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Educando la autoestima (Álvarez, M. A.

)
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22,39)

La autoestima es la capacidad de apreciarse y valorarse una persona a sí


misma en justa medida. Sin menospreciarse, al punto de caer en una falsa modestia,
que no tiene que ver con la verdadera humildad – decía Teresa de Ávila: “La
humildad es la verdad”-, ni con la soberbia, que lleva a una sobrevaloración de sí y a
la autosuficiencia, las cuales nos impiden seguir aprendiendo de las demás personas.

Implica una actitud constante de autoconocimiento y autoevaluación, de


paciencia y tolerancia con los propios errores y con los de los demás, que al fin y al
cabo pueden ser vistos como oportunidades de aprendizaje y crecimiento personal,
sin que ello signifique una postura cómoda, resignada y conformista, sino una
revisión de las estrategias, los objetivos y el rumbo de nuestra conducta o la propia
vida con la íntima confianza de que podremos obtener provecho del resultado de
nuestras acciones.

La autoestima lleva a la conciencia de la propia dignidad y a la defensa de


nuestros derechos y los de las demás personas, al tiempo que nos enfrenta con la
responsabilidad de tomar las riendas de nuestra vida con una sana independencia,
abierta a la ayuda y al apoyo de los demás. Se consigue a lo largo del tiempo, en un
proceso inspirado por la confianza que nos demuestran las personas significativas
para nosotros, las cuales nos demuestran su afecto, y reafirman nuestra personalidad.
Jamás nos aísla del mundo y las otras personas, sino que, por el contrario, nos hace
estar en una actitud de apertura, escucha y diálogo permanentes, que nos permite
crecer como personas.

La autoestima implica un proceso de autoconciencia, que se alimenta de la


vida interior, que nos hace conocer nuestras fortalezas y debilidades (u
oportunidades de aprendizaje y cambio), así como nuestras metas e ideales,
proyectándonos hacia el porvenir. También se relaciona con la autonomía, por
medio de la cual, la persona es capaz de lograr un verdadero autogobierno, siendo
consciente de la necesidad y el por qué de las normas, sin llegar a caer en un
formalismo o legalismo asfixiante, logrando una base de principios claros que
iluminan la toma de decisiones.
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Suscita un equilibrio en la persona, por medio del cual será capaz de innovar y
desarrollar la creatividad para poner en funcionamiento los talentos, así como tomar
la iniciativa, sin esperar que haya siempre otras personas que señalen lo que hay qué
hacer o pensar.

A lo largo de nuestra vida, se efectúa un aprendizaje de la autoestima,


especialmente en la infancia, en la adolescencia y en la juventud. Hay algunas
condiciones necesarias para poder lograr nuestra autoestima y contribuir al desarrollo
de la misma en los demás. Entre ellas están:

La valoración de la persona. Cada encuentro de personas constituye un


auténtico “aprendizaje”, ya sea en la familia, el salón de clases o cualquier otro
lugar, para ello es imprescindible darnos a conocer, fomentar el
autoconocimiento y el conocimiento mutuo, lo cual se puede lograr en un clima
de respeto y genuina confianza. Este elemento está reñido con la manipulación y la
imposición a la fuerza.

La expresión de sentimientos. Es muy importante en la relación personal. Es


recomendable manifestar los deseos y necesidades en forma directa: Yo deseo, yo
necesito, me gustaría… (“Mensajes Yo”).
La comunicación afirmativa. Consiste en la expresión sincera de un
sentimiento que reafirme la confianza. Por ejemplo: “A mí me parece que te
quedó muy bien”, “Creo que tienes habilidades para esto”, etc.

Es preciso considerar a la persona total, no solo en el ámbito intelectual, sino


en el área afectiva y emocional, y buscar la empatía que se logra al entrar en el
“campo” de la otra persona, la armonía que conlleva el respeto a la otra persona.
Para ello, es necesario escuchar, ponerse en contacto, “conectar” que no significa
abrazar y besar continuamente, sino entrar en el mundo de la otra persona con la
sonrisa, con la mirada, con la expresión del rostro, con una palmada en el hombro en
el momento oportuno, sin estar a la defensiva ni al ataque. Se trata de demostrar que
comprendemos, no porque “nos pasó también a nosotros en tal momento”, sino
porque de verdad nos situamos en el lugar de la otra persona, tratamos de ver con su
óptica, desde su perspectiva, nos colocamos donde él o ella está. Nos quitamos
nuestros zapatos para ponernos los suyos.
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Es sumamente importante para desarrollar nuestra autoestima, aprender a estar a


solas para aceptarnos, valorarnos y sentirnos cómodos con nosotros mismos,
observarnos y conocernos. Apreciar las fortalezas y debilidades, y aprender que
las primeras, son abono para la autoestima, pero si nos excedemos, se convierten en
debilidades.

Recordemos que la autoestima es el resultado de percibir que la suma de las


fortalezas es mayor que la de las debilidades, y como decía el P. José María Vélaz
(fundador de Fe y alegría): “No he conocido a ninguna persona en la que la suma
de sus cualidades sea menor que la de sus defectos”. Asimismo, en algunas
ocasiones, las debilidades pueden convertirse en fortalezas, cuando efectuamos una
reorientación de las mismas (proceso de reencuadre).

Si queremos ayudar a una persona a superar sus errores o a ver las consecuencias
de su conducta, podemos hacerlo mediante la retroalimentación oportuna y
adecuada (feedback), manifestando en primer lugar lo positivo y luego lo mejorable
de las acciones de la persona, sin generalizar, sino refiriéndonos al aspecto concreto
con respeto y con su autorización previa. Nunca debemos descalificar a nadie en una
supuesta crítica constructiva, porque podríamos causar graves daños a su autoestima.

Para fomentar la autoestima es necesario recordar siempre:

 Cada persona es diferente y merece respeto por el hecho de ser persona.


 Las comparaciones son odiosas y afectan negativamente a los que son comparados.
 La crítica destructiva, el resentimiento y la envidia atentan contra la autoestima
y la propia persona.
 Todos somos necesarios y es preferible evitar la expresión: “nadie es imprescindible”.
 La importancia del principio de la abundancia (no ser mezquinos):
“Comuniquemos el bien”, “Hay para todos”, y debemos luchar pacíficamente
porque así sea.
 La perfección es un proceso de continuo aprendizaje y crecimiento.
 No existe la casualidad sino la ‘causalidad’. Todo tiene un motivo, una razón de
ser, un por qué.
 La belleza está en los ojos de quien la mira y cómo la mira. (Recordar a Sócrates).
 Todas las personas tienen derecho a que se les den oportunidades de aprendizaje.

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