Con una dis-
ciplina que no tenía ninguna intención de transformar el mundo o dar una imagen
nítida y completa del pasado, ya no importaba saber las grandes causas por las que la
burguesía había logrado imponer la Revolución Francesa ni tampoco, por ejemplo,
explicar los orígenes del capitalismo. La narración debía imponerse por sí misma y
no emplearse como un medio con el que alcanzar fines intelectuales, o políticos en el
caso del marxismo, extradisciplinares.36 Si la función de la historia residía entonces en

31. STONE, L., «The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History», en Past and Present,
vol. LXXXV (1979), pp. 3-24. El mejor resumen sobre la relación entre historia y lenguaje sigue
siendo, a mi modo de ver, CLARK, E. A., History, Theory, Text. Historians and the Linguistic
Turn, Harvard University Press, Cambridge, 2004.
32. KOUSSER, J. M., «The Revivalism of Narrative: A Response to Recent Criticisms of Quantitati-
ve History», en Social Science History, vol. VIII, N° 2 (1984), pp. 133-149 y DAVIDSON, J. W.,
«The New Narrative History: How New? How Narrative?», en Reviews in American History, vol.
XII, N° 3 (1984), pp. 322-334.
33. MAZA, S., «Stories in History: Cultural Narratives in Recent Works in European History», en
The American Historical Review, vol. CI, N° 5 (1996), pp. 1493-1515 y AURELL, J., «Los efectos
del giro lingüístico en la historiografía reciente», en Rilce, vol. XX (2004), pp. 1-16.
34. Vid. el claro y magnífico KELLNER, H., «Narrativity in History: Post-Structuralism and Since»,
en History and Theory, vol. XXVI, N° 4 (1987), pp. 1-29.
35. Sobre la narratividad en historiografía y los principios epistemológicos que implica su uso, vid.
CEBIK, L. B., «Understanding Narrative Theory», en History and Theory, vol. XXV, N° 4 (1986),
pp. 58-81; MEGILL, A., «Recounting the Past…», op. cit. y NASH, C. (ed.), Narrative in Culture.
The Uses of Storytelling in the Sciences, Philosophy, and Literature, Routledge, London, 1990.
36. NORMAN, A. P., «Telling It Like It Was: Historical Narratives on Their Own Terms», en History
and Theory, vol. XXX, N° 2 (1991), pp. 119-135.

23
pablo vázquez gestal

contar stories interesantes y cautivadoras, la causalidad debía sencillamente acomo-


darse a una trama narrativa de tipo descriptiva con el único fin de impulsar el devenir
temporal de los acontecimientos expuestos. Las causas ya no debían por tanto explicar
grandes fenómenos históricos, sino sencillamente introducir los événements descritos
en concretos y personalizados relatos.
Aunque son muchos los ejemplos que podrían ofrecerse, es posiblemente el libro
de Natalie Zemon Davis publicado en 1983, The return of Martin Guerre, el que mejor
ilustre lo señalado hasta el momento.37 Capítulos sencillos y lineales van desgranando
la trayectoria individual de Martin Guerre, trazada de principio a fin sin detenerse en
condicionantes sociales, económicos o políticos. Adjetivos precisos y nombres parti-
culares acotan fechas, espacios y eventos concretos que no sirven como excusa para
componer el fresco de una determinada etapa histórica, sino para describir la story
de una impostura. Sin conclusiones a las que llegar, Davis no ve necesario introducir
un discurso metacausal que explique el significado o la transcendencia que la exis-
tencia de Martin ha podido tener para su época.38 La narración, elaborada con el sólo
fin de describir y contar, comienza y termina en sus propios postulados, así que las
causas sólo han de permitirnos avanzar por la línea vital del protagonista creando la
expectación necesaria para que los lectores sigan interesados en la story propuesta. No
habiendo más fin que el relato mismo, las causas que estén fuera de la escala narrativa
de ese mismo relato no necesitan ser en consecuencia ni indagadas ni expuestas.

Identidad, agency y performance. El cultural turn y la nueva causalidad en


historiografía

La historiografía no sólo respondió al embate de la posmodernidad a partir de


los años setenta mostrando un mayor interés por las oportunidades narrativas ofreci-
das por el discurso histórico, centrándose de nuevo en los acontecimientos concretos
del pasado o reduciendo la escala con la que debía ser observada la historia. Un año
después de que Davis escribiera su relato sobre Martin Guerre en 1983, otra gran
historiadora norteamericana, Lynn Hunt, desafiaba los límites de la disciplina con un
volumen que, titulado Politics, Culture, and Class in the French Revolution, modificaba
por completo el modo en cómo los investigadores debían aproximarse al fenómeno
de la Revolución Francesa al reintroducir lo político y lo cultural en el discurso histo-
riográfico que debía elaborarse.39 Si Davis había encontrado en el artículo de 1979 de

37. DAVIS, N. Z., The Return of Martin Guerre, Harvard University Press, Cambridge (Mass.), 1983.
38. Sobre este libro y sus consecuencias historiográficas, vid. FINLAY, R., «The Refashioning of
Martin Guerre», en The American Historical Review, vol. XCIII, N° 3 (1988), pp. 553-603.
39. HUNT, L., Politics, Culture, and Class in the French Revolution, University of California Press,
Berkeley, 1984.

24
conferencia inaugural

su compañero de departamento en Princeton, Lawrence Stone, el estímulo final con


el que animarse a contar stories, Hunt hallaba a su vez el suyo en la obra que un año
antes había publicado, con el ilustrativo título de Penser la Révolution Française, el
desencantado líder de la tercera generación de Annales François Furet.40
La obra de Furet atacaba virulenta y frontalmente la narrativa marxista sobre la
Revolución al sostener que, al contrario de lo estipulado por aquella escuela historio-
gráfica, el episodio histórico señalado debía ser contemplado no como un aconteci-
miento de naturaleza fundamentalmente social, sino como un evento genuinamente
político. Así las cosas, la Revolución no era, según Furet, estimulado por el ataque
ya lanzado años antes por el historiador inglés Alfred Cobban,41 el gran escenario en
el que observar en plenitud la manifestación triunfante de una hipotética lucha de
clases, sino el proceso por el cual se había modificado transcendentalmente el siste-
ma de gestión de poder en la Francia del siglo XVIII.42 El libro obtuvo un enorme y
significativo impacto al ser una de las primeras obras escrita por un miembro del es-
tablishment historiográfico francés no sospechoso de conservadurismo que desafiaba
sin complejos la visión marxista del pasado. Furet cuestionaba a partes iguales tanto
las principales conclusiones a las que llegaba la gran narrativa marxista con respecto
a aquel fenómeno histórico como también los presupuestos epistemológicos emplea-
dos para explicarlo.43 Si el posmodernismo había herido gravemente el paradigma
estructuralista de posguerra al incentivar tempranamente sin complejos el revival of
narrative, Furet ahondaba en esta estrategia al demoler uno de sus más significativos
metarrelatos.
La operación inspirada por Furet no sólo alumbró una nueva corriente interpre-
tativa sobre la Revolución Francesa, sino que además permitió que nuevas formas de
metodología histórica comenzaran a ser implementadas en la investigación de los si-
glos modernos.44 Representa a la perfección ambos fenómenos la obra ya mencionada

40. FURET, F., Penser la Révolution Française…, op. cit.. Vid. además FURET, F., «Beyond the An-
nales», en The Journal of Modern History, vol. LV, N° 3 (1983), pp. 389-410.
41. COBBAN, A., The Social Interpretation…, op. cit.. Acerca de este autor y de su libro, vid. ROSE,
R. B., «Reinterpreting the French Revolution. Cobban’s ‘Myth’: Thirty Years on», en The Austra-
lian Journal of Politics and History, vol. XXXII, núm. 2 (1986), pp. 238-244.
42. BÉTOURNÉ, O. y HARTIG, I. A., Penser l’histoire de la Révolution française, deux siècles de pas-
sion française, La Découverte, París, 1989 y KAPLAN, S. L., Farewell, Revolution. The Historians’
Feud. France, 1789/1989, Cornell University Press, Ithaca, 1995.
43. Sobre la relación entre Furet y el marxismo, vid. FURET, F., Le passé d’une illusion. Essai sur
l’idée communiste au XXe siècle, Calmann-Lévy-Robert Laffont, París, 1995 y HALÉVI, R.,
L’expérience du passé. François Furet dans l’atelier de l’histoire, Éditions Gallimard, París, 2007.
44. CENSER, J. R., «The Coming of a New Interpretation of the French Revolution», en The Jour-
nal of Social History, vol. XXI, N° 2 (1987), pp. 295-309; MAZA, S., «Politics, Culture, and the
Origins of the French Revolution», en The Journal of Modern History, vol. LXI, N° 4 (1989), pp.
704-723 y FURET, F., «Transformations in the Historiography of the Revolution», en F. Fehér
(ed.), The French Revolution and the Birth of Modernity, University of California Press, Berkeley/
Los Angeles, 1990, pp. 264-277.

25
pablo vázquez gestal

de Lynn Hunt, que recientemente ha reconocido el estímulo directo que el volumen


del profesor francés ejerció en la creación de su transcendental monografía.45 En ella,
Hunt analizaba los diferentes lenguajes impuestos en la esfera política después de 1789
con el fin de desentrañar la serie de símbolos, metáforas y alegorías empleadas por los
revolucionarios franceses para legitimar sus discursos y justificar así el devenir inte-
resado de la revolución. El volumen también exploraba la nueva cultura y sociedad
políticas surgidas del proceso de cambio político tras el estallido de la Revolución en
1789. Alejada a partes iguales de la tradicional histoire événementielle, del paradigma
estructuralista y de la story-history, que alentada en aquellos mismos años triunfaba
en buena parte de la disciplina, Hunt componía de esta suerte una obra altamente
especulativa cuya función ya no consistía ni en explicar ni en describir el pasado, sino
en interpretar el significado de algunas de las más destacadas manifestaciones cultu-
rales de un específico episodio histórico.46
La obra de Lynn Hunt, aparte de promover la materialización de un nuevo relato
sobre la Revolución Francesa, impulsó además que lo cultural se instalase de manera
central en el interés analítico de los historiadores.47 Aunque a menudo confundida
con una nueva corriente temática, lo que se ha venido en llamar desde entonces Nue-
va Historia Cultural (NHC) provocó en realidad en los años ochenta del siglo XX la
instalación de una nueva aproximación metodológica al pasado que ha modificado
singularmente el discurso historiográfico de las tres últimas décadas.48 Atenta al aná-
lisis cualitativo de los fenómenos históricos y profundamente influenciada desde sus
inicios por la antropología simbólica de Clifford Geertz y Victor E. Turner,49 la NHC

45. HUNT, L., «Fantasy Meets Reality: A Midwesterner Goes to Paris», en L. L. Downs y S. Gerson
(eds.), Why France? American Historians Reflect on an Enduring Fascination, Cornell University
Press, Ithaca, 2007, pp. 61-72; Hunt, L., Inventing Human Rights. A History, W. W. Norton &
Company, New York/London, 2007. Vid. también HUNT, L., «French History…», op. cit., p. 220.
46. Otro volumen publicado un año antes, HOBSBAWM, E. y RANGER, T. (ed.), The Invention of
Tradition, Cambridge University Press, Cambridge,1983, estimuló tempranamente también el
desarrollo de un nuevo marco epistemológico en la disciplina histórica al incentivar de forma
significativa el análisis cultural de los fenómenos políticos.
47. HUNT, L., «Introduction: History, Culture, and Text», en L. Hunt (ed.), The New Cultural His-
tory, University of California Press, Berkeley, 1989, pp. 1-22.
48. He analizado este fenómeno de manera más detenida en VÁZQUEZ GESTAL, P., «Despegándo-
se del texto. Los juegos de la Nueva Historia Cultural: descripción, narración e interpretación»,
en Memoria y Civilización, vol. IV (2001), pp. 151-185. Cfr. además OLÁBARRI, I. y CASPIS-
TEGUI, F. J. (dirs.), La «Nueva» Historia Cultural. La influencia del postestructuralismo y el auge
de la interdisciplinariedad, Editorial Complutense, Madrid, 1996; BONNELL, V. E. y HUNT, L.
(eds.), Beyond the Cultural Turn. New Directions in the Study of Society and Culture, University
of California Press, Berkeley/Los Angeles, 1999; BURKE, P., What is Cultural History?, Polity,
Cambridge, 2004 y HUNT, L., La storia culturale nell’età globale, ETS, Pisa, 2010.
49. GEERTZ, C., The Interpretation of Cultures, Basic Books, New York, 1973 y TURNER, V. W.,
Dramas, Fields, and Metaphors. Symbolic Action in Human Society, Cornell University Press,
Ithaca, 1974. Sobre la importancia cada vez mayor del influjo de la antropología en la historia
desde los años setenta del siglo XX, vid. BURKE, P. «Historians, Anthropologists, and Symbols»,

26
conferencia inaugural

presentaba así la cultura como “una esfera autónoma en la que lo que está en juego no
es la lucha por los intereses individuales o de clase, sino la creación de dominios de
significado”.50 Los historiadores se interesaron a partir de entonces en saber cómo las
palabras, las acciones, los gestos y los objetos habían sido empleados para componer e
instaurar determinadas prácticas culturales en las esferas de lo político y lo social.51 La
finalidad de la historia radicaba pues en comprender el significado que todos aquellos
elementos habían generado tanto para los que los habían producido como para los
que se habían visto envueltos en su práctica.52
La progresiva imposición de un nuevo paradigma que podemos calificar como
interpretativo desde la última década del siglo XX en adelante acabó por modificar
de forma paulatina el conjunto de intereses y objetivos de buena parte de la disciplina
histórica, así como el marco epistemológico en el que había de operar la historiografía
contemporánea.53 Aunque son muchos los conceptos que han sido introducidos en el
discurso analítico de nuestra disciplina por el auge cada vez mayor del cultural turn,
me interesa destacar, por la importancia que poseen en el contexto del tema que abor-
da el presente artículo, especialmente tres: identidad, agency y performance.54 Si bien
el concepto de identidad es controvertido y ha sido reformulado en múltiples oca-
siones, podríamos convenir que identidad ha sido primordialmente empleado para
acotar aquello que define la naturaleza de un sujeto distinguiéndolo y haciéndolo en
consecuencia reconocible a los demás.55 La agency vendría a ser, sin embargo, la ca-

en E. Ohnuki-Tierney (ed.), Culture Through Time. Anthropological Approaches, Stanford Uni-


versity Press, Stanford, 1990, pp. 268-283.
50. SPIEGEL, G. M., «La historia de la práctica: nuevas tendencias en historia tras el giro lingüísti-
co», en Ayer, vol. LXII, N° 2 (2006), (pp. 19-50), pp. 26-27.
51. ELEY, G. y NIELD, K., «Starting Over: The Present, the Post-Modern and the Moment of Social
History», en Social History, vol. XX, N° 3 (1995), pp. 355-364 y PIHLAINEN, K., «Representing
Identities: Transforming Acts into Gestures?», en Rethinking History, vol. VII, N° 3 (2004), pp.
307–313.
52. BIERNACKI, R., «Language and the Shift from Signs to Practices in Cultural Inquiry», en His-
tory and Theory, vol. XXXIX, N°. 3 (2000), pp. 289-310.
53. Sobre el auge de la interpretación en historiografía y sus implicaciones epistemológicas, vid.
ELEY, G., «Is All the World a Text? From Social History to the History of Society Two Decades
Later», en T. J. McDonald (ed.), The Historic Turn in the Human Sciences, University of Mi-
chigan Press, Ann Arbor, 1996, pp. 193-243 y VÁZQUEZ GESTAL, P., «¿Qué le pasó al giro
lingüístico? De la narratividad a la interpretación en historiografía», en Rilce, vol. XXII, N° 2
(2006), pp. 237-257. Un balance de las propuestas historiográficas de los años noventa del siglo
XX y de los inicios del siglo XXI pueden verse en SPIEGEL, G. M. (ed.), Practicing History. New
Directions in Historical Writing After the Linguistic Turn, Routledge, New York, 2005.
54. Una visión general acerca de los conceptos y perspectivas reintroducidos por la NHC en el
discurso historiográfico pueden verse en POSTER, M., Cultural History and Postmodernity.
Disciplinary Readings and Challenges, Columbia University Press, New York, 1997. Sobre las
variedades de la historia cultural en la historia de la historiografía, vid. BURKE, P., Varieties of
Cultural History, Cornell University Press, New York, 1997.
55. Vid. DU GAY, P.; J. EVANS y P. REDMAN (eds.), Identity. A reader, Sage, London, 2000 y

27
pablo vázquez gestal

pacidad de ese sujeto para actuar y tomar decisiones con un mayor o menor grado
de autonomía en un espacio y un tiempo determinados.56 Finalmente, la performance
consiste en aquel acto o gesto cuya realización permite la exposición de los valores
asociados a un sujeto o identidad concretos.57
Como es fácilmente comprensible, la reintroducción del concepto de identidad
ha permitido que la subjetividad y lo individual hayan vuelto a ser objeto preferen-
te del análisis histórico de las dos últimas décadas, provocando con ello la drástica
reducción de la preponderante escala macro del paradigma estructural y la atenta
observación de las estrategias humanas diseñadas para imponer un determinado con-
junto de valores en un espacio político y social concretos.58 La implementación de los
conceptos de agency y performance ha obligado a su vez a que los historiadores anali-
cen con más detenimiento los efectos producidos por la acción humana tanto a nivel
individual como colectivo, incitando así que el pasado sea contemplado ahora como
un escenario eminentemente conflictivo donde diferentes y a menudo contrapuestas
prácticas culturales luchan por imponer su propio discurso.59 Los procesos de cambio

SCHWARTZ, S. J.; LUYCKX, K. y VIGNOLES; V. L. (eds.), Handbook of Identity Theory and


Research, vol. I-II, Springer, New York, 2011. Para el caso específico de la historiografía, vid.
FRIEDMAN, J., «The Past in the Future: History and the Politics of Identity», en American
Anthropologist. New Series, vol. XCIV, N° 4 (1992), pp. 837-859; WURGAFT, L. D., «Identity in
World History: a Postmodern Perspective», en History and Theory, vol. XXXIV, N° 2 (1995), pp.
67-85; OLÁBARRI, I., «La resurección de Mnemósine: historia, memoria, identidad», en I. Olá-
barri y F. J. Caspistegui (dirs.), La «Nueva» Historia Cultural…, op. cit., pp. 145-173 y MEGILL,
A., «History, Memory, Identity», en The History of the Human Sciences, vol. XI, N° 3 (1998), pp.
37-62.
56. Vid. SEWELL, W. H. Jr., «A Theory of Structure: Duality, Agency and Transformation», en The
American Journal of Sociology, vol. 98, N° 1 (1992), pp. 1-29; POMPER, P., «Historians and In-
dividual Agency», en History and Theory, vol. XXXV, N° 3 (1996), pp. 281-308; DELANTY, G.,
«The Return of Agency: Touraine and Melucci», en Social Theory in a Changing World. Concep-
tions of Modernity, Polity, Cambridge, 1999, pp. 122-147; SHAW, D. G., «Happy in Our Chains?
Agency and Language in the Postmodern Age», en History and Theory, vol. XLI, N° 1 (2001),
pp. 1-9 y SMITH, J. M.; «Between Discourse and Experience: Agency and Ideas in the French
Pre-Revolution», en History and Theory, vol. XL, N°1 (2001), pp. 116-142.
57. Sobre el performance turn y sus consecuencias para la disciplina histórica, vid. el magnífico re-
sumen BURKE, P., «Performing History: The Importance of Occasions», en Rethinking History,
vol. IX, N° 1 (2006), pp. 35-52. Agradezco al profesor Burke el que me hiciera llegar una copia
de su trabajo.
58. Vid. especialmente TOURAINE, A., Le retour de l’acteur. Essai de sociologie, Librairie Arthè-
me Fayard, París, 1984 y RICŒUR, P., Soi-même comme un autre, Seuil, París,1990, así como
LASH, S. y FRIEDMAN, J., «Introduction: Subjectivity and Modernity’s Other», en S. Lash y J.
Friedman (eds.), Modernity and Identity, Blackwell, Oxford, 1992, pp. 1-30; MCNAY, L., Gender
and Agency. Reconfiguring the Subject in Feminist and Social Theory, Polity /Blackwell Publis-
hers, Cambridge/Malden, 2000 y SPIEGEL, G. M., «La historia de la práctica…», op. cit., p. 30 y
ss.
59. HUNT, L., «Introduction: …», op. cit.; JONES, A., «Word and Deed: Why a Post-Poststructural
History is Needed, and How it Might Look», en The Historical Journal, vol. XLIII, N° 2 (2000),

28
conferencia inaugural

y transformación social y cultural adquieren en consecuencia una importancia inusi-


tada en el análisis histórico actualmente promovido por los investigadores.60
Volviendo al tema del que es objeto el presente artículo, este nuevo marco epis-
temológico y las renovadas aspiraciones de la disciplina histórica han impedido la
supervivencia de la tipología causal empleada en las narrativas tanto del paradigma
estructuralista como de la story-history.61 De un lado, la metacausalidad característica
de la primera tendencia historiográfica no podía ser aceptada porque, como ha sinte-
tizado de forma elocuente William H. Sewell, “structural or structuralist arguments
tend to asume a far too rigid causal determinism in social life […]”. Por eso, si “a social
science trapped in an unexamined metaphor of structure tends to reduce actors to
cleverly programmed automatons”, una historiografía interesada ahora en mostrar el
cambio desde una perspectiva centrada en la agency no podía abogar por una argu-
mentación causal tan mecanicista, lineal y teleológica.62 De otro, el discurso con el que
la story-history materializaba su análisis histórico no podía resolver las demandas del
nuevo paradigma historiográfico porque, aunque había reducido la escala desde lo es-
tructural a lo individual, su aspiración se reducía sencillamente a la tarea de describir
el pasado. En una narración donde los actos individuales son expuestos para servir
principalmente a la narración misma, las causas que los motivan no transcienden
nunca los événements que se exponen, evitando así que puedan extraerse las conclu-
siones necesarias con las que interpretar su significado cultural, político o social.
Así las cosas, el nuevo paradigma surgido del cultural turn no sólo ha materializa-
do su discurso alumbrando una nueva tipología de narrativa historiográfica sino mo-
dificando también el tipo de causalidad que debía articularla. Destinada a mostrar el
cambio y la transformación reintroduciendo al individuo como fundamental agente
histórico, esta causalidad tiende a ser múltiple y compleja, evitando así la corres-
pondencia directa que entre causa-efecto solían establecer de forma bastante meca-
nicista las dos tendencias anteriores. No obstante, y con el fin de establecer la red de
significados oportunos con los cuales poder interpretar el fenómeno histórico que se
analiza, los historiadores tienden a jerarquizar el conjunto de esas causas de acuerdo
con su escala, intención, efectividad y transcendencia. No todas pueden ser tratadas

pp. 517-541 y REDDY, W. M., «The Logic of Action: Indeterminacy, Emotion, and Historical
Narrative», en History and Theory, vol. XL, N° 4 (2001), pp. 10-33.
60. SEWELL, W. H. Jr., «Geertz, Cultural Systems, and History: From Synchrony to Transforma-
tion», en Representations, vol. LIX (1997), pp. 34-55.
61. CABRERA, M. A., «Linguistic Approach or Return to Subjectivism? In Search of an Alternative
to Social History», en Social History, vol. XXIV, N° 1 (1999), pp. 74-89; CABRERA, M. A., «On
Language, Culture, and Social Action», en History and Theory, vol. XL, N° 4 (2001a), pp. 82-100
y CABRERA, M. A., Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Cátedra-Universidad de Valencia,
Madrid, 2001b.
62. SEWELL, W. H. Jr., «A Theory of Structure: …», op. cit., p. 2 de ambas citas.

29
pablo vázquez gestal

ni analizadas de la misma manera porque no todas poseen el mismo significado en el


desarrollo del hecho, conflicto o manifestación que se expone.
Asimismo, el nuevo paradigma interpretativo, muy consciente de la historicidad
de las causas, ha insistido en la necesidad de analizarlas en sus diferentes contextos,
conforme a las circunstancias en las que se producen y los agentes que las protago-
nizan. No es posible extrapolar procesos de un marco espacial y temporal a otro de
forma directa y ahistórica, como en muchas ocasiones había hecho la historiografía
marxista reduciendo agentes, factores, circunstancias y variables. En un marco epis-
temológico en el que ya no se considera el devenir histórico como lineal y progresivo,
las causas deben estar siempre en proporción a la escala que se estudia y respetar
siempre el enfoque en el que se ubica el análisis histórico; se evita así transportar la
argumentación de lo micro a lo macro, o viceversa, sin elaborar detenidamente los
pasos que desde el punto de vista causal intermedian entre ellos.
Finalmente, en un análisis en el que la sociedad, la cultura y la política ya no se
conciben como estructuras autónomas que operan al margen de los individuos sino
como manifestaciones que se construyen y transforman por efecto de la acción hu-
mana (lo social, lo cultural y lo político), la causalidad forma así parte de la narrativa
encaminada a interpretar el significado que esas manifestaciones y las características
que los componen poseen para los individuos relacionados con ellas.63
Aunque son muchos los ejemplos que podrían ofrecerse para ilustrar lo señala-
do, el clásico estudio de Peter Burke, The Fabrication of Louis XIV, es quizás uno de
sus más tempranos y acabados modelos.64 Centrado en torno a un solo individuo, el
gran Rey Sol, Burke decidió no detenerse en la biografía de su personaje, sino en las
estrategias que desarrolló para crear, difundir y asentar su identidad pública de sobe-
rano. El libro, publicado en 1992, se concibe así “as a contribution to the history of
communication, the history of the production, circulation and reception of symbolic
forms”.65 Con una prosa eficaz, brillante y directa, la obra no sólo acabó por funda-
mentar las bases de una futura renovación de la historia política y cultural de la Eu-
ropa de los siglos modernos, sino que también terminó por alentar el empleo de una
nueva metodología histórica y, con ello, de una nueva forma de interrogar al pasado
y de responder a la pregunta ‘¿por qué?’. Extremadamente interpretativo, el discurso
elaborado por Burke analizaba textos, imágenes y objetos en relación con las intencio-
nes políticas con que habían sido creados y teniendo en cuenta la transformación que
produjo en la tradición cultural en los que se ubicaban. La causalidad empleada por
Burke, integrada en el propio texto, sin necesidad de hacerla obvia ni emplearla direc-
tamente para responder mecánicamente la serie de interrogantes a los que responde

63. Vid. SEWELL, W. H. Jr, «Political events as Structural Transformations: Inventing revolution at
the Bastille», en Theory and Society, vol. XXV, N° 6 (1996), pp. 841-881.
64. BURKE, P., The Fabrication of Louis XIV, Yale University Press, New Haven, 1992.
65. Ibidem, p. 1.

30
conferencia inaugural

el libro, ayuda sin embargo a desentrañar con garantías el significado concreto de las
iniciativas que, con una elevada carga simbólica, fueron promovidas por el rey francés
para reforzar su autoridad y forjar así su precisa idea de majestad.
La propuesta historiográfica lanzada por Peter Burke con esta monografía pronto
obtuvo un enorme éxito, provocando que muchas de las aspiraciones de la NCH fue-
ran adoptadas por buena parte de sus compañeros de oficio. Desde el punto de vista
discursivo, el tipo de causalidad empleado para convencer al lector de los argumen-
tos expuestos también acabó por imponerse en los años siguientes a su publicación.
Aunque con estilos diferentes, puede comprobarse cómo esa prosa altamente inter-
pretativa y con una impronta causal orientada fuertemente a explicar el sentido de los
fenómenos y acontecimientos descritos se ha impuesto hasta fechas recientes en la
historiografía contemporánea. Sirvan de ejemplo dos obras extremadamente ilustra-
tivas: el volumen de Natalie Zemon Davis publicado en el año 2000 y titulado The Gift
in Sixteenth-Century France66 y el impreso de 2007 de Lynn Hunt Inventing Human
Rights. A History.67 Centrados respectivamente en el uso de un objeto, el regalo, y la
creación de una idea, los derechos humanos, ambos aspiraban, con éxito, a definir el
papel que tuvieron en la creación, imposición y cambio de determinadas actitudes
sociales y culturales.

*****
La consolidación de lo que hemos dado en llamar el paradigma interpretativo
es un fenómeno ya maduro que ha modificado de forma relevante la narrativa de la
historiografía contemporánea. Es evidente que, al ritmo con el que se han ido trans-
formando los objetivos y aspiraciones de la disciplina en las últimas tres décadas, su
reinado pronto llegará a su fin, siendo sustituido por otro discurso más y mejor prepa-
rado para responder a las demandas del futuro. No obstante, su vitalidad, extensión y
fuerza para mutar y responder a las exigencias de un mundo intelectual cada vez más
internacionalizado y metadisciplinar, le auguran posiblemente una mayor capacidad
de adaptación que las dos tendencias instaladas precedentemente en el reino de lo
histórico.

66. DAVIS, N. Z., The Gift in Sixteenth-Century France, Oxford University Press, Oxford, 2000.
67. HUNT, L., «Fantasy Meets Reality: …», op. cit.

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