Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
¿Qué implica ser cristiano? ¿Es sólo decir las palabras y quizá pedir perdón? ¿Es
ir a la iglesia los domingos? ¿Qué implica ser adoptado por Dios? ¿Cómo podemos
vivir de acuerdo a esa inmensa verdad?
Exhortación: debemos adorar a Dios con nuestro actuar diario, reflejando de esta
manera su amor y dándole la exaltación que se merece en todo lo que hacemos.
Ahora bien, así como con nuestro comportamiento debe ser adecuado para agradar
a Dios; así también nuestra mente debe ser renovada y transformada de manera
radical. Los pensamientos llevan a acciones, y las acciones dictadas por un
pensamiento pecaminoso o perverso llevan al pecado. El mundo ha implementado
costumbres o rudimentos, pero como hijos de Dios debemos ser capaces de
rechazar todas estas doctrinas o ideas y apegarnos sólo a su verdad. Seremos
capaces de reconocer su voz y su voluntad -la cual es buena, agradable y perfecta-
cuando despejemos nuestra mente de la contaminación que nos impone el mundo.
No somos de este mundo, sino que somos extranjeros, y mientras estamos aquí
debemos actuar de manera diferente, como personas transformadas que somos,
porque en Cristo somos hechos nuevas criaturas dejando así atrás al viejo hombre
y sus malas costumbres.
Habiendo visto, de acuerdo a Pablo, las maneras de adorar a Dios por mi mismo,
esto es, con mi actuar y con mi pensar; se deben estudiar las maneras de adorar
junto a los demás hermanos en la fe, entendiendo estos por nuestra familia
extendida, la iglesia.
En su carta, Pablo les habla a los romanos a través de la gracia que le ha sido dada,
esto es, el don que Dios le dio para ser mensajero en su nombre (apóstol), de esta
misma forma, Dios nos otorga dones a cada uno de nosotros para que los usemos
en su nombre y poder, de esta manera, edificarnos unos a otros como una familia.
El apóstol compara a la iglesia con el Cuerpo, así como un cuerpo tiene muchos
miembros y cada uno tiene funciones diferentes que dependen el uno del otro para
su supervivencia; así también el cuerpo de Cristo tiene sus miembros, que somos
nosotros.
Y, si Dios, es quien nos ha dado esos dones, ¿cómo podríamos jactarnos de ellos?
No es algo que hayamos ganado, o que hayamos obtenido debido a la práctica, es
un regalo otorgado por Dios. Y, por si alguno pensase está bien, el don es un regalo
de Dios, pero yo soy el que decide como ejercerlo, debemos entender que el
ejercicio de los dones se debe a la fe que cada uno de nosotros tenemos y nuestro
Padre también otorga medidas de fe a cada uno. Es decir, ni los dones ni la fe con
la que los ejercemos se debe a nosotros mismos, sino que es por la gracia de Dios.
De esta manera, mal podría alguno de nosotros sentirse superior a alguno o ser
altivo, cuando nada de lo que tenemos es nuestro y ni siquiera lo merecemos.
Los dones son diferentes; puede ser el de profecía, el de servir, enseñar, animar o
predicar, dar a los demás, dirigir o administrar, mostrar compasión por los demás,
entre otros. Depende de Dios cual le toca a cada quien. Y depende de nosotros
ejercerlo brindándole de esta manera adoración.
Exhortación: debemos ejercer nuestros dones, porque son un regalo otorgado por
la gracia de Dios, de esta manera le adoramos y también mostramos compasión por
los demás.
No debemos caer en la pasividad, creyendo que dichos dones son otorgados por
Dios y la fe con la cual los ejercemos también; debemos entender que Dios quiere
que nos dejemos usar por Él y de esta manera edificarnos los unos a los otros, como
miembros de un mismo cuerpo. Al tener dones diferentes se hace necesario la
participación de todos y cada uno (incluso de los que solo se sientan en las bancas
los domingos), todos tenemos una responsabilidad y un trabajo dado por Dios y es
Él quien nos rendirá cuentas por nuestras acciones u omisiones.
Al ejercer tales dones recibimos bendiciones y el visto bueno de Dios; pero también
somos un pilar para otros al mostrar compasión por ellos, sirviendo, exhortando,
enseñando o llevando a la práctica cuales quiera de los dones. De esta manera es
que Dios nos llama a vivir, no sólo adorándole, sino de forma misericordiosa para
con otros. Demostrando de esta manera el amor que Él nos demuestra a diario.