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Programa de la asignatura:
Economía y desarrollo
Unidad 2. Teorías del desarrollo
Clave:
29141106
Índice
Introducción ..................................................................................................................... 3
Introducción
El modelo liberal, que coincide con las primeras etapas del capitalismo industrial y con el
surgimiento de la Economía como ciencia, considera que el trabajo es la fuente de la
riqueza y que el éxito de un país está dado por la laboriosidad de los individuos que
necesitan de un Estado que les permita realizar todo su potencial, sin intervenir y dejando
que el mercado se ajuste de acuerdo a sus propias leyes.
Por su parte, y poco más de 150 años después, John M. Keynes afirmó que para que
haya desarrollo económico es necesaria la participación activa del gobierno, quien a
través de la política monetaria, y especialmente la política fiscal, brinde las condiciones
para la inversión, empleo, demanda efectiva y por tanto la aparición de un círculo virtuoso
de crecimiento.
Estos dos planteamientos están ubicados dentro de lo que podría llamarse Teoría
económica convencional, existiendo un enfoque alterno denominado materialismo
histórico que considera que el valor en el modo de producción capitalista está dado por el
tiempo socialmente necesario de trabajo utilizado para la producción de una mercancía
que es a su vez la célula primaria del capitalismo.
Para el materialismo histórico, los modelos de producción se suceden uno a otro y son
definidos por el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de
producción. Cada cambio en el desarrollo está dado por un desequilibrio entre estas, de
tal suerte que un país estará más o menos desarrollado de acuerdo a la particular
Por último, en la última sección de esta unidad se aborda el Humanismo, un enfoque que
representa una respuesta al desencanto de las teorías clásicas que no dan respuesta a
las problemáticas económicas. Sitúa nuevamente al hombre como el centro de la nueva
utopía con una gama amplia de interpretaciones, desde la idea de un socialismo con
rostro humano como la clave del desarrollo no sólo económico sino de toda su existencia,
hasta interpretaciones humanistas con un carácter idealista, donde trabajadores y
empresarios son iguales como factores de la producción y estructuran sus relaciones en
torno al colaboracionismo y con ello se crea el concepto de capitalismo humano.
Estos cuatro enfoques no pretenden agotar las interpretaciones del desarrollo, ya que son
muchas y muy variadas, pero sí se puede tener una aproximación a los elementos que
coadyuvan a entender sobre qué tipo de modelo están basadas las políticas públicas para
el desarrollo económico y social de cada país.
La llamada doctrina del ‘laissez faire’ ‘laissez passer’ (“dejar hacer, dejar pasar”) llena una
etapa del pensamiento y de la actividad económica. En su base se esconde una
glorificación de la libertad: el mercado se regula por libre afluencia, el trabajador elige
libremente su trabajo, la mano de obra se desplaza libremente, el contrato de trabajo es
un acuerdo libre entre patronos y obreros.
Una característica del liberalismo económico es la que indica al Estado que debe «dejar
hacer, dejar pasar», es decir, no intervenir. El mayor abanderado de esta idea es
Bentham 2, el cual sostiene que “el gobierno no puede hacer nada más que lo que podría
hacer para aumentar el deseo de comer y de beber. Su intervención es perfectamente
inútil” y agrega: “los impuestos no deben tener otro objeto que su objeto directo: el de
producir una renta disminuyendo el gravamen tanto cuanto sea posible. Cuando se quiere
hacerlos servir como medios indirectos del estímulo o de restricción para tal o cual
especie de industria, el gobierno, como lo hemos visto ya, no consigue más que desviar el
curso natural del comercio y dar la dirección menos ventajosa a los negocios” (Karatáiev,
1964).
¿Cómo es que esta libertad económica absoluta puede regular la economía de una
nación? Mediante la ley de la oferta y la demanda que los liberales clásicos consideran
una ley natural, como la que regula el ciclo de las estaciones o la ley de la gravedad.
Cuando un producto es demandado por la gente en cantidades superiores a las
existentes, el precio sube. Al subir, algunos compradores se retraen y destinan su dinero
a otros productos. Al ver esos precios más altos, los poseedores del capital invierten en
producir esa mercadería que ahora se ha vuelto muy rentable y por su competencia hacen
que el precio baje. De esa manera, la ley de la oferta y la demanda no sólo regula el
precio de las mercaderías, sino que reasigna el uso de los capitales y la mano de obra a
aquellos que más demandan los consumidores. Cuando el Estado interviene fijando el
precio de un producto o colocando impuestos diferenciales a determinadas mercancías,
destruye ese equilibrio natural y determinados productos sobrarán y otros escasearán.
Cada vez que se fijan precios máximos se produce desabastecimiento.
Las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, son la mano
invisible que rige el mundo económico y a la larga equilibran la producción y el consumo
de los diversos artículos. Toda barrera artificial, incluso entre las naciones, que dificulte
las leyes de mercado, debe ser abolida; se postula el incremento del comercio
internacional, principio que coincide perfectamente con las necesidades de las potencias
industriales.
1
Sismondi, Sismon de (1773-1842), ideólogo de la pequeña burguesía, primero en criticar las
concepciones de Adam Smith.
2
Bentham, Jeremías (1748-1832), situaba ante todo, entre las personas que pretendían la “máxima
felicidad”, a los capitalistas, para quienes exigía libertad, igualdad y fraternidad.
Para decirlo en términos más modernos, el Estado se debería limitar a mantener el orden
y hacer cumplir los contratos que las partes firmen libremente. Todo lo demás debería
quedar librado a las leyes de la economía. Cada individuo deberá trabajar y ahorrar para
educar a sus hijos, para enfrentar enfermedades y accidentes, y para mantenerse en la
vejez y la invalidez.
Para producir esas mercancías debe trabajar, por lo tanto, el origen del progreso
económico es el trabajo. Asimismo, debe fabricar gran cantidad de esos productos para
obtener mayores ganancias y de esta manera deber organizar el trabajo, lo que obliga a la
eficiencia y productividad.
El salario es lo que se le paga a un obrero por su trabajo y la ganancia es lo que obtiene
de la venta de los productos fabricados.
Por su parte, David Ricardo (1987), otro de los clásicos fundamentales, tuvo el mérito de
desarrollar la teoría del valor-trabajo. Con acierto refirió que el concepto del valor, incluso
con Smith, era impreciso. Redujo todas las categorías de la Economía Política burguesa a
una categoría inicial, la del valor por el trabajo. Concluye que no hay ningún fundamento
para determinar el valor, sino mediante la cantidad de trabajo empleado para producir una
mercancía. Y afirmaba: “el valor comprado, actual o pasado, de las mercancías determina
la cantidad de éstas producida por el trabajo, y no las cantidades que se le dan al obrero a
cambio de su trabajo” (Ricardo, 1987, pp. 192-204).
Por tanto, Hume y Ricardo suponían que el precio de las mercancías lo determina, en
última instancia, la relación entre la masa de las mismas y la del dinero que haya en
circulación.
3
Hume, David (1711-1776), filósofo, historiador y economista inglés, que exaltó el régimen
capitalista desarrollado en Inglaterra. Creó su propia teoría cuantitativa del dinero, la cual
fundamentaba que la masa del dinero que hay en circulación determina los precios. En: Karataev,
et. al. (1964). Historia de las doctrinas económicas. T. I. México: Ed. Grijalvo. 1964. pp. 151-152.
Finalmente, se puede decir que el capitalismo, sobre todo durante su auge en la segunda
mitad del siglo XIX, tuvo una serie de características básicas:
El desarrollo del capitalismo en Inglaterra, en el primer cuarto del siglo XIX, se debió al
viraje industrial iniciado en el siglo XVIII. Los cambios en la industria fueron tan
innovadores e importantes que se le calificó de Revolución Industrial. Así, Inglaterra se
transformó en un país de colosales ciudades fabriles, cuyos artículos abastecían a todo el
mundo y se producía casi todo con ayuda de máquinas más complejas.
Dicha revolución arranca con la sustitución del hombre por la máquina, la cual comenzó a
suplantar al obrero. Primero fue inventado el telar, que encontró su aplicación en la
industria textil; después la industria metalúrgica jugó un papel importante con la
Poco después llegó el reinado de la máquina de vapor, útil para el trabajo de cualquier
rama de la industria; esta nueva fuerza motriz permitía todo un sistema de máquinas, es
decir, un motor ponía en movimiento muchas máquinas. Esta revolución industrial abarcó
también el transporte y las comunicaciones.
Así, la máquina conquistó sus derechos; surge y progresa la fábrica capitalista, aparato
potente, con el cual los capitalistas extraen el valor excedente de la clase obrera. El
mayor uso de máquinas aseguró, al capitalismo inglés, la transición de la manufactura a la
fábrica, en donde el desarrollo de maquinaria sirvió de base técnica de la producción
adecuada para el capital industrial.
Asimismo, a la par se desarrolló con gran rapidez el crédito, la banca y la bolsa. Además
del Banco Central de Inglaterra, creado en 1694 (mucho antes de la revolución industrial),
surgieron muchos otros bancos provinciales. Las operaciones bancarias adquirieron
enorme magnitud, el sistema crediticio del capitalismo inglés se formó y fortaleció. Al
mismo tiempo, se ampliaron en gran escala las operaciones de la bolsa de valores y la
mercantil.
Por otro lado, se encontraba la lucha entre la burguesía (industrial y agrícola) por el poder
político en Inglaterra, basada en las reivindicaciones económicas de abolición de los
impuestos de los cereales y la reducción de sus precios. Bajo esta bandera, la burguesía
defendía las ideas de libertad de comercio y competencia, frenadas o reducidas por las
leyes proteccionistas, ventajosas para terratenientes y granjeros.
Como se vio anteriormente, el tema central para el liberalismo es el pleno empleo, el cual
de alguna manera se cumple. Para Keynes el tema central derivado de la crisis de 1929
es el desempleo.
Por tanto, al sistema clásico liberal se le conoce como equilibrio con pleno empleo,
mientras que al sistema keynesiano se le denomina equilibrio con subempleo. Para los
liberales el trabajo es objetivo, es una actividad creadora o transformadora de bienes
tangibles, y para Keynes el trabajo es abstracto, esto es, una actividad creadora de bienes
tangibles como intangibles, con ello inicia la economía de servicios. Para poder resolver la
crisis del 29, el keynesianismo sostiene que el desempleo podría disminuir con la
implementación de servicios públicos, es decir, con una activa participación del Estado en
proporcionar a la sociedad: servicios de educación, salud, seguridad, previsión,
asistencia, infraestructura, dando pie a que el Estado participe de forma importante en la
economía (Rionda, 2008).
Keynes (como Hansen) estimó que la misión de una economía capitalista regulada
consiste en ayudar a la iniciativa privada.
Para ello, se sugiere incrementar los impuestos, considerando que un impuesto sobre el
producto de ingreso al ser del 25% o 30%, no es excesivo. Se empeñan en hacer creer a
los trabajadores que al crecer el porcentaje de trabajadores ocupados, crecerán también
sus ingresos, gracias a lo cual la carga tributaria no será más pesada.
Todos los métodos para incrementar los gastos públicos propuestos por los keynesianos
tienden a justificar la política fiscal instrumentada de aumento de impuestos a los
trabajadores y emitir nueva deuda en interés de los monopolios. La redistribución de la
renta nacional por medio del presupuesto favorece a las clases más ricas. Los recursos
extraídos a los trabajadores en forma de contribuciones van a parar a manos de los
monopolios al abonarles el importe de los pedidos de armamento.
Como puede observarse, los principales conceptos en la teoría keynesiana que destacan
y se derivan son a nivel nacional: producción, ingreso e inversión, empleo y consumo, así
como ahorro y tasa de interés.
Con relación a la teoría clásica (defensora del liberalismo económico observado con
anterioridad), el aspecto a destacar, y que a la vez hace funcionar dichas categorías, es el
dinero. Precisamente este elemento es el detonante de la teoría keynesiana que se
contrapone con la llamada teoría cuantitativa del dinero clásica.
A finales del siglo XIX, sobre todo en Estados Unidos, empezaron a aparecer grandes
corporaciones de responsabilidad limitada que tenían un enorme poder financiero. La
tendencia hacia el control corporativo del proceso productivo llevó a la creación de
acuerdos entre empresas, monopolios o trusts que permitían el control de toda una
industria. Las restricciones al comercio que suponían estas asociaciones entre grandes
corporaciones provocó la aparición, por primera vez en Estados Unidos, y más tarde en
todos los demás países capitalistas, de una legislación antitrusts, que intentaba impedir la
formación de trusts que formalizaran monopolios e impidieran la competencia en las
industrias y en el comercio. Las leyes antitrusts no consiguieron restablecer la
competencia perfecta caracterizada por muchos pequeños productores con la que soñaba
Adam Smith, pero impidió la creación de grandes monopolios que limitaran el libre
comercio.
Durante casi todo el siglo XX, el capitalismo ha tenido que hacer frente a numerosas
guerras, revoluciones y depresiones económicas. La Primera Guerra Mundial provocó el
estallido de la revolución en Rusia. La guerra también fomentó el nacionalsocialismo en
Alemania, una perversa combinación de capitalismo y socialismo de Estado, reunidos en
un régimen cuya violencia y ansias de expansión provocaron un segundo conflicto bélico
a escala mundial. A finales de la Segunda Guerra Mundial, los sistemas económicos
comunistas se extendieron por China y por toda Europa oriental, sin embargo, al finalizar
la Guerra Fría, a finales de la década de 1980, los países del bloque soviético empezaron
a adoptar sistemas de libre mercado, aunque con resultados ambiguos. China es el único
gran país que sigue teniendo un régimen marxista, aunque se empezaron a desarrollar
medidas de liberalización y se abrieron algunos mercados a la competencia exterior.
Muchos países en vías de desarrollo, con tendencias marxistas cuando lograron su
independencia, se tornan ahora hacia sistemas económicos más o menos capitalistas, en
búsqueda de soluciones para sus problemas económicos.
del poder económico en unas pocas grandes corporaciones industriales. El desarrollo del
Estado del bienestar se consiguió gracias al sistema de la Seguridad Social y a la
creación del seguro de desempleo, que pretendían proteger a las personas de las
ineficiencias económicas inherentes al sistema capitalista.
La premisa principal que plantean es que en toda historia humana existen individuos
reales, con acciones y contradicciones materiales para producir sus medios de vida en
función de su organización corporal, y así formando un modo de vida, en donde coincide
lo que producen con el cómo lo producen, lo que significa las condiciones materiales de
producción.
En ese contexto, se manifiesta la división del trabajo que responde a las formas de
producir materiales, instrumentos y productos del trabajo en varios sectores, donde hay
individuos en trabajos específicos, determinados por el modo de explotar cada tipo de
trabajo y respondiendo a específicas formas de producción, y por ende, a las formas de
propiedad.
Aquí los autores refieren a la tribu como primer forma de propiedad; luego, la antigua
propiedad comunal y estatal ya identificada con el esclavismo; y posteriormente, la
agricultura feudal, donde domina la propiedad territorial, con trabajo de siervos a ella
vinculados. Después, en la evolución histórica aparecería el trabajo propio de un pequeño
capital que dominaría el trabajo de los oficiales de los gremios. Estas formas diversas
generaron contradicciones de clase y la consabida lucha de clases, ya que se generaron
clases dominantes y dominadas.
Por lo tanto, los individuos en la historia han sido productores de una forma determinada,
contrayendo relaciones sociales y políticas específicas. Esto da una trabazón real entre la
organización social y política, así como la producción misma. Por ende, la organización
social y el Estado brotan del proceso de vida de individuos determinados, es decir, reales,
productores, actuantes e independientes de su voluntad.
Como puedes observar, esta síntesis de los aspectos centrales de la concepción marxista
(materialismo histórico) muestra una idea de que la evolución histórica habrá que
analizarla con dichos principios, es decir, no perder de vista que las formas de propiedad
de cada modo de producción será vital para entender las manifestaciones sociales
históricamente determinadas.
Marx fue el primero en investigar el carácter del trabajo que produce las mercancías y en
establecer la dualidad del trabajo concreto y abstracto, privado y social. Descubrió que el
trabajo que crea un valor es cualitativamente indiferente, ya que se trata de un trabajo
humano en general, independientemente de la forma concreta en que se manifieste, como
trabajo complejo o simple. Las mercancías como productos del trabajo abstracto, es decir,
como valores, se diferencian tan sólo cualitativamente.
Los clásicos no podían demostrar por qué el valor no puede ser determinado por el
trabajo empleado individualmente. Marx sentó las bases para determinar la magnitud del
valor como el tiempo de trabajo socialmente necesario. Los antecesores de Marx vieron
que con el aumento de la productividad del trabajo el valor de toda la producción no
variaba, en tanto que el valor por unidad se reducía. Marx descubrió que la productividad
es una cualidad del trabajo concreto, mientras que la creación del valor es fruto del trabajo
abstracto.1 Aquí habría que entender que el trabajo concreto es aquel que crea valor pero
a menor escala, es decir, de una forma artesanal, una mercancía hecha a mano, por
ejemplo. En cambio, el trabajo abstracto es el que está implícito en una mercancía en el
proceso industrial mismo, esto es, no se puede palpar, por así decirlo, el trabajo humano
sobre el bien producido.
Finalmente, cabe referir otra obra del marxismo que muestra la evidencia del método del
materialismo, y es la que Federico Engels desarrolló y denominó como “El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado”. En ella, retomando una investigación del
sociólogo norteamericano Morgan sobre las relaciones sociales entre las tribus
norteamericanas de finales del siglo XIX, descubre a su vez elementos fundamentales de
los lazos familiares de la comunidad primitiva y su evolución hacia la propiedad privada y
el Estado.
Aquí se resalta que las relaciones de los hombres están dadas por la producción y
reproducción de las mismas, condicionado esto por clases originadas históricamente por
el desarrollo de la familia, pero que al “inicio” la sociedad se basó siempre en “lazos de
parentesco”. En función de lo anterior, surge una división del trabajo que incluye una
propiedad sobre el producto del trabajo personal, lo que se tradujo en un aumento del
Se tiene así que las clases sociales se originaron precisamente ahí donde deja de ser
vigente la relación de parentesco por la vía materna, predominando ahora la monogamia,
que implicó el predominio del hombre, y por otro lado, que la familia se basara en
condiciones económicas y no neutrales, lo que llevó a su vez al desmedido aumento de la
propiedad privada, lo cual originó la esclavización de un sexo por otro, constituyendo este
hecho en el primer antagonismo (disputa) de clase.
Para el marxismo original, las clases sociales, por consecuencia, tienen un origen y una
posición determinante en la estructura social, considerándoseles fuerzas motrices de la
sociedad, esto lleva a percibirlas conceptualmente como categorías históricas no
inmutables en el tiempo, pues se transforman en la medida que lo hace el complejo social
total, y ello es debido a que originan contradicciones y son a la vez el resultado de ellas;
esto se resume a que entre las clases y la sociedad se desarrolla un movimiento
dialéctico constante, en donde lo determinante es el hecho económico.
Pero al mismo tiempo que se desarrollaba el capitalismo se iban haciendo más profundas
sus contradicciones, sobre todo en el carácter social de la producción y la apropiación
privada capitalista de los beneficios, contra la escasa capacidad adquisitiva de los
trabajadores, dando lugar a la depauperación de la clase obrera y los campesinos. Dichas
contradicciones tienen su efecto en las crisis económicas recurrentes (1825, 1836 y
1847), lo que confirma su carácter sistemático.
Así, el desarrollo del capitalismo en diversos países proporcionó las condiciones objetivas
para estudiar las leyes que rigen este sistema económico y las contradicciones que lo
conforman. El método fue el marxismo, el cual se enfrentó a los pensadores que
defendían el desarrollo del capitalismo y sus formas de expresión, a lo que Marx y Engels
denominaron como la ‘vulgarización de la ciencias’ en general, principalmente de la
economía y la filosofía.
2.4. Humanismo
El humanismo es, en su origen, un fenómeno literario con una tendencia clara a retomar
los aportes de la cultura grecolatina, asfixiados por la visión cristiana medieval. Debe
anotarse que el surgimiento de este fenómeno no se debió simplemente a la modificación
endógena de los factores económicos, sociales y políticos de la sociedad occidental, sino
que esta recibió influencias transformadoras de otros ambientes y civilizaciones. El
intenso contacto con las culturas judía y árabe, el comercio con las culturas del extremo
oriente y la ampliación del horizonte geográfico formaron parte de un contexto que
incentivó la preocupación por lo genéricamente humano y por los descubrimientos de las
cosas humanas.
Cien años después de Petrarca (1304 - 1374) existió un conocimiento diez veces mayor
de los clásicos que a lo largo de todo el período anterior de mil años. Petrarca buscó en
los antiguos códices tratando de corregir una memoria deformada, y con ello inició una
tendencia de reconstrucción del pasado y un nuevo punto de vista del fluir de la historia
atascada entonces por el inmovilismo de la época.
Otro de los primeros humanistas, Manetti, en su obra "La dignidad y excelencia de los
hombres” reivindicó al ser humano contra el ‘desprecio del mundo’, predicado por el
monje Lotario (posteriormente Papa, conocido como Inocencio III). A partir de allí, Lorenzo
Valla en su "De Voluptate" (El placer) atacó el concepto ético del dolor, vigente en la
sociedad de su tiempo. Y así, mientras ocurría el cambio económico y se modificaban las
estructuras sociales, los humanistas concientizaban ese proceso generando una cascada
de producciones en la que se fue perfilando esa corriente que sobrepasó el ámbito de lo
cultural y terminó poniendo en cuestión las estructuras del poder en manos de la Iglesia y
el Monarca.
Es sabido que muchos temas implantados por los humanistas siguieron adelante y
terminaron por inspirar a los enciclopedistas y a los revolucionarios del siglo XVIII, pero
luego de las revoluciones americana y francesa comenzó esa declinación en la que la
actitud humanista quedó sumergida. Ya el idealismo crítico, el idealismo absoluto y el
romanticismo, inspiradores a su vez de filosofías políticas absolutistas, dejaron atrás al
ser humano como valor central para convertirlo en epifenómeno de otras potencias.
Mondolfo, por su parte, explica que "en realidad, si examinamos sin prejuicios el
materialismo histórico, tal como nos resulta en los textos de Marx y Engels, debemos
reconocer que no se trata de un materialismo, sino de un verdadero humanismo, que en
el centro de cada consideración y discusión coloca el concepto del hombre. Es un
humanismo realista, como lo llamaron los mismos creadores, el cual trata de considerar al
hombre en su realidad efectiva y concreta. Trata de comprender su existencia en la
historia y de comprender a la historia como una realidad producida por el hombre a través
de su actividad, de su trabajo, de su acción social, durante los siglos en los cuales se va
desarrollando el proceso de formación y de transformación del ambiente en el que el
hombre vive, y en el que se va desarrollando el hombre mismo, simultáneamente como
efecto y causa de toda la evolución histórica. En este sentido encontramos que el
materialismo histórico no puede ser confundido con una filosofía materialista". (Marx,
1932).
Las leyes económicas, sean las clásicas, neoliberales, socialistas o marxistas, no pueden
ser nunca reconocidas como leyes absolutas, atento a que el pensamiento científico
generalizado percibe como relativa cualquiera de esas leyes. Por lo tanto, la ley de la
lucha de clases y la ley de la oferta y la demanda, por nombrar dos leyes paradigmáticas,
se fundan en la persona como ser que busca el lucro, es decir, que este ser se lo toma
como invariable en este afán; si se lo tomara como variable, como que no buscara
permanentemente ganar, entonces podría pensarse en que esas leyes económicas
podrían no resultar siempre como deberían.
Del mismo modo, se plantea un concepto realista en el que las teorías clásicas y las
fórmulas esquemáticas poco tuvieron que ver con los fracasos de esos sistemas
económicos.
Una economía con valores es humanista, tomada como una economía científica e
impulsada por la visión de la política. Desde este punto de vista se proponen como
principios la primacía de la moral por sobre el lucro, el consumo por sobre la producción y
el trabajo sobre el capital.
Desde este enfoque, propuesto por sectores cristianos, el cambio empezaría desde una
concepción cultural primigenia, desde la escuela. Esto debería pensarse como de
aplicación global, tal como lo conciben los propios sistemas económicos clásicos.
En defensa de la transformación del capitalismo han surgido, desde mediados del siglo
XX, a nivel global, teorías que tratan de encubrir la esencia del capitalismo
contemporáneo. Economistas de diferentes escuelas han propagado algunas ideas a
destacar: “revolución administrativa”, “sociedad de la abundancia”, la economía
coordinada” y el “humanismo económico”.
Sobre la “sociedad de la abundancia”, en 1959 apareció en los Estados Unidos la obra del
economista A. Burley “El poder sin propiedad”, muy elogiada por la prensa, en donde se
asegura que en ese país se está llevando a cabo una revolución social, en donde se ha
suprimido a la oligarquía financiera y se ha sustituido por la propiedad colectiva, es decir,
se dio una “democracia económica”. Obviamente es un espejismo que no deja ver quién
realmente actúa las decisiones de las operaciones financieras a gran escala. No es el
pueblo, sino los potentados.
También se destaca la “economía coordinada” que data de los años treinta en Francia,
representada por economistas franceses (F. Blok-Lené y otros). En esencia, dicha postura
defiende que los representantes del Estado y las empresas pueden llegar a un acuerdo
sobre problemas de inversión, y es una obligación del Estado financiar la construcción de
empresas privadas, pero sin que se nacionalicen dichas empresas. Como lo ha
comprobado la realidad, la planificación de la economía nacional es imposible mientras
exista propiedad privada.
Esta posición no se queda en la teoría, sino que abarca la práctica, ya que en algunas
empresas capitalistas existen departamentos de “relaciones humanas”, los cuales
principalmente se dedican a elaborar “pronósticos” sobre el comportamiento de los
trabajadores, además de disuadir las reivindicaciones de los sindicatos para evitar
huelgas. Plantean programas de “primas”, jubilaciones, vivienda, según a cargo de las
empresas, pero la realidad es que los recursos que ofrecen son descontados de los
salarios de los trabajadores, pero se quiere dar la impresión de que los trabajadores
participan de las utilidades de la empresa.
http://www.monografias.com/trabajos76/riqueza-naciones/riqueza-
naciones2.shtml#liberalisa#ixzz3HxRzVCSo (sitio de monografías diversas donde se
incluyen obras de forma clara y esquemática).
Cierre de la Unidad
Lo anterior deberá ofrecerte un marco de referencia para poder vislumbrar los variados
tipos de desarrollo que se han venido presentando a nivel global, así como la necesidad
de saber cómo se conecta nuestro país a nuevas formas de desarrollo y de políticas
públicas.
Fuentes de consulta