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A veces se espera que cortemos relaciones con personas que han pertenecido a la
congregación. Esta situación se presenta cuando un cristiano viola la ley de Dios, se
niega a arrepentirse y tiene que ser expulsado. Y lo mismo ocurre si alguien reniega de
la fe enseñando doctrinas falsas o desasociándose, es decir, renunciando a su condición
de miembro de la congregación. La Palabra de Dios dice con toda claridad: “Cesen de
mezclarse [con ellos]” (1 Corintios 5:11-13; 2 Juan 9-11).* Puede ser muy duro evitar su
compañía, sobre todo si el implicado es un familiar nuestro o si hemos tenido amistad
con él. Ahora bien, ¿qué haremos? ¿Adoptaremos una postura firme, dando prueba así
de que anteponemos, por encima de todo, la lealtad a Jehová y sus justas leyes?
Recordemos que Jehová valora grandemente la lealtad y la obediencia.
20, 21. a) ¿Por qué es una expresión de amor el mandato divino de expulsar a los pecadores? b) ¿Por qué
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En realidad, la medida disciplinaria de expulsar de la congregación a los pecadores
que no quieren arrepentirse es una expresión de amor. ¿Por qué? En primer lugar,
porque demuestra amor por el santo nombre de Dios y por todo lo que este representa
(1 Pedro 1:15, 16). En segundo lugar, porque mantiene segura la congregación. Los
hermanos fieles quedan protegidos de la mala influencia de quien se niega a
corregirse. Así, pueden seguir sirviendo a Dios con la tranquilidad de que la
congregación es un refugio en medio de este mundo malo (1 Corintios 5:7; Hebreos
12:15, 16). En tercer lugar, porque demuestra amor a los propios pecadores.
La intención es que les sirva de sacudida, los haga recapacitar y acaben dando los
pasos necesarios para regresar a Jehová (Hebreos 12:11).
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Sin duda alguna, nuestras amistades ejercen una gran influencia en nosotros. Por eso,
es muy importante que las seleccionemos con sumo cuidado. Si hacemos amistad con
los amigos de Jehová, amando a quienes él ama, nos rodearemos de los mejores
compañeros que existen. Y así absorberemos de ellos muchas cosas buenas que nos
ayudarán a cumplir con nuestra resolución de vivir como Jehová quiere.
El verbo hebreo que se traduce “tener tratos” también se vierte “asociarse” y “tener
compañerismo” (Jueces 14:20; Proverbios 22:24).
Esta prueba fue un modelo de lo que Jehová mismo haría en el futuro: sacrificar a su
Hijo unigénito (Juan 3:16). Ahora bien, Abrahán no llegó a sacrificar a Isaac, pues
Jehová intervino y le dio un carnero para sustituirlo (Génesis 22:1, 2, 9-13).
Cuando David derribó a Goliat, era muy joven —“solo [...] un muchacho”—, y a la
muerte de Jonatán tenía unos 30 años (1 Samuel 17:33; 31:2; 2 Samuel 5:4). Como
Jonatán tenía unos 60 cuando falleció, es evidente que era unos treinta años mayor que
David.
En 1 Samuel 23:17 vemos que Jonatán dijo cinco cosas para animar a David: 1) que
no debía tener miedo; 2) que los intentos de Saúl fracasarían; 3) que se cumpliría la
promesa divina de que David sería rey; 4) que podía contar con toda su lealtad, y
5) que hasta Saúl sabía que él nunca iba a traicionar a su amigo.
En el apéndice “Cómo tratar a un expulsado” hallará más información sobre el trato a
los expulsados y los desasociados.
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Sin embargo, pueden surgir preguntas acerca de cómo tratar a alguien que antes era
miembro de la congregación, pero que ha sido expulsado. Agradecemos el que Dios
nos haya suministrado en su Palabra respuestas e instrucciones de las cuales podemos
estar seguros de que son perfectas, rectas y justas.—Jer. 17:10; Deu. 32:4.
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En una ocasión un hombre de la congregación corintia estuvo practicando
inmoralidad, y evidentemente no mostraba arrepentimiento. Pablo escribió que a este
hombre ‘se le debía quitar de en medio de ellos,’ porque era como un poco de
levadura que podía hacer fermentar, o corromper, toda la masa. (1 Cor. 5:1, 2, 6) Pero,
una vez que se le expulsara, ¿habría de tratársele como si simplemente fuera una
persona común del mundo, con quien los cristianos pudieran encontrarse en la
vecindad o en su vida diaria? Note lo que Pablo dijo.
9. ¿Qué consejo dio Pablo acerca de cómo tratar con las personas injustas en general?
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“Les escribí que cesaran de mezclarse en la compañía de fornicadores, no queriendo
decir enteramente con los fornicadores de este mundo o los avarientos y personas que
practican extorsión o idólatras. De otro modo ustedes realmente tendrían que salirse
del mundo.” (1 Cor. 5:9, 10) Estas palabras de Pablo revelan que él reconoció como
realidad el hecho de que la mayoría de las personas con quienes tenemos trato en
nuestros asuntos diarios son personas que nunca han conocido a Dios ni seguido Su
camino. Puede que sean fornicadores, personas que practican extorsión o idólatras, de
modo que no son personas con quienes los cristianos escogerían entrar en asociación
estrecha y constante. No obstante, vivimos en este planeta en medio de la humanidad
y quizás tengamos que estar cerca de estas personas y hablar con ellas en el trabajo, en
la escuela y en la vecindad.
10, 11. ¿Por qué han de portarse de modo diferente los cristianos para con un pecador que ha sido
expulsado?
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En el siguiente versículo Pablo contrasta esta situación con la forma en que deberían
portarse los cristianos para con alguien que hubiera sido “hermano” cristiano, pero que
hubiera sido expulsado de la congregación por haber cometido algún mal: “Mas ahora
les estoy escribiendo que cesen de mezclarse en la compañía de [“que no os asociéis
con,” Latinoamericana] cualquiera que llamándose hermano sea fornicador, o avariento,
o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, ni siquiera comiendo con
tal hombre.”—1 Cor. 5:11.
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La persona expulsada no es simplemente un hombre del mundo que no haya
conocido a Dios ni seguido un modo de vivir piadoso. Más bien, ha conocido el camino
de la verdad y la justicia, pero ha abandonado ese camino y ha persistido a tal grado en
el pecado sin arrepentirse que se le ha tenido que expulsar. De modo que se le ha de
tratar de modo diferente.* Pedro comentó sobre cómo difieren del hombre común, “el
hombre de la calle,” estos que antes eran cristianos. El apóstol dijo: “Si, después de
haberse escapado de las contaminaciones del mundo por un conocimiento exacto del
Señor y Salvador Jesucristo, se dejan envolver de nuevo en estas mismas cosas y son
sojuzgados, las condiciones finales han venido a ser peores para ellos que las primeras.
. . . Les ha sucedido el dicho del proverbio verdadero: ‘El perro ha vuelto a su propio
vómito, y la cerda bañada a revolcarse en el fango.’”—2 Ped. 2:20-22; 1 Cor. 6:11.
12. (a) ¿Por qué es apropiado el vocablo inglés “disfellowshiping”? (b) ¿Qué muestra la historia en
cuanto a cómo trataban con pecadores los que profesaban el cristianismo en tiempos primitivos?
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Sí, la Biblia manda a los cristianos que no mantengan asociación o compañerismo con
alguien que haya sido expulsado de la congregación. Por eso, los testigos de Jehová de
habla inglesa apropiadamente aplican a la expulsión y el subsiguientemente evitar a tal
malhechor impenitente el término “disfellowshiping,” que literalmente significa
“privación o negación del compañerismo.” El hecho de que rehúsan tener
compañerismo con la persona expulsada en todo nivel espiritual o social refleja lealtad
a las normas de Dios y obediencia a su mandato dado en 1 Corintios 5:11, 13. Esto está
de acuerdo con el consejo de Jesús en el sentido de que se debería considerar a tal
persona de la misma manera como los judíos de aquel tiempo consideraban a un
“hombre de las naciones.” Parece que por algún tiempo después de la muerte de los
apóstoles los que profesaban el cristianismo siguieron el procedimiento bíblico.* Pero,
¿cuántas iglesias hoy día cumplen con las instrucciones claras de Dios al respecto?
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Un cristiano pudiera debilitarse espiritualmente, tal vez por no estudiar la Palabra de
Dios con regularidad, o porque tiene problemas personales o experimenta persecución.
(1 Cor. 11:30; Rom. 14:1) Puede que tal persona deje de asistir a las reuniones cristianas.
¿Qué ha de hacerse? Recuerde que los apóstoles abandonaron a Jesús la noche en que
él fue arrestado. No obstante, Cristo había instado a Pedro: “Una vez que hayas vuelto,
fortalece a tus hermanos [quienes también abandonaron a Jesús].” (Luc. 22:32) Por eso,
impulsados por amor, los ancianos cristianos y otros pudieran visitar y ayudar a este
que se ha debilitado y ha caído en inactividad. (1 Tes. 5:14; Rom. 15:1; Heb. 12:12, 13)
Pero es asunto diferente cuando una persona reniega de ser cristiano y se desasocia.
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Alguien que haya sido verdadero cristiano pudiera renunciar al camino de la verdad y
declarar que ya no se considera testigo de Jehová ni quiere que se le conozca como tal.
Al ocurrir esta situación poco común, la persona está renunciando a su condición de
cristiano, y está desasociándose deliberadamente de la congregación. El apóstol Juan
escribió: “Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de nuestra clase; porque si
hubieran sido de nuestra clase, habrían permanecido con nosotros.”—1 Juan 2:19.
15, 16. (a) ¿De qué otra manera pudiera una persona desasociarse? (b) ¿Cómo deberían los cristianos
considerar a las personas desasociadas y tratar con ellas?
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O alguien pudiera renunciar a su lugar en la congregación cristiana mediante sus
acciones, como, por ejemplo, si se hiciera parte de una organización cuyo objetivo
fuera contrario a la Biblia, y que, por lo tanto, estuviera bajo el juicio de Jehová Dios.
(Compare con Revelación 19:17-21; Isaías 2:4.) Por eso, si alguien que fuera cristiano
optara por unirse a los que están bajo la desaprobación de Dios, sería apropiado el que
mediante un anuncio breve la congregación reconociera que esa persona se ha
desasociado y ya no es testigo de Jehová.
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A las personas que deliberadamente rechazan la fe y las creencias de los testigos de
Jehová y así se ponen entre los que ‘no . . . son de nuestra clase’ se les debe considerar
y tratar, correctamente, como se considera y trata a los que han sido expulsados por
cometer un mal.
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Aunque los cristianos disfrutan de compañerismo espiritual cuando consideran o
estudian la Biblia con sus hermanos o con personas interesadas en la verdad, no
querrán tener compañerismo de esa clase con un pecador expulsado (ni con uno que
ha renunciado a la fe y a las creencias de los testigos de Jehová, y que así se ha
desasociado). Se ha ‘rechazado’ al individuo expulsado, pues está “condenado por sí
mismo” por estar “pecando,” y los de la congregación aceptan el juicio de Dios y
también lo apoyan. Pero el expulsar da a entender más que el sólo dejar de tener
compañerismo espiritual.—Tito 3:10, 11.
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Pablo escribió: “Cesen de mezclarse en la compañía. . ., ni siquiera comiendo con tal
hombre.” (1 Cor. 5:11) Una comida es un tiempo de reposo y de mantener relaciones
personales con otros. Así, al decir eso la Biblia también excluye el tener compañerismo
de esa índole, como el participar con una persona expulsada en un día de campo o
fiesta, un juego de pelota, algún viaje a la playa o teatro, o el sentarse a una comida
con ella.*(En el artículo siguiente se consideran los problemas especiales relacionados
con un pariente que ha sido expulsado.)
19. ¿Por qué puede parecer difícil a veces apoyar una expulsión, pero por qué es importante que lo
hagamos?
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A veces el cristiano pudiera sentirse impulsado por considerable presión a pasar por
alto este consejo bíblico. Sus propias emociones pudieran crear la presión, o quizás la
ejercieran sobre él sus conocidos. Por ejemplo, en cierto hermano se ejerció presión
para que efectuara la ceremonia de bodas de dos personas expulsadas. ¿Pudiera
explicarse racionalmente tal servicio como simplemente una acción bondadosa?
Alguien pudiera pensar así. Pero, ¿por qué se deseaban los servicios de él más bien que
los del alcalde o los de cualquier otro agente del estado que estuviera autorizado para
efectuar casamientos? ¿No se debía a la posición de él como ministro de Dios y al
hecho de que podía ofrecer consejo basado en la Palabra de Dios sobre el matrimonio?
De ceder a tal presión, él se envolvería en compañerismo con la pareja, personas que
habían sido expulsadas de la congregación debido a su proceder impío.—1 Cor. 5:13.
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Surgen otros problemas en relación con asuntos de negocio o empleo. ¿Qué hay si la
congregación expulsara al hombre para quien uno trabajara, o si uno tuviera en su
empleo a una persona a quien se expulsara? ¿Qué debería hacerse entonces? Si por
razón de contrato o dinero uno se ve obligado a continuar por el momento la relación
comercial, uno ciertamente tendría ahora una actitud diferente para con la persona
expulsada. Posiblemente tuviera que hablar con ella acerca de asuntos de negocio o
tener trato con ella en el lugar de trabajo, pero las conversaciones espirituales y el
compañerismo de relación personal serían cosas del pasado. De ese modo uno podría
demostrar su obediencia a Dios y tendría una barrera que le serviría de protección.
Además, pudiera ser que esto convenciera al expulsado de lo mucho que le ha costado
su pecado en varios sentidos.—2 Cor. 6:14, 17.
23, 24. ¿Por qué es prudente el que uno evite hablar con personas expulsadas?
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El apóstol que dio esa advertencia sabia había estado en íntima asociación con Jesús y
sabía bien lo que Cristo había dicho acerca de saludar a otros. También sabía que el
saludo común de aquel tiempo era “Paz.” A diferencia de algún “enemigo” personal u
hombre mundano en autoridad que se opusiera a los cristianos, la persona expulsada o
desasociada que estuviera tratando de promover o justificar su modo de pensar
apóstata o estuviera continuando en su conducta impía ciertamente no sería nadie a
quien desear “Paz.” (1 Tim. 2:1, 2) Y todos sabemos por nuestra experiencia de años
que el decir un sencillo “¡Hola!” a alguien puede ser el primer paso que lleve a una
conversación y tal vez hasta a una amistad. ¿Quisiéramos dar ese primer paso respecto
a una persona expulsada?
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‘Pero, ¿qué hay si el expulsado parece estar arrepentido y necesita estímulo?,’ pudiera
preguntar alguien. Hay un arreglo por el cual se atiende a situaciones de esa clase. Los
superintendentes de la congregación sirven de pastores y protectores espirituales del
rebaño. (Heb. 13:17; 1 Ped. 5:2) Si algún expulsado o desasociado pregunta acerca de
ello, o da señales de que quiere regresar al favor de Dios, los ancianos pueden hablar
con él. Ellos bondadosamente le explicarán lo que tiene que hacer, y pudieran darle
alguna amonestación apropiada. Pueden tratar con el expulsado sobre la base de los
hechos relacionados con su pecado pasado y su actitud. Otros miembros de la
congregación no tienen esa información. Por eso, si a alguien le pareciera que una
persona expulsada o desasociada ‘está arrepentida,’ ¿pudiera estar basada esta opinión
en la impresión que él tiene del pecador, y no en información exacta? Si los
superintendentes estuvieran convencidos de que la persona estuviera arrepentida y
estuviera produciendo los frutos del arrepentimiento,* se le restablecería en la
congregación. Después que eso suceda, el resto de la congregación puede recibirlo
amablemente en las reuniones, demostrar que lo perdonan, consolarlo y confirmar su
amor para con él, tal como Pablo instó a los corintios a hacer para con el hombre de
Corinto que fue restablecido.—2 Cor. 2:5-8.
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Todos los cristianos fieles tienen que tomar a pecho la verdad seria que, por
inspiración de Dios, Juan escribió: “El que le dice un saludo [a un pecador expulsado
que está promoviendo una enseñanza errónea o portándose de modo impío] es
partícipe en sus obras inicuas.”—2 Juan 11.
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Muchos comentaristas de la cristiandad se oponen a lo que se dice en 2 Juan 11.
Afirman que es ‘consejo poco cristiano, contrario al espíritu de nuestro Señor,’ o que
fomenta la intolerancia. Pero esos sentimientos provienen de organizaciones religiosas
que no aplican el mandato de Dios de ‘remover al hombre inicuo de entre ustedes
mismos,’ que rara vez expulsan de sus iglesias aun a los malhechores notorios, si acaso
lo hacen. (1 Cor. 5:13) La “tolerancia” de ellos no es bíblica ni cristiana.—Mat. 7:21-
23;25:24-30; Juan 8:44.
27. ¿Cómo pudiera un cristiano hacerse “partícipe” en el sentido indicado, y con qué resultado?
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Pero no es incorrecto el que uno sea leal al Dios recto y justo de la Biblia. Él nos dice
que solamente acepta ‘en su santa montaña’ a los que andan sin tacha, practican la
justicia y hablan la verdad. (Sal. 15:1-5) Pero si un cristiano optara por compartir la
suerte de un malhechor que hubiese sido rechazado por Dios y expulsado, o que se
hubiese desasociado, eso sería lo mismo que decir: ‘Yo tampoco quiero un lugar en la
santa montaña de Dios.’ Si los ancianos vieran que está encaminándose en esa
dirección por estarse asociando regularmente con una persona expulsada, con amor y
paciencia tratarían de ayudarle a recobrar el punto de vista de Dios. (Mat. 18:18; Gál.
6:1) Le darían amonestación y, si fuera necesario, ‘lo censurarían con severidad.’
Quieren ayudarle a permanecer ‘en la santa montaña de Dios.’ Pero si él rehúsa dejar
de tener compañerismo con la persona expulsada, se ha hecho así ‘partícipe (por su
apoyo o participación) en las obras inicuas’ y hay que removerlo de la congregación,
expulsarlo.—Tito 1:13; Jud. 22, 23; compare con Números 16:26.
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La lealtad a Jehová Dios y a los arreglos que él ha provisto proporciona felicidad,
porque todos Sus caminos son rectos, justos y buenos. Esto es cierto, también, respecto
a su arreglo de expulsar a los malhechores impenitentes. A medida que cooperamos
con ese arreglo, podemos confiar en estas palabras de David: “Sepan que Jehová
ciertamente distinguirá al leal suyo.” (Sal. 4:3) Sí, Dios pone aparte, honra y guía a los
que son leales a él y sus caminos. El gozo de estar entre aquellos a quienes Dios
aprueba y acepta ‘en su santa montaña’ es una de las muchas bendiciones que
recibimos por manifestar tal lealtad.—Sal. 84:10, 11.
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Los cristianos no se mantienen alejados de la gente. Tenemos comunicación normal
con vecinos, compañeros de trabajo, condiscípulos y otras personas, y les testificamos,
aunque algunos sean ‘fornicadores, personas dominadas por la avidez, extorsionistas o
idólatras’. Pablo escribió que no podemos evitarlos completamente, ‘de otro modo
tendríamos que salirnos del mundo’. Sin embargo, dio instrucciones de que se habría
de tratar de manera diferente a un “hermano” que viviera de ese modo: “Cesen de
mezclarse en la compañía de cualquiera que, llamándose hermano, [haya vuelto a
aquellas costumbres], y ni siquiera coman con tal hombre”. (1 Corintios 5:9-11; Marcos
2:13-17.)
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En los escritos del apóstol Juan hallamos consejo similar que recalca hasta qué grado
hemos de evitar a tales personas: “Todo el que se adelanta y no permanece en la
enseñanza del Cristo no tiene a Dios [...] Si alguno viene a ustedes y no trae esta
enseñanza, nunca lo reciban en casa ni le digan un saludo. Porque el que le dice un
saludo [griego: kjái·ro] es partícipe en sus obras inicuas”*. (2 Juan 9-11.)
9, 10. a) En Israel, ¿qué les pasaba a los que violaban la Ley y no se arrepentían, y por qué? b) ¿Qué
debemos pensar del arreglo moderno respecto a los que son expulsados por no arrepentirse de su
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Dios ciertamente está al tanto de que el cumplir con sus justas leyes sobre cortar el
trato con los malhechores frecuentemente envuelve y afecta a parientes. Como ya se ha
mencionado, cuando se ejecutaba a un malhechor israelita no era posible continuar la
asociación familiar. De hecho, si un hijo era borrachón y glotón, sus padres tenían la
obligación de llevarlo ante los jueces; y si no se arrepentía, los padres habían de
participar en ejecutarlo, ‘para eliminar lo que era malo de en medio de Israel’.
(Deuteronomio 21:18-21.) Como usted puede comprender, esto no habría sido fácil
para ellos. Además, piense en lo que sentirían los hermanos y hermanas, o hasta los
abuelos, del malhechor. Sin embargo, el que pusieran la lealtad a su Dios de justicia por
encima del afecto familiar podía salvarles la vida.
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Recuerde el caso de Coré, caudillo de una rebelión contra la guía de Dios mediante
Moisés. Por Su justicia perfecta, Jehová vio que Coré tenía que morir. Pero dio este
aviso a todos los leales: “Apártense, por favor, de delante de las tiendas de estos
hombres inicuos, y no toquen cosa alguna que pertenezca a ellos para que no sean
barridos en todo el pecado de ellos”. Los parientes que no quisieron aceptar la
advertencia de Dios murieron con los rebeldes. Pero algunos parientes de Coré
desplegaron sabiduría y optaron por ser leales a Jehová, lo que les salvó la vida y los
encaminó a bendiciones futuras. (Números 16:16-33; 26:9-11; 2 Crónicas 20:19.)
13. ¿Cómo responderán los cristianos leales si un miembro de su familia inmediata es expulsado o se
desasocia?
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Cortar o separar a alguien de la congregación cristiana no envuelve muerte inmediata,
y por eso los vínculos familiares continúan. Así, si se expulsa de la congregación a cierto
hombre, o si este se ha desasociado de la congregación, todavía pudiera ser que viviera
en su hogar con su esposa cristiana y sus hijos fieles. El respeto a los juicios de Dios y al
proceder que ha tomado la congregación hará que la esposa y los hijos reconozcan
que ese hombre, por su proceder, ha alterado el vínculo espiritual que existía entre
ellos. Sin embargo, puesto que el que él haya sido expulsado no pone fin a sus vínculos
consanguíneos ni a su relación matrimonial, los afectos y tratos familiares que son cosa
normal pueden continuar.
14. ¿Qué consejo divino debería influir en el trato que demos a un pariente expulsado o desasociado que
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La situación es diferente si el expulsado o desasociado es un pariente que vive fuera
del círculo familiar y el hogar inmediatos. Pudiera ser posible eliminar casi todo
contacto con tal pariente. Aun cuando hubiera ciertos asuntos de familia que exigieran
comunicación, ciertamente esto se mantendría al mínimo, en armonía con el principio
divino: “Cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que, llamándose hermano,
sea fornicador, o persona dominada por la avidez [o culpable de otro pecado craso], [...]
ni siquiera coman con tal hombre”. (1 Corintios 5:11.)
15. En tales casos, ¿cómo pueden los parientes dominar la influencia de las emociones? (Salmo 15:1-
o Cuando un hombre de Corinto cometió inmoralidad y no mostró arrepentimiento,
Pablo dijo a la congregación: “Cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que,
llamándose hermano, sea fornicador, o persona dominada por la avidez, o idólatra, o
injuriador, o borracho, o que practique extorsión, y ni siquiera coman con tal hombre”.
(1 Corintios 5:11-13.)