Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Introducción
[169]
170 maría lucero jiménez y maría elena figueroa
La teoría de las rs
que es afectado por ella. Los procesos cognitivos son activos. Además, las rs
incluyen ideologías, así como elementos constitutivos del momento histórico y
social de los individuos, por ello son cambiantes.
Existen tres modalidades de rs:
geste un nuevo sentido común, propio de grupos antagónicos que luchan por
el cambio. De este modo se dan las transformaciones culturales, entre ellas los
cambios en los sistemas de género.
Desde la aproximación estructuralista (Abric, 1994; Guimelli, 2004), se
asume que las rs poseen un eje o núcleo denso, estable, y permanente del que
derivan prescripciones para la acción y que constituye las creencias y asunciones
más fuertes que las personas tienen de determinada representación. Además de
ese núcleo, existen elementos periféricos que son más flexibles y adaptables a los
cambios que el entorno genera en la representación. Éstos pueden interactuar
con los cambios en el medio y transformarse, con el fin de preservar el núcleo.
Las rs están en constante movimiento y transformación. Hay tres dinámi-
cas posibles de cambio: Por un lado, 1. lenta, que se trata de un cambio paulatino
de mentalidad colectiva de acuerdo con nuevas prácticas. En este proceso se
integran elementos nuevos, informativos, afectivos y emocionales. Se introducen
en las prácticas colectivas nuevas formas de interacción. Este fenómeno se da a
través de largos periodos de tiempo, y los cambios son a veces imperceptibles.
Por otra parte 2. progresiva, que surge de la coexistencia entre referentes he-
gemónicos y polémicos; implica tensión y tiene efectos en el discursos y en la
práctica. Lo nuevo se percibe como amenazante pero se va asimilando y se le va
encontrado un lugar. Emergen de la negociación de lo diferente y lo alternativo,
y cuestionan las representaciones hegemónicas. De acuerdo con Arruda (1998,
p. 41), los cambios en las rs corresponden a nuevas necesidades colectivas, y eso
da lugar a cambios progresivos. Y finalmente 3. abrupta, que implica un cambio
violento en el sistema de interpretación de los sujetos por factores casi siempre
externos a los mismos. Es común que se dé a partir de movimientos sociales o
catástrofes naturales.
Estas dinámicas de cambio permiten que coexistan tres momentos o fases
de la rs; así, existen las emergentes (nuevas, cuyo origen es reciente y están en
proceso de consolidación); las estables, ya consolidadas y enraizadas en la cultu-
ra, y las que están en transformación, que están alterándose porque ya no fun-
cionan adecuadamente y es necesario un ajuste, en esa fase, cohabitan elemen-
tos estables y novedosos (Moliner, 2002). Estas ideas permiten observar que la
masculinidad cuenta con diversas representaciones, y que la de tipo hegemónica,
a pesar de su resistencia, está efectivamente en un proceso de cambio progresivo,
a partir de su confrontación con otras de clase alterna, emancipada y polémica,
que buscan consenso, legitimidad y peso social.
174 maría lucero jiménez y maría elena figueroa
1
Propuesta desarrollada por el doctor Wolfgang Wagner, en una conferencia que impartió
en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades el 2 de octubre
de 2006.
representaciones sociales de la masculinidad 175
La rs de la masculinidad hoy
La historia y los cambios en las relaciones entre los géneros demuestran que la
masculinidad y la feminidad se constituyen como un conjunto de significados
siempre cambiantes y que se construyen a través de sus relaciones con ellos
mismos y con los otros, con su mundo. La “virilidad” por su parte, no es estática
ni es atemporal, es histórica. No es la manifestación de una esencia interior, es
construida socialmente; no sube a la conciencia desde los componentes bioló-
gicos, sino que es creada por la cultura. La virilidad, entonces, significa diferen-
tes cosas, en diferentes épocas y en diferentes personas.
En nuestra cultura, los varones han aprendido a conocer lo que significa
ser un hombre al ubicar sus definiciones en oposición al conjunto de otros, de
minorías raciales, de minorías sexuales y, por sobre todo, de las mujeres (Kum-
mel, 1998, p. 49). En nuestra cultura, la masculinidad implica la búsqueda de
cada hombre individual para acumular aquellos símbolos culturales que deno-
182 maría lucero jiménez y maría elena figueroa
tan virilidad, como señales de que él ha logrado ser “hombre”. Se trata del acce-
so diferenciado que distintos tipos de hombres tienen a esos recursos culturales
que les confieren virilidad y de cómo cada uno de estos grupos desarrolla sus
propias modificaciones para preservar y reclamar su virilidad.
El concepto de masculinidad evoca una serie de calificativos y atributos,
muchos de ellos encontrados a través de las culturas y que incluyen primordial-
mente: poder, dominio, virilidad, potencia sexual, valentía, fortaleza, respon-
sabilidad y honor, valores culturales a los cuales los varones deben acceder y
mantener para ser verdaderos “hombres”.
La rs de la masculinidad, más allá de las diversas expresiones individuales
de lo masculino, descansa sobre una serie de normas o mandatos que garan-
tizan el apego al modelo masculino. Esas normas son elementos del núcleo o
parte resistente de la rs que difícilmente, según se ha constatado en investi-
gaciones al respecto ( Jiménez, 2003; Rivera y Cecilia, 2004), se modifican. En
este sentido, tal y como se dijo desde el inicio de este artículo, hay tres manda-
tos de la masculinidad: la sexualidad controladora, el ser proveedor (Burín et al.,
2007; Jiménez et al., 2007) y el distanciamiento respecto de la esfera doméstica.
Estas temáticas son muy relevantes para comprender la masculinidad tanto
la hegemónica, como sus nuevas formas, pero aquí no se tiene espacio para
desarrollarlas.
tema. Según esta perspectiva, a la mitad de la vida, ellos reflexionan más pro-
fundamente y llegan a encontrar una virilidad más madura y una masculinidad
“más allá del héroe”, de la representación hegemónica del varón.
En las sociedades, a través de los sistemas de género, una amplia gama de
estructuras sociales, desde la más íntima relación sexual hasta la organización
de la vida económica y política, sirve de base y perpetúa la dominación mascu-
lina. Por ello, se debe enfrentar el poder y la dominación a nivel de la sociedad
en su conjunto, pero al mismo tiempo, dado que se llevan estas relaciones dentro
de uno mismo, es imposible separar lo “personal” de lo “social” y esto es parte del
significado de la frase: “lo personal es político” (Kaufman, 1989, p. 13). Este he-
cho muestra de qué manera las rs, entre ellas la de la masculinidad y la de la fe-
minidad, se expresan en cada individuo, pero no dejan de ser sociales, colectivas,
comunicadas y transmitidas por las agencias de socialización, por diversas ins-
tituciones y por los medios masivos de información. Además de estos efectivos
canales de socialización, las rs de género son constitutivas de la identidad, de ahí
que sea tan difícil lograr cambios de fondo. Y, en ese sentido, los individuos que
han asumido masculinidades alternativas o emergentes, que han podido ganar
ciertos espacios y cierta legitimidad (contraviniendo los mandatos respecto de
la sexualidad, la fuerza, la provisión, la dureza, etcétera), no dejan de verse como
pseudohombres en muchos otros espacios. No han logrado la hegemonía y, por
lo tanto, en cierto sentido están en una posición marginal o subordinada.
Las familias, por ejemplo, se han transformado, al igual que otras insti-
tuciones sociales. Sin embargo, la identidad masculina parece no cambiar en el
mismo ritmo y sentido. La estructura de diferentes campos sufre transforma-
ciones pero la expectativa que se tiene del varón, el principal mandato, continúa
relacionándose principalmente con el sustento y lo que de éste se desprende. Sin
embargo, dadas la crisis económicas experimentadas en Latinoamérica durante
las últimas décadas, esta expectativa ha llevado a que el varón, con frecuencia,
se vea incapacitado para cumplirla cabalmente por sí mismo; esto a su vez ha
afectado a individuos de diferentes clases sociales, con diferentes oportunida-
des de educación y con diferente capacitación para el trabajo. Esta situación
se debe considerar en relación con el surgimiento de malestares masculinos
en la actualidad, en que los valores económicos de la modernidad, construidos
principalmente por y para varones, reconocen el éxito en este campo como pro-
ducto de méritos y esfuerzos personales de él mismo, y cuestionan, por tanto, la
masculinidad de quien no lo logra.
184 maría lucero jiménez y maría elena figueroa
Consideraciones finales
Bibliografía
Figueroa, Juan Guillermo (1998), “Algunos elementos para deconstruir los es-
tereotipos de los varones”, encuentro “Mujeres y hombres hacia una nue-
va humanidad”, México, Universidad Iberoamericana, noviembre.
Flores, Fátima (2001), Psicología social y género. El sexo como objeto de representa-
ción social, México, unam-McGraw Hill.
Guimelli, Christian (2004), El pensamiento social, México, Dirección General
de Asuntos del Personal Académico/unam-Coyoacán.
Jiménez, María Lucero (2007), “Algunas ideas acerca de la construcción social
de las masculinidades y las feminidades, el mundo público y el mundo
privado”, en Jiménez, María Lucero y Olivia Tena (coords.), Reflexiones
sobre masculinidades y empleo, México, crim/unam, pp. 99-118.
__________ (2003), Dando voz a los varones. Sexualidad, reproducción y paterni-
dad de varones mexicanos, México, crim/unam.
Jodelet, Denise (2003), “Representaciones sociales: contribución a un saber so-
ciocultural sin fronteras”, en Jodelet, Denise y Alfredo Guerrero (comps.),
Develando la cultura. Estudios en representaciones sociales, México, Facultad de
Psicología/unam.
Kaufman, Michel (1989), Hombres, placer, poder y cambio, Santo Domingo, cipaf.
Kimmel, Michael (1998), Men’s Live, Boston, Allyn and Bacon.
Lagarde, Marcela (1990), Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas,
presas y locas, México, unam.
Marques, Joseph V. (1997), “Hombres y poder”, encuentro “Mujeres y hom-
bres hacia una nueva humanidad”, México, Universidad Iberoamericana,
noviembre.
Moliner, Pascal (2002), “Une approche chronologique des represéntations so-
cials”, en Moliner, Pascal (comp.), La dynamique des representations socia-
les, Grenoble, Presses Universitaires de Grenoble, pp. 245-268.
Núñez, Guillermo (1994), Sexo entre varones. Poder y resistencia, México, El Co-
legio de Sonora.
Rivera, Roy y Yajaira Ceciliano (2004), Cultura, masculinidad y paternidad: las
representaciones de los hombres en Costa Rica, San José, Fondo de Población
de Naciones Unidas, Flacso.
Rubin, Gayle (1996),“El tráfico de mujeres: notas sobre la ‘economía política’
del sexo”, en Lamas, Marta (comp.), El género: la construcción cultural de la
190 maría lucero jiménez y maría elena figueroa