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La música del siglo XX, representada enteramente, según Aurelio Tello, por la corriente
musical nacionalista fue una tendencia que se extendió por todo Latino América y fue el
sello de una época de construcción de la identidad nacional.
Esta tendencia se replicó en países como Brasil, Argentina y México y fue una respuesta
ante la cultura occidental, en particular al arte europeo fue en sí, una “… búsqueda de un
estilo y un lenguaje musical para estas expresiones tuvo que aguardar, al mismo tiempo, a
la seguridad de poseer un nivel de técnica entre los compositores de las Américas en el
siglo XIX, y a la gradual liberación de una excesiva reverencia a todo lo europeo.”. Esta
tendencia se concentró en rescatar los elementos tradicionales tanto culturales como
territoriales de cada país.
Por ejemplo para Enrique Pinilla percibe el surgimiento de una música nacional en el Perú
como el producto de inconsecuentes saltos estilísticos o como la irresuelta convergencia
entre técnica de composición y elementos folclóricos. Esto, según el autor, se puede
explicar como “una expresión artística nacional en concordancia con una necesidad común
de encontrar la identidad de nuestro pueblos en momentos similares y coincidentes, aunque
las condiciones materiales fueran distintas.” (Tello, 2004:3)
Este fue un movimiento continental que permeó no sólo la música sino toda la producción
cultural, fue el eje nodal donde la sociedad giró durante más de cincuenta años. En este
periodo hubo una infinidad de compositores latinoamericanos que reivindicaron desde su
música el verdadero sonido de sus pueblos. En México, por ejemplo, “El Grupo de los
Cuatro” representado por Silvestre Revueltas, Carlos Chávez y Julián Carrillo. J.P
Moncayo quienes fueron encargados de plasmar en una obra musical la riqueza territorial y
social de México en obras que evocaran la grandeza de la nación, esta tendencia también se
reflejó en la literatura con O. Paz y su creación de la “raza cósmica” o en el muralismo con
Diego Rivera o Siqueiros quienes moldearon los hitos culturales de México.
El autor hace un esfuerzo cronológico por ordenar los acontecimientos más importantes que
imprimieron el carácter nacional de la música latinoamericana, tratando de generar una
cartografía musical que van desde 1840 hasta 1954. De este recorrido histórico se puede
rescatar los elementos musicales que dieron pie a la creación de una realidad musical
diferenciada ya de la tradición europea de la cual se tardó en liberar desde la colonia hasta
el siglo XIX.
Para el autor en particular “…la actividad creadora de nuestros compositores se halla, pues,
inserta en un amplio movimiento que abarcó a la América Latina de punta a punta.” (Tello,
2004:22). El autor concluye con una serie de argumentos de los cuales resalto que la tarea
de los musicólogos debe centrase en encontrar respuestas a la consolidación argumentativa
del proceso de germinación y emancipación de la música en América Latina.