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ESTADO DEMOCRÁTICO

EDUCACIÓN POPULAR
Y CREACIÓN COLECTIVA

Aportes desde
Brasil y Argentina para una
PEDAGOGÍA de la acción pública
y la construción política estatal

VALÉRIA REZENDE

mapas
ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

Presentación

Aprender de América Latina:


pedagogía de lo real
Vivimos momentos de cierres y aperturas en América Latina. Visto
en el ciclo de los últimos años, un tramo más en la construcción
de una etapa inacabada y entusiasmante. Es un signo de estos
tiempos la experiencia real –y conflictiva– de recomposición
de estados democráticos permeables en distinto grado y con
distinto talante a los intereses de los sectores populares.

El momento histórico de Argentina y su correlato en los procesos


socio-políticos que se están gestando en toda Latinoamérica
nos ubica –como actores políticos– frente a dos desafíos
fundamentales:

// Asumir el cambio de escala (y de exigencia), de la calidad


y características de los esfuerzos y los “insumos de fuerza”
necesarios en una etapa donde es posible, es deseable y
exigible –otros nos lo exigirán si no lo hacemos nosotros
mismos– construir con mayor amplitud desde el poder estatal.
Las condiciones y las tareas son cualitativamente diferentes a
las que se ejercían desde la perspectiva de las organizaciones
sociales, desde la resistencia o desde la oposición política.

// Reconocer como propia una tarea que también ha sido


construida por otros. En el modo de sentir y de comprenderse
de quienes vienen de años, décadas de resistencia, lo “propio”,
el “protagonismo” y la “identidad” son centrales para dar
sentido al gran esfuerzo que resistir supone. Pero esas cosas,
aparecen como inviables a la hora de construir desde un
lugar propositivo y de mayor poder, de más peso político

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VALÉRIA REZENDE

relativo o desde la gestión estatal-gubernamental (siendo parte


de coaliciones de gobierno).

En momentos de cierre y balance del periodo de gestión


presidencial Luiz Inácio Lula Da Silva (uno de los más
grandes estadistas del mundo), la experiencia brasilera es por
proximidad, pero también por su diferencia, por su riqueza y
complejidad, una referencia para ver de cerca, interrogar y
pasar en limpio. Es por eso que recuperamos la trascripción
de los aportes realizados por Valéria Rezende en el encentro
nacional del Colectivo Ciudadanía (www.colectivociudadania.
org.ar) realizado en Embalse, Córdoba, en octubre de 2008, en
donde el eje de debate fue el vínculo entre el proyecto de país
y la acción colectiva.

Las palabras de Valéria abordan las preguntas y lecturas que


acompañan el vínculo “desde adentro” movimientos sociales
y populares brasileros con la gestión pública estatal en los
tiempos de Lula Da Silva. Este “detrás de escena” rompe con las
miradas románticas de los procesos populares para ubicarlos
en un momento concreto, un aquí y ahora ineludibles en el que
hay que tomar decisiones y accionar.

Traducir este relato gaucho a nuestra realidad, trazar los


paralelos, coincidencias y distancias con nuestra experiencia
y nuestras exigencias, no sólo es un desafío necesario, se
trata de una condición fundamental par un análisis político y
pedagógico conducente.

Hay un conjunto de características que queremos rescatar y


recalcar de los aportes de Valéria: La consistencia de una opción
de vida, que no se traduce en una rígida militancia sino en una
experiencia vital rica y variada, abierta justamente a lo vital y a
los encuentros. La trayectoria y continuidad de las experiencias
que comparte, en donde se pregunta con franqueza por el tipo
de pedagogía que hay que construir desde las oficinas estatales

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

y la política pública en territorio. Para habitar esos espacios pero


también para aceptar sus límites y lograr cada vez apuestas más
fecundas. Asumiendo también la necesidad de comprender y
convertir en agenda la ineludible dimensión pedagógica de la
irrupción de la acción estatal y las políticas públicas en el día a
día de las personas, los ciudadanos. Todo esto con una mirada
que contrasta con tanto “experimento rápido” y acción dispersa
que bajo el rótulo de educación popular revolotea sobre la
experiencia de los sectores populares como golondrinas que
nunca hacen verano.

Así, Valéria Rezende abre el dilema: “para llegar fuimos


suficientes, pero ahora, con los que somos no alcanza”, y
“pocas personas pueden provocar grandes cambios, pero
hacen falta muchas para sostenerlos e implementarlos”.
Paginas antes, Néstor Borri (coordinador del Centro Mapas y
Director de Formación del Centro Nueva Tierra) desarrolla un
aporte, también suscitado el calor del debate con actores de
distintos lugares del país, para pensar las preguntas centrales
que se desprenden de las discusiones en tonro a los planteos
de Valéria.

Con el candor de los relatos y la impetuosidad de quien tiene


la pregunta como vocación, Valéria Rezende comparte unos
nudos de experiencias y reflexiones que tienen el valor de
volverse a ubicar, después de muchos años, en el lugar donde
preguntándonos por el Estado, nos preguntamos también por
la felicidad de nuestras sociedades y el caminar de toda una
región. Leídos a trasluz y en perspectiva, sugieren claves para
darnos paso en la ardua labor de imaginar y concretar una
pedagogía popular que recupere para si la cuestión del estado
y las políticas públicas. Un hacer y unos saberes con el ritmo y
el sabor de lo real. Una mirada abierta a la creación democrática
y la aventura de la política.

Equipo MAPAS

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VALÉRIA REZENDE

Valeria Rezende – Educadora popular de Brasil


Empezó a militar a los 15 años en la Juventude Evangélica
Congregacional do Brasil (JEC), y fue dirigente nacional del movimiento
desde 1962 hasta finales de 1964. Participó de la planificación
y entrenamiento de los estudiantes para el Plan Nacional de
Alfabetización, dirigido por Paulo Freire, que fue abortado por el golpe
de militar brasileño. Es religiosa desde 1965 y desde entonces se ha
ocupado casi exclusivamente de educación popular, en comunidades
de la periferia de São Paulo y con la oposición sindical clandestina de
obreros metalúrgicos.

A partir de su exilio en 1971, trabajó en Europa, Argelia, EEUU


y México. Regresó a fines de 1972 y se radicó en la zona rural del
Nordeste de Brasil, haciendo educación sindical y formación político-
social de comunidades eclesiales de base. En 1981 creó el Servicio
de Educación Popular de la Diócesis de Guarabira (SEDUIP), hoy
autónomo y todavía muy activo. En 1987, la Escuela de Formación
Quilombo dos Palmares (EQUIP), para dirigentes y educadores
populares de los 9 estados del Nordeste brasileño.

También ha realizado formación de educadores populares y seminarios


de sistematización de experiencias y reflexión sobre educación popular
en Cuba, Haití, Nicaragua, Honduras, México, Italia, USA, Francia,
Timor, África del Sur, Canadá y Guatemala, entre otros.

Paralela y complementariamente a sus actividades como educadora,


ha escrito mucho para el medio popular en leguaje “democrático”
(pedagogía, historia, sociología, economía) y también ficción (cuentos
y novelas). Su libro de cuentos “Vasto Mundo” y su novela “O vôo
da guará vermelha” la han instalado como una referencia en la
literatura de todo Brasil. Este último ya ha sido editado en español
por Alfaguara bajo el título de: “El vuelo de la Ibis escarlata”.

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Néstor Borri

Construcción de actores y
ampliación de la democracia:
pistas para una tarea
pedagógica y política

Protagonismo en lo real

Ser protagonistas, en una etapa de mayores niveles de


politicidad, de mayor densidad política, es necesariamente
una construcción que está mediada por la representación
y la delegación. Términos “mal vistos” en el mundo de las
organizaciones sociales y de los movimientos, de las ONG y
de los procesos hechos “desde el llano”. La cuestión pasa a ser
entonces, no cómo se es más protagonista y se delega menos,
sino qué clase de protagonismo se construye y con cuáles
estrategias de representación. Una economía del compartir,
del hacer circular el poder y las capacidades, y unas maneras
de re-dibujar las formas de construir la identidad de las acciones
y de los actores mismos.

Se pone en cuestión entonces algo muy central, muy hondo,


algo que determina no sólo la acción sino las mismas “ganas
de actuar”. Se trata de la identidad propia. Al actuar realmente
en política, no sólo se “transforma la realidad”. Cuando se
acciona de manera efectiva en términos políticos, lo que se
trasforma, con sus costos y tironeos, es el mismo “actor
que actúa”. La etapa actual exige cambiar el relato que se tiene
de uno mismo, de por qué actuar y desde dónde; las prácticas

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VALÉRIA REZENDE

concretas de organización y relación con otros; y –sobre todo–


los deseos invertidos en la acción y las expectativas que se
apuestan al “jugarse”, al entrar al ruedo. Si se entra a construir
políticas con ánimo de “organización social” pueden suceder
dos cosas: se frustrará la responsabilidad y la oportunidad de
hacer realmente política pública o –autoengaño mediante–, lo
que se frustra es el propio actor.

Contra el formateo neoliberal

Existen dos fuerzas que se confabulan frenando y “combatiendo”


la posibilidad abierta de asumir un rol diferente, de creación
política, de acción desde el Estado. Por un lado, el talante
resistencial. Por otro, la idea de “acción (autonomía, disputa,
incidencia) desde la sociedad civil”. Estas dos lógicas son lugares
ideológicos y “gramáticas” para comprender la acción que la
funcionalizan y que –cuando se actúa desde lo que llamamos
“organizaciones sociales”– se vuelven concurrentes.

Algo de las estrategias políticas de los sectores dominantes


en las décadas pasadas ha hecho que se identifique a las
organizaciones sociales con la sociedad civil –una sociedad
civil que tiene la forma de la sociedad funcionalizada en relación
al mercado–. Entonces, la “resistencia” (las demandas
de autonomía, la disputa de recursos, las criticas a
la corporación política y las exigencias o reclamos al
estado) que viene desde las organizaciones sociales “se
transforman”, se homologan, toman el colorido y suman
a la fuerza de los grupos concentrados del capital, las
empresas, las usinas materiales y culturales que promueven
una “sociedad sin estado”, o donde el estado debe ser
mínimo e hipercontrolado.

Y en este mismo movimiento aparece otro nivel de borramiento


y confusión: la operación ideológica neoliberal exitosa sobre

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

las organizaciones sociales les ha hecho pensar a éstas que


ellas representan a la sociedad, en desmedro de todo otro tipo
de representación. Entonces se borran las otras instituciones
intermedias, se cubre con un manto de piedad representativa
a las corporaciones que se mimetizan de organizaciones
sociales y se elimina, critica o se pone en la picota a toda la
representación efectiva que pueden tener los partidos políticos,
el Estado y los órganos de gobiernos y otras “organizaciones
sociales inconvenientes”, como por ejemplo y sobre todo los
sindicatos.

En esta identificación entre resistencia popular y rechazo


o subordinación mercantil del estado y la política, hay un
nudo central, persistente, por desgracia todavía fecundo
que es indispensable desentrañar.

El primer paso para hacerlo es asumirlo como tal, y reconocerse,


desde el propio lugar de actor, como reproduciendo algo de la
hegemonía neoliberal. Asumir que los neoliberales somos
también nosotros y no es sólo un mal venido de afuera. Lo
reproducimos, lo hemos incorporado.

El segundo paso es necesariamente afrontar el costo de ese


reconocimiento y crear la manera de compensarlo con la energía
que supone incorporar otro discurso, que nos “desdiga”. La
creación de un relato de estatalidad popular, reaprendizaje de
la lógica de otros modos y mediaciones de organización colectiva,
más vinculada al Estado, la representación, el gobierno, los
partidos políticos. Y construir esto no sólo como algo legítimo,
sino también deseable y encantador. Sabiendo que los limites,
los alcances parciales de esta posición son muchos, pero que,
justamente, es con ellos y desde ellos que se pueden legitimar
cambios efectivos y disfrutar ética y prácticamente logros de
transformación ciertos. Es otra épica: tiene el costo de lo
real, de lo incompleto y estará además siempre expuesta a

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VALÉRIA REZENDE

la crítica y la ambigüedad. Eso es constitutivo de un modo


de hacer, de concebirse y de festejar para este tiempo.

Recordar de nuevo: traducción y traición

Por lo tanto, hace falta recrear, replantear otra vez la historia


de la propia acción, los procesos, las etapas, los hitos. A la
epopeya de décadas anteriores hay que re-contarla. Recapitular
es una tarea política central. El autorrelato que tenemos de los
procesos sociales colectivos y de las biografías individuales no
es ni apropiado ni suficiente para sostener el camino siguiente.
¿Traicionaremos la memoria si lo replanteamos? Probablemente,
pero ese tensionamiento que puede parecer una traición,
es el costo necesario de poder asumir un presente en un
escenario diferente. No se trata de tergiversar los procesos:
se trata de asumir que la historia que se fue transcurriendo no era
necesaria, teleológica, autoconciente, y que sostener la acción
política supone “recordar de nuevo”. Revisar el propio pasado
y elegir una tradición y unas rupturas de las que dar cuenta
para sostener una historia real, en dos sentidos: como relato del
tiempo transcurrido y lo ya hecho y como espacio abierto a la
decisión –no a la fatalidad, al destino ni a la “coherencia dura”
de lo que se proyecto en otros tiempos–.

El banquete del presente supone deshacer compromisos con


el pasado y hacer unos nuevos. ¿Traiciona esto la verdad y
la coherencia? En todo caso, hace un trabajo de traducción,
indispensable para la vida y la acción efectiva. La verdadera
“distorsión” será la de no reconocer que siempre nos hacemos,
conciente o inconcientemente, un pasado a la altura de nuestras
responsabilidades y desafíos. Con una versión unilateral e
intacta de nuestro pasado resistencial, probablemente no
podamos hacer mucho más que “palotes de sociedad civil
fragmentada” en el cuaderno de la acción estatal democrática,
la política popular y el ancho campo público de las mayorías.

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

Asumir la identidad, la práctica y los modos de desear y festejar


desde un lugar popular estatal es una tarea militante, cultural,
de construcción de subjetividad, de modos de ser y hacer, de
encontrarse con otros y de fusionarse, central para este tiempo.
Un Estado popular, una democracia real sin fantasías
de transparencia absoluta ni nostalgias de comunidad
orgánica y homogénea. Crear los nombres, los planteos, las
categorías, los símbolos, plantear los entusiasmos, los diseños,
las banderas de esto es algo fundamental para sostener una
acción política que trascienda las oportunidades inmediatas
y que sea capaz de desplegarse en el tiempo. La idea de “ser
pueblo en el Estado”, de que se puede ser pueblo en el Estado
o la reafirmación de que el poder ejercido desde el ámbito
estatal puede ser ampliamente como ha sido en otras épocas:
poder popular, choca con las intenciones e intereses de un
gran conglomerado de actores grandes, medianos y pequeños.
Una red capilar muy potente que sostiene –y necesita– la idea
de que los sectores populares y los intereses de las mayorías
deben ser concebidos como ajenos a la herramienta estatal.

Aun cuando varias etapas de la historia argentina desmienten


ampliamente este divorcio, es cierto que no faltan los ejemplos
por la contraria. Pero sobre todo lo que actúa acá no es la
empírica, sino un planteo ideológico “a priori” que incomoda
a cualquiera que desde el ámbito estatal y de la política
representativa quiera representar los intereses populares… e
intenta una y otra vez devolverlo al llano y a la denuncia… lejos
de los lugares de decisión.

Gobierno de los intereses populares, intereses populares


planteados en términos gubernamentales, somos
gobernantes, como plantea Valéria Rezende: sostener estos
planteos en la palabra, en el deseo, en el argumento, en la
práctica y en la organización son tareas fundamentales de
articulación política para hoy y para mañana.

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VALÉRIA REZENDE

Sujetos de decisión y reencuentro

Sentirse parte de una organización social o de un sector no es


suficiente para constituirse en articuladores de un poder popular
amplio.

Recuperar la mirada pero también las mediaciones para


sentirse más ampliamente parte de los sectores populares
supone no sólo –y no tanto– reafirmar las identidades de
origen, sino salirse de ellas. Sentirse parte de unas mayorías
que son más que la suma de los sectores, más que el conjunto
de las organizaciones, y más incluso que aquello que en cada
momento podemos definir como las mayorías o como el pueblo.
Porque sentirse, reconocerse como parte de un pueblo en
términos políticos y de creación política –sentirse con ánimos
de “estadistas”, si se quiere– supone sentirse parte de algo
que no se tiene bajo control y que al mismo tiempo hay que ir
creando en el nombrar y en las decisiones, algo que esta ahí
pero que no tiene una identidad completa y dada.

Esto constituye una nota ineludible –difícil pero gustosa de


disfrutar– de la economía de la pertenencia y la identidad política:
una identificación abierta e incompleta, que hay que crear
cada vez y reconocer en términos dinámicos. Una identidad
con sus centros y sus estrategias, sus puntos de referencia
y sus hitos y coordenadas, pero, sobre todo una identidad-
pertenencia que son no-identidad, no-pertenencia, sino
elección y reencuentro, cada vez.

Es una subjetividad y una forma de sentirse parte y de ser


parte no tan fácil de llevar adelante, pero que se puede y se
debe experimentar, proponer y multiplicar. La tarea política de
creación de las partes y el todo, de la articulación, pasa en
gran medida por este “fijarse” y “pertenecer” desde lo que
no se fija acabadamente y desde lo que no nos pertenece
del todo.

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La respiración de las preguntas

En el esfuerzo y la aventura de plantear claves pedagógicas


–con acento latinoamericano– para la recomposición del estado
democrático y la intervención en políticas públicas, la educación
popular (y su valiosa tradición en nuestro continente) aparece
como una referencia y un punto de partida a considerar.

La vocación por la pregunta que constituye el criterio nuclear,


primario, de la educación popular, nos invita también a
cuestionarnos los posibles significados de ésta última en
el contexto argentino actual. En los últimos años, muchos
momentos y grupos han retomado la inquietud y el discurso de la
educación popular. En muchos casos con una energía e inquietud
que siempre son bienvenidas. En otros, desgraciadamente con
alguna liviandad; y, en otros tantos, incluso como ropaje nuevo
para un dogmatismo ideológico ya conocido.

En este sentido, en Argentina, nuestra cultura política nos


desafía a pensar cómo procesar este largo camino de la
educación popular, que tiene uno de sus orígenes en la
necesidad de dar respuesta y alternativas a las rigideces
y descalificaciones de la razón ilustrada y de la izquierda
dogmática. Sabiendo esto, nos encontramos en nuestro
país con una cultura política y una experiencia histórica: un
populismo sui generis como es el peronismo, cuya matriz tiene
una influencia central hoy día en la vida política de los sectores
populares. Aquí, “populismo” no está dicho con ningún tono
valorativo, sino señalando una cultura política que le hizo y le
hace lugar efectivo al pueblo, reconociéndolo y constituyéndolo,
más allá de los devenires de ese reconocimiento y los usos de
esa cultura. La experiencia histórica de conquistas sociales, la
manera en que se plasmó en el imaginario y en el repertorio
de luchas de los sectores populares, que es la contracara de
esta manera de comprender la política (o, también, de esta
“política de compresión”), asimismo aparece como memoria y

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VALÉRIA REZENDE

horizonte, como caja de herramientas de las maneras populares


de comprender la vida, la historia. Y como matriz y condición
para cualquier proceso de aprendizaje. Esta es una de las claves
de escucha e interrogación que consideramos necesarias para
activar los aportes de la educación popular –y los de Valéria– en
nuestro contexto.

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

Valéria Rezende

Gestión estatal popular y


creación colectiva:
logros, exigencias y utopías

Aos predadores A los predadores


da utopia de utopías

Dentro de mim Dentro de mí


morreram muitos tigres murieron muchos tigres

os que ficaram los que han quedado


no en tanto sin embargo
são livres son libres

Poema de Lau Siquiera

Tanto los argentinos como los brasileros –y probablemente


toda América Latina–, atravesamos un mismo proceso. Durante
décadas hemos hecho esfuerzos enormes en educación
popular, construcción colectiva, articulación, lucha política.
Venimos de un largo trayecto de construcción con trabajos
muy pequeños; deseando cosas fantásticas porque queríamos
cambiar el mundo.

Tareas gigantes desde lugares minúsculos, como si fuéramos


hormigas. Después descubrimos que no estábamos solos, nos
encontramos con otro montón de compañeros y vimos que
podíamos construir un gran hormiguero. Así, lo que hemos

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VALÉRIA REZENDE

construido durante todo este tiempo fue capaz de impactar


y dar resultado en algunas cosas (en el marco de otros
procesos mayores).

Hemos echado abajo dictaduras, hemos contribuido a poner


en cuestión oligarquías, personas que se conservaban en el
poder por encima de los regímenes. Hemos empezado a elegir
gobernantes con cierto grado de compromiso por los intereses
populares y hemos logrado que el Estado abriera muchas
instancias para poner una palabra en la gestión pública.
Hemos tomado herramientas del Estado para realizar políticas,
servicios, cambios. Logramos incluso crear nuevos órganos
institucionales, nuevas interfases entre el gobierno y el pueblo.

Nos llevó mucho tiempo de discusiones, trabajos, formación,


esfuerzo, pero hemos llegado, logramos estar adentro de las
estructuras del Estado. Aquí pasa una cosa: fuimos muchos
para llegar, pero ahora, para seguir somos pocos, resulta
que no alcanza. Somos los mismos que antes nos dedicábamos
a concientizar, educar, organizar, articular, acumular fuerza
popular. Fuimos muchos tratando de construir poder popular
desde abajo. Pero hay una parte grande del pueblo que no
vivenció ese proceso. Entonces, cuando llegamos al Estado y
tomamos la palabra, lo que digamos o hagamos tiene que ser
en una escala que alcance a todo el país. Porque ahora, como
parte de ese Estado, también somos gobernantes.

Cuando sólo éramos parte de la organización social, llegábamos


hasta donde nos alcanzaban las piernas y la voz. Si no teníamos
capacitadores para trabajar en 20 áreas lo hacíamos en cinco,
tres o una y nos articulábamos con compañeros que trabajaban
en otros dos barrios. Pero desde la gestión estatal, no podemos
ir sólo hasta donde alcanzan nuestras piernas. Porque las
políticas del Estado tienen que llegar a todo el territorio y
a todos los ciudadanos. Estos son los desafíos más grandes
que tenemos hoy.

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

El desafío de lo propositivo complejo

A los cambios políticos los hacen los militantes, porque


necesitamos menos gente para provocar grandes cambios
políticos que para ejecutar las políticas públicas por las cuales
hemos impulsado esos cambios. Se trata de una etapa nueva
para la que no nos preparamos y en la que no somos suficientes
ni siquiera para hacer lo que ya está propuesto. Entonces, el
primer desafío es seguir formando cuadros, además de
avanzar con la toma de posesión de las herramientas del
Estado en la implementación de las políticas públicas.

El segundo es hacer propuestas. Lo propuesto todavía es muy


poco. En todo el proceso de lucha tuvimos que trabajar durante
un largo tiempo en clave de reivindicación. Luego comprendimos
que había espacio para proponer y esas propuestas de políticas
públicas nos han servido para fortalecer la movilización popular,
la organización, la articulación para la lucha política. Pero
aun cuando avanzábamos en la implementación de algunas
políticas, nunca tuvimos una propuesta compleja y articulada
como proyecto que involucre a todas las líneas de política
pública. Esa es una cuenta pendiente que tenemos que saldar
todavía.

Luchamos por abrir espacios de participación en la definición


de las políticas públicas, pero cuando esos espacios
verdaderamente se abren, no nos alcanzan las fuerzas para
asumirlos de un modo más completo. Pero resulta que ya no se
puede volver hacia atrás, hay que encarar este nuevo desafío.
Hay gente que está casi arrepentida del camino recorrido y
dicen: “estábamos mejor cuando éramos oposición”.

Así ha ocurrido en Brasil con un caso paradigmático de actores


que con esa consigna se han colocado a la izquierda del grupo
masivo del Partido de los Trabajadores (PT). Rompieron con
el gobierno de Lula y crearon el P SOL (Partido Socialismo y

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VALÉRIA REZENDE

Liberación) una oposición que surgió del propio PT, pero que no
tiene ninguna repercusión popular.

Este tipo de salidas son sumamente negativas porque se


termina llevando agua para el molino de las posiciones más
antipopulares. No se puede diferenciar una oposición de la otra
porque en la práctica sólo existen gobierno y oposición. En
el congreso, en las acciones del ejecutivo o en cada decisión,
las cosas se definen por voto a favor o en contra. Entonces,
estos críticos que reclaman profundizar el modelo popular
terminan constituyéndose en actores de una nueva oposición,
pero esta vez alejados de las bases y los intereses populares,
incluso opuestos a ellos.

Esto habla también de la fragilidad con la que muchas veces se


plantean las oposiciones. Durante las dictaduras, los lugares a
ocupar estaban bien claros, y aunque la resistencia y la oposición
tenían un precio alto, por lo menos estaban bien definidos. Hoy,
tenemos que pensar muy bien qué lugares y posiciones vamos
a asumir. El problema es que el Estado no puede detenerse
para que nosotros discutamos nuevamente dónde nos
paramos y desde dónde pensamos las políticas públicas a
aplicar. El sistema educativo, el de salud y el económico siguen
funcionando.

Los límites de la voluntad

Antes de lograr que Lula llegara a la presidencia, explicábamos


las falencias del gobierno y la ausencia de políticas públicas
como falta de voluntad política. Entonces, como pensábamos
que esa era la respuesta a todo, luchamos por lograr que los
compañeros que tenían voluntad política llegaran a ocupar
lugares en el Estado. Pero, cuando llegaron ahí, se encontraron
con una máquina heredada que no está construida ni preparada
para responder a las necesidades populares. Un aparato que

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

no está pensado para articular con organizaciones de base ni


tiene formas para construir de abajo hacia arriba.

Algo importante como práctica de construcción fue la reforma de


la constitución donde se dio un profundo proceso de participación
y discusión de los dirigentes de movimientos sociales con
compañeros que estaban trabajando en el gobierno. Más de
120 enmiendas populares se presentaron con alrededor de
33 millones de firmas. Fue una experiencia impresionante de
participación, de trabajo y de organización.

También comprendimos luego que el país no funciona


según la constitución. Que ese enorme aparato se pone en
funcionamiento desde los reglamentos donde cada gobernante
acomoda en sus términos la forma de país que impulsa.

Entonces aparece la corrupción. Y el único modo que


encontramos para combatir la corrupción es aumentar las
instancias de control, lo que vuelve mucho más engorroso el
sistema, los proyectos dan más vueltas, tienen que pasar más
miradas. Hemos logrado cambiar más cosas a nivel decisorio
–ahí donde creíamos que no podíamos entrar– que en las
instancias de ejecución de esas mismas políticas. Surge así, un
nuevo desafío en el que no habíamos pensado porque creíamos
que estos cambios dependían de la voluntad política.

La tarea es, entonces, reformular la tecnología de gestión


del Estado en todos los sectores de aplicación de políticas
públicas. En necesario poner imaginación y creatividad para
formular el cómo. ¿Quién tiene que hacerlo? Nosotros, ¿quién
más? Pero tiene que ser un nosotros muy amplio. Tenemos que
ayudar al compañero que está dentro del Estado.

Muy rápidamente aparecen los que promueven la idea


del “espíritu de compra”. Ese que no hace otra cosa que
desalentarnos: “Fulanito ya se corrompió”; “ya no es el mismo,

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VALÉRIA REZENDE

¿quién lo diría?”. Le damos una interpretación moral o ética


a algo que tiene una causa técnica y que no conocemos ni
logramos comprender.

Los compañeros que están en la gestión estatal en Brasil


se encuentran con que la estructura está toda destruida,
desvencijada, abandonada y saben que para poder impulsar
las políticas tiene que trabajar con las organizaciones en su
implementación. Como contraparte, las organizaciones no
queremos dejar de existir y sabemos que para eso tenemos que
obtener recursos, por eso nos resistimos a dejar que todos los
espacios sean cubiertos por el Estado. Pensamos que es muy
justo lo que quiere hacer el compañero al transmitir recursos a
las organizaciones para que lo ayuden en la implementación de
las políticas.

Esa es la parte conciente. La parte inconciente es que todos


necesitamos empleo y así se producen las rivalidades en la
obtención de recursos. Entonces, en lugar de buscar una
articulación entre las organizaciones y el Estado se pasa a la
disputa de organizaciones por esos recursos y allí se rompen
articulaciones importantísimas. Esto también se convierte en un
arma de doble filo, porque no hay razón para oponerse a esto:
qué mejor control y utilización de los recursos destinados a
políticas públicas que el impulsar que las propias organizaciones
populares, de base, sean las responsables junto al Estado de
su implementación. Pero en la práctica ocurren otras cosas:
aparecen rivalidades, disputas que rompen lo que existía de
articulación.

Invención de la historia que viene

Frente a la crisis financiera mundial actual, salen presidentes y


economistas a postular que debemos reformular el capitalismo.
¿Y nosotros qué propuesta tenemos para este momento? Nada

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

más que una idea vaga del socialismo y algunas intuiciones


respecto del Estado, pero no tenemos nada en concreto,
en la práctica. Desde las fuerzas populares, las izquierdas
democráticas, los movimientos sociales: ¿cómo vamos a
aprovechar esta crisis, cómo vamos a capitalizar este momento
de reacomodamiento?

Esto nos añade un desafío más, no basta con tener una serie
de propuestas inmediatas para la aplicación de políticas
públicas. Tenemos que empezar a construir una narrativa del
futuro. Tenemos que empezar a contar la historia de lo que va
a ser. Una historia que tenga armonía, que pueda encantarnos
como pueblo. Esa es la otra cuestión. En la medida en que
no podamos tomar desde el Estado medidas más radicales,
políticas más fuertes hacia la modificación de las desigualdades,
hacia la reformulación en la distribución de la riqueza y
contraponiéndonos a los intereses antipopulares no vamos
a romper con los conflictos de clases, no vamos a lograr una
homogeneización social, una masa formada que pueda discutir,
disputar e impulsar un nuevo proyecto de país.

Es un proceso que tenemos que realizar colectivamente, en un


diálogo fuerte y sincero frente a frente entre las organizaciones
populares. El desafío es reinventar el modo. Hay que sumar a
más gente. Es claro que el pueblo no es tonto; cuando se aplican
de hecho políticas públicas que cambian concretamente la
vida del pueblo y realmente se redistribuye, el pueblo se da
cuenta de que eso es mejor y con solo vivir esas políticas
puede discutir, reflexionar, convencerse y se suma en
este nuevo proyecto de país. No podemos contar con el
crecimiento y razonamiento espontáneo del pueblo.

Tenemos que construir una forma de unidad y sabemos


que una forma que tenemos hoy es la concreción de redes,
aunque éstas también tienen sus problemas. Las redes suelen
articularse sobre temas específicos en los que se consolidan por

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VALÉRIA REZENDE

solidaridad o como resistencia, donde lo máximo que se alcanza


es el intercambio de experiencia. Las acciones e incidencia de
estas redes son muy puntuales, particulares.

Necesitamos construir articulaciones, pero esas articulaciones


tienen que involucrarnos en un proyecto y una identidad que nos
permita convocar e incluir a más gente. Para eso tenemos que
formarnos y formar a más personas. ¿Cómo hacerlo? No hay
una respuesta cierta, pero no podemos volver atrás. Debemos
enfrentar los desafíos presentes hoy, aquí. No podemos dejarnos
achicar por los formularios y las reglas de la gestión pública.
Pero, además, hay que inventar la historia que viene, una
historia que nos enamore, que nos encante. Como las estrellas
que seguían los navegantes para volver a su tierra: su hogar no
quedaba en las estrellas, pero les servían para guiarse y llegar
al lugar que añoraban.

Nos dicen que ya no hay utopías porque éstas no se han


realizado. ¡Qué tontería pensar que las utopías son un plan
para realizarse! Las utopías son para guiarse, una estrella que
nos permite llegar a algún puerto. Nos sirven para saber en qué
rumbo vamos, para corregir la dirección cuando nos desviamos.
Si los marineros que se guiaban por medio de las estrellas
hubieran intentado llegar a esas estrellas, se hubieran vuelto
locos y hubieran quedado dando vueltas en falso en el mar.

Tenemos que construir sueños, darles el más alto grado de


concreción y realismo posible, pero siempre sabiendo que
son sueños. Ahora bien, saber que son sueños no es decir que
no sirva para nada, que sea algo que se desvanece. Algo que
se va a ir reformulando mientras caminamos.

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

Imaginación, concreción y deseo

Lo que estamos viviendo en América latina y en este tiempo,


no lo ha vivido nadie tal cual está ocurriendo. Quizás existieron
procesos similares en los que uno puede buscar guías,
acercamientos, pero nunca un proceso es exactamente igual
a otro porque se da en otras condiciones, en otros momentos
históricos. Por eso es un desafío que tenemos que enfrentar
nosotros mismos y buscar las opciones, tenemos que inventar.
Tenemos que ser capaces de pensar lo que no se ha pensado
antes, ni por nosotros ni por nadie. Y tenemos que hacerlo
articuladamente; no basta con ser cinco loquitos en un bar,
tomando cerveza o una botella de vino, eso se queda ahí y no
cambia nada.

Tenemos que desarrollar dos tipos de intervenciones: una,


que trate de responder a las demandas inmediatas, eso
nos da conocimiento de cómo funciona el Estado, de cómo
ponemos en funcionamiento las cosas. La otra, construir
los espacios con los compañeros y el tiempo necesario para
generar sueños compartidos. Y, poco a poco, transformar
los sueños en proyecto.

No se trata sólo de decir: “Ahora vamos a sentarnos a imaginar”.


Hay que desarrollar la imaginación. Porque es como un
músculo que debemos ejercitar todo el tiempo. Me espanto de
que la mayoría de los compañeros no leen ficción ni poesía,
leen ciencias políticas, periodismo, investigaciones, ciencias
y ensayos. Pero la ciencia sólo puede hablar de lo que ya
existe, lo que está inventado. ¿Cómo y de dónde vamos a
sacar las palabras que no fueron dichas todavía? Los seres
humanos no actúan sin antes decir, por lo menos a sí mismos
lo que van a hacer. Para levantarse y lavarse los dientes, antes
hay que nombrarlo. Todo el tiempo estamos contándonos lo que
va a pasar en nuestro futuro.

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VALÉRIA REZENDE

Contaminarnos de ficción, juntarnos con las personas que


tienen la imaginación fértil, contagiarnos de la posibilidad
de inventar cosas nuevas. Animarnos a decir “y si… tal cosa
ocurriera”. El impulso primero tiene que ser del orden del deseo,
aun cuando sea lo más absurdo que se nos ocurra, no podemos
empezar con realismo porque nos quedaríamos cortos, no
iríamos a ninguna parte. Seguramente lo primero que salga va
a ser increíble, imposible de lograr. Pero ahí es donde podemos
preguntarnos “¿y si…?” Entonces nos iremos acercando a lo
realmente posible. Siempre tenemos que comenzar lejos, para
luego ir acercándonos hasta lo posible. Si comenzamos por lo
posible, entonces no vamos a avanzar nada.

Muchas veces ocurren cosas como las que relata Ray Bradbury
en uno de sus cuentos. Es una historia de 1970, y ocurre en un
día muy especial porque se festeja el centésimo aniversario de
un viaje al futuro que hizo un fulano 100 años antes. Resulta
que este hombre había logrado viajar al futuro y a su regreso
contó y mostró (porque tenía pruebas, películas y pruebas de
análisis del agua y documentos) lo que allí había visto: “En el
futuro –explicaba– vamos a resolver los problemas de energía.
No habrá más problemas de polución. No he visto ninguna
señal de guerra”.

Luego, pasados los 100 años de dicho viaje la gente se junta a


celebrar con alegría el cumplimiento de lo que el viajero había
visto y comprobado. En el momento de la celebración esperan
ver la llegada de su nave, pero nunca aparece.

Entonces el hombre confiesa que nunca había viajado a ningún


lado. Que cuando tenía 20 años estaba cansado de los malos
augurios que se pronosticaban para el futuro, cansado de vivir
en un tiempo donde la gente se regocijaba por las catástrofes
repitiendo que ya lo habían anticipado. Y que por esa razón pasó
muchos años buscando objetos y documentos que parecieran
pruebas del futuro y con eso comunicar lo que sólo era su deseo

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

de futuro. Como le creyeron, lo único que había ocurrido era


que todos se pusieron a trabajar para la realización de eso que
creyeron posible. Esa es la fuerza que tienen los deseos, los
sueños. Porque algo que produce realidad (un sueño que se
cree y quiere verdadero) es realmente posible.

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

Valéria Rezende

Cuestiones reales y replanteos centrales


(en tiempos de maduración democrática)
La experiencia peronista y memoria del estado

Para los brasileros hay dos cuestiones respecto de Argentina


que nos dejan totalmente perplejos y que nos cuesta mucho
entender. Una es: ¿por qué los argentinos piensan que son
mejores que nosotros en fútbol (no sé de dónde han sacado esa
conclusión, pero no me importa demasiado). La otra cosa de
difícil comprensión es: ¿qué es el peronismo?. Pero también
me doy cuenta de que no se trata sólo de una incógnita que nos
desafía a los brasileros, sino que también los argentinos se ven
conflictuados permanentemente por esta pregunta. Porque las
palabras se van vaciando con el tiempo, los conceptos se van
desajustando con el uso y con el paso del tiempo. Porque la
realidad cambia y avanza y no podemos nombrarla del mismo
modo.

Entonces, hay que redefinir y recuperar esas palabras,


descubrir qué es el peronismo, pero qué es hoy, qué hace
que hoy mucha gente siga diciendo que es peronista, para
entender qué es lo perenne y qué es lo pasajero.

Otro concepto a retomar es el de Estado, que se ha mencionado


mucho y siempre se escribe en singular y con mayúscula. La
forma en la que se trae la palabra ya contempla una rigidez, una
mayúscula dura que recuerda y referencia a un estado ajeno,
fantasmal de experiencias absolutitas y estados represores. Los
mismos que leemos en los clásicos cuando estudiamos teoría

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VALÉRIA REZENDE

política, los que contemplan al Estado como el monopolio de la


violencia donde nace el poder.

Pero en los procesos que estamos transitando hoy en América


latina y en las experiencias que estamos protagonizando en los
diferentes espacios, esta palabra, tal cual la cargamos de todos
esos fantasmas, ya no nos dice de qué estamos hablando.
Incluso muchas veces, la forma en la que concebimos y nos
referimos al Estado tiene más que ver con esos miedos y
fantasmas que con la realidad, porque no deja lugar ni refiere a
procesos democráticos. Tenemos que enfrentarla y reconstruirla
para convertirla en una herramienta que nos sirva para describir
y entender nuestra situación actual.

Partidos políticos: herramientas en la práctica

Es importante repensar y discutir la palabra partidos. Muchas


veces, los partidos políticos han tenido su origen en el grupo de
intelectuales o la oligarquía que decide su propuesta, escribe
un programa y va a buscar la adhesión en los ciudadanos. Pero
tienen un programa previo que sale de algunos iluminados, o en
otros casos, de oscuros personajes que se esconden detrás de
esas consignas.

Cuando fundamos el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil


no había programa. Los demás políticos, los medios y la prensa
se burlaban de nosotros porque nuestra meta era aglutinar a
todas las fuerzas posibles (con una característica clara que era
la de ser trabajador) para que luego esos miembros, ciudadanos,
los integrantes del PT fueran los que produjeran el programa.
Entonces, ahí lo importante era la constitución de ese partido.
No bastaba con el programa, porque se estaba construyendo
de una manera diferente. No sirve la forma tradicional de
constitución de los partidos políticos. Por eso tenemos que
darnos el desafío de repensar a los partidos, sus formas y

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

sus prácticas. No es cierto eso de que la teoría construye las


prácticas; es la práctica, la realidad, lo que cambia la cabeza de
la gente.

Otra palabra para reflexionar es red, porque en muchos


espacios se ha puesto de moda y a veces lo utilizamos
como una especie de panacea del trabajo colectivo. Mientras
que si nos asomamos un poco más a los espacios que se auto
consideran redes, nos damos cuenta que son apenas un par de
hilos enredados que no retienen nada.

La verdadera red retiene lo importante, lo que vale la pena, deja


pasar los peces pequeños que no están listos ni maduros y
atrapa a los grandes que sirven de alimento. La red de fútbol
atrapa la pelota para que no queden dudas de que fue gol (…
de Brasil).

El sentido básico de una red no está en su forma sino en


su función. También la red de circo que ofrece seguridad en
los intentos más arriesgados para que cuando salen mal no sea
el último salto y se pueda seguir intentando. No basta con que
nos juntemos varias organizaciones y le pongamos el nombre
de red. Las redes tienen que ser una trama permanente que
agarra las cosas que valen la pena. Y esas cosas que van
atrapando también refuerzan su solidez, su razón de ser.

Hay unas artesanías hechas con ramas en círculos que tienen


una pequeña red en el centro y plumas como colgantes, las
llaman “atrapa sueños”, eso es lo que tienen que lograr nuestras
redes. Pero los sueños son muy volátiles, etéreos, lo que nos
toca es convertirlos en programas y en proyectos para que
puedan ser atrapados firmemente por estas redes y la red. Ahí
volvemos a la noción de los partidos políticos y los programas
para la constitución de estos partidos.

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VALÉRIA REZENDE

Hacemos redes de redes de redes, pero si no construimos


programas o pedazos de programas que puedan concretar
y esclarecer las intenciones que tenemos para darle forma
concreta al proyecto que vamos a aplicar o impulsar o
disputar en el gobierno, entonces no nos sirve para nada.

Pasión por los líderes

Escucho muchas veces la palabra caudillo y eso me genera


un poco de ruido. Para mí, esa palabra se asocia más bien
a Mussollinni, una figura carismática que manda solo y que
puede hacer lo que quiere porque tiene un vínculo sentimental,
afectivo con sus masas o ciudadanos que, por lo mismo, no son
muy críticos. Porque cuando las masas no están organizadas
y no tienen conciencia crítica demandan que la satisfacción de
sus necesidades venga de arriba. Y el caudillo sabe que con
pocas cosas que les dé para alimentar ese vínculo ya tiene
garantizada su posición. Entonces tiende a que el Estado –que
maneja sólo él– se convierta en un Estado total.

Esto es muy peligroso. Es cierto que necesitamos tener líderes,


porque somos seres de pasión, no sólo de razón. No podemos
adherir con pasión a una ley, necesitamos líderes, conductores,
modelos a quienes podamos sumarnos desde la pasión, por
ella es que decidimos arriesgarnos, jugarnos, pelear todos los
días.

No veo ninguna dificultad en que tengamos líderes y si son


simpáticos como Lula, o bellos como Cristina, o graciosos como
Chávez, o imponentes como Evo, porque de todo eso se hace
un líder. Pero cómo hacemos para que no se desvíe hacia el
demagogismo totalitario que nos puede llevar al abismo del
fascismo. La respuesta está en las discusiones y debates que
estamos protagonizando como organizaciones, para que no
exista un vacío entre el caudillo y la masa.

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ESTADO DEMOCRÁTICO, EDUCACIÓN POPULAR Y CREACIÓN COLECTIVA

Las articulaciones, la articulación de organizaciones


sociales, a las cuales hay que integrar cada vez más
cuadros, más ciudadanos que se conviertan en militantes,
son las que nos salvan de caer en ese abismo. Esto es
trabajo de todos, no hay discurso de ningún líder que
pueda lograr esto, se trata de artesanía militante. Luego,
debemos impulsar que vaya creciendo la capacidad crítica
de las organizaciones y la fuerza para ocupar espacios y
proponer programas, proyectos.

Ahí está la función de la educación popular, porque no se


trata de formar a un puñado de dirigentes ni a líderes, sino
de formar y permitir que todo el pueblo vaya creciendo
en esta capacidad crítica. Los políticos populares tenemos
que ser el fermento de la masa, lograr que todos vayamos
armándonos para esa disputa de proyectos de país que se
ponen en juego en cada política pública, en cada ley, en cada
acción de gobierno.

Aquí hay algo para revisar de la etapa en la que finalmente


tenemos oportunidades de ocupar espacios dentro del Estado,
para que esta presión que ejerce el aparato sobre nosotros
obligándonos a encorsetar nuestras prácticas a sus módulos
prefabricados, no nos desvíe de la necesidad de seguir
produciendo poesía, metáfora y sueños para impulsar
la maduración política y pensamiento crítico. Algo que
utilizamos tanto durante las dictaduras y que no es una etapa
superada, sino que debe ser el motor permanente de nuestra
práctica política.

Esa es la fuente de creatividad y de vuelo que permite el cambio.


Estamos cambiando cosas, hay que mirar todos los días el mapa
de América del Sur. Para fortalecernos tenemos que reconocer
nuestra fuerza y nuestro poder. Lo que hemos logrado es
impresionante. Nadie hubiera podido siquiera imaginar hace 10

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VALÉRIA REZENDE

años atrás, todos los cambios que estamos protagonizando en


nuestros países Latinoamericanos.

Actores con capacidad técnica y alcance político

Muchas veces, las organizaciones apuestan a la creatividad en


sus prácticas y logran espacios importantísimos, pero a la hora
de resolver cuestiones concretas como un plan de desarrollo
urbano, deben recurrir a técnicos de otros ámbitos (como
universidades) y eso suele presentar más inconvenientes que
soluciones.

Aquí aparece un desafío fundamental, los políticos populares


tenemos poca afinidad con lo técnico, con la tecnología.
Pensamos que sólo con la voluntad política alcanza y vamos
a disputar lugares dentro del gobierno sin la formación técnica
para manejar las herramientas que tendríamos que utilizar en
esos espacios. Y muchas veces nos atrapan por allí. También
ocurre que muchos militantes tienen esa formación, la separan
de su trabajo político, o nosotros mismos los dejamos de lado
en cuanto técnicos.

Así esperamos que venga un tipo que hizo su tesis en EEUU y


queremos que nos haga un plan y nos explique cómo poner la
informática al servicio de la transparencia o de la democratización
de la información.

Hemos dejado esto de lado por temor a los tecnócratas, pero


tenemos que estudiar e investigar para buscar nuestras
propias herramientas, no las podemos dejar libradas a
las miradas de los técnicos. Debemos escuchar más a los
compañeros que están en los espacios del Estado para que
nos cuenten cómo es la movida, para que nos expliquen cómo
se trabaja en ese caldero y podamos cocinar nuestro propio
guiso.

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Es fundamental que podamos meter en nuestras cabezas
que el proyecto de futuro, de vida mejor, de democracia para
nuestros pueblos, tiene que incluir la capacidad popular de
asumir elecciones y dar soluciones técnicas. Porque las
tecnologías no son neutrales y por lo mismo no se las podemos
dejar libradas a otros actores.
w ww.mapas .org. ar Con el candor de los relatos y la impetuosidad
de quien tiene la pregunta como vocación,
Valéria Rezende comparte unos nudos de
experiencias y reflexiones que tienen el valor
de volverse a ubicar, después de muchos
años, en el lugar donde preguntándonos por
el Estado, nos preguntamos también por la
felicidad de nuestras sociedades y el caminar
de toda una región. Leídos a trasluz y en
perspectiva, sugieren claves para darnos paso
en la ardua labor de imaginar y concretar una
pedagogía popular que recupere para si la
cuestión del estado y las políticas públicas. Un
hacer y unos saberes con el ritmo y el sabor
de lo real. Una mirada abierta a la creación
democrática y la aventura de la política.

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