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se conoce como Liobaa, “casa de tumbas”. Ante la caída de Monte Albán, Mitla se convirtió en una
población importante que funciono como el centro de poder para los zapotecas hasta la llegada
de los españoles
Mitla se caracteriza por sus construcciones ornamentadas con mosaicos de grecas de un mismo
tipo pero con variaciones estilísticas y por las tumbas cruciformes que se han encontrado bajo los
palacios.
Según algunos estudiosos, su arquitectura recibió una fuerte influencia de los mixtecos, sobre
todo en el uso de grecas como motivos ornamentales en las fachadas de los edificios y en la
distribución espacial de los conjuntos, que es distinta de la del resto de la arquitectura del valle de
Oaxaca.
Lo que hoy se conoce y está abierto al público se cree que eran edificios administrativos. La
población rural probablemente tenía su asentamiento en donde se encuentra la población actual y
parte de lo que es hoy tierra de labranza.
Las estructuras están agrupadas en cinco conjuntos: Grupo de las Columnas, Grupo de la Iglesia,
Grupo del Arroyo, Grupo de los Adobes y Grupo del Sur.
GRUPO DE LA IGLESIA
El grupo se compone de tres cuadrángulos, conocidos como A, B y C, situados en un eje norte-sur.
El Cuadrángulo A se utilizó como caballeriza y basurero; en los dinteles se conservan restos de
pintura mural tipo códice. El Cuadrángulo B alberga tres habitaciones y en la época colonial
funcionó como curato. En parte del Cuadrángulo C se construyó una iglesia católica dedicada a San
Pablo Evangelista.
Los españoles llegaron a Mitla en la década de 1520, y dejaron descripciones de primera mano de
lo que hallaron en términos arquitectónicos y culturales. Sin embargo, dado el gran valor
geoestratégico que le atribuyeron al enclave, destruyeron muchas edificaciones para construir las
propias. Por ejemplo, la Catedral de San Pablo fue construida en su mayor parte con materiales
extraídos de la destrucción de templos y monumentos hallados en Mitla.
Dados los privilegios que mantuvo la Iglesia desde la época de la conquista, y dado el escaso
conocimiento del valor cultural de los asentamientos prehispánicos, este proceso destructivo vino
a detenerse sólo a mediados del siglo XIX, cuando Benito Juárez promulgó las Leyes de Reforma,
que nacionalizaban los bienes eclesiásticos.