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Bajo la competencia del s.XIX los capitalistas se vieron obligados a disminuir sus
costos de producción a fin de bajar sus precios para ampliar su mercado. Hay una
doble reacción para conseguir el mayor capital posible:
1) Tratarán de no disminuir sus precios y así lograr sobreganancias (ya que
también bajan sus costos de producción). Además, tratarán de impedir la
llegada de nuevos competidores, introduciendo prácticas de monopolio.
2) Explotarán al máximo a la clase obrera naciente. La burguesía que había
utilizado los grandes principios de la “libertad” para luchar contra la nobleza,
utiliza estos mismos principios contra la clase obrera, prohibiendo el derecho
de asociación y de huelga.
Por esta doble reacción no basta para para que el capitalista tenga una cantidad de
capital suficiente para aumentar las capacidades de producción y perfeccionar la
maquinaria. Por eso, acuden al mismo tiempo a:
1) Una concentración del capital: un aumento de la acumulación del capital por
los capitalistas.
2) Una centralización del capital: reducción del número de capitalistas que se
manifiesta por la desaparición de cierto número de fábricas.
Así la competencia intercapitalista suscita una concentración y una centralización
del capital, que tiene por objeto paliar la insuficiencia de capitales a nivel de cada
empresa: un número cada vez más restringido de capitalistas posee una masa de
capital cada vez más importante. La competencia intercapitalista ha engendrado los
monopolios.
La evolución del modo de producción capitalista implica necesariamente una
centralización y una concentración del capital. Y la dimensión media de las
empresas aumenta sin cesar.
La condición de supervivencia de las pequeñas empresas es que sean capaces de
transformarse en grandes. Los capitalistas aplastados por la competencia se ven
desposeídos de su capital y se convierten en asalariados.