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Estudiante
Código 0980207
Profesor
MAURICIO DOMENICI
SANTIAGO DE CALI
MAYO DE 2010
CONTENIDO
Pag.
Introducción ………………………………………………………………………………….. 3
Bibliografía …………………………………………………………………………… 18
INTRODUCCION 3
Este trabajo sobre La Paradoja del Comediante del autor francés Denis Diderot (1713-
84), pretende ser una sucinta reflexión, sobre uno de los textos fundamentales que enfrenta
las cuestiones relacionadas con la preparación y sentido del trabajo del actor en el arte
teatral.
En Francia por ejemplo -contexto inmediato del autor que nos convoca-, el
teatro de la comunidad religiosa Jesuita, se proclamó como medio ideal para el
nuevo conocimiento, y por demás, se mantenía para la cátedra de lo moral a la luz
de rígidas gramáticas y erudiciones. Sin embargo, Alain-René Lesage (1668-1747),
presentó en los primeros años del XVIII su gran comedia Turcaret, en la que retrata
con humorismo áspero una sociedad de aventureros y caballeros de industria. Esta
obra ha sido considerada como el primer ensayo de un realismo dramático, y marca
para otros, el abandono del mundo fantástico de las comedias maravillosas y de las
carcajadas de la Comedia dell’arte.
¿Cómo siguió el teatro en todo esto? Cabe destacar, las posiciones opuestas
entre dos de los más grandes escritores franceses de la Ilustración, Jean-Jacques
Rousseau (1712-78) y François Marie Arouet, más conocido como Voltaire. (1694-
1778)
Pero algo más particular nos acerca a nuestro autor Diderot: a mediados del
siglo ya había hecho carrera una nueva moda, la Comedia Lacrimosa, con su mejor
representante Pierre-Claude Nivelle de la Chaussée (1692-1754) y su obra La falsa
antipatía. En estas obras, se mezclaban lo cómico y serio con la intención de
reflejar con veracidad estos componentes de la vida. En realidad, lo que terminaron
enfatizando fue el patetismo de intrigas novelescas, con caracteres sentimentales
inflados y estilo forzado. Se trataban supuestas tragedias ignoradas de la vida
íntima: el marido infiel que regresa a su esposa, el hijo de una familia noble
enamorado de la muchacha pobre, el hijo natural en conflicto con el padre y casos
afines. En el fondo, estaban operando las nuevas teorías como las de Rousseau, que
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Sentó el principio, de que el arte debe ser espejo de la Naturaleza tal como es,
sin pretender desfigurarla en ningún sentido, como hacían los que solo presentaban
una parte de ella. En el campo dramático –que ampliaremos con La Paradoja-,
rehízo el proceso a todo el teatro del pasado, declarando que la comedia de carácter
era una falsificación de la Naturaleza. Dividió el nuevo Teatro en: Comedia,
Comedia seria, Tragedia y Tragedia burguesa. Proclamó que el Teatro no debe
reproducir caracteres abstractos, porque los hombres no son concebibles separados
de la sociedad en que aparecen y sugirió para la representación, la creación de
ambientes que acentuaran la vitalidad de la materia dramática. Como director decía:
“…hay que reunir a los personajes, separarlos o dispersarlos, aislarlos o
agruparlos, y crear con ello una serie de cuadros, todos ellos de una composición
grande y verdadera…” En suma, se trataba para Diderot, de acercarse de tal
manera a la Naturaleza por medio del arte, que la verosimilitud sea tomada como
verdad, que las cosas ocurridas se presenten con tanta naturalidad como si
ocurrieran en ese momento por primera vez.
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4 - El comediante de temperamento
5 - El texto y los diferentes sentidos que toma según los intérpretes. Vaguedad del
lenguaje técnico en el teatro
11 - Ejemplo con actores y actrices de la época sobre la creación del fantasma ideal.
13 - De la Observación.
15- Las mujeres no aptas para la imitación, muy sensibles. Los hombres conmueven
más.
19 - Escala de sensibilidades.
33 - No se es poeta dramático.
34 - Definición de comediante.
37 - Pocos comediantes.
39 - El verdadero talento.
42 - Fantasmas modelos.
44 - Sensible – Sentir
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Esta relación de contenidos, tal vez pueda permitir algunas entradas para el
análisis de La Paradoja. Sin embargo, creo que en el texto, hay al menos dos tipos
de paradojas planteadas y aparentemente resueltas por el autor, las cuales expongo a
continuación y a manera de síntesis:
“Si el comediante fuera sensible, de buena fe, ¿le sería posible representar
dos o más veces seguidas el mismo papel con el mismo calor y el mismo
éxito? Muy ardoroso en la primera representación, estaría agotado y frío
como un mármol en la tercera”.
Y añade:
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La sensibilidad entonces …
Con estas ideas, se configura entonces la paradoja: Hacer sentir, sin sentir.
Puesto que el actor será más veraz, comunicativo y capaz de suscitar la emoción,
cuanto más reflexivo y frío es en el desempeño de su tarea.
Otra suma:
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“El verdadero talento consiste en conocer bien los síntomas exteriores del
alma que se imita, dirigiéndose a la sensación de los que nos oyen y nos
ven, engañándolos con la imitación de aquellos síntomas, pero con una
imitación que en sus cabezas lo engrandezca todo y se convierta en regla
de su juicio, porque es imposible apreciar de otra manera lo que pasa
dentro de nosotros. ¿Y qué nos importa que sientan o no sientan, con tal
que lo ignoremos? En efecto, el que mejor conozca y traduzca más
perfectamente dichos signos exteriores de acuerdo con el modelo ideal
mejor concebido, será el mejor comediante.”
Quedan expuestas aquí dos nuevos premisas: por un lado, el actor con toda su
corporalidad imita un modelo, un ideal; y por otro, su imitación debe engrandecer,
convirtiéndose esto en regla de juicio para el espectador. Algo así como el espectador
que ve una representación del Quijote, y no las pequeñas desventuras que puede
representar un actor que hace de Quijote.
En su tiempo, Diderot influyó más con sus teorías sobre el arte, que con sus
realizaciones en escena. Fue el dramaturgo Louis Sebastien Mercer (1740-1814) quien
directamente influenciado por la estética propuesta, escribió una serie de dramas de
estilo futurista, totalmente renovadores para su época, se reconocen: Año 2440 , La
Destrucción de la Liga de Francia (1782); Jennval (1769), El juez (1774); Natalie
(1775) y La carretilla del vinagrero (1775). Muy distinto ocurrió con el comediógrafo
Charles Palissot (1730 -1840), quien arremetió contra Diderot con escritos polémicos y
con la comedia satírica Los Filósofos. El ataque, fue sobre todo contra la forma del
discurso usado por Diderot en la obra El Padre de Familia, más no, sobre las tesis o
planteamientos de fondo. Ante estas críticas no se conoce respuesta alguna por parte de
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Diderot, pero si las consecuencias que tuvo para Palissot, pues fue excluido de algunos
círculos intelectuales por amigos del enciclopedista.
En las primeras décadas del siglo XX, Jacques Copeau (1879-1949) y Louis Jouvet
(1887-1951), reconocidos actores del teatro francés, contradijeron desde su propia
experiencia algunas de los supuestos consignados en La Paradoja. Por su parte,
Copeau escribió Reflexiones de un comediante sobre "la paradoja" de Diderot, que ha
servido de prólogo a innumerables ediciones de la misma. Jouvet, dejó sus agudas
reflexiones bajo el título Escucha amigo (1953).
“ …la paradoja del actor, la regla del juego con que Diderot hizo una
charada… vio el enigma cierto de nuestra profesión, pero no supo sacar la
conclusión correcta de ella.”
No sentir sostiene Copeau es el fracaso del actor, y estar vacío nos dice Jouvet , es
para el actor perder toda orientación. Mientras que Diderot separa, aisla y opone los
términos de la paradoja, el actor es para Jouvet aquel que “sufre”, que mantiene en
tensión los opuestos, que combina conciencia e inconsciencia.
Queda expuesto así, que la gran diferencia estriba en la finalidad del proceso
creativo. La comparación última de Copeau no es menos importante:
Fo continua, dándole razón a Diderot en la premisa aquella que niega que “todo
vale en el arte”, recordando lo inaceptables que resultan los trucos y maneras que se
exhiben sin ningún rigor.
Hoy tenemos que reconocer en La Paradoja del Comediante, una obra maestra.
Llena de provocaciones hacia la profundidad del arte teatral. Muchas afirmaciones de
Diderot son categóricas y cuesta rebatirlas, pero se dejan pensar. Por otro lado, hay una
dificultad en estos tiempos casi insalvable: encontrar un criterio que nos diga lo que es
auténtico o no en el arte, o la manera de identificar un sentimiento real o uno ficticio.
Como sea, en mi práctica teatral he decidido desde hace un tiempo, partir cada vez y
siempre de la siguiente premisa de Louis Jouvet:
“Hay que pensar las sensaciones, ya que en ellas reside el secreto de nuestro oficio.”
Sin embargo, la mayoría de teorías hablan con énfasis sobre lo que se prepara antes
de la escena, y relativamente pocas se refieren a las emociones que se pueden
experimentar durante las representaciones con público. En este campo y desde el
entrenamiento de jóvenes actores, me he planteado trabajar no solamente sobre las
emociones a representar del personaje, sino también aquellas que inexorablemente y en
diferentes grados se presentan a la hora del público.
principiante. La actitud señala un desequilibrio sobre el que todo buen director debe
trabajar sin objeciones.
La puerta siempre está abierta. Para valorar y hacer vivificante el trabajo personal y
el de otros, para poder movernos en las fluctuaciones de todas estas emociones, se ha
de mantener un generoso estado de atención y escucha, para encontrar las luces de
comprensión y entusiasmo en la siempre difícil tarea del juego teatral, y para soportar,
la tremenda paradoja que nos hace rezar de cuando en cuando, el poeta Pessoa:
El poeta es un fingidor
Y finge tan completamente
Que llega a creer que es dolor
El dolor que de veras siente.
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BIBLIOGRAFÍA
BERTHOLD, MARGOT, Historia Social del Teatro, Madrid, Guadarrama, Tomo II, 1974.
D’AMICO, SILVIO, Historia del Teatro Dramático, Mexico, UTHEA, Tomo II, 1961.
HAUSER, ARNOLD, Introducción a la Historia del Arte, Madrid, Ed. Guadarrama, 1973.