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Instituto de Expansión de la Consciencia Humana

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ALGUNOS TEMAS ACERCA DEL CONTROL DE LA


CONDUCTA HUMANA1

Carl R. Rogers y B. F. Skinner

I.- B.F. Skinner

La ciencia está incrementando constantemente nuestro poder para influir, cambiar y


moldear -en una palabra, controlar- la conducta humana. Ha extendido nuestra
"comprensión" (como quiera que ésta se considere) para tratar con la gente en formas no
científicas con mayor éxito; pero también ha identificado condiciones o variables que
pueden emplearse para predecir y controlar la conducta en una nueva tecnología
crecientemente rigurosa. Las amplias disciplinas del gobierno y la economía ofrecen
ejemplos de esto, pero hay una fuerza lógica especial en aquellas contribuciones de la
antropología, la sociología y la psicología que tratan con la conducta individual. Carl
Rogers ha enumerado algunos de los logros alcanzados hasta la fecha en un artículo
reciente (l). Sus ejemplos que muestran o implican al organismo individual se deben
principalmente, como cabría esperar, a la psicología. El estudio experimental de la
conducta nos lleva más allá de los "principios", "factores", etc., que son inaccesibles y
difíciles, hacia variables que pueden ser manipuladas directamente.

La concepción de la conducta humana que emerge de un análisis experimental es


también, y por razones más o menos iguales, lo que representa un desafío más directo a
los puntos de vista tradicionales. Frecuentemente, los psicólogos no parecen darse
cuenta de lo lejos que han ido en esta dirección; pero el cambio no está siendo
inadvertido por otros. Hasta hace muy poco, se acostumbraba negar la posibilidad de
una ciencia rigurosa de la conducta humana, argumentando que era imposible que fuera
una ciencia legítima, ya que el hombre era un agente libre, o que las predicciones

1
en Science, 1956, vol. 124, Nº3321, págs. 1057-1066. Philip H.Abelson. American Assn. for the Advancement of
Science. En español en “Desarrollo del Potencial Humano”, vol. 2, editado por Lafarga y Gómez, Trillas, México,
1978. El doctor Rogers impartía la cátedra de psicología en la Universidad de Chicago, y el doctor Skinner en la
Universidad de Harvard. Este artículo se basa en material presentado por los autores en un simposio que tuvo lugar
en la reunión anual de la American Psychological Association el 4 de septiembre de 1956 en Chicago, Ill.
2

meramente estadísticas siempre dejarían lugar a la libertad personal. Pero aquellos que
solían seguir esta línea se han vuelto muy elocuentes para expresar su alarma ante la
forma en que se están superando estos obstáculos.

Ahora bien: el control de la conducta humana siempre ha sido impopular. Cualquier


esfuerzo abierto por controlar suele despertar reacciones emocionales. Vacilamos en
admitir, aún ante nosotros mismos, que estamos metidos en el control y hasta podemos
rehusarnos a controlar, aún cuando esto pudiera ser útil, por temor a la crítica. Los que
han admitido explícitamente un interés en el control han sido tratados con rudeza por la
historia. Maquiavelo es el gran prototipo. Como Macaulay dijo de él: "Partiendo de su
sobrenombre se acuñó un epíteto para los pícaros, y partiendo de su nombre cristiano, un
sinónimo de diablo." Existían razones obvias. El control que Maquiavelo analizó y
recomendó, como casi todo control político, hacia uso de técnicas que eran aversivas
para el controlado. Las amenazas y castigos del fanfarrón, así como las del gobierno que
opera en el mismo plan, no son diseñadas -sea cual fuere su éxito- para que las quieran
los que son controlados. Aun cuando las técnicas mismas no son aversivas, el control se
suele ejercer para los propósitos egoístas del controlador; por tanto, indirectamente tiene
efectos de castigo sobre otros. La inclinación natural del hombre a rebelarse en contra
del control egoísta ha sido explotada para un buen propósito en lo que se llama filosofía
y literatura de la democracia. La doctrina de los derechos del hombre ha sido efectiva
para suscitar en las personas una acción conveniente en contra de la tiranía
gubernamental y religiosa. La literatura que ha tenido este efecto ha ampliado la
cantidad de términos en nuestro lenguaje, que expresan reacciones hacia el control del
hombre. Con todo, la ubicuidad y la tranquilidad de expresión de esta actitud presagian
problema para cualquier ciencia que pueda dar a luz a una poderosa tecnología de la
conducta. Hombres y mujeres inteligentes, dominados por la filosofía humanística de
los dos siglos pasados, no pueden ver con ecuanimidad lo que Andrew Hacker ha
llamado "el espectro del hombre previsible" (2). Hasta la predicción estadística o actuaria de
eventos humanos, como el número de muertes que se esperan en un fin de semana
festivo, suena a mucha gente como pavoroso y malo, mientras que la predicción y el
control de la conducta individual es considerado poco menos que trabajo del demonio.
Aquí no estoy muy interesado en las consecuencias políticas o económicas para la
psicología, aunque la investigación que sigue ciertos canales bien pudiera sufrir efectos
nocivos. Nosotros mismos, como hombres y mujeres inteligentes, y como exponentes
del pensamiento occidental, compartimos estas actitudes. Ya han interferido con el libre
ejercicio de un análisis científico, y su influencia amenaza asumir proporciones más
serias.

Tres grandes áreas de la conducta humana proporcionan buenos ejemplos. La primera


de ellas -el control personal- incluye las relaciones de persona a persona en la familia,
entre amigos, en grupos sociales y de trabajo, y en el asesoramiento y la psicoterapia.
Otros campos son el de la educación y el del gobierno. Algunos ejemplos de cada uno
mostrarán la forma en que las preconcepciones no científicas están afectando nuestro
pensamiento actual acerca de la conducta humana.
3

Control Personal

Aquellos que viven reunidos en grupos llegan a controlarse unos a otros con una técnica
que no es inapropiado llamar ética. Cuando alguien se comporta en forma aceptable
para el grupo, recibe admiración, aprobación, afecto y otros muchos reforzadores que
incrementan la probabilidad de que continuará comportándose de esa manera. Cuando
su conducta no es aceptable, es criticado, censurado, culpado o, si no, castigado. En el
primer caso, el grupo lo llama bueno; en el segundo, malo. Esta práctica está tan
arraigada en nuestra cultura, que con frecuencia no vemos en ella una técnica de control.
Pero casi siempre estamos metidos en dicho control, aunque los reforzamientos y
castigos suelen ser sutiles.

La práctica de la admiración es parte importante de una cultura, porque la conducta que


de otro modo tiende a ser débil puede restablecerse y mantenerse por medio de esta
ayuda. Es probable que el individuo sea especialmente apreciado, admirado o amado
cuando actúa por el grupo frente a un gran peligro, por ejemplo, o se sacrifica a sí
mismo o sus posesiones, o se somete a una privación prolongada, o sufre el martirio.
Estas acciones no son admirables en ningún sentido absoluto, pero requieren de la
admiración para tener fuerza. Similarmente, admiramos a la gente que se comporta en
formas originales o excepcionales, no porque dicha conducta en sí sea admirable, sino
porque no sabemos cómo fortalecer la conducta original o excepcional. El grupo aclama
la conducta independiente que no requiere ayuda, en parte porque es más fácil reforzar
que ayudar.

Mientras esta técnica de control sea mal entendida, no podremos juzgar correctamente a
un medio en que haya menos necesidad de heroísmo, de privación o de una acción
independiente. Tendemos a argüir que tal medio es en sí mismo menos admirable o
produce gente menos admirable; por ejemplo, en los viejos tiempos, los jóvenes
estudiantes vivían en vecindades indeseables, se alimentaban mal, ejecutaban tareas
improductivas para ganarse la vida o para pagar los libros y materiales de estudio. Los
estudiantes mayores y otros miembros del grupo les ofrecían un reforzamiento
compensador en forma de aprobación y admiración por estos sacrificios. Cuando el
moderno estudiante universitario recibe una beca generosa, disfruta de buenas
condiciones de vida y tiene subsidio para investigación y publicación, las bases de
evaluación parecen ser removidas de nuestros pies. Ese estudiante ya no necesita
admiración que lo lleve a superar una serie de obstáculos (no importa qué tanto la
necesite por otras razones) y, al perder ciertos objetos de admiración familiares, es
probable que se concluya que tales condiciones son menos admirables. Los obstáculos
para un trabajo escolar pueden servir como medida útil de la motivación -y uno puede
equivocarse, a menos que se encuentre algún sustituto-, pero apenas se puede defender
un hostigamiento deliberado del estudiante para este propósito. La productividad de
cualquier conjunto de condiciones sólo puede ser evaluada cuando nos hayamos
4

liberado de las actitudes que se han generado en nosotros como miembros de un grupo
ético.

Una dificultad similar surge del uso del castigo en forma de censura o culpa. El
concepto de responsabilidad y los conceptos relacionados de conocimiento previo y
elección se utilizan para justificar técnicas de control que emplean el castigo. ¿Se daba
cuenta fulano de las probables consecuencias de su acción? y ¿fue una acción
deliberada? Si así fue, se justifica castigarlo; pero ¿qué significa esto? Parece ser una
cuestión concerniente a la eficacia de las relaciones contingentes entre la conducta y las
consecuencias del castigo. Castigamos la conducta porque es objetable para nosotros o
para el grupo, pero en una afinación secundaria de origen bastante reciente, hemos
llegado a retener el castigo cuando no se puede esperar que tenga algún efecto. Si las
consecuencias objetables de un acto fueran accidentales y sin probabilidad de que
ocurriesen de nuevo, no habría por qué castigar. Decimos que el individuo “no se daba
cuenta de las consecuencias de su acción" o que las consecuencias no eran "intencionales". Si
la acción no pudo haber sido evitada -si el individuo "no tuvo elección"-, tampoco se
castiga, como si el individuo fuera incapaz de ser cambiado por el castigo porque es de
"mente insensata" En todos estos casos -diferentes como son- al individuo se le
considera como "no responsable" y no se le castiga.

Así como se dice que "no está bien" castigar a un hombre por algo que no pudo dejar de
hacer, también se dice que "no está bien" cuando alguien es recompensado por más de lo
que hizo o porque hizo algo que no pudo dejar de hacer. En otras palabras, también se
objeta que se desperdicien reforzadores donde no se necesitan o donde no harán bien. Se
señala el mismo punto con las palabras justo y correcto. Así, no se tiene derecho de
castigar al irresponsable, y un hombre no tiene derecho a reforzadores que no se gane o
merezca. Pero los conceptos de elección, responsabilidad, justicia, etc., dan el análisis
más inadecuado de reforzamiento eficaz y contingencias de castigo, porque llevan una
pesada carga semántica de una clase muy diferente, que oscurece cualquier intento de
clarificar las prácticas de control o de perfeccionar las técnicas. En particular, fallan en
prepararnos para técnicas que se basen en algo distinto de las técnicas de control
aversivas. La mayoría de la gente objetaría el forzar a los prisioneros para servir como
sujetos de experimentos médicos peligrosos, pero pocos se oponen cuando se les induce
a servir con el ofrecimiento de que recibirán privilegios a cambio -aunque el efecto
reforzante de estos privilegios haya sido creado por una deprivación forzada. En el
esquema tradicional, el derecho a rehusar es la garantía del individuo en contra de la
coerción o de un convenio injusto. Pero ¿hasta qué punto puede un prisionero rehusarse
bajo tales circunstancias?

No necesitamos internarnos demasiado para plantear el punto. Podemos observar


nuestra propia actitud hacia la libertad personal por la forma en que resentimos
cualquier interferencia con lo que queremos hacer. Supóngase que queremos comprar
un automóvil de una marca particular. Entonces podríamos objetar si, por ejemplo,
nuestra esposa nos pide que compremos un modelo menos caro para invertir la
5

diferencia en un nuevo refrigerador. O podemos resentirnos si nuestro vecino nos


cuestiona nuestra necesidad de tener tal automóvil o si cuestiona nuestra capacidad
para pagarlo. Ciertamente, resentiríamos que fuera ilegal comprar dicho automóvil
(recuérdese la época de la prohibición); y si encontramos que realmente no lo podemos
pagar, quizá nos sintamos agraviados por el control gubernamental del precio mediante
tarifas e impuestos. Nos sentimos agraviados si descubrimos que no podemos conseguir
el automóvil, porque el fabricante está manteniendo deliberadamente el modelo en
pequeña reserva para imponer un modelo que no queremos. En todo esto, defendemos
nuestro derecho democrático para comprar el automóvil que elegimos. Estamos bien
preparados para hacerlo así y para resentir cualquier restricción de nuestra libertad.

Pero, ¿por qué no preguntamos por qué es éste el automóvil que elegimos, y resentimos
las fuerzas que hicieron que así fuera? Tal vez cuando niños nuestro juguete favorito era
un automóvil de un modelo muy diferente, pero que de todas maneras llevaba el
nombre del que ahora queremos. Quizá nuestro programa favorito de televisión sea
patrocinado por el fabricante de ese auto. Tal vez hemos visto retratos de muchas
personas hermosas o de prestigio manejándolo, en lugares agradables o encantadores.
Quizá el automóvil se ha diseñado con respeto por nuestros patrones motivacionales: el
artificio sobre el cofre es un símbolo fálico; o los caballos de fuerza se han elevado para
complacer nuestro espíritu competitivo al permitirnos rebasar a otros autos velozmente
(o, como dice el anuncio, "seguramente"). El concepto de libertad que ha surgido como
parte de la práctica cultural de nuestro grupo nos da poca o ninguna ayuda para
reconocer o manejar estas clases de control. Conceptos como responsabilidad y derechos
son escasamente aplicables. Estamos preparados para tratar con medidas coercitivas,
pero no tenemos ningún recurso tradicional con respecto a otras medidas que a largo
plazo (y especialmente con la ayuda de la ciencia) pueden ser mucho más eficaces y
peligrosas.

Educación

Alguna vez las técnicas de educación fueron francamente aversivas. En general, el


maestro era mayor y más fuerte que sus alumnos y era capaz de "hacerlos aprender".
Esto significaba que los alumnos no eran realmente enseñados, sino que se les rodeaba
de un mundo amenazante del que sólo podían escapar mediante el aprendizaje. Lo
habitual era dejarles a propios recursos para descubrir cómo hacerlo. Claude Coleman
ha publicado una memoria formidablemente divertida de estas antiguas prácticas (3).
Habla sobre un maestro de escuela que publicó un cuidadoso informe de sus servicios
durante 51 años de enseñanza, durante los cuales él aplicó lo siguiente: "...·911.527
golpes con un bastón; 124.010 con una vara; 20.989 con una regla: 136.715 con la mano; 10.295
en la boca; 7905 golpes en el oído; (y) 1.115.800 manotazos en la cabeza..."

La educación progresiva fue un esfuerzo humanitario para sustituir dichas medidas


aversivas con reforzamiento positivo, pero en la búsqueda de valores humanos útiles en
6

el salón de clases nunca se ha reemplazado completamente a las variables que se


abandonaron. Vista como una rama de la tecnología conductual, la educación sigue
siendo relativamente ineficaz. La suplementamos y la racionalizamos, admirando al
alumno que aprende por sí mismo; y con frecuencia atribuimos el proceso de
aprendizaje o el conocimiento mismo a algo dentro del individuo. Admiramos la
conducta que parezca tener orígenes internos. Así, admiramos al que recita un poema
más que al que simplemente lo lee. Admiramos al que sabe la respuesta, más que al que
sabe dónde buscarla. Admiramos al escritor, más que al lector. Admiramos al
matemático que puede resolver un problema en su mente, en vez de usar una regla de
cálculo o una calculadora, o al que puede resolverlo en formas "originales" más que
mediante una aplicación estricta de las reglas. En general, sentimos que cualquier ayuda
o "muleta" -exceptuando las ayudas a las que ahora estamos completamente
acostumbrados- reduce el crédito merecido. En el Phaedus de Platón, Thamus, el rey, ¡se
basa en este criterio para atacar la invención del alfabeto! El teme que "producirá el olvido
en las mentes de los que aprendan a usarlo, porque ya no ejercitarán su memoria..." También
objeta que los alumnos "leerán muchas cosas sin instrucción... (y) por tanto, parecerán saber
muchas cosas que ignoran en la mayor parte". Por la misma línea, hoy día desdeñamos a
veces el aprendizaje en los libros, pero, como educadores, apenas podemos permitirnos
el lujo de adoptar este punto de vista sin algunas reservas.

Al admirar al estudiante por su conocimiento y al culparlo por su ignorancia, evadimos


algo de la responsabilidad de enseñarle. Resistimos cualquier análisis del proceso
educacional que amenace la noción de sabiduría interna o cuestione la pretensión de que
la falla de la ignorancia recae en el estudiante. Técnicas más eficaces que producen los
mismos cambios en la conducta mediante la manipulación de variables externas son
devaluadas al considerarse como lavado de cerebro o control del pensamiento. Estamos
muy mal preparados para juzgar las medidas educacionales efectivas. Mientras sólo unos
cuantos alumnos aprendan mucho de lo que se enseña, no nos preocuparemos acerca de
la uniformidad o la reglamentación. No tememos a la técnica deficiente; pero
deberíamos ver con desánimo un sistema bajo el cual cada estudiante aprendiera todo lo
que se cita en un compendio -aunque una condición tal esté lejos de ser inconcebible.
Asimismo, no tememos a un sistema tan defectuoso que el estudiante debe trabajar por
una educación; pero estamos poco dispuestos a dar crédito por cualquier cosa que se ha
aprendido sin ningún esfuerzo -aunque esto bien podría tomarse como un resultado
ideal- y llanamente nos negamos a dar crédito si el estudiante ya conoce lo que se
enseña en una escuela.

Un mundo en el que la gente es sabia y buena sin tratar de serlo, sin "tener que serlo",
sin "escoger serlo", concebiblemente podría ser un mundo mucho mejor para todos. En
dicho mundo no tendríamos que "darle crédito a nadie" -no necesitaríamos admirar a
nadie- por ser sabios y buenos. Desde nuestro punto de vista actual, no podemos creer
que un mundo así sería admirable; ni siquiera nos permitimos imaginar cómo sería.
7

Gobierno

El gobierno siempre ha sido el campo especial del control aversivo. Con frecuencia se
define al Estado en términos del poder para castigar, y la jurisprudencia se apoya
sólidamente sobre la noción asociada de responsabilidad personal; sin embargo, cada
vez es más difícil reconciliar la práctica y la teoría actuales con estos puntos de vista. Por
ejemplo, en criminología existe una fuerte tendencia a desechar la noción de
responsabilidad en favor de algunas alternativas, como capacidad o controlabilidad.
Pero, sin importar qué tanto un cambio tal sea fuertemente apoyado por los hechos o
aun por la utilidad práctica, es difícil hacer el cambio en un sistema legal diseñado sobre
un plan diferente. Cuando los gobiernos recurren a otras técnicas (por ejemplo, al
reforzamiento positivo), el concepto de responsabilidad ya no es importante y la teoría
de gobierno ya no es aplicable.

El conflicto es ilustrado por dos decisiones de la Suprema Corte de Estados Unidos en la


década de 1930 que trataba con la definición de control o coerción, con la que no estaban
de acuerdo (4, pág. 233). El Acta de Acuerdo Agrícola propuso que la Secretaría de
Agricultura hiciera "pagos de renta o beneficio" a aquellos granjeros que estuvieran de
acuerdo en reducir la producción. El Gobierno acordó que el acta sería inconstitucional
si el granjero se hubiera visto forzado a reducir la producción, pero no fue así, ya que
sólo se le invitó a hacerlo. El juez Roberts (4) expresó el punto de vista, contrario al de la
mayoría de la corte, de que "el poder para conferir o retener beneficios ilimitados es el poder de
coercer o destruir". Este reconocimiento del reforzamiento positivo fue retirado unos años
más tarde en otro caso en que el juez Cardozo (4, pág. 244) escribió: "Sostener que el
motivo o la prueba es equivalente a la coerción es sumergir a la ley en dificultades
interminables." Podemos estar de acuerdo con él, sin que esto implique que la
proposición sea errónea. Tarde o temprano, la ley debe prepararse para tratar con todas
las posibles técnicas de control gubernamental. La inquietud con que vemos al gobierno
(en el sentido más amplio posible) cuando no utiliza el castigo, se muestra mediante la
recepción de mi utópica novela Walden Two (4a). Esta fue esencialmente una proposición
para aplicar una tecnología conductual a la construcción de un patrón gubernamental
efectivo, productivo y factible. Fue recibida con violencia colérica. La revista Life la
calificó como "una parodia sobre la buena vida", y "una amenaza... una victoria de las manos
muertas que no se había visto desde los tiempos de Esparta... un estigma sobre un nombre, una
corrupción de un impulso." Joseph Wood Krutch dedicó una buena parte de su libro, The
measure of man (5), para atacar por la misma línea mis puntos de vista y los de Frazier, el
protagonista, y Morris Viteles recientemente ha criticado el libro en una forma similar
en Science (6). Tal vez la reacción sea mejor expresada en una cita de The quest for utopia,
de Negley y Patrick (7):

A la mitad de esta utopía contemporánea, el lector puede estar seguro, así como nosotros lo
estuvimos, de que ésta es una sátira preciosamente irónica de lo que ha sido llamado "ingeniería
conductual". No obstante, mientras más se queda uno en este mundo mejor del psicólogo, se
vuelve más evidente que la inspiración no es satírica, sino mesiánica. Ésta es, sin duda, la
8

sociedad conductualmente dirigida, y aun cuando era de esperarse que tarde o temprano el
principio del condicionamiento psicológico se planteara como la base de una construcción seria de
utopía -Brown lo anticipó en Limanora-, ni siquiera la efectiva sátira de Huxley es una
preparación adecuada para el tremendo horror de la idea cuando se presenta positivamente. De
todas las dictaduras expuestas por los utopistas, ésta es la más profunda, y los dictadores
incipientes bien podrían encontrar en esa utopía una guía de la práctica política.

Apenas se podría adivinar que los autores están hablando acerca de un mundo donde
hay comida, vestido y albergue pata todos; donde cada quien escoge su propio trabajo y
trabaja solamente un promedio de cuatro horas diarias; donde la música y las artes
florecen; donde las relaciones personales se desarrollan bajo las circunstancias más
favorables; donde la educación prepara a cada niño para la vida social e intelectual que
se encuentra ante él; donde -en resumen- la gente es verdaderamente feliz, segura,
productiva, creativa y que ve hacia adelante. ¿Qué tiene esto de malo? Sólo una cosa:
alguien "lo planeó de esa manera". Si estos críticos se hubieran enfrentado a una
sociedad que en algún remoto rincón del mundo presumiera de ventajas similares,
indudablemente la hubieran aclamado por proporcionar un patrón que bien podríamos
seguir todos -siempre que esto fuera claramente el resultado de un proceso natural de
evolución cultural-. Cualquier prueba de que la inteligencia se hubiera utilizado para
llegar a esta versión de la buena vida, sería, a sus ojos, un serio defecto. No importa que
el planificador de Walden Two no aparte ningún producto de la comunidad para su
propio uso, ni que no tenga ningún control general o que, de hecho, sea desconocido
para la mayoría de los demás miembros de la comunidad (también planeó eso). En
alguna parte, detrás de todo esto, ocupa la posición de motor principal. Y esto, para el
hijo de la tradición democrática, lo echa todo a perder.

Los peligros inherentes al control de la conducta humana son muy reales. Siempre debe
encararse la posibilidad de un uso inadecuado del conocimiento científico. No podemos
escapar negando la eficacia de una ciencia de la conducta o deteniendo su desarrollo. No
ayuda el aferrarse a las conocidas filosofías de la conducta humana simplemente porque
sean más tranquilizadoras. Como he señalado en alguna otra parte (8), las nuevas
técnicas que surgen de una ciencia de la conducta deben sujetarse a un contracontrol
explícito que ya se ha aplicado a formas anteriores y más crudas. Por ejemplo,
actualmente la fuerza bruta y el engaño en las prácticas éticas y en determinadas
agencias gubernamentales y religiosas han sido suprimidas más o menos en forma
general. Una posibilidad factible y promisoria seria ejercitar semejante contracontrol del
conocimiento científico sobre los intereses del grupo. Aunque no es factible decir qué
tan desviado pudiera ser el curso de su evolución, es probable que emerja un patrón
cultural de control y contracontrol, porque es más ampliamente reforzante.

Si no podemos prever todos los detalles de esto (como obviamente no podemos), es


importante recordar que esto es válido también para los críticos de la ciencia. Las
lamentables consecuencias de nuevas técnicas de control, la amenaza oculta en los
diseños culturales originales -que necesitan cierta comprobación- son sólo otro ejemplo
9

de mi presente punto de que con frecuencia se descuida la necesidad de comprobación.


El hombre se ha metido en algunos buenos aprietos, y es fácil creer que lo hará de
nuevo; pero existe otra posibilidad más optimista. El lento crecimiento de los métodos
de la ciencia, aplicados ahora por primera vez a los asuntos humanos, puede significar
una nueva e importante fase de la vida humana, a la que no se aplicarán analogías
históricas y en la que los anteriores slogans políticos no serán apropiados. Si hemos de
utilizar el conocimiento que una ciencia de la conducta está poniendo ahora a nuestra
disposición con cualquier esperanza de éxito, debemos mirar la naturaleza humana
enfocándola a través de los métodos de la ciencia, en vez de verla como ha sido
presentada en una serie de accidentes históricos.

Si el advenimiento de una eficaz ciencia de la conducta ocasiona problema, no será


porque la ciencia misma sea esencial al bienestar humano, sino porque los conceptos
antiguos no han cedido en forma fácil o natural. Esperamos que aquellos que están
fuertemente implicados en lo antiguo, opongan resistencia a las nuevas técnicas de
control, pero no tenemos ninguna razón para ayudarles a preservar una serie de
principios que no son fines en sí mismos, sino medios anticuados de alcanzar un fin. Lo
que se necesita es una nueva concepción de la conducta humana que sea compatible con
las implicancias de un análisis científico. Todos los hombres controlan y son
controlados. La cuestión acerca del gobierno, en el sentido más amplio posible, no
consiste en cómo se preservará la libertad, sino en qué clases de control han de
emplearse y para qué fines. El control debe analizarse y considerarse en su justa medida.
Nadie, estoy seguro, desea desarrollar nuevas relaciones amo-esclavo o someter la
voluntad del pueblo a gobernantes despóticos en formas nuevas. Estos son patrones de
control apropiados para un mundo sin ciencia. Estos pueden ser los primeros en
desaparecer cuando el análisis experimental de la conducta llegue a apoderarse del
diseño de las prácticas culturales.

II.- Carl Rogers

Existen, creo, varias cuestiones en relación con este importante tema, en las que los
autores de este artículo, y probablemente una gran mayoría de los psicólogos, estamos
de acuerdo. Entonces, estas cuestiones no son puntos de mucha importancia para
nosotros, y me gustaría mencionarlos brevemente con el propósito de hacerlos a un
lado.

Puntos de Concordancia

Estoy seguro de que estamos de acuerdo en que los hombres -como individuos y como
sociedades- siempre se han esforzado por entender, predecir, influir y controlar la
conducta humana -su propia conducta y la de otros.
10

Creo que estamos de acuerdo en que las ciencias conductuales progresan y seguirán
progresando cada vez más rápido en la comprensión de la conducta, y que, como
consecuencia, la capacidad para predecir y controlar la conducta está creciendo con
igual rapidez.

Creo que estamos de acuerdo en que no es realista negar estos avances, o pretender que
la conducta humana no puede ser un campo de la ciencia. Aunque éste no es un punto
de nuestro estudio, debemos reconocer que muchos hombres inteligentes aún sostienen
fuertemente el punto de vista de que las acciones del hombre son libres en un sentido
tal, que el conocimiento científico de la conducta humana es imposible. Así, el notable
teólogo Reinhold Niebuhr se burla del concepto de la psicología como ciencia de la
conducta humana, y hasta dice: "De cualquier modo, ninguna investigación de la conducta
pasada puede llegar a convertirse en la base de las predicciones de una conducta futura" (9). De
esta manera, mientras que esto no es un punto de discusión para los psicólogos,
debemos por lo menos señalar, de paso, que sí lo es para mucha gente.

Creo que estamos de acuerdo en que la tremenda eficacia potencial de una ciencia que
permite predecir y controlar la conducta puede ser mal empleada, y en que la
posibilidad de ese mal empleo constituye una seria amenaza.

En consecuencia, Skinner y yo estamos de acuerdo en que toda la cuestión del control


científico de la conducta humana es un asunto que debe preocupar tanto a los
psicólogos como al público en general. Como Robert Oppenheimer dijo el año pasado a
la American Psychological Association (l0): "Los problemas que los psicólogos propondrán a la
sociedad, mediante su creciente habilidad para controlar la conducta, serán mucho más graves
que los propuestos por la habilidad de los físicos para controlar las reacciones de la materia." No
estoy seguro de que la generalidad de los psicólogos reconozca esto. Mi impresión es
que la mayoría sostiene una actitud de laissez-faire (dejar hacer). Obviamente, Skinner y
yo no sostenemos este punto de vista de laissez-faire, o no hubiéramos escrito este
artículo.

Puntos de Discusión

Con estos puntos de básico e importante acuerdo, ¿existen entonces algunos puntos
restantes de discusión en los que hay diferencias? Creo que sí; pueden formularse muy
brevemente: ¿quién será controlado?, ¿quién ejercerá el control?, ¿qué tipo de control
será ejercido? Lo más importante de todo, ¿hacia qué fin o qué propósito o buscando
qué valor se ejercerá el control?

En preguntas de esta clase, existen ambigüedades, malas interpretaciones y,


probablemente, diferencias profundas. Estas diferencias existen entre los psicólogos,
entre los miembros del público en general de este país, y entre varias culturas del
11

mundo. Sin esperanza de alcanzar una respuesta final a estas preguntas, podemos, creo,
poner estos puntos en una forma más clara.

Algunos Significados

Para evitar la ambigüedad y la comunicación defectuosa, me gustaría clarificar los


significados de algunos de los términos que estamos empleando.

Ciencia conductual es un término que se puede definir desde varios ángulos, pero en el
contexto de esta discusión se refiere principalmente al conocimiento de que la existencia
de ciertas condiciones descriptibles en el ser humano y/o su medio es seguida por
determinadas consecuencias descriptibles en sus acciones.

Predicción significa la identificación previa de conductas que después ocurren. Dado que
esto es importante para algo que deseo mencionar más adelante, señalaré que se puede
predecir una conducta sumamente específica, como un parpadeo, al igual que un tipo de
conductas. Por ejemplo, se puede predecir correctamente una "conducta de evasión", sin
que sea factible especificar si el individuo correrá o si simplemente cerrará sus ojos.

Control es una palabra muy escurridiza que puede ser empleada en cualquiera de varios
significados. Me gustaría especificar tres, que parecen los más importantes para nuestros
propósitos actuales. Control puede significar: (a) las condiciones que B arregla para A; A
no tiene voz en el asunto, de manera que ciertas conductas predecibles ocurren entonces
en A (me refiero a esto como control externo); (b) las condiciones que B arregla para A,
con cierto grado de consentimiento a estas condiciones por parte de A, de manera que
entonces ocurren en A ciertas conductas predecibles (me refiero a esto como a la
influencia de B sobre A, y (c) las condiciones que A arregla en forma tal que entonces
ocurren en él mismo ciertas conductas predecibles (me refiero a esto como control
interno). Se notará que Skinner coloca juntos los dos primeros significados, control
externo e influencia, bajo el concepto de control. Encuentro que esto provoca confusión.

Concepto usual del Control de la Conducta Humana

Así, con la maleza despejada (espero), revisemos brevemente los diversos elementos que
forman parte del concepto usual del control de la conducta humana como lo plantean
las ciencias conductuales. Aquí estoy elaborando sobre escritos previos de Skinner,
sobre sus formulaciones actuales, sobre los escritos de otros que han considerado, ya sea
en forma amigable o antagónica, los temas implicados en dicho control. No he excluido
a los escritores de ciencia-ficción, recientemente reportados por Vandenburg (11), puesto
que suelen mostrar un conocimiento de los problemas implicados, aun cuando los
métodos descritos sean todavía ficciones. Entonces, los elementos que parecen comunes
12

a estos diferentes conceptos de la aplicación de la ciencia a la conducta humana son los


siguientes:

1. Debe haber cierta clase de decisión con respecto a las metas. Generalmente se asumen
metas deseables, pero a veces, como en el libro de George Orwell, 1984, la meta que se
selecciona es un engrandecimiento del poder individual con el que la mayoría de
nosotros no estaríamos de acuerdo. En un escrito reciente, Skinner sugiere que una
posible serie de metas que se asignarían a la tecnología conductual sería: "Que los
hombres sean felices, informados, diestros, de buena conducta y productivos" (12). En el primer
bosquejo de su parte en este articulo, que tuvo la amabilidad de mostrarme, él no hizo
mención de metas definidas como éstas, pero deseó "mejorar" las prácticas
educacionales, un uso "más sabio" del conocimiento en el gobierno, etc. En la versión
final de su artículo, evita estos términos cargados de valor, y su meta implícita es la muy
general de que es deseable el control científico de la conducta, porque tal vez brindará
"un mundo mucho mejor para todos".

Así, el primer paso al pensar sobre el control de la conducta humana es la elección de las
metas, ya sean específicas o generales. Es necesario ponerse de acuerdo en alguna forma
acerca del punto "¿para qué propósito?".

2. Ya sea que el final elegido resulte uno elevadamente específico o uno muy general,
como el de querer "un mundo mejor", procedemos mediante los métodos de la ciencia a
fin de descubrir los medios para alcanzar estos fines. A través de la experimentación e
investigación ulterior seguimos descubriendo medios más efectivos. El método científico
se autocorrige al llegar así a formas crecientemente efectivas de lograr el propósito que
tenemos en mente.

3. Al descubrir las condiciones o métodos mediante los cuales se llega a la meta, alguna
persona o algún grupo establece estas condiciones, utiliza estos métodos y tiene, en una
forma u otra, el poder para hacerlo.

4. La exposición de los individuos a las condiciones prescritas es el cuarto elemento, lo


cual conduce con un alto grado de probabilidad, a conductas que están en la línea de las
metas deseadas. Los individuos son ahora felices si ésa ha sido la meta, o bien tienen
buenos modales o son sumisos o lo que se haya decidido hacer de ellos.

5. Si el proceso que he descrito se pone en movimiento, entonces existirá una


organización social continua que seguirá produciendo los tipos de conducta que han
sido valorados.

Algunas Fallas
13

¿Existen fallas en esta forma de visualizar el control de la conducta humana? Creo que
sí. De hecho, el único elemento en esta descripción con el que estoy de acuerdo es el
segundo. Me parece indiscutiblemente verdadero que el método científico es una
excelente forma para descubrir los medios mediante los cuales alcanzamos nuestras
metas. Más allá de eso, siento muchas diferencias marcadas que trataré de señalar.

Creo que en la presentación de Skinner aquí y en sus escritos previos, existe un severo
menosprecio del problema del poder. Esperar que el poder que está siendo puesto al
alcance por las ciencias conductuales será ejercido por los científicos o por un grupo
benevolente, me parece una esperanza que encuentra poca sustentación en la historia, ya
sea reciente o remota. Parece mucho más probable que los científicos conductuales,
manteniendo sus actitudes actuales, lleguen a estar en la posición de los científicos
alemanes dedicados a diseñar proyectiles dirigidos. Primero trabajaron devotamente
para Hitler a fin de destruir a la URSS y a Estados Unidos. Ahora, dependiendo de
quién los capturó, trabajan devotamente para la URSS en el interés por destruir a
Estados Unidos o bien a la inversa. Si los científicos conductuales se interesan
únicamente por desarrollar su ciencia, parece más probable que servirán a los
propósitos de cualquier individuo o grupo que tenga el poder.

Pero la falla más grande que veo en esta revisión de lo que está implicado en el control
científico de la conducta humana es la negación, la comprensión equivocada o la burda
subestimación del lugar de los fines, metas o valores en relación con la ciencia. Este error
(como a mí me parece) tiene tantas implicancias que me gustaría dedicarle algún
espacio.

Fines y Valores en Relación con la Ciencia

En fuerte contradicción con ciertos puntos de vista que se han adelantado, me gustaría
proponer una tesis de doble filo: (a) en cualquier empresa científica -ya sea de ciencia
"pura" o aplicada- existe una elección subjetiva previa del propósito o valor para el cual
se percibe que sirve ese trabajo científico, y (b) esa elección subjetiva del valor que da
cuerpo a la empresa científica debe situarse siempre fuera de esa empresa y nunca
puede llegar a formar parte de la ciencia implicada en ese esfuerzo.

Permítaseme ilustrar el primer punto a partir de Skinner mismo. Es evidente que en sus
primeros escritos (12) se reconoce que es necesario hacer una previa elección del valor, y
se especifica como la meta de que todos los hombres han de llegar a ser felices, de
buenas maneras, productivos, etc. Me agrada que Skinner se haya retirado de las metas
que entonces escogió, porque para mí parecen ser valores embrutecedores. Solamente
puedo sentir que él estaba eligiendo estas metas para otros, no para él mismo. Detestaría
ver a Skinner llegando a tener "buena conducta", en la forma en que ese término fuera
definido para él por los científicos conductuales. Su reciente artículo en el American
Psychologist (13) muestra que, ciertamente, no quiere ser "productivo" en el sentido en
14

que ese valor es definido por la mayoría de los psicólogos. Y la más tremenda suerte que
puedo imaginar para él sería que fuera constantemente "feliz". Es el hecho de que él esté
tan descontento acerca de muchas cosas lo que me hace apreciarlo.

En el primer borrador de su parte de este artículo, también incluyó dichas elecciones


previas del valor, diciendo, por ejemplo: "Debemos decidir cómo vamos a utilizar el
conocimiento que la ciencia de la conducta humana está poniendo ahora al alcance." Ahora, él
no ha hecho mención de dichas elecciones y, si lo entiendo correctamente, cree que la
ciencia puede proceder sin ellas. Ha sugerido este punto de vista en otro artículo
reciente, estableciendo: "Debemos continuar experimentando en el diseño cultural... probando
las consecuencias conforme avancemos. Finalmente, las prácticas que contribuyen a la mayor
fuerza biológica y psicológica del grupo presumiblemente sobrevivirán" (8, pág. 549).

Sin embargo, yo apuntaría que elegir la experimentación es una elección valórica. Hasta
el moverse en la dirección de la experimentación perfectamente al azar lo es. Probar las
consecuencias de un experimento es posible sólo si primero se ha hecho una elección
subjetiva de un criterio valórico. Y en la formulación de Skinner se encuentra implícita
una valoración de la fuerza biológica y psicológica. De manera que, aun cuando se trata
de evadir tal elección, parece ineludible que para cualquier empresa científica, o para
cualquier aplicación del conocimiento científico, se necesita una previa elección valórica
subjetiva.

Deseo aclarar que no estoy diciendo que los valores no puedan ser incluidos como un
objeto de la ciencia. No es verdad que la ciencia trata únicamente con ciertas clases de
"hechos" y que estas clases no incluyen valores. Es un poco más complejo que esto, tal
vez uno o dos ejemplos simples pudieran aclararlo.

Si valoro el conocimiento de las "tres R" como una meta de la educación, los métodos de
la ciencia pueden darme una información crecientemente precisa sobre cómo puede
alcanzarse esta meta. Si valoro la habilidad de resolución de problemas como meta de la
educación, el método científico puede darme la misma clase de ayuda.

Ahora, si deseo determinar si la habilidad de resolución de problemas es "mejor" que el


conocimiento de las tres R, entonces el método científico también puede estudiar esos
dos valores, pero sólo -y esto es muy importante- en términos de algún otro valor que yo
haya elegido subjetivamente. Puedo valorar el éxito universitario. Entonces puedo
determinar si la habilidad de resolución de problemas o el conocimiento de las tres R se
asocia más cercanamente con ese valor. Puedo valorar la integración personal o el éxito
vocacional o la ciudadanía responsable. Puedo determinar si la habilidad de resolución
de problemas o el conocimiento de las tres R es "mejor" para alcanzar cualquiera de
estos valores. Pero el valor o propósito que da significado a una empresa científica
particular debe situarse siempre fuera de esa empresa.
15

Aunque nuestro interés en este simposio es fundamentalmente por la ciencia aplicada,


lo que he estado diciendo parece ser igualmente verdadero para la llamada ciencia
"pura". En la ciencia pura, la previa elección subjetiva del valor más común es el
descubrimiento de la verdad. Pero ésta es una elección subjetiva, y la ciencia nunca
puede decir si es la mejor elección, excepto si se ve a la luz de algún otro valor. Por
ejemplo, los genetistas de la URSS tenían que efectuar una elección subjetiva de si era
mejor buscar la verdad o descubrir hechos que sustentaran un dogma gubernamental.
¿Cuál elección es "mejor"? Podríamos hacer una investigación científica de esas
alternativas, pero sólo a la luz de algún otro valor elegido subjetivamente. Si, por
ejemplo, valoramos la supervivencia de una cultura, podremos empezar a investigar,
con los métodos de la ciencia, la cuestión de si la búsqueda de la verdad o si la
sustentación de un dogma gubernamental se asocian más cercanamente a la
supervivencia cultural.

Mi punto de vista es, entonces, que cualquier esfuerzo en la ciencia pura o aplicada, se
lleva a cabo para buscar un propósito o valor que es elegido subjetivamente por
personas. Es importante que esta elección sea explícita, ya que el valor particular que se
busca nunca puede ser probado o evaluado, confirmado o negado, por el esfuerzo
científico que surge de él. El propósito o valor inicial se encuentra, siempre y
necesariamente, fuera del alcance del esfuerzo científico que dicho valor pone en
movimiento.

Entre otras cosas, esto significa que si escogemos alguna meta o serie de metas
particulares para los seres humanos y después las situamos en una amplia escala para
controlar el comportamiento humano con el fin de adquirir esas metas, nos
encerraremos en la rigidez de nuestra elección inicial, porque tal esfuerzo científico
nunca puede trascenderse a sí mismo para seleccionar nuevas metas. Sólo las personas
subjetivas pueden hacer eso. Así, si escogemos como nuestra meta el estado de felicidad
para los seres humanos (una meta merecidamente ridiculizada por Aldous Huxley en
Brave new world -Un Mundo Feliz-) y si incluyéramos a toda la sociedad en un fructífero
programa científico mediante el cual la gente se volviera feliz, nos encerraríamos en una
colosal rigidez en la que nadie estaría libre para cuestionar esta meta, porque nuestras
operaciones científicas no podrían trascenderse a sí mismas para cuestionar sus
propósitos directrices. Y sin elaborar este punto, señalaría que la rigidez colosal, ya sea
en dinosaurios o dictaduras, tiene un récord muy deficiente de supervivencia evolutiva.

No obstante, si una parte de nuestro esquema es para liberar a algunos "planificadores",


que no tienen que ser felices, que no son controlados y que, por tanto, son libres para
escoger otros valores, esto tiene varios significados. Significa que el propósito que
hemos escogido como nuestra meta no es suficiente ni satisfactorio para los seres
humanos, sino que debe suplementarse. También significa que si es necesario formar un
grupo élite para que sea libre, esto muestra entonces claramente que la gran mayoría
está constituida sólo por esclavos -no importa con qué altisonante nombre los llamemos-
de aquellos que seleccionan las metas.
16

Sin embargo, tal vez la idea es que un esfuerzo científico continuado desarrollará sus
propias metas; que los hallazgos iniciales alterarán las direcciones, que los hallazgos
subsecuentes las alterarán todavía más y que la ciencia desarrolla de alguna manera su
propio propósito. Aunque él no lo dice claramente, éste parece ser el patrón que Skinner
tiene en mente. Por supuesto, es una descripción razonable, pero pasa por alto un
elemento de este continuo desarrollo, a saber: que la elección subjetiva personal
interviene en cada punto en que la dirección cambia. Los descubrimientos de una
ciencia, los resultados de un experimento, no pueden ni nunca podrán revelar cuál es el
siguiente propósito científico que hay que perseguir. Hasta en la ciencia más pura, el
científico debe decidir lo que significan los descubrimientos y elegir subjetivamente cuál
es el siguiente paso que será más provechoso en la búsqueda de su propósito. Y si
estamos hablando de la aplicación del conocimiento científico, entonces es tristemente
obvio que el creciente conocimiento científico de la estructura del átomo no lleva con él
ninguna elección necesaria en cuanto al propósito al que servirá este conocimiento. Esta
es una elección subjetiva personal que debe ser efectuada por muchos individuos.

Así, reconsidero la proposición con que empecé esta sección de mis observaciones -y
que ahora repito con diferentes palabras. La ciencia tiene significado como la búsqueda
objetiva de un propósito que ha sido elegido subjetivamente por una o varias personas.
Este propósito o valor nunca puede ser investigado por el experimento o investigación
científica particular que surge de él y le confiere su significado. En consecuencia,
cualquier discusión del control de los seres humanos mediante las ciencias conductuales
debe, en primer lugar, interesarse profundamente en los propósitos elegidos de modo
subjetivo que dicha aplicación de la ciencia intenta poner en marcha.

¿Es Desesperada la Situación?

El lector cuidadoso puede reconocer que, aun cuando mis consideraciones hasta este
punto hayan introducido algunas modificaciones en la concepción de los procesos
mediante los cuales será controlada la conducta humana, estas consideraciones pueden
haber hecho que tal control pareciera todavía más inevitable. Lo podríamos sintetizar de
esta manera: la ciencia conductual está avanzando claramente; el creciente poder para
controlar que nos brinda estará en manos de alguien o de algún grupo; un individuo o
un grupo tal escogerán ciertamente los valores o metas que han de alcanzarse; y la
mayoría de nosotros seremos entonces cada vez más controlados por medios tan sutiles
que ni siquiera nos daremos cuenta de que son controles. Así, ya sea que un consejo de
psicólogos sabios (si es que estos términos no son contradictorios) o un Stalin o un
Hermano Grande tengan el poder, y aunque la meta sea la felicidad o la productividad o
la resolución del complejo de Edipo o la sumisión o el amor al Hermano Grande, nos
encontraremos moviéndonos hacia la meta elegida y probablemente pensando que
nosotros así lo deseamos. Por tanto, si esta línea de razonamiento es correcta, parece que
se está acercando alguna forma de Walden Two o de 1984 (que a nivel filosófico profundo
17

no parecen distinguirse entre sí). El hecho de que seguramente llegará poco a poco más
que de golpe no modifica grandemente los puntos fundamentales. En cualquier caso,
como Skinner ha indicado en sus escritos, veríamos entonces los conceptos de la libertad
humana, la capacidad de elección, la responsabilidad de elección y el valor del
individuo humano como curiosidades históricas que una vez por accidente cultural
existieron como valores en una civilización precientífica.

Creo que cualquier persona que observa las tendencias debe considerar esta descripción
como una posibilidad real. Esto no es simplemente una fantasía. Algo de ese estilo
podría ser el futuro más probable, pero ¿es un futuro inevitable? Quiero dedicar mis
observaciones restantes a una posibilidad alternativa.

Conjunto de Valores Alternativo

Supóngase que empezamos con un conjunto de fines, valores y propósitos, muy


diferentes del tipo de metas que hemos estado considerando. Supóngase que lo hacemos
en forma abierta, adelantándonos como una posible elección valórica para ser aceptada
o rechazada. Supóngase que seleccionamos un grupo de valores que se enfocan sobre
elementos fluidos de proceso, más que sobre atributos estáticos. Entonces podremos
valorar: al hombre como un proceso de llegar a ser, como un proceso del logro del valor
y dignidad por medio del desarrollo de sus potencialidades; al ser humano individual
como un proceso de autorrealización moviéndose hacia experiencias más desafiantes y
enriquecedoras; el proceso mediante el cual el individuo se adapta creativamente a un
mundo cambiante y siempre nuevo; el proceso por el cual el conocimiento se trasciende
a sí mismo, como, por ejemplo, la teoría de la relatividad trascendió la física de Newton
para ser trascendida ella misma en el futuro por una nueva percepción.

Si seleccionamos valores como éstos, volveremos a nuestra ciencia y tecnología de la


conducta con un conjunto de preguntas muy diferente. Desearemos conocer cuestiones
como: ¿puede la ciencia ayudar a descubrir nuevas modalidades de vida que sean
ricamente gratificantes?, ¿puede ayudar a descubrir maneras más significativas y
satisfactorias de relaciones interpersonales?, ¿puede la ciencia informarnos acerca de
cómo la raza humana puede llegar a ser un participante más inteligente en su propia
evolución -en su evolución física, psicológica y social?, ¿puede la ciencia informarnos
sobre las formas de liberar la capacidad creativa de los individuos, que parece tan
necesaria si es que hemos de sobrevivir en esta era atómica que se expande
fantásticamente? Oppenheimer (14) ha señalado que el conocimiento, que antes se
duplicaba en un milenio o en siglos, ahora se duplica en una generación o en una
década. Parece que debemos descubrir lo máximo en cuanto a la liberación de la
creatividad si es que hemos de ser capaces de adaptarnos en forma efectiva.
Brevemente, ¿puede la ciencia descubrir los métodos mediante los cuales el hombre
pueda más fácilmente llegar a ser un proceso autotrascendente y en constante
18

desarrollo, en su conducta, en su pensamiento, en su conocimiento?, ¿puede la ciencia


predecir y liberar una libertad esencialmente impredecible?

Una de las virtudes de la ciencia como método es que es capaz de avanzar y poner en
marcha metas y propósitos de esta clase, así como de estar al servicio de valores
estáticos, como la situación de estar bien informados, de ser felices y obedientes.
Ciertamente, tenemos alguna prueba de esto.

Un Breve Ejemplo

Tal vez se me perdone si ilustro algunas de las posibilidades sobre esta línea enfocando
a la psicoterapia, el campo que conozco mejor.

La psicoterapia, como han indicado Meerloo (15) y otros, puede ser uno de los medios
más sutiles para el control de A por B. El terapeuta puede moldear sutilmente a los
individuos a su propia imagen y semejanza; puede ocasionar que un individuo se
vuelva un ser sumiso y conformista. Cuando ciertos principios terapéuticos son
utilizados en forma extrema, lo llamamos lavado de cerebro, un ejemplo de la
desintegración de la personalidad y una reformulación de la persona por las líneas
deseadas por el individuo que controla. De manera que los principios de la terapia
pueden utilizarse como medios efectivos de control externo de la personalidad y de la
conducta humana. ¿Puede la psicoterapia ser algo más? Aquí encuentro que los avances
que se están llevando a cabo en la psicoterapia centrada en el cliente (16) son un
emocionante indicio de lo que puede hacer una ciencia conductual para alcanzar la clase
de valores que he formulado. Muy aparte de ser, en cierto sentido, una nueva
orientación en psicoterapia, este desarrollo tiene implicaciones importantes referentes a
la relación de una ciencia conductual con el control de la conducta humana.
Permítaseme describir nuestra experiencia en lo que se relaciona con los puntos de esta
discusión.

En la terapia centrada en el cliente, estamos profundamente comprometidos en la


predicción e influencia de la conducta, o aún en el control de la conducta. Como
terapeutas, instituimos ciertas condiciones actitudinales, y el paciente tiene
relativamente poco que decir en el establecimiento de estas condiciones. Predecimos que
si se instituyen estas condiciones, se producirán ciertas consecuencias conductuales en el
paciente. Hasta aquí, éste es, con mucho, un control externo que no difiere del que
Skinner ha descrito, ni de lo que he discutido en las secciones precedentes de este
artículo. Pero aquí termina cualquier semejanza.

Las condiciones que hemos escogido establecer predicen consecuencias conductuales


como las siguientes: que el paciente se volverá capaz de autodirigirse, se volverá menos
rígido, más abierto a la evidencia de sus sentidos, mejor organizado e integrado, más
semejante al ideal que ha elegido para sí mismo. En otras palabras, mediante el control
19

externo, hemos establecido condiciones que, según nuestra predicción, serán seguidas
por un control interno ejercido por el individuo, en busca de metas elegidas
interiormente. Hemos propuesto las condiciones que predicen varias clases de
conductas -conductas autodirectivas, sensibilidad a las realidades de dentro y de fuera,
adaptabilidad flexible- que por su naturaleza misma son impredecibles en sus formas
específicas. Nuestra investigación reciente (17) indica que nuestras predicciones son
corroboradas en grado significativo, y nuestro compromiso con el método científico nos
hace creer que se pueden encontrar medios más efectivos para alcanzar estas metas.

Existen investigaciones en otros campos -industria, educación, dinámica de grupos- que


parecen apoyar nuestros descubrimientos. Creo que se puede afirmar
conservadoramente que se ha hecho un progreso científico para identificar aquellas
condiciones en una relación interpersonal que, si existen en B, producirán en A mayor
madurez en su conducta, menor dependencia de otros, un incremento de su
expresividad como persona, un aumento en la variabilidad, flexibilidad y efectividad de
adaptación, una creciente responsabilidad de sí mismo y una creciente autodirección y,
muy en contraste con la inquietud expresada por algunos, no encontramos que la
conducta creativamente adaptativa que resulta de tal variabilidad de expresión
autodirigida sea un "accidente afortunado" que tiene lugar en un "caos". Más bien, el
individuo que está abierto a su experiencia y se autodirige es armónico y no caótico, es
ingenioso más que movido por el azar, pues imaginativamente ordena sus respuestas
hacia el logro de sus propios propósitos. Sus acciones creativas son tan causadas por un
"accidente afortunado" como lo fue la construcción de Einstein de la teoría de la
relatividad.

Así, nos encontramos en fundamental acuerdo con la afirmación de John Dewey: "La
ciencia se ha abierto paso por medio de la liberación y no de la supresión de los elementos de
variación, de invención e innovación, de creación original en los individuos" (18). Creemos que
el progreso en la vida personal y grupal se logra de la misma manera.

Posible Concepto del Control de la Conducta Humana

Es evidente que el punto de vista que estoy expresando se encuentra en marcado


contraste con la concepción usual de la relación entre las ciencias conductuales y el
control de la conducta humana. Con el fin de hacer todavía más brusco este contraste,
formularé esta posibilidad en párrafos paralelos a los utilizados anteriormente.

1. Es posible para nosotros escoger valorar al hombre como un proceso de


autorrealización; valorar la creatividad, y el proceso mediante el cual el conocimiento se
vuelve autotrascendente.
2. Mediante los métodos de la ciencia podemos proceder a descubrir las condiciones que
necesariamente preceden a estos procesos y, por medio de una continua
experimentación, descubrir mejores medios para alcanzar estos propósitos.
20

3. Para individuos o grupos, es posible establecer estas condiciones, con un mínimo de


poder o control. Según el conocimiento actual, la única autoridad necesaria es la
autoridad para establecer ciertas cualidades de relación interpersonal.
4. El conocimiento actual sugiere que, al ser expuestos a estas condiciones, los
individuos se vuelven más responsables de sí mismos, progresan en la actualización de
sí mismos, se vuelven más flexibles y llegan a ser más creativamente adaptativos.
5. Así, tal elección inicial abriría los comienzos de un sistema o subsistema social en que
los valores, conocimientos, habilidades adaptativas y hasta el concepto de la ciencia
estarían en continuo cambio y se trascenderían a si mismos. El énfasis estaría en el
hombre como proceso de llegar a ser.

Creo que resulta evidente que un panorama como el que he descrito no conduce a
ninguna utopía definible. Sería imposible predecir su resultado final. Implica un
desarrollo paso a paso, basado en una constante elección subjetiva de la dirección de la
"sociedad abierta", tal como el término ha sido definido por Popper (19), donde los
individuos llevan la responsabilidad para hacer decisiones personales. Se encuentra en
el polo opuesto de su concepto de la sociedad cerrada, de la que Walden Two sería un
ejemplo.

Confío que también es evidente que el énfasis recae en el proceso, y no en estados finales
del ser. Estoy sugiriendo que, por medio de la elección de valorar ciertos elementos
cualitativos del proceso de llegar a ser, podemos encontrar una senda hacia la sociedad
abierta.

La Elección

Espero que hayamos ayudado a clarificar la amplitud de elección que permanecerá ante
nosotros y ante nuestros hijos, en lo que respecta a las ciencias conductuales. Podemos
elegir utilizar nuestro conocimiento en desarrollo para esclavizar a la gente en formas
nunca antes soñadas, despersonalizándolos, controlándolos por medios tan
cuidadosamente escogidos que tal vez nunca se darán cuenta de la pérdida de su
dignidad personal. Podemos escoger emplear nuestro conocimiento científico para hacer
felices a los hombres, para lograr que tengan buenos modales y conducta y sean
productivos, como sugirió Skinner. O podemos garantizar que cada persona aprenda
todo el programa que seleccionemos y le propongamos, como ahora sugiere Skinner. O,
en el otro extremo del espectro de elección, podemos escoger emplear las ciencias
conductuales en formas liberadoras, y no de control; que harán surgir una variabilidad
constructiva, no un conformismo; que desarrollarán la creatividad, no el estancamiento;
que facilitarán en cada persona el proceso autodirigido para llegar a ser; que ayudarán a
los individuos, a los grupos y hasta al concepto de la ciencia a trascenderse a sí mismos
en formas nuevas y adaptativas, de enfrentarse con la vida y sus problemas. La elección
depende de nosotros y, siendo la raza humana como es, probablemente tropezaremos
21

haciendo a veces elecciones valóricas casi desastrosas, y en otras ocasiones haciendo


elecciones muy constructivas.

Me doy cuenta de que, para algunos, esta formulación de elección es irreal, pues se
considera que una elección valórica es imposible. Skinner ha establecido:

Los tan ostentados poderes del hombre... su capacidad de elegir y nuestro derecho para
considerarlo responsable de su elección, nada de esto sobresale en este nuevo autorretrato
(proporcionado por la ciencia). Alguna vez creímos que el hombre era libre para expresarse a sí
mismo en el arte, la música y la literatura, que era libre para escudriñar dentro de la naturaleza
para buscar la salvación a su propio modo. Podía iniciar la acción y efectuar cambios de rumbo
espontáneos y caprichosos... Pero la ciencia insiste en que la acción es iniciada por fuerzas que
chocan con el individuo, y capricho es solamente otro nombre de la conducta para la cual todavía
no hemos encontrado una causa (12, 52-53).

Puedo comprender este punto de vista, pero creo que le saca la vuelta a la gran paradoja
de la ciencia conductual. La conducta, cuando se examina científicamente, con
seguridad se comprende mejor cuando se ve determinada por una causa previa. Este es
un gran hecho científico. Pero la elección personal responsable, que es el elemento más
esencial de ser persona, que es la experiencia central en psicoterapia, que existe antes
que cualquier empresa científica, es un hecho igualmente preeminente en nuestras
vidas. Negar la experiencia de elección responsable es, para mí, un punto de vista tan
restringido como el negar la posibilidad de una ciencia conductual. Que estos dos
importantes elementos de nuestra experiencia parecen contradecirse tiene tal vez la
misma importancia que la contradicción entre la teoría de la ondulación y la teoría
corpuscular de la luz, que pueden demostrarse como verdaderas aunque incompatibles.
No podemos sacar provecho de la negación de nuestra vida subjetiva, como tampoco
negar la descripción objetiva de esa vida.

En conclusión: afirmo que la ciencia no puede llegar a ser sin una elección personal de
los valores que deseamos alcanzar. Y estos valores que decidimos poner en marcha
siempre permanecerán fuera de la ciencia que los ejecuta; las metas que elegimos, los
propósitos que deseamos seguir, siempre deben estar fuera de la ciencia que los alcanza.
Para mí, esto tiene el alentador· significado de que la persona, con su capacidad de
elección subjetiva, puede existir y siempre existirá, separada de y anterior a cualquiera
de sus empresas científicas. A menos que como individuos y grupos escojamos
renunciar a nuestra capacidad de elección subjetiva, siempre permaneceremos como
personas, no simples prendas de una ciencia que se creó a sí misma.

III.- B.F. Skinner

No puedo estar muy de acuerdo en que la práctica de la ciencia requiera una decisión
previa respecto a las metas o una elección valórica previa. El metalúrgico puede estudiar
22

las propiedades del acero y el ingeniero diseñar un puente sin plantear la cuestión de si
se va a construir un puente. Pero, ciertamente, tales cuestiones son formuladas con
frecuencia y son respondidas en forma tentativa. Rogers quiere llamar a las respuestas,
elecciones subjetivas de valores. Para mí, una expresión tal sugiere que hemos tenido que
abandonar prácticas científicas más rigurosas para hablar acerca de nuestro propio
comportamiento. En el análisis experimental de otros organismos, yo emplearía otros
términos y trataré de hacerlo aquí. Cualquier lista de valores es una lista de reforzadores
-condicionados o de otros. Estamos constituidos en forma tal que, en ciertas
circunstancias, la comida, el agua, el contacto sexual, etc., harán que cualquier conducta
que las produce ocurra nuevamente con mayor probabilidad. Otras cosas pueden
adquirir este poder. No necesitamos decir que un organismo escoge comer en vez de
morirse de hambre. Si responden que es algo muy diferente cuando el hombre escoge el
hambre, con gusto estoy simplemente de acuerdo. Si no fuera así, habríamos aclarado el
aspecto de la elección desde hace mucho tiempo. Un organismo puede ser reforzado
-puede hacerse que "escoja"- casi cualquier estado de cosas determinado.

A Rogers le preocupan las elecciones que implican consecuencias múltiples y


usualmente conflictivas. He tratado algunas de ellas en otra parte (20) en un análisis de
autocontrol. ¿Me comeré hoy estas deliciosas fresas si después mañana padeceré una
molesta erupción? La decisión que debo hacer se solía asignar al campo de la ética; pero
ahora estamos estudiando combinaciones similares de consecuencias positivas y
negativas, así como condiciones colaterales que afectan al resultado en el laboratorio.
Hasta a un pichón se le puede enseñar cierto grado de autocontrol. Y este trabajo nos
ayuda a entender la operación de ciertas fórmulas -entre ellas, juicios de valor- que la
sabiduría popular, la religión y la psicoterapia han desarrollado en su interés por la
autodisciplina. El efecto observable de cualquier formulación valórica es el de alterar la
efectividad relativa de los reforzadores. Ya no podemos disfrutar las fresas por estar
pensando en la erupción. Si las erupciones se vuelven lo suficientemente vergonzosas,
ilegales, pecaminosas, desadaptativas o insensatas, podremos resplandecer de
satisfacción al hacer las fresas a un lado en una grandiosa respuesta de evitación que
traería una sonrisa a los labios de Murray Sidman.

La gente se comporta en formas que, como decimos, se adaptan a patrones éticos,


gubernamentales o religiosos, porque es reforzada por hacerlo así. La conducta
resultante puede tener consecuencias de largo alcance para la supervivencia del patrón
al que se adapta. Y ya sea que nos guste o no, la supervivencia es el criterio esencial. Me
parece que aquí, la ciencia puede ayudar -no en escoger una meta, sino en capacitarnos
para predecir el valor de supervivencia que tienen las prácticas culturales. Durante largo
tiempo, el hombre ha tratado de obtener la clase de mundo que quiere mediante la
glorificación de alguna marca de reforzamiento inmediato. Al señalar la ciencia cada vez
más las consecuencias más remotas, el hombre puede empezar a trabajar para fortalecer
la conducta, no con devoción esclavizada hacia algún valor elegido, sino con respeto por
la supervivencia última de la humanidad. No me pregunten por qué quiero que la
humanidad sobreviva. Puedo decirles por qué únicamente en el sentido en que el
23

fisiólogo puede decirles por qué quiero respirar. Una vez que se haya señalado la
relación entre un paso dado y la supervivencia de mi grupo, tomaré ese paso. Y el
principal punto de la ciencia es simplemente señalar tales relaciones.

Los valores que ocasionalmente he recomendado (y Rogers no me ha llevado a


retractarme) son transitorios. En igualdad de circunstancias, estoy apostando por el
grupo cuyas prácticas se hallan a favor de la gente saludable, feliz, segura, productiva y
creativa. E insisto que los valores recomendados por Rogers son también transitorios,
pues puedo hacerle la misma pregunta: ¿el hombre como proceso de llegar a ser qué?
¿autorrealización -para qué? El control interno no es más meta que el externo.

Lo que me parece que Rogers está proponiendo, tanto aquí como en cualquier otro lado
(l), es lo siguiente: utilicemos nuestro creciente poder de control para crear individuos
que no necesitarán control y que tal vez ya no responderán a él. Solucionemos el
problema del poder renunciando a él. A primera vista, esto parece tan poco plausible
como un déspota benevolente; sin embargo, ocasionalmente, el poder ha sido
desechado. Una nación ha quemado su reichstag, los hombres ricos han regalado su
riqueza, las mujeres hermosas se han convertido en horribles ermitaños en el desierto, y
los psicoterapeutas se han vuelto no directivos. Cuando esto ocurre, busco otros posibles
reforzadores para encontrar una explicación plausible. Un pueblo renuncia al poder
democrático cuando un tirano les promete la tierra. Los ricos regalan su riqueza para
escapar del dedo acusador de su prójimo. Una mujer destruye su hermosura con la
esperanza de la salvación. Y un psicoterapeuta renuncia al control porque así puede
ayudar más efectivamente a su paciente.

Así, la solución que Rogers sugiere es comprensible; pero, ¿está interpretando


correctamente el resultado?, ¿qué prueba existe de que un paciente llegue alguna vez a
ser verdaderamente autodirectivo?, ¿qué prueba existe de que alguna vez haga una
elección realmente interna de ideales o metas? Aún cuando el terapeuta no haga la
elección, aun cuando aliente la autorrealización, no está fuera de control mientras se
mantiene dispuesto a intervenir cuando la ocasión así lo pida -cuando, por ejemplo, el
paciente elige la meta de volverse un perfecto mentiroso o la de asesinar a su jefe. Pero
suponiendo que el terapeuta, de hecho, se aleja completamente o ya no es necesario;
¿qué pasa con las otras fuerzas que actúan en el paciente?, ¿es la meta elegida por él
mismo independiente de su entrenamiento ético y religioso anterior?, ¿es independiente
de la sabiduría popular de su grupo?, ¿es independiente de las opiniones y actitudes de
otros que son importantes para él? Desde luego que no. La situación terapéutica es sólo
una pequeña parte del mundo del paciente. Desde el punto de vista del terapeuta,
parecería posible renunciar al control; pero el control se pasa no a un self, sino a fuerzas
en otras partes del mundo del paciente. La solución del problema de poder del
terapeuta no puede ser nuestra solución, porque debemos considerar todas las fuerzas
que actúan sobre el individuo.
24

El niño que debe ser alentado y regañado es poco menos que un ser humano
completamente desarrollado. Lo queremos ver apresurándose a sus quehaceres, no
porque dé cada paso como respuesta a los recordatorios verbales de su madre, sino
porque se ha producido un cambio en su conducta debido a ciertas contingencias
temporales, en las que el perder el tiempo ha sido castigado y el apresurarse ha sido
reforzado. Llámesele a esto un estado de mejor organización, una mayor sensibilidad a
la realidad o lo que se desee. El simple hecho es que el niño pasa de un control verbal
temporal ejercido por sus padres hacia un control ejercido por ciertos aspectos
inexorables del ambiente. Yo podría suponer que algo por el estilo ocurre en la
psicoterapia fructífera. Me parece que Rogers dice esto: pongamos fin, tan pronto como
se pueda, a cualquier patrón de amo-y-esclavo, a cualquier obediencia directa al
mandato, a la adhesión sumisa a las sugerencias. Déjese que el individuo sea libre para
adaptarse él mismo a aspectos más recompensantes del mundo que le rodea. En fin, que
sus maestros y orientadores "se debiliten" como el Estado marxista. No sólo estoy de
acuerdo en que es una idea útil, sino que también he construido un mundo fantástico
para demostrar sus ventajas. Me entristece escuchar a Rogers decir que "a un nivel
filosófico profundo" Walden Two y 1984, de George Orwell, "parecen indistinguibles".
Difícilmente podrían ser más distintos -a cualquier nivel. El libro 1984 es una imagen de
un control aversivo inmediato para propósitos egoístas depravados; por otro lado, el
fundador de Walden Two ha construido una comunidad en la que ni él ni cualquier otra
persona ejercen ningún control actual. Su logro estriba en su plan original y, cuando él
alardea de esto ("es suficiente satisfacer al tirano más sediento"), no le tenemos temor, sino
que solamente lo compadecemos por su debilidad.

Andrew Hacker (21), otro crítico de Walden Two, ha discutido este punto al considerar la
fuerza del condicionamiento en masa sobre la noción liberal del hombre autónomo. Al
diseñar ciertos paralelos entre el pasaje de la Gran Inquisición, en Los hermanos
Karamazov de Dostoievsky, Brave new world de Huxley, y Walden Two, intenta formular
una distinción para aplicarse a cualquier sociedad entre los condicionadores y los
condicionados. Supone que "se puede decir que el condicionador es autónomo en el
sentido liberal tradicional". No obstante, luego señala: "Desde luego, el condicionador ha
sido condicionado; pero no lo ha sido por la manipulación consciente de otra persona". Sin
embargo, ¿cómo afecta esto a la conducta resultante?, ¿no podemos olvidar pronto los
orígenes del diamante "artificial" que es idéntico al objeto real? Ya sea que se trate de un
patrón cultural "accidental", como el que se dice que produjo al fundador de Walden
Two, o del medio dirigido que está a punto de producir a sus sucesores, estamos
tratando con series de condiciones que generan la conducta humana que, a fin de
cuentas, será medida por su contribución a la fuerza del grupo. Vemos hacia el futuro,
no hacia el pasado, para probar la "bondad" o la aceptabilidad.

Si somos dignos de nuestra herencia democrática, estaremos, desde luego, preparados


para resistir cualquier uso tiránico de la ciencia para propósitos inmediatos o egoístas.
Pero si valoramos las realizaciones y las metas de la democracia, no deberemos
rehusarnos a aplicar la ciencia al diseño y construcción de patrones culturales, aunque
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entonces podamos encontrarnos, en cierto sentido, en la posición de los controladores.


El temor al control generalizado más allá de cualquier justificación, ha llevado a un mal
entendido de prácticas válidas y a un ciego rechazo de planificaciones inteligentes para
una mejor forma de vida. En términos que confío que Rogers aprobará, al conquistar
este temor nos volvemos más maduros y mejor organizados y, por tanto, nos
realizaremos más plenamente como seres humanos.

Referencias Bibliográficas

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