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COMENTARIO

Un comentario es una opinión, parecer, juicio o consideración que alguien hace


acerca de otra persona o de algo. Dicha mención puede desarrollarse por vía oral
o por escrito.

El comentario supone una respuesta o una interacción con lo planteado. Gracias a


Internet, los lectores, oyentes o televidentes pueden realizar comentarios con gran
facilidad y expresar sus opiniones en los sitios web y blogs.

Los comentarios en Internet suelen ser moderados para evitar los agravios y las
publicidades forzosas. La persona a cargo de dicha tarea se conoce como
moderador, aunque también existen programas que la realizan automáticamente.
Esto no significa, por otra parte, que los filtros sean 100% efectivos; de hecho,
diversas publicaciones virtuales sufren de comentarios basura, que ensucian el
contenido de sus artículos y dificultan el enriquecimiento de sus lectores.

En principio, la posibilidad de comentar acerca de un texto, una canción o un


vídeo, entre otros tipos de contenido, acarrea una responsabilidad, dado que la
opinión pasa a formar parte del producto, se asocia al mismo en los buscadores,
es leída por millones de personas de distintas edades, de diferentes procedencias,
y es importante evitar las ofensas y las faltas de respeto y consideración hacia los
demás.
Ejemplos:

1. “A la hora de juzgar el trabajo de otra persona nunca son bienvenidos los


comentarios destructivos”, “El entrenador se comprometió a explicar el
motivo de su decisión pero aclaró que no aceptará ningún tipo de
comentario por parte de los presentes”, “El comentario del cantante indignó
al público”.

2. Recuerdo que cuando yo estudiaba sexto de bachillerato, la clase de


literatura consistía en una ceremonia entre tediosa y macabra. Un profesor
de cara avinagrada subí cansinamente a la tarima con una carpeta bajo el
brazo, tomaba asiento con lentitud y desgana, abría la carpeta y
comenzaba a dictarnos una retahíla de fechas de nacimientos, títulos de
obras, características de diversa índole y fechas de defunción que era
preciso copiar al pie de la letra, porque en caso de que no supiéramos el
año de la muerte de Calderón de la Barca corríamos el peligro de
suspender el examen. Afortunadamente para mí, a esa edad yo ya estaba
enfermo sin remedio de la literatura y había tenido ocasiones espléndidas
de disfrutarla, pero comprendo que para mis compañeros de clase, cuyas
únicas noticias sobre la materia eran las que nos daba aquel lúgubre
profesor, la literatura sería ya para siempre odiosa. Y del mismo modo que
la educación religiosa del franquismo fue una espléndida cantera de
librepensadores precoces, la educación literaria era, y en ocasiones sigue
siendo, una manera rápida y barata de lograr que los adolescentes se
mantuvieran obstinadamente lejos de los libros.

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