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Más allá de los sistemas de juego, que son el centro de muchos debates futbolísticos en el ámbito
mediático, hay tres factores que son vitales cuando hablamos del proceso formativo de jugadores: a) el
dominio del espacio; b) la sincronización de movimientos; y c) la capacidad de interpretar el juego. Un
joven futbolista que haya interiorizado estos tres pilares fundamentales en los entrenamientos no tendrá
ningún problema para adaptarse a los modelos o sistemas que le propongan sus futuros entrenadores.
Por tanto, si queremos formar jugadores que tengan recorrido, capacidad de progresar, que se sientan
protagonistas del juego y disfruten, tenemos que incidir de manera prioritaria en estos conceptos en las
sesiones de preparación. Y la mejor forma de hacerlo es a través del juego, es decir, planteando ejercicios
que, aplicados en clara progresión de dificultad, los interrelacionen.
El espacio, la relación que el jugador establece con él, individualmente y después colectivamente, es clave
para edificar cualquier estructura futbolística. En la base del crecimiento en este ámbito está el trabajo de
coordinación del deportista; el de desmarques de ruptura y apoyo, o las fintas, en beneficio propio o de un
compañero, entre otros. El paso siguiente seria el trabajo colectivo. Primero por líneas y después con todo
el equipo, para aplicar los aprendizajes anteriores, y aquí es donde adquiere protagonismo el segundo
factor que hemos enumerado: la sincronización. Tanto de movimientos sin balón (repliegues, zonas donde
defendemos, donde aplicamos la presión, coberturas defensivas, vigilancia, permutas, etc.), como cuando
estamos en fase ofensiva (creación y ocupación de espacios, cambios de orientación, etc.).
* Martí Ayats.