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Jules Móninik
Sinopsis Capítulo 20
Prólogo Capítulo 21
Capítulo 1 Capítulo 22
Capítulo 2 Capítulo 23
Capítulo 3 Capítulo 24
Capítulo 4 Capítulo 25
Capítulo 5 Capítulo 26
Capítulo 6 Capítulo 27
Capítulo 7 Capítulo 28
Capítulo 8 Capítulo 29
Capítulo 9 Capítulo 30
Capítulo 10 Capítulo 31
Capítulo 11 Capítulo 32
Capítulo 12 Capítulo 33
Capítulo 13 Capítulo 34
Capítulo 14 Capítulo 35
Capítulo 15 Capítulo 36
Capítulo 16 Capítulo 37
Capítulo 17 Epílogo
Capítulo 18 Sobre la Autora
Capítulo 19
Reese MacKay, de pelo morado y lengua afilada, lo sabe todo
acerca de tomar la decisión equivocada; ha tomado muchas de ellas en
sus veintitantos años. Así que cuando su impulsivo matrimonio de corta
duración termina en desamor, decide que es tiempo de un cambio. Se
muda a Miami con la intención de pulsar “reiniciar” en su irresponsable
vida, y lo hace bastante bien… aparte de la épicamente humillante
aventura de una noche en Cancún con un sexy gorila rubio llamado Ben.
Gracias a Dios puede subirse en un avión y dejar ese error detrás de ella.
¿Una beca de fútbol y fiestas de fraternidad con chicas calientes?
Parte del plan del encantador Ben Morris. ¿Lesión de rodilla que mata
cualquier esperanza de una carrera profesional en el fútbol? No tan parte
del plan. Por suerte, Ben tiene cerebro para acompañar a sus miradas y
magnetismo arrollador. Después de tres largos años de hacer equilibrios
entre la facultad de leyes con su trabajo como gorila en Penny’s Palace,
está listo para llevar una vida más madura; hasta su primer día de trabajo,
cuando se encuentra en la oficina de esa chica loca y sexy que conoció
en Cancún. Esa en la que no ha parado de pensar.
Si Ben fuera verdaderamente un chico listo, se mantendría lejos de
Reese. Ella es la hijastra del jefe y se ha dejado muy claro que los romances
de oficina son motivo de despido. Además, corre el rumor de que ella
supone problemas. El único problema es, que a él le gustan los problemas,
especialmente cuando son tan atractivos…
Ten Tiny Breaths #4
Traducido por CrisCras
Corregido por Val_17
―No he hecho esto desde que tenía, como quince ―digo mientras
los cinco elegimos un camino entre un terreno con arbustos, y mis ojos
buscan nuestros oponentes. Hay muchos equipos jugando a la vez hoy y
nosotros ―el equipo morado, elegido por Reese― cazamos a cualquiera
con una banda roja gruesa en sus brazos.
Qué adecuado.
Ya le disparamos a cuatro, aún sin víctimas de nuestro lado. ―Este
lugar es genial ―ronronea Nicki con voz suave—. Podrían hacer todo un
tema de Los Juegos del Hambre.
Tiene razón, podrían. Aquí afuera es como una arena, el bosque es lo
bastante ancho, y el pasto cubre bastante, para crear el perfecto campo
de caza. Incluso tienen pequeños puestos de patrulla regados en los
alrededores. Desearía haber conocido antes este lugar. Tengo que traer a
Nate y los chicos para jugar. Tal vez incluso a Kacey.
―Muy mal que no se permit a escalar los árboles ―murmuro
agitando la cabeza mientras observo a Reese pasar sus brazos alrededor
de la rama de un árbol y comenzar a impulsarse hacia arriba. Pasándole
mi arma a Mason, rodeo con un brazo su pequeña cintura y la jalo hacia
abajo justo cuando está por subir una pierna―. Tengo el presentimiento de
que eres peor siguiendo las reglas que yo.
Responde girándose para apuntar con su arma a mi pecho.
―Tampoco me encuentro en contra de dispararle a los miembros de mi
equipo.
Me río, alejándola. Sé que dice la verdad. ―¿Quieres ser botada del
juego? Porque hay árbitros en todos lados. ―El campo de juego es tan
grande, que andan por ahí con todoterrenos.
―Solo intentaba tener un mejor…
Sus palabras son cortadas por el sonido de un arma semiautomática
y explosiones de salpicaduras de pintura.
―¡Cúbranse! ―grita la novia de Mason, Lina, que por extraño que
parezca, suena como un soldado mientras va corriendo hacia la pequeña
choza a unos seis metros. Todos la seguimos, adentrándonos más mientras
continúa el asalto. El aullido de Mason mientras rodeamos la esquina para
protegernos, nos dice que tenemos nuestra primera víctima. Lina voltea
para confirmar la mancha azul en la espalda de su camisa a cuadros―.
Sip, estás muerto.
―Duele ―se queja.
Escucho un “mariquita” venir de Reese, amortiguado con una tos
falsa, mientras se asoma por la ventana, seguido de un suave golpe en el
hombro de su amiga Nicki.
―¿Qué hago ahora? ―pregunta Mason, ignorando a su media
hermana.
Alguien de afuera responde por nosotros. ―¡Chico de la camisa a
cuadros! ¡Sabemos que fuiste golpeado! ¡No engañes ni intentes limpiar la
pintura! ―grita.
―¡No estoy mintiendo! ―exclama Mason con indignación―. ¡Yo no
miento!
―Sí, como sea ―viene la floja respuesta―. ¡Sal donde podamos
verte con las manos arriba!
―Hay algunos verdaderos locos por aquí ―murmura Nicki, pegando
su nariz al arma por el orificio para disparar a unos pocos para que salgan.
―Supongo que los esperaré al frente ―murmura Mason, quitándose
su banda púrpura y saliendo, con la cabeza baja. De hecho creo que se
divertía. Además, ser el primero en caer en un grupo de chicas, quizá
golpee un poco su ego.
―No te preocupes. Cuidaré a las damas por ti ―anuncio,
extendiendo mis brazos hacia las tres mujeres mientras vemos a Mason irse
por el camino a través de la pequeña ventana, hacia el grupo. Su banda
púrpura cae en rendición.
Y ahí es cuando todos se liberan, por lo que la pintura golpea al
chico delgado, mientras levanta los brazos intentando proteger su pecho.
—¡Esos hijos de puta! —sisea Lina, codeándome para que me aparte
mientras sale de la choza con Nicki detrás, armas afuera y disparándoles
en una carga maniática de “¡banzai”, gritando a todo pulmón mientras
Reese y yo miramos desde la seguridad de nuestra choza.
Cuando todo está hecho como veinte segundos después, los cuatro
hombres oponentes y ambas, Nicki y Lina están fuera del juego.
Mason se halla cubierto de pintura de pies a cabeza.
―Pobre idiota ―me burlo―. Supongo que a ella en verdad le gusta.
―No, es Lina. Es inevitable que vaya toda kamikaze en algún punto.
Me sorprende que tardara tanto.
―¡Gana por nosotros! ―grita Nicki con un saludo―. Te esperaremos
en la puerta.
Reese suspira, quitando mi brazo de su hombro. ―Bueno, este no
será un juego largo.
―Siempre podemos ocultarnos aquí un rato. Reagruparnos. ―Sonrío,
observándola con su ropa de camuflaje. Los pantalones son apretados en
su trasero, haciéndolo lucir más redondo y atractivo.
Su máscara se voltea mientras agita la cabeza. ―Incluso cuando no
puedo ver tu rostro, sé que me estás echando el ojo.
Estallo en risas, y responde dándome un empujón. ―¡Shhh! ¡Estamos
cazando! ―Se inclina para mirar por la ventana, murmurando para sí
misma―: ¡Eres demasiado ruidoso!
―Bien. Ve a cazar. Estaré aquí, admirando los arbustos. ―Me quito la
máscara y levanto la bastilla de mi camisa para secar el sudor de mi cara.
―No se permite quitarte la máscara aquí afuera. Pensé que seguías
las reglas ―se mofa Reese, subiendo su propia máscara, mostrando sus
mejillas rosadas, cubiertas con una capa de sudor, y su cabello en una
húmeda coleta desastrosa. Sus ojos observan mi estómago no cubierto un
segundo, antes de mirar de nuevo a mi cara, con una rara expresión en su
boca.
No puedo evitarlo. ―Pesando en lo de ayer, ¿no?
Rueda los ojos, pero no me pierdo la pequeña sonrisa que curva sus
labios. ―No. ¿Tú?
―No he parado. ―No estoy avergonzado de admitirlo. Tontear con
Reese fue divertido. Sobre todo frente al idiota con el que fue demasiado
estúpida para casarse. ¿Qué hay con las chicas yendo por el chico oscuro,
mal humorado y tatuado? Porque puedo decirte cómo es él, solo por su
apariencia. E incluso con la esposa de Stepford pegada como sanguijuela
a su lado, atrapé la mirada severa que disparó en mi dirección. No estoy
sorprendido. No entiendo como alguien se perdería la oportunidad de
besar a alguien como Reese, sobre todo con la chica común y corriente a
la que se ató.
Reese, bueno… está enojada y exhalando fuego hasta que sus
labios encuentran los tuyos, y luego, de seguro debe tener su lengua atada
a la cocaína, porque no puedes tener suficiente de esa dulce boca.
Miro su rostro cuando parece reflexionar un momento, mientras su
pecho sube y baja más rápido que lo que hacía hace unos momentos. No
me opondría a quitarle los pantalones a Reese aquí y ahora. ―Mierda
―murmuro, cambiando mi postura.
―¿Qué?
Suspiro. ―Nada. Solo odio usar protectores de testículos.
Siento la punta de su arma pincharme en la ingle, golpeando contra
la misma. ―¿Porqué usas esto? ¿Temes que alguien vaya detrás de tus
preciadas partes corporales?
Estoy por decirle que me gustaría que ella fuera tras mis preciadas
partes corporales pero sin el arma, justo cuando una mujer se ríe afuera.
Rápidamente poniéndonos la máscara, me agacho para presionarme a su
lado y mirar por la pequeña ventana.
Lucho por reprimir mi risa mientras miramos una pareja subir la colina
opuesta a nosotros; la mujer en un par de pantalones cortos y una camisa
atada a un lado. ―¿Daisy Duke juega paintball? Qué maldito idiota. ¿Por
qué no la hizo usar más ropa? Le va a doler cuando le den. ―El chico está
girando de un lado a otro, buscado personas en el área.
―Sí, eso es ―concuerda Reese, y escucho el malévolo placer en su
voz mientras desaparecen en una choza―. Vamos. ―Sin esperar, se lanza
a por ello girando en la esquina, con su arma apuntada y lista.
―¡Son amarillos! ―siseo, intentando no ser bastante ruidoso en caso
de que haya algunos rojos cerca. Pero no me escucha. O no quiere. Se
mantiene en movimiento hacia adelante como una ninja, saltando sobre
los arbustos y evitando que las ramas se rompan. Aumentando velocidad
pero ni de cerca tan agraciado, la alcanzo segundos antes de que se
detenga al lado de la choza. Mantiene un simple dedo sobre su máscara,
para advertirme.
Sin embargo, no creo que nadie se preocupe. Por el sonido, ellos
están absort os.
Haciendo exactamente lo que yo pensaba hacer hace solo cinco
minutos con Reese.
Y por la forma en que Reese se está arrastrando por la esquina, está
a punto de probar por qué fui astuto al preocuparme.
Diablos, amo a esta chica.
Nivelando mi propia arma, me pongo a su lado mientras el golpeteo
rítmico suave que golpea la pared se eleva. Es obvio que el chico está
perforando a Daisy Duke, y está empeorando mi propia incomodidad. No
puedo evitarlo. Es normal para un chico excitarse ante ese tipo de mierda.
Reese se detiene. Daría lo que fuera para ver la expresión en su rostro
ahora, para saber lo que sucede en su cabeza. Sin embargo espabila, y
levanta una mano para contar hasta cinco con sus dedos.
Y luego los dos saltamos al camino de entrada.
Fueron lo bastante astutos para mantener sus máscaras, al menos.
Los pantalones cortos de la chica están en el suelo, sus desnudas
piernas envueltas alrededor de las caderas del chico mientras él embiste
dentro de ella, con los pantalones debajo de su trasero. En definitiva, un
montón de piel vulnerable a la vista.
Con un retrasado grito de batalla, abrimos fuego, golpeándolos de
pies a cabeza con pintura. Me enfoco más en la espalda del chico, pero
Reese no tiene compasión, descargando en el trasero de él y los muslos de
ella mientras grita, y los chillidos de dolor compiten con los clics de nuestras
armas.
Mi arma cae mucho antes que la de Reese, pero no parece lista
para descansar. Finalmente, la agarro por el brazo y la saco. Caminamos
hacia abajo por la colina con los gritos de “¡Idiot as!”, a través del bosque.
Sigo empujándola hasta que el valle y la choza ya no están a la vista y no
puedo correr más porque me estoy riendo tan malditamente fuerte.
Inclinándome en un árbol, lucho por recuperar el aliento. ―No
puedo creer que acabamos de hacer eso. ―Seremos expulsados del
juego y posiblemente vetados de este lugar si la pareja nos reporta, pero
tienen que admitir lo que hacían ahí, y aunque no hay regla de “no sexo”
en el manual, creo que los árbitros lo desaprobaran.
―¡Fue su maldita culpa! ―murmura; su respiración tan accidentada
como la mía―. ¿La viste? ¿Y si hubiera niños por ahí? ¡Qué idiota!
Otro rugido de risas explota en mí. ―No he escuchado esa palabra
desde hace tiempo. Claramente te ofendió con su sentido de aventura.
―Eso no fue una aventura. Eso fue un sinsentido total ―gruñe entre
respiraciones―. Que idiota por venir vestida así.
Entre el calor del mediodía, la máscara, y la carrera, el sudor sale de
mí. Muero por quitarme la máscara pero no voy a arriesgar perder un ojo.
―Vamos. Sigamos antes de que los verdaderos oponentes nos atrapen.
Suspira. ―Ya terminé con el juego por hoy.
―¿Qué? ¡Olvídalo! No voy a renunciar hasta que encontremos esa
bandera o que nos disparen. ―Soy competitivo por naturaleza. Tampoco
he tenido tanta diversión en mucho tiempo.
En respuesta, Reese apunta su arma a mi entrepierna.
Y dispara.
Con los brazos cruzados en el pecho, miro a Reese escabullirse de los
vestuarios, sus ojos furtivos mirando aquí y allá mientras camina en línea
recta a mi auto, luego lanza su bolsa de ropa sucia y arma en la cajuela.
Poniendo un mechón de cabello fresco recién lavado detrás de la oreja, e
inclinando la cabeza, me mira un poco tímidamente. ―¿Sobrevivirás?
―No estoy seguro. Debes hacer una prueba de funcionamiento.
―Sonrío, jalándola hacia mí y oliendo el jabón de su baño contra mi nariz,
probando que, sí, mi polla sigue siendo capaz de levantarse al menos.
Me ofrece una pequeña sonrisa mientras se aleja. ―Deberías escribir
a los manufactureros y quejarte.
―¿Y decirles qué cosa? ¿Que sus suaves protectores de testículos no
funcionan bien cuando una chica te dispara con una pistola de pintura
semiautomática a quemarropa? ―El picor se fue en unos pocos minutos,
pero demonios, dolió. Tal vez no habría sido tan malo si no tuviera ya una
furiosa erección y un creciente caso de bolas azules. Aun así, lo dramatizo
por Reese, esperando poder culparla durante el camino de regreso a la
oficina.
Se encoge de hombros. ―No lo sé. Algo se te ocurrirá. Eres el
abogado. Vámonos. —Se escabulle al asiento del pasajero de mi auto
antes de que pueda responder. Honestamente, pensé que la forzaría a
entrar en mi auto para ir con Warner. Pero entre el tiroteo a los privados y
sus amigos enviando mensajes para decir que se fueron sin nosotros, no
pelea conmigo. De hecho, parece tener prisa por salir de aquí.
―¿Estás bien? ―pregunto, entrando del lado del conductor, listo
para encender el aire acondicionado. Incluso con una rápida ducha en la
sala de cambio, ya estoy sudando otra vez con este calor―. ¿Qué pasa?
¿Sintiéndote culpable por arruinar el momento mágico para la pareja feliz?
Sus labios se presionan juntos y se detiene. ―No. Solo pensé que me
sentiría mejor por lo que hice. Eso fue… ―Niega―. Nada. Vámonos antes
de que cambie de opinión con el trabajo.
―Mierda, no podemos tener eso. ―Deslizo mi llave en el encendido
y lo giro―. Sin embargo, muero de hambre.
―Eso nos hace dos.
―Bien. Nos detendremos y te daremos niños para comer de camino,
mujer malévola. ―Estoy a punto de poner el auto en marcha cuando veo
a la mujer pelirroja y al chico alto de cabello oscuro caminar por el
estacionamiento hacia nosotros, dando pasos lentos y rígidos. Los
pantalones cortos de la mujer no tienen pintura, pero no puedo decir lo
mismo de sus piernas, que están moteadas con pintura roja. Moretones
corren hasta la parte interior de sus muslos.
―Espera un minuto. ―Entrecierro los ojos para tener una mejor vista
de sus caras―. ¿No es ese…?
―¡Conduce! ―demanda Reese, poniéndose sus gafas de sol y
encorvándose ligeramente.
Al pasarlos, Reese se aparta al mismo tiempo que logro obtener una
buena vista del gran tatuaje en el hombro del tipo que ha sido cubierto por
mangas largas antes. ―Tienes que estar bromeando. ―Exploto en risas―.
¿Acabamos de darle el último “jódanse” a tu ex y su nueva esposa?
Reese no contesta, distrayéndose con mi radio y cambiando a la
estación alternativa. La distintiva voz de Chris Cornell viene a través de los
altavoces.
—Mierda —murmuro con una risa—. Recuérdame nunca cabrearte.
—Le dejo tener un momento de silencio mientras giro sobre la autopista, y
las piezas empiezan a hacer clic. Tiene sentido. Reese tenía que haber
sabido que estarían aquí. Y tuvo que darse cuenta que la idiota vendría
vestida así. Finalmente, pregunto―: ¿Cómo sabías?
No creo que vaya a obtener alguna respuesta. Pero luego, con un
pesado suspiro, admite―: Facebook. Me escribió anoche. Tenías razón. Se
puso celoso de ti. Entonces ella posteó algo sobre venir aquí y, bueno… no
pude evitarlo. ―Una pequeña avergonzada sonrisa toca sus labios a la vez
que agacha su cabeza―. Sin embargo, hazme un favor, no se lo digas a
nadie.
Me arriesgo. ―Supongo que duele, verlos así, ¿no? ―Lo debe doler.
Aquí estaba yo, pensando lo divertido que era capturar a dos personas así,
pero para Reese, no eran solo dos personas. Era alguien que amó. Por la
forma en que su boca se está torciendo ahora, es alguien al que estoy
seguro que todavía ama.
Después de un momento, admite suavemente―: No es la primera
vez que lo he visto, pero, sí, aún duele. ―Aunque me gusta mucho su lado
irritable, tengo que decir que el lado triste que estoy viendo ahora mismo
me hace querer abrazarla o besarla o, demonios... estoy a segundos de
extenderme a través de la consola para sostener su mano. Ahí es cuando
mi bluetooth empieza a sonar, interrumpiendo la música. Un gran “Mami”
destella en la pantalla.
Mierda.
Reese mira de la pantalla a mí. ―¿No vas a contestar?
―La llamaré cuando lleguemos a la oficina.
Tan rápido como una víbora arrebatando su alimento, la mano de
Reese golpea el botón verde de “respuesta” en mi volante.
Gimo. ―Eres un gran dolor en mi…
―¿Hola? ―La voz laxa de mamá suena claramente a través de los
altavoces.
―Hola, mamá. ―Doy una mirada de exasperación a mi pasajera,
cuyo humor severo de repente se ha sustituido por una amplia sonrisa.
―¿A quién le acabas de hablar?
Tomo una profunda respiración. Esto es exactamente por lo que no
contesté. La única chica que mamá ha conocido fue a Brittany Jo, una
chica con la que salí en segundo año por dos semanas y quedé atrapado
en la presentación después de uno de mis juegos de fútbol. Y la única
razón por la que recuerdo el nombre de la chica es porque mamá siguió
preguntando por ella. Por lo menos seis meses después de que terminamos,
por ser atrapado teniendo sexo con su hermana gemela en una fiesta.
Demonios, me encontraba borracho y se veían exactamente igual,
excepto por sus ropas, lo cual debí haber notado. Pero su hermana nunca
dijo una maldita palabra cuando la metí al cuartito de la entrada.
―Solo una amiga ―respondo con duda.
―¡Hola, señora Morris! ―dice Reese como una inocente chica de
iglesia, batiendo sus ojos juguetonamente hacia mí―. Mi nombre es Reese.
Hay una pausa por uno, dos, tres segundos y entonces―: Hola,
querida.
Oh, joder. Escucho esa modulación en su voz. Esa es mi mamá
emocionándose de que una mujer haya atrapado a su bebé. Va a estar
buscando patrones de China después de colgar el teléfono, o lo que
demonios sea que las mamás hacen cuando piensan que va a haber una
boda. ―Es solo una amiga, mamá ―reitero―. Estábamos en un campo de
paintball con un montón de otros amigos y ahora nos dirigimos a trabajar
después de conseguir algo para comer. ―Por si fuera poco, lanzo―. Ella no
podía conducir. Su moto no funcionaba correctamente. ―Tal vez eso
voltee la pequeña fantasía de mamá.
―¡Oh, bueno, los dos deberían pasarse por aquí primero! Necesito
que le eches un vistazo al tractor, Ben. Suena divertido y no quiero llamar a
Bert a menos que tenga que hacerlo. Sabes lo mucho que cobra.
¿Pasar por allí primero? Amo a mi mamá, pero la arboleda no está
exactamente calle abajo. Es parte de su atractivo. ―¿No puede esperar
hasta el próximo domingo? Tengo un montón de trabajo que hacer.
―Supongo. Aunque podría tener el almuerzo listo para cuando
lleguen aquí... ―Su voz suena tensa con decepción.
―Eso es lindo, mamá, pero…
Reese me corta con―: Nos encantaría ir para allá, señora Morris. La
veremos pronto.
―¡Increíble!
¡Sí, increíble! Estoy muy seguro que acabo de escuchar campanas
de bodas en su voz.
Dead Mau5 llena el coche mientras termina la llamada telefónica.
Reese se controla por cinco segundos y luego se echa a reír. ―¿La llamas
mami? ¿Qué tienes, diez?
―Sabes que su casa está a unos ciento sesenta kilómetros. Ahora
estás estancada en el carro conmigo por las próximas dos horas.
Moviéndose en su asiento, cierra los ojos. ―Despiértame cuando
lleguemos allí.
Traducido por Erly Obsess, Vane hearts & Val_17
Corregido por Josmary
—No puedo creer que me estás dejando llevarlo todo sin siquiera
una mamada. —Los ojos de Reese se iluminan al tiempo que examina el
contenido una vez más, esta vez de pie en el pórtico delantero.
—¿Qué te parece si no bromeamos acerca de esa mierda con Jack
en la casa, sí? —Su Escalade está en el camino de entrada, así que sé que
está en casa. Eso es lo último que necesito que él escuche. Además, que
Reese diga la palabra “mamada”, me está matando—. Y considéralo un
trato justo por todas las horas en las que te van a estar poniendo conmigo
esta semana.
—¿Sabes quién adora la mermelada de frambuesa? —Arquea una
ceja expectante, sosteniendo un frasco rojo—. Mason.
Me río, ya viendo a donde se está moviendo su pequeña mente
malvada. —Déjame adivinar…
—Tal vez lo comeré directamente del tarro en frente de él. Con una
cuchara. —Sonríe con saña y tengo que reprimir mis carcajadas.
—Ahora él está acostándose con tu mejor amiga, así que quizá
deberían tratar de llevarse bien.
Se encoge. —Bueno, me olvidé de eso. Gracias por recordármelo...
de nuevo.
Desconfiando de estar parado aquí por más tiempo, retrocedo unos
cuantos pasos. —Será mejor que salga de aquí antes de que Jack me
despida. —Si no, estoy obligado a hacer algo estúpido. Como besarla,
porque eso es todo lo que he estado pensando en hacer todo el viaje de
vuelta a casa. Por Dios, tengo que echar un polvo. Han pasado semanas.
Ese es un nuevo récord para mí.
—Con esto, no lo hará. —Ondea un paquete de papel aluminio con
las sobras del pastel de carne en mi cara—. De hecho, incluso podría
venderme a ti si cree que va a conseguir más de la comida casera de
Wilma, porque a menos que cocine Mason, lo único que se utiliza aquí es el
horno microondas.
—¿Mason cocina para ustedes?
Rueda sus ojos. —Algunas veces. Tofu y algas y… —Su cara se arruga
con desagrado—, yo no me lo como. —Alcanzando detrás de ella para
agarrar la manija de la puerta, se detiene y luego ofrece—: Gracias por
venir conmigo a disparar a mi ex y su esposa.
—En cualquier momento.
—Me divertí hoy. —Y entonces frunce el ceño como si estuviera
sorprendida por ese descubrimiento.
—Fue divertido —admito con una sonrisa—. No puedo recordar la
última vez que pasé mi día entero con una mujer sin echar un polvo.
Diablos, aún con el sexo, no creo que haya pasado un día entero con una
mujer.
Ella niega con la cabeza hacia mí, pero hay una sonrisa al final de la
misma. —¿A dónde vas ahora?
—A una ducha fría —admito, dando varios pasos reticentes hacia
atrás, lejos de ella. Nunca he estado tan emocionado por masturbarme en
mi vida—. ¿Nos vemos mañana por la mañana?
Con un guiño y una falsa voz lujuriosa, ofrece—: Piensa en mí —antes
de abrir la puerta y cruzarla.
Y… estoy duro como una roca otra vez.
Como si no estuviese ya pensando en ella.
Traducido por Daniela Agrafojo & Prim
Corregido por MariaE.
4 Asesinato al revés.
¿Estás libre en el almuerzo?
Observo mi teléfono atentamente deseando haberme confundido al
leer el mensaje de Jared.
Mierda.
¿Qué hago? Tomo el teléfono fijo para llamar a Lina por segunda vez
en la mañana, pero cuelgo inmediatamente. No sirve de nada llamarla a
ella ni a Nicki. Ni a nadie. Porque sé cuál es la respuesta correcta.
Tap, tap, tap… Mi mano se mueve mientras escribo sobre las
carpetas que tengo que completar; estoy trabajando duro en esto. Tengo
que hacer muchas cosas por Ben, así que me tendré que quedar en el
descanso del mediodía…
Cafetería. ¿Al mediodía?
Él contesta en un segundo.
Sí.
—¡Me gustan tus amigos! —grito, mis zapatos colgando de mis dedos
mientras los dedos de mis pies desnudos disfrutan de la arena fresca y
húmeda de la playa.
—¿Más de lo que te gusto yo?
—Sí, pero eso no es difícil.
Me doy la vuelta y empiezo a caminar hacia atrás mientras absorbo
la sonrisa que Ben me da en respuesta, perfectamente visible a la luz de la
luna llena. Tal vez sea el Jim Beam, pero la encuentro más encantadora
que de costumbre esta noche. De hecho, todo el paquete —mujeriego y
demás— me ha estado mandando pequeñas descargas eléctricas y
hecho comprobar continuamente mi pelo en el espejo durante toda la
noche. Incluso con su camisa colgando fuera de sus pantalones y su larga
corbata desatada, el gran atleta se ve elegante vestido con un traje. Estoy
un poco agradecida de que no lleve uno en la oficina todo el tiempo.
Sería una distracción.
—¿En serio? ¿Es por eso que has estado encima de mí esta noche?
—pregunta, su ceja levantada como si supiera algún pequeño secreto.
No puedo contener una carcajada. —¿Qué? Me diste una tarea, y
me gusta ir más allá. —Es gracioso, ya que cuando doblamos la esquina y
nos int roducimos en una escena de boda, lo único que me detuvo de
envolver mis manos alrededor de su cuello y asfixiarlo era saber que mis
manos no cubrirían ni la mitad del lapso de tiempo necesario para tener
éxito. Pero me adapté rápidamente a la situación y me reuní con algunos
de sus amigos, los cuales puedo decir que en realidad me caen bien.
Especialmente esa pelirroja, Kacey, la dama de honor. Tiene un gran
sentido del humor. Ella mantuvo su promesa, pasándose un cuarto de hora
desplazándose por la pantalla de su teléfono móvil para mostrarme “lo
mejor de lo mejor” de la fiesta de despedida de Ben. Resultó ser más bien
“lo peor de lo peor”. Sin embargo, hubo unas pocas imágenes que no me
mostró, y creo que involucraban strippers. Supongo que ella asume que, al
ser la cita de Ben, ver imágenes suyas con otras mujeres me molestaría.
Cuando accidentalmente vi a una de las Pastelitos a horcajadas sobre su
regazo y mi estómago se retorció, incómodo, pensé que podría estar de
acuerdo con ella.
Cuando Ben se inclinó y me dio ese primer beso justo antes de la
ceremonia, podría haberme negado. Podría haberlo empujado y negado.
Pero no lo hice. Seguí adelante. Fue una decisión impredeciblemente fácil
de hacer, sobre todo después de capturar las miradas furtivas y frecuentes
de Mercy hacia él. Sabía que si me separaba más de treinta centímetros
de Ben, me daría la vuelta para encontrarla colgando de él, tratando de
seducirlo con su deslumbrante vagina o lo que sea que tenga una stripper
que cautive a un tipo como Ben.
Así que me colgué de él.
Y lo dejé robarme besos.
Más que nada, se sentían como pruebas que probaban mi límite de
lo inapropiado, en parte porque sabía que podía meterse debajo de mi
piel con ellas, pero también porque sabe que, aunque nunca lo admitiré,
en secreto las estoy disfrutando tanto como él.
—¿Crees que funcionó?
—Mis pantalones siguen arriba, así que infiernos, sí. Me salvaste de
una situación incómoda esta noche.
—¿Solo esta noche? —Suspiro con exasperación.
Dando cinco pasos rápidos hacia delante, él de repente me alza en
sus brazos. Me estremezco ante el chillido que se me escapa cuando me
hallo dando vueltas por el aire como si no pesara nada. La conmoción solo
continúa cuando Ben establece un beso perfectamente sincronizado en
mi boca cuando los dedos de mis pies tocan la arena.
Me las arreglo para soltarme de sus labios, pero no de sus brazos.
—Sabes que ella no tiene visión biónica, ¿verdad?
—No, ese no es uno de sus talentos —concuerda.
—Idiota —se me escapa antes de que pueda detenerme.
Me ofrece solo una sonrisa torcida. —¿Qué? No puedo evitarlo. Esto
es divertido. Te estás divirtiendo, ¿verdad?
—Sí —admito a regañadientes, mirando las líneas de su mandíbula
cuadrada mientras mis manos se asientan en sus bíceps. Me gustaría que
no fuera tan atractivo. Pero entonces no habría estado de acuerdo con
esto, así que...
—¿Seguimos siendo amigos?
—Supongo.
—Y no vas a tratar de casarte conmigo por besarte un par de veces,
¿verdad?
—¿Un par de veces? —Sé que mis cejas se están arrastrando hacia
mitad de la frente—. Eres como un sucio niño de barrio que corre por todas
partes, besando a las chicas y haciéndolas llorar.
—Hoy solo a una chica —me corrige mientras se inclina y me roba
otro beso, el cual debe ser el vigésimo de esta noche—. Y yo no te veo
llorar.
No sé qué tiene Ben. Es tan odioso. Pero una pequeña parte de mí,
tan idiota como es, se siente halagada de que me encuentre atractiva,
sobre todo teniendo en cuenta que él podría estar con una stripper —que
tengo que admitir que es deslumbrantemente hermosa, silicona y todo—
en este momento. Una de esas chicas que hace que te preguntes si debes
cambiar de bando por una noche para ver a qué viene todo el alboroto.
Por otra parte, no suena como si hubiera mucho que buscar allí. Ese
podría ser el problema.
—Bueno, ya que estoy en busca de venganza de mi ex marido, no
creo que tenga tiempo en mi agenda para una segunda relación
enfermiza. Pero gracias por preocuparte.
Su carcajada se extiende sobre la playa vacía. —Bien. No necesito
más mujeres obsesionadas conmigo.
Eso gana un bufido de mi parte, pero sus palabras provocan un
nuevo pensamiento. —Así que, ¿cuándo fue la última vez que viste a
Pastelito?
Frunciendo el ceño como si estuviera pensando profundamente,
dice—: ¿Qué día fue? ¿El lunes? ¿O el martes? No lo sé. Todos estos días
están empezando a mezclarse.
—¿Mientras que el amor de tu vida estaba en su lecho de muerte
luchando contra la enfermedad carnívora y una muerte asegurada? —
exclamo de forma dramática. Me sorprende que respondiera así. Eso es
algo sobre lo que un hombre normal mentiría abiertamente. Estoy aún más
sorprendida que se acostara con ella días atrás, justo después de pasar
tiempo conmigo en casa de su madre. Es decir, yo sabía que él se había
acostado con ella porque, seamos sinceros, es Ben. Pero pensaba que era
algo del pasado—. Sabes que eres un imbécil, ¿no? —digo mientras una
imprevista acidez se agita en mi estómago.
Se encoge de hombros. —No fue mi culpa.
Casi me tropiezo con mis pies. —¿De verdad me acabas de decir
eso a mí?
—¿Qué? —Sus ojos azules me miran, serios—. Estaba medio dormido
en mi habitación y solo apareció y se quitó la ropa. Luego se subió sobre mí
y me dio una mama…
—¡Muy bien! —lo interrumpo, golpeando su pecho, atravesada por
la irritación.
—Eh, preguntaste y me gusta decir la verdad, así que…
—Bueno, me alegro de que hayas retenido al menos uno de tus
valores de chico explorador. Pero lo que necesitamos es trabajar en el
filtrado de detalles innecesarios.
Se rasca la parte posterior de la cabeza, una sonrisa t ímida en los
labios. —¿Qué se supone que debía hacer?
—Bueno, obviament e tenías que acostarte con ella —concuerdo
con fingida seriedad, liberándome de su agarre para agacharme y coger
la botella de Jim Beam que él se llevó de la barra más temprano y soltó en
la arena antes de levantarme. Teniendo en cuenta que soy una invitada
de última hora en la boda de una chica embarazada, y que me presenté
en un vestido blanco, he estado bien est a noche, acogiendo un amable y
ligero cuchicheo y nada más. Pero ahora, tomando un largo trago, acepto
que este esclarecedor paseo poco “romántico” con mi cachonda cita
falsa tal vez cambie eso.
—¿Por qué te estás poniendo de mal humor?
—Caramba, no lo sé. ¿Debido a que me veo como la idiot a que se
besuquea con su cita, inconsciente de que él es un mujeriego y, quizá, se
ha acostado con todas las mujeres que hay aquí? ¿Debido a que ser la
esposa ciega ajena a su marido engañándola durante t res meses no fue
suficiente para mí? —Me muerdo la lengua antes de que pensamientos
más profundos salgan por mi boca espontáneamente, pero es demasiado
tarde. El daño ya está hecho.
Puedo decir por sus tristes ojos de cachorro que Ben me comprendió.
—Volvamos a la recepción —gruño, caminando hacia él para
rodearlo. Pero no escucha nada de eso. Lanza sus brazos alrededor de mi
cintura y baja su frente para presionarla contra la mía de una manera
amigable pero íntima. De una manera que no pensé que Ben fuese capaz
de actuar. La proximidad con él es a la vez reconfortante y embriagadora.
—Ella es la única aquí con la que yo he estado. Bueno —se encoge
ligeramente—, con Hannah también, pero solo una noche y por como un
minuto. Ella estaba más interesada en Mercy esa noche. —¡Oh, Dios mío!—.
Y lo siento. No pensé en eso cuando te pedí que hicieras esto.
Digiriendo ese detalle taaan gráfico, para el cual no necesité mucho
tiempo, finalmente doy un suspiro. —Supongo que mi orgullo está teniendo
dificultades para sobrevivir a este lío.
Con un brillo diabólico en sus ojos, Ben se inclina —una vez más— por
otro beso. Pero esta vez no se aparta rápidamente. En su lugar, persuade a
mi boca para que se abra. En muy poco tiempo, mi cabeza se acuna en
su mano, su lengua se enreda con la mía y no lo estoy rechazando. Es muy
bueno en esto.
Y es tan fácil. Y sencillo e indoloro, porque ambos sabemos que es
totalmente físico y ninguno de nosotros está buscando más. Y, por extraño
que parezca, me siento como si fuéramos amigos. Es como si Ben fuera un
niño con el que solía jugar en la caja de arena, quien me ha visto a lo largo
de mis embarazosos años desgarbados y me hace reír.
Quien ahora está haciendo conocer sus intenciones apretándolas
contra mi muslo.
De repente se aleja. —¿Estás celosa de Mercy? —Hay una pausa, y
luego sus ojos centellean mientras me suelta y empieza a desabrochar los
botones de su camisa. El principio de la parte superior de su sólido cuerpo
se revela. No estoy muy segura de lo que está haciendo hasta que su
camisa cuelga abierta y sus manos llegan a su cinturón, haciendo que los
hoyuelos en sus mejillas se profundicen—. Porque no hay necesidad. Estoy
más que dispuesto a…
—¡No!
Sus manos se detienen y una sonrisa de complicidad se estira en sus
labios. —¿Segura?
—¿No?
La cabeza de Ben se ladea con sorpresa, coincidiendo con la mía.
Nos quedamos allí de pie, mirándonos el uno al otro mientras el agua baña
la orilla, preguntándome a qué vino la vacilación. Estoy segura que él
también se lo pregunta. Entonces veo que sus ojos comienzan a tomar esa
mirada ardiente, como si acabara de darse cuenta de que está a punto
de tener sexo.
Así que me doy la vuelta y huyo.
—¿A dónde vas? —grita.
Las luces de la boda de sus amigos brillan por delante. Con una
mirada por encima de mi hombro, lo veo correr hacia mí, aparentemente
imperturbable. Sin duda, no está poniendo todo su esfuerzo. Sin embargo,
no soy una corredora rápida, por lo que es probable que me atrape antes
de que llegue a la casa.
Mierda. ¿Y luego qué?
¿Intento número dos de exorcismo de vagina, justo aquí? Al contrario
de lo que dice la gente, dar vueltas desnuda por la arena rasposa no es ni
romántico ni cómodo.
Casas se alinean a mi izquierda. Todas son amplias construcciones
con ventanas grandes, hermosas y patios ajardinados iluminados. Todas
excepto la primera... la segunda… Con la mirada cuento hasta la quinta
casa que está más allá de la de Storm y Dan. Algunas de las luces de
delante y del lado de esta propiedad están encendidas, pero las luces
traseras están apagadas y, por dentro, está completamente oscuro.
Y se me ocurre. Una idea de la nada, de las traviesas, de las que
parecen imposibles de ignorar. Sobre todo cuando he estado bebiendo.
Corro hasta el límite de la propiedad. Me subo por la cerca baja, mis
pies descalzos pisando silenciosamente la suave hierba.
El susurro agudo de Ben interrumpe la noche tranquila. —¿Reese?
—¿Sí?
Un momento después, un poco más cerca. —Jesús. Por favor, dime
que no vas a robar a alguien.
Me doy la vuelta para verlo de pie justo fuera de la propiedad. Una
mirada rara de pánico estropea su máscara sin preocupaciones. —¡No soy
una criminal!
—¿Qué estás haciendo, entonces?
Alcanzando la parte de atrás de mi vestido, me desabrocho la
cremallera y dejo que caiga al suelo, dejando al descubierto el secreto
que había escondido debajo del material blanco y espeso.
Un “Jesús” se escapa de los labios de Ben en un siseo mientras sus
ojos se deslizan sobre el conjunto a juego de ropa interior de color rojo. De
hecho, solía gustarme el color, y este conjunto en particular era uno de los
favoritos de Jared. Me recuerdo mirando mi bote de basura durante dos
horas antes de recuperarlo cuando me mudé a Miami. El sujetador hace
maravillas en mí. —Ya sabes, hay un océano del que nadie es dueño por
ahí afuera.
—Hace demasiado frío. —Lucho contra un arrebato repentino de
nervios mientras me desabrocho el sujetador—. ¿Nunca te has colado en
la piscina de alguien más?
Cubriendo su boca con la mano mientras sus ojos permanecen fijos
en mi pecho ahora desnudo, dice entre dientes—: No en una casa
multimillonaria de Miami al azar.
—Una casa multimillonaria de Miami al azar sin seguridad y sin signos
claros de prohibición. En mi opinión, ellos nos están invitando. —Tomando
una respiración profunda para calmarme, me quito mi ropa interior. Los
ojos de Ben se despegan de mi pecho para dispararse hacia abajo—.
Sabía que eras un cobarde. —La superficie de cristal de la piscina apenas
se ondula mientras me deslizo silenciosamente en el agua.
Frunce los labios por un momento, como si estuviera decidiendo su
próximo movimiento. —No soy un cobarde. Simplemente no me siento con
ganas de ser arrestado esta noche.
—Guau. Est o se siente t an bien contra mi piel —provoco en un tono
deliberadamente seductor, tratando de mant ener las salpicaduras al
mínimo mientras nado hacia la parte más profunda.
—Mierda —le escucho decir desde las sombras de detrás de mí. Y
tres… dos... Hay un rumor de ramas cuando Ben sube por encima de la
cerca, quitándose su camisa—. Maldita sea, Reese. Mason tenía razón. Eres
problemática. —Ignoro el comentario y le observo con una silenciosa
apreciación de su físico mientras se saca los zapatos y después los
calcetines, seguidos por sus pantalones y calzoncillos.
Vale, lo admito. Ben tiene de qué presumir. También voy a admitir
que es probable que esté a punto de hacer algo muy estúpido con él. Y
ese pequeño interruptor en mi interior que se supone que entra en juego y
hace que me importe —creo que se llama moral o conciencia, o... no
estoy muy segura—, bien, no ha hecho otra cosa que sentarse y disfrutar
del espectáculo hasta ahora.
Ben se desliza en la piscina por el otro lado, mucho más silencioso de
lo que esperaba que sonara alguien de su tamaño. Y cuando comienza a
nadar hacia mí con un intenso propósito en su rostro, esos cadáveres de
mariposas muertas yaciendo en mi estómago —las que Jared aplastó
hace mucho tiempo— comienzan a revolotear como locas de nuevo.
Ben me hace sentir bien. Me hace sentir importante.
Tal vez quiero que esto suceda.
Pero no se lo voy a poner tan fácil. Con una pequeña risita, me doy
impulso con uno de los lados de la piscina y me deslizo a través del agua
hasta el extremo opuesto. Me las arreglo para hacerlo dos veces más pero,
con la gran extensión de los brazos de Ben y su fuerza, pronto me
encuentro en un juego del gato y el ratón en el que se me ha enjaulado
contra una pared, con el aliento cálido de mi depredador calentando mi
mejilla y su ancho pecho apretado contra el mío, reteniéndome en mi
lugar. Nos encontramos de pie en la pendiente de la parte más profunda,
la nivelación del agua justo por encima de mi clavícula.
—Me siento como un maldito chico de dieciséis años de edad en
estos momentos. Gracias.
—Me gustaba tener dieciséis años, así que de nada. —Se me está
haciendo difícil estabilizar mi voz. No estoy segura de si es debido a la
emoción o al nerviosismo.
Ben resopla, con una mano apartando el pelo de mis hombros. —
¿Por qué? ¿Debido a que solo podías ser juzgada como una menor de
edad?
—Ninguno de esos cargos me aplicaban. —Maldita sea, fui un dolor
de cabeza para Barry. Y para Jack. Debería pedirles disculpas a ambos por
el envejecimiento prematuro que debí haberles causado.
Descansando un brazo en el borde de la piscina, Ben acaricia un
riachuelo de agua de mi mejilla con la yema de su dedo. —Si nos pillan
esta noche, yo soy el que tiene algo que perder. ¿Siquiera te importa?
—Oh, ¡relájate! Es solo un delito menor de segundo grado y no hay
advertencias sobre invasión de la propiedad. Podemos alegar un
malentendido y salir libres. A menos que tengas un arma. Entonces es un
delito de tercer grado. ¿Cómo es que no te sabes est o sin siquiera pararte
a pensarlo?
—¿Cómo t ú te sabes todo esto sin siquiera pararte a pensarlo?
Pongo los ojos en blanco exageradamente y luego revelo mi
pequeño secreto. —Los propietarios están en la boda. ¿Te acuerdas de
aquel tipo que parecía una versión mayor de The Situation 5? —Lo observo
mientras busca a través de su memoria. No tiene ni idea—. ¿Y de la mujer
con labios gigantes y la cabeza llena de rizos rubios?
Un gran hoyuelo aparece en su mejilla cuando Ben me da una
sonrisa torcida. —Sí, la vi. —Por supuest o que la vio—. ¿De verdad? ¿Esta es
su casa?
—Sí. Y los gemelos revoloteando sobre la mesa de postres son suyos.
Ben hace una pausa. —Bueno, ¿y qué pasa si vienen a casa en este
momento? ¿Y qué hay de las alarmas de seguridad silenciosas? ¿Alguna
vez has escuchado hablar sobre ellas?
—Confía en mí. Entre la esposa y los niños preguntando sobre el
buffet nocturno y el esposo charlando con cada stripper que había ahí, no
vendrán a casa pronto. Y… —Dejo que mi dedo roce la curva sólida del
hombro de Ben y se deslice hacia su pecho para jugar con su pezón—. Oí
la queja de la esposa sobre tener que permanecer relativamente sobrios
porque la compañía de seguridad iba a venir a las nueve de la mañana
para arreglar el sistema de seguridad de alrededor de la piscina. —Le doy
una sonrisa satisfecha—. Porque no funciona.
Comprensión se extiende por su rostro. —Mm… Así que no hay un
riesgo real de ser atrapados por esto. ¿Es eso lo que me estás diciendo?
—Básicamente.
Su pecho sube y baja con alivio y luego se presiona más contra mí,
rozando mi mejilla juguetonamente con su nariz. —Bueno, eso cambia las
cosas.
—Así que… el agua está muy caliente, ¿verdad? ¿Mejor que el frío
océano? —bromeo.
Él se ríe, con su voz alta y natural llena de tensión por tratar de
guardar silencio. —Sí. De lo contrario, tendríamos aquí un problema real. —
Y, por lo que siento de Ben contra mi estómago, sin duda no lo tenemos en
este momento. Lo siguiente que sé es que las manos de Ben bucean bajo
el agua para envolverse en torno a la parte posterior de mis muslos. Luego
de levantarme, guía mis piernas alrededor de sus caderas y luego pasa a
5Es el apodo Michael Sorrentino, conocido por participar en el programa Jersey Shore de
MTV.
asegurar nuestra posición contra la pared de la piscina. Con la mano libre,
agarra el piercing de mi pezón, enviando una corriente de excitación a
través de mí—. ¿Te he dicho lo contento que estoy de que conserves esto
puesto? No estás autorizada a quitártelo.
—Jack no sabe nada, así que pensé que estaba bien.
La cabeza de Ben cae en el hueco de mi cuello, lanzando un
gruñido. —¿Podemos no hablar sobre el tipo que podría despedirme si
alguna vez se entera de esto?
—Trato hecho —coincido mientras una mano se curva en mi cuello y
sus labios encuentran mi clavícula. Coloco mi cabeza hacia atrás contra el
borde de la piscina; mi respiración acelerándose, haciéndose pesada e
irregular. Había pasado tanto tiempo desde que me sentí así.
—Y, bueno, hablando de perforaciones ocultas… —Como si tuviera
miedo de perder la oportunidad de nuevo, Ben no pierde tiempo mientras
desliza una mano por mi pecho, mi estómago y más abajo. Un pequeño
suspiro se me escapa cuando comienza su búsqueda por dentro y por
fuera de mí.
Otra cosa en la que Ben parece ser sumamente hábil.
—¿Estás decepcionado? Me acobardé —admito, luchando por
sonar afectada.
La mano ubicada en mi cuello fuerza a mi cabeza a enfrentarse a un
par de brillantes ojos azules. —Nada de esto es decepcionante, Reese. —
Colocando su mano libre entre la parte baja de mi espalda y la pared de
la piscina, me aplasta con su cuerpo y me da un beso que nubla mi mente
y pone fin a todos mis pensamientos.
Excepto uno. —¿Trajiste un condón? —susurro, preguntándome cuán
bien los preservativos funcionan en las piscinas y sabiendo que Ben
necesita ponerse uno muy pronto.
Él se ríe mientras siento su excitación llamando la atención contra mí.
—¿Crees que voy a cualquier lugar sin un…
Sus palabras se cortan cuando un foco cegador de repente brilla
sobre nosotros desde la casa. Nos giramos al mismo tiempo para encontrar
a una anciana de pie junto a la puerta corrediza de cristal. Su frágil y
pequeño cuerpo está vestido con una túnica de color rosa, su cabello
fijado con rulos, gafas descansando sobre su nariz y un rifle apuntando
hacia nosotros.
—Oh, mierda —murmura Ben—. Supongo que la abuela no fue
invitada a la boda, ¿no?
—¡Quédense quietos! —grita con una voz aflautada, entrecerrando
sus ojos hacia nosotros. Sus manos están temblando de miedo, de ira o por
la vejez, no estoy segura. Pero admitiré que estoy más que un poco
preocupada de que uno de los dos vaya a terminar con una herida de
bala accidental a causa de ello.
—Solo déjenos vest irnos y nos iremos en un minuto —oferta Ben, pero
aparentemente ella no quiere nada de eso, su cabeza sacudiéndose ya
de un lado a otro.
—¿Por qué la gente joven piensa que está bien follar en la piscina en
la que nadan mis nietos? —Mueve su labio inferior como si sus dientes tal
vez no estuvieran firmes en su lugar—. ¡La policía está en camino!
La frente de Ben cae contra la mía, murmurando una débil
maldición.
Traducido por Bells767
Corregido por Daniela Agrafojo
—Pensé que podríamos ir a cenar esta noche como una familia. Tú,
Mason y yo. Nunca hemos hecho eso. ¿Qué opinas?
—Uh… —Trastabillo para encontrar la respuesta correcta mientras
miro fijamente la fila de árboles de mandarinas, extendiéndose tan lejos
como puedo ver—. Hoy no es buen día, Jack.
—Oh, bien. Entiendo. Quizás en algún otro momento —dice, su tono
reticente. Mierda.
—Es que… —Cierro los ojos y respiro profundamente—. Es probable
que no vuelva a Miami lo suficiente pronto. Estoy en la arboleda de
naranjos otra vez.
Hay una larga pausa. —Pensé que estabas con Lina este fin de
semana.
Supongo que aún no ha lanzado la idea de la cena a Mason. Debo
advertirle al chico antes de que su padre le tienda una emboscada. —No,
he estado aquí desde ayer por la mañana. La madre de Ben necesitaba
ayudaba con algunos pedidos y en verdad me gusta aquí. Es tranquilo.
El suspiro pesado de Jack llena mi audición. Puedo imaginarlo
pellizcando el puente de su nariz.
—Así que esto significa…
—El padre de Ben murió est a mañana, Jack —suelto, queriendo
evitar contestar la otra pregunta. No es que tenga una respuesta.
—¿Qué? ¿Ben está bien? Quiero decir… ¿fue repentino? ¿Cómo
sucedió? ¿Un infarto? ¿Un derrame cerebral? —balbucea suavemente,
atrapado por sorpresa.
—Un quinto de whisky y un frasco de aspirinas —admito de forma
sombría—. Ben va a necesitar la semana libre. Te llamará por teléfono
después.
—Por supuesto. —Más para sí mismo, escucho a Jack murmurar—: La
familia siempre viene primero.
Escucho la gran camioneta granjera viniendo por la senda detrás de
mí. —Mira, ahora me tengo que ir, Jack. Estoy intentando ayudar a Wilma
a completar al menos algunos pedidos.
—Bien por ti por ayudarlos. —Sonrío. Jack siempre señala cuando
estoy haciendo algo correcto o bien. A veces me siento como si estuviera
consiguiendo una ovación de pie por atar mis zapatos apropiadamente.
Hoy, sin embargo, me pone feliz saber que estoy ayudando a Ben y a
Wilma de algún modo.
—Te veo esta noche, Jack. Ben va a llevarme a casa.
Cuelgo mientras la camioneta se detiene, aquellos frenos chirriantes
enviando un diminuto escalofrío por mi espalda. Cuando Wilma, y no Ben,
salta afuera, tengo que admitir que estoy ligeramente desalentada; pero
la sensación rápidamente se desvanece porque estoy, después de todo,
feliz de verla.
—Te ves un poco rosada ahí, Reese. Toma, necesitas esto. No quieres
arruinar esa linda piel. —Me entrega uno de esos gigantes sombreros
flexibles que ves a las personas famosas usando en la playa—. Y debes
tener sed. —Me entrega una botella con agua, la cual agradecidamente
acepto. He estado afuera por tres horas y mi boca se siente como
algodón.
—Quédate quieta. —Saca una botella de bloqueador solar de quién
sabe dónde y comienza a rociarlo por mis brazos mientras bebo—. Espero
que no tengas ningún lugar lujoso al que ir pronto, porque vas a tener un
lindo bronceado agricultor en tus brazos.
—Nop. Creo que estoy bien para los grandes eventos en el futuro
cercano. —Annabelle estaría en desacuerdo, viendo como su baile de
caridad es el siguiente fin de semana—. En verdad no necesitabas venir
aquí. Estoy bien por mi cuenta y sé que tienes un montón de planes que
hacer.
—En realidad no. He llamado a mis hijos y al sacerdote. Ben está
haciendo los arreglos para el ataúd y el entierro. ¿Y ahora qué? —Se
encoge de hombros, agachándose para examinar a fondo a través de la
cesta que ya he llenado en el carro del tractor—. Cocinar. Y esperar por
ahí, jugueteando con mis pulgares, ese es el motivo. Puedo también estar
aquí afuera.
Y lament ar la pérdida de t u esposo, quién se suicidó hace horas. Sin
embargo, no digo eso. No dudo que Wilma hará más que su cuota justa
de llorar por su marido. Estoy segura que ya lo hizo. Estoy segura que ha
estado llorando en silencio por años.
—Tienes un buen ojo para recoger fruta.
Sonrío, reanudando mi tarea. —Tuve un buen profesor.
—Lo tuviste —concuerda—. Siempre tuve la esperanza que la cosa
del fútbol americano fuera una fase infantil que él perdería al madurar.
Estaba convencida de que él sería quien mantendría este campo en
funcionamiento otra generación. Pero luego consiguió la beca y, bueno,
todos estábamos seguros que haría todo el camino. Si no hubiera sido
lastimado, estoy segura que ahora mismo estaríamos viendo a ese chico
correr en pantalones ceñidos en la televisión.
Bufo en voz alta ante el pensamiento de Ben en algo ceñido, pero
luego tengo que admitir, probablemente luce sexy en un uniforme de
fútbol americano. —¿Tengo la impresión de que siempre apoyaste el
fútbol? —Esa foto en el escritorio de Ben con la sonrisa radiante en el rostro
de Wilma ciertamente lo hizo parecer así.
—Oh, ¡claro! —Su voz aumenta, como si la sugerencia de no apoyar
a su hijo fuera espantosa—. Soy su mamá. Por supuesto que lo apoyé. Es su
vida, después de todo. Quería que sea feliz. —Agrega irónicamente—: Y
que no me convierta en abuela demasiado pronto.
—Hombre, desearía que hubiera pasado mi niñez contigo —admito.
¿Cómo habría sido si hubiera tenido una madre como Wilma?
Posiblemente no podrías no haber tenido éxito con ella de tu lado.
—¿Supongo que tu mamá y tú tenían una diferencia de opiniones?
—La curiosidad es gruesa detrás de su tono casual.
—Annabelle tenía una imagen muy clara de lo que su hija debería
ser y yo ciertamente no era eso.
Wilma se queda en silencio por un rato. —Lamento escuchar eso,
Reese. —Hay una pausa—. ¿Qué hay sobre tu padre?
—Apenas lo recuerdo. Se marchó cuando yo tenía cinco y no he
escuchado de él desde entonces. —Es curioso, admitir eso a Wilma no es
tan doloroso como lo es habitualmente. Me encojo de hombros—. Está
bien. Ahora tengo a Jack. Es un reemplazo bastante decente para un
padre. —Sonrío mientras lo digo, preguntándome si él me ve como más
que solo esa chica que rescató.
Wilma se estira para arrancar una mandarina extra-grande y regresa
a nuestra conversación previa. —Cuando Ben fue herido, pensé que
regresaría a casa, pero decidió que quería volverse abogado. Me
sorprendió, para ser honesta. Nunca pareció ser del tipo que se sienta en
una oficina, rodeado de papeleo. Siempre le gustó trabajar con las manos.
Un parte de mí se preguntó si era el altercado con su propio padre lo que
lo mantuvo lejos.
—Aunque viene a visitarte regularmente, ¿cierto?
—Oh, sí. —Su cabeza sube y baja con energía—. Casi cada fin de
semana durante la temporada, la cual es la mitad del año. Me llama todos
los días, también. Ben es casi el mejor hijo que una madre podría pedir.
Claro, era muy activo al crecer, eso con todo lo de perseguir chicas y
travesuras. Pero es el joven más leal y honesto. No lo digo solo por ser su
mamá. Es la verdad. El chico es un terrible mentiroso, incluso en las raras
ocasiones en que probablemente debería mentir o simplemente guardar
silencio. Ahora, si tan solo pudiera hacer que se estableciera con una
chica agradable, estaría encantada.
—No sé si Ben tenga alguna prisa en establecerse. —Nunca. ¿Cómo
sería en realidad tener el cien por ciento de Ben todo el tiempo, sin
preocupaciones? ¿Sería quien es hoy en día? ¿Cambiaría?
Siento sus ojos en mí. —Solo tiene miedo de que será como su padre.
No podría vivir consigo mismo si lastimara a alguien como Josh me hizo
daño. La cosa es, que Ben no es capaz de hacer daño a una mujer así. Su
corazón es demasiado grande, maldita sea.
Sé que no debería preguntar, pero estoy preguntando: —¿Por qué...
Quiero decir, ¿cómo lo aguantaste durante todos estos años? —Me estoy
muriendo por saber que poseería a una mujer como Wilma, quien parece
tan fuerte y autosuficiente, para quedarse con el padre de Ben durante
tanto tiempo.
Un espeso silencio llena el aire. Echo un vistazo para ver su sonrisa
triste, una mirada lejana en sus ojos azules. —Porque me enamoré de un
hombre. Y entonces me aferré al recuerdo de él, mucho después de que
ese hombre se hubiera ido —murmura, una suave y triste sonrisa toca sus
labios—. No siempre fue así. Joshua era el guapo e intenso chico en la
escuela secundaria con el que todas las chicas querían salir. Pensé que me
había muerto e ido al cielo cuando se me acercó después de clase un día
y me pidió que fuera al autocine con él ese fin de semana. Quiero decir,
era la simple hija de un agricultor de naranjas. ¿Qué posiblemente podía
ver en mí? Todavía recuerdo esa primera noche; el olor de su colonia, el
azul de sus ojos, su sonrisa tranquila, la forma en que sentía tener su brazo
alrededor de mí. Pensarías que era una estrella de cine o algo así, la
admiración que sentía. Era ridículo.
—Yo era así con mi ex marido —susurro en voz baja. La misma
conmoción y admiración.
Una mano se acerca y acaricia mi antebrazo con amor. —Ben me
mencionó algo sobre eso. Lo siento mucho. —Retrocediendo, continúa—:
Joshua y yo nos casamos al salir de la escuela y nos mudamos a la
arboleda con mis padres. Era hija única y sabía que iba a manejar este
lugar. Joshua sabía que quería hacer muebles, así que era perfecto. Estuve
embarazada de Josh hijo a los dos meses. Los otros siguieron como fichas
de dominó. ¿Ben te dijo que tuve a todos los cinco hijos en siete años?
Asiento.
—Joshua tenía un apetito muy saludable. —Se ríe entre dientes—.
Supongo que Ben no cayó lejos del árbol de manzana, bueno, de
naranja… —Sostiene una fruta—… en ese sentido.
Oh por Dios. Agacho mi cabeza, apreciando el ala ancha de este
sombrero para esconder mis orejas rojas.
—Como puedes imaginar, con cinco niños corriendo alrededor de
este lugar y tratando de hacerme cargo de todo el negocio de mis
padres, quienes eran mayores y estaban listos para retirarse, se estaba muy
ocupado por aquí. Joshua parecía contento construyendo muebles y
vendiéndolos. Nunca fue el tipo de padre muy “práctico”, pero sabía que
era porque tuvo un padre ausente. No sabía cómo jugar con un niño. —La
miro escoger a través del árbol por un momento, observando cuan
lentamente apunta y arranca la fruta madura, como si pudiera hacer esto
en su sueño—. No tenía idea de que había empezado a beber allí. Josh
era un hombre tranquilo, melancólico para empezar, y yo era ingenua. No
conocía las señales. No crecí alrededor de ese tipo de cosas. El único
alcohol en nuestra casa era champán en la mañana de Navidad. —
Suspira—. Me culpé a mí misma durante mucho tiempo. Pensé que no era
suficiente para él, que ya no era lo suficientemente atractiva, que mi
cuerpo se estiró al tener a todos estos bebés. Josh seguía en buena forma,
envejeciendo con gracia. Me preocupaba demasiado con los niños y el
trabajo para ponerme maquillaje y encaje. Cuando empezó a salir por la
noche y volver a casa con lápiz labial en su cuello, quedé devastada. Pero
miré hacia otro lado. Lloré. Me convencí que toda mujer debe lidiar con
este tipo de cosas. Y oré. Le di gracias a Dios por darme mi vida y mis hijos y
le pedí su ayuda para hacerme una mejor esposa así mi esposo ya no
necesitaría beber ni ir a ver a otras mujeres. Fui estúpida —admite en voz
más baja—. Cuando por fin acepté que mi esposo tenía serios problemas
con el alcohol y lo confront é por eso, se puso peor. Me atacó, diciéndome
que lo dejara ser, que podía parar si quería pero que eso lo ayudaba a
soportar el dolor de la monotonía de esta vida. Y luego comenzó a beber
más.
»Y entonces sucedió el accidente en el taller de carpintería. ¿Asumo
que Ben te contó sobre eso?
Asiento de nuevo, en silencio escogiendo mientras ella continúa.
—Perdí a Joshua después de eso. El hombre del que me enamoré se
había ido para siempre, dejándome con un recuerdo que no quería dejar
ir. No hasta anoche, cuando vi la mirada en el rostro de mi bebé, cuando
me di cuenta de todo lo que había perdido al creer que si aguantaba
suficiente tiempo, podríamos volver. Que todo vale la pena salvar.
Oigo los primeros sonidos del motor del buggy en la distancia, las
bajadas familiares mientras cambia la marcha, cada una trayendo el
estruendo más cerca. Parece que Ben ha conseguido la aguja enterrada.
Wilma sonríe tristemente. —Aún no lo he asimilado. Estoy en shock. Lo
sé. Todo lo que puedo pensar ahora es que va a ser muy agradable tener
a todos mis hijos aquí, bajo un mismo techo de nuevo. Incluso bajo estas
circunstancias. —Le ayudo a cargar el cajón lleno al remolque cuando el
rojo y el amarillo vienen a la vista, una nube de polvo saliendo.
Su mano, pequeña pero engañosamente fuerte, agarra la mía. —No
me importa lo que ese chico te ha dicho. Se preocupa mucho por ti, ya
sea si se lo ha admitido a sí mismo o no. He visto como es con las mujeres y
es simplemente diferente contigo. No puedo precisar qué es. —Sonríe
mientras da golpecitos a mi mano y luego la suelta—: No renuncies a Ben
ahora.
El buggy se detiene derrapando. —Mamá, te desapareciste. —Ben
agarra las barras antivuelco y eleva su cuerpo gigante en una forma muy
a lo “Dukes of Hazzard”, ojos cautelosos moviéndose entre Wilma y yo—.
¿Qué están haciendo aquí afuera?
—Estoy ayudando a Reese, por supuesto. ¿Qué parece que estoy
haciendo, Benjamin? —replica sarcásticamente.
—Lorna Parker está esperando por ti en la casa con más comida.
—Mi Dios. Gracias a Dios que tendremos una casa llena. No sé de
qué otra manera vamos a terminar con esto antes de que se eche a
perder.
—Tal vez deberías dejar de hacer más, entonces —comenta Ben con
una sacudida de cabeza—. El temporizador en el horno comenzó a sonar,
así que saqué el pastel de carne. No sé si ya está listo, pero seguro que
huele bien.
—Perfecto. Gracias, hijo. —Acaricia sus mejillas una vez y luego sube
a su camioneta. Se ha ido en segundos.
—Ella parece estar llevándolo bien —noto.
—Está en shock. Si tienes alguna petición; galletas, pasteles, una
pierna de cordero; es el momento de pedir. La mujer probablemente no va
a dejar de cocinar por la próxima semana.
—Creo que voy a tener que probar eso la próxima vez que lidie con
un evento catastrófico. —Es mucho más saludable que el alcohol y,
después de lo que he sido testigo este fin de semana, estoy considerando
en renunciar a los licores fuertes por el resto de mi vida.
Ben rodea el remolque y comienza a mover las cajas, los músculos
en sus brazos luchando contra el peso. —Has hecho mucho.
—Recuérdamelo cuando mi cuerpo me duela mañana —murmuro,
volteándome hacia el árbol. ¿Quién sabría que la recolección de fruta
podría ser tan agotadora? Pero con todo el estiramiento y extensiones, sé
que lo voy a sentir.
Manos fuertes caen sobre mis hombros y comienzan a amasar
suavemente sobre los círculos y debajo de mis bíceps. Gimo y me recuesto
en su pecho.
—¿Qué hay con este sombrero? —exclama Ben, quitándolo de mi
cabeza y arrojándolo al camión antes de volver su atención a mi cuerpo.
—¿Qué? Tu madre no quiere que se dañe mi hermosa y perfecta piel
—explico, disfrutando de la calidez del sol, casi tanto como disfrut o de la
proximidad de Ben.
—Así que... ¿de qué hablaban? —Oigo la sonrisa en su voz, pero
también hay algo más allí. Cautela.
—Lo usual.
Una pausa y luego—: ¿Vas a hacerme sacártelo?
Cierro los ojos, preguntándome lo que implicaría esto. —Solo que
estás locamente enamorado de mí y simplemente no lo sabes todavía.
Ben descansa su barbilla en la parte superior de mi cabeza mientras
me dobla en un abrazo. Y resopla con fuerza. —Incluso en el día en que su
esposo se suicida, la mujer está decidida a casarme.
Me estiro para acariciar ciegamente su mejilla, el recordatorio de
esta mañana aleccionadora. —¿Cómo estás? ¿También en shock?
Los brazos de Ben caen de mí mientras da un paso adelante para
estar delante de un árbol, tratando de alcanzar alguna fruta madura sobre
una rama alta que no puedo alcanzar. —No sé cómo mierda estoy, Reese.
Confundido, eso es seguro. —Los músculos de su mandíbula cuadrada se
endurecen cuando baja la cabeza—. Mamá le dice que finalmente ha
tenido suficiente, que quiere ser libre, y entonces él va y ¿se suicida? Lo
preparó como un maldito escenario, con las puertas de par en par y él
sentado en el medio. ¿Cómo se supone que mamá reaccione a eso? Va a
sentirse culpable, ¡así es cómo! Ella está escondiéndolo bien, pero sé que
se siente culpable. ¿Fue eso un “jódete” para ella? ¿Para mí? —La cabeza
de Ben cae y toma una respiración profunda—. Lo siento. No quiero gritar.
Solo estoy...
—Está bien. Grita todo lo que quieras, Ben.
Se estira hasta descansar sus manos en la parte superior de su
cabeza mientras su boca se abre para hablar, solo para titubear. Y luego
explota. —¡Maldición, estoy eufórico de que se haya ido, Reese! ¿Cuán
malo es eso? Quiero decir... —Sus brazos caen tan fuertemente que sus
manos golpean contra sus muslos. Comienza a caminar de un lado a
otro—. Cuando vi a mamá desplomada de esa manera, pensé que había
tenido otro ataque al corazón. No podía llegar a ella lo suficientemente
rápido. Y entonces lo vi hundido en esa silla, muerto, la única palabra en mi
cabeza era “¡por fin!”. Finalmente, después de todo lo que le ha hecho,
después de todo el dolor que le ha causado a ella y a esta familia, y lo
mucho que hemos perdido aquí, ¡el hijo de puta está fuera de nuestras
vidas!
Su tono se suaviza un poco y se le quiebra la voz. —Mientras que mi
mamá está de pie allí, sollozando sobre su muerte, yo estoy listo para
cantar ale-maldito-luya. —Casi puedo ver la culpa haciendo caer sus
hombros—. ¿Qué clase de persona me hace eso?
—Una normal, Ben. Él era un padre y esposo de mierda. Incluso tu
madre sabe eso.
—¿En serio? —Se vuelve a mirarme—. Qué pasa si tienes una llamada
para decirte que Annabelle murió. ¿Querrías hacer una fiesta?
Buena pregunt a. Annabelle... ¿muerta? Nunca he pensado mucho
en eso. ¿Qué sentiría por una mujer que parecía incapaz de sentir algo por
mí? —No sé —admito con un suspiro.
Caemos en silencio mientras Ben se inclina contra el camión.
Finalmente me atrevo a preguntar—: ¿Qué decía la nota?
Frunce sus labios por un momento. —Que lamentaba... todo. Que
deseaba que pudiera haber sido un mejor esposo. Que quería que ella se
quede en la arboleda y sea feliz de nuevo.
Un bulto se atora en mi garganta. —¿Cómo una persona se desvía
tan lejos de curso?
—Alcohol… depresión… miedo… —Sacude la cabeza—. No lo sé.
¿Por qué tomó una botella de aspirina y un deseo de muerte para
que el padre de Ben admitiera sus faltas? ¿Y si hubiera dicho esas cosas
hace años? Supongo que tal vez no veía lo que estaba mal. O seguía
negándolo. Hasta que fue demasiado tarde. —Al menos le dio eso a ella.
—Sí. También había un sobre con una póliza de seguro de vida que
tomaron hace años. Una bastante grande. Una que pagará, incluso
después de un suicidio. —Sonríe tristemente—. La ayudara a arreglar la
casa.
El calor se propaga a través de mi pecho. —¡Eso es una gran noticia!
Ben vuelve a darme una mirada extraña.
—¿Qué?
Sin embargo, no dice nada. Simplemente estira una mano. Cuando
la tomo, me jala hacia él. Levantándome sobre el borde del remolque, no
pierde tiempo en abrir mis piernas para deslizar su cuerpo entre ellas. —Sé
que ha sido un día de mierda, pero me alegra que estés aquí.
—También yo. —Todo lo que he querido hacer es envolver mis manos
alrededor de ese gigante corazón suyo y protegerlo de más daño. Daño
como el que vi anoche. El tipo que sientes cuando te enfrentas con la
amargura profundamente arraigada que Ben ha tenido que enfrentar por
años. Me pregunto si es mejor o peor que la indiferencia que veo cuando
Annabelle me mira.
Estoy esperando las manos de Ben en mi camisa en segundos, pero
todo lo que hace es descansar su frente contra mi pecho. Y entonces
enrollo mis brazos alrededor de su cabeza, presiono mi mejilla contra su
cabello, y veo el sol de la tarde moverse del horizonte en silencio.
—¡Cómo es posible que estés más grande! —dice Elsie con una risa
mientras lanzo su pequeño cuerpo sobre mi hombro sin esfuerzo.
—No lo estoy. Solamente que t ú comenzaste a encogerte en la vejez
—bromeo, agarrando su maleta con mi mano libre y llevándola hacia el
pórtico como un saco de papas.
Comienza a tocar el bongó con sus manos sobre mi espalda. —Está
bien, en serio, Ben. Bájame.
—¿O qué?
Hay una pausa larga mientras su mente traviesa busca algo que
tuviera que ver conmigo. Se parece mucho a mí en ese aspecto. —O le
diré a esa novia tuya que solías fingir que eras Pat rick Swayze en Dirt y
Dancing y que te memorizabas todos los pasos de baile.
—Reese ha conseguido peor material sobre mí que eso. —Dejo caer
su equipaje y la bajo de mi hombro para tomar su precioso rostro. Se
parece demasiado a la versión joven de mamá, pero con cabello largo,
castaño y rizado, es loco—. Y no es mi novia, Elsie.
—Eso no es lo que dice mamá. —Se ríe de mí mientras ruedo los ojos
y sacudo la cabeza. Creo que soy el único de nosotros que aún la llama
mami. Reese tiene razón, me aprovecho de ser el hijo menor para todo lo
que vale la pena.
La sonrisa de Elsie titubea mientras sus ojos corren a toda velocidad
hacia el granero. —Es tan extraño regresar aquí, Ben. Ha pasado mucho
tiempo. Todo se ve igual pero no lo está, ¿verdad? —Ella ya se encontraba
en la universidad cuando sucedió el accidente de mi papá. Después
hablamos mucho por teléfono pero nunca regresó. De todos nosotros, mi
hermana se ha ido de aquí por más tiempo. Hace cinco años voló a Miami
para verme después de mi lesión de rodilla, cuando me encontraba
dopado con el narcótico y la hostilidad por el futuro perdido. Aparte del
viaje al Occidente para visitarla hace tres años, no la he visto en persona
desde entonces.
—¿Cómo lo está haciendo? —Sé que han permanecido cercanas,
aunque Elsie se ha negado a aparecerse por aquí. Pero aun así, no ver a tu
mamá cara a cara por casi cinco años es de locos.
Antes de poder responder, la puerta principal rechina al abrirse. Nos
volteamos para ver salir a mamá, limpiando sus manos en el delantal. Ha
estado todo el día en la cocina. Lo que sea que hace, involucra mucha
harina porque tiene polvo blanco sobre sus mejillas y su barbilla.
Eso no disuade a Elsie de salir disparada inmediatamente, corriendo
como una niña pequeña a los brazos extendidos de mamá, el sonido de su
llanto llena el aire de la tarde.
¿Cómo está Warner?
Me recuesto en la cama, mirando la pantalla de mi teléfono,
suponiendo que Reese está dormida pero esperando que no. Desde el
“experimento” de mamá con Hayley, he sacado el teléfono una docena
de veces para ponerme en contacto con Reese para… nada, de verdad.
Solo saludar, hacerla reír, que me haga reír. Pero nunca pude decidir qué
decir. Normalmente, no sé cuándo callarme.
El indicador cambia a “leído”, dando un vuelco a mi estómago.
Maldición… estoy actuando como una chica.
Unos segundos después:
Esta mañana vino a buscarte la robot de leyes. He escondido su
cuerpo bajo tu escritorio. Tendrás que limpiar eso cuando regreses.
Mi resoplido corta la tranquilidad de la habitación.
Dile a Mason. Él es mejor limpiando que yo. ¿Cómo está por allá? Las
mujeres se me están lanzando. Será mejor que estés aquí rápido.
Espero y espero y… dice “leído”, pero no llega respuesta. Estoy
esperando un comentario sarcástico, llamándome cerdo o algo así. Pero
por más tiempo que espero, más empiezo a pensar que fue algo estúpido.
Desearía que ella dejara todo y saliera corriendo esta noche, pero tal vez
ahora piensa que estoy aquí revolcándome con chicas.
Sin embargo, ¿le importa?
Dudo un segundo y luego escribo:
El funeral es el viernes. Mamá quiere que vengas. Espero. Lo ha leído.
Todavía no hay respuesta.
—¡Mierda!
Supongo que eso salió demasiado fuerte, porque un momento
después hay un golpe en mi puerta. —No estás haciendo nada asqueroso
en mi antigua habitación, ¿verdad? —pregunta Elsie.
—¡Ojalá! —grito.
—¿Estás decente? ¿Puedo entrar?
—Sí. —Me aseguro de que mis sábanas cubran lo vital mientras la
puerta chilla abriéndose y mi hermana entra.
—¿Qué ocurre? —Elsie siempre parecía estar justo en la mitad de
cuatro hermanos. Josh y Rob atormentaban a los chicos de la escuela por
mirar a su “preciosa hermana pequeña”, pero luego ella se dio la vuelta e
hizo lo mismo con Jake y conmigo, jugando a la hermana protectora. Lo
divertido es, que al final los cuatro la protegíamos a ella. Se encontraba a
la mitad de un gran sándwich Morris, con hermanos persiguiendo a los
estúpidos desde todos los ángulos.
—Ah, nada. Solo soy un idiota.
Trepa a la cama y cae hacia atrás para compartir mi almohada. —
¿A quién le estás escribiendo?
—A Reese.
—Ah, sí. La amiga que visita a tu madre contigo los fines de semana
y pasa la noche en la misma cama.
Me encojo de hombros. —Estamos hablando de mí, ¿recuerdas?
Rueda los ojos. —¿Cómo podría olvidarlo? Todas mis amigas de
último año estuvieron pidiéndome que las enganchara con mi estúpido
hermano de primer año.
—No era tan estúpido para ellas, ¿o sí? Por cierto, ¿cómo está Shelley
Armstrong? ¿Todavía le hablas? —Shelley era la amiga caliente de Elsie en
la secundaria.
Hay una pausa y luego—: ¿Eso no fue un rumor?
Siento la sonrisa enorme estirarse por mi cara. —En la fiesta de
Butcher después del juego de bienvenida. Eso me ganó el estatus
legendario con los chicos muy rápido.
—¡Me mintió! —Elsie me golpea en el brazo—. Tienes suerte de que te
amo demasiado, cerdo.
—Qué curioso. Así es como me dice Reese. Probablemente ustedes
dos se lleven bien.
Siento sus ojos sobre mí. —¿Es la razón por la que hoy rechazaste a la
señorita Florida?
—¿Qué? —Siento mi frente arrugarse.
—¿Hayley Parker? El año pasado ganó el concurso de belleza del
estado.
—¿En serio?... Eh. —Imaginándome esas piernas, murmuro—: No es
una sorpresa. Sin embargo, hoy definitivamente no buscaba resolver la paz
del mundo aquí, puedo decirte eso.
Elsie resopla. —No podía creerlo cuando mamá me dijo que
regresaste a menos de cinco minutos de que mandara a Hayley. Eso selló
el acuerdo ante sus ojos. Su pequeño Benjamin está enamorado —canta
suavemente.
—Eso no significa nada —lo niego, aunque todo el mundo bajo este
techo parece saber que estoy mintiendo—. Demonios, apenas ayer perdí
a mi padre. Solamente no estoy de humor.
Deja salir una carcajada, sonando un poco como yo. —¡Oh, mierda!
¿Recuerdas cuando murió Cheechee?
—¡Por supuesto! Hombre, amaba a ese perro. Era el mejor. —Todavía
recuerdo la forma en la que mi estómago golpeó el suelo cuando le daba
la vuelta a la curva de la carretera, acercándome a los ocho kilómetros, y
encont rando su cuerpo roto recostado en el desnivel. Fue golpeado por un
auto.
—Exact o. Llevaste a ese perro todo el camino hasta la entrada en
tus brazos. Llorando a gritos.
—Todos lloramos. ¡Incluso Josh! —Nuestro hermano mayor nunca fue
muy partidario de mostrar emoción.
—Pero seguro no lloraste después esa noche en la fiesta, cuando te
encontré en la parte de atrás del auto de alguna chica con su cabeza en
tu regazo.
Estallé en risa. —Oh, sí. Me consolaba. Debiste ver la mirada en su
cara. —Ese era el problema de que fuéramos cercanos en edad. Íbamos a
muchas de las mismas fiestas y conocíamos a las mismas personas.
Elsie rueda sus ojos. —Bueno, entonces no me digas que tuviste un
problema con el estado de ánimo para engancharte con una hermosa
reina cuando un hombre que odias finalmente murió.
Es un recordatorio sombrío de por qué se encuentra aquí, sofocando
nuestra risa.
—¿Y qué habría hecho mamá si hubiera seguido con ello?
Elsie comienza a reírse nerviosamente. —Dijo que iba a conducir el
tractor y a golpear tu trasero si no regresabas en menos de media hora.
Solo la imagen de mi mamá de cincuenta y un años en esa cosa me
hace estallar en carcajadas de nuevo.
Acercándose, Elsie pregunta en voz baja—: Así que, háblame de
ella. ¿Cómo es?
Suspiro. —No lo sé… —Sonrío—. Es divertida. Me hace reír todo el
tiempo, incluso en el trabajo cuando quiero cortar mis muñecas con los
archivos debajo de los que estoy sepultado. Y es inteligente. Más que yo.
Le dije que debería ir a la escuela de leyes. Aprobará todas sus clases si no
molesta mucho a sus profesores. También es talentosa. Hombre, deberías
escucharla cantar. Tiene esa increíble, profunda y áspera voz que…
—No lo creo —corta Elsie, volteándose para mirarme firmemente, sus
ojos brillando—. ¡Es verdad! Mi hermano pequeño finalment e está loco por
una chica.
Oh, Crist o. Cierro los ojos. —¿Ahora t ú vas a empezar?
Su cabeza golpea la mía. —Bueno, no fuiste con “es caliente”.
—Bueno, eso es un hecho. Solo trataba de darte algo extra. ¿Quieres
escuchar lo caliente que es? ¡Bien! Tiene ese trasero redondo y apretado
que solamente quiero…
—¡Guácala, Ben! —Elsie me golpea el bíceps con uno de sus nudillos
escuálidos, no lastima, pero de todas formas la detengo, sonriéndole hasta
que comienza a reír, acurrucándose a mi lado de nuevo.
Hay otra larga pausa. —Darrin y yo terminamos. ¿Mamá te dijo?
Puedo escuchar la tristeza en su voz. —No. Pero la escuché decirle
algo sobre eso a papá… ¿Estás bien?
Se encoge de hombros. —Sí. No. No lo sé. Lo amo demasiado, Ben. Y
éramos felices la mayor parte del tiempo, excepto cuando no estábamos
juntos y era mi culpa. No podía confiar en él. No tenía razón para no
hacerlo y aun así ahí me encontraba, revisando constantemente su correo
electrónico y su teléfono, acusándolo cada vez que llegaba tarde a casa.
—Por supuesto que no podías. Mira lo que viste al crecer.
—Son solo mamá y papá, no todo el mundo.
—Para un niño que ve eso un día sí y el otro día también, puede ser
t odo.
—Supongo. —Suspira—. No sé si entenderé por qué mamá no pateó
su trasero hace años. Habríamos estado mejor. Es decir, mira a Josh. Es
como si hubiese salido del mismo molde. ¿Sabías que estuvo viendo a otra
mujer por dos meses antes de que Karen lo descubriera? Gracias a Dios
que ella botó su trasero, se lo merecía.
—Al menos está tratando de conseguir ayuda para el alcoholismo —
ofrezco medio bondadoso.
Se sienta lentamente. —El resto de nosotros no somos mucho mejor.
Rita quiere que Jake le proponga matrimonio ahora que se encuentra
embarazada, y él no lo hará. Yo soy una loca desconfiada. —Mueve una
mano casual en mi dirección—. Y mírate a ti.
—Mírame a mí, ¿qué? Oye, nunca le he mentido ni he engañado a
nadie. No he hecho ninguna promesa.
—Sí. —Se voltea para mirarme; la luz de la luna resalta la tristeza en su
rostro—. Y tú vas a perderte todas las cosas hermosas que vienen con el
compromiso. Solo piensa en lo agradable que sería tener una persona en
la que confíes completamente. —Más de una manera casual, declara—:
Reese estuvo aquí el domingo. Lo vio todo. Es parte de esto, quieras o no.
Deberías pedirle que venga el viernes.
Levanto mi teléfono. —Lo hice. No responde y sé que lo leyó. Tal vez
no quiere venir. No la culparía. Es un funeral, Elsie. No una fiesta.
—¿Qué le dijiste? —Frunce el ceño mientras dejo caer mi teléfono en
su mano. Revisando los mensajes, gruñe y luego me golpea en la oreja—.
Eres un idiota. —Tira el teléfono a mi pecho, se pone de pie y camina hacia
la puerta, sacudiendo su cabeza—. Dile que apenas notaste a la chica y
que tú quieres que venga. Buenas noches. —La puerta se cierra con
suavidad detrás de ella.
Estoy mirando fijamente mi teléfono y preguntándome si Reese ya
está dormida. Escuchando a mi hermana mayor, rápidamente escribo:
No me enganché con nadie y quiero que vengas al funeral. Por
favor. Y espero.
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Eli Mirced
Miro fijamente.
Con mi barbilla apoyada en la palma de mi mano, miro por el vidrio,
sobre los cubículos, a la vacía y oscura oficina, imaginando a ese tipo
gigante con sus profundos y adorables hoyuelos, caminando por mi oficina
con esa gran sonrisa, lanzándome un guiño.
Y sigo perdiendo mi tren de pensamiento mientras me imagino a mí
misma saltando en mi motocleta y yendo a verlo. Para ver cómo está. Para
asegurarme de que no está familiarizándose de nuevo con la población
femenina del barrio.
—Oh, Dios —me quejo—. Estúpida, estúpida, estúpida. —La madera
fresca se siente suave sobre mi frente cuando golpeo suavemente mi
cabeza contra mi escritorio. Jack tenía razón. Aquí estoy, t rayéndolo a mi
lugar de trabajo. ¿Qué pasa si no significa nada? Entonces, ¿qué? ¿Qué
pasará cuando regrese? ¿Qué pasa si otra stripper viene a buscarlo? ¿O si
lo veo coqueteando con otra mujer? Me siento como si tuviera algo que
perder aquí.
El odioso de Ben se ha arrastrado en mi corazón. De hecho, estoy
empezando a sentir lástima por Mercy, y todas las otras chicas a las que sin
duda ha dejado a su paso. Lo más aterrador es que eso es lo que lo hace
ser él mismo; un tipo amable, divertido y tolerante que envía un mensaje
de texto para decir hola y llama para pedirle a una chica que le cante
porque él quiere. No esconde quién es; no miente ni promete nada. No
usa estúpidos juegos mentales. Si esas chicas están desorientadas y caen
en la trampa accidental o en el borde y, conscientemente se zambullen
en ello, como yo acabo de hacer, todas caemos eventualmente en el
encanto de Ben.
Y ahora, no puedo respirar bajo el peso de esas consecuencias.
Tengo que salir de aquí.
Ver al mayor de los chicos Morris de pie, en medio del establo, pone
mis pelos de punta. Es como traer de vuelta a la vida a Joshua Morris padre
y pulsar rebobinar veinte años. Hasta en los ojos duros y penetrantes.
—Oye —digo en voz alta, conteniendo un poco la respiración
mientras cruzo la barrera invisible entre el mundo exterior y el reino de mi
padre. Todavía no me gusta estar aquí, incluso después de una semana de
limpieza y de ventilar el lugar y cambiar todas las luces. La humedad en el
aire por la tormenta que se aproxima solo hace que el olor de la madera
sea más fuerte.
Josh se vuelve a mirarme, con el rostro en blanco. No es solo la viva
imagen de nuestro padre, también comparte su comportamiento. Era el
silencioso, el serio al crecer. Un poco solitario, prefiriendo aficiones solitarias
como trabajar en motores. Él fue quien me enseñó a arreglar el tractor del
abuelo.
—Hola, Ben —dice sombríamente. Después de una pausa, se acerca
y envuelve sus brazos alrededor de mi cuerpo, sorprendiéndome con un
abrazo. Dada la diferencia de siete años de edad y nuestras opuestas
personalidades, nunca hemos sido unidos—. Me alegro de que estuvieras
aquí cuando sucedió. —Alejándose, desliza sus manos en sus bolsillos
traseros, pasando sus ojos por el techo abovedado—. Me había olvidado
de lo grande que era este granero.
—Sí. No creerías la basura escondida que encontré aquí. —Al menos
cincuenta botellas vacías de whisky en varios rincones, junto con un
sinnúmero de paquetes de cigarrillos rancios —ni siquiera sabía que papá
fumaba— y algunas revistas sucias de los años setenta, probablemente de
nuestro abuelo, que metí en la maleta de Jake como broma.
—Apuesto que sí —murmura para sí mismo—. ¿Qué crees que por fin
le hizo hacerlo?
—Mamá lo iba a dejar.
Josh se vuelve a mirarme, la conmoción en su rostro es visible para
cualquier persona. —¿En serio?
—Lo escuché con mis propias dos orejas. Ella tuvo suficiente. —Dudo,
no estando seguro de si quiero admitir el resto—. Lo oí llorar.
Entendimiento atraviesa por los ojos de Josh cuando se da la vuelta
hacia la negra pieza de nogal que tiene el ADN de papá. Había estado
delante de ésta con una motosierra a principios de la semana, pero no me
atreví a cortarla. —Lloré cuando Karen me dejó, a pesar de que me lo
merecía.
Niego. —No lo entiendo, Josh. Odiabas a papá por lo que le hizo a
mamá, ¡tanto que no has estado aquí en ocho malditos años! Y sin
embargo, te diste la vuelta e hiciste lo mismo.
—Lo sé. —Su mejilla se infla cuando su lengua empuja contra la
pared de su boca—. Lo tenía todo y lo tiré a la basura. Ojalá tuviera una
buena razón, pero no la tengo. —Hace una pausa—. Me pregunto, si
mamá le hubiese echado hace años, si él tal vez hubiera recibido ayuda...
Tal vez nada de esto...
—Escucho a dónde vas con esto y no me está gustando una jodida
mierda, Josh. —Siento que mi espalda se pone rígida mientras estoy de
pie—. Nunca trates de echarle la culpa a mamá. Todo lo que hizo fue
amar demasiado a ese imbécil.
—No la estoy culpando, yo solamente... —Su voz se apaga al tiempo
que camina en círculos—. Estoy con todo esto de los doce pasos en este
momento, y se supone que debo decir que lo siento. Tengo toda una gran
cantidad de cosas que lamentar. Siento no haber estado aquí para
ayudar. Siento haberle dado la espalda a mamá.
—No eres el único —le recuerdo, y mi repentina llamarada de ira
desaparece rápidamente.
—Sí, pero soy el mayor. No obstante, aquí estás, de pie junto a mamá
a pesar de todo, aún salvando el día.
—No siempre. —Le doy al nogal negro una ligera patada.
—Me sorprende que el idiota no perdiese algo más pronto, por la
forma en que bebía —murmura Josh al tiempo que un trueno suena en la
distancia—. Sabes, siempre quise ser más como tú. Incluso cuando eras
solo un niño y yo casi terminaba la escuela secundaria. —Pateando un
trozo de madera, una pequeña sonrisa aparece en su boca—. Siempre has
sido t an condenadamente feliz y despreocupado. Todo resbalaba por tu
espalda. Todo el mundo te quería. Eras tan diferente a él. No como yo. —
Aprieta los dientes—. Hizo falta que perdiera todo; mi esposa, mis hijos, mi
casa, para ver eso. —Deslizando sus manos en los bolsillos, se vuelve para
mirarme con sombría determinación—. Ya me he cansado de ser como él,
Ben. No voy a vivir mi vida como si estuviera pre-programado para ser
Joshua Morris padre. No he tocado una bebida en seis meses; v eo a mis
hijos cada vez que puedo. Los llevo a sitios. Hablo me río con ellos. Les
hago saber que su padre los quiere. ¿Y Karen? —Su cabeza se inclina en
sumisión—. No sé si alguna vez me va a dar otra oportunidad, pero haré
todo lo que pueda para cambiar. No quiero estar en un charco de mi
propio vómito dentro de veinte años porque no viví la vida que podía
tener. Todos necesitamos echar un buen vistazo a nuestras vidas. Si ha
habido algo de este hombre que nos esté frenando, ahora es el momento
para dejarlo ir.
Asiento en silencio mientras otro ruido sordo llena el cielo. —Tal vez
deberíamos entrar. Va a haber una grande esta noche.
—Sí —concuerda. Ambos giramos y caminamos hasta el borde del
granero, de pie uno al lado del otro mientras miramos hacia los árboles, los
zarcillos de musgo español balanceándose mientras el viento se levanta y
la lluvia empieza a caer, primero en gotas pesadas al azar hasta que, tras
diez segundos, el cielo de pronto se abre y las hojas comienzan a caer.
Una sola luz alumbra sobre la loma de la calzada. Entrecerrando los
ojos, murmuro para mis adentros—: ¿Es esa...? —Mi estómago da un vuelco
gigantesco cuando la Harley se desliza hasta el camino de entrada, su
bajo ruido compitiendo con el trueno de encima. Pelo rubio y morado se
escapa por debajo de un casco.
—¿Quién es? —pregunta Josh.
Sonrío, mis entrañas tensándose de emoción. —Esa es mi chica, eso
es lo que es. —Y en este momento, lo digo en serio.
Nos movemos hacia un lado mientras Reese sigue acercándose, sin
detenerse hasta que deja su moto en el granero, con la ropa empapada.
La veo sacarse su casco y apartarse el pelo de su hermoso rostro. Nunca
quise besar tanto a una chica en mi vida.
Ojos de color caramelo se dirigen hacia mí, vacilantes. —Ya sabes
cómo soy en las mañanas. Me imaginé que sería mejor venir aquí esta
noche.
—Y porque no podías soportar estar lejos de mí por otra noche, por
supuesto —le respondo, poniéndola a prueba.
Cuando veo que traga con fuerza y el rubor aparece en sus mejillas
mientras aparta su mirada hacia el suelo, de una forma muy poco propia
de Reese, sé que tengo razón.
Y estoy condenadamente feliz por ello.
Parpadea, dirigiendo su atención a Josh y ofrece su mano. —Hola,
soy Reese.
—Puedes hacer toda esa mierda de saludar mañana. —La alcanzo y
envuelvo mis manos alrededor de su cintura, elevándola y sacándola de la
moto como a una niña pequeña.
Y entonces, la pongo encima de mi hombro y me dirijo hacia la
lluvia. Apenas la siento.
Traducido por florbarbero
Corregido por Victoria
No lo creo.
Yo, Ben Morris, tengo novia. Por lo menos, creo que la tengo.
Haciendo a un lado las flojas amenazas de daño corporal, no entramos en
detalles.
Giro mi cabeza para estudiar la figura quieta de Reese, mientras
toma respiraciones largas y lentas, con su cabeza acurrucada en el hueco
de mi brazo y su cuerpo caliente, desnudo contra el mío. Es como un
dragón dormido, tan pacífico en sueños, tan fiero cuando se encuentra
despierto. Y no puedo esperar para que esté despierta de nuevo.
Esta noche fue... esclarecedora.
Pasé de ser un idiota engreído que se encontraba seguro de tenerla,
a sentir que mis entrañas se desgarraban pensando que volvería con su ex,
a estar completamente en un jodido éxtasis cuando me eligió a mí.
Reese me quiere a mí y solo a mí.
Si tan solo lo hubiera sabido en ese entonces, cuando vi a esa chica
de cabello púrpura caerse de su silla en su estado de embriaguez... sonrío
en mi interior, incapaz de evitar que mis brazos se ajusten alrededor de su
pequeño cuerpo.
Asimilo las palabras que Josh dijo más temprano. Dejar que los fallos
y errores de mi papá dictaran cómo viviría mi vida es el peor error que
puedo cometer. Y me guste o no, es lo que he hecho. Dejar escapar a una
chica como Reese porque temo ser como mi padre, solo conducirá a una
miserable vida solitaria. Lo irónico es que, no sé si hubiera apreciado eso si
ella no hubiera estado ya aquí, al alcance. Mostrándome lo que tengo
que perder.
Me inclino sobre ella, incapaz de evitar darle un suave beso en los
labios. Deja escapar un gemido débil en respuesta, pero, por lo demás, no
se mueve. Estoy tentado a despertarla, pero no lo haré.
Mañana será un largo día para t odos nosotros.
Eso me recuerda... La muevo, apartándola de mí tan gentilmente
como es posible, y luego me siento, ganándome un pequeño gruñido de
protesta. Alcanzo la mochila apoyada contra la pared junto a la cama, y
abro silenciosamente el bolsillo exterior que Mason me describió cuando
llamó. Dentro se encuentra una pila de sobres atados fuertemente con una
banda elástica.
Las respuestas a las preguntas que ella ha formulado todos estos
años.
No sé lo que piensan Jack y Mason, dejando que sea yo quien haga
esto. Mason dijo que planeaban mostrarle todo esta noche en la cena. Eso
es una locura. No veo cómo puedes entregar este tipo de noticias sobre un
plato de papas fritas. Por otra parte, creo que probablemente no hay un
buen momento para darle a conocer esto a una chica como Reese.
Hacerlo cuando se encuentra aquí, en un lugar que puedo decir que ama,
lejos de la civilización, conmigo para contenerla, puede ser la mejor
opción.
Solo espero que ella también lo vea de esa manera.
Traducido por Diana
Corregido por SammyD
—¡Me encanta estar a esta hora del día aquí arriba! —grita Reese
por encima del rugido del motor mientras mete la cuarta marcha en el
buggy y se desvía para evitar un bache en el camino, el sol del final de la
tarde de noviembre empezando a descender por el horizonte.
—¿Podemos no añadirnos a la cuenta de funerales de esta semana?
—grito en respuesta, agarrando la barra antivuelco con los nudillos
blancos. La mujer es una maniaca detrás del volante. No sé cómo todavía
no ha estrellado su moto y estoy empezando a pensar que no la quiero
sobre ella más, porque solo es cuestión de tiempo antes que lo haga. La
única razón por la que le tendí las llaves es porque sabía que necesitaría
tener un poco de diversión antes de que dejara caer la gran bomba sobre
su cabeza.
—Gira a la izquierda por aquí. —Señalo y espero mientras ella gira en
la esquina, dejando el viejo tractor amarillo de mi abuelito a la vista.
Llegamos a una parada con derrape, una nube de polvo ondeando
detrás de nosotros y la radiante sonrisa de Reese haciéndome tener
segundos pensamientos respecto a este plan. Tal vez debería simplemente
cogerla en brazos y volver a llevarla a nuestra habitación del ático. Pero
no. Eso no cambiará nada. Ella necesita saber esto y yo siempre he sido el
tipo de chico de “quitar la tirita”. Si alguna vez descubre que me guardé
este tipo de noticia en vez de dejarla saber al instante, no confiaría en mí
otra vez. La simple idea de eso hace que mi estómago se apriete.
Saco las llaves del contacto de un tirón —si la mujer va a correr,
tendrá que ser a pie—, y salgo del buggy. Recogiendo el bastón, paso por
el mismo proceso que he hecho durante años, haciendo sonar el camión
para asustar a cualquier cosa que esté viviendo dentro.
Reese, habiéndose cambiado a pantalones vaqueros y una
camiseta, se alza hasta el portón trasero. Una rara y pacífica sonrisa
descansa en sus labios. Sé que no la he visto en ella nunca antes. Obligo a
mi cuerpo a quedarse inmóvil, a simplemente quedarse allí y mirarla fijo
durante un largo rato.
Odio que esté a punto de perderla.
—¿Por qué me estás mirando de esa manera?
Dudo. Y luego extiendo la mano hacia atrás y saco el montón de
sobres que están metidos en la parte de atrás de mis vaqueros.
Los ojos de Reese se estrechan. —Mason tenía esos sobres ayer.
Mi pulgar pasa a través del montón —cinco sobres blancos y uno
amarillo. Se supone que mantenga el amarillo hasta el final. —¿Han
hablado Mason y tú sobre tu padre recientemente?
—Sí. La semana pasada. —Sus ojos se lanzan hacia los sobres—. ¿Por
qué?
Con un suspiro, me acerco para sentarme a su lado en el portón. —
Mason le contó a Jack sobre tu ex. Sobre cómo el tipo está viviendo en
Miami y se ha vuelto a casar, y cómo tú has estado en contacto con él. A
Mason le preocupa que estés en una misión para castigarle.
Su cabeza cae hacia atrás con un fuerte gemido. —¡Maldición! ¡Te
dije que no se puede confiar en ese tipo!
—Solo… espera, Reese. Déjame terminar. —Hago una pausa—.
Mason estaba preocupado; esa es la razón por la que dijo algo. Y por
supuesto Jack también estaba preocupado. Él ha estado preocupado por
ti desde que te recogió de Jacksonville. Preocupado de que vayas a
volverte tan amarga como tu madre después de haber sido tan herida.
—¡Yo no soy Annabelle! —Sus mejillas se están volviendo rojas por la
ira, haciéndome sostener las manos en alto en rendición.
Hasta el momento, esto no está yendo bien.
—Sé que no lo eres. Pero, solo escucha. Lo que sea que hablaron
Mason y tú… buen, él pensó que era buena idea encontrar a tu padre
para que pudieras obtener su lado de la historia. Ver qué tipo de hombre
deja a una niña de cinco años en un restaurante y por qué. Tal vez tenía
una buena razón. Tal vez simplemente era un imbécil y tu madre tiene
razón al odiarle. Pero es bueno saber, ¿no crees? —Saber qué era mi
padre y, más importante, qué no soy yo, me ha ayudado a tomar algunas
decisiones importantes en los pasados días. Incluyendo la que me condujo
a sentarme aquí con Reese—. Jack estuvo de acuerdo con él. Así que
llamó a la firma de investigadores privados el lunes por la mañana y le
pidió al tipo que investigara. —Tomo una respiración profunda—. Le halló,
Reese. Encontró a tu padre. Resulta que no era tan difícil, después de todo,
si sabías por dónde empezar a buscar.
Observo mientras la sangre se drena del rostro de Reese, hasta que
sus mejillas normalmente rosadas son de color blanco, haciendo que sus
ojos color caramelo se vean de un amarillo enfermizo. —Bueno, ¿dónde
está? —Sale con brusquedad, aunque sé que lo que suena como ira en
realidad es miedo. Su atención pasa al montón de sobres en mi mano. Uno
de ellos tiene un sello de “devolver al remitente”. Los otros ni siquiera fueron
enviados nunca.
Deslizo el primero en su mano temblorosa.
Aclarándose la garganta, levanta lentamente el sello. —Estos ya
fueron abiertos. —La acusación en su tono es obvia—. ¿Los leíste?
—No. —Mason admitió que él y Jack los habían leído primero, no
queriendo darle a Reese algo que podría devastarla.
Con una respiración profunda, saca la primera carta, una sola hoja
de papel rayado con caligrafía similar pero un poco más pulcra que la de
Reese.
No hay mucho más que yo pueda hacer, así que simplemente me
siento en silencio a su lado, tendiéndole un nuevo sobre cada vez que
termina el último.
Observando las lágrimas empezar a descender por sus mejillas.
Y cuando le tiendo el amarillo, el que contiene una copia del
informe oficial dentro, con el revelador sello en la parte frontal, ella se
queda completamente inmóvil.
Su voz es áspera cuando susurra—: Después de todo este tiempo, en
realidad soy justo igual que ella, ¿verdad?
Traducido por Vanessa Farrow & CamShaaw
Corregido por Miry GPE