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1.

Estructura social y educación en las Altas Culturas


Precolombinas.

Cuando los españoles arribaron a lo que luego llamarían “América” se


encontraron con una antigua y extendida población. Al poco tiempo –
trascendiendo las discusiones de los teólogos sobre la humanidad de su
condición– comprendieron que debían dominarla y ponerla a su servicio
Los llamaron “indios” (por la conocida ignorancia acerca de a dónde
habían llegado), y debieron reconocerlos como “nativos” o “aborígenes”
(aunque también se usó la expresión “salvajes” o “naturales de la
región”; pero éstos son términos que se aproximan demasiado a una
concepción zoográfica). En nuestro lenguaje actual, quizá los debieron
llamar “NyC”:“nacidos y criados”. Cómo los llamaron, tiene su
importancia: nos dice cómo los percibieron y cómo quedó en la tradición
esa percepción: el nombre que doy a la cosa, está definiendo desde mí
el contenido y atributos de la cosa. ¿Pero cómo se llamaban a sí
mismos? Si tomamos el ejemplo de nuestros Pampas, ellos se
autodenominaban “gec”: la gente (no repararemos en cuestiones
ortográficas, porque al tratarse de poblaciones sin escritura gráfica, toda
ortografía no les es propia). Y probablemente éste sea –en todos los
idiomas y dialectos primitivos– el origen de las distintas
autonominaciones.

La población americana –cuyo origen no ha sido convincentemente


develado– era de una gran diversidad étnica, cultural y en términos de
organización social y desarrollo. También era heterogénea su
distribución en el territorio. Aun cuando los historiadores demográficos,
arqueólogos, antropólogos y etnógrafos discutan cuánta era la población
real precolombina, tenemos claro que la mayor densidad se encontraba
en la meseta mexicana, la región andina y las islas caribeñas. Esta
apreciación general, coloca lo que es nuestro actual territorio en el área
de baja densidad poblacional. Pero aun así, también era irregular la
distribución interna: la mayor concentración (¿nivel urbano?) se
alcanzaba en la región noroeste, disminuyendo hacia el centro, el litoral,
la llanura y la Patagonia. Pero así como era heterogénea su distribución,
también era diverso y desparejo el grado de desarrollo cultural y
productivo y los niveles de organización social y de la autoridad.

Es necesario precisar un concepto: el de desarrollo. Por desarrollo nos


referimos a un grado de organización estructural en todas las áreas de
la vida, elaborado necesariamente por comparación entre diversos
grupos y sociedades. A partir de este marco conceptual, es que
podemos afirmar que en el noroeste se hallaban los grupos de mayor
desarrollo, y éste disminuía cualitativamente en la misma proporción en
que disminuía la cantidad de población y su concentración.

1.1.2. Los Mexicas.

La meseta mexicana fue conquistada por Hernán Cortés. Allí los


españoles encontraron una de las culturas de más alto desarrollo en
América. En ese momento, el sistema era un “imperio” encabezado por
los mexicas, que sometían a un conjunto muy amplio de pueblos
vecinos, quienes les debían tributación en la forma de provisión
permanente de alimentos, hombres para la guerra y sacrificios
religiosos. Los fundamentos eran los de una teocracia militar constituida
en clase noble. Las expresiones del desarrollo de los mexicas han
llegado a nuestros días, y la arquitectura monumental da testimonio de
sus alcances. No sólo habían elaborado un complejo y preciso calendario
astronómico, sino que sus conocimientos en este ramo parecían superar
a los de los europeos. En un clásico trabajo de Pedro HENRÍQUEZ
UREÑA (Historia de la cultura en la América Hispánica, Fondo de Cultura
Económica, México, 1947), éste apunta: Inicio de cita textual. “La
religión dominaba toda la vida de los aztecas, y sus gobernantes tenían
funciones sacerdotales. El rito característico de esta religión, el sacrificio
humano, tenía su explicación en la mitología; rito extraño para el
hombre moderno, pero común en las épocas primitivas de muchos
pueblos antiguos, entre ellos los antecesores de la civilización europea,
griegos, germanos y celtas. Los dioses, creían los aztecas, se
sacrificaron para crear al hombre; el hombre debía a su vez sacrificarse
por ellos y alimentarlos. El dios mayor de la mitología azteca,
Huitzilopochtli, es el Sol, que nace, combate y muere todos los días;
‘como dios que era –dice el arqueólogo mexicano Alfonso Caso–,
desdeña los alimentos groseros de los hombres y sólo puede
mantenerse con la vida misma, la sustancia mágica que se encuentra en
la sangre del hombre’”. (Página 20). Fin de cita, vuelta al texto
principal.

Al mismo tiempo, el autor pone en duda el carácter “imperial” de la


organización azteca (en el sentido del “imperator” romano): más bien,
la concibe como una “teocracia democrática”. Cultura tan desarrollada y
compleja y sistema religioso-político tan elaborado, se apoyaban
necesariamente en un “sistema educativo”. ¿En qué consistía el mismo y
qué quedó de él? En primer lugar, es de destacar que la enseñanza era
estatal –regida y provista por el estado– y obligatoria. Ambas
características evidencian el eje de formación “para el estado” y lo que
en nuestro lenguaje reconocemos como “formación del ciudadano”. Y
también del soldado, basada en el desarrollo físico y en la adaptación a
los rigores e incomodidades. El carácter imperialista de los mexicas se
asienta desde principios del siglo XIV bajo la inspiración de IZCOATL. Y
como luego harán los españoles con los mexicas, éstos destruyen la
historia previa para imponer una nueva ideología. La religión era su
sustento y la guerra su instrumento. ¿El objetivo? El control político-
económico. Y la educación sistemática el medio de construcción de las
bases sociales. En un detenido y crítico análisis, Gregorio WEIMBERG
(Modelos educativos en el desarrollo de América Latina, trabajo
encargado por la Unesco y que en 1983 publicara Editorial Kapelusz, de
Buenos Aires) expone –en lo que nos interesa más directamente– las
costumbres y organización de los Aztecas, de los Incas y del gran grupo
de los Tupí-Guaraní. Los primeros, ocuparon los valles mexicanos
centrales, mientras que el Incario asentó su influencia durante cuatro
siglos hasta los extremos de los Valles Calchaquíes y nuestra actual
Santiago del Estero, y los últimos cubrieron el centro sur de Brasil, el
Paraguay, el Gran Chaco, el Litoral y el actual territorio de la República
Oriental del Uruguay. La educación de los mexicas se centraba en dos
instituciones de distinto nivel: el telpochcalli y el calmécac. La primera
era de carácter universal o popular y la segunda para los hijos de la
nobleza:

Inicio de cita textual. “Si bien no puede determinarse con precisión a


qué edad ingresaban los niños o adolescentes mexicas a esos colegios
ya que las fuentes son harto contradictorias, cabe destacar ‘que en el
calmécac ingresaban los hijos de los principales, mientras que en el
telpochcalli estaban los del macehualtin’, dicho sea esto sin desconocer
que hubo excepciones. Los primeros, ‘señores por linaje’ como observa
Zorita, constituían un grupo social más encumbrado y los otros estaban
integrados por campesinos, artesanos y comerciantes, etcétera”.
(Página 29). Fin de cita, vuelta al texto principal.

Según Saúl GARCÍA BLANCO (“La actividad físico-deportiva, una práctica


educativa en Mesoamérica”. Revista Interuniversitaria de Historia de la
Educación. Nº 14-15, Ediciones Universidad de Salamanca, España,
1996) su diferenciación no era social, sino académica: la primera de
nivel general, y la segunda, superior.

Inicio de cita textual. “La diferencia principal entre ambas instituciones,


estriba en su distinto nivel académico y no en la procedencia social de
los alumnos. De tal forma, que se debe catalogar el telpochcalli como
centro en el que se cursaban enseñanzas primarias, mientras que el
calmélcac era la institución de carácter superior de los mexicas”. (Página
77). Fin de cita, vuelta al texto principal.

Más allá de esta diferenciación (que no es menor, porque en el primer


caso estaría definiendo el carácter estamental de la sociedad) en el
telpochcalli se desarrollará el físico, la capacidad militar, el conocimiento
–general– de la religión y la historia (la propia, la nueva, que
fundamenta el sistema político) y las capacidades para el canto, la
música y la danza. Los mejores, eran becados al calmécac, ámbito de
educación superior y formación de elites (sacerdotes, estrategas,
gobernantes). En éste continuaba la educación física y se introducía la
lectura, la escritura y el comportamiento social nobiliario y se
perfeccionaban las aptitudes musicales. La enseñanza era graduada,
según las edades y capacidades de los alumnos. En la adultez, se
incorporaban los estudios de anatomía y fisiología y sus aplicaciones
medicinales, militares y deportivas.

Inicio de cita textual. “Desde el punto de vista educativo, se aprecian no


pocas semejanzas entre la educación recibida por los jóvenes aztecas y
la que se daba en Esparta. Los dos pueblos constituían una minoría
respecto a las naciones o estados que las circundaban. Por ello, el
principal objetivo de aztecas y espartanos fue la formación de
ciudadanos-soldados que pudieran suplir su deficiencia numérica
mediante una formación física superior. Asimismo, la educación era
estatal y obligatoria, y, en ambos pueblos los niños ingresaban en los
colegios públicos aproximadamente a partir de los siete años de edad,
recibiendo hasta entonces la enseñanza en el seno de la familia”.
(Página 75). Fin de cita, vuelta al texto principal.

Sin explorar el tema educativo, Henríquez Ureña coincide:

Inicio de cita textual. “La enseñanza estaba rigurosamente organizada;


en las escuelas superiores se estudiaban la religión, la astronomía, la
historia, las leyes, la medicina y la música; en las escuelas populares se
enseñaban la religión y el arte de la guerra”. (Página 22). Fin de cita,
vuelta al texto principal.

Pero vale aclarar que la civilización azteca no fue ni la única ni la de más


elaborado desarrollo: era la organización política prevaleciente a la
llegada de los españoles y había sido precedida por las culturas de
Teotihuacán, la tolteca, totonaca, zapoteca y mixteca, cuya memoria los
mexicas trataron de borrar.

El alto grado de desarrollo alcanzado por la organización político-militar


azteca, no puede disimular el hecho fundante de que el mismo se apoyó
en una estructura imperial, con el sojuzgamiento y explotación de
pueblos vencidos, que no se beneficiaron con esos desarrollos. La
reflexión cabe también en relación a los niveles alcanzados por su
sistema educativo. Ciertas reivindicaciones indigenistas tienden a olvidar
estos rasgos, reinstalando –por otras vías– la visión del “buen salvaje”
construida por el idealismo renacentista.

Pero a su vez, numerosas dudas nos quedan como consecuencia de la


reconstrucción posible del sistema educativo mexicano: ¿cuál fue el
alcance real de la alfabetización propuesta? ¿Qué inclusión tuvieron en
tal sistema los pueblos aliados, tributarios o sometidos al imperialismo
mexica? La rápida desaparición de los conocimientos tradicionales y las
habilidades lectoras de los “códices” ¿no hablan –precisamente– de su
limitada difusión?

1.1.3. Incas.

Inicio de cita textual. “Los abundantes testimonios indígenas y


españoles disponibles, debidamente elaborados por estudiosos
modernos, permiten establecer la existencia de un sistema de
enseñanza rígidamente organizado y estratificado, que respondía de
este modo, y muy satisfactoriamente, al modelo, requerimientos y
valores de la sociedad incaica”. (Weimberg, página 35). Fin de cita,
vuelta al texto principal.

La cita claramente refiere no sólo a la institucionalidad de la educación


sistematizada, sino a su relación directa con un determinado “modelo de
desarrollo”, eje de los análisis del autor.

La imposición de un “idioma único” que los Incas hicieron para todo su


imperio (del sur colombiano al norte chileno-argentino; del mar a la
selva) es interpretable en el mismo sentido en que Eric HOBSBAWM (La
era del capitalismo, Editorial Guadarrama, Madrid 1983. Capítulo “La
fabricación de las naciones”) comprende tal conflictiva imposición en el
último tercio del Siglo XIX a la constitución de los sistemas educativos
nacionales: el lenguaje es no sólo el más elaborado sistema de
intercomunicación humana, sino el más perfecto transmisor de símbolos
y percepciones culturales y construcción ideológica. Los incas lo sabían.
Y construyeron, además de establecimientos de educación superior (los
“yachayhuasi”, y los femeninos “acllahuasi”), una extendida red de
escuelas “populares” en las que predominaba la enseñanza práctica. Si
el sistema incásico era “segmentado y diferenciador”, lo era porque
respondía al carácter estamental y jerarquizado de la sociedad, en la
que gobernaba una clase nobiliaria endogámica, descendiente del Sol.

La tragedia de la conquista desestructuró el sistema, porque


desestructuró sociedad y cultura. Y en el mestizaje subsistirán rasgos de
las antiguas tradiciones.

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