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Ya sea que el científico trabaje en equipo o de manera individual, por el tipo de labor
que desempeña, ha pasado a formar parte de una estructura social denominada
comunidad científica, caracterizada –además de la especialización que distingue a
sus miembros–, porque todos comparten la labor de producir constantemente nuevo
conocimiento, así como la difusión del mismo a través de diversos medios.
Cuando se termina una investigación, los resultados obtenidos por el científico no
marcan el punto final, sino el comienzo de una nueva etapa de trabajo que tiene como
propósito dar a conocer a la comunidad científica y al público en general, lo que realizó
a partir de ciertos supuestos y condiciones. Esto tiene que hacerse en fases cíclicas:
primero, escribir con cuidado lo que hizo, cómo lo hizo, qué resultó y a qué
conclusiones llegó y, segundo, publicar sus hallazgos en revistas científicas (figura 1).
La investigación es una de las dos actividades más importantes del científico, la otra
es la escritura. “Un científico —dice John Ziman— es un hombre de pluma; escribir
libros es su vocación”. La escritura interactiva es tan importante para el investigador
que no puede prescindir de ella, pues, además de los usuales artículos científicos que
son la esencia pura de su labor, también redacta notas sobre ideas, apuntes de
lecturas, cartas a colegas, comentarios, mensajes y otras cosas que retroalimentan
su oficio (cuadro 1).
Robert Day, autor de uno de los libros de escritura científica más socorridos por
quienes buscan aprender a escribir artículos, conferencias, reseñas o tratados, refiere
que “el objetivo de la investigación científica es la publicación. Los hombres y mujeres
de ciencia, cuando comienzan como estudiantes graduados, no son juzgados
principalmente por su habilidad en los trabajos de laboratorio, ni por su conocimiento
innato de temas científicos amplios o restringidos, ni desde luego, por su ingenio o su
encanto personal: se les juzga y se les conoce (o se les desconoce) por sus
publicaciones”.
Publicar o morir
Esta costumbre obedece a una regla no escrita, de origen desconocido que ni Eugene
Garfield, fundador y director del Institute for Scientific Information, ha podido trazar, y
que la comunidad científica internacional sigue, aunque enuncia escuetamente:
publica o perece. Tan breve sentencia ha marcado el desarrollo de la ciencia mundial
comprometiendo a los científicos a exponer su trabajo ante sus pares. Así, la obra
bien o mal hecha, queda a la vista de todos y lo que se publica se somete a escrutinio,
eso es lo que marca a sus autores; en cambio, la investigación no publicada es como
si nunca se hubiera hecho, sus realizadores no existen ante la comunidad.
Los científicos tienen que escribir; sin embargo, a diferencia de los literatos,
historiadores y otros humanistas, sus habilidades no demandan la misma agudeza y
finura, pues las características estructurales de los artículos científicos son sencillas;
la prioridad es el contenido. A pesar de eso, el científico no puede dejar de cumplir
con las mínimas reglas gramaticales y de estilo, y si su redacción es pésima, los
trabajos que envíe a publicación se atorarán entre los revisores y hasta podrán ser
rechazados, sin importar la originalidad del trabajo. Esto le acarreará al investigador
pérdida de tiempo y de oportunidades de desarrollo.
Los métodos empleados por los científicos para dar a conocer su trabajo pueden ser
informales, como intercambiar de forma estrecha ideas y experiencias con un colega
cercano; o formales, en el marco de un riguroso protocolo como puede ser un
congreso internacional (cuadro 2). Además, las vías de comunicación para divulgar su
mensaje pueden ser tradicionales o modernas.
La escritura en la formación
En ciencia, como en otras actividades profesionales, jamás deben dejarse las cosas
a la memoria; el mejor recuerdo es el que queda inscrito en papel o grabado como
documento electrónico, y que se puede archivar para ser consultado cuando sea
necesario.
Bibliografía
Barrass, Robert. Scientists Must Write: A Guide to Better Writing for Scientists,
Engineers and Students. USA: Chapman and Hall Ltd.; 1983.
Day, Robert A. How to Write and Publish a Scientific Paper. Oryx Press: USA; 1993.
Garfield, Eugene. “What is the Primordial Reference for the Phrase “publish or
Perish”?”The Scientist. June, 1996.