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ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL

SEMANA 8
ÍNDICE
RESPONSABILIDAD SOCIAL APLICADA ................................................................................................. 3
APRENDIZAJES ESPERADOS ................................................................................................................. 3
1. ÉTICA APLICADA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL EN LAS SOCIEDADES MODERNAS ...................... 3
2. RESPONSABILIDAD SOCIAL EN LA EMPRESA ............................................................................... 7
REFERENCIAS ....................................................................................................................................... 9

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RESPONSABILIDAD SOCIAL APLICADA

APRENDIZAJES ESPERADOS
 Explicar la relación entre responsabilidad social y ética aplicada.
 Relacionar casos sobre responsabilidad social con elementos de la ética aplicada.

1. ÉTICA APLICADA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL EN LAS


SOCIEDADES MODERNAS
Los estudios más extendidos respecto de la responsabilidad social se dan en relación a la actividad
empresarial, no obstante, estos se pueden ampliar a todo tipo de actividades con algún impacto
en la sociedad.

La responsabilidad social en la empresa (RSE) se integra a un desarrollo contemporáneo de la


ética, esto es, la ética aplicada. La ética pretende dirigir, de una u otra forma, la actividad humana
concreta.

Entre las tareas de la ética como filosofía moral, cuentan como esenciales las siguientes:

Dilucidar en qué consiste la moral, que no se identifica con


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los restantes saberes prácticos (con lo jurídico, lo político,
lo religioso).

Intenta fundamentar la moral, en otras palabras, inquirir


2 las razones para que haya moral o bien denunciar que no
la hay.

3 Intentar una aplicación de los principios éticos


descubiertos a los distintos ámbitos de la vida cotidiana.

Fuente: Cortina (2008, p. 164).

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Una posible manera de abordar los problemas concretos que existen en una comunidad
cualquiera sería aplicar los principios y los valores de alguna teoría ética (Cortina, 2008). Por
ejemplo, si se tienen problemas de acción en una empresa respecto a su impacto en el medio
ambiente, se podría elegir, por algún tipo de decisión personal, la ética kantiana; de este modo, se
determinarían las formas de resolver sus conflictos entre ganancias financieras e impacto
ambiental por medio de la aplicación de los principios de la ética elegida en la situación concreta.

Hoy, esta alternativa de aplicación ética no es posible. Cuando se analiza el impacto del
nacimiento del capitalismo en las sociedades tradicionales, se evidencia que este significó una
diferenciación en el ámbito práctico de lo económico y de lo ético, generando una sociedad en la
que un código ético único era imposible. Las únicas que se presentan como reglas extendidas,
aplicadas por el proceso de globalización a la mayor parte de los seres humanos, son las reglas de
funcionamiento de las sociedades de mercado. Estas dejan al libre arbitrio de los individuos y de
las culturas las decisiones sobre los valores y normas éticas que quieran practicar. Tal como
plantea Jean-François Lyotard (1987) en La condición postmoderna, lo único que existe es el yo,
pero este vale muy poco, el lazo social y la fuerza normativa se originan en la actividad económica
capitalista, de mercado e individualista.

Estas circunstancias en las que se desarrolla la modernidad implican que ya no se puede

aludir a un criterio moral o ético único.

La modernidad fue trayendo el fin de los códigos moral-religiosos únicos y la experiencia del

pluralismo de las concepciones de vida buena, con lo cual la aplicación de códigos o éticas

únicas dejan de tener sentido y legitimidad en lo que se refiere a la moral compartida

(Cortina, 2008, p. 168).

Para Adela Cortina (2008), en estas nuevas circunstancias, no se debe plantear un conjunto de
recetas aplicables a casos concretos por parte de una ética ajustada a las sociedades
contemporáneas, sino que se deben diseñar los valores, los principios y los procedimientos que,
en los diferentes casos, deberían considerar los afectados.

Desde esta perspectiva, son las personas afectadas quienes deben ponderar las circunstancias y
consecuencias en los contextos concretos; a fin de cuentas, son ellos quienes toman decisiones
morales y personales. En cualquier caso, la ética debería marcar los procedimientos (ética
procedimental), que permitan la toma de decisiones considerando en cada caso a todos los
afectados. Para esto, la ética no debe determinar la aplicación concreta, sino la forma en que
decide en cada caso un conjunto de individuos afectados por un problema.

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Estas nuevas circunstancias remarcan las condiciones fundamentales de la acción humana:
libertad, racionalidad y responsabilidad. Ya no son las éticas, desde una altura de pureza y de
verdad trascendente, las que intentan determinar las acciones de los individuos, sino que el
individuo, en su autonomía, decide lo correcto en cada caso y define, con su libertad y
racionalidad, las conductas morales que cree pertinentes.

Paradójicamente, en las nuevas condiciones sociales, en las cuales los metarrelatos y los grandes
discursos desaparecen (Lyotard, 1987), nace una nueva posibilidad para la ética y la acción
humana moral y responsable. Se abre nuevamente un campo de absoluta independencia moral,
no existen discursos éticos que se impongan sobre otros o que puedan mandar y normar sin
posibilidad de ser discutidos. De ahí también nace la responsabilidad, porque solo un sujeto que
actúa libremente se puede hacer responsable de sus actos.

Ya no existen propuestas únicas respecto de lo que se debe hacer, pero aún se requiere —más en
una época como la actual— que se puedan dirigir reflexivamente las acciones, en las que el
discurso económico se hace insuficiente para cumplir un proyecto de vida buena para cada ser
humano.

Cuando la normatividad vigente no satisface las expectativas de los individuos respecto de sus
sueños y necesidades, se abre como posibilidad legítima la crítica de esta normatividad y la
búsqueda de nuevas normatividades, las que puedan satisfacer los proyectos.

Hace algún tiempo las gentes esperaban estas respuestas de la religión, pero la experiencia

de vivir en sociedades pluralistas, en las que conviven distintas propuestas de vida feliz, nos

ha llevado a dirigir los ojos hacia la ética pidiéndole esas respuestas que, por racionales,

deberían ser comunes a todos (Cortina, 2008, p. 165).

Se sabe de los efectos de una sociedad dirigida por la hegemonía de un discurso economicista,
pero frente a la bancarrota de los grandes discursos éticos no existen lugares desde donde dirigir
las acciones. Entonces, es posible observar que desde la misma actividad económica surgen las
necesidades de la autorregulación y de crear una normatividad que permita una acción
responsable. Este es el marco social por el cual se comprende el concepto de responsabilidad
social.

Para fundamentar éticamente el concepto de responsabilidad social, se tomará como marco de


referencia la ética del discurso o ética procedimental, pensándola como la más adecuada para las
circunstancias sociales actuales, en donde se convive en sociedades pluralistas. Estas exigen, como
principio mínimo de convivencia, el respeto por derechos y deberes postconvencionales (derechos
humanos).

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La ética procedimental (Cortina, 2008) intenta fundamentar moralmente las acciones de los
individuos, pasando de una autonomía de la voluntad, centrada en el individuo, a una en que se
reconozca la existencia dialógica del ser humano.

El ser humano, si bien posee una autonomía que le es propia, la ejerce en contacto con otros seres
humanos, es decir, en un permanente diálogo con otros seres autónomos. Por eso, la ética
procedimental intenta pasar desde el “yo pienso” al “nosotros argumentamos” (Cortina, 2008). De
esta situación fáctica, se pueden desprender ciertas condiciones de todo actuar humano que
quiera considerarse moral, ético o correcto.

Todos los seres capaces de comunicación lingüística deben ser reconocidos como personas,

puesto que en toda sus acciones y expresiones son interlocutores virtuales, y la justificación

ilimitada del pensamiento no puede renunciar a ningún interlocutor y a ninguna de sus

aportaciones virtuales a la discusión (Cortina, 2008, p. 170).

De esta circunstancia, en la que todos son interlocutores válidos de una comunidad lingüística,
nace una igualdad moral, en la que cada sujeto debe ser considerado al tomar una acción, si se
quiere que esta acción sea considerada como correcta. Las acciones, entonces, al considerar a la
humanidad como un todo, se convierten en válidas moralmente, porque cualquier sujeto, dada su
racionalidad, estaría de acuerdo con ella como algo bueno o correcto. La máxima de esta ética
discursiva sería: “Obra siempre como si fueras miembro de una comunidad ideal de
comunicación” (Cortina, 2008).

Por supuesto que esta comunidad es virtual, porque nunca se podrá, de hecho, entrar en contacto
con toda la humanidad, pero sí es posible suponerla.

En el caso concreto de las actividades cotidianas, personales y profesionales, se puede aplicar lo


mismo. Las decisiones que se toman no deben considerar a todo el mundo, porque la acción que
se realiza pertenece a un ámbito específico —por ejemplo, la familia, la empresa o el trabajo—
pero lo que se puede hacer es pensar en los individuos que son afectados por las decisiones y
acciones. Deben participar en la toma de decisiones el conjunto de individuos que afecte tal
decisión, porque ellos serían los interlocutores válidos, quienes tendrían derecho a participar en la
discusión respecto de las decisiones que los involucran. Solo en ese momento se estaría
respetando al otro como persona y, a la vez, legitimando la decisión, porque todos los afectados
tomaron la decisión como la mejor o la más correcta (Cortina, 2008).

El marco ético de referencia, dentro del que es posible entender la responsabilidad social, indica
que cuando se toman decisiones de carácter institucional y con efectos sociales se debe suponer a
todos los afectados como partícipes de la discusión, aunque sea virtualmente, tomando en cuenta
sus posibles argumentos, considerando sus vidas, intereses, valores y expectativas. Se debe

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suponer que argumentan buscando lo mejor para su vida. Solo desde esta perspectiva, la decisión
será moralmente legítima.

Por ejemplo, un empresario de una fábrica de celulosa quiere desarrollar una forma de evacuación
de desechos que caerán directamente en un río. Su criterio es su beneficio económico. Esta
decisión no sería moral, porque solo considera su propia opinión y sus propios intereses. Para que
fuese moral, debería convocar, para la toma de esa decisión, a todos los posibles afectados por
ella: los que viven del río, ecologistas, ciudadanos que viven en la región, etc., una vez que se ha
discutido en un sistema de igualdad de diálogo se debe llegar a un consenso que persuada a todos
los afectados. En ese momento, la decisión es moralmente legítima.

Si bien, en la realidad, las decisiones no pueden ser tomadas de esta forma, el que toma las
decisiones debe hacer lo posible para incorporar a todos los afectados y si no puede, suponerlos
cuando está reflexionando para tomar esa decisión.

La responsabilidad social incorpora esta suposición de los afectados por las decisiones que toma
una institución o individuos con poder para afectar a otros con su actuar.

2. RESPONSABILIDAD SOCIAL EN LA EMPRESA


Como se ha dicho, el espacio de discusión en el que se genera el concepto de responsabilidad
social es el espacio de la empresa privada y de ahí se extiende a otros ámbitos de la acción social.
Ahora se analizará el concepto de responsabilidad social y su aplicación práctica, desde donde se
puede proyectar a otros espacios sociales.

Es posible distinguir cinco áreas de responsabilidad social en las empresas (Chomali y Majluf,
2007):

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ÉTICA EMPRESARIAL: se refiere a cómo una compañía integra valores como la honestidad, la
confianza, el respeto, la justicia y otros en sus propias políticas. La empresa debe ir más allá del
mero respeto a la ley y sus normativas internas e influenciar a toda la organización en la
incorporación de la dimensión valorativa en la toma de decisiones. Esto permite a los integrantes
de una empresa resolver problemas o dilemas a partir de valores.

CALIDAD DE VIDA LABORAL: este aspecto se refiere a las políticas que adoptan las empresas e
instituciones en relación a sus recursos humanos. Las empresas e instituciones deben adoptan
políticas que respeten la calidad de vida de los empleados, haciéndose cargo de sus necesidades.

MEDIO AMBIENTE: esta responsabilidad se ha transformado en un lugar esencial del quehacer


de las empresas en la actualidad. La vigencia de una conciencia ecológica, difundida
planetariamente, obliga a las empresas a analizar el impacto que causa su accionar y su
producción en el medio ambiente. Así, el quehacer productivo se convierte en un aporte a la
sustentabilidad, es decir, que cada acción considere no solo el beneficio económico, sino que el
deterioro que provoca a los seres humanos en general y a las nuevas generaciones. En otras
palabras, se deben considerar todos los afectados por la acción con impacto ambiental.

COMPROMISO CON LA COMUNIDAD: esta área se refiere al amplio rango de acciones


consideradas por la empresa para contribuir a mejorar la calidad de vida de las comunidades en
las que opera, apoyando iniciativas o causas sociales. Cuando estas iniciativas se diseñan y
ejecutan —de forma estratégica y programada— no solo se entrega un beneficio a los receptores,
sino que además se vigoriza la reputación de las empresas y sus marcas, productos y valores en las
comunidades locales, en las que ellas tienen intereses comerciales significativos, así como en el
resto del mundo.

Estos son ejemplos de la aplicación del concepto de responsabilidad social en la empresa.

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REFERENCIAS
Chomali, F. y Majluf, N. (2007). Ética y responsabilidad social de la empresa. Santiago: Aguilar

Ediciones.

Cortina, A. (2008) Ética aplicada y democracia radical. Madrid: Tecnos.

Lyotard, J.F. (1987). La condición postmoderna. Madrid: Cátedra.

PARA REFERENCIAR ESTE DOCUMENTO, CONSIDERE:

IACC (2013). Responsabilidad social aplicada. Ética y Responsabilidad Social. Semana 8.

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