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INDICE TEMATICO
Introducción.
Conclusión.
Por
Pedro Pablo Calvo Navarrete
1
Sobre el número de los primeros principios y la relación entre materia, forma
y privación, en el Libro I (Cap. 6, 7 y 9) de la Física de Aristóteles.
Pedro Pablo Calvo Navarrete
Benemérita universidad Autónoma de Puebla
Introducción.
Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.) ha pasado a la historia como un filósofo sagaz y metódico,
cuyo rigor lógico no solo le permito desarrollar una meticulosa terminología, sino también
un sistema, que, si bien encierra en sí mismo algunos desaciertos, no por eso dejó de
posibilitar el estudio de los múltiples matices que constituyen la realidad misma. Al igual que
Platón, Aristóteles profesaba una cierta predilección hacia las formas pues creía
profusamente que el conocimiento se adquiría a través de los εἶδος1de las cosas, es decir de
sus formas y no a través de la materia puesto que esta última al ser en si misma algo
indeterminado y por tanto incognoscible, no provee de conocimiento alguno al
entendimiento, por tal razón éste se limita a girar en torno de lo general, es decir, en torno
del εἶδος, el cual representa propiamente la esencia del individuo; sin embargo, el estatuto
ontológico que, el filósofo de Estagira le atribuye a las formas difiere en gran medida del de
su maestro, pues la relación entre los εἶδος platónicos y el mundo sensible no daba cuenta de
lo que, según Aristóteles, era “la única cosa que, por encima de todas, necesitaba explicación,
o sea, los fenómenos del movimiento y el cambio”2. De esta manera, Aristóteles, quizás
inspirado por la máxima de Heráclito: “todo fluye”3 o quizás aún más inspirado por la
experiencia misma del mundo, concibió al movimiento como un carácter esencial de la
naturaleza misma y por tanto, debía ser considerado como objeto propio de la ciencia física.
1
Del verbo εἴδομαι que significa: “que es visible”, “que aparece”.
2
Guthrie, W., Los Filósofos Griegos, p. 143.
3
“Πάντα ῥεῖ”: esta máxima se deriva de lo que Platón dice acerca de Heráclito en el Cratilo: “Heráclito dice en
alguna parte que todas las cosas se mueven y nada está quieto y comparando las cosas existentes con la corriente
de un río dice que no te podrías sumergir dos veces en el mismo río.” (Platón, Cratilo 402 A), sin embargo,
algunos lo consideran apócrifa.
2
A lo largo del presente escrito, me permito exponer las consideraciones acerca de los
principios de la naturaleza que Aristóteles formula a lo largo del Libro I de la Física;
específicamente en los capítulos 6, 7 y 9, en donde el Filósofo considera, puntualmente, el
número de aquellos primeros principios de la φύσις que dan cuenta de la evidencia del
movimiento, el cual, como ya se mencionaba, caracteriza esencialmente a los entes naturales.
Posteriormente me permito analizar la relación que existe, según Aristóteles, entre tales
principios y la cual fundamenta el supuesto primordial a partir del cual se desarrolla toda la
investigación acerca de la naturaleza; a saber, el movimiento.
4
En este punto resulta imprescindible señalar la consideración del individuo, que Aristóteles procura en el
ámbito de la lógica. Efectivamente en las Categorías Aristóteles denomina al individuo concreto como πρότο
οὐσίᾳ y lo define de la siguiente manera: “la sustancia primera, la sustancia por excelencia, es aquella que ni se
dice de un sujeto, ni se encuentra en un sujeto: por ejemplo, un hombre o un caballo […] todas las cosas distintas
de las sustancias se dicen de las sustancias primeras tomadas como sujetos, o bien se dan en estas sustancias
que les sirven de sujetos” (Cat., 2 a 10 -15)
5
οὐσίᾳ: sustantivo derivado de los participios ὀν, οὖσα, ὀν (lo / la que está siendo); significa: “propiedad o
aquello que es propio de un individuo)
6
Capelle, W., Historia de la Filosofía Griega, p. 230
3
La ciencia del movimiento.
El mundo, eterna esfera en movimiento, parece no ofrecer por sí mismo verdades firmes; esto
lleva al investigador, al filósofo de la naturaleza, a analizar ese constante y eterno fluir; y de
esta manera, en virtud de la capacidad del intelecto, develar aquello que por debajo del
incesante vaivén de imágenes y cuerpos permanece como una suerte de principio (o
principios) inmutable(s) e imperecedero(s) que da(n) cuenta de todo aquello que existe.
Ahora bien, si la ciencia física tiene por objeto a los entes naturales, los cuales se caracterizan
fundamentalmente por el principio del movimiento, habría que afirmar que el libro I de dicha
obra se ocupa principalmente por fundamentar el supuesto base en torno del cual gira toda la
investigación acerca de la naturaleza, a saber, el movimiento mismo; es muy conocida la
máxima que Aristóteles expone en las primeras paginas del libro I de su Física: “Por nuestra
parte damos por supuesto que las cosas que son por naturaleza, o todas o algunas, están en
movimiento; esto es claro por inducción”9 Entonces ¿de que manera se propone Aristóteles
fundamentar y justificar el movimiento frente a la tesis de los eléatas?
7
Aubenque, P., Cap. II, La Física y Ontología, o la Realidad de la Filosofía en El Problema del Ser en
Aristóteles, ed. Escolar y mayo, Madrid, 2008.
8
Fis. II, 1, 192 b 20 – 25.
9
Ibíd., I, 2, 185 a 15.
4
Todos los predecesores de Aristóteles habían fracasado en el intento de dar cuenta del
proceso del movimiento, algunos incluso lo negaban; tal fue el caso de Parménides y de la
escuela eléata quienes en virtud del sentido absoluto del término “ser” terminaron privando
al mundo de todo dinamismo, relegando el aspecto cambiante de éste al estatuto de mera
apariencia, una suerte de ilusión sobre la cual no es posible edificar conocimiento alguno. En
efecto, “confundían la afirmación “esta cosa fría se ha puesto caliente” con la afirmación “el
calor se ha hecho frio”. Esta última afirmación viola la ley de contradicción y es imposible”10
10
Guthrie, W., op. cit., p. 145.
11
Fis., I, 7, 191 a 8.
12
Ibid., I, 5, 189 a 10.
13
Aristóteles da un ejemplo bastante ilustrativo respecto de la imposibilidad de la acción recíproca entre
contrarios: “es difícil ver como la densidad podría actuar por su propia naturaleza sobre la rareza, o la rareza
sobre la densidad. Lo mismo se puede decir de cualquier otra pareja de contrarios, ya que ni el amor se une al
odio y produce algo de este, ni el odio produce algo del amor, sino que ambos actúan sobre una tercera cosa”
(Fis., I, 6, 189 a 25)
5
ser increada y eterna –quizás esta distinción haga evidente los resabios platónicos propios de
la filosofía aristotélica – entonces, el proceso del llegar a ser no corresponde ni a la materia,
ni a la forma, sino que materia y forma fundamentan el proceso mismo del llegar a ser en
tanto constituyentes de la esencia del individuo concreto.
Hasta aquí hemos podido distinguir dos principios fundamentales en la estructura del
movimiento; a saber, el ὑποκειμένη φύσις o ὑποκείμενον entendido como el substrato que
permanece a través del cambio y que da cuenta de la sucesión entre contrarios propia del
movimiento; y la forma, entendida como μορφῇ la cual puede ser definida como el principio
que determina el ser propio de una cosa y en virtud de la cual la cosa es los que es; más aún,
con respecto al proceso de cambio, la forma puede ser definida como aquello que hace ser en
acto a la materia o sujeto que deviene, “la forma es acto”14. De esta manera, si las cosas llegan
a ser por acto, la forma representaría aquello hacia lo cual se dirige el cambio o movimiento.
Si se dice que algo llega a ser del no-ser en sentido relativo, entonces la negación no puede
ser principio como lo sería la privación, puesto que, mientras la negación se dice en sentido
absoluto; la privación se predica de aquel sujeto en el que hay una disposición natural para
14
Aquino, T., Principios de la Naturaleza a Fray Silvestre (en Comentario al libro de Aristóteles sobre la
Generación y la Corrupción, Los Principios de la Naturaleza y otros opúsculos cosmológicos, Aquino, T.,
Trad. Ignacio Aguinalde, Ed. Eunsa, España, 2005.) p. 170.
15
En Cat. 3 b 25 Aristóteles sostiene que las sustancias primeras o entidades no son susceptibles de
contrariedad: “Es propio también de las entidades no tener ningún contrario. En efecto, ¿qué podría ser
contrario de la entidad primaria? Así como nada hay contrario del hombre individual, así tampoco hay nada
contrario de hombre o de animal.”
6
llegar a ser algo pero no lo es; así por ejemplo, de un ente natural que es capaz de ver pero
que no ve se dice que padece ceguera; pero no se dice lo mismo de un ente que no es capaz
de ver por naturaleza; en efecto, no se dice que una piedra es ciega, sino que no ve por
naturaleza.16 Es así como podemos afirmar que todo proceso de cambio y movimiento
necesariamente supone un compuesto. Aristóteles expone de manera clara la constitución
que caracteriza al ente en movimiento en cuanto tal:
Todo lo que llega a ser es compuesto; por una parte, esta algo que se hace o deviene y, por otra, algo
en lo cual se cambia aquello, y esto [ultimo] se entiende en dos sentidos: o un sujeto o un opuesto.
Llamo opuesto al ignorante, y sujeto al hombre; opuestos son la ausencia de figura, de forma, de orden;
y el bronce, la piedra, el oro, son sujetos. (Aristóteles, Fis. I, 7, 190 b 11)
Es menester hacer hincapié en la naturaleza “compuesta” de aquello que llega a ser, pues es
en el proceso mismo del devenir en que esa complejidad, propia de aquello que deviene, se
revela. Ahora bien, ¿en que consiste tal composición? Aristóteles se refiere a “aquello en lo
cual se cambia” lo que se hace o deviene, en dos sentidos: por una parte, como ὑποκείμενον
lo cual me permito traducir, (prescindiendo de la traducción de la cual me valgo) no como
sujeto, sino como substrato, y por otra parte, como ἀντικείμενον, lo opuesto; es decir que lo
que se denomina substrato y opuesto se asimilan en “aquello en lo cual se cambia” algo que
se hace o deviene; en otras palabras, el sujeto del llegar a ser posee dos dimensiones: aquello
que es suprimido en virtud del proceso del devenir17 lo que Aristóteles denomina como
ἀντικείμενον; y por otra parte, aquello que permanece a través del proceso del devenir y que
permite que el sujeto del llegar a ser siga el siendo el mismo, esto es el ὑποκείμενον.18 De
esta manera, si seguimos a Aubenque podemos afirmar que:
Si llamamos forma a lo que sobreviene en el proceso del devenir y se manifiesta como atributo,
entonces la forma se opone, por una parte, al sujeto como materia del devenir y, por otra parte, al
16
Resultan bastante ilustrativos los ejemplos, como este, de los que se vale Tomas de Aquino para explicar la
necesidad de la privación en la estructura ontológica del movimiento (en Los Principios de la Naturaleza a
fray Silvestre)
17
Valiéndonos del ejemplo de Aristóteles: aquello que es suprimido en el devenir se refiere al ignorante que
desaparece a través del proceso mediante el cual un hombre llega a ser culto o sabio, o, por otra parte, a la
ausencia de forma que es suprimida en el proceso a través del cual el bronce llega a ser una estatua.
18
Siguiendo a Aristóteles: aquello que permanece a través del proceso del devenir es ejemplificado por el sujeto
hombre, el cual al volverse sabio no por eso deja de ser hombre -; o por el sujeto bronce al ser convertido en
estatua sigue siendo bronce.
7
sujeto como ausencia de esa forma, es decir como privación. (Aubenque, P., El Problema del Ser en
Aristóteles, p. 360)
Conclusión.
Es en virtud del carácter permanente del substrato, que el movimiento puede ser continuo; es
decir, puede ser una suerte de sucesión constante que se realiza a través de estados contrarios
y que gira en torno a un substrato que constantemente esta llegando a ser, y que, no obstante,
sigue siendo el mismo. Es posible decir que un mundo en el que solo hubiera una sucesión
inconexa de accidentes sería absolutamente incomprensible pues la sucesión de
eventualidades propias del mundo no debe afectar a la mismidad de cada ente natural, quizás
lo maravilloso de este mundo radique en el hecho de saber que aquel manzano que florece
en los campos es exactamente la misma semilla diminuta que el campesino plantó hace algún
tiempo en medio de la tierra, y es precisamente ese asombro que se experimenta ante estos
prodigios de la naturaleza lo que impulsa el incansable quehacer filosófico del hombre.
8
Bibliografía.
ARISTOTELES, Tratados de Lógica, Tomo I, (Miguel Candel), Ed. Gredos, Madrid, 1982.
AUBENQUE, P., El Problema del Ser en Aristóteles, ed. Escolar y mayo, Madrid, 2008.
GUTHRIE, W., Los Filósofos Griegos, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2001.