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(En construcción).
Con esta Revelación el Dios invisible en medio de su gran amor habla a los
hombres como amigos.
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● Ex 33, 11: «El Señor hablaba con Moisés cara a cara, lo mismo que un hombre
habla con su amigo».
Moisés no sólo es el mediador del éxodo y de la alianza; es el personaje típico en
cuya experiencia se cumple y se expresa el plan de Dios sobre Israel y sobre todo
hombre. Los diversos «éxodos» de Moisés patentizan también el itinerario
espiritual y el testimonio de todo creyente:
- «Salido hacia los hermanos oprimidos» (Ex 2, 11) en un gesto generoso de
solidaridad, el primer Moisés, perseguido por el Faraón, huye al desierto (Ex 2,
15), descubre la presencia de Dios en la zarza que arde sin consumirse (¿símbolo
de su misma vida?) y escucha la voz de Dios desde la zarza ardiente y le
encomienda la misión del éxodo para liberar a su pueblo y le conforta con su
presencia:
- «Ahora ve... saca de Egipto a mi pueblo... Yo estaré contigo» (Ex 3, 10-12). Este
es el segundo Moisés que libera a Israel y lo conduce al Sinaí humeante para que
todo el pueblo escuche la voz de Dios desde el fuego (Ex 19-24).
- Mas una tercera experiencia le espera: Entra en la «tienda del encuentro» para
conocer a aquel Dios que «le habla cara a cara, como un hombre habla con su
amigo» (Ex 3, 11). El escritor bíblico, tal vez el Yahvista, ha tratado de expresar la
inexpresable intimidad de Dios con Moisés dentro de la categoría del diálogo
amistoso, vehículo de la más profunda comunión.
- Y Moisés, empujado y animado por aquel diálogo entrañable, se pone en camino
para el último «éxodo» gritando: «¡Señor!» Haz que vea tu rostro, tu gloria» (Ex
33, 18-23). Moisés, líder de la liberación, tiene sed de contemplación. Llevará a la
tumba una doble nostalgia: la tierra y el rostro personal de Dios.
● Jn 15, 14-15: «Vosotros sois mis amigos (...) No os llamaré ya siervos, sino que
os llamo amigos».
A estos textos podríamos añadir Is 41,8, pasaje donde Dios llama a Abraham
«amigo mío». La aventura de la palabra de Dios con los hombres comienza en
realidad con Abraham, por cuya memoria el narrador Yahvista se tomó la
maravillosa y fascinante libertad de presentarnos a un Dios que «no pudo tener
escondido su plan a Abraham» (Gn 18, 17) que incluso acepta su invitación a
«confortar el corazón» y a «comer» de forma humana fuera de la tienda (cf. Gn 18,
1-8). La Historia bíblica se inicia con una doble nostalgia: Dios tiene nostalgia del
hombre y Abraham tiene nostalgia del Dios único, del Absoluto. En Abraham
«amigo de Dios» y «Padre de los creyentes» todos los hombres están invitados a
una relación amistosa con Dios. También en esto -por usar la expresión de Pío XI-
«los cristianos son espiritualmente semitas».
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El estilo de la Dei Verbum.
Dios llama, convoca, interpela a los hombres (función apelativa del lenguaje); los
creyentes que escuchan, acogen y viven la Palabra de Dios, son los «kletoi» (así
llama el apóstol Pablo a los cristianos: cf. Rom, 1, 6, 7; 8, 28; 1 Cor 1, 2.24,
etcétera), es decir, los llamados; la comunidad de los creyentes es la Ekklesía, la
asamblea de los convocados.
El objeto. Es «la vida eterna», que para Juan es el más radical de los atributos
divinos: lo «eterno» evoca «no una vejez sin fin, sino una incorruptible juventud».
Una vida así no puede separarse de «la Luz» (Jn 1, 4) que en Juan es sinónimo
de «Revelación». Ahora bien, vida y luz se identifican con «la Palabra» que
«existía ya en principio, estaba junto a Dios, era Dios» (Jn 1, 1). El objeto de la
divina Revelación, llámesele «Dei Verbum» o «Vita Aeterna», es, por lo tanto, el
mismo Dios que se abre a los hombres y se comunica a ellos como «Verdad y
Vida».
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Revelación y Alianza.
«Vosotros sois mis siervos» (Lv 25,42)..........«Tú eres nuestro Señor» (Sal 8, 2-
10).
«Yo soy vuestro Rey» (Ez 20,33).......................«Dios es nuestro Rey» (Is 33,22).
«Vosotros sois mis testigos» (Is 43,10; 44,8)...«Tú eres nuestro Creador» (Is 45,7).
«Yo os amo...» (Jr 31,2; Mal 1,2)... «Amad a Dios, amantes de Dios» (Sal 31,24;
97,10).
«Mi Amado es para mí»................. «y yo para El» (Ct 2,16).
«Te haré mi esposa para siempre»....«y tú me llamarás Esposo mío» (Os 2,18-20).
Primacía de la «escucha».
Lectura sapiencial.
Sapiencial aquí indica que el fin de la lectura (de la Biblia) no es tanto una
«ciencia», es decir, un conocimiento intelectualmente elaborado, cuanto una
«sabiduría», es decir, un conocimiento vital, gustoso, que pone en juego todas las
facultades del hombre y desemboca en la «fe obediente» de que nos habla San
Pablo, la cual es consentimiento, abandono, compromiso que abarca toda la vida.
Lo mismo sucede en el diálogo de la amistad y del amor, que penetra hasta lo más
íntimo de las personas e interesa la totalidad de sus vidas: una comunión de
corazones, de intenciones, de proyectos, de vida. Los Evangelios son explícitos en
condenar a quienes pretenden la comunión con Dios, fin de la Revelación, en
términos intimistas o puramente intelectuales. Se es «hermano, hermana y madre
para Cristo» -en estos términos expresa Jesús la comunión de los creyentes con
El- si se está dispuesto «a hacer la voluntad del Padre Celestial (cf. Mt12, 46-50).