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La Declaración de Independencia de los Estados Unidos constituye todavía hoy, uno de los
textos más innovadores y trascendentes de la historia contemporánea; en él quedaron
proclamados dos principios básicos que recogieron posteriormente los grandes textos sobre
derechos fundamentales: "la libertad e igualdad"
De acuerdo con ella, los nuevos estados formaron una república, regida por un presidente y
una asamblea o congreso, elegidos ambos por todos los habitantes mayores de edad. Se
había instituido, pues, un régimen democrático, fijándose los derechos y deberes de
gobernantes y gobernados en una ley fundamental o Constitución. El destino de la nueva
nación se libró en una guerra con Gran Bretaña que fue difícil para los estadounidenses
durante los tres primeros años; después, con la ayuda de franceses y españoles, y
conducidos por George Washington, lograron derrotar a su antigua metrópoli en Saratoga
(1777) y Yorktown (1781). Dos años después se firmaba el Tratado de París por el que Gran
Bretaña reconocía la independencia de los Estados Unidos.
UNIDOS DE AMÉRICA
Cuando las relaciones entre Gran Bretaña y sus colonias en Norteamérica se volvieron más
tensas, los colonos crearon un gabinete en la sombra en cada colonia, con un congreso
continental y comités de correspondencia. Cuando había combates en abril de 1775, estos
gabinetes en la sombra se encargaron de cada colonia y expulsaron a todos los funcionarios
reales. El deseo de independencia aumentó rápidamente en respuesta a las acciones de Gran
Bretaña y un panfleto denominado Common Sense "Sentido Común" publicado
por Thomas Paine tuvo una gran resonancia, invitando a los colonos a conquistar la
independencia total.
De 1637 a 1733, se establecieron en la costa atlántica de América del norte trece colonias
inglesas: Virginia, Massachussetts, Maryland, Rhode Island, New York, New Jersey,
Connecticut, New Hampshire, Delaware, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Pensilvania
y Georgia, cuyos habitantes profesaban el credo protestante, a excepción de Maryland
donde había libertad de cultos, con una población de habitantes; no todos ellos ingleses sino
también: franceses, irlandeses, escoceses y alemanes.
Estas colonias formadas, mayormente, por gente culta de credo protestante, gracias a su
espíritu eminentemente laborioso como a las inmensas riquezas del territorio, consiguieron
en pocos años progresar grandemente, a la vez que su población experimentó también
considerablemente crecimiento. Disfrutaban de autonomía política, es decir, que eran,
prácticamente libres e independientes. Hacían uso de sus libertades y derechos y, asimismo,
cada colonia elegía a sus propias autoridades, a la vez que resolvía sus propios problemas,
"La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América" 2
aunque en nombre se hallaban bajo el dominio de Inglaterra, la misma que se hacía
representar por un gobernador en cada una de ellas. Tenían, pues, por supremo anhelo vivir
en un ambiente de paz y de libertad para, así, poder desarrollarse y practicar libremente sus
creencias políticas y religiosas. En busca de ello, justamente, fueron los primeros
inmigrantes (“Los padres peregrinos” – 1620) quienes abandonaron Inglaterra al
implantarse en esta nación la persecución religiosa y el despotismo real, y, después de
cruzar el Atlántico, se establecieron en la costa este de América del Norte.
La prosperidad de las trece colonias se vio alterada cuando Inglaterra, escasa de recursos,
impuso tres gravámenes económicos a dichas colonias.
Dispuso que las propias colonias deberían pagar los gastos que ocasionaron el
ejército ingles destacado en ellas.
Creo, asimismo, el papel timbrado (papel sellado) para el uso en los contratos.
Estableció finalmente el impuesto del té.
Tales medidas no solo originaron la protesta unánime de parte de los habitantes de las trece
colonias, sino que decidieron estas romper definitivamente todo nexo que los ligaba a la
Madre Patria. Fue en el primer congreso de Filadelfia (1774), al que asistieron, en
Cuadro que muestra a soldados en la guerra por la Independencia de Los Estados Unidos de América
Francia, rival y enemiga de Inglaterra a causa de que ésta le había arrebatado sus colonias
de Canadá y la India, ayudó al proceso de independencia de Estados Unidos de América, en
forma franca y decidida, para lo cual envió no solo dinero, soldados y armas, sino también
poderosas fuerzas navales y generales de gran figuración. Finalmente, ambos países
firmaron la “Alianza Franco-americana” con la finalidad de defender aquella independencia
proclamada. Y entre las acciones militares realizadas con la ayuda de tropas francesas, se
destaca la “Batalla de Yorktown” (1781), librada por George Washington y los generales
franceses Rochambeau y La Fayette, este ultimo de destacadísima actuación en dicha
guerra.
Cuadro que muestra el apoyo brindado por los generales franceses en el desarrollo del proceso de guerra
por la Independencia de Estados Unidos de América.
La batalla de Saratoga (1777) que constituyo el primer triunfo importante sobre los
ingleses.
La Paz de Versalles (triunfo final) - Por el tratado de Versalles, suscrito en 1783, Inglaterra
reconoció finalmente la Independencia de los Estados Unidos. Antes lo habían hecho
España y Francia, naciones éstas que tan valiosa ayuda brindaron a las trece colonias en su
lucha por la emancipación.
Mapa que muestra el proceso de guerra por la independencia de Estados Unidos de América.
El 11 de junio de 1776, el Congreso nombró un Comité de los Cinco ―formado por John
Adams (de Massachusetts), Benjamín Franklin (de Pensilvania), Thomas Jefferson (de
Virginia), Robert R. Livingston (de Nueva York) y Roger Sherman (de Connecticut)― para
redactar una declaración. La comisión, después de debatir las líneas generales que el
documento debería seguir, decidió que Jefferson escribiría el primer borrador.
Teniendo en cuenta la apretada agenda del Congreso, Jefferson contó con tan solo 17 días
para su redacción. Una vez elaborado el borrador por Jefferson y consultados los demás
miembros, se hicieron algunos cambios y se presentó otra copia incorporando estas
alteraciones. El comité presentó esta copia al Congreso el 28 de junio de 1776. El título del
Mientras se producía el trabajo del comité del proyecto el Congreso reanudaba el debate
sobre la resolución de Lee sobre la independencia. John Dickinson hizo un último esfuerzo
para retrasar la decisión, pero tras un discurso de John Adams, el Congreso aprobó la
misma el 2 de julio. Doce de las trece delegaciones votaron a favor; la delegación de Nueva
York se abstuvo, ya que no habían sido autorizados a votar por la independencia, aunque
serían autorizados por el Congreso Provincial de Nueva York una semana después. Con la
aprobación de la resolución de la independencia, las colonias habían roto oficialmente los
vínculos políticos con Gran Bretaña.
Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son
creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que
entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar
estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes
legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de
gobierno se vuelva destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o
abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que
organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su
seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos
hace mucho tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto,
toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras
los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la abolición de las formas a las
que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que
persigue invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un
despotismo absoluto, es el derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y
proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad.
Tal ha sido el paciente sufrimiento de estas colonias; y tal es ahora la necesidad que las
compele a alterar su antiguo sistema. La historia del presente rey de la Gran Bretaña es
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una historia de repetidas injurias y usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el
establecimiento de una absoluta tiranía sobre estos estados. Para probar esto, sometemos
los hechos al juicio de un mundo imparcial.
Ha rehusado asentir a las leyes más convenientes y necesarias al bien público de estas
colonias, prohibiendo a sus gobernadores sancionar aun aquellas que eran de inmediata y
urgente necesidad a menos que se suspendiese su ejecución hasta obtener su
consentimiento, y estando así suspensas las ha desatendido enteramente.
A cada grado de estas opresiones hemos suplicado por la reforma en los términos más
humildes; nuestras súplicas han sido contestadas con repetidas injurias. Un príncipe cuyo
carácter está marcado por todos los actos que definen a un tirano, no es apto para ser el
gobernador de un pueblo libre.
Tampoco hemos faltado a la consideración debida hacia nuestros hermanos los habitantes
de la Gran Bretaña; les hemos advertido de tiempo en tiempo del atentado cometido por su
legislatura en extender una ilegítima jurisdicción sobre las nuestras. Les hemos recordado
las circunstancias de nuestra emigración y establecimiento en estos países; hemos apelado
a su natural justicia y magnanimidad, conjurándolos por los vínculos de nuestro origen
común a renunciar a esas usurpaciones que inevitablemente acabarían por interrumpir
nuestra correspondencia y conexiones. También se han mostrado sordos a la voz de la
justicia y consanguinidad. Debemos, por tanto, someternos a la necesidad que anuncia
nuestra separación, y tratarlos como al resto del género humano: enemigos en la guerra y
amigos en la paz.
Por tanto, nosotros, los representantes de los Estados Unidos, reunidos en Congreso
General, apelando al juez supremo del universo, por la rectitud de nuestras intenciones, y
en el nombre y con la autoridad del pueblo de estas colonias, publicamos y declaramos lo
presente: que estas colonias son, y por derecho deben ser, estados libres e independientes;
que están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona británica: que toda
conexión política entre ellas y el estado de la Gran Bretaña, es y debe ser totalmente
disuelta, y que como estados libres e independientes, tienen pleno poder para hacer la
guerra, concluir la paz, contraer alianzas, establecer comercio y hacer todos los otros
actos que los estados independientes pueden por derecho efectuar. Así que, para sostener
esta declaración con una firme confianza en la protección divina, nosotros empeñamos
mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor.
Nueva York: William Floyd, Philip Livingston, Francis Lewis, Lewis Morris
Carolina del Sur: Edward Rutledge, Thomas Heyward, Jr., Thomas Lynch,
Jr., Arthur Middleton
Conclusiones
Sin el valioso apoyo que las naciones de Francia y España brindaron a las trece
colonias, en el proceso de guerra; hubiese sido casi imposible sostener la lucha por
la emancipación.
Por medio del Tratado de Versalles, suscrito en 1783, Inglaterra reconoce finalmente
la Independencia de los Estados Unidos de América.
Bibliografía
http://ushistory.org
http://halconesenlahistoria.blogspot.com/2010/07/4-de-julio-de-
1776-declaracion-de.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Declaraciónde_Independencia_de_los_
Estados_Unidos.