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EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL

I. La Agricultura capitalista y los orígenes de la economía- mundo europea en el siglo XVI


IMMANUEL WALLERSTEIN / Siglo XXI editores 6ª. Edición, 1991

1. Preludio Medieval
A finales del siglo XV y principios del siglo XVI, nació una economía mundo europea. No es un
imperio, es un nuevo tipo de sistema social, y que constituye el carácter distintivo del moderno
sistema mundial. Es una entidad económica pero no política, comprende dentro de sus límites,
imperios y ciudades – Estados y las emergentes Naciones- Estados. Es un sistema mundial no
porque incluya la totalidad del mundo, sino porque es mayor a cualquier unidad política
jurídicamente definida. Y es una “economía mundo” debido a que el vínculo básico entre las partes
del sistema es económico, aunque esté reforzado en cierta medida por vínculos culturales y
eventualmente, como veremos, por arreglos políticos e incluso estructuras confederales.
Wallerstein dice: Europa no era la única economía mundo en aquellos tiempos. Había otras pero
sólo Europa se embarcó en el camino del desarrollo capitalista. Para sostener este argumento el
autor empieza a contextualizar lo que pasó en el mundo a lo largo de los tres siglos anteriores a
1450. En el siglo XII el Hemisferio Oriental contenía una serie de Imperios y de pequeños mundos
de los cuales estaban mutuamente entrelazados en sus límites. El Mediterráneo era el foco
comercial donde se encontraban Bizancio, las ciudades Estados Italianas, y en cierta medida partes
del Norte de África. El complejo océano Indico- mar Rojo formaba otro foco semejante. La región
de China era un tercer foco. La masa de tierra de África Central, desde Mongolia hasta Rusia, un
cuarto. El área Báltica estaba a punto de convertirse en un quinto foco. No obstante el noroeste de
Europa era un área muy marginal en términos económicos. El principal modo social u organización
era lo que ha venido ha llamarse Feudalismo.
Debemos tener en claro lo que no era el Feudalismo. No era una economía “natural”, es decir una
economía de autosubsistencia. La Europa feudal era una “civilización”, pero no un sistema mundial.
No tendría sentido concebir las áreas en las que existía el feudalismo como poseedoras de dos
economías, una economía de mercado en las ciudades y una economía de subsistencia en los
señoríos rurales. Tomando a Daniel Thorner, explica estaríamos engañándonos a nosotros mismos si
pensáramos que las economías campesinas están orientadas exclusivamente hacia su propia
subsistencia, y consideramos “capitalistas” toda orientación hacia el “mercado”. Es más razonable
partir del supuesto de, que durante muchos siglos, las economías campesinas han participado en
ambas orientaciones.
Lo que debemos visualizar cuando hablamos de Feudalismo en Europa Occidental es de una serie
de minúsculos nódulos económicos cuyas poblaciones y productividad estaban en lento
crecimiento, y en que los mecanismos legales garantizaban que el grueso del excedente fuera a
parar a los terratenientes que tenían estatus de nobleza y poseían el control de la maquinaria
jurídica. Dado que buena parte del excedente estaba en especie, resultaba escasamente beneficioso a
menos que pudiera ser vendido. Aparecieron ciudades y con ellas artesanos que compraban el
excedente y lo cambiaban por sus productos. Una clase mercantil surgió de dos fuentes distintas.
Por una parte los agentes de los terratenientes, que a veces se independizaban, así como de los
campesinos de tamaño intermedio que después de los pagos al señor retenían suficiente excedente
para venderlo en el mercado. Por otra parte de los agentes residentes de mercaderes a larga distancia
(frecuentemente basados en las ciudades- Estados del norte de Italia, y más tarde en las ciudades
hanseáticas), que capitalizaban las defectuosas comunicaciones y en consecuencia las grandes
disparidades entre los precios de un área a otra, especialmente cuando ciertas áreas sufrían
calamidades naturales. Por supuesto al crecer las ciudades ofrecieron un refugio y un lugar de
empleo potencial a los campesinos, con lo cual empezaron a cambiar algunos términos de las
relaciones en los señoríos.
El sistema Feudal sólo podía mantener un cierto volumen de comercio a larga distancia en
oposición al comercio local. Este era debido a que el comercio a larga distancia era un comercio de
bienes de lujo, no de bienes masivos. Era un comercio que se beneficiaba de las disparidades de
precios y dependía de la indulgencia política y de las posibilidades económicas de los realmente
ricos. Sólo con la expansión de la producción en el marco de una economía- mundo moderna podía
convertirse el comercio a larga distancia, en parte, en un comercio masivo que, a su vez, alimentaría
un proceso de reproducción ampliada. Así el nivel de actividad comercial era muy limitado. La
actividad principal siguió siendo la producción de alimentos y la artesanía.
No obstante la escala de esta actividad fue expandiéndose lentamente. Fueron cultivadas tierras
fronterizas, fueron fundadas nuevas ciudades, la población creció. Las cruzadas suministraron
algunas de las ventajas del pillaje colonial. Y entonces en algún momento del siglo XIV, esta
expansión se detuvo. Las áreas cultivadas se redujeron. Disminuyó la población, y a lo largo de toda
Europa Feudal apareció una crisis marcada por la guerra, las enfermedades y las dificultades
económicas.
Lo que se intenta es discutir la crisis del feudalismo occidental en los siglos XIV y XV como el
fondo, el preludio de la expansión de Europa y su transformación económica a partir del siglo
XVI.
¿De dónde surgió esta crisis y cuáles fueron sus dificultades? ¿Hubo una crisis? Existen una
diversidad de opiniones, no tanto en la descripción del proceso como en cuánto al análisis puesto en
la explicación causal. Edouard Perroy considera la cuestión como una consecuencia de haberse
alcanzado un punto óptimo en el proceso de expansión, una saturación de población, “una densidad
enorme dado el estado aún primitivo de la tecnología agraria y artesanal”. Y la falta de mejores
arados y fertilizantes. Esto llevó a la escasez de comida, que a la vez llevó a la aparición de
epidemias. Con un suministro de moneda estable, se dio una moderada subida de precios, lo que
perjudicó a los perceptores de rentas. A esto debemos agregar la guerra de los cien años con su
necesidad de impuestos. Los impuestos fueron demasiado para los productores, creando una crisis
de liquidez, que llevó a una vuelta de los impuestos indirectos y a los impuestos en especie. Así
empezó un ciclo descendente: la carga fiscal llevó a una reducción del consumo, que condujo a una
reducción en la producción y en la circulación de moneda…
El terrateniente perdió a sus proveedores y arrendatarios, el artesano perdió a sus clientes. Se pasó a
los terrenos arables a los pastos, porque requerían menos mano de obra... Los salarios crecieron…
el comercio se estancó…
R.H.Hilton acepta la descripción que Perroy hace de los hechos pero no acepta la forma de análisis
que hace a la crisis comparable a una de las crisis recurrentes de un sistema capitalista desarrollado.
Sugiere que Perroy omite la discusión de otro fenómeno que surgió de los sucesos que él mismo
describe y que para Hilton es esencial, el grado de conflicto social, el “clima endémico de
descontento social”, las insurrecciones de los campesinos que adoptan la forma de una “revuelta
contra el sistema social como tal”. Para Hilton no se trata, de una crisis coyuntural, un punto en los
altos y bajos de las tendencias cíclicas. Era más bien la culminación de mil años de desarrollo, la
crisis decisiva de un sistema. “Durante los últimos siglos del imperio romano, al igual que
durante la Edad Media, la sociedad se vio paralizada por el gasto creciente de una
superestructura social y política, gasto al que no correspondía un incremento compensador en
los recursos productivos de la sociedad.
Hilton está de acuerdo en Perroy en que una de las causas de la crisis fue las limitaciones
tecnológicas, la falta de fertilizantes y la incapacidad de expandir el suministro de fertilizantes
por medio de la expansión del número de vacas, debido a que el clima limitaba la cantidad de
forraje de invierno. Pero lo que debe subrayarse dice Hilton es que no había ninguna gran
inversión de beneficios en la agricultura que podía incrementar la productividad
significativamente. Esto obedecía a las limitaciones inherentes del sistema de incentivos de la
organización social Feudal.
Lo que nos ofrece el hincapié de Hilton en la crisis general del feudalismo, por encima del
sentido coyuntural de Perroy, es que puede explicar las transformaciones sociales que estos
desarrollos supusieron. Ya que si se había superado el grado óptimo de productividad de un sistema
y la recesión económica estaba llevando a una guerra de clases entre campesinos y señores, así
como las luchas ruinosas en el seno de las clases señoriales, entonces la única solución que podía
sacar a Europa occidental de verse estancada y diezmada sería la expansión de la torta económica a
repartir, solución que requería, una expansión de los territorios y de la base de población para su
explotación. Esto es lo que de hecho ocurrió en los siglos XV y XVI..
Según Hilton las revueltas campesinas se extendieron desde el siglo XIII hasta el XV, este toma el
caso de Inglaterra como explicación inmediata, dice: en el siglo XIII la mayor parte de los grandes
terratenientes, laicos y eclesiásticos, expandieron la producción de sus reservas señoriales para
vender productos agrícolas en el mercado, como resultado se incrementaron las prestaciones de
trabajo. En el continente hubo una serie de rebeliones campesinas en el Norte de Italia, y después en
las costas de Flandes, a principios del siglo XIV; en Dinamarca en 1340; en Mallorca en 1351; la
Jacquerie en Francia en 1358; rebeliones dispersas en Alemania.
En las áreas de terreno arable no marginales de la Europa Occidental, la reserva señorial
excesivamente grande cede su puesto a propiedades menores. Así, surge un campesinado medio en
la tierra arable de Europa Occidental (que sería la base del incremento de la ganadería), y la
concentración de la propiedad en grandes posesiones en Europa del este.
Otra causa de la crisis enunciada por Utterstrom es la peste (factor epidemiológico), explica esta
por medio de veranos calurosos que llevaron a la multiplicación de la rata negra, hospedadora de la
pulga de la rata, que es uno de los portadores de la peste. George Duby acepta que esta hipótesis
debe ser tenida en cuenta. Sin duda alguno de los abandonos de cultivo en el siglo XIV (los cereales
en Islandia, las colonias Escandinavas de Groenlandia, la disminución del límite forestal en los
Sudetes, el fin de la viticultura en Inglaterra y su regresión en Alemania) quedan explicados
plausiblemente por el cambio climático. Pero existen otras explicaciones, lo más importante nos
recuerda Duby, es que la recesión agraria al igual que el colapso demográfico, comenzaron antes del
principio del siglo XIV. Duby considera los factores climáticos y posteriormente la epidemiología
como desgracias acumulativas que en el Siglo XIV “supusieron un golpe aplastante a la ya frágil
estructura demográfica”.
Desarrollo de la esfera política, cuando el Estado era débil, prosperaba el terrateniente, el señor
feudal. Por mucho que pudiera ser utilizado el aparato del Estado por los nobles en una época
posterior, para favorecer sus intereses, se veían sin duda mejor servidos aún por la debilidad de los
reyes y los emperadores. No solo se veían personalmente más libres de control e impuestos sino que
además tenían mayor libertad para controlar y cargar los impuestos a los campesinos. Por lo tanto
los señores feudales jamás hubieran dado la bienvenida a un fortalecimiento de la maquinaria
central si no hubieran estado en situación de debilidad en la que vieron más difícil el resistir las
exigencias de la autoridad central y más útil el dar la bienvenida a los beneficios de un orden
impuesto. Junto con estos problemas económicos se dio un impulso a la tecnología de guerra, del
arco al cañón y las pistolas, de la guerra de caballería a una guerra en la que cargaba la infantería, y
en la que, por lo tanto, se precisaba mayor disciplina y un mayor grado de entrenamiento. Todo esto
significaba que el costo de la guerra iba en aumento.
El siglo XV fue testigo del advenimiento de los grandes restauradores de la faz interna de la
Europa occidental: Luis XI en Francia, Enrique VII de Inglaterra, y Fernando de Aragón e
Isabel de Castilla en España. Los principales mecanismos que tenían a su disposición, eran
financieros: por medio de una ardua creación de una burocracia (civil y armada)
suficientemente fuerte para imponer impuestos y por lo tanto para financiar una estructura
burocrática aún más fuerte. Este proceso se había puesto en marcha en los siglos XII y XIII.
Vuelve al análisis económico y deja el político incompleto. A finales de la Edad Media, existía
una civilización cristiana pero no un imperio –mundo ni una economía- mundo. La mayor parte de
Europa era Feudal, consistía en nódulos económicos relativamente pequeños y relativamente
autosuficientes, basados en una forma de explotación que suponía la apropiación
relativamente directa del pequeño excedente agrícola producido en el seno de la economía
señorial por una pequeña clase de nobles. Dentro de Europa existían al menos dos economías
mundo menores, una de tamaño medio basada en las ciudades Estados del norte de Italia y
una más pequeña basada en las ciudades Estados de Flandes y el norte de Alemania.
Aproximadamente del año 1150 al 1300, se vio una expansión de Europa en el marco del modo de
producción Feudal en los tres niveles – geográfico, comercial y demográfico-. Desde el 1300 hasta
1450, lo que se había expandido se contrajo en los tres niveles. Esta contracción tras la expansión,
causó una crisis, una crisis que fue visible no sólo en la esfera económica sino también en la esfera
política (las guerras internas de la nobleza y las revueltas campesinas pueden ser consideradas como
los dos síntomas fundamentales). También se hizo visible en la cultura.
Existen tres explicaciones fundamentales de la crisis:
 fue esencialmente producto de tendencias económicas cíclicas. Habiendo sido alcanzado el
punto óptimo de expansión dada la tecnología existente, vino seguido una contracción
 fue esencialmente producto de una tendencia secular. Después de mil años de apropiación de
excedentes bajo el modo feudal, se había llegado a un punto de disminución de las
ganancias.
 La tercera explicación es climatológica.
Wallerstein toma las tres. Lo que va a surgir después de la crisis es la economía mundo capitalista,
con una nueva forma de apropiación del excedente. No iba a estar basada en la apropiación directa
del excedente agrícola, en forma de tributo (como había sido el caso en los imperios mundo) o de
rentas feudales (como había sido el sistema del feudalismo europeo). En su lugar lo que iba a
desarrollarse ahora era la apropiación de un excedente basado en una productividad más eficiente y
ampliada (en primer lugar en la agricultura y luego en la industria), por medio del mecanismo de un
mercado mundial con la asistencia artificial (es decir, ajena al mercado) de los aparatos de Estado,
ninguno de los cuales controlaba en su totalidad al mercado mundial.
Para el establecimiento de una economía mundo capitalista fueron necesaria tres cosas: una
expansión del volumen geográfico del mundo en cuestión, el desarrollo de variados métodos
de control de trabajo para diferentes productos y zonas de la economía- mundo y la creación
de aparatos de Estado relativamente fuertes.
El segundo y el tercer aspecto dependían en gran parte del éxito del primero. Por tanto la expansión
territorial de Europa era teóricamente un prerrequisito clave para una solución de la “crisis del
feudalismo”. Portugal estuvo a la cabeza de la expansión. Qué es lo que, en su situación social,
puede justificar el empuje hacia la exploración en ultramar que Portugal puso en práctica justo en
mitad de la crisis. Para comprender esta situación debemos recordar (citando Archibald Lewis)que
la expansión geográfica de Europa comenzó a partir del siglo XI hasta mediados del XIII la Europa
Occidental siguió un desarrollo fronterizo casi clásico. Se refiere a la reconquista gradual de España
a los moros, la recuperación por parte de la Europa cristiana de las islas Baleares, Cerdeña y
Córcega, la conquista normanda de la Italia del sur y de Sicilia. Hace referencia a las cruzadas, con
su anexión en primer lugar de Chipre, Palestina y Siria, posteriormente de Creta y las islas del Egeo.
En el noroeste de Europa también se dio la expansión inglesa hacia Gales, Escocia e Irlanda. Y en
este de Europa los alemanes y los escandinavos penetraron, conquistaron y convirtieron al
cristianismo las tierras de los bálticos y los eslavos.
Los moros se reagruparon en Granada hasta su caída en 1492.
Las grandes exploraciones, la expansión Atlántica, no fueron por tanto, el primero sino el segundo
empujón de Europa, que tuvo éxito debido a que el impulso era mayor, la base social y tecnológica
más sólida, y las motivaciones más intensas. ¿Qué eran lo que buscaban los exploradores?
Metales preciosos y especias. En la Edad Media la Europa cristiana y el mundo árabe mantenían
una relación simbiótica en términos de oro y plata. La primera acuñaba plata; la otra oro. Como
resultado de un largo período de desequilibrio en los precios, cuyos orígenes son complejos, la plata
fluyó hacia el este, llevando a una abundancia de ella en el mundo árabe. Las exportaciones de plata
ya no hacían posible las importaciones de oro En 1252, Florencia y Génova lanzaron, nuevas
monedas de oro. El motivo estaba allí. No se puede hablar de escasez de oro entre 1250 y 1500,
dado que aquella fue una época de suministro creciente. Seguía existiendo un flujo de metales
preciosos, desde Europa a la India y China, pasando por Bizancio y el mundo árabe, aunque el
desequilibrio era cada vez mayor. La demanda de plata y oro seguía siendo un tanto elevada. Entre
1350 y 1450 las minas de plata de Servia y Bosnia empezaron a desarrollarse y se convirtieron en
una fuente importante hasta que la invasión turca del siglo XV, las aisló de Europa Occidental.
El descubrimiento de América suministra a Europa una fuente de oro más rica que el Sudán y en
especial una fuente de plata infinitamente más rica que Europa central, las consecuencias
económicas serían enormes.
Para Wallerstein la expansión tiene como necesidad no sólo los metales preciosos sino también la
búsqueda de los artículos de primera necesidad – “lo que necesitaba Europa occidental era comida
(más calorías y una mejor distribución de los valores alimenticios) y combustible.
Si las necesidades alimenticias dictaron la expansión geográfica de Europa, los beneficios
resultaron ser incluso mayores de lo que se pudiera haber anticipado. La ecología mundial se vio
alterada, y esto de una forma tal que, debido a la organización social de la emergente economía
mundo europea, beneficiaría primariamente a Europa.
Si entonces nos preguntamos porqué Portugal y no otro país se expandió por ultramar, una respuesta
sencilla es que los nobles de otros países tenían mejor suerte. Podían abordar expansiones más
fáciles, más cercanas a sus lugares de origen, utilizando caballos en lugar de barcos. Portugal
debido a su geografía no tuvo otra opción.
¿Por qué Portugal de entre todas las naciones? Una respuesta obvia se puede hallar en el mapa.
Portugal está en el Atlántico, justo al lado de África. En términos de la colonización de las islas
atlánticas y la exploración de la costa de las islas occidental de África, era la que evidentemente
estaba más cerca. Más aún las corrientes oceánicas son tales que era más fácil, especialmente dada
la tecnología de aquella época, partir de puertos portugueses. Por añadido Portugal tenía ya mucha
experiencia en el comercio a larga distancia. El tercer factor fue la disponibilidad de capital. No
solo la geografía y el poder mercantil justificaban la ventaja de Portugal, interviene también la
fuerza de su aparato de Estado. La estabilidad del estado resultó crucial porque el propio Estado se
convirtió en principal empresario.
Portugal tenía la bendición de estar en la mejor localización geográfica posible para la empresa, la
mejor posible porque se proyecta en el Atlántico y hacia el Sur como por la convergencia de
corrientes oceánicas favorables.
¿Por qué no fue China y en cambio Europa la que se adelantó a la exploración oceánica?
Razones según los autores:
 Europa había superado al resto del mundo en tecnología agrícola en una fecha temprana
como el siglo IX d.C. (arado de desfonde, el sistema de triple rotación de los campos, los
campos abiertos para el ganado, la moderna guarnición y la herradura).
 Europa del Norte de adelantó en tecnología militar en el siglo VIII y producción industrial
en el siglo XI.
 Fenómenos como los cambios culturales como el Renacimiento y la revolución científica.
 Motivaciones
 China no quería expandirse por ultramar, China había estado expandiéndose de hecho, pero
internamente, extendiendo su producción de arroz en el interior de sus fronteras.
 China en el siglo XV estaba atravesando por una “contracolonización”, un desplazamiento
de la población al exterior de las áreas productoras de arroz., esto parece haber debilitado el
potencial de industrialización Chino.
 China es un vasto imperio, al igual que el mundo Turco alemán, Europa no lo es. Es una
economía mundo naciente compuesta de pequeños imperios, naciones- Estados y ciudades-
Estados.
 China se convirtió en un imperio prebendario. La feudalización trajo consigo el
desmantelamiento de la estructura imperial, mientras que la prebendalización la mantuvo.
La exploración ultramarina China y portuguesa empezaron prácticamente de manera simultánea
pero que al cabo solo de veintiocho años los chinos retrocedieran encerrándose en una especie de
concha continental abandonando todo posterior intento.
La discusión sobre China se reduce a lo siguiente. Resulta dudoso que existiera alguna diferencia
significativa entre Europa y China en el siglo XV en cuanto a ciertos puntos básicos; población,
superficie, estado de la tecnología (tanto en la agricultura como en la ingeniería naval) En la medida
que hubiera diferencias sería difícil utilizarlas para justificar la magnitud de la disimilitud del
desarrollo en los siglo siguientes.
La diferencia esencial entre China y Europa refleja de nuevo la coyuntura de una tendencia secular
con un ciclo económico más inmediato.

3. La Monarquía Absoluta y el Estatismo

La emergencia de la monarquía absoluta en Europa Occidental coincide en el tiempo con la


emergencia de una economía mundo europea. ¿Pero es causa o su consecuencia? Se puede
argumentar a favor de ambas posibilidades. Por una parte de no haber sido por la expansión del
comercio y el ascenso de la agricultura capitalista, difícilmente hubiera habido base económica para
financiar las ampliadas estructuras burocráticas del Estado. Las propias estructuras del Estado
fueron un importante apoyo del nuevo sistema capitalista (por no mencionar que fueron su garantía
política).
El desarrollo de Estados fuertes en las áreas del centro del mundo europeo fue una componente
esencial del desarrollo del capitalismo moderno.
Archibald Lewis nos ofrece una sugerencia, relacionando estas presiones con la disponibilidad de
tierras: “Cuando el soberano ha entregado toda la tierra libre y no queda más, se le hace necesario
recurrir a los impuestos, recuperando de otra forma la riqueza que anteriormente había hecho llover
sobre su pueblo”. Esta necesidad de impuestos no llevó inmediatamente al “absolutismo”. Más bien
el soberano tuvo que crear el Parlamento para obtener la asistencia de la nobleza en el proceso de
imposición, pero sólo “hasta el momento en que los gobernantes se sintieran lo suficientemente
poderosos como para prescindir de tal asistencia”. Dobb hace hincapié en otro punto. Para el la
presión sobre el rey procedía no de la escasez de tierra, sino de la “escasez de mano de obra”. El
crecimiento del aparato del Estado sirvió para facilitar el “control del mercado de trabajo”.
¿Cómo hicieron los reyes, que eran los directores del aparato del Estado en el siglo XVI, para
fortalecerse? Utilizaron cuatro mecanismos fundamentales: la burocratización, monopolización de
la fuerza, creación de legitimidad y homogeneización de la población súbdita.
Dentro de la burocratización se dan procesos como la compra de cargo (venales)y el reclutamiento
de un ejército mercenario. El crecimiento de la población en Europa occidental llevó como ya
hemos mencionado, al fenómeno de “vagabundeo”. Surgió por doquier un “lumpenproletariado”.
Esto constituía una amenaza para el orden no muy firmemente establecido de nuevos Estados. El
incorporar a alguno de ellos a los ejércitos servía a múltiples propósitos. Suministraba empleo a
algunos, y usaba a este grupo para suprimir a otros. Daba a los reyes nuevas armas para controlar a
los señores, pero también para sostenerlos.
HABLA DEL BANDILAJE Pág. 200/2001.
El Estatismo era antinacionalista, dado que los límites del sentimiento “nacionalista” eran a menudo
más estrechos que los márgenes del Estado monarca. Sería a finales de los siglos XVII y XVIII, y
en el marco del mercantilismo, cuando el nacionalismo encontraría sus primeros abogados dentro de
la burguesía. Pero en el siglo XVI, los intereses de la burguesía no estaban aún fijados con firmeza
en el Estado. Una parte excesivamente grande de ella estaba más interesada en una economía
abierta que en una cerrada. Y para los constructores del Estado, el nacionalismo prematuro corría el
riesgo de cristalizar en una entidad étnico- territorial exclusivamente pequeña.
En el siglo XVI, unos pocos Estados hicieron progresos sustanciales en la centralización de poder y
en la consecución, al menos parcial, de una aceptación de legitimidad de esta centralización. No
resulta demasiado difícil dibujar a grandes rasgos las condiciones en las que era probable que esto
ocurriera. Cuando los diversos cuadros, los grupos diversos que controlan los recursos, sentían que
sus intereses de clases quedaban mejor servidos políticamente intentando persuadir e influenciar al
monarca que persiguiendo sus fines políticos a través de vías de acción alternativas, entonces
podemos hablar de un sistema monárquico relativamente efectivo, un Estado relativamente
“absoluto”. “Absoluto” da una idea equivocada, por supuesto aquella que los reyes intentaban
transmitir. El absolutismo era un precepto retórico, no una afirmación seria. Lo mejor sería
llamar a esta ideología estatismo. El Estatismo es la pretensión de aumentar el poder en
manos del aparato del Estado. En el siglo XVI esto significaba poder en manos del monarca
absoluto. Era una pretensión de poder, siendo esta pretensión parte del intento de alcanzarlo.
Nadie, ni entonces ni ahora, lo consideraba o debería considerarlo como una descripción del
mundo real de aquella época.
Una de las mayores indicaciones de éxito, así como un importante mecanismo en el proceso de
centralización de poder, era el grado en que la población podía ser transformada, por un medio u
otro, en un grupo culturalmente homogéneo. En el siglo XVI mientras los Estados Centrales
avanzan hacia una mayor homogeneidad “étnica” entre estos estratos, las áreas periféricas se
mueven precisamente en la dirección opuesta. En los siglos XIII y XIV se produce un declive
generalizado tanto en el status legal como en el papel económico de los judíos en toda Europa. No
obstante al llegar al siglo XVI podemos hablar de un desequilibrio demográfico: una ausencia
virtualmente total en Europa Occidental pero, por otra parte, una presencia mayor en Europa del
Este y parte del Sur, es decir una ausencia en el centro y un aumento en la periferia y en la
semiperiferia. Aunque los judíos jugaron un papel continuamente creciente en la vida económica de
Europa del este, entre las profesiones con status superior al de la clase trabajadora sólo se le
permitía el papel de comerciantes. Para ellos la ruta clásica de empresarios a rentistas era
impracticable.
En el siglo XVI, el noroeste de Europa se había convertido en el centro de la economía-mundo,
la Europa del Este en su periferia, y el sur de Europa se deslizaba rápidamente en la misma
dirección.
La Iglesia triunfo en áreas periféricas lo que aseguró el éxito a largo plazo de la economía- mundo
europea.
En el siglo XVI algunos monarcas lograron gran fuerza por medio de burocracias venales, ejércitos
mercenarios, el derecho divino de los reyes y la uniformidad religiosa (cuius regio). Otros no lo
consiguieron. Esto está íntimamente relacionado, como ya hemos sugerido con el papel de cada área
en la división de trabajo en el seno de la economía mundo. Los diferentes papeles llevaron a
diferentes estructuras de clase, que condujeron a políticas diferentes. Esto nos lleva a la clásica
cuestión sobre el papel del Estado frente a las clases que encabezan la nueva era capitalista, los
terratenientes capitalistas y los comerciantes capitalistas, a veces abreviados, en forma que nos
ayuda mucho, como aristocracia y burguesía, dado que algunos aristócratas eran capitalistas y otros
no.
Un aspecto que merece ser tenido en cuenta es el grado en que el Estado Absoluto debería ser
considerado como último recurso de una aristocracia feudal enfrentada a la crisis del feudalismo, la
reducción de los ingresos señoriales y el ataque de otras clases ( la burguesía comercial, los
yeomen, los trabajadores agrícolas). Un punto de vista es el de Takahashi, que ve en el absolutismo
“tan sólo un sistema de concentración de fuerza para contrarrestar la crisis del feudalismo que surge
de ese desarrollo inevitable, este punto de vista es compartido sustancialmente por Christopher
Hill, V.G. Ciernan, Eric Molnar y Boris Porshnev.
Un segundo punto de vista sostiene que sobre la política de la monarquía absoluta la aristocracia
tenía una influencia considerable, tal vez determinante, pero que el monarca no era una simple
extensión de las necesidades de esta aristocracia.
Bradel insiste de forma similar en que el conflicto entre el rey y la aristocracia era un conflicto
limitado, en que el rey se esforzaba, por una parte, en poner a la nobleza bajo su disciplina, pero,
por otra parte, en proteger sus privilegios contra la presión popular. La posición de A.D.
Lublinskaya parece muy cercana a la de Braudel. J.Hurstfield subraya el dilema de las
monarquías, que encontraban difícil gobernar sin la nobleza, pero encontraban igualmente difícil
gobernar con ella.
¿Existe una conexión necesaria entre la tesis sobre el papel relativamente autónomo del
aparato del Estado y la de la lucha de clases como una lucha entre la aristocracia y la
burguesía?
Molnar no parece pensar así. Habla de una aristocracia feudal a la que el rey se oponía claramente,
además habla de una nobleza y una burguesía, ambas aliadas potenciales. La nobleza parece ser
pequeños terratenientes y aquellos más orientados a la agricultura capitalista, pero no queda
totalmente claro. Señala que si bien el absolutismo parece haber supuesto el establecimiento de
fuertes impuestos sobre el campesinado, resulta menos claro como se distribuía el dinero. El
incremento del impuesto del Estado se utilizaba para pagar a los recaudadores de impuestos y a la
burocracia, para saldar los préstamos del Estado y para la compra de material militar, todo lo cual
beneficiaba a la Burguesía. Pero por otra parte, todos los gastos corrientes del Estado, el
mantenimiento de la corte y el ejército eran pagados a la nobleza. Ve esto como una táctica para
maniobrar entre la nobleza y la burguesía.
La otra cara de la moneda era que el burgués con éxito se iba convirtiendo constantemente en
terrateniente y noble, y treinta años más tarde resultaba indudablemente difícil marcar líneas claras
de separación entre los dos.
Se trató de analizar a grandes rasgos los dos elementos constituyentes fundamentales del sistema
mundial moderno. Por una parte la economía- mundo capitalista fue construida sobre una división
de trabajo a nivel mundial en la que varias zonas de esta economía (lo que hemos llamado centro
semiperiferia y periferia) tenían asignados papeles económicos específicos desarrollando diferentes
estructuras de clase, utilizando por consiguiente diferentes estructuras de clases y utilizando
diferentes modos de control de mano de obra y beneficiándose desigualmente del funcionamiento
del sistema. Por otra parte la actividad política se daba primariamente en el marco de los Estados
que, como consecuencia de sus diferentes papeles en la economía- mundo, estaban estructurados de
forma diferente, estando más centralizados los Estados del centro.

2. LA NUEVA DIVISIÓN EUROPEA DEL TRABAJO: CA. 1450-1640


Fue en el siglo XVI cuando apareció una economía- mundo europea basada en el modo de
producción capitalista. La ideología reinante no era la de la libre empresa, ni siquiera el
individualismo, la ciencia, el naturalismo o el nacionalismo. Hasta el siglo XVIII o XIX estos
puntos de vista no madurarían para convertirse en mundiales. En la medida que prevalecía una
ideología esta era el Estatismo.
¿Por qué el capitalismo, un fenómeno que no conocía fronteras, habría sido sustentado por el
desarrollo de Estados fuertes? Esta es una cuestión que no carece de una respuesta única. La
característica distintiva de una economía mundo es que las decisiones económicas están
orientadas primariamente hacia la arena de la economía mundo, mientras que las decisiones
políticas están orientadas principalmente hacia las estructuras menores que tienen control
legal, los Estados (naciones estados, ciudades-estados, imperios) en el seno de la economía
mundo.
Las decisiones económicas y políticas no pueden ser disociadas significativamente ni discutidas por
separado, esto plantea problemas analíticos. El sistema más grande se lo ve como expresión del
capitalismo (lo económico) y los sistemas menores como expresión de estatismo (de desarrollo
nacional). Los Estados no se desarrollan y no pueden ser comprendidos excepto en el contexto del
desarrollo del sistema mundial.
Fue durante 1450- 1640 la unidad del tiempo significativa, durante la cual se creó una economía
mundo capitalista, que sin duda era, como dice Braudel, “vasta pero débil”.
¿Y dónde estaba la economía- mundo europea? A finales del siglo XVI la economía mundo
europea incluía no sólo el noroeste de Europa y el Mediterráneo cristiano (comprendía la
península Ibérica) sino también Europa central y la región Báltica. Incluía ciertas regiones de las
Américas; Nueva España, las Antillas, Tierra firme, Perú, Chile, Brasil; o mejor dicho aquellas
partes de esas regiones que estaban sometidas a un control administrativo efectivo por parte de los
españoles o de los portugueses. Las Islas Atlánticas y tal vez algunos enclaves en la costa africana
podrían ser incluidos, pero no las áreas del océano Indico ni tampoco el Oriente Lejano, excepto
durante un cierto tiempo parte de las Filipinas; el imperio Otomano, no; y tampoco Rusia.
No existen líneas demarcatorias claras y sencillas, pero considero que lo más fructífero es
considerar al mundo europeo del siglo XVI como construido a partir del entrelazamiento de dos
sistemas primitivamente más separados, el sistema mediterráneo cristiano centrado en las ciudades
del norte de Italia, y la red de comercio entre Flandes y la Hansa en el norte y el noroeste de
Europa, y la adición a este nuevo conjunto del este del Elba , Polonia y algunas otras áreas de
Europa oriental, por una parte, y por la otra de las islas Atlánticas y de partes del nuevo Mundo.
Chaunu señala que en los cinco años que van desde 1535 a 1540 España logró el control de más de
la mitad de población del hemisferio occidental y desde entonces hasta 1670- 1680, el área bajo
control europeo pasó desde tres millones de kilómetros cuadrados a aproximadamente siete. No
obstante la población del espacio no significa expansión de la población. Chaunu habla del
movimiento de tijera demográfico. Por lo tanto, la relación Tierra/Mano de Obra en la
economía mundo europea se vio incrementada. Pero la expansión suponía algo más que una
mejor relación tierra trabajo. Hizo posible la acumulación a gran escala de capital básico, que
fue utilizado para financiar la racionalización de la producción agrícola. Una de las
características más obvias de esta economía mundo europea del siglo XVI fue una inflación
secular, la llamada revolución de los precios.
Chaunu señala que en el siglo XV las tres áreas de comercio europeo (la mediterránea cristiana, el
noroeste y la Europa oriental) estaban en tres niveles de precios distintos, que iban respectivamente
de caros a baratos.
Una explicación básica del aumento de los precios en el siglo XVI ha sido la de Earl J. Hamilton:
A lo largo de todo el período investigado existió una estrecha conexión entre las importaciones de
oro y plata americanos y los precios andaluces… En el período 1503-1505, hubo una tendencia
hacia el ascenso en las llegadas de los tesoros hasta 1595 mientras que en 1503 a 1595 hubo una
subida continua de los precios andaluces. Los mayores aumentos en los precios coinciden con los
máximos incrementos en las importaciones de oro y plata. La correlación entre importaciones de
tesoros y precios persiste después de 1600, cuando ambos están en declive.
Crítica a la teoría de Hamilton:
El incremento de suministro de metales preciosos desde 1500 fue probablemente mucho mayor
desde el punto de vista del porcentaje que el incremento de los precios. De modo que en vez de
buscar causas dependientes o auxiliares para la revolución de los precios, lo que se necesita es
explicar la incapacidad de los precios para mantenerse al nivel del incremento del fondo de
metales preciosos. El incremento de utilización de oro y plata para chapados, ornamentación,
joyería y otros propósitos no monetarios, al irse convirtiendo en relativamente más barato
frente a los crecientes precios de las mercancías, neutralizó parte del nuevo metal preciosos…
la liquidación de la desfavorable balanza comercial (con Oriente) absorbió grandes cantidades
de metálico. EL PASO DE LAS RENTAS EN ESPECIE A LOS PAGOS EN DINERO Y DE
LOS SALARIOS PARCIALMENTE EN ESPECIE A LA REMUNERACIÓN MONETARIA,
Y UNA DISMINUCIÓN DEL INTERCAMBIO TENDÍAN TAMBIÉN A
CONTRARRESTAR EL AUMENTO DEL SUMINISTRO DE ORO Y PLATA.
Hamilton trabaja la teoría cuantitativa de la moneda de Fisher que afirma que los precios y la
cantidad de bienes y servicios es igual a la cantidad de dinero y la velocidad de circulación (en
fórmula PQ = MV).
Crítica a Hamilton Ingrid Hammarstrom dice que este había invertido la secuencia, siendo el
incremento de la actividad económica lo que llevó a un incremento de los precios.
Hamilton responde. El “aumento de precios” no incrementaría, sino que disminuiría la extracción
de metales preciosos. Más aún el aumento de precios no haría crecer, sino decrecer, la conversión en
moneda de preciosos existente, abaratándolo para su uso no monetario.
Para Hammarstrom; la cuestión fundamental es explicar el uso que se hacía del metal precioso:
¿Por qué necesitaba Europa Occidental el metal precioso americano, no para acumularlo como
tesoro, ni para usarlo como ornamento en lugares sagrados, sino para aumentar en medida
importante su cuerpo de moneda circulante, es decir, como medio de pago?
Brenner y Hammarstrom consideran que los cambios en el nivel de los precios de las
mercancías eran consecuencia no del incremento o falta de incremento sino en la forma en que
se empleaba.
Brenner plantea, es el aumento general de la actividad capitalista lo que justifica el uso dado a
los metales preciosos.
Jordi Nadal plantea la hipótesis del pleno empleo:
Sólo entonces, cuando el volumen de los bienes producidos no puede mejorar, cualquier
aumento de los gastos (equivalente a la masa monetaria en circulación) se traducirá en un
incremento proporcional de los precios.
No asumamos que un incremento de los metales preciosos llevó directamente a un incremento en
los precios, sino que lo hizo su capacidad de incrementar empleo.
Cipolla toma el período 1570-1620 un período al cual considera inflacionario en su conjunto-
hasta el punto que los historiadores lo han llamado “revolución de los precios”- se tiene la
ilusión óptica de una paradójica caída de la tasa de interés de una fase inflacionaria. Este
autor se muestra escéptico acerca de que hubiera un aumento real de los precios, sino que
habla de una caída de la tasa de interés.
Para Marx el comercio y el mercado mundial inauguran en el siglo XVI la biografía moderna del
Capital. La variable clave fue la emergencia del capitalismo como modo dominante de organización
social de la economía. No habría un capitalismo sino varios capitalismos. Segundo argumento de
Hamilton: no sólo hubo aumento de los precios, sino un retraso de los salarios. Aquí también son
muy grandes las controversias. Hamilton argumentaba que, al crecer los precios, los salarios y las
rentas no consiguieron mantenerse por delante de los precios, a causa de rigideces institucionales,
en Francia, en Inglaterra, aunque sí en España. Esto creó una separación, una especie de
superganancia, que fue la principal fuente de acumulación de capital en el siglo XVI:
En Inglaterra y Francia, la enorme discrepancia entre precios y salarios, nacida de la revolución de
los precios privó a los trabajadores de una gran parte de los ingresos que hasta entonces habían
disfrutado, y desvió esta riqueza a los recipientes de otras participaciones distributivas(…) Las
rentas, al igual que los salarios quedaron detrás de los precios: de modo que los terratenientes no
sacaron nada de la pérdida de los trabajadores.
Las superganancias junto con las ganancias del comercio con las Indias Orientales, suministraron
los medios para construir equipo de capital, y los asombrosos beneficios obtenibles suministraron
un incentivo para la febril prosecución de la empresa capitalista.
Evidencias más recientes tienden a confirmar la hipótesis general de que hubo una caída en los
salarios reales de Europa occidental del siglo XVI.
Se plantea un desfasaje de los salarios debido a factores estructurales de la economía mundo
europea del siglo XVI, basadas en formas primitivas del capitalismo primitivo.
Wallerstein comenta que la inflación fue por tanto importante, porque era un mecanismo de ahorro
forzoso, y en consecuencia de acumulación de capital, porque servía para distribuir estas ganancias
desigualmente en el interior del sistema, favoreciendo el centro emergente de la economía mundo y
perjudicando a su periferia y semiperiferia. De esto se deduce la otra cara de la moneda, es que en el
seno de la economía mundo emergió una división de trabajo no sólo entre las labores agrícolas e
industriales, sino también dentro de las propias labores agrícolas. Y junto con la especialización
surgieron diferentes formas de control de trabajo, y diferentes esquemas de estratificación que a su
vez tuvieron diferentes consecuencias políticas para los “Estados”, es decir, las arenas de la acción
política.
Hasta aquí se quiso explicar por que fue Europa la que se expandió (en lugar por ejemplo que
China), por que en el seno de Europa fue Portugal la que se puso a la cabeza y por que esta
expansión vino acompañada de inflación.
¿Por qué la creación de esta economía- mundo fue un heraldo del moderno desarrollo industrial,
mientras que las creaciones imperiales previas a la historia del mundo, basadas aparentemente en un
sector agrícola relativamente productivo y un aparato político burocrático relativamente fuerte, no
consiguieron ir en esta dirección?
Decir que fue debido a la tecnología sólo nos lleva a preguntar qué tipo de sistema fue el que
favoreció tanto el adelanto tecnológico.
E.L.Jones y S.J.Woolf: consideran un factor distintivo del siglo XVI precisamente el hecho de que,
por primera vez en la historia, una expansión de la productividad agrícola abriera el camino a una
expansión del ingreso real. Los autores argumentan que, en un sistema, un incremento en la
producción bruta no tiene más resultado que la expansión estática, es decir un incremento de la
población sostenible con una distribución absoluta de bienes en las mismas proporciones relativas a
las diferentes clases de la sociedad.
Explicación: la economía- mundo estaba organizada de manera diferente a los imperios anteriores
de tal forma que existían presiones sociales de diferentes tipos.
La expansión supone un desarrollo desigual. En el siglo XVI existían oposiciones entre el Centro de
la economía- mundo europea y sus áreas periféricas, en el centro europeo entre los Estados entre las
distintas regiones y estratos, en el seno de las regiones entre la ciudad y el campo. Habla de
complejidad estratificada..
En la economía mundo en esta época tenía varios trabajadores: había esclavos que trabajaban en
plantaciones de azúcar y en operaciones mineras. Siervos que trabajaban en grandes dominios
donde se cultivaba el grano y se cosechaba madera. Granjeros arrendatarios dedicados a varios
tipos de cultivo para el mercado. Trabajadores asalariados en algunas producciones agrícolas.
Esto daba cuenta del 90 al 95% de la población de la economía- mundo europea, había una nueva
clase de “pequeños propietarios libres” (yeomen). Además había una pequeña capa de personal
intermedio- capataces, artesanos independientes y unos pocos trabajadores especializados- y una
delgada capa de clases dominantes. (Este último grupo incluía a la nobleza existente como a la
burguesía patricia).
La clase esclava de origen africano, localizada en el hemisferio occidental, una clase “servil”
dividida en dos segmentos: una principal en Europa Oriental y otro menor de indios americanos en
el hemisferio Occidental. Los campesinos de la Europa Occidental y meridional eran en su mayor
parte “arrendatarios”. Los trabajadores asalariados eran prácticamente en su totalidad europeos
occidentales. Los yeomen estaban concentrados en Europa Occidental.
La esclavitud y el feudalismo en la periferia, el trabajo asalariado y el autoempleo en el centro
y, como veremos, la aparcería en la semiperiferia. La economía- mundo se basa en que
existían estas tres zonas y tenían de hecho diferentes modos de control de trabajo.
La esclavitud vino a reemplazar en algunos lugares el trabajo de los indios. La esclavitud no
se utilizó en todas partes. No se utilizó en Europa Oriental, que fue testigo de una “segunda
servidumbre”.Tampoco en Europa Occidental, que fue testigo de nuevas formas de renta y del
aumento del trabajo asalariado. En América Española, en lugar de plantaciones de esclavos los
españoles utilizaron la encomienda. Se versa sobre una discusión sobre si la segunda
servidumbre en Europa Oriental, como el sistema de encomienda en América Española han
sido considerados por muchas personas como feudalismo han generado gran cantidad de
controversia.
Según Wallerstein: hay una diferencia fundamental entre el feudalismo de la Europa Medieval y los
“feudalismos” de la Europa Oriental y en América Española del siglo XVI.
Diferencias: el terrateniente producía primariamente para una economía local y derivaba su poder
de la debilidad de la autoridad central. En éstos el terrateniente (señor) producía para una economía
mundo capitalista. Se mantenía en el poder más por la fuerza que por la debilidad de una autoridad
central. Wallerstein llama esta forma de explotación “trabajo obligado en cultivos para el
mercado”; este es un sistema de control de trabajo agrícola en el cual a los campesinos se les
requiere, por medio de algún proceso legal respaldado por el Estado, para trabajar, al menos a
tiempo parcial, en un dominio de grandes dimensiones que produce algún producto para su venta en
el mercado mundial. Normalmente el dominio era “posesión” de algún individuo, habitualmente
designado por el Estado, pero no necesariamente una propiedad heredable. El propio Estado podía
ser propietario directo de un dominio. Esta forma dominante en la producción agrícola fue
predominante en las áreas periféricas de la economía- mundo del siglo XVI.
Sergio Bagú, hablando de América española lo llama “Capitalismo Colonial”. Para Pietro
Vaccari es una nueva forma de organización social. Y que no daba lugar a dos formas como la
capitalista y la feudal. La encomienda en la América Española fue una creación directa de la
Corona. Su justificación ideológica era la cristianización. Su función principal fue la de suministrar
fuerza de trabajo para las minas y haciendas ganaderas, así como para trabajar la seda y suministrar
productos agrícolas a los encomenderos y trabajadores de las minas y ciudades. La encomienda fue
en su origen un privilegio feudal, el derecho a obtener de los indios servicios. Cuando la
exageración de los primitivos encomenderos puso en peligro el suministro de trabajo, una célula
real de 1549 cambió las obligaciones de la encomienda del trabajo al tributo, pasando así de un
sistema próximo de la esclavitud a una que podemos llamar trabajo obligado en cultivos para el
mercado. Como señala Silvio Zabala, la nueva versión de la encomienda era “libre” pero la
amenaza de la coerción persistía. Cuando el suministro de mano de obra tuvo una caída se dio un
cambio legal, la institución del trabajo asalariado, llamado cuatequil en Nueva España y mita en
Perú. La encomienda se transformó en empresa capitalista por medio de reformas legales. “El
terrateniente no sólo tenía tras de él a la corona de España para crear su capital y ejercer coerción
sobre la mano de obra campesina. Normalmente tenía un arreglo con el jefe tradicional de la
comunidad india, por el que este último sumaba su autoridad a los demás gobernantes coloniales en
el proceso de coerción”.
La recesión del siglo XIV y XV no obstante, tuvo consecuencias opuestas en Europa Occidental y
Oriental. En el oeste llevó a una crisis del sistema feudal y en este condujo a una”reacción señorial”
que culminó en el siglo XVI con la “segunda servidumbre” y una nueva clase de terratenientes.
Tenemos: Europa Oriental papel de productor de materias primas para Occidente en plena
industrialización.

Comercio Báltico (siglo XV)

Esquema
Colonial
Bienes masivos( cereales, maderas, lanas) del
Comercio
Este Oeste

Textiles (sal, vinos y sedas)

André Gonder Frank argumenta “el desarrollo y el subdesarrollo económico son las dos caras
de una misma moneda”. Ambos son el resultado necesario y manifestaciones contemporáneas de
contradicciones internas en el sistema capitalista mundial.
Dentro de este desarrollo Europa en los siglos XV y XVI tuvo una ligera ventaja. Debido a la gran
expansión de la amplitud geográfica y demográfica del mundo del comercio y de la industria. La
ligera ventaja determinó cuál de las dos alternativas prevalecería. En este momento la ligera ventaja
del siglo XV se convirtió en la gran disparidad del siglo XVII y la diferencia monumental del XIX.
En las áreas geoeconómicamente periféricas de la economía- mundo emergente había dos
actividades primarias: minería, principalmente de metales preciosos, y agricultura principalmente
para ciertos alimentos. En el siglo XVI América Española proporcionaba lo primero, mientras que
Europa lo segundo.

ESQUEMA:
Europa América Española

Coerción Materia Prima Coerción Extraeconómica


Económi-
Ca Trabajo obligatorio
Trabajo coercitivo
Libre

Metales Preciosos
Especialización Monocultivo

Y variedad.
En ambos casos la tecnología se basaba en el uso intensivo de mano de obra, y el sistema social, en
la explotación de trabajo. Los esclavos eran utilizados en la medida de que eran rentables hacerlo, la
alternativa de una mano de obra formalmente libre, pero legalmente sometida a coerción fue
empleada en los cultivos para el mercado.
En el centro de la economía- mundo, en la Europa Occidental la situación era diferente. La densidad
de población era mayor. La agricultura era, por lo tanto más intensiva. Además parte de la tierra
había pasado de ser arada a ser usada para pastos. el resultado fue una coerción menor. una mano de
obra más especializada puede conseguir una mejor coerción jurídica. El siglo XVI fue un tiempo de
creciente demanda de carne, siendo esta demanda elástica y tendiendo a crecer al elevarse el nivel
de vida.
En las áreas del Centro, las ciudades florecieron, nacieron industrias, los mercaderes se convirtieron
en una fuerza económica y política significativa.
Tendencia en el Centro hacia la variedad y la especialización, mientras que la tendencia en la
periferia era hacia el monocultivo.
La periferia (Europa Oriental y América Española) utilizaba trabajo forzado (esclavitud y trabajo
obligado en cultivos para el mercado). El centro utilizaba cada vez más mano de obra libre.
La semiperiferia (antiguas áreas centrales en evolución hacia estructuras periféricas) desarrolló una
forma intermedia la aparcería, como alternativa extendida, la mezzadria en Italia y la Facherie en
Provenza, eran ya conocidas a partir del siglo XIII; el métayage en otros lugares del sur de Francia,
a partir del siglo XIV. Y al aumentar las dificultades económicas de los señores feudales en los
siglos XIV y XV, los dominios eran arrendados cada vez más en esta forma, no como un todo sino
en unidades menores, capaces de sostener a una familia en vez a todo un pueblo. Duby señala que
para mediados del siglo XV “las explotaciones productoras de cereales a gran escala que pudieran
existir aún en Europa Occidental desaparecieron”. La aparcería y el arrendamiento son más
rentables que el trabajo obligado en cultivos para el mercado. Da como ejemplo Francia: el norte de
Francia avanzó más hacia a arreglos de tipo arrendamiento, mientras que el sur aplicó más la
aparcería. Duby localiza la diferencia clave en la posición relativamente desahogada del granjero
del norte, comparado “con la deprimida condición económica” del campesino del sur que trabaja n
una tierra cuya productividad, no había sido aumentada a través de mejoras en las técnicas como en
el norte.
En la crisis de la Baja Edad Media, cuando una declinación de la población llevó a una disminución
de la demanda de productos agrícolas así como una subida de los salarios de los trabajadores
urbanos, las grandes reservas señoriales declinaron en Europa occidental. No podían convertirse en
tierras de cultivo para el mercado como en Europa del Este del siglo XVI porque no existía un
mercado internacional dentro de un marco económico en general muy decaído. Tenían dos
alternativas reales. Por una parte podían convertir las obligaciones feudales en rentas monetarias. La
otra alternativa que le quedaba entonces al terrateniente era convertir su tierra en pastizales: para
ganado vacuno u ovino.
En esta época, tanto en Inglaterra como en España aumentó la ganadería. El trigo parecía más
ventajoso que la lana. El aumento de la cría de ovejas en el siglo XVI llevó al gran movimiento de
cercamientos (enclosures) en Inglaterra y en España.
Inglaterra y Francia habían seguido el mismo camino en la Baja Edad Media. En ambas hubo
manumisión de la servidumbre, un aumento del arrendamiento por dinero y correlativamente un
aumento del trabajo asalariado. No obstante en el siglo XVI ocurrió algo curioso, Inglaterra
continuó su camino. Europa del Este se dirigió hacia una “segunda servidumbre”. El sur de Francia
se decantó hacia la aparcería, en el norte de Francia la transformación pareció detenerse. Bloch
explica esa diferencia inicial entre Francia e Inglaterra en términos de diferencias previas. Francia
estaba económicamente más desarrollada que Inglaterra, en el sentido que la economía monetaria se
había extendido antes y con mayor amplitud. Inglaterra estaba más “desarrollada” políticamente que
Francia en el sentido que tenía unas instituciones centrales más poderosas. Francia estaba localizada
más centralmente respecto a las corrientes del comercio y la tecnología europeas que Inglaterra, y
por tanto, sus clases terratenientes se desarrollaron antes, ocurriendo también antes el proceso de
conversión de las cargas feudales en rentas monetarias.
Bloch deduce: los terratenientes ingleses tenían relativamente mayor libertad que los terratenientes
franceses para sacar partido de las nuevas posibilidades de comercialización de las grandes
propiedades. Los ingleses tendieron hacia un sistema de trabajo asalariado y manumisión
continuada. Desde lo político los ingleses habían establecido un fuerte control central en lo judicial.
Este mismo autor argumenta que el sistema judicial inglés concedía al terrateniente una mayor
flexibilidad, el arrendamiento por dinero y el trabajo asalariado comenzaron a expandirse
permitiendo que florecieran tanto las grandes posesiones ganaderas como los yeomen, que se
estaban transformando en gentry. Esto también llevaría a una gran cantidad de mano de obra rural
hacia las ciudades para formar un proletariado por medio del cual se produciría la industrialización.
El noroeste de Europa está en camino de dividir el uso de la tierra entre ganadería y labrantío. Esto
sólo fue posible al crear la ampliación del mercado, un mercado aún mayor para los productos de la
ganadería, y gracias al suministro por parte de la periferia de la economía- mundo de suplemento de
cereales para las áreas del centro.
La semiperiferia ha abandonado la industria acercándose a una especialización agrícola del centro
favoreció la monetización de las relaciones de trabajo en el campo en la medida de que el
trabajo era más especializado y los propietarios deseaban librarse de la carga de un excedente de
trabajadores agrícolas. El trabajo asalariado y las rentas en dinero se convirtieron en los medios
de control de trabajo. En este sistema podía emerger un estrato de granjeros independientes a
pequeña escala y de hecho hacerse poderoso, tanto a través de sus productos agrícolas como a
través de sus relaciones con las nuevas industrias artesanales. Dado el aumento de población y
la declinación de los salarios, se sigue, como dijo Marx, que el yeoman “se enriquecía, al
propio tiempo, a costa de sus asalariados y de su terrateniente”. Usurpaban por medio del
cercamiento las tierras de los primeros, argumentando públicamente la necesidad de
garantizar el suministro de alimentos de la nación y después contrataban con salarios bajos,
obteniendo mientras tanto, con rentas fijas, cada vez más tierras de los propietarios de
grandes reservas señoriales.
¿Qué pasaba en las ciudades?
La presión sobre las tierras iba en aumento. En Europa del Este, alguna gente se trasladó a las
tierras fronterizas. De la península Ibérica algunos se trasladaron a las Américas, y otros fueron
expulsados (judíos, moriscos, más adelante) a otras áreas del mediterráneo. En Europa Occidental,
se dio una emigración a las ciudades y un creciente vagabundeo que era endémico.
¿Qué hacían todos estos vagabundos? Suministraban, la mano de obra no especializada a las
nuevas industrias.
Pag 172 Capital comercial- compra de mercancías antes de su producción, es decir, pagos
adelantados por entregar que se hacían en el futuro. Esto evitaba la venta en un mercado abierto.
Permitía que fueran los mercaderes en vez de los productores quienes decidieran el momento
óptimo para la reventa al mundo. Estos comerciantes podían, por tanto, recoger las ganancias de la
revolución de los precios y multiplicarlas.
La industria: existía en la Edad Media pero en pequeña escala y era en mayor parte dedicada a un
mercado de lujo.

LA CRISIS DEL SIGLO XVII EN SU LECTURA ECONÓMICA. UN DEBATE


INCONCLUSO.
l.m Bilbao -Universidad Autónoma de Madrid-
La crisis del siglo XVII, su título genera debate y polémica aún todavía no
cerrada. En la primera parte del texto se tratará de establecer el debate
siguiendo su génesis, genealogía y desenvolvimiento, mientras en la segunda
se discute con mayor libertad de criterio e intención polémica, presentando los
problemas que a juicio del autor considera todavía pendientes de solución.
Se toma entre las diferentes lecturas de la crisis la línea económica.
GENESIS DEL DEBATE
La historiografía del siglo xvii lo presentaba como un siglo turbulento y
convulso, con recesión y políticas defensivas en lo económico,
desestabilización y enfrentamientos armados en la política, conflictos y
revueltas sociales… todo se lo dejaba percibir como un siglo de decadencia.
la obra de clark publicada en el año 1929 y sintomáticamente reeditada en
1960 experimentó un primer giro significativo. El libro de Clark aportaba una
primera imagen, mucho más positiva del siglo XVII. Según este autor en dicha
centuria se habían operado cambios profundos, apuntando con ello hacia el
carácter crítico. Esta crítica no se retomaría hasta los años cincuenta. En los
años cincuenta se publicaban dos obras que iban a revisar de forma definitiva
la interpretación vigente. El tomo iv de la historia general de las civilizaciones
redactado por r. mousnier y el famoso artículo de e. hobsbawm. Estos dos
artículos abrieron el debate sobre la crisis en dos direcciones: la más
estrictamente económica, proyectada por hobsbawm y la sociopolítica,
bosquejada por mousnier, línea esta última que se verá reforzada y
replanteada por h.r.trevor-boper.
La originalidad de hobsbawm radica en postular una inversión del sentido
semántico peyorativo del termino “crisis” al romper, de un lado, con la
tradición que daba por establecida la equivalencia entre crisis y
recesión económicas y al integrar, de otro, la secuencia de cambios
económicos acaecidos durante el siglo xvii en la problemática
marxista de la transición del feudalismo al capitalismo que m .dobb
relanzara en el año 46.
La importancia del planteamiento de hobsbawm radica en desentrañar lo que
se esconde bajo las apariencias de la presumible recesión y en última instancia
a descubrir la teología de la crisis dentro de la dinámica general del desarrollo
del capitalismo: “quiero analizar el lugar que ocupa la crisis del siglo xvii en la
historia del desarrollo del capitalismo”
Toda argumentación de hobsbawm se cimenta sobre: pruebas empíricas y la
explicitación de proposiciones teóricas.
Sobre las pruebas empíricas llega a concluir que la crisis, aunque con
diferencias regionales, tuvo carácter general.
Teorías de hobsbawm- 1) para que el capitalismo se imponga como sistema
económico es condición necesaria que la estructura social de la sociedad
precapitalistas se desintegre mediante un cambio revolucionario. 2)
para que el capitalismo se instale es también requisito necesario el
establecimiento conjunto e indisociable de específicas condiciones económicas,
como un mercado amplio y en expansión, una fuerza de trabajo
asalariada y libre y unos recursos fijos y monetarios orientables
mediante el estimulo del beneficio hacia inversiones productivas. 3)
acumulación originaria, léase, la desintegración de la sociedad precapitalista,
mediante la separación de los productores de sus medios de
producción, lo que generará, aparte de fuerza de trabajo asalariada, mercado
y acumulación de capitales, que acabará activando el potencial de las fuerzas
capitalistas existentes en la sociedad precapitalista.
Resumiendo el desarrollo del capitalismo implica de un lado la eliminación de
obstáculos que deje libre el campo de actuación de las fuerzas capitalistas
preexistentes y, de otro, la generación de condiciones positivas de posibilidad
para la dinamización activas de esas fuerzas. Las revoluciones liberales
burguesas de los siglos xviii y xix cumplieron estos esenciales cometidos
históricos. Pero parte de estas tareas tanto positivas como negativas fueron
realizadas con anterioridad a dicho siglo, por lo tanto es importante abordar el
lugar que ocupa el siglo xvii en el curso del desarrollo del capitalismo. Dicho
con sus propias palabras “debe considerarse hasta donde se adelantó la crisis
del siglo xvii” en la realización de aquellas tareas históricas, o más
expresivamente, “¿cuáles fueron las condiciones que, en el siglo xvii,
ayudaron no sólo a quitar del paso los obstáculos generales sino
también a originar las condiciones que dieran nacimiento a
Manchester? El verdadero problema del siglo xvii es su resultado
antes que su origen.
El propio modelo teórico asumido le permite al autor no sólo determinar la
resultante de la crisis sino también las causas de la misma, identificables con el
fracaso de su expansión del siglo xvi.
La reconocida expansión económica del siglo xvi se vió frenada por los
obstáculos impuestos por el sistema socio-económico feudal predominante,
impidiendo que la expansión alcanzara su punto de despegue. Estos
obstáculos los materializa dicho autor en las condiciones en que se produjo la
expansión, que dieron en generar una serie de contradicciones concretables en
la aparición de desajustes entre capacidad productiva y demanda solvente, en
suma, en crisis de mercados visibles en tres espacios económicos
diferentes pero conexos: el ultramarino y colonial y finalmente el
mercado interior de la Europa del oeste.
La relativa especialización manufacturera y mercantil de Europa occidental
resultó posible gracias a la correlativa especialización agraria de los países del
oriente europeo, generándose flujos comerciales recíprocos y mutuas
relaciones de complementariedad en los términos de la división internacional
del trabajo. Pero la especialización de oriente se cimentó sobre el
reforzamiento de la servidumbre, lo que a largo plazo derivaría en una
compresión de las rentas campesinas y en una consecuente caída de la
demanda oriental de productos manufacturados por la Europa del oeste. La
crisis del mercado oriental acabaría afectando a las actividades industriales y
comerciales del occidente. En cuanto a las relaciones comerciales euro-
asiáticas persistió un viejo problema histórico: el desequilibrio de la balanza
comercial de Europa con asia. La expansión ultramarina de Europa al permitir
el acceso a los caudales americanos alivió este déficit pero sin alcanzar a
modificar el signo de la balanza pues Europa no lograría colocar sus
producciones industriales en Asia ni tampoco significativamente en américa.
En relación al mercado interno de los países de Europa occidental, hobsbawm
argumenta que el sostenimiento de la expansión agrícola hubiera requerido de
una revolución agraria, tanto en el sentido de innovaciones técnicas como de
cambios en las relaciones de producción. En la práctica, los beneficios de la
expansión agrícola se orientaron, ante el estímulo de los precios relativos, a la
misma tierra, pero no en forma de innovaciones técnicas u organizativas de la
producción, sino para reproducir y multiplicar antiguas técnicas y viejas
relaciones de explotación feudal.
Estos diversos aspectos de la crisis rematará hobsbawm pueden reducirse a
una sola fórmula: la expansión económica se produjo dentro de un marco social
que no era aún suficientemente fuerte como para hacer estallar y, de alguna
manera, se adaptó más bien a él que al mundo del capitalismo moderno”,
pagando su acomodo con el precio de la crisis, cuyas consecuencias pasamos a
transcribir.
Los resultados de la crisis lo sintetiza: la crisis del siglo xvii derivó en
una considerable concentración del poder económico. En un esfuerzo
de historia comparada, contrapone los resultados de la crisis del siglo
xiv – crisis de distribución- con la del siglo xvii – crisis de
concentración- esta concentración sirvió para el futuro desarrollo del
capitalismo industrial, directamente por medio del fortalecimiento de
la industria a domicilio, a expensas de la producción artesanal y de las
economías “avanzadas” a expensas de las “retrasadas” y por medio
de la aceleración del proceso de acumulación de capital”, e
indirectamente, “contribuyendo a solucionar el problema de obtener
un excedente de productos agrícolas” que aumentó durante el siglo.
La preocupación de hobsbawm en lo que hace a la acumulación de capital no
se dirige a establecer las formas en que se produjo sino a determinar su
suficiencia en orden a promover el despegue y, sobre todo, a hacer un
seguimiento de su destino y orientación. Su respuesta a estas cuestiones se
resume en concluir que más que una cuestión de insuficiencia de capitales, fue
un problema de empleo ineficiente, por desvío del capital acumulado hacia
la explotación colonial, el comercio o las finanzas. Si la crisis tuvo como muy
destacada consecuencia la acumulación de capital, no produjo sin
embargo ningún mecanismo automático que permitiera transformar la
acumulación en inversiones adecuadas, el hecho destacado sería la
nueva forma de colonialismo, “el mayor logro de la crisis del siglo
xvii”, a juicio del historiador británico, basados en flujos comerciales
de productos de consumo de masas – manufacturas europeas contra
productos agrarios ultramarinos- portadores de efectos mutuamente
inducidos y multiplicadores.
Hobsbawm se pregunta, si se habían dado ya durante el siglo xvii el
tipo de condiciones exigidas para la transición al capitalismo ¿cómo es
que la Revolución Industrial y con ella el advenimiento del capitalismo
se retrasaron por lo menos un siglo?
El cumplimiento de estas condiciones era, según Hobsbawm, aún
incompleto, pues se requería de un lado, el fomento significativo de las
manufacturas en los países más avanzados, posibilidad que estaba brindada
tanto a Holanda como a Inglaterra pero que sólo Inglaterra iba actualizando, y,
por otro, del establecimiento de la supremacía de la producción sobre el
consumo, rompiendo las dependencias restrictivas de la producción respecto al
consumo mediante una oferta más elástica que generara su propia demanda.
Procesos ambos incipientes en el siglo XVII y que precisaban de impulsos,
forzados por corrientes de alta presión, entre las que se vuelve destacar el
nuevo sistema colonial en el que Inglaterra, si no fue pionera, acabó siendo
hegemónica, hasta conquistar con sus manufacturas los mercados mundiales y
controlar la mayoría de las colonias, donde finalmente podrá finalmente tanto
abastecerse de materias primas baratas como colocar los productos
industriales de su “industria moderna”. No es por lo tanto casual que Inglaterra
realizara “la primera revolución industrial” al completar antes que nadie y de
manera suficiente las condiciones necesarias irrealizadas e irrealizables aún en
el transcurso del siglo xvii. La maduración del proceso requería un tiempo del
que el siglo xvii fue solo un episodio, aunque “crucial en la declinación de la
economía feudal y la victoria de la capitalista”.
Desarrollo del debate
Los historiadores están de acuerdo sobre la existencia de la crisis, pero no
sobre su carácter. Se remontan a la semántica del término crisis. Podrían
considerarse las siguientes acepciones:
1) existencia de dificultades económicas concepto de nivel muy bajo y en
consecuencia escasamente operativo; 2) perturbación y cambio más o menos
brusco y súbito de la actividad económica, lo que sería traducible por crisis
coyuntural a corto plazo, clásico concepto de la ciencia económica de
contenido preciso; 3) retroceso a largo plazo de la tasa de crecimiento de la
economía, concepto también clásico, traducible por recesión, o por
decrecimiento; 4) cambio económico, equiparable a crisis estructural de
ruptura, tendente a la transición hacia un nuevo sistema económico que se
produce siempre en el período largo.
Hobsbawm en ningún momento define el concepto crisis, hace un empleo
indistinto e intercambiable del término, da por descontada la existencia de
dificultades económicas; data el inicio de las perturbaciones en una
fecha clásica, 1620, a pesar de negarse a equiparar la crisis y
recesión, sugiere para esta una concreta cronología. Fue el primero en
calificar al siglo xvii de periodo crucial de transición. Las críticas se
han dirigido hacia determinados aspectos de la crisis, como la
cronología, su generalización, sus modulaciones regionales y
sectoriales e incluso la existencia misma de la crisis.
De entre los historiadores que como Lublinskaya, Morineau, Romano, Schuffer,
etc., han realizado mejores aportaciones a esa polémica merece destacarse al
noruego Steensgaard. Este autor sostiene que la crisis del siglo xvii no fue un
retroceso general, sino que incidió sobre varios sectores en diversos momentos
y con diferente extensión. Concluye que una crisis generalizada y continua se
revela infundada y la eliminación de ese leit motiv no deja de tener unos
efectos liberadores, ya que permite una percepción renovada del problema.
La imagen de una “crisis general” entendida como recesión universal (acepción
2) debe ser descartada y revisada en el sentido de regionalizada y
sectorializada: ciertas áreas económicas se deprimieron, en tanto otras se
expandían: ciertos sectores económicos decayeron, otros progresaron; las
industrias urbanas y agremiadas entregaron el relevo a las rurales: cuando
decaía tal circuito comercial, depuntaba otro. La idea de hobsbawm de una
“crisis general” debe dar paso a una percepción matizada por los reequilibrios,
reajustes y compensaciones, estabilizadores, en términos agregados, de la
tendencia secular de la economía europea durante el siglo xvii. También se
cuestiona la crisis de los mercados. En cuanto a los mercados se toma y se
acuerda con Morineau cuando sentencia que es una lástima que la crisis del
siglo xvii se apoye en dos argumentos inventados: el eclipse de los tesoros
americanos y el lazo entre precios y metales preciosos. Este autor junto con
otros evidencia la falsedad de la imagen que sobre el agotamiento de los
tesoros americanos transmitieran Hamilton a Chaunu y el haber mostrado que
la producción o al menos el flujo de metales preciosos americanos del
seiscientos no decayó tan significativamente durante la primera mitad del siglo
XVII y que desde luego creció después, a partir de 1650, justamente en la
época en que la vieja ortodoxia situara el fondo de la depresión de la llegada
de metales.
Respecto al comercio Báltico su regresión parece seguir teniéndose en mejor
en pie. Lubrinskaya es el único que respeta la idea hobsbawmiana sobre los
elementos constitutivos de los orígenes de la crisis aunque identifica su
explicación en la guerra de los treinta años., un factor contingente y ajeno a la
propia dinámica económica de los mercados, como pretendiera Hobsbawm.
Máxima Steensgaard precisa coincidencias cronológica entre los momentos de
dificultad de comercio Báltico hacia la mitad del siglo y los esfuerzos y logros
de los holandeses en el comercio asiático. Esta concordancia en las variaciones
de las orientaciones del comercio de los holandeses, principales protagonistas
del comercio del Báltico, reforzará la imagen de la crisis del comercio oriental
europeo, crisis tal vez más de beneficios que de cantidades
comercializadas.
Queda el mercado interior de la propia Europa. El restringido aumento
demográfico unido a la compresión de los ingresos de la gran mayoría de la
población afectaría a una caída general de la demanda y aun estrechamiento
del mercado interior europeo. El mercado interno europeo experimentó
una profunda crisis como la vaticinara Hobsbawm.
Recapitulación qué queda o puede quedar de la crisis del siglo XVII: el haber
comprobado que la expansión mayor o menor del siglo XVI comenzó como
mínimo a realizarse entre 1580 y 1620, y que diferentes y múltiples crisis
unas veces coincidentes y acumulativas, otras desfasadas y complementarias
frenaron a lo largo del siglo XVII la tasa de expansión de la economía europea
considerada en su conjunto, el haber al mismo tiempo reconocido que la
expansión general, aunque no igual, de las economías europeas del quinientos
dio paso, esquematizando a una bifurcación del curso de esas economías en el
seiscientos y que, este proceso, diríamos de desarrollo desigual pudo
cimentarse sobre bases estructurales contrapuestas- llámese economías
avanzadas y atrasadas o de transición rápida y refeudalizadas – que dieron en
formas de organización de trabajo e instituciones económicas diferentes…
permite recuperar la polémica sobre alguna forma de crisis general o de
cambio económico, bastante más complejos que lo que el concepto recesión
significa.
Steensgaard cambió el registro metodológico y combinó elementos económicos
y socio- políticos en la explicación, interseccionándolos con el Estado. Para este
autor la crisis del siglo xvii es una crisis de distribución y no de
producción y que todo intento por entender la crisis del siglo XVII sin
tener en cuenta la distribución de la renta está condenado al fracaso.
El problema de la crisis es el problema del absolutismo.
La acción del estado se constituye en la viga maestra de la
reconstrucción histórica de la crisis general, política, social y
económica.
Malanima comulga con Steensgaard al menos en destacar la
distribución de la renta como elemento determinante de la crisis,
aunque en este caso tal elemento se convierta en factor explicativo no
sólo de la crisis del siglo XVII sino del modelo general de
funcionamiento de las economías y sociedades preindustriales y
aunque no se atribuya al Estado un papel tan destacado en la
redistribución de dicha renta. El historiador italiano propondrá una
metodología analítica centrada en la consideración de que “el
crecimiento continuo de la renta agregada en una economía
preindustrial acaba siendo bloqueado no tanto por el límite de tipo
natural, cual es el constituido por un incremento marginal decreciente
del rendimiento de los recursos disponibles al crecer la población,
cuanto por un límite en contrario social dependiendo del modo en que
una fase expansiva de la economía de redistribuye la renta entre las
diferentes clases y del tipo de empleo que los diversos grupos
sociales hacen de la renta”.
Como conclusión se identifica a la crisis con el hecho de que “el
incremento demográfico del siglo (xvi), modificando la rentabilidad de
los varios factores de producción, había alterado la distribución de la
renta en un sentido favorable a la expansión del consumo de lujo, de
las inversiones improductivas y del gasto estatal improductivo”, lo
que limitó el excedente efectivo en relación al potencial y bloqueó la
ulterior expansión de la renta. La información disponible para el siglo
XVI sobre la dinámica de la propiedad fundiaria y el comportamiento a
largo plazo de los precios, salarios y renta de la tierra convalidan, a
juicio de Malanima, por un lado el aumento general de la renta agraria
y su transferencia a favor de la clase de propietarios de tierras –
transferencia además reforzada por los “favores fiscales” de que
gozó esta clase social por parte del Estado- y por otro a despecho de
la ley de la propensión marginal al consumo, confirman la realidad de
una tendencia creciente a incrementar el consumo suntuario y las
inversiones improductivas a medida que aumentaban las rentas
disponibles de la aristocracia terrateniente y los recursos fiscales del
Estado. En suma que “las variaciones en la estructura de la
distribución de la renta en el curso del quinientos desplazaron hacia
arriba la función del consumo agregado, reduciendo en la misma
medida la propensión media al ahorro y limitando el proceso de
formación del capital”
Por otro lado se abre dentro de la historiografía marxista en relación con la
crisis un debate que hace referencia a la génesis del capitalismo y a la
transición. Uno de los ejemplos más significativos de esta escisión se produce
en torno al tema de los orígenes del capitalismo. El debate iniciado en los años
cincuenta, marcó dos frentes opuestos y aparentemente irreconciliables.
Sintéticamente la línea dobb reafirmó la importancia del tema de la
producción de mercancía como valor de uso y en consecuencia de la
relación genética interna feudalismo- capitalismo.
La línea sweezy subrayó el peso de la distribución y por tanto del
comercio, lo que significaba dar máximo relieve a la mercancía como valor de
cambio.. Bajo estos diseños teóricos del proceso de transición había dos
concepciones distintas del capitalismo. Sweezy asumía el punto de vista de una
conceptualización del capitalismo en términos de producción para el cambio,
Dobb dentro de una transición más ortodoxa, identificaba al capitalismo como
la organización social de producción a base de mano de obra asalariada. Se
trataba en suma de un debate que en un caso valoraba más la producción y las
relaciones de producción que la distribución y que, en otro, correlativamente,
identificaba los factores determinantes de la transición en elementos externos
o endógenos al propio sistema feudal. En los años setenta se reanuda el
debate bajo dos historiadores: Wallerstein, que con su marxismo
circulacionista hará revivir la figura de Sweezy, y Brenner, que
revivirá la ortodoxia más tradicional de la línea de Dobb.
Wallerstein , parte del reconocimiento de que el inicio del capitalismo hay
que retrotraerlo al siglo xvi, en una peculiar forma denominada por el autor
capitalist World- economy ; “una economía mundo europea basada en el
modo de producción capitalista”, segundo, que el factor constitutivo de la
génesis de la economía fue la expansión del comercio y que, finalmente, la
característica dominante de ese modo de producción es su “relativo alto grado
de interrelación entre procesos económicos de diferentes zonas de forma que
el funcionamiento del sistema lleva a una jerarquización espacial cada vez
mayor” a causa de pautas de desarrollo asimétricas- centro, periferia y
sempiperiferia- que a través de la división de trabajo y del
intercambio desigual generan el desarrollo del centro y el
subdesarrollo de las periferias, como partes de un proceso
orgánicamente único a pesar de sus diferenciaciones.
Los planteamientos de Breener, ligan la génesis y el desarrollo del
modo de producción capitalista, o del crecimiento económico sin más, a
las relaciones de producción y a la lucha de clases. Breener parte del
reconocimiento, primero, de que el capitalismo como sistema unitario y
único no estaba implantado en la edad moderna; segundo que la
expansión del mercado ocupa una posición secundaria en la génesis
del capitalismo y que la primacía ha de otorgarse a la constitución de la
venta libre de fuerza de trabajo, cuya premisa no será otra que la pérdida del
control por parte del productor directo de sus medios de producción; y que en
tercer lugar, la economía mundial, antes del siglo XIX estaba compuesta por
diversos modos de producción, capitalistas y precapitalistas, que ofrecían la
posibilidad de múltiples transiciones al capitalismo: multiplicidad de procesos
de transición, pero todos ellos identificables por la afirmación de las relaciones
capital- trabajo asalariado en el proceso productivo, multiplicidad, además que
conlleva a sucesiones cronológicas con la consecuente coexistencia provisional
y temporal de formaciones sociales capitalistas y precapitalistas de cualquier
manera interrelacionadas.
Otro de los problemas que le preocupa a Breener es la extrapolación de los
modelos teóricos para explicar en conjunto la economía preindustrial europea.
“contra los modelos teóricos construidos denunciará el hecho de que bajo
tendencias económicas bastantes homogéneas en toda Europa y a todo lo
largo de los siglos medievales y modernos se originaron formas de desarrollo
económico absolutamente dispares. Dos ejemplos extraídos de la historia
comparada, constituyen una verdadera piedra de toque para tales modelos: la
intensificación de la servidumbre en la Europa del Este frente a su
debilitamiento en Occidente y la génesis del capitalismo agrario en Inglaterra
en relación al fracaso Francés. La incapacidad de los modelos al uso para
explicar estos y otros fenómenos coetáneamente contrapuestos dentro de las
tendencias económicas similares radica, a juicio de Breener, en la renuncia,
implícita o explícita, que en ellos se hace al análisis de las condiciones sociales
del desarrollo económico, siendo así, según él, son las estructuras de
clases( fuerzas productivas, relaciones de producción, de propiedad y
apropiación) y las relaciones de poder entre las clases las que, “una vez
establecidas, tienden a imponer límites, verdaderas reglas de larga duración
en el desarrollo económico de una sociedad”.
Se le objeta a breener que reduce la crisis del siglo xvii a la explicación de la
crisis bajo medieval del siglo xiv. A una crisis de productividad agraria.
Con anterioridad y por caminos arguméntales diversos aun dentro de comunes
orientaciones discursivas el marxista Parker sobre la crisis del siglo xvii llega
a parecidas conclusiones que Breener, al interpretar que la crisis “ se describe
mejor como crisis del feudalismo que como una crisis en el ascenso del
capitalismo”. Para Parker la sociedad europea del siglo xvii seguía siendo
eminentemente feudal. Este autor reconoce siguiendo a Hobsbawm, que
el siglo xvii fue un período de recesión económica tras la expansión
del siglo precedente. Parker agrega a los elementos económicos, el tema del
absolutismo, las revueltas sociales y muy especialmente el tema de la guerra.
Parker asume la contradicción entre el desarrollo del capitalismo y la estructura
social feudal. De lo que duda es que tal contradicción pueda y deba localizarse
en el mercado. “La expansión de los mercados exterior puede contribuir al
desarrollo del capitalismo e incluso en cierto estadio puede ser decisivo, pero
esto sólo es posible cuando han tenido ya lugar cambios fundamentales en las
relaciones sociales. El capital mercantil solo no es capaz de revolucionar el
modo de producción o las relaciones de clases; puede incluso, como en ciertas
partes de Francia, llevar a la consolidación del feudalismo”. Este autor sostiene
la crisis más general, la que afectó a la mayoría de los países europeos, no fue
una crisis en la transición hacia el capitalismo, sino que tuvo el carácter
descripto de crisis interna y propia a las contradicciones del feudalismo. Sólo
Inglaterra, que logró transformar su estructura social, pudo superar estas
contradicciones. Su “particular” crisis tuvo otra naturaleza, bien distinta a la de
Europa continental.

Problemas pendientes en el debate


El primer problema a delimitar es sin duda alguna el relativo al concepto
crisis. ¿De qué crisis estamos hablando? Si por crisis entendemos recesión
económica, o al menos ralentización del crecimiento.
En referencia a l siglo xvii, se dan caracterizaciones diferentes a la crisis: crisis
de transición (hobsbawm), crisis del capitalismo (Wallerstein), del feudalismo
(parker). Y bajo estas caracterizaciones late innegablemente una distinta
concepción de la naturaleza de la sociedad del seiscientos, y lo que aún es
más, a un nivel superior, distintas conceptualizaciones sobre el capitalismo.
Dice el autor una completa recomposición interpretativa deberá integrar en el
análisis económico los esclarecedores resultados presentados por estudiosos
de otras instancias históricas. Incorporar temas tales como la guerra, la
hacienda, la fiscalidad, en suma, al estado, cuestión central en la
lectura sociopolítica de la crisis. Puede significar dar con claves para una
mucho más correcta lectura económica de la crisis.
Otro de los problemas que se plantea es las diversas tentativas de
recomposición de la teoría marxista sobre los orígenes del capitalismo. Marx
distinguió con nitidez la acumulación originaria de la acumulación capitalista,
“la formación del capital, de su efectivo funcionamiento”, “la acumulación
como prerrequisito de la producción capitalista”. El término de acumulación
originaria – preferible al de primitiva- hace expresa referencia a la génesis del
capital, al consistir en la separación de los productores de sus medios de
producción, transformándose estos medios en capital y los productores en
asalariados. La acumulación capitalista es ya el resultado del funcionamiento
del capital y de la producción capitalista, mediante la reinversión del ahorro de
una parte de los beneficios.
Estas distinciones permiten comprender que el desarrollo del capitalismo se
inició con las mercancías y con el dinero, precondiciones producidas a base de
relaciones de producción no capitalistas y que el capital tiene su origen en la
esfera de la circulación y no en la producción. El comercio mundial y el
comercio mundial y el mercado mundial, ampliados desde el siglo xvi,
constituyen la base de los orígenes del capitalismo en cuanto que generaron la
acumulación originaria a gran escala. Ahora bien la existencia de este mercado
mundial no implicó directamente el establecimiento de relaciones capital-
trabajo asalariado, pero implicó necesariamente la producción de mercancías y
la división internacional de trabajo, lo que finalmente culminaría en la aparición
de la forma salario como forma dominante del trabajo. Histórica y
paradójicamente, durante toda la edad moderna se recrearon formas de
trabajo no capitalistas, como el esclavismo, pero todas ellas en contraste con
sus semejantes formaciones anteriores, generando mercancías a gran escala
para el mercado mundial.
Otro autor Nell, por su parte, al analizar la obra de Wallerstein, descubre
en ella una radical falla metodológica: el no haber comprendido que “la
aparición de las relaciones capitalistas en el mercado interior está apoyada
sobre instituciones que inhibirán su funcionamiento posterior”.
Otra falla denunciada, es la del indiscriminado uso de conceptos
convencionales como salario, trabajo, beneficio o capital para épocas en que ni
el trabajo es mercancía ni existe un mercado de capitales. Estas
puntualizaciones metodológicas, el convencimiento de la primacía del
mercado interior sobre el mundial y la aceptación de las distinciones
entre diferentes tipos de acumulación le conducen a reconocer que la
edad moderna fue el momento de la “formación del capitalismo mas
bien que su formal funcionamiento”.
Se pone también a discusión el carácter general de la crisis, como su
impacto observándose las desigualdades regionales europeas.
Villari, en este sentido realiza una crítica a los postulados de Wallerstein sobre
la economía mundo. Argumenta este autor (Villari) que el término periferia o
semiperiferia que utiliza Wallerstein para señalar las zonas de estancamiento y
subdesarrollo no es aceptable: da una imagen sólo parcial de esa realidad.
Porque se limita a señalar su subordinación y su dependencia, más o menos
funcionales, respecto del centro del nuevo sistema. “No revela su naturaleza
específica, o la asimila de manera forzada al nuevo modo de producción “.
Justamente al haber basado teóricamente el discurso en una concepción de
economía mundo como un sistema de estructura indiferenciada – todo es en él
capitalista- .
Para el caso italiano o mejor, para el mediodía italiano, Villari y antes que
él Romano identifica esa naturaleza específica bajo términos como
“refeudalización” o “neofeudalismo”, referentes significativos ambos,
puesto que apuntan no sólo al hecho de una simple vuelta a “las estructuras
arcaicas, de tipo feudal, y a la continuidad del dominio tradicional de las clases
mercantil- financiera, a la interrupción del proceso de diferenciación social- lo
que provocó anquilosamiento social- y a la orientación del proceso de
consolidación de la propiedad territorial y de jurisdicciones hacia los mercados
exteriores.
Las diferencias socio-económicas producidas en el siglo xvii – y aun desde
antes- suelen convencionalmente agruparse en modelos que se hacen incluso
corresponder con áreas geográficas: Inglaterra, único país donde de forma
significativa se fueron afirmando las relaciones capitalistas; las regiones del
centro y este de Europa, en las que de manera creciente se reforzó la
servidumbre; y el resto de Europa, que encubría realidades muy diversas pero
que genéricamente se cobijan bajo términos que hacen referencia a la
consolidación de las economías campesinas.
Dejando de lado el prototípico y claro caso inglés, así como el muy discutible,
en algunos sentidos, ejemplos de los países centro orientales, para el resto de
Europa se ha propuesto la interpretación de la “vía campesina”, en la que el
proceso de proletarización de un campesino parcelario consagrado como tal
desde la crisis bajo- medieval se produciría a través de diferenciaciones
sociales en el interior del campesinado y mediante la usura, el endeudamiento
y sobre todo el peso de la renta de la tierra, que por si de un lado contribuía a
expulsar al campesino de la tierra y entregarlo a manos del capital, por otro lo
recuperaban bajo formas de relación arrendaticia, que posibilitando la
reproducción tanto de la renta como de una oferta elástica de mano de obra al
servicio del capital, convertían la transición- liquidación del campesinado en un
proceso siempre inacabado.
La investigación y discusiones aparecidas en el debate permiten pasar por
reconocer hechos como que la crisis/recesión no fue general, que la
crisis/cambio estaría compuesta por una constelación de cambios de
direcciones divergentes (transformaciones o permanencias estructurales,
éstas de cualquier manera remodeladas), y que entre sentido del cambio y del
crecimiento no existió una correlación precisa. Para tal reconstrucción teórica el
enfoque metodológico más plausible y pertinente parece relacionarse con el
que postula la existencia de un sistema económico mundial diferenciado en
entidades socioeconómicas de naturaleza específica diversas, dentro del cual
las crecientes diferenciaciones y polarizaciones fueron resultado de un proceso
orgánico de interdependencias mutuas, lo que finalmente reclama la
construcción de un modelo explicativo general mucho más dinámico y
dialéctico que los normalmente utilizados.
Enfatiza el autor que se están dando avances al considerar al Estado como un
elemento crucial para la comprensión de la crisis. El tema de la guerra y el
problema de las finanzas públicas (que viene de la mano de la problemática
de la guerra).
El Estado en suma y lo que él conlleva, debe constituir a la luz del debate
socio- político un campo de observación y análisis más cuidado que lo que el
economicismo de ciertas versiones sobre la crisis nos tiene acostumbrados. Las
monarquías fueron desestabilizadas por la guerra y/o por la corte- términos
difícilmente separables-, a causa, en última instancia, de insuficiencia de
recursos económicos, y esta crisis política, con sus evidentes secuelas y
concomitancias sociales de revueltas y revoluciones, rebotó sobre una
actividad económica que había ya entrado en crisis por causas relativamente
autónomas de razones de orden político.
Resulta difícil alinearse con la idea de Hobsbawm de que la causas de la crisis
de mercado y más duro resulta aún comulgar a estas alturas del debate con
explicaciones puramente maltusianas y asociales. También la tesis de
Steensgaard como la de Malanima apuntaban en versiones distintas hacia
problemas derivados de la estructura de la redistribución de la renta generada.

APUNTES PERSONALES SOBRE EL DEBATE DE LA CRISIS DEL SIGLO XVII


(profesora)
Algunos autores que discuten la crisis del siglo xvii pertenecen al
partido comunista británico como por ejemplo Hobswam. Se toma
como referencia el libro de dobb publicado en 1946.
Hobswam, Hill y Hilton fundan en 1952 la revista Past and Present
(Pasado y Presente), hacen estudios sobre áreas extensas y sobre
explicaciones causales, algunas propuestas los acerca a la revista
Annales, pero tienen una línea más materialista. En el 5to número de
pasado y presente se publica un artículo de Hobswam que se llama
crisis del siglo xvii, en este artículo se plantea la idea de una crisis
general en Europa. En el 54 el artículo de Hobswam se publica en
Francia junto con el artículo de Mousnier abriendo de nuevo el debate.
En el 57 se realiza un Congreso en Londres bajo el título las
revoluciones del siglo XVIII. En el 59 se publica un libro criticando los
postulados de hobswam.
Hobswam plantea con respecto a la crisis:
 El xvii fue un siglo de crisis en el continente europeo pero
también abarcó los lugares dominados por los europeos.
 Fue producto de contradicciones internas de la economía
europea.
 La depresión económica no fue generalizada sino que la
concentración económica favoreció a los países más preparados,
a saber Inglaterra y Los Países Bajos.
Algunos autores plantean que la crisis del siglo xvii no fue general y
afecto de la misma forma a todos los países. Otros hablan de una
crisis general caracterizada por los conflictos sociales.
En el 64- 65 se publica por Hill todos los artículos que se han escrito
sobre la crisis. Este autor en el prólogo dice que hubo una crisis
general pero que los trabajos regionales nos dan la pauta de que la
crisis tuvo especificaciones regionales.
En el 78 Parker (otro marxista) publicó una compilación de trabajos
sobre Inglaterra, Dinamarca y Países Bajos demostrando que los
conflictos fueron más sangrientos y se dieron en los países donde
hubo guerras de religión y que estas guerras fueron la que los
hundieron económicamente.
Parker dice y -me parece analizando las teorías de hobswam sobre la
crisis- es equivocado plantear cuáles fueron los obstáculos del
capitalismo, hay que fijarse en la estructura de clases y no en la
economía solamente. Para Brenner el cambio o la transición debe
verse en la superestructura (ESTADO).
A PARTIR DE ESTO EMPIECEN A RESUMIR EL TEXTO DE LA CRISIS DEL SIGLO
XVII. PUEDEN HACERLO SOBRE MI RESUMEN QUE LES MANDE.
Crítica a Wallerstein
Hay que distinguir diferencias, en los procesos que se dieron entre
los siglos XV y XVI las distinciones entre centro y periferia eran
mayores. La civilización europea cristiana pretendió, imponer
a los pueblos sus valores y formas de vida y, por primera
vez apareció un esbozo de la economía mundo capitalista.
Pero aquella economía mundo del siglo XVI era incompleta,
ya que si bien los europeos controlaban el comercio
internacional, la mayor parte de la producción se les
escapaba. RECIÉN EN EL SIGLO XVIII, EN EL CONTEXTO DEL
PODER INGLÉS, SE COMENZÓ A ESTABLECER UNA
VERDADERA RELACIÓN ENTRE CENTRO(los países
desarrollados de la época) Y LA PERIFERIA(constituida por el
mundo atrasado u subdesarrollado). SE TRATÓ SÓLO DEL
INCIO, EL GRAN CAMBIO LLEGÓ EN EL SIGLO XIX, CON EL
GRAN DESARROLLO INDUSTRIAL, Y LA GRAN REVOLUCIÓN
EN LOS TRANSPORTES Y LAS COMUNICACIONES. Para
Hobsbawm esto se pudo dar en el siglo XVIII CON LAS
REVOLUCIONES BURGUESAS.
(tener en cuenta las diferencias entre acumulación originaria de
capital y acumulación de capital).

EL CAPITALISMO HISTÓRICO
IMMANUEL WALLERSTEIN
Siglo xxi editores, sexta edición en Español, 2006.

1. LA MERCANTILIZACIÓN DE TODAS LAS COSAS: LA PRODUCCIÓN DE CAPITAL

El capitalismo es, ante todo y sobre todo, un sistema social histórico.


La palabra capitalismo deriva de capital. Pero ¿qué es el capital? En una de sus
acepciones es simplemente riqueza acumulada. Pero cuando se usa en el
contexto del capitalismo histórico tiene una definición más específica. No es
sólo la reserva de bienes de consumo, maquinarias o derechos autorizados
a cosas materiales en forma de dinero. El capital en el capitalismo histórico
sigue refiriéndose por supuesto a estas acumulaciones de esfuerzos de un
trabajo pasado que todavía no han sido gastados; pero si esto fuera todo,
entonces se podría decir que todos los sistemas históricos, hasta el hombre de
Neandertal, han sido capitalistas, ya que todos ellos han tenido algunas de
esas reservas acumuladas.
Lo que distingue al sistema social histórico que llamamos capitalismo histórico
es que en este sistema histórico el capital pasó a ser usado (invertido) de una
forma muy especial. Paso a ser usado con el objetivo o intento
primordial de su autoexpansión.
Otra característica del capitalismo es la ganancia…”tenía entonces
que ser capaz de retenerla hasta que se diera una oportunidad
razonable para invertirla, momento en que todo el proceso tenía que
renovarse en el punto de producción”…
El capitalismo histórico implicó, pues una mercantilización generalizada de
unos procesos – no sólo de los procesos de intercambio, sino también de los
procesos de producción, los procesos de distribución y los procesos de
inversión- .
El capitalismo histórico, es pues, ese escenario integrado, concreto, limitado
por el tiempo y el espacio, de las actividades productivas dentro del cual la
incesante acumulación de capital ha sido el objetivo o la “ley” económica que
ha gobernado o prevalecido en la actividad económica fundamental.
Mi opinión es que la génesis de este sistema histórico se localiza en la
Europa de finales del siglo XV, que el sistema se extendió con el tiempo
hasta cubrir todo el globo hacia finales del siglo XIX, y que aún hoy cubre todo
el globo.
Wallerstein dice que lo que hubo de nuevo en el Capitalismo histórico fue la
correlación entre división del trabajo y valoración del trabajo. Los hombres tal
vez hayan hecho a menudo un trabajo diferente del de las mujeres (y los
adultos un trabajo diferente del de los niños y ancianos), pero en el capitalismo
histórico ha habido una constante devaluación del trabajo de las mujeres (y el
de los jóvenes y viejos) y un paralelo hincapié en el valor del trabajo del varón
adulto. En este sistema social el varón adulto fue calificado de “cabeza de
familia” y la mujer adulta que trabajaba en el hogar como el “ama de casa”.
Así cuando se empezaron a compilar estadísticas nacionales que eran a su vez
un producto del sistema capitalista, todos los cabezas de familia fueron
miembros de la población activa, pero no así las amas de casa. De este modo
se institucionalizó el sexismo. El aparato legal y paralegal de la
distinción y la discriminación por géneros siguió de forma totalmente
lógica las huellas de esta valoración diferencial del trabajo.
Los que empleaban mano de obra asalariada sentían tan poco
entusiasmo por la proletarización que además, de fomentar la división
de trabajo por géneros y edades, también estimularon, con sus
esquemas de empleo y a través de su influencia en el campo político,
el reconocimiento de grupos étnicos definidos, tratando de vincularlos
a papeles específicos en el mundo laboral, con diferentes niveles de
remuneración real por su trabajo. La etnicidad creó un caparazón
cultural que consolidó los esquemas de las estructuras de unidades
domésticas semiproletarias.
Wallerstein (precios) habla sobre de que la oferta y la demanda pueden ser
manipuladas a través de restricciones monopolistas, que han sido más la regla
que la excepción. Allí donde el vendedor y el comprador eran de hecho y en
última instancia la misma empresa, el precio podía ser arbitrariamente
amañado con fines fiscales o de otro tipo, pero tal precio nunca representaba la
interacción de la oferta y de la demanda. La integración vertical, al igual que el
“monopolio horizontal” no ha sido rara. Wallerstein dice, estamos por supuesto
familiarizados con sus ejemplos más espectaculares: las compañías con carta
de privilegios de los siglos xvi al xviii, las grandes casas comerciales del siglo
xix, las transnacionales del siglo xx. Todas estas estructuras globales que
trataban de abarcar todos los eslabones posibles de una determinada cadena
de mercancías. Pero los ejemplos de integración vertical, que abarcaban sólo
unos pocos (o incluso dos) eslabones de una cadena, han sido aún más
frecuentes. Parece razonable afirmar que la integración vertical ha sido la
norma estadística del capitalismo histórico, y no esos puntos del “mercado” en
las cadenas de mercancías en los que el vendedor y el comprador eran
realmente distintos y antagónicos. Las cadenas de mercancías, han tendido a ir
de las periferias de la economía- mundo capitalista a los centros. Hablar de
cadenas de mercancías significa hablar de una división social de trabajo que,
en el curso del desarrollo del capitalismo, se ha hecho más y más extensiva en
el plano funcional y geográfico y, simultáneamente, más y más jerárquica.
Esta jerarquización del espacio en la estructura de los procesos
productivos a llevado a una polarización cada vez mayor entre el
centro y las zonas periféricas de la economía- mundo, no sólo de
acuerdo con criterios distributivos (niveles reales de ingreso, calidad
de vida), sino también, y lo que es más importante, en los escenarios
de la acumulación de capital.
Al principio cuando comenzó este proceso, estas diferencias espaciales, eran
bastante pequeñas, y el grado de especialización espacial era limitado. Sin
embargo dentro del sistema capitalista, las diferencias existentes ( ya fuera por
razones ecológicas o históricas) fueron exageradas, reforzadas y consolidadas.
En este proceso fue crucial la intervención de la fuerza en la determinación del
precio. Indudablemente, el uso de la fuerza por una de las partes en una
transacción de mercado para mejorar el precio no fue una invención del
capitalismo. El intercambio desigual es una práctica antigua. Lo notable del
capitalismo fue la forma en que se pudo ocultar este intercambio
desigual La clave para ocultar este mecanismo central está en la
estructura misma de la economía- mundo capitalista, la aparente
separación en el sistema capitalista mundial entre la arena económica
(una división social de trabajo a nivel mundial con unos procesos de
producción integrados, todos los cuales operan a favor de la incesante
acumulación de capital) y la arena política (compuesta en apariencia
por estados soberanos aislados, cada uno de los cuales es
responsable autónomo de sus decisiones políticas dentro de su
jurisdicción y dispone de fuerzas armadas para respaldar su
autoridad).
¿Cómo funcionaba el intercambio desigual? Partiendo de una diferencia
real en el mercado, debido a la escasez (temporal) de un proceso de
producción complejo o a escaseces artificiales creadas manu militari, las
mercancías se movían entre las zonas de tal manera que el área con el artículo
menos “escaso” “vendía” sus artículos a la otra área a un precio que encarnaba
un factor de producción (coste) real mayor que el de un artículo de igual precio
que se moviera en dirección opuesta. Lo que realmente sucedía era que había
una transferencia de una parte de la ganancia total o (excedente) producida
por una zona a otra. Era una relación de centricidad- perifericidad. Por
extensión podemos llamar “periferia” a la zona perdedora y “centro”
a la ganadora. Estos nombres reflejan de hecho la estructura
geográfica de los flujos económicos.

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