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10 de agosto de 2011
Desde hace mucho tiempo, la delincuencia juvenil es un tema que ha generado preocupación
en la sociedad argentina y que ha sido objeto de observación por parte de la criminología.
Si bien nuestro país en el año 1990 ratificó la Convención de Derechos del Niño que introduce
la “doctrina de la protección integral de los derechos del niño”, todavía hoy está vigente a nivel
nacional el Decreto Ley 22.278, sancionado durante la dictadura militar en el año 1980, que
regula el Régimen Penal de Menores.
No obstante ello, sabemos que incorporar al proceso penal juvenil los principios y garantías
constitucionales que reconozcan al niño el status de sujeto de derechos, no es un proceso tan
simple ni tan rápido, pues cargamos con un resabio inquisitorial y tutelar de muchos años que
no se modifica tan fácilmente.
Podemos decir que actualmente, en la legislación relativa al derecho juvenil, tenemos un doble
ámbito de intervención: la ley 26.061 Nacional y 13.298 en la Provincia de Buenos Aires que
reiteran los criterios básicos establecidos en la Convención de los Derechos del Niño,
diseñando la política de Promoción y Protección de los Derechos del Niño, desplazando la
atención asistencial a la Administración; y la Ley 22.278 Nacional y 13.634 Provincial que
regulan el proceso penal de responsabilidad juvenil, derogándose el antiguo decreto ley 10.067
de la “doctrina de la situación irregular”, en el cual el Juez de Menores estaba a cargo de la
investigación, de la sentencia y de su ejecución, mientras que el Asesor de Menores era quien
ejercía la defensa técnica del imputado en caso de no designarse abogado particular, siendo el
menor de edad objeto de disposición por parte del órgano jurisdiccional.
La ley 13.634 conduce la legislación provincial por el camino de los arts. 12, 37 y 40 de la
Convención de los Derechos del Niño, a través de un proceso penal acusatorio, con la
intervención de la figura del Fiscal y del Defensor Oficial (ambos especializados en la materia
penal juvenil). Además separa claramente la etapa de investigación de la del juicio oral como
así también las funciones y roles de cada una. El Agente Fiscal es quien lleva adelante la
investigación a través de la recolección de la prueba de cargo y quien realiza la acusación. La
Defensa es ejercida por el defensor oficial o particular, si es que así lo designa el joven
imputado.
Es preciso remarcar la profunda tensión que existe entre la normativa nacional y la provincial,
pues la ley de fondo (22.278) refleja algunos desajustes con las prescripciones de la
Convención Internacional de los Derechos del Niño, que en la práctica judicial hay que intentar
compatibilizar para no desnaturalizar el sentido y alcance de dicha normativa constitucional.
De ahí que se puedan señalar los nuevos desafíos que corresponde afrontar en materia penal
juvenil:
* evitar que colapse el funcionamiento de las nuevas instituciones a crear, dadas las propias
dificultades que presenta el sistema penal de adultos.
* que se pueda compatibilizar la ley nacional con los principios que emanan de la ley provincial,
a través de una reforma integral del régimen penal de menores.
* obtener disponibilidad de recursos suficientes para implementar adecuadamente el trabajo en
red de los tres poderes del Estado que intervienen en el sistema de la infancia.
* erradicar las viejas prácticas del régimen tutelar anterior, a través de una campaña
sistemática para informar sobre el funcionamiento del nuevo sistema penal juvenil.
La reforma legal produjo un avance importante en la tarea de adecuación de la legislación
interna a los stándares internacionales, pero no es suficiente ya que no sólo no se ha
reformado la Ley Nacional sino que hay que confrontar la teoría y la práctica y analizar cuáles
son los resultados alcanzados.
Mucho se ha avanzado en la Provincia de Buenos Aires con la sanción de las leyes 13298 y
13634 en la estructuración del Fuero Penal Juvenil y de Familia en cuestiones asistenciales y
de vulneración de derechos de los niños, niñas y adolescentes. Pero no podemos detenernos
en este simple progreso legislativo.
Los operadores del sistema, debemos construir un nuevo modelo de justicia juvenil que permita
superar el modelo estrictamente punitivo, a través de una mayor participación de los sectores
más vulnerables en el ámbito de la educación, del trabajo, de la política y de la cultura,
generando oportunidades de vida que contrarrestren la realización de comportamientos
delictivos.
Es imprescindible centrar la atención en el “interés superior del niño” y redefinir los roles de los
que participan del proceso penal juvenil conforme los criterios que surgen de la Convención de
los Derechos del Niño, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de la
Convención Americana de Derechos Humanos, de las Directrices de Riad y del resto de las
normas internacionales que fijan los stándares mínimos de garantías en materia de niñez y
adolescencia.
El nuevo régimen penal de menores de edad reconoce a los jóvenes como sujetos de derechos
y de obligaciones, lo que implica que éstos asuman -dentro del sistema familiar y comunitario-
su responsabilidad acorde con su etapa de desarrollo.