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Contenidos de la clase
“Yo fui un pésimo estudiante de historia. Las clases eran como visitas al Museo
de Cera o a la Región de los Muertos. El pasado estaba quieto, hueco, mudo.
Nos enseñaban el tiempo pasado para que nos resignáramos, conciencias
vaciadas, al tiempo presente: no para hacer la historia, que ya estaba hecha,
sino para aceptarla. La pobre historia había dejado de respirar: traicionada en
los textos académicos, mentida en las aulas, dormida en los discursos de
efemérides, la habían encarcelado en los museos y la habían sepultado, con
ofrendas florales, bajo el bronce de las estatuas y el mármol de los
monumentos.”
Eduardo Galeano, fragmento del prólogo a Memoria del fuego (1982)
En este sentido, vamos a sentar posición en no reducir la Historia a “un desfile militar de
próceres con uniformes recién salidos de la tintorería”, es decir a una dimensión institucional con
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parte de una elite militar que destruía los limitados márgenes de soberanía económica y política
que poseía la Argentina previa a 1976? ¿A qué se debe la desocupación y la exclusión social de
las últimas décadas? ¿Cuál es la relación entre la desocupación y muchos de los problemas
sociales y culturales que padecemos? He aquí algunos ejemplos de preguntas que consideramos
que pueden alentar al debate, a la reflexión y al interés por conocer y enseñar la historia.
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económica y a la historia política, escindidas entre los historiadores que se preocupan por los
centros de gobierno y los que se interesan en la política del hombre en la calle. Según teóricos
como Michel Foucault, podemos afirmar que el campo de lo político se expandió también en otro
sentido: los investigadores tienden cada vez más a analizar la lucha por el poder en el plano de la
fábrica, la escuela o, incluso, la familia. Los historiadores de la cultura se enfrentan a un problema
similar cuando se alejan de la definición estrecha de cultura en tanto arte, literatura o música, y
adscriben a una definición de su campo, más antropológica. La nueva historia –dice Burke– ha
acabado interesándose por casi cualquier actividad humana. En los últimos treinta años hemos
visto emerger un número notable de historias sobre asuntos que anteriormente se consideraban
carentes de historia, por ejemplo, la niñez, la muerte, la locura, el clima, los gustos, la suciedad y
la limpieza, la gesticulación, el cuerpo, la feminidad, la lectura, el habla y el silencio. Esta faceta de
la nueva producción historiográfica, nos abre a los docentes, varias posibilidades desde el
campo de lo didáctico, ya que como se verá, para enseñar lo relativo al tiempo y las
sociedades, aquí podremos encontrar nuevos temas, e inspiraciones para producir material
que sitúen el interés en otros actores sociales, diferentes a los clásicos, de tal manera que
el relato histórico se vitalice, dotando de interés a nuestras clases.
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el análisis de la dimensión social, no debería omitirse el estudio del tipo de estratificación social
que deriva de las formas de organización de la economía, ni cuáles son los conflictos más
característicos de la sociedad en estudio. La esfera de la política exige, entre otras cosas,
preguntarse quiénes ejercen el poder político, cómo acceden a él, cómo lo sostienen y cuáles son
sus formas de legitimación. Implica asimismo inquirir sobre los distintos recursos que utilizan los
diversos actores de una sociedad para intentar prevalecer sobre los demás, e interrogarse
siempre acerca de si existen relaciones entre el poder que algunos individuos y grupos construyen
en la esfera económico social y el poder político.
En el plano cultural, supone analizar las formas de vida, las mentalidades, a la vez que
otras expresiones culturales, como las artes, la literatura, la filosofía o la ciencia. Todo ello no
debería hacernos olvidar, sino contribuir a explicar cuál es la trama cultural que permite un
determinado ordenamiento de las sociedades, la aceptación de la dominación y de las asimetrías.
Es muy importante que, en todo este “amasado”, quede muy claro que esos planos o dimensiones
son solo distinciones analíticas que los estudiosos realizan para intentar ingresar a una realidad
que, por definición, es compleja, contradictoria, conflictiva y dinámica. Ninguno de esos planos,
estratos o dimensiones de la realidad histórica es autónomo y puede explicarse por sí mismo.
Forman parte de una totalidad que los investigadores, luego de deconstruir, deben tratar de
rearmar en toda su complejidad, conflictividad y dinamismo.
El ejercicio es poder formular preguntas que promuevan el establecimiento de relaciones
entre tales dimensiones, subrayando el hecho de que si nos centráramos en el estudio de alguna
de estas dimensiones o de un problema específico, solo podríamos entenderlo en vinculación con
otras dimensiones y escalas de la realidad social. Economía, sociedad, territorio, cultura, política
“no son más que niveles o aspectos del proceso total, distintos pero ligados, con independencia
relativa pero influencia recíproca en interacción incesante, aunque no mecánica” (Marcos Kaplan,
1976).
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manera de interpretar los acontecimientos y los conflictos que conmueven a nuestra localidad,
nuestra provincia, el país y el mundo; un relato más o menos acabado, más o menos
fragmentario, sobre la Historia. Por lo tanto, resulta fundamental indagar sobre estas propias
concepciones y tratar de examinarlas. Este es un punto de partida para favorecer los procesos de
construcción del conocimiento histórico en nuestros alumnos. En este sentido, nos interesa
focalizar en dos aspectos de las actuales representaciones sociales1 de gran parte de la
sociedad. Existe en la sociedad, una tendencia a subsumir el poder a la esfera política y, dentro
de esta, a los agentes gubernamentales. Para decirlo más claramente, el poder parecería residir
exclusivamente en los políticos y, sobre todo, en la persona que encabeza el Poder Ejecutivo. Una
concepción de estas características conduce a analizar los fenómenos políticos en términos
simplistas, apelando generalmente a explicaciones personalizadas y a valoraciones morales que
resaltan la genialidad o la incapacidad de un presidente, su lealtad o traición al mandato popular.
En estos términos, el poder político aparece encarnado únicamente en una figura, a la que se
atribuye una capacidad de decisión ilimitada. Desde esta perspectiva, no se tiene en cuenta que el
presidente no es el único depositario del poder político ni los múltiples condicionamientos que él
mismo frecuentemente sufre, procedentes de los grupos que detentan el poder económico,
ideológico y también político. Tampoco se considera que, el poder, supone relaciones y que está
distribuido desigualmente en distintos grupos e individuos de la sociedad. Según el caso que se
analice, existirá una determinada distribución del poder, una cierta correlación de fuerzas que
deberíamos estar en condiciones de desentrañar. Habrá momentos en la vida de una sociedad en
que la política parezca cautiva de los poderes económicos; otros, en que los políticos gocen de
mayores márgenes de autonomía respecto de tales grupos; habrá sociedades en las que el poder
del conocimiento sea mayor que en otras, y así… en un largo etcétera.
Otra idea muy extendida es que las sociedades son homogéneas y armónicas. En realidad,
hurgando en esta concepción que no resiste la confrontación con situaciones concretas del
pasado y el presente, se observa que se trata de un deseo, idéntico al que se emite cuando se
afirma que los Estados siempre están al servicio del bienestar general.
1
Las representaciones sociales son conocimientos de sentido común que se constituyen en las interacciones sociales y que
otorgarían sentido a las situaciones de la vida social. Estas metáforas sociales se caracterizan por su carácter figurativo a diferencia
de la abstracción propia de los conceptos, por expresar el punto de vista del grupo de pertenencia, y por estar conformadas por
imágenes colectivas, cargadas de valores y emociones. Castorina, J A( 2008) Los conocimientos sociales los alumnos, un nuevo
enfoque. Revista “La Educación en nuestras manos”, N°79. Junio 2008
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En síntesis, habrá que trabajar bastante sobre el tema de la conflictividad, dado que
podemos afirmar a esta altura de la exposición, que uno de los motores de la Historia es el
conflicto, que no hay sociedades armónicas sino una permanente búsqueda de consensos. Entre
otras variables, será interesante pensar en qué medida estas posturas de “unidad y armonía
social”, o de “dioses y demonios” permearon el discurso nacionalizador y perduran en él. Y
pensar también, en la influencia del mensaje de los medios que expresan a los poderes más
concentrados.
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reconocer. Finalmente, existe en el material aportado por Nación -Cuadernos para el Aula-,
precisión en algunas cuestiones. Por ejemplo, para el Primer Ciclo, en el bloque: Las sociedades a
través del tiempo, hay una invitación a tratar la heterogeneidad y complejidad de las sociedades,
sus desigualdades y conflictos, desde múltiples ejemplos. La vía de entrada para colaborar en la
construcción de esas nociones sociales básicas, es la vida cotidiana de los distintos actores
intervinientes. Por medio del trabajo con casos concretos, se trata de colaborar en la construcción
de la idea de que en las sociedades coexisten y se relacionan distintos grupos, con diferentes
formas de vida y diversas posibilidades de acceso a los bienes producidos por el conjunto social.
Se intenta mostrar la heterogeneidad social, las desigualdades, así como las tensiones y conflictos
que, en muchos casos, esas situaciones generan. De este modo, se hipotetiza que, dejando fluir
la vida histórica, los maestros del Primer Ciclo edificarán los primeros cimientos de una
construcción lenta, prolongada y compleja, que continuará en el Segundo Ciclo y en la Escuela
Secundaria, y que tenderán a romper con la concepción de sociedades unanimistas y armónicas.
No se espera, no obstante, que los alumnos del ciclo desentrañen toda la complejidad de los
procesos de duraciones diferentes que en ellos intervienen y se cruzan. Sí, se podrá promover la
identificación y el reconocimiento de algunas causas y consecuencias, así como el reconocimiento
de cambio y la continuidad. Corresponderá al maestro la tarea de ayudar a que sus alumnos
puedan ubicarse en otros escenarios, narrándoles de manera simplificada distintos factores que
dan lugar al cambio histórico. Esto es clave: ¿no es acaso, la reconstrucción de escenarios
pasados lo que moviliza a los historiadores y cientistas sociales? En nuestra clase de Sociales,
podemos apelar a la imaginación de los niños (y la nuestra), para juntos reconstruir escenarios
históricos con la mayor riqueza posible, tal como lo hace la literatura en su producción narrativa. El
desafío, como siempre, es nuestro.
Seguimos a Carretero (2009) en este apartado:
“… Es probable que, respecto a los conceptos más alejados de su experiencia, como suelen
ser los históricos en, los primeros años de la escolaridad, los sujetos tengan representaciones
difusas y poco coherentes, mientras que al respecto de otros sobre los que tienen más
conocimiento, no solo a partir de su experiencia, sino a través de su escolarización, puedan ser
capaces de elaborar representaciones más complejas, integradas y relacionadas. Las ideas
que forman parte de las representaciones más complejas son más difíciles de modificar que las
que forman parte de una concepción difusa. Esto es clave en las Ciencias Sociales: conviene
comenzar a tratar esas conceptualizaciones tempranamente, antes de que estén afianzadas,
siempre de acuerdo, claro, a las posibilidades cognitivas de los niños. “
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Esta clase prosigue con reflexiones sobre temáticas que consideramos relevantes para la
Historia y su tratamiento escolar. Están vinculadas a las relaciones entre Historia, memorias e
identidades. Al poner el foco en las efemérides -tema recurrente y de gran importancia en la
cultura escolar- nos invita a pensar sobre las características de su enseñanza, los sentidos que se
le atribuyen, lo dicho y no dicho sobre las mismas, sus contextos de instalación y los cambios en
sus sentidos. Asimismo, pone en el centro de la discusión, los desafíos que las nuevas
conmemoraciones, relacionadas con nuestra historia reciente, plantean a la escuela.
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seamos partidarios de la visión posmoderna que transforma a todos los hechos del pasado en
“texto”, sí es importante señalar que las interpretaciones históricas están condicionadas por
distintos elementos, correspondientes tanto a una coyuntura histórica determinada como a la
subjetividad de quienes escriben, investigan y leen la Historia. Desde el punto de vista de los
historiadores, la “legitimidad” de sus interpretaciones se apoya en la rigurosidad del método.
Como sostiene Eric Hobsbawm (1998), los historiadores pueden “imaginar” relaciones entre los
datos del pasado, pero no pueden “inventarlos”.
En este contexto, es importante tener en cuenta que las visiones sobre el pasado
organizadas en torno a las efemérides, constituyen algunos de los más fuertes mitos sociales. Y
también que, desde el punto de vista del análisis, lo menos importante -aunque resulte extraño-,
es que estos relatos sean “verdaderos”. La cuestión fundamental para problematizar las efemé-
rides, es que millones de personas los toman por “verdaderos”, los “creen”.
El relato “esencial” que se transmite propone y construye una visión del pasado armónica y
carente de conflictos, que a la vez se organiza en torno a las efemérides y fiestas patrias; “hitos”,
constituidos por acontecimientos representativos del relato del pasado que se busca imponer
como organizador de una identidad colectiva. La fuerza de esa construcción es evidente en el
hecho de que, en muchas escuelas, sobre todo a nivel primario, la enseñanza de Historia se
organiza en torno a estos hitos.
Sucede también que las efemérides plantean, desde la perspectiva del trabajo docente,
ciertas ventajas. Una de ellas, para nada menor, es precisamente su capacidad “organizadora”.
Para algunos especialistas críticos de la Historia como “narración” esto representa un problema,
ya que la linealidad del relato iría en contra de su profundidad, eludiendo el planteo de matices y
las situaciones intermedias. Asimismo, los relatos históricos de las efemérides tienden a colocar
una gran carga en las conductas individuales y en los personajes, lo que dificulta la concepción
del pasado como proceso colectivo. Precisamente estas limitaciones son, como contrapartida, una
de las explicaciones de su gran relevancia pública: permiten la referencia a íconos emblemas de
gran presencia en el imaginario colectivo. Es difícil, por ejemplo, que una persona escolarizada no
reconozca la silueta del Cabildo o un retrato del General José de San Martín.
Por estos motivos, existen algunas discusiones respecto del lugar que ocupan las
efemérides en la escuela y en el proceso de su enseñanza. Hay quienes sostienen que esta forma
del recuerdo puede obturar la posibilidad de la comprensión porque congela relatos, personajes y
acontecimientos, sin generar un conocimiento pleno de la historia y sus conflictos. Otros, por el
contrario, afirman que los efectos de estos rituales escolares no deben pensarse como
congelados, sino como fases de un proceso de la cultura escolar. De allí su complejidad, en la
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medida en que captar el “sentido” del ritual no pasa exclusivamente por centrarse en sus efectos,
sino que invita a recorrer la distancia que existe respecto de sus intenciones primeras.
Más allá de estos debates, las efemérides están allí, en la escuela, como una forma de
recordar el pasado en común y tender puentes con el presente y el futuro. La cuestión no pasa,
entonces, por destituirlas sino por reactualizar su sentido: reinventar la tradición, hacer alguna otra
cosa con esto que nos vino dado (asumiendo que este “hacer alguna otra cosa” puede incluir la
destitución del “legado”). Es decir, preguntarnos no solo qué y cuándo recordamos, sino también y
fundamentalmente, el modo en el que lo hacemos, cómo lo hacemos, qué tipo de interrogantes y
aprendizajes promovemos a partir de esta oportunidad.
BIBLIOGRAFÍA
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KAPLAN, M. (1976), Formación del estado nacional en América Latina. Buenos Aires:
Amorrortu Editores.
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ME, 2011.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA DE LA NACIÓN (2006a).
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ROMERO, J. L. (1988), La vida histórica. Buenos Aires: Sudamericana.
ROMERO, L. A. (1998), Volver a la historia. Buenos Aires: Aique
SCALTRTTI, M. (2011)” La Historias en la capacitación”. En Ciencias Sociales de Nivel
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WALSH, M.E. (1992), Novios de antaño. Buenos Aires: Sudamericana.