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TEMA 8.

RELACIONES PRE Y EXTRAMATRIMONIALES

INTRODUCCIÓN
El amor no busca que la otra persona corra un riesgo. En la relación sexual se corre
siempre un riesgo de comprometer el futuro, ningún método anticonceptivo es seguro. Si en
tu proyecto de vida no está el comenzar una familia, no hay que correr riesgo. Hay que buscar
expresiones del amor en el que ningunas de las partes corra riesgo.
Piensa si permitirías que a tu hermana o hija le dieran una muestra de amor de ese
tipo.
La relación sexual en los primeros años de matrimonio es un espacio privilegiado de
unión profunda de la pareja. Si esa etapa se “quema” antes del matrimonio, puede llegar a
ser obsoleta y derivar en problemas más profundas.

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA


No nos referimos a la fornicación simple de dos personas casadas, ni a la prostitución
o al adulterio, si no de dos personas comprometidas, que desean casarse y mantienen una
vida sexual activa.
Tres características:
 Aumento creciente de estas relaciones con dos consecuencias, aumento de embarazos no
deseados y aumento de abortos.
 Menos conciencia de la culpabilidad, se ve en manera para conservar el amor o como una
prueba de amor
 Hay una mayor oposición entre lo institucional y lo reglamentado en lo referente al amor
y a la sexualidad en la vida diaria.
Es un problema ante el que no podemos cerrar los ojos o dejar en la espera de lo
privado o relegarlo solo a la confesión. Hay un sinfín de problemas que nacen de esta
realidad, embarazos no deseados, personas que se sienten usadas, problemas graves de
sexualidad.
Es un tema del que poco se habla y está sucediendo, se le saca la vuelta y es uno de
los problemas que más complicaciones trae a la vida.

CAUSAS DE LA SITUACIÓN ACTUAL


1. La liberación de los prejuicios de otras épocas. Se vive la sexualidad con mayor libertad,
pero nos hemos ido al otro extremo en la ley del péndulo, del puritanismo privado al
libertinaje. Se ha liberado el prejuicio de la conservación del himen, antes exaltado; ahora
por diferentes actividades, roto el himen, se dejó de concebir la perdida de la virginidad
solo por la relación sexual.
2. La creación de una nueva sociedad permisiva donde las normas morales sexuales no se
imponen socialmente por medio del ambiente, con dos consecuencias: la afirmación de la
autonomía y dejarse llevar por el instinto.
3. La formación de un ambiente supere rotico que dificulta la castidad en el noviazgo; un
ambiente de continua excitación sexual al servicio de intereses económicos, donde no se
debe de postergar la satisfacción de ningún deseo, menos el sexual; donde se fomenta el
egoísmo y el individualismo.
4. El retraso del matrimonio a veces por causas ajenas a la voluntad de los novios.
Dependencia y estabilidad económica, mayor conocimiento, querer vivir la vida antes del
compromiso.

DOS PREGUNTAS FUNDAMENTALES


¿Por qué no se puede experimentar la relación sexual antes del matrimonio?
¿Por qué se debe institucionalizar el amor entre dos personas que se aman?
Persona humana 7:
Muchos reivindican hoy el derecho a la unión sexual antes del matrimonio, al menos cuando
una resolución firme de contraerlo y un afecto que en cierto modo es ya conyugal en la mente
de los novios piden este complemento, que ellos juzgan connatural; sobre todo cuando la
celebración del matrimonio se ve impedida por las circunstancias, o cuando esta relación íntima
parece necesaria para la conservación del amor.
Semejante opinión se opone a la doctrina cristiana, según la cual todo acto genital humano debe
mantenerse dentro del matrimonio. Porque, por firme que sea el propósito de quienes se
comprometen en estas relaciones prematuras, es indudable que tales relaciones no garantizan
que la sinceridad y la fidelidad de la relación interpersonal entre un hombre y una mujer queden
aseguradas, y sobre todo protegidas, contra los vaivenes de las pasiones y de la libertad… Ahora
bien, Jesucristo quiso que fuese estable la unión y la restableció a su primitiva condición,
fundada en la misma diferencia sexual. «¿No habéis leído que el Creador, desde el principio,
los hizo varón y mujer y que dijo: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá
a su esposa, y los dos se harán una carne? Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre».
San Pablo es más explícito todavía cuando declara que si los célibes y las viudas no pueden
vivir en continencia, no tienen otra alternativa que la de la unión estable en el matrimonio:
«Mejor es casarse que abrasarse». En efecto, el amor de los esposos queda asumido por el
matrimonio en el amor con el cual Cristo ama irrevocablemente a la Iglesia, mientras la unión
corporal en el desenfreno profana el templo del Espíritu Santo, en el que el mismo cristiano se
ha convertido. Por consiguiente, la unión carnal no puede ser legítima sino cuando se ha
establecido una definitiva comunidad de vida entre un hombre y una mujer.
Así lo entendió y enseñó siempre la Iglesia, que encontró, además, amplio acuerdo con su
doctrina en la reflexión de la sabiduría humana y en los testimonios de la historia.
Enseña la experiencia que el amor tiene que tener su salvaguardia en la estabilidad del
matrimonio, para que la unión sexual responda verdaderamente a las exigencias de su propia
finalidad y de la dignidad humana. Estas exigencias reclaman un contrato conyugal sancionado
y garantizado por la sociedad; contrato que instaura un estado de vida de capital importancia
tanto para la unión exclusiva del hombre y de la mujer como para el bien de su familia y de la
comunidad humana. En realidad, las relaciones sexuales prematrimoniales excluyen las más de
las veces la prole. Lo que se presenta erróneamente como un amor conyugal no podrá
desplegarse, tal como debería ser, en un amor paternal y maternal; o, si eventualmente se
despliega, lo hará con detrimento de los hijos, que se verán privados de la convivencia estable
en la que puedan desarrollarse adecuadamente y encontrar el camino y los medios necesarios
para integrarse en la sociedad.
Por tanto, el consentimiento de las personas que quieren unirse en matrimonio tiene que ser
manifestado exteriormente y de manera válida ante la sociedad. En cuanto a los fieles, es
menester que, para la instauración de la sociedad conyugal, expresen según las leyes de la
Iglesia su consentimiento, que hará ciertamente de su matrimonio un sacramento de Cristo.

POR QUÉ DEBE INSTITUCINALIZARSE EL AMOR CONYUGAL


Lo característico del amor conyugal, es que dos personas buscan la entrega mutua
para realizar una tarea común, un proyecto vital que desean construir más allá de una
atracción pasajera. Esta experiencia de amor, de entrega mutua, de proyecto vital, no tiene
por qué mantenerse en secreto, por eso hay que hacerlo público, institucionalizarlo. El
camino ordinario de la experiencia de amor es que se quiera comunicar.
Hay que aceptar también los deberes sociales del amor conyugal y no refugiarse en
una mentalidad burguesa individualista. Institucionalizar es tomar conciencia de sus
connotaciones comunitarias y sociopolíticas; no es una especie de barrera burocrática, un
simple trámite o papeleo; es para salvaguardar y para defender la permanencia del amor; ha
de ser garantía y estímulo para la fidelidad prometida. Es curioso que hoy no se quieran
aceptar las exigencias necesarias de la comunidad.
El bien común se apoya en gran parte sobre la estructura de la familia y la familia no
puede desligarse de sus obligaciones sociales.
¿Quién debe de legitimar esta experiencia de amor? La autoridad que tiene la función
de velar por el individuo y por la sociedad.
El carácter sacramental del amor entre los cristianos pide que este sea celebrado y
vivido en la comunión eclesial.

POR QUÉ SON ILICITAS LAS RELACIONES SEXUALES ANTES DEL MATRIMONIO
DESDE LA SAGRADA ESCRITURA
El AT condena la poligamia, el concubinato, las relaciones con extranjeros, para la
mujer. Para el hombre todos estos temas eran permitidos siempre y cuando no fuera
prostitución. Hay que tener en cuenta el carácter evolutivo para la reflexión bíblica.
Ex 22, 15-16: 15"Si un hombre seduce a una virgen, no desposada, y se acuesta con ella, le
pagará la dote, y la tomará por mujer. 16Y si el padre de ella no quiere dársela, el seductor
pagará el dinero de la dote de las vírgenes."
Dt 22, 23-29: 23"Si una joven virgen está prometida a un hombre y otro hombre la encuentra
en la ciudad y se acuesta con ella, 24los sacaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los
apedrearéis hasta que mueran: a la joven por no haber pedido socorro en la ciudad, y al
hombre por haber violado a la mujer de su prójimo. Así harás desaparecer el mal de en
medio de ti. 25Pero si es en el campo donde el hombre encuentra a la joven prometida, la
fuerza y se acuesta con ella, sólo morirá el hombre que se acostó con ella; 26no harás nada
a la joven: no hay en ella pecado que merezca la muerte. El caso es semejante al de un
hombre que se lanza sobre su prójimo y le mata: 27porque fue en el campo donde la encontró,
y la joven prometida acaso gritó sin que hubiera nadie que la socorriera. 28Si un hombre
encuentra a una joven virgen no prometida, la agarra y se acuesta con ella, y son
sorprendidos, 29el hombre que acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta monedas
de plata; ella será su mujer, porque la ha violado, y no podrá repudiarla en toda su vida."
El NT no admite la vivencia de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, condena
la fornicación:
1Cor 6, 12-20: "12«Todo me es lícito»; mas no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas
¡no me dejaré dominar por nada! 13La comida para el vientre y el vientre para la comida.
Mas lo uno y lo otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el
Señor, y el Señor para el cuerpo. 14Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a
nosotros mediante su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y
¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De
ningún modo! 16 ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con
ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. 17Mas el que se une al Señor, se hace
un solo espíritu con él. 18 ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda
fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. 19 ¿O no sabéis que
vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de
Dios, y que no os pertenecéis? 20 ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios
en vuestro cuerpo."
Ef 5, 3-5: "3La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre
vosotros, como conviene a los santos. 4Lo mismo de la grosería, las necedades o las
chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien, acciones de gracias. 5Porque tened
entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso - que es ser idólatra - participará en
la herencia del Reino de Cristo y de Dios."
Heb 3, 4: ¿??????
En la Sagrada Escritura no vamos a encontrar una condena tajante a la relación
prematrimonial, por el contexto cultural que se vivía. Sin embargo, la tradición eclesial es
prácticamente unánime en condenar estas relaciones por tres motivos:
1. Por las consecuencias peligrosas de dichas relaciones: embarazos no deseados, no
garantizar al hijo plenas oportunidades, truncar proyectos de vida
2. Por la ordenación esencial de la sexualidad hacia una procreación humana en un clima
de estabilidad.
3. Por la separación de la dimensión unitiva de la procreativa que solamente se puede
dar en el matrimonio.

MAGISTERIO
Se ha insistido varias veces en la condena de las relaciones sexuales entre personas no unidas
por el vínculo matrimonial.
1. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 21/11/Juan Pablo II, n. 80:
Una primera situación irregular es la del llamado «matrimonio a prueba» o
experimental, que muchos quieren hoy justificar, atribuyéndole un cierto valor. La
misma razón humana insinúa ya su no aceptabilidad, indicando que es poco convincente
que se haga un «experimento» tratándose de personas humanas, cuya dignidad exige
que sean siempre y únicamente término de un amor de donación, sin límite alguno ni de
tiempo ni de otras circunstancias.
La Iglesia por su parte no puede admitir tal tipo de unión por motivos ulteriores y
originales derivados de la fe. En efecto, por una parte, el don del cuerpo en la relación
sexual es el símbolo real de la donación de toda la persona; por lo demás, en la situación
actual tal donación no puede realizarse con plena verdad sin el concurso del amor de
caridad dado por Cristo. Por otra parte, el matrimonio entre dos bautizados es el
símbolo real de la unión de Cristo con la Iglesia, una unión no temporal o «ad
experimentum», sino fiel eternamente; por tanto, entre dos bautizados no puede haber
más que un matrimonio indisoluble.
Esta situación no puede ser superada de ordinario, si la persona humana no ha sido
educada —ya desde la infancia, con la ayuda de la gracia de Cristo y no por temor— a
dominar la concupiscencia naciente e instaurar con las demás relaciones de amor
genuino. Esto no se consigue sin una verdadera educación en el amor auténtico y en el
recto uso de la sexualidad, de tal manera que introduzca a la persona humana —en
todas sus dimensiones, y por consiguiente también en lo que se refiere al propio
cuerpo— en la plenitud del misterio de Cristo.
Será muy útil preguntarse acerca de las causas de este fenómeno, incluidos los aspectos
psicológicos, para encontrar una adecuada solución.

No se puede experimentar con personas humanas; cuya dignidad exige que sea
siempre y únicamente término de un amor de donación, sin límite alguno no de tiempo ni de
otras circunstancias y considera la dificultad de superar esta situación.
Una posible solución podría ser una buena educación en el amor autentico y recto uso
de la sexualidad, tener en claro que la persona no es para experimentar, tener en cuenta
también que el matrimonio no es solo relación sexual.
2. Congregación para la doctrina de la fe, Persona Humana, n.7:
Muchos reivindican hoy el derecho a la unión sexual antes del matrimonio, al menos
cuando una resolución firme de contraerlo y un afecto que en cierto modo es ya conyugal
en la mente de los novios piden este complemento, que ellos juzgan connatural; sobre
todo cuando la celebración del matrimonio se ve impedida por las circunstancias, o
cuando esta relación íntima parece necesaria para la conservación del amor.
Semejante opinión se opone a la doctrina cristiana, según la cual todo acto genital
humano debe mantenerse dentro del matrimonio. Porque, por firme que sea el propósito
de quienes se comprometen en estas relaciones prematuras, es indudable que tales
relaciones no garantizan que la sinceridad y la fidelidad de la relación interpersonal
entre un hombre y una mujer queden aseguradas, y sobre todo protegidas, contra los
vaivenes de las pasiones y de la libertad. Ahora bien, Jesucristo quiso que fuese estable
la unión y la restableció a su primitiva condición, fundada en la misma diferencia
sexual. «¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer y
que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los
dos se harán una carne? Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre». San
Pablo es más explícito todavía cuando declara que si los célibes y las viudas no pueden
vivir en continencia, no tienen otra alternativa que la de la unión estable en el
matrimonio: «Mejor es casarse que abrasarse». En efecto, el amor de los esposos queda
asumido por el matrimonio en el amor con el cual Cristo ama irrevocablemente a la
Iglesia, mientras la unión corporal en el desenfreno profana el templo del Espíritu
Santo, en el que el mismo cristiano se ha convertido. Por consiguiente, la unión carnal
no puede ser legítima sino cuando se ha establecido una definitiva comunidad de vida
entre un hombre y una mujer.
Así lo entendió y enseñó siempre la Iglesia, que encontró, además, amplio acuerdo con
su doctrina en la reflexión de la sabiduría humana y en los testimonios de la historia.
Enseña la experiencia que el amor tiene que tener su salvaguardia en la estabilidad del
matrimonio, para que la unión sexual responda verdaderamente a las exigencias de su
propia finalidad y de la dignidad humana. Estas exigencias reclaman un contrato
conyugal sancionado y garantizado por la sociedad; contrato que instaura un estado de
vida de capital importancia tanto para la unión exclusiva del hombre y de la mujer como
para el bien de su familia y de la comunidad humana. En realidad, las relaciones
sexuales prematrimoniales excluyen las más de las veces la prole. Lo que se presenta
erróneamente como un amor conyugal no podrá desplegarse, tal como debería ser, en
un amor paternal y maternal; o, si eventualmente se despliega, lo hará con detrimento
de los hijos, que se verán privados de la convivencia estable en la que puedan
desarrollarse adecuadamente y encontrar el camino y los medios necesarios para
integrarse en la sociedad.
Por tanto, el consentimiento de las personas que quieren unirse en matrimonio tiene que
ser manifestado exteriormente y de manera válida ante la sociedad. En cuanto a los
fieles, es menester que, para la instauración de la sociedad conyugal, expresen según
las leyes de la Iglesia su consentimiento, que hará ciertamente de su matrimonio un
sacramento de Cristo.
Opiniones de los que reivindican la licitud de la unión sexual antes del matrimonio al
menos en algunas circunstancias. La declaración desaprueba con juicio negativo= la unión
carnal no puede ser legitimo sino cuando se ha establecido una cam. De vida entre hombre y
mujer.
Las razones que aduce son la estabilidad del matrimonio; la referencia bíblica (Mt.
19, 4-6; 1 Cor 7,9; Ef 5, 25-32 y 1 Cor 6, 12-20); una clara referencia a la doctrina de la
Iglesia de Inocencio IV a Pio XI.
También unas razones Antropológicas:
1. Necesidad de una garanta para mantener la sinceridad y la fidelidad entre las personas
que se aman.
2. La relación entre el contrato conyugal y un estado de vida especialmente significativo
para la pareja la familia y la sociedad.
3. La vinculación entre el amor conyugal y el amor y la dedicación paternal/maternal.
4. La inseparabilidad entre el consentimiento mutuo de los que se aman y la manifestación
pública y social del mismo consentimiento.
Apoya su descalificación en el sentido antropológico del encuentro sexual, apela a su
significación objetiva y, verdad y el sentido integro de la entrega personal.

3. Congregación para la Educación Católica, Orientaciones Educativas sobre el amor


humano, n. 94-97:

La educación sexual debe conducir a los jóvenes a tomar conciencia de las diversas
expresiones y de los dinamismos de la sexualidad, así como de los valores humanos que
deben ser respetados. El verdadero amor es capacidad de abrirse al prójimo en ayuda
generosa, es dedicación al otro para su bien; sabe respetar su personalidad y libertad;
no es egoísta, no se busca a sí mismo en el prójimo, es oblativo, no posesivo. El instinto
sexual, en cambio, si abandonado a sí mismo, se reduce a genitalidad y tiende a
adueñarse del otro, buscando inmediatamente una satisfacción personal.
Las relaciones íntimas deben llevarse a cabo sólo dentro del matrimonio, porque
únicamente en él se verifica la conexión inseparable, querida por Dios, entre el
significado unitivo y el procreativo de tales relaciones, dirigidas a mantener, confirmar
y manifestar una definitiva comunión de vida —«una sola carne»— mediante la
realización de un amor «humano», «total», «fiel y exclusivo» y «fecundo», cual el amor
conyugal. Por esto las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial, constituyen
un desorden grave, porque son expresiones de una realidad que no existe todavía; son
un lenguaje que no encuentra correspondencia objetiva en la vida de las dos personas,
aún no constituidas en comunidad definitiva con el necesario reconocimiento y garantía
de la sociedad civil y, para los cónyuges católicos, también religiosa.
Se van difundiendo, cada vez más, entre los adolescentes y jóvenes ciertas
manifestaciones de tipo sexual que de suyo disponen a la relación completa, aunque sin
llegar a ella. Estas manifestaciones genitales son un desorden moral porque se dan fuera
de un contexto matrimonial.

La educación sexual ayudará a los adolescentes a descubrir los valores profundos del
amor y a comprender el daño que tales manifestaciones producen a su maduración
afectiva, en cuanto conducen a un encuentro no personal, sino instintivo, con frecuencia
desvirtuado por reservas y cálculos egoístas, y desprovisto del carácter de una
verdadera relación personal y mucho menos definitiva. Una auténtica educación
conducirá a los jóvenes hacia la madurez y el dominio de sí, frutos de una elección
consciente y de un esfuerzo personal.
Las presenta en un contexto del amor esponsal y desde una perspectiva más
claramente pedagógica. La relación debe ser una apertura a la persona, ayuda generosa,
dedicación y oblatividad, diverso al instinto y no se reduce a la satisfacción genital. Solo en
el matrimonio realizan la unión de los significados unitivo y procreativo de la sexualidad
humana
Solo en el seno del matrimonio son el medio para la definitiva comunión de vida,
amor fiel, exclusivo, total y fecundo.
El numero 95 las califica como un desorden grave, fuera del contexto matrimonial
porque: son expresión de una realidad que todavía no existe y constituyen un lenguaje sin
correspondencia objetiva en la vida de dos personas
Los números 96-97: otras manifestaciones sexuales que disponen a la relación
completa sin llegar a ella. Desorden moral objetivo por ser obstáculo para la maduración
afectiva.

4. Catecismo de la Iglesia Católica, 2350, 2390-2391:


2350 Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba
han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de
la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del
matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben
ayudarse mutuamente a crecer en la castidad.
2390 Hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y
pública a una unión que implica la intimidad sexual.
La expresión en sí misma es engañosa: ¿qué puede significar una unión en la que
las personas no se comprometen entre sí y testimonian con ello una falta de
confianza en el otro, en sí mismo, o en el porvenir?
Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio
en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo (cf FC
81). Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio; destruyen la idea
misma de la familia; debilitan el sentido de la fidelidad. Son contrarias a la ley
moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de
éste constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental.
2391 No pocos postulan hoy una especie de “unión a prueba” cuando existe intención
de casarse. Cualquiera que sea la firmeza del propósito de los que se comprometen
en relaciones sexuales prematuras, éstas “no garantizan que la sinceridad y la
fidelidad de la relación interpersonal entre un hombre y una mujer queden
aseguradas, y sobre todo protegidas, contra los vaivenes y las veleidades de las
pasiones” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 7). La
unión carnal sólo es moralmente legítima cuando se ha instaurado una comunidad
de vida definitiva entre el hombre y la mujer. El amor humano no tolera la
“prueba”. Exige un don total y definitivo de las personas entre sí (cf FC 80).

Aborda levemente que los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia
y al actuar como razones el descubrimiento del respeto, aprendizaje de la fidelidad y la
esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios.
Condena la unión a prueba, como incapacidad de aceptar un compromiso estable y
duradero. El acto sexual solo es licito en el matrimonio, ya que su práctica fuera de este
ofende a la dignidad del matrimonio, destruyen la idea de la familia y debilitan el sentido de
la fidelidad. La unión a prueba no garantiza la sinceridad y fidelidad de la relación
interpersonal, ya que esta exige un don total y definitivo de las personas entre sí: el amor
humano.

NUEVAS REFLEXIONES
La armonía genital no es ninguna garantía de éxito en este terreno. No está
demostrado que los matrimonios que hayan tenido relaciones prematrimoniales sean más
felices.
El amor no es el resultado de la satisfacción sexual adecuado, al contrario, la felicidad
sexual y aun el conocimiento de la llamada técnica sexual, es el resultado del amor. Si hay
amor de por medio, si hay comprensión, armonía, dialogo, la relación sexual fluirá de una
mejor manera.
Entregar el cuerpo cuando el corazón no está seguro de cariño es una hipocresía. La
prueba de saber si se ama o no es falsa, el noviazgo debe ser una etapa de maduración en el
amor.
La necesidad de verificar la autenticidad del amor hace muy conveniente la
abstinencia sexual durante el noviazgo, ya que la decisión de casarse o no, debe ser una
decisión madura y reflexionada. Si a esta decisión se le comienzan a agregar notas, como la
relación sexual de por medio, la balanza se inclinará para un lado, ya no es una decisión
totalmente libre.
Esta continencia aparece como un campo espléndido de maduración, un modo de ir
descubriendo si para esta pareja concreta la genitalidad el sólo una expresión o constituye el
único contenido en que se agota “su amor”, si es así, su unión esta carente de sentido, no todo
es la unión sexual genital.
Si por que se ama a una persona resulta imposible prescindir un tiempo de la entrega
corporal, existen motivos para preguntarse si el predominio pertenece al amor o al sexo
genitalizado, el que no es capaz de amar en la continencia no hay por qué creer que podrá
hacerlo en el encuentro matrimonial, y que hay etapas en el matrimonio en el que se pide
también la continencia.
Es importante que el consentimiento matrimonial nazca de un compromiso libre y
responsable por allá de la necesidad física o del sentimiento. También la abstinencia será
necesaria en el matrimonio.
La necesidad de institucionalizar el amor y verificarlo con autenticidad parece por
conveniente a la dignidad de la persona la ausencia de relación sexual en el noviazgo porque
son expresión de una realidad que no existe todavía O.E.S.A. #95.

Las relaciones íntimas deben llevarse a cabo sólo dentro del matrimonio, porque
únicamente en él se verifica la conexión inseparable, querida por Dios, entre el
significado unitivo y el procreativo de tales relaciones, dirigidas a mantener, confirmar
y manifestar una definitiva comunión de vida —«una sola carne»— mediante la
realización de un amor «humano», «total», «fiel y exclusivo» y «fecundo», cual el amor
conyugal. Por esto las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial, constituyen
un desorden grave, porque son expresiones de una realidad que no existe todavía; son
un lenguaje que no encuentra correspondencia objetiva en la vida de las dos personas,
aún no constituidas en comunidad definitiva con el necesario reconocimiento y garantía
de la sociedad civil y, para los cónyuges católicos, también religiosa.

Lo mismo para el matrimonio a prueba, comentado en FC 80, anteriormente citado.

RELACIONES SEXUALES EXTRAMATRIMONIALES


Estas relaciones han sido condenadas con el nombre de fornicación (dos no casados)
y adulterio (casados). El adulterio atenta contra la castidad y justicia en virtud del
compromiso de fidelidad conyugal ya hecho.

En la fornicación, no hay compromiso; en el Adulterio se deben respetar las


exigencias del amor conyugal y practicar los valores éticos del ejercicio de la sexualidad.
Hoy hay que hablar de fidelidad, ya que nuestra Fe nos enseña que esta práctica atenta contra
la significación del amor de Cristo y su Iglesia.

Sobre las uniones libres de hecho, nos habla FC 81 y aduce unas causas pastorales;
en el numero 82 nos habla del matrimonio civil como el único lugar para la relación sexual.

CONCLUSIÓN
 José-Román Flecha, Sapientia fidei. Moral de la persona, 2002, Madrid, 240-242.

La visión de este problema humano de la eventualidad de unas relaciones sexuales


fuera o antes de la institución matrimonial puede y debe ser iluminada por la fe cristiana. Hay
en ella una específica confesión de Dios, de Cristo, de la Iglesia y del sacramento que no
puede limitarse al ámbito epistemológico, sino que ha de iluminar también esta problemática
moral concreta.
A) Dios quiere la salvación de todos. Y ofrece para ello su gracia. Dios llama al
hombre y a la mujer a colaborar en las fuentes de la vida y en la organización de la familia
humana. Desde ese punto de vista hay que subrayar tanto la clarividencia y la fuerza que el
creyente encuentra en la gracia de Dios, como la importancia de los medios ascéticos. Con
tales ayudas, la pareja puede ir progresando en la vivencia y manifestación de su amor,
precisamente en el contexto de la vocación cristiana compartida. Sería ilusorio pensar que tal
vocación al seguimiento de Cristo y la aceptación de sus ideales es aplicable solamente a las
exigencias de la ética socio-económica o política, pero no a las exigencias éticas de la relación
interpersonal, que, por otra parte, también tiene una dimensión social.
B) Además, la pareja que se reconoce y confiesa como «cristiana» ha de procurar
abrirse cada día más a la comprensión del misterio del amor esponsal, tal como nos ha sido
revelado por los textos fundamentales de nuestra fe. Ese amor está llamado a significar, en
su unicidad y exclusividad, en su definitividad y oblatividad, en su comunitariedad y
fecundidad, el mismo amor, crucificado y resucitado, del Señor Jesucristo a su Iglesia y a
toda la humanidad.
C) Por otra parte, en la consideración teológico-moral de este problema, así como en
su tratamiento catequético, es preciso aludir más explícitamente a la experiencia de una
verdadera comunidad cristiana. En efecto, el cuestionamiento de la licitud o ilicitud de las
relaciones sexuales no institucionalizadas se manifiesta con especial agudeza en una pareja
que no ha tenido la oportunidad de descubrir su puesto y responsabilidad en el seno de la
comunidad cristiana. A esas personas les resultará muy difícil comprender el papel que la
misma comunidad ha de tener en el discernimiento del camino del amor que la pareja ha
emprendido. La comunidad, por su parte, no deberá limitarse a condenar esta situación
«irregular», si previamente no se ha preocupado de articular una adecuada y seria preparación
al compromiso matrimonial.
D) Es preciso, en fin, repensar el mismo significado del «sacramento» del
matrimonio. No es que el sacramento legitime un determinado uso de la sexualidad. Es que
sólo un amor único, definitivo, fiel, fecundo y público puede convertirse en «sacramento»,
es decir en signo visible y efectivo del amor de Jesucristo. Los cristianos saben y profesan
que ya no se trata de una experiencia íntima e individual. Ni tampoco de una decisión
compartida por los que se aman. El gesto se trasciende «sacramentalmente» a sí mismo. El
acto sacramental inscribe en el tiempo del ser humano —y, en consecuencia, de la pareja que
se ama— un antes y un después. El consentimiento matrimonial, ligado a la libertad del
hombre y de la mujer, expresa, a través de la palabra y del cuerpo, el carácter irreversible del
compromiso humano y divino en el sacramento. Los esposos creyentes aceptan la palabra
creadora y santifícadora de Dios. Aceptan a Dios como el Señor que marca el tempo de su
amor y de los signos que lo hacen manifiesto. Aceptan al Señor Jesucristo como invitado a
sus bodas y consujeto de todas sus decisiones: también las relativas a las magníficas
responsabilidades frente al amor y a la vida.

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