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Héroe de la Fe: “Henry Martyn”

Henry Martyn nació en Truro, Cornualles, el 18 de febrero de 1781 y murió en Tokat, Asia
Menor, el 16 de octubre de 1812.

Su padre, que había sido minero, ascendió a una posición más elevada como jefe en un
almacén, pudiendo enviar a su hijo a la escuela, a la que asistió desde 1788 a 1797,
cuando entró en St. John College, Cambridge (licenciatura en filosofía y letras, 1801;
máster en filosofía y letras, 1804; graduado en teología, 1805), siendo senior wrangler en
1801. En 1802 fue designado miembro del consejo rector de St. John College, obteniendo
el primer premio en la composición en prosa latina. Su colegio le escogió dos veces como
examinador público. En 1802 Martyn tomó la resolución de dedicar su vida a los trabajos
misioneros, habiendo sido persuadido por el diario y biografía de David Brainerd. Se
ofreció a la Sociedad Misionera para África y Oriente, pero al sufrir la pérdida pecuniaria
que le hizo preocuparse por el futuro de su hermana, finalmente fue a la India, como
capellán de la Compañía de las India Orientales. Había servido desde 1803 como
coadjutor de Charles Simeon en Cambridge y el 17 de julio de 1805 zarpó para su nuevo
hogar.

Llegó a Calcuta en abril de 1806. La impresión que recibió por su idolatría fue impactante.
Al ver a los nativos inclinarse ante una imagen odiosa escribió: 'Temblé como si estuviera
en las inmediaciones del infierno'. No fue a su puesto, Dinapur, hasta octubre,
quedándose mientras tanto en Calcuta. Su tolerante espíritu cristiano se mostró en la
cordial amistad que surgió con los misioneros de Serampore. En 1806 Carey escribió: 'Un
joven clérigo, Mr. Martyn, acaba de llegar, estando poseído de un verdadero espíritu
misionero... Juntos tomamos consejo y fuimos a la casa de Dios como amigos.'
(Marshman, Life of Carey, i. p. 246). En abril de 1809 Martyn fue trasladado a Canwpur.
Además de sus tareas entre los soldados e ingleses residentes, predicó a los nativos,
preparando traducciones en su lengua. Dotado de incomparables talentos lingüísticos,
rápidamente se hizo fluido en hindi, por lo que su predicación resultó atractiva, de modo
que hasta el momento de tener que dejar Cawnpur por enfermedad, tenía audiencias de
ochocientas personas.

La influencia más permanente de Martyn la ejerció por sus traducciones. El 24 de febrero


de 1807 había acabado la traducción de una parte del Libro de Oración Común (Calcuta,
1814) y en marzo de 1808 acabó la versión hindi del Nuevo Testamento (Serampore,
1814). Por deseo de sus amigos, acometió la supervisión de una versión persa del Nuevo
Testamento. En este objetivo tuvo menos éxito, siendo su versión devuelta para ser
revisada. De salud precaria determinó en 1810 hacer un viaje a Inglaterra para
recuperarse, pero el rechazo de su versión persa le indujo a hacer un viaje a Persia para
descanso y revisión de la versión. Partiendo en enero de 1811, Martyn llegó a Shirat,
donde no sólo acabó el Nuevo Testamento persa (San Petersburgo, 1815; revisión,
Calcuta, 1816), sino que hizo una versión de los Salmos (Londres, 1824). Su saber y
habilidad en la discusión con los musulmanes produjeron una convulsión en la ciudad, lo
que hizo que el experto en derecho islámico le retara a una disputa pública con él.
Deseoso de presentar una copia del Nuevo Testamento al Shah de Persia, Martyn
encaminó sus pasos a Tabriz, para conseguir una carta de recomendación del ministro
británico Sir Gore Ouseley. En este viaje su cuerpo quedó a merced de la fiebre y el
enfriamiento, salvando por poco su vida. En Tabriz igualmente entabló una animada
discusión con los musulmanes, arriesgando su vida por la audaz confesión de Cristo como
Hijo de Dios. No pudo poner el Nuevo Testamento en manos del monarca persa, pero lo
dejó con Sir Gore, quien lo hizo por él. Entonces Martyn se dirigió hacia Constantinopla.
La fiebre le consumía, pero con paciencia perseverante la sobrellevó. No pasó de Tokat.

Henry Martyn, misionero que sirvió en India y Persia, dijo una vez:

“El Espíritu de Cristo es el espíritu de las misiones, y mientras más cerca estemos
de él, más intensa será nuestra carga para la obra misionera”.

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