No obstante, la relación costo-beneficio del glifosato es inconveniente. Según Daniel Mejía y sus colaboradores bajo el Plan Colombia cada hectárea adicional fumigada redujo los cultivos entre 0,10 y 0,15 hectáreas. Además,
La reducción sostenida entre 2000 y 2013 fue posible porque nunca
se dejó de fumigar; Aunque se han fumigado 1’950.537 hectáreas desde 1999, las reducciones en producción potencial de cocaína fueron menores, dado el aumento de productividad de los cultivos.
Si la aspersión funcionara en el largo plazo, los municipios fumigados
deberían tener menos cultivos, pero como muestra el cuadro siguiente, cinco de los diez municipios que tuvieron más fumigación en 2015, también tuvieron más cultivos en 2017. Y los diez municipios con más coca en 2017 han tenido cultivos y fumigación constante desde el año 2000. Lo mismo ocurre con los municipios que presentaron más aspersión y cultivos entre 1999 y 2017. Municipios con Municipios con Municipios con Municipios con más aspersión más cultivos más aspersión más cultivos 2017 2015 (y ranking 1999-2017 1999-2015 de cultivos 2017) Tumaco Tumaco Tumaco Puerto Asís (3) San José del Puerto Asís Tibú La Macarena (28) Guaviare Miraflores Miraflores Puerto Asís Miraflores (27) Valle del Guamuez Valle del Guamuez Roberto Payan El Tambo (8) Cumaribo El Retorno El Charco El Charco (5) San José del Magui Barbacoas Vistahermosa (32) Guaviare El Retorno Valle del Guamuez El Tarra Tumaco (1) Orito Orito Valle del Guamuez Orito (10) Cartagena del Barbacoas Sardinata La Montañita (17) Chairá Puerto Rico (Meta) Tarazá Orito Tarazá (11)
Por otra parte, la fumigación reduce la legitimidad del Estado. Un estudio de
Miguel García basado en encuestas de opinión demuestra que los niveles de confianza en la policía descendieron significativamente en los municipios donde se realizaron aspersiones. La falta de confianza que origina la fumigación en zonas de violencia es sumamente costosa para el país, especialmente ahora que el desarrollo del acuerdo de paz pende de un hilo.
La idea de que estamos ante un “falso dilema ambiental” ya había sido
esgrimida por el ministro Guillermo Botero cundo dijo ante el Congreso que en su experiencia como agricultor, no había conocido un mejor herbicida que el glifosato. Si la aspersión funcionara en el largo plazo, los municipios fumigados deberían tener menos cultivos, pero cinco de los diez municipios que tuvieron más fumigación en 2015, también tuvieron más cultivos en 2017. En efecto, el glifosato es un herbicida muy usado en el mundo, y junto con semillas genéticamente modificadas ha producido controversiales aumentos de productividad agrícola. Pero esto no significa que sea seguro:
Inicialmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba
el glifosato como una sustancia de baja toxicidad, con potencial de degradación y poca movilidad cuando era aplicado directamente al suelo o a las plantas. O sea que la OMS creía que no contaminaba áreas adyacentes, pero aceptaba que al tocar áreas superficiales de agua su efecto aumentaba. Pero ya en el año 2015 la Agencia Internacional para Investigación sobre el Cáncer—que hace parte de la OMS—lo reclasificó como una sustancia probablemente cancerosa para humanos. Esta reclasificación se debió sobre todo a que la masificación del uso de glifosato aumentó sus niveles de concentración, y a que varios estudios científicos empezaron a mostrar sus numerosos efectos negativos sobre la salud. Un estudioreciente, por ejemplo, encontró evidencia contundente de que el uso de glifosato como herbicida aumenta las tasas de mortalidad infantil en lugares afectados por la contaminación del agua. Como consecuencia, muchos países han prohibido el uso del glifosato o, al menos, lo han restringido significativamente. En 2018, una juez de San Francisco falló a favor de Dewayne Johnson, un jardinero que demandó a Monsanto porque contrajo, un tipo de cáncer que aparece en los linfocitos, después de aplicar dos herbicidas de esta compañía de forma repetitiva durante un año. Finalmente, la compañía tuvo que pagarle 389 millones de dólares por daños y perjuicios. Está comprobado que los niveles de toxicidad por la fumigación y sus efectos negativos en la salud pueden ser mayores por la concentración y la altura a que se fumiga. En Colombia varios estudios han probado un aumento significativo de abortos espontáneos e infecciones cutáneas en zonas de fumigación intensiva. Sin embargo, persisten los debates en torno a la evidencia utilizada y por eso aún se presenta falta de consenso. Pero es importante mencionar, como lo hizo en su momento la sentencia T-236, que las dudas frente a la evidencia no deben ser interpretadas como pruebas de la ausencia de riesgo. Si bien es cierto que la producción de cocaína ocasiona daños ambientales, no tiene ningún sentido atacarla con un método que produce aún más daños ambientales y que además no resuelve el problema de forma permanente. Prueba de ello es que varios de los cambios en el cultivo de coca (como su dispersión geográfica y el uso de nuevas técnicas de productividad) son efectos de la fumigación. Según el Gobierno, el glifosato será usado con las debidas precauciones y hará parte de una estrategia que incluye otras herramientas. Pero debe señalarse ni en el Plan Colombia ni en el plan del actual Gobierno se estableció con claridad la forma como la fumigación se combinaría con otras políticas como el Plan Nacional de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito. Al final del gobierno Santos ya se hablaba de usar drones para fumigar con mayor precisión, pero incluso con ellos la precisión sería difícil, pues los cultivos de coca se combinan con otros cultivos lícitos. Además, en el caso de lograrse, no cambiaría la insostenibilidad de la estrategia a menos de que siguiéramos fumigando toda la vida.