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Hostos y meriño: dos perspectivas histórico – filosóficas de la educación

dominicana
IDEAS FUERZAS DE HOSTOS Y MERIÑO:
Es desde el influjo de este escenario que pretendemos enfocar la polémica entre
Hostos y el Arzobispo Meriño, quienes parecieron representar estas dos
concepciones del mundo, situados en una época de transición entre el
colonialismo español y el colonialismo norteamericano.
Para Max Henríquez Ureña, en el Prólogo de la edición del 1968 de la obra Moral
Social, la fuerza original del pensamiento de Hostos se sustentaba en la claridad,
la entereza y la audacia con que exponía sus ideas, siempre comprometidas al
servicio del bien y la verdad. De acuerdo a Henríquez Ureña, la obra de Hostos
estuvo ampliamente influenciada por el Positivismo y el kraussismo, cuya postura
filosófica se centraba en proclamar el ideal del bien como suprema aspiración de
la humanidad.
Desde esta perspectiva, para Hostos había que preparar hombres que en el
futuro, fuesen los evangelistas de una nueva causa civilizadora. Para ello se
apoyó en las Escuelas Normales, donde utilizó ampliamente el Método Inductivo –
Deductivo, para estudiar la realidad y promover el hábito de razonamiento, en
contraposición con la tendencia nemotécnica empleada hasta ese entonces. En
este sentido sus discípulos, producían no sólo un nuevo caudal de conocimientos,
al mismo tiempo que se ejercitaban en el culto a la verdad, el bien y la justicia.
Según Hostos, “el destino final de los seres de razón conscientes es practicar el
bien para armonizar los medios con los fines de su vida; la razón hace más dueño
de sí al hombre, que es hacerlo más consciente; donde civilizar no es más que
una vida de razón y de conciencia”.
La presencia de Hostos en la naciente República marcó un cambio en la
perspectiva política no sólo del país sino de las Antillas. Sus planteamientos y
propuestas tenían como punto de partida una visión global de la realidad de las
Antillas y los criterios políticos e ideológicos de su formación filosófica y jurídica.
En ese mismo orden, podría decirse que su presencia en el escenario de la
sociedad dominicana, transforma el ambiente intelectual dominicano, puesto que
nadie hasta ese entonces se había hecho cargo de la tarea de formar a los
intelectuales orgánicos de la educación, en la naciente sociedad moderna. Hasta
ese momento la preocupación fundamental sobre la modernización se situaba en
el desarrollo material de la sociedad, sin entender el papel que debía jugar la
cultura en esa construcción de lo social. Por esa razón el papel de la cultura no
podía ser improvisado, y mucho menos dejarse en manos exclusivas de la Iglesia.
El historiador Raymundo González, en una entrevista realizada para éste
propósito, precisa que Hostos no introdujo en el país la ideología del progreso ni el
positivismo, ya ambos conceptos tenían ya presencia e influencia en la vida
intelectual dominicana y en particular sobre las expresiones liberales de la misma.
Pero al mismo tiempo preciso, que él si fue el responsable de imprimirle un nuevo
sentido a la idea del progreso y configurar con ella en el ámbito nacional, una
conciencia moderna. Para Raymundo González, esto se manifestó en la
renovación que experimentó la reflexión política y social al interior de la sociedad
dominicana y en el impacto que produjo en la moralización racionalista de la
sociedad.
El trabajo de Hostos puso énfasis en la necesidad de transformar la sociedad
dominicana en una sociedad moderna. Consideraba que para lograr ese objetivo
era importante dedicarse al estudio positivista de la sociedad. Esto implicaba el
estudio de las verdades demostradas científicamente, sobre los hechos sociales y
de las leyes que gobiernan esos hechos.
La Moral Social, según él, radicaba en su orientación al mejoramiento de la
sociedad mediante la búsqueda consciente de la verdad científica. Desde su punto
de vista, esta verdad lleva al bien. La moral social sustentada por Hostos provocó
la revisión de la ideología del progreso a nivel nacional. Desde su punto de vista,
la civilización no hace relación al progreso en si mismo, más aún, le da mucha
importancia a la armonización de las condiciones sociales al medio social. Además
de experimentar mejoría material, tiene que servir para el desarrollo espiritual de la
sociedad. Esta manera de entender la civilización lo lleva a la valoración de
conceptos claves en su pensamiento: racionalización (“hacerse cada vez más
racional”), y conscifacción (“el conjunto de actos voluntarios para hacerse más
consciente”)
Por su parte, Meriño sacerdote liberal, de criterio ecléctico y tolerante según Max
Henríquez Ureña, advertía sobre una concepción de la ciencia desprovista de un
sentido trascendente y de una clara definición atea, lo que a su juicio
imposibilitaría la formación de un sujeto regido por la ética y la moral.
En su Carta Pastoral de 1886 no duda en señalar que “sin enseñanza religiosa, es
decir, sin la enseñanza que afirma la existencia de Dios Padre Todopoderoso, la
inmortalidad del alma humana, las relaciones estrechas entre el hombre y su
Hacedor; sin esa enseñanza que extrae al hombre de sus miserias, …el corazón
quedará siempre hambriento de verdad, abatido el espíritu en sus vigorosos
vuelos, vacía la conciencia y gravemente mutilada la racionalidad humana”. (Pág.
18).
Así mismo, previene de las consecuencias de una escuela sin religión, creando las
condiciones de la pérdida de la dimensión transcendente; de ahí que reafirmaba la
escuela como espacio de la formación moral y ética, y preámbulo de la formación
religiosa. (Carta Pastoral del 1893).
Por otro lado, una escuela sin religión, para Meriño, es una escuela incapaz de
formar la conciencia moral, “…sin ciencia ni conciencia, sin elevación de afectos y
sentimientos, sin grandeza de carácter, apocada, sensual y materializada”.
Entiende que la “fe religiosa es la única que, enderezando los pasos del hombre
hacia su fin sobrenatural, le inspira verdadera elevación de sentimientos
haciéndole amor lo justo, lo honesto y todo bien, dignificando de más en más su
naturaleza”. (Carta Pastoral del 1895)
PUNTOS DE ENCUENTROS Y DESENCUENTROS EN HOSTOS Y MERIÑO.
En torno a la cuestión cultural:
Precisamente Hostos, hombre preocupado por la verdad científica, muestra una
gran facilidad para recuperar el valor a las expresiones culturales de lo cotidiano,
que hoy se concibe como la investigación desde la cotidianidad. Desde ahí articula
la rigurosidad de la vida académica, con la atención a la cultura cotidiana, dándole
un sentido de unidad en búsqueda de la verdad.
A su vez, podría decirse que su pensamiento se armoniza con las ideas de
Meriño, en lo que respecta a la búsqueda del bien como razón última de la
existencia y del conocimiento. Y este bien, según Hostos, es un bien trascendente,
puesto que aspira a la transformación de la sociedad y de las personas. Además
la concepción de cultura en Hostos, es dinámica, abierta y plural. Favorecía que
los gobiernos acogieran las migraciones como medio de aprendizaje social. No en
balde la propuesta de una escuela moderna de Hostos se caracteriza por su
apertura a las corrientes del pensamiento.
Por su parte, el proyecto Hostosiano se ve bloqueado por la imposición unilateral
del Estado Dominicano, antidemocrático y autoritario de Ulises Hereaux, quien se
convierte en aliado de la Iglesia en el debate frente a las ideas hostosianas, no por
compartir sus planteamientos ético – filosóficos, sino más bien porque era una
manera de enfrentar políticamente a Luperón y a quienes como Hostos
propugnaban por un Estado de Derecho, sustentado en las libertades públicas.
Proyecto de sociedad – proyecto educativo:
Para Meriño, la escuela es el espacio de formación de la conciencia moral, y por
tanto la posibilidad de que los seres humanos sobrepasen su dimensión individual
y personal, más allá de sus fuerzas biológicas y la mediocridad; todo esto como
requisito fundamental para una sociedad moderna.
En Hostos, el proceso de formación de los y las ciudadanas le da importancia al
desarrollo de la razón, considerando ésta como la vía al desarrollo del
conocimiento, al mismo tiempo que a la conciencia de sí mismo y del entorno,
requisito fundamental para el ejercicio de la responsabilidad personal y social.
Con Hostos surge la preocupación por la educación pública como un movimiento
social: escuelas nocturnas, sociedades literarias promoviendo expresiones
culturales diversas, la creación de un periódico como medio de divulgación social,
como espacios articuladores de la conciencia y la responsabilidad social.
Por su parte, para Félix Evaristo Mejía, el movimiento reformista del medio social
y educativo de Hostos, estuvo orientado a la formación de ciudadanos para el
ideal de la confederación Antillana, trascendiendo así del espacio escolar a la
esfera de lo social y lo político.
En la propuesta societal de Hostos, el papel de la reforma jurídica buscaba
coherencia entre las fuerzas heterogéneas de la sociedad. Según éste, civilizar es
hacer coherentes las sociedades que carecen de cohesión. La falta de cohesión
era la responsable de las dificultades que había experimentado la sociedad
dominicana en su vida republicana. Y sería, según Raymundo González, la
espada de Damocles de su futura conservación como república independiente: o
la civilización o la muerte como nación. Asumir las responsabilidades sociales que
impone la vida civilizada a las naciones, era la gran tarea de la reforma jurídica a
que aspiraba Hostos.
Un punto común entre Hostos y Meriño es el referido a su concepto de
nacionalismo, que aunque en el caso de Meriño no se orientaba hacia una
concepción antillanista y americanista como en Hostos, sin embargo le llevó a ser
partidario de la independencia de la nación, por lo que veía con temor la creciente
intervención norteamericana en el país; temor que se veía fortalecido por el
carácter confesional no católico de una gran parte de la sociedad norteamericana.
Aunque tanto Hostos como Meriño propugnaban por la necesidad de una
sociedad moderna, en que la ignorancia, la pobreza y la desigualdad social fueran
desterradas; ambos se situaban desde perspectivas diferentes. Con Hostos se
inicia un cambio en la concepción del papel que juega la educación en la
construcción del Estado moderno, y por tanto, es concebida dentro de un
movimiento social y cultural amplio, como señaláramos anteriormente.
Conviene señalar que según Antonio Lluberes, la disputa de carácter socio-
teológico entre Hostos y Meriño giró en torno a la enseñanza de la religión y la
moral social. En las Escuelas Normales, bajo la orientación de Hostos, no se
enseñaba religión sino la moral social; apoyándose Hostos en la afirmación de que
la religión no era materia de las aulas, sino del hogar y las iglesias. En cambio
debía enseñarse una moral fundada en el reconocimiento del deber por la razón. A
través de las Pastorales de Meriño y los artículos de Billini en el periódico La
Crónica, la Iglesia Católica se opuso a esta posición de Hostos, tal y como
manifiesta Meriño en la Carta Pastoral de 1895, cuando señala:
“No se enseña religión en las escuelas, dicen, porque eso se debe hacer en el
hogar ó en los templos; pero mientras tanto se atosigan las inteligencias de niños
y jóvenes de uno y otro sexo con doctrinas que matan en sus almas las saludables
creencias religiosas argumentándoseles, so pretexto de demostraciones
científicas, que ni hay Dios, ni alma espiritual, ni vida eterna, á la vez que se pone
empeño en inculcarles teorías hipotéticas y degradantes que depauperan la
grandeza personal reduciéndola á la miserable condición del bruto animal,
despojando á las conciencias timoratas de la fe salvadora y de los sanos principios
morales que ella nutre y sostiene”. (Pág. 10, Op. Cit).
De ahí, que Meriño ordenara a los sacerdotes enseñar catequesis en las
parroquias al mismo tiempo que se formaran las Cofradías de la Doctrina
Cristiana. Las Escuelas Normales fueron calificadas por Meriño sin mencionar su
nombre, de “Escuelas sin Dios”.
La Moral Social Hostosiana representa el ideal máximo de sociedad a que él
aspiraba. Su pensamiento, sin embargo, se veía mediado por la dinámica
dialéctica que representaba esa concepción ideal de nación, moderna y
equilibrada, entre el progreso espiritual y material y el atraso en que estaban
sumergidas las sociedades antillanas, en su intento de avanzar hacia formas
superiores, racionales y modernas. Las tensiones que provocan estas
permanentes contradicciones, en el pensamiento de Hostos, es a lo que el
historiador Raymundo González llama, “la angustia hamletiana del pensamiento
hostosiano”. Fue su angustia entre “el ideal y el ser”, o, entre la posibilidad y la
realidad.
Las élites dominicanas ilustradas, se prendieron de su pensamiento, y Hostos los
puso a pensar en esa forma dual (eso que se cataloga como pesimismo dentro de
la identidad dominicana) expresada en esa angustia entre el ideal y el ser. En esta
angustia, para muchos aún se mueve el pensamiento dominicano. En tanto esa
dicotomía hostosiana todavía no ha sido superada.

Encuentros y desencuentros:
Los encuentros más significativos entre ambos pensadores, se sitúan en sus
concepciones liberales desde un punto de vista filosófico y en su empeño por
llevar al país hacia la modernidad y la civilización.
Tanto Meriño como Hostos orientan sus ideas y sus acciones, hacia la
construcción de un proyecto de nación, caracterizado por la libertad democrática,
orientado hacia la verdad científica, y propulsor del bienestar del medio social y de
los ciudadanos; aunque en el caso de Hostos su concepción iba más allá del
espacio local, visualizando un proyecto antillanista y americanista.
Una preocupación por el desarrollo de los sujetos unía también a Hostos y
Meriño, de ahí la importancia que dieron a la formación sistemática, orientada al
desarrollo del razonamiento y a la acción práctica. Una formación además fundada
en una perspectiva transformadora, desde el punto de vista de la ética y la moral.
En lo que respecta a la concepción de la moral y la ética, en Meriño se caracteriza
por un énfasis en el desarrollo de valores que normen el comportamiento de los
sujetos; en Hostos, sin embargo, se orienta hacia la búsqueda de la verdad
científica, que es el bien de la sociedad y de los ciudadanos visualizándolas como
parte de un continuo entre la dimensión política y la dimensión social.
Conviene señalar, que ambos se situaron en una perspectiva visionaria de la
sociedad de ese tiempo de la historia. Ambos tratan de construir la obra
republicana. En torno a ellos, y de manera particular en torno a Hostos, se
reunieron los más liberales, logrando articular un grupo con preocupación por la
construcción del Estado democrático, así como por la transformación de sus
dimensiones políticas y jurídicas.
Hostos era poseedor de un pensamiento estratégico con un horizonte muy claro:
su ideal de sociedad descrito en la Moral Social, articulando lo micro y lo macro
en una tensión productiva. “Lo grande se construye desde lo pequeño”, según
decía el Maestro.
Hostos junto a Meriño, sin medias tintas, a partir de sus encuentros y
desencuentros, llegaron a construir su propia síntesis, que aún hoy se continúa
expresando en el escenario de reformas de la educación dominicana.
A Modo de Síntesis.
A pesar de la Ley General de Instrucción de 1880 y 1901, ambos textos escritos
por Hostos, el proyecto Hostosiano quedó abortado desde el Estado mismo, por la
acción totalitaria de Ulises Hereaux. Muy a pesar de ello, la influencia hostosiana
siempre estuvo presente en la práctica de los maestros formados por él en la
Escuela Normal.
Con la invasión norteamericana del 1916 la expansión de la educación
dominicana cobra en principio un nuevo empuje, con la Reforma hecha por
Arístides Fiallo Cabral, en la cual se crean modalidades nuevas (primaria superior
y primaria inferior), y se logra la ampliación del número escuelas a nivel nacional.
Con la crisis del 1921 dicho intento se vio truncado por razones económicas,
descontinuando el gobierno norteamericano dicho proyecto.
En los años anteriores al 1930 las escuelas estuvieron regidas en el marco de lo
estatal y lo municipal. Esto fue posible debido a la Ley del Impuesto de Patentes
especializado para las escuelas por el gobierno de la intervención; el cual
representaba aproximadamente un 10% de los ingresos por ese concepto
(patentes). Sin embargo, el descuido por parte del Estado en sus obligaciones
salariales a los maestros y el personal administrativo, llevó al Sistema Educativo a
una nueva crisis.
Con la llegada de Trujillo al Poder, la escuela dominicana fue constreñida a un
nuevo rol: de control social y dominación ideológica. Su mayor desarrollo se
verificó en los años 40, donde se le incorporó la Educación Católica por iniciativa
de Monseñor Pittini. Esto no significó ninguna contradicción con el régimen
dictatorial. No olvidemos la situación vivida entonces en Europa con sus
regímenes totalitarios. Acostumbrado a enmascarar la realidad, el régimen
dictatorial proyectó la imagen de que conservaba lo mejor de la escuela
Hostosiana, a la vez que había innovado en la enseñanza técnica y desarrollista,
junto a la enseñanza religiosa. Esto se desprende de la encuesta publicada en el
periódico El Caribe en el año l956 sobre la “Influencia de Hostos en la Cultura
Dominicana”. Tal escuela es la que queda reflejada en la ley de 1951, forjada
exclusivamente en el marco estatal despótico.
Con el fin de la tiranía la escuela dominicana queda desprovista de un proyecto
social de relevo, hasta entrado los inicios del Plan Decenal de Educación, a inicios
de los años 90, con las excepciones de los intentos de reforma de finales de los
años 60 y principio de los 70, donde se logró tan sólo realizar reformas parciales:
Los Liceos Secundarios de Reforma, y la reorientación de las Carreras de
Pedagogía en las Universidades dominicanas.
Como se aprecia, esta rápida panorámica acerca de las concepciones histórico
filosóficas presentes en la educación dominicana, nos pone de relieve la ausencia
de un proyecto estatal de escuela democrática, libre y práctica, conforme a la
concepción de escuela moderna hostosiana, no obstante el compromiso y
decisión de la sociedad dominicana de entonces de asumir tal proyecto.
Una vez más, y un siglo después, la sociedad dominicana tuvo la oportunidad de
definir un nuevo paradigma educativo, a pesar de sus contradicciones, en el Plan
Decenal de Educación, movimiento de reforma que intentó impulsar un proyecto
socio educativo, de cara a una sociedad de hombres y mujeres libres, críticos y
reflexivos.
Aun está por verse el potencial de transformación que logró concitar ese amplio
proceso de reformas en la sociedad dominicana de fines del siglo XX, en procura
de un ideal aún hoy inalcanzado.
Nota: Este trabajo es una versión resumida para los fines de ser presentado en el
4to Encuentro Internacional y 3ro. Nacional de Educación y Pensamiento,
presentado por Julio Valeirón y Josefina Pimentel; el mismo es autoría de Julio
Valeirón, Josefina Pimentel, Rocío Hernández y Dignora García, producido en el
año 2001, en el Marco de la Maestría en Administración y Planificación de la
Educación. – PUCMM – IIPE – UNESCO.

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