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Cuando una estrella supergigante roja explota, arroja materia al exterior, de modo que
acaba siendo de un tamaño inferior y se convierte en una estrella de neutrones. Pero
también puede suceder que se comprima tanto que absorba su propia energía en su interior
y desaparezca dejando un agujero negro en el lugar que ocupaba. Este agujero tendría una
gravedad tan grande que ni siquiera la radiación electromagnética podría escapar de su
interior. Estaría rodeado por una frontera esférica, llamada horizonte de sucesos. La luz
traspasaría esta frontera para entrar, pero no podría salir, por lo que el agujero visto desde
grandes distancias debería ser completamente negro (aunque Stephen Hawking postuló que
ciertos efectos cuánticos generarían la llamada radiación de Hawking). Dentro del agujero,
los astrofísicos conjeturan que se forma una especie de cono sin fondo. En 1994, el
telescopio espacial Hubble detectó la presencia de uno muy denso en el centro de la galaxia
elíptica M87, pues la alta aceleración de gases en esa región indica que debe de haber un
objeto 3 500 millones de veces más masivo que el Sol. Finalmente, este agujero terminará
por absorber a la galaxia entera.1