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40. — En la medida en que a través de todas nuestras opiniones hemos encontrado casos en
que la ley o el derecho judicial amplían o disminuyen la jurisdicción originaria de la Corte
interpretada a la luz del art. 117, hemos de reconocer simultáneamente que la extensión o la
detracción en el derecho constitucional material configuran una mutación constitucional por
interpretación que desfigura y viola a la citada norma de la constitución formal.
CAPÍTULO L
I. EL RECURSO EXTRAORDINARIO
Su perfil y naturaleza
La ley 48
3. — Los artículos clave del recurso extraordinario son el 14, el 15 y el 16 de la ley 48.
El art. 14 dice: “Una vez radicado un juicio ante los tribunales de provincia, será
sentenciado y fenecido en la jurisdicción provincial, y sólo podrá apelarse a la Corte Suprema,
de las sentencias definitivas pronunciadas por los tribunales superiores de provincia, en los
casos siguientes:
1º Cuando en el pleito se haya puesto en cuestión la validez de un tratado, de una ley del
congreso, o de una autoridad ejercida en nombre de la nación, y la decisión haya sido contra su
validez;
2º Cuando la validez de una ley, decreto o autoridad de provincia se hayan puesto en
cuestión bajo la pretensión de ser repugnante a la Constitución nacional, a los tratados o leyes
del congreso, y la decisión haya sido en favor de la validez de la ley o autoridad de provincia;
3º Cuando la inteligencia de alguna cláusula de la constitución o un tratado o ley del
congreso, o una comisión ejercida en nombre de la autoridad nacional, haya sido cuestionada y
la decisión sea contra la validez del título, derecho, privilegio o exención que se funda en dicha
cláusula y sea materia del litigio”.
El art. 15 dice: “Cuando se entable el recurso de apelación que autoriza el artículo anterior,
deberá deducirse la queja con arreglo a lo prescripto en él, de tal modo que su fundamento
aparezca de los autos y tenga una relación directa e inmediata a las cuestiones de validez de los
artículos de la constitución, leyes, tratados o comisiones en disputa, quedando entendido que la
interpretación o aplicación que los tribunales de provincia hicieren de los códigos civil, penal,
comercial y de minería, no dará ocasión a este recurso por el hecho de ser leyes del congreso, en
virtud de lo dispuesto en el inciso 11, artículo 67 de la consti-tución”.
El art. 16 dice: “En los recursos de que tratan los dos artículos anteriores, cuando la Corte
Suprema revoque, hará una declaratoria sobre el punto disputado y devolverá la causa para que
sea nuevamente juzgada; o bien resolverá sobre el fondo, y aun podrá ordenar la ejecución,
especialmente si la causa hubiese sido una vez devuelta por idéntica razón”.
Su objeto o materia
Apelable
2º) por
11. — Cuando se ofrece al interesado la opción entre acudir a una vía “judicial” o a una vía
“administrativa” que carece de revisión ulterior judicial, el principio común establece que una
vez elegida la segunda es imposible tacharla de inconstitucional por no deparar revisión judicial.
En aplicación de tal regla, el uso voluntario de la vía administrativa apareja abandono
simultáneo de un eventual recurso extraordinario contra la decisión que recaiga en sede
administrativa.
II. LA “CUESTION CONSTITUCIONAL”
Su concepto
13. — Para las cuestiones constitucionales provinciales que son a la vez federales o tienen
una mixtura con las federales, ver cap. XLVII, nos. 13 y 17 d) y f).
En todos estos casos, se advierte que la incompatibilidad entre una norma o un acto
jerárquicamente superiores y una norma o un acto inferiores (por ej., entre una ley y su
reglamentación, o entre una ley federal y otra provincial) afecta indirectamente a la constitución
federal, porque de ésta proviene la gradación jerárquica o la superioridad transgredidas por la
norma o el acto inferiores.
18. — Hay que tener en cuenta que la cuestión constitucional que se afronta por vía del
recurso extraordinario cuando hay conflicto de constitucionalidad es susceptible de encararse
desde una doble perspectiva: a) para controlar la norma que se reputa inconstitucional “en sí
misma”; b) para controlar la “interpretación” y la “aplicación” que hizo de ella la sentencia
recurrida al aplicarla al caso resuelto (nº 19 a y c).
19. — Las cuestiones constitucionales federales admiten alguna tipología que, a esta altura
de la evolución en la doctrina y en el derecho judicial, no puede llamar la atención por su
originalidad. Así, hay:
a) Cuestión constitucional por inconstitucionalidad absoluta, cuando una norma cualquiera
resulta siempre y en sí misma (o sea, en cuanto norma) opuesta a la constitución;
b) Cuestión constitucional por inconstitucionalidad relativa, cuando una norma es
inconstitucional en su aplicación a un caso determinado, y no lo es en otro (ver Tomo I, cap. V,
nº 37 b);
c) Cuestión constitucional por causa de la interpretación o aplicación inconstitucional que
se hace de una norma que no es inconstitucional en cuanto norma;
d) Cuestión constitucional por inconstitucionalidad sobreviniente, cuando una norma que
hasta un momento determinado no es inconstitucional se convierte en inconstitucional (ver
Tomo I, cap. V, nº 37 a).
Así, si se discute en juicio una norma que, en materia de huelga, priva del salario al
personal que se ha abstenido de trabajar, hay cuestión constitucional porque están en juego el
alcance y los efectos del derecho de huelga consignado en el art. 14 bis de la constitución, de
forma que aunque la norma sobre salarios caídos sea de derecho no federal hay que interpretarla
para decidir si su aplicación al caso es coherente con la cláusula constitucional a la que se
vincula con conexidad íntima, y para no desvirtuarla.
b) Algo semejante hemos de decir para las cuestiones de hecho y prueba, que
se declaran como principio extrañas a la revisión en instancia extraordinaria. Si
los hechos y la prueba están tan adheridos y adentrados con la cuestión
constitucional que se hace poco menos que imposible separarlos de ella, no debe
haber óbice para que la Corte los afronte.
24. — a) La Corte no acepta el recurso extraordinario contra sus propios fallos, por grave
que sea la supuesta violación alegada. Es el corte final que necesariamente hay que dar en la
serie de instancias, cuando se alcanza una que ya no tiene alzada.
b) Dentro de un mismo juicio en el que ya ha intervenido la Corte en instancia apelada,
cabe el recurso extraordinario cuando el tribunal inferior al que fue devuelta la causa para que
dictara nuevo fallo (conforme con las pautas que dio la sentencia de la Corte), lo dicta
apartándose del anterior fallo de la Corte, o malográndolo, o malinterpretándolo, o frustrándolo.
El nuevo recurso extraordinario tiene, en esas condiciones, el objeto de: b‟) mantener y dar
eficacia al pronunciamiento anterior de la Corte; b‟‟) salvaguardar y consolidar la
irrevisabilidad de las sentencias de la Corte.
c) Fuera de uno o más juicios en los que la Corte ya ha dictado sentencia (o sea, en juicios
distintos), procede el recurso extraordinario cuando en un juicio cualquier tribunal dicta una
sentencia que se aparta de jurisprudencia sentada por la Corte en casos análogos (fuera de ese
juicio), o prescinde de ella, sin dar suficiente razón argumental del por qué aquel tribunal decide
en sentido diferente u opuesto a la mencionada jurisprudencia de la Corte. (Ver cap. XLVI nos.
18 a 20).
A nuestro fin, basta decir que en la evolución habida en la jurisprudencia de la Corte desde
el caso “Rey c/Rocha”, de 1909, se acude a la fórmula de la descalificación como acto
jurisdiccional válido cuando la sentencia presenta vicios de inconstitucionalidad, aunque la
materia resuelta en ella sea de derecho no federal, o de hecho y prueba.
Cuando la sentencia que versa sobre derecho común o sobre cuestiones de hecho y prueba
es descalificada por la Corte como arbitraria, la inconstitucio-nalidad implicada en la
arbitrariedad hace que la materia no federal que resolvió esa sentencia se trueque o convierta en
cuestión federal.
La tipología de la arbitrariedad
26. — Nos parece importante hacer sumariamente la enumeración de
supuestos que tipifican arbitrariedad de sentencia.
1) Sentencias arbitrarias con relación al derecho aplicable:
a) la que decide contra-legem (en contra de la ley);
b) la que carece de fundamento normativo;
c) la que sólo se basa en afirmaciones dogmáticas del juez que revelan apoyo
en su mera voluntad personal;
d) la que se funda en pautas demasiado latas o genéricas;
e) la que prescinde del derecho aplicable;
f) la que se aparta del derecho aplicable;
g) la que aplica una norma que no se refiere al caso;
h) la que aplica derecho no vigente;
i) la que invoca jurisprudencia que no se refiere al caso;
j) la que aplica una norma referida al caso, pero la desvirtúa y distorsiona en
la interpretación que de ella hace para el mismo caso;
k) la que efectúa una interpretación irrazonable o arbitraria de la norma que
rige el caso.
2) Sentencias arbitrarias con relación a las pretensiones de las partes:
a) en orden al principio de congruencia: a‟) la que omite decidir pretensiones
articuladas; a‟‟) la que excede las pretensiones de las partes, decidiendo cuestiones
no propuestas (el inc. a‟ implica defecto y el inc. a” implica demasía);
b) en orden a la prueba referente a las pretensiones: b‟) la que omite
considerar pruebas conducentes a la decisión, que se han rendido en el proceso;
b‟‟) la que considera probado algo que no está probado en el proceso; b‟‟‟) la que
se dicta sin que el juez haya adoptado las medidas conducentes para descubrir la
verdad material a través de los hechos y la prueba; b‟‟‟‟) la que valora
arbitrariamente la prueba; b‟‟‟‟‟) la que carece de la motivación suficiente en
orden a los hechos y la prueba; b‟‟‟‟‟‟) la que no toma en cuenta hechos notorios
que es innecesario probar.
3) Sentencias arbitrarias en relación a la irrevisabilidad o inmuta-bilidad de
resoluciones o actos procesales:
a) la que viola la cosa juzgada;
b) la que incurre en exceso de jurisdicción, reviendo en la alzada cuestiones
que, por no integrar la materia del recurso, adquirieron fuerza de cosa juzgada en
la instancia inferior; c) la que viola la preclusión procesal; d) la que en el proceso
penal incurre en “reformatio in pejus”.
4) Sentencias arbitrarias por exceso ritual manifiesto:
a) la que desnaturalizando las formas procesales en desmedro de la verdad
objetiva o material, utiliza excesivo rigor formal en la interpretación de los hechos
o del derecho aplicable (ver cap. XXIV, nº 102);
5) Sentencias arbitrarias por autocontradicción:
a) la que usa fundamentos contradictorios o incomprensibles entre sí;
b) la que en su parte dispositiva resuelve en contra de lo razonado en los
considerandos que le sirven de fundamento.
27. — Otro agrupamiento con criterios parcialmente diferenciables puede ser el siguiente:
a) en cuanto al tribunal:
a‟) por renunciar conscientemente a la verdad material u objetiva;
a‟‟) por despreocuparse evidentemente del adecuado servicio de la justicia;
a‟‟‟) por convertirse en legislador;
a‟‟‟‟) por exceso en su jurisdicción.
b) en cuanto al derecho:
b‟) por apartarse inequívocamente del derecho vigente en relación con la causa;
b‟‟) por no ser la sentencia una derivación razonada del derecho vigente en relación con las
circunstancias de la causa;
b‟‟‟) por decidir dogmáticamente sin el debido sustento normativo;
b‟‟‟‟) por aplicar derecho no vigente;
b‟‟‟‟‟) por incurrir en exceso ritual manifiesto.
c) en cuanto a la prueba:
c‟) por omitir la ponderación de prueba decisiva;
c‟‟) por dar como probado lo que no lo está;
c‟‟‟) por afirmar erróneamente que no hay prueba.
d) en cuanto al juicio (o proceso):
d‟) por violar el debido proceso;
d‟‟) por omisión o por exceso en la decisión respecto de las pretensiones y cuestiones
propuestas, y de la relación procesal.
Las distintas causales incluidas en los agrupamientos de los n os. 26 y 27 pueden muchas
veces conectarse o combinarse entre sí; o sea, una causal puede implicar otra u otras citadas en
forma independiente.
28. — Es importante una somera alusión a los casos en que la Corte abre el
recurso extraordinario en cuestiones que ella denomina “de interés o gravedad
institucional”.
En este supuesto de excepción los requisitos formales (o “ápices” procesales
—como algunas veces los ha llamado la Corte—) son dejados de lado.
A criterio de la Corte, una cuestión es de interés o gravedad institu-cional
“cuando lo resuelto en la causa excede el mero interés individual de las partes y
atañe a la colectividad”.
La pauta es muy elástica, y cubre supuestos variados, que se vinculan con la
jurisdicción discrecional de la Corte (ver cap. XLVIII, nos. 106 a 110).
31. — No parece existir contradicción entre las teorías que, como la nuestra, postulan el
control constitucional de oficio (sin pedido de parte), y la exigencia de que en el régimen del
recurso extraordinario la parte interesada deba articu-lar expresamente la cuestión constitucional
para que pueda ser resuelta por la Corte.
Es así porque la jurisdicción extraordinaria de la Corte requiere ser provocada por recurso
como toda jurisdicción de alzada, y para instarla hay que proponer la cuestión constitucional
que habilita su cauce y sobre la cual ha de versar la decisión de la Corte. (Ver cap. XLVII, nº
38).
33. — Cuando la Corte debe resolver un caso en el que ella tiene que decidir el alcance de
una norma federal, su jurisprudencia sostiene que el tribunal no queda limitado por los
argumentos de las partes o de la sentencia recurrida, pudiendo efectuar una interpretación
propia. Afirma también que en materia de derecho federal está habilitada para aplicar
ampliamente el “iura novit curia” y considerar que la cuestión queda sometida a normas
diferentes de las que han sido invocadas en el proceso.
Limitar rígidamente tal capacidad operativa de la Corte a los casos que versan sobre
derecho federal nos resulta ambiguo porque, en definitiva, si en la instancia extraordinaria
siempre debe existir cuestión “federal”, y si las cuestiones federales admiten categorías en las
que se intercalan normas no federales, creemos que por lo que de “federal” hay necesariamente
siempre en el recurso extraordinario, la Corte podría acudir sin distinción de situaciones a sus
propias interpretaciones y manejar —como lo debe hacer cualquier tribunal de justicia— el
“iura novit curia”.
34. — La cuestión constitucional debe guardar relación directa e inmediata con la materia
del juicio. Si la Corte estima que aquella relación directa no concurre, la cuestión constitucional
se margina y no resulta objeto de decisión.
Relación directa o estrecha significa que —al revés de relación “indirecta”— el juicio no
puede ser sentenciado válidamente si se desprecia y no se resuelve la cuestión constitucional. La
razón de esta exigencia proviene del hecho que, si bastara solamente una relación indirecta o
lejana entre tal cuestión y la materia del juicio, seguramente todos o casi todos los procesos
tendrían aptitud de llegar finalmente a la Corte por recurso extraordinario.
No obstante, el requisito de relación directa o estrecha entre la materia del proceso y la
cuestión federal que en él se aduce no ha de servirle a la Corte para escamotear cuestiones
constitucionales que, debidamente planteadas y fundadas, se insertan en el juicio y se cuelan a
la materia propia de éste. Para nosotros, no deja de haber “relación directa” entre la cuestión
constitucional y la materia del juicio por el mero hecho de que una y otra estén intermediadas
por derecho no federal, porque la norma o el acto federales que rigen la causa no pierden su
inmediatez con ésta aunque los interfiera el derecho común o local. (Puede verse, por
conexidad, lo que decimos al tratar las cuestiones mixtas en el nº 22 a).
36. — Por excepción, el gravamen puede no ser personal cuando: a) la ley o el derecho
judicial permiten a una persona litigar sin poder en beneficio de otra (por ej., en el habeas
corpus); b) un tercero está legitimado para plantear la cuestión constitucional (por ej., el
Ministerio Público, el Defensor del Pueblo, una asociación que propende a la defensa de
intereses colectivos).
37. — No compartimos, como principio general, el que tiene elaborado el derecho judicial
de la Corte cuando sostiene que el prófugo que se sustrae voluntariamente a la jurisdicción de
los jueces, carece de legitimación para deducir el recurso extraordinario. La Corte dice que no
puede invocar a su favor la protección de garantías mediante recursos, aquél que con su propia
conducta discrecional ha desconocido el sistema que las confiere.
La legitimación procesal
40. — Cuando la Corte nos dice que si existe un recurso y una instancia
disponibles, el justiciable tiene derecho a utilizarlos y no puede impedírsele que lo
haga, nos está proporcionando argumento para aseverar que, existiendo la vía del
recurso extraordinario, ha de reconocerse con amplitud la legitimación de quien
pretende acceder a ella para proponerle a la Corte una cuestión constitucio-
nal.
Para la legitimación, ver Tomo I, cap. V, nos. 58/59 y cap. IX, acápite VI;
Tomo II, cap. XXIV, nº 14).
41. — Reduciendo el esquema al mínimo cabe afirmar que para que haya
legitimación procesal y para que ella sea judicialmente reconocida, hace falta —
como principio— la concurrencia de dos elementos: titularidad de un derecho, y
perjuicio originado por su negación o violación. Cada vez que concepciones
egoístas limitan o estrangulan el concepto de lo que es derecho subjetivo, y de lo
que es el daño a él inferido, la legitimación sufre desconocimiento o negación y,
con ello, el acceso a la justicia —y a la Corte en instancia extraordinaria— queda
cercenado.
Algunas aplicaciones
44. — Cuando se niega o se estrangula sin razón suficiente la legitimación para proponer
una cuestión constitucional y lograr decisión sobre ella, quedan vulnerados: a) el derecho a la
tutela judicial efectiva; b) la inviolabilidad de la defensa en juicio de los derechos; c) el sistema
garantista de la constitución.
El problema de la legitimación no tolera ser encapsulado rígida y exclusivamente en el
derecho procesal, porque cuenta con raíz constitucional. Si no bastara la implicitud para
respaldar esta noción, diríamos que cuando el art. 18 enfatiza que es inviolable en juicio la
defensa de la persona y de sus derechos, presupone que para esa defensa existe el poder judicial
dentro de los órganos del poder, y el derecho de acceder a sus tribunales (derecho a la
jurisdicción) del lado de los justiciables, con suficiente legitimación.
La resolución “contraria”
48. — Por eso, enfocando los tres incisos del art. 14 de la ley 48, afirmamos
que es menester su reforma a tenor de la siguiente alternativa: a) suprimir lisa y
llanamente la referencia a la resolución “contraria” y a la resolución
“favorable”, según el supuesto; o b) man-tener el requisito, pero con un agregado
en párrafo independiente a tenor del siguiente principio: cuando la cuestión
constitucional a que se remiten los tres incisos se articula en una causa que tramita
fuera de la jurisdicción federal, el recurso extraordinario procederá aunque la
decisión impugnada no resulte contraria al derecho federal invocado (o sea,
procederá siempre).
De no acogerse una de ambas sugerencias, el art. 116 sufre desmedro, porque la ley que
regula la jurisdicción apelada de la Corte no puede retacearle las causas que albergan cuestión
constitucional (a menos que eventualmente, una vez modificado el sistema del recurso
extraordinario, se las derive a un tribunal federal inferior a la Corte).
50. — Para los requisitos mencionados y el problema del control de oficio, ver nos. 31/32.
El “juicio”
51. — Conviene ahora abordar el requisito de que el tribunal contra cuyo fallo
se recurre ante la Corte haya dictado sentencia en un “juicio”, que podemos
equiparar a proceso judicial.
En el derecho judicial de la Corte, y a los efectos del recurso extraordinario,
juicio es “todo asunto susceptible de ser llevado ante los tribunales de justicia
mediante alguno de los procedimientos establecidos a ese efecto”.
La Corte usa como sinónimos los vocablos “juicio”, “caso”, o “plei-to”.
No es indispensable que el “juicio” sea contencioso o contradictorio, pese a
que la regla (equivocada para nosotros) del derecho judicial enuncia que por
imperio de la ley 27 la jurisdicción federal sólo puede decidir casos
“contenciosos”.
El “juicio” puede haber tramitado ante tribunales federales o provinciales.
El requisito de “juicio” se inserta en la trilogía “tribunal judicial-juicio-
sentencia definitiva”. Ello significa que en el “juicio” debe ha-berse dictado
“sentencia definitiva” por el “tribunal judicial” inter-viniente; y este tribunal debe
haber sido “el tribunal superior de la causa”.
Así: a) hasta que los tribunales militares tuvieron (en 1984) alzada judicial, sus sentencias
fueron susceptibles de recurso extraordinario; b) cuando las decisiones de tribunales
administrativos y de organismos jurisdiccionales de la administración no tienen habilitada una
instancia judicial posterior para su revisión, también procede el recurso extraordinario; c) desde
1986, la Corte admite con muy buen criterio el recurso extraordinario en los procedimientos de
enjuiciamiento político (juicio político) cuando se hallan comprometidos derechos y garantías
constitucionales.
La sentencia “definitiva”
Es fácil advertir que no son sentencias definitivas las que admiten un recurso para ser
revisadas; las que no concluyen el proceso ni traban su continuación; las que permiten proseguir
la causa judicial por otra vía, etcétera.
La sentencia “definitiva” de cada juicio ha de haber abarcado y resuelto (o “ha debido”
abarcar y resolver, aunque lo haya omitido) la “cuestión constitucional” inserta en el juicio,
que es la materia propia del recurso extraordinario.
56. — Conviene decir algo sobre el recurso extraordinario contra sentencias de tribunales
extranjeros. Es obvio que nuestra Corte carece de jurisdicción para revisarlas o controlarlas. Lo
que ocurre es que sentencias extranjeras son susceptibles de reconocimiento o de exequatur en
jurisdicción argentina mediante decisión judicial de un tribunal argentino.
Pues bien, la sentencia de tribunal argentino que concede —o no— reconocimiento o
exequatur a una sentencia extranjera es susceptible de recurso extraordinario si en el caso
concurre la serie de requisitos que se exigen para el remedio federal. O sea que, en rigor, en el
supuesto propuesto lo que se impugna mediante la vía recursiva extraordinaria es la sentencia
argentina que ha otorgado o denegado el reconocimiento o el exequatur a una sentencia
extranjera.
57. — En primer lugar, hay que advertir que el texto de la ley 48 no usa la expresión
“tribunal superior de la causa”, sino otra: la de “superior tribunal de la provincia”.
Decir “superior tribunal de la causa”, en vez de “superior tribunal de provincia” fue una
mutación lingüística que derivó del derecho judicial y de la doctrina, pero que más allá del
cambio de palabras apuntó a un concepto: el de que “cada” causa (cada juicio) tenía “su”
tribunal superior (último), y que no siempre ese tribunal superior era necesariamente el máximo
(o último) de una determinada administración judiciaria, porque para una causa “su” tribunal
superior podía ser uno, y para otra causa podía ser otro, según la regulación.
¿Cuál era el tribunal superior “propio” de cada causa a efectos del recurso extraordinario?
Conceptualmente, aquel tribunal que según las instancias procesales de cada juicio o cada
causa, tenía competencia para decidir finalmente y por última vez (dentro de la administración
judiciaria a la que per-tenecía) la cuestión constitucional federal que se hallaba involucrada en
esa causa (antes de dar el salto a la Corte Suprema de Justicia mediante recurso extraordinario).
Obsérvese que venimos hablando en tiempo pasado. Es así porque a partir de 1986, con el
caso “Strada”, la Corte comenzó un itinerario en su derecho judicial que difiere mucho del
recorrido habitualmente hasta entonces en su jurisprudencia anterior relativa al recurso
extraordinario contra sentencias de tribunales provinciales. (Ver nos. 60 y 61).
Hasta aquí hubo un paso adelante. Consistió en que la Corte Suprema obligó a los
superiores tribunales de provincia a decidir las cuestiones federales, pero solamente en la
medida en que de acuerdo al derecho provincial el superior tribunal fuera competente en el caso
y el justiciable pudiera llegar hasta él mediante un recurso procesalmente previsto, cualquiera
fuera su naturaleza.
62. — Una regla que —según el lineamiento del nº 61— nos parece apropiada para
incorporar al derecho público provincial podría tentativamente sugerirse así: “Todo tribunal
provincial tiene competencia obligada, en cualquier tipo de causa judicial, para decidir las
cuestiones constitucionales de naturaleza federal incluidas en la misma; el superior tribunal de
justicia de la provincia es, en su jurisdicción, y a los fines de las referidas cuestiones, el tribunal
superior de toda causa para dictar sentencia en ella”.
La norma equivalente de la constitución de San Juan puede verse en el cap. XLVII, nº 15.
63. — Hay doctrina valiosa que considera una interferencia inconstitucional en las
autonomías provinciales, y una paralela invasión a la competencia reservada que tienen las
provincias para establecer su propio sistema judiciario y procesal, todo este arsenal de pautas
que, a partir de 1986, se ha establecido desde el nivel federal por el derecho judicial de la Corte
Suprema.
Hace muchos años, habíamos compartido ese punto de vista. Ahora ya no, y seguramente
fue el caso “Strada” el que nos hizo repensar el tema. Con esa jurisprudencia actual de la Corte
Suprema, el federalismo resulta tonificado y reforzado.
En verdad, la unidad federal que componen e integran las provincias requiere que éstas
participen en una cuestión visceral para esa misma unidad, como es toda cuestión constitucional
federal que se inserta en un proceso judicial cuyo trámite pertenece, por la autonomía de las
provincias, a los tribunales provinciales.
Seguramente, también los principios de participación federal y de lealtad federal convocan
a que los tribunales de provincia compartan con los tribunales federales la defensa de la
constitución federal. Es bueno —por eso— que con carácter previo a la decisión final de la
Corte Suprema en las cuestiones constitucionales federales, sea el tribunal superior de cada
provincia el que asuma su conocimiento y decisión. De este modo, es la provincia a través del
órgano máximo de su administración judiciaria local, la que en ejercicio de su autonomía aporta
su cooperación y coadyuva a tonificar el federalismo autonómico de nuestros estados
provinciales.
El recurso de queja
68. — La ley 23.774, del año 1990, incorporó el certiorari en el art. 280 del
código procesal civil y comercial, al que —para el caso de queja por denegación
del recurso extraordinario— remite el art. 285.
Según la nueva norma, la Corte puede, según su sana discreción y con la sola
invocación del art. 280, rechazar el recurso extraordinario en tres supuestos, que
están tipificados así:
a) cuando falta agravio federal suficiente;
b) cuando las cuestiones planteadas son insustanciales;
c) cuando esas mismas cuestiones carecen de trascendencia.
Un agrupamiento de vocablos afines a los que emplea el art. 280 cuando tipifica las tres
causales, y que ha sido de uso en el léxico propio del recurso extraordinario tradicional, puede
ser el siguiente: cuestiones insustanciales, insuficientes, baladíes, no bastantes, inatendibles,
anodinas, intrascendentes, etc. (ver nº 23).
b) En ese ámbito discrecional, la opción de la Corte nos permite sostener con suficiente
seguridad que aun cuando el agravio sea insuficiente, o la cuestión sea insustancial o
intrascendente, si la Corte entiende que le cabe intervenir está habilitada para hacerlo. Ello en
razón de que el art. 280 no dice que “deberá” rechazar el recurso en los supuestos que enuncia,
sino que “podrá”, lo que apunta al margen de voluntariedad que acabamos de reconocer.
c) Asimismo, aun cuando quepa interpretar que la “ratio legis” de la reforma introducida
por la ley 23.774 ha sido la de atribuir discrecionalidad a la Corte para rechazar causas que
reputa carentes de agravio suficiente, o de sustan-cialidad o trascendencia, nos parece difícil
inferir que la Corte tenga obligación de conocer en recursos cuyo agravio es suficiente, o cuya
cuestión es sustancial o trascendente.
En suma, no tiene el deber de excluir su intervención en las hipótesis en que el art. 280 le
da la facultad de hacerlo, ni el de asumir necesariamente las con-trarias.
d) La discrecionalidad que el art. 280 del código procesal depara a la Corte se ha de
entender abarcativa de dos cosas: una es la determinación de excluir una causa; otra, la de
hacerlo invocando únicamente la facultad que le discierne la citada norma o, si prefiere,
fundando el por qué de la exclusión.
e) La inexistencia de agravio federal suficiente, o de sustancialidad o trascendencia de la
cuestión, solamente es evaluada por la propia Corte, de forma que no incumbe al tribunal “a
quo” ante el cual se interpone el recurso expedirse sobre tales aspectos cuando dicta la
resolución que concede o niega dicho recurso.
CAPÍTULO LI