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La ética profesional

En la sociedad colombiana actual, donde prevalece el “cuánto tienes, cuánto vales”, se tiende
a privilegiar la riqueza como lo más preciado, y en consecuencia los profesionales pueden
llegar a poseer una crisis de sentido al considerar que el éxito profesional está asociado
únicamente con el dinero. Bajo este supuesto lo que importa es obtenerlo a como dé lugar,
incluso en contra de las normas de conducta y los códigos éticos, tal y como lo informan
permanentemente los medios de comunicación. Es así como esos reportes de los medios
evidencian en no pocos casos que algunos profesionales no interiorizaron los principios y las
normas éticas que deben guiar su práctica profesional.
En el marco anterior y con el ánimo de transformar la cultura de la violencia y la corrupción, es
prioritario realizar un ejercicio académico y social que permita recuperar el conocimiento y la
interiorización de las normas morales sistematizadas en los códigos de ética y llevarlas a la
práctica a través del ejercicio profesional. En otras palabras, es necesario revitalizar la ética en
las profesiones, porque, como dice Charles Taylor (1998) uno de los rasgos de la Modernidad
consiste en revalorizar la vida corriente frente a las vidas heroicas, arriesgadas y nobles, tan
admiradas en otras épocas, hacer excelente esa vida cotidiana constituye una auténtica
revolución social. Y justamente "buscar la excelencia" en la vida corriente es lo que pretende la
ética en las profesiones, como vacuna que inmunice a los profesionales contra la corrupción, la
irresponsabilidad social, el dinero fácil, la deshonestidad, entre otras amenazas. (Recuperado
el 1 de agosto de 2013 de elpais.com/diario/1998/02/20/opinión/887929205_850215.html).
Por lo anterior es que el profesional de hoy está obligado a desarrollar un “ethos” responsable
hacia los demás y a todo lo que existe. La responsabilidad revela el carácter ético de la
persona y los centros educativos en sus planes de estudio, metodologías de enseñanza y
normas de convivencia tiene que fortalecer este valor en sus estudiantes.

“En la sociedad colombiana actual donde prevalece el “cuánto tienes, cuánto


vales” porque se tiende a privilegiar la riqueza como lo más preciado, los
profesionales pueden llegar a poseer una crisis de sentido”.
Quienes ingresan a un centro de enseñanza a aprender sobre una determinada profesión
pueden tener motivos diversos para hacerlo: como el de costearse una calidad de vida digna o
el de enriquecerse, por vocación o por presión familiar o laboral. Pero, sea cual fuere su
intención o su motivación personal, lo que es cierto es que, al ingresar en la profesión, debe
asumir el norte que le da sentido. No puede un profesional justificar su negligencia alegando
que quisieron hacerse profesionales por ganar dinero desconociendo el elemento social que
tiene toda profesión.
La responsabilidad profesional impone algunas tareas prioritarias en una sociedad como la
nuestra convulsionada por la violencia, el narcotráfico y la corrupción, entre otros males.
Respecto a la sociedad, hay que desplazar el eje de la competición a ultranza que usa la razón
mercantilista, hacia el eje de la cooperación que usa la razón cordial y de la sana convivencia,
eso implica pasar de la acumulación de riqueza, a la producción de lo suficiente y digno para
todos.
Conviene recordar, en principio, que una profesión es un tipo de actividad social, a la que se
han atribuido desde Max Weber un buen número de características, donde se destacan las
siguientes:
1. Se trata de una actividad que presta un servicio específico a la sociedad de una forma
institucionalizada. El servicio ha de ser indispensable para la producción y reproducción de la
vida humana digna, como se evidencia en el hecho de que personal sanitario y docentes,
juristas, ingenieros, arquitectos, empresarios o economistas y un largo etcétera, sean
imprescindibles, no sólo para mantener la vida humana, sino para promover una vida de
calidad.
2. La profesión se considera como una suerte de vocación, lo cual no significa que alguien se
sienta llamado a ellas desde la infancia, sino que cada profesión exige contar con unas
aptitudes determinadas para su ejercicio y con un peculiar interés por la meta que esa
actividad concreta persigue. Sin sensibilidad hacia el sufrimiento de la persona enferma, sin
preocupación por transmitir el saber y formar en la autonomía, sin afán por la justicia, mal se
puede ser un buen médico, enfermera, docente, jurista. Y así podríamos seguir con las
profesiones restantes.
3. El profesional, al ingresar en su pregrado de formación y demás espacios de actualización,
se compromete a perseguir las metas de esa actividad social, sean cuales fueren sus motivos
privados para incorporarse a ella. Los motivos individuales no son razones, no se convierten en
argumentos si no tienen por base las exigencias de la meta profesional.
Por eso importa revitalizar las profesiones, recordando cuáles son sus fines legítimos y qué
hábitos es preciso desarrollar para alcanzarlos. Hay autores como Mockus que afirman que
cuando usted actúa conforme a lo que su conciencia le dicta, hay algo así como una “auto
gratificación” bioquímica, pero en cambio que si usted actúa contra ella hay malestar, hay
pérdida de armonía y en la tradición judeocristiana hay culpa y/o autocastigo.
Es por esto que la autorregulación en el profesional por medio de la ética profesional, consiste
entonces no solo en la interiorización de normas, sino en la obediencia de ellas. Una
autorregulación que guía a cada quien, a través de sentimientos de auto aprecio, de colocarse
en el lugar de los otros y de seguir los principios de la profesión.
Hace algunos meses en una entrevista a un medio escrito, un magistrado de la república
haciendo alusión a un caso de soborno soltó esta perla: "Nuestros estándares éticos son,
digamos, blanditos”. Triste realidad para una sociedad donde es tan corrupto el que pide el
soborno como el que lo ofrece ¿Qué dicen los empresarios que por no perder negocios ceden a
estas propuestas?
Este tipo de situaciones son las que debe enfrentar a diario el profesional en la implementación
y desarrollo de su ejercicio, donde se debería trascender del "ethos burocrático" de quien se
atiene al mínimo legal al que logra el "ethos profesional” que es la excelencia, porque su
compromiso fundamental es el mejoramiento de la sociedad. Es tiempo, pues, no de
despreciar la vida corriente, sino de introducir en ella la aspiración a la excelencia.

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