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La violencia ejercida contra la mujer es un problema que obedece a estructuras jerárquicas

patriarcales que reproductor una cultura donde las mujeres son vistas como objetos desechables y
mal tratables. Prueba de ello es que las múltiples violaciones a los derechos de las mujeres se
desarrollan tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado; respondiendo a
diferentes contextos pero a imaginarios culturales similares que limitan y atentan contra la libertad
femenina y el desarrollo de sus capacidades. Con ello se evidencia que las mujeres se enfrentan a
la discriminación del Estado, de sus familias y de la comunidad en general.
Es decir La violencia contra las mujeres es la mayor atrocidad cometida contra los derechos
humanos tiempos. Desde que nacen hasta que mueren, tanto en tiempo de paz como en la guerra,
las mujeres se enfrentan a la discriminación y la violencia del Estado, la comunidad y la familia.
Cada año, millones de niñas y mujeres sufren violaciones y abusos sexuales a manos de familiares,
hombres ajenos a la familia, agentes de seguridad o combatientes armados. Algunas formas de
violencia, como los embarazos y los abortos forzados, la “quema de novias” y los abusos
relacionados con la dote, son específicas de las mujeres. Otras, como la violencia en el ámbito
familiar conocida también como violencia doméstica, tienen entre sus víctimas a un número
desproporcionado de mujeres. Durante los conflictos armados, la violencia contra las mujeres suele
usarse como arma de guerra para deshumanizarlas o para perseguir a la comunidad a la que
pertenece (tristan, 2005)

La violencia también afecta negativamente al agresor, aunque es él quien la propicia.


Cuando la ejerce, está destruyendo sus relaciones y su actitud violenta le impide tener unas
relaciones sanas, en las que pueda ser querido y respetado en lugar de temido y obedecido. Porque
la violencia priva a las personas de amor y de libertad y sólo consigue generar daño, resentimiento,
sometimiento y temor. Aunque los agresores logren ser obedecidos cuando utilizan la violencia, este
poder que supuestamente consiguen nunca les va a compensar la falta de amor y de libertad y la
destrucción que ellos mismos están generando. Les podrá producir algún tipo de satisfacción, pero
nunca felicidad, y cada vez más, les va acarreando rechazo social, soledad y, en ocasiones, penas
judiciales (como el internamiento en prisión), aunque aún haya personas que justifican y toleran
estos comportamientos.
Las personas que presencian este tipo de violencia también son víctimas (a veces sólo indirectas,
otras veces también directas) y sufren sus consecuencias. Las niñas y
niños que son testigos de malos tratos de su padre contra su madre están sufriendo un daño
psicológico importante, y a veces también acaban siendo objeto de la violencia del padre. Estos
niños y niñas tendrán más probabilidades de reproducir esa violencia en sus relaciones (ya sea
como agresores o como víctimas) que quienes han vivido en un hogar donde predomina un trato
afectivo, respetuoso y cooperativo. Gran parte de estos niños y niñas no han aprendido a tratar los
conflictos de manera asertiva y pacífica y algunos acaban percibiendo la violencia como algo normal,
tolerable o incluso justificable. Los niños (y en menor medida, las niñas) que se han identificado con
el agresor y han tomado como modelo su ideología y su comportamiento. (Villalva, 2005)
Intervenir desde una perspectiva de igualdad: una de las dificultades que deben superar los
programas de prevención de la violencia contra la mujer es la desigualdad de los avances
producidos con los programas llevados a cabo en las escuelas con anterioridad desde la perspectiva
del género, que, con frecuencia, han resultado más eficaces para las mujeres que para los hombres,
siendo, en algunas ocasiones, percibidos por éstos como una amenaza. Para superar dichas
dificultades, y lograr una eficacia generalizada de los programas, conviene combinar una
metodología que incluya específicamente la violencia de género y su conexión con el sexismo, pero
que la inserte dentro de una perspectiva más amplia: la defensa de los derechos humanos.
Al incluir el sexismo y la violencia dentro de una perspectiva más amplia, conceptualizándolos como
dos graves amenazas a los derechos humanos, se favorece su comprensión como problemas que
nos afectan a todas y a todos, puesto que ponen en peligro el nivel de justicia necesario para que se
respeten también nuestros derechos. Conviene, además, ayudar a tomar conciencia de las
limitaciones que el sexismo y la violencia suponen para todos los seres humanos, al reducir los
valores a los estereotipos ligados con el propio sexo (la ternura para las mujeres, la energía para los
hombres, por ejemplo) e impidiendo el desarrollo de los valores tradicionalmente asociados al otro
sexo, o incluso discriminando a las personas que los incluyen en su identidad.

Es imposible contrarrestar con métodos educativos tradicionales el conjunto de influencias sociales


que todavía hoy siguen contribuyendo a reproducir los esquemas sexistas. Para superarlas es
necesario desarrollar procedimientos educativos en los que sedé un papel muy activo a las alumnas
y a los alumnos, en interacción con sus compañeras y compañeros, y en los que aprendan a
analizar críticamente los estereotipos y modelos que pueden llevar a reproducir el sexismo, como los
que transmiten con frecuencia los medios de comunicación. Objetivo que se favorece utilizando
dichos medios de comunicación como herramienta educativa. Los resultados obtenidos en las
investigaciones que hemos realizado reflejan la eficacia que los documentos audiovisuales
adecuadamente diseñados pueden tener para desarrollar la igual-dad y prevenir la violencia, como
complemento de gran valor junto a otros instrumentos. Entre las ventajas de dichos documentos
cabe destacar que: 1) favorecen un procesamiento más pro-
16Prólogofundo de la información; 2) son más fáciles de compartir por el conjunto de la clase; 3)
llegan incluso a los individuos con dificultades para atender a otros tipos de información , entre los
que suelen encontrarse los que tienen mayor riesgo de violencia (que no suelen leer ni atender a las
explicaciones del profesorado); 4)y logran un mayor impacto emocional, activando con gran eficacia
la empatía. (Jalón, 2002)

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