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Nueva Antropología

ISSN: 0185-0636
nuevaantropologia@hotmail.com
Asociación Nueva Antropología A.C.
México

Minello Martini, Nelson


Masculinidades: un concepto en construcción
Nueva Antropología, vol. XVIII, núm. 61, septiembre, 2002
Asociación Nueva Antropología A.C.
Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=15906101

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MASCULINIDAD/E S

Un con cept o en con st r u cción 1

Ne lson Min e llo Martin i*

I. INTRODUCCIÓN seminarios y conferencias sobre los varo-


n es (Sega l, 1990; Con n ell, 1995; P et er -

H
a y u n a evid en t e exa ger a ción sen, 1998).
cu a n do se a fir m a qu e “h oy en Los p a ís es a n glófon os (en es p ecia l
día, si un texto no tiene la pala- Gr a n Br et a ñ a , los E st a dos Un idos, Ca -
bra ‘mujeres’ en el título, probablemente n a dá , Au st r a lia ) lleva n la dela n t er a en
t r a t e a cer ca de los h om br es” (Kim m el, esta producción. Sin embargo, no son los
1992: 129). Pero esta hipérbole tiene una únicos; también podemos encontrarla en
base real; proliferan los libros, artículos, Alem a n ia , F r a n cia o los pa íses esca n di-
n a vos, a sí com o en Su dá fr ica o J a pón
1
Un a fr u ct ífer a , a gr a da ble y a ca dém ica m en t e (Connell, 2000) y en América Latina.2
estimulante relación con J avier Alatorre Rico en el
Sem in a r io “Apr oxim a cion es t eór ica s a la m a scu li- * Cen t r o de E st u dios Sociológicos, E l Colegio
n ida d”, or ga n iza do en el P r ogr a m a Un iver sit a r io de México.
de Est udios de Gén er o (P UE G) de la UNAM —t a r ea a 2
El interés por estos estudios fue creciente. Una
la que luego se incorporó Lía Rojas Mira—, me per- muestra de ello puede verse en la reunión rea liza -
mitió esta blecer un enriquecedor diá logo sobre la s da en 1988 con los auspicios de la Asociación Britá-
ideas que aquí planteo. Las posiciones expuestas y nica de Sociología, donde 45 mujeres y 56 hombres
los errores que puedan deslizarse no comprometen discu t ieron la t emá t ica de la m a scu lin ida d con es-
a l pr ogr a m a n i a los com pa ñ er os m en cion a dos. t u dios de Alem a n ia F eder a l, Au st r a lia , Ch in a , los
12 Nelson Min ello Ma r t in i

Desde los años sesenta la ola feminis- pa r ece h a ber a dqu ir ido pr esen cia m u n -
ta había producido investigaciones y en- dia l or ga n iza da , con la fu n da ción de la
sa yos sobr e la sit u a ción de la m u jer e Asocia ción In t er n a cion a l de E st u dios de
im pu lsa ba cu r sos u n iver sit a r ios (lla m a - Hombres (IASOM, por sus siglas en inglés),
dos en los Esta dos Unidos. Wom en’s stu- con sede en Noruega.4
d ies). En la década siguiente, la de 1970, Esquemáticamente, puede decirse que
com ien za n a a pa r ecer los Men’s studies; las principales corrientes teóricas que ali-
su particularidad consiste en dejar de lado m en t a r on est os est u dios fu er on desde
al hombre como representante general de a n t es de la déca da de los set en t a la t eo-
la h u m a n ida d y a dopt a r el est u dio de la ría funcionalista de roles, cuyo texto más
m a scu lin ida d y la s exper ien cia s de los conocido en este punto es el de Parsons y
hombres como específicas de cada forma- Ba les, Fam ily, socialization and interac-
ción socio-histórico-cultural. Tales análi- tion process.5 Posteriormente aparecieron
sis se ocupan más de los hombres comu- trabajos influidos por los enfoques psicoa-
n es y d e s u vid a cot id ia n a qu e d e los nalistas feministas, de los cuales T he re-
políticos, los militares o los héroes (Brod, production of m othering, de Chodorow, es
1987). Pero no sólo la academia se intere- el m á s cit a do.6 Ya en los n oven t a , su r ge
sa en la masculinidad; surgen movimien- puja nte una visión inspira da en la pers-
tos, revistas, boletines, que se mantienen pect iva de gén er o, lla m a da por a lgu n os
con diver so éxit o. 3 Al fin a l del siglo XX una revolución teórica en las ciencias so-
ciales (véanse Connell, 1987 y 1995; Ca -
Estados Unidos, Irlanda, Israel y Noruega. En 1982
sólo h a bía podido r ea liza r se u n a r eu n ión m u ch o
m á s pequ eñ a (véa se H ea r n y Mor ga n , 1990: 1). sos, no fue más allá de copiar las legítimas deman-
El mundo francófono (fundamentalmente Fran- da s fem in ist a s); en los och en t a su r gier on gr u pos
cia y Ca n a dá ) t a m bién t ien e u n a pr odu cción im - ligados a los reclamos feministas, al mismo tiempo
por t a n t e sobr e est os t em a s, a u n qu e qu izá s m en os que los movimientos mitopoéticos. Véanse Clatter-
conocida. Además de los trabajos de Elisabeth Ba- ba u gh , 1990; Kim m el, 1998 [1989]; Allen , 1998
din t er h a y qu e r ecor da r los de Ma u r ice Godelier , [1989]; Con n ell, 2000.
4
P ier r e Bou r dieu y de m u ch os ot r os y ot r a s, a pa r e- La asociación publica un boletín periódico, lla-
cidos en revistas como Actes de la recherche en scien- m a do IAS OM N ew sletter; pu ede solicit a r se in for m a -
ces sociales, N ou velles qu estion s fem in istes (F r a n - ción a l Wor k Resea r ch In st it u t e, Box 8171, Dep.
cia ), R ech erch es fem in istes (Qu ebec, Ca n a dá ), por 0034, Oslo, Nor u ega .
5
cit a r t a n sólo a lgu n a s. Véa se, por ejem plo, la pu - Ca r r iga n , Con n ell y Lee (1987 [1985]) u bica n
blica ción con ju n t a de la s dos r evist a s fem in ist a s esta etapa en la “prehistoria” de los estudios de mas-
mencionadas (vol. 19, núms. 2-3-4, y vol. 11, núm. 2, culinidad, con investigaciones previas al surgimien-
1998, r espect iva m en t e) de u n n ú m er o sobr e los to del movimiento feminista . Aunque en su ma yor
h om br es con el su gest ivo t ít u lo de “Ils ch an gen t, pa r t e est á dom in a da por la t eor ía de r oles, los a u -
d isen t-ils”. t or es r ecu er da n dos t ext os sociológicos ya clá sicos
3
La list a es m u y a m plia pa r a in ser t a r la a qu í; qu e n o se coloca n en est a posición : S treet Corn er
en los ú lt im os a ñ os de los set en t a a pa r ecier on los S ociety, de Whyte, en 1943, y mucho antes, en 1927,
gr u pos de a u t ocon cien cia m a scu lin os y t a m bién T h e Gan g, de Thraser.
6
aquellos que reivindicaban los derechos de los hom- E st o n o sign ifica qu e sea la ú n ica cor r ien t e
br es su pu est a m en t e discr im in a dos en la s legisla - psicoa n a lít ica . Un est u dio det a lla do del a por t e de
cion es sobr e divor cio, cu st odia de los h ijos, et c. (la la disciplin a pu ede en con t r a r se en Con n ell, 1987
im a gin a ción m a scu lin a , por lo m en os en est os ca - (ca p. 9) y 1994.
Ma scu lin ida d/es 13

rrigan, Connell y Lee, 1987 [1985]; Pleck, determina al primero y a la vez es deter-
1987, en t r e ot r os). E s t a m bién el desa - m in a da por ést e. E l gén er o, com o ya se-
rrollo de lo que Connell llama “momento ñ a lé, es el h ilo t eór ico qu e per m it e est a
et n ogr á fico”, qu e su br a ya los pr oblem a s difusión (Connell, 1995).
específicos de la masculinidad vistos den- La teoría de roles —dentro del modelo
t r o de u n con t ext o det er m in a do —gen e- estructural-funcionalista— no reconoce el
ralmente pequeños grupos, espacial y so- con flict o, se pla n t ea fu n da m en t a lm en t e
cia lm en t e delim it a dos—, con t ext o del un ámbito individual, es estática, supone
cual se hace una descripción profunda; de difer en cia s m á s qu e r ela cion es en t r e los
ahí la invocación a la etnografía (Connell, sexos y, por lo t a n t o, á m bit os exclu sivos
2000).7 P a r a est e a u t or , el con ocim ien t o para cada uno de ellos. La visión chowdo-
etnográfico profundo permite no sólo pen- riana plantea que la ruptura de la identi-
sar en los individuos concretos, sino tam- fica ción pr im a r ia del n iñ o con la m a dr e
bién en la m a scu lin ida d, com o pa r t e de proporciona la clave para entender la di-
una historia global, signada por la lucha námica emocional del varón adulto. Esta
y la t r a n sfor m a ción (a dem á s de r ecr ea r corriente propone cambios en la división
el concepto de etnia). Los estudios de mas- sexu a l del t r a ba jo y u n a m a yor pa r t ici-
cu lin ida d a pa r ecen en disciplin a s com o pa ción m a scu lin a en la cr ia n za y el cu i-
la h ist or ia (Kim m el, 1987; F ilen e, 1987; dado de los niños en las primeras etapas
Rotundo, 1993), lo que permite ver el cam- de la vida . E n t ér m in os gen er a les, se le
bio y la permanencia, las estructuras jun- ha criticado su cercanía a la visión de ro-
t o con los h om br es y m u jer es de ca r n e y les anterior y su planteamiento normati-
h u eso, el t iem po y su s r it m os;8 a u m en - vo. La per spect iva de gén er o, con el a r -
t a n en la sociología , en los est u dios de tículo precursor de Gayle Rubin en 1975
organizaciones y el mundo público (Hearn —que recoge los aportes de la sociología,
y Parkin, 1987); estos estudios se expan- la antropología y el psicoanálisis—, plan-
den y se hacen más complejos, e insisten t ea el con flict o, el ca r á ct er r ela cion a l de
en la necesidad de tener en cuenta no sólo la masculinidad, la necesidad de estudiar
a l in dividu o sin o t a m bién a la socieda d, las relaciones de poder, de analizar el ca-
en u n in t er ca m bio en el cu a l la segu n da rácter histórico del género y el problema
fu n da m en t a l de la su bor din a ción de la
7
Conway-Long (1994) presenta un estudio muy mujer.9
interesante sobre la antropología y su relación con Con cierto retraso, los estudios de mas-
los est u dios de m a scu lin ida d. Véa se t a m bién la culinidad han surgido también en los paí-
sección “Etnography of the other” en Connell, 1995.
8
Con n ell señ a la cóm o est os est u dios h ist ór icos
ses latinoamericanos.10, 11 Aquí, como allá,
pudieron comprobar que la caracterización del hom-
9
br e com o pr oveedor econ óm ico (bread w in n er), t a n La bibliogr a fía sobr e gén er o es m u y ext en sa ,
ca r a a m u ch os est u diosos, n a ce en Gr a n Br et a ñ a pero pueden verse con provecho Rubin, 1986 [1975];
a lr ededor de la m it a d del siglo XIX den t r o de u n Scot t , 1990 [1986]; De Ba r bier i, 1996 y H a wkes-
a m plio r ea com odo de la s fu er za s socia les del m o- wor t h (in clu idos com en t a r ios y r espu est a ), 1999
m en t o (Con n ell, 1995: 29). Algo sim ila r podr ía de- [1997]; para masculinidad y género, Connell, 1987.
10
cir se de la pr á ct ica de depor t es colect ivos (véa n se Com o en ot r a s r egion es, en el en sa yo, la lit e-
Rot u n do, 1993, Con n ell, 1995; Wh ea t on , 2000). ratura y, menos, en la investigación, el interés por
14 Nelson Min ello Ma r t in i

la s pr odu ccion es fem in ist a s se desa r r o- gén er o com o en foqu e t eór ico (Va ldés y
lla r on en la s déca da s a n t er ior es; en los Olavarría, 1997).13
noventa (con algunos cuantos ejemplos en Aunque es una muestra sesgada y por
los últimos años de 1980), el hombre y la lo tanto estas líneas deben leerse con cui-
m a scu lin ida d se expa n den com o objet os dado, revisando la bibliografía de los tra-
de estudio.12 Un a ca r a ct er íst ica dist in t i- bajos presentados en Valdés y Olavarría
va de la m a yor ía de los t r a ba jos, coin ci- (1997, 1998) pu ede ver se qu e los t em a s
den t e con el m om en t o h ist ór ico en qu e más tratados tienen relación con la salud
su r gen , es a dopt a r u n a per spect iva de r epr odu ct iva y con la pa n dem ia de SIDA,
la violencia doméstica y la sexual, la iden-
el hombre estuvo presente desde antes. Quizás una tidad masculina, el cuerpo, la sexualidad,
ca r a ct er íst ica qu e se com pa r t e er a la de pen sa r la masculinidad hegemónica o el machis-
en una imagen única de masculinidad, sin tener en mo. De alguna manera, muchos de estos
cu en t a cla ses o et n ia s n i, por su pu est o, gén er o. t em a s est á n r ela cion a dos con la s polít i-
E n México p u ed en cit a r s e d es d e F er n á n d ez d e
Liza r di, 1961 [1812] h a st a Ra m os, 1986 [1934];
ca s gu ber n a m en t a les o la s de in t er ven -
Ga r izu r iet a , 1949 [1946]; P a z, 1972 [1950]; o Ra - ción planteadas por las ONG, antes que con
m ír ez, 1977 [1973], y en la n ovela , en t r e ot r os, la ela bor a ción t eór ica . No digo qu e est a
Yá ñ ez, 1993 [1947]; Ru lfo, 1975 [1953]; F u en t es, última preocupación no esté presente en
1962 [1952]; véa n s e r evis ion es cr ít ica s d e es t a los a u t or es y a u t or a s qu e se ocu pa n del
cr ea ción del “h om br e m exica n o” en Ba r t r a , 1996
[1987]; y Lom n it z-Adler , 1995. De ot r os pa íses
t em a , sin o qu e n ot o u n én fa sis dist in t o
m e vien en a la m en t e Gü ir a ldes, 1982 [1926] o cuando reviso estos trabajos y los produ-
Ma r t ín ez E st r a da , 1932, en Ar gen t in a , y la poe- cidos en Europa o los Estados Unidos (por
sía de P a blo de Rokh a en Ch ile y de Ma r io Ben e- ejemplo, los de Brod, Connell, Kaufman,
det t i en Ur u gu a y. La r e-lect u r a de en sa yo, n ove- Messner, por citar unos cuantos autores).
la , p oe s ía , y la r e -vis ión d e l cin e e n cla ve d e
m a s cu lin id a d p r op or cion a m u ch os in d ica d or es
Como trataré de mostrar en la sección
para comprender los actuales modelos de “ser hom- sigu ien t e, a l igu a l qu e su cede con el gé-
br e” en n u est r os pa íses. nero (Hawkesworth, 1999 [1997]), la cons-
11
P or lo m en os en el ca so la t in oa m er ica n o h a - t r u cción t eór ica de la ca t egor ía m a scu li-
br ía qu e t en er en cu en t a n o sólo la s m ot iva cion es nidad no ha cuajado todavía.
polít ico-a ca dém ica s qu e se señ a la r on en los pa í-
ses cen t r a les, sin o t a m bién los in t er eses de los go-
bier n os en el cr ecim ien t o pobla cion a l y la s polít i-
ca s p ú blica s s u ces iva m en t e n om br a d a s com o
con t r ol de n a t a lida d-pla n ifica ción fa m ilia r -sa lu d docentes (véase Valdés y Olavarría, 1997, núms. 2
r epr odu ct iva . Los gobier n os n ecesit a ba n u n m a - a 5). Su r gen a sim ism o los colect ivos m a scu lin os
yor com pr om iso de los h om br es, u n a ct or ba st a n - con t r a la violen cia en Ar gen t in a , México, Nica r a -
t e descon ocido. gu a , P u er t o Rico, Ur u gu a y y ot r os pa íses.
12
No h e r ea liza do u n est u dio exh a u st ivo, per o P or ot r a pa r t e, en el m u n do h ispa n oh a bla n t e
encontré publicaciones e investigaciones sobre mas- dest a ca la difu sión qu e h a n t en ido a u t or es com o
cu lin ida d en m u ch os de los pa íses la t in oa m er ica - Bly o Douglas y Gillette, publicados por editoriales
nos y del Caribe, con calidad diversa. En varios hay de gran tiraje, y la producción autóctona de traba-
asimismo cursos sobre masculinidad (generalmen- jos en esa lín ea , en t r e los cu a les se h a lla n los de
te diplomados); los programas de estudios de géne- Nola sco en Bra sil o los de Kreimer en Argentina .
13
ro incluyen, con mayor o menor extensión, semina- Aunque escasos, existen también aquellos que
r ios y cu r sos de m a scu lin ida d en su s pr ogr a m a s n o lo con sider a n , com o los m it opoét icos.
Ma scu lin ida d/es 15

II. ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO cr ea ción socia l y es posible ca m bia r la


DECIMOS MASCULINIDAD? a ct u a l sit u a ción de dom in a ción );15 c) el
m ovim ien t o de der ech os de los va r on es
O, en otras palabras, ¿cuál es el objeto de (los h om br es est á n su jet os a in ju st icia s
estudio? La respuesta no es sencilla, y hay legales, sociales, etc., y deben luchar para
va r ia s posicion es r espect o de qu é se en - recuperar aquello que consideran sus de-
t ien de por m a scu lin ida d; los in t en t os de r ech os);16 d ) las del desarrollo espiritual,
clasificación parten de enfoques que pri- o m it opoét ica s (la m a scu lin ida d pr ovie-
vilegia n lo polít ico o lo a ca dém ico, y son n e de pa t r on es in con scien t es pr ofu n dos,
varios los modelos explicativos utilizados; los arquetipos planteados por Carl J ung;
por ú lt im o, m u ch os a u t or es señ a la n la la ca r a ct er íst ica m á s m a r ca da es la po-
baja calidad de la ya muy extensa biblio- sición, por lo menos pa ra Bly, de que la s
grafía. Veamos por partes. m u jer es n o desem peñ a n u n pa pel pr e-
p on d e r a n t e e n la con s t r u cción d e la
h om br ía y qu e desde el va r ón y en t r e
Los intentos de clasificación
15
Aqu í t a m bién Cla t t er ba u gh señ a la dos a la s,
E l en foqu e desde el cu a l se cla sifica n o la liberal y la radical (en el sentido estadounidense
con cept u a liza n la s dist in t a s pr odu ccio- del término). La lista podría ser muy extensa, por-
qu e la m a yor ía de los a u t or es qu e se ocu pa n de la
n es a ca dém ica s t a m poco es ú n ico. Cla t - masculinidad podrían integrar esta categoría. Clat-
t er ba u gh (1990) elige dest a ca r el a spec- terbaugh sugiere J on Snodgrass (comp.), A book of
t o sociopolít ico y pr opon e dividir la s en read in gs for m en again st sexism (1977) y J oseph
seis per spect iva s pr in cipa les: a) las con- Pleck y J ack Sawyer (comps.), Men and m asculini-
ser va dor a s (la dom in a ción de los va r o- ty (1974). Yo agrego las compilaciones de Harry Brod
(1987); Mich a el Kim m el y Mich a el Messn er (1998
n es es n a t u r a l, com o t a m bién lo es su [1989]), J eff Hearn y David H. Morgan (1990); Ha-
pa pel pr ot ect or y de pr oveedor econ óm i- r r y Br od y Mich a el Ka u fm a n (1994); An dr ea Cor -
co [en con t r a r io, véa se n ot a 8]);14 b) la s n wa ll y N a n cy Lin disfa r n e (1994), a sí com o la s
pr ofem in ist a s (la m a scu lin ida d es u n a obras de Robert Connell (especialmente 1995), para
cit a r sólo la s m á s im por t a n t es.
16
E n est e pla n o h a y qu e dist in gu ir t r es su bco-
14
Cla t t er ba u gh dist in gu e en t r e los con ser va - r r ien t es: la qu e n iega la exist en cia de pr ivilegios
dor es m or a les y los biologicist a s. De los pr im er os m a scu lin os y sost ien e qu e t a n t o h om br es com o
su gier e la lect u r a de Geor ge Gilder , S exu al su ici- m u jer es su fr en igu a lm en t e los pa peles de gén er o;
d e (1973), y Willia m R. H a r bou r , T h e fou n d ation una segunda que postula la existencia de un poder
of conservative though (1982); de los segundos, bio- erótico femenino que sojuzga a los varones; por úl-
logicistas, señala no sólo las obras de Edward Wil- timo, la que sostiene que las mujeres usurparon el
son sin o t a m bién P ier r e va n den Ber gh e, H u m an legít im o m a yor poder m a scu lin o y es t a r ea de los
fam ily system . An evolu tion ary view (1979), y Da - h om br es r ecu per a r lo.
vid Barash, S ociobiology and behavior (1982). Véa- En cuanto a sus obras, Clatterbaugh menciona
se a sim ism o St h eph en J a y Gou ld, T h e m ism easu - H er b Goldber g, T h e h azard of bein g m ale (1976),
re of m an (1981). En cuanto a la crítica a la posición T he new m ale (1979) y T he inner m ale. Overcom ing
s ociob iológica , vé a n s e An n e F a u s t o-S t e r lin g, roadblocks to intim acy (1987). Véase también Ber-
M yth s of gen d er (1985) y P h ilip Kit ch er , Vau ltin g t oia y Dr a kich (1998 [1989]) pa r a Ca n a dá y su bi-
am bition . S ociobiology an d th e qu est for h u m an bliogr a fía pa r a Au st r a lia , H ola n da y los E st a dos
n atu re (1985). Un idos.
16 Nelson Min ello Ma r t in i

va r on es es com o d ebe con s t r u ir s e la Desde la a n t r opología —per o pu ede


masculinidad);17 e) las planteadas por los ext en der se a ot r a s cien cia s socia les—,
enfoques socialistas (la masculinidad tie- Gu t m a n n sost ien e la exist en cia de cu a -
n e su s r a íces en la est r u ct u r a de cla ses tro fórmulas para entender la masculini-
de la socieda d; el cost o de la m a scu lin i- dad: todo lo que hacen o piensan los hom-
da d es la a lien a ción ), 18 f) la s de gr u pos br es; t odo a qu ello qu e h a ga n o pien sen
específicos (de los que Clatterbaugh des- para ser hom bres; lo que piensan o hacen
taca a los varones homosexuales y los de a lgu n os h om br es con sider a dos pa r a dig-
color ), a plica bles a gr u pos ét n icos o r eli- máticos; y, en cuarto término, la masculi-
giosos u ot r a s m in or ía s.19, 20 nidad se encuentra dentro de las relacio-
n es fem en in o-m a scu lin a s, es decir , el
17
Aquí también podrían verse dos vertientes, la gén er o (Gu t m a n n , 1998 [1997]: 49). E l
de Bly y su s segu idor es, m á s difu n dida , y la de pr im er m odelo, em pir ist a y con cier t a
Rowa n , m á s h u m a n ist a , m en os fr eu dia n a . dosis de ingenuidad, confunde género con
E n lo qu e r espect a a libr os de la pr im er a posi-
ción m en cion a da , véa n se Rober t Bly, H om bres d e
sexo; el segundo es un poco más elabora-
hierro, El libro de la nueva m asculinidad , 1992 (en do, per o t a m bién se lim it a a 49% de la
in glés, 1990); Keit h Th om pson , N ew m en , n ew h u m a n ida d; a m bos son ciegos a la cir -
m in d s, 1987 (hay traducción al castellano); Douglas cunstancia, comprobable empíricamente,
y Gillet t e (1993). qu e la s m u jer es t a m bién pu eden t en er
En América Latina puede verse Kreimer, 1991,
así como la revista Uno m ism o, que dirige el propio
prácticas y conductas masculinas. El ter-
Kreimer; en el XXII Congreso de la Asociación La- cer o est a blece u n a n or m a t ivida d qu e,
t in oa m er ica n a de Sociología (oct u br e de 1999), como recojo de Connell más adelante, no
F r a n cisco Álva r ez pr esen t ó u n a pon en cia in scr ip- parece tener en cuenta que la mayoría de
ta en la visión de Bly. los hombres no se acercan ni lejanamen-
An á lisis cr ít icos del m ovim ien t o m it opoét ico
pu eden en con t r a r se en Kim m el y Ka u fm a n , 1994;
te a l pa ra digma ; a demá s, se vincula con
Con n ell (1995 especia lm en t e el ca p. 9); F er ber , la t eor ía de los r oles, a ca r r ea n do t oda s
2000; Sch wa lbe (1998 [1989]). las cegueras (a la historia, al conflicto) de
18
Clatterbaugh señala como una posición clási- ést a . E n ca m bio, el cu a r t o pla n t ea u n
ca a Tony Cliff, Class struggle and wom en’s libera- modelo relacional que hace posible un co-
tion. 1640 to the present day (1984); véase también
An dr ew Tolson , T h e lim its of m ascu lin ity (1977);
n ocim ien t o pr ofu n do de qu é es m a scu li-
Ba r ba r a E h r en r eich , T h e h earts of m en (1983). nidad y también femineidad; en otras pa-
19
De acuerdo con Clatterbaugh, la revista Ch an - labras, permite una mayor comprensión
gin g M en dedicó el n ú m er o de in vier n o de 1986 a de la t ot a lida d socia l (en el sen t ido de
la m a scu lin ida d n egr a y el de pr im a ver a -ver a n o Karel Kósic).
de 1987 a la judía; para esta última véase también,
H a r r y Br od, “Som e t h ou gh t s on som e h ist or ies of
Kimmel y Messner (1998 [1989]) plan-
some ma sculinities: J ews a nd other others”, 1994. tean la existencia de tres modelos princi-
Para la comunidad negra véase también Franklin, pa les: el biológico (difer en cia s in n a t a s,
1987; Ma irtin Ma c An Gha ill, 1994. Sobre los gru- ba sa da s en la biología y la gen ét ica , ex-
pos ga y, cf. Ma r k Th om pson (com p.), Gay spirit: plican las distintas conductas de cada uno
m yth an d m ean in g, 1987.
20
Nót ese el sa lt o lógico del a u t or , qu e de per s-
pect iva s polít ica s globa les pa sa a gr u pos pa r t icu - de colocarlos en un plano teórico distinto del de las
lares, con el peligro —como señala Kimmel, 1992— ot r a s posicion es a n a liza da s.
Ma scu lin ida d/es 17

de los sexos); el basado en los estudios an- tigación científica. Sostiene, correctamen-
tropológicos (los análisis transculturales t e, qu e la Ilu st r a ción iden t ificó m a scu li-
dem ost r a r ía n u n a u n iver sa lida d de r a s- n ida d con r a cion a lida d; sost ien e qu e es
gos comunes en el “ser varón”, ya sea por n ecesa r io in t r odu cir u n a n u eva m et odo-
específicas adaptaciones al medio, ya por logía de in vest iga ción qu e r ecoja los a s-
la organización cultural), mientras el ter- pect os em ocion a les qu e la visión clá sica
cero sería de raíz sociológica (habría acti- dejó de lado.
tudes, conductas, prácticas, consideradas Este autor, filósofo de profesión, habla
socia lm en t e a pt a s pa r a h om br es y ot r a s de tres modelos surgidos a partir del de-
para mujeres). Como señalan los mismos safío planteado por el feminismo. Uno de
a utores, a unque esta s perspectiva s a yu- ellos ser ía el in t egr a do por los h om br es
dan a comprender tanto la masculinidad (ca r a ct er iza dos por Cla t t er ba u gh com o
como la femineidad, resultan limitadas a “pr o fem in ist a s”) qu e r econ ocen su m a -
la h or a de explica r el gén er o y su a cción lest a r a n t e la posición de la m a scu lin i-
específica en distintas culturas (Kimmel da d h et er osexu a l dom in a n t e y desa r r o-
y Messner, 1998 [1989]: xv). Esta afirma- lla n u n a lín ea de est u dios a n t isexist a ,
ción er a cor r ect a en la fech a en qu e se con t r a la violen cia m a scu lin a , el a coso
escr ibió el libr o (1989), per o a lgo in com - sexual, la violación; una segunda, contra-
pleta en nuestro tiempo; en este sentido, puesta, cuyo objetivo es la liberación mas-
a gr ega r ía yo, el pr im er o es u n m odelo cu lin a (m en’s liberation), que se acerca a
esencialista, ahistórico y ciego al género, la posición de la teoría de roles y postula
mientras que el segundo sólo refleja una que también los hombres están limitados,
de la s posicion es en la a n t r opología (el con st r eñ idos (y su fr en por ello) por los
a bu n da n t em en t e cr it ica do Gilm or e, por pa peles qu e la socieda d pa t r ia r ca l les
ejem plo) y olvida ot r a s obr a s a n t r opoló- im pon e. P or ú lt im o, pla n t ea u n t er cer
gica s (en t r e la s qu e h a br ía qu e cit a r la s modelo, que rechaza la interpretación de
de Cor n wa ll y Lin disfa r n e); el t er cer o la m a scu lin ida d sólo com o u n a r ela ción
t a m bién pa r ece r ecoger u n a de la s vi- de poder e in sist e en con sider a r la s con -
s ion es d e la s ociología y d eja d e la d o tradicciones a las que se ven enfrentados
—por la s ra zones cronológica s cita da s— los pr opios h om br es en r ela ción con la
los en foqu es m á s a ct u a les de est a disci- m a scu lin ida d dom in a n t e. Dice Seidler :
plin a .21 “necesitamos tomar en cuenta seriamen-
En otra línea, Seidler (1994 y 1997) es t e lo qu e los h om br es pien sa n y sien t en
más radical y cuestiona la posibilidad de acerca de sí mismos”, es decir, “escuchar
est u dia r la m a scu lin ida d a pa r t ir de la s a los h om br es y per m it ir les expr esa r su
perspectivas teóricas clásicas de la inves- propia experiencia” o, en otras palabras,
sus propias emociones (Seidler, 1997: 3).
La in t r odu cción de los a spect os em o-
21
E n lo qu e r espect a a la t a n cr it ica da visión cion a les es im por t a n t e; du r a n t e m u ch o
biológica , véa se la posición —a t en dible, desde m i
punto de vista— de Treadwell, 1987; para la antro- tiempo éstos se habían dejado de lado. Sin
pología véa se Cor n wa ll y Lin disfa r n e, 1994; pa r a em ba r go, r ech a za r los m ét odos clá sicos
la sociología, Carrigan, Connell y Lee, 1987 [1985]. (por a sí lla m a r los) de la s cien cia s socia -
18 Nelson Min ello Ma r t in i

les con lleva el r iesgo de a r r oja r el a gu a Connell (1995, cap. 3) ofrece una cate-
del baño con todo y niño. No discuto que gor iza ción ba sa da m á s en la s posicion es
Desca r t es, Ba con , Rou ssea u y los filóso- filosófico-teóricas de los autores. Así, ten-
fos de la Ilustración fueron sexistas y eli- dríamos: a) la s cor r ien t es esen cia list a s,
tistas, pero sostengo, con otros, que el li- según las cuales habría un rasgo univer-
beralismo del siglo XVIII es una de las más sa l, el “n ú cleo du r o” en ca da in dividu o,
fu ertes ba ses de los movimientos libera - qu e ser ía la m a scu lin ida d. La m en t a ble-
dores, comenzando por el feminista y con- m en t e, n o h a y a cu er do en ese “n ú cleo
t in u a n do por los de la s dist in t a s m in o- duro” y la elección del mismo es bastante
rías (Coltrane, 1998 [1994]). a rbitra ria .22 b) Las posiciones cercanas a
P or ot r a pa r t e, pen sa n do n o t a n t o en la cien cia socia l em pir ist a (qu e Con n ell
Seidler, sino más bien en muchos de sus llama “positivista),23 donde la primacía está
segu idor es —qu ien es, qu izá s pa r a a h o- en los rasgos y conductas de los hombres.
r r a r se el t edioso t r a ba jo de la in vest iga - Los ejemplos son las escalas de masculi-
ción , ba sa n su s con clu sion es en la expe- n ida d/fem in eida d o la s et n ogr a fía s qu e
riencia personal—, coincido con la postura describen el patrón de vida masculino en
de Coltrane cuando señala: una cultura dada y lo llaman masculini-
da d.24 El sociólogo australiano señala que
No est oy su gir ien do u n a a cept a ción sim -
plista de material emocional o autobiográ- 22
Connell ejemplifica con el texto de Lionel Tiger
fico com o discu r so epist em ológica m en t e
(Men in groups, 1969), un sociobiólogo que plantea
pr ivilegia do. Mu ch os escr it os en los est u - una teoría de la masculinidad basada en la biología,
dios de los h om br es son a u t obiogr á ficos o del que dice que algunos pasajes de su texto pueden
con fesion a les, per o r a r a vez va n m á s a llá ser leídos como ejemplos notables “sobre el pensamien-
de la idea de que a los hombres se les ense- to embrollado, confuso, que la cuestión de la masculi-
ña a ser competitivos y de que tienen pro- nidad parece provocar, en este caso condimentado por
blemas para expresar sus emociones. Uno lo que C. Wright Mills una vez denominó ‘el realismo
se debe proteger contra la tendencia en los alocado’ ” (Connell, 1995, cap. 3, n. 2).
23
escritos de algunos estudiosos a aceptar las No participo de la visión comtiana, pero tam-
poco coin cido con la a dscr ipción , cor r ien t e en m u -
pr opia s em ocion es o sen sa cion es cor por a -
chos ambientes sociológicos, que identifica al positi-
les, sen t ida s com o de a lgu n a m a n er a su -
vismo y a Comte con un crudo empirismo. Considero
periores o más auténticas que otras formas que su posición es mucho más compleja y en ella la
de conocimiento, pues las emociones y sen- t eor ía t ien e m a yor lu ga r del qu e se le qu ier e ot or -
saciones corporales son también socialmen- gar. Véanse Elias, 1982 [1970] y Bunge, 1996.
t e con st r u ida s, con fr ecu en cia a l ser vicio 24
Revísen se Sa n dr a Bem (1974) o Alfr edo Mi-
del poder y la dom in a ción . Opin o qu e los randé, 1997. Para una crítica a las escalas F/M véa-
investigadores deberían concentrarse en la se Anne Constantinople, “Masculinity-feminity: an
em ot ivid a d d e los h om br es , n o p or qu e exception to a fa mous dictum?”, Psych ological B u -
ést a sea epist em ológica m en t e pr ivilegia - lletin, núm. 80, 1973.
Paradigmático en este tipo de etnografía es cla-
da , sin o por qu e pu ede ser u n a lín ea divi-
r a m en t e Da vid Gilm or e, H acerse h om bre. Con cep-
soria ilustrativa para los hombres entre lo
ciones culturales de la m asculinidad, 1994 (1a. ed.
que es y lo que debería ser [Coltrane, 1998 en in glés, 1990). H a n cr it ica do su en foqu e, en t r e
(1994): 40]. otros, Cornwall y Lindisfarne, 1994; Conway-Long,
1994; Con n ell, 1995.
Ma scu lin ida d/es 19

est a posición es cr it ica ble en t r es a spec- se qu eda en el discu r so, ign or a qu e h a y


tos: en toda selección hay ya un punto de mucho más que decir en el análisis social.26
vist a pr evio, n o n eu t r a l; a l ela bor a r u n e) Por último, la del propio autor, un mo-
listado de lo que hacen hombres y muje- delo de estructura de género, donde éste
r es se in t r odu cen , sin r econ ocer lo, ca t e- —y por lo tanto la masculinidad— se or-
gor ía s de gén er o; si h a blá r a m os sólo de ganiza a través de cuatro dimensiones: las
diferencias entre hombres y mujeres, no r ela cion es de poder , la s de pr odu cción ,
r equ er ir ía m os el u so de m a scu lin o o fe- las de cathexis o deseo y las de simboliza-
m en in o (in t r odu cien do el gén er o, ot r a ción .27 La llama sociología política del va-
vez sin reconocerlo). c) La s vision es n or - rón (Connell, 1993: 601), para estudiar los
mativas ofrecen, como su nombre lo indi- espacios y las prácticas de los varones.
ca, una “norma” de cómo debe ser un hom- Al sit u a r la m a scu lin ida d den t r o del
br e. E n foqu e fr ecu en t e en los est u dios género, Connell plantea que es una cons-
sobr e com u n ica ción , es t a m bién la ba se trucción social, histórica; por ende, cam-
de la teoría de roles sexuales. Tales defi- bia n t e de u n a cu lt u r a a ot r a , den t r o de
niciones plantean algunas dificultades, en cada cultura en distintos momentos his-
tanto pocos hombres reales se adecuan a tóricos, a lo largo del curso de vida de cada
la norma; si ello es así, ¿qué utilidad tie- in dividu o y en t r e difer en t es gr u pos de
ne la definición normativa? Por otra par- h om br es de a cu er do con su cla se socia l,
te, no considera el plano de la personali- r a za o et n ia . Al m ism o t iem po, en t a n t o
dad, que nunca puede corresponderse con género, toda vez que estudiamos mascu-
rol socia l.25 d ) E l cu a r t o en foqu e se ba sa lin ida d debem os t en er en cu en t a la s r e-
en la lin gü íst ica est r u ct u r a l y defin e la laciones de poder.
m a scu lin ida d a pa r t ir de u n sist em a de Dich o de ot r o m odo, el sociólogo a u s-
diferencia simbólica, vista como no-femi- t r a lia n o defin ir ía m a scu lin ida d a pa r t ir
n eida d, el lu ga r del poder , del fa lo, pr e- del carácter multidimensional y de varios
sente pero a la vez inadvertido, la conoci- pla n os del gén er o, desca r t a n do t oda n o-
d a “in vis ib ilid a d ” d e l h om b r e . E s t a ción sin gu la r de u n “n ú cleo” o “ver da de-
post u r a es pa r cia lm en t e posit iva , a l so- ra” masculinidad (Connell, 1998: 475).
br epa sa r el pla n o de la in dividu a lida d Tal “sociología política del varón” con-
pa r a coloca r se de llen o en la est r u ct u r a . sideraría tanto los aportes de las investi-
Supera las dificultades de las posiciones gaciones sobre las representaciones —al
esencialistas (no es arbitrario), positivis- r econ ocer qu e est á n con st r u ida s sim bó-
tas y normativas. Sin embargo, en tanto
26
Con n ell (1995) est a blece qu e n o es com ú n
25
E n M ascu lin ities, Con n ell señ a la a Rober t encontrar textos de esta posición en la bibliografía
Br a n n on , “Th e m a le sex-r ole. Ou r cu lt u r e’s blu e- sobre ma sculinida d, pero seña la la compila ción de
print of manhood and wha t it’s done for us la tely”, Steve Craig, Men, m asculinity, and the m edia, 1992,
en D. Da vid y R. Br a n n on (com ps.), T he forty-nine en especia l el t r a ba jo de Dia n a Sa co, “Ma scu lin it y
per cent m ajority. T he m ale sex role, 1976. a s sign s. P ost st r u ct u r a list fem in ist a ppr oa ch es t o
Críticas al enfoque de roles pueden verse en Ca- t h e st u dy of gen der ”.
27
rrigan, Connell y Lee 1987 [1985]; Pleck, 1987; Con- Con n ell pla n t ea la s t r es pr im er a s dim en sio-
n ell, 1995. n es en 1995 y a gr ega la t er cer a en 1998.
20 Nelson Min ello Ma r t in i

licamente—, como las de roles sexuales y yores obstáculos para todo progreso real
personalidad —al aceptar que las prácti- (Connell, 1993: 603).28
cas se organizan a partir de un proceso de Todo esto es, a la vez, una solución in-
negociación. Pero, a diferencia de ambas n ova dor a y t eór ica m en t e a va n za da y, a l
posturas, Connell sostiene que espacios y m ism o t iem po, u n pr oblem a , pu es gén e-
prácticas sólo pueden entenderse dentro ro también es una categoría en construc-
de u n con ju n t o de pr em isa s qu e deben , ción, como lo señala claramente Hawkes-
necesaria y sistemáticamente, integrarse worth (1999 [1997]).
a cada investigación. Destaco dos de ellas.
Primero, que la masculinidad no pue-
de desligarse del contexto institucional en La calidad de los estudios
qu e se desa r r olla . H a y, segú n Con n ell,
tres instituciones particularmente impor- Al decir de Segal (1990: ix), aunque asis-
t a n t es en la pr odu cción in st it u cion a l de timos a una explosión de escritos sobre el
la m a scu lin ida d: el E st a do, el m er ca do punto, la categoría sigue siendo muy poco
de trabajo, la familia. cla r a . Gu t m a n n (1998 [1997]: 49) h a bla
E n segu n do lu ga r , Con n ell su br a ya de la “la m en t a ble fa lt a de r igor t eór ico”;
qu e, en t a n t o for m a s o pr odu ct os cu lt u - Cor n wa ll y Lin disfa r n e (1994: 29) señ a -
r a les, la s m a scu lin ida des n o pu eden ser lan que muchos trabajos aportan impor-
vist a s sepa r a da m en t e de la sexu a lida d, tantes etnografías pero escasas contribu-
u n a dim en sión esen cia l en la con st r u c- cion es t eór ica s; Ca r r iga n , Con n ell y Lee
ción del gén er o. E n t a n t o la sexu a lida d (1987 [1985]: 64) la menta n que la ca nti-
su pone la existencia de un cuerpo, es en da d de in vest iga cion es en m a scu lin ida d
sí misma una práctica social. Por ello, no no se traduzca en calidad;29 Clatterbaugh
h a br ía n in gu n a br ech a lógica en t r e la
sexu a lida d y la m en cion a da vida en la s 28
Kim m el, en t r e ot r os, com pa r t e est a posición
organizaciones (Connell, 1993: 601-602). al señalar que la masculinidad está construida so-
A estos señalamientos agrega los plan- cialmente, y por lo tanto varía no sólo entre distin-
t ea m ien t os de la h ist or icida d de la vida t a s cu lt u r a s sin o t a m bién en dist in t a s época s h is-
t ór ica s en u n a m ism a for m a ción cu lt u r a l, du r a n t e
social, la existencia de una inequidad de la vida de cada individuo y entre diferentes grupos
género, el carácter político de la masculi- de hombres atendiendo a su clase, raza o grupo ét-
n ida d (por el u so del poder pa r a logr a r nico y preferencia sexual (Kimmel, 1992: 135). Col-
intereses particulares) y la existencia de trane (1998 [1994]: 38) sugiere investigaciones que
varias masculinidades en una sociedad y integren el enfoque de género en por lo menos tres
for m a s: “a) en focá n dose en la s em ocion es de los
un momento dados. h om br es, b) estudiando a los hombres en grupos, y
La construcción de este enfoque supo- c) pon ien do la s exper ien cia s de los h om br es en u n
n e t a m bién el com pr om iso con la igu a l- con t ext o est r u ct u r a l”.
29
dad entre los seres humanos. Tal respon- Ciertamente, los autores se refieren a la épo-
sa bilida d es vist a por Con n ell com o el ca en que dominaba la teoría de los roles, y del tex-
to se puede inferir que la suponen una etapa supe-
comienzo axiológico de toda investigación r a d a . C r e o q u e , p or l o m e n os e n e l á m b i t o
en m a scu lin ida d, en t a n t o la in n ega ble latinoamericano, podría ser todavía una visión de-
supremacía masculina es uno de los ma- m a sia do opt im ist a .
Ma scu lin ida d/es 21

cr it ica el ca r á ct er a n ecdót ico de m u ch os nidad. Político, porque supone contribuir


trabajos y que desde la experiencia indi- a la lu ch a fem in ist a en la con st r u cción
vidual se generalice hacia todos los hom- de u n a socieda d m á s equ it a t iva o pr opi-
bres, al tiempo que denuncia la parciali- ciar —posición que rechazo— el reforza-
dad y deficiente conceptualización de las miento de la dominación masculina (por
t eor ía s cien t ífica s (su ger en t em en t e, en - vía de la s posicion es de los “der ech os de
trecomilla esta palabra) sobre masculini- los h om br es” o de los m it opoét icos, por
dad (Clatterbaugh, 1990: 159); en un tra- ejemplo).
ba jo post er ior est e m ism o a u t or r eit er a P en sa r en la m a scu lin ida d com o con -
que las definiciones de masculinidad son, cep t o en con s t r u cción s ign ifica , com o
a su juicio, vagas, circulares, inconsisten- dije, qu e n o con ocem os bien a bien la s
t es, poco sa t isfa ct or ia s (Cla t t er ba u gh , d im en s ion es , va r ia bles e in d ica d or es
“Wh a t is p r oblem a t ic a bou t m a s cu li- qu e lo com pon en . E s n ecesa r io en t on -
n it ies?”, M en an d m ascu lin ities, vol. 1, ces m a yor in vest iga ción a n t r opológica
núm. 1, citado por Connell, 2000); Hearn e h ist ór ica , psicológica , sociológica , m e-
y Collin son (1994: 94) sost ien en qu e ca - dia n t e t r a ba jo de ca m po qu e com pr en -
t egor ía s com o va r ón o m u jer son pen sa - da los a spect os m a t er ia les y sim bólicos,
da s com o a lgo da do, sin ela bor a ción t eó- el cu er po y su s sign ifica dos, el pr oceso
r ica y m u ch a s ve ce s u b ica d a s e n u n h ist ór ico y los t iem pos (la r gos y cor t os),
entorno naturalístico más que cultural.30 la s est r u ct u r a s y los h om br es y m u je-
r es con cr et os, la s con dicion a n t es in di-
vidua les psicológica s, etc., en una visión
III. CONCEPTO EN CONSTRUCCIÓN. m u lt id im e n s ion a l y m u lt ica u s a l. L a
P RE CAUCIONE S elección de objet ivos loca les y con fr on -
t er a s cla r a m en t e det er m in a da s podr ía
Las líneas anteriores sobre la calidad de ser m á s fr u ct ífer a qu e gr a n des est u dios
los est u dios de m a scu lin ida d son u n de- m á s o m en os a bs t r a ct os o r eflexion es
sa fío in t elect u a l, y polít ico. In t elect u a l, filos ófica s s obr e la es t r u ct u r a s ocia l
por qu e h a y qu e con st r u ir u n a ca t egor ía (Con n ell, 2000 y 1996; F ou ca u lt (1979
a na lítica , heurística , esto es, que permi- [1969]; 1979 [1972]; 1991 [1984]).
t a pr opon er defin icion es, dim en sion es, Reflexion a r s obr e la m a s cu lin id a d
con cept os, va r ia bles e in dica dor es qu e como una categoría heurística (y no sim-
den cu en t a de los elem en t os qu e h a ga n plem en t e em pír ica ) per m it ir á a sim ism o
posible obser va r la s difer en cia s en t r e u n m a yor y m á s pr ofu n do con ocim ien t o
cu er pos sexu a dos y pla n t ea r la m a scu li- de la m a scu lin ida d. H a wk eswor t h se-
ñ a la qu e “el gén er o com o h er r a m ien t a
a n a lít ica iden t ifica r om peca beza s o pr o-
30
La r efer en cia a la s cien cia s socia les en ge- blemas que es necesario explorar y acla-
n er a l n o es r et ór ica ; H ea r n y Collin s on (1994) rar, y ofrece conceptos, definiciones e hi-
m en cion a n específica m en t e la s ver sion es dom i-
n a n t es de la sociología , econ om ía , cien cia polít i- pót esis pa r a gu ia r la in vest iga ción ”, y
ca , a n t r opología , psicología , psicología socia l y psi- líneas más adelante sostiene: “El empleo
coa n á lisis. del gén er o com o u n a ca t egor ía a n a lít ica
22 Nelson Min ello Ma r t in i

est a r ía en t on ces est r ech a m en t e liga do Con n ell y Lee, 1987 [1985]: 92). 31 Ta l
con desafíos a la actitud natural” (ambas m odelo con st it u ir ía la m asculinid ad he-
citas en Hawkesworth, 1999 [1997]: 11). gem ónica, cu ya s ca r a ct er íst ica s, por de-
Leer est a s lín ea s su st it u yen do “gén er o” fin ición , cu m plen u n a pequ eñ a pa r t e de
por “masculinidad” ejemplifica claramen- los varones.
t e la s t a r ea s a la s qu e n os en fr en t a m os Posteriormente, en Gender and power
los hombres y mujeres que queremos es- (p. 185), Connell la define claramente en
tudiar la masculinidad. t ér m in os de gén er o, y en Masculinities
establece que la masculinidad hegemóni-
ca es
IV. NO TODO ESTÁ HECHO
...la con figu r a ción de pr á ct ica s de gén er o
P er m a n ecen , sin em ba r go, m u ch a s pr e- qu e en ca r n a la r espu est a cor r ien t em en t e
gu n t a s. E s im posible con t est a r la s o si- aceptada al problema de la legitimación de
quiera señalarlas todas, por la doble cir- la pa t r ia r qu ía qu e ga r a n t iza (o bu sca ga -
rantizar) la posición dominante de los hom-
cunstancia de mi propia capacidad, finita
br es y la s u bor d in a ción d e la s m u jer es
por definición, y la tiranía del espacio. Sin
[Connell, 1995: 77].
em ba r go, m e gu st a r ía r eflexion a r sobr e
alguna de ellas, sobre todo porque apare- Ta l m odelo de m a scu lin ida d su pon e
ce r ecu r r en t em en t e en la bibliogr a fía y la per su a sión (a pa r t ir de los m edios, de
su uso es, muchas veces, acrítico. Elegí la la escuela, de la familia, etc.), en tanto es
masculinidad hegemónica. u n fen óm en o cu lt u r a l e ideológico; u n a
división sexu a l del t r a ba jo (t a r ea s m a s-
culinas o femeninas); la participación del
Masculinidad hegem ónica
Estado (por medio de la legislación, pero
también de recursos más sutiles, como las
Como se ha señalado, los estudios empí- dificultades para hombres o mujeres gay
r icos h a n m ost r a do la exist en cia de va - de contraer matrimonio, adoptar, obtener
r ia s m a scu lin ida des; a veces se su ceden cier t os t r a ba jos com o m a est r os/a s de es-
u n a s a ot r a s, a veces coexist en (Br od,
cu ela , et c.). 32 La h egem on ía n o su pon e
1994; Ma c An Gh a ill, 1994; Rot u n d o,
1993; Kim m el, 1992 y 1987; Bly, 1992
31
[1990]). No pueden estar todas en el mis- Au n qu e la h egem on ía su pon e per su a sión y
m o pla n o y exist e u n a jer a r qu ía , u n or - no violencia , el uso de ésta no se desca rta en a lgu-
n a s sit u a cion es; Con n ell (1987: 184) r efier e com o
den en t r e ella s. La obser va ción m á s so- ejemplos la violencia contra los “perversos” o la ideo-
m er a per m it e com pr oba r qu e u n a s son logía de la “ley y el or den ” (qu e, r ecu er do, da su
más aceptadas que otras. Carrigan, Con- n om br e a u n a con ocida ser ie de t elevisión ) o, en
n ell y Lee post u la n la exist en cia de u n Con n ell (2000: 5), la violen cia h om ofóbica .
32
grupo de hombres poderosos y ricos, con E st o est á ca m bia n do en a lgu n os pa íses, por
ejemplo en Holanda, donde la legislación permite a
capacidad para legitimar y reproducir un la s pa r eja s ga y u n ir se en m a t r im on io y a dopt a r .
modelo de masculinidad, que será segui- Ser á n ecesa r io u n m a yor est u dio pa r a r evisa r el
do por el r est o de la socieda d (Ca r r iga n , est a t u t o de la h egem on ía en est os ca sos.
Ma scu lin ida d/es 23

una dominación absoluta, que inhiba toda ca, generaron cierta tensión entre dos mo-
práctica alternativa (Carrigan, Connell y delos: el ba sa do en la dom in a ción in t er -
Lee, 1987 [1985]: 94-95); en el m ism o personal y el fundado en el conocimiento
sen t ido, Con n ell la ca r a ct er iza com o u n especializado (expertise), t en sión qu e se
balance de fuerzas, un juego constante en- m a n t ien e t oda vía . La s ú lt im a s déca da s
t r e dist in t os gr u pos de h om br es (Con - del siglo XX pa r ecía n a n u n cia r el su r -
n ell, 1987). E n el t er r en o m et odológico, gim ien t o d e u n a n u eva m a s cu lin id a d
Carrigan, Connell y Lee proponen el aná- h egem ón ica , m a r ca da por su im pr on t a
lisis de la s pr á ct ica s de los va r on es (qu e tecnocrática, menos violenta pero tan mi-
llaman las técnicas políticas del orden so- sógina como los modelos anteriores. Se le-
cial patriarcal) para estudiar los cambios gitima media nte una ideología económi-
en la hegemonía masculina. ca que niega el valor del trabajo doméstico
Renacimiento, Reforma, Contrarrefor- femenino (Connell, 1993: 615).
ma, guerras de religión, desarrollo de los H a st a a h or a , los ejem plos cor r espon -
ejércitos profesionales, fortalecimiento del d en a los gr u p os d om in a n t es . P er o el
E st a do, su r gim ien t o del ca pit a lism o co- fen óm en o t a m bién pu ede da r se, segú n
m er cia l, desa r r ollo de la s ciu da des, pr i- Connell, en los grupos subordinados. Re-
m er a r evolu ción in du st r ia l, sign ifica r on cordando el estudio de Cockburn sobre los
ca mbios decisivos en la construcción eu - obreros gráficos londinenses, el sociólogo
ropea de regímenes de género. australiano habla de la hegemonía de los
En el siglo XVIII la masculinidad hege- obr er os m a yor es sobr e los jóven es y la s
m ón ica cor r espon de a los h om br es de la m u jer es, a t r a vés de u n r it u a l de in icia -
gen try (los terratenientes), “la clase polí- ción en el t r a ba jo y en la m a scu lin ida d,
ticamente dominante en la mayoría de los que comprende el trabajo pesado y la hu-
países europeos y los Estados Unidos”. La millación; una vez pasado el ritual, todos
in du st r ia liza ción , el cr ecim ien t o de los los obr er os s on “h er m a n os ” (Con n ell,
aparatos burocráticos, la transformación 1987: 186).
polít ica , despla za r on a qu el m odelo de Adem á s de r evisa r ejem plos de m a s-
m a scu lin ida d y lo su st it u yer on por ot r o cu lin ida d h egem ón ica en gr u pos dom i-
m á s r a cion a l, r egu la do y ca lcu la dor ; los n a n t es y en su bor din a dos, podem os en -
ejem plos fu er on a h or a el h om br e de n e- contrar otros en individuos concretos, que
gocios y el burócrata (Connell, 1993: 608 n o t ien en qu e ser n ecesa r ia m en t e, dice
y 609). 33 P ost er ior m en t e, el desa r r ollo Connell, ni los más ricos ni los más pode-
educativo universitario, los avances de la rosos. Así, en Masculinities nos habla de
tecnología y su mayor importancia políti- actores cinematográficos e incluso de los
per son a jes qu e esos a ct or es in t er pr et a n
33
E n los a ñ os vein t e su r gió con el fa scism o u n (Connell, 1995: 77) y también ejemplifica
m odelo de m a scu lin ida d h egem ón ica m a r ca do por com o u n a lu ch a por dist in t os pr oyect os
la violen cia y la ir r a cion a lida d, ven cido por la ca í- de masculinidad hegemónica el conflicto
da de Italia y Alemania en la Segunda Guerra Mun-
dial pero persistente en la importancia de los ejér- entre la policía y los motociclistas en una
cit os y ot r os a pa r a t os bu r ocr á t icos de la violen cia competencia deportiva en Australia (Con-
(Con n ell, 1993: 609). n ell, 1995: 215). Kim m el escr ibe qu e la
24 Nelson Min ello Ma r t in i

masculinidad hegemónica actual estaría m ú n de qu e “en t ér m in os gen er a les, la s


en ca r n a d a en “el h om br e d e n egocios opin ion es y con du ct a s fem en in a s se su -
in t er n a cion a l de la CNN , con su celu la r , bordinan a las masculinas”. De aquí, “La
computador portátil y viajes en clase eje- legit im a ción socia l de la a u t or ida d del
cu t iva , u n h om br e qu e se sien t e cóm odo h om br e por en cim a de la m u jer con du ce
en la s pr in cipa les ciu da des del m u n do” a la construcción cultural de identidades
(Kimmel, 1998: 217). m ascu lin as h egem ón icas (H er n á n dez,
Connell (1998) reconoce que “el térmi- 1998: 219; la s cu r siva s son del or igin a l).
n o m a scu lin ida d h egem ón ica h a llega do Ademá s de que esa subordina ción feme-
a tener má s de un significa do”, y a grega n in a n o es específica de los gr u pos est u -
qu e con Ca r r iga n y Lee pen sa ba n “en la diados, considero que la autora reduce la
h egem on ía com o u n a cir cu n st a n cia [si- hegemonía (cultural, educativa, que bus-
tuation]” qu e su r ge en u n m om en t o de- ca el con sen so y n o la im posición ) a u n a
t er m in a do y pu ede ca m bia r (com o lo de- situación de relaciones de poder (solamen-
muestra con los ejemplos del siglo XVIII a l t e u n a de la s fa cet a s de la h egem on ía ).
XX, qu e se señ a la r on a r r iba ). Sin em ba r - P or ot r a pa r t e, de su s lín ea s podr ía des-
go, lamenta que algunos usos la han con- prenderse, según mi lectura, que la mascu-
ver t ido en u n t ipo est a ble, cr ist a liza do. linidad hegemónica estaría compuesta, en
Coin cido con el a u t or , per o cr eo qu e su esos gr u pos socia les, por t odos los va r o-
preocupación es todavía incompleta. nes. Dentro de mi escaso conocimiento del
La inquietud connelliana no es gratui- mundo indígena, creo que hay jerarquías
t a . E l con cept o h a sido u t iliza do con a b- en t r e los va r on es y qu e, de desea r se, se-
solu t a liber a lida d por m u ch os a u t or es ría posible encontrar un grupo (los ancia-
y autoras y se ha convertido prácticamen- n os, los m á s r icos, los bilin gü es, los co-
t e en u n a a pela ción a l sen t ido com ú n . m e r cia n t e s , los m a e s t r os , s e gú n la s
Algu n os/a s pa r ecen fu n dir la h egem o- situaciones) que ejerce una dirección cul-
n ía en el es t er eot ip o: “E s t a p on en cia tural bastante clara.
presenta, en primer lugar, la construcción Confieso que el uso prácticamente in-
social del ‘ser hombre’ en su versión hege- discriminado de la fórmula “masculinidad
m ón ica, estereotipad a y cóm o los en t r e- h egem ón ica ” m e pr eocu pa y m e pla n t ea
vist a dos se iden t ifica n y difer en cia n en m u ch a s pr egu n t a s. P a r t o de la ba se de
r ela ción con ella ” (Va ldés y Ola va r r ía , qu e es im por t a n t e con ocer la m a scu lin i-
1998: 13; la s cu r siva s son m ía s). Ot r os da d dom in a n t e pa r a lu ch a r con t r a ella ,
m á s, com o Isa bel H er n á n dez, pa r ecen para lograr un nuevo esquema de género
h a bla r de h egem on ía de t oda u n a et n ia de mayor equidad entre hombres y muje-
den t r o de la m ism a et n ia . E st a a u t or a res (y entre cada uno de los géneros).
escribe sobre los grupos indígenas y afro- Cuando se habla de los terratenientes,
a m er ica n os en Am ér ica La t in a y sost ie- el pr opiet a r io de em pr esa s, el bu r ócr a t a
n e “qu e a m ba s for m a cion es socia les [...] o el obrero gráfico, la masculinidad hege-
n o son de est r a t ifica ción h om ogén ea ”, mónica parece vincularse a la clase o capa
pues dentro de ellas hay marcadas jerar- socia l de per t en en cia ; es u n a expr esión
quías y subordinaciones, con el rasgo co- de género parcialmente determinada por
Ma scu lin ida d/es 25

la cla se.34 Sin em ba r go, cu a n do se m en - la h egem on ía y de dispu t a de ese dom i-


cionan los actores de cine o sus persona- n io en la lu ch a popu la r , qu e podr ía m os
jes, pa sa m os a figu r a s in dividu a les; ¿es llamar contra-hegemonía.
ello posible? ¿No deber ía pen sa r se, m á s Si nos referimos a la clase, conocemos
que en los artistas o sus personajes, en la el m eca n ism o de in vest iga ción qu e n os
in du st r ia cin em a t ogr á fica y el gr u po o permite afirmar que tal clase o capa es la
capa social que la domina? Hablaríamos dir igen t e. E n t ér m in os de gén er o, ¿qu é
en t on ces de u n a m a scu lin ida d h egem ó- investigación debemos llevar a cabo para
nica de un grupo especial de industriales postular que tal grupo de hombres cons-
(qu e podr ía m os dist in gu ir de los in du s- tituye la masculinidad hegemónica?
triales en general), cuyo referente empí- An t es qu e especu la r o sim plem en t e
rico es el actor o el personaje. r epet ir el con cept o, va ciá n dolo de con t e-
No se trata de ser fiel a Gramsci, cosa n ido, m e pa r ece n ecesa r io —y m á s sa n o
qu e podr ía n o t en er m a yor in t er és, sin o intelectualmente— realizar investigación
de utilizarlo como guía heurística, que nos em pír ica pa r a poder a fir m a r qu é gr u po
permita inventar conceptos útiles para el de hombres detenta la masculinidad he-
t em a en est u dio. P er o sí con vien e r ecor - gemónica, en la sociedad que estudiamos
da r qu e cu a n do Gr a m sci h a bla de h ege- y en el m om en t o en qu e lo h a cem os. De
m on ía los a ct or es son gr u pos socia les, y otra manera, perderemos la historicidad
el ú n ico per son a je in dividu a l, el pa r t ido de la ca t egor ía y sólo u t iliza r em os u n
polít ico —el “pr ín cipe m oder n o” en su s marbete.
palabras—, es un sujeto colectivo. Por otra Otro de los problemas que me preocu-
pa rte, la hegemonía conlleva una a cción pa n en est e t em a es la , a pa r en t em en t e,
consciente: obtener el dominio sin uso de coexistencia de distintas masculinidades
la violencia (por lo menos en primera ins- hegemónicas en un mismo momento. ¿Es
t a n cia ). P a r a Gr a m sci, est e pr oceso de posible pen sa r en va r ia s h egem on ía s?
dir ección su r ge en la especia l con figu r a - ¿Cóm o est a blecer ía m os la s jer a r qu ía s
ción de los estados occidentales, donde la entre los distintos modelos de masculini-
fu er za y coh esión de la bu r gu esía exigía dad si hay varias que, por definición, nom-
u n a “gu er r a de posicion es”, len t a , qu e bramos como dirigentes?
va captando voluntades hasta formar una Con ven dr ía , a sim ism o, n o con fu n dir
m a sa cr ít ica (in t elect u a les pr ogr esist a s, masculinidad hegemónica con el estereo-
campesinado, otras capas sociales domi- t ipo. E st e ú lt im o t ien e u n sen t ido com -
n a da s, dir igida s [h egem on iza da s] por el pletamente distinto y desde él no parece
proletariado y su partido) que permitiera posible fundar ni una política de equidad
tomar el poder. Todo esto supone una in- de género ni nuevo conocimiento.
tención de dominio de clase en el caso de

34
V. A MODO DE CONCLUSIONES
Digo parcialmente determinada porque pien-
so, como lo esta blezco má s a dela nte, que el género
tiene una autonomía relativa de los otros sistemas E n t a n t o ca t egor ía en con st r u cción , la s
de difer en cia ción socia l. conclusiones que podría mos pla ntea r en
26 Nelson Min ello Ma r t in i

lo qu e r espect a a la m a scu lin ida d son únicos. Habría que agregar, por ejemplo,
abiertas, sujetas a la crítica y la reformu- la legisla ción , el a pa r a t o ju dicia l); est o
la ción de a cu er do con los r esu lt a dos de sign ifica , por ot r a pa r t e, n o olvida r los
a ct u a les y fu t u r a s in vest iga cion es. Qu e- a pa r a t os ideológicos, en el sen t ido qu e
rría reflexionar sobre dos órdenes, el teó- les dieron Gramsci y, posteriormente, Al-
rico y el metodológico. thusser.
Hay distintas aproximaciones teóricas E n el ca so especia l de a lgu n os pa íses
al estudio de la masculinidad, pero el ca- la t in oa m er ica n os, con pr esen cia de civi-
mino considerado más fructífero es verla liza cion es pr eh ispá n ica s (México, P er ú ,
com o pa r t e de la s r ela cion es de gén er o. Guatemala, Bolivia, Ecuador) o de origen
También se ha planteado que considera- africano (Brasil), aunque la masculinidad
m os a m ba s —gén er o y m a scu lin ida d— estará marcada por la impronta occiden-
categorías teóricas, heurísticas. tal, habrá que investigar los cambios que
Las ventajas de tal posición son: pudo sufrir al chocar con la organización
de género presente con anterioridad.
1) Nos per m it e com pr en der t a n t o los 5) E l en foqu e t eór ico m á s a decu a do,
planos individual como social, la historia en t on ces, ser á a qu el qu e per m it a expli-
y la s est r u ct u r a s; el cu er po, la s n or m a s, ca r los sist em a s socia les en t ér m in os de
la s pr á ct ica s socia les y su s sign ifica dos la s a ccion es in dividu a les (in clu ida s la s
culturales. em ocion es) y colect iva s y a a m ba s r efe-
2) Su pon e t a m bién el r econ ocim ien t o rirlas al contexto social (en otras palabras,
de que el género se organiza en el encuen- qu e n o expliqu e exclu siva m en t e la r ela -
tro, conflictivo o no, con otros sistemas de ción m icr o-m a cr o com o lo h a ce el in divi-
diferenciación social, como la clase, la et- dua lismo, o la ma cro-micro como sucede
nia/raza, la generación. con el holismo), según lo plantea Bunge.
3) La m a scu lin ida d, com o el gén er o,
tiene una autonomía relativa que debe con- Relacionada con lo anterior se encuen-
siderarse en las investigaciones. Dicho de tra la necesida d del tra ba jo empírico, de
ot r a m a n er a , cu a n do vem os —com o se la in vest iga ción de ca m po, qu e per m it a
dijo— qu e la m a scu lin ida d de la cla se comprobar, corregir, reformular las hipó-
obrera es distinta de la expresada por un tesis planteadas o plantear unas nuevas,
individuo de la burguesía, por decir algo, de a cu er do con la s r ea lida des con cr e-
ello se debe a que cada una de esas clases tas de la sociedad y el momento histórico
tiene una organización de género especí- qu e elija m os est u dia r . Con ven dr ía eva -
fica (a u n qu e com pa r t a n la dom in a ción lu a r cu id a d os a m en t e la ca p a cid a d d e
masculina). conocimiento que pueden arrojar, supues-
4) Al sit u a r lo en la socieda d, dest a ca t a m en t e, la s especu la cion es sin fu n da -
la im por t a n cia de la s est r u ct u r a s en la m en t o em pír ico en t r a ba jo de ca m po o
con s t r u cción d e es a m a s cu lin id a d (el basadas en la experiencia individual o de
m u n do del t r a ba jo, de la escu ela , de la sujetos cercanos.
fa m ilia [y el pa r en t esco], ser ía n posible- En lo que respecta al campo metodoló-
m en t e los m á s im por t a n t es per o n o los gico, est á m u y bien est u dia do el u so de
Ma scu lin ida d/es 27

enfoques cua lita tivos, con técnica s como En suma, un objeto de estudio con fron-
la historia de vida (completa, o en episo- teras todavía no totalmente definidas nos
dios seleccion a dos) a pa r t ir de la en t r e- obliga —m á s qu e en ot r a s in vest iga cio-
vista en profundidad. Sin embargo, y por n es— a sa ber leer los da t os pr odu cidos
u n a er r ón ea a u n qu e d ifu n d id a vis ión por las distintas disciplinas además de la
de u n a oposición t eór ico-m et odológica propia, llegar a las mismas con un espíri-
en t r e m ét odos cu a lit a t ivos y cu a n t it a t i- tu libre de preconcepciones (o luchar con-
vos, no se a provecha n los da tos censa les tra las mismas), profundizar en el análi-
o de encuesta que, utilizados con las pre- sis cr ít ico, n o qu eda r se en la su per ficie
ca u cion es debida s, pu eden da r per files de los datos, sino buscar las contradiccio-
globales de la masculinidad. Tampoco son n es posiblem en t e exist en t es, sa ber in t e-
m u y a pr ovech a dos los docu m en t os, qu e rrogar tanto a los entrevistados y las en-
pu eden ser per iódicos o r evist a s, t est a - t r evist a da s com o a los docu m en t os y la s
m en t os, ju icios de divor cio, ju icios pen a - instituciones, tener siempre presente que
les por violencia (acoso sexual, violación, el estudio de la masculinidad es multidi-
violencia doméstica, etc.), incesto, juicios mensional y en varios planos (del indivi-
de trabajo u otros, procesos eclesiásticos, du a l a l socia l). Un a t a r ea com pleja per o
manuales de confesión, así como informes estimulante.
in st it u cion a les. La r iqu eza de docu m en -
tos es inmensa; sólo hay que asomarse a
ella. Asimismo, puede dar informaciones BIBLIOGRAFÍA
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