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otras culturas y otras naciones. Constituye, a todas luces, una ganancia neta para la nación receptora.
A la inversa, una nación que expulsa a sus minorías étnicas o religiosas, a los inconformes políticos
y a los disidentes de distinto orden, se perjudica.
Se cierra a las ideas nuevas y dificulta el progreso científico y cultural. Paga un alto precio
intelectual y económico por el intento de imponer determinada hegemonía ideológica y religiosa.
En materia de comercio exterior, se entiende que la liberalización debe hacerse en ambas direcciones
y que, para exportar, es necesario importar. También se acepta que además de estimular la llegada de
la inversión extranjera directa, es conveniente que las empresas colombianas realicen inversiones en
el exterior.
A pesar de los indiscutibles beneficios que ha recibido el país de la escasa inmigración que ha tenido
lugar, la normativa al respecto es restrictiva en extremo.
Más allá de la polémica que suscita a nivel político, la migración tiene sentido en
términos económicos. Un nuevo estudio del FMI muestra que, a más largo plazo, tanto
los trabajadores calificados como los trabajadores poco calificados que emigran
aportan beneficios a los países que los acogen, incrementando el ingreso por persona
y mejorando los niveles de vida. La inmigración calificada contribuye con talento y
conocimientos, en tanto que los inmigrantes poco calificados desempeñan
ocupaciones esenciales en las que escasea la mano de obra nativa, lo que le permite
a la población del país ocupar puestos que requieren más aptitudes. Además, estos
beneficios se distribuyen ampliamente entre toda la población. Por lo tanto, quizá bien
valga la pena soportar los costos a corto plazo de integrar a estos nuevos
trabajadores.
Del lado de Colombia, los migrantes llegan al país ofreciendo todo tipo de
habilidades y saberes con tal de conseguir empleo, de manera que llenan las
brechas del mercado laboral y fomentan la economía del país, todo gracias al
emprendimiento, la creación de nuevos empleos, el estímulo a la competencia
y la entrada de mayores ingresos fiscales. Además de fomentar el comercio y
la inversión, los migrantes contribuyen con innovación, habilidades y nuevos
conocimientos, haciendo mucho más competitivos los gremios profesionales,
como se puede evidenciar en el sector educativo, el petrolero y el minero.
Contrario a lo que muchos colombianos creen, una fracción de los
venezolanos que han migrado no son pobres, ni desempleados y mucho menos
delincuentes; esta nueva ola migratoria también está compuesta por
profesionales, empresarios, inversionistas y emprendedores, lo cual representa
la llegada de miles de dólares a Colombia que serán invertidos.