Sunteți pe pagina 1din 9

Procrastinación: dejarlo todo para mañana

DEFINICIÓN DE PROCRASTINACIÓN SEGÚN


DIFERENTES AUTORES
– Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española indica que la palabra procrastinación
se forma a partir de dos términos que provienen del latín: pro (a favor de) y crastinare (relativo al día de
mañana), por lo que literalmente significa posponer, diferir, aplazar o dejar para mañana (García, 2008; Steel,
2011).
– “Uno de los grupos líderes en investigación sobre procrastinación (Ferrari et al., 1995) la define como
postergación en el inicio o conclusión de una actividad específica, mediante la realización de una actividad
innecesaria o menos importante, acompañada de un estado de ansiedad”.

– Neenan (2008) propone que es un error considerar a la procrastinación como simple holgazanería o
pereza porque ésta última es la resistencia a emprender una acción, mientras que la procrastinación implica
estar ocupado, realizando una actividad substituta (p.e., navegar ociosamente en internet), para evitar seguir
adelante con la actividad prioritaria que requiere de acción en el momento presente (p.e., preparar una
exposición para presentarla frente al grupo en la próxima clase).aunque las consecuencias puedan ser
negativas para la misma persona

– Según la Dra. Sapadyn (City University of New York) existe una taxonomía con seis tipos diferentes:

Perfeccionistas: Quieren que cada proyecto sea perfecto, esto generalmente los “congela” por miedo a no
lograr este objetivo irrealista, aunque hayan sido ellos mismos los que hayan definido los objetivos.
Soñadores: Sufren de “pensamiento mágico”. “Va a funcionar todo bien”, dicen, aunque no hacen nada para
acercarse a sus objetivos.
Generadores de Crisis: Dicen que normalmente trabajan mejor bajo presión, pero para ser más precisos,
prefieren protestar y generar crisis para no hacer en definitiva ninguna tarea.
Atormentados: Sus miedos consumen sus procesos de pensamiento e impiden que cualquier tarea sea
realizada, mientras imaginan y meditan en cada posible escenario de desastre y fracaso.
Desafiantes: A estas personas les molesta las asignaciones de tareas, retomando control de sus vidas
rechazando el trabajo en forma oportuna y cooperativa, o directamente en forma frontal.
Sobrecargados: Conocidos también como “los complacientes”, esta gente no puede decir que no, y por lo
tanto toma más y más responsabilidades sin ninguna expectativa razonable de ser capaces de cumplir sus
obligaciones.

– William Knaus en, “Superar el hábito de posponer”, propone una serie de características personales
que son propias de una persona con tendencia a la postergación.Establece las siguientes teorías:

Creencias irracionales. Basada en una autoimagen negativa o muy pobre, de forma que en individuo se ve
como inadecuado o incompetente, o ven al mundo con demasiadas exigencias que no se ven capaces de
cumplir.
Perfeccionamiento o medo al fracaso. Postergar y justificar un resultado final por falta de tiempo, sirve de
excusa para evitar el miedo al fracaso, en tareas donde no hay garantías de éxitos. Son personas
perfeccionistas y autoexigentes, que se marcan metas poco realistas.
Ansiedad o catastrofismo. El cúmulo del trabajo supone un cúmulo correlativo del nivel de ansiedad.La
dificultad para tomar decisiones y la búsqueda de garantías de éxitos antes de iniciar una tarea, provoca
finalmente sentimientos catastrofistas, y como resultado se sienten saturados e indefensos. Puede sentir
autocompasión, escosándose en que no son aptos para las exigencias del mundo en el que le ha tocado vivir.
Rabia e impaciencia. Las exigencias desmesuradas y el catastrofismo que provoca también rabia e
impaciencia. Pueden surgir ideas del tipo “yo debería ser capaz de realizar esto solo” o “no puedo tolerar esta
ansiedad”. Esta persona perfeccionista, al no cumplir con las metas que se marcan, se muestran agresivas
contra sí mismos. Por esta razón terminan atrapados en un círculo enfado-rebelión que empeora su
rendimiento.
– O’Donohue y Rabin, establecen que la procrastinación es un fenómeno que influye en el retorno de la
utilidad. Abordando el problema desde el locus de control del sujeto, consideran que la procrastinación se ve
influidas por unos sistemas de recompensas.

Siguiente páginá procástinácion


Si alguna vez has retrasado una cita con el dentista, has pospuesto para el próximo
mes el propósito de apuntarte al gimnasio y nunca encuentras el momento de
ordenar esos malditos papeles o arreglar el grifo de la cocina que gotea... tranquilo,
no eres el único. Aplazar los asuntos pendientes, o dejar para mañana lo que
podrías hacer hoy, es una costumbre muy humana conocida como procrastinación.
Y es muy habitual a pesar de que tiene un coste elevado, ya que los retrasos
evitables generan pérdidas de productividad, además de causar estragos
emocionales, principalmente mermando la autoestima.

Científicos de la Universidad de Constanza (Alemania) han estudiado a fondo la


procrastinación y han llegado a la conclusión que las personas se comportan así
porque creen que el día de mañana será más adecuado para poner en práctica
lo planeado. También han demostrado que la tendencia a procrastinar es menor si se
plantea la tarea en términos muy concretos y específicos. Lo normal es que se pase
por tres etapas distintas durante la procrastinación: una primera etapa
de incomodidad por esa actividad que debes hacer, una segunda de ocupación a
través de otras actividades menos importantes y una tercera de justificación en la
que suele aparecer la famosa frase de "mañana será otro día".

Estos últimos años hemos incorporado una nueva palabra a nuestro léxico
cotidiano: procrastinar. La RAE la define como diferir, aplazar y es, en efecto, el
incumplimiento del precepto: “no dejes para mañana lo que puedas hacer
hoy”. Procrastinar es dejar algo para mañana, para dentro de una semana o para
dentro de unas horas. Se trata de aplazar aquello que es importante para
dedicarse a lo que no lo es tanto o a lo que es directamente superfluo. Dentro de
la procrastinaciónpueden entrar actividades del ámbito laboral, como el famoso
informe que el jefe lleva días reclamándonos; del mundo académico, como la
redacción de la tesis con la que nunca nos ponemos o con el estudio. También
hay otras en las que el principal demandante somos nosotros mismos, como
aquella novela que llevamos años queriendo empezar y para la que nunca
encontramos el momento propicio. En lugar de todo esto, nos dedicamos a otras
tareas, como leer el periódico o brujulear por las redes sociales. Tareas estas que
pueden ser gratificantes pero que implican un nulo grado de compromiso personal.
Hasta que el fenómeno no comenzó a ser estudiado por los psicólogos, el
procrastinador era considerado como un vago, fundamentalmente. Y cierto es que
los hay y que en realidad posponen las cosas porque les puede la pura pereza
pero, a diferencia de la vagancia, la procrastinación genera estres, ansiedad,
remordimientos y lesiona la autoestima.
La procrastinación genera estres, ansiedad y
lesiona la autoestima
Al contrario de lo que hasta ahora se pensaba, las últimas investigaciones señalan
que el procrastinar tiene que ver con un excesivo perfeccionismo. Este, en
psicología consiste en la creencia de que la perfección existe como entidad
autónoma y se puede alcanzar. El problema es que el perfeccionista considera
que no solo se puede sino que se debe alcanzar la perfección en casi todas las
actividades en las que uno se implica. El posponer constantemente una actividad
puede ser la respuesta al miedo y parálisis cuya causa es el querer alcanzar en
todo ese ideal de perfección. Ideal que no se percibe como tal, claro está. Piers
Steel, investigador de la Universidad de Calgary, ha acuñado una fórmula para
explicar el fenómeno de la procrastinación. Recibe el nombre de teoría de la
motivación temporal y explica la procrastinación como efecto de un perfeccionismo
paralizante.
Fórmula de la procrastinación o teoría de la motivación
temporal
U=EV/ID
U es la utilidad de la tarea una vez concluida. El valor asignado a la misma es
proporcional al producto de las Expectativas (E) por el valor que le damos a
terminar el trabajo (V) e inversamente proporcional a la inmediatez (I) y a lo
sensible que sea cada persona a los retrasos de la actividad. Es decir, según esta
fórmula, aquellas tareas que más nos importan y que queremos que nos salgan
mejor son las que posponemos con mayor frecuencia.

Otra explicación de la procrastinación es genética y evolutiva. Según esta, el


cerebro humano es el causante de este postergar lo importante, tan característico
del ser humano. ¿Por qué? Porque todavía hay partes de su funcionamiento
ancladas en la vida que llevaba el hombre en las cavernas. Nuestros ancestros no
conocían una vida con conceptos de medio o largo plazo. Todo era inmediato: la
satisfacción de los apetitos, la defensa ante los peligros y la planificación y
ejecución de tareas. Si en Altamira querían pintar bisontes en la roca los pintaban
al momento y punto. Por otro lado, no había surgido todavía ningún vanguardista
que ya hubiese hecho eso antes y al que hubiese que igualar en perfección. Así
pues, nuestro cerebro actual conservaría restos de ese atavismo y preferiría la
satisfacción inmediata que proporciona ver vídeos de gatitos por internet a escribir
la próxima Guerra y Paz.
rocastinación: Los cuatro factores de Steel.
por Gabriela Maldonado | Mar 15, 2018 | Gestión de las emociones | 0 Comentarios

Como ya comentamos en este artículo acerca de la acción de postergar las tareas, existen
muchos factores que nos inducen a la procrastinación.
Según el autor Piers Steel, todos ellos pueden resumirse en la falta de motivación, idea
desgranada en una fórmula cuyo resultado determinará el éxito o el fracaso de la
consecución de la tarea planeada.

1. Expectativa (¿seré capaz?): se refiere al nivel de dificultad que adjudicamos a la tarea.


Generalmente, cuanto más veces la hemos realizado, más cómodos nos sentimos con ella y
mayores expectativas de éxito auguramos. Si se trata de una tarea nueva o para la que no
tenemos una facilidad concreta, las expectativas de éxito serán mucho menores.
En cierto modo, cuando hay procastinación, puede ser que las expectativas están
relacionadas directamente con la confianza en uno mismo y el optimismo. Cuando los fallos
se suceden de forma continua, empezamos a ver el error antes de ni siquiera intentarlo.
Paradójicamente algunas personas presentan un exceso de confianza en sus capacidades y
tienden a posponer sus obligaciones hasta el último momento. Sin embargo, solemos
encontrarnos lo contrario: la mayoría de procrastinadores tienen un bajo nivel de
autoconfianza. Si creo que no seré capaz de hacer o conseguir algo, pospondré
eternamente comenzarlo.
2. Valoración (¿me gusta?): no todas las tareas que realizamos tienen el mismo valor para
nosotros, es decir, no nos resultan igualmente placenteras. Lo que se pospone puede variar
de una persona a otra. Hay quien siempre plancha a su debido tiempo, del mismo modo que
hay gente que realiza ejercicio a diario o limpia el coche cada semana. Pero todos, cuando
procrastinamos, dejamos para más adelante aquellas cosas que no nos resultan
placenteras. Cuanto más baja sea la valoración de la tarea, más probabilidades habrá de
procrastinar.
3. Impulsividad (¿consigo enfocarme?): varios estudios muestran conexiones entre la
procrastinación y rasgos asociados a la impulsividad: poca meticulosidad, propensión a la
distracción y bajo autocontrol. Cuanta más impulsividad, más fácil será procrastinar. Este
factor está íntimamente relacionado con el siguiente, de hecho en muchas ocasiones se
expone esta teoría uniendo ambos en un solo concepto: el tiempo.
4. Demora de la satisfacción (¿cuándo recibiré la recompensa?): no es lo mismo saber
que la tarea terminará en diez minutos, o que disfrutaremos de los beneficios de llevarla a
cabo de forma inmediata; que tener que esperar días, o incluso semanas.
Por lo general, cuanto más cerca estamos de la recompensa o del sentimiento de
autorrealización, más valioso parece el premio. Es decir, la gratificación o satisfacción
inmediata suele resultar más motivadora que cuando es a largo plazo. Por ello, cuanto más
tarde llegue la recompensa, más fácil La procastinación.
Más allá de facilitar un valor numérico, lo interesante de esta ecuación es entender cómo
se relacionan los diferentes factores entre sí.
Por ejemplo, si ante una actividad con un alto valor, como puede ser el ejercicio físico, nunca
nos calzamos las zapatillas de deporte y nos ponemos manos a la obra, podríamos considerar
la posibilidad de que la demora a la hora de obtener la satisfacción nos resulte demasiado
alta, ya que los resultados visibles llegarán a largo plazo; o tal vez observar nuestra
impulsividad si es que solemos abandonar este propósito rápidamente.
Reconocer esta situación nos puede dar la pista para reducir nuestra procastinación:
ajustar la gratificación en la que elegimos enfocarnos (los efectos en la sensación de bienestar
y en la regulación de hambre y sueño son más inmediatos que el resultado estético), y
planificar y trabajar de manera más estructurada, siendo realistas con la capacidad del
momento.
Así, el primer paso para preparar nuestros objetivos será saber en cuál de estos cuatro
elementos cojeamos para desarrollar actitudes y hábitos que nos ayuden a dejar de
procrastinar y así realizarnos en diferentes ámbitos.
¿Qué podemos hacer para acabar con la procrastinación?
 Solo unos minutos: diversas investigaciones señalan la utilidad de este “engaño”
a nuestra mente. Muchas veces, las tareas se conciben como enormes antes de
comenzarlas. El hecho de darse a uno mismo la instrucción de que lo que
emprendamos nos llevará solo unos minutos nos ayuda a que acabemos
terminando aquello que consideramos más difícil. Volvemos al símil de la novela:
si uno pretende escribir más de mil páginas del tirón es probable que se acogote y
no escriba ni una línea. Si uno se sienta y decide escribir un rato solo, unos
minutos, es probable que el escribir se acometa de un modo mucho más relajado
y que con frecuencia esos minutos se conviertan en bastante más.
 Romper la barrera del minuto -1: Carlos Arroyo asegura que lo más difícil es
romper la barrera del minuto anterior a comenzar la tarea que consideramos
esencial. Allí es donde más tensión se genera para doblegar el impulso
procrastinador. Si logramos superar esa barrera todo será más llevadero.
 Establecer pequeñas metas: estas deben ser realistas, específicas,
secuenciadas y accesibles. Es decir, deben basarse en la correspondencia entre
lo que deseamos y en nuestras capacidades; no ser tan genéricas que paralicen la
acción (quiero ser el mayor novelista español); que sean pequeños avances en
una meta global y que podamos acceder a ellas pero que no sean tan pequeñas
que impidan percibir progresos.
 Querer lo que se hace y no hacer lo que se quiere: esto recetaba Tolstói para
lograr la felicidad. Muchas veces, lo que tenemos que hacer por el camino hasta
que llegamos al fin deseado es poco grato pero si lo emprendemos con alegría,
animándonos a nosotros mismos y halagándonos cuando toca, se convertirá en un
fin en sí mismo.

Teoría de la motivación temporal


Según esta teoría hay una fórmula para saber lo motivados que estamos para hacer
algo. La propuso Piers Steel, investigador de la Universidad de Calgary, asegurando
que explica la procrastinación. U=EV/ID.

Esa fórmula es la siguiente:

Motivación= EV/IR

Siendo E la expectativa de conseguir el objetivo, V el valor atribuido a ese objetivo,


I la impulsividad y R el retraso.

¿Qué significan esos términos?

La parte de arriba de la ecuación no ofrece muchas dudas. Cuanto mayor es la


creencia en nuestras capacidades para conseguir algo (la expectativa de
conseguirlo) y mayor es el valor que atribuimos a lo que pretendemos,
mayor es la motivación.

Ganar una medalla olímpica puede tener mucho valor, pero si mi creencia en la
capacidad de conseguirla es cero, no me motivará en absoluto para entrenar.

Al contrario, aunque estoy seguro de mi capacidad para comer diez manzanas


seguidas, como el valor que me reporta es muy poco, no estoy motivado para
hacerlo.

Cuando encontramos una meta que nos parece valiosa y nos


consideramos capacitados nuestra motivación es máxima. Es lo que nos
pasa cuando trabajamos para conseguir un ascenso que vemos cerca. Cuando nos
preparamos para cualquier meta que sentimos que podemos conseguir. O cuando
nos enamoramos de alguien que nos corresponde.
Hasta aquí, no hay ninguna sorpresa. No creo que nadie esté en desacuerdo. La
diferencia de la teoría temporal es la importancia que da a otros dos
factores que operan negativamente.

El primero de esos factores negativos es la impulsividad. Ser impulsivo es dejarte


llevar por tus sentimientos y por las tentaciones que van surgiendo. Si te levantas
de la silla cada vez que te apetece comer un helado, tu motivación para estudiar
baja.

El segundo de los factores que influyen negativamente es el retraso, lo que falta


para conseguir tu objetivo. Cuanto más lejos está una meta, mucho menor es la
motivación.

Todos hemos experimentado eso. Desde los estudiantes de última hora hasta los
que devoran polvorones en Navidad pensando que tienen tiempo para bajar de
peso antes de ponerse el bañador.

Cuanto más alejado está un premio, más difícil es que nos


motive. Cuanto más alejada está una consecuencia negativa, menos
influencia ejerce sobre nosotros.

Eso genera muchos problemas. Eso nos hace cortoplacistas y nos impide ver
las consecuencias de las cosas en el futuro. Eso hace complicado aplicar los hábitos
sanos poco apetecibles y l fácil recaer en los hábitos negativos pero que nos
apetecen.

Si supieras que vas a morir de cáncer mañana si fumas, dejarías de fumar de


inmediato, pero como sabes que no pasará nada hasta dentro de unos cuantos años
tienes bastante menos miedo.

Si supieras que estudiando hoy vas a saber hablar japonés mañana, estarías muy
motivado, pero sabiendo que vas a tardar años, es mucho más difícil conseguir la
motivación.

La teoría de la motivación
temporal y la ley de Parkinson
La ley de Parkinson dice que

“El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su


realización”.
Si tienes 6 meses para escribir un libro, no lo vas a acabar en menos de seis meses.

Si tienes un año para estudiar una asignatura, no la vas a acabar antes.

La explicación a la ley de parkinson es la teoría de la motivación


temporal. Si tienes tiempo, entonces el factor retraso será muy alto ( faltará
mucho para lograr tu meta) y no tendrás motivación. Es solo cuando la fecha se
acerca, que el factor retraso se reduce y aparece el monstruo del plazo que acaba.
Entonces la procrastinación desaparece y la motivación aumenta, aunque a veces
sea ya demasiado tarde.

Cómo evitar la desmotivación


cuando falta mucho tiempo para
una meta
Una posibilidad es esperar siempre al final de los plazos. Pero es evidente que eso
sirve solo algunas veces, y las más solo lograrás que te pille el toro.

Por eso es mejor establecer lo que yo llamo el sistema de las metas volantes.

¿Qué es el sistema de las metas volantes?

En una etapa ciclista, los corredores tienen un claro incentivo al final del día.
Cuando se acerca la meta, todos quieren llegar los primeros.

Pero para el espectáculo es mejor que los corredores se esfuercen antes por ir en
cabeza. Para eso se utilizan las metas volantes, que son un premio que se da al
corredor que pase el primero por un punto de la etapa distinto al final.

Las metas volantes tienen varias ventajas:

 Acercan la recompensa, aumentando la motivación.


 Sirven de referencia para saber lo cerca que estamos de lograr nuestros
objetivos.
 Permiten una mejor distribución del esfuerzo.

¿Cómo establecer las metas volantes?


Haz una distribución sensata de los esfuerzos a lo largo del tiempo, y establece
un resultado cuantificable. No “avanzar mucho en el libro” sino “llegar a la
página 300”.

Fija un momento de referencia para comprobar el cumplimiento de los


objetivos. Ese momento ha de ser claro. No vale con decir “en unas semanas” o “en
abril” sino “el 20 de abril”.

Utiliza las recompensas o los castigos. “Si peso más de 85 kilos el 1 de junio no
comeré en restaurantes durante todo el mes.” “Si he escrito más de 100 páginas del
libro el 23 de octubre, me compraré un cuaderno Moleskine”.

La falta de tiempo es una presión que nos obliga a esforzarnos. Pero no


es necesario que esperemos al momento final para utilizarla. Podemos
aprovechar su fuerza con el método de las metas volantes

S-ar putea să vă placă și