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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

Tesis de Licenciatura en Psicología


“Transferencia en Psicosis”

Alumna: Lombardi, Paula Mariana

LU: 31.144.264/0

Mail: lombardi.pau@gmail.com

Tutor: Lic. Canosa, Julio Luis

DNI: 30.888.578

2016

Buenos Aires. Argentina

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Índice

Resumen/ Abstract 3
Agradecimientos 4
Introducción 5
Planteo del problema 5
Hipótesis 6
Objetivos 6
Estado del arte 7
Psicosis para la psiquiatría 7
Sujeto para la filosofía 15
Marco Teórico 17
Psicosis para el psicoanálisis 17
Transferencia para el psicoanálisis 20
Sujeto para el psicoanálisis 27
Dispositivo analítico 30
Metodología de la investigación 32
Caso clínico y discusión 34
Conclusiones 44
Bibliografía 46

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Resumen/ Abstract

En el marco de la carrera de Licenciatura en Psicología de la Universidad de


Buenos Aires, la presente tesis toma como tema principal la transferencia en psicosis de
acuerdo al psicoanálisis lacaniano, en un dispositivo de juego en un hospital público de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

This thesis is part of the context of the Bachelor in Psychology at the University of
Buenos Aires. It takes as its main theme the psychosis transference, according to the
psychoanalysis of lacanian orientation on a game device in a Buenos Aires Hospital.

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Agradecimientos

A Julio Canosa, tutor e integrante de la ludoteca, por su dedicación con mi trabajo de


tesis y su amor a la profesión.

Al restante equipo de la ludoteca: Christian, Haydée y Alba, ¡Gracias!

A la UBA, mi agradecimiento eterno.

A mi familia y seres queridos. A Fran y a Tomy, que me enseñan todos los días a jugar.

A ella que siempre me aconseja que exhiba su arte en el escritorio donde estudio.

Lo puse en la tapa de este trabajo que también es trabajo de ella.

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Introducción

La presente tesis de grado corresponde a la licenciatura en Psicología de la


Universidad de Buenos Aires de la alumna Paula Mariana Lombardi, (LU 31.144.264/0),
e intenta plasmar los conocimientos adquiridos a lo largo de las materias orientadas al
psicoanálisis lacaniano, principalmente: Psicopatología, Clínica Psicológica y
Psicoterapias: Clínica de Adultos, Psicoanálisis: Freud, Cínica psicoanalítica,
Construcción de los conceptos psicoanalíticos y Clínica de la urgencia.

El tema elegido es Transferencia en Psicosis. Poder interrogarse acerca de la


particularidad de la misma, así como también sobre las posibles intervenciones
analíticas y los efectos subjetivos en la estructura, constituyen los pilares del presente
trabajo, cuyo interés se corresponde con las inquietudes que surgieron a partir del
trabajo semanal en un dispositivo psicoanalítico de juego con pacientes psicóticos en un
Hospital público de la ciudad de Buenos Aires, en el transcurso de todo 2015 y del año
en curso.

Planteo del problema

Desde los inicios del psicoanálisis, la transferencia en psicosis fue


problematizada, y en ocasiones excluida como posibilidad. El presente trabajo
comprende una revisión sobre la conceptualización de la misma desde las bases que
deja sentada S. Freud, y a las que retornará J. Lacan.

A partir de allí, se emprende el abordaje de las distintas dimensiones de la


transferencia en la estructura, para así poder interrogarse:

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¿Cómo posibilitar, a partir de las condiciones subjetivas de las psicosis, el
armado de un lazo transferencial a partir del cual producir efectos subjetivos?

Hipótesis

El juego, enmarcado en un dispositivo de orientación psicoanalítica, permite


inventar las condiciones transferenciales necesarias para operar con y sobre el síntoma
psicótico y así propiciar el surgimiento de efectos subjetivos.

Objetivos

Objetivo general

Establecer las particularidades de la transferencia en la psicosis y ubicar los


efectos subjetivos que posibilita el juego como dispositivo analítico.

Objetivos específicos

Revisar la conceptualización de sujeto y de síntoma, en tanto hechos de


lenguaje, y de psicosis como estructura psíquica, así como sus incidencias en la
transferencia.

Evaluar las particularidades de un dispositivo psicoanalítico de juego en adultos


psicóticos como variante posible de la cura y la importancia de la función del analista en
el mismo.

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Estado del arte

Psicosis para la psiquiatría

En 1973, Lacan reconoce la deuda que la clínica psicoanalítica tiene con la


psiquiatría clásica, al afirmar que “Hay tipos de síntomas, es decir, hay una clínica"
(Lacan, J. 1973b, p. 12-13). En este sentido, la psiquiatría ya supone un orden de
conceptualización anterior al discurso analítico.
En los Fundamentos de la clínica, el historiador en psiquiatría, P. Bercherie,
menciona que “Se puede hablar entonces de clínica psicoanalítica con la condición de
no olvidar que, en esta expresión compuesta, el adjetivo es más importante que el
sustantivo y que los dos términos son inseparables.” (Bercherie, P. 1980, p.9)
Se podría afirmar que el psicoanálisis freudiano es tanto la culminación como el
intento de solución de los impasses de esa ciencia, la psiquiatría clásica, que se
constituye al darse como objeto a la locura y como método, la clínica.

“(…) Aplicar a otro el modo de observación que habitualmente se reserva a las


cosas, a los objetos de lo real, no deja de plantear algunos problemas. Estos son, por
otra parte, los problemas que volvieron sospechosa a la clínica (…)” (Bercherie, P. 1980,
p. 2)

A su vez, el psiquiatra G. Lanteri-Laura propone la utilización del concepto de


paradigma para ubicar los diferentes momentos históricos de la psiquiatría. La noción de
paradigma, introducida por T. Kuhn, implica un conjunto de saberes que proporcionan
modelos para resolver los problemas en una comunidad científica, en un determinado
momento. (Kuhn, T. 1962). Cada paradigma constituye un marco en el cual es posible
un conjunto de teorías, y su eficacia se sostiene mientras dicho modelo no se confronte

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con un límite que lo ponga en crisis y haga surgir, a su vez, otro paradigma como
respuesta.

G. Lanteri-Laura describe tres modelos paradigmáticos en la historia de la


psiquiatría, teniendo en consideración, de todas maneras, que cada nuevo paradigma
no será sin el anterior porque existe una dialéctica entre los mismos. (Godoy, C. 2013)

Primer paradigma: La alienación mental (clínica sincrónica)

Como sostiene C. Godoy en La Psicopatología: de la Psiquiatría al Psicoanálisis


(2013), este paradigma correspondiente al período que comprende desde fines del siglo
XVIII y abarca la primera mitad del siglo XIX, constituye “(…) El pasaje de la noción
social y cultural de locura al concepto médico de alienación mental” (Godoy, C. 2013, p.
120). De este modo se introduce el concepto de alienación mental al campo de la
medicina como una especialidad autónoma que se diferenciará de las otras
enfermedades.

La alienación mental, como enfermedad, tiene aquí un sentido orgánico y se


constituye en base a un empirismo extremo, rechazando todo lo que no es observable.
P. Pinel, médico francés y uno de los referentes de este paradigma, se referirá a las
diversas presentaciones del alienado (manía, melancolía, idiotismo, demencia) no como
enfermedades irreductibles, sino más bien como variedades de una sola enfermedad,
cuyo tratamiento lo constituye el tratamiento moral de la locura (Godoy, C. 2013). De
esta manera toda la fenomenología patológica, será enmarcada en el mismo cuadro
clínico de la alienación.

“Desde el sentimiento de irrealidad hasta las reacciones de indiferencia, pasando


por la anulación de los demás, hay toda una serie de fenómenos patológicos cuyo
origen podría ser denunciado en la situación de alienación en la que se encuentra todo
enfermo mental.” (Foucault, M. 1984, p.94)

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Otra particularidad de este modelo es que la alienación mental se localiza a partir
de la observación del enfermo en un único momento, lo que corresponderá al modelo
de la clínica sincrónica, según la clasificación de P. Bercherie. Este corte sincrónico, se
realiza al momento del examen psiquiátrico, que a su vez coincide con el momento del
diagnóstico.

El comienzo de la psiquiatría también supone un esfuerzo en la correcta


nominalización de síndromes y síntomas, que se sostendrá en los restantes paradigmas.
De este modo, el término alienación viene a suplantar el de locura, por ser este último,
de uso vulgar y poco científico.

La crisis al primer paradigma, la introduce el psiquiatra francés, J.P. Falret (1749-


1870) a partir del descubrimiento de un anátomo-patólogo francés llamado P. Bayle,
quien realizando una serie de autopsias en pacientes que habían padecido un cuadro
de Parálisis General Progresiva, hasta el momento una de las formas de la alienación,
halla un tipo de lesión (orgánica) en las meninges, lesión que no aparece en otras
formas de la alienación. De este modo Falret pone en duda que la alienación mental
constituya una única enfermedad y cuestiona la metodología empleada hasta el
momento donde la psiquiatría, como clínica sincrónica, no contempla el estudio clínico-
evolutivo de los distintos cuadros, ni los estados terminales de los mismos y como
consecuencia, hay una falta de distinción entre verdaderas especies mórbidas que no se
reducen a la alienación mental.

Para Falret: "La práctica de una semiología y de una clínica atentas y


prolongadas, cuidadosa a la vez de la precisión en la actualidad y del cuidado en la
evolución, conduce a identificar especies mórbidas que no se pueden reducir a la unidad
sin desconocer la riqueza de los datos de la observación..." y concluye que ellas son
"(…)Especies verdaderamente distintas, caracterizadas por un conjunto de síntomas y
por una marcha determinada" (Lanteri-Laura, G. 1998, citado en Leibson, L. p. 2013,
142-43).
Es a partir de esta crisis que se dará lugar a un nuevo modelo para la psiquiatría.

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Segundo paradigma: las enfermedades mentales (clínica diacrónica)

Este período corresponde al de la psiquiatría clásica que tuvo vigencia entre


1890 a 1930. Los referentes de dicho paradigma son: E. Krapelin, P. Serieux, y J.
Capgras, E. Bleuler, y G.G. Clerambault. De acuerdo a lo conceptualizado por
Bercherie, este paradigma de las enfermedades mentales constituye una clínica
diacrónica, que buscará las causas de las distintas enfermedades en su desarrollo
evolutivo.

Pueden observarse, los cambios y la profundización en dicha clínica diacrónica,


entre la cuarta y sexta edición del tratado de Kraepelin. Mientras que en la cuarta
(primer paradigma), la clasificación de los cuadros psicóticos se correspondía, en su
mayoría a la paranoia, la cual era casi un sinónimo de la locura, en su sexta edición
(1899) se presenta muy diferenciada y en una oposición clara, el cuadro de Paranoia y
Demencia precoz, distinción que será tomada por los distintos autores de aquí en más.

Sin embargo, Kraepelin (en sintonía con todos los representantes de la época) no
llega a ocuparse demasiado por las causas ni la etiología de la enfermedad. Si bien
intenta una distinción entre las manifestaciones exteriores y los procesos patológicos
subyacentes, la patogenia estará ausente en sus descripciones minuciosas, lo que
siempre constituirá una deuda de la psiquiatría: el hallazgo de una lesión funcional
propio de la medicina.

A su vez, un empirismo extremo, conlleva la multiplicación de especies mórbidas


difíciles de ordenar, así como también el foco en lo fenoménico y un cuestionamiento
de la teoría de las localizaciones cerebrales para el estudio de un mecanismo etiológico,
al que se referirá a continuación, constituirá la crisis que da lugar al tercer paradigma.

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Tercer paradigma: Las grandes estructuras psicopatológicas

Se marca el inicio de este paradigma en 1926 a partir de la consolidación de la


perspectiva de E. Bleuler (1857-1939) y la introducción del concepto de Esquizofrenia.
En este paradigma ya se encuentra la influencia de Freud, sus hipótesis
psicopatológicas, y su distinción Neurosis - Psicosis y, marca el comienzo de las
Grandes estructuras psicopatológicas, donde la psiquiatría deja de centrarse en la
descripción fenomenológica del enfermo e intenta buscar explicaciones para dar cuenta
de los mecanismos de producción de la enfermedad.

Sin embargo, si se entiende por psicopatología, que el estudio de las


enfermedades mentales “(…) Constituye también la consideración de lo que las
susodichas enfermedades enseñan sobre la estructura de la subjetividad (…)”
(Mazzuca, S. 2012, p.510) el alcance de la noción de mecanismo y estructura aquí,
constituirá el principal conflicto. En este paradigma, la estructura será tomada como una
estratificación, una jerarquización de grados patológicos, que traerá aparejado “Una
progresiva reducción de las enfermedades mentales junto con la ampliación del
concepto de esquizofrenia hasta cubrir casi todo el campo de la psicosis y, por
consiguiente, comenzar a relegar al olvido a la paranoia”. (Godoy, C. 2013, p.126)

Clínica de la mirada

Como se mencionó con anterioridad, la psiquiatría clásica se caracteriza por ser


una clínica de la mirada. La misma se sustenta fundamentalmente en el discurso
médico, e implica la descripción detallada, fotográfica, de lo que se ve para así distinguir
fenómenos y agrupar trastornos en cuadros clínicos de la manera más neta y clara
posible. De aquí se desprenden al menos tres inconvenientes:

- El saber y la verdad son correlativos, lo que supone un tiempo


donde observación y clínica, coinciden. A partir de una mirada que hace lectura y
traducción de lo que observa, lo que se ve termina por constituirse como lenguaje.

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Las presentaciones de enfermos para la psiquiatría, son el paradigma de la
clínica de la mirada y constituyen un claro ejemplo en la correlación entre saber y
verdad. El uso de dicho dispositivo daba cuenta de un sujeto pasivo presentado a la
mirada del público a fines de una mostración del saber supuesto a la ciencia en un único
momento de observación del enfermo.

- Un sujeto pasivo, constituye el segundo inconveniente. La clínica de


la mirada, procede a una objetivación del paciente, de tal modo que dicha clínica
termina por “Participar en la alienación de aquellos cuya perturbaciones pretendía
describir exhaustivamente, analizar objetivamente y clasificar racionalmente.”
(Bercherie, P. 1980, p. 7) El enfermo en tanto tal, es objeto pasivo de una mirada
que detentaría un saber.

- El tercer inconveniente lo constituye que el hecho de que el foco


esté puesto en la claridad nominativa y la clasificación, algo que se sostiene
desde el nacimiento de la psiquiatría. De este modo, las clasificaciones se
infinitizan y ello supone una complicación en su ordenamiento.

Como resalta T. San Miguel, “La semiología psiquiátrica es un lenguaje (…)


ponerle nombre a las cosas que va generando una trama de saber”. (San Miguel, T.
2013, p.96)

Hipoteca orgánica

Si la ciencia moderna nace con la división cartesiana res cogitans - res extensa,
la psiquiatría, encolumnada detrás de la medicina general en su afán de constituirse
como ciencia, termina por heredar dicha concepción de cuerpo-maquinaria; res extensa
donde debe hallarse la causalidad orgánica del padecimiento.

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Podría decirse que si bien existe un movimiento que va de la descripción
fenoménica minuciosa a la búsqueda de un mecanismo causal (esto último muy
influenciado por Freud), el intento de dar con una etiología orgánica, característica
propia de la medicina, recorre y atraviesa los tres modelos.

Pinel atribuye la alienación mental a una lesión funcional del sistema nervioso.
Es a partir de los descubrimientos de Falret y el pasaje a una clínica diacrónica,
que se acentúa la búsqueda de una lesión orgánica específica y sus causas,
incorporando, el método anátomo-clínico de la medicina, “Que indica que una
enfermedad determinada se define por varios parámetros: una evolución típica, una
etiología conocida, un tipo de lesión histopatológica definida y un mecanismo
fisiopatológico preciso.” (Leibson, L. 2013, p.142-43)

Dentro de este paradigma, A. Morel, un discípulo de Falret, intentará buscar una


etiopatogenia de carácter metafísico-místico en aquellas enfermedades a las que no
encuentra causa orgánica precisa. (Zlotnik, M. 2007) Las mismas pasarán a ser un
trastorno, una degeneración de un organismo que fue hecho a imagen y semejanza de
Dios donde el carácter diacrónico propio del paradigma se observará en una herencia
progresiva de dichas desviaciones.
A su vez, V. Magnan, buscará reformular las concepciones de Morel dándole un
acento más científico a la predisposición hereditaria, en un intento, sin éxito, de
ubicarlas en una morfología cerebral. (Zlotnik, M. 2007)

Sin embargo, el segundo paradigma terminará por constituir una clasificación


fenomenológica ilimitada sin encontrar la causación orgánica que busca a fines de
darle valor científico a la psiquiatría.

En el tercer paradigma, lo que intenta Bleuler es responder al punto donde el


segundo paradigma constituye su fracaso, poder dar con las causas de las
enfermedades. El inconveniente es que, sin abandonar la organicidad de la medicina,
lo hace intentando encontrar la causación orgánica en el inconsciente freudiano, con lo

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que termina por buscar la causa orgánica a un padecimiento subjetivo, lo que pone
bajo sospecha el carácter científico de la psiquiatría.

El síntoma como trastorno, La actualidad en psiquiatría: el DSM

Tal como se vio en los paradigmas de la psiquiatría clásica, los principales


resabios de la misma, lo constituyen: una clínica que supone un saber en la mirada
detallista de un Otro de la ciencia y la búsqueda de una organicidad como causalidad de
la enfermedad. En la actualidad, si bien se conserva la búsqueda de una etiología
orgánica, la clínica del detalle se perdió en una estandarización de un síntoma-trastorno
que implica, como tal, una desviación a la norma desde la perspectiva estadística del
manual DSM, tratándose de un saber cada vez más aprehensible, una nosología única,
un código único que toda la psiquiatría podría compartir. (Galiussi, R., 2014).

Se habla de psicótico y no de psicosis, y los trastornos aluden a síntomas que


varían. “Si bien aquí una esquizofrenia no es una paranoia, el modelo de trabajo que
ellos utilizan es un modelo médico (…) No manejan un diagnóstico estructural”
(Zlotnik, M. 1997, p.3).

A partir del conocimiento que construye la psiquiatría desde sus inicios, se puede
comprender mejor qué concepción adopta de paciente, de síntoma-trastorno y de
psicosis-psicótico, y cómo el sujeto y la transferencia no tienen lugar en dicha ciencia.

Volviendo a la actualidad, la psicopatología tiene como contenido las categorías


del DSM cuyos sistemas diagnósticos son ateóricos y reducen su enseñanza a los tipos,
clases o categorías diagnósticas. (Mazzuca, R. 2013)
Se puede decir entonces que el paradigma psicopatológico entra en declinación,
perdiéndose también la clínica del detalle que sostenía la psiquiatría clásica, mediante
una estandarización de las enfermedades.

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Sujeto para la filosofía

“El discurso del psicoanálisis, fue posible en Occidente luego de que la ciencia
moderna, a través de cálculos matemáticos demostrara la existencia de cosas no
observables, conmoviendo el saber dogmático medieval que sostenía que la realidad
mayormente era lo perceptible, garantizado por Dios, un mundo totalizable, heterogéneo
y finito sostenido finalmente en la idea de Uno.” (Mascheroni, G. 2016, p. 2).
En principio, se puede pensar que si bien la ciencia se opone al saber dogmático,
la misma carga con una contradicción entre el acceso al saber por medio de la empiria,
por un lado y el intento de universalizar dicho conocimiento, por el otro, puesto que no
es posible un saber que pueda ser comprobado en la totalidad de los casos.

El nacimiento del sujeto de la ciencia moderna

Lacan se refiere al nacimiento del sujeto moderno, sujeto del racionalismo y de la


ciencia, como condición de posibilidad para el sujeto del psicoanálisis. Ello, podría
resultar paradójico dado que el sujeto moderno, se encuentra en las antípodas del
sujeto del inconsciente, que surge de la experiencia freudiana; sin embargo se verá
cómo este último no es sin el primero, sujeto que existe sólo por pensar, ya sin la
garantía divina. (Lacan, J. 1958)

En su escrito sobre la práctica psicoanalítica, G. Mascheroni (2016) conceptualiza


que no hay realidad prediscursiva, por lo tanto, lo que existe está siempre determinado
por el discurso de un momento histórico así como por la relación entre saber y verdad
de la época.

Es así como, con la caída del saber medieval, se dará comienzo a un nuevo
momento histórico: la modernidad, donde la verdad puede ser demostrada por medio de
la razón, se puede dudar del saber, y las verdades son provisorias. De lo único que no

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hay duda y se ofrece como certeza, es que pensar causa el ser, con lo que se escinde el
saber y la verdad.

A su vez, si el sujeto de la modernidad puede poner toda realidad en duda, es


porque ya no hay un garante de la verdad y su única garantía es que puede pensar. Es
el sujeto que reflexiona y que deja de reposar en dios como causa del conocimiento, lo
que hasta el momento le suponía un corte al acceso a la verdad.

Sólo así se constituye su ser, el pensamiento consciente lo causa y mediante el


mismo, el sujeto ordena sus representaciones. Este sujeto, idéntico a sí mismo, es
equivalente a su yo “(…) Ordenador de un conocimiento que tiene sentido para ese yo y
que permanece idéntico, sin dividirse, frente al mismo.” (Frydman, A. 2012, p.48)

Del sujeto moderno al sujeto del inconsciente

El psicoanálisis implicará una subversión radical de este sujeto de la conciencia,


donde ya no se tratará del “Yo pienso” sino más bien del “Ello piensa”. El pensamiento
será el de inconsciente y como tal, interrogará el amarre al ser de la conciencia, es
decir, interrogará al sujeto cartesiano. De lo que se tratará a partir de Freud es que, en
tanto sujeto del inconsciente, el saber es no sabido y como tal escapa a la razón.
Sin embargo el sujeto unificado de la conciencia, causado por el conocimiento y
desligado de la causalidad divina, constituye un tiempo lógico anterior necesario, para
luego ser puesto en el banquillo, para que pueda suponérselo escindido en tanto sujeto
del inconsciente que ya no es amo en su propia casa.

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Marco Teórico

Con el fin de revisar qué comprende y abarca la Transferencia en psicosis, se


propone una revisión histórica a lo largo del desarrollo teórico Freudiano y Lacaniano,
tomando como ejes transversales la construcción de dos conceptos centrales: sujeto y
psicosis.

Psicosis para el psicoanálisis

Psicosis en Freud

Antecedentes freudianos

En los inicios de la obra freudiana no había una clara distinción entre neurosis y
psicosis. En 1896 Freud dice “(…) Partí de la premisa de que en la paranoia, como en
las otras dos neurosis de defensa, había unos pensamientos inconscientes y unos
recuerdos reprimidos (…)” (Freud, S. 1896, p.177).

Con el caso Schreber (1911) la distinción entre los cuadros clínicos se esclarece.
De dicho caso, se retomarán dos temas principales:

1) El antecedente a un mecanismo psíquico propio de la psicosis


2) Los puntos de fijación de la libido.

1) En el historial de Schreber (1911) Freud menciona una pieza clave, que será
retomada por Lacan para diferenciar el mecanismo de la represión en la neurosis
del propio de la psicosis. Para la psicosis, propone a la represión como un primer
momento que consiste en el desasimiento de la libido de personas y cosas y su
regresión al yo por la vía de la retracción. A este momento mudo, le seguirá un

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segundo momento ruidoso que consiste en el retorno de la libido al mundo
exterior. Si bien Freud, refiere al mecanismo de la represión, en este contexto
Freud anticipa una distinción que retomará Lacan para construir un mecanismo
psíquico propio de la psicosis: “Lo cancelado adentro retorna desde afuera”
(Freud, S. 1911, p. 66).

2) Freud, establece un recorrido en el desarrollo de la psicosexualidad desde el


autoerotismo a la elección de objeto, no sin pasar previamente por el narcisismo (Freud,
S. 1911).

“(…) Para ganar un objeto de amor se toma primero a sí mismo, a su cuerpo


propio, antes de pasar de este a la elección de objeto en una persona ajena” (Freud, S.
1911, p. 56)

Este recorrido supone la posibilidad de puntos de fijación en determinado


estadio, donde frente al peligro de una marea alta de la libido, la misma no encuentra
otro trayecto más que el regresivo a dicho punto de fijación, el punto más endeble
(Freud, S. 1911). De esta manera, distinguirá la parafrenia de la paranoia, ubicando
para la primera, la fijación en el autoerotismo y el mecanismo alucinatorio como modo
de retorno libidinal, y para la segunda, una fijación en el narcisismo y el retorno por vía
del delirio.

La pérdida y reconstrucción de la realidad (psíquica)

Esta temática será retomada por Freud luego de 1920 al conceptualizar la


psicosis a partir de la distinción de dos momentos: la Pérdida y la reconstrucción de la
realidad

El primero, patológico de por sí, es producto de un conflicto entre el yo y el


mundo exterior. Freud lo conceptualizará en términos de un “Desgarramiento”. Este

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momento permite pensar la dificultad propia de un tratamiento analítico de la psicosis en
tanto se corresponde con el momento de mayor retracción libidinal.

En el segundo momento, el de reconstrucción de la realidad, Freud subraya que:


“El delirio se presenta como un parche colocado en el lugar donde originariamente se
produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior” (Freud, S. 1923, p.
157).

Es así como dicho momento de reconstrucción de la realidad, es fundamental


para pensar las posibilidades de la transferencia en la psicosis, en tanto subraya la
necesidad de tener en cuenta las características diferenciales de aquello que se
presenta como sustituto de la realidad perdida en el primero paso.

Psicosis en Lacan

Un mecanismo psíquico

Desde el inicio de su enseñanza psicoanalítica, Lacan emprende la


formalización de un mecanismo psíquico de la psicosis. Así, conceptualizará un primer
movimiento, constitutivo en el armado del aparato psíquico, una afirmación primordial
que a su vez luego posibilitará el mecanismo (neurótico) de la represión “(…) Solamente
es posible negar aquello que ha entrado en el aparato, que ha sido afirmado.”
(Schejtman, F. 2012, p. 18). Lo que puede ser afirmado primordialmente, por la
operación que se presenta como Bejahung o juicio de atribución, admisión primordial en
el sentido de lo simbólico (Maleval, J-C. 2002) puede ser expulsado primordialmente,
Ausstossung.

Lacan toma la terminología freudiana (Austossung en el historial del Hombre de


los lobos) y la subvierte. Utilizará, para referir a la ausencia de afirmación del
significante primordial, la Forclusión del significante Nombre del padre en el lugar del
Otro.

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“Es en un accidente de este registro y de lo que en él se cumple, a saber, la
preclusión del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la metáfora
paterna, donde designamos el defecto que da a la psicosis su condición esencial, con la
estructura que la separa de la neurosis.” (Lacan, J. 1958, p.550)

Si bien la forclusión del significante nombre del padre, no es un observable, los


distintos fenómenos elementales darán cuenta de la estructura.

“(…) Los efectos de la forclusión del nombre del padre. Brevemente estos efectos
son el déficit del polo metafórico del lenguaje, los trastornos del lenguaje que de allí
derivan, la consecuente ausencia de significación fálica en el decir del psicótico, pero
sobretodo la inercia dialéctica que caracteriza al significante que viene al lugar de la
metáfora cuando no hay metáfora.” (Lombardi, G. 2012, p. 110)

A su vez, tomando el esquema R, que le sirve a Lacan para dar cuenta de cómo
se constituye la realidad del neurótico, Lacan presentará el esquema I para intentar
conceptualizar la reconstrucción de la realidad en la psicosis, en el caso Schreber, por
medio del delirio. A partir de aquí se puede pensar que el esquema I puede servir como
base en el intento de conceptualizar el momento de reconstrucción de la realidad de
modos más amplios que por medio de la metáfora delirante. “(…) La elaboración del
esquema I marca la etapa constructiva de la Cuestión preliminar, en la que Lacan no
pone el acento en el déficit sino en los elementos con que el sujeto se reconstruye (…)”
(Lombardi, G. 2012, p.125)

Transferencia para el psicoanálisis

Transferencia en Freud

De la sugestión a la transferencia como repetición

En un inicio, teniendo en consideración que Freud aborda sus estudios desde la


neurosis histérica, el método catártico le permitió la conceptualización de un cuerpo

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distinto al organismo. Mediante el uso de la sugestión, Freud levantaba los síntomas de
sus pacientes. Sin embargo, el uso de este método encuentra rápidamente su límite, el
síntoma no termina por levantarse y retorna frente a la insistencia del carácter
inconsciente de ciertos procesos anímicos (Freud S., 1917). Otro límite lo presenta el
hecho de que no todos los pacientes son pasibles de ser hipnotizados.

Es así como Freud, abandonará la sugestión y reconducirá la misma hacia el


concepto central para el psicoanálisis, la transferencia. Esta es para Freud una pieza de
repetición donde el paciente “(…) Enhebra al médico en una de las imagos de aquellas
personas de quienes estuvo acostumbrado a recibir amor” (Freud, S. 1913, p. 140). La
libido se transfiere entonces, del síntoma a la persona del analista.

Dicha transferencia de amor puede ser operativa y motor de la cura, pero también
dará lugar, necesariamente, a la transferencia en su vertiente resistencial, con el
detenimiento de la cadena asociativa.

En Recordar, repetir, reelaborar (1914), Freud menciona que la transferencia


misma es sólo una pieza de repetición y la repetición es la transferencia del pasado
olvidado y también menciona que el sujeto “Empieza la cura con una repetición así”
(Freud, S. 1914, p. 152), de lo que se rescatan dos elementos vitales:

-La transferencia se diferencia de la sugestión porque repetir, en Freud, está al


servicio de la resistencia, con lo que esta última constituye un momento necesario en la
cura, mientras que en la hipnosis, la misma intenta ser abolida.

-El análisis supone una reedición y repetición “(…) De todo cuanto de las fuentes
de su reprimido ya se ha abierto paso” (Freud, S. 1914, p. 153), como herramienta de la
cura, lo que conlleva una neurosis de transferencia y un síntoma neoproducido en
relación al analista “(…) El sujeto se hace amar por él. El efecto de la transferencia es el
engaño que se repite en el aquí y ahora” (Leibson, L. 2011 – 2013, p. 7)

L. Leibson (2011 - 2013) dirá que el funcionamiento de ese engaño es el deseo


en tanto se juega en él lo real del goce y este goce sólo entra en la escena
transferencial traído por la resistencia, con lo que el manejo de la transferencia será un

21
modo de tratar dichas resistencias responsables de la repetición, para que puedan
ponerse en movimiento.

¿Transferencia en psicosis en Freud?

Con anterioridad a 1900, Freud no cuenta con un diagnóstico diferencial entre


neurosis y psicosis, sin embargo en relación a esta última, en el Manuscrito H (1895)
observa en su paciente cómo sus empeños en curar “El esfuerzo (drag) hacia la
paranoia, restituyendo sus derechos al recuerdo de la escena”, fracasa. Freud dará
cuenta allí de una tajante negación por parte de su paciente que habría reprimido
adrede un recuerdo embarazoso y abandona el tratamiento frente a su irritación por
querer recordárselo.

Además la defensa paranoica implica la particularidad no sólo de no querer


recordar un reproche interno, sino la proyección al exterior de ese reproche, lo que
supone un ahorro en la implicación del sujeto. En esta época, la proyección ya se le
presenta a Freud como un límite al tratamiento, y la paranoia constituye un impedimento
fundante al método freudiano, dado que lejos de alcanzar la cura, la paciente sólo
empeora.

Las características de la transferencia siempre se le presentarán a Freud como


un obstáculo al trabajo analítico en la psicosis.

En 1911 Freud toma el caso de Schreber donde es la relación transferencial con


Flechsig (su médico) el desencadenante

En Introducción al narcisismo (1914) Freud refiere a los rasgos fundamentales


en la psicosis como: el delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del
mundo exterior, y cómo dicho extrañamiento los hace inmune al psicoanálisis. Cabe
resaltar que en este período, Freud conceptualizará el anteriormente mencionado
momento de pérdida de la realidad, en donde la retracción libidinal, imposibilita un
trabajo analítico operativo.

22
Avanzada su obra, en Construcciones en el análisis (1937) el foco será puesto en
el segundo momento, el de la reconstrucción de la realidad, y aquí Freud divisará un
tratamiento posible:

“Probablemente valga la pena ensayar el estudio de los correspondientes casos


patológicos (…) y encaminar también de acuerdo con ellas su tratamiento. Así se
resignaría el vano empeño por convencer al enfermo sobre el desvarío de su delirio, su
contradicción con la realidad objetiva, y en cambio se hallaría en el reconocimiento de
ese núcleo de verdad un suelo común sobre el cual pudiera desarrollarse el trabajo
terapéutico.” (Freud, S. 1937, p.269)

Si bien seguirá remarcando a la estructura de la psicosis como un límite al éxito


terapéutico.

“Opino que tales empeños con psicóticos habrán de enseñarnos mucho de


valioso, aunque el éxito terapéutico les sea denegado”. (Freud, S. 1937, p.269)

En relación a la transferencia en psicosis, se podría decir entonces, que aun


cuando Freud, llega a preguntarse por la misma, no llegó a vislumbrar la operabilidad de
dicha transferencia en el análisis en psicosis, y en ocasiones “Sería un sujeto cuya
capacidad transferencial lo llevaría al abismo” (Lutzky, J. 2013, p. 42)

Más aún, sin poder pensar una transferencia operativa en la estructura, la clínica
analítica en la psicosis podría constituir un punto de riesgo para el paciente.

Transferencia en Lacan

Transferencia y repetición

E. Laurent (1991-92) destaca que la transferencia es una forma de amor inédita y


señala a Lacan como el primero en disociar transferencia y repetición, para introducir a
la transferencia como correlato de la pulsión.

23
Lacan dará cuenta, en su seminario XI (1964) de un inconsciente pulsátil, que se
abre y cierra frente al papel obturador del objeto a. Sin embargo el cierre del
inconsciente, homologable a la resistencia freudiana, cobra una dimensión distinta con
Lacan, constituyendo un movimiento en el que la interpretación puede lograr su
cometido en el encuentro con el analista en transferencia. (Lacan, J. 1964). Dicho
encuentro con el analista supone una dimensión real de la transferencia, donde “(…)
Hace falta que el analista, además de la función de la interpretación, encarne algo del
objeto parcial que se va revelar en la transferencia bajo las coordenadas de un
encuentro paradójico (tíquico) (…)” (Lombardi, G. p.7, 2011-2014)

Con ello, el analista ubicándose como semblante de objeto, puede romper la


identificación del sujeto con el objeto en el fantasma para así poder asumirlo como
perdido, lo que dará lugar al objeto a, causa de deseo. Conmovida la satisfacción en la
fantasía, el analista irá al encuentro del deseo inconsciente.

Sujeto supuesto Saber

En “Proposición del 9 de octubre” (1967), Lacan hablará del Sujeto supuesto


Saber, como pivote y operador conceptual de la transferencia.

" … Si el psicoanálisis consiste en el mantenimiento de una situación


convenida entre dos (…) sólo podrá desarrollarse a costa del constituyente ternario que
es el significante introducido en el discurso que se instaura, el cual tiene nombre: el
Sujeto supuesto al Saber (…)" (Lacan, J. 1967, p.13).

La transferencia tiene como pivote un lazo simbólico fundado sobre la suposición


de un saber. El mismo supone una terceridad, dado que no lo encarnará el analista ni
tampoco el analizante sino que decantará en los significantes que organizan y orientan
los modos de padecer, modos de goce del sujeto.

24
“(…) El saber textual que sostiene el goce del síntoma, es fundado gracias al
despliegue del Sujeto supuesto Saber en la experiencia del análisis” (Salinas, M. L.
2013, p.117)

Transferencia en psicosis en Lacan

En “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958) Lacan da cuenta


de un triple punto de vista por donde el analista debe abordar la cura: La táctica, la
estrategia y la política.

Mientras la táctica del analista, constituye su punto de mayor libertad: ¿Qué


hago? de lo que se trata es que la misma quede enmarcada y siguiendo la estrategia, el
uso de la transferencia. La transferencia supone entonces la pregunta ¿Cómo hago esto
que hago? pregunta que se responderá de modo obligado, desde la destitución
subjetiva del analista, una posición a renovarse cada vez en la psicosis.

Por último hay una sumisión de la estrategia a la política, la dimensión ética:


¿Para qué hago esto? donde no olvidar ni perder de vista la dirección de la cura
perseguida, constituye el punto de menor libertad del analista (Temprano, C. 2016)

Transferencia invertida

La posición de analista, permitirá reintroducir una dimensión dialéctica frente al


síntoma que en la psicosis presenta una estructura de “cadena rota”, tal como ubica
Lacan en su escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis” (1958). Esta dimensión es fundamental en la transferencia invertida de la
psicosis, donde la indicación de saber que se presenta en el síntoma, lejos de ser

25
correlativa de un saber no sabido, como en la neurosis, no se presenta como un
mensaje dirigido al Otro.

El síntoma, en tanto significante en lo real, se presenta acompañado de la


certidumbre de que eso le concierne y de que en alguna parte eso se sabe. Se trata de
un saber sabido por el Otro, correlativo de la certeza de su goce que ubica al sujeto
psicótico en una posición de objeto.

Frente a esto, M. L. Salinas ubica la importancia de la presencia del analista para


desplegar la autocuración de saber , lo que puede consistir en presentarse como testigo
interesado por lo que en él no se sabe, para sostener la hiancia entre lo que no se
conoce y sin embargo se sabe con certeza. Sólo aferrándose a la enseñanza del
enfermo, se evita que el analista encarne ese saber y que esa transferencia invertida se
desate con el analista. (Salinas, M. L. 2013)

Destitución subjetiva

E. Fernández, refiere a la importancia de situar en qué momento de la


transferencia se encuentra el tratamiento, para así dar lugar a las posibles
intervenciones (Fernández, E. 2005) De este modo sitúa cómo cualquier posible
intervención “(…) Esperar el momento en que para el paciente en cuestión (que no nos
atribuye ningún saber que le interesa) podamos tener alguna función (…) instalarnos en
el eje a-a´, pero la cualidad y la coloratura que podamos adquirir la pondrá, la cambiará,
la reinventará el paciente.” (Fernández, E. 2005, p. 122)
De acuerdo a ello, será la destitución subjetiva y una sumisión completa a las
posiciones propiamente subjetivas del enfermo (Lacan, 1958) por parte del analista, lo
que pueda habilitar un lugar como semejante en el eje imaginario, sin que ello conduzca
a la agresividad o a la erotomanía.

“El psicoanalista se ubica en S, soportando allí la función de sujeto supuesto


saber, dejando jugar en reserva su propio saber. Es no poniendo allí demasiado sus

26
pliegues que él se comprometerá efectivamente (…) en tanto que psicoanalista. El
psicótico está en el mismo lugar pero lo ocupa de manera diferente. No puede él, no
poner demasiado sus pliegues (…)” (Allouch, J. 1986, p. 65)
Lacan también refiere a la transferencia como un juego, el bridge. Esta analogía
le sirve para dar cuenta de que si bien las intervenciones, son operaciones calculadas
por el analista, de lo que se tratará es de prestar sus cartas a favor al analizante.
(Iglesias, H. Haydee, 2009) De este modo, puede pensarse que el juego como
intervención, presenta las condiciones idóneas donde el analista destituido, no impone
las reglas de mismo.

Sujeto para el psicoanálisis

“A partir de Descartes, Lacan va a definir su sujeto, desprovisto de toda cualidad


psicológica y vaciado de todo contenido de representación” (Frydman, A. 2012, p. 51)

Descartes vacía al sujeto de sustancia, y hace también del verbo, un vacío de


pensamiento “Piensa como punto de enunciación”. Se puede decir entonces, que si bien
el sujeto del psicoanálisis no es el sujeto de la filosofía, no es sin éste tampoco.

“Es en el acto de pensar y en su evanescencia, que el sujeto se articula en su


decir, que se puede dar cuenta del sujeto del psicoanálisis. Un sujeto activo para pensar
pensamientos” (Le Gaufey, G, 2009, p.10)

Cuando Lacan señala en “De una cuestión preliminar (…)” (1958) cómo medio
siglo de freudismo aplicado a la psicosis, deja su problema en el statu quo, en un refrito
de la larga cocción metafísica; problematiza el inconveniente que supone tomar al sujeto
proveniente de la psiquiatría y la filosofía, en la clínica psicoanalítica. Para dar cuenta
de ello, analizará el fenómeno alucinatorio desde la conceptualización psiquiátrica y
metafísica de una percepción sin objeto, de donde se desprenden varios
inconvenientes:

27
-Que “La alucinación no tiene funcionalidad respecto a los efectos subjetivos, en
tanto no es del sujeto, efecto del lenguaje sino del ser humano que conoce bien o mal el
objeto (…)” (Lombardi, G. 2012, p. 73).

- Que el sensorium (vista u oído, por ejemplo) sede de una facultad perceptiva,
no es efecto del significante (como desecho, objeto a) Y que ese desecho no puede ser
soporte del sujeto.

- Que hay un correlato de lo percibido (perceptum), y el sujeto unívoco que


percibe (percipiens). Dicho individuo, no es divisible con lo que se ignora que el sujeto
se distribuye entre oyente, emisor y aquel al que el enunciado alude. La atribución
subjetiva no es distributiva aquí.

- Que la alucinación es un trastorno a nivel sensorial en tanto que no se ajusta a


una realidad única y objetiva.

La falta de concepción de sujeto de la psiquiatría, que Lacan luego subvierte,


daría continuidad a la unicidad y síntesis que aborda la filosofía, un sujeto que no es
divisible, otorgando un valor fenomenológico a los fenómenos elementales, en este caso
alucinatorio, en tanto fenómeno perceptivo.

¿Qué Sujeto en Freud?

Si bien en Freud no se encuentra teoría explícita del sujeto (dividido), el mismo


podría homologarse al yo escindido del que el síntoma es consecuencia. Un conflicto
psíquico “(…) Entre la exigencia de la pulsión y el veto de la realidad objetiva (…)
subsistirán como núcleo de una escisión del yo” (Freud, S.1938, p. 276)

28
Sujeto en Lacan

Lacan no concibe una aproximación a la clínica sin considerar un hecho


psicoanalítico antecesor que consiste en introducir a la clínica y a las psicosis, el sujeto
dividido. (Lombardi, G. 2012)

Este sujeto dividido, que en la neurosis, es el corte entre lo que quiso decir y lo
que dijo, se halla dividido entre los significantes, pero que como también hay un goce en
ese sujeto, el significante lo expresará inadecuadamente. Inacabado.

“(…) Es la polaridad inherente al sujeto, polaridad que lo divide, de ser a la vez


sujeto del goce y sujeto que el significante representa para otro significante.” (Lombardi,
G. 2012. p. 40)

En 1964, Lacan da cuenta de cómo, la entrada al lenguaje supone un efecto de


división subjetiva. En un inicio ser nombrado por un Otro y alienarse a los significantes
de ese Otro primordial, constituye un movimiento forzado que tiene como resultado el
nacimiento del sujeto, sujeto que nace a partir de que se produzca una pérdida en el ser,
por la entrada al campo del lenguaje (afálisis)

El sujeto “(…) Traduce una sincronía significante en esa primera pulsación


temporal que es el fading (…) Sella al sujeto con un S1 que lo convierte en nada, pura
petrificación, incapaz de acceder a la palabra, en la medida que esta requiere la
articulación de al menos dos significantes (...)” (Rabinovich, D. 2004, p. 107-108)

Recordando el juego Fort-Da, que relata Freud en “Más allá del principio del
placer” (1920), Lacan definirá el significante fort como este primer momento de
inseminación en lo simbólico.
Al primer momento de Alienación, le sigue un segundo que dé lugar a la
Separación, perderse de ese lugar de objeto del Otro primordial, como “Recurso frente
a la opacidad de lo que encuentra en el lugar del Otro como deseo” (Rabinovich, D. p.
135, 2004)

29
¿Es esto lo que me pides, pero qué deseas?

Esto dará lugar a su propia falta, sujeto en tanto efecto de la palabra y ya no del
lenguaje, como en el primer movimiento, lo que significará una reducción del goce en el
campo del sujeto, por poder pasarlo al campo del Otro, extracción del objeto a que ya
exige al menos dos significantes S1 –S2 (fort-da).

En la neurosis “El campo de la realidad no se sostiene sin la extracción del objeto


a, que sin embargo lo enmarca” (Lombardi G. 2012, p. 90)

En la psicosis, la separación no tuvo un lugar, por lo que este goce no está


perdido, no pasa al campo del Otro, el psicótico lo tiene de su lado estando fuertemente
identificado a él (Maleval, J-C. 2002) lo que también supone un trastocamiento en la
demanda del sujeto.

De este modo, en la psicosis el sujeto no se encuentra entre los significantes,


sino fragmentado en la cadena significante. Aquí el significante irrumpe y no se asocia a
otro.

Dispositivo analítico

¿Qué es un dispositivo?

Como menciona M. Foucault un dispositivo “Es un conjunto decididamente


heterogéneo, que comprende discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas,
decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos,
proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas; en resumen: los elementos del
dispositivo pertenecen tanto a lo dicho como a lo no dicho. El dispositivo es la red que
puede establecerse entre estos elementos.” (Foucault, M. 1975, p. 1)

30
Se puede decir, entonces, que un dispositivo analítico comprende esa red que es
tejida con elementos heterogéneos, alrededor de la función del analista que puede
moverse en cualquier escenografía (Leibson, L. 2014), para dar respuesta a algo que
problematiza.

Dicha función, la constituye el deseo en acto del analista, que con su presencia
opera para que algo del decir del paciente se ponga en juego y que no es, como se
mencionó anteriormente, sin una destitución subjetiva constante del mismo.

A su vez, el dispositivo analítico es también un dispositivo clínico. En este punto


es fundamental recordar que “El analista que deviene clínico, ya no está operando
como analista en sentido estricto. Lejos de la destitución subjetiva que le permite hacerlo
en el nivel del acto analítico, al conceptualizar el acto y sus efecto, al dar razones,
recobra su posición como sujeto.” (Schejtman, F. 2013, p.29)

El analista como clínico construirá el caso a partir del hallazgo de lo Real, una
nueva articulación significante que, en el bien decir, exprese de modo inédito un real
imposible de nombrar hasta entonces (Ramírez, M. E., 2004, p.1)

Como se verá a continuación, el dispositivo analítico de juego, separándose una


vez más de la clínica psiquiátrica, supone lo que Lacan menciona en el “Seminario 22”
(1974): que el analista sea al menos dos: un analista para tener efectos y otro que
teorice dichos efectos.

De este modo, en un primer momento, el analista en acto sostiene, soporta y


apuntala el juego que allí se arma, al tiempo que aloja el testimonio, las denuncias o
padecimientos del sujeto, con los que se intenta operar, y en un segundo momento
procede a recortar conceptualmente dichos encuentros, tanto para localizar el síntoma
psicótico como para intentar dar cuenta de las modificaciones en la dirección de la cura.

31
Metodología de la investigación

Introducción: El conocimiento científico, Condiciones epistemológicas

Se retomó la lectura de Freud a los ensayos del crítico de arte italiano, G. Morelli
(1816 - 1891) para dar cuenta del paradigma epistemológico que se persigue en el
presente trabajo de investigación. Morelli proponía el análisis de atribución de autoría de
obras artísticas, a partir de la observación de los detalles de las mismas, sus rasgos
pictóricos, puesto que las características más llamativas de dichos cuadros, constituirían
las más pasibles de ser falsificadas.

“(….) Una propuesta de método interpretativo, apoyado en los descartes, sobre


los datos marginales considerados reveladores.” (Ginzburg, C. 2003, p. 105)

Las técnicas atributivas de Morelli, bien podrían ser equiparables al psicoanálisis


como disciplina, donde también se debe deducir de rasgos poco estimados o
inobservados, la sintomatología de un sujeto. (Moreira, D. 2016)

El método indiciario es tomado en el presente trabajo, tanto en la construcción


caso, como en el análisis del mismo, como paradigma epistemológico de una clínica del
detalle.

Condiciones operatorias

Método

La investigación es de carácter cualitativo. “La misma supone que la relación


entre definiciones teóricas y definiciones operacionales, se puede ir realizando on-line:
mientras el investigador va profundizando en la comprensión del asunto que le interesa
investigar, va construyendo e integrando los datos con la teoría”. (Ynoub, R. 2010, p.32)
La metodología consta de la revisión bibliográfica del tema a tratar, para su
articulación con el caso clínico que aquí se presenta.

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Alcance

El diseño es de carácter exploratorio. Se intenta, a partir del presente abordaje, la


ampliación de los conocimientos sobre el dispositivo clínico que aquí se trabaja y los
efectos singulares en el caso que se presenta.

Muestra

Se trata de un caso único (n = 1), paciente de un servicio de internación a largo


plazo, en un Hospital público de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y usuario de un
dispositivo de juego.

Fuente para la recolección de datos

La observación y recolección de datos tiene lugar en el comedor del sector donde


la paciente se halla internada, por lo que constituye un ambiente natural para la misma.
El proceso se desarrolla a través de la observación y el diálogo con la paciente, en el
transcurso de las actividades desarrolladas en el dispositivo.
Dicha observación, exige la búsqueda del detalle en el sujeto y sus huellas,
entendiendo por éstas al síntoma en su materialidad significante.
“<Detalle> deriva etimológicamente del latín de-taliare, cortar. Es el acto analítico
el que produce el detalle (…) un recorte que hace escritura.” (Godoy, C. 2012, p. 39)

La clínica psicoanalítica se distingue del relato biográfico dado que ubica al


sujeto en la hiancia que el detalle delimita entre la estructura y la especificidad de la
historia. (Godoy, C. 2012)

Es así que en la construcción del caso no se trata de una realidad que se captura
de modo directo. Los hechos resultan de ciertas operaciones que recortan, definen o
constituyen esa experiencia o evidencia. (Ynoub, R. 2010)

33
Caso clínico y discusión

Dispositivo: Ludoteca terapéutica

Como se revisó anteriormente, en la psicosis, la extracción de goce que supone


el movimiento constitutivo de separación, no tuvo lugar. De este modo, como ubica
Lacan, el paciente psicótico tiene el objeto a en su bolsillo, lo cual introduce vicisitudes
en la demanda.

Así, en el dispositivo de la ludoteca, debe ser el analista el que oferta, saliendo


al encuentro del sujeto, ya sea tomando un significante que este trae o algo que en la
contingencia lo convoca, o bien sosteniendo un saludo o invitación al dispositivo, a pura
pérdida.

Sostener o causar el juego del paciente, es una operación de estructura que


hace saber, hace discurso, hace nudo y produce un sujeto como efecto de dicha
operación. (Iglesias, H. 2009)

Lacan ubica que “El análisis, tiene todos los caracteres de un juego (…)” (Lacan,
J. 1964/5, p. 76). Por un lado, en tanto dispositivo clínico, el dispositivo de juego permite
localizar la particularidad del síntoma psicótico y fundamentalmente “(…) La desventaja,
pero también el privilegio de haberse colocado en relación al significante un poquitito
trastocado”. (Lacan, J.1956, p. 458). Por otro lado, el mismo habilita la intervención
sobre y con el síntoma.

Es a través de las intervenciones y las escenas que se arman al introducir una


dimensión lúdica, que como tal no es correlativa a una regla, que se pueden tener
efectos en la organización de la gramática pulsional del sujeto, como tratamiento de lo
real.

No se tratará de la interpretación del juego del paciente sino del juego que
posibilita un decir y tiene una función de interpretación para el sujeto. (Iglesias, H. 2009)

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Caso Clínico: Yo me hice sola

Se relatará el caso de la paciente L. internada hace muchos años en un hospital


público de la ciudad de Buenos Aires. El mismo es producto de un trabajo semanal en la
mesa en la que participa, que dio inicio en marzo de 2015 y sigue hoy en curso.

L. tiene un diagnóstico de esquizofrenia residual, está orientada en tiempo y


espacio, no se escuchan neologismos, ni presenta alucinaciones. Siempre menciona
que ella que está de paso en el Hospital por su pierna y no hay conciencia de la
enfermedad.

Asiste al dispositivo de juego hace más de 5 años. Al comienzo su relato giraba


en torno a sus dificultades para dormir la siesta, comenta que trabajar tanto la tenía
muy cansada y que en el hospital sacaban provecho de ella. Por esos años la
historia clínica incluso refiere a una descompensación incipiente porque siente que sus
compañeras la atacan.

Un Otro gozador

En los primeros encuentros con L. en la mesa, se observaba, no sin un poco de


desconcierto, la dificultad en situar los fenómenos elementales. La paciente relataba
hechos sociales actuales mientras pintaba sus dibujos, hacía preguntas sobre los
estudios de la practicante o contaba sus tareas dentro del hospital, sin que nada llamase
particularmente la atención.

A medida que se fueron sumando los encuentros, sostenido siempre en su


actividad de dibujo, comenzó a poder situarse en la paciente la idea constante y
persistente de que los otros quieren abusar de ella y de que ella está cansada de
trabajar para los demás, acusación con un tinte persecutorio que nunca dejará de
aparecer.

Frente a este cansancio, las intervenciones en la ludoteca se orientan, en un


principio, a separar este trabajo que la cansa del espacio del dispositivo donde puede

35
realizar una actividad artística y explayar sus conocimientos en arte. Es decir, que haya
también un trabajo que la descansa.

Sin cuestionar su lugar de trabajadora, se aloja este trabajo que la cansa, en


donde ella convive con compañeras que no colaboran y son vagas y donde “Todos
te usan, piden, piden, piden” y se remarca que también existe un trabajo que la
descansa. Hoy día no menciona problemas de sueño e incluso suele decir que por la
tarde dormirá la siesta.

En algunas oportunidades, L. ha mencionado una vivencia que ella sitúa como un


quiebre en su vida, cuando encontró a su prometido engañándola con otra mujer. A
partir de allí, se desentendió de los hombres, y por ello, siempre aconseja que “Hay
que estar solita, trabajar, estudiar y darse algún gustito, estar sola, está bien”. L.
siempre pregunta a la practicante si sale de vacaciones acompañada, si el fin de
semana lo pasó sola en su casa, y suele traer a cuenta a una prima que estudiaba y
trabajaba pero luego se casó y perdió todo. “Estar solo está bien”, “Yo me hice sola”

“Yo no soy de acá”

L. siempre relata lo mucho que estudió. Ella hizo cursos y posee conocimientos
sobre muchas cosas. Incluso trabajó de administrativa en una empresa. Se sostiene
este lugar que ella ocupa como excepción al resto, cuidando de todas maneras, que
no todas sus compañeras, queden en el lugar de las “Malas, vagas, sucias y
aprovechadoras” como suele hacer mención.

Si bien L. se sienta en una mesa donde se juega a los dados, como ella respeta
las reglas del juego tradicional y no así sus compañeras, consideró que ella daba para
otra cosa, quedando por fuera del juego y dedicándose a pintar dibujos. Ella va
solicitando qué pintar: “Mandalas, dresoir, y vitraux”. En una oportunidad se le
propuso ordenar sus dibujos en una carpeta de arte, nombre con el que ella rotuló a
la misma. Esto da valor a su trabajo y ella se queda tranquila, dado que bien archivados

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en folios, no se los robarán ni se arruinarán. Con el tiempo comienza a obsequiar el
dibujo a la practicante al finalizar la jornada y aconseja que lo ponga en el
escritorio donde ella estudia. A la semana entrante, preguntará si ubicó el dibujo
donde ella dijo. Algunas veces pide autorización para obsequiarlos a un médico o
enfermera. L. se encarga de firmar el dibujo con su nombre y fecha, incluso antes de
emprender el pintado del mismo.

La paciente suele desempeñar siempre la misma actividad de pintura de dibujos y


suele mostrarse reticente a cualquier modificación a la misma. Mientras pinta, suele
traer los mismos temas a la charla con la practicante.

A diferencia de las demás pacientes, L. prefiere no colgar sus dibujos, porque


de ese modo, los mismos serán arruinados o robados. Sin embargo,
recientemente y a más de un año del inicio del armado de la carpeta de arte, L.
expresó que con motivo de la primavera, se podía colgar y exhibir el dibujo en
relación a la temática que había realizado esa jornada.

El analista no sabe

L. también muestra interés por la cocina. Todos los domingos miran con otra
paciente, un programa de cocina y suele relatar los sucesos del último programa visto.
En relación a ello, se ofrece empezar a armar un recetario, pero ella se mostró reacia a
la oferta porque “Este año va a pintar mandalas y porque está muy cansada”. Cada
vez que se le propone algo nuevo, L. responde de este modo.

En una oportunidad, L. relataba el programa del día anterior y el menú que


almorzarían ese día y le preguntó a la practicante si sabía cocinar. Ella le dice que no
y que eso le cuesta mucho. L. empezó inmediatamente a enseñarle recetas que ella
podría prepararse fácilmente. Así, comenzaron a tomar nota de las recetas con lo que la
actividad de armar un recetario, primero rechazada, ahora se sostuvo con
entusiasmo.

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A partir de ese día, L. siempre preguntará a la practicante si se cocinó, qué
se cocinó, y si le salió bien. La misma se ubica constantemente en el lugar de
quien debe aprender. Incluso ella asiste al Hospital para seguir aprendiendo con lo que
son usuales las preguntas de L. por los estudios en curso y los exámenes.

El lazo con otro y sus posibles efectos

En el lazo con la practicante también su aspecto-imagen es otro tema de


conversación habitual que surgió luego de varios meses de trabajo en la mesa y fue
sostenido en el tiempo. La ropa, cortes de pelo y el modo de verse en general. Ella
siempre está muy atenta a la vestimenta y se lo comenta, incluso le da consejos.
También suele señalar lo que ella se hizo en el pelo o bien relata si fue a comprarse
ropa con su acompañante.

Por último, en una oportunidad C., una de las compañeras que L. también sitúa
como trabajadora, menciona la “Diversidad en los dibujos de L.”. Allí es cuando, L.
preguntará a la practicante “¿Qué es la diversidad?”

Se le señala que la más sabe de eso es C. y finalmente se decide sumar en el


rótulo de su carpeta, “Carpeta de arte 2016. La diversidad”, rótulo que ella completa
con su trazo.

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Análisis: transferencia y efectos subjetivos en el dispositivo

Se podría separar el análisis del caso en dos grandes partes: Un Otro que la
cansa y un otro que la descansa.

Otro que la cansa

En principio, se ubica en el engaño amoroso del que era su prometido, la


coyuntura dramática de un desencadenamiento.

A partir de ese momento, la posición de Otro gozador es algo que comienza a


repetirse en todos sus lazos. Al respecto J.A. Miller dirá que la maldad es una
significación fundamental ligada a la cadena significante, cuya propiedad es que siempre
puede ser interpretada de otro modo. La pregunta por el ¿Qué me quiere el Otro? ¿De
qué goza el Otro? Son preguntas que se orientan al horizonte del Otro malvado y
trastocan la verdad de un enunciado a una significación de malevolencia. (Miller J- M.,
2011)

En el trabajo que la cansa se hace presente una demanda del Otro, que L.
vivencia como un exceso de goce que le impide hacer lazo.

Pero también, su reticencia a realizar nuevas actividades, volver


constantemente sobre las mismas preguntas y dibujos, funciona contra ese
exceso de goce que la relación al Otro supone y podría ubicarse como un trabajo
suyo con su psicosis.

Tomando a C. Soler (Soler, C. 1988, p. 16), y en consonancia con el significante


de la paciente, se la podría situar como una trabajadora frente a los retornos en lo
real. Esto conlleva una civilización del goce que lo hace soportable.

39
otro que la descansa

L. Leibson (2013) subraya la importancia de la hospitalidad en el trabajo con


psicosis, lo que supone alojar aquello extranjero que el síntoma psicótico pone en primer
plano y que abre un espacio para la conversación y el trabajo en la mesa del dispositivo.

Esa posición es indisociable de una sumisión completa a las posiciones


propiamente subjetivas del enfermo, que de acuerdo a la propuesta de “Una cuestión
preliminar (…)” (Lacan, J. 1958) es una invitación a la paciente a interesarse en entablar
el diálogo y un lazo de trabajo con el otro, del cual se desprenden todas las posibles
intervenciones:

- La excepción

“Yo no soy de acá” localiza su posición de excepción respecto al resto de sus


compañeras. Este significante y el efecto de certeza que conlleva la estabiliza en una
posición ideal, en la medida en que posee un saber que la distingue de las demás.
Podría pensarse dicho lugar de excepción, a partir del Esquema I (Lacan, J. 1960)
como una compensación imaginaria que la estabiliza, restituyendo dicha función,
pero sin el armado de una metáfora delirante.

“Lo que dice Lacan es que como le falta el Nombre del Padre, Schreber lo va a
sustituir estirando este vértice (del Esquema R), que es el vértice del Ideal, hasta
obligarlo a cumplir la función faltante del Nombre del Padre (…) El Ideal va a cumplir la
función que no cumple el Nombre del Padre.” (Dafunchio, N. S. 2008, p. 28, el
remarcado es mío)

Su Ideal de trabajadora y estudiosa, que no pertenece al hospital, permite


que el goce vuelva a entrar en la dialéctica del discurso.

40
A su vez, la materialidad del producto realizado con su carpeta de arte,
celosamente cuidada y rotulada con su nombre en cada dibujo, podría implicar también,
una operación sobre el goce. (Belucci, G. 2008)

“(…) Un intercambio de una producción que circule, que tenga valor de cambio y
que ponga por fuera de él un acotamiento al goce. Si el psicótico puede producir un
objeto (escrito, pintura, cobranzas en el banco, venta de encendedores) que proviniendo
de él, circule para otros con valor y reconocimiento (…) esto opera estabilizando la
estructura. (Fernández, E. 2005, p. 118)

Incluso puede observarse un movimiento en L. de sólo querer archivar sus


dibujos y resguardarlos (del Otro) a querer exhibirlos y compartirlos con otros.

- Un posible lazo con el otro

El trabajo en el dispositivo, restituye la dimensión dialéctica, posibilitando la


conversación con sus compañeras de mesa y del salón, lo que establece un borde a la
agresividad propia de la relación imaginaria que, por efecto de la forclusión del
Nombre del Padre, no encuentra una regulación. Esto se vuelve posible, en gran
medida, gracias a las redes que se tejen en el dispositivo. Incluso, fuera del mismo, si
bien L. suele traer quejas “Me invitaron a un cumpleaños y después me pidieron
plata” no volvió a descompensarse por la presencia de un Otro que la goza.

El dispositivo de la ludoteca, funciona en L. como un espacio donde puede


establecer un lazo con otros, por fuera de esta certeza de que el Otro quiere sacar
provecho de ella. Este lazo puede pensarse como condición de posibilidad para el
surgimiento de efectos subjetivos.

- Posibles efectos libidinales que se pueden pensar analíticamente

La observación del aspecto de la practicante, cómo tiene su pelo, si se lo cortó o


no, etc. y la mostración de su propia imagen, podrían localizar cómo la función de
espejo de la practicante, crucial en el manejo de la dimensión imaginaria de la
transferencia, comienza a producir ciertos efectos de armado de la imagen del
cuerpo.

41
En ocasiones, el analista apunta al armado de un tejido en lo imaginario que
preste representación al cuerpo fragmentado del sujeto. Allí el analista pone el cuerpo
como espejo para hacer funcionar una imagen virtual en el paciente. (Fernández, E.
2005)

- El analista en acto

M. L. Salinas, (2013) especifica tres operaciones que el analista puede llevar a


cabo a partir de la transferencia invertida:

La primera: suponer un sujeto al psicótico. Esto refiere a la apuesta del


analista a ser incluido como auditorio que permita al sujeto nominarse y hablar de su
síntoma.

De este modo, las denuncias y reivindicaciones diarias que L. relata en el espacio


de la ludoteca, ubican a la practicante como un destinatario posible de su testimonio,
que se constituye como tal justamente por esa escucha. Esta se ofrece como testigo,
secretario y garante para encontrar un modo donde la paciente deposite su palabra.

En segundo lugar, destaca que esta posición implica respetar el lugar del
psicótico como “intérprete de lo real”. Si en todo síntoma, en tanto efecto del
lenguaje, hay una indicación de saber, en el caso de la psicosis, dicho saber no se
demanda al analista, por lo cual este debe asumir una posición de “escucha sin
saber”.

Es este el fundamento con el cual podemos pensar la posición de la practicante


que sostiene el semblante de no saber, dejándose enseñar por la paciente, por ejemplo,
con el caso del recetario, donde la practicante que no sabe cocinar y anota las recetas
que L. le explica para que sepa cómo hacerlo. Aquí la falta de saber, habilita el campo
del saber a cargo del sujeto.

42
“El uso de la relación del síntoma psicótico con el saber, es una operación que
puede determinar un espacio-tiempo particular donde se organiza una nueva realidad
para el sujeto (…) donde puede llegar a producir nuevas operaciones para redistribuir su
goce. (Salinas, M.L. 2013, p.121)

Así, en tercer lugar, esta posición de escucha sin saber, activamente


sostenida, prestando su presencia – destitución subjetiva mediante – para que sea
manipulada por la transferencia, es lo que permite comenzar un efecto subjetivo
como efecto de la separación entre el saber, del cual el psicótico es testimonio, y
la verdad.

Podríamos ubicar este efecto en el surgimiento de esa pregunta por la


diversidad donde se ubica algo distinto respecto a su modo usual de dirigirse al otro.
Podría localizarse aquí cómo L. comienza a situarse en un lugar de desconocimiento,
como efecto de una posible disyunción entre saber y verdad en el lugar del Otro.
Una inversión de la pregunta, donde se abre la posibilidad de un nuevo tipo de
encuentro con el otro a partir de la emergencia de efectos subjetivos.

43
Conclusiones

En el presente trabajo se propuso revisar qué lugar puede tener el concepto de


transferencia en la particularidad de la clínica de la psicosis.

Para ello se realizó, en principio, una revisión histórica donde se buscaron los
puntos vitales, señalados por el padre del psicoanálisis, para el trabajo con la psicosis.
Así se pudo dar cuenta de que, si bien Freud nunca logró formalizar el trabajo con dicha
estructura, su obra constituye el puntapié inicial para pensar en un abordaje posible que
Jacques Lacan llevará adelante en su “retorno a Freud”.

Hay sujeto en la psicosis, en la medida en que su síntoma es efecto del lenguaje.


Justamente por esto último, el psicoanálisis no se agota en la demarcación de la
particularidad estructural del fenómeno elemental, sino que postula que una sumisión
completa a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo (Lacan, J. 1958)
demarcaría el camino a un tratamiento posible. Tomar las vías singulares del sujeto es
condición para la construcción de un lazo transferencial para operar con y sobre los
síntomas del sujeto.

También se revisaron los aportes que distintos autores, en consonancia con el


psicoanálisis lacaniano, propusieron para pensar las diferentes dimensiones que puede
adoptar dicho vínculo transferencial con el objetivo de identificarlas en la singularidad del
caso.

A partir del análisis del mismo, se puede decir cómo el manejo de la dimensión
imaginaria del lazo transferencial tiene en la psicosis gran relevancia, y el trabajo
analítico no es sin ella. Dicha maniobra requiere la constante destitución subjetiva a la
que obliga la particularidad de la transferencia psicótica y que es lo que evita que esta
tome un tinte agresivo o erotómano. Se podría decir, entonces, que la relación de testigo
y de paridad constituye un semblante con el que se opera en el dispositivo.

44
En relación a la ludoteca, la sumisión a su singularidad, la renuncia a imponer una
regla de juego, permitió en principio escuchar la función de excepción que tiene para L.
contar con un saber que la distingue de sus compañeras. Paradójicamente, para ella la
ludoteca es un dispositivo donde, antes que jugar, le permite un trabajo de otro orden.

Ella es una trabajadora - lo es efectivamente frente a los retornos en lo real - y es


sosteniendo ese semblante desde donde la practicante opera, ubicándose, a su vez, en
un lugar opuesto al del saber, cuidando de no quedar por eso en las vías de los vagos
que gozan de ella y remarcando el valor de sus producciones en el dispositivo.

A su vez, donde el trabajo la cansa se maniobra para descompletar esta versión


única, y que se construya un espacio donde un trabajo la descansa, junto a otras
compañeras que también trabajan, si bien se preserva su lugar de excepción al resto.
Desde aquí se promueve el lazo, con la practicante y con sus compañeras.

En el trabajo cotidiano, este lazo desde un lugar amistoso, sostiene la escucha


de los significantes que van emergiendo, sabiendo que las cartas están siempre a
disposición de la paciente. De este modo, surgen otras actividades y un interés por el
cuerpo.

A su vez, resulta interesante ubicar la importancia que tiene para el caso, la


emergencia, contingente, del significante diversidad que inaugura un movimiento distinto
de L. al dirigir una pregunta desde el desconocimiento.

Podría tratarse de la efectuación de una emergencia subjetiva, efecto de una


cierta vacilación en la relación de la paciente con el saber. Esta inversión en la pregunta
de la paciente podría ser un efecto más de una redistribución del goce, que irrumpía
con frecuencia en el lazo al Otro, que la cansaba y provocaba un gran padecimiento.

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