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El cuerpo travesti.

Expresión de la lucha por la diversidad


En un mundo de gusanos hay que tener coraje para ser mariposa

CORDO, Julia Azul azulcordo@gmail.com


CORNELI COLOMBATTO, Bárbara bcorneli84@gmail.com

Nuestra pregunta de investigación tiene que ver con cómo el cuerpo de las
travestis fue cobrando visibilidad como expresión de su lucha como comunidad en
manifestaciones y espacios públicos. Así como su uso en performances, como bandera y
como provocación para defender y reivindicar los derechos de la diversidad sexual.
La elección del tema surgió para enriquecer nuestra práctica profesional con una
perspectiva de género. Al acercarnos a las implicancias de este término supimos de la
existencia de diversas organizaciones de minorías sexuales, con fuertes influencias de
las distintas corrientes del pensamiento feminista.
En un recorrido por las conceptualizaciones de las diversidades sexuales, el cuerpo
aparecía como un territorio de expresión de sus problemáticas, de sus decisiones, de su
construcción de identidad. El cuerpo es, entonces, una herramienta de comunicación.
El cuerpo travesti era el referente empírico emblemático para nosotras, pues
encarna interrogantes, exposición, visibilidad. El cuerpo travesti encarna la lucha de la
comunidad trans y pone en cuestionamiento categorías de género que ya habían
provocado revuelo tras la escisión sexo / género que proponía el feminismo y rompía
los parámetros binarios femenino/masculino.
A la multiplicidad de géneros, se impusieron en el escenario público las travestis,
con sus gestos y corporalidades como expresión de sus subjetividades. Su lucha abre un
frente en el escenario sociopolítico para dar lugar en la disputa de poder a las diversas
identidades de género. Con sus participaciones, sus resignificaciones de prácticas como
actores sociales y sus discursos comunicacionales, a través de la visibilización de sus
cuerpos, crean nuevos sentidos sociales.
Consideramos importante insertar la investigación en el escenario latinoamericano.
Esto implica dar cuenta de necesidades propias de estas latitudes; es decir, otro tipo de
opresiones que no figuran en textos clásicos del feminismo estadounidense, creados en
otra coyuntura, trayectoria e historicidad.
Al sostener que los cuerpos comunican y sabiendo que los cuerpos travestis están
insertos en nuestra cultura, consideramos que son la herramienta más concreta y
tangible desde la cual se expresa esta comunidad.
“En la intersección del cuerpo y la subjetividad existe una condensación de sentidos
generados por la participación de los sujetos en una cultura del flujo y el movimiento.
Las nuevas formas de asumir el cuerpo o la emergencia de subjetividades sociales no se
gestan en el vacío contextual, se materializan en el devenir de la sociedad, donde los
sujetos se constituyen desplegando sus prácticas corporales y de subjetivación
interactuando con otros”1.
Las travestis construyen sus subjetividades desde hace más de veinte años, como
una comunidad que se organiza y aúna fuerzas para reivindicarse como sujetas de
derecho. Estas nuevas subjetividades trascienden a las travestis y cada vez más se
vuelven sentidos comunes compartidos por otros actores sociales, organismos y
agrupaciones.
La importancia que tiene su presencia, sus ideas, sus discusiones y sus rupturas de
discursos y de prácticas hegemónicas, se plasman en sus conceptualizaciones de
sexo/género y en nuevos términos como “transgénero”; así como en definiciones del
tipo “más que un ser somos un proceso”2.
En las últimas dos décadas se constituyeron las principales asociaciones y
agrupaciones de travestis que nuclear a las representantes de la comunidad. En 1991 se
forma la primera asociación que lleva el nombre de Asociación de Travestis Argentina
(ATA). Con esta organización se incorporan por primera vez a la Marcha del Orgullo
Gay Lésbico en su tercera edición. “Aquí se dio nuestra primera lucha por la
visibilización. (…) la participación travesti en la marcha fue no sólo numéricamente
mayor a la de otros grupos, nuestra colorida vestimenta nos destacaba también del
grupo. La decisión de llevar atuendos coloridos fue sin duda una estrategia alternativa a
la invisibilización que se nos había impuesto”3.
La estrategia de visibilización de los cuerpos travesti transexual continuó con la
participación en el Primer Encuentro Nacional Gay, Lésbico, Travesti, Transexual y
Bisexual realizado en Rosario. Allí presentaron una obra teatral cuyo eje era “mostrar

1
Cachorro, Gabriel A. Cuerpo y subjetividad. Introducción. EDULP. La Plata. 2006. Pág. 7.
2
Berkins, Lohana. Ibid. Pág. 136.
3
Berkins, Lohana “Un itinerario político del travestismo” en Sexualidades migrantes. Género y
transgénero. Diana Maffía (comp.) Ed Feminaria. Buenos Aires. 2003. Pág. 128.
los atropellos y maltratos que pasábamos cinco travestis en una comisaría y,
simultáneamente, nuestros sueños y deseos”4.
En la búsqueda por definir su identidad y constituirse como sujetas de derecho,
comienzan a usar el femenino para referenciarse a sí mismas y se suman al movimiento
feminista, en un proceso de alejamiento de lo masculino y su simbolización.
Este posicionamiento ideológico, político y social, se conjuga con la
participación en los debates de la Asamblea Estatuyente en 1994, cuando la Capital
Federal pasó a denominarse Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para participar de la
Estatuyente conformaron ALIT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti) y
OTRA (Organización de Travestis Argentinas).
En el Artículo 11 de la nueva Constitución de la Ciudad se incluye “la no
discriminación por orientación sexual”. Las organizaciones nombradas arriba exigieron
que se incluya a las travestis dentro de la orientación sexual. “Reconocida esta no
inclusión, las travestis comenzamos a exigir que se hable no sólo de orientación sexual,
sino también de identidad de género”5.
A esta lucha por su reconocimiento en los grupos de diversidad sexual, se sumó
el pedido por la derogación de los Edictos Policiales (vigentes desde 1949 en el país)
que finalmente ocurre en 1998. “Una de las principales tareas de las organizaciones
travestis/transexuales, será animar y acompañar a las compañeras travestis a denunciar
distintos tipos de abusos; así encuentran una manera de comenzar la lucha contra la
discriminación, segregación y maltrato”6.
Coincidimos en el recorte temporal realizado por Josefina Fernández en La
gesta del nombre propio para contextualizar nuestra pregunta de investigación. En su
artículo “Travestismo y violencia policial”, la antropóloga afirma: “El travestismo
organizado en la Argentina comienza a manifestarse públicamente en los años 90. El
argumento central de su visibilidad es la lucha por la derogación de los Edictos
Policiales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, principal herramienta del Estado
para reprimir disidentes peligrosas/os.”7 Los Edictos funcionan como un instrumento
que delega en la policía, provincial o federal, la tarea de reprimir actos no previstos por
el Código Penal de la Nación. Dos de estos aluden a las travestis. Por ejemplo, el

4
Berkins, Lohana Idem Pág. 128/129.
5
Berkins, Lohana. Idem. Pág 130.
6
Fernández, Josefina. “Travestismo y violencia policial” en La gesta del nombre propio. Berkins y
Fernández, coords. Ed. Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires 2005. Pág. 63.
7
Fernández, Josefina. “Travestismo y violencia policial” en La gesta del nombre propio. Berkins y
Fernández, coords. Ed. Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires 2005. Págs. 39/40.
artículo 2ºF dice “Serán reprimidos los que se exhibieren en la vía pública con ropas del
sexo contrario”8.
En su lucha por visibilizar sus problemáticas, tales como su no inclusión dentro
de políticas públicas y su no reconocimiento como sujetas de derecho, se vinculan con
procesos y luchas más amplias. Participan de movilizaciones de otras minorías y
movimientos sociales. Adhieren a piquetes, asambleas y carnavales. Este compromiso
adoptado por ellas no tuvo una respuesta significativa.
Una de sus adhesiones más trascendentales fue la del 19 y 20 de diciembre de
2001 contra el Estado de Sitio impuesto por el Presidente Fernando de la Rúa. “Fue una
sorpresa advertir que por una vez las exageradas siliconas, los pudorosos genitales, las
indecorosas pinturas y corpiños se desvanecían tras la protesta social, se ocultaban en
ella. Curiosamente o no tan curiosamente, cuando no nos miraban fue cuando mejor
miradas nos sentimos. Allí éramos una vecina más”9.
En el artículo “Un itinerario político del travestismo”, Lohana Berkins,
integrante de ALITT, distingue el carácter particular que adquirió su presencia en la
movilización, vinculado a la lucha por su visibilización en el escenario social cotidiano:
“…para las travestis, el estado de sitio es a diario. La rutinaria persecución policial, las
acostumbradas restricciones a circular libremente por las calles portando una identidad
subversiva, los permanentes obstáculos para acceder a los derechos consagrados para
todos/as los/as ciudadanos/as del país, entre otros, hacen de la vida travesti una vida en
estado de sitio”10.
Desde el momento en que la lucha travesti salió a la calle, sus cuerpos presentes
fueron su espacio de visibilización. “A diferencia de gays y lesbianas, las travestis no
tenemos opción en cuanto a nuestra visibilidad. No podemos elegir no decir a nuestras
familias qué somos o queremos ser, no podemos elegir cuándo salir del closet”11.
A pesar de que existen diversos trabajos de análisis e investigación sobre la
constitución de su identidad de género, las travestis continúan siendo mediatizadas y su
lucha comunicada desde la estigmatización y el estereotipo.
Resta por recorrer aún la comunicación de sus reivindicaciones, la mirada hacia sus
cuerpos que comunican sus decisiones de identidad, sus experiencias vividas, los

8
Fernández, Josefina. Idem. Pág. 40.
9
Berkins, Lohana “Un itinerario político del travestismo” en Sexualidades migrantes. Género y
transgénero. Diana Maffía (comp.) Ed Feminaria. Buenos Aires. 2003. Pág. 132
10
Berkins, Lohana. Idem. Pág. 133.
11
Berkins, Lohana. Idem. Pág. 136.
maltratos padecidos y la ausencia de consideración como sujetas de derecho dentro del
diseño de las políticas públicas.
El cuerpo travesti es una hibridación entre sexo biológico, performatividad
genérica y deseos que rompen la heteronormatividad. Ejemplo de una convivencia de
elecciones que conforman un nuevo tipo de identidad no encasillable en categorías
binarias. Un aporte a que nos definamos como diversos y no ya como diferentes.
Como dijimos, en nuestra investigación tomaremos al cuerpo travesti como
expresión de la lucha para la visibilización de esta comunidad y su diversidad sexual.
Como textos significativos para su estudio consideramos algunos con preponderancia
teórica y otros que encaran al cuerpo y la diversidad sexual con referentes empíricos,
enmarcados en la perspectiva de género.
Como textos teóricos consideramos claves: “El concepto de género”, de Conway, J.,
Bourque, S., Scout, J., en: El género: La construcción cultural de la diferencia sexual,
Marta Lamas (comp.), Ed. Porrúa, 2000, fundamental para conocer los usos de la
categoría de género, central en la teoría feminista; Antropología del cuerpo y la
Modernidad, David Le Breton, Ed. Nueva Visión, 1990, el autor recorre las
conceptualizaciones del cuerpo en las sociedades occidentales desde la Edad Media
hasta la actualidad; y la compilación de artículos coordinada por Diana Maffía
Sexualidades migrantes. Género y transgénero. Diana Maffía (comp.) Ed Feminaria.
Buenos Aires. 2003, del que destacaremos para el Estado del Arte los artículos de
Lohana Berkins, “Un itinerario político del travestismo” y de Josefina Fernández,
“Cuerpos del feminismo”.
Posicionarnos desde una perspectiva de género implica distinguir sexo biológico del
género que supuestamente le corresponde y considerar que estas categorías ya no sólo
son binarias sino que, en el desarrollo del pensamiento filosófico, sociológico y
antropológico feminista se ramificaron en inclusiones y exclusiones de las diversidades
sexuales.
En el artículo de Conway y otros, se hace un recorrido histórico sobre las
variaciones y distintas acepciones del término “género”, desde distintas disciplinas
sociales. Desde la mirada psicológica, las autoras retoman al psicoanalista Jaques Lacan
quien plantea que “las identidades sexuales no están enraizadas en lo biológico, sino que
siempre se anda tras ellas, y que esta búsqueda –sea hetero u homosexual- sólo resulta
posible en contextos simultáneamente políticos y personales”12.
Como cierre del artículo, las autoras reflexionan sobre la utilidad del estudio de
género dado que proporciona una visión sobre lo que sucede al interior de los sistemas
sociales y culturales. Sostienen que éstos pueden impulsar el “reordenamiento de todas
las demás categorías sociales, políticas y culturales”13.
Si bien las autoras proponen que “el estudio de género es una forma de comprender
a las mujeres no como un aspecto aislado de la realidad sino como una parte integral de
ella”14, nos proponemos en este trabajo de investigación ampliar la perspectiva,
estudiando e intentando comprender las diversas y múltiples identidades de género que
hoy se manifiestan y están presentes en el espacio público.
Retomando a Le Breton, tomaremos como eje dar visibilidad a los cuerpos de las
travestis y transexuales en el espacio público y político, interpelando a otros cuerpos y,
junto a estos, a otros discursos hegemónicos y contra-hegemónicos. Qué pasa con esos
cuerpos interpelando a otros, qué modos de expresión adoptan, qué eligen visibilizar y
qué invisibilizar, por qué se visibilizan con determinadas prácticas. “En el transcurso de
la vida de todos los días, el cuerpo se desvanece. Infinitamente presente en tanto soporte
inevitable, la carne del ser-en-el-mundo del hombre está, también infinitamente ausente
de su conciencia. (…) el cuerpo es, sin embargo, el soporte material, el operador de
todas las prácticas sociales y de todos los intercambios entre los sujetos”. “La
socialización de las manifestaciones corporales se hace bajo lo auspicio de la represión.
(…) podemos decir que la sociedad occidental está basada en un borramiento del
cuerpo, en una simbolización particular de sus usos que se traduce por el
distanciamiento”15.
Los textos que tomaremos porque conjugan nuestro referente empírico con marco
teórico son: La gesta del nombre propio, Lohana Berkins y Josefina Fernández, Ed.
UPMPM, 2005, es un informe sobre la situación de la comunidad travesti donde se
considera el mismo universo de análisis de nuestra investigación; el artículo “Dime qué
genitales tienes y te diré a qué género perteneces” de Pablo Ben, en Cuerpos, géneros e
identidades, Ediciones del signo, 2000, habla sobre hermafrodismo; El travestismo:

12
Conway, J. y otros: “El concepto de género”, en: El género: La construcción cultural de la diferencia
sexual, Marta Lamas (comp.), Ed. Porrúa, 2000. pág. 29.
13
Conway, J. y otros: Idem. Pág. 32.
14
Conway, J. y otros: Idem. Pág. 33.
15
Le Breton, David: Antropología del cuerpo y modernidad, Cap.6 “Borramiento ritualizado o
integración del cuerpo”, Ed. Nueva Visión, 1990. Pág. 122.
¿ruptura de las identidades sexuales, reforzamiento de los procesos de generización o
identidad paradójica?, Tesis inédita de Josefina Fernández, realizada en el año 2000
(www.cenesex.sld.cu/webs/diversidad/travestismo.htm), donde la autora, antropóloga y
feminista analiza el travestismo y la identidad de género; El eje del mal es
heterosexual, compilación de artículos del Grupo de Trabajo Queer de Madrid con
análisis sobre figuraciones, movimientos y prácticas queer en el Estado español, del año
2005.
En La gesta del nombre propio Lohana Berkins, representante de ALITT y
Josefina Fernández, antropóloga y feminista abocada al estudio del travestismo como
nueva identidad de género, relevaron la situación de las travestis, transexuales y
transgéneros, mediante encuestas llevadas a cabo por tres organizaciones travestis:
ALITT y Futuro Transgenérico en la ciudad de Buenos Aires, Movimiento
Antidiscriminación de Liberación (MAL) en el conurbano bonaerense y la Asociación
por la Igualdad de los Derechos en Mar del Plata.
Además de los resultados de estas encuestas a más de 300 travestis, hay diversos
artículos que contextualizan la situación de discriminación y criminalización de esta
comunidad de diversidad sexual.
Uno de los textos centrales es el de Josefina Fernández: “Travestismo y
violencia policial. Cada 100 de nosotras, 86 hemos recibido algún tipo de violencia
policial”. En éste artículo, la antropóloga hace hincapié en la persecución y represión
policial sufrida por travestis tanto en la vida pública, como en la detención en
comisarías, amparada hasta 1998 por los Edictos Policiales y readaptada luego en la
Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Los Edictos contemplaban la acción policial en actos “ilegales” no incluidos en
el Código Penal, como por ejemplo, vestir ropas del sexo opuesto (Art. 2ºF). Al ser
derogados y crearse la Constitución de la CABA, la discriminación hacia las travestis
seguía en pie, su condición de diversidad sexual, no estaba incluida dentro del artículo
11 que implicaba la no discriminación hacia las minorías sexuales.
Frente a esta exclusión de la Constitución y la continuidad de la represión
policial, la organización política de los grupos de travestis tuvo como eje recibir las
denuncias por maltratos y discriminación por parte de la policía, así como en la atención
hospitalaria, en la calle y en las escuelas. Alguna de las denuncias más representativas
se citan textualmente en este artículo.
Asimismo, aquí se hace referencia a la prostitución como una salida laboral para
las travestis, sumada a la estigmatización a priori de la portación del VIH Sida.
La referencia a la salud es profundizada en el artículo “La imagen del cuerpo.
Una aproximación a las representaciones y prácticas en el cuidado y la atención a la
salud” de María Alicia Gutiérrez. En éste se analizan los tratamientos y la atención
médica diferenciada cuando se trata de pacientes trans. Se ejemplifica la discriminación
sufrida en distintos hospitales y se reivindica el proceso de adaptación por parte de la
comunidad médica en el hospital Muñiz. En esta institución se registraba a las travestis
por sus nombres y apellidos asentados en el DNI, así como el temor por el contagio del
virus del VIH y las dificultades al momento de internar a las pacientes.
Ante las denuncias por discriminación y violencia institucional, el equipo médico
cambió su actitud de a poco. No sólo readaptaron las internaciones, sino que llamaban a
las pacientes por su nombre de identidad de género; conformaron un equipo de apoyo
psicológico, tanto para las pacientes como para los médicos e incluso estos y
comenzaron a interrogarse sobre la propia orientación sexual.
Este capítulo a su vez plantea las dificultades para acceder al sistema de salud
marcada por la alta presencia de travestofobia por parte de los profesionales médicos,
que retrasa el momento de la consulta por miedo a sufrir discriminación y maltratos en
la atención.
En el anexo gráfico del libro se presentan los resultados porcentuales de las
encuestas realizadas. Estos dan cuenta de las condiciones en las que viven y trabajan, el
grado de escolarización que han alcanzado, que su principal ocupación es el ejercicio de
la prostitución, las modificaciones realizadas sobre sus cuerpos y las condiciones en que
fueron intervenidas y las situaciones y ámbitos de violencia.

En la tesis inédita de Josefina Fernández, El travestismo: ¿ruptura de las


identidades sexuales, reforzamiento de los procesos de generización o identidad
paradójica? del año 2000, el problema de investigación se plantea cuando la
antropóloga se “topa” con las travestis en la Asamblea Estatuyente por la derogación de
los Edictos Policiales. Como militante feminista, forma parte de esa discusión
defendiendo a las prostitutas que no quieren que el Estado regule su trabajo. En este
contexto distingue la lucha de las travestis y transexuales y comienza a cuestionar e
interrogarse sobre la teoría feminista y la implicancia del travestismo en ésta.
“¿No era el travestismo un ejemplo de aquella advertencia que Judith Butler (1991)
venía haciendo a la teoría feminista respecto a que las “interpretaciones múltiples del
sexo” pueden ser predicadas tanto de cuerpos masculinos como femeninos? Cuanto
menos, el travestismo me enfrentaba a una interpretación del sexo biológico diferente a
la esperada.
“A medida que el travestismo adquiría visibilidad interpelando las relaciones
establecidas entre construcción social del género, diferencia sexual y orientación sexual,
mis preguntas sobre estos temas fueron asumiendo la forma de un proyecto de
investigación cuyos resultados dieron origen a este trabajo”16.
“El capítulo tres (de esta tesis) está referido al cuerpo. A través de las diferentes
intervenciones que hacen sobre él, se indaga una vez más las representaciones
identitarias de las travestis. Las transformaciones sobre un cuerpo biológicamente
masculino forman parte de la construcción de una identidad que puja por diferenciarse
del transexualismo, del transformismo y de la homosexualidad masculina, y es también
un cuerpo que se dibuja sobre la base de una mirada exhaustiva del cuerpo femenino”17.
Para desarrollar su investigación usó como estrategia metodológica la realización de
entrevistas semi-estructuradas a miembros de las agrupaciones travestis coincidentes
con nuestro universo de observación (ALITT, ATTTA y OTRA), y observación
participante de reuniones, asambleas, marchas y encuentros previos de organización de
la VIII Marcha del orgullo GLBTT.
Entre las conclusiones, Fernández responde a las preguntas enunciadas en el título
de su Tesis, haciendo referencia a si el travestismo es un reforzamiento de los procesos
de generización o acaso constituye un tercer género. Destacamos a continuación algunos
fragmentos:
“En muchos casos, la imagen más apropiada es la de deseos, placeres y prácticas
que, reorganizados y significados a través de principios de división de géneros, se
encuentran muy poco a gusto dentro de estos esquemas de interpretación. A medida que
estos se exploran y reelaboran a través de las relaciones e interacciones con otros,
desbordan estos esquemas y buscan otros en los que puedan desarrollarse con mayor
libertad. No hay un telos prefijado y único que organice estos procesos de construcción
de identidad y que los explique de una vez y para siempre. La experiencia de las

16
Fernández Josefina. El travestismo: ¿ruptura de las identidades sexuales, reforzamiento de los
procesos de generización o identidad paradójica? Año 2000. Publicado en:
www.cenesex.sld.cu/webs/diversidad/travestismo.htm , en abril de 2004.
17
Fernández, Josefina. Idem.
interacciones en el trabajo prostibular, con el propio cuerpo y las formas de presentación
de sí en el escenario público, nos muestran más bien la existencia de procesos abiertos a
la experimentación y con finales – si los hubiera – abiertos, aunque sin duda
condicionados.
“A partir de este esquema de múltiples sexos, de múltiples géneros y de múltiples
combinaciones entre ambos, es posible construir miradas más abiertas a los procesos de
construcción de identidades travestis y a las evidencias reunidas sobre dichos procesos.
Situado en el marco de las comparaciones interculturales, el modelo del viaje parece ser
reemplazado por el de una matriz con múltiples entradas y salidas que, a través de
procesos históricos y culturalmente determinados, dan lugar a la definición de múltiples
trayectorias identitarias posibles. Son estas trayectorias las que se buscan identificar
dentro de la categoría de tercer género o géneros supernumerarios”18.
El eje del mal es heterosexual, es una compilación de artículos del Grupo de Trabajo
Queer de Madrid (GtQ-Mad) con análisis sobre figuraciones, movimientos y prácticas
queer en el Estado español, del año 2005. Su posicionamiento como grupo de trabajo y
movimiento político en la realidad parte de considerar que “nuestros cuerpos son
políticos. Nuestros cuerpos son discursos, no son más que aquellos lugares materiales de
‘articulación productiva de poder y saber’. Escupimos sobre el neoliberalismo que tan
bien ha simulado recibirnos en sus espectáculos insertos en la matriz heterosexual”19.
El título de la compilación surge de la presencia discursiva de nombrar -tras los
atentados del 11 de septiembre en Nueva York y del 11 de marzo en Madrid- al otro,
extraño, desconocido, como un peligro y como responsable de los actos terroristas,
constituyendo “el eje del mal”, al decir del Presidente de Estados Unidos, George Bush,
refiriéndose a que: “Peligros sin precedentes se ciernen sobre el mundo civilizado”20.
El GtQ-Mad establece que, para los heterosexuales con una visión ortodoxa, el “eje
del mal” son los grupos de diversidad sexual, porque rompen con la orden binario
masculino/femenino. Esta postura hetero taxativa fomenta la homofobia, la transfobia,
el sexismo y el racismo. Por ello, desde la militancia queer y desde estos trabajos

18
Fernández Josefina. El travestismo: ¿ruptura de las identidades sexuales, reforzamiento de los
procesos de generización o identidad paradójica? Año 2000. Tesis inédita. Publicado en:
www.cenesex.sld.cu/webs/diversidad/travestismo.htm , en abril de 2004.
19
Grupo de Trabajo Queer de Madrid. El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y
prácticas queer. Ed. Traficantes de Sueños. Madrid. 2005. Introducción. Pág. 17
20
Grupo de Trabajo Queer de Madrid. El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y
prácticas queer. Ed. Traficantes de Sueños. Madrid. 2005. Introducción. Pág. 17
teórico-prácticos, analizan y desarrollan qué figuraciones se crearon en torno a
diversidades sexuales gay, lesbianas y trans.
“Usar la homosexualidad como expresión del mal –recurso de la izquierda y de la
derecha, de oriente y de occidente, de diferentes religiones- sitúa el insulto en la
‘homosexualidad’ para denigrar al otro. Entonces, ¿qué resulta tan perturbador de añadir
el calificativo ‘heterosexual’ a la expresión ‘eje del mal’? En principio, no serviría para
ofender pues en nuestra sociedad la heterosexualidad no funciona como insulto, sino
como requerimiento de normalidad. Añadido al ‘eje del mal’, no hace más que marcar lo
nunca marcado, la heterosexualidad, para decir lo obvio: que las posturas del ‘eje del
mal’ partieron de una heterosexualidad obligatoria y militantemente homófona”21.
Uno de los focos interesantes de esta compilación es el hincapié de las distintas
autoras en las discriminaciones hacia grupos de minorías sexuales como las lesbianas
negras, en el texto de Barbara Smith: Homofobia, ¿por qué hablar de ello?, o bien las
discriminaciones que padecen los inmigrantes latinoamericanos o africanos en Europa
(en este caso en España) que se conjugan y potencias si, a su condición de extranjero-
potenial-peligro-amenaza, se le suma su orientación sexual.
Coincidimos con, al menos, uno de los objetivos del libro planteados: “Con este
libro queremos reclamar las posibilidades políticas de los cuerpos raritos, de las
performatividades cotidianas de los géneros –en la calle, en el trabajo o en la familia-,
de la teatralidad o la parodia que ironizan la naturalización sexual y abren nuevos
espacios de lo inteligible y lo vivible, y de muchas otras formas de hacer políticas queer
que no alcanzan el grado de seriedad de la militancia tradicional (¿masculina?)”22
Un ejemplo claro de este análisis es el artículo de Gracia Trujillo Barbadillo: Desde
los márgenes. Prácticas y representaciones de los grupos queer en el Estado español.
Lo tomamos como referencia en nuestro Estado del Arte porque define al activismo
queer y marca el desarrollo de sus prácticas y su presencia cada vez más fuerte en
distintos escenarios públicos, desde principios de la década del ’80 en California y a
partir de los ‘90 en España.
La autora analiza qué acciones y representaciones llevan a cabo los grupos políticos
queer en el Estado español, ejemplificando con las agrupaciones La Radical Gai y LSD
(Lesbianas Sin Dudas) y cómo, con sus prácticas, resignificaron el término anglosajón,

21
Grupo de Trabajo Queer de Madrid. El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y
prácticas queer. Ed. Traficantes de Sueños. Madrid. 2005. Introducción. Pág. 19
22
Grupo de Trabajo Queer de Madrid. El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y
prácticas queer. Ed. Traficantes de Sueños. Madrid. 2005. Pág. 24
abarcando no sólo grupos gays y lésbicos, sino también movimientos feministas y
organismos que defendían los derechos de minorías sexuales y sociales.
Estudia carteles, fanzines, panfletos, así como dos casos concretos de representación
queer: una performance de drag-kings y una acción crítica (intervención) con el
documento nacional de identidad como objeto queer cercena la libertad de elección de
identidad y de expresión social.
Uno de los ejemplos es el análisis de una serie fotográfica realizada por el grupo
LSD en 1995, cuyas imágenes “son esa irrupción de cuerpos con múltiples deseos,
sujetos y sexualidades invisibles que interpelan a esas otras miradas y discursos sobre sí
mismos”23. Las fotos muestran dos cuerpos femeninos cruzándose entre sí, sugiriendo
un acto de relación sexual lésbico, o bien el juego de colage en la tapa del fanzine
Bollus Vivendi con las fotos de dos muñecas Barbies abrazándose.
Concluye que “la representación queer va más allá de lo meramente artístico o
estético, abriendo nuevos espacios de contestación, provocación y visibilidad a las
minorías sexuales que irrumpen en los cuerpos, deseos y placeres en el ámbito de la
práctica política y académica (de los “estudios de la mujer” o “estudios de género”)”24.
En artículo Muéstrame tus genitales y te diré quién eres, Pablo Ben intent construir
un registro crítico de la historicidad de la intersexualidad, los diagnósticos y
denominaciones que le fueron aplicados. Para esto, considera al género como “una
condición primaria para la comprensión de las condiciones sociales” 25, como parte de
las imposiciones “para adecuar las subjetividades a un modelo representado por el varón
blanco, occidental, argentino, heterosexual y de élite” 26. En la identidad argentina se
excluyó entonces todo lo que no estuviese incluido en estos términos.
El autor trabaja el concepto de ceguera de género, lo que implica que “las categorías
de varón y mujer implícitas en la mayoría de los análisis del pasado presuponen como
inevitable la existencia misma de los ‘sexos’ como instancias dicotómicas, en vez de
explorar el carácter histórico de la construcción de esta oposición (…) a partir de la
posesión de órganos sexuales”27.

23
Gracia Trujillo Barbadillo: Desde los márgenes. Prácticas y representaciones de los grupos queer en el
Estado español. En: El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prácticas queer. Ed.
Traficantes de Sueños. Madrid. 2005. pág. 34.
24
Gracia Trujillo Barbadillo:Idem. pág. 30.
25
Ben, Pablo: Muéstrame tus genitales y te diré quién eres. En: Cuerpos, géneros e identidades.
Estudios de historia de género en Argentina, de Halperín, P. y acha, o. (Comp.). Ed. Del Signo, Buenos
Aires, 2000. Pág. 64.
26
Ben, Pablo: idem.
27
Ben, Pablo: idem.
Si bien Ben se apoya en la experiencia del “hermafroditismo” (sic), la concepción
del saber médico que se desliza y su postulado como autoridades para regular las
conductas y los cuerpos son también observables como ejes de la intervención estatal
sobre los/as individuos/as para sostener la binariedad sexual. Ésta funcionó siempre
como instituyente de la normalidad y determinante para categorizar de patológicos a
otros comportamientos sexuales.
“La generación del ’80 constituyó un estado que a través de sus instituciones apostó
a instituir la identidad nacional en términos de una argentinidad ‘viril’ donde las mujeres
debían ser madres y estar alejadas del mercado laboral, la política y las profesiones
liberales, a riesgo de ser ‘invertidas’”28. Esta inversión iba aplicada no sólo al plano
sexual, sino al rechazo del rol pasivo de la mujer (en todos sus aspectos) o del rol activo
y dominante del varón.
Aplicado a los/as hermafroditas en el texto, pero aplicable a otras diversidades
sexuales, Pablo Ben dice que “una persona cuyo sexo no es claramente determinable
pone en crisis un sistema político y social que parte del reconocimiento naturalizado de
una binariedad sexual”29.
Ben también cita a Cheryl Chase, activista intersex, para la definición de las
categorías transexual y transgénero: “El primero de los mismos designaría a quienes
completarán su transición, en un sistema de dos géneros, hacia el género opuesto al
anatómico, a través del proceso de reasignación del género (hormonas, cirugías,
cambios legales); en tanto, se utiliza el término transgénero para denominar a aquellas
personas que buscan una determinada expresión de ‘género’(…). Sin embrago, se
considera a ‘transgénero’ un término campana, bajo el cual se reconocen las diversas
identidades transgresoras del género”30.
Este autor tiene una mirada que hace foco en los cuerpos. Dice que éstos hablaban a
través de sus genitales y mostraban en qué tareas podían desempañarse las personas. La
identidad entonces, se correspondía sin objeción a las características corporales. Los
cuerpos ambiguos, para los médicos, no decían la verdad o bien habían quedado
estancados en una etapa incompleta de la evolución. “A este elemento discursivo se le

28
Ben, Pablo: idem. Pág. 67.
29
Ben, Pablo:Idem. Pág. 70.
30
Ben, Pablo: Muéstrame tus genitales y te diré quién eres. En: Cuerpos, géneros e identidades.
Estudios de historia de género en Argentina, de Halperín, P. y acha, o. (Comp.). Ed. Del Signo, Buenos
Aires, 2000. Pág. 71.
sumó el ejercicio de un control social que auspiciaba la muerte de la persona cuyos
genitales no coincidieran con su identidad”31.
Para Ben la intervención en los cuerpos hermafroditas sin consultar al sujeto se
contrapone a la negación del cambio de cuerpo a “transexuales adultos/as que lo
deciden concientemente a partir de sus identidades construidas, y de su deseo”32.
En su artículo Los cuerpos del feminismo, Josefina Fernández comienza por
enunciar ciertas voces que el feminismo no representaba ni incluia en los años ’60, ’70 y
’80: actitudes homófonas del feminismo heterosexual y actitudes racisistas del
feminismo blanco.
La gradual visibilización que adquieren el travestismo y transexualismo a fines de
los ’90, constituyen para la autora “una oportunidad para una nueva interrogación al
modelo binario sexo/género, (…) a los usos de la categoría género y también a la de
cuerpo, como la constitución misma del sexo”33.
Estos sujetos nómades representan una práctica cultural que se resiste a las
representaciones dominantes y “llevan un cuerpo que no se ajusta a las normas del
orden corporal y, en este sentido, transgreden los bordes del sexo y género
normativos”34.
La antropóloga habla de dos grupos feministas. El primero está compuesto por
liberales y humanistas que consideran a los cuerpos de las mujeres como una limitación
para el logro de la igualdad y la trascendencia, un cuerpo sexualmente determinado.
Por otro lado, el grupo de feministas construccionistas comparte la noción de cuerpo
biológicamente determinado, pero oponiendo biología a psicología. Esta postura
construccionista consideraría a una travesti como diferente y por tanto, excluíble, ya que
“su cuerpo sexuado no se corresponde con los cuerpos femeninos y, debido a esto, sus
experiencias serán de algún modo diferentes de aquellas de las mujeres”35.
Para Josefina Fernández, considerar sólo la experiencia de un cuerpo femenino corre
el riesgo de volver al feminismo fundamentalista. Expone entonces, una mirada
deconstructivista que abandona la fijeza del cuerpo, y da lugar a nuevos sexos,
sexualidades y nuevos géneros, donde “el cuerpo mismo es un campo abierto a distintas

31
Ben, Pablo: idem. Pág. 99.
32
Ben, Pablo: idem. Pág. 103.
33
Fernández, Josefina: Los cuerpos del feminismo. En: Sexualidades migrantes. Género y transgénero.
Diana Mafia (comp.). Ed. Feminaria, Buenos Aires, 2003. Pág. 139.
34
Fernández, Josefina: idem. Pág. 139.
35
Fernández, Josefina: Los cuerpos del feminismo. En: Sexualidades migrantes. Género y transgénero.
Diana Mafia (comp.). Ed. Feminaria, Buenos Aires, 2003.Pág. 144.
posibilidades interpretativas (…) está entretejido y es constitutivo de sistemas de
significación y representación (…) es objeto político, social y cultural”36.
Retomando conceptualizaciones de autoras como Teresa de Lauretis y Judith Butler,
Josefina Fernández afirma que “la identidad de género no es más que un conjunto de
actos, gestos y deseos que producen el efecto de un núcleo interno, pero nunca revelan
el principio de organización de la identidad”37. Cuando se refiere al travestismo dice que
en esta identidad de género “no hay coherencia ni contigüidad entre sexo, género,
práctica sexual y deseo (…). Este tipo de enfoque hace posible entonces un feminismo
que incorpore travestis que abogan o están alineadas políticamente con sus propuestas.
Supone cambiar el criterio por el cual el sexo del cuerpo está determinado y
renombrarlo, de modo tal que el cuerpo sea leído, interpretado y respetado como el
sexo/género deseado pro los sujetos”38.
Por último, la autora propone desencializar las identidades en el feminismo, lo que
supone para este movimiento cuatro cuestiones: “que las categorías sexuales mismas
son menos estables y unificadas de lo que pensamos, que la identidad sexual puede ser
experimentada como transitiva, liminal y discontinua, que la supuesta estabilidad de la
identidad sexual es un proceso continuo que depende de contextos y prácticas sociales
particulares y, por tanto, que los criterios de membresía a las categorías sexuales pueden
y deber ser debatidos”39

36
Fernández, Josefina: Idem. Pág. 146/ 147.
37
Fernández, Josefina: idem. Pág. 148.
38
Fernández, Josefina: idem. Pág. 149.
39
Fernández, Josefina: idem. Pág. 152.

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