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ABIGAIL ES UNA ZORRA ​(es terrible :c a pesar de que Proctor no es ningun santo

tampoco)

Pasos:

1.- Definir Historia Base: Arthur Miller, Las brujas de Salem


2.- Preparación del Guión: Plazo -> Viernes 8 de febrero

Argumento:

La obra se desarrolla en el año 1692 en la ciudad de Salem, Estados Unidos, cuando un


grupo de jovencitas siembra ​el escándalo en esa comunidad rural, pacífica pero
sofocante debido a las estrictas normas religiosas que rigen la vida cotidiana. Dos niñas
enferman después de ser vistas bailando desnudas en el bosque de noche, y al estar en
un ambiente muy religioso y puritano, se sospecha que puedan estar embrujadas por
alguien del pueblo. Para comprobar si esto es así, traen de otra ciudad a un especialista
en identificar brujas, y comienza una investigación. Al principio las personas más
cuerdas del pueblo, creen que no pasará nada y que las acusaciones son totalmente
descabelladas. Pero poco a poco el ambiente comenzará a cambiar y los vecinos
comienzan a acusarse los unos a los otros. El pueblo cae presa de una histeria
colectiva y lo que al principio les parecían tonterías termina en la ejecución de personas
y animales.

Obra:

En la escena que abre el primer acto de ​Las brujas de Salem,​ se le ve al Reverendo Parris,
pastor de Salem, mirando a su hija enferma, Betty, y preguntándose por qué está así.
Pronto nos enteramos de que en todo el pueblo se rumorea que Betty sufre de… brujería.

El Reverendo Parris había visto tanto a Betty como a su sobrina, Abigail, y a otras
muchachas bailando en el bosque con su esclava, Tituba, la noche anterior. Esa noche, en
el bosque, también había visto una caldera (y una rana saltando adentro). Cuando les
preguntan lo que habían estado haciendo por primera vez, Abigail niega que ella o Betty
hicieran brujerías, pero admite que habían estado bailando en el bosque con Tituba. Abigail
vive en la casa de los Parris luego de vivir en la casa de Juan e Isabel Proctor, pero le
pidieron que se fuera por alguna misteriosa razón.

Tomás y Ana Putnam, llegan a la casa de los Parris, confiesa que le pidió a Tituba que
evocara a los espíritus de sus siete hijos muertos. Quería saber por qué todos habían
muerto enseguida después de su nacimiento. Para el horror del Reverendo Parris, los
Putnam afirman de forma contundente que su esclava Tituba se relaciona con los muertos.
La única hija con vida de los Putnam, Ruth, sufre de una afección similar a la de Betty Harris
y esto, naturalmente, provocó la indignación de los Putnam.
Cuando el pastor y los Putnam salen de la habitación, Abigail amenaza con lastimar a las
otras tres jóvenes que quedaron adentro si dicen una palabra acerca de lo que hicieron en
el bosque con Tituba.

Juan Proctor llega para ver qué es lo que tiene mal a Betty. Confronta a Abigail, y ella le
dice que Betty solo está fingiendo estar enferma o poseída por espíritus malignos. A medida
que avanza la conversación entre Proctor y Abigail, nos damos cuenta de que ambos
tuvieron un amorío… cuando Abigail trabajaba en la casa de los Proctor y la esposa de
Proctor, Isabel, estaba enferma, Abigail trata de seducir a Proctor, pero él le dice con
firmeza que la relación terminó, a lo cual ésta le responde que Isabel tiene la culpa de que
él se comporte así y que, algún día, van a volver a estar juntos.

Tan pronto como el Reverendo Parris y los Putnam regresan, llega el Reverendo Hale a la
casa de los Parris. Hale es un reconocido experto en brujas de una ciudad vecina. De
repente, al ver al Reverendo, Abigail cambia su historia e insinúa que, en realidad, Tituba sí
convocó al Diablo. Tituba, sorprendida por la acusación, lo niega rotundamente. Pero
cuando el Reverendo Hale y el Reverendo Parris la interrogan, confiesa (bajo presión) que
hace brujerías y admite que hay otras "brujas" en el pueblo, entre ellas, Sara Good y Sara
Osborne. Al tiempo que Tituba y Abigail acusan a mujeres del pueblo, varias de las otras
jóvenes, entre ellas María Warren (que ahora trabaja en la casa de Juan Proctor) siguen la
iniciativa de Abigail y comienzan a acusar a otras mujeres también.

El segundo acto comienza con una escena en la cocina de los Proctor. Proctor y su esposa,
Isabel, se lamentan de que su propia empleada doméstica, María Warren, esté envuelta en
este frenesí de acusaciones. Isabel tiene miedo. Saben que Abigail está detrás de las
acusaciones, y Isabel le suplica a Proctor que vaya al pueblo y les diga a todos que Abigail
dijo que todo era una broma. Isabel hace alusión al amorío que Proctor tuvo con Abigail y
descubre que mintió, pues él le había dicho que no había estado a solas con Abigail en la
casa de los Parris, pero, en realidad, sí había estado. Proctor, irritado y a la defensiva, se
queja de que Isabel todavía no confíe en él y le dice que nunca volverá a hacerlo a pesar de
que los últimos siete meses, desde que Abigail se fue, ha sido un buen marido. (Guau, qué
increíble. Siete meses. Se merece una medalla de honor Juan Don Proctor.)

La joven María Warren regresa a la casa de los Proctor exhausta porque se pasó el día en
la corte. Proctor la reprende por haber estado afuera todo el día. Después de todo, le dice, a
María le pagan por ayudar a Isabel en la casa y anda descuidando sus obligaciones. María
afirma que su trabajo en la corte es muy importante y (con aires de superioridad) insiste que
Juan Proctor no tiene porqué seguir dándole órdenes. Durante un momento más calmo,
María le da a Isabel un regalo (una muñeca) que remendó durante el día. Pero después de
la agitada discusión entre María y Proctor, la joven asegura que le salvó la vida a Isabel,
pues la nombraron en el juicio ese día.

Cuando María se va a dormir, Isabel dice que supo desde un principio que iban a
nombrarla. Le dice a Proctor que tiene que aclarar los tantos con Abigail de una buena vez.
Cometió adulterio con ella, e Isabel le explica que tener sexo con una mujer es equivalente
a hacerle "una promesa"— una promesa implícita de que algún día los amantes estarán
juntos para siempre. Isabel sostiene que Proctor tiene que romper esta promesa de forma
deliberada. Proctor se enoja y acusa otra vez a su esposa de no haberlo perdonado por sus
indiscreciones.

En este inoportuno momento, llega el Reverendo Hale. Está investigando a las personas
que fueron nombradas en el juicio. Aparecen varias otras personas de la corte, quienes
buscan pruebas de la culpabilidad de Isabel, y preguntan si hay alguna muñeca en la casa.
Isabel dice que no tiene ninguna muñeca salvo una que María le dio ese mismo día. Tras
inspeccionarla, descubren que la muñeca de María tiene una aguja clavada en el centro.
Resulta que, antes ese día, Abigail Williams aseguró que la habían pinchado
misteriosamente con una aguja y acusó a Isabel Proctor de ser la culpable. A pesar de que
María afirma que la muñeca es suya, los hombres arrestan a Isabel de todas maneras,
haciendo oídos sordos a las protestas de Proctor.

El tercer acto comienza en la corte. Guillermo Corey y Francis Nurse, habitantes de Salem,
y Juan Proctor entran para tratar de interrumpir el proceso judicial. Sus esposas han sido
arrestadas tras ser acusadas de hacer brujerías. Guillermo Corey dice que algunas de las
acusaciones se hicieron para que los codiciosos ciudadanos pudieran apoderarse de los
bienes de las acusadas. Francis Nurse tiene en mano una declaración de la buena
reputación de las Santas (señoras) Corey, Nurse y Proctor firmada por 91 personas.

Además, Juan Proctor lleva a su empleada doméstica, María Warren, para que confiese que
nunca vio al Diablo y que ella y las otras chicas han estado fingiendo todo el tiempo.
Cuando confrontan a Abigail Williams y a la demás chicas con esto, ellas se ponen en
contra de María Warren y la acusan de hacer brujerías. La tensión en el tribunal llega a su
punto máximo. Proctor intenta ponerle fin a la histeria y admite la verdad: que él cometió
adulterio con Abigail Williams, una adúltera mentirosa, y eso prueba que no es una persona
de confianza.

Abigail niega la acusación de adulterio. Para revelar la verdadera historia, Proctor pide que
saquen a su esposa de la cárcel y la interroguen. Proctor insiste en que su esposa Isabel no
miente, por lo cual su confirmación o negación del adulterio despejará todas las dudas— y
probará la credibilidad (o incredibilidad) de Abigail Williams.

Antes de interrogar públicamente a Isabel acerca del adulterio, Danforth le ordena tanto a
Abigail como a Proctor que se den vuelta para que Isabel no pueda ver sus expresiones
faciales. Como Isabel no quiere condenar a su marido, miente y dice que él no es un
libertino. Tras este desafortunado giro de los acontecimientos, Danforth continúa con la
audiencia y sostiene que el adulterio nunca sucedió. Danforth envía a Isabel de nuevo a
prisión mientras Proctor grita: "¡Lo he confesado!".

El Reverendo Hale, conmovido, le dice a Danforth que él le cree a Juan Proctor, y asegura
que siempre desconfió de Abigail Williams. Ante tal aseveración, Abigail emite un "grito
extraño, salvaje, escalofriante" y asegura que ve un pájaro amarillo en la viga del techo.
Grita y chilla que es María Warren que la está amenazando con su brujería. Finalmente,
después de una espeluznante escena donde las chicas copian a Abigail en el fingido estado
de trance, María Warren se quiebra y vuelve a ponerse del lado de ellas. En un estado de
histeria, miente y dice que Juan Proctor la estuvo persiguiendo noche y día y le hizo firmar
el libro del Diablo. Arrestan a Proctor y lo llevan a prisión. El Reverendo Hale, avergonzado,
critica al tribunal y se va.

El cuarto acto comienza en una celda de la cárcel de Salem. Es el día de ejecución de


Rebecca Nurse y Juan Proctor. Ambos se negaron a confesar hasta el momento, pero el
Reverendo Hale, que no ha aparecido en el tribunal desde el arresto de Proctor, intenta
convencerlos de que confiesen. A pesar de que sabe que su confesión sería mentira, quiere
salvarles la vida. El Reverendo Parris también quiere que confiesen, pero para salvar su
propio pellejo: desde que comenzaron los juicios, Parris estuvo recibiendo unas amenazas
muy poco sutiles. Y como si esto fuera poco, Abigail se escapó y se llevó todo su dinero.

Desde que metieron preso a Proctor, más de cien personas restauraron su vida después de
"confesar" que practicaban brujerías, pero la ciudad es un caos. Hay huérfanos, vacas
deambulando por todos lados y gente peleando por ver quién se queda con los bienes de
quién.

Los jueces Hathorne y Danforth llaman a Isabel, que todavía está en prisión, para que hable
con su marido y trate de convencerlo de que confiese. Cuando Isabel finalmente accede a
hablar con Proctor (que estuvo encerrado en el calabozo, separado de los demás
acusados), la pareja tiene unos minutos para hablar a solas en la corte. Durante esta amena
conversación, Isabel le dice a Proctor que no va a juzgarlo sea cual sea su decisión, y le
asegura que cree que él es un buen hombre. Pero si bien Isabel no juzga a Proctor, ella no
puede confesar haber practicado brujerías porque sería una mentira.

Proctor le pide a Isabel que lo perdone, y ella le dice que él debe perdonarse a sí mismo.
También le dice que ella es consciente de que había sido una "esposa fría", lo cual podría
haberlo llevado a acostarse con Abigail. Le pide que la perdone y sostiene que nunca
conoció a alguien tan bueno como él en toda su vida. Al principio, esto motiva a Proctor a
vivir y se confiesa verbalmente con Danforth y Hathorne.

Pero Proctor no puede firmar la "confesión". No podría soportar el hecho de que sus hijos y
toda la comunidad vean la confesión pegada en la puerta de la iglesia (que es lo que hacían
las iglesias con las confesiones de este tipo de sus miembros). Además, no quiere
incriminar a nadie más de la ciudad. Cree que debería bastar con su confesión verbal y la
aceptación de su propia culpa. Pero la corte se niega a aceptar esto, por lo cual Proctor,
lleno de emociones, rompe el papel de la confesión y lo abolla. Estupefactos, el Reverendo
Hale y el Reverendo Parris le ruegan a Isabel que haga entrar en razón a su esposo, pero
ella se da cuenta de que éste es, al fin y al cabo, su momento de redención: "Ahora tiene su
pureza. ¡Dios no permita que yo se la quite!". Y así se encamina Juan Proctor a su muerte.
El telón se cierra mientras se escucha el sonido del tambor justo antes de que lo cuelguen.

Links:
https://es.scribd.com/document/95832421/Las-Brujas-de-Salem-Arthur-Miller
https://www.shmoop.com/las-brujas-de-salem/resumen.html
https://www.ecured.cu/Las_brujas_de_Salem_(libro)
apuntes belu
-problema: hijos mueren y parecen sin alma
- reverendo de la iglesia reformada y protestante, misas cada vez más basadas en el
infierno, y subastas
-Tituba confesó haber visto al diablo
-14 personas juzgadas por Abigeil y las chicas enfermas
-acusan a isabel
-infidelidad de Proctor
-Abigeil acusa a Isabel
-juicio
-wn esta embarazada :c Abigeil te odio
-Proctor confiesa
bu

Primer Acto:

“Buenas noches brujitas y brujitos, hoy les presentaremos un caso real de 1692, en la pluma
de Arthur Miller… ‘Las Brujas de Salem’”

Salem es un pequeño pueblito, ubicado en el Condado de Essex en el Estado de


Massachusetts, al noreste de EE.UU

Cierto día, Betty, quien era hija del Reverendo Parris, pastor de Salem, cayó enferma,
completamente dormida. Hace unas noches el mismo la había visto bailar desnuda junto a
un caldero con Abigail (su sobrina), Tituba (una esclava de la casa) y otras jovencitas, por lo
que creía que habían estado haciendo brujería. Pero al preguntarles, las jóvenes niegan
estar invocando al diablo.

Cuando Abigail va a ver a Betty, aparecen muchos de sus vecinos, entre ellos los Putman,
quienes dicen que Tituba se contacta con espíritus. Cuando se van, Abigail no pierde el
tiempo, y amenaza a las otras jóvenes si llegan a confesar lo ocurrido.

Tras esto, Juan Proctor, el dueño de la casa donde trabajaba antiguamente Abigail, y con
quien había tenido un fallido romance, entra al cuarto. Abigail, despechada, culpaba a la
esposa del hombre de su desdicha.

Al volver el Reverendo trae con sigo a Hale, un pastor experto en brujería, por lo que
Abigail, asustada y astuta, culpa a Tituba, quien confiesa obligada, y comienzan así a
acusar a otras mujeres de ser brujas. A estas acusadoras, se les suman las otras jóvenes
amenazadas (como María, quien era la nueva empleada de Proctor).

Segundo Acto:
En casa de los Proctor, surge una discusión, sobre el miedo que le causa a Isabel, la
esposa, aquellas acusaciones de brujería de Abigail hacia mujeres del pueblo, y el amorío
con de su esposo.

Al volver María, la empleada de la familia y cómplice de Abigail, ésta, le regala a Isabel una
muñeca cocida por ella misma, y les dice que había estado en la corte y la había salvado de
ser declarada bruja, luego, se va a dormir. Isabel le insiste a su marido en que confiese su
adulterio, ya que sabía que la acusarían y confesando podría revelar el engaño de la ex
amante despechada.

Al terminar de decir esto, el Reverendo Hale cruza la puerta, y junto a otros hombres intenta
llevarse a Isabel por haber sido acusada de brujería, tras una discusión en la que Proctor no
logra confesar su pecado, finalmente Isabel es llevada para ser enjuiciada y ahorcada.

Tercer Acto:

Comienzan los juicios. Tras largas discusiones intentando probar la inocencia de su esposa
en donde incluso María (la empleada de los Proctor) fue acusada de brujería, Juan Proctor
termina por confesar su adulterio ante la corte, enfrentándose a las negaciones de Abigail.

Para probar que lo que dice es cierto, Juan Proctor pide a la corte que interroguen a su
esposa Isabel, pues está seguro de que dirá la verdad, pero en un dramático giro de los
acontecimientos, Isabel miente y dice que su esposo no es un adúltero, por lo que es
llevada nuevamente al calabozo, mientras su esposo grita desconsolado que ya había
confesado.

Luego de esta demostración amor de Isabel, todas las chicas lideradas por Abigail, en un
estado de histeria, acusan a Juan Proctor de haberlas hecho firmar el Libro del Diablo. Ante
estas acusaciones, la Corte condena a Juan Proctor a la horca y es llevado a prisión.

Cuarto Acto:

En la Cárcel de Salem, Proctor está a punto de ser ejecutado, pero los Reverendos Hale y
Parris le piden que confiese para poder salvar su vida, a pesar de saber que esto sería una
mentira. Además, se enteran de que Abigail se escapó, luego de llevarse todo el dinero del
Reverendo Parris.

Los jueces, permiten que Isabel y su esposo Juan tengan un momento a solas, en ese
momento Isabel pide perdón por no ser una buena esposa y Juan dice que va a confesar,
pidiendo perdón también por su adulterio.

Pero Juan no puede firmar la confesión, no puede aceptar ver manchada su honra ni toda la
presión y juicio social que significa confesar ser un brujo y un adúltero, por lo que rompe la
confesión y es llevado a su ejecución.
Isabel, sabiendo que este sería el fín de su esposo y comprendiendo sus emociones, realiza
una última declaración, mientras que Juan Proctor es ejecutado.

Y así termina la trágica historia de las Brujas de Salem, y recuerden niñas y niños, no crean
todo lo que se dice por ahí de la gente, a veces es mejor quedarse con la duda y desconfiar
de quienes se dicen santos.

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