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El Turismo, Hecho social Contemporáneo

Dr. Manuel Izaguirre Sotomayor


El estudio de un fenómeno de tal complejidad ha sido paulatino y heterogéneo, tanto por la diversidad de
sus manifestaciones, como por lo reciente de su aparición en el contexto de las actividades
generalizadas de la sociedad. No obstante que desde principios del presente siglo se realizaron los
primeros intentos por definirlo, las definiciones contienen una alta carga de empirismo, al describirlo
como un movimiento fundamentalmente migratorio referido a los viajes internacionales.

Su concepción como fenómeno social tuvo sus iniciales expresiones a principios del siglo veinte, cuando
se conocieron las primeras definiciones del turismo, aunque ésta no ha sido la concepción dominante. A
partir de la segunda mitad de la década de los años 90, la definición más generalizada sobre turismo, es
la que emite la OMT, aún vigente: el turismo “comprende las actividades que realizan las personas
durante sus viajes y estancias en lugares distintos a los de su entorno habitual, por un periodo inferior a
un año, con fines de ocio, por negocio y otros motivos.” (OMT; 1995:4). Al respecto, Alfonso Jiménez ha
señalado que esta definición no hace alusión a las repercusiones ni a los actores que conforman la
actividad, por lo que atribuye una mejor descripción a la definición emitida por Walter Huzinker y K. Krapt
la cual establece que: “turismo es el conjunto de las relaciones y fenómenos producidos por el
desplazamiento y permanencia de personas fuera de su lugar de domicilio en tanto dichos
desplazamientos y permanencia no estén motivados por una actividad lucrativa” (citado por Jiménez en
Monterroso et. al.; 2000:130).
A pesar de ello, el turismo cuenta ya con explicaciones teóricas de corte positivista, marxista y
hermenéutico, que lo han constituido como un objeto de conocimiento científico. Para ello se toma como
base la teoría de la sociedad de Niklas Luhmann (Luhmann y Giorgi; 1998) sobre la funcionalidad de los
sistemas sociales, en conexión con la perspectiva fenomenológica del sentido de Husserl (Gómez;
1986), para aludir al turismo como un ámbito de experiencia subjetiva, conexión teórica que tiene su
antecedente y fundamento en el trabajo del propio Luhmann (2005).
Como hecho social el turismo ha tendido a analizarse de manera cuantitativa,
considerando este tratamiento como necesario para la medición de su magnitud y la
construcción de su datación, no obstante la importancia de las aportaciones realizadas a la fecha, ha
sido una línea de estudio limitada para formular una más amplia conceptualización, debido a la dificultad
para demarcar su “naturaleza polifacética” como lo han declarado Lickorish y Jenkins (2000: 15). Por
ejemplo, en sus primeras definiciones, el turismo hacía alusión a las movilizaciones temporales por
placer u otros motivos que no dieran sentido de lucro. En las definiciones de Hunziker, Krapf y De la
Torre (1981: 17 y 19) se señala explícitamente que los viajes o estancias no debían estar motivadas por
acciones lucrativas, de negocios, remuneradas o profesionales. El propio concepto adoptado por la OMT
sobre el turismo ratificaba oficialmente esa postura: “la suma de relaciones y de servicios resultantes de
un cambio de residencia temporal y voluntario, no motivado por razones de negocios o profesionales”
(De la Torre; 1981: 18). Sin embargo, el crecimiento paulatino de la corriente de viajeros de negocios que
hacen uso de los mismos servicios que los viajeros por recreación, condujo a la modificación de la
definición oficial de la OMT a partir de 1994, reconociendo que los viajes por turismo tienen fines “...de
ocio, por negocios y otros”. Esta modificación denota una falta de límites claros y una serie de
interrogantes como las que señala discernir los viajes que son propios del trabajo remunerado de los que
corresponden al tiempo de ocio.

En todo caso, desde su connotación como hecho social lo decisivo está en el desplazamiento que
implica la presencia de un viajero en un lugar que es diferente a su residencia habitual y que supone un
retorno a ella. Se establece entonces que el viaje turístico es una fórmula contingente del viaje, que se
construye con una doble distinción. La primera referida al viajar/ permanecer, en la que el lado positivo
del binomio nos indica la diferencia entre lo móvil y lo fijo y la segunda referida al ocio/ trabajo, en la que
el lado positivo nos indica la diferencia entre el placer y la obligación. El viaje y el ocio como elementos
relacionales de la sociedad, han estado presentes en la historia de la humanidad y han sido constitutivos
de su evolución; sin embargo, en el siglo XIX surge una forma particular de viaje que los vincula en una
unidad. Como dice Lanquar “Le voyage aussi ancien que l´humanité n´a été intimement lié aux concepts
de temps libre et de loisir que dans le phénomene touristique”. (1994).

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En un horizonte de sentido, el viaje turístico se erige como distinción al negar “las otras posibilidades de
viaje” tales como los viajes comerciales o militares. El viaje turístico se entiende como una forma de
disfrute, una práctica que se lleva a cabo de manera voluntaria y recreativa, como una manifestación de
ocio. Todas las comunicaciones que tienen relación con este tipo de desplazamiento adquieren ese
sentido. El viaje que no es ocio turístico, como el viaje de negocios, por ejemplo, es un viaje sujeto a
obligaciones de carácter comercial, laboral, académico, etc. Es importante destacar que el viaje turístico
establece su diferencia de sentido mediante una combinación de las dimensiones espacial y temporal
aplicadas al ocio y al viaje. En la dimensión temporal, se erige el binomio tiempo de trabajo/tiempo libre
que establece la diferencia entre el tiempo de las actividades realizadas por obligación y el de las
realizadas por voluntad; en la dimensión espacial, se eleva el binomio espacio de vida cotidiana/espacio
de vida no cotidiana que establece la diferencia entre el lugar de residencia habitual y el de residencia
temporal.
En el caso del ocio, su condición está dada por la dimensión temporal en tanto que sólo se produce en el
tiempo libre, pero puede manifestarse en el espacio de vida cotidiana y no cotidiana. Las formas de ocio
que operan en el espacio de vida cotidiana, aluden a formas practicadas en el lugar de residencia, las
cuales incluyen un espectro de actividades concretas, tales como ver la televisión o una cinta de vídeo,
jugar o apostar, hacer ejercicio o deporte, ver espectáculos, visitar monumentos o exposiciones, practicar
aficiones, comer, beber o comprar, entre otras. En el caso del viaje en general, su condición está dada
por la dimensión espacial en tanto que sólo se produce en el espacio de vida no cotidiana, pero puede
manifestarse en el tiempo de trabajo y en el tiempo libre. Sólo al considerar las dimensiones temporal y
espacial en la distinción del viaje, esto es, el tiempo libre y el espacio de vida no cotidiana, se produce el
sentido del viaje turístico.

El desplazamiento de un ámbito cotidiano a uno no cotidiano tiene una mayor trascendencia que el
simple cambio de posición física de cuerpos: implica el cambiar de un mundo de vida que tiene un nivel
de complejidad a otro mundo. Pero lo importante del cambio radica en que el horizonte de sentido que
constituye el mundo de vida es diferente, en tanto que en la vida cotidiana se cuenta con un horizonte
conocido y apropiado, en el de vida no cotidiana se erige un horizonte tal vez parcialmente conocido,
pero no apropiado.

Así, el espacio de vida cotidiana es el espacio del mundo que es autorreferente a cada individuo en la
sociedad y coloca al sujeto en una condición de residente. El desplazamiento que refiere un viaje a un
espacio geográfico distinto a “lo cotidiano” implica una estancia en un espacio que corresponde a un
mundo que le es héterorreferente.

Esta es una condición propia de todos los viajes, pero en el caso del viaje turístico esta condición opera
bajo la doble distinción del tiempo libre y el ocio. En el sistema social, el turismo hace posible que el
sujeto se separe de su mundo cotidiano y conozca otro mundo, la estancia en un espacio
héterorreferente a su hábitat le permite una ruptura temporal con su mundo, la liberación momentánea
de una estructura de vida, que no implica cambiarla, sino sólo sustituirla por otra forma, en conexión con
él. Cooper aclara que las excursiones (que implican estancia fuera del lugar de residencia, pero no
necesariamente una pernocta) son una actividad de recreación común; no obstante, para que se trate de
turismo, el tiempo del ocio debe permitir la estancia fuera de casas, (1997). Cabe aclarar que para este
autor, la alusión al tiempo de ocio se debe entender como una forma de tiempo libre. Mario Rodríguez
cita que el Instituto Mexicano de Investigaciones Turísticas (IMIT), definió al turismo como “el
desplazamiento humano de un espacio vital a otro temporal, entendiéndose al primero como el ámbito
geográfico donde la persona se desenvuelve socialmente, obteniendo de fijo los medios económicos que
le permitan subsistir” (1982). Lo anterior alude a la distinción cualitativa de espacio vital que en el trabajo
se recupera con la categoría de espacio de vida cotidiana.

En ese sentido existe la preocupación de explicar el hecho turístico como un hecho social y por lo tanto
objeto de la práctica científica, aplicando en su análisis “el rigor, la precisión y la objetividad” de las
ciencias sociales. Partiendo de la idea que el quehacer específico propio de las sociedades
contemporáneas se explica por la interacción entre individuos o grupos de ellos y éstos producen un
sistema de representación, la práctica del turismo tiene cada vez más estas características, tanto desde

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su desarrollo en el contexto mundial como en su desarrollo en el contexto nacional, sobre todo a partir
del denominado turismo masivo que se expresa desde mediados del siglo XX y de las políticas de
promoción al turismo interno en el país.

Por otro lado, también existe la necesidad de enriquecimiento cultural de los individuos a través de
experiencias ajenas, de una mirada breve y de alejamiento del espacio socio-cultural inmediato a otro de
observación directa, de otras formas de cultura definidas por el espacio y el tiempo, una necesidad de
enriquecimiento humano que explica también, la naturaleza del turismo. A partir de estos razonamientos
se pretende aproximarse al estudio del turismo como hecho social, estableciendo su relación básica con
dos variables que están contenidas en el mismo concepto, el tiempo y el espacio como elementos que
determinan el “lugar” y “lo local” en el análisis de estos hechos sociales.

En el marco de una aproximación a la comprensión del turismo como hecho social es importante plantear
un concepto que defina esta actividad, la concepción más tradicional puede buscar su definición en la
idea de “viaje por placer”, sin embargo algunas otras concepciones como “toda forma de desplazamiento
cualquiera sea su motivación” vienen siendo parte de una concepción actual del turismo.

Quizás sea el turismo de masas quién puede acercarnos más a una definición del turismo, Miguel
Khatchikian lo considera en un sentido amplio “viajar por placer o por un afán de conocimiento y de
exploración”, extendiendo el concepto a otras actividades que el hombre realiza. La modernización
produce un sentimiento de inestabilidad, que en su fantasía cotidiana se recuerda más auténtica en el
pasado y en otras culturas como estilos de vida más placenteros.

Bajo este concepto de turismo, va configurándose la comprensión del turismo como hecho social, por
cuanto responde a distintas motivaciones que se producen de manera individual pero que tiene
expresiones sociales y en la medida que se expresan en determinados ámbitos geográficos, formados o
configurados por lo que denominamos los atractivos. Aunque otros autores difieren en la determinación
de las causas para el desarrollo del turismo, éstos coinciden en señalar algunos aspectos ligados con los
procesos globales y todos ellos coinciden además, en recurrir a algunas explicaciones que van más allá
de las relaciones estrictamente de producción y consumo de servicios turísticos, pero finalmente ayudan
a precisar la necesidad de abordar el turismo como un hecho social del mundo moderno.

Desde esta perspectiva, algunos hallazgos interesantes lo podemos observar en gran parte de los textos
que tratan el tema del turismo, donde el encuentro con las ciencias sociales es muy tímido o no existe,
los más atrevidos utilizan las técnicas de investigación social para explicar el proceso histórico del
turismo, en ese sentido estos argumentos pretenden plantear la discusión que al abordar los temas del
turismo se incorporen técnicas y metodologías utilizadas desde las ciencias sociales principalmente
desde la gestión de recursos y el marketing.

Desde el lado de las ciencias sociales, el permanente cambio que se produce en las técnicas y
metodologías de investigación están relacionados con las corrientes de pensamiento que afectan los
mismos hechos sociales. En este contexto podemos hacer referencia a Gastón Bachelard y ubicar al
modernismo como uno de los principales aportes en la investigación social.

Bachelard en “El nuevo espíritu científico”, habla del determinismo e indeterminismo como elementos
para definir la noción del objeto, el determinismo según Bunge, se “reduce a la creencia en leyes”, desde
esta dualidad la posición del indeterminismo es fundamentalmente el cuestionamiento de que todo está
explicado en las leyes de formación, es decir se cuestiona el determinismo del fenómeno pues se
reconoce que en su interior subyacen comportamientos imprevisibles. Esta cuestión determinística, es el
primer elemento que encontramos en la propia investigación de los hechos turísticos, en consecuencia
tenemos que permanentemente recorremos el mismo camino para explicar el fenómeno en cualquiera de
los lugares y por tanto cual receta, terminan en los mismos planteamientos para su desarrollo. Los
lugares donde más encontramos esta forma de ver los hechos turísticos son las universidades, donde el
contenido de la misma Curricula termina recomendando las mismas formas y metodologías de abordaje
de los hechos turísticos divorciado de aspectos culturales y geográficos que son determinados por el
espacio y el tiempo.

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A partir de la experiencia de formulación de planes de desarrollo local, realizados en los últimos años en
nuestro país, vemos que muchos de ellos plantean, Bachelard alude a la ciencia como parte del espíritu
humano por tanto ofrece dos aspectos uno objetivo y otro subjetivo, el subjetivo se ve influenciada por
elementos como la tradición y la religión para lo cual se introduce la razón para contrarrestar esta
influencia, tal planteamiento es la formulación clásica del modernismo.
Este abordaje del turismo, apunta a poner de manifiesto la validez del planteamiento de la aspiración o
de la apuesta de futuro, si está acompañada por algunos elementos que evidencian su análisis como
hecho social, que apunta a descifrar las condiciones que hay que desarrollar en la oferta para hacer
posible el consumo de la actividad en determinados lugares y por ende convertirse en una alternativa
válida para el desarrollo local de nuestras regiones. Insistiendo en la idea de demostrar al turismo como
hecho social, autores como Mario Bunge propone que la acción individual se ubica en un contexto social,
es decir considerado la sociedad como un sistema de individuos que estos construyen y desmantelan
continuamente en sus múltiples interacciones.

El enfoque filosófico es una justificación más exigente para tratar de realizar un análisis del turismo como
el objeto de una tecnología social, cuyo avance y creciente importancia reclama un esfuerzo continuado
o intensivo por su “Cientifización”. Una búsqueda de su conocimiento racional y sistemático lo más
objetiva y alejada de la retórica y de consignas radicales o más recientes de carácter ambientalista. De
paso conviene recordar que la objetividad es en sí una tarea pedagógica difícil en la actividad científica
real y social de la objetivación.

De esta manera, el turismo como una práctica social de la modernidad requiere una investigación social
ética que guíe una acción racional sistemática e integral, antes que una agregación de elementos
independientes, modificables pero susceptibles de su análisis crítico distante de concepciones radicales.
Esta posición que se suscribe e inscribe dentro de la clara propuesta de Bunge, acepta que los hechos
sociales son complejos pero concretos y comportan un núcleo común de lógica necesaria, para una
acción constructiva responsable. Como aconseja Bachelard, en una encrucijada de los caminos entre el
realismo y el racionalismo, propio del nuevo espíritu científico, se plantea un apacible eclecticismo. Las
tecnologías comparten las características de racionalidad y aplicabilidad científica, de modificación
eficiente de la realidad, utilizando el enfoque científico de verificación de la realidad, examen de su
diseño con otros procedimientos, o de evaluación de su teoría con la información pertinente.

Siguiendo el esquema de las ciencias sociales, el turismo se constituye entonces, en un campo de


estudio interdisciplinario como práctica social y por lo tanto, de aplicación de las ciencias biosociales o
socionaturales de acuerdo a la clasificación de Bunge, organizadas epistemológicamente en
subsistemas que las interrelacionan. El ser humano es un resultado de la naturaleza y de la sociedad en
una modelación de su biología, economía, política y cultura.
Los científicos sociales estudian grupos y sistemas, que responden a regularidades generales, que son
menos aumentables, lo que hace pertinente la recomendación de la aplicación de ciertos “conceptos
sensibilizadores”, (Giddens. Citado por Bunge, 1984;) recurso-sistema social-regla. El primer problema
que debe responder un científico social es el número de personas involucradas en el hecho social.

Un sistema es analizable en: composición (pertenencia), medioambiente (contexto), estructura


(relaciones), mecanismo (procesos o funciones). Hay dos tipos de relaciones según el grado de
diferenciación que establecen en los elementos del sistema. Las relaciones espaciales no modifican los
elementos relacionados. A lo sumo hacen posible ciertos lazos o vínculos e imposible otros.
Así, los elementos que deben tomarse en cuenta para el análisis del hecho turístico se basan en los
aportes del espíritu científico que pasa por tres estados: concreto, concreto abstracto, abstracto, tiene
tres estados anímicos: pueril o mundano, profesoral o dogmático y abstracto. Desde esta perspectiva
una experiencia científica es polémica y contradictoria, contradice la experiencia común.

El turismo es entonces una actividad social relacionada, consecuente con la evolución social humana.
Una relación básica que plantea dos problemas fundamentales; la determinación del sujeto de la historia
del turismo; y su punto de partida. Ante el problema de determinación de los límites temporales de la
evolución del fenómeno turístico y sus factores constitutivos en sus referentes históricos se tiene como
condición el uso del tiempo libre, y de esta perspectiva se plantea al turismo como un hecho masivo

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contemporáneo, los antecedentes selectivos y limitados se remontan a sus orígenes dos siglos atrás, y si
se generaliza a los viajes y viajeros, y de sus correspondientes servicios y equipos se puede retroceder
hasta las culturas antiguas.
A nivel mundial, es importante decir que el turismo como sector económico, se ha convertido en el sector
más competitivo y con un crecimiento exponencial, pero esta situación tiende a ser contradictorio como
factor de desarrollo pues también se presenta como el más perjudicial al medio natural pues existe la
tendencia a la depredación.
En este contexto el turismo se convirtió en una actividad “de considerable dignidad” según las inspiradas
palabras de Fernández Fuster. En una actividad especializada profesional, y en una labor de
preocupación gubernamental, por su formación, investigación y desarrollo, y regulación. En otros
términos se inició su “tecnificación hace su Cientifización”, su organización hacia su institucionalización; y
su internacionalización hacia su globalización. La masificación del turismo a partir de la segunda guerra
mundial fue resultado de la masificación del turismo organizado, la revolución de los transportes y
comunicaciones, y la recuperación internacional por su promoción y desarrollo, el auge de turismo debe
buscarse en las características de la sociedad contemporánea”. Del hedonismo del hombre moderno, su
búsqueda del placer, de la reacción del ocio, busca del conocimiento, de la apropiación y disfrute de la
tierra, como lugar común.

Por otro lado, las actividades turísticas también son motivos de procesos de exclusión social, existen
poblaciones que pueden acceder a este tipo de actividades y otras las más pobres, que simplemente no
tienen ni el tiempo de ocio ni los recursos económicos. No obstante el turismo es “una experiencia
gratificante” para la mayoría de las personas a pesar de la enorme marginación que afecta a aquellas
limitadas por el dinero, el tiempo o el interés. El gasto total de los turistas básicamente cubre el
transporte y la estadía, y ambos están relacionados al destino en una proporción conveniente cuyo
exceso resulta en una sustitución la alternativa más aceptable.

El turismo se explica cómo hecho social desde las ciencias sociales, dentro de las cuales se inscriben en
particular en sus aspectos económicos y de gestión. En una perspectiva metodológica y científica el
estudio del hecho turístico de una manera más rigurosa, precisa y objetiva indispensable para una
fundamentación más sólida del complejo de actividades humanas sociales que configuran el hecho
turístico surge como un elemento básico su naturaleza espacial temporal.
El turismo como hecho social, designa un conjunto de prácticas específicas de las sociedades
contemporáneas, manifiestas en conductas, gestos y maneras de ser, actuar y pensar, en su acceso
temporal a otras experiencias y procesos socioculturales ajenos a los espacios habituales. El crecimiento
y masificación de la práctica turística consolida este argumento y obliga a entender el turismo como
hecho social.

El tiempo se relaciona con la práctica del turismo influenciado por el desarrollo de la tecnología y en
particular los medios de comunicación, el medio de transporte se considera como un elemento
importante en el desarrollo de la actividad, a su vez que los medios de difusión se constituyen en
instrumentos necesarios para llegar a la demanda. De esta manera, el desarrollo del turismo, en tanto
reconocido como hecho social, condicionado en su consumo por valores culturales y sicológicos,
requiere de métodos y técnicas de rigor utilizadas en las ciencias sociales para su desarrollo futuro, las
necesidades de posicionamiento del producto turístico requiere de un conocimiento social del mercado.

El turismo ya no es una preocupación secundaria, de la civilización, se ha convertido en un derecho del


hombre moderno. No hay ejercicio de un derecho sin que, paralela y rigurosamente, exista obediencia a
un deber. El turismo entonces, visto desde esta perspectiva, adquiere una nueva filosofía otorgada por la
definición que da el derecho al descanso recreativo, como una parte de los mismos de bienestar de que
debe gozar todo ser humano y también como un complemento del derecho al trabajo.

Fenómeno con consecuencias culturales, sociales, económicas y políticas que ya nadie se atreve a
discutir, el turismo se ha convertido en un hecho con el que hay que contar, quiérase o no.
De esta forma, se puede decir que el turismo constituye en estos días un fenómeno de carácter
económico, social y cultural, consistente en el desplazamiento voluntario y temporal, de forma individual
o grupal, del lugar de residencia habitual, con motivos de recreación descanso, cultura y salud, a otro

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sitio en el que no se realiza actividad remunerada y en el que pueden o no existir actividades, espacios,
bienes y servicios planeados y construidos para su disfrute. En un ámbito general y social, el turismo
permite el encuentro entre hombres de países, continentes, razas, idiomas, culturas, ideologías y
religiones diferentes; en este encuentro es donde se entabla la comunicación, que hace posible la
comprensión recíproca. En esta confrontación entre las civilizaciones y las culturas, el turista se convierte
en un receptor de experiencias y valores, que posteriormente transfiere al patrimonio de su país,
enriqueciéndolo. De este intercambio cultural surgen nuevas formas artísticas y nuevas manifestaciones
de la creatividad humana.
El turismo promueve la identificación e integración, solidifica las tradiciones y la herencia cultural,
actuando en aspectos tan importantes como la utilización del tiempo libre y las nuevas formas que han
tomado las técnicas pedagógicas y de aprendizaje general. El proceso de intercambio también se realiza
en el desplazamiento a nivel nacional, mediante las diferentes etnias, los usos y las costumbres locales,
debido a la existencia de zonas de distinto grado de desarrollo social, económico y cultural, que brindan
la posibilidad de una mayor unidad nacional. Sin embargo, el turismo es un hecho que debe medirse en
sus aspectos positivos y negativos, sin odio ni ceguera, de la misma manera en que debe juzgarse
cualquier aspecto de la vida en sociedad. En la medida en que los productores del turismo, los
intermediarios, los consumidores, continúen produciendo, vendiendo y consumiendo sin límites ni
vergüenza, sin otro fin que el beneficio del primero y la satisfacción egoísta de los otros, se acentuará
una presión sobre la vida colectiva, la naturaleza, el equilibrio biológico.

En la Carta de Viena de 1.972 se cita lo siguiente: El turismo es parte integrante de la vida social
contemporánea. Por ello, el acceso al turismo debe ser considerado como un derecho inalienable del
individuo. El turismo debe traducir una voluntad de desarrollo físico y espiritual del hombre, a quien
proporciona el período más propicio para su realización individual y familiar”. Ahora bien, para acercarse
a una definición propiamente dicha de turismo social, se podría mencionar que, es la acción que tiene
como objetivo esencial crear las condiciones necesarias que permitan el acceso al turismo de grandes
capas de la población, las cuales, ya sea por lo módico de sus recursos financieros, ya sea por la falta de
costumbre, de formación o de información, han permanecido al margen de los movimientos turísticos.

El turismo social ofrece la posibilidad de una compensación apreciable porque representa al acceso al
turismo de una clientela de débil capacidad de gasto individual, pero enorme en cuanto su masa. Los
transportes, la pequeña y mediana hotelería, las ramas turísticas conexas podrán encontrar en esta
masa la compensación a la reducción de sus recursos tradicionales. La evolución del turismo social que
engloba los movimientos de centenares de millones de personas, ha hecho progresos considerables en
muchos aspectos: legislación, aumento de las masas favorecidas, esfuerzo financiero muy apreciable en
materia de equipamiento técnico, esfuerzo permanente de mejoramiento y adaptación de lo que ya
existe.

La permanencia del desarrollo del movimiento turístico en el mundo y la amplitud de esta extensión es un
hecho de civilización cuyo significado va más allá de las simples estadísticas que lo traducen. El tiempo
libre, el tiempo liberado, es una constante en la búsqueda de la felicidad. Desde siempre el hombre se ha
esforzado, en la medida de lo posible, por liberarse del “deber” para gozar mejor del “ser”. El destino del
hombre moderno, la del tiempo libre acrecentado y su parte más significativa, en todo caso la más obvia:
el turismo y las vacaciones.

El turismo no es un producto más, dirigido a una masa de consumidores cuyas preferencias están
determinadas por la publicidad, es una actividad fundamentada en el hombre y en la sociedad, que
implica descubrir su riqueza multifacética y reconocer su auténtico valor. El turismo necesariamente
reconocido como hecho social, en la actualidad no solo involucra a grupos pudientes de la sociedad o
solo la clase trabajadora, sino también a los estudiantes, jóvenes, ancianos y otros sectores sociales,
cuyo común denominador es ser la clase económicamente débil o de bajos ingresos.

El turismo se ha convertido en una especie de corrector de las insuficiencias en el desarrollo normal de


los valores de las personas, por lo que está estrechamente unido a la llamada cuestión social y
destinado por su naturaleza a mejorar la situación de aquellas personas que, por las limitaciones de sus
medios, generalmente no pueden viajar ni disfrutar de unas vacaciones durante un año laboral fuera de

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sus casas. Anteriormente, la cuestión social se concentraba básicamente en la exigencia de un salario
justo; en la actualidad, se extiende preferentemente a la conservación, recuperación y mejoramiento de
las facultades humanas, que permitan una vida agradable y digna.
En tal sentido, los bienes, tanto materiales como espirituales, que reporta el turismo, interesan a la
colectividad, razón por la cual el sector privado y público debe ser muy diligente para su canalización. El
Estado también debe tener un papel predominante, ya que toda acción política encaminada a un
progreso social, ha de enfrentarse con este deber. El valor del turismo es reconocido universalmente por
todos los países y en todas partes se hacen esfuerzos para promoverlos, coordinarlo y orientarlo. Como
lo indica Paul Fischer: “el turismo social, además de ser un fenómeno moderno y de fácil observación en
los últimos años, engloba también las medidas necesarias para realizar un equilibrio justo en el plano
social, medidas que están destinadas a garantizar distracciones adecuadas a las zonas de población con
ingresos modestos”. Por otra parte, se puede considerar que todo el turismo es social, ya que se da en
la sociedad: sus integrantes lo practican y lo organizan y venden sus servicios; es un hecho de masas
que puede beneficiar o perjudicar a la sociedad.
Sin embargo, para implementar un verdadero turismo basado en el hecho social, se deberá considerar
como público, equipararlo con la seguridad, salud y educación pública. El turismo debe conllevar a la
mejoría del ser humano como tal y los motivos de realización pueden ser indistintos, pero el objetivo
principal de este tipo de turismo, de quien ofrece estos servicios, no es de manera alguna beneficiar las
realidades sociales o culturales, para este turismo es un efecto que se da a través de la atención o
satisfacción de una necesidad de la colectividad, mediante la prestación de un servicio que se
intercambia según el valor comercial asignado.

En otro orden de ideas, el tiempo libre de la sociedad no debe ser sinónimo de tiempo libre, de simple
ocio; es ejercicio libre, un tiempo dedicado al descanso, pero proyectado a la creatividad del hombre, al
desarrollo de su personalidad y a divertirse. El derecho al tiempo libre, para disfrutarlo con descanso y
sano esparcimiento, es una conquista irreversible de los trabajadores que, al reivindicar al trabajo como
una actividad humana y no como una mercancía, le ha dado sentido humanista. Esta filosofía, indica
que el disfrute del tiempo libre y las vacaciones tienen como finalidad la restitución de la capacidad física
y mental del trabajador, también le da la oportunidad de un sano esparcimiento para superación personal
y su integración familiar y social. El ocio y el turismo se han convertido en un bien de consumo masivo y
en torno a ellos ha crecido una poderosa industria multinacional que lo está sometiendo a las mismas
presiones y mistificaciones que a cualquier otros producto de mercado, con todos los peligros y abusos
que ello entraña. Su misma condición de fenómenos masivos, extraordinariamente complejos y en
procesos de formación hace que tanto los problemas que plantean como las posibles soluciones que
podrían contribuir a convertirlos en actividades libres y enriquecedoras, sean difíciles de estudiar y
mucho más aun de aplicar. El turismo puede llegar a ser la situación óptima para que el hombre logre
desarrollar al máximo todas sus potencialidades. Tanto el ocio como el turismo son dos elementos
inherentes a la naturaleza humana y pueden ser encontrados en todas las culturas a lo largo de la
historia del hombre. Pero nunca habían llegado a convertirse, como ha ocurrido en estos días, en
fenómenos masivos y de una importancia tan decisiva como para transformar radicalmente la imagen de
una sociedad.

Su brusca aparición no solo está provocando profundos cambios técnicos y económicos a escala
mundial: la mentalidad misma, la aparentemente inconmovible concepción que el hombre occidental
tenia de si mismo, se está viendo afectada y nadie puede predecir en la actualidad que influencias
pueden tener tales cambios en la sociedad del futuro.

Es decir, que la desproporción entre tiempo de trabajo y tiempo libre se invertirá y el hombre, que en la
actualidad vive prácticamente para trabajar, podrá limitarse a trabajar para vivir, pudiendo emplear la
mayor y mejor parte de sus energías en aquellas actividades que más enriquezcan y estimulen. Aparte
de las transformaciones puramente económicas y técnicas, el conocimiento y contacto mutuo de los
pueblos van a incidir de modo decisivo en las costumbres y formas de vida no ya de las nacionales, sino
de la humanidad entera. Sin embargo, tanto la liberación del trabajo como el afán viajero son dos
necesidades profundamente enraizadas en la naturaleza del hombre, ahora que dejan de ser el privilegio
de minorías y, teóricamente al menos, su satisfacción está al alcance de todos, se corre el riesgo de que
las circunstancias creadas por su misma aparición las desvirtúen situándolas tan lejos de ser realidad

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como antes. El ocio, el tiempo liberado, es conditio sine qua non para empezar a pensar en una
situación de libertad y una vez conseguida tal situación, aunque las posibilidades de empleo son infinitas,
el hombre está demostrando una evidente preferencia por dedicar su tiempo libre al turismo. El turismo
por su enorme poder, actúa sobre la humanidad entera. El trasvase de viajeros de unas naciones a
otras, puede cambiar las costumbres y también las economías. Podría considerarse el turismo como
fenómeno totalizador porque, ya en la actualidad y pese a estar muy lejos de su máximo grado de
desarrollo, la humanidad entera esta viendo directa o indirectamente afectada por el. De hecho no hay
un solo aspecto de la vida de un país que no sufra sus efectos ya sean positivos o negativos.

El enorme movimiento de viajeros de una localidad, nación a otra, con sus fluctuaciones, su
imprevisibilidad y su vertiginosa rapidez para crecer, desviarse o localizarse en puntos muy
determinados en el tiempo y en el espacio, bastan para elevar o hundir económicamente a un país.
Por el momento, el influjo del turismo es más indirecto que personal, es decir, tomando el conjunto de la
humanidad como un todo, el número total de personas que se ven indirectamente afectadas por este
fenómeno, es muy superior al de las que toman parte directamente en el, viéndose de ese modo las
primeras transformadas y enriquecidas. Aunque puede decirse que apenas si existe un país que no haya
visto modificada su tecnología decisivamente desarrollados su sistema de transporte y sus redes de
distribución, o profundamente cambiados sus formas de vida, la mayoría de la humanidad no ha tomado
parte todavía de este fenómeno que, sin embargo, tiene una clara tendencia a la totalización.

El progresivo incremento del turismo, que ha llegado a constituir la principal actividad económica de
muchas naciones, ha introducido nuevas y vitales relaciones a escala internacional.
Las diferencias de nivel de vida y de desarrollo tecnológico o cultural han supuesto, en lo relativo al
turismo, una clara tendencia a la especialización. Pero si bien en un principio, cuando el turismo era
todavía un fenómeno de masas, su aparición únicamente produjo consecuencias beneficiosas, en la
actualidad, la desproporcionada cantidad de dinero que hay en juego ha venido a dificultar aquella
beneficiosa tendencia original. El turismo modifica físicamente a los países receptores. Los abusos
urbanísticos responden a una mentalidad oportunista. Sin embargo, estos males son relativos, ya que
los propios países receptores de turistas podrían organizar compañías que buscasen la clientela allí
donde la encuentran las ya existentes y la especulación del suelo y los abusos arquitectónicos podrían
remediarse mediante planes urbanísticos racionales, estrictamente observados.

La generalización del turismo a escala mundial ha variado esencialmente su estructura, haciendo


necesaria una reorganización para adaptar las viejas instalaciones a las presentes necesidades. El
volumen adquirido por los modernos movimientos migratorios y sus profundas repercusiones en la
economía de las naciones, además de provocar el nacimiento de una nueva actividad económica
internacional, obliga a los Estados a invertir en dos direcciones simultáneas: la organización de esta
actividad y la promoción de la misma.

Finalmente, el turismo como hecho social contemporáneo, va dirigido a obreros, burócratas, estudiantes,
jubilados, no asalariados, empleados y todos aquellos con escasos o medianos recursos económicos.
El tiempo libre de la sociedad no debe ser sinónimo de tiempo inerte, de simple ocio, es el ejercicio libre,
un tiempo dedicado al descanso, pero proyectado a la creatividad del hombre, al desarrollo de su
personalidad y a divertirse. El derecho al tiempo libre, para disfrutarlo con descanso y sano
esparcimiento, es una conquista irreversible de los trabajadores que, al reivindicar al trabajo como una
actividad humana y no como una mercancía, dándole sentido humanista.
El turismo contribuye a satisfacer la necesidad de conocimiento que los individuos deben tener de su
propio país y a robustecer las cohesión comunitaria para que sea un factor que contrarreste lo
disociativo, lo enajenante y lo que daña a los recursos humanos y ecológicos. Aun cuando la generación
de empleos y necesidad de producción son característica evidente del turismo, su reflejo no se limitas a
la interacción económica, sino que la recreación, la educación, la cultura, los deportes, la amistad, la
belleza y el conocimiento son factores que concurren a su constitución como aspiraciones naturales del
ser humano, que deben llegar a considerarse verdaderas prestaciones laborales. Entonces el avance
del turismo en el mundo, pero especialmente, en los países industrializados del área occidental, ha
propiciado el surgimiento de nuevos aspectos que pretenden explicar la relación del turismo, la sociedad
como hecho contemporáneo.

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Este no es solo de índole social, sino también de carácter cultural, ya que por medio de el, de una forma
agradable, es posible adquirir nuevos conocimientos y obtener nuevas experiencias inolvidables.

El turismo no nació de una teoría, sino de una realidad que surgió espontáneamente y se fue
configurando a si misma bajo el impacto de descubrimientos en otros campos, como entre otras cosas, el
progreso de la navegación y el invento de ferrocarril, del automóvil y del avión. Es decir, no se
desarrolló gracias al análisis de datos empíricos.

El Hecho Turístico como Hecho Social


La conceptualización tradicional del turismo, representada por las aportaciones de Ortuño (1966),
Fernández (1978) y De la Torre (1981), entre otros, lo describen como el desplazamiento de personas de
su lugar de domicilio habitual a otro temporal, por motivos de descanso, recreación, familiares, religiosos,
culturales o de salud, que producen múltiples interrelaciones de repercusiones sociales, económicas,
políticas y culturales. Caracterización del turismo, que explicita la percepción de una actividad masiva
traducida en la sociedad como una conducta colectiva, como un hecho social que tenía causas y efectos
identificables y medibles. Fernández Fuster (1978:18), uno de los representantes conspicuos de la
concepción clásica del turismo, se refería a él en los términos siguientes: “El Turismo, siempre desde el
punto de vista del viajero, se nos aparece como la suma de “conductas” particulares en un gran conjunto,
que se interfiere y se influye, hasta formar una “conducta general”, universal es decir “social”. Por otra
parte, Álvarez Sousa (1994:27) analizando el término turismo etimológicamente menciona la definición
formulada por el profesor Jiménez: “Turismo es, entonces, un hecho social de desplazamiento para la
recreación y descanso”.

La medición de la magnitud del turismo y la construcción de una base de datos turísticos, condujo a ser
analizado cuantitativamente, sin embargo la importancia de las aportaciones realizadas a la fecha, no ha
sido capaz de conceptualizar al turismo de una manera más amplia por la dificultad para demarcar su
“naturaleza polifacética” (Lickorish & Jenkins 2000: 15).
Las primeras definiciones del turismo la vinculaban a las movilizaciones temporales por placer u otros
motivos que no dieran sentido de lucro. En este sentido, Hunziker, Krapf y De la Torre (1981: 17 y 19)
señalan explícitamente, al referirse al turismo, que los viajes o estancias no debían estar motivadas por
acciones lucrativas, de negocios, remuneradas o profesionales. La misma OMT ratificaba oficialmente
esa postura: “la suma de relaciones y de servicios resultantes de un cambio de residencia temporal y
voluntario, no motivado por razones de negocios o profesionales” (De la Torre; 1981:18).

Sin embargo, la OMT a partir de 1994, por el crecimiento paulatino de viajeros de negocios que hacen
uso de los mismos servicios que los viajeros por recreación u ocio, modifica oficialmente su definición,
reconociendo que los viajes por turismo tienen fines “...de ocio, por negocios y otros”. Modificación que
denota una no clara posición teórica frente al turismo, que a la vez generó interrogantes como las
señaladas por Octavio Getino (2005, 2002:48): ¿pueden equipararse los fines de “ocio” y los de
“negocios”, además de dejar abierta a la posibilidad a “otros”?. ¿Cómo discernir los viajes que son
propios del trabajo remunerado de los que corresponden al tiempo de ocio?

En todo caso, lo decisivo de su connotación como hecho social es el desplazamiento de un viajero de un


lugar que es diferente a su residencia habitual y que supone su retorno a la misma.

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